Revista Uruguaya de Ciencia Política - Número Temático - Ideas, Discursos y Política

June 13, 2017 | Autor: Adolfo Garcé | Categoría: Discourse Analysis, Ideas, Discursive institutionalism
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Descripción

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U R U G U AYA

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Ciencia Política VOLUMEN 24, N° 2, 2015

NÚMERO TEMÁTICO

IDEAS, DISCURSOS Y POLÍTICA ADOLFO GARCÉ Y VIVIEN A. SCHMIDT (COORDINADORES)

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Ciencia Política DIRECTOR Daniel Buquet EDITORES Daniel Buquet, Ester Mancebo y Federico Traversa ASISTENTE DE EDICIÓN Paulo Ravecca

COMITÉ EDITORIAL Daniel Buquet, Daniel Chasquetti, Javier Gallardo, Adolfo Garcé, María Ester Mancebo, Carmen Midaglia y Juan Andrés Moraes. (Todos pertenecientes al Instituto de Ciencia Política de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República) CONSEJO CONSULTIVO David Altman (Pontificia Universidad Católica de Chile), Manuel Alcántara (Universidad de Salamanca), Javier Bonilla (Universidad ORT-Uruguay), Hugo Borsani (Universidad Estadual del Norte Fluminense), Oscar Bottinelli (Universidad de la República), Gerardo Caetano (Universidad de la República), Marcelo Cavarozzi (Universidad de San Martín), Miguel De Luca (Universidad de Buenos Aires), Argelina Figueiredo (Insitituto Universitario de Pesquisas, Río de Janeiro), Fernado Filgueira (Universidad de la República), Luis Eduardo González (Universidad Católica de Uruguay y Universidad de la República), Mark P. Jones (Race University), Jorge Landinelli (Universidad de la República), Jorge Lanzaro, Andrés Malamud (Universidad de Lisboa), José Ramón Montero (Universidad Complutense, Madrid), Scott Morgenstern (University of Pittsburgh), Leonardo Morlino (Universidad de Florencia), Constanza Moreira (Universidad de la República), Francisco Panizza (London School of Economics), Romeo Pérez (Instituto CLAEH y Universidad de la República), Antonio Pérez García (Universidad de la República), José Pedro Rilla (Universidad de la República), Fabiano Santos (Insitituto Universitario de Pesquisas, Río de Janeiro), Germán Rama (CEPAL), Helgio Trindade (Universidad Federal de Río Grande do Sul), Carlos Zubillaga (Universidad de la República).

4 Publicación del Instituto de Ciencia Política Facultad de Ciencias Sociales de la Universiad de la República Los artículos firmados son responsabilidad de sus autores y no comparten necesariamente la opinión de la revista. Se permite la reproducción parcial o total de los artículos aquí publicados a condición de que se mencione la fuente y se haga llegar una copia a la redacción de la RUCP. La Revista Uruguaya de Ciencia Política es publicada anualmente en dos números, uno misceláneo y otro temático, y sus contenidos son incluidos sistemáticamente y en forma indexada en las siguientes bases bibliográficas: ProQuest SCIELO. Social Science English Edition. SCIELO. Uruguay. LATINDEX (Catálogo). Sistema Regional de Información en Línea. EBSCO / Fuente Académica. DIALNET. Fundación Dialnet. Universidad de La Rioja. REDALYC. Red de Revistas Científicas de América Latina y el Caribe, España y Portugal. Toda correspondencia referida a RUCP deberá ser dirigida a: Editores de la RUCP Instituto de Ciencia Política Facultad de Ciencias Sociales Universidad de la República Constituyente 1502 piso 6 CP. 11200, Montevideo – Uruguay Teléfono: (598) 2410-6411 Fax: (598) 2410-6412 E-mail: [email protected] Web de la RUCP: http://www.fcs.edu.uy/subcategoria.php?SubCatId=153&CatId=97 Scielo English Edition: http://socialsciences.scielo.org/scielo.php?pid=0797-9789&script=sci_serial Scielo Uruguay: http://www.scielo.edu.uy/scielo.php/script_sci_serial/pid_0797-9789/lng_es/nrm_iso

© INSTITUTO DE CIENCIA POLÍTICA ISSN 0797 9789 ISSN 1688-499X (en línea)

Queda hecho el depósito que ordena la ley Impreso en Uruguay - 2015

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SUMARIO 7 Presentación ADOLFO GARCÉ Y VIVIEN A. SCHMIDT 15 Ideas and the Study of Political Parties: The Added Value of the Discursive Institutionalist Approach JOHANNES A.A.M. VAN GORP 29 Populist Discourse and the Remaking of Political Opposition in Venezuela SAHAR ABI-HASSAN 49 Leveraging Tools: Integrating Discourse and Ideas into the Analysis of EU Enlargement of the Western Balkans LUKE T. HARTMAN 67 El discurso político partidario sobre la política exterior en Brasil y Uruguay (2003-2014)* CAMILO LÓPEZ BURIAN Y RODINEI TARCIANO SILVA 85 Licencias parentales y aborto: Construcción política y traducción discursiva en la agenda de género en Uruguay BELÉN VILLEGAS 105 Reflexiones teóricas sobre discurso político e ideología: un análisis preliminar de las políticas de emprendimiento del gobierno de Piñera (Chile, 2010-2014) NÉSTOR GUERRERO Y MARÍA JOSÉ VEGA 121 El joven militante y el viejo sabio. Relatos sobre el pasado reciente y ethos discursivo en Néstor Kirchner (Argentina, 2003-2007) y José Mujica (Uruguay, 2010-2015) ANA SOLEDAD MONTERO 139 Subjectivity in the political language of president Mujica: the construction of his narrative MONIQUE VAUGHAN

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PRESENTACIÓN: IDEAS, DISCURSOS Y POLÍTICA Adolfo Garcé* y Vivien A. Schmidt** “Lo que necesitamos –escribieron Daniel Béland y Robert Cox en el Prefacio de un libro extraordinario- es un manifiesto sobre ideas y política, un libro que repase la literatura reciente y trace el rumbo de las investigaciones futuras” (2011:v). Este número temático de la Revista Uruguaya de Ciencia Política no aspira a tanto. Pero sí pretende impulsar la agenda de investigación sobre ideas y discursos en la ciencia política regional, para contribuir a ponerla a tono de la renovación teórica ocurrida durante los últimos veinte años en otras partes. Para ello, como se verá, hemos reunido un conjunto de artículos que permiten presentar un panorama diverso de cómo (enfocando qué asuntos, desde qué enfoques teóricos, con arreglo a qué métodos y técnicas) se viene estudiando en la ciencia política contemporánea el viejo y apasionante asunto del poder político de ideas y discursos. *** Aunque en América Latina, por diferentes razones, este proceso ha sido menos intenso (Garcé 2015), al menos desde que Peter Hall publicó The political power of economic ideas: Keynesianism across nations (1989), en múltiples campos de la ciencia política se verificó un verdadero ideational turn que modificó profundamente en pocos años el panorama teórico de la disciplina. El papel de las ideas, soslayado por años por los enfoques teóricos más difundidos1, pasó a ser considerado obvio, elemental, o en términos de Dietrich Rueschemeyer (2006), lisa y llanamente “incuestionable”.2 El regreso de las ideas como variable explicativa, que comenzó a verificarse a fines de la década del ochenta del siglo pasado, fue rápidamente advertido y señalado por Robert Goodin y Kans-Dieter Klingemann en la primera edición de A New Handbook of Political Science, publicada en 1996. Decían estos autores al sintetizar la evolución de la disciplina:

Profesor Agregado en Régimen de Dedicación Total, Instituto de Ciencia Política, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de la República. ** Jean Monnet Professor of European Integration, Professor of International Relations and Political Science at Boston University, and Founding Director of BU’s Center for the Study of Europe. 1 Gofas y Hay sintetizaron esta trayectoria en los términos siguientes: “After a period of neglect, if not hostility, towards ideational explanations, where scholarship on ideas was conducted by a few dedicated researchers on the fringes of the discipline, we are now faced with a burgeoning literature on the role of ideas” (2010:3). 2 Decía Rueschemeyer: “That ideas matter in politics is beyond question” (2006:227). *

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“Another recurring theme in the new political science which this New Handbook maps is the increasing appreciation that ideas have consequences. The point pops up, time and again, in discussions of public policy. Getting new perspectives on old problems, seeing new ways of doing things, seeing new things to do: all these, as applied to public problems, are quintessentially political activities (…). But the same is true cross-nationally: the spread of the idea of democratization, as well as of particular ideas for how to democratize particular sorts of regimes, was undeniably central to some of the most dramatic recent political developments worldwide (…). Within international relations, too, an idealism of almost Hegelian proportions is once again rightly on the rise (…).” (1996:19). Efectivamente, el primer lustro de la década del noventa del siglo pasado muestra una acumulación notable de contribuciones perdurables al estudio del papel de las ideas en la política. Kathryn Sikkink (1991) dejó una huella profunda al comparar el proceso de adaptación e implementación de las ideas desarrollistas en Argentina y Brasil. Peter Hall renovó radicalmente los estudios sobre políticas públicas al proponer explicar los grandes virajes (las innovaciones de “tercer orden”) como cambios de paradigmas (1993). En paralelo, Paul Sabatier y Hank Jenkins-Smith (1993) pusieron de manifiesto con solvencia el papel de las ideas en la configuración de las coaliciones promotoras que compiten en las arenas de políticas públicas. En el campo de las Relaciones Internacionales también se multiplicaron los abordajes “ideacionales”. Algunos autores, como Judith Goldstein y Robert Keohane (1993), abrieron nuevas sendas para legitimar enfoques constructivistas. Otros, como Peter Haas (1990), contribuyeron a profundizar en el estudio de las redes de expertos y las comunidades epistémicas. Las dos décadas siguientes no han hecho más que confirmar la lúcida constatación de los editores del New Handbook. Mark Blyth, en Great Transformations (2002), llevó el argumento del poder de las ideas mucho más lejos todavía que sus predecesores argumentando que las ideas configuran intereses e instituciones. La proliferación de estudios sobre policy transfer y policy diffusion ayudó a poner de manifiesto la circulación de ideas desde un contexto hacia otros y el impacto transformador de esta dinámica (Dolowitz y Marsh, 2000). Siguiendo esta pista, Kurt Weyland, luego de estudiar la difusión de algunas dimensiones del modelo chileno de políticas sociales (2005), utilizó este tipo de teorías para explicar la difusión de la revolución de 1848 en Europa y América Latina (2009). Sikkink (2011), otra vez, instalada ahora en el campo de las Relaciones Internacionales y priorizando los estudios sobre Derechos Humanos, ha analizado las cascadas de normas y el papel de los activistas en estos procesos. El redescubrimiento del poder de las ideas no se procesó fuera del marco global de las distintas variedades de nuevos institucionalismos en ciencia política que predominaron en las últimas décadas, tan claramente caracterizadas por Hall y Taylor (1996). Ocurrió dentro de ellas. Poco a poco, las investigaciones realizadas a partir de los diferentes enfoques neo-institucionalistas, a la hora de construir sus explicaciones, se vieron obligadas a matizar sus definiciones (materialistas) iniciales

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sobre instituciones e intereses, y resignarse (más tácita que explícitamente) a concederle un nuevo relieve al papel de las ideas (Schmidt 2008). El recurso a las ideas, en particular, fue especialmente importante a la hora de explicar el cambio: “For many political scientists, the turn to ideas has been a useful corrective to the limits of new institutionalist approaches and a tacit acknowledgment of their difficulties in explaining change. Importantly, large numbers of new institutionalists, whether rational choice, historical, or sociological institutionalists, have sought to use ideas to counter the static and overly deterministic nature of institutions in their explanations” (Schmidt 2008:304). Con el objetivo de ayudar a poner de manifiesto el regreso de las ideas dentro de las diversas corrientes neo-institucionalistas, Schmidt propuso distinguir una cuarta vertiente que denominó institucionalismo discursivo (ID). Este enfoque se distingue por tres características. En primer lugar, como acaba de decirse, asigna a ideas y discursos un papel central en la política y, en especial, en la explicación del cambio. En segundo lugar, conecta estrechamente las ideas tanto con el entorno institucional como con el contexto discursivo (“meaning context”). En tercer lugar, en lugar de apuntar a sustituir otros enfoques teóricos aspira, por un lado, a apoyarse en ellos (usándolos como “background information”) y, por el otro, a complementarlos (dándole una “oportunidad a la paz”). (Schmidt 2008:322). Para entender de qué modo específico opera el poder de las ideas propuso al menos tres distinciones sobre las que vale le pena volver. En primer lugar, distinguió entre ideas cognitivas (sobre hechos y relaciones causales) e ideas normativas (sobre valores). En segundo lugar, siguiendo una propuesta analítica formulada por Jal Mehta (2011) y recorriendo la escala de abstracción en dirección creciente, diferenció soluciones para políticas, ideas programáticas y filosofías públicas. Más tarde, elaboró acerca del vínculo entre poder e ideas (Carstensen y Schmidt 2016).3 Pero el más reciente de los nuevos institucionalismos no se limitó a enfatizar el poder de las ideas. Tal como su nombre sugiere, el ID asignó, desde el comienzo y explícitamente, un lugar muy relevante a los discursos. El discurso, como vehículo de valores y creencias, era una variable clave en la discusión ofrecida por Schmidt (2000) de las reformas del Estado de Bienestar. Y lo siguió siendo en su elaboración ulterior sobre las perspectivas del capitalismo en Europa (Schmidt 2002). En diferentes trabajos, Schmidt distinguió entre el discurso de coordinación entre los actores clave de cada arena de política pública, que permite debatir ideas programáticas y generar soluciones de políticas, y el discurso de comunicación entre los líderes políticos y la opinión pública, que las hace circular a través de la sociedad, las somete al escrutinio público, habilita debates y ejercicios deliberativos o, sencillamente, las legitima. El contexto institucional, el mayor o menor grado de dispersión del poder, 3 Carstensen y Schmidt proponen tres relaciones entre poder e ideas: i) que el poder se ejerza a través de las ideas (A logra que B haga que de otro modo no haría mediante argumentos); ii) que el poder se ejerza sobre las ideas (A controla el significado de las ideas); iii) que el poder se ejerza en las ideas (algunas ideas dominan sobre otras).

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incide en la características específicas que asumen ambos tipos de discursos, y ayuda a entender cómo se conectan entre sí (2008:309-310).4 Para el ID, recuperar el papel de los discursos es tan importante como advertir y teorizar sobre el poder de las ideas.5 No es una tarea sencilla. Fue y sigue siendo muy difícil habilitar un espacio amplio y confortable para la dimensión discursiva de la política en la ciencia política contemporánea. Es evidente que, en nuestra disciplina, ha resultado más fácil relegitimar el poder de las ideas que el papel de los discursos. Los cientistas políticos formularon, durante años, muchas ideas sobre el poder de las ideas, pero comparativamente pocos discursos sobre los discursos. Es probable que esto pueda ser consecuencia de la centralidad de la teoría del discurso en la teoría posmoderna que, a su vez, critica con mucho rigor, los a priori positivistas (o neopositivistas) de las corrientes principales de la ciencia política contemporánea. (Schmidt 2008:304). *** Este número temático, que se publica gracias a la hospitalidad de los editores de RUCP del Instituto de Ciencia Política (Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de la República), es uno de los primeros resultados tangibles del trabajo del Grupo de Investigación “Ideas, discursos y política” de ALACIP, cuya reunión fundacional se concretó en el marco del V Congreso Uruguayo de Ciencia Política organizado por AUCIP.6 La mayoría de los artículos que publicamos dialogan con el ID pero no todos se colocan estrictamente dentro de este marco teórico. Esto, por supuesto, lejos de ser un problema, enriquece el contenido del volumen. Para mostrar mejor similitudes y diferencias teóricas entre ellos los hemos ordenado en un eje que va desde aquellos que hacen un uso más sistemático de las categorías y herramientas del ID (los tres primeros) hasta aquellos que, tomando distancia de los enfoques neoinstitucionalistas de la ciencia política contemporánea, se recuestan en distintas variedades de la teorías del discurso (los dos últimos). Johannes van Gorp aplica el ID al estudio de los partidos y, más específicamente, del vínculo entre partidos y electores. Utilizando esas herramientas analíticas conecta fraccionalización, discurso partidario y éxito electoral. Luego de examinar 4 Sobre el papel de los discursos en el cambio en las políticas públicas ver Schmidt (2011). En español, puede leerse un análisis del papel de los discursos en la construcción de pactos sociales en Schmidt (2014). 5 Desde luego, forma parte de los temas que vale la pena seguir discutiendo si el ID ha logrado concederle a la dimensión discursiva todo la dignidad que realmente merece. Panizza y Miorelli (2013), por ejemplo, en un texto perspicaz, argumentan que el ID tiene mucho para ganar aprendiendo de la Teoría PostEstructuralista del Discurso. 6 El V Congreso de AUCIP tuvo lugar los días 7, 8, 9 y 10 de octubre de 2014 en las instalaciones del Centro de Formación de la Cooperación Española (Montevideo). A la reunión en la que se acordó solicitar al Comité Ejecutivo de ALACIP la conformación del Grupo de Investigación “Ideas, discursos y política” asistieron colegas diferentes países de la región (como Argentina, Brasil, Chile y Uruguay). Participaron también en la reunión fundacional Vivien Schmidt y Kathryn Sikkink, dos de las conferencistas especialmente invitadas por el Comité Organizador del Congreso. Más información sobre este GI en: http://alacip.org/?p=6083

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desde este ángulo cómo los partidos en los Países Bajos se adaptaron al desafío de incorporar nuevos issues socio-culturales (como la cuestión de la inmigración), van Gorp concluye que los partidos más nuevos tienen mayor facilidad para alcanzar acuerdos internos acerca de asuntos de creciente importancia social que los partidos más viejos. Para construir la evidencia empírica sobre la que apoya estos hallazgos, el autor realizó 51 entrevistas en profundidad a dirigentes políticos. Sahar Abi-Hassan, partiendo de reafirmar el poder políticos de ideas y discursos, utiliza las categorías teóricas del institucionalismo discursivo para examinar una hipótesis novedosa en el debate académico sobre el populismo, en general, y sobre el caso de Venezuela en tiempos del chavismo, en particular. Argumenta que no es posible dar cuenta de la política venezolana en términos de gobierno populista versus oposición no populista. Entre ambos actores, chavismo y oposición, existe una estrecha relación: el discurso de los partidos de oposición, sostiene, reforzó, el discurso populista del gobierno chavista. Para documentar su hipótesis la autora realizó un análisis cualitativo de contenido de 240 artículos sobre la oposición venezolana, publicados en español y en inglés, disponibles en internet, entre 2000 y 2012. El tercer artículo nos lleva de regreso a Europa, esta vez, al complejo mundo político de los Balcanes. Al igual que van Gorp y Abi-Hassan, Luke Hartman elabora su argumentación desde el ID. Más específicamente, examina ideas y discursos sobre integración a la Unión Europea en Croacia y Serbia/Kosovo. El artículo, además de echar luz sobre un proceso político especialmente complejo, ayuda a poner de manifiesto uno de los rasgos más característicos del ID: su interacción con los otros neoinstitucionalismos, en este caso, con el neoinstitucionalismo rational choice. También permite profundizar en la discusión sobre poder e ideas (“power through, over, in ideas”) que, constituye, como hemos visto, uno de los desarrollos más recientes del ID. Desde el punto de vista de las técnicas de investigación, combina medio centenar de entrevistas en profundidad con expertos y análisis de contenido de cerca de cuatrocientas declaraciones de líderes políticos recogidas por la prensa. Camilo López y Rodinei Silva analizan ideas y discursos sobre política exterior en Brasil y Uruguay. Para ello, en ambos casos, caracterizan en detalle el entorno institucional y seleccionan fragmentos de discursos de senadores de ambos países. De este modo, los autores logran construir una caracterización detallada y persuasiva de las principales diferencias que existen entre las ideas programáticas sobre política exterior de las respectivas filosofías públicas de los partidos de izquierda y de derecha. La derecha interpreta la globalización como una oportunidad, promueve descentralizadamente la apertura comercial (en bienes y servicios), prioriza la dimensión económica de las relaciones internacionales y presenta sus preferencias como pragmáticas. La izquierda sospecha de la globalización, prefiere la integración regional y las relaciones Sur-Sur, prioriza las relaciones políticas internacionales y denuncia como ideológico el enfoque “pragmático” de la derecha. Belén Villegas analiza el proceso de formulación de políticas públicas con enfoque de género durante el gobierno del Frente Amplio tomando como casos ilustrativos dos leyes innovadoras aprobadas durante el segundo gobierno del FA: la de interrupción voluntaria del embarazo y la de licencias parentales. Ambos

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asuntos forman parte de la agenda feminista desde los tiempos de la recuperación de la democracia (mediados de los ochenta). Sin embargo, recorrieron caminos distintos desde las plataformas de las organizaciones de mujeres hasta su tramitación y aprobación parlamentaria. Estas diferencias ayudan a profundizar en los aspectos teóricos privilegiados por la autora, en particular, en los procesos de “traducción”, es decir, de construcción discursiva que, al despojar las innovaciones propuestas de sus aspectos más controversiales, hicieron posible que se concretaran. El texto de Néstor Guerrero y María José Vega puede ser visto como el puente que comunica los artículos que mejor y más decididamente se apoyan en el ID (que abren el volumen) con los que se instalan en la teoría del discurso (que lo cierran). Aunque los autores terminan ofreciendo un análisis sugestivo de las políticas de emprendimiento impulsadas por el presidente Piñera en Chile, el principal interés del texto radica en la discusión teórica inicial sobre ideología y discurso. El contexto institucional, un aspecto clave en el ID, pasa a un segundo plano. Las palabras y los silencios, lo nombrado y lo silenciado, van ocupando el primer plano. Las palabras, insisten los autores, tienen consecuencias. Muestran y ocultan. Visibilizan y esconden. Por eso mismo, la política pasa a ser esencialmente una batalla por el control de la ideología y el discurso. A partir del artículo de Ana Soledad Montero, el contenido de este número temático ya se desplazó por completo desde el ID a la a la teoría del discurso, y desde las instituciones a los actores. El artículo examina de qué modo Néstor Kirchner y José Mujica, dos líderes muy influyentes en los procesos políticos recientes de Argentina y Uruguay, construyeron discursivamente su ethos, es decir, las imágenes de sí mismos. Ambos líderes suturan discursivamente el pasado y el presente. Ambos son, al mismo tiempo, protagonistas y narradores. Pero realizan esta operación (política y discursiva) de modos muy diferentes. El discurso kirchnerista se acerca al “testimonio”. El de Mujica en cambio, a la “memoria”. Mientras Kirchner procura identificarse con el pasado, y reivindica e idealiza al “joven militante” sesentista, Mujica realiza un proceso de “desidentificación” (de despojo de su identidad de líder guerrillero), e insiste en presentarse como un “viejo sabio” capaz de aprender de sus experiencias previas. Monique Vaughan, en el artículo que clausura este número temático, también se ocupa del discurso de Mujica, y de cómo este líder se refiere a sí mismo. Pero su pregunta de investigación es muy distinta a la de Sol Montero. No le interesa estudiar cómo reelaboró su pasado guerrillero sino, fundamentalmente, cómo se nombra a sí mismo (es decir, cómo maneja discursivamente su subjetividad). La autora concentra su investigación en cinco discursos pronunciados por Mujica entre 1985 y 2011. Para analizar en profundidad estos textos construye un marco teórico que combina tres vertientes: la teoría de la enunciación de la lingüista francesa Catherine Kerbrat-Orecchioni, el análisis semiótico del discurso político de Eliseo Verón, y el concepto de mito de gobierno elaborado por Mario Riorda. Para construir su argumentación Vaughan recurre, entre otras técnicas, a un análisis cuantitativo.

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Referencias bibliográficas Daniel Béland y Robert H. Cox (eds.) (2011). Ideas and Politics in Social Science Research. Oxford: Oxford University Press Blyth, Mark (2002). Great Transformations. Economic Ideas and Institutional Change in the Twentieth Century. New York: Cambridge University Press. Dolowitz, David y David Marsh (2000). “Learning from Abroad: The Role of Policy Transfer in Contemporary Policy-Making”. Governance 13(1):5-24. Carstensen, Martin B. y Vivien A. Schmidt (2016). “Power through, over and in ideas: Conceptualizing ideational power in discursive institutionalism”. Journal of European Public Policy, forthcoming. Garcé, Adolfo. (2015). “El Institucionalismo Discursivo como oportunidad: el estado del arte en la literatura sobre ideas y política y la ciencia política latinoamericana”. Política y Gobierno, Vol. XXII (1): 199-226. Gofas, Andreas y Colin Hay (2010). “The ideational turn and the persistence of perennial dualisms”. En Andreas Gofas y Colin Hay Gofas, Andreas and Colin Hay (eds). The Role of Ideas in Political Analysis A portrait of contemporary debates. New York: Routledge. Goodin, Robert y Hans-Dieter Klingemann (1996). A New Handbook of Political Science. Oxford: Oxford University Press. Goldstein, Judith y Robert O. Keohane (1993). Ideas and Foreign Policy. Beliefs, Institutions, and Political Change. Ithaca and London: Cornell University Press. Haas, Peter (1992). “Introduction: epistemic communities and international policy coordination”. International Organization 46(1): 1-35 Hall, Peter A. (ed). (1989). The Political Power of Economic Ideas: Keynesianism Across Nations. Princeton: Princeton University Press. Hall, Peter A. y Rosemary Taylor (1996). “Political Science and the Three New Institutionalisms”. Political Studies XLIV: 936-957 Hall, Peter (1993). “Policy Paradigms, Social Learning and the State: The Case of Economic Policymaking in Britain”. Comparative Politics 25(3):275-296. Mehta, Jal (2011). “The varied roles of ideas in politics”. En Daniel Béland y Robert Henry Cox (eds). Ideas and Politics in Social Science Research. New York: Oxford University Press, pp. 23-46. Panizza, Francisco y Romina Miorelli (2013). “Taking Discourse Seriously: Discursive Institutionalism and Post-structuralist Discourse”. Political Studies 61(2): 301–318. Rueschemeyer, Dietrich (2006) “Why and How Ideas Matter”. En Robert E. Goodin and Charles Tilly (eds.). The Oxford Handbook of Contextual Political Analysis, Oxford: Oxford University Press. pp. 227-251. Sabatier, Paul y Hank Jenkins-Smith (eds). (1993). Policy Change and Learning: An Advocacy Coalition Approach. Boulder: Westview Press. Schmidt, Vivien A. (2000). “Values and Discourse in the Politics of Adjustment”. En Fritz W. Scharpf y Vivien A. Schmidt (eds.), Welfare and Work in the Open Economy Volume I: From Vulnerability to Competitiveness. Oxford: Oxford University Press, pp. 229-309. Schmidt, Vivien A. (2002). The Futures of European Capitalism. Oxford: Oxford University Press. Schmidt, Vivien A. (2008). “Discursive Institutionalism: The Explanatory Power of Ideas and Discourse”. Annual Review of Political Science 11: 303-326. Schmidt, Vivien A. (2011). “Speaking of change: why discourse is key to the dynamics of policy transformation”, Critical Policy Studies 5(2):106-126. Schmidt, Vivien A. (2014). “¿Es importante el discurso en la política de construcción de pactos sobre protección social? Experiencias internacionales”. En Martín Hopenhayn, Carlos Maldonado Valera, Rodrigo Martínez, María Nieves Rico y Ana Sojo (eds.), Pactos sociales para una protección social más inclusiva, Santiago de Chile: CEPAL, pp. 125-133. Disponible en: http://repositorio.cepal.org/ handle/11362/37256.

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Adolfo Garcé y Vivien A. Schmidt

Sikkink, Kathryn (1991). Ideas and Institutions. Developmentalism in Brazil and Argentina. Ithaca: Cornell University Press. Sikkink, Kathryn (2011). The Justice Cascade. How Human Rights Prosecutions are Changing World Politics. New York – London: Norton & Company. Weyland, Kurt (2005). “Theories of Policy Diffusion: Lessons from Latin American Pension Reform”. World Politics 57(2): 262-295. Weyland, Kurt (2009). “The Diffusion of Revolution: «1848» in Europe and Latin America”. International Organization 63(3): 391-423.

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IDEAS AND THE STUDY OF POLITICAL PARTIES: THE ADDED VALUE OF THE DISCURSIVE INSTITUTIONALIST APPROACH* Las ideas y el estudio de los partidos políticos: el valor agregado del institucionalismo discursivo Johannes A.A.M. van Gorp** Abstract: There are four methods often used to study party locations along salient cleavages in party systems: expert surveys, content analysis of party manifestos, media analyses and broad opinion surveys of electorates. Most of the literature that explores the relationship between political parties and these cleavages has two shortcomings: (1) it treats parties as cohesive units, and (2) while the combination of policies adopted by a party is considered important, almost none consider how they are communicated to the voters. Both matter: if politicians within a party remain torn over an issue, parties will have a difficult time agreeing on what position to take and cannot effectively communicate their ideas to the public. That is why one should examine the coordinative and communicative discourses of parties. Coordinative discourse encompasses the process whereby political actors agree on a policy program, while communicative discourse is the process through which this program is framed. To provide evidence for this argument, communicative discourse in the Netherlands is discussed. Keywords: Discursive institutionalism, party politics, discourse, Dutch politics, party cohesion Resumen: Hay cuatro métodos usados a menudo para estudiar los posicionamientos de los partidos políticos sobre los clivajes prominentes en los sistemas de partidos: encuestas de expertos, análisis del contenido de los pronunciamientos partidarios, análisis de los medios masivos de comunicación y encuestas de opinión del electorado. La mayoría de la literatura que explora la relación entre partidos políticos y dichos clivajes tiene dos deficiencias: (1) trata a los partidos como unidades cohesivas, y (2) mientras la combinación de políticas adoptadas por un partido es considerado importante, casi nadie considera cómo han de ser comunicadas a los votantes. Ambos asuntos son importantes: si los políticos de un partido permanecen divididos sobre un tema, los partidos tendrán dificultad para ponerse de acuerdo en la posición que deben tomar y no podrán comunicar efectivamente sus ideas al público. Por eso uno debe examinar los discursos de coordinación y los discursos comunicativos de los partidos. Los discursos de coordinación engloban el proceso por el cual los actores políticos acuerdan un programa de políticas; mientras que el discurso comunicativo es el proceso por el cual este programa es enmarcado. Para proveer evidencia en respaldo de este argumento, se analiza el discurso comunicativo en los Países Bajos. Palabras Clave: institucionalismo discursivo, política de partidos, discurso, política holandesa, cohesión partidaria

Assistant Professor of Political Science, Department of International Studies, American University of Sharjah. **

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1. Party Politics as a Field of Study Within the study of party politics, four methods are most often used to study party locations along salient cleavages in party systems: expert surveys, the content analysis of party manifestos, media analyses and broad opinion surveys of electorates (Gemenis and Dinas 2010: 181; Volkens 2007). The approaches link parties to ideas, placing them on an imagined spatial plane composed of cleavages that best explain existing divides within a state. According to Bartolini and Mair, a “cleavage” consists of a socio-political fault line between social groups that is strong enough to structure party political conflict between them. It must contain at least three elements: “An empirical element, which identifies the empirical referent of the concept, and which can define in socio-structural terms; a normative element, that is, the set of values and beliefs which provides a sense of identity and role to the empirical element, and which reflects the self-consciousness of the social group(s) involved; and an organizational/behavioral element, that is, the set of individual interactions, institutions, and organizations, such as political parties, which develop as part of the cleavage (1990. 215). Accordingly, for politically contentious issues to form a cleavage, they have to not just result in conflict. They have to, “generate group consciousness or political organizations that structure debate and behavior in an enduring fashion” around these issues (Webb 2002: 116). The four approaches most often used all have one major common shortcoming: while they are concerned with the combination of policies a party holds, none really are concerned with how these positions are communicated to the public. If parties cannot communicate these ideas effectively to voters, voters will have a difficult time linking parties to the policies they stand for (Van Gorp 2012: 17). Political parties, after all, are supposed to connect ‘leaders and elected officials around common programs’ (Norris 2005a: 3). If politicians within the same party differ in their views, this will be difficult to achieve. Disagreements, in turn, will make it much more difficult for the party to clearly communicate its position on important issues to voters. This is why much of the literature on political parties argues that party cohesion, over time, is the norm. Counterintuitively, cohesion on issues salient to many Dutch voters has remained especially elusive for parties that used to dominate Dutch politics. Over the last three decades socio-cultural issues have become increasingly important to Dutch voters. Whereas parties such as the List Pim Fortuny (LPF), the Freedom Party (PVV), the Socialist Party (SP), and Democrats ’66 (D66) have been able to profit from this, the Christian Democratic Appeal (CDA), the People’s Party for Freedom and Democracy (VVD), and the Labor Party (PvdA) have seen their share of the vote decrease as this cleavage gained in salience (Van Gorp 2012). Despite the importance of this electoral cleavage to voters –it now defines what it means to be “left” and “right” to voters (Aarts, Van der Kolk, and Rosema 2007; Van Gorp

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2012)– parties such as the PvdA, VVD and CDA have remained internally torn over how to position themselves on these issues. In the literature on party cohesion, it is assumed such discord will dissipate with time. Over time, parties are expected to remove or discipline those politicians that do not tow the party line. What if despite these expectations internal discord, rather than unity, remains the norm? While the above methods used to study the positioning of political parties do not allow one to measure such discord, a discursive institutionalist approach does. The virtues of this approach have been extolled by Vivien Schmidt (2006a; 2008; 2010) and Van Gorp (2012). Discursive institutionalism examines how discourse is affected and incentivized by institutional settings. It is especially interested in “coordinative” and “communicative” discourses. While the former is concerned with how epistemic communities and political elites communicate with one another on what policies to adopt, the latter is concerned with how those positions are communicated to the broader polity. This article argues that by examining the coordinative discourse of political parties, one can better understand why cohesion is sometimes lacking on issues that are salient to voters. To examine this coordinative discourse, 51 Dutch politicians were interviewed and asked the same nine questions about socio-cultural issues. Answers were then coded to create a socio-cultural index for each party. By discussing evidence from the Dutch case, it shown that despite the salience of socio-cultural issues to Dutch voters, traditionally dominant parties have remained divided on these issues. Internal discord within these parties helps explain why the communicative discourse of these parties surrounding socio-cultural issues has left much to be desired. Accordingly, the positioning of these parties on these issues remains unclear to voters. The Netherlands serves as an especially interesting case because most of the newer parties do not conform to the discursive behavior one would expect from political parties in a compound polity (Schmidt 2002: 243-246). In such polities, coordinative discourse is described as being elaborate, while communicative discourse is described as being “thin” (Schmidt 2006: 258-262). For parties such as the PVV, the opposite is true. Having seen how internal discord brought down both the LPF and the short-lived General Elderly Alliance,1 Wilders opted to create a party with only one member – himself (Vossen 2013: 179-181). This means that the party leadership can focus on establishing a clear communicative discourse on issues it deems important and does not have to worry about convincing potential dissidents within the party to tow the party line. Those that do publicly challenge Wilders, like Hero Brinkman, are simply forced to leave the party. Similarly, parties such as the SP, D66 and the Greenleft have much clearer communicative discourse on sociocultural issues than the VVD, CDA and PvdA have. Considering how important socio-cultural issues have become to Dutch voters, the decreasing vote share of traditionally dominant parties might be partially explained by the continued inability of these parties to clearly communicate their socio-cultural policies to voters. 1 In Dutch the party was called the “Algemeen Oudernverbond”. It was a pensioner’s party created in 1993 that won six seats in the 1994 parliamentary elections. Because of internal discord, the party soon fell apart. In the 1998 parliamentary elections, none of the splinter groups managed to attract enough votes to gain a seat in parliament.

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2. The Existing Literature on Party Cohesion The existing literature on party cohesion assumes that if there is disagreement within a party over an issue, these disputes will be short lived (Hazan 2006; Jensen 2000: 210-236; Lucardie, Marchand and Voerman 2007; Özbudun 1970; Thomassen and Andeweg 2007). There is a strong rational choice logic underlying this argument, with the assumption being made that politicians are ultimately self-interested and desire to be reelected above anything else (Thomassen and Andeweg 2007: 168173). In proportional representation systems, most owe their job to party leaders. Once elected to parliament, party leaders decide who will fill sit on what committee. Leaders also decide the placement of members on the party list prior to an election. If a Member of Parliament has deviated too far and too often from the party line, he or she runs the risk of being placed lower on that list. One could even be placed on an unelectable position. As a last resort dissidents can choose to leave their party. However, defectors face low odds of being reelected. In a study of the British, German, Belgian and Dutch party systems from 1945 to 2005, Lucardie, Marchand and Voerman (2007) found that defectors often did not get reelected. Belgian defectors had the most chance of being reelected (40.5 percent). In Germany and Great Britain, only 25.2 and 22.8 percent, respectively, returned to parliament following the next election. Dutch politicians faced even worse odds. Only 8.3 percent –three out of 36 defectors– were reelected. Because of all these tools available to a party through which it can enforce unity, it is assumed that most politicians within a party will ultimately agree on issues that really matter to voters (Thomassen and Andeweg 2007: 173). After all, presenting a unified front to voters come election time is important to parties. 3. Discursive Institutionalism and Party Cohesion The turn towards institutionalism as a way of explaining the political world has been well documented (Hall and Taylor 1996; Lichbach 2002; Schmidt 2010; Aspinwall and Schneider 2000). The three “new institutionalisms” that developed independently from one another –historical, sociological and rational choice institutionalism– sought to move beyond the behavioralism of the 1960s and 70s by refocusing on the role that institutions play in shaping political outcomes. Institutions in their simplest definition are seen as rules. Their study can vary from those on organizations and formal rules, to norms and informal rules (Streeck and Thelen 2005; Steinmo 2008). However, explaining change in the political world through “static institutions” can be problematic (Schmidt 2006a: 11). That is why one has recently seen a turn to ideas in all three institutionalist approaches (for a discussion see Béland and Cox 2011). Some have stayed within the confines of their approach, while others have moved into what Schmidt has labeled “discursive institutionalism”. She sees this institutionalism as “an umbrella concept for the vast range of works in politi-

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cal science that take account of the substantive content of ideas and the interactive process by which ideas are conveyed and exchanged through discourse” (Schmidt 2010: 3). As an approach, it is closely related to sociological institutionalism. The difference between the two is more one of degree than kind: discursive institutionalism treats ideas as “dynamic constructs”, while sociological institutionalism treats them as “static structures” (Schmidt 2008: 320). Through the tracing of discourse, discursive institutionalism allows one to trace when change happens within a political system. Discourse, as defined by Schmidt, is “whatever policy actors say to one another and to the public in their efforts to generate and legitimize a policy programme” (Schmidt 2002: 210). The institutional context of a country also matters, for it frames the discourse. The emphasis in this approach is on examining the discursive interactions that take place in any given system. It focuses on agents, or ‘who is speaking to whom’. There are two ideal types of discourse: (1) “Coordinative discourse” and (2) “Communicative discourse”. While the first examines how political elites and epistemic communities decide to adopt certain policy positions, the latter is concerned with how those policies are communicated to the public. Schmidt has used this approach to explain differing outcomes between countries, distinguishing between “simple” and “complex” polities. Also referred to as “single-actor” and “multi-actor” systems, Schmidt argues that due to a stronger executive and the limited need to compromise with others, simple polities are characterized by stronger communicative discourse and weaker coordinative discourse. The opposite holds for compound polities. They will see stronger coordinative discourse because political actors need to coordinate and compromise with one another (Schmidt 2006b). This makes their communicative discourse thinner, especially for those involved with governing. This is because those governing likely do not want to have the compromises reached behind closed doors publicly scrutinized. While Schmidt has employed the discursive institutionalist approach to explain outcomes at the national level vis-à-vis the welfare state (2002) and perceptions of the European Union (2006) in Europe, this article argues it is also well suited to study party cohesion and communication. The literature on political parties takes ideas, institutions and interests seriously. It is useful to consider it in terms of discursive institutionalism in order to be able to theorize with greater precision the ideational and discursive processes. Though they do not identify themselves as ideationalist, the four main methods used to study party politics are all concerned with linking parties to ideas. However, while all are concerned with the combination of policies each party holds, almost none consider how they are communicated to the public.2 If parties do not effectively communicate their positions to voters, this will hurt those parties at the polls. This is well established in the political communications literature. Within this literature, two different types of framing are identified: “emphasis framing” and “equivalence framing”. While the latter examines how the way in which the same issue is framed influences outcomes, “emphasis framing” 2 A notable exception is Part III of Kriesi et. al.’s (2012) work.

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analyzes the, “process in which competing frames emphasize different messages and arguments in a policy debate” (Shaffner and Sellers 2010: 2-3). What is called emphasis framing in the communications literature is referred to as communicative discourse in the discursive institutionalist approach. In essence, it is the study of which frame wins out over another. Before a political party can even communicate its ideas to the public, it first needs to agree on what ideas to promote. It needs to “connect leaders and elected officials around common programs” (Norris 2005a: 3). Put differently: it has to decide what the content of their frame is going to be regarding an issue. This is easier to do if its politicians hold similar views. If they differ substantially in their opinions regarding an issue, disagreement is likely to ensue. In the literature on party cohesion discussed above, it is assumed that such discord will not last long on issues that matter. After all, parties have the means to remove those politicians that do not adhere to a party’s views. In the discursive institutionalist approach this process of reaching agreement on what ideas to communicate to the public is described as coordinative discourse. As can be seen in Figure 1, both types of discourses do not take place in a vacuum: they are shaped and constrained by the institutions that underpin a political system. Figure 1. Party Communications3

4. Discursive Institutionalism and Party Discourse: the Dutch Case According to Schmidt’s ideal types, the Netherlands would be categorized as a compound polity. One should expect a stronger coordinative discourse to be present between the various political parties and epistemic communities. However, when 3 This is a modified model from the one found in Norris (2005b: 5)

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it comes to communicative discourse, one should expect it to be weaker, since “political leaders are schooled in communicating only in vague terms on agreements reached among the wide range of actors involved in the coordinative discourse of policy construction” (Schmidt, 2006b: 45). Even when in opposition, politicians in a compound system are expected to speak vaguely. While today the governing parties are their foes, tomorrow they may be their coalition partners. As a political actor you do not want to burn any bridges unnecessarily. Reaching a consensus in such a fragmented system takes time and is difficult. This discourse framework goes a long way towards explaining why traditionally dominant political parties were so slow in forming a discourse concerning immigration and Dutch identity once the issue became more salient. Upon closer examination of political discourse in the Netherlands these last two decades, the above theoretical framework should be amended to distinguish between “newer” and more “traditional” political parties. Schmidt contends that communicative discourse becomes more pronounced in compound polities only during election times and during periods when coordinative discourse breaks down (Schmidt 2006b: 262). However, politicians such as Geert Wilders (Freedom Party PVV), Pim Fortuyn (LPF), Alexander Pechtold (D66) and Jan Marijnissen (Socialist Party - SP) have continued to employ polarizing discourse even during non-election times (Van Gorp 2012). With his party serving as a minority partner of the governing coalition from 2010 to 2012, Wilders for a while got the best of both worlds. More stringent immigration and integration policies were proposed, while at the same time the PVV had no reason to moderate its discourse. As for the other parties, D66, the SP, and the GreenLeft also have displayed clear communicative discourse vis-à-vis socio-cultural issues during both election and non-election times. Parties such as the CDA, VVD and PvdA have not and continue to conform to Schmidt’s expectations. Despite the increased importance of socio-cultural issues to voters, parties such as the CDA, VVD and PvdA have remained internally torn over them. Sociocultural issues became politicized in the 1990s. Following the 1960s, the religious cleavage that had been so important to explaining post-war Dutch politics began to lose much of its salience amongst voters (Lijphart, 1975). In the 1990s a sociocultural one began to take its place as a significant segment of the electorate not only became anti-immigrant, but also voiced that it found it one of the most important issues facing the nation. For example, close to half the voters identified “immigration” as the most important issue facing the nation in the 1994 elections (Boomgaarden 2007: 104). Parties now had to decide what position to take on these issues. In the Netherlands, this is decided through coordinative discourse that involves politicians and the think-tanks attached to most parties. They decide what the party manifesto will be prior to each election. Initially only the leader of the VVD, Frits Bolkestein, was willing to employ frames that not only were critical of immigrant integration, but also questioned existing immigration policy and whether Islamic culture was really equal to that of the West. He first voiced such criticism in the early 1990s and repeated these claims

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in the 1994 and 1998 elections. Even after Bolkenstein broached the subject, most other politicians continued to avoid it.4 Though a considerable segment of his own party remained critical of his positioning on socio-cultural issues, voters rewarded the VVD handsomely in 1994 and 1998. This changed when Bolkestein left for a position in Brussels following the 1998 elections. With Bolkestein gone, the VVD under the leadership of Hans Dijkstal refrained from further politicizing these issues and moved further to the left. With Pim Fortuyn capitalizing on the vacuum left on the right of the political spectrum as a result of the VVD’s moderation on socio-cultural issues, the national elections that followed in 2002 were a watershed moment with regard to the discussion of immigration and integration in politics. Taking an even harsher stance against immigrants and the perceived problems associated with their integration than Bolkestein had done resulted in large electoral gains for the LPF. In an analysis of voter motivation in the 2002 elections, Van Holsteyn and Irwin found that LPF voters cited “sending back asylum-seekers”, and “foreigners should adapt” as the two main reasons for voting for the party (2003: 41-68). Despite Fortuyn’s assassination by a lawyer with close ties to the animal rights movement, the campaign he had run resulted in an unprecedented 26 seats out of 150 in the Second Chamber for the LPF. Ranked on the Pedersen index of electoral volatility, these elections ranked “fourth among all West European general elections in the period 1900-2002.” (Van Holsteyn and Irwin: 2003). Though the LPF as a party collapsed soon after the 2002 elections5 –in the 2003 parliamentary elections the party fell to 8 seats and gained 0 during the 2006 elections– the subsequent rise of the PVV has shown that antiimmigrant sentiment can still lead to large electoral gains. Parties willing to take a critical stance towards immigration and integration policies –and communicate that position effectively– have made significant electoral gains. Neither the VVD nor the CDA were able to step into the void left by the LPF, as both parties remained publicly internally divided over socio-cultural issues. Instead, Geert Wilders left the VVD after disagreements over the party’s socio-cultural positioning and established his own party, the PVV. That party made impressive gains in two successive elections. Mainly because of its critical framing towards socio-cultural issues, the PVV became the third largest party in parliament in just five years. Following the June 2010 elections, the party became the third largest in parliament. Through their support for the VVD/CDA led minority government, the PVV also played an important role in the shaping of policy from 2010 to 2012. As 4 Only Prime Minister Lubbers is a possible exception. However, his comments went mostly unnoticed and he exited the political stage soon thereafter. For more, see Hoogenboom and Scholten (2008: 115-117). 5 The cabinet consisting of CDA, VVD and LPF only lasted 87 days –the shortest time for any postWorld War II Dutch cabinet. Infighting between cabinet members of the LPF led to the downfall. Eduard Bomhoff (vice-prime minister and Minister of Health, Welfare and Sport) and Herman Heinsbroek (Minister of Economic Affairs) fought rather publicly for several weeks and were unable to resolve their differences. Rather than replace the two and continue the coalition government, the CDA and VVD (especially Minister Zalm) decided to let the cabinet fall. For a personal recounting of the events see Bomhoff, Eduard J, Blinde Ambitie: mijn 87 dagen met Zalm, Heinsbroek en Balkenende, Amsterdam, the Netherlands: Balans, 2002

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for the parties that used to dominate Dutch politics, the CDA, VVD and PvdA: they received just over 50 percent of the vote in the last election. With socio-cultural issues having been politically salient for almost a decade by 2011, it was decided to undertake an analysis of coordinative discourse in the Netherlands to see how unified politicians within parties were over these issues. If the literature on party cohesion was to be believed, parties should have become more unified by now. Since it would be almost impossible to be invited into the backroom deliberations during which decisions were made on how to position a party on these issues, a proxy was devised. To measure how much internal discord there was within parties, 51 politicians from 7 different parties were interviewed. To create a sociocultural index, politicians were asked nine questions in a semi-structured interview that covered the spectrum of socio-cultural issues (immigration, identity, European integration, and the integration of minorities). Answers were than coded on an ordinal scale ranging from +16 to -16. The more pro-immigrant, pro-European and anti-nationalist a politician’s answers were, the higher their individual score was. Inversely, if answers were antiimmigrant, anti-EU and pro-nationalistic, the politician’s individual score was lower. Examples of how answers were coded are given below for two of the questions asked. One of the questions asked of the politicians was whether it matters where immigrants come from for their integration, or if the country of origin does not matter at all? This question was coded on a scale from -1 to +1. Politicians who argued that the country of emigration mattered for the integration of immigrants into Dutch society received a score of -1. Examples of such responses were: “Cultural differences matter. If the culture in the country of emigration is closer to that of the Netherlands, then you have a much easier time integrating.”6 Another: “We have most problems with non-western immigrants.”7 Politicians who responded that the country of emigration matters but that other variables are just as important for the integration of immigrants, received a score of 0. An example: “The country plays a role, in various manners, but it is always in combination with other factors. Educational level, socioeconomic position... whether you stay with your own group here in the Netherlands [are all factors that matter].”8 Finally, respondents that said the country of emigration did not matter at all for integration into Dutch society received a score of +1. Amongst these responses was the following: “The background of immigrants matter, but the land of origin does not…It matters whether people studied or not, whether they are from rural regions or from cities. It matters how wealthy immigrants are and how much knowledge of the world they have, how cosmopolitan one is… The country itself is not an explanatory variable.”9 Some answers were coded on a scale from -2 to +2. For example, one question asked the following about integration policy: “In January 2000, Paul Scheffer published an article entitled “The Multicultural Drama” in De Volkskrant. In it he 6 7 8 9

Interview with CDA politician, 8 June 2011 Interview with VVD(b) politician, 9 June 2011 Interview with D66(a) politician, 30 May 2011 Interview with PvdA(b) politician, 25 May 2011

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was very critical of integration policy in the 1980s. Had that policy really failed, or were there also positive aspects to the policy of ‘integration with retention of one’s own identity’?” Respondents who argued integration policy of the 1980s was a total failure and had no redeeming qualities received a score of -2. Such answers included the following: “It was failing policy. The emphasis was too much on the ‘new Dutchmen’, while little thought was given to the ‘original Dutchmen’, the man that lives in an apartment building in Rotterdam and was just fired from his job because of increased competition… and encounters the problems [associated with immigration] daily.”10 Another: “It was totally failed policy. We wouldn’t have the mess we have now if the policy had been successful.”11 If politicians identified the policy as failed, but then identified just a few positive aspects, their answer was coded as -1. Two examples are: “The policy failed in the sense that it failed to stimulate a large group of people to actively participate in society... But the thought process behind the policy was a positive one,”12 and, “While the policy was failing, the integration itself has been relatively successful.”13 The answer was coded as 0 if the emphasis of the answer was on equally identifying both positive and negative aspects of integration policy in the 1980s. Answers were coded as +1 if respondents claimed there were problems with integration policy in the 1980s, but spent most of their time identifying its good qualities. Such answers were, “The Netherlands is a multicultural society… You do need a common language and values that people follow,”14 and, “I enjoy living in a country where you see different identities and cultures…At the same time I don’t live in a neighborhood where you encounter 20 different cultures a day.”15 If respondents refused to identify the policy as failed and claimed identity could still be retained while integrating, their answer was coded as +2. An example: “When integration is successful, you don’t have to relinquish your whole identity. It’s about your behavior, that’s what matters.”16 Figure 2 shows how individual scores were then compared within parties to see how similar opinions were within a party over socio-cultural issues. This serves a strong indicator as to how much internal discord remains within parties over socio-cultural issues and how fraught their coordinative discourse is likely to be. The placement of political parties on this figure from left to right is based on how Van Kersbergen and Krouwel (2008) positioned parties on the socio-economic cleavage in their piece on the Dutch centre-right. In their study parties rank as follows on this cleavage: GreenLeft, SP, PvdA, CU, SGP, D66, CDA, VVD, and PVV. Despite having been salient to voters for over two decades, scores made clear that the CDA, VVD and PvdA, as of 2011, remained internally torn over socio-cultural issues, while politicians of the SP, D66, GreenLeft and PVV were unified in their views towards these issues. Therefore, 10 11 12 13 14 15 16

Interview with VVD politician, 6 June 2011 Interview with PVV politician, 1 June 2011 Interview with SP politician, 24 May 2011 Interview with SP politician, 6 June 2011 Interview with CDA politician, 6 June 2011 Interview with PvdA(a) politician, 30 May 2011 Interview with VVD(b) politician, 8 June 2011

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it is not surprising that these parties have not had major public disagreements over socio-cultural issues. Accordingly, they have also been very effective in communicating their position on the socio-cultural dimension. In other words: they have had both successful coordinative and communicative discourses. This stands in stark contrast to the CDA, VVD, and PvdA. These three parties have remained internally divided over socio-cultural issues. They continue to be so today, despite the importance of these issues to a significant portion of the electorate. Figure 2. 2011 Dutch Intra-Party Cohesion17

One can speculate as to why these traditionally dominant parties continue to remain more divided over socio-cultural issues than others. In the appropriately entitled The Brawlers Party (De Vechtpartij), Niemantsverdriet (2014) argues that internal discord within the PvdA is to blame on its “ideological insecurity” that has dominated since 1986, the unpleasant internal culture that exists within the party, and the temptation of Dutch labor politicians to publicly self-chastise themselves (256). Alternatively, despite their decreasing share of the vote, many politicians within the CDA and PvdA continue to see their parties as broad “people’s parties” (volkspartijen). Hans Spekman, who has been chairman of the PvdA since 2011, has publicly argued on multiple occasions that: “I find it important that the PvdA remain a broad people’s party and that the tensions that are apparent in society... also remain within the Labour Party. That is the way it has always been” (Spekman 2011). After sliding in the polls throughout 2011, the leadership of the CDA decided it 17 This figure is a replication of the one found in Van Gorp (2012: 24).

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was time to analyse why this was happening. Despite all the changes proposed, the report that this produced concluded that: “The CDA is and remains a ChristianDemocratic people’s party” (Du Pré 2012). Some of those that were interviewed had held leadership positions in the PvdA and VVD. They were asked directly about this discord in their parties. One PvdA politician emphasized that since his party was a “people’s party”, it would naturally have a broader spectrum of views represented within it than some of the newer parties. While the above remains speculative, these findings do raise important questions about the assumption in the existing literature that party cohesion will be the norm over time on issues that matter to voters. The above findings from the Netherlands are any indication that is not always the case. Despite having become increasingly important to Dutch voters, socio-cultural issues continue to divide traditionally dominant parties. “View of self” might be partially to blame for this. By conceiving of themselves as “big-tent” parties that are at least supposed to partially reflect the divisions that exist over certain issues within society, politicians in traditionally dominant parties continue to place members on their lists that are reflective of these divides. 5. Conclusion: Discursive Institutionalism and the Study of Party Politics While the positioning of parties on social cleavages is important, to understand party system change, one should also examine how these parties communicate about the positions taken. This is not to say that discursive institutionalism can replace the four often used methodologies. They are still necessary for us to understand how parties relate to one another and where the room for maneuver in an electoral system lies, especially if supplemented with voter analysis. Rather, the approach allows us to get a clearer understanding of why openings exist in certain political systems for new parties where before they did not. A discursive institutionalist approach also allows one to analyze how much disagreement exists within parties over a given issue. The Dutch case shows us that politicians in the traditionally dominant parties have had a difficult time agreeing over socio-cultural policies that newer parties do internally agree over. This has important implications for how effective these parties are at communicating their party’s position regarding this cleavage to the public. Newer parties not only are more effective when it comes to deciding what position to take on socio-cultural issues, but also at communicating to the public about a cleavage that has become increasingly important to a significant segment of the electorate. As long as what used to be mainstream parties remain divided over these issues, they are unlikely to regain the voters they have lost. While the above limits itself to the discussion of the Dutch case, it presents promising avenues for future research –especially when it comes to explaining recent party system change in Europe. Not only has there been a rise of the populist radical right, but parties of the “new” left have also increasingly done well at the polls. An examination of coordinative and communicative discourse patterns in other countries might reveal not only when openings appeared for such parties, but why, and how persistent these internal divisions remain within traditionally dominant parties.

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Revista Uruguaya de Ciencia Política - Vol. 24 N°2 - ICP - Montevideo

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POPULIST DISCOURSE AND THE REMAKING OF POLITICAL OPPOSITION IN VENEZUELA* Discurso populista y reconfiguración de la oposición política en Venezuela Sahar Abi-Hassan** Abstract: In recent years, two main political poles have consolidated in Venezuela, those in favor of the late President Hugo Chávez or Chavistas and those in opposition. Despite their divergent propositions and deep social polarization, the two camps share similarities, and in a way each camp has reinforced the existence of the other through its discursive practices. This paper investigates the role of the opposition in consolidating a populist discourse in Venezuela. Through a qualitative content analysis of online news articles, the paper shows that the ideas and discourse of the anti-Chávez movement between 2000 and 2012 consolidated the populist discourse of the Chavista government. Keywords: Opposition, Chavismo, populist discourse, polarization, political identities Resumen: Recientemente se han consolidado en Venezuela dos polos políticos, los chavistas que apoyan al gobierno del fallecido Hugo Chávez y la oposición. A pesar de la amplia divergencia en el contenido de sus proyectos políticos y la profunda polarización social que eso ha generado, los dos campos comparten similitudes, y de cierta manera se validan mutuamente a través de sus prácticas discursivas. En este trabajo se investiga el papel de la oposición en la consolidación de un discurso populista en Venezuela. A través de un análisis de contenido cualitativo de artículos de noticias en línea, este trabajo muestra que las ideas y el discurso de la oposición entre el 2000 y 2012 juega un papel importante en la consolidación del discurso populista del gobierno de Hugo Chávez. Palabras Claves: Oposición, Chavismo, discurso populista, polarización, e identidades políticas.

Introduction Since the turn of the millennium, Venezuela has seen the emergence and consolidation of two political camps: Chavismo, and the opposition (la oposición). The first is an umbrella term for any group, party or individual supporting the late Hugo Chávez, and the latter for all those against him. While a political opposition in Venezuela is now consolidated under the Platform of Democratic Unity (MUD), this was not always the case. The opposition in Venezuela –as a political movement– has its origins in the old establishment, including political parties, and business, labor and

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Doctoral Student in Political Science, Boston University, [email protected]

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civic organizations.1 This incongruous and fragmented set of actors began to coalesce in the early 2000s around their dislike for the policies implemented by President Hugo Chávez. Hence, the process by which the opposition took shape is closely intertwined with the government of Hugo Chávez. Chávez’s landslide victory in 1998 allowed him ample space to set in motion and expand a “revolutionary” project beginning with the 1999 constitutional reform. Thereafter, even within the constraints of growing opposition, Chávez’s mandate was ratified in the 2000 presidential election and the 2004 revocatory referendum, clearing the way for his political project (CNE 2000; CNE 2004). Capitalizing on the crisis of representative institutions and his soaring popularity, Chávez redrafted the political space to make it more inclusionary, specifically, to promote the participation and inclusion of the most neglected and disenfranchised sectors of the population (Roberts 2012). Creating a political space open to everyone, and constructing an alternative form of participatory democracy was accompanied by the displacement of the Punto Fijo system.2 Chávez’s brand of populism crystalized from the beginning of his first presidential term. While the share of low-income supporters varied throughout Chávez’s presidency (Lupu 2010), his political project served to consolidate the political and social interests of disenfranchised groups. By now it has been widely established in the literature how a populist logic emerged, and consolidated in Venezuela in the last 15 years. A discourse that framed society into the “us” versus “them”, an anti-status-quo mode of governance keen on replacing all political institutions associated with the old establishment, the presentation of his person as the central figure of a new inclusive nation-project, and a strong emphasis on turning the country into a participatory democracy (Brading 2013; De la Torre 2013; Ellner 2010; Hawkins 2010; Roberts 2012). However, the role of the opposition in this process remains understudied. Hence, to what extent did the opposition contribute to the consolidation of a populist logic in Venezuela? The first signs of opposition in Venezuela originated with the old establishment reacting to its displacement by the late President. For instance, the constitutional reform, proposed by the Chávez government, and approved through a referendum, generated a strong pushback from the old establishment, as it was perceived to greatly expand executive power. Due to the variety of actors involved, the responses of the opposition were not always coordinated and continuously shifted depending on which faction predominated at the time. However, while the opposition has been composed of different groups at different times, and has used different approaches and means, it has consistently maintained a single purpose: to 1 The opposition in Venezuela emerges from the cooperation of political parties such as Democratic Action (AD), the Social Christian party (COPEI), Causa R, and Primero Justicia, in addition to important organizations such as the Venezuelan Federation of Chambers of Commerce (FEDECAMARAS), and the Confederation of Workers of Venezuela (CTV). Later on the configuration of the opposition would shift and change adding and removing actors as it continued to antagonize Chávez and his policies. 2 This was a formal pact or political project, following the fall of Marcos Perez Jimenez’s dictatorship, between Venezuela’s three main parties, Acción Democrática, COPEI and Union Republicana Democrática to accept the result of the 1958 elections and to safeguard the democratic regime being inaugurated with it.

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remove Chávez and his loyalists from political power (Brading 2013: 67-75; Cannon 2004; Coordinadora Democratica De Venezuela 2002, Art.1-6). In pursuit of this single goal, the opposition in Venezuela has coordinated and communicated its message(s) and action(s) by consistently emphasizing its antagonism towards Chávez. While there were moments of dialogue, its outcomes were short lived. Hence, this paper suggests that the opposition in Venezuela has reinforced the same framework of populist ideas and discourse used by the Chávez regime. It shows that through its emphasis on antagonism, and the assertion that it represents “the people”, the discursive strategies of the opposition in Venezuela perpetuated, and eventually became constrained by a populist logic. Rather than just advancing its own goals, this has continuously reinforced a populist logic, and thus legitimized the position of power, or at least the perception of dominance of the government. To test this hypothesis, this paper follows the approach of discursive institutionalism (DI). Emerging from the old institutionalisms (rational, historical, and sociological), DI primarily makes an emphasis on the role of ideas and discourse in shaping institutions. According to its proponent, Vivien A. Schmidt (2008; 2010), discursive institutionalism provides us with the tools to research the “substantive content of ideas”, as well as “discourse or the interactive process of conveying ideas” (Schmidt 2008: 303).” As such, it lends insights into the role of ideas and discourse in politics while providing a more dynamic approach to institutional change than the older three new institutionalisms. In DI, ideas are the substantive content of discourse where they exist at three levels - policies, programs, and philosophies - and can be categorized in two types, cognitive and normative. Discourse is the interactive process of conveying ideas, which comes in two forms: the coordinative discourse among policy actors and the communicative discourse between the political actors and the public. The forms differ in two formal institutional contexts; simple polities have a stronger communicative discourse and compound polities have a stronger coordinative discourse. The institution of discursive institutionalism, moreover, are not external-rule following structures but rather are simultaneously structures and constructs internal to agents whose “background ideational abilities” within a given “meaning context” explain how institutions are created and exist, and whose “foreground discursive abilities”, following a specific “logic of communication”, explain how institutions change or persist. Within this framework, interests are understood as “subjective ideas, which, though real, are neither objective nor material and norms are dynamic, intersubjective constructs rather than static structures” (Schmidt, 2008:303). This greatly enhances our research capabilities by explaining how and why some ideas succeed while others fail within a specific contextual institutional setting. However, more specifically, by looking into frames and content analysis of ideas, and the communicative discourse of political leaders, DI is instrumental to understanding how ideas and discourse are shaped by the institutional context, while institutions are also shaped by discourse and ideas.

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In order to understand the extent to which populist ideas have become embedded into the political space in Venezuela, first we need to have a clear understanding of the concept of populism. For this, the first section of the paper builds on the recent literature to generate a clear definition of populism, and how a populist discourse diffuses within a specific institutional context. The second provides an overview of the comparative literature on the emergence and consolidation of populism in Venezuela. The third section outlines the research design and methods, with special focus on the approach of discursive institutionalism. The fourth section provides the historic-institutional context in which a political opposition emerged in Venezuela and its evolution until the 2012 presidential elections. This is used to frame the analysis of ideas and discourse of the opposition in support of the main hypothesis. As a way of concluding, the paper discusses the potential for future research into how ideas and discourse might play a role in the perpetuation of a populist logic in a post-Chávez era. 1. Defining Populism For decades now, populism has been one of the most debated concepts in political science. It has been applied to both left-wing leaders such as Hugo Chávez in Venezuela, and right-wing parties such as the Austrian Freedom Party (FPO) in Europe. It can be a politics of opposition or government, it is found in Europe as much as in Latin America, and can be an advocate for the underclass as much as it promotes the exclusion of minorities (Mudde and Rovira Kaltwasser 2013). For instance, an exclusionary right-wing populism has emerged in Europe in the last two decades characterized by xenophobic appeals and nationalistic claims (Art 2011; Betz 1994; Carter 2005; Koopmans and Muis 2009; Mudde 2007). While in Latin America, populism has been mainly characterized by an inclusionary version that promotes social security, and the integration of ethnic identities (Dornbusch and Edwards 1991; Madrid 2005; Weyland, Madrid, and Hunter 2010). Definitional divergence in the study of populism has historically encompassed a wide range of incongruous and even opposite attributes that span the economic, political, social and discursive domains used to describe a wide variety of political movements, parties, ideologies, and leaders. According to Canovan (1982), the basis for the vagueness in the definition of populism is the intent of scholars to either cast a wide-ranging normative definition, or one empirically based. The first approach attempts to bring all possible cases under one “theoretical roof.” The second is more “phenomenological”, collecting cases and following a descriptive mode to build a theory of populism (Canovan 1982: 545). The main challenge with these approaches has been a “tradeoff between comprehensiveness and clarity” (Canovan 1982: 548). The first is very diffuse to provide substantive information, and the latter is too narrow to be applicable to all cases. More recently, scholars have converged on a definition of populism that is mainly based on political attributes, either institutional or ideational (Abts and

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Rummens 2007; Arditi 2004; Barr 2009; Brett 2013; De la Torre 2013; Hawkins 2010; Laclau 2005a; Mudde and Rovira Kaltwasser 2012; Panizza 2005; Weyland 2001). Within the institutional branch, Weyland (2001) makes an important contribution by unhinging the concept from its socioeconomic policies. Rather that establishing an a priori relation between the political and socioeconomic, Weyland (1999) leaves the latter open to empirical investigation. According to Weyland (2001: 11) populism can be best defined as a “political strategy where a leader appeals to a heterogeneous mass of followers, reaching out to them in a direct quasi-personal manner that bypasses established intermediary organizations, especially political parties.” In this sense, the populist label is about how the leader “shapes patterns of political rule and not the distribution of socioeconomic benefits or loses”, for which it “espouses an anti-elite rhetoric and challenges the status-quo” (Weyland 2001: 11). Nevertheless, this definition remains somehow problematic as it relegates populism to mainly a position of power, or in the least as a phenomenon that can always transcend to power. What about populism that fails to win office, and remains in the opposition, as is the case in some Western European countries? Moreover, the charismatic and strategic dimensions in Weyland’s (2001) definition are not necessarily unique to populism (Mudde and Rovira Kaltwasser 2012; 2013). Other mass movements have charismatic leaders, and low levels of organization, but they are not necessarily populist. Within the ideational approach, Mudde and Rovira Kaltwasser (2012: 8) define populism as a “thin-centered ideology, that considers society to be ultimately separated into two homogenous and antagonistic groups, ‘the pure people’ and ‘the corrupt elite’, and which argues that politics should be an expression of the volonté générale (general will) of the people.” This definition provides two important thresholds against which to measure populism. First, as a “thin-centered ideology”, the content of each movement is relative to the socio-political context in which populism takes place (Mudde and Rovira Kaltwasser 2011). And second, populism has one clear manifestation that remains constant regardless of socioeconomic structures or the power position it operates from: the moral distinction between the “the pure people” and the “corrupt elite” (Mudde 2004; Mudde and Rovira Kaltwasser 2013: 151). Similarly, in the discourse theory tradition, Laclau (2005a) argues that the identification of a regime as populist follows “a particular logic of articulation” […] of social demands and “their peculiar relation with the established order” (Laclau 2005a: ix). Hence, populism operates as a logic or mode of identification that constitutes “the people” in a relation of opposition to the dominant structures or the status quo (Laclau 2005b; Panizza 2008). However, these two groups are not necessarily homogenous. In fact, they are usually the product of a process of aggregation of a set of heterogeneous demands. So, if this social divide is the sinequa-non of populism, how can it be differentiated from other political regimes, and how does populism move from opposition to a position of power? Addressing this gap in the literature, Laclau (2005b, 39) argues that “the construction of an enemy” or opposition to the status-quo is not enough to stabilize these disparate and heterogeneous demands. The articulation of a populist logic

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requires the identification of an anchor or agents (empty signifier) that embodies the homogenization of these disparate demands; a concept or name that without losing its own specificity, stands as a universal representation for all other demands to which it is seen as equivalent (Laclau 2005a; 2005b; Panizza 2005). By weakening and overriding the country’s political institutions, a special relation of representation is established between the leader and his followers; therefore, people identify directly with the leader. This is what differentiates populism as a “mode of identification” from other political logics (Panizza 2005). Building upon these conceptualizations, in this paper populism is defined as a political logic of identification where an agent embodies heterogeneous disparate social demands and constitutes them into a homogenous “people”, in an antagonistic relation to ‘the other”, within a context specific ideological framework. This definition follows closely the empirically based ideational approach of Hawkins (2010), and Mudde and Rovira Kaltwasser (2012), and the more normative definition of Laclau (2005a; 2005b) and Panizza (2005). Defining populism through the ideational approach has important implications for the way in which a study of populist politics should be carried on. This directs our attention to the content of ideas and discourse of populist leaders, and the institutional context in which these operate (Gidron and Bonikowski 2013; Mudde 2007; Rooduijn, de Lange, and Van Der Brug 2012). Hence, the next logical step would be to establish what ideas and discourse make the Chávez regime a populist one, and how this has affected the political landscape in Venezuela. 2. Populism in Venezuela The recent emergence of populist leaders in Latin America and Europe has proven that populism is not a thing of the past, but a recurrent phenomenon compatible with multiple economic models, social bases, and political ideologies (Panizza 2008; Weyland 1999). So far, Chávez’s regime stands as one of the most influential cases. So what makes Chávez and his government populist? According to Panizza and Miorelli (2009: 42), “the appeal of populism in the region (Latin America) has to be understood with reference to past and present political dislocations. Unmet social needs and heightened economic insecurities, for instance, provide raw material for the articulation of political grievances.” Socioeconomic factors have been cited as the primary explanation for the rise of populist leaders in Latin America (Brading 2013; De la Torre 2013; Hawkins 2010; Laclau 2005b; Panizza and Miorelli 2009). It is argued that decades of exclusionary policies led to the accumulation of disenfranchised groups looking for a change in their political system. Indeed, Chávez himself was shaped within these sectors of the population, and his political project would be oriented towards changing what was considered a pervasive status quo. Following a period of political and economic stability between 1958 and the late 1970s, Venezuela’s economy began to rapidly deteriorate, converging into

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the first strike to the country’s political institutions. Socioeconomic dislocations triggered mass popular protests in Caracas on February 27, 1989 in what became known as El Caracazo. As a sequel to this crisis and in opposition to President Carlos A. Perez’s neoliberal reforms, on February 4, 1992, Lieutenant Colonel Hugo Chávez and his MBR-200 movement carried out a failed coup d’état. Despite being undemocratic and unsuccessful, this act of insurgency “signified radical change to a discredited and repressive institutional system” (Brading 2013: 2). By then, the prevailing institutional arrangement began to crumble as opposition towards the Punto Fijo system consolidated; Venezuelans were ready for a radical change. After his release from prison in 1994, Chávez began working towards the presidential election of 1998, where he won with the highest vote to date, 56.2% (CNE 1998). Aided by high popular support, Chávez was set to lead the country towards a more inclusionary and participatory political system. However, materializing his promises as a candidate required the dismantling of institutional structures that had prevailed for the last 40 years. Key institutions such as the legislative, state and local governments, trade unions, business organizations, and the oil industry were still primarily under the leadership of the Punto Fijo loyalists. Chávez would turn to the people in order to overcome this challenge. Following the positive outcome of the consultative national electoral referendum in April 1999, the National Constituent Assembly was established with the purpose of drafting the new constitution (CNE 1999b). By the end of the year the new Bolivarian Constitution establishing the Fifth Republic was approved with overwhelming support; 72% of the popular vote; although turnout was only 44% (CNE 1999a). The approval of the new Constitution set in motion institutional and programmatic changes, as put by Chávez himself, intended to free the “people” from the exclusion and exploitation suffered at the hands of the previous governments (Valero 2007: 54). Starting with the constitutional reform of 1999, Chávez initiated a process to dismantle the country’s institutions, which were considered exclusionary, elitist and against the interests of the Venezuelan people. As eloquently put by Roberts (2012: 147), “participation, then, was both an end and a means for Chavismo... it helped Chávez refound the constitutional order, sideline the political establishment, and deliver social and economic benefits to a broad range of political supporters.” As such, through the aggregation of unmet social needs, those disenfranchised by the older regime were constituted as the “people”, and the old order (Punto Fijo system) was constructed as the ‘other”, dividing the social camp into an “us” versus “them” (Brading 2013). Within a Manichean ideology, Chávez’s political project was presented as a “worldview or discourse about the nature of politics, one revolving around the struggle between «good», and «evil»; where good encompasses the «will of the people», and evil the «elite attempting to subvert the common interest of the people»” (Hawkins 2010: 5). Mapping onto this discourse, Chávez’s government implemented innovative social programs or “misiones” (Venezuela’s social programs in areas of food, health, education, and housing), which provided many with a

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sense of inclusion and empowerment by extending access to resources to segments of the population that were previously neglected. Nevertheless, despite the positive outcomes generated by these massive redistribution efforts (Ellner 2010), the political discussion about policies or programmatic plans inevitably spilled over into a moral struggle. Moreover, following the participatory model enshrined in the 1999 constitution, Chávez encouraged the formation of grass roots movements for the promotion of revolutionary processes and the organization of excluded sectors of the population, such as the Bolivarian Circles, the Urban Land Committees, and communal councils (De la Torre 2013). While some considered the formation of these groups a step towards greater citizenship and social responsibility (Machado, 2008 cited in De la Torre 2013: 32), others have argued that since they are created and regulated by the leader himself, they only serve to consolidate the president’s populist discourse. As such, they are the organizational manifestation of populist politics (Hawkins 2010). While Chávez’s political project set in motion a new inclusionary and participatory system, some scholars contend that the fact that this is centered in his person has taken the country closer towards authoritarianism. Corrales and Penfold (2011), and Brewer-Carías (2010) –a former official in the pre-Chávez era– argue that the same bold political and economic reforms that support Chávez’s inclusionary project have also facilitated the consolidation of crony and clientelist practices, as well as the centralization of government functions, providing the president with substantial advantage over his political challengers (Brewer-Carías 2010; Corrales and Penfold 2011). Although the literature about the achievements and shortcomings of the Chávez regime is mixed, there is no doubt that for the last 15 years the political space in Venezuela has been dominated by a populist logic. Chávez’s brand of populism is evident through a discourse that frames society into the “us” versus “them”, an antistatus-quo mode of governance that has consistently worked to override all political institutions associated with the old establishment, the presentation of his person as the central figure of a new inclusive nation-project, and a strong emphasis on ruling through participatory democracy (Brading 2013; De la Torre 2013; Hawkins 2010; Roberts 2012). So, if a populist logic has been dominant in Venezuelan politics, did the opposition operate within this same logic? And to what extent did it contribute to the consolidation of a populist logic? 3. Research Design and Methods The main hypothesis of this paper is that populist discourse has come to define the terms of the political conversation and contestation in Venezuela for the last 15 years. Subsequently, this suggests that the opposition also operates within, and has reinforced a populist logic. To test this hypothesis, it focuses on the ideas and discourse of the opposition in the period between 2000 and 2012. This period was

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selected as it aligns with the first signs of opposition to the government of Hugo Chávez and the 2012 presidential election. Populism and Interactive Discourse Although populist politics is measured through the discursive strategies of the opposition, exploring how it reinforced a populist logic in Venezuela requires that ideas and discourses be embedded within a specific institutional context. For this, the paper follows a discursive institutionalist approach which focuses on how the “substantive content of ideas”, and “the interactive processes that shape ideas”[…] transform and are transformed by political institutions (Schmidt 2008: 305). As argued by several scholars, populism cannot be exclusively associated with a particular economic policy, socioeconomic structure, or political system, and it does not subscribe to any specific ideology, although it can attach to one (Mudde and Rovira Kaltwasser 2012; 2013: 151; Weyland 2001). As such, populist politics is primarily contingent upon the context in which it operates (Mudde and Rovira Kaltwasser 2011). This makes discursive institutionalism extremely relevant for the study of populism for two reasons. On one hand, as argued by Schmidt (2008) the use of discursive institutionalism is justified by the following. First, it compels us to “take discourse seriously.” Second, it “set ideas and discourse in institutional context.” Third, it “places ideas into their meaning context, while discourse follows a logic of communication despite difference in what may be communicated, how and where.” And last, it allows for a more dynamic approach towards institutional change and continuity (Schmidt 2008: 304). On the other hand, discursive institutionalism departs from the old institutionalisms: rational institutionalism where institutions are considered to be in stable equilibrium with rationalist preferences; historical institutionalism where institutions follow a self-reinforcing historically path-dependent trajectory; and sociological institutionalism, where institutions are defined primarily by cultural norm. In this sense, discursive institutionalism takes into consideration historical, sociological, and rational aspects of political institutions without losing sight of the importance of ideas and the interactive processes that shape them, hence its ability to focus on both change and continuity. The novelty of discursive institutionalism is that once we recognize that political actors are internal to institutions, tracing their discursive processes gives us a better understanding of why some ideas fail while others succeed. As reasoned by Schmidt (2010: 4), “the institutionalism in DI suggests that this approach is not only about the communication of ideas or ‘text’ but also about the institutional context in which, and through which ideas are communicated via discourse.” As such, institutions serve as both “constraining structures”, and “enabling constructs of meaning” where an agent’s “background ideational abilities” and “foreground communicative abilities” determine the change (or continuity) of the political system.

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To do this, Schmidt (2008: 305-6) suggests it is important to look into ideas both in terms of their levels of generality: policies, programs, and philosophies; and type of content: cognitive, given by “what is and what to do”, and normative, or “what is good or bad about what is in light of what one ought to do.” These different levels of generality and types of content are manifested into two types of discourse. The first, coordinative, which occurs at the level of policymakers and political actors when debating within “epistemic communities.” The second is the communicative discourse between political actors and the general public (Schmidt 2008). Another important contribution of discursive institutionalism is that it allows for the use of a wide variety of theoretical or methodologically specific approaches, either focused on the analysis of ideas or the dynamics of epistemic communities, and the communication of ideas by the leader or political elite to the public. For this paper, we will restrict the use of discursive institutionalism to two of its specific approaches: content analysis of ideas, and the communicative discourse of political leaders. Categories of Analysis To measure populist ideas and discourse of the opposition I conducted a qualitative content analysis of 240 online news articles from a variety of national and international sources. The process of selecting the sample of news articles was based on a search with keywords that are usually associated with the opposition in Venezuela: opposition, anti-Chávez movement, Coordinadora Democrática, Mesa de Unidad Democrática, Primero Justicia, AD, and COPEI. This was carried-on in Spanish and English to allow for a broader sample. Measuring discourse that reinforced a populist logic in Venezuela consisted of claims that fell under either one or more of the following categories: i) reinforcing the “us” versus “them”, ii) fighting the status-quo with emotional appeals, and iii) creating a direct connection between the leader and the “people.” The first category maps onto the definition of populism formulated in the theoretical section of the paper, where individuals are compelled to think about their political allegiance in dualistic terms. The second category contains all ideas and discourses that frame the opposition’s disagreement with Chávez’s political project in emotional terms. This category is intended to capture instances where the opposition formulated its political platform mainly on its desire to remove Chávez from power or their assessment of the erosion of democracy in Venezuela, and not based on actual programmatic policies. And the third category captures instances where the opposition places greater emphasis on the leader as the solution to what they consider an ongoing crisis of governability in Venezuela. While the leader-“people” relationship is something characteristic of Chávez’s populist style, this category is intended to measure the extent to which the opposition remained trapped in a populist logic as it united behind single candidates.

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All the news articles were individually read and analyzed. Any phrases that were considered to fall within one or more of these categories were coded as such using the numbers assigned to each category. Thereafter this was compiled into frequencies for each category, and graphed under a normalized scale to address the variation in the number of articles found for each period. The dependent variable in this case is the extent to which the opposition reinforced a populist logic through the articulation of ideas and discourse, within the current political and socioeconomic context. Through a qualitative content analysis of opposition discourses, this study focuses on the characteristics of language as communication with special attention to the contextual meaning of the text (Schmidt 2008). As such the analysis is organized around important events that provide the politico-institutional context in which the two main political poles develop, consolidate and interact.3 4. Political Opposition and the Consolidation of a Populist Discourse in Venezuela In most studies about populism in Venezuela the opposition is presented as the “other”, only relevant as a complement to the narrative about why Chávez or Chavismo is populist. But, to what extent has the opposition played a role in consolidating a populist logic in Venezuela? The political opposition started out as disparate set of factions united by their antagonism towards the government of Hugo Chávez and its policies. Joined by a common purpose, but separated by the means in which they pursued it, the political opposition can be divided into two primary factions: radicals, and moderates.4 The variety of factions operating within these two factions can be classified as political elites from the old establishment, new political leaders, labor and business leaders, the student movement, and Chavismo detractors. Through ideas and discourse, this section traces the context within which a political opposition emerged and consolidated, and how it contributed to the consolidation of populist politics in Venezuela. For this, the analysis is divided into three phases circumscribed by important events. Phase I: Opposition in its early stages, 2000-2004 The populist project emerges in Venezuela by crystallizing the divisions that had been forming in previous administrations. Fighting established institutions and breaking with the status quo was instrumental for the constitution of a Chavista identity. 3 The enactment of 49 enabling laws by presidential decree in 2001, the failed coup of 2002, the general strike of 2003, the presidential referendum of 2004, the boycott of the legislative elections in 2005, the presidential election of 2006, the failed constitutional amendment of 2007, the successful constitutional amendment of 2009, the unification of all opposition factions under the MUD party in 2010, and the presidential election of 2012. 4 Although, the idea of an opposition ranges from hardcore opponents to those who remain undecided (ni-nis), the paper’s focus is limited to those factions that have actively participated in opposing Chávez’s government.

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However, the analysis shows that in the first few years of the Chávez government, the anti-Chávez movement greatly contributed to the crystallization of these divisions. Starting with inoffensive protests, and condemnation of Chávez’s policies, followed by the failed coup of 2002, and the general strike of 2002-2003, the opposition created a crisis environment where people were compelled to think about their political allegiance. The first serious point of contention between the new government and the old establishment came after Chávez’s party took control of the National Assembly (AN), allowing him to obtain a special constitutional power to rule by decree on matters of economic and social policy.5 The most vociferous opposition actors at the time were the Venezuelan Confederation of Workers (CTV), and the Venezuelan Federation of Chambers of Commerce (FEDECAMARAS), which immediately condemned this as government overreach. Under a “unified protest strategy”, the two organizations, along with the traditional political parties began encouraging protests and strikes across the country. In a climate of growing discontent, the opposition called for a national strike in April of 2002, which culminated in clashes with Chávez supporters. While the circumstances remain unclear, the protests ended with several people dead, and many more wounded, leading to Chávez’s short-lived resignation on April 11, followed by his return to office two days later. While both sides attempted some form of conciliation after the failed coup,6 the opposition followed the set course by calling for a strike at the national oil company (PDVSA) (EFE 2002). This was intended to weaken Chávez’s base and force him to resign; instead it served to strengthen his political project: first, by handing him full control of the oil company and its massive amounts of revenues and, second, by further consolidating the government’s antagonistic discourse (Brading, 2013: 74-5). This left the opposition with no other recourse but to wait for the presidential mid-term to request a referendum, which after a failed first attempt, and several subsequent delays, it lost to a 58% vote for the NO option (Wall Street Journal 2004). Despite verification by OAS, and the Carter Center, the opposition rejected these results, and continued to call for protests, and even civil disobedience during the 2004 regional elections (Noticias Financieras 2004; Notimex 2004). Beside the detrimental consequences of these events –failed coup, strikes, protests, and referendum– for the economy, and the stability of the country, they created an environment that required people to take a position. As shown in Figure 1, between the enactment of the enabling laws in 2000 and the 2004 regional elections, the opposition’s discourse mainly fell under categories 1 and 2. For instance, during the national strike in December 2002, the opposition’s discursive strategies 5 Making use of this parliamentary authorization, in 2000 Chávez introduced a package containing 49 laws that covered six critical areas: economy, transport, service, infrastructure, science and technology, crime, and reorganization of his cabinet. 6 Mediated by the Carter Center and the Organization of American States (OAS), the Forum for Negotiation and Agreement was established in 2002 to attempt an agreement between the government of Venezuela and its supporters, and the Coordinadora Democrática and civil society. The parties agreed in May 2003 to call for a revocatory referendum.

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politicized individual decisions on whether to go to work or to keep businesses open (Córdova 2000). In addition, although the massive rallies were intended to protest against Chávez’s policies, they also served to reinforce social divisions. Through the communicative discourse of the opposition, Venezuelans, knowingly or not, were compelled to think about the place they occupied in the political arena, reinforcing the “us” versus “them” divide.

Consistent with category 1, the dichotomous nature of the opposition’s discourse did not allow for a third alternative. Perhaps, this was the only possible strategy in a divided and non-cohesive political movement. During this phase, the opposition had a weak communicative discourse when it came to any specific policies or programmatic agenda for the future. As such, its communicative strategy was suspended in a philosophical level of generality, where the only discourse possible was that the measures being implemented by the current government were not consistent with their worldview of what a democratic system should look like (Coordinadora Democratica De Venezuela 2002). Under category 2, phrases like “Mr. Chávez is trying to create a Cubanstyle authoritarian regime” (this was a recurrent theme in the articles surveyed, eg. Moffett and Lifsher (2002)), and “Chávez must be substituted by capable leaders if we are to reach an understanding” (Córdova 2000), show how the opposition mainly relied on emotional appeals, in its attempt to recruit supporters. From its beginnings in 2000 until the outcome of the revocatory referendum in 2004 the anti-Chávez movement consistently communicated that the only viable solution was for Chávez

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and his loyalists to be removed from power (Brading 2013, 67–75; Cannon 2004; Coordinadora Democratica De Venezuela 2002). The difference was in the means advocated; the moderates advocated for a constitutional exit, and the radicals called for removal through any means necessary. From this it becomes evident that the opposition’s communicative discourse was mainly framed in normative terms. The effect of this is that a public debate about the county’s political institutions was necessarily pushed into the moral terrain. The political discussion was not about what was best for the country considering the current political or economic conditions. It was about what the opposition or the government considered it best based on their respective position within the current institutional framework. Phase II: An Opposition in Limbo, 2005-2008 While not abandoning their emphasis on removing Chávez, in the aftermath of the revocatory referendum, the opposition’s communicative discourse turns to disqualifying the electoral system, and hence attempts to delegitimize the government, especially in the eyes of the international community. The logic was that as the position of Chávez was consistently reassured through the rule of the majority, if the opposition could show that the system was fraudulent the government would lose its legitimacy. Citing lack of freedom, and fairness in the electoral process, opposition parties withdrew from the legislative elections of 2005 (LANS 2005). In this period, the opposition’s discursive strategies continued to operate within categories 1 and 2, although in a much more toned down manner. Soon after, the opposition realized the ill conceived nature of their attempt to boycott the elections, as it only served to provide Chávez’s coalition with a two-thirds majority (supermajority) in the AN. By mid-2006 the opposition reverted back to a constitutional solution, this time in preparation for the presidential election at the end of the year. However, despite the opposition’s best organizational efforts –through Sumate7– to select a unity candidate, Chávez won again with 63% of the popular vote. Consistent with category 3, agreeing to back a unity candidate (Manuel Rosales) was considered the best available strategy to run against a president that reinforced a personalistic style, and maintained a high level of popularity. However, it also reinforced the notion that the course set by Chávez could only be reverted by changing the president. In any other political scenario this would have been inconsequential. In a country where a populist logic pervades every aspect of society, the representation of the opposition in a single figure further reinforced the idea that politics is just about the leader. This shows the extent to which the opposition was already trapped in a populist logic. Following the 2006 presidential election, the opposition lost much of its 7 Sumate is a non-profit civic organization created in 2002, which works to facilitate citizen’s participation, mainly in electoral processes. Sumate played a major role in collecting signatures for the referendum in 2004, and continued to organize, and participate electoral processes for the opposition until the present (Sumate, n.d.).

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momentum, which opened the space for new movements to emerge. The formation of a student movement, sparked by the announcement of the government to discontinue the license of one of the county’s leading television networks (Radio Caracas Television, RCTV) momentarily filled the void. This would be the first time that a group not associated with a political party, or the old establishment becomes the face of the anti-Chávez movement. This also represented a shift from the antiChávez discourse to one in support of freedom of expression, at least for some time. Not long after, the student movement combined efforts with traditional opposition actors to campaign against the 2007 constitutional amendment, and the 2008 regional elections. On one hand, the increasing salience of the student movement provided the opposition with an alternative way to show its discontent with the government’s policies (Brading 2013: 81-2). On the other hand, its association with the old political elites meant a return to the same anti-Chávez rhetoric. In this phase, the opposition’s communicative strategies continued to reinforce the “us” versus “them”, and the validity of emotional appeals. However, greater cohesion allowed it to stand behind single candidates, and to formulate a more programmatic platform. While to an extent this is a mild shift away from a populist logic, the emphasis placed on being represented by a single leader keeps it operating within populist politics. Phase III: Towards a Programmatic-based Approach, 2009-2012 The opposition’s participation and acknowledgment of the results of the 2009 constitutional amendments represented the beginning of a new anti-Chávez movement willing to play by Chávez’s rules, and to legitimize the country’s electoral system. By then, the ideological affiliation of political institutions such as the legislative, the judicial, and the electoral board was more defined than at the beginning of the Chávez regime. Although clearly tilted in favor of the government, it did create a more predictable institutional framework. By mid-2009, the opposition had already organized around the MUD as the main representative of its political and electoral platform in the upcoming 2010 legislative elections (La Verdad 2009).8 Within this new institutional framework, a more organized anti-Chávez movement entered what the 2012/2013 presidential candidate Henrique Capriles Radonski called “a new era of hope, without fights with Chávez’s government,[...] working towards the objective of providing people a better living standard” (El Pais 2008). Leading up to the legislative elections of 2010, the opposition was in a better position due to the declining state of the economy, and internal struggles within Chávez’s coalition. But more importantly, it had learned from past mistakes, and reoriented its efforts towards crafting a programmatic platform that the people could understand and vote for, beyond just emphasizing an anti-Chávez rhetoric. 8 The MUD was instrumental in selecting single candidates for the upcoming legislative elections, as well as the organization of primary elections in preparation for the 2012 presidential elections.

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While its purpose had not changed –it still wanted to remove Chávez from power–, its communicative discourse became more conciliatory and inclusive. Evidence of this can be found in the words of former Caracas mayor Leopoldo Lopez: “Chávez, king of the poor versus the rich opposition is an old story to me. Law and order, infrastructure and development, and respect for human rights, these are the main plank of the new opposition” (Morales 2009). Or as put by Julio Borges, leader of Primero Justicia party: “portraying the fight for Venezuela as a personalized battle to stop Chávez instead of offering a vision for a better country has been our biggest mistake” (Asia News Monitor 2010). Within this newfound political consensus, in 2011 the opposition began formulating its plans for the selection of unity candidate for the 2012 presidential election. As shown in Figure 1, all the extremist unconstitutional methods, the personality-based conflicts within the parties, and the aggressive anti-Chávez rhetoric contained within categories 1 and 2 seemed to have become a thing of the past. The new platform promoted by the MUD was intent on reconnecting with voters, and presenting an alternative solution to the country’s most pressing problems such as crime, inflation and a diminishing quality of life. Leading up to the elections of 2012, the opposition focused on promoting its new vision for the country through its unity presidential candidate (Mesa de Unidad Democratica 2012). A new programmatic-based approach allowed the opposition to target not only Chávez the leader, but also the institutions he had helped create and the government he commanded, a government and a set of institutions the opposition also played a role in shaping. However, the leading strategy of the opposition was still its focus on the single leader. Through its emphasis on creating a representational space that could be occupied by a single name, and its claim to embody “the people” (Laclau 2005a; Panizza 2008) the opposition continued to reinforce the validity of a populist logic as a viable political project. In time the opposition transformed into a formal political base that transcended its anti-Chávez origins; it rejected populist politics through moderation, and a more conciliatory discursive strategy. Yet, the meaning context in which it operated remained populist. Its emphasis on unity, and the selection of a single candidate is evidence that it remained trapped within a populist logic. As such, while the opposition’s ideas and discourses helped reinforce a populist logic in its early stages, later on, its programmatic approach is constrained by a set of institutions that operate within populist politics. 5. Conclusions Through this preliminary analysis of the ideas and discourse of the anti-Chávez movement in Venezuela, this paper shows that the opposition was instrumental for the consolidation of a populist logic in Venezuela in the earlier stages of the Chávez regime. A populist logic emerged with Chávez’s antagonistic discourse that framed all things associated with the old regime as the “other.” However, the

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opposition reinforced this antagonistic relation not only through its communicative discourse, but also through coordinated actions. Through protests, strikes, a coup and a revocatory referendum the opposition created a crisis environment, which compelled people to decide on their political allegiance. Moreover, through the formulation of a rather emotional appeal, the opposition communicated that the problems of the county could be reduced to Chávez’s presidency. Most likely this is because the only thing that the opposition could agree on was its desire to see Chávez removed from the presidency. While in another political context this would be inconsequential, in this case it reduced the discussion to a moral dichotomy of “Chávez equals bad”, “opposition equals good.” At this point, the potential for a discussion about the appropriateness of current policies or why the opposition’s programs could have been more adequate to solve the country’s problems was lost in an individual-centered conversation devoid of any real contribution or possibility of change. And last, the new cohesive opposition was instrumental in making important political gains. However, its unification behind a single candidate, in this case, makes it about the leader and not the institutions. Once more, telling the people that their faith is tied to a single individual (the leader) reinforces the populist logic. It is important to note that this does not make the opposition populist per se, because the movement has yet to find representation in a single agent. Yet, its emphasis on the significance of project unity and support behind one candidate reinforces the validity of a populist logic as a sustainable political project. Notwithstanding the preliminary nature of this inquiry into the role of the “other” (in this case the opposition) –as an active agent– in consolidating a populist logic, it served as a conversation starter on a topic that has not received much attention in the literature. This study has provided an analysis of the role of the opposition in consolidating a populist logic in Venezuela. However, it has been limited to the period where Chávez occupied the presidency, and by the number and sources of text analyzed. Therefore, the results obtained do not provide a complete picture of the role of the opposition in further consolidating a populist logic, or the extent to which a populist logic continues to shape or constrain the opposition in Venezuela in a post-Chávez era. Following Chávez’s death, on one hand, his successor Nicolás Maduro has maintained the same course set by his predecessor. On the other hand, the opposition has been able to remain a partially united front. This prompts many questions for future research such as: has it undergone any more significant changes in terms of ideas and its logic of communication? And to what extent it continues or not to perpetuate a populist discourse in a post-Chávez era? Also, now that a populist logic has been consolidated, is it possible for the opposition to revert it through a more programmatically oriented approach? Will it be able to operate outside a populist logic? Looking into a greater number of printed and audiovisual materials would certainly provide a more complete picture of the discursive interactions between the opposition and the Chavistas. This has broader implications, not only as an inquiry into the role of the “other”, but also for understanding change and continuity within a populist logic.

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Revista Uruguaya de Ciencia Política - Vol. 24 N°2 - ICP - Montevideo

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LEVERAGING TOOLS: INTEGRATING DISCOURSE AND IDEAS INTO THE ANALYSIS OF EU ENLARGEMENT OF THE WESTERN BALKANS Aprovechando las herramientas: Integrar discurso e ideas en el análisis de la ampliación de los Balcanes Occidentales a la UE Luke T. Hartman* Abstract: Recent efforts to develop Discursive Institutionalism’s (DI) analytical toolkit have produced useful, well-organized instruments that help researchers decode challenging empirical puzzles and synthesize vast amounts of empirical data into digestible kernels of explanatory insight. In this article, I demonstrate how two tools –Schmidt’s DI tables and the Carstensen and Schmidt’s ideational power triad– can help us better understand the dynamics of institutional change as it relates to the European Integration in the Western Balkans. Keywords: Discursive Institutionalism, Power/Ideas, European Union, Western Balkans Resumen: Los recientes esfuerzos por desarrollar un conjunto de herramientas de análisis desde el Institucionalismo Discursivo (ID) han producido instrumentos útiles y bien organizados que ayudan a los investigadores a descifrar enigmas empíricos desafiantes y a sintetizar grandes cantidades de evidencia en piezas con potencial explicativo. En este artículo demuestro cómo dos herramientas –las tablas ID de Schmidt y la tríada de poder ideacional de Carstensen y Schmidt– pueden ayudar a comprender mejor la dinámica del cambio institucional en lo que respecta a la integración europea de los Balcanes Occidentales. Palabras claves: institucionalismo discursivo, poder/ideas, Unión Europea, Balcanes Occidentales

1. Introduction Political scientists continuously strive to find ways to better comprehend and explain the complex phenomena that animate our political and social world. The emergence of Discursive Institutionalism (DI) as a theoretical framework has provided scholars with analytical methods to describe what often can be the most subtle or nuanced operators of political behavior –ideas and discourse. While our intuition may lead us toward fruitful conclusions about how ideas and discourse function as a category of explanation within a given political context, we do not have to rely on instinct alone to detect the causal force that ideas and discourse can bring to bear. Recent efforts to develop DI’s analytical toolkit have produced useful, well-organized instruments that can help researchers decode challenging empirical puzzles. Ph.D., Boston University Artículo recibido el 31 de mayo de 2015 y aceptado para su publicación el 12 de agosto de 2015. *

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In order to demonstrate their value, I will put these tools to the test by applying them to the analysis of European Integration in the Western Balkans. In particular, I will show how tables summarizing Schmidt’s (2014) DI analytical framework can be leveraged to illustrate institutional change, as well as how Schmidt & Carstensen’s (forthcoming) over, through, in triad, which defines relationships between power and ideas, can help explain political outcomes in the region. Currently, the Western Balkan region is the central focus of the EU’s enlargement agenda.1 Naturally, this makes the study of the region at this time an excellent pursuit in terms of testing the validity of old theory on new cases. For scholars of enlargement, deciphering the factors that motivate a candidate state to either make an accession bid and align its policies with European norms or to resist such reform has long been a burning question. Milada Vachudova’s (2005) theory of leverage is one of the leading theories explaining enlargement in post-communist Europe. It describes how domestic political elites in candidate states are induced to reform through the EU’s use of passive and active leveraging. Vachudova contends that it was the presence or absence of strong illiberal opposition to democratic reform that determined how domestic political elites responded to EU strategies of active and passive leverage in post-communist candidate states eventually adopting European norms. The theory relies heavily on rational-choice calculus and on the use of material incentives to induce compliant behavior in candidate states. Vachudova’s first work studied post-communist state of the 2004 enlargement. She has taken the lessons of her prior work and tried them on all the candidate and potential candidates of the Western Balkans. She finds that her theory still stands up despite the difficult initial conditions (namely war) that differentiate the Western Balkan cases from her previous set of cases that come from the post-communist enlargements of 2004/7. She argues that for elites in EU member states, geopolitical reasons dominate the reasoning for why enlargement goes forward despite the fact that these Balkan countries will provide very little economic payback for the Union. For national elites, however, economic payoffs are great, harmonizing with the acquis has ‘democratizing effects.’ The lack of better alternative makes domestic elites choose EUcompatible platforms because it is in their national interest (Vachudova 2014) This article is not designed to refute Vachudova’s claims. They are, for the most part, accurate, yet overly simplified. Materialist logic is a factor that, in part, explains reform trajectories. Vachudova, however, largely ignores ideational interests such as national identity or the associational/reputational implications of membership. In the Western Balkan region, one cannot underestimate the power of ideational forces, especially those that are related to identity and collective memory. For this reason, I employ discursive institutionalism to make our observations more robust. To bolster the analysis of Western Balkan enlargement, I blend the materialist and ideational logics and demonstrate how they are used in tandem to explain outcomes. Discourse is the vehicle through which we can best understand which logic is at play at a given time. The operative logic is either revealed in the words that are used to persuade or justify 1 The European Union considers Croatia, Serbia, Kosovo, Bosnia and Herzegovina, Montenegro, Macedonia, and Albania to be the countries that make up the “Western Balkans.”

Leveraging tools: integrating discourse and ideas into the analysis of eu enlargement of the Western Balkans

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an action, or it is revealed in the action itself when the action is at odds with a rhetorical platform. Examination of two cases: Croatia –the newest EU member, and Serbia/ Kosovo– aspiring members;2 gives us a more complete picture of both the material and ideational dynamics that explain how and why European Union enlargement functions in this region, and provides insight that may be relevant for future enlargements. In the tradition of DI, this work takes ideas seriously. Ideas contain the power to shape our normative and cognitive understanding of the world. Individuals share and propagate ideas, and intersubjectively construct worlds of meaning. Consciously and unconsciously, these worlds of meaning shape our beliefs and our practices, and build our identities. Discourse is a vector through which ideas travel. The speaker and the audience engage the intersubjective dialogue, molding value and meaning in their society. Political elites are in a unique position to structure the terms and content of this dialogue. Therefore, the ideas that elites propagate are central to the formation of meaning contexts. From these contexts, behaviors and practices flow which, over time, harden into new identities and new institutions. Going forward, this article offers a glimpse of how the tools of DI can be meaningfully applied to complex political phenomena and shows the types of conclusions that derive from their application. This work is a sample of how I have used DI tables and the ideational power triad to synthesize vast swaths of empirical data to make important inferences about the motivations and impacts of institutional reform as related to European enlargement in the Western Balkans.3 I begin with DI tables, treating the Croatia and Serbia/Kosovo cases in turn. For each case, I offer an analytical summary and present empirical findings in three tables –Ideas in Integration Discourse, Discursive Interactions in Coordinative Sphere, and Discursive Interactions in Communicative Sphere. Then, I apply the ideational power triad (through, over, in) to the two cases for an analysis of power and ideas in Croatia and Serbia/Kosovo. I end with conclusions and a suggestion for pushing forward DI’s research agenda. 2. DI Tables Overview Elite discourse takes many shapes and serves to convey messages across numerous actors. Elite discourse contains substantive content, the meaning of which can be 2 This article derives from empirical research included my Ph.D. dissertation “Identity, Discourse, and the Impact of EU Conditionality in the Western Balkans” (2015). Although Croatia has subsequently become a member state of the EU, the research only examined the pre-accession period in order to maintain comparative similarity with the Serbia/Kosovo case. Moreover, although Serbia and Kosovo could be treated separately, I have chosen to treat them in tandem because their European destinies are highly interdependent. For more information on case selection, please refer to Hartman 2015. 3 All the tables in this article are adapted from empirical research included my Ph.D. dissertation The tables distill and organize the findings of an original survey of 50 in-depth interviews with regional experts, and a content analysis of over four thousand statements made by Croatian and Serbian political elites, covered in top newspapers between 2006-2012. For further details and discussion of methodology, please refer to Hartman 2015.

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propagated through frames, narratives, collective memories, and discursive struggles. Leaders may attempt to appeal to their audience through either cognitive or normative argumentation. Likewise, depending on the target audience messages may be handled differently according to the interactions of the actors and if their purpose is to coordinate with the policy community or communicate with the public. The tables that follow are adapted from Schmidt (2014). They help organize discourse among Croatian, Serbian, and Kosovar political elite as it pertains to European integration. In addition, they serve to help summarize and synthesize an enormous amount of empirical content.4 A brief summary of analytical conclusions is provided before presentation of the tables. Although discursive institutionalism is a relative newcomer to the scene as an analytical framework, it is beginning to be more widely applied, and, in particular, for studies that concern Europe. Discursive institutionalism encompasses the first three institutionalisms (rational-choice, sociological, and historical), using them as background conditions, but goes further to examine how discourse, language and the communication of ideas play a casual role in explaining institutional reform. Discursive institutionalism takes ideas seriously, working to understand their content and to trace how interactive processes among various actors, audiences, and interlocutors impact institutional change. Ideas can be categorized by level of generality (policies, programs, and philosophies) and type of content (normative and cognitive). Discursive interactions are classified into two basic types: coordinative (discourse among policy actors) and communicative (discourse between political actors and the public) (Schmidt 2008: 305). Policy level ideas are basic prescriptions for action to solve a given problem. Programmatic ideas define problems, consider the issues at stake, weigh norms and ideals, set goals, and select the methods or instruments to be applied to the problem. Philosophies are deeper sets of values, knowledge systems, beliefs, or worldviews that are shared by a segment of society. Policies and programs are thought of as foreground since they are openly debated in public, whereas philosophies that underpin policies and programs operate in the background (Schmidt 2008: 306). Agents draw upon both their background and foreground discursive abilities to drive institutional change –either through mastery of the ideational rules within given meaning context (background) or through external communication and persuasion (foreground) (Schmidt 2008: 314). Policies, programs, and philosophies contain two basic forms of ideas: normative and cognitive. Cognitive ideas are ideas about what can be done and how it can be done. Normative ideas are ideas about what should be done. Cognitive ideas are roadmaps or technical practices that are involved in solving a given problem, while normative ideas convey why those roadmaps and technical practices comport with societal values and aspirations (Schmidt 2008: 307). The following tables organize the various forms of ideas that define integration discourse in Croatia and Serbia/Kosovo. 4 See also Schmidt (2008), Schmidt (2014), Haas (1992), Hajer (1993) or Campbell and Pedersen (2008) for more detailed reading of some of the terminology contained within the tables.

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Analytical Summary of Tables 1-3 – Croatia Croatia entered the European Union on July 1, 2013 after a long and arduous journey. After the death of Franjo Tudjman, the successive regimes built a firm pro-EU platform with eventual membership being the ultimate foreign policy objective. The policy had high public support in the early stages, but then began to drop as time went on due to a combination of a changing rule structure, political and economic crises in the EU, bilateral vetoes, resistance to additional conditions (ICTY compliance), and a protracted negotiation. As support declined, it was not transformed into opposition; rather, it turned into indifference and apathy. For the most part, political elites did not see the need to change their messaging. The political, economic, and identity bearing/associational discursive frames served to sufficiently paint a legitimizing picture of its plan to push forward the integration agenda. Although there was an expressed policy to enhance communication, communication policy functioned to occasionally report information on EU progress or reinforce pro-EU messaging. Responding to citizen feedback or engaging debates regarding concerns raised through counter-narrative arguments did not figure into the government’s communication strategy. Given the establishment of pro-EU consensus early on in the accession journey, political elites did not necessarily need to instrumentalize narrative discourse in order to gain favor for measures that would lead to radical institutional change.5 One notable exception, however, is that elites did try to package the meaning of European Union membership in a way that is satisfying with respect to the identity-bearing associational sensibilities of nationalist leaning parties. Surprisingly, this effort has seemed to achieve the desired effect. Although the typical argument from nationalist groups is that the EU is sovereignty-threatening, in the case of Croatia, EU accession is framed as sovereignty-confirming. In addition to joining NATO, European Union membership positions Croatia to be among a group of like-minded allies that will safeguard its national interests if they come under threat. This aids Croatia to act as a well-functioning and independent state. (Jovic 2011: 40) Moreover, declarations of independence can appear as symbolic in nature even if they are supported by international recognition. If there was any doubt as to the legitimacy of Croatia’s independent statehood, the process of being vetted by and accepted as a member of the EU is thought to be the final word on the matter. The EU’s endorsement vindicates the war effort. It firmly plants in the minds of nationalists the idea that the conflict was a rightful war of independence, soldiers nobly defended their homeland, and the outcome was not only the desired one, but more importantly, it was just. Political elites cleverly manipulated the logic of the nationalist narrative by inserting the EU as the definitive arbiter of national sovereignty in order for this population to arrive at the conclusion above. They may have been too marginal a force to fully derail the integration efforts of the elite, yet the elite saw the benefit of utilizing the EU to recast nationalist discourse in a way that significantly disarmed the elite’s greatest opposition. 5 For further reading on related arguments see Novotna (2008, 2015).

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With the opposition in check and the majority of the population languishing in indifference, elites could quite easily march forward toward Croatia’s eventual EU membership. The harmonization of laws with the acquis has produced observable improvement in the quality of democratic political institutions. While this can be construed as a positive development, political elites will be quick to point to this as further justification that the accession process was best left in their hands and that citizens should blindly trust that EU membership is the best option for Croatia, a fact they will soon realize as they ‘learn through experience’ all the benefits membership entails. Table 1. Ideas in Integration Discourse – Croatia Ideas in Discourse

Form of Ideas

Frames

Narratives Stories Collective Memories

Discursive Struggles Types of Arguments

Cognitive Normative

Empirical Examples (underline denotes difference from Serbia/ Kosovo) Economic- access to markets, labor mobility, foreign investment vs. price shocks, foreign ownership of resources, adaptation costs Political- strengthens democracy, gives a seat at the table, strengthens alliances vs. democratic deficit, seat at table is insignificant given country’s size, threatens sovereignty, opens the door to external pressures Identity-makes us ‘like’ other EU countries/reasserts that we are ‘European’ after 1990s conflicts, legitimizes our sovereignty vs. threatens national culture and tradition, will not accept us for who we are rather we must become like them to join No alternative to the EU, Western Balkans belong in the EU, need to be a ‘normal’ country, latest iteration of external control, getting on a sinking ship, EU makes no difference/nothing will change Effects of Eurozone crisis, Croatia already more developed than Romania/Bulgaria, decreasing living standards in Slovenia after the adoption of the Euro. Feeling more “European”/being able to travel everywhere when part of Yugoslavia (“Yugo-nostalgia”), belonging based on historic ties to Western Europe (were part of Habsburg and Roman Empires), Europe’s inaction during 1990s conflict. Interpretations of ICTY compliance – need to adhere to international principles of justice to prove EU readiness vs. coerced demonization of national heroes. Implications of economic transformation – full embrace of market capitalism vs. threat to pre-established welfare state references macro-economic theories, cites international laws or accords, cites historical events Makes the appeal that international practices are better than current national practices, status is elevated through association regardless of reform, Croatia needs to reform whether or not it results in EU membership

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Political elites, both elected officials and civil servants, occupy an important position within the realm of communicative and coordinative discursive interactions, but they are not the only actors whose ideas have a bearing on institutional change. We can define broader categories of discursive actors to include epistemic communities, discourse or advocacy coalitions, and knowledge regimes. Epistemic communities are loosely connected individuals who share common ideas about the cognitive and normative aims of a given policy venture and have access to instruments of change (Haas 1992). Advocacy coalitions are more tightly united around one given issue in a specific policy context. Discourse coalitions are similar to advocacy coalitions where actors share a social construct and communicate a similar story about a given problem, but discourse coalitions have broader reach across space and time than advocacy coalitions (Hajer 1993: 45-47). Knowledge regimes are sets of actors that produce and disseminate ideas that affect how policy-making is organized and operates. These actors produce data, research, theories and recommendations, which are considered in the course of crafting of public policies (Campbell & Pedersen 2008: 3). The following table organizes the various actors that define integration discourse within the coordinative sphere in Croatia. Table 2. Discursive Interactions in Coordinative Sphere – Croatia DiscurDiscursive Discursive sive Sphere Actors Interlocutors

Coordinative

Supranational Interactions

National Interactions

(underline denotes difference from Serbia/Kosovo)

(underline denotes difference from Serbia/Kosovo)

Integration process is long and drawn out – French/Dutch ‘no’, benchmarking, ICTY compliance, Romania/Bulgaria, Slovenian border dispute all retard the process. Croatia leaders persist, though frustrated with all the additional conditions, continue to comply with Brussels until membership granted.

Pro-EU government coalitions continue to form and pursue EU agenda. Referendum on membership is organized and succeeds.

Advocacy or Discourse Coalitions; Epistemic Communities

European Movement and other Europe-wide NGOs establish presence and devote work to integration projects

NGOs advocate and advise government on niche issues, aid with EU preparations

Knowledge Regimes

Academics/public intellectual attend conferences and give advice to the EU from ‘local’ perspective. Croatian linguists work vigorously to translate the acquis in the later stages of the negotiation

Academics/public intellectuals offer technocratic advice and/or philosophic rhetoric either to aid the integration process or oppose it.

PolicyMakers

PolicyMakers

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The more traditional avenues of top-down political communication are represented below as they related to Croatia’s integration journey. Given the unique multi-level nature of the European polity, national elites, though propagating topdown ideas, stand somewhere in the middle of the communication channel. On one hand, they filter messages down from Brussels. On the other hand, they are mindful that when they deliver messages to the national public, the ears of the European elite are paying close attention. The media is used as a convenient vehicle for communicating with both audiences. The following table organizes the various actors that define integration discourse within the communicative sphere in Croatia. Table 3. Discursive Interactions in Communicative Sphere - Croatia

Discursive Discursive Sphere Actors

Communicative

Political Leaders

Supranational Interactions

National Interactions Discursive Interlocutors (underline denotes (underline denotes differdifference from ence from Serbia/Kosovo) Serbia/Kosovo)

Citizens

Together with partners from EU institutions launch educational campaigns and awareness programs.

Develop a formal communication strategy, media blitz prior to referendum

Media

Continuous affirmation of pro-EU commitment

Affirms pro-EU orientation but offers rebuke when demands concern ICTY, announce when chapters of the negotiation open/close

Serbia/Kosovo We can apply the same organizational scheme to another case of interest: Serbia/ Kosovo. The following table organizes the various forms of ideas that define integration discourse in Serbia/Kosovo. Analytical Summary of Tables 4-6 – Serbia/Kosovo Serbia’s EU accession bid is more fraught than that of Croatia. The formal conditioning of the process as it relates to the Kosovo issue explains the speed of progress in that it creates a viable nationalist opposition to the integrationist agenda. The existence of the nationalist opposition brings the use of discourse into play. Nevertheless, political consensus has reigned since 2008 and nationalist groups that use antiEU messages are becoming increasingly marginal. Instead, two separate hegemonic ideas reign –join the EU and keep Kosovo. These ideas are not expressed as being in competition with one another. Similar to Croatia, political elites do a very poor job

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of communicating its EU-related activity to the public, and yet the possibility that harmonization with the acquis will build durable democratic institutions is quite strong. The further Serbia progresses down the road toward the EU, the more the issue of determining Kosovo’s status will press on the minds of political leaders. As the Belgrade-Pristina dialogue continues, the EU will have the opportunity to serve as a mediator of peace and reconciliation and facilitate resolution to this frozen conflict. Thus far, the carrot of membership has worked as an incentive to find diplomatic solutions and compromise. This may change as the EU continues to evolve and if the EU forces the two parties to determine a status settlement, which will push Serbia finally attaining membership to an unknown date, well in the future. Although the EU has helped forge historic agreements, one could contest that it has unlimited power to actively lever Serbia to induce reform. Moreover, willingness to agree to reconciliation plans in order to progress on the EU path might be indication that the realities of material life in Serbia/Kosovo are so dire that they are willing to reform at any cost, even if doing so could lead to the loss of an important source of national identification. No doubt, the EU mediated talks are extremely important first steps.6 Yet, there remains a vast chasm between the Serbs and Albanians when it comes to meaningful reconciliation. The EU has heretofore used the membership prospect as an effective tool to actively lever the government of Serbia to pursue a path of reform based upon terms set for it by the EU. With the opening of the accession negotiation beginning in January 2014, it seems that progress will continue. As of mid-2015, the pre-screening of all chapters of the acquis is complete. Serbia is waiting on word for the EU to open chapters and begin the negotiation in earnest. When it does, there will be bumps in the road and difficulties closing chapters. The lion share of these difficulties will be technocratic or capacity related. Whether or not Serbia will become a member rests on how Chapter 35 on Kosovo is handled. For now, the status question is being pushed as far into the future as possible due to the delicate nature of the political situation.7 Until the EU truly forces the status question, political elites will continue to provide its public with a dual discourse of becoming an EU member state and retaining Kosovo. As it stands, it is unclear which side’s bargaining strategy is creating a better illusion. By proceeding with Serbia’s accession with Kosovo being treated under UN resolution 1244 (status neutral), the EU is luring Serbia to continue to advance toward membership while holding the belief that they will never have to sacrifice her ‘southern province.’ According to this strategy, the EU hopes that by keeping that belief alive, Serbia will time and time again return to the negotiating table and eventually surrender to the reality of Kosovo’s independence while simultaneously 6 The impact of various EU institutions and EU member states is for the most part the same with respect to Serbia’s membership bid and the Belgrade-Pristina dialogue. Moreover, when Frederica Mogherini replaced Catherine Ashton as the EU High Representative for Foreign Affairs and Security Policy, the messaging from both sides remained the same. Serbia tends to express a willingness to work with most EU institutions and actors. One notable exception, however, is the EU’s Rule of Law Mission in Kosovo (EULEX). Serbia approaches EULEX with hostility in the view that EULEX’s presence in Kosovo is evidence that the EU’s posture is not status neutral as it relates to a solution. 7 Chapter 35 of accession treaty is normally reserved to treat ‘Other Issues.’ That is, any miscellaneous issue or issue that is specific to the candidate country in question.

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building durable democratic institutions through adherence to the accession criteria prescribed by the aquis. Serbia, on the other hand, would like show that it is a willing reformer; that it is open to small, incremental changes. Behind this strategy is the idea that they can advance so far along EU path without having to recognize Kosovo that the EU will either have to let them in or force the issue before it is too late. The problem is that both sides are probably delusional or, at best, cannot foresee their own endgame or that of the other side. The EU does not want another Cyprus and Serbia does not want to lose Kosovo. If Serbia is forced to choose between Europe or Kosovo, at this moment in time, it is hard to envision the political elite class doing anything but walking away from Europe. The symbolic value of what Kosovo means to national identity far outweighs the potential political or economic benefits of membership. For the time being, however, the Serbs are not being forced to choose between the two hegemonic ideas. The dream of both Europe and Kosovo (I Kosova i Evropa) remains alive, and Kosovo’s final status remains in limbo until further notice. Table 4. Ideas in Integration Discourse – Serbia/Kosovo Ideas in Discourse

Empirical Examples (underline denotes difference from Croatia) Economic- access to markets, labor mobility, foreign investment vs. price shocks, foreign ownership of resources, adaptation costs

Form of Frames Ideas

Political- strengthens democracy, gives a seat at the table, strengthens alliances vs. democratic deficit, seat at table is insignificant given country’s size, threatens sovereignty, opens the door to external pressures Identity-makes us ‘like’ other EU countries/reasserts that we are ‘European’ after 1990s conflicts vs. threatens national culture and tradition, won’t accept us for who we are rather we must become like them to join, must abandon Kosovo

Narratives

No alternative to EU, Western Balkans belong in the EU, need to be a ‘normal’ country, latest iteration of external control, getting on a sinking ship, EU makes no difference/nothing will change, “Both Europe and Kosovo” vs. “they’re asking us to trade Kosovo for Europe”

Stories

Effects of Eurozone Crisis, Serbia already more developed ready than Romania/Bulgaria, Fiat takeover of Zastava auto plant (privatization), Hashim Thaci’s organ trafficking allegations

Collective Memories

Feeling more “European”/being able to travel everywhere when part of Yugoslavia (“Yugo-nostalgia”), belonging based on historic ties to Europe, 1389 Battle of Kosovo Polje, 1999 NATO bombing campaign Interpretations of ICTY compliance – need to adhere to international principles of justice to prove EU readiness vs. international community’s need to assigning guilt to Serbia for the wars of the 1990s

Discursive Struggles

Implications of economic transformation – full embrace of market capitalism vs. threat to pre-established welfare state Relations with Russia – Allies with both Russia and EU causing conflicting stands as relates to annexation of Crimea, fighting in Eastern Ukraine, and joining EU sanctions leaving Serbia in “neutrality” limbo.

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Cognitive

references macro-economic theories, cites international laws or accords, cites historical events

Normative

Makes the appeal that international practices are better than current national practices, Serbia needs to reform whether or not it results in EU membership, Serbia should never compromise its territorial integrity for EU membership

The following table organizes the various actors that define integration discourse within the coordinative sphere in Serbia/Kosovo. Table 5. Discursive Interactions in Coordinative Sphere – Serbia/Kosovo Discursive Discursive Sphere Actors

Coordinative

PolicyMakers

Discursive Interlocutors

PolicyMakers

Supranational Interactions

National Interactions

(underline denotes difference from Croatia)

(underline denotes difference from Croatia)

Integration process is drawn out and stalls when Serbia refuses to comply with ICTY. Complications continue with respect to the Kosovo issue. Belgrade-Pristina dialogue achieves some compromise, the process moves forward. Further progress depends on implementation benchmarks of Brussels Agreement (2013)

Pro-EU government coalitions continue to form and pursue EU agenda. Heated debates in the National Assembly stall ratification of SAA, dispute over who should represent Belgrade in the Brussels talk, how to implement Brussels Agreement. Stops supporting “parallel institutions” in N. Kosovo.

Advocacy or Discourse Coalitions; Epistemic Communities

NGOs advocate and advise government on niche European Movement and issues, aid with EU prepaother Europe-wide NGOs rations; Orthodox Church establish presence and gives spiritual guidance/ devote work to integration advice/ warning regardprojects ing the effects of Europeanization

Knowledge Regimes

Academics/public intellectual attend conferences and give advice to EU from ‘local’ perspective. Croatian experts are supposed to use their integration experiences to provide advice and support to Serbia

Academics/public intellectuals offer technocratic advice and/or philosophic rhetoric either to aid the integration process or oppose it.

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The following table organizes the various actors that define integration discourse within the communicative sphere in Serbia/Kosovo. Table 6. Discursive Interactions in Communicative Sphere – Serbia/Kosovo Discursive Sphere

Communicative

Discursive Actors

Political Leaders

DiscurSupranational Interactions sive Interloc- (underline denotes differutors ence from Croatia)

National Interactions (underline denotes difference from Croatia)

Citizens

Consensus of Pro-EU messages after 2008, always a “both Kosovo and Europe” platform, Together with partners dramatic shifts in rhetoric from from EU institutions launch former radical nationalists educational campaigns and (Nikolic, Dacic, Vucic); citizens awareness programs. claim leaders “don’t tell us anything about the EU” yet, they are sick of hearing about it

Media

Continuous affirmation of pro-EU commitment, but will not bow to foreign pressure on Kosovo; More neutral on Russia

Affirms pro-EU orientation but offers rebuke when demands concerning ICTY or Kosovo seem excessive; stronger proRussia messaging

3. Ideational Power Triad In general, the discursive institutionalist analytic framework can be a useful to approach how to explain political change. One criticism that has been leveled is that it inadequately accounts for relations of power in its analysis. Carstensen and Schmidt (forthcoming) respond to this criticism by introducing a framework that describes the relationship between power and ideas. Power is expressed in three ways, through ideas, over ideas and in ideas. Power through ideas is the ability of actors to persuade others to think and do using ideational elements. Power over ideas is actors’ ability to control the meaning of ideas. Power in ideas is the authority of certain ideas over others. Power in ideas derives authority from background ideational conditions such as institutional setups, knowledge systems, or historically constructed forms of meaning (Carstensen & Schmidt forthcoming: 3-5). These forms of power may interact. Actors may utilize the tactics of power through ideas to establish power over ideas and later consolidate power in ideas. Incorporating an analysis of power in ideas allows us to understand how political actors express and propagate their interests, and how those interests become formal policies, which can perpetuate or alter an institutional landscape. This work finds that elites’ ability to express power through ideas and over ideas can transform power in ideas for the cases of Croatia and Serbia/Kosovo. Like Vachudova’s (2005) theory of leverage, the journey to consolidate power in ideas is

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an iterated game. Initially, the instrumentalization of discourse is a persuasion tactic to win power over ideas. This is the period when ideas are most dynamic and elites can pit competing ideas against one another. As time goes by, the number of competing ideas begins to decrease if a critical mass of political elites effectively controls power over a dominant idea and is able to reinforce it. Eventually, without strong alternative ideas, the dominant idea becomes hegemonic and a stable consensus is set in place. In the former Yugoslavia, the idea of joining the EU became powerful after the fall of Tudjman in Croatia and Milosevic in Serbia. Part of the power of the idea of the EU is derived from the corrupt and moribund alternative, the idea of ethnonationalist states, which typified the preceding decade. With this backdrop, it was easy for elites to exploit the power of the EU idea to gain political office and establish consensus. This happens in Croatia earlier than it does in Serbia, yet in both cases the EU idea has been consolidated. In Croatia, there was not much challenge to the notion of membership as a destination, but determining the meaning of why it should aspire to join was open to contestation. Particularly operative was the manner in which its incorporation into the new polity would influence the construction of its identity. The wars of the 1990s demonstrated the most violent and radical expression of the politicization of identity in the region. Post-war identity discourse faced the dual-problematic of, on one hand, de-emphasizing identity, and on the other, finding the tools to construct new identities in an emergent polity. Croatia’s bid to become a member state of the EU, and the accompanying discourse, played an integral, albeit contested, role in addressing the post-war identity problematic. Given the extraordinary amount of media coverage and the prominence of the 1990s wars on the international stage, it was incumbent upon the political elite class to restore the detrimental reputational effects that these conflicts had on Croatia’s international image. Political elites needed to formulate ways to confront the country’s ‘troubled past’ and rectify its ‘war-torn’ and ‘savage’ image. Croatian political elites worked to confront the ‘troubled past,’ was through a program of promoting identity convergence with European norms and social values. (Subotic 2011: 310) By linking aspects of Croatian state identity to the process of Europeanization (through EU membership) and de-linking it from memories of war, elites had found an appealing way to frame the difficult costs of the accession process as part of a project of reasserting its belonging to Europe, and more importantly establishing its uniqueness from the other states of the region in order to ‘de-Balkanize.’ (Subotic 2011: 320) More specifically, post-war identity discourse did not only attempt to sever Croatia from the Balkans, but it aimed to promote the idea that Croatia is much more comfortably labeled Central European (like Austria, Hungary, the Czech Republic) or Mediterranean (like Italy, Spain, or Portugal) (Ashbrook 2010: 29). In this sense, there are multiple layers of the belonging or returning narrative, although the Balkan escape narrative appears more powerful than that of returning or belonging to Europe. The story about belonging simply affords the elite a convenient vehicle to enact the escape.

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Despite facing some unique factors –post-conflict, Copenhagen-plus, postbig bang, post-Constitutional crisis, post-Eurozone– in the end, Croatia’s candidacy was quite typical. It was an elite-driven process with a pre-destined outcome. The EU may have passively levered Croatia into its gravitational field, yet as it was considered the ‘only game in town,’ no viable oppositional force or idea could hinder momentum in the EU direction. The sense of inevitability tempered citizen’s ambivalence toward the EU. With a growing democratic deficit, a historical orientation toward Europe, a flagging economy, and distrust of corrupt political leaders, Croatia fits right in with the current realities of ‘Europe’ and should feel naturally at home. Although this is not the ideal place to be, it is deemed significantly preferable to being ‘Balkan.’ The ‘belonging’ or ‘return’ narrative about what the EU means is most potently employed as a cloak for the underlying desire to ‘escape’ the Balkans at any cost. The power that motivates and best explains political behavior is found in this idea. The pro-EU consensus can thus be read as an anti-‘Balkan’ consensus, which is why, given the challenges Croatia faced on the route to the EU, there was just enough public support to confirm membership through the referendum and finalize the escape. In Serbia, in addition to the EU, the primary motivating political idea is Kosovo. Elites maintain their power over ideas by framing the EU and Kosovo ideas as not in direct competition with one another. Rather, they are two hegemonic ideas that are projected by elites as equally attainable and equally desirable. There is debate, however, over their comparable value. As it stands now, the ideas do not need to compete with one another. As the integration process advances, the stable consensus of these two ideas will break down and be put in flux. Elites will be forced to again use the tools of discourse to express power through ideas and convince the public of the relative merits of the EU idea vs. the Kosovo idea. It is hard to imagine this debate as being anything but animated. By not forcing any immediate concessions, EU elites hope to maintain power over the EU idea and slowly habituate Serbs to the idea through experience. If successful, it will neutralize the power of the Kosovo idea, rendering any debate moot.8 The change of heart of president Tomislav Nikolic is the most surprising and curious aspect of Serbian elite discourse. It is difficult to explain how and why this once staunch nationalist became an ardent supporter of Serbia’s path to EU membership. His change of heart propelled him to the presidency, defeating longtime EU proponent Boris Tadic in the 2012 election. During his political career, Nikolic has advocated several controversial positions including calls for a Greater Serbia (reclaiming territories in Croatia, Bosnia and Herzegovina, and Montenegro), the incorporation of Serbia into a Belarus-Russia super-state, and the promotion 8 It is worth noting that the Croatian and Serbian cases are not perfectly analogous. The Kosovo question necessarily colors the calculation of elite behavior vis-à-vis Europe in Serbia. If we take the counterfactual proposition that, in the aftermath of the dissolution of Yugoslavia, Croatia was pressured to concede areas of the self-proclaimed Republic of Serbian Krajina, then would we still witness hegemony of the Europe idea during the early push toward integration? Counterfactuals may mislead us, but we should also not be misled by assuming the exact symmetry between these cases.

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of anti-western messages challenging the so-called hegemony of the United States and European Union (Radio Free Europe/Radio Liberty 2007). In 2008, when he split from the Radical Party, he began to promote a pro-EU discourse, baffling close observers of Serbian politics. It is perhaps at this juncture that the idea of “both Europe and Kosovo” becomes the dominant idea of Serbia politics and EU consensus is established. Early adopters of a pro-EU stance like Boris Tadic proved that they could achieve electoral success through the propagation of the EU idea, persuading the public of its merits. In time, this leads to control over the idea as the government becomes increasingly comprised of members who favor an integrationist stance. Nikolic’s change of heart could be explained as a recognition of the power in the EU idea. By 2008, it has become untenable to try to mount a challenge to the idea because the tools of persuasion and control over the idea are no longer useful. While this may help explain Nikolic’s change of heart, it does not help us fully understand his victory in the 2012 election. Tadic is a clear and consistent promoter of the “both Europe and Kosovo” idea throughout the time period in question, which includes his presidency. It is critical then, to split the “both Europe and Kosovo” idea into two separate ideas and examine the extent to which the candidates are loyal to each of those ideas uniquely through their actions. While Tadic could claim credit for the signing of the Stabilization and Association Agreement (SAA) and firmly planting Serbia on the EU path, Kosovo declared its independence and war tribunal indictee, Ratko Mladic, was handed over to the International Criminal Tribunal for Former Yugoslavia (ICTY) during his term. Tadic vehemently opposed Kosovo’s independence and relations between the Serbian and Albania communities have been broken for decades. Nevertheless, independence came under his watch. Moreover, Mladic’s extradition was viewed in conservative circles as an act of bowing to EU pressure. In this sense, although Tadic’s discourse demonstrates support for territorial integrity, these two events work to discredit his commitment to the Kosovo idea and show a skewing of favor toward the Europe idea among the Serbian public. Nikolic, on the other hand, does not have as much of a record to stand on with respect to the Europe idea, but he has an immense amount of credibility for being a strong defender of the Serbian nation, culture and traditions and is a viewed as a more qualified guardian of the Kosovo idea. In the end, the election is close. Tadic beats Nikolic in the first round 25.31 percent to 25.05 percent, respectively. In the runoff, however, Nikolic comes out on top earning 49.54 percent of the vote to Tadic’s 47.31 percent. This suggests that the Serbian public felt that, perhaps based on a perception that Tadic’s actions were skewing him toward the Europe idea, Nikolic would be a better defender of both the Europe and Kosovo ideas. The notion that electoral success can be understood as a composite score based on your allegiance to both the Europe and Kosovo ideas also explains Ivica Dacic’s rise to the post of Prime Minister. Dacic’s nationalist pedigree and reformed view of Europe has proved to be a winning combination. In essence, with the elections of Nikolic, Dacic, and then Vucic in 2014, we are not witnessing a challenge to

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the hegemony of the ideas of Kosovo or Europe. The power in these ideas is as potent as ever. The difference is that, on paper, those with control over these ideas appear less likely to make middle ground policy decisions, which will stall the enlargement process. Indeed, however, these individuals have made strides to move the BelgradePristina dialogue and the accession negotiations forward. The true test of the power of the two ideas will come when concessions become much more onerous and a final status solution must be achieved. Recalling Vachudova, she argues that EU integration in the Western Balkans is about the pursuit and fulfillment of material objectives. DI helps us go beyond this observation to illustrate that the ideas that are embedded in discourse give meaning to material interests and shape political institutions. If institutions are thought of as “ideas frozen in time,” institutional reform requires a concerted effort to challenge status quo ideas (Risse 2011: 592-3). The effort consists of first persuading the public of the merits of the ideas. Power through ideas leads to power over ideas. In time, power over ideas becomes power in ideas, which become institutionalized and “frozen in time.” The official narrative that has been put forth by political elites in both Croatia and Serbia to persuade the public as to the merits of EU integration, convince the public that the EU will offer salvation and that it is worthwhile to adhere to their stringent conditions can be characterized along three major themes. These themes represent tactics through which elites express the power of ideas as they work to build support to consolidate these ideas as stable institutions. In general, competing narratives offer an alternative idea to the dominant idea that political elites disseminate in their official discourse. These ideas and the actors that propagate them, however, are not always opposed to the overarching idea of EU accession. It is more a matter actors having conflicting opinions on the necessary measures to take in order to turn the EU idea into reality. For instance, in order to make the technocratic changes required to satisfy the acquis, the government will look to the expertise of members of civil society. These actors, who are members of epistemic communities and knowledge regimes, offer recommendation within their sector of expertise. Members of these communities may agree with the objective of the EU condition within their sector, yet lambast the government for complying because compliance represents the minimum response to a problem for which reform should go much deeper. Actors such as these, although presenting a discourse critical of the official discourse, function to reinforce power in the dominant idea rather than challenge it. 4. Conclusion The tools of DI help us make meaning of highly complicated political and social phenomena. This is demonstrated through their application to the analysis of Western Balkan enlargement of the European Union. This scenario has multiple moving parts, which feature post-socialist, post-conflict transition states searching for redefinition by joining a European Union that is facing an economic crisis, potentially on

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the verge of collapse, or at best, searching for an opportunity for redefinition itself. DI’s tools allow us to draw important inferences and conclusions on multifaceted nuanced social puzzles. They can help us demystify nebulous concepts such as identity, and take them from the realm of the abstract into the realm of the concrete, showing their impact on political behaviors and outcomes. In Croatia, we used DI tools to find that despite voices of nationalist opposition to EU integration, the political elite saw the benefit of utilizing the idea of the EU as sovereignty-confirming (vs. sovereignty-threatening) to recast nationalist discourse in a way that significantly disarmed the elite’s greatest opposition. With the opposition in check and the majority of the population languishing in indifference, elites had no problem advancing Croatia’s bid for EU membership. Additionally, neutralizing the power of oppositional nationalist ideas reinforced the power in the EU idea, which explains the attainment of EU membership as an empirical outcome. In Serbia/Kosovo, our DI tools help us clearly identify the main ideational conflict related to EU membership –the Kosovo status question. For Serbia, this is framed as being forced to choose between Europe and Kosovo. Political elites promise to deliver both. DI tools, particularly the ideational power triad, push us to go beyond the conventional thinking that the Kosovo status issue is simply a political one or that EU membership is a political or economic choice. When we consider these to be a question of competing ideas, we then have an easier time explaining the rhetorical platform of the Serbia political elite as well as Serbia’s rate of progress toward EU membership and a status solution on Kosovo. Like any mode of inquiry, there is always room for refinement and innovation. My challenge for DI’s research program is to think critically about the ideational power triad, looking particularly at the concept of power in ideas, and ask what leads to the breakdown of a hegemonic idea? At what point are ideas contestable again, bringing power through and over ideas back into play? One of DI’s greatest strengths is its dynamism. By addressing these questions, we will avert the trap of analytic stasis, and move DI’s research agenda forward in fruitful directions.

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Luke T. Hartman

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Revista Uruguaya de Ciencia Política - Vol. 24 N°2 - ICP - Montevideo

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EL DISCURSO POLÍTICO PARTIDARIO SOBRE LA POLÍTICA EXTERIOR EN BRASIL Y URUGUAY (2003-2014) Party Political Discourse on Foreign Policy in Brazil and Uruguay (2003-2014) Camilo López Burian* y Rodinei Tarciano Silva** Resumen: Desde una mirada que da relevancia a la dimensión ideacional y al papel de los partidos en la política exterior, este trabajo analiza el discurso de los senadores en Brasil y Uruguay (2003-2014) para construir una conceptualización de las ideas programáticas en esta arena política a partir de la dicotomía de filosofías públicas de izquierda y derecha. La primera apuesta a la integración regional, no solamente en lo comercial sino también en lo político, a la vez que prioriza las relaciones Sur-Sur. En lo económico plantea el impulso de la integración productiva de la mano de estrategias proteccionistas, con una perspectiva neodesarrollista. La segunda muestra preferencias por la apertura comercial unilateral al mundo, a partir de un énfasis marcadamente económico y normativamente liberal, en el marco de una estrategia de acción justificada como pragmática. Palabras Clave: política exterior, discurso político partidario, partidos políticos, Brasil, Uruguay Abstract: Assuming that the ideational dimension of political parties is relevant to foreign policy, this paper analyzes the parliamentary discourse of Brazilian and Uruguayan senators (2003-2014) in order to propose a conceptual framework for the study of programmatic ideas in the legislative arena through the ideological dichotomic relation between the left and the right public philosophies. The left wing discourse promotes regional integration beyond commercial matters, emphasizing political integration and SouthSouth relations, and focusing on productive integration by means of protectionist strategies according to the precepts of neo-developmentalism. The right wing discourse stress its preferences on universal and unilateral trade opening, emphasizing commercial integration on liberal bases, and focusing on strategic political actions so-called as pragmatic. Key Words: foreign policy, party political discourse, political parties, Brazil, Uruguay

1. Introducción Parte de la literatura sobre la política exterior coloca a las ideas de los actores en un lugar poco relevante a la hora de explicar las orientaciones que ésta asume. Otros *

Candidato a Doctor en Ciencia Política. Docente e investigador del Instituto de Ciencia Política de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República, Uruguay. Correo electrónico: camilo. [email protected] **

Doctor en Ciencia Política, Universidade Federal de São Carlos, Brasil. Auditor fiscal del Gobierno del Distrito Federal. Monitor del Programa Brasília Sem Fronteiras, Arizona State University y Georgetown University. Correo electrónico: [email protected]

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Camilo López Burian y Rodinei Tarciano Silva

estudios se centran en los presidentes dejando fuera del análisis, o considerando marginal, el papel que juegan los partidos a los que ellos pertenecen. Discutiendo con estos argumentos, este trabajo presenta como principal conclusión una propuesta sobre qué significa ser de izquierda o de derecha en política exterior. Para lograr dicho objetivo se realizó una discusión con la literatura sobre la política exterior apoyándose en los argumentos que fundamentan la importancia de los factores domésticos que condicionan el ciclo de la política exterior. Particularmente se atiende al papel de los partidos políticos, los cuales ejercen su influencia a través del Poder Ejecutivo o desde la arena parlamentaria. La primera sección se concentra en las discusiones con la literatura y en los aspectos teóricos y metodológicos. Las siguientes dos secciones de este trabajo se dedican al análisis de los discursos sobre la política exterior en los casos espacio-temporalmente definidos. Finalmente, y a partir del análisis empírico de los casos, se propone una conceptualización de las ideas programáticas en política exterior que se encuentran dentro de las filosofías públicas de izquierda y derecha para los casos analizados, la cual merecería ser analizada a la luz de otros casos sudamericanos para poder comprobar su alcance. 2. Partidos políticos y política exterior: consideraciones teóricas y metodológicas La literatura sobre la política exterior uruguaya y la política exterior brasileña ha resaltado, en términos generales en ambos casos, su carácter estable (Cervo 1994 y Pérez 2011). Octavio Amorim Neto, analizando el caso brasileño, demostró que hasta ese momento la principal determinante de la política exterior brasileña era una variable neorrealista1 que puede leerse como el lugar de Brasil en la estratificación del poder global, secundada por dos variables domésticas, el incrementalismo burocrático de Itamaraty y la fuerza ministerial de los partidos de izquierda (2012: 166-167). Debe decirse que este autor midió la orientación de la política exterior de Brasil a través de un proxy: el grado de convergencia entre este país y Estados Unidos en las votaciones en la Asamblea General de las Naciones Unidas (Ibídem: 46-75). En las conclusiones de su trabajo señaló que las transformaciones en el escenario mundial a partir de 2003 – acelerados desde la crisis de 2008– junto a los cambios domésticos hacían muy probable que los determinantes de la política exterior brasileña cambiasen (Ibídem: 177). En este sentido Janina Onuki y Amâncio de Oliveira (2010) identifican un conjunto de temas que generan polarización entre los partidos y donde los mismos tienen posiciones divergentes. Estos son la división Norte–Sur, donde los partidos de izquierda en Brasil buscan priorizar las relaciones Sur–Sur mientras los de la derecha consideran más adecuada la vinculación con los países desarrollados. El otro tema es el de la integración regional, donde la izquierda la impulsa, mientras la derecha la considera desventajosa y contrapone el impulso a la apertura de mercados extrarregionales. 1 Este enfoque puede encontrarse en la obra de Keneth Waltz (1988).

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Cuadro 1. Preferencias sobre la orientación de la política exterior clasificadas por filosofías públicas Foco Territorial Aliados estratégicos / Tipo de relacionamento

Izquierda

Derecha

Región

Mundo

Países emergentes / Sur – Sur

Países desarrollados / Norte – Sur

Fuente: Elaboración propia a partir de conceptualizaciones de Onuki y Oliveira (2010).

Debe señalarse una puntualización para diferenciar la orientación que los actores prefieren de la orientación que la política exterior efectivamente asume en un momento histórico. Mientras la orientación que prefieren los actores se sintetiza en el cuadro 1, la orientación efectiva de la política será el resultado del juego político y se ubica en uno de los nueve escenarios resultantes del cruce de dos variables tricotómicas. La primera es el tipo de aliados estratégicos priorizados, sean estos los países del Sur emergente, del Norte desarrollado o un grupo variados de países que recoja a países de ambos ámbitos. La segunda es el foco territorial privilegiado, sea este la región, la apertura al mundo o un equilibrio entre estas orientaciones (ver cuadro 2). Cuadro 2. Tipología de posibles orientaciones de la política exterior según el foco territorial elegido y los países priorizados como aliados. Aliados estratégicos

Foco territorial

Países emergentes + Región

Países emergentes + Región – Mundo

Países emergentes + Mundo

Amplitud de países + Región

Amplitud de países + Región – Mundo

Amplitud de países + Mundo

Países desarrollados + Región

Países desarrollado + Región – Mundo

Países desarrollados + Mundo

Fuente: Elaboración propia a partir de Luján (2011).

La orientación efectiva de la política es resultante del juego político de los actores y está determinada por las reglas institucionales y los recursos de los actores. El tipo de gobierno, de partido o coalición, mayoritario o minoritario, entre otros aspectos, es un punto clave para lograr impulsar una orientación específica de política exterior. Mientras que para poder comprender por qué los actores impulsan una orientación y no otra en una arena de política pública, es necesario atender a la dimensión ideacional (Sikkink 2009).2 En este sentido, trabajos sobre 2 Judith Goldstein (1993) plantea que, en condiciones de incertidumbre, las ideas se comportan como “hojas de ruta” que canalizan intereses hacia direcciones específicas de política, sirviendo como filtros, que proporcionan a los políticos la posibilidad de optar por ciertas estrategias. El mismo planteo también es

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Brasil y Uruguay ya han mostrado, a partir de la llegada de partidos de izquierda al gobierno, la importancia de la alternancia ideológica para comprender los cambios en las orientaciones de sus políticas exteriores (Belem Lopes 2013 y Luján 2010). En términos de actores relevantes, Robert Putnam (1988) señala los nexos entre política exterior y política doméstica donde los negociadores internacionales y sus respectivas bases de apoyo (partidos, grupos de interés y electores) son los actores centrales, cerrando negociaciones, óptimamente, cuando lo acordado a nivel internacional cuenta con el apoyo necesario a nivel doméstico para su ratificación. En ambos casos seleccionados, Brasil (2003-2014) y Uruguay (2005-2014), el Poder Ejecutivo concentra la capacidad de iniciativa en política exterior, mientras que el Poder Legislativo fiscaliza sus acciones y tiene el papel de aprobar, o bloquear, tratados internacionales ya acordados por el Ejecutivo. A partir del análisis de este entramado institucional y aplicando la conceptualización de delegación (Kiewiet y McCubbins 1991; Cox y McCubbins 1993; Epstein y O’Halloran 1999) se ha analizado el caso brasileño como un ejemplo donde el Poder Legislativo se posiciona como principal y el Ejecutivo como el agente en búsqueda de eficiencia (Lima 2000; Lima y Santos 2001). Sobre el argumento de la delegación o abdicación del Legislativo en manos del Ejecutivo en asuntos de política exterior, algunos autores señalan la existencia de la construcción de una arena de políticas en la cual se genera un consenso entre los partidos, lo que se conoce como bipartisanhip en el caso estadounidense (Dahl 1950). También estudiando la política exterior y de defensa, en el mismo caso, otros autores señalan que la naturaleza de la política es clave porque explica un mayor apoyo al Presidente que en otras políticas del ámbito doméstico (Lindsay y Ripley 1992). Mientras que otros autores ponen énfasis en los incentivos de los actores al señalar que los mismos no visualizan como redituable en votos a esta arena de política, a la vez que proponen que es más costoso obtener información para tomar posiciones en temas de política exterior para los actores que están fuera del Ejecutivo (Kegley y Wittkopf 1995). Por su parte Lisa Martin (2000), estudiando parte de la política exterior, mostró que en asuntos de cooperación internacional no hay delegación total del Legislativo en el Ejecutivo, sino que existen momentos donde se realizan controles, bloqueos y cooperación entre poderes. A partir del análisis empírico comprueba cómo la delegación no significa una total abdicación, siendo clave el momento en que se verifican divergencias entre las preferencias del principal y el agente, pudiendo generarse conflictos. A partir de este señalamiento, debe recordarse que los partidos inciden en la política exterior ejerciendo directa influencia en la toma de decisiones en el ámbito del Poder Ejecutivo (en gobiernos de partido o de coalición), a través del Presidente, del Ministro de Relaciones Exteriores u otros ministros que, integrando el Gabinete, pueden participar de las decisiones en política exterior. O indirectamente al participar del sistema de pesos y contrapesos en el proceso de la política, sea mediante la intervención del Parlamento en la ratificación de tratados, convenios u otras normadesarrollado en el trabajo de Judith Goldstein y Robert Keohane (1993).

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tivas relativas a la política exterior, o a través de la fiscalización y el control político del Legislativo sobre el Ejecutivo (Onuki y Oliveira 2010: 146). Los partidos también pueden ejercer su influencia sobre la burocracia especializada del Ministerio de Relaciones Exteriores, sea a través de la conducción política de los cargos de dirección, o mediante el relacionamiento informal entre los diplomáticos y los políticos. Por más aisladas que se encuentren, las burocracias siempre pueden ser permeadas por la política partidaria. La literatura que da importancia al Poder Legislativo y los partidos en la arena de la política exterior señala, en términos generales, tres aspectos que combinados o individualmente explican el posicionamiento de los actores. Uno de estos factores podría agruparse bajo la etiqueta conceptual de “intereses” al incluir aspectos como la intermediación y representación de intereses y la rendición de cuentas frente a su base electoral (constituency) (Fordham 1998; Conley 1999). Otros autores colocan el acento en aspectos institucionales como la disciplina partidaria (Malloy 2003), mientras que un grupo de autores dan un lugar central a la ideología (Therién y Noel 2000; Milner y Judkins 2004; Marks, Wilson y Ray 2006). Siguiendo este último enfoque, Janina Onuki, Pedro Feliú Ribeiro y Amâncio de Oliveira (2009), analizan votaciones nominales en política exterior demostrando que la ideología es un importante factor para explicar el voto de los diputados en esta arena en los casos de Argentina y Chile. A partir esta consideración de la importancia de la ideología como factor relevante para explicar la orientación de la política exterior, se aborda el estudio de Brasil y Uruguay (2003-2014). En el primer caso se abarcan ambos gobiernos de Luiz Inácio Lula da Silva y el primer gobierno de Dilma Rousseff, mientras que en el segundo se abordará el primer gobierno de Tabaré Vázquez y el de José Mujica. Tal como sostiene parte de la literatura antes referida, los partidos tienen un papel clave en la orientación de la política exterior, y por ello en este trabajo se les considera los actores centrales del proceso de esta política. Por lo tanto serán las unidades de análisis mientras que los parlamentarios se constituyen en unidades de observación, en tanto los emisores de discursos que vehiculizan ideas políticas. Se entenderá, entonces, por actor a un grupo o individuo con identidad, estrategia y recursos para llevar adelante su acción y por instituciones a las reglas formales e informales que son creadas y modificadas por los actores y a la vez condicionan el comportamiento de los mismos (Acuña y Chudnovsky 2013). Tal como señaló Luis Eduardo González, sobre el caso uruguayo, colocar la mirada en el Legislativo permite visualizar a los partidos, y particularmente el Senado se constituye en un espacio clave porque allí se concentran las figuras políticas más importantes (1993: 24). Para ambos casos es relevante analizar a los partidos en el Legislativo, al ser ejemplos de presidencialismo pluralistas (Lanzaro 2001: 15-49). El presidencialismo de coalición brasileño (Abranches 1988) tiene lugar en un sistema multipartidario y con alta fragmentación, donde se registra la formación de mayorías por medio de coaliciones electorales y legislativas (Figueiredo y Limongi 1999; Santos 2002). Mientras que en el caso uruguayo, el sistema electoral se constituyó en la clave estructuradora de un sistema multipartidista, hoy pautado por una competen-

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cia bipolar a nivel del sistema y a nivel intrapartidario, con partidos programáticos, integrados por fracciones altamente institucionalizadas, con alta visibilidad pública y fuertes liderazgos (Chasquetti y Moraes 2000). Como se señaló, para comprender las orientaciones de política exterior que impulsan los actores, sean partidos o fracciones, es necesario abordar la dimensión ideacional. Desde el institucionalismo discursivo Vivien Schmidt (2008) señaló que las ideas son el contenido de los discursos enmarcados en instituciones. Este enfoque teórico analiza la interacción de las ideas políticas en espacios estructurados por reglas para el debate democrático que generan una acción política basada en ideas pactadas o vencedoras.3 De esta manera, el institucionalismo discursivo busca comprender las ideas en el interior de un ambiente político estructurado para el debate de ideas y cómo la interacción resulta en una acción política objetiva y posterior, sea esta, por ejemplo, una política pública o un cambio en las reglas de la competencia electoral o el proceso de gobierno. El trabajo que aquí se presenta aborda las ideas de los representantes políticos en momentos de debate parlamentario en torno proposiciones legislativas, temas políticos, posiciones partidarias, acontecimientos domésticos relacionados con la política exterior o internacionales. Por otra parte, Sammuel Eldersveld (1982) señala que los partidos se estructuran para disputar y actuar en tres dimensiones distintas pero confluentes: la electoral, la representativa y la ideológica. La dimensión ideológica se visibiliza en el campo del discurso político, donde las ideas son expuestas en ambientes discursivos estructurados para su examen y su debate. Esto hace necesario categorizar las ideas políticas. En el institucionalismo discursivo se definen tres niveles de abstracción de las ideas, ordenadas desde mayor a menor nivel de abstracción: las filosofías públicas, las ideas programáticas y las soluciones concretas de políticas (Mehta 2011). Cada uno de estos niveles de ideas tiene dos funciones paralelas, la cognitiva y la normativa. La primera define los objetivos y los propósitos, a partir de una forma de comprender los fenómenos, los problemas y su causalidad, dando así un mapa de ruta de posibles soluciones. Mientras que la segunda se centra en la definición de objetivos políticos a partir de valores (Schmidt 2002: 214). Las filosofías públicas ocupan el mayor nivel de abstracción y se constituyen en los grandes lineamientos que orientan la acción política de manera general. El segundo nivel, el de las ideas programáticas se centra en la definición de los problemas, los asuntos a considerar, los objetivos, la forma de alcanzarlos, los métodos y los instrumentos para la acción. Mientras que las soluciones concretas de políticas son las propuestas específicas de acción para cada caso. Algunos antecedentes sobre el mapeo de las preferencias sobre políticas, enmarcadas dentro de las filosofías públicas de izquierda y derecha, han puesto la mirada sobre los programas políticos de los partidos (Budge et al 2001 y Klingemann et al 2006, entre otros). Estos trabajos, a través de ejercicios inductivos, señalan que los posicionamientos de izquierda muestran preferencias por políticas favorables a la integración regional, mientras la misma es vista con desconfianza desde la dere3 El institucionalismo discursivo se aleja de visiones del discurso como la foucaultiana.

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cha. Mientras la izquierda se alinea con principios antimperialistas, la segunda da un lugar de mayor importancia a los asuntos de defensa y seguridad internacional, a la vez que impulsa la libre empresa y cuestiona la planificación económica y el proteccionismo, en tanto elementos que se conjugan con la estrategia de inserción internacional propuesta por la izquierda. Los siguientes dos apartados se dedican a presentar los casos estudiados con el objetivo de construir una conceptualización sobre las ideas programáticas que definen qué es ser de izquierda o de derecha para los casos analizados. Este resultado, por su parte, podría ser utilizado para otros casos sudamericanos, en el marco temporal de los primeros tres lustros del siglo XXII, de forma de medir el alcance de su validez. Luego de realizar estas consideraciones teóricas y metodológicas se abordan a continuación los casos propuestos. En cada uno de estos apartados se explicitan aspectos metodológicos específicos de cada caso. 3. Partidos políticos, discursos y política exterior en el Senado brasileño Como se señaló anteriormente, las características institucionales del régimen de gobierno brasileño dan al Ejecutivo la iniciativa en política exterior. El Legislativo puede aprobar o rechazar tratados internacionales firmados por el Ejecutivo y, solamente, los senadores tienen la potestad de aprobar nombramientos de embajadores y financiamientos internacionales. Desde el enfoque ideacional y utilizando el análisis de discurso como abordaje metodológico, un análisis más amplio de la política exterior brasileña, entre 2003 y 2014, muestra que el debate parlamentario más frecuente y relevante en el Senado se refirió a las prioridades de inserción económica internacional de este país (Silva 2014). Por este motivo en este apartado se centrará el análisis en los principales asuntos debatidos en este eje: el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) (2003-2006) y el Mercosur (2006-2012). Con este fin se analizaron todos los debates sobre estos asuntos que tuvieron lugar en la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado brasileño. Debe señalarse que el Reglamento Interno del Senado Federal determina que las designaciones para las presidencias y los asientos en comisiones permanentes deben seguir el principio de la proporcionalidad entre los partidos conforme el resultado de las elecciones nacionales para cada casa legislativa. Así, el discurso político en este ámbito reproduce, reducidamente, los clivajes ideológicos y programáticos del sistema partidario brasileño. En este apartado se ilustra el análisis a través de la inclusión de fragmentos de discursos representativos de las posiciones de los partidos. En términos generales, el discurso sobre la política exterior que presentan los partidos de izquierda –Partido Socialismo e Liberdade (PSOL),4 Partido Comunista do Brasil (PCdoB), Partido Socialista Brasileiro (PSB), Partido Democrático Trabal4 El PSOL surgió en 2004 a partir de la salida de un conjunto de líderes del PT, destacándose la figura de Heloísa Helena.

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hista (PDT), Partido dos Trabalhadores (PT) y Partido Popular Socialista (PPS)– muestra la priorización de las relaciones Sur-Sur y de la integración sudamericana (especialmente en el contexto del Mercosur) como clave estructurante de sus preferencias sobre el tipo de relacionamiento a privilegiar en esta arena, los aliados estratégicos y el foco territorial a priorizar. En estos discursos el antimperialismo es un principio orientador de los posicionamientos políticos. En los casos del PSOL y PCdoB la iniciativa de creación del ALCA, impulsada por Estados Unidos, fue interpretada como un acto imperialista. En este sentido, la senadora Heloísa Helena (PSOL) se refirió a una eventual firma del ALCA como “anexión” y “esclavitud” comercial (17/06/2003), y el senador Inácio Arruda (PCdoB) se refirió a la integración sudamericana como un freno al ALCA: “O principal, o mais importante para a América do Sul é a nossa integração. [...] Esses países, especialmente os países que formam hoje o Mercosul, eles foram muito importantes para evitar a formação de outro bloco, que, do ponto de vista econômico, do peso de uma única nação, tornava essas nações quase que colônias, que era a formação do bloco a ALCA” (27/10/2009). En este debate, los senadores de la izquierda más moderada, especialmente del PT, estructuraron un argumento a favor de una concepción de la integración regional opuesta a la estrategia que privilegia la apertura comercial en clave liberal. Los principales fundamentos esgrimidos, asociados a una concepción neodesarrollista, se presentaban como formas de atender el interés nacional de Brasil. Los senadores Roberto Saturnino (09/05/2006) y Aloízio Mercadante (08/05/2008) afirmaron que la integración más importante, de América del Sur y de América Latina, debe ser la integración política. Los senadores Eduardo Suplicy (23/03/2006) y Flávio Arns (22/01/2004) argumentaron que el ALCA tenía como único objetivo el libre flujo de mercancías, mientras que el Mercosur implica un proceso de integración que atiende otras dimensiones más allá de lo económico y comercial (31/03/2005). El centrista Partido do Movimento Democrático do Brasil (PMDB), socio coalicional del PT,5 manifestó un apoyo a la integración a partir de una concepción diferente al PT. Su visión positiva de la integración echa raíces en un enfoque nacionalista del desarrollismo pero no identificado con la izquierda. A pesar de tener concepciones diferentes al PT en política exterior, el posicionamiento fue convergente entre ambos en relación al rechazo al ALCA. En este sentido señalaba el senador Pedro Simon (PMDB), en la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado, señalaba: “Acho que o Brasil teve uma vitória, porque o americano queria criar uma entidade que fosse uma nova organização americana de livre comércio, onde o americano dominaria.” (12/11/2009). Desde los partidos de izquierda, los tratados de libre comercio (TLC) bilaterales entre los países latinoamericanos y los Estados Unidos son evaluados como perjudiciales y opuestos a la integración regional sudamericana. Debe señalarse que 5 Durante el primer periodo de gobierno de Lula algunos integrantes del PMDB, en forma individual y asumiendo cargos, brindaron apoyo político al gobierno, pero éste no contó con el apoyo del partido en su totalidad. Posteriormente el PMDB se constituyó en socio de coalición para el segundo gobierno de Lula.

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esta visión generalizada en la izquierda también aparece en el PMDB, pero en este caso asociada a una visión nacionalista. La iniciativa uruguaya de negociar un TLC con los Estados Unidos recibió una contundente crítica desde este partido por ser entendida como perjudicial para los intereses nacionales de Brasil. Pedro Simon afirmaba: “O Uruguai está querendo sair, o Uruguai está negociando diretamente, com o Presidente, com o Presidente americano, imitar o México, imitar o Chile, fazer uma negociação direta de Governo a Governo e sair do Mercosul.” (16/05/2006). Por el contrario, los partidos de derecha –Partido da Social Democracia Brasileira (PSDB), Partido Trabalhista Brasileiro (PTB), Partido Progressista (PP), Partido Republicano Brasileiro (PRB) y Democratas (DEM)6– sostienen en sus ideas programáticas el libre comercio como la clave estructuradora de la política exterior y defienden los acuerdos de libre comercio como el instrumento más eficaz para la concreción de la estrategia aperturista. Desde partidos posicionados a la derecha, la integración con los países sudamericanos (especialmente el proceso de Mercosur) y las relaciones especiales con países en desarrollo (relaciones tipo Sur-Sur) solamente se consideran positivamente si se encuadran dentro de una lógica de pragmatismo7 y de ventajas comerciales. El senador Arthur Virgílio fue, hasta 2010, uno de los principales portavoces en política exterior del opositor PSDB en el Senado. Su discurso ejemplifica la preferencia, de los partidos situados más a la derecha, por el ALCA y los TLC, en detrimento del Mercosur: “Eu vejo que é um golpe de morte no Mercosul, que o Mercosul agoniza, e eu sou a favor de entendimento altivo, mas de entendimento com a ALCA. Eu sou a favor de nós estreitarmos os laços com países parecidos conosco, como China, Índia, África do Sul. Eu sou a favor disso, mas percebo que nós não vamos poder permitir que fique nascendo uma ALCA às nossas costas. E a minha indagação primeira é Mercosul, ou seja, Mercosul está a meu ver virando uma ficção. […] eu sou a favor da entrada da Venezuela e da América do Sul inteira no Mercosul, mas ele entra com a cabeça de liderar o bloco do Mercosul, ele não tem a menor condição objetiva de fazê-lo e entra para voltar o Mercosul contra a ALCA, para voltar ao Mercosul contra os interesses da União Européia.” (02/08/2006). 6 Constituido en 2007 como proceso refundacional del Partido da Frente Liberal (PFL). 7 La contraposición entre una política exterior orientada por la ideología o por el pragmatismo ha sido una de las claves analíticas de la literatura sobre los casos latinoamericanos. Gian Luca Gardini y Peter Lambert (2011) definen a la ideología como una perspectiva cognitiva y normativa que guía la acción más allá de las situaciones concretas en las que se tenga que desarrollar la política. Por otra parte el pragmatismo es definido por un accionar maximizador de beneficios, en relación a los objetivos políticos delineados y en función de los recursos disponibles. Si bien se utiliza esta categorización para conceptualizar, explícita o implícitamente, algunas de las ideas programáticas que se incluyeron en el cuadro 3, debe señalarse que la misma puede recibir comentarios críticos. Por una parte, acciones en política exterior que pueden verse como ideológicas pueden ser pragmáticas, a la vez que la concepción pragmática, tal como aparece en el discurso de algunos legisladores, es a la vez ideológica al ser también una perspectiva cognitiva y normativa. La problematización de estos conceptos queda para una agenda de investigación futura que deberá profundizar sobre ambos polos de este continuo como conjuntos de ideas cognitivas y normativas.

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Desde la oposición el senador José Agripino, líder del partido de derecha DEM, afirmó que “O nosso Mercosul, na minha opinião, está cambaleante, ele está mal, ele está mal. Pode, atravessadas as crises, pode voltar a existir. Mas eu acho que é oportuno que o assunto ALCA volte à Ordem do Dia” (12/11/2009). El Mercosur es, para los partidos de derecha, válido solamente como instrumento de inserción en TLC con otros países y con otras zonas de libre comercio, como la Unión Europea. Otro debate parlamentario que también visibilizó la oposición de filosofías públicas de izquierda y derecha se refirió a la entrada de Venezuela al Mercosur. Este debate también provocó la confrontación de posiciones sobre el proceso de integración. Desde la izquierda el ingreso de Venezuela fue defendido con argumentos que iban desde el latinoamericanismo hasta aspectos vinculados a los beneficios para el desarrollo regional que el ingreso de este país le aportaría al proceso. Mientras que la derecha, con un discurso que acusaba de “ideologización” de la política exterior, proponía el pragmatismo en las relaciones comerciales con los países latinoamericanos. Desde estos partidos se fue construyendo un discurso contrario al proceso de integración del Mercosur, donde el mismo se constituía como una limitante para una mejor inserción comercial, a la vez que se lo visualizaba como un espacio impulsado por gobiernos ideológicamente afines. Como se verá en el próximo apartado, en Uruguay también se desarrolló una narrativa sobre el Mercosur con las mismas características. 4. Partidos políticos, discursos y política exterior en el Senado uruguayo En Uruguay la política exterior es conducida por el Ejecutivo, sea a través del Presidente, de éste actuando junto al Ministro de Relaciones Exteriores o con su gabinete reunido en el Consejo de Ministros. En temas económico-financieros y de inserción comercial internacional el Ministerio de Economía y Finanzas juega un papel central, a la vez que el Ministerio de Defensa Nacional también lo hace en los temas de su competencia.8 En situaciones específicas compiten o cooperan en la toma de decisiones, emergiendo en algunos casos el centro presidencial como ámbito de abordaje de la política exterior. El Legislativo9 tiene la potestad de ratificar o rechazar los tratados que el Poder Ejecutivo suscribe, pudiendo bloquear las iniciativas, a la vez que tiene capacidades de fiscalización sobre el Ejecutivo.10 Desde la vuelta a la democracia en 1985, se registraron tres gobiernos de partido (uno minoritario y dos mayoritarios) y tres gobiernos de coalición (siendo mayoritarios en una gran cantidad de años). Los presidentes, en términos generales, reservaron el cargo de Canciller para su partido e incluso para su propia fracción. 8 Si bien hay otras unidades estatales, a nivel nacional y subnacional, involucradas en el proceso, no se las detalla aquí para focalizarse en el argumento. 9 El Senado y la Cámara de Diputados poseen, cada una, una Comisión de Asuntos Internacionales que puede proponer modificaciones a la legislación, aunque en la práctica la tasa de modificación es baja (Chasquetti 2014a). 10 Mediante el pedido de informes, el llamado de ministros en régimen de comisión general o a sala, este último con la posibilidad de censurar al titular de la cartera si se logran los votos necesarios en la Cámara.

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Cuando esto no ocurrió, se utilizó para cohesionar al partido ofreciéndolo a la segunda fracción más votada de su partido o como parte del pacto coalicional cuando se integró a un representante del partido socio (Chasquetti, Buquet y Cardarello 2013). Estos partidos, programáticos y cohesionados, muestran –al igual que las coaliciones– un alto grado de disciplina en el parlamento, lograda mediante recursos institucionales que los líderes de fracción poseen para disciplinar a sus legisladores (Chasquetti 2014b). Desde la vuelta a la democracia en 1985, la agenda de la política exterior uruguaya tiene en su centro los aspectos económico-comerciales (López Burian 2015: 153-163). En este análisis se aborda el debate sobre la inserción económica internacional del Uruguay, que contrapuso la apertura comercial en clave liberal a la apuesta regional en clave de integración productiva. Para ilustrar este debate se recogen argumentos de los discursos de los senadores en las instancias de discusión sobre la propuesta de un TLC con Estados Unidos (2005-2007) y la posibilidad del ingreso de Uruguay como miembro pleno de la Alianza del Pacífico (2013-2015). Ambas situaciones fueron discursivamente construidas como una alternativa dicotómica entre la apuesta a la región versus la apertura al mundo, y particularmente en sintonía con Estados Unidos, a la vez que mostraron convergencias y divergencias a nivel inter e intrapartidario. Se analizaron todas las sesiones del Senado donde se debatieron los temas seleccionados y su análisis se presenta estructurado a partir de dimensiones temáticas que se sintetizarán en las conclusiones. La elección del Senado se fundamenta en que es el lugar ocupado por la mayoría de los jefes de partidos y de fracciones, por lo tanto permite visibilizar las posiciones de los actores más relevantes y representativos. En primer término debe señalarse que la llegada del Frente Amplio (FA) al gobierno, y por lo tanto la alternancia ideológica, generó un cambio en la orientación de la política exterior (Luján 2010). Esto llevó a que los partidos Nacional (PN) y Colorado (PC), socios coalicionales en la posdictadura, construyesen el discurso de la ruptura de consensos en política exterior. En este sentido, durante el debate sobre la firma de un TLC con Estados Unidos, Jorge Larrañaga, líder del PN en ese momento, señalaba: “La política exterior debe ser una política de Estado […] cuando este Gobierno comenzó a funcionar, la política exterior ha sido una política de partido.” (22-23/08/2006).11 En aquel debate, uno de los elementos centrales de divergencia fue el papel del Estado en la inserción internacional. Larrañaga recogía las expresiones del Ministro de Relaciones Exteriores Reinaldo Gargano al decir que: “[…] el señor Canciller sentenció que la inserción internacional debe respetar aquélla definida por el programa del Frente Amplio– ante todo: defender la producción nacional.” (22-23/08/2006). Y en el debate sobre el ingreso de Uruguay como miembro pleno de la Alianza del Pacífico, en 2013, Constanza Moreira (FA) refiriéndose a los miembros de dicho bloque señaló: “Estos países se han autodefinido como una alternativa al estatismo del 11 Todas las citas de estas fechas corresponden al Diario de Sesiones de la Cámara de Senadores Nº 109, T. 435, disponible en: http://www.parlamento.gub.uy/sesiones/AccesoSesiones.asp?Url=/sesiones/diarios/ senado/html/20060822s0034.htm

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Atlántico, al que pertenece Uruguay, Argentina y Brasil. Un país estatista como Uruguay, ¿a qué otra cosa podría pertenecer?” (09/07/2013).12 Al igual que en Brasil, actores de centroderecha contraponen un accionar pragmático en política exterior, visto como el correcto, mientras consideran al accionar de izquierda como ideológico. En este sentido señalaba Francisco Gallinal (PN) en 2006: “El ingreso de Venezuela al Mercosur, […] está basado en la opinión del propio Gobierno en cuanto a una afinidad de carácter ideológico. La resolución que adopta el Mercosur […] rechazando al ALCA, también es una definición con un contenido ideológico muy decidido y muy claro […].” (22-23/08/2006). Criticando esta postura, Alberto Couriel (FA) manifestaba: “A veces se acostumbra a decir que los que hablan de ideología son los de la izquierda– y en realidad los hay, pero muchas veces los ideólogos son los de la derecha, que entienden que una cosa es necesariamente buena aunque los fundamentos que se puedan dar no tengan nada que ver con la realidad.” (22-23/08/2006). Esta discusión hace referencia al carácter de los intereses nacionales. Subjetivos en su construcción para unos y objetivos para otros, solamente necesitando la racionalidad técnica para su correcta formulación, como señalaba el ex Ministro de Economía y Finanzas Isaac Alfie (PC) al decir que: “No se puede seguir esperando una discusión ideológica viendo que el mundo pasa– no se puede seguir dependiendo de ideologías perimidas– debemos entrar al mundo moderno.” (22-23/08/2006). Este razonamiento por parte de algunos actores también fundamenta la necesidad de la apertura al mundo en clave liberal como estrategia de inserción. En este sentido Larrañaga señalaba en 2006 que: “El Partido Nacional cree en el Mercosur, pero no en éste de la hipocresía, de la pequeñez, de la estridencia, de los discursos populistas […]. El Mercosur es un proyecto comercial […] abierto que le permita al país insertarse en la región […] que nos posibilite abrirnos al resto del mundo. […] el Mercosur tiene que ser una oportunidad, pero no puede ser una trampa. […] los fines y objetivos […] son esencialmente comerciales y se resumen en la constitución de un mercado común.” (22-23/08/2006). En el FA las posiciones internas en ambos debates –TLC y Alianza del pacífico– mostraron divergencias. Mientras se registraron posiciones fuertemente regionalistas apostando a la integración productiva, otros –de fracciones moderadas– se manifestaron más favorables a la apertura comercial bilateral. En este sentido, Danilo Astori (FA) quien era en ese momento Ministro de Economía y Finanzas señalaba en el marco del debate sobre la posibilidad de avanzar en un TLC con Estados Unidos: “[…] la apertura del país […] es absolutamente fundamental para una economía pequeña como la nuestra […] nuestro rumbo de la política de inserción internacional se 12 Todas las citas de estas fechas corresponden al Diario de Sesiones de la Cámara de Senadores Nº 227, T. 509: http://www.parlamento.gub.uy/sesiones/AccesoSesiones.asp?Url=/sesiones/diarios/senado/ html/20130709s0029.htm

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basa en la visión de regionalismo abierto, esto es, no en el proyecto regional como estación terminal porque la vinculación del Uruguay con el mundo no termina aquí, sino como algo muy diferente: una plataforma de lanzamiento al mundo.” (22-23/08/2006). A la vez que afirmaba la importancia de buscar acuerdos bilaterales. Los partidos fundacionales (PN y PC) manifestaron su apoyo a la iniciativa del TLC y al ingreso de Uruguay como miembro pleno de la Alianza del Pacífico. En ambos casos Astori, y la fracción bajo su liderazgo, coincidió con el PN y el PC sobre el rumbo a tomar. En ambos casos la postura aperturista fue bloqueada por la interna del FA. El posicionamiento a favor del TLC se registró de forma unánime en el PC y el PN. Larrañaga, en 2006, señalaba que: “[…] No existe otra alternativa viable: es TLC o nada.” (22-23/08/2006). Y en 2013 sostenía que: “Se puede tener un TLC con Estados Unidos a través de la Alianza del Pacífico o […] con la Unión Europea.” (09/07/2013). Desde la izquierda emergió un discurso contrario a los TLC, particularmente desconfiado con Estados Unidos y apostando a la región y las relaciones Sur-Sur. En 2013 Eduardo Lorier (FA) afirmó que la Alianza del Pacífico busca: “[…] impedir la consolidación de la integración regional y aislar a Brasil, pero también aislar a Argentina y a Venezuela.” A la vez que la visualizaba como “[…] la pata americana, es la cabeza de playa del Acuerdo de Asociación Transpacífica, que Estados Unidos pretende convertir en el brazo económico de su megaproyecto militar para contener a China. […] es dificilísimo hablar de un Mercosur potente cuando las derechas continentales se suman a la Alianza del Pacífico.” (09/07/2013). El análisis de los discursos también revela otra dicotomía relacionada con las anteriores. Para la izquierda los asuntos políticos presentan, en ocasiones, una mayor relevancia que los económicos. La crítica a esta postura era expresada por el excanciller del PN Sergio Abreu: “Estamos anestesiados por simpatías políticas que son muy importantes y muy legítimas, pero no acumulamos por sublemas, señor Presidente– los países no tienen amigos, tienen intereses.” (22-23/08/2006). El desacuerdo también emergió en relación al control de los recursos por parte del Estado y el proteccionismo. Sobre el freno a las privatizaciones mediante iniciativas populares, acontecidas en la década de 1990 e inicios de los 2000, y señalando los impactos de un TLC con Estados Unidos señalaba Sergio Abreu: “¿El Gobierno quiere mantener o no el sistema de monopolios públicos? […] Los plebiscitos que se hicieron quedaron supeditados a una gran negociación con Estados Unidos, donde el imperio nos dice que para la inserción externa del país tenemos que desmantelar lo que decidimos por la vía de la soberanía popular. ¿Es un tema nuestro? No, porque siempre hemos sostenido una posición diferente– es un tema de la fuerza de Gobierno que lo tendrá que laudar.” (22-23/08/2006).

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Desde la llegada del FA al gobierno, y particularmente durante el gobierno de José Mujica, la política exterior uruguaya se fue constituyendo en una de las arenas de mayor debate político en el país. Desde el FA, no sin disonancias internas, se planteó un discurso que hizo énfasis en la región, las relaciones con el Sur emergente y dando al Estado un papel central en el desarrollo y la inserción internacional. La narrativa que propone la estrategia de apertura comercial, muchas veces la fundamenta como el fruto de la aplicación de la racionalidad técnica. Con estas palabras lo expresaba en 2006 Luis Alberto Heber (PN): “Me refiero a las instrumentaciones y adecuaciones que ha puesto en práctica a lo que es hoy un mundo pragmático, comercial y globalizado. Los que no se prepararon para esos cambios sumieron a sus pueblos en la pobreza y en la miseria– eso es muy claro.” (22-23/08/2006). De una forma similar a la del caso brasileño, las posiciones aperturistas consideran positivo el impacto de la globalización, sostienen el liberalismo económico como el mejor plan de desarrollo y el “pragmatismo” como estrategia dominante. 5. Consideraciones finales Luego de analizar los discursos políticos de los partidos sobre la política exterior en los casos seleccionados, se presenta en el cuadro 3 una síntesis de las ideas programáticas que se pueden organizar de forma subordinada a las filosofías públicas de izquierda y de derecha. Como se señaló anteriormente, las ideas programáticas son centrales en la definición de los problemas, los asuntos a considerar, los objetivos, la forma de alcanzarlos, los métodos y los instrumentos para la acción política que se concretará en acciones específicas. Cuadro 3. Ideas programáticas clasificadas por filosofías públicas de izquierda y de derecha sobre política exterior Izquierda

Derecha

Inserción comercial internacional planeada y centralizada por el Estado

Inserción comercial internacional competitiva y descentralizada

Relaciones exteriores basadas en ideologías políticas y económicas afines

Relaciones exteriores basadas en el pragmatismo político y económico

Integración económica esencialmente regional (Mercosur, América del Sur y Latina)

Apertura y relacionamiento económico con bloques y países diversos (Unión Europea, EEUU, NAFTA, etc.), más allá de la integración regional

Actitud crítica frente a los acuerdos de libre comercio

Apoyo a los acuerdos de libre comercio

Cuestionamiento al libre flujo de mercancías

Defensa del libre flujo de mercancías

Priorización de las relaciones Sur-Sur Enfoque en Relaciones Norte-Sur y en relaciones Sur(independientemente de su relevancia comercial) Sur (solamente países relevantes comercialmente) Enfoque en relaciones políticas internacionales

Enfoque en relaciones económicas internacionales

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Mayor proteccionismo doméstico frente al comercio internacional

Mayor liberalización doméstica frente al comercio internacional

Impulso de la reforma profunda de todo el sistema multilateral (restructuración)

Reformas puntuales en el sistema multilateral (mejorías)

Crítica a la globalización y al liberalismo comercial

Defensa de la globalización y del liberalismo comercial

Discurso de nacionalización, monopolio o Discurso de desnacionalización o de libre comcontrol del Estado sobre recursos y empresas petencia en la exploración y explotación de estratégicas o energéticas recursos estratégicos o energéticos Fuente: Elaboración propia a partir de Silva (2014: 245).

El ejercicio analítico realizado muestra cómo el discurso sobre la política exterior de los senadores en Brasil y Uruguay está estructurado en una lógica partidaria que opone izquierda y derecha, de forma antagónica, con características comunes en ambos casos, y que es congruente con las dinámicas de competencia y cooperación que generan las instituciones electorales y de gobierno en ambos casos. La filosofía pública de derecha muestra preferencias por la apertura comercial al mundo, a partir de un énfasis marcadamente económico y normativamente liberal, en el marco de una estrategia de acción justificada como pragmática. Esta forma de inserción comercial internacional busca ser competitiva y descentralizada, teniendo en los acuerdos de libre comercio un instrumento acorde con la misma, que tiene efectos que producen liberalización doméstica frente al comercio internacional. A este planteo se contrapone una filosofía pública de izquierda que propone, en política exterior, una apuesta a la integración regional, no solamente en lo comercial sino también en lo político, a la vez que prioriza las relaciones Sur-Sur. En lo económico, desde esta perspectiva, en algunos planteos emerge el impulso de la integración productiva de la mano de estrategias proteccionistas (nacionales y regionales), con una perspectiva neodesarrollista. En este sentido, la priorización regional o la apertura al mundo parecen responder a posicionamientos tácticos para el desarrollo, siendo unos estatistas (con grados variables de proteccionismo) mientras otros visualizan en el libre comercio la clave estructuradora para alcanzar sus objetivos. Adicionalmente debe agregarse que cada filosofía política se compone de ideas que poseen funciones cognitivas y normativas, generando comprensiones y evaluaciones diferentes sobre el funcionamiento y los efectos del sistema internacional, la globalización y las reglas que componen los regímenes internacionales.13 Por otra parte, en términos generales, este trabajo buscó construir una caracterización de las filosofías públicas de derecha e izquierda en política exterior a partir de la interacción entre propuestas teóricas del institucionalismo discursivo y el análisis del discurso parlamentario al estudiar dos casos. La conceptualización de las ideas 13 Según Stephen Krasner los regímenes internacionales son principios, normas, reglas y procedimientos de decisión en torno a los cuales convergen las expectativas de un determinado campo de actividad (1982). Por su parte Robert Keohane y Joseph Nye conceptualizan a los regímenes internacionales como redes de reglas, normas y procedimientos que configuran el comportamiento y controlan sus efectos en un campo de actividad (1988).

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programáticas en política exterior que se encuentran dentro de las filosofías públicas de izquierda y derecha en los casos estudiados, presentada en esta sección, merecería ser analizada para otros casos sudamericanos del mismo período para poder comprobar su alcance, a la vez que hacerla dialogar con otras variables relevantes señaladas por la literatura para observar sus influencia en la orientación de la política exterior que efectivamente logran impulsar los gobiernos. Bibliografía Abranches, Sérgio (1998). “Presidencialismo de coalizão: o dilema institucional brasileiro”. Dados 31 (1): 5-33. Acuña, Carlos H. y Mariana Chudnovsky (2013) “Cómo entender las instituciones y su relación con la política: lo bueno, lo malo y lo feo de las instituciones y los institucionalismos”. En Carlos H. Acuña (comp.) ¿Cuánto importan las instituciones? Gobierno, Estado y actores en la política argentina. Buenos Aires, Siglo Veintiuno: 13-67. Amorim Neto, Octavio (2012). De Dutra a Lula: a condução e os determinantes da política externa brasileira. Rio de Janeiro: Elsevier. Belém Lopes, Dawisson (2013). Política externa e democracia no Brasil. Ensaio de interpretação histórica. UNESP: São Paulo. Budge, Ian, Hans-Dieter Klingemman, Andrea Volkens, Judith Bara, y Eric Tanenbaum (2001). Mapping policy preferences. Estimates for Parties, Electors and Governments 1945-1998. Oxford: University Press Oxford. Cervo, Amardo (org.) (1994). O desafio internacional. A política exterior do Brasil de 1930 aos nossos dias. Brasilia: UNB. Chasquetti, Daniel (2014a). Estudio sobre la actividad del Parlamento. Montevideo: UdelaR. Chasquetti, Daniel (2014b). Parlamento y Carreras Legislativas en Uruguay: Un estudio sobre reglas, partidos y legisladores en las cámaras. Montevideo: UdelaR. Chasquetti, Daniel, Daniel Buquet y Antonio Cardarello (2013). “La designación de gabinetes en Uruguay: estrategia legislativa, jerarquía de los ministerios y afiliación partidaria de los ministros.” América Latina Hoy 64: 15-40. Chasquetti, Daniel y Juan Andrés Moraes (2000). “Parlamento y gobierno en el Uruguay. Hacia una teoría del ciclo político”. En Jorge Lanzaro (coord.). La “segunda” transición en el Uruguay. Gobierno y Partidos en un Tiempo de Reformas. Montevideo, FCU – ICP: 297-337. Conley, Richard (1999). “Drealing Presidential Fast-Track Authority: The Impact of Constituency Pressures and Political Ideology on Trade Policy in Congress”. Political Research Quarterly 52 (4): 785-799. Cox, Gary y Mathew McCubbins (1993). Legislative Leviathan. NuevaYork: Cambridge University Press. Dahl, Robert (1950). Congress and Foreign Policy. NuevaYork: Norton. Eldersveld, Samuel (1982). Political Parties in American Society. Nueva York: Basic Books. Epstein, David y Sharyn O’Halloran (1999). Delegating Powers: A Transaction Cost Politics Approach to Polity Making Under Separate Powers. Cambridge: Cambridge University Press. Figueiredo, Argelina y Limongi, Fernando (1999). Executivo e Legislativo na Nova Ordem Constitucional. Rio de Janeiro: FGV. Fordham, Benjamin (1998). “Economic Interests, Party and Ideology in Early Cold War Era U.S. Foreign Policy”. International Organization 52 (2): 359-396. Gardini, Gian Luca y Peter Lambert (eds.) (2011). Latin American Foreign Policies: Between Ideology and Pragmatism. Nueva York: Palgrave Macmillan. Goldstein, Judith (1993). Ideas, interests, and American trade policy. Ithaca: Cornell University Press. Goldstein, Judith y Robert Keohane (1993). “Ideas and Foreign Policy: An Analytical Framework”. En Judith Goldstein y Robert Keohane (Eds.) Ideas and Foreign Policy: Beliefs, Institutions, and Political Change.

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Revista Uruguaya de Ciencia Política - Vol. 24 N°2 - ICP - Montevideo

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LICENCIAS PARENTALES Y ABORTO: CONSTRUCCIÓN POLÍTICA Y TRADUCCIÓN DISCURSIVA EN LA AGENDA DE GÉNERO EN URUGUAY Parental leave and abortion: policy construction and discursive translation in the gender agenda in Uruguay Belén Villegas* Resumen: Este artículo tiene dos propósitos. Por un lado, realiza una reflexión crítica de la agenda de género en Uruguay a través del análisis de la Ley de interrupción voluntaria del embarazo (18.987) y la Ley de licencias parentales (19.161). Bajo el supuesto teórico de que los discursos y las ideas son cruciales en la formación y la transformación de la política, se indaga la construcción discursiva de ambos procesos, en su constitución como problema político y social. Por otro lado, se busca dar cuenta del mecanismo por el cual dichas demandas logran convertirse en políticas. Se argumenta que las posibilidades de éxito de estos proyectos, está sujeta a dos mecanismos interrelacionados: i) la salida de los temas de lo privado y el abandono de los aspectos “controversiales”, como condiciones necesarias, aunque no suficientes para que sea aprobado y ii) una coyuntura política favorable a dicha demanda. Palabras clave: feminist policy making, creencias causales, agenda política Abstract: This article has two purposes. First, it offers a critical analysis of the gender agenda in Uruguay through the analysis of the law of abortion (18.987) and the law on parental leave (19.161). It is assumed that the speeches and ideas are crucial in the formation and transformation of politics. As such the article explores the discursive construction of both processes as a political and social problem. Second, it will be shown the mechanism through which these demands become policies. It is argued that the likelihood of success depends on two interrelated mechanisms: i) the exiting of the private sphere and the loss of its “controversial” dimension as necessary conditions, but not sufficient to be approved, and ii) a favorable political situation. Keywords: feminist policy making, causal beliefs, political agenda

1. Introducción La llegada de partidos con orientación “progresista” en gran parte de los gobiernos latinoamericanos supuso un cambio en la orientación política de gran parte de la región. Este cambio representó una clara señal en el impulso a la construcción de matrices sociales que mejoren la situación de “las mujeres”, aunque con importantes diferencias según las trayectorias en la provisión de bienestar de cada país. Investigadora, Departamento de Ciencia Política, Universidad de la República. Artículo recibido el 4 de mayo de 2015 y aceptado para su publicación el 27 de julio de 2015. *

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En este escenario regional, en Uruguay a partir del año 2005 la coalición de izquierda (Encuentro Progresista-Frente Amplio) asume dos períodos de gobierno consecutivos (2005-2010; 2010-2015) en los cuales implementa un conjunto de reformas sectoriales, muchas de ellas en el área social, que impactan favorablemente en el patrón redistributivo (Midaglia et al. 2013) y en paralelo, se tramitan un conjunto de iniciativas referidas a políticas étnico-raciales, generacionales, de género y de diversidad sexual. Estos temas, lograron en el último decenio, entrar en agenda y traducirse en normativas. Sin embargo, el proceso mediante el cual tales demandas se convierten efectivamente en sujeto de intervención política, está lejos de ser lineal. De hecho, la existencia de la demanda y la capacidad de presión del grupo que la promueve no determina per se que la misma vaya a efectivizarse. ¿Quiénes construyen un “problema social” y su posible “solución”? ¿A través de qué mecanismos lo hacen? ¿Cómo logra el “problema” entrar en el espacio y efectivizarse en una política concreta? ¿Cuáles son los “filtros” impuestos desde la estatalidad a las demandas gestadas de manera externa? Sobre este conjunto de interrogantes, se propone analizar el proceso de formulación de políticas públicas con enfoque de género durante el gobierno de la coalición de izquierda y centro izquierda en Uruguay, tomando como casos ilustrativos: la Ley de interrupción voluntaria del embarazo (18.987) y la Ley de licencias parentales (maternidad, paternidad y cuidados; 19.161). Se argumenta que dichas demandas lograron convertirse en políticas debido a dos mecanismos interrelacionados: i) la salida de los temas de lo privado y el abandono de los aspectos “controversiales”, como condiciones necesarias, aunque no suficientes para que sea aprobado y ii) una coyuntura política favorable a dicha demanda. Asimismo, la salida del “problema” de la esfera privada y su ingreso al terreno de lo social, involucra un primer mecanismo de traducción. Es así que, las nuevas demandas a la vez que impugnan el orden establecido transformando el propio mainstream, son a su vez “traducidas” por este (Jenson 2009; Orloff y Palier 2009). En otras palabras: la incorporación de ideas y nuevas creencias causales se da en el marco de relaciones de poder que actúan como “filtros”, descartando ciertos aspectos –más controversiales para las relaciones de poder dominantes– e integrando otros. Los aspectos descartados, serán los que apunten en mayor intensidad contra las bases constitutivas del poder que las sustenta, el corazón de las ideas. Segundo, una vez en el terreno de lo social, dichas demandas podrán entrar en el terreno de lo político –gracias a la movilización de agentes externos e internos al sistema político– no sin antes redefinirse, en un segundo proceso de traducción. En este complejo proceso, nuevamente se modifican los aspectos más controversiales de la demanda externa a través de múltiples “filtros”, en los que intervienen todas las elites involucradas en este núcleo de política: academia, actores partidarios, sectores afectados, elites de la sociedad civil, etc. En este espacio de contienda, donde los distintos grupos compiten por establecer como hegemónica sus interpretaciones sobre lo que es socialmente legítimo se constituye lo político. Aquí se delimitan los contenidos discursivos asociados al “problema”, esto es: sus causas, consecuencias, y sentidos, o en palabras de Béland y Cox (2011) el sistema de creencias causales

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asociados a esta idea. Como resultado, ciertas interpretaciones prevalecen por sobre otras, las cuales pueden coincidir o no con las interpretaciones de los grupos socialmente afectados e inicialmente movilizados por dicha causa. Finalmente, ambos desplazamientos (desde la esfera privada a la social y desde ésta hacia lo político) ubican al “problema” en el terreno político, pero no garantizan su aprobación. La misma requiere de una coyuntura política favorable a dicha causa, esto es: afinidad ideológica del partido de gobierno con cierto conjunto de ideas relativo al proyecto propuesto y una trayectoria institucional afín a las ideas contenidas en la propuesta. Sobre el entendido de que la intervención del Estado por sí misma no tiene necesariamente una fuerza transformadora de las relaciones de género, es necesario interrogarse cuándo, de qué maneras, con respecto a qué dimensiones y sobre qué fundamentos se construye bienestar con equidad de género y, más específicamente, cuáles son las dimensiones discursivas que subyacen al proceso de formulación de la política. Este ejercicio implica deconstruir el proceso político y esclarecer las relaciones de dominación que la propia política impone. De esta manera, se sostiene que es necesario ver más allá de la construcción de la normativa política y analizar las bases discursivas que la sostienen, y en qué medida acuerdan o cuestionan las relaciones sociales de dominación existentes. 2. Epistemología del problema Las ideas no solo importan en política, más que eso, éstas dan forma a cómo entendemos los problemas políticos; esto es, la manera en la cual definimos nuestros valores y preferencias y nos hacen ver algunos hechos de manera más relevante o importante que otros (Béland y Cox 2011: 3). Esta realidad dada en el plano de lo teórico, tiene importantes consecuencias prácticas en la materialidad de las políticas, que se traduce en la cotidianidad del qué/cómo y a través de qué manera distribuimos los recursos y damos respuestas a las demandas latentes en la sociedad. Esta mirada supone que, en lugar de ver la política como el producto del diálogo entre personas que poseen intereses claros y estables, y en consecuencia desarrollan estrategias para su consecución, se desarrolla la perspectiva de la política como la lucha de personas, quienes buscan alcanzar el poder para hacer prevalecer un conjunto de creencias. Dichas ideas, también denominadas creencias causales, no se constituyen de meras preferencias basadas en los posibles intereses percibidos, sino que también se componen de ideales, temores, tradiciones, legitimidad, etc. (Béland y Cox 2011). Lo que caracteriza a la perspectiva discursivista es que pone el foco en la idea como factor de cambio, no reductible a intereses objetivos y racionales, ni a determinismos históricos o culturales (Schmidt 2011: 54). No se desconoce la acción de los actores guiados por la satisfacción de sus intereses y, sin embargo, se sostiene que los intereses no son objetivos pues la realidad material es leída por los actores en función de sus ideas sobre ésta y mediante esta lectura se construyen intereses que los actores asumen como propios.

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En respuesta a las deficiencias explicativas observadas en los procesos de formulación de políticas, se ha desarrollado –desde fines de los 80’– en el área de la sociología y la ciencia política un importante cuerpo de investigaciones que pondrán énfasis en el papel causal de la cultura, las ideas y el discurso en la formación y la transformación de la política social (Béland y Cox 2011: 7; Padamsee 2009: 418). Aunque este “giro cultural” llegó más tarde a los estudios de políticas que a otras áreas de las ciencias sociales (Padamsee 2009), actualmente existe una importante acumulación teórica que ayuda a comprender la importancia de los significados culturales e ideacionales en la estructura de la política social. Así, desde esta línea teórica, se sostiene que podemos separar analíticamente la cultura y sus elementos de significado y organizarlos según su relevancia para una determinado contexto histórico y una arena de la política, y luego investigar la forma en que estos principios influyen en las identidades y comportamientos de los actores políticos (élites, expertos, grupos de interés) y en su patrón de prácticas sociales (Padamsee 2009: 418). En lo que respecta a los casos a analizar, el actual proceso de mainstreaming (o de normalización) de la perspectiva de género, implica considerar no solo cómo las demandas de feministas o grupos de mujeres modifican las relaciones de poder dadas, sino cómo dicho poder cambia las bases discursivas de estas demandas. En esta misma línea, Jenson (2009), sostiene la importancia del rol de las ideas feministas a la hora de reflexionar sobre la construcción de bienestar y la manera en que la corriente predominante incorpora estas ideas transformando el propio mainstream pero “traduciendo” al mismo tiempo dichas ideas. Los actores pueden lograr incorporar demandas en el espacio social y político, pero no pueden controlar lo que sucede políticamente con ellas. El contenido interpretativo de dichas necesidades es justamente lo que se pone bajo la lupa, lo que en definitiva determinará el objetivo transformador de la política. El proceso de generación y trasmisión de ideas involucra poder en cada una de sus etapas, de manera que la incorporación de “nuevas ideas”, es decir la manera en que estas ideas –antes foráneas al sistema de creencias causales dominante– se incorporan al status quo, involucran mecanismos de “filtro” y traducción. En otras palabras, un discurso organiza la construcción de sentido, delinea lo que es posible pensar, decir y hacer en un determinado contexto. Los discursos son ejemplificaciones de las operaciones sociales de poder, son relaciones sociales que se constituyen en discursos. Siguiendo esta línea interpretativa, analizaremos aquí lo sucedido en el caso de dos de las normativas más importantes de la agenda de género en Uruguay, a través de la definición discursiva de ambos procesos en distintos momentos de su constitución como problema político y social. 3. Marco analítico Como se indicó al inicio de este artículo, se busca por una parte realizar una reflexión crítica acerca de la evolución de la agenda de género en Uruguay y al mismo tiempo indagar en los factores que permiten las posibilidades de éxito de estos proyectos.

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Como fue señalado, las demandas sociales antes de ser convertidas en políticas, transcurren –procesos de traducción mediante– por tres esferas: la esfera privada, la esfera social y la esfera política. Según Fraser (1991: 14) a pesar de que toda división se construye contextualmente en cada sociedad –y de hecho estos límites son en sí mismos objeto de conflicto– en las sociedades capitalistas, dominadas por lo masculino, normalmente se define lo que es “político” contrastándolo con lo que es “económico” (instituciones económicas oficiales del sistema capitalista) y con lo que es “doméstico” (especialmente la familia nuclear moderna) o “personal”. Es necesario aquí hacer referencia a lo que Arendt (1996: 41) denomina el carácter privativo de lo privado, que supone que lo que hacen quienes viven en el ámbito doméstico es permanecer recluidos en la oscuridad de las cuatro paredes del hogar. Sólo en el ámbito público o social se da la capacidad de hacer visibles las acciones de los hombres. Es decir, las instituciones domésticas –al igual que las instituciones económicas– “encierran” ciertos temas en territorios discursivos especializados, “protegiéndolos” del cuestionamiento generalizado y de conflictos de interpretación amplios y diseminados (Fraser 1991: 16). Como resultado, se constituyen como los espacios “autorizados” de las interpretaciones específicas sobre las necesidades, al incrustarlas en ciertas cadenas específicas, pero incuestionadas, de relaciones causales. Cuando estas necesidades logran salir de dichos espacios, Fraser le llama necesidades “escurridizas” o “fugitivas” debido a que se han “fugado” de los enclaves discursivos construidos para su interpretación. Asimismo, al salir de dichos espacios entran en un territorio que la mencionada autora denomina –siguiendo a Hannah Arendt– lo “social”, como lugar donde se confronta el discurso sobre las necesidades fugitivas entre competidores heterogéneos asociados con una amplia gama de diferentes públicos. Al entrar en el espacio de lo “social”, dichas demandas son potenciales de convertirse en focos de la intervención estatal orientada a la administración de la crisis (Fraser 1991: 17-19). Es importante aquí remarcar que lo social no es sinónimo de espacio político, más bien lo social encierra lo político. Es decir, según Arendt (1997: 68-70), el espacio público es más amplio que el espacio político, este último comparte todas las características del espacio público-social pero con alguna especificidad que al mismo tiempo lo distingue de éste. Definiremos aquí espacio público o social como el mundo común, constituido por la trama de relaciones humanas, donde actores heterogéneos compiten por definir la interpretación de las necesidades sociales. El espacio político, en cambio, requiere además de un mundo común y del carácter público, del establecimiento de una polis, es decir es el lugar donde se producen leyes y constituciones y diferentes mecanismos que establezcan ciertos límites y que aporten mecanismos perdurables de relacionamiento entre iguales. A continuación se presenta un esquema, del marco analítico propuesto en este trabajo.

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Figura I. Dotar un problema de status político.

ESFERA POLÍTICA

Mecanismo de traducción II

ESFERA PRIVADA

ESFERA SOCIAL

Mecanismo de traducción I

Fuente: Elaboración propia sobre la base de los trabajos de Nancy Fraser (1991) y Hannah Arendt (1996; 1997)

Como fue señalado, el tránsito hacia la esfera política no garantiza que la iniciativa sea aprobada. Se vuelve aquí central la trayectoria institucional, específicamente el proceso de cambio institucional mediante el discurso (Schmidt 2011), ligada a la iniciativa y la afinidad del partido de gobierno con las ideas contenidas en la misma. Los que caracteriza a la perspectiva discursivista es que pone el foco en la idea como factores de cambio, no reductibles a intereses objetivos y racionales, ni a determinismos históricos o culturales (Ibídem: 54). Para este artículo, se aplica una estrategia clásica en un análisis con “N pequeño”, la cual consiste en seleccionar casos paradigmáticos del fenómeno que se desea explicar. El análisis buscará abordar una pregunta clave: ¿existe alguna característica común a los casos que dé cuenta del fenómeno a explicar? En este sentido, se seleccionan dos casos con similares características en un conjunto de factores o variables contextuales. Este trabajo no pretende ser comparativo, en sentido estricto de uso del método comparado, ya que no se presentan las precisiones metodológicas necesarias para esto. No obstante, se busca, indagar en la significación histórica de ciertos acontecimientos, entendiendo necesario investigar trayectorias y su vinculación con el contexto actual a través de un profuso análisis teórico, mediante la indagación en artículos periodísticos, debates parlamentarios y diversas fuentes secundarias.1 A tales fines, se seleccionan casos paradigmáticos de la agenda de género en Uruguay, en el sentido de que: ambos casos constituyen demandas de larga data (1985) por parte del movimiento feminista y/o movimiento de mujeres en Uru1 Se realizaron entrevistas en profundidad a una variedad de actores involucrados en la promoción de ambas iniciativas y se consultaron debates parlamentarios del período 2007-2012. Asimismo se realizó una revisión documental sobre los principales antecedentes de ambas políticas. Ver: detalle de fuentes consultadas en Anexo.

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guay2, al mismo tiempo que ambos proyectos se aprobaron durante el segundo mandato de gobierno del Frente Amplio, trascendido el primer mandato más centrado en la “emergencia social” y en las situaciones de pobreza e indigencia. Asimismo, ambas iniciativas permanecieron un tiempo en el espacio político sin ser aprobadas, contando con el apoyo creciente de la sociedad civil organizada y de actores internos al sistema político. Por otra parte, como factores diferenciales, es interesante notar que la entrada en el espacio político de ambos proyectos, no presenta la misma trayectoria. Así, en el caso de la despenalización del aborto predomina la iniciativa externa al sistema político: parte de las organizaciones de la sociedad civil o colectivos específicos. En el caso de las licencias parentales, por su parte, la entrada se da debido a la confluencia de iniciativas desde la sociedad civil al mismo tiempo que desde actores del propio sistema político: partidos y organismos del Estado (instituciones, agencias, órganos de representación gubernamental) (García Prince 2008: 27). Por último, si bien ambos procesos comenzaron su salida del terreno privado en los primeros años de la redemocratización, la despenalización del aborto entra muy tempranamente en el debate parlamentario (1985-1993), en tanto en el caso de los cuidados y más específicamente, de las licencias parentales, su entrada en el ámbito político estará ligada a la llegada de la coalición de izquierda al gobierno en 2005. 4. Análisis de los casos Caso 1: Aborto en Uruguay Uruguay fue excepcional en la transición demográfica, adelantándose en promedio 50 años con respecto a sus pares latinoamericanos, los que en su gran mayoría iniciaron este proceso en el correr de las décadas de 1950 y 1960 y una minoría en la década de 1930 (Pellegrino et al. 2008). Al antiguo régimen demográfico con una alta natalidad y también alta mortalidad –sobre todo infantil– le sucede un descenso de los dos índices, iniciando la transición hacia una demografía moderna. Esta transición temprana, fue posible gracias a un conjunto de factores culturales que incorporaron a la sociedad uruguaya comportamientos modernos entre los que se destaca: el incentivo a los matrimonios tardíos, como había sucedido en Europa anteriormente, al coitus interruptus, y lo que muchos analistas históricos coinciden en señalar como uno de los principales factores reguladores de los nacimientos: la práctica extendida del aborto en el novecientos (Sapriza 2011). Según Barrán (1995), la realización de abortos era evidente en el Uruguay a partir de 1890. Esta trayectoria explica que haya sido posible la implementación de la reforma al Código Penal en 1934 que despenalizó el aborto hasta 1938.3 (Sapriza 2011). 2 La noción de “feministas” trasciende a los colectivos de mujeres organizadas, en la medida de que la primer noción hace referencia a la acción para la liberación de las mujeres con todas las transformaciones de la sociedad que aquella requiera, en tanto los movimientos de mujeres buscan mejorar la situación relativas de las mujeres en alguna dimensión (económica, política, social) pero no implica necesariamente la transformación estructural de las relaciones de opresión. 3 Esta norma fue excepcional en el contexto mundial, solo la URSS de entonces había legalizado el

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En la arena internacional, el debate sobre los derechos de las mujeres, y en particular la temática del aborto, se instala con fuerza en los años sesenta. Y hacia la década de los ‘80, la feminista Marge Berer introduce el término “derechos reproductivos” término que se mantiene en la actualidad. En Uruguay, la reinserción –luego de medio siglo– del aborto en la esfera social uruguaya se inicia con la redemocratización y está pautada por el hecho de que la despenalización del aborto estuvo presente en la agenda política, apareciendo en los programas de algunos partidos y en la agenda legislativa, presentándose tres proyectos de ley (1985, 1991 y 1993-1994)4 en torno a los que se generó algún tipo de discusión (Johnson, Rocha y Schenck: 2015). Son centrales en este período ámbitos externos al sistema político tales como Cotidiano Mujer y MYSU entre los más destacados, los cuales gracias a la iniciativa externa lograron incluir y promover la implementación de esta demanda.5 Asimismo, en la XLV Legislatura (2000-2005) el rol de la Bancada Bicameral Femenina, será central, actuando a través de la estructura formal de la Comisión Especial de Género y Equidad. En este período, un proyecto de despenalización fue aprobado por primera vez en una de las cámaras, sin embargo pasa a ser considerado por la Comisión de Salud de la Cámara de Senadores y se vota negativamente. En la siguiente legislatura (2005-2010), primer gobierno del Frente Amplio, hubo mayoría en ambas cámaras a favor de la iniciativa, aportadas por el Frente Amplio y algunos integrantes de otros partidos. En contra de todo su partido, el entonces presidente Tabaré Vázquez vetó la ley (2008). Es así que en la Asamblea General todo el Frente Amplio se opuso al veto junto con el ex presidente Sanguinetti; y todo el resto del Partido Colorado, el Partido Nacional y el Partido Independiente se alinearon en el apoyo al presidente. Esta particular inversión de roles, en la que el presidente se opone a su partido y el grueso de su electorado, no le costó el liderazgo frenteamplista, al punto que es reelecto presidente para el período 2015-2020. Es especialmente significativo que los partidarios de la liberalización del aborto han sido alrededor de la mitad de los votantes nacionalistas, algo más de la mitad de los colorados y la mayoría de los del Partido Independiente. Y sin embargo, los tres partidos fueron casi monolíticos en su oposición a esa liberalización6. aborto en 1920 y en 1936 Cataluña durante la Guerra Civil. Desde principios del siglo XX varios países modernizaron sus códigos penales, permitiendo el aborto solo con fines terapéuticos para salvar la vida y el “aborto compasivo o ético” en caso de violación. Cabe señalar que el mismo Código que despenaliza el aborto admite la eutanasia, llamada homicidio por piedad. 4 Solo el proyecto de 1994 fue tratado y aprobado por mayoría en la Comisión de Bioética de la Cámara de Representantes, pero no fue tratado por la Plenaria de la Cámara. Los otros dos proyectos no tuvieron trámite parlamentario. 5 Cotidiano Mujer es un colectivo feminista creado en 1985. Su accionar se dirige fundamentalmente al cambio cultural a través del desarrollo de investigaciones, campañas y acciones ciudadanas para incorporar la perspectiva feminista en temas de la agenda pública. MYSU (Mujer y Salud Uruguay), es una organización no gubernamental, feminista, cuya misión es la promoción y defensa de la salud y de los derechos sexuales y reproductivos desde una perspectiva de género y generacional. 6 Entre 1993 y 2012, los rangos a favor del aborto estuvieron entre 50% y 63% con un promedio de 57%, y en contra entre 27% y 39% con un promedio de 35%. En cuanto a la distribución por partidos: el

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Finalmente, en 2009 la despenalización del aborto es incluida en el programa del partido de gobierno, al tiempo que la fórmula electoral declara que no vetaría la ley en caso de que fuera aprobada por el Parlamento (Johnson et al. 2015: 82-84), y el 22 de octubre de 2012 se promulgó la Ley N° 18.987 de Interrupción Voluntaria del Embarazo. En suma, a pesar de que la práctica del aborto contaba con una larga trayectoria fuera del espacio privado –con gran presencia en el espacio político representada en seis proyectos de ley a nivel parlamentario entre 1985-20077– con un mayoritario y sistemático juicio a favor por parte de la ciudadanía y una cantidad creciente de actores de la sociedad civil movilizados por dicha causa, el proyecto no fue aprobado hasta 2012. Debieron trascurrir en este proceso, mecanismos de traducción en el espacio social primero, y en la esfera política después, necesarios para que dicha iniciativa fuera aprobada. La “traducción” del discurso Como fue señalado, el proceso que llevó a la sanción de la ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo, involucró desde el nacimiento a su efectiva aprobación, dos procesos interrelacionados: el desplazamiento de esta problemática de la esfera privada a la esfera pública, como condición necesaria (no suficiente), y la transformación de algunos de los significantes contenidos en dicha necesidad. El aborto, como se ha señalado, logra salir de la esfera privada muy tempranamente en Uruguay. En este contexto, y a pesar de la brevedad de su despenalización, la práctica del aborto es conferida al espacio social desde inicios del SXX en Uruguay. No obstante, su temprana entrada en “lo político” (1934), luego de su penalización (1938), la temática queda silenciada nuevamente. Debe tenerse en cuenta que durante el ascenso de la demanda feminista en los años sesenta a nivel internacional, Uruguay comienza a transitar un proceso de creciente conservadurismo, que comienza a mediados de los años 50 con la crisis económica, se consolida durante el giro desarrollista de índole liberal que se empieza a gestar en los setenta y finalmente culmina en la dictadura militar en 1973 (Kaztman et al. 2004: 5). No obstante, recién entrada la democracia la demanda vuelve a colocarse en el espacio político gracias a la iniciativa de algunos actores internos, pero fundamentalmente externos al sistema político. Es importante señalar aquí que en los primeros años de la redemocratización, el movimiento de mujeres y las feministas uruguayas no tenían una posición única ni consolidada sobre el aborto. Incluso, algunas considFrente Amplio votó a favor de la despenalización con una sola excepción, y su electorado está claramente a favor, 72% a 21%. El Partido Nacional votó de manera inversa, todo el partido a favor de la prohibición excepto por un senador. Sin embargo, el electorado tiene menos paridad siendo 45 a 45. Finalmente, el Partido Colorado que votó monolíticamente en contra de la despenalización, a favor de la prohibición, en su electorado tiene una leve ventaja la despenalización de 55% a 38%. Fuente: Datos de la Encuesta Nacional Factum 1992-2012. Informe disponible en Revista de Análisis Político, Opinión Pública y Estudios Sociales, FACTUM: http://www.factum.edu.uy/node/753. Consultado: julio, 2015 Ibídem. 7 1985, 1991, 1993-1994, 1998, 2002-2004, 2007.

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eraban mejor no tocar un tema que seguía siendo fuertemente tabú para la sociedad uruguaya, y que creían que generaría rechazo entre las mujeres a las cuales se buscaba movilizar (Johnson et al. 2015: 20). En este contexto, si bien las consecuencias negativas de la ilegalidad de la práctica del aborto en materia de salud aparecen muy tempranamente en casi todos los discursos de las organizaciones de mujeres, solo en pocos casos adquiere otra noción: el cuestionamiento a la normativa vigente cuestiona el rol del Estado como mediador del cuerpo, y la noción patriarcal de justicia que éste representa. En definitiva, mientras un pequeño grupo de feministas impugna las bases patriarcales del Estado a través de la demanda por la despenalización del aborto ya desde 1985, paralelamente la demanda comienza a discurrir por el terreno de lo social hacia el terreno político, con nuevos significantes relacionados con las consecuencias negativas de la realización ilegal de dicha práctica. Posteriormente, la temática adquiere creciente relevancia, lo que se hace manifestó a través de su creciente tratamiento por diversos colectivos organizados (Johnson et al. 2015).8 Sin embargo, luego de que el estatus político de la demanda está establecido, tomando como punto de inflexión el proyecto de 1993 que recibe el primer trámite parlamentario, el punto pasa a ser la interpretación de las necesidades en cuestión y aquí surge una nueva batalla que involucra una nueva serie de actores. Es decir, ocurre aquí un nuevo proceso de impugnación de las bases discursivas que sustentan esta demanda, ahora en el espacio político, convirtiéndose en el objetivo de otro tipo de discursos, a través de los cuales es reinterpretada para luego ser pasible de intervención estatal. Es así que, una vez que el tema entró en el ámbito político, el eje discursivo en el cual se basaba la lucha de las feministas –esto es: aborto regulado y con garantías, la libertad de elección de las mujeres o más allá la lucha contra el patriarcado– fue al menos en parte sustituido por otras nociones, entre las que se destaca la “justicia social” y “la salud sexual y reproductiva”, demandas asociadas a la deseabilidad de intervención del Estado sobre el comportamiento social, al cuerpo médico y al eje capital-trabajo. Es así que, las soluciones planteadas se concentran en la regulación de la práctica y en la educación para su prevención. Las siguientes citas dadas en el espacio parlamentario ejemplifican algunos de los ejes discursivos de aquellos actores que apoyaron la iniciativa: “Despenalizar significa apoyar o, mejor dicho, no castigar, sobre todo a las mujeres de menores recursos y me refiero no solamente a los recursos económicos, sino también de otro tipo como en su formación y sus contactos, lo que incrementa el riesgo de que este hecho sea realizado en forma inadecuada” (Senador Lorier, FA, Diario de Sesiones de la Cámara de Senadores DSS/CSS, Tomo 446, Nº179, 17/10/07). 8 El Consejo Directivo Central, órgano rector de la Universidad de la República (2003), el Sindicato Médico del Uruguay (2004) y el PIT-CNT (2004), se proclaman a favor proyecto de ley de “Defensa del Derecho a la Salud Sexual y Reproductiva”. Asimismo, se crea la Coordinación Nacional de Organizaciones Sociales por la Defensa de la Salud Reproductiva, que integran: la central de trabajadores (PIT-CNT), redes de jóvenes, grupos vinculados a la diversidad sexual, organizaciones religiosas y juventudes partidarias, entre otras.

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“Y es tremendamente discriminatoria porque simplemente hay discriminación entre la mujer que tiene recursos para poder resolver su problema de embarazo y la que no los tiene”. (Senador Couriel, FA, Diario de Sesiones de la Cámara de Senadores DSS/CSS, Tomo 491, N 131, 27/12/2011). “¿Defendemos la vida cuando condenamos a las mujeres más pobres de nuestra sociedad a abortar en las peores condiciones, arriesgando sus vidas?” (Senadora Pintos, FA, 17-12-2012, Diario de Sesiones, Tomo 500, N 180). Por otra parte, los actores que no apoyaban la iniciativa continuaban planteando la discusión en términos de cuáles son los parámetros para definir el inicio de una nueva vida. Al mismo tiempo, el tema –en estos actores- está indisolublemente ligado a la adopción y las posibilidades de procreación (mujer-madre), al mismo tiempo que la falta de condiciones socioeconómicas es identificada como uno de los factores causales fundamentales en la práctica del aborto. El correlato material de estas bases a nivel teórico se expresa en dispositivos de control específicos, como la importancia que se le dio al tema como parte de la educación sexual (y la generación de manuales de educación sexual). Esta transformación discursiva fue central a la hora de ampliar el conjunto de actores a favor de la iniciativa, sin los cuales probablemente no hubiese sido factible su aprobación. A su vez, otro de los componentes más interesantes de la ley es la mediación en cada una de las etapas de dispositivos de asesoramiento/control y el rol preponderante que se le da a los especialistas en este marco.9 En lo que sigue, se presentan los discursos a favor de la despenalización del aborto presentes en este debate.

9 Los requisitos para acceder al procedimiento, incluyen: la firma de un formulario de consentimiento informado y la realización de cuatro consultas: a) la primera con un/a médico/a general, ginecólogo/a o cualquier otro profesional de la salud, que deberá derivarla a un equipo interdisciplinario de asesoramiento en un plazo no mayor a 24 horas; b) la segunda con el equipo interdisciplinario, integrado por un/a ginecobstetra, un/a profesional del área social y otro/a del área de la salud mental, luego de la cual comienzan a correr los cinco días del “periodo de reflexión”; c) transcurridos éstos, si la mujer mantiene su determinación de interrumpir el embarazo, deberá acudir a la tercera consulta con el/la ginecólogo/a que procederá a iniciar la interrupción; d) la cuarta consulta es post-aborto, busca realizar un monitoreo de la situación de la paciente y asesorarla acerca de métodos anti-conceptivos. El decreto reconoce además la “objeción de conciencia” en el caso de los/as profesionales de la salud que intervienen directamente en el procedimiento de interrupción de un embarazo. Este resultado fue producto de las negociaciones interpartidarias que emprendieron los/as legisladores/as del Frente Amplio con Iván Posada del Partido Independiente para conseguir el voto “50” que permitiría la aprobación del proyecto en la Cámara de Representantes. Ver: http://www.medicosdelmundo. org.uy/novedades/article/comenzo-implementacion-de-ley-de

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Tabla 1. Discursos a favor de la despenalización del aborto Creencia causal

Eje discursivo

Objetivo transformador

La penalización del aborto es un mecanismo central del rol del Estado como mediador del cuerpo, y la noción patriarcal de justicia que este representa

El Estado patriarcal por oposición a la autonomía de las mujeres. Relaciones asimétricas de género representadas por el control del cuerpo de las mujeres a través de la penalización del aborto

Autonomía de las mujeres sobre su propio cuerpo

La penalización del aborto no soluciona un problema que existe de hecho y causa la muerte de cientos de mujeres

Estado como regulador de la vida en sociedad. Estado social como protector de la integridad física

El Estado debe intervenir en garantizar la integridad física y la salud.

La ilegalidad del aborto en un contexto donde se da la práctica extendida del mismo determina un espacio donde se carece de intervención y regulación estatal

Estado regulador de comportamiento social

Regular las prácticas sexuales y reproductivas de la población

La interrupción voluntaria del embarazo como parte de los derechos sexuales y reproductivos, que los Estados deben garantizar

Cambio de paradigma desde “la salud de la mujer como soporte materno-infantil” –es decir, la mujer como recipiente pasivo de la familia– al de la “reproducción como un derecho” y no como una imposición.

Promover la sexualidad asociada a los derechos y a la salud.

La ilegalidad del aborto afecta mayormente a las mujeres de sectores más desfavorecido socioeconómicamente, debido que las condiciones en que realizan dicha prácticas incluyen mayores riesgos

Estado benefactor orienta las políticas sociales en función de una mayor equidad y justicia social con una visión redistributiva generalizada

Igualar las condiciones de acceso a la práctica del aborto

El aborto impugna la justicia social-desigualdad en el eje capital-trabajo

Fuente: elaboración propia

Caso 2: Licencias parentales Los entendimientos culturales y las preferencias ideológicas sobre el género han dado forma a los Estados de bienestar desde sus orígenes. En particular, la idea del hombre proveedor y la mujer cuidadora han sido base sustancial de las políticas sociales de bienestar así como de los patrones más amplios de previsión social. (Orloff 2009: 321). Por múltiples razones, entre ellas: el ingreso masivo de las mujeres en el mercado de trabajo; la constitución, fortalecimiento y creciente relevancia social y política del movimiento feminista; la extensión de las jornadas laborales, etc., se ha revitalizado el debate acerca de la provisión de bienestar social. Entre los instrumentos que se utilizan a nivel mundial para contribuir con la inserción laboral más plena de las mujeres están las licencias parentales, así como

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la provisión de servicios para el cuidado infantil y de adultos dependientes. El surgimiento de las licencias parentales como instrumentos complementarios se sitúa a nivel internacional en las décadas de los 80s y 90s. En las últimas décadas los países desarrollados han venido impulsando en forma sistemática el desarrollo de políticas de licencias, tendencia que ha permeado los debates académicos y las agendas de política pública en varios países de América Latina (Aguirre 2008). Este tipo de políticas se ubican dentro de un conjunto más amplio de iniciativas cuya denominación más frecuente en los últimos años ha sido la de “conciliación” entre la vida laboral y familiar y que más recientemente comienzan a ser llamadas de “corresponsabilidad” (Aguirre 2008: 18-20). Este proceso ha derivado en que muchos países cuenten hoy con licencias parentales. Las licencias parentales pueden estar diseñadas para ser asignadas en forma familiar (y dentro de ella asignarse al padre o a la madre) –como sucede por ejemplo en Bélgica, Canadá, Francia, Alemania y Francia– o bien pueden ser asignadas como un derecho individual e intransferible –como es el caso de Dinamarca, Holanda y Suecia. El tipo de arreglo institucional implementado en cada país supondrá un conjunto de creencias valorativas predominantes y un objetivo transformador en misma sintonía. Hasta aquí, los argumentos manejados hacen referencia a dimensiones que reconocen la centralidad de la dimensión de género, pero el panorama conceptual adquiere otra complejidad si se tiene en cuenta que estas políticas también han sido promovidas con argumentos centrados en el desarrollo infantil y en la importancia de la inversión social en este ciclo de vida como parte del desarrollo futuro. La ley de Nº 19.161, también conocida como la ley de licencia parental, marca una ruptura sobre el cuidado de dependientes en Uruguay, debido a que instaura una nueva regulación al subsidio por maternidad que otorga el BPS y genera un subsidio por paternidad para trabajadores de la actividad privada así como también un subsidio para cuidados del recién nacido con reducción de la jornada laboral, basado en el concepto de licencia parental.10 El proceso de gestación de la demanda así como la efectiva implementación de normativa en esta materia presenta algunas diferencias con respecto al proceso de aprobación de la interrupción voluntaria del embarazo. En primer lugar, si bien la salida de la esfera privada es fruto del trabajo de las mujeres organizadas, primero desde PLEMU11 en el 85’ y luego desde la Red Género y Familia, la entrada de los cuidados en la agenda política no está tan centrada en el actor externo feminista, en cambio son claves en este proceso ámbitos internos al sistema político como la 10 Tendrán derecho al subsidio y a los días a gozar: Trabajadoras dependientes de la actividad privada; trabajadoras no dependientes que desarrollen actividades amparadas por el BPS siempre que no tengan más de un trabajador subordinado; titulares de empresas monotributistas y trabajadoras bajo el subsidio por desempleo. El período de amparado será de 14 semanas, que corresponden a 6 semanas antes de la fecha probable de parto y 8 semanas pasada la misma. Se crea además un subsidio por paternidad, el cual será gradual y cuyo pago es asumido por el BPS. Ver : http://www.parlamento.gub.uy/leyes/AccesoTextoLey.asp?Ley=19161&Anchor= 11 La Fundación Plemuu es una organización no gubernamental que tiene por objetivo mejorar la condición de la Mujer Uruguaya; y por misión una nueva mujer, una nueva familia, una nueva sociedad. Ver: http://www.plemuu.org.uy/plemuu.html

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Bancada Bicameral Femenina, la academia y otros actores estatales vinculados al área de protección social en general y laboral en particular como los Diálogos por la seguridad social (Ministerio de Trabajo y Seguridad Social). Esto se debe a que el tema no entró en la agenda política por un único canal sino que la gestación del tema como necesidad, surge simultáneamente en el cuerpo feminista (interno y externo al sistema político) y en actores estatales por fuera de este núcleo quienes lo conceptualizan como parte de los derechos relacionados al ámbito laboral y no meramente a la concepción de bienestar/cuidados/relaciones de género. Algunas citas, dadas en el debate de la Comisión que trató el tema como en el propio debate de aprobación parlamentaria, ejemplifican este discurso: “(…) el proyecto de ley se enmarca en una política social más amplia de cobertura y de mejora de las condiciones de vida de la sociedad uruguaya, fundamentalmente de los sectores asalariados, a los que pertenece la gran mayoría de la población del país. Desde esa perspectiva, apoyamos decididamente esta iniciativa”. (Senador Michelini, Comisión Especial de población y desarrollo social, Carpeta Nº 2569 de 2013, Versión Taquigráfica N° 1894 del día 17 de octubre de 2013). Por otra parte, el componente de fortalecimiento de la crianza y desarrollo infantil, bajo la comprensión más abarcativa de protección social, es central en el debate político: “Esta iniciativa se inscribe en la construcción de una matriz de protección social que se está llevando adelante en el país a través de una serie de programas y estrategias integrales (…)”. (Gallo, FA, 24 de octubre de 2013, Diario de Sesiones, página 330-332). En segundo lugar, al igual que el aborto este tema no se presenta con el mismo sentido en todo el movimiento de mujeres. Es así que mientras ámbitos como la Red Género y Familia12 promueve el tema como central en la agenda política, movimientos como Cotidiano Mujer consideran –al menos al inicio– a estos temas como de segundo orden respecto a prioridades como aborto o violencia doméstica. “Lo que pasa es que en realidad en nuestra preocupación estaban otros temas, las mujeres se morían por abortos clandestinos, la violencia de género era una cosa totalmente oculta en el Uruguay y al principio la agenda estuvo concentrada allí (…) El aborto fue realmente subversivo, porque ataca el núcleo duro del patriarcado, esto [las licencias parentales] en realidad, es muy importante, pero viene a solucionar un problema que se da en todo el mundo y que le toca solucionar al Uruguay” (Entrevista, integrante de Cotidiano Mujer, 2015). 12 La Red Género y Familia (RGyF) es una organización sin fines de lucro de la sociedad civil, surgida en 1994 que se han propuesto la incidencia en las políticas públicas para alcanzar la equidad de género y el respeto y tolerancia por los distintos arreglos familiares. Ver: http://www.cnsmujeres.org.uy/cns-mujeres/ integrantes/organizaciones-que-integran-cns/montevideo/article/red-genero-y-familia-320

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“Desde el 85’ había una discusión entre los grupos, había algunas mujeres del movimiento que ponían el acento en la tradicional agenda feminista, en el derecho al cuerpo de las mujeres, aborto (…) y en esa época estaban las feministas como Cotidiano Mujer y luego MYSU. Y después estábamos las mujeres militantes, que muchas militábamos en los partidos, y que querían que se igualara las condiciones de trabajo y que hubiera políticas destinadas al desarrollo de la infancia y la adolescencia. Siempre hubo una discusión, que se mantuvo con los años, aunque después ellas entendieron que las niñas y las adolescentes también eran mujeres, y que las cargas de la familia eran cuestiones de género, pero no fue fácil y en cierto sentido eso aún se mantiene” (Entrevista, integrante Red Género y Familia, militante política del FA, 2015). Al igual que en el anterior proceso analizado, las variaciones discursivas en términos del objetivo transformador de la política están presentes desde la entrada de la problemática en la esfera social. Esto es debido a que a pesar de que la salida de la esfera privada es producto en gran parte de la movilización de las mujeres organizadas, una vez que el tema comienza a entrar en el terreno político se dará la confluencia de muchos otros discursos –muchos de ellos devenidos del propio sistema político y en clara sintonía con la matriz de protección nacional– que finalmente permitirán su aprobación. La “traducción” del discurso El proceso que llevó a la aprobación en el cambio del régimen de licencias en 2013 es producto de la confluencia de tres discursos: justicia social, equidad social y mercado de trabajo/protección laboral. En este proceso se destacan tres hitos centrales. En primer lugar, en el marco de la reforma de la matriz de protección social pretendida por el partido de gobierno, los cuidados era de alguna manera un eslabón ineludible. A su vez, al igual que en el caso del aborto la relación entre el conocimiento especializado y la política era intensa: por una parte, existía una articulación de larga data entre la academia y la red de feministas que venía trabajando estos temas (desde 1985); por otra, muchos/as de los actores vinculados a la temática por la vía externa pasaron a partir del gobierno del FA a ocupar cargos gubernamentales. Finalmente, el sector sindical veía con buenos ojos la iniciativa, debido a que estaba en clara sintonía con la trayectoria de protección al trabajo y la familia en Uruguay (Entrevistada, integrante PIT-CNT, 2014). Esta iniciativa iba en consonancia con la política uruguaya, la cual desde la aprobación del régimen de Asignaciones Familiares en 1942 ha vinculado la asistencia social con la protección a los trabajadores y sus familias en el marco de un régimen bismarckiano13, en diálogo fluido con el sector sindical, como se desprende de la siguiente cita: 13 Este régimen tiene sus orígenes en el modelo bismarckiano, basado en el principio contributivo, por el cual empleadores y empleados cotizan obligatoriamente a fondos de previsión administrados por el Estado, con el objetivo de cubrir situaciones de riesgo durante el ciclo vital de los trabajadores, y siguiendo como criterio de distribución el principio de mantenimiento de rentas. Uruguay, junto con Argentina y Chile, son los primeros países de América Latina en adoptar el modelo estatista bismarckiano.

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“Es bueno destacar –como mencionó en el día de ayer el Ministro Brenta– que esta decisión se inscribe dentro de los lineamientos preceptuados por el Convenio Internacional del Trabajo n.º 156, referente a los trabajadores con responsabilidades familiares, que fuera ratificado por nuestro país mediante la Ley n.º 16.063, de 6 de octubre de 1989. Vale la pena considerar algunos antecedentes, en virtud de que nuestro país tiene la característica y el honor de ser pionero en el reconocimiento de derechos de seguridad social y en la organización de regímenes de cobertura de sus contingencias, y que adoptó muy tempranamente en su historia disposiciones de protección de la maternidad y de los hijos de los trabajadores dependientes” (Senador Lorier, FA, 24 de octubre de 2013, Diario de Sesiones, n.º 251 - TOMO 515, 24/10/2013). A continuación se presentan algunos de los ejes discursivos y creencias en las cuales se sustentan discursivamente el proceso de aprobación e implementación de esta iniciativa. Tabla 2. Construcción discursiva “licencias parentales” Creencia causal

Eje discursivo

Objetivo transformador

La existencia de licencias parentales podría ser un estímulo para que las mujeres ingresen al mercado de trabajo

Mercado de trabajo

Aumento de mujeres en el mercado de trabajo, incremento de la tasa de actividad,

Licencias como parte de la normativa de protección laboral

Justicia social: Política laboral

Mejora en las condiciones laborales

Las licencias componente del sistema de cuidados

Equidad social: Políticas de género

Revertir las desigualdades de género en la distribución del trabajo remunerado y no remunerado

Licencias como parte de un sistema de protección social en el marco del desarrollo país

Protección social: Políticas de cuidados/bienestar y desarrollo

Incentivo al trabajo juvenil, aumenta la tasa de actividad, incentiva la tasa de fecundidad (que en Uruguay ha llegado a niveles por debajo del reemplazo poblacional).

Licencias como parte de las llamadas “políticas de conciliación”

Justicia social: Políticas de equidad

Contribuir al bienestar de las personas que requieren de cuidados y de las cuidadoras (fundamentalmente mujeres)

Licencias orientadas hacia el bienestar y el desarrollo infantil

Protección social: bienestar y desarrollo

Importancia de la inversión social en la primera infancia en sí misma y como apuesta fundamental para el desarrollo económico y social futuro.

Fuente: elaboración propia

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5. Transformaciones en discusión Si bien parece factible afirmar que el proceso de implementación de la agenda de género ha tenido en Uruguay un impulso especialmente relevante en la última década, el análisis acerca de su real significación política y social debe tomar en cuenta las bases interpretativas contenidas en la normativa aprobada. ¿Cuál es la significación real del aborto en Uruguay? ¿Tiene la misma relevancia política la aprobación del aborto “como control de la natalidad”; “como regulador del cuerpo social”, “como igualador en el plano socioeconómico” o “como libertad y autonomía de las mujeres sobre su cuerpo”? ¿Cómo impacta en la agenda de género la existencia de “licencias parentales como mecanismo de incentivo laboral de las mujeres” o “como política de conciliación? ¿En qué medida las licencias parentales como “parte de un mecanismo de protección laboral” inciden en la agenda de género? En definitiva, los contenidos discursivos, y por ende el objetivo transformador de la política, es producto de la confluencia de discursos y mecanismos de traducción, que no pueden ser disociados de la normativa a la hora de reflexionar acerca de los avances en materia de derechos, equidad y bienestar. Además de afirmar el rol central de los factores ideacionales en los cambios de política, es crucial tener en cuenta que estos factores no son la única fuente propulsora de cambio. Es preciso considerar los factores político-contextuales que asisten a la implementación de ideas inicialmente foráneas. En este sentido, a pesar de los mecanismos de traducción transitados por dichas iniciativas, la existencia de gobiernos afines y trayectorias institucionales adquiere un rol central. En el caso del aborto, si bien la aprobación de esta ley se asocia políticamente al Frente Amplio, no ha sido históricamente así. Algunos proyectos fueron propuestos por el Frente Amplio pero otros, por el Partido Colorado –en 1985–, por el Partido por el Gobierno del Pueblo –en 1991–, e incluso hubo uno que surgió por consenso de muchos partidos y se presentó en 1993. Sin embargo, el Frente Amplio como partido no solo presentaba una mayoría absoluta de su electorado a favor de la iniciativa, sino que la aprobación de esta iniciativa integraba su programa de gobierno de cara a su segundo mandato. Al mismo tiempo, los dirigentes frenteamplistas se han manifestado mayoritariamente a favor de la iniciativa, mientras en los restantes partidos se han manifestado y votado casi monolíticamente en contra (Johnson 2011).14 En el mismo sentido, las licencias parentales, han estado en la agenda social desde la redemocratización de manera creciente, aunque solo lograron entrar en la agenda política y aprobarse con la llegada del FA y la confluencia de discursos del eje de la seguridad social y la protección al trabajo, centrales en la tradición de izquierda. Al mismo tiempo, un dato no menor es que la “doble militancia” en el movimiento de mujeres o feminista y en la coalición de izquierda adquiere una sinergia inusitada en los otros partidos, que se evidencia en ambos procesos políticos analizados. Un punto a destacar en este sentido, refiere a que los mecanismos discursivos por los cuales las ideas se transforman, ocurren en contextos políticos determinados, 14 Evolución sobre el posicionamiento parlamentario de los partidos político en cada una de las instancias de votación, disponible en: Johnson (2011: 214-221).

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permeados por paradigmas de políticas. Desde esta óptica, la demandas feministas, o de cualquier otro movimiento, no pueden separarse de sus contextos de enunciación. Así, la “era progresista” supondrá la pobreza, exclusión y el desarrollo social como problemas centrales, conjuntamente con una vuelta a la intervención del Estado en la sociedad y la economía, rearticulando y redefiniendo de esta manera el discurso de género, en el marco de este paradigma de política predominante. Por otra parte, ambas políticas presentan antecedentes institucionales significativos, de manera que la iniciativa se inserta como parte de una trayectoria de ideas institucionales que actúan como fuerza propulsora de cambio. De esta manera, al igual que el aborto, como práctica y como discurso fuera del espacio privado presenta una larga trayectoria en el Uruguay, en el caso de las licencias esto se ve reflejado en su trayectoria como parte de un fuerte sistema de seguridad social y de protección al trabajo, de larga data en perspectiva comparada con la región. Es suma, es preciso ver más allá de la construcción de la política y analizar las bases discursivas que la sostienen, como punto clave para nuestra comprensión de cómo y por qué se producen los cambios en el proceso político. Afirmar que las políticas se construyen e interpretan a través de mecanismos discursivos, y que el discurso es en sí mismo poder, no implica que todas las interpretaciones tengan el mismo valor. En este sentido, a la hora de evaluar la significación de los procesos políticos se torna necesario interrogarnos cuáles serían los resultados de interpretaciones alternativas y de qué manera la interpretación finalmente dominante dialoga con las relaciones sociales dadas. Bibliografía Aguirre, Rosario (2008). “Hacia políticas de corresponsabilidad en los cuidados”. En: Mesa de diálogo internacional: políticas de cuidados. Montevideo: Red género y familia: 41-50. Arendt, Hannah (1996). La condición humana. Barcelona: Paidós. Arendt, Hannah (1997). ¿Qué es la política? Barcelona: Paidós. Barrán, José Pedro (1995). “Médicos, mujeres y control de la natalidad”. En: Medicina y sociedad en el Uruguay del novecientos, vol. 3: la invención del cuerpo. Montevideo, Banda Oriental: 105-115. Béland, Daniel y Robert Cox (2011).“Introduction: Ideas and Politics”. En: Béland, Daniel and Robert Cox (Eds.) Ideas and Politics in Social Science Research. New York, Oxford University Press: 3-23. Fraser, Nancy (1991). “La lucha por las necesidades: esbozo de una teoría crítica socialista-feminista de la cultura del capitalismo tardío,” Debate Feminista: 2-39. García Prince, Evangelina (2008). “Políticas de igualdad, equidad y gender mainstreaming. ¿De qué estamos hablando?”. En: Marcos conceptuales. San Salvador, PNUD: 7-63. Jenson, Jane (2009). “Lost in Translation: The Social Investment Perspective and Gender Equality”. En: Orloff, Shola y Bruno Palier (Eds) Power of Gender Perspectives: Feminist Influence on Policy Paradigms, Social Science, and Social Politics. Social Politics. International studies in gender, State, and Society. Special Issue: 446-484. Johnson, Niki. (2011). “El tratamiento de la despenalización del aborto en el ámbito político parlamentario”. En: Johnson, Niki; López, Alejandra; Sapriza, Graciela; Arribeltz, Gualberto y Alicia Castro. (Des) penalización del aborto en Uruguay: Prácticas, actores y discursos. Abordaje interdisciplinario sobre una realidad compleja. Montevideo, CSIC: 185-229.

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Johnson, Niki; Rocha, Cecilia y Marcela Schenck (2015). La inserción del aborto en la agenda político-pública uruguaya, 1985-2013. Un análisis desde el movimiento feminista. Montevideo, Cotidiano Mujer: 1-144. Kaztman, Ruben (coord.) (2004). “La ciudad fragmentada. Respuesta de los sectores populares urbanos a las transformaciones del mercado y del territorio en Montevideo.” Montevideo: Serie Documentos de Trabajo del IPES / Colección Monitor Social del Uruguay Nº2. Programa IPES. Facultad de Ciencias Humanas. Universidad Católica del Uruguay: 2-54. Midaglia, Carmen (coord.); Antía, Florencia; Castillo, Marcelo y Guillermo Fuentes (2013). “La renovación del sistema de protección uruguayo: el desafío de superar la dualización”, Revista Uruguaya de Ciencia Política, Vol. 22 N°2: 171-194. Orloff, Shola Ann y Bruno Palier (2009). “The Power of Gender Perspectives: Feminist Influence on Policy Paradigms, Social Science, and Social Politics”. En: Orloff, Shola y Bruno Palier (Eds). Power of Gender Perspectives: Feminist Influence on Policy Paradigms, Social Science, and Social Politics. Social Politics. International studies in gender, State, and Society. Special Issue: 405-413. Padamsee, J. Tasleem (2009). “Culture in Connection: Re-Contextualizing Ideational Processes in the Analysis of Policy Development”. En: Orloff, Shola and Bruno Palier (Eds) Power of Gender Perspectives: Feminist Influence on Policy Paradigms, Social Science, and Social Politics. Social Politics. International studies in gender, State, and Society. Special Issue: 413-446. Pellegrino, Adela; Cabella, Wanda; Paredes, Mariana; Pollero, Raquel and Carmen Varela (2008) “De una transición a otra: la dinámica demográfica del Uruguay en el siglo XX”. En: El Uruguay del Siglo XX: La Sociedad. Montevideo, Banda Oriental: 11-43. Sapriza, Graciela (2011). “Historia de la (des)penalización del aborto en Uruguay. Aborto libre: la corta experiencia uruguaya (1934-1938)”. En: Johnson, Niki; López, Alejandra; Sapriza, Graciela; Arribeltz Gualberto y Castro Alicia. (Des) penalización del aborto en Uruguay: Prácticas, actores y discursos. Abordaje interdisciplinario sobre una realidad compleja, Montevideo, CSIC: 19-65. Schmidt, Vivien (2011). “Reconciling Ideas and Institutions through Discursive Institutionalism” En: Béland, Daniel y Robert Cox (Eds). Ideas and Politics in Social Science Research. New York, Oxford University Press: 47-54. ANEXO Documentos utilizados: Comisión Especial de población y desarrollo social, Carpeta Nº 2569 de 2013, Versión Taquigráfica N° 1894 del día 17 de octubre de 2013. Diario de Sesiones, Tomo 515, N 251 24/10/2013. Diario de Sesiones, Tomo 446, N 179, 17/10/07. Diario de Sesiones, Tomo 491, N 131, 27/12/2011. Diario de Sesiones, Tomo 500, N 180, 17/12/2012. Diario de Sesiones, Tomo 500, N 178, 9/10/2012. Diario de Sesiones, Tomo 482, N 87, 1/6/2011. Memoria quinquenal de la Bancada Bicameral Femenina. Período 2005-2010. Entrevistas realizadas: Integrante Cotidiano Mujer, realizada en 2015. Integrante Mujer y Salud Uruguay, realizada en 2015. Integrante Red Género y Familia, integrante del FA, realizada en 2015. (2) Integrantes Comisión de Género del PIT-CNT, realizada en 2014. Integrante Bancada Bicameral Femenina (período 2000-2010), realizada en 2015. Informante político, Frente Amplio, referente en temas de género y cuidados, realizada en 2015.

Revista Uruguaya de Ciencia Política - Vol. 24 N°2 - ICP - Montevideo

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REFLEXIONES TEÓRICAS SOBRE DISCURSO POLÍTICO E IDEOLOGÍA: UN ANÁLISIS PRELIMINAR DE LAS POLÍTICAS DE EMPRENDIMIENTO DEL GOBIERNO DE PIÑERA (CHILE 2010-2014) * Theoretical Reflections on Political Discourse and Ideology: a Preliminary Analysis of the Policies of Entrepreneurship in the Piñera’s government (Chile, 2010-2014) Néstor Guerrero S y María José Vega A. ** Resumen: Discurso e ideología son categorías teóricas y metodológicas del análisis político. Su expresión en la política rutinaria y en las prácticas sociales se evidencia en reformas, programas y políticas que, en su conjunto, expresan la dimensión performativa de la política. Este artículo, recurriendo a algunas corrientes de las ciencias sociales y políticas que se interesan por el estudio de la ideología y los discursos, los conceptos políticos y la socio-semiótica, ilustra –y reflexiona sobre– las operaciones ideológicas, desplazamientos discursivos y expresiones en la praxis política para observar procesos políticos. Palabras clave: ideología, dimensión performativa, política, discurso Abstract: Discourse and ideology are theoretical and methodological categories of political analysis. Their expression in routine politics and social practices is materialized in reforms, programs and policies which together express the performative dimension of politics. The article considers some social sciences’ trends which are interested in ideology and discourse, political concepts and socio-semiotics, and hopes to make a contribution to the discipline with a theoretical reflection on the ideological operations, discursive shifting, and expressions in political praxis to analyze political process. Keywords: ideology, performative dimension, politics, discourse

1. Introducción y encuadre analítico En los debates politológicos y políticos de América Latina se evidencia una alta valoración por el consenso y, consecuentemente, un rechazo al conflicto. En efecto, el buen funcionamiento de la democracia suele estar asociado con la ausencia de Una versión inicial de este trabajo fue presentada en el V Congreso Uruguayo de Ciencia Política, organizado por la Asociación Uruguaya de Ciencia Política (Montevideo, octubre de 2014). Agradecemos los comentarios y valiosos aportes de Paulo Ravecca y de los evaluadores anónimos de la Revista Uruguaya de Ciencia Política que han permitido arribar a una versión mejorada. En cualquier caso, la versión final de este artículo es de completa responsabilidad de los autores. ** Néstor Guerrero S. es Magister en Ciencia Política, correo electrónico: [email protected]. María José Vega A. es Magíster © en Ciencia Política, Programa Académico FLACSO-Chile, correo electrónico: [email protected]. Artículo recibido el 25 de mayo de 2015 y aceptado para su publicación el 29 de agosto de 2015. *

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conflicto y el establecimiento de acuerdos. La ideología suele asociarse a tensiones e inestabilidad. Lo ideológico, así, deviene negativo para la democracia. Los acuerdos, desde luego, son necesarios. Pero la democracia supone también una dimensión de conflicto, pues es este régimen el que permite la confrontación de posiciones en el espacio público. Acuerdos y desacuerdos son parte de la lógica democrática, y un plano en el que se expresa dicha lógica es en el campo de lo simbólico, es decir, el ámbito de las ideas, el lenguaje y los discursos. Los discursos refieren no solo a los textos hablados o escritos, aunque los incluyen, sino que constituyen o dan cuenta de un cierto estado de la sociedad, reflejando las tendencias colectivas predominantes e incluyendo las prácticas sociales, lingüísticas y no lingüísticas. Los discursos tienen funciones sociales y políticas, por lo que están fuertemente asociados a las ideologías. Por ello, los acuerdos y desacuerdos democráticos serán siempre contingentes, pues en su establecimiento interviene la ideología, no en tanto auto-identificación en el eje izquierda-derecha (Alcántara 2004; Freidenberg 2006)1 que asumen las perspectivas de elección racional para el análisis político (Downs 1992; Freidenberg 2006)2, sino que concebida como forma simbólica (Thompson 2002) y como mecanismo reductor de la esencial disputabilidad de los conceptos políticos mediante discursos hegemónicos en la esfera pública (Freeden 2013). Es decir, los discursos son públicos dadas sus funciones sociales y políticas, y tienen relación con la ideología pues una función específica es delimitar y fijar el significado de conceptos con múltiples significados disponibles. El éxito de una u otra ideología, en efecto, debería ser evaluado más bien por sus efectos, y el cierre discursivo es ciertamente un indicador de éxito ideológico, en el que el lenguaje desempeña un papel vehiculizador. Fijar conceptos y clausurar discursos son entonces mecanismos de la ideología para establecer un determinado orden que pueden ser rastreados en los discursos. Las ideologías “nos proporcionan mapas del universo político y social, de los cuales no podemos prescindir porque no podemos actuar sin dotar de sentido los mundos en los que habitamos” (Freeden 2013: 22). Si bien se han elaborado múltiples y diversas aproximaciones para la noción de ‘discurso’, un marco general entiende al discurso social como una categoría amplia que refiere “todo lo que se dice y se escribe en un estado de la sociedad, todo lo que se imprime, todo lo que se habla públicamente o se representa” (Angenot 2010a: 22). En ese marco, el discurso político connotaría todo lo que se dice, escribe, presenta y representa en el campo político, es decir en la esfera de las prácticas sociopolíticas (las 1 Por ejemplo, la politóloga Flavia Freidenberg señala que la eficiencia democrática “se encuentra inversamente relacionada con el grado de polarización si no hay tendencia al consenso” (Freidenberg 2006:245). Refiriéndose a la política ecuatoriana, afirma que ésta ha adolecido de la capacidad “para generar consensos permanentes en torno a ideas y programas, así como conseguir unos marcos mínimos de gobernabilidad que facilitaran la estabilidad del sistema político” (2006: 238). 2 “Izquierda y derecha son atajos cognitivos que permiten a las personas resumir información sobre las cosas sin esfuerzo adicional (D’Adamo y García Beaudoux, 1999)” (Freidenberg 2006:242); “El eje izquierda-derecha ayuda a los votantes a tomar decisiones de voto a partir de la cercanía o distancia que creen tener con los candidatos o partidos. Dicha dimensión permite a los votantes minimizar sus costos de información” (Downs 1957, en Freidenberg 2006: 241).

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elecciones, la acción colectiva), las instituciones de la representación (partidos políticos, parlamentos), el gobierno, la administración pública y las políticas públicas. Considerar, por tanto, que el orden social y político no es natural ni neutral (constatar esto ya es develar una de las estrategias ideológicas), exige aceptar que ha sido construido sobre la base de relaciones sociales, culturales y de poder. Supone además ser conscientes que otro orden ha sido excluido y que un determinado orden del discurso ha sido establecido. Es decir, el orden social y político que parece “natural” es, en realidad, el resultado de prácticas específicas, momentáneas y contingentes, en las que los discursos desempeñan una función legitimadora clave. En efecto, en el campo político se juega lo justo e injusto, la administración del sentido común colectivo, la gestión de los asuntos públicos y las prácticas de gobierno, “pues, en el orden del discurso es que se despliega y realiza un régimen de visibilidad y de existencia política. El régimen de la palabra ya conforma un régimen de inclusión y de exclusión” (Arancibia 2011: 71-72). En ese marco, nos parece apropiado concebir que los discursos están configurados por conceptos políticos que circulan en el campo político, que tienen una fuente ideológica y una pretensión performativa, es decir, una búsqueda de condicionamiento y afectación de las prácticas concretas en el campo político y en la sociedad. Un modo de verificar esto es precisamente analizar el establecimiento de significados, conceptos y, en definitiva, sentidos comunes que intentan ser difundidos e inscritos socialmente desde el discurso. Por ejemplo, en los debates públicos de América Latina términos como “participación”, “democracia”, “gobernabilidad”, “seguridad”, “populismo” o “soberanía”, suelen utilizarse para fijar posiciones políticas sobre diversos tópicos; ellos están disponibles para su uso político, pero sus significados en general no se explicitan o bien se les asocia con otros conceptos, inscribiéndose en contextos temáticos que delimitan sus significados, reduciendo o excluyendo otros significados posibles. Este tipo de consideraciones teóricas se basan en una epistemología que combina el enfoque constructivista y post-estructuralista que sitúa al lenguaje y los discursos como entrada metodológica para identificar la ideología, rechazando la radical separación sujeto/objeto y una pretendida neutralidad tanto de los análisis científicos como de las políticas públicas, entendiendo que en “las producciones verbales que acompañan a todas las intervenciones públicas –y especialmente a la política democrática– está presente un componente simbólico que va más allá de todo cálculo estratégico y que aparece como síntoma de las ideas dominantes en determinada sociedad en un momento dado de su desarrollo” (Lorenc Valcarce 2002: 29). El encuadre anterior permite justificar la importancia de reflexionar sobre el discurso político y su función ideológica. Discurso e ideología, en efecto, son categorías teóricas y metodológicas del análisis político, su expresión en la política rutinaria y en las prácticas sociales se evidencia en reformas, programas y políticas que, en su conjunto, expresan la dimensión performativa de la política presentándose en sociedad como soluciones a problemas o brechas sociales. Este artículo busca realizar un aporte a la disciplina presentando reflexiones cuyo objetivo es ilustrar teóricamente las operaciones ideológicas, desplazamientos discursivos y expresiones

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en la praxis política, recurriendo a un caso demostrativo (discurso sobre el emprendimiento en el gobierno de centro-derecha en Chile 2010-2014) que ejemplifica el modo de analizar la relación discurso político e ideología aquí sugerida. Sostendremos en este trabajo que mediante el estudio del discurso de políticas y programas públicos es posible develar que el “poder ideológico, no es sólo cuestión de significado, sino de dar una utilidad de poder a ese significado” (Thompson 2002: 132). Se considera además que “las ideologías no solo son producidas sino también consumidas” (Freeden 2013: 71) y, por tanto, los discursos en torno a las políticas públicas tienen efectos no únicamente retóricos sino también sustanciales, incidiendo en el contenido de las políticas públicas –en su proceso de agenda, diseño, implementación y evaluación– permeando las prácticas sociales y modelando una visión determinada de la sociedad. A partir de este encuadre analítico introductorio, una segunda parte del artículo aborda el discurso político, como parte del discurso social, para analizar su relación con la ideología y el rol de los conceptos políticos. La tercera parte observa lo que aquí se denomina el proceso de ideologización de conceptos políticos que afectan de un modo u otro las prácticas concretas de ciudadanos e instituciones a través de políticas públicas, es decir, la dimensión performativa de la política. Un cuarto apartado ilustra breve y preliminarmente las reflexiones teóricas en el caso del discurso del emprendimiento en el gobierno de centro-derecha en Chile (2010-2014). 2. Reflexiones teóricas en torno al discurso político Partimos del supuesto que el campo político ha de concebirse como completamente ideológico, lo que implica que las prácticas políticas, las decisiones de política y, en consecuencia, los discursos que allí se inscriben son ideológicos (Van Dijk 2005). El discurso, así visto, es el vehículo de la ideología que emerge como la acción mediante la cual se hace posible la competencia por el poder, se plantean críticas y se generan expectativas. Es a partir de este discurso que “se exhiben en el escenario político las representaciones más significativas para cada actor” (Montesinos 2003: 172). Una expresión de esas representaciones son las políticas y programas públicos que no quedan ajenos a la influencia de los discursos, pues en ellos se definen los problemas, se legitiman las decisiones, se presentan los resultados y se entienden los procesos (Cejudo 2008). En políticas públicas el discurso político se entiende como “un hecho social que funciona independientemente de los usos individuales, que existe por fuera de las conciencias de los individuos y que está dotado de un poder en virtud del cual se impone. Es en el discurso que la ideología se manifiesta como un campo en el que poderes sociales que se promueven a sí mismos, entran en conflicto o chocan por cuestiones centrales para la reproducción del conjunto del poder social” (Eagleton 1997: 53). La función principal del discurso es representar lo real, situar un orden y homogenizar para conseguir la instalación de una visión de mundo que censura y clausura otros posibles (Foucault 1992). “La interacción de los discursos, los intereses que los sostienen, producen la dominancia de ciertos hechos que sobredetermi-

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nan globalmente lo enunciable y sobre todo lo privan de medios de enunciación a lo impensable o a lo no-dicho-todavía que no se corresponde de ningún modo con lo inexistente o lo quimérico” (Angenot 2010b: 25). Para ello, se vale de la producción y fijación de legitimidades que construyen el mundo social, lo objetivan y, al permitir comunicar esas representaciones, “determinan esa buena convivencia lingüística que es el factor esencial de la cohesión social. Al hacer esto, rutinizan y naturalizan los procesos sociales” (Angenot 2010a:67). Es ilustrativo el efecto naturalizador que produce el discurso, mediante por ejemplo la fijación de legitimidades, el que lo vincula indisociablemente con el campo político y, particularmente, con la ideología. Metodológicamente, analizar discursos permite hacer “observables” las ideologías, explicitándolas o, más bien, develándolas (Van Dijk 2005). Reconstruir, analizar y develar un discurso implica pensarlo históricamente y aislar de los hechos sociales globales un conjunto de prácticas mediante las cuales la sociedad se objetiva en textos, lenguajes y prácticas que se relacionan con instituciones, reformas, políticas y programas en el campo político. En este sentido, el discurso se inscribe dentro de marcos de acción contextual que delimitan las identidades sociales, los objetos y los papeles sociales del intercambio lingüístico, determinando la posibilidad de tomar la palabra en función del derecho que le es concedido, papeles enunciativos que deben asumir y modos de organización del discurso esperado (Charaudeau 2002). El discurso supone exclusiones y conflictos, delimita las identidades y expresa la ideología. Visto así, la ideología se expresa muy frecuentemente a través del lenguaje, aunque incluye prácticas extralingüísticas. La categoría de discurso recoge bien esta amplitud, pues en su marco de referencia incluye “todo tipo de prácticas sociales y políticas, así como instituciones y organizaciones” (Howarth 1997: 125). En esa línea, como parte del discurso social, el discurso político puede considerarse como aquellos significados comunes construidos ideológica y persuasivamente, alrededor del cual se organizan los debates, determinando los estados de opinión de la sociedad y los marcos que definen el campo político, a través de sus ejes de competencia y sus mecanismos de aceptabilidad y censura (Foucault 1992; Eagleton 1997; Angenot 1998; Lorenc Valcarce 2002). En particular, “el discurso político posibilita, justifica y transforma la acción política” (Lamizet 2002: 121), buscando no solo re-presentar una realidad social determinada, sino que apuntando a convencer, persuadir y resignificar. Es decir, hay aquí una función práctica del discurso orientada a la acción en el contexto de las relaciones de poder. Esta relación lenguaje-acción-poder encuentra una expresión sólida en el uso de conceptos que articulan discursos políticos con pretensión performativa, es decir, con intenciones de afectación o condicionamiento de las prácticas concretas de los ciudadanos y de las instituciones Los conceptos políticos son las unidades básicas del pensamiento político, de la filosofía política y de la ideología en términos específicos (Freeden 2013). Vinculados a la ideología, la “esencial disputabilidad” de los conceptos contiene dos premisas: que los conceptos políticos no se pueden jerarquizar en términos de valoración absoluta y que los conceptos políticos siempre se encuentran abiertos a nuevas definiciones potenciales, es decir, “un concepto político contendrá muy variadas concepciones” (Freeden 2013: 77).

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Así vistos, los conceptos pueden ser presentados públicamente por los actores políticos como si ellos remitiesen a una definición unívoca, esto es, conceptos fijados en su significado y clausurados discursivamente (Laclau y Mouffe 2004), o bien, ser presentados estratégicamente como conceptos despolemizados, mientras que en realidad se trata de “conceptos esencialmente polémicos”, es decir conceptos sobre los cuales existen muchas disputas. Al ser presentados como conceptos despolemizados, lo que hay es una naturalización de “los significados de términos políticos convirtiendo una variedad de significados opcionales en una certeza monolítica” (Larraín 2010: 167). La certeza monolítica “es el rasgo inevitable de una decisión política” (Ibíd.: 169). Pero los conceptos y categorías no tienen significados fijos o esenciales. Más bien, “se construyen mediante su uso en el contexto de otros conceptos”. Por ello Freeden propone el análisis morfológico, pues los conceptos adquieren sentido cuando se considera su posición estructural vis-à-vis otros conceptos políticos. La función ideológica consiste en especificar los significados de tales conceptos en relación con otros conceptos. “Por medio de esta interacción específica y constreñida entre los conceptos que emplea [la ideología], adquiere una precisión en términos de significado, si bien nunca de forma concluyente” (Freeden 2013: 79). A lo que se apunta, en definitiva, es que conceptos cuya definición o elementos caracterizadores no se explicitan en los debates políticos pueden ser: i) conceptos potencialmente vacíos de significado, también denominados conceptos flotantes (Laclau y Mouffe 2004); o ii) conceptos con múltiples significados (esencialmente polémicos), pero fijados en significados parciales, despolemizados (Freeden 2013). En el primer caso, los actores políticos lucharán o bien por dotar de un contenido particular al concepto, o bien por mantenerlos potencialmente vacíos de contenido particular resguardando que en ellos se sientan identificados una multiplicidad de actores (pues cada actor significará el concepto según sus motivaciones y generará una cierta identidad con él). Este último caso suele ser la estrategia utilizada por los movimientos sociales cuando aspiran a representar más allá de su sector específico. Si el primer caso encuentra un buen ejemplo de uso en los movimientos sociales, el segundo caso (conceptos con múltiples significados, pero fijados en significados parciales), pareciera encontrar buenos ejemplos en el uso que le dan los gobiernos. Es decir, habría un predominio en la asignación de significado de ciertos conceptos utilizados, versus otros significados posibles pero no deseados. Lo anterior no supone otorgar una valoración positiva o negativa ex-ante al hecho de dotar a ciertos conceptos de significados principales; lo relevante es que, al igual que en el caso de los movimientos sociales, ello tiene sus rendimientos (Guerrero 2014). Los conceptos generalmente forman parte de un sistema mayor que, desde la perspectiva analítica asumida, puede denominarse formación discursiva. Una formación discursiva es una matriz de significado o “sistema de relaciones lingüísticas en el que se generan procesos discursivos reales (…) y cada formación discursiva está inserta a su vez en una formación ideológica, que contiene tanto prácticas discursivas como no discursivas” (Eagleton 1997: 246). Ese marco permite reconocer la función legitimadora del discurso político para operar, performativamente, sobre realidades concretas. Las ideologías, en efecto, pueden ser concebidas como “sistemas de

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pensamiento a través de los cuales se confiere significado específico a cada concepto político en su ámbito. Esto se consigue otorgando legitimidad a un significado de cada concepto y negándosela a los demás” (Freeden 2013: 78). Por lo tanto, los conceptos disponibles en el campo político son siempre nociones situadas social e históricamente, articuladas por el discurso social, específicamente por el discurso político. Avanzando un paso más, los conceptos socialmente disponibles son inevitablemente ideologizados, esto es, pasan por el filtro ideológico. La ideología, así enmarcada, es concebida como un artefacto reductor de la indeterminación política de los mensajes que circulan en la esfera pública (Freeden 2013). Vinculada a su dimensión performativa, una ideología “es una organización estructural de amplio espectro que atribuye significados despolemizados a una serie de conceptos políticos que se definen entre sí mutuamente” (Freeden 2013: 79). Dado lo anterior, podemos verificar que la pretensión de neutralidad que caracteriza la puesta en escena de discursos constituye una falacia, pues, de hecho, “nadie habla en términos de significados de diccionario sino en términos de valores que dan sentido al discurso, donde el lenguaje aparece como arena de lucha” (Arán 2006: 86). Por tanto, cada significado es un potencial de sentido. Solo cuando se utilizan los significados en el discurso para ser comunicados en la vida social, se cargan de potenciales sentidos tornándose de esta manera en “lengua en uso” (Aran 2006), según la necesidad de activación que se busque para construir y/o afectar una realidad determinada. Así, en su relación con el discurso, la ideología “es menos el tipo de lenguaje que los efectos que produce: efectos, por ejemplo, de ‘cierre’, por los que silenciosamente se excluyen ciertas formas de significación, y se ‘fijan’ ciertos significantes en una posición dominante. Estos efectos son rasgos del lenguaje discursivo” (Eagleton 1997: 246). Sin embargo, a pesar de la importancia de la fijación como un modo ideológico del lenguaje discursivo, no debería perderse de vista que la ambigüedad y la indeterminación pueden operar también ideológicamente (Eagleton 1997). En el discurso se disputa la imposición de los sentidos de acuerdo a los intereses de los actores en juego; en esta arena de lucha, lo ideológico comparece en tanto instrumento valorativo a través del cual se modelan las distintas significaciones de la palabra dada, configurando en sí mismo un régimen de politicidad: “ya sea el ingreso, la expulsión, o la exclusión de un régimen de habla, constituye un acto propiamente político” (Arancibia 2011: 80-81). Por lo anterior, se identifica que en el discurso político el uso de determinados conceptos son presentados estratégicamente como conceptos despolemizados, mientras que en realidad se trata de “conceptos esencialmente polémicos” (Freeden 1996). En la selección estratégica del léxico, para la asociación de tramas significativas, se juegan “prácticas de inscripción y exclusión; regímenes de visibilidad e invisibilidad; irrupción y prescripción; emergencia y colonización” (Arancibia 2011: 83). Esta es una función típica de la ideología, que permite el análisis de los efectos del discurso político en las prácticas concretas. Esta es la noción de la ideologización reflejada en la dimensión performativa de la política.

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3. Ideologización y performance política El discurso político se representa en la extensión propia del espacio público y es en él donde la identidad del actor político se manifiesta persuadiendo para influir en la praxis política, plasmando ideas dominantes en acciones propias de la performance política (reformas, programas y políticas). Esas ideas dominantes se cristalizan frecuentemente en las instituciones. Schmidt (2010) ha denominado al poder de las ideas en ciencia política Institucionalismo Discursivo, señalando que “discursive institutionalism is an umbrella concept for the vast range of works in political science that take account of the substantive content of ideas and the interactive processes by which ideas are conveyed and exchanged through discourse” (Schmidt 2010: 3). Siguiendo la línea del lenguaje-acción como vehículo para develar la ideología, Thompson (2002) utiliza la categoría central de ‘formas simbólicas’ para referir “una amplia gama de acciones y lenguajes, imágenes y textos, que son producidas por los sujetos y reconocidos por ellos y por otros como constructos significativos” (Thompson 2002: 89). La ideología, en tanto, corresponde a las formas y mecanismos en que “el significado movilizado por las formas simbólicas sirve para establecer y sostener relaciones de dominación” (Thompson 2002: 89). ¿Qué implica esta operación? La ideologización puede entenderse como el proceso de selección, filtro, asociación, fijación y puesta en escena de las redes significantes de los conceptos utilizados en el campo político. Esta acción permite delimitar el margen de acción de las prácticas sociopolíticas a nivel societal e individual, clausurando prácticas contra hegemónicas y estableciendo los regímenes de veracidad o veridicción (Foucault 1992). Interesa relevar su orientación a la acción mediante modalidades específicas de operación de la ideología (Thompson 2002), es decir, los efectos performativos de la ideología. Para Thompson (2002) existen cinco modos generales de operación de la ideología, similares a los propuestos por Eagleton, que se expresan en estrategias específicas. La legitimación como modo general opera mediante la racionalización, la universalización y la narrativización. La simulación se materializa habitualmente a través de la sustitución, la eufemización y figuras relativas al tropo (sinécdoque, metonimia, metáfora). La unificación se expresa en estrategias típicas como la estandarización y la simbolización de la unidad. En cambio, la fragmentación opera a través de la diferenciación y la expurgación del otro. Finalmente, se encuentra la cosificación. Esta última operación ideológica se activa cuando “no esperamos nada de la palabra, (pues) desde antes ya sabemos todo lo que ella puede decirnos (entonces) esta palabra sale del diálogo y se cosifica” (Bajtín 1982: 314), siendo estrategias típicas la naturalización, la eternalización y la nominalización, apelando a ausencia de hablantes y a la neutralidad discursiva, ajena a la realidad ideológica del discurso, tornándose más bien como “lengua muerta” (Aran 2006). Lo anterior implica que las operaciones ideológicas pueden tener –y habitualmente tienen– una expresión extralingüística, aunque eso no debe hacer perder de vista que todo lenguaje es ideológico, pues todo lo que significa hace signo en la ideología (Angenot 2010b). El significado no siempre es explícito, pues “lo que uno ve

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no es siempre todo lo que uno puede conocer” (Freeden 2013: 32). Entonces la ideología, vinculada al discurso, contiene frecuentemente niveles ocultos de significado, tanto para sus productores, como para sus consumidores. Identificar tales niveles es un propósito del análisis de la ideología a través del discurso político. Las ideologías, en esa línea, son “conjuntos unificadores orientados a la acción, racionalizadores, legitimadores, universalizadores y naturalizadores” (Eagleton 1997: 71). Un método para iniciar el estudio de las ideologías contenidas en la praxis política es el análisis de discurso, pues permite descubrir el papel que representan las prácticas e ideas sociales significativas en la vida política. También permite analizar de qué manera los sistemas de significación configuran la comprensión que las personas tienen de sus propios roles sociales y cómo influyen en sus actividades sociopolíticas. Para ello, como ya se señaló, se debe reconocer que los discursos se encuentran articulados por conceptos políticos, y la lucha por el significado de los conceptos, su fijación y asociación con otros conceptos en contextos específicos, son parte de la ideología. En efecto, “los significados de las palabras, frases y, por extensión, de las ideologías no pueden ser fijados de manera inequívoca. Los múltiples significados que contienen, su polisemia, los vuelve para siempre indeterminables” (Freeden 2013: 73). Esto es, conceptos políticos complejos (libertad, justicia, desarrollo) variarán su significado en función de uso en un contexto discursivo u otro. Los hechos políticos nunca hablan por sí solos, señala Freeden (2013) para dar cuenta de las funciones de la ideología en las prácticas y sus significados. En efecto, las ideologías cumplen funciones políticas trascendentales, generalmente invisibles, de orden, dirección, legitimación y deslegitimación. Es decir, las ideologías funcionan generando efectos reales en las prácticas políticas, ésa es su razón de ser. Una ideología solo es exitosa en la medida que “es seguida por grupos relevantes, compite por la formulación y el control de planes en materia de políticas públicas, y lo hace con el fin de justificar, oponerse o cambiar las bases y los acuerdos sociales y políticos de una comunidad política” (Freeden 2013: 54). En definitiva, las ideologías cumplen un papel de regular y constreñir las posibilidades de acción mediante una configuración determinada de poder simbólico. Una expresión concreta de las reflexiones anteriores se verifica en el ámbito de las políticas públicas. Por ejemplo, la tematización política asociada a políticas públicas –es decir, el modo en que los problemas son definidos, presentados e inscritos en la agenda pública– tendrá diversos matices en función del estado en que se encuentra el campo político en el momento de la enunciación del discurso (Lorenc Valcarce 2002). Por tanto, es el discurso político, mediante su dimensión performativa, el que exhibe en el escenario político las representaciones más significativas para cada actor (Montesinos 2003). De este modo, para que un discurso tenga efectos en la realidad no basta la solidez técnica, lógica y la claridad argumentativa, sino que el discurso ha de estar acompañado también de elementos persuasivos, que lo conecten con la realidad y con las percepciones de otros actores, que lo doten de poder para sostenerse frente a discursos alternativos (Cejudo 2008). Según esta mirada, el discurso político no es neutral y su “componente descriptivo o explicativo –es decir, su dimensión cognoscitiva– tiene un valor per se, en tanto expresa condicionamientos sociales” (Lorenc Valcarce 2002: 45).

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La dimensión ideológica de la performance política se expresa entonces mediante discursos y luchas políticas, donde “poderes sociales que se promueven a sí mismos entran en conflicto o chocan por cuestiones centrales para la reproducción del conjunto del poder social” (Eagleton 1997: 53). Cuando articulamos lenguaje, discurso e ideología para analizar praxis política, no es tanto el tipo de lenguaje utilizado el que interesa. Se trata más bien de sus efectos políticos, “por ejemplo, de «clausura», por los que silenciosamente se excluyen ciertas formas de significación, y se «fijan» ciertos significantes en una posición dominante. Estos efectos son rasgos de lenguaje discursivos” (Eagleton 1997: 244), que permean y modelan una realidad política determinada. En definitiva, como hemos intentado mostrar, en todo discurso político las ideologías compiten entre sí intentando fijar, limitar o ampliar significados de ideas que pretenden condicionar las prácticas sociales y las prioridades institucionales. Para ello, el control del lenguaje político es fundamental, sobre todo en ámbitos de política pública, pues éstas vinculan la ideología con la praxis política. 4. Ilustrando las reflexiones teóricas: el discurso del emprendimiento en el gobierno de centro-derecha en Chile En esta sección se ilustran, mediante el caso de las políticas de emprendimiento en el gobierno de centro-derecha en Chile (2010-2014) las premisas y reflexiones teóricas presentadas en los apartados anteriores. El objetivo es ensayar el rendimiento metodológico del enfoque propuesto. El siguiente esquema resume los principales puntos.

Fuente: Elaboración propia.

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El esquema analítico muestra los fundamentos ideológicos de las prácticas políticas concretas de los individuos en contextos sociales específicos. Esto es, que las instituciones políticas que regulan comportamientos, las políticas públicas que direccionan la sociedad, las reformas que se negocian, la tematización política y las medidas que se prometen están condicionadas por la ideologización de los conceptos, es decir, por el proceso de filtro, selección y fijación de significados –o lo que es lo mismo, por la despolemización– de conceptos esencialmente controvertidos, disponibles para sus usos en el discurso político y en el discurso social. Para ejemplificar el esquema analítico, tomaremos como caso ilustrativo un discurso instalado con fuerza durante el primer gobierno de derecha desde el inicio de la transición democrática en Chile, liderado por el empresario Sebastián Piñera (2010-2014). Con el respaldo principal de los partidos políticos tradicionales Renovación Nacional (RN) y Unión Demócrata Independiente (UDI), la derecha logra acceder al gobierno en 2010 luego de 56 años por la vía democrática3, constituyendo así un giro en las coaliciones gobernantes en Chile. Se revisará en breve un tipo de políticas especialmente sensibles a las definiciones ideológicas y a los discursos circundantes: las políticas del emprendimiento, ya que en ellas la selección estratégica de su diseño, usos y apropiaciones dan cuenta de una configuración social, una especie de ethos que refleja un modelo predominante. Basados en la consigna “una nueva forma de gobernar”, se presenta el programa de gobierno para “el cambio, el futuro y la esperanza” como su carta de navegación programática. Este programa enfatiza la construcción de una “sociedad de oportunidades”, haciendo uso de la noción emprendedor-emprendimiento como concepto político flotante situado socio-históricamente e idea central que constituye la condición innegable y sine qua non  para alcanzar diversos objetivos sociales (Vega 2014). El programa de gobierno del presidente Sebastián Piñera (2010-2014) releva las nociones emprendedor-emprendimiento, que se expanden en cuanto a su alcance. Se identifican como conceptos centrales ‘sociedad de emprendedores’, ‘sociedad de oportunidades’, ‘espíritu emprendedor’ y ‘emprendimiento e innovación’ como ejes de las política. Como conceptos adyacentes se identifican las ‘medianas y pequeñas empresas’, ‘fuerzas de la libertad’, ‘menos burocracia’ e ‘iniciativas innovadoras’. Una evidencia lingüística representativa que refuerza tal articulación son las declaraciones de una alta autoridad de la agencia pública de fomento de la producción en Chile4, para quien es necesaria “la construcción de un país de emprendedores, en el cual haya espacio para que las personas puedan desplegar todo su potencial, generándose espacios para la creatividad individual en todas las áreas, y en un ambiente en el cual todos tengan oportunidades para poder desarrollar sus proyectos e iniciativas” (Cheyre 2013: 17). Es fácil advertir la vinculación de los conceptos 3 En Chile el último presidente de centro derecha que llega al poder vía elecciones populares fue Jorge Alessandri que gobernó de 1958 a 1964. 4 La Corporación de Fomento de la Producción (CORFO) es la agencia del Gobierno de Chile dependiente del Ministerio de Economía, que tiene como misión fomentar el emprendimiento, la innovación y una mayor competitividad de las empresas, con el objetivo de impulsar un aumento en la productividad de la economía. Las declaraciones son de Hernán Cheyre, Vicepresidente Ejecutivo de CORFO hasta el año 2014.

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políticos disponibles para afectar las prácticas sociales (emprender) de los ciudadanos (individuos-emprendedores), en un ambiente de libertad de empresa. Las prácticas gubernamentales, haciendo eco del discurso político del emprendimiento, instituyeron las posibilidades institucionales para crear “una empresa en un día”. Evidencia analítica adicional está contenida en el Programa de Gobierno de Sebastián Piñera. Los siguientes extractos grafican los usos ideológicos del concepto emprendedor-emprendimiento: “Los países que han alcanzado el desarrollo son aquellos que han permitido a sus ciudadanos desarrollar su libertad, capacidad de iniciativa y espíritu emprendedor” (Piñera 2009: 14). “Para hacer realidad una sociedad de oportunidades se necesita crear una cultura innovadora y emprendedora, que reconozca y valore a las personas que deciden correr riesgos” (Piñera 2009: 25) La evidencia discursiva permite reconocer cómo el concepto emprendedoremprendimiento se presenta en sociedad, expresando una dominante interdiscursiva que refleja la hegemonía en los mecanismos de “lo decible” (Angenot 2010). Se realiza mediante la asociación en red con otros significantes el sentido del emprendimiento como vínculo inseparable del desarrollo, subyaciendo una estructura verídica que hace a un discurso que se presenta como verdadero y, por consiguiente, necesariamente aceptable (Fabbri y Marcarino 2002). En este punto se identifica la forma estratégica que asume la ideologización de los conceptos políticos. Encontramos además, en el programa de gobierno de Sebastián Piñera, algunas evidencias discursivas que permiten identificar cómo la noción de emprendedor/ emprendimiento va permeando otras tramas del discurso social, ya no sólo se remite a una dimensión personal-económica-opuesta al colectivo, sino que se desplaza hacia arenas como la educación y la democracia: “En primer lugar, introduciremos en la educación de los niños y jóvenes chilenos el valor del espíritu innovador y emprendedor” (Piñera 2009: 26). “Queremos fortalecer nuestra democracia. La persona con su libertad, creatividad y emprendimiento es la principal fuente del progreso” (Piñera 2009: 110). Ahora bien, en el Mensaje a la Nación del 21 de mayo 2012, emitido por cadena nacional, a tres años de elaborado el programa de gobierno, se aprecian “huellas discursivas” (Verón 1993), sobre las nociones emprendedor/emprendimiento definidas en el Programa de Gobierno 2009. Resulta interesante develar cómo se potencian y refuerzan los significados en nuevas tramas discursivas, articulándose y desplazándose en su capacidad asociativa con otros significantes, hacia nuevas arenas de sentido. Se desataca, por ejemplo,

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“Los emprendedores cumplen una tarea fundamental. A ellos les corresponde comprender las necesidades de los ciudadanos y satisfacerlas con innovación y nuevas tecnologías” (Piñera 2012:10). La asociación refleja cómo se asigna al emprendimiento la tarea sobre la comprensión y satisfacción de las necesidades ciudadanas. Este punto representa un hito por cuanto refleja la ideologización del concepto en una trama significante determinada que busca dotar de sentido a la idea del emprendimiento (Vega 2014). Afirmaremos, por tanto, que “usamos los signos, especialmente el lenguaje, para conocer y atribuir significado a los que nos rodea pero también para crear otra realidad, para re-significar, para reevaluar lo ya dado” (Arán 2006: 243). Se aprecia de esta manera cómo el discurso político no es sólo “el lugar de la transmisión de la información sino también el de su transformación” (Fabbri y Marcarino 2002: 23). Siguiendo con la puesta en escena del concepto, nos encontramos con la siguiente evidencia: “Declararemos el año del emprendimiento y crearemos el Premio Nacional a la innovación y el emprendimiento” (Piñera 2012: 10). Durante el gobierno de Sebastián Piñera se implementaron estrategias proemprendimiento que tuvieron asociados diversos cambios institucionales y prácticas gubernamentales afines, como la “constitución de empresa en un día, que empezó a operar en mayo 2013, consiste esencialmente en que las personas pueden constituir sociedades en un solo trámite” (Cheyre 2013: 58). Adicionalmente se plasman en nuevas instituciones los énfasis del programa estableciéndose “declararemos el año del emprendimiento y crearemos el Premio Nacional a la Innovación y el emprendimiento” (Mensaje presidencial Piñera 2012: 10), constituyéndose la celebración del año del emprendimiento (2012) y el 29 de abril 2013 se crea el día del emprendimiento. Se ve cómo adquiere sentido la afirmación sobre la imposibilidad teórica de neutralidad del discurso político, así como su performatividad, es decir, su papel de condicionamiento social y político. En los mensajes presidenciales del gobierno de Sebastián Piñera, además, se aprecia cómo las nociones emprendedoremprendimiento van abarcando nuevos significantes, hasta llegar a la capacidad de emprendimiento de “todos los chilenos” o quienes “tengan espíritu de emprender”. El análisis realizado permite reflejar cómo cada significado es un potencial de sentido y solo cuando se utilizan los significados en el discurso para ser comunicados en la vida social, se cargan de potenciales sentidos tornándose de esta manera como “lengua en uso”. La significación es puesta en escena a través del sentido discursivo, se objetiva forzosamente en cosas y acciones materiales (Aran 2006). Así, en su relación con el discurso, la ideología debe ser evaluada por sus efectos. Un efecto típico es la clausura o cierre de significados para conceptos que circulan en el campo político, excluyendo otros usos y significados. Así, la construcción y puesta en escena de las nociones emprendedor-emprendimiento desempeña funciones ideológicas, activando los mecanismos clásicos

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de la ideología, legitimando el poder mediante diversas estrategias como la promoción de creencias y valores afines; la universalización y naturalización de tales creencias para hacerlas evidentes y aparentemente inevitables, excluyendo formas contrarias de pensamiento para enmascarar o suprimir los conflictos sociales (Eagleton 1997). Estos conceptos al ser presentados como despolemizados, generan una naturalización de los significados, estabilizando múltiples y complejas construcciones en certezas gobernables. 5. Reflexiones finales El presente artículo, recurriendo a algunas corrientes de las ciencias sociales y políticas que se interesan por el estudio de la ideología y los discursos, los conceptos políticos y la socio-semiótica, ha ensayado algunas reflexiones teóricas a partir de las categorías del discurso político –inscrito en el discurso social- y sus funciones ideológicas sobre las prácticas sociales, observando cómo los discursos de política, por ejemplo, buscan condicionar lo pensable, lo decible y lo posible de hacer a través de un proceso de ideologización, es decir, mediante una operación de reductibilidad de la complejidad y polisemia de conceptos políticos, fijando significados. Lo anterior es una expresión de la dimensión performativa de la política, que se puede identificar en el tránsito de discursos predominantes en el campo político hacia las prácticas sociales concretas. El ámbito de las políticas públicas expresa bien la performatividad del discurso, pues logra articular los niveles de la ideología con las lógicas de las instituciones, las prácticas de gobierno y el hacer/pensar de los ciudadanos. En efecto, mediante el caso del discurso del emprendimiento en el gobierno de centro-derecha en Chile, se ha ilustrado cómo operan ideológicamente los conceptos políticos en contextos específicos, identificando los amplios sentidos que adquiere la noción emprendedor-emprendimiento. Por consiguiente, una función ideológica clave del discurso político es instalar una visión de mundo, una configuración del ethos que logre dar una unidad y un sentido (Vega 2014) pero cuyo éxito depende de los efectos concretos que logre producir en las instituciones y los ciudadanos. Tal operación ciertamente excluye otros modos posibles, otros significados y, por tanto, otras prácticas sociales. El análisis de discurso político, entonces, articula teoría y metodología, permite vincular ideología y praxis política, dotando de sentido práctico a las ideas predominantes o invisibilizadas en la sociedad.

Reflexiones teóricas sobre discurso político e ideología: un análisis preliminar de las políticas de emprendimiento del gobierno de Piñera (Chile 2010-2014)

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Revista Uruguaya de Ciencia Política - Vol. 24 N°2 - ICP - Montevideo

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EL JOVEN MILITANTE Y EL VIEJO SABIO. RELATOS SOBRE EL PASADO RECIENTE Y ETHOS DISCURSIVO EN NÉSTOR KIRCHNER (ARGENTINA, 2003-2007) Y JOSÉ MUJICA (URUGUAY, 2010-2015) The young activist and the wise old man. Narratives about the recent past in Néstor Kirchner (Argentina, 2003-2007) and José Mujica’s (Uruguay, 2010-2015) discourses Ana Soledad Montero* Resumen: El objetivo de este trabajo es interrogar, desde una mirada comparativa, las memorias discursivas y los relatos sobre el pasado reciente en los discursos políticos del ex presidente argentino Néstor Kirchner (2003-2007) y del ex presidente uruguayo José Mujica (2010-2015) y su incidencia en la configuración del ethos discursivo de cada uno de ellos. A partir de la idea de que el ethos discursivo se vincula con la constitución de la identidad política, sostenemos la hipótesis de que mientras el ethos de Kirchner se identifica con la figura del joven militante setentista, la imagen de Mujica se configura mediante un gesto de distanciamiento con respecto a su rol como líder tupamaro. Así, sus posicionamientos actuales se explican, en gran parte, por los vínculos que estos discursos establecen con el pasado reciente. Palabras clave: relato, pasado reciente, ethos discursivo, identidad política Abstract: The aim of this paper is to interrogate, from a comparative perspective, discursive memories and narratives about the recent past in political speeches of former Argentine President Néstor Kirchner (2003-2007) and former Uruguayan President José Mujica (2010-2015) and its influence on their ethos configuration, that is, the self-image that is projected by their speeches. Based on the idea that discursive ethos is linked to political identities, we argue that while Kirchner’s ethos is identified with the figure of the young activists of the 1970s, Mujica’s image emerges from a disaffection with his role as a tupamaro leader. Thus, their different leadership styles and their current standings can be largely explained through their links with the recent past. Key words: narrative, recent past, ethos, political identities

1. Introducción Tal como Aristóteles lo concibe en la Retórica, el ethos se revela como una categoría fundamental para el análisis político. Definida como la imagen que el orador construye de sí mismo en su discurso, la categoría de ethos permite, en efecto, analizar la configuración de la identidad político-ideológica de un discurso político, puesto que Investigadora Asistente en el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas (CONICET) y docenteinvestigadora en la Universidad de Buenos Aires (Argentina). Artículo recibido el 4 de mayo de 2015 y aceptado para su publicación el 25 de julio de 2015. *

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alude a la imagen de aquel que toma la palabra y, por esa vía, a sus posicionamientos enunciativos, argumentativos pero también político-ideológicos. Como veremos en el siguiente apartado, aunque en la Retórica el ethos remite a la imagen que el orador transmite en su discurso para lograr credibilidad y adhesión, algunos autores reconocen, al mismo tiempo, la existencia de un “ethos prediscursivo” o “ethos previo” (Amossy 2010), que resulta particularmente relevante en el terreno político, donde los posicionamientos ideológicos o ciertos rasgos biográficos del orador pueden anticipar y generar expectativas en los destinatarios del discurso. En este artículo analizamos un conjunto de discursos del expresidente argentino Néstor Kirchner y del expresidente uruguayo José “Pepe” Mujica1, con el propósito de abordar los modos de configuración de sus ethé discursivos, es decir, la imagen que ambos proyectan sobre sí mismos en sus discursos, y los efectos de esa imagen sobre la constitución de sus identidades políticas. En particular, nos proponemos examinar cómo incide, en la configuración del ethos discursivo de cada uno de estos actores, la dimensión narrativa, i.e., la construcción de relatos sobre el pasado. Para ello, muy particularmente en estos casos, parece necesario poner en tensión los aspectos estrictamente discursivos con la dimensión extra-discursiva, esto es, con el “ethos previo” de cada uno de ellos. Así, nuestro trabajo busca contribuir a la reflexión sobre la configuración de la identidad política de Kirchner y Mujica mediante el análisis de la relación entre sus ethé discursivos y los relatos que ellos construyen sobre el pasado: ¿qué lecturas “oficiales” sobre el pasado reciente se instauran en cada uno de estos discursos políticos? ¿Cuáles son los puntos comunes, y cuáles las diferencias y las tensiones entre esas dos interpretaciones oficiales sobre el pasado? ¿Qué ethé discursivos, y, más específicamente, qué identidades políticas se proyectan a partir de esos modos de apropiación del pasado? Los discursos políticos de Kirchner y Mujica tienen un punto en común: ambos están fuertemente anudados a la memoria del pasado reciente argentino y uruguayo. De hecho, sea por los datos extra-discursivos sobre sus trayectorias o por sus posicionamientos actuales, es imposible deslindar las figuras de Kirchner y Mujica de ciertas representaciones sobre la militancia política y la dictadura militar que anclan en un imaginario “sesentista”/ “setentista”, por lo que, en estos casos, la memoria discursiva parece informar de forma constitutiva las identidades presidenciales. La hipótesis que nos guía es que la configuración del ethos discursivo de Kirchner y de Mujica se realiza, siguiendo los términos de Amossy, mediante un “retrabajo” sobre su ethos previo, y esto en dos sentidos: en primer lugar, mediante un despliegue escenográfico distintivo que sitúa a cada uno de esos discursos en una escenografía específica: una escena testimonial en el caso de Kirchner, y una memorial 1 En este trabajo seleccionamos una serie limitada de alocuciones presidenciales para ilustrar nuestro análisis, desde un criterio temático. En el caso de Kirchner, tomamos algunos fragmentos de discursos presidenciales oficiales descargados oportunamente de la página www.presidencia.gov.ar y actualmente disponibles en http://www.casarosada.gob.ar/discursosnk. En cuanto a Mujica, seleccionamos fragmentos de entrevistas y de audiciones radiales y algunos discursos oficiales descargados oportunamente del sitio oficial de la presidencia www.presidencia.gub.uy/presidente/audiciones-del-presidente.

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en el caso de Mujica. En segundo lugar, encontramos que las características genéricas de cada una de esas escenografías contribuye a la caracterización de la propia figura del locutor –esto es, a su ethos– mediante procesos diferenciales de identificación / des-identificación con respecto al ethos previo, y que esas modalidades se vinculan, a su vez, con modalidades diferenciales de configuración de las subjetividades políticas. Así, si en numerosas ocasiones el discurso de Kirchner se muestra como un “testimonio”, con fuertes huellas de identificación con la militancia setentista, el de Mujica se figura como un discurso sabio, distanciado y evaluador, al modo de las memorias, cuyo efecto no es otro que el de una des-identificación con respecto a su generación. 2. Acerca del ethos Dice Aristóteles que el orador puede persuadir a su auditorio por medio de distintos tipos de “pruebas”: el logos (las pruebas racionales), el pathos (las pruebas emocionales) y el ethos: se persuade por el ethos “cuando el discurso se dice de tal manera que hace digno de fe al que lo dice, pues a las personas decentes las creemos más y antes [...]. También esto es preciso que ocurra por el discurso, mas no por tener los oyentes prejuzgada la calidad del que habla” (2005: 44). Aunque, como muestra Eggs (1999), en Aristóteles el ethos remite, por un lado, a los rasgos proyectados por el orador en su discurso y por otro, a sus cualidades morales, valores y virtudes, los trabajos situados en el marco del análisis del discurso tienden a subrayar el primero de los aspectos, aquel que atiende al ethos en tanto imagen o “puesta en escena del yo”. Sin embargo, como sugerimos en otro trabajo (Montero 2012b), la noción de ethos no se agota en su aspecto enunciativo o argumentativo. Esa categoría comporta también –ya desde la tradición aristotélica pero, sobre todo, en sus acepciones sociológicas y teórico-políticas– una dimensión fuertemente político-identitaria que vale la pena explorar. Es este aspecto, el político-identitario, el que las lecturas contemporáneas sobre el ethos intentan subrayar mediante la incorporación de la noción de “ethos previo” o “prediscursivo”. Si bien en su ya célebre definición Maingueneau sostiene que el ethos “está ligado a la enunciación y no a un saber extra-discursivo sobre la enunciación” (1999: 76), al mismo tiempo destaca la relevancia del ethos prediscursivo, que remite a los posicionamientos ideológicos, a la reputación, a los dichos anteriores o a las cualidades mediáticas del locutor, que pueden ser anticipados por y generar expectativas en el auditorio. En este mismo sentido, Amossy señala que “la imagen previa que el auditorio se hace del orador […] puede tener una eficacia decisiva en la eficacia de la presentación que hace de sí mismo” (2010: 72). En otro estudio sobre la(s) identidad(es) del sujeto de la enunciación, Adam (2002) distingue dos niveles que interactúan permanentemente: por un lado, un “ethos previo” que opera a nivel extra-textual; por otro lado, a nivel textual, un ethos explícito y mostrado, y otro implícito y no mostrado. Desde nuestro punto de vista, el ethos previo no constituye solo un dato extra-textual sino que deja huellas en la propia enunciación: si el ethos, esto es, la

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imagen que emana de un determinado discurso, se asocia al “yo” responsable de la enunciación2, el ethos previo aparece en el discurso como una figura o personaje al que el enunciador refiere en tanto sujeto del enunciado. Así, especialmente en los relatos de corte autobiográfico, el enunciador habla de o refiere a un personaje cuya identidad real coincide con la del enunciador, pero que se sitúa en un tiempo remoto, y que cristaliza los atributos propios de ese ethos previo o prediscursivo asociado al enunciador. La configuración de la propia imagen discursiva surge, entonces, de un proceso de “retrabajo” sobre ese ethos previo: “construir una imagen de sí mismo es siempre involucrarse en un diálogo con lo que otros han dicho sobre nosotros, y con la idea que otros se forjan sobre nuestra persona” (Amossy 2010: 72). Pero esto no es todo: el ethos no solo surge de las imágenes previas, las implícitas y las explícitas, sino que, además, se inscribe en una determinada escenografía de habla. Si todo discurso debe incluirse en una escena englobante (un tipo de discurso: en nuestros casos, discursos políticos) y en una escena genérica (i.e., un género discursivo: en nuestros casos, arengas, alocuciones, entrevistas), este también presenta una cierta escenografía, el dispositivo de habla que la propia escena instituye. La escenografía no es un simple decorado: es el marco del cual se deprende el ethos discursivo, el tono, la disposición específica que el discurso evoca. Así, como veremos, en el caso de los discursos de Kirchner y Mujica que aquí analizamos, más allá de su tipo y género, encontramos una diferencia significativa en términos de escenografía: mientras Kirchner establece un dispositivo de habla que se emparenta con el género testimonial, el dispositivo de Mujica evoca, en cambio, el género de las memorias. Esa divergencia acarrea consecuencias en términos de construcción identitaria. De modo que la construcción del propio ethos en un discurso político consiste, en buena parte, en reforzar, matizar o simplemente transformar aquellas representaciones circulantes sobre sí mismo, y en poner a jugar imágenes explícitas e implícitas sobre la propia persona mediante una puesta en escena del decir que “haga lugar” al ethos. ¿En qué sentido esta operación discursiva se vincula con la categoría de “identidad política”? Si bien esta noción es más abarcativa que la de ethos, en la medida en que apunta a identificar prácticas sedimentadas configuradoras de sentido que definen solidaridades, afinidades y diferencias (Aboy Carlés 2001) y que incluyen, pero al mismo tiempo exceden, la figura del líder político, aquí nos interrogamos por la identidad política en tanto instancia articuladora de un cierto lazo político representativo a través de lo que Rodríguez (2014) denomina, siguiendo a Novaro (2000), figura representativa3. En ese sentido, el ethos posee una dimensión 2 Es Ducrot (1984) quien señala que el ethos está asociado al responsable de la enunciación –figura que el autor denomina Locutor–, el que dice “yo” y se hace cargo de las “consecuencias jurídicas” de su decir y de los actos de habla que su enunciación realiza. En un sentido semejante, según Maingueneau (1999) el ethos es el “garante” de la enunciación. 3 Esta visión se distancia de los estudios sobre liderazgos políticos –de los que sin embargo nos servimos– en la medida en que, por un lado, no intenta establecer motivaciones estratégicas o voluntarias a los actores en términos de construcción de poder, sino simplemente describir modalidades de configuración de las “imágenes de sí” en el discurso político. Por otro lado, el estudio de la identidad política, vista desde este ángulo, no incluye mecanismos de construcción del poder del líder tales como las estructuras partidarias o los anclajes territoriales, sino que se concentra en la dimensión simbólica de los colectivos identitarios.

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representativa en la medida en que se hace efectivo mediante un proceso de “incorporación” (Maingueneau 2002): esto sucede cuando el destinatario (auditor o lector) del discurso se apropia del ethos (de su corporalidad, de su tono) y se reconoce en él, constituyéndose así el cuerpo de la comunidad imaginaria de aquellos que quedan representados por ese discurso. 3. Representaciones sobre el pasado reciente en Argentina: la configuración de un ethos militante Como es sabido, desde su inesperada llegada al gobierno en mayo de 2003, Néstor Kirchner comenzó a tejer un vínculo estrecho con la memoria del pasado reciente –el período que va desde los años previos al inicio de la dictadura militar (principios de los años ‘70) hasta la crisis del 2001–. Recuérdese que Kirchner, un peronista “outsider” (Torre 2005; Cheresky 2004) proveniente de la remota provincia de Santa Cruz, que había sido designado como candidato del Partido Justicialista por Eduardo Duhalde, asumió con un bajo caudal de votos (22%) tras un ballotage fallido, por lo que debió impulsar medidas de gran impacto para revertir su imagen de debilidad y falta de autonomía (Montero y Vincent 2013). Es así como, rescatando un dato biográfico específico –su participación, aunque breve, en las movilizaciones previas al retorno de Perón a la Argentina a inicios de la década del ‘70 y en agrupaciones universitarias vinculadas a la Juventud Peronista– y dejando de lado otros datos vinculados a su trayectoria política –que revelan, por cierto, escasos puntos de continuidad con aquella militancia juvenil4–, durante los años de su presidencia Kirchner emprendió un “retrabajo” de su ethos previo con el fin de delinear una imagen de sí creíble y con sello propio. Así, ya desde los inicios de su gestión, Kirchner impulsó numerosas medidas de intenso contenido simbólico y político (Montero 2009; Jelin 2007), una estrecha alianza con organismos de derechos humanos y una nueva narrativa sobre el pasado que fue consolidándose durante los primeros años de gobierno en casi toda la producción discursiva presidencial: en efecto, en sus distintos registros (protocolares, formales, informales, de ocasión) los discursos de campaña, los discursos de atril, los discursos de apertura de sesiones, los discursos partidarios y aquellos estrictamente En ese sentido, resulta productiva la idea desarrollada por Rodríguez (2014) acerca del liderazgo como una “relación social” entre representantes y representados, perspectiva que incluye la dimensión discursiva como elemento constitutivo. 4 En este punto, vale la pena una aclaración: dado que aquí no estamos juzgando la “coherencia” entre los discursos y las biografías personales de los actores, no nos preguntamos por la “veracidad” de los datos extra-discursivos, sino que intentamos sustraernos de la reproducción mecánica de la distinción discurso/ extra-discurso para concentrarnos en las imágenes, las representaciones y las ideas que surgen del análisis de los discursos, bajo la hipótesis de que estos tienen, por sí mismos, eficacia práctica en el plano político e ideológico. Sin embargo, es evidente que la consideración de las trayectorias individuales de cada uno de los actores es una variable que forma parte de sus “ethos previos” en tanto y en cuanto constituyen datos de partida sobre sus figuras; el ethos o las identidades políticas son, de hecho, el resultado de un “retrabajo”, desde el presente, sobre esas ideas previas.

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asociados a la gestión (inauguraciones, presentaciones, actos protocolares, etc.) están plagados de alusiones y referencias al pasado cercano. Como mostramos en trabajos anteriores (Montero 2012a), la narrativa kirchnerista del pasado reciente se organiza en torno a dos grandes relatos complementarios y convergentes sobre los últimos treinta años de historia argentina5: por un lado, se delinea la imagen de un pasado rechazado, denostado y demonizado, definido como una unidad en la que existe una continuidad y una identidad política, económica, ideológica y simbólica entre la última dictadura militar y la instauración (y despliegue) de un régimen económico –el neoliberalismo– cuyo corolario y máxima expresión se habrían manifestado en la década del noventa y en la crisis del año 2001. En ese bloque “dictadura–neoliberalismo” que va desde el año 1976 hasta la propia llegada de Kirchner al poder, definido casi sin matices ni ambages, se homologan las prácticas dictatoriales con el modelo económico neoliberal: “Vivimos el final de un ciclo, estamos poniendo fin a un ciclo que iniciado en 1976 hizo explosión arrastrándonos al subsuelo en el 2001” (2 de septiembre de 2003). Es así como gran parte del dispositivo adversarial del discurso kirchnerista remite metonímicamente al pasado dictatorial: los adversarios de hoy son, en última instancia, o bien los mismos adversarios de ayer, o bien epifenómenos de estos. La prensa, las “corporaciones” (empresarias, judiciales, etc.) o los sectores “desestabilizantes” tienen, en distintos grados y niveles, vínculo con ese pasado demonizado cuya estela tiñe los grandes debates del presente. En paralelo a esta primera interpretación del pasado, en el discurso kirchnerista se identifica un segundo tipo de relato, más intimista, más personal, más testimonial y subjetivo que el anterior, que tiene al militante político y a la “generación” de militantes setentistas como protagonistas casi excluyentes. Así lo explicitaba en el discurso de asunción de mando: “Formo parte de una generación diezmada, castigada con dolorosas ausencias; me sumé a las luchas políticas creyendo en valores y convicciones a las que no pienso dejar en la puerta de entrada de la Casa Rosada” (25 de mayo de 2003). Inscripto en una escena vinculada al género “testimonial”, en este relato predomina un tono narrativo y realista-romántico (Sarlo 2005), con múltiples anécdotas, homenajes y testimonios, y numerosas marcas de identificación y subjetividadafectividad que remiten a la posición de enunciación del propio presidente como narrador pero también, en ocasiones, como protagonista. El militante político, con el que el enunciador establece un vínculo de identificación, aparece retratado como un héroe, como un sujeto joven, transgresor, valiente y sacrificado, humilde, simple, alegre y emotivo, como una persona animada por sueños, ideales y convicciones, amante del pluralismo y la diversidad. Como señala Altamirano (2007), este relato del pasado parece establecer una visión idealizada o estilizada sobre la militancia setentista que destaca algunos aspectos y silencia otros, igualmente constitutivos: la lucha armada, la violencia revolucionaria o el horizonte del socialismo son algunos de esos tópicos ausentes del relato kirchnerista. Todos los atributos ponderados en el pasado aparecen como tópicos y gestos que Kirchner incorpora en su discurso y 5 En este trabajo dejamos de lado las lecturas y los vínculos entre el discurso de Kirchner y la transición democrática (ver Montero 2012a) para concentrarnos en los relatos sobre la dictadura y la militancia.

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sobre los cuales erige su propia imagen, que se configura, de ese modo, como un ethos militante. Así quedó plasmado en el célebre discurso del 25 de mayo de 2006, en ocasión del festejo del tercer año de gobierno, en una fecha emblemática para la Juventud Peronista6 que, además, coincide con la celebración de la independencia nacional: “¡Y al final un día volvimos a la gloriosa Plaza de Mayo a hacer presente al pueblo argentino en toda su diversidad! Hace 33 años yo estaba allí abajo, el 25 de mayo de 1973, como hoy, creyendo y jugándome por mis convicciones de que un nuevo país comenzaba, y en estos miles de rostros veo los rostros de los 30 mil compañeros desaparecidos, pero igual veo la Plaza de Mayo de la mano de todos nosotros” (25 de mayo de 2006, Plaza de Mayo). En el también recordado discurso pronunciado el 24 de marzo de 2004 (fecha en que se conmemoraba un nuevo aniversario del inicio de la dictadura militar) en la ex Escuela Mecánica de la Armada (ESMA) en ocasión de la inauguración del Museo de la Memoria, Kirchner se definía a sí mismo como “compañero y hermano de tantos compañeros y hermanos que compartimos aquel tiempo”, como parte de una “generación que creyó y que sigue creyendo en los que quedamos que este país se puede cambiar”, una generación con “muchas ilusiones, sueños, creímos en serio que se podía construir una Patria diferente”. La figura presidencial queda fijada entonces como la de un heredero y un continuador del legado de sus compañeros: “Era el 11 de marzo del 73, una generación de argentinos nos incorporábamos a la vida democrática con la fuerza y el deseo de construir un nuevo país. Después nos tocó vivir tantas cosas, nos tocó pasar tantos dolores, nos tocó ver diezmada esa generación de argentinos que trabajaba por una Patria igualitaria, de inclusión, distinta, una Patria donde no sea un pecado pensar, una Patria con pluralidad y consenso como el que tenemos hoy aquí, que el hecho de pensar diferente no nos enfrentara sino por el contrario, nos ayudara a construir una Argentina distinta” (11 de marzo de 2004, Acto por el día de la militancia)7. 6 El 25 de mayo de 1973 asumió la presidencia el candidato peronista Héctor Cámpora, que había sido abrazado por la izquierdista Juventud Peronista. Luego de 17 años de exilio y ante la imposibilidad de presentarse él mismo como candidato (debido a la proscripción impuesta por la dictadura), Perón había designado a Cámpora. Electo democráticamente en marzo de 1973, asumió el 25 de mayo y renunció el 13 de julio del mismo año, para dar lugar a la elección del propio General Perón. La figura de Cámpora permanece en el imaginario peronista como la encarnación del ala “joven” e “izquierdista” del movimiento. Tanto es así que, actualmente, “La Cámpora” es el nombre de una agrupación integrada por jóvenes kirchneristas. 7 En el Día de la militancia se conmemora, en efecto, la fecha de las elecciones en las que Cámpora resultó ganador, tras una intensa campaña de afiliación y militancia encabezada por la Juventud Peronista conocida como “Luche y vuelve”.

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Se delinea así una imagen idílica de la generación de jóvenes militantes setentistas –en la que el propio enunciador se incluye–, una “generación diezmada” por “pensar distinto” y destacada por sus ideales, sus convicciones, su voluntad de construir un país democrático y plural. En esta lectura “romántica” de la experiencia de la militancia, que elude toda referencia a las prácticas militaristas o a la cuestión de la violencia, prácticamente no existen pasajes autocríticos, sino que prima la celebración y el elogio del carácter heroico de la juventud militante, en un tono entre epidíctico y testimonial. Tal vez el que sigue, pronunciado en el mensaje frente a la Asamblea Legislativa del 1 de marzo de 2006, sea el único pasaje en el que se esboza una autocrítica sobre aquellos años: “Como argentino, como militante comprometido en aquel tiempo y en aquella época, que no eludo mi historia, era joven como tanto jóvenes, y no me quito mi responsabilidad por la edad que tenía porque sería un acto de reduccionismo histórico, asumo mi responsabilidad, la edad que tenía y el tiempo que tenía con esa generación que acertó y se equivocó, pero que tuvo la dignidad de depender, de creer, de acceder, de plantear sus ideas ante la sociedad para tratar de aportar al cambio que la Argentina necesitaba, y que fue mancillada por los violentos, por los que no entendían que la Argentina se construía con paz, con amor, con pensamientos superadores. Por eso, en el cierre de este discurso que me toca, el anteúltimo como Presidente de la República en mi mandato que termina el 10 de diciembre de 2007, si ustedes me permiten señores legisladores, yo quiero rendir un homenaje grande y sincero a la Argentina, a esos 30 mil argentinos –que no me importa cómo pensaba cada uno– en este Congreso de la Nación, para que esto quede escrito en las páginas de la historia, que nunca más vuelva a suceder y que ellos sean el contenido espiritual en la diferencia y en la pluralidad de los tiempos en que la Argentina nos necesita”. (1 de marzo de 2006, Apertura de sesiones legislativas) Este mensaje presidencial plantea, aunque de manera imprecisa, la responsabilidad histórica de la generación de jóvenes homenajeados –muchos de ellos desaparecidos–, al tiempo que celebra sus valores (coraje, dignidad, convicciones), valores opuestos a los de “los violentos” que “no entendían que la Argentina se construía con paz, con amor, con pensamientos superadores”. En síntesis, puede decirse que en el discurso kirchnerista ambas lecturas –la que demoniza la dictadura vinculándola con la introducción del modelo neoliberal, y extiende ese bloque histórico hasta entrados los años 2000 por un lado, y la que idealiza la militancia y, de alguna forma, la hace extensiva, en términos simbólicos, a las luchas del presente, por otro– contribuyen a delinear una imagen presidencial, fuertemente identificada con la generación militante en la que dice inscribirse. Esta apuesta discursiva cobra aún más protagonismo si consideramos las condiciones de posibilidad de emergencia de un discurso político que rescatara la imagen de la militancia setentista, habida cuenta de la “crisis de sentido” en que la política argentina estaba sumida en 2003: la inscripción en un imaginario anti-imperialista,

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latinoamericanista y fuertemente transformador8, que además operara como rasgo distintivo en marco de las disputas intra-partidarias del peronismo (Ollier 2005) fue la piedra de toque del proceso de construcción del ethos kirchnerista en tanto “figura representativa”. 4. Las memorias sobre el pasado reciente en el discurso de Mujica y la configuración de un “ethos sabio” Desde la llegada del Frente Amplio al poder, también en Uruguay el tema del pasado reciente volvió a estar en el centro de escena. Luego de la incipiente reactivación del tema desde los años 2000, durante las gestiones de Tabaré Vázquez (2005-2010) y de José Mujica (2010-2015) la cuestión de la memoria y de los derechos humanos fue adquiriendo cada vez mayor centralidad en las políticas públicas, los discursos y la opinión pública en general (Allier Montaño 2010; Demasi 2013). En particular, las disputas en torno al tratamiento –judicial, político, cultural y simbólico– del pasado reciente adquirieron un nuevo rumbo a partir de la asunción de Mujica, un reconocido ex dirigente tupamaro, fuertemente asociado, en el imaginario colectivo, con esa experiencia política radicalizada. De allí que los relatos e interpretaciones sobre el pasado uruguayo en el discurso de Mujica tengan, esperablemente, una singular incidencia en la configuración de su ethos. Un dato merece ser mencionado: existe una diferencia menor, pero no insignificante, entre las modalidades de producción/circulación del discurso presidencial en Argentina y Uruguay. En oposición a la masividad y la inmediatez de los discursos de Kirchner, los discursos públicos de Mujica se producían habitualmente –aunque no únicamente– en el marco de audiciones radiales y, salvo excepciones, no se abocaban a la coyuntura, sino a grandes tópicos de la historia, la política, la economía nacional e internacional y la sociedad uruguaya (Buisán 2015: 101). De allí que, a diferencia del caso argentino, no sea factible identificar, en los discursos oficiales de Mujica en su rol de Presidente de la Nación, una narrativa integral, sistemática y homogénea con respecto al pasado reciente: contrariamente a lo esperado por su trayectoria político-partidaria, y probablemente en parte debido a su necesidad de mostrar una cara “pluralista” y republicana (Garcé 2010a) menos asociada a su pasado guerrillero y a su carácter de partidario del FA que a una imagen de estadista imparcial y plural9, tanto la dictadura como la experiencia de la militancia radicalizada son poco tematizados en el corpus de discursos oficiales uruguayos. Sí se encuentran, en cambio, referencias sistemáticas y abundantes a la cuestión del pasado en entrevistas –un género que Mujica cultiva asiduamente10 y que, contrariamente, 8 Acerca de las resonancias entre el discurso kirchnerista y el de la militancia setentista, ver Montero (2012a). 9 Sobre la trayectoria político-partidaria de Mujica, sus distintas caras y estrategias, ver Garcé, 2010b. 10 En efecto, además de las numerosas entrevistas ofrecidas a distintos medios de comunicación, existen varios libros que compilan conversaciones y entrevistas con José Mujica: Blixen (2009), García (2009) y Giglio (2010) son algunos de los más renombrados, además de las entrevistas publicadas por los semanarios Búsqueda y Brecha.

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Kirchner prácticamente no frecuentaba– y en algunas alocuciones específicas vinculadas con la coyuntura (fechas alusivas, sanción de leyes, discursos de apertura de sesiones parlamentarias). Por lo demás, la extraordinaria discusión (partidaria, gubernamental, ciudadana, mediática, jurídica) acarreada por los intentos de anulación de la Ley de Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado11, así como el cada vez más intenso movimiento social y ciudadano en torno a los derechos humanos y a la revisión del pasado reciente, exceden ampliamente las intervenciones presidenciales (este es, además, un “dato de fondo” que podría explicar –aunque ello exceda los límites de nuestro trabajo– las diferencias y matices entre nuestros dos casos de estudio). De modo que, aunque no es un tema central en la producción discursiva de Mujica, en diferentes declaraciones, entrevistas y alocuciones el expresidente uruguayo ha elaborado una suerte de “relato” sobre el pasado cercano, relato que contribuye a la definición del ethos discursivo mujiquista. Un primer rasgo de este relato es que en su lectura sobre el pasado reciente Mujica presenta oscilaciones, tensiones y deslizamientos entre el olvido y la memoria, entre el pasado y el futuro. La necesidad de “aceptar” o “vivir” con el pasado así como la importancia de aprender del pasado y mirar hacia el futuro, son algunos de los tópicos recurrentes: “No se puede vivir del pasado, la vida continúa. Y bueno, lo que fue, fue. Pero hay un compromiso que es permanente y está hacia adelante”, “hago añicos los recuerdos y vivo para adelante. […] Trato de no remover el pasado”, afirmaba en una entrevista (Gilio 2010: 49 y 59). Esta visión “superadora” del pasado se esboza también en sus discursos públicos: “Una nación no se construye ignorando el pasado, una nación aprende como un niño, crece con sus vivencias a pesar del dolor. Una nación madura cuando adquiere la auténtica virtud de superar y construir sin repetir errores engrandeciendo a su gente con la frente limpia y la reserva de memoria de sus viejos que le transfieren su inevitable sabiduría. Mirar para adelante sin dejar de recordar. Como dije un día ante este Cuerpo: el pasado no es excusa. Cargamos con ese pasado, y debemos aceptarlo. […] Hemos repetido asimismo nuestra convicción personal de que ese doloroso capítulo de nuestra historia era de conclusión imposible, que hay heridas de magnitud tal que quizás no cierren nunca, pero también reiteramos en múltiples oportunidades que debemos aprender a convivir con esas heridas, convivencia que no significa aceptación o resignación, simplemente intentar que las mismas no nos impidan avanzar como sociedad”. (1 de marzo de 2011, Discurso de apertura de sesiones parlamentarias). 11 Tras un plebiscito realizado en 2009 cuyo resultado fue desfavorable a la anulación de esta ley que impedía el enjuiciamiento de responsables de delitos de lesa humanidad durante la dictadura, en 2011 el Frente Amplio impulsó un proyecto reinterpretativo que fue rechazado en el Parlamento, para luego proponer un proyecto de ley, aprobado en el mes de octubre, que declara como delitos de lesa humanidad a los crímenes cometidos por el Estado durante la dictadura cívico-militar y restablece “la pretensión punitiva del Estado” para todos los delitos cometidos por agentes del aparato estatal entre 1973 y 1985. Sobre los vaivenes de la Ley de Caducidad, ver Abraham y Mattei (2012) y Marchesi et al. (2013).

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En este mismo sentido, en el contexto de los intensos debates en torno a la anulación de la Ley de Caducidad, Mujica pidió mantenerse “al margen” de la discusión y se mostró como el “presidente de todos los uruguayos”12, postura que reabrió nuevamente las disputas interpretativas sobre el pasado. Por este tipo de declaraciones, Mujica ha sido acusado –especialmente desde las filas de izquierda– de recrear una nueva “teoría de los dos demonios”13: aunque en su discurso Mujica no establece de manera explícita un paralelismo entre la violencia estatal y la revolucionaria, las referencias a la reconciliación y a la necesidad de “dejar atrás el pasado” se han vinculado con una voluntad de no revisar las responsabilidades que caben a unos y otros. En segundo lugar, a diferencia del relato kirchnerista, en el discurso de Mujica no encontramos una lectura “demonizante” del pasado, en tanto tiempo imaginario frente al cual se erigiría la propia identidad: en el discurso de Mujica el adversario está menos ubicado en el pasado que en el presente (en el plano local, la prensa y la oposición política; en el plano global, el sistema capitalista, el mercado, la desigualdad, la pobreza, el materialismo, el hiperconsumo y la destrucción del planeta). Sí existen, ciertamente, referencias generales a los “años de violencia, de enfrentamientos, de muertes. Años de dolores inauditos. De dolores en el cuerpo y en el alma de toda nuestra sociedad” (19 de junio de 201014), referencias a un pasado oprobioso, que, en ese mismo discurso, se opone a “las tres cosas más valiosas que una sociedad puede tener. Primero y por lejos, la libertad. Después, enseguida, casi a la vez, la paz, la paz que precisa, para ser sustentable en el tiempo, desarrollo con equidad”. Sin ser nombrado, en el discurso de Mujica el objeto discursivo “dictadura” se construye en tres ejes opositivos: dictadura vs. libertad, dictadura vs. paz, dictadura vs. desarrollo con equidad (supeditada a la paz). A diferencia del discurso kirchnerista, no encontramos en Mujica una lectura histórica de la dictadura como proyecto político-económico15 sino como un período de violencia y enfrentamientos, una violencia que, además, no es visualizada de forma unilateral. En tercer lugar, es evidente que en el discurso de Mujica hay un reconocimiento público y explícito de pertenencia a una “generación” política, la gener12 Hay que señalar que Mujica ha distinguido, más de una vez, su “opinión personal” de la postura adoptada en calidad de Presidente de la Nación: “El gobierno, el Poder Ejecutivo como tal, teniendo opinión, en el campo de la decisión se va a mantener afuera. […] No vamos a jugar el poder institucional. Necesitamos sostener unidad” (audición del 12 de mayo de 2011). 13 En una entrevista reciente con la Agencia Nacional de Noticias de Argentina (TELAM) el diputado frenteamplista L.W. Puig, por ejemplo, reconoció que Mujica es “un compañero íntegro y honesto”, pero tiene una “deuda pendiente” con los derechos humanos, por cuanto da mensajes contradictorios que reproducen la Teoría de los dos Demonios (Télam, s/f: “Luis Wilfredo Puig: ‘Pepe Mujica tiene una deuda pendiente: hacer algo por los derechos humanos’”. 14 Este discurso fue pronunciado por cadena nacional en ocasión del aniversario del nacimiento de José Artigas, que en Uruguay coincide, además, con el “día de la memoria” (Iglesias 2010). 15 Las referencias a la relación entre dictadura y neoliberalismo son escasas: por caso, en una vieja entrevista realizada en los años ‘90 el programa español El perro verde, Mujica se refiere al hecho de que la dictadura Pinochet fue un “banco de prueba del proyecto neoliberal”.

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ación de militantes y guerrilleros de los años 60 y 70. En su discurso de asunción de mando, por caso, decía: “Pertenecemos a una generación de la cual quedan algunas reliquias de los que quisimos tocar el cielo con la mano, desesperados de amor por las tragedias de nuestro pueblo soñamos con construir como pudiéramos sociedades mejores” (Discurso de asunción de mando, 1 de marzo de 2010). También se encuentran referencias a los años de prisión durante la dictadura: “Es un gusto, amigos, saludarlos, hoy corriendo el riesgo de no poder ser comprendido por aquellos a quienes no les tocó vivir alguna de las cuestiones de nuestra peripecia ya lejana. Hace muchos años, como 50, medio siglo, fui clandestino, cuando queríamos cambiar el mundo. Uno de los problemas de aquel tiempo era ir presos, torturados y que nos quitaran información. […] Quedé como bloqueado por el efecto de aquella disciplina enorme del compromiso de aquellos años” (audición del 11 de abril de 2013). “Muchas cosas, muchos elementos que son constitutivos de mi discurso contemporáneo, son hijos de los 10 años que pasé solo dentro de una pieza (Gilio 2010: 48). Sin embargo, lejos de idealizar aquella experiencia, desde una posición distante –casi lindante con el pragmatismo– Mujica le quita a su encarcelamiento todo carácter mítico, y afirma haber caído preso por un azar: “Mirá qué simple: porque me agarraron. Hay una manía de poetizar con esto y con lo otro. ‘Pobre tipo, pobre, lo reventaron’. No, te la jugaste y perdiste. Te agarraron, mala suerte” (Gilio 2010: 49). La generación militante en la que Mujica se incluye es, también en este caso, asociada al voluntarismo (“quisimos tocar el cielo con las manos”, “queríamos cambiar el mundo”, “construir como pudiéramos sociedades mejores”16), al idealismo y la utopía (“no podremos jamás abdicar de soñar que algún día podrá haber arriba del planeta sociedades donde lo mío y lo tuyo no nos separen, con menos egoísmo y más solidaridad”17), al compromiso (“aquella disciplina enorme del compromiso de aquellos años”), pero también –como veremos– a una vocación democrática, que se expresaba no sólo en su voluntad de enfrentarse a la dictadura sino también en el apoyo explícito al Frente Amplio como partido legal18. En ese sentido, encontramos un paralelismo con la perspectiva kirchnerista: en ambos casos, la experiencia de la militancia radicalizada es releída en clave democrática y pluralista, en línea con la “metamorfosis de la memoria” que Marchesi (2002) atribuye al discurso del MLN-T 16 Discurso de asunción de mando, 1 de marzo de 2010. 17 Discurso de asunción de mando, 1 de marzo de 2010. 18 Como bien indica Garcé (2010b), el recorrido histórico por los distintos posicionamientos ideológicos que los propios tupamaros han ido adoptando desde la vuelta de la democracia da cuenta de un acercamiento cada vez más explícito a las formas institucionales de la democracia republicana. En efecto, en diversas entrevistas en las que –por fuera de la investidura presidencial– hizo referencia al accionar de la organización política que lideraba, Mujica destacó el carácter democrático del MLN-T, su vocación de detener el avance de la dictadura (más que de conformarse como una organización orgánica destinada a transformar el sistema), su afán por institucionalizarse mediante la incorporación al Frente Amplio, etc.

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(Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros). Se establece así una continuidad, o tal vez un deslizamiento –más explícito en el caso de Mujica que en el de Kirchner– entre la lucha (revolucionaria) de aquellos años y la lucha democrática, aunque ciertamente con matices, mutaciones y olvidos. En cuarto lugar, y aquí encontramos la diferencia más significativa entre la narrativa mujiquista y la interpretación kirchnerista de la militancia, observamos que, además de representar la práctica militante como un ámbito de utopía, compromiso y voluntarismo, en el caso de Mujica las intervenciones sobre el pasado guerrillero contienen siempre elementos de autocrítica. Una autocrítica en varias capas y niveles, que apunta a los errores en el plano táctico y estratégico, pero también en el ideológico. En un sentido más amplio, en no pocas ocasiones Mujica reconoció haber acumulado una larga lista de “fracasos sobre todo, una enorme colección de fracasos” (Gilio 2010: 48) y afirmó, en tono poco triunfalista, no tener “legado ni herencia”19, al tiempo que ha expresado reiteradamente, desde una visión pragmática y desencantada, las dificultades de la izquierda para llevar adelante cambios profundos (Merklen 2014). Dejando de lado las representaciones folclóricas y pintorescas que se han forjado alrededor de la figura de José Mujica, podemos decir que, en lo que refiere a la configuración del propio ethos discursivo, Mujica se muestra, por un lado, como “neutral” en referencia a las disputas por el pasado reciente. Por otro lado, su enunciación remite a la de un viejo sabio (Buisán 2014), capaz de mirar “las peripecias ya lejanas” del pasado con distancia y autocrítica, manteniendo una dosis de utopía e idealismo que, sin embargo, permanece en un terreno más teórico que práctico. En el célebre discurso pronunciado en la Cumbre Río+20 Mujica se definió a sí mismo como un “viejo reumático” al que “se le fue la vida”; y en una entrevista en el año 1999, se definía como “un viejo manso pero no amansado”20: “Pepe Mujica es un veterano, un viejo que tiene unos cuantos años de cárcel, de tiros en el lomo, un tipo que se ha equivocado mucho, como su generación, medio terco, porfiado, y que trata hasta donde puede de ser coherente con lo que piensa, todos los días del año y todos los años de la vida” (Gilio 2010: 48). En suma, en el entrecruzamiento entre su ethos previo, aquello que dice explícitamente sobre sí mismo y aquello que queda en el orden de lo implícito, el ethos discursivo de Mujica se delinea entonces como el de un viejo sabio, idealista y coherente con sus ideales, y al mismo tiempo crítico y distante. 5. El ethos discursivo de Kirchner y Mujica, entre el testimonio y las memorias Como ya señalamos, tanto el discurso de Kirchner como el de Mujica se inscriben en una escenografía que remite a los discursos autobiográficos (una macro-escena genérica que incluye el género testimonial pero también las memorias, las autobiografías, los diarios, los relatos de viajes, los epistolarios, etc.) (Arfuch 2002): en 19 Entrevista en Brecha, 26 de mayo de 2012. 20 Entrevista en Brecha, 8 de octubre de 1999.

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efecto, tanto Kirchner como Mujica tematizan, aunque en diferentes frecuencias e intensidades la cuestión del pasado y lo hacen situándose al mismo tiempo como narradores (sujetos de la enunciación) y como protagonistas (sujetos del enunciado) del relato. Pero, dentro de esa macro-escena que remite a la enunciación biográfica, el discurso kirchnerista se asimila a los relatos testimoniales, mientras que el de Mujica evoca un tipo de narración más cercana a las “memorias”21. Según Sarlo (2005) la “retórica testimonial” apunta a una circulación y legitimación pública, y en ese sentido –agregamos– se vincula con el discurso político en tanto opera en el dominio público. Su estructuración narrativa tiende a construir relatos basados en explicaciones teleológicas basadas en un principio organizador que simplifica y homogeniza los hechos; tiende a ofrecer más “certezas” que preguntas o hipótesis; tiene una pretensión “realista” de “fidelidad” a lo sucedido (2005: 27) y adopta una modalidad “realista-romántica”, que recurre a la primera persona y a la rememoración de la propia experiencia, y encuentra su fundamento en la figura de la “juventud” como protagonista indiscutida (2005: 74-75). Este protagonismo del “yo” y de la experiencia vivida provee a los discursos testimoniales un sentido de apuesta identitaria, reparatoria y reivindicativa. De allí la imbricación de esta modalidad con el género epidíctico –vinculado al elogio, a la exaltación y la ponderación de personajes y hechos– y con discursos cargados de pasión, afecto y emociones. En oposición, puede decirse que las “memorias” se ubican menos en el terreno del discurso público-político que en el campo de la experiencia singular, experiencia que es narrada retrospectivamente en relación con determinado contexto histórico (lo que distingue el género de las memorias de la simple autobiografía, más centrada en el mundo interior o privado del narrador-héroe) (Lejeune 1975). De allí que este tipo de relato memorial se articule desde un lugar de distanciamiento desapasionado que, en el caso de Mujica, da lugar a la reflexión autocrítica. Por sus características genéricas, esa escenificación específica del relato sobre el pasado contribuye a la caracterización de la propia figura de aquel que toma la palabra. Si en todo relato autobiográfico hay una presunta identidad entre autor, narrador y personaje/ héroe, estas instancias enunciativas ocupan diferentes roles en cada uno de los casos. En el discurso “testimonial” de Kirchner, el sujeto de la enunciación –el yo responsable de ese discurso que narra hechos del pasado– se asimila y superpone con el héroe protagonista del relato (o sujeto del enunciado). En el caso del discurso “memorial” de Mujica, en cambio, se verifica un desdoblamiento: aunque el yo que narra refiere a un yo-héroe, el primero se posiciona en un lugar de distanciamiento y evaluación crítica con respecto al protagonista del relato ubicado en el pasado. En esto radica, desde nuestro punto de vista, la diferencia central entre Kirchner y Mujica en lo que refiere a la construcción de su ethos, y por lo tanto de su identidad política. En efecto, como afirmábamos al inicio, las “imágenes de sí” que sus discursos proyectan surgen de un “retrabajo” sobre su ethos previo –aquellos datos que forman parte de su historia, en particular su pertenencia a una generación 21 El libro Memorias del calabozo de Mauricio Rosencof y Eleuterio Fernández Huidobro (1998), por ejemplo, sería un caso paradigmático de ese género narrativo.

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de jóvenes militantes– mediante un relato sobre el pasado en el que ese ethos previo aparece como personaje/protagonista, pero bajo modalidades diferentes. Ese “retrabajo” implica en efecto y en primer lugar una relectura sobre los propios datos biográficos: si en el discurso de Kirchner la militancia setentista aparece idealizada y no cuestionada ello se debe, probablemente, al hecho de que su participación efectiva en las organizaciones políticas de los años setenta fue breve y esporádica. En el discurso de Mujica, en cambio, es la vivencia efectiva de la prisión y su protagonismo en la guerrilla uruguaya lo que delinea su relato sobre la militancia y la dictadura. De este modo, los posicionamientos singulares de cada uno de ellos en el pasado sobredeterminan sus posicionamientos e identidades en la actualidad. Así, mientras Kirchner resignifica su ethos previo proyectando una identificación testimonial y romántica con la figura del joven militante setentista, Mujica “reelabora” su ethos previo –aquel que evoca su rol como dirigente tupamaro– vía la escenificación de un discurso distanciado, más cercano a las memorias que al relato testimonial. De modo que, lejos de mostrarse como un militante, un guerrillero o un activista político, de su discurso emerge un ethos sabio, reflexivo, viejo, superado, autocrítico y distante: es la imagen de quien está “de vuelta” de todo, que se articula con una imagen de estadista imparcial y neutral. Ese distanciamiento implica, aventuramos, una des-identificación, proceso que, siguiendo a Rancière (2007), es el punto de partida en la constitución de toda subjetividad política. Según Rancière, la subjetividad política resulta siempre de una identificación imposible, de un nombre “impropio”, del rechazo de las identidades particularistas que tienden, por el contrario, a ocluir la potencia de lo político. En este punto, se abre un campo de interrogantes acerca del carácter político o despolitizador de uno y otro mecanismo de construcción de las identidades políticas, interrogantes que dejamos planteados para futuras indagaciones. En síntesis, si en la configuración ethica de Kirchner observamos una afirmación a ultranza de esa identidad particular que remite a un conjunto estable de nombres y protagonistas (la generación militante setentista y sus grandes figuras heroicas) y a una experiencia que no es sometida a interrogación ni cuestionamiento, en los discursos de Mujica podemos identificar, contrariamente, que el ethos surge de un proceso de des-identificación, de un despojo de toda identidad previamente fijada, de una puesta en suspenso de las evidencias, gestos que ponen en escena la radical indeterminación de lo político.

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Revista Uruguaya de Ciencia Política - Vol. 24 N°2 - ICP - Montevideo

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SUBJECTIVITY IN THE POLITICAL LANGUAGE OF PRESIDENT MUJICA: THE CONSTRUCTION OF HIS NARRATIVE La subjetividad en el discurso político del presidente Mujica: la construcción de su relato Monique Vaughan* Abstract: This is a case study on the political discourse of former Uruguayan president José Mujica, which explores his discursive coherence and construction of power. French linguist Catherine Kerbrat-Orecchioni’s Enunciation Theory was applied to five key speeches delivered between 1985 and 2011. A theoretical framework was developed combining two other theories to reinforce Enunciation Theory, which was insufficient to analyze the social inscriptions of discourse: the semiotic analysis of political discourse developed by Eliseo Verón and the concept of government myth developed by political scientist Mario Riorda. The findings indicate a relationship between narrative and the construction of power, and justify the use of the case study method for the analysis of other political discourse corpora. Keywords: enunciation theory, political discourse, discourse analysis, government myth, subjectivity, discursive strategy Resumen: Este artículo describe un estudio de caso sobre el discurso político del ex-presidente uruguayo José Mujica, y explora su coherencia discursiva y construcción del poder. La teoría de la enunciación de la lingüista francesa Catherine Kerbrat-Orecchioni fue aplicada a cinco discursos pronunciados entre 1985 y 2011. Se recurrió a una triangulación teórica ya que la teoría de la enunciación resultó insuficiente para esclarecer las inscripciones sociales del discurso, y se reforzó con el análisis semiótico del discurso político de Eliseo Verón y el concepto de mito de gobierno del politólogo Mario Riorda. Los hallazgos obtenidos señalan un evidente vínculo entre el relato y la construcción del poder, justificando la utilización del análisis casuístico para otros corpora de discursos políticos. Palabras clave: teoría de la enunciación, discurso político, análisis del discurso, mito de gobierno, subjetividad, estrategia discursiva

1. Introduction The purpose of this study is to examine what valid theoretical and methodological contributions the field of linguistics can provide to the analysis of political discourse in Uruguay. This approach falls within current research trends in political communications in Latin America, which have pivoted from the classical study of political parties towards a closer examination of the particular worldview and profile of its leaders. * PhD candidate, School of Communication, Universidad Austral, Buenos Aires, Argentina. E-mail: [email protected] Artículo recibido el 4 de mayo de 2015 y aceptado para su publicación el 13 de julio de 2015.

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The emergence of José Mujica as a unique political character within the social conservative environment of Uruguay is noteworthy. Not only does he speak like any other Uruguayan but his empathy, simplicity and humility give mass character to his discourse by demonstrating that he understands common folk, identifies with them, thinks like them and lives like them. The relevance that his language has towards making a linguistic contribution to discourse studies in Uruguay inevitably makes him the topic for an in-depth case study. Additionally, the state of the art of discourse analysis in Uruguay has elevated this interest, since research on political discourse is mainly studied by disciplines such as history1, political science2 and sociology. This article develops an analytical framework based on three theoretical approaches for the analysis and interpretation of a corpus of speeches. 2. Theoretical and Conceptual Framework The analytical model applied falls within Enunciation Theory (Kerbrat-Orecchioni 1980). In the 1930’s French semiotician Émile Benveniste pioneered Enunciation Theory defining enunciation as “putting language to work through an individual act of utilization” (1977: 83).3 This theory of the descriptivist French School of Discourse Analysis allows studying the linguistic performance of a speaker in a given communication situation by looking at the traces of subjectivity in terms of subject, place and time. Steering away from structural linguistics, French Enunciation Theory and the American and English Schools of Pragmatics took their origin in philosophy of language and arose in response to the limitations of examining language as a closed abstract system. Both schools of thought give importance to language in use and language as action. Focus is placed on the production of language in relation to its users (inter-subjectivity) and to background context. Hence, language is conceived as an interactional activity. While Speech Act Theory is a sub-field of Pragmatics, Enunciation Theory recurs to principles of Pragmatics in that utterances (enoncés) are believed to contain traces of the mode of enunciation (énonciation), reflecting the competences and knowledge of the enunciator and his/her interlocutors (co-énonciateurs), and more importantly, spatiotemporal traces of the situation. Etymologically, the word “enunciation” stems from the Latin noun enuntiatio meaning “a declaration” and refers to the manner in which a proposition is expressed. French enunciation theorists contrast the concepts of énonciation and énoncé in that the former implies the subjective activity of producing speech acts in a communication event, while the latter constitutes the end product of said activity. 1 See Aldo Marchesi on the cultural paths of authoritarian consensus during the dictatorship, in Demasi et al (2009: 325-398). 2 See Francisco Panizza (1990: 126-197) for a political science perspective on discourse. 3 See Émile Benveniste (1971; 1977) for a description of the formal apparatus of enunciation.

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Before examining Mujica´s communication style, a review of his biography and a synthesis of Uruguay´s historical and ideological processes in the 20th century were necessary to place him within the constellation of debates and confrontations between the three major political parties: the dominant Partido Colorado and the minority Partido Nacional —the two traditional parties founded in 1836—, and the Frente Amplio, founded in 1971 and currently in power. A chronology of historical events was prepared and matched against his climb up the political ladder. The milestones in Mujica´s political biography were identified on the basis of his rise to power by looking at the speeches he delivered in moments that were critical for his party or for the national scenario. As an illustration, the first speech corresponds to a milestone that is of historic political relevance. Mujica is chosen by fellow Tupamaros to deliver a speech, hours after being released from prison where they spent 13 years. The central message in this speech is the historic decision of the Tupamaro National Liberation Movement (MLN-T, acronym in Spanish) to abandon arms and return to the political arena as a legitimate political force. This milestone is critical in two ways: the direction taken by the MLN-T that would change their role in history and the decision of their political group to assign Mujica as their orator. Years later, in an interview, Mujica would explain why he was chosen as their spokesperson (Mazzeo 2002: 10): “We were all gathered at Conventuales (Catholic School) and the request for someone to speak came unexpectedly. The comrades who were present decided I should be that person, probably because I had experience in giving speeches, that´s all (…)”. In summary, the selection of milestones was guided by changes in the strategic priorities of the MLN-T as well as Mujica’s rise to leadership in the roles he attained throughout his political career. Mujica created a narrative that shaped his public image over time, while interpreting Uruguayan society differently than his predecessors. Said interpretation accentuated the Uruguayan ethos4 with its distinguishing character, sentiment, and guiding beliefs. At a conceptual level, this construction of image is of interest given the nexus that exists between the ethos and the reflexive nature of enunciation. French linguist and discourse analyst Dominique Maingueneau5 understands ethos as a constituent element of discourse and writes: “The effectiveness of ethos is based on the fact that it somehow envelops the enunciative activity without being made explicit in the utterance.” (2002: 56). Since ethos underlies the enunciational performance, Mujica sets himself on stage discursively (phonetically, syntactically, through gesture, etc.) to legitimize his political persona. Enunciation theory conceives language as being marked subjectively, therefore, it is reasonable to examine subjectivity in Mujica´s discourse. Thereby, ethos forms an intrinsic part of the image that Mujica creates of himself and of his addressees through enunciation. The concept of subjectivity was introduced into linguistics by Benveniste who writes: “It is in and through language that man constitutes himself as a subject” 4 The notion of ethos allows examining the processes by which discourse may create allegiances. 5 See http://dominique.maingueneau.pagesperso-orange.fr/pdf/Ethos.pdf.

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(1971: 180). Similarly, Kerbrat-Orecchioni metaphorically describes how subjectivity permeates language: “very few words escape the shipwreck of objectivity” (1980: 189). Since enunciational activity leaves traces in utterances, discourse analysis seeks to identify the markers, expressions and traces that reflect the subjectivity of those who speak in a given context of enunciation. Enunciation accounts for the construction of subjectivity and therefore inter-subjectivity, since there is no discourse without the presence of others. Subjectivity is central to the analysis of enunciation. Enunciation theory looks at subjectivity through the notion of deixis, which is a referential linguistic cue that localizes a speech event and its participants in space and time. There are three principal categories of deixis: person, space and time. In other words, deictic markers require contextual information to convey meaning. The most evident indicator of deixis is the personal pronoun “I”; followed by “you” and “we”. Non-deictic pronouns include “he”, “they” and “them” since they are external to the dialogic exchange. Spatial and temporal localization is provided by deictic adverbs such as “today” or “now” or location adverbs such as “here” and “there”. Kerbrat-Orecchioni has expanded the inventory of subjectivity markers and designates the nouns and adjectives that convey subjectivity “subjectivemes”. These include axiological nouns that are derogatory or praiseworthy, affective or emotional adjectives such as “coward”, non-axiological evaluative adjectives such as “important”, and axiological evaluative adjectives such as “useful” or “beautiful”. The same applies to verbs and adverbs, which also connote subjectivity. Adverbs that convey subjectivity contain value judgments or degrees of adhesion or rejection of the speaker in relation to the contents of his utterances: “personally”, “really”, etc… The scope of this study includes research on the historical, sociological and cultural dimensions of Uruguayan politics, in general, and on Mujica’s distinctive ideology within the doctrinal heterogeneity of the Uruguayan Left, in particular. Furthermore, Mujica’s linguistic and paralinguistic competencies, to use KerbratOrecchioni´s terminology, are a reflection of his formal education and his rhetorical ability for encoding and decoding messages. Also fundamental are his family origins, the economic conditions that marked his life and the interpretative and evaluative attitudes which led him to embrace socialist thinking despite having been politically initiated at the age of twenty one within the conservative ideology of the Partido Nacional (National Party) and affiliated, at the age of twenty nine, with the revolutionary MLN-Tupamaros.6 Kerbrat-Orecchioni’s theoretical framework goes beyond structural and generative linguistics, which studied language as an isolated object separated from other social dimensions. It takes into account parameters of the verbal interaction and the competencies required of speakers to achieve communication. Hence our interest in this author´s approach, which moves away from the concepts of message and code to consider other parameters of the communicative situation. Her approach is outlined in figure 1. 6 For an in-depth biography of Mujica see Campodónico (2005), Blixen (2009), Israel (2014), Mazzeo (2002), Pernas (2013) and Rabuffetti (2014).

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Figure 1. Kerbrat-Orecchioni´s Enunciation Framework

In her book Enunciation: On subjectivity in language, Kerbrat-Orecchioni revises Roman Jakobson’s model and criticizes his definition of an ideal, complete, transparent, and failure-free communication between two individuals “who possess the same code”. Similarly, she questions the postulates of Ferdinand de Saussure and Noam Chomsky on a single monolithic code and argues that speakers and listeners possess a variety of lektos (Greek for ´spoken language´), “dialects, sociolects and idiolects”. She invalidates the theory of a universal code shared by all speakers, claiming that it ignores the natural phenomena and variations within linguistic exchanges (Kerbrat-Orecchioni 1980: 11). For Kerbrat-Orecchioni, “partial inter-comprehension” is a natural result of communication. Her revised model illustrates the intersection of the linguistic and extralinguistic competencies of interlocutors and the encoding and decoding negotiations of speakers, which transform discourse as it develops, culminating in “partial inter-comprehension” and not in the ideal and perfect communication proposed by traditional linguistic models. This author’s model places emphasis on “production”, taking speech as a means of action. Among its parameters she includes linguistic, paralinguistic, ideological and cultural competencies as well as psychological determinations, among other considerations.

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3. Methodology Theoretical Triangulation A theoretical triangulation was developed to examine the multiple dimensions of the object of study more accurately and reduce bias in interpretation. The triangulation includes Enunciation Theory and two other theoretical approaches. One theory, developed by Eliseo Verón, addresses the characterization of political discourse. In his article “The Adversative Word”, Verón defines the typology of political discourse as follows: “What characterizes the specificity of political discourse is a given configuration of discursive operations, with enunciational activities constituting a central part of them” (1987: 13-15). Another theory, developed by political scientist Mario Riorda, addresses the concept of “government myth”7 on the construction of symbolic meaning in political communication. Riorda´s notion of “government myth” is similar to Veron´s notion of “invariant nucleus8” (1987: 14), since they both refer to an epicenter of values and beliefs that is coherently composed and constant over time. Similarly, Kerbrat-Orecchioni (1980: 52-53) refers to a symbolic model for communicating shared ideals of a “political we” or an “inclusive we”, where subjectivity plays a fundamental role in interpreting this epicenter. Consequently, by articulating complementarities between the theories of Kerbrat-Orecchioni, Verón and Riorda, it was feasible to analyze the verisimilitude of Mujica’s narrative in his construction of a common reality through ideals, principles and values, which create a framework of cultural belonging and institute a mobilizing myth. Through this triangulation, the objectivity of research findings was increased and preliminary conclusions were broadened. In particular, this was verified through the results achieved from the microscopic analysis of subjectivity (deictic markers and subjectivemes), its subsequent quantification, and its comparison with Verón’s multiple addressees in political discourse. The Corpus The corpus includes five speeches that correspond to the most relevant socio-historical milestones in a timeline spanning from 1985 to 2011. Each milestone marks a new stage in Mujica’s construction of political power: two speeches delivered during his militant participation, a harangue during the 2009 presidential campaign, his presidential inauguration speech, and a speech addressed to Mercosur businessmen. 7 Government myth is defined as a complete and coherent system of beliefs. 8 Verón explains the notion of invariant nucleus as follows: “(…) the definition of a type of discourse presupposes the definition of a series of its variations, which are no more than the different strategies within the same game. The general definition of “type” presupposes the definition of an invariant nucleus and of a system of variations, without which the description of inter-discursive relationships within the field at hand is impossible. (…) the same issue arises of differentiating an invariant nucleus and a system of variations” (14).

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The corpus comprises the following speeches9: • 17 March 1985: Speech at the Platense Patín Club, 48 hours following Mujica’s release from jail. • 19 December 1987: Speech at the IV MLN-T Convention at the Franzini Stadium. • 3 June 2009: Video of a presidential campaign speech delivered by Senator Mujica in Rio Branco, Cerro Largo Department. • 1 March 2010: Presidential address. • 2 April 2011: Audio recording of a speech delivered by President Mujica to Mercosur businessmen at the Conrad Hotel in Punta del Este. Research objectives Mujica´s discursive strategies were analyzed to shed light on his construction of power and the coherence of his political discourse. The study comprised two stages: an internal discourse analysis and an inter-discursive analysis.10 In the first stage, each speech was analyzed internally under enunciation theory in its restrictive sense —which involves the identification of the traces of subjectivity (deictic markers and subjectivemes). In the second stage, the speeches were compared and contrasted and taken as a macrostructure whose diachronic evolution revealed continuities and ruptures. (This consisted of the analysis of multiple-addressees, invariant nucleus of values, paradigmatic11 enunciations and symbolic communication). In order to explore the enunciation mechanisms used by the President, a proprietary classification table was developed based on Kerbrat-Orecchioni’s analysis matrix, with the objectives of: • Providing an evaluation of the nature of enunciation in his speeches, from the most recent speech to the oldest, and based on the perspective of “open immanentism”.12 9 They were coded as follows: first discourse (D1, 1985), second discourse (D2, 1987), third discourse (D3, 2009), fourth discourse (D4, 2010) and fifth discourse (D5, 2011). 10 One of the basic distinctions made by French enunciation theory is between restricted and extended enunciation. The restricted sense analyzes the traces a speaker leaves in his utterances, whereas the extended sense gives consideration to the participants, the situation, the spatiotemporal conditions and the general conditions of message production and reception (Kerbrat-Orecchioni). 11 The word paradigm stems from Greek para- (with) deigma (model, pattern). In his book Dance with signs, general notions in semiotics, Victorino Zecchetto defines paradigm as “the theoretical model that explains a structure of signs or a syntagmatic chain. The paradigmatic plane forms a vertical and invisible axis which travels through the syntagmatic plane and guides its deeper meaning.” 12 According to Kerbrat-Orecchioni (1980: 283): “«open immanentism» in contrast to «radical immanentism» consists of admitting that it is legitimate and even necessary to grant a place, at the heart of linguistics, to certain considerations (…) concerning the production/reception conditions of a message, as well as to the nature and status of the enunciator (speaker), co-enunciator, and the communication situa-

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• Determining the origins and characteristics of his narrative, how it is constructed and who his interlocutors are. • Explaining how his discourse reflects or is inspired by Uruguayan culture and national history. The proprietary classification table was applied to review the use that the President makes of deictic markers (inscription of the enunciator’s subjectivity), modalizers (indicators of the enunciator’s attitude towards his interlocutors and towards his own discourse), and other categories of subjectivity like “subjectivemes”. (Kerbrat-Orecchioni 1980: 42). Given the scarcity of revolutionary narratives and literature that provide firsthand accounts of Tupamaro history, secondary sources were consulted13. This literature helps locate Mujica as an enunciative subject. 4. Data Analysis The procedure involved analyzing the enunciation mechanisms used by Mujica for creating a narrative with a distinct style. Towards this end, the manifestation of subjectivity in the corpus was studied at different moments of his political career. A first stage identified the traces of the subject (subjectivity) and a second stage looked at the modes in which he referred to other voices (inter-subjectivity). The procedure identified the inscriptions of Mujica’s subjectivity and how they intervene in the configuration of a discursive ethos that is coherent with respect to an invariant nucleus of values. Similarly, Mujica’s gift for symbolic oratory required the examination of the linguistic influence that the 1960’s generation in Uruguay received from the revolutionary worldview of the Hombre Nuevo or New Man (Guevara 2007: 3-78) and of the deep-rooted oral tradition in Uruguayan politics. The socialist values in the concept of Hombre Nuevo include solidarity, self-criticism, tolerance, learning, change, sincerity, humanity, simplicity and empathy towards the poor. In Discourse 1, line 59, Mujica explains these values to Tupamaro youth: “I wish to disagree with many of you, especially with the youth gathered here today: I will not follow the path towards hatred, not even with those who were vile towards us; hate does not build. (…) These things are a matter of principle, things you can´t mortgage”. In Discourse 2, line 262, he legitimates his defense of solidarity by saying he will stand: “For people who —yesterday, today and tomorrow— fight for a society where what’s mine and what’s yours is not divided into antagonistic classes, for a society where the privileged are children, the elderly, and the weak, for a type of society where man can truly exercise solidarity”. tion”. Radical immanentism states that linguistics has as its main goal describing language in and of itself. 13 For an in-depth review of the political history of the MLN-T and the Tupamaro culture see Aldrighi (2001) (2009), De Giorgi (2011), Garcé (2009), Gatto (2000), Gilio (2011), Labrousse (2009) and Rey Tristán (2006).

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The identification of paradigmatic enunciations allowed visualizing the major axes that frame and cut across Mujica’s discourse. These include: a change in paradigm in the political system and a new distribution of power; a call to unity and ethical values; the values that incarnate the socialist New Man as a way to action; a worldview based on the survival of the species and nature; the use of dichotomies to classify ideas in binary sets (poverty/wealth, the dominant/the dominated). Thus, the central leitmotifs that pervade his speeches are a moral discourse, an inter-subjective populist discourse, a philosophical discourse conveying ideals, and a discourse of action. Mujica’s connection to rural Uruguay is evidenced in his lifestyle and through deliberate linguistic choices that mimic the lower classes, such as dropping final s’s, inverting accents, uttering syntactically convoluted phrases, and using other stereotypical repertoires of the less educated. Moreover, his rhetorical style which asserts a connection to history, positions him within the oratorical traditions of Uruguayans. This oral tradition spread to the covert language used in clandestinity by the Tupamaros14 and to the practice of having to memorize facts instead of documenting them in writing. This partially explains the absence of original source documentation for this study15. Finally, it was verified that all of these historical and cultural influences were permanently interwoven in Mujica’s discourse. American historian John Charles Chasteen, who has researched Latin American insurgency discourse and Uruguayan caudillos or “heroes on horseback” Aparicio and Gumersindo Saravia, reveals that war stories figure prominently in the oral tradition of nineteenth century Uruguayan rural life. According to this author, the discourse of insurgency shows contemporary insurgents identifying with past insurgencies explicitly. He defines the caudillo as a cultural hero who awakens a collective identity in his followers (2001: 22). Upon describing Aparicio Saravia’s rise to national leadership of the Blanco Party and his ability to embody a set of beliefs and images in his followers’ imagination, which Chasteen calls “the myth of the patriada”, he writes (2001: 163): “the patriada myth had become a constitutive element of the Blanco party’s collective identity”. The term patriada refers to wars of independence and was adopted by the Blancos later to refer to their patriotic insurgencies. The Blanco Party fought for an inclusive Uruguayan nation while it was excluded from political participation due to the domination of the Colorado Party. Chasteen underlines the fact that “the Blanco identity was structured, in some respects, like a national identity” and goes on to say: “It is no exaggeration that the basic polarities of Uruguay’s two-party system were constituted more through narratives of war than through administrative programs”. Chasteen adds: “the Blanco’s narrative of their shared past plainly reverberated in oral tradition, as well as in 14 See the interviews conducted by Clara Aldrighi (2009) of 17 Tupamaro militants and exmilitants for a representation of the opinions and experiences that shaped the guerrilla movement. 15 In Mujica’s own words: “We Tupamaros were in the grips of urgency. Many times, we failed to do the fundamental things we wanted to do […] We had to forget about teaching, forget about writing documents, writing books: because there were cantons that needed to be evacuated, because we had to fabricate documents, we had to fight in clandestinity (D2, 1987: l. 25-28). In the same discourse Mujica says: “we aren´t fighting for a society to have more political leaders, but our fight is for a New Man who is capable of leading himself (l.127).

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print”. Mujica resorts to this narrative when he says: “we continue to fail at building the Patria Grande” (D4, l. 322) or when he refers to “building National Unity or Patria para Todos” (D4, l. 352), or in his statement “and while I´m Tupamaro, I am no less Blanco” (D1, l.161). Rural upheavals took place as early as 1810 and paved the way towards a longstanding divide between the city and the countryside. This is when, in the 1830’s, the white and red political factions (Blancos and Colorados) became de facto political parties. The two traditional political parties acted under the same power paradigm resulting from the signature of the 1897 political pact called Pacto de la Cruz and when the National Party or Partido Nacional came out losing. In particular, Mujica makes reference in his speeches to his “Blanco” origins (historical framework) and to the need for a change in political paradigm, namely towards “a future New Man or Hombre Nuevo, and if not, towards an improved man or hombre mejor” (D1, l. 44) (ideological framework). This new paradigm that Mujica encourages has its origins in an invariant nucleus of ideas and values that he has long possessed, guided by a worldview or Weltanschauung that governs his discursive field, and a system of multiple strategic variations he uses to expand it, whilst antagonizing with his present adversary. Schematically, starting from the invariant nucleus, the successive stages he followed served to conciliate and persuade a few and to confront other adversaries. Therefore, each milestone corresponds to a new stage in the construction of political power. Figure 2. Milestones and Chronology of Facts

MLN-T`s Organization as a political force

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These milestones clearly emerge from his political biography and identify the moments when he earned positions of power. The first milestone is the release of old Tupamaro leadership from prison on 17 March 1985 after 13 years of captivity and corresponds to a speech (D1, 1985) delivered to Tupamaro militants a few days after this historic event. The second milestone is the decision adopted in 1987 by Mujica and his partisans to participate democratically and legitimately in political life by requesting the entry of the MLNTupamaros to the left-wing Frente Amplio party, a historical decision conveyed in his speech at the IV MLN-Tupamaro Convention (D2, 1987). The third milestone corresponds to a harangue, captured in video, delivered in 2009 by Senator Mujica who addresses a rural community in the Cerro Largo Department to persuade them to vote for the Frente Amplio (D3, 2009). The fourth milestone corresponds to the presidential address of 1 March 2010 (D4, 2010). Lastly, the fifth milestone reveals the former President’s economic and social views at a meeting for local and international businessmen held in 2011 (D5, 2011). The discursive strategies Mujica uses are as follows: • • • • •

Political Militancy Strategy (D1, 1985) Legitimation Strategy (D2, 1987) Ownership-seeking Strategy (D3, 2009) Domestic Institutionalization Strategy (D4, 2010) Foreign Institutionalization Strategy (D5, 2011)

In the first speech of the corpus (D1, 1985) Mujica uses a militancy strategy to address Tupamaros and supporters. He shows the convictions of an old fighter who has just left jail and wishes to return to public life. He addresses a young political force that needs to become organized. He strategically appeals to the loyalty of militants who continued to support their leaders while in prison. The second speech (D2, 1987) consists of a legitimation strategy that supports the entry of the MLN-T into the Frente Amplio. Mujica represents the leader who has come to challenge the existing power structure and who proposes an alliance to the balkanized left through the entry of the MLN-T to the Frente Amplio, with the ultimate aim of gaining power. The third speech (D3, 2009) displays an ownership-seeking strategy for the joint action of the entire Uruguayan Left in the 2009 elections. Mujica shows himself as the motivator of a political force as he addresses a people-nation that has witnessed the public works carried out by the Frente Amplio in Government, and which are harshly criticized by the opposition. The fourth speech (D4, 2010) is a domestic institutionalization strategy upon assuming the presidency of Uruguay. Mujica presents himself to the country as a guarantor of democracy.

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The fifth speech (D5, 2011) is a foreign institutionalization strategy directed at businessmen and other international players. Mujica presents himself as an advocate of a small country that suffers great economic asymmetries with neighboring countries: the powerful industry that Brazil represents is cautioned as to the rules of the game, and Argentina is represented as a common homeland. Figure 3. The Construction of Power

Fig. 4: Persuasion and the Construction of Power

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The five speeches belong to each of these discursive strategies used by Mujica to expand his domestic and foreign persuasive influence. The struggle for power starts at the core of his political group and gradually extends outwards with time. 5. Data interpretation and preliminary findings The country’s traditional oratory is a skill that Mujica developed during his militancy in the MLN-T, which he describes as “our unwritten culture” or “nuestra cultura no escrita”16. The clandestine nature of the group forced its members and sympathizers to develop this orality to communicate and become organized. Moreover, Mujica´s participation in the MLN-T endowed him with a revolutionary lexicon whose ideologemes17 (Kristeva 2001: 148) contributed towards the construction of his discourse and of a collective identity with which he identifies. The ideologemes in his discourse include terms and expressions that refer to well-defined ideological formations (struggle, ranks, war against the enemy, vanquish) or refer to Uruguayan symbols of nationalist and populist banners (patriotic allusions such as “Fatherland for All” or patria para todos and “Grand Fatherland” or patria grande, people, Artigas, “All Orientals” or orientales, etc.). In discourse 1, line 174, Mujica invites youth to rethink history and explains “the message of national history is rooted in a homeland that is in the making”. In discourse 2, line 279 Mujica appeals to a political gesture of unity “that has deep historical roots in the Old Fatherland or Patria Vieja”. In discourse 4, line 351, he dramatically closes his speech: “We shall continue on the same path, building a Fatherland for All!”. This semiotic set constitutes an axis of the President’s discursive paradigm that he embellishes with expressive resources taken from urban and rural idiolects, pantheistic expressions of nature, and political teachings, which he progressively adapts to his audiences’ realities and to each specific situation of communication, while maintaining a core invariant nucleus of values. His first discourse contains his philosophical stance on life and a reflection on his years in prison: “In all of these years, muchachos, we learned from the destitution of confinement, how little we need to be happy, and if you can´t get happiness, you won´t get anything. We also learned, without books, a way to look at the world that is somewhat pantheist. We loved spiders and loved ants, because they were the only living thing we had in our solitary prison cells. We come from nature and are nature. After us, many more will come. What matters is the cause, not your last name.” (D1, l. 80-87). From a pantheistic perception and invariant nucleus of values, Mujica manages to install a worldview and paradigm for interpreting reality in his listeners, whether they are old militant comrades, comrades from the Uruguayan Left, Uruguayan citizens or economic groups with present or future interests in the country. 16 Utterance taken from the speech delivered at the Platense Patín Club on 17 March 1985. Discourse 1, line. 91. 17 Kristeva defines an ideologeme as: “an intertextual function that can be read at different structural levels of a text, and that stretches across a text giving it its historic and social coordinates.”

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Another preliminary finding is a clear evolution of the President’s rhetoric. Firstly, if he was once a young conservative “Blanco”, as an activist his language took up social claims and progressively became radicalized. Once mature, even while his ideas were radical, he moderated said language to adapt it to the tone that most Uruguayans are accustomed to. This moderation was maintained throughout his presidential campaign through a discourse that was constructed around the priorities of citizens. According to Riorda (2006: 5), this “construccionism” upholds that “the fundamental premise of this perspective is that reality is a social product, and that the first meanings by which reality is shaped belong to language”. Secondly, Mujica utilized symbolic language to create bonds of trust and his rhetoric worked as an instrument of social interaction. Whenever necessary, his public speeches displayed changes in register and style: a) formal register of a left-wing militant; b) language used by rural farmers and gauchos, along with nature inspired images; and c) colloquial and vulgar registers of the poorest social sectors. This direct communication style allowed him to build bridges with three of the most important sectors of society: establishment, media and public opinion, through the use of the particular registers and lexicons of each audience. In his search for consensus, he demonstrated a deep understanding of their particular interests and created diverse communication models for each audience, while adjusting to that understanding. He demonstrated his comprehension of social power and business to the establishment, and respected its role in Uruguayan society. He gave the press and the radio direct access to his private and political life, offering informal and spontaneous interviews that brought him the sympathy of the media. This decisively resulted in the exposure of his empathetic personality which evoked popular topics that the media made known to public opinion. His ability to use simple language along with his command of sophisticated language contributed to the development of a singular political communication style, which is the “metonymy of a greater project and whose expression helps in its legitimization” (Elizalde, Fernández-Pedemonte & Riorda 2006: 82). In view of the suspicions that his guerilla past awoke and with his peculiar communication style, he managed to attain credibility vis-à-vis the rest of the world through a peace-making discourse that addressed the world, his fellow countrymen and his adversaries. Thirdly, as a political leader, Mujica constructed a narrative based on liberal economic ideas upon which he set up a leftist social philosophy to build a future for his country. This is a vision he has alluded to in several of his speeches, an ideological pragmatism that —distancing him from the traditional bipartisan confrontation— has helped him garner the ideals and values shared by the vast majority of Uruguayan society. Kerbrat-Orecchioni’s enunciation framework and Verón’s concepts were also applied to identify the paradigm change in Mujica’s narrative construction. His nucleus of values and prototheory served to trace a larger symbolic message made visible through Riorda’s notion of government myth. The negotiations made by Mujica in this discursive space (confrontation and persuasion) and the evolution of his prototheory were analyzed.

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A clarification of the term “proto-theory” is required here. We have borrowed this term from philosophy of science to refer to Mujica’s pre-comprehension horizon or intuition regarding Uruguay’s static traditional bipartisan political model. His interpretation of the country’s political scenario introduces a new paradigm for political organization which calls for the integration of large segments of the population that were left excluded under the old paradigm. Mujica introduces this prototheory (Zanotti 2005: 106) in his first two speeches. The proto-theory set forth by Mujica in his first speech, which can also be understood under Veron’s “invariant nucleus of values” is summarized in the following paragraphs: Our two old traditional parties by no means deserve disdain, because if we scorn them it is because we ignore the true essence of this country. And it is good that the Left start acting quickly to rethink our national history and then recreate our own goals. We Tupamaros have differences, even amongst the Old Guard. Forgive me, comrades, I have no qualm in admitting it and don’t ask me to say it again, in my interpretation of the history of this country I belong to the “blancos”, I am completely blanco. And for being blanco I am not less of a Tupamaro, and since we belong to an organization that does not automate the minds of men, I have sufficient freedom to express our own personal way of thinking, which interprets that of so many other comrades, but not necessarily that of them all. And however, we continue to be on the same team. That for those of us who are not afraid of going against the holy cows of history, thus we categorically say that we are “blancos” and be it known that we say “blancos” and not National Party or “Partido Nacional.”18 The invariant nucleus of values is based on this statement of principles, found repeatedly in Mujica’s discursive field. In this case, the focus is placed on the interpretation that Mujica-subject offers about reality through his discourse-object. It is worth recalling that the invariant nucleus remains stable across his discursive field. The construction of his legitimacy is intra-discursive and is built with “the interest of the enunciator as transfigured by collective interest” (Verón 1987: 24). The enunciator demonstrates the narrative’s verisimilitude through the exposure of utterances that are contrary or dissimilar to his own; the inter-subjective relationship between co-enunciators of the communicative exchange, that is, “I” in relation to the “Others”. The construction of Mujica’s narrative takes place through the diverse negotiations he makes as an enunciator with his partisans, opponents and other addressees, creating an image of himself in relation with the voices he brings on stage discursively. Verón (1987) identifies the “splitting of destinataries” as a unique characteristic of political discourse, which includes: 1. The para-destinatary or positive destinatary, who is the partisan; 2. The contra-destinatary or negative destinatary, 18 From speech at the Platense Patín Club on 17 March 1985. D1, lines 155-167.

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who is the adversary; and 3. The para-destinatary or third man, a mere spectator outside of the game. Verón (1987: 16) explains how the political enunciation act builds the image of the enunciator: “The question of the adversary signifies that any political enunciation act presupposes that there are other enunciation acts, real or possible, opposed to our own”. The enunciation act is at the same time a reply and an anticipated reply. Moreover, political discourse simultaneously constructs three destinataries, and its functions necessarily reinforce, polemicize and persuade so as to obtain a response from its pro-destinataries, contra-destinataries and para-destinataries, respectively. “It is evident that the political discursive field implies confrontation, a relationship with an enemy, a struggle between co-enunciators. In this sense, we have mentioned the polemic dimension of political discourse; political enunciation appears to be inseparable from the construction of an adversary” (Verón 1987: 16). Consequently, the discursive field of the political depends on the leading role of the subject in relation to other potential enunciators, and therefore enunciation theory is clearly central for evaluating the dynamics of inter-subjectivity, which is built through the identity and the narrative of the enunciating subject, who designs his utterances in response to other utterances during the process of meaning production and reception. Of particular interest is the polemic dimension of political discourse since it is through this dialectic exercise with an opponent that the enunciator grants legitimacy to his beliefs and positioning in an attempt to diminish the power of the other parties’ words, while increasing the legitimacy of his own words. In this sense the enunciator builds his narrative by addressing a positive “enunciatee” or addressee, and similarly considers his negative addressee, while he also succeeds in addressing —perhaps indirectly— addressees external to the intersubjective exchange, with the purpose of gaining more adherents to his beliefs and views. In the corpus, it was found that Mujica’s adversaries appear in the form of conceptual structures or as a real person with a name. Thus, for example, in D1 the chosen adversary is reflected in the mental structures of militants (the conscience of the Tupamaro youth), as expressed by Mujica in the following terms: “What is worthwhile is the cause, not the last name” or “Lo que vale es la causa, no el apellido” (D1, 1987, l.86); in D4 the unfair social structures of Uruguayan society, for example: “evidence of a society that is becoming cynical” or “manifestaciones de una sociedad que se va volviendo cínica” (D4, 2010, l.290); and in D5 the national and international economic domination structures, for example: “competition is asymmetrical and goes against us” or “esa competencia es asimétrica, es en contra nuestro” (D5, 2011, l.74). At the same time, in D2 and D3, Mujica as enunciator confronts adversaries representing opposite political ideals (the “Blancos”, Wilson Ferreira Aldunate19, the Right, etc.), for example: “Mr. Wilson allows himself the luxury” or 19 Wilson Ferreira Aldunate (1919-1988) was a popular National Party political leader, who founded the Por la Patria movement. He was defeated in the 1971 presidential elections by Colorado Party leader Juan Maria Bordaberry in a poll allegedly dominated by fraud, corruption and blackmail towards his person. In June of 1973, during the military coup, he was forced into exile. On June 16th 1984 upon his return from exile he was

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“el señor Wilson se permite el lujo” (D2, 1987, l.50); “the replies of an omnipotent gentleman, Mr. Wilson” or “respuestas de un señor omnipotente como la de Wilson” (D2, 1987, l.57); “the fascist raid” or “el malón fascista” (D2, 1987, l. 231); “the treacherous criollo oligarchies” or “las oligarquías criollas entreguistas” (D2, 1987, l.207); “a mendacious democracy […] that hides here and there in the false promises of a Minister, and by the threat of a big stick” or “una democracia mentirosa […] como escondiendo aquí y allá en el ‘veremos’ de un señor ministro, la amenaza del garrote” (D2, 1987, l.8). Furthermore, his use of alterity is observed through stylistic choices such as nominalization when referring to “the participation” (directed at a positive addressee) and when he criticizes “dilettantism” (directed at a negative addressee). After having identified the presence of an adversary in each one of Mujicas’ speeches, the statement offered by García-Negroni and Zoppi-Fontana that “political discourse seems not to be able to constitute itself without adversaries” is tenable. Similarly, the validity of another notion set forth by García-Negroni and Zoppi-Fontana pertaining to “reported speech” seems well-founded, when Mujica seeks to speak in representation of the poor: “we were poor” (…) “today I speak in name of the poor” (…) “I understand you” (…) “I am poor” or “éramos pobres (…) hoy hablo por los pobres (…) los entiendo (…) soy pobre”. In political enunciation the enunciator creates an image of himself and of his addressees appealing to this inter-discursivity. Finally, the modalities in Mujica’s utterances which he uses to build relationships with entities of the political imaginary were identified in four areas of his discursivity: 1) a descriptive component; 2) a didactic component; 3) a prescriptive component; and, 4) a programmatic component. A quantitative analysis of deixis The results in Table 1 for first, second and third person deictic markers in all five speeches showed variations that are worth mentioning since they would be indicating strategies in terms of Mujica’s subjectivity, specifically: 1) a salient increase in the use of the first person singular “I” in the last two speeches (and a preference for the imperative); 2) propensity for the use of the first person plural or “inclusive We” in all of his speeches, but most emphatically in the first two speeches —characterized by strong ideological traits; 3) the presence of a strong adversary in D2 with greater invocation of the third person singular; and, 4) a marked use of the second person plural “You” in the first speech addressed to Tupamaro youth and sympathizers.

arrested by the military who took him to the Trinity jail where he was held captive throughout the presidential elections. He lost the opportunity to participate in the presidential race and was freed on November 30th.

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Table 1. The persons in discourse (forms and frequencies) Form

Speech 1

Speech 2

Speech 3

Speech 4

Speech 5

I

10

1

8

25

28

I (omitted)

9

0

1

11

21

We

37

55

18

54

33

We (omitted)

70

65

19

73

25

You (singular)

1

3

4

0

4

You (plural)

12

1

6

7

7

He/They

3

12

5

4

4

Having acquired national power, Mujica increases self-reference as seen in his last two speeches; nonetheless, the discursive strategies vary in these speeches given that the enunciator in D4 uses “me” and “my”, whereas in D5 he explicitly uses “I”. Mujica’s worldview may be the main reason why a high frequency of the first person plural “We” is observed across the entire corpus, acting as a unifying form with multi-referential qualities. A general conclusion is that the use of the first person plural is the preferred strategy by the enunciator. If Mujica fully commits his audience through the use of this first person plural deictic marker, with the second person plural he obtains the opposite effect by producing distance. Mujica takes distance from his listeners when he differentiates himself from them. Comparatively, his designation of a destinatary in the second person plural is much less frequent than his reference to the first person plural with a clear unifying intentionality. As the subject of enunciation Mujica opts for: 1. An objective discourse in which he tries to erase his subjective traces, and 2. A subjective discourse that contains implicit and explicit evaluative markers (words that carry a subjective semantic trait) and collective representations (with which he values or devalues Uruguayans). Interdiscursive analysis A first reading of the corpus consisted in identifying the subjectivity traces in Mujica’s utterances, which were classified in separate sheets and subsequently used to identify paradigmatic enunciations. The six paradigmatic enunciations listed below hold together Mujica’s narrative since they synthesize his visionary ideas as an enunciator and they constitute the points of reference of his thinking model and interpretation of reality: • Worldview, strategy and unity: the generators of his narrative. • Revolutionary doctrine and New Man philosophy: the sources of legitimacy

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that he uses to nourish his narrative (or invariant nucleus of beliefs). • Dialectic ethics: individual ethical values which allowed him to maintain coherence in his narrative across time. • Democracy and Participation: how he makes his narrative progress over time • Change in Uruguayan bipartisan system and redistribution of power: the ultimate purpose of his narrative and its extension through time. • Alterity and/or Adversary: how he changes or adapts the narrative in accordance to the co-enunciator’s alterity (sympathizer, adversary or indifferent). Consequently, these major axes in his enunciations include the necessary political participation of those who feel marginalized or forgotten by traditional bipartisanship, a fair and inclusive redistribution of power, an active ethical attitude in public life, national unity and the acceptance of the contradictions and paradoxes of the country’s social and political reality. In the background of all of his speeches an invisible script or subtext is perceived, which unifies his discursive strategies and contains moral underpinnings, an inter-subjective discourse reflective of popular language, philosophic bases of ideals and a call to action. Through a diachronic discourse analysis the evolution of his words-language-discourse was examined and continuity was observed in the philosophical themes that constitute his six core paradigmatic enunciations. Mujica manages to place a Weltanschauung in the minds of his listeners, that is, a frame or paradigm for interpreting reality. Figure 5. The Construction of Persuasion based on Subjectivity and the Nucleus of Values of the “I”

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To achieve the objective of transferring his worldview to these increasingly wider circles of recipient co-enunciators of his narrative, Mujica builds an image of himself, intuitively following a theoretical formulation: the enunciator is the image created by the speaker in discourse. This construction relates to the idea found in Riorda where the myth takes shape from image, a social perception and identity. 6. Conclusions The core objective of this study was to prove, through an in-depth emblematic case in political communication, how discourse analysis can contribute to the comprehension of the phenomenon of politics, while developing a theoretical approach for the analysis of other political discourse corpora. Enunciation Theory remains theoretically bound to abstract linguistic explanation, despite its consideration of extra-linguistic elements that influence the communicative event. This micro-level theory which allows the molecular analysis of subjectivity in discourse was complemented by a meso-level theory that characterizes political discourse through multiple-addressees and an invariant nucleus of values, as well as a macro-level theory which provides a conceptual understanding of political communication through a coherent and complete systems of beliefs called “government myth”. Nevertheless, political discourse is inter-subjective and enunciation theory serves to address inter-discursivity in a universe of discourse. Just as a story has its guiding thread, the three theories are organized around a similar axis. Said axis unifies the narrative around the person, the discursive field and the system of beliefs: • The subject’s reference system • The invariant nucleus of values of the political discourse • The government myth underlying the political communication program A preliminary conclusion is that former President Mujica takes from the cultural and moral idiosyncrasies of the Uruguayan ethos and reinterprets them successfully. This presentation of self through the ethos builds the trust required to establish the connection between speaker and audience. Mujica’s communication style clearly transmits personal values that are collectively well-received. He resorts to “plain speech” phonetic and syntactic registers that build a popular and effective political persona. The manifestation of subjectivity in his enunciation demonstrates his underlying strategy to consolidate power through the construction of a coherent and enduring narrative. Mujica builds his legitimacy through the adaptation of his semantic field that shifts from an early revolutionary lexicon to a social-democratic lexicon and culminates in a universal ethical lexicon, to reach a larger amount a group while producing a pragmatic expansion of the “inclusive We”. Kerbrat-Orecchioni´s Enunciation Theory is insufficient for the analysis of political discourse since it examines subjectivity alone and does not address enuncia-

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tion from the perspective that Verón proposes through his concept of multiple-destinataries, nor does she explain the symbolic language involved in the construction of a consensus-building political narrative, such as Riorda proposes in his communication theory on government myth. Since Mujica does not use the notion of adversary such as Verón conceives it, the concept of political theorist Carl Schmitt of an abstract enemy seems more appropriate provided that Mujica constructs an abstract or philosophical alterity instead of a personified adversary in his discursive strategies. The deictics and subjectivemes in Kerbrat-Orecchioni had to be complemented with other notions so as to be able to analyze the paradigmatic enunciations and discursive strategies of the President. These consisted in a quantitative analysis of deictic frequencies, the visual organization of utterances issued by multipledestinataries in three columns (proponents, opponents and undecided parties), the preparation of a table to collect information from the corpora on how the enunciator built his image, the analysis of the verisimilitude of actors in the political narrative script, the lexicological inventory of frequently used expressions, and visual graphs reflecting the evolution of his political power. Consequently, this case study can serve as an initial step for replicability to other corpora of political speeches. References Aldrighi, Clara (2001). La izquierda armada: ideología, ética e identidad en el MLN-Tupamaros. Montevideo: Ediciones Trilce. Aldrighi, Clara (2009). Memorias de insurgencia: historias de vida y militancia en el MLN-Tupamaros, 1965-1975. Montevideo: Ediciones de la Banda Oriental. Benveniste, Émile (1971). Problemas de lingüística general I. México: Siglo Veintiuno Editores. Benveniste, Émile (1977). Problemas de lingüística general II. México: Siglo Veintiuno Editores. Blixen, Samuel (2009). El sueño del Pepe: José Mujica y el Uruguay del futuro. Montevideo: Ediciones Trilce. Caetano, Gerardo (2011). La república batllista. 3a. ed. Montevideo: Ediciones de la Banda Oriental. Campodónico, Miguel Ángel (2005). Mujica. Montevideo: Fin de Siglo. Charaudeau, Patrick & Maingueneau, Dominique (2005). Diccionario de análisis del discurso. Buenos Aires: Amorrortu. Chasteen, John Charles (2001). Héroes a caballo. Los hermanos Saravia y su frontera insurgente. Montevideo: Santillana. De Giorgi, Ana Laura (2011). Tribus de izquierda: bolches, latas y tupas en los 60. Montevideo: Fin de Siglo. Demasi, Carlos; Marchesi, Aldo; Markarian, Vania; Rico, Álvaro & Yaffé, Jaime (2009). La dictadura cívico-militar: Uruguay 1973-1985. Montevideo: Ediciones de la Banda Oriental; Centro de Estudios Interdisciplinarios Uruguayos, 323-398. Garcé, Adolfo (2009). Donde hubo fuego: el proceso de adaptación del MLN-Tupamaros a la legalidad y a la competencia electoral, 1985-2004. 4a. ed. Montevideo: Fin de Siglo. García, Alfredo (2009). Pepe coloquios. Montevideo: Fin de Siglo. García Negroni, María Marta & Zoppi Fontana, Mónica (1992). Análisis lingüístico y discurso político: el poder de enunciar. Buenos Aires: Centro Editor de América Latina. Gatto, Hebert (2000). El cielo por asalto: el movimiento de liberación nacional (tupamaros) y la izquierda uruguaya, 1963-1972. Montevideo: Taurus. Gilio, María Esther (2011). Pepe Mujica: de tupamaro a presidente. Buenos Aires: Capital Intelectual.

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cursiva. En el caso de los artículos y de los capítulos de libro es imprescindible especificar página inicial y final del texto incluido en la bibliografía. Algunos ejemplos serían: Gueddes, Barbara (1994). “Challenging the Conventional Wisdom”. Journal of Democracy 5(4): 118. Haggard, Stephan (1990). Pathways from the Periphery: The Politics of Growth in the Newly Industrializing Countries. New York: Cornell University Press. Hall, John A. (1993). Ideas and Social Sciences. En Judith Goldstein y Robert O.Keohane (eds.) Ideas and Foreign Policy: Beliefs, Institutions and Political Change. Ithaca and London: Cornell University Press, pp. 31-34. Chasquetti, Daniel y Juan A Moraes (2004). “Parlamento y Gobierno en Uruguay: Hacia una teoría del ciclo político”. En Jorge Lanzaro (coord.) La izquierda uruguaya entre la oposición y el gobierno. Montevideo: Fin de Siglo, pp. 109-138. Para las citas dentro del texto se utilizará el formato Americano. Entre paréntesis: Autor espacio Año dos puntos número de página, o tramo según corresponda. Por ej.: (Williams 1998), (Shugart 1997:143), (Roberts 1995:17-21), (Huntington 1994; Acuña 1993). Notas al Pie Las notas deberán estar numeradas correlativamente y al pie del texto (no al final), voladas, insertas con la función habitual de Word (Insertar + Nota al Pie + Autonumeración). Resúmenes Los resúmenes deberán ser presentados por los autores y estarán al principio del artículo luego del título y autor y antes del texto. Los mismos tendrán una extensión máxima de 120 palabras. El resumen (abstract) y el título en inglés deberá aportarlo también el autor. 3. Derechos de autor El Instituto de Ciencia Política de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República (institución editora) se reserva los derechos de autor o difusión de los contenidos de los artículos publicados en la RUCP. 4. Consultas Ante cualquier consulta sobre la presentación de artículos, pueden consultar al equipo de edición: Revista Uruguaya de Ciencia Política: [email protected]

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