Revisitando la migración transnacional chilota entre Ushuaia, Argentina y Punta Arenas, Chile (1950-2015)

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Descripción

Nadia De Cristóforis Susana Novick (compiladoras)

Jornadas Un siglo de migraciones en la Argentina contemporánea: 1914-2014

Con la colaboración de Celeste Castiglione, Laura Fasano, Alejandra Ferreyra, Natalia Galián, Denise Ganza, Gabriela Mera, Nora Pazos, Mariana Winikor Wagner

De Cristóforis, Nadia Jornadas un siglo de migraciones en la Argentina contemporánea: 1914-2014/ Nadia De Cristóforis; Susana Novick; compilado por Nadia De Cristóforis; Susana Novick 1a ed .- Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Universidad de Buenos Aires. Instituto de Investigaciones Gino Germani - UBA, 2016. Libro digital, PDF Archivo Digital: descarga y online ISBN 978-950-29-1593-7 1. Migración. 2. Historia. 3. Política. I. Novick, Susana II. De Cristóforis, Nadia, comp. III. Novick, Susana, comp. IV. Título. CDD 304.82

      Diseño de tapa: Juan Manuel Mileo Imagen de tapa: Pegaso del sol, 1922. Xul Solar Derechos reservados Fundación Pan Klub-Museo Xul Solar

© 2016, Instituto de Investigaciones Gino Germani Facultad de Ciencias Sociales Universidad de Buenos Aires Pte. J.E. Uriburu 950, 6º piso C1114AAB. Ciudad de Buenos Aires, Argentina www.iigg.sociales.uba.ar

Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723 Impreso en Argentina / Printed in Argentina Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercialCompartirIgual 4.0 Internacional

   

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Revisitando la migración transnacional chilota entre Ushuaia, Argentina y Punta Arenas, Chile (1950-2015) Juan M. Saldívar464

Introducción Este manuscrito pretende mostrar cómo movilidades migratorias en la Patagonia chilena se encuentran articuladas con procesos más amplios de transnacionalización que vinculan los cruces de fronteras en territorios patagónicos argentinos465. Además de los asentamientos históricos en la conformación de territorios sur-patagónicos provocados por comunidades migrantes que se desplazan con mayor fuerza aproximadamente desde la década de los 20´s hasta la actualidad. De esta manera, uno de los cuestionamientos seria pensar: ¿Cómo se han re-configurado los territorios, las movilidades y las prácticas culturales transnacionales en espacios patagónicos de Chile y Argentina? Se basa en tres etapas de discusión. La primera de ellas, considera aproximaciones históricas, es decir, Patagonia como epicentro en el cual se desarrollaron sucesos y procesos de la vida migrante. La segunda, procura mostrar una serie de conjeturas desarrolladas por estudiosos de la migración desde perspectivas multidisciplinares, considerado el enfoque transnacional como eje de análisis. La tercera, muestra posicionamientos metodológicos, destacando la etnografía multisituada como engranaje de consistencia relacional. Cabe sostener que este manuscrito corresponde a un primer cuerpo de referencia teórica-metodológica dentro de un marco interpretativo más amplio que comprende una investigación en ejecución. Antecedentes de la vida migrante en Patagonia Estas migraciones consideran distintas etapas, siendo los desplazamientos ancestrales desde Chiloé al archipiélago de los Chonos y las islas Guaitecas (Álvarez, 2002; Emperaire, 1963; Hucke-Gaete et al., 2008). Siguen durante la Colonia con viajes de

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Doctor en Antropología. Investigador postdoctoral, Programa ATLAS, Universidad de Los Lagos, Osorno, Chile. E-mail: [email protected]. 465 Proyecto Fondecyt N° 3160798 “Etnografías en movimiento, imaginarios culturales y trayectorias migratorias de comunidades transnacionales chilotas entre Ushuaia, Argentina y Punta Arenas, Chile (1950-2015)”. 538

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misioneros (Anuch, 2008; León, 2007; Moreno, 2006; Müller, 2007), luego, en el siglo XIX, se amplían hacia el virreinato del Perú y California (Martinic, 2005; Mansilla, 2002; Vidal, 2007), llegando al siglo XX con diversas migraciones y viajes hasta la Patagonia chilena y argentina (Campos y Vargas, 2005; Cárdenas, 2007; Montiel, 2003; Urbina, 2007). De manera general, las personas que se han desplazado por los territorios de la Patagonia, han “imaginado el sur desde el sur” a través de la apertura económica en los sectores laborales, sobre todo en la segunda mitad del siglo XX en lo que se refiere a puertos marítimos (Ushuaia/Punta Arenas), la crianza de ganado, sectores agrícolas y otras promesas en la tierra del fuego (Belic, 1999; Rodríguez, 1996). Esto ha provocado que, algunas comunidades provenientes de Chiloé, mantuvieran la tradición de la “vida patagónica” emigrando hacia lugares australes. Parte de los antecedentes del nomadismo chilote están vinculados a la población de lugares como Magallanes, así como también de otros espacios patagónicos, los llamados “pueblos de plástico” (Vásquez de Acuña, 1993), campamentos y poblados (Hartmann, 1995; Neira, 2005; Rovira, 1995; Silva, 2011; Solari et al., 2012). Chilote tenía que ser… -¿Estamos todos? -dijo uno. -¡Todos!... -respondieron varios, mirándose como si se reconocieran […] ¿Por qué diablos no se arreglan las cosas antes de que empiecen los tiroteos, porque después no las arregla nadie? […] todo fue por el pliego de peticiones..., pedíamos cien pesos al mes para los peones y ciento veinte para los ovejeros... […] También se pedían velas y yerba mate para los puesteros, colchonetas en vez de cueros de oveja en los camarotes, y que se nos permitiera más de un caballo en la tropilla particular (Coloane, 1971: 7).

La narrativa que propone Coloane (1971) en El chilote Otey y otros relatos, precisa no sólo conflictos que provocaron la trágica “Huelga del 21”, sino también algunos pasajes que dan cuenta de travesías que emprendían comunidades de emigrados chilenos en territorios argentinos desde finales del siglo XIX. El territorio patagónico es concebido como espacio circunscrito de batallas épicas, bandoleros466 y oportunidades laborales en diversos oficios. Esto provocado por “un lento pero continuo movimiento poblacional que provenía, predominantemente, de Chile e ingresaba a territorio argentino […] desde donde se iba desplazando hacia el sur en busca de tierras libres, para ocuparlas con 466

Cabe destacar que la temerosa banda estadounidense Wild Bunch, comandada por Harry Longabaugh (Sundance Kid) y Robert Leroy Parker (Butch Cassidy), extorsionaron territorios desde Neuquén (Nahuel Huapi) hasta Chubut y Santa Cruz, en Argentina, y Punta Arenas, en Chile (Gavirati, 2014). 539

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ganado, vivienda y familia” (Gavirati, 2014: 42). El grueso del calibre migratorio perteneció a la Isla de Chiloé, quienes participaron en diferentes etapas de reconfiguración territorial, incluyendo batallas y revoluciones. La Gran Guerra representó uno de los conflictos “trágicos” más importantes en la historia de la “Patagonia”, siendo masacrados aproximadamente entre trescientos y mil trabajadores rurales que pretendían descocer la explotación obrera chilena467 de mano de sus patrones argentinos, quienes los acusaban de chilenos rebeldes468 (Bayer, 1993). Los sucesos fueron promovidos, seguramente, por “acogida de las propuestas ideológicas anarquistas [provocando] que las huelgas alcanzasen ribetes particularmente combativos [debido a] población de inmigrantes […] españoles, portadores de ideologías obreras de fuerte arraigo” (Bandieri, 2011: 335). Esta vida migrante en territorios patagónicos se desenvolvió en media que muchos de estos emigrados ocupacionales, eran ovejeros, puesteros y peones del ámbito rural patagónico (explotación pastoril) entre Santa Cruz y Magallanes. Algunos oficios incluían “crianza ovejera […] (cuidado y manejo en corrales, arreo, esquila, carneo, etc.) […], faena de alambrado, apertura de pozos, acequias y picadas en terrenos de monte, construcciones varias, cocina” (Martinic y Campbell, 2010: 32). Esto marcó el comienzo de la expansión capitalista en Patagonia chilena, visible en la extensión de mercados mineros, madereros, pesqueros, ganaderos. De los cuales “la ovejería generó un desarrollo industrial proyectado en graserías y frigoríficos que exportaban carne y manteca a Europa y al resto del territorio nacional” (Montiel, 2010: 18). La “ganadería lanar” se consideró como un mercado internacional no solo por la explotación ovina, sino también por el desarrollo económico que provocó la atención de emigrados europeos en invertir en el sur patagónico de Chile. De acuerdo a esto, se construyeron asimetrías en las tradiciones culturales de ambos lados, reflejando una serie de multiplicidades productos de las movilidades físicas de personas y ensamblajes de comunidades a través de diversas etapas históricas (Osorio, 2007; Urbina, 2011; Vázquez de Acuña, 1993). Es relevante situar que, tanto mapuches de Araucanía como chilotas de Chiloé (insular y continental), contribuyeron 467

Una parte de esta huelga, se basó en “reclamos por las precarias condiciones en que se desenvolvían los trabajos en las estancias patagónicas: cuartos hacinados sin calefacción, con temperaturas de hasta 18 bajo cero, sin luz ni elementos de aseo, con escasa comida, sin atención sanitaria y con un uso generalizado de vales como medio de pago” (Bandieri, 2011.339). 468 Habría que considerar “la mayoría de los activistas se reconocían como anarquistas y partidarios de la triunfante Revolución Rusa, al tiempo que patrones, policía y gobierno territorial eran identificados como “los enemigos de la clase trabajadora” (Bandieri, 2011: 338). 540

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en una serie de procesos de reivindicación identitaria. Esto provocó parte de la “fronterización” entre ambos países, buscando re-tradicionalizar coyunturas imaginarias en contextos culturales híbridos. De manera que el territorio y la territorialidad se encontraban difusas, “la argentinidad en la cordillera se hallaba en peligro por la alta presencia de chilenos que chilenizaban las costumbres argentinas” (Baeza, 2009: 205). Es la migración, casi siempre, un factor que más allá de interconectar personas en lugares, produce coyunturas en las cuales se reflejan prácticas y valores de reconfiguración simbólica, constituidos como sentidos de pertenencia (Appadurai, 1991). Ensamblaje europeo en territorios patagónicos Las primeras décadas del siglo XX se reconocen como portadoras de economías extranjeras en medida de la influencia europea que llegó después de la Segunda Guerra Mundial, instalándose en diferentes lugares de la Patagonia. Del lado argentino se reconocen comunidades de emigrados provenientes de Gales en Chubut, alemanes, españoles, italianos, ingleses y sirio-libaneses en Tierra del Fuego, Santa Cruz y Neuquén. Esto sin contar el grueso de la comunidad chilena, considerada como “abrumadora cantidad de población de ese origen que habitaba la Patagonia” (Bandieri, 2011: 174). Sin embargo, el caso chileno muestra también un considerado ensamblaje de comunidades migratorias provenientes de Alemania (establecidas en Temuco, Valdivia, Osorno), franceses, italianos y libaneses en regiones de Aysen y Magallanes. Sin mencionar los cazadores de cetáceos noruegos, ingleses y estadounidenses que navegaron casi durante los siglos XIX-XX en mares de la Patagonia austral chilena (Martinic, 1977; Navarro, 2008; Quiroz, 2011). El grueso del calibre migratorio se repartió en la Patagonia de acuerdo a una serie de estrategias derivadas de las inversiones económicas. Es decir, la mayoría invirtió capital en compra de tierras, animales, pesca, madera, considerando mano de obra local, por lo regular chilota. De esta manera fue que lugares recientemente constituidos como Coyhaique (1929), albergaron comunidades de emigrados europeos. Habría que considerar que estas comunidades se extendieron en diversos territorios, debido a políticas gubernamentales de población (reparto de tierras) y con ello, la necesidad de emplear mano de obra, sobre todo ovejeros, trabajadores en haciendas y constructores de casas.

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Migraciones multidireccionales Habría que considerar, también, las movilidades mapuches provenientes de Araucanía hacia lugares australes y centro sur de Chile. El grueso de la movilidad se origina aproximadamente entre las décadas de los treinta y cuarenta del siglo XX, provocado por diversos sucesos referentes al colapso de la economía agraria, integración indígena y construcción de identidades etnopolíticas (Bello, 2002; Bengoa y Valenzuela, 1982). Resaltan espacios de la Patagonia meridional y Tierra de Fuego, lugares como Aysen y Magallanes y, en Argentina, Neuquén, Río Negro y fronteras circunvecinas. Las movilidades, en su categoría de desplazamientos físicos entre fronteras, ha sido una temática de seria atención para estudiosos de las migraciones internacionales en Chile. Recientemente han aparecido diversos estudios que sitúan la diversidad étnica en sus recorridos hacia lugares de la Patagonia argentina (Gundermann, González y De Ruyt, 2009). De manera general, emigración de chilenos a Europa, casos como exilio político, derechos humanos y migración asalariada (Ahumada, 2001; Baeza, 2004; Baeza, 2011; Bolzman, 1993; Bustos, 2000). Predominan estudios sobre emigrados transnacionales en Chile, los que llegan al país en busca de empleos calificados y no calificados. Los casos de comunidades peruanas (Lube-Guizardi, Menara y Garcés, 2013; Stefoni, 2004), cubanas (Saldívar, 2015), japonesas (Ferrando, 2004), árabes y judías (Agar, 2007), entre otras. Esto demuestra que el campo investigativo de la migración, es un “territorio en construcción”, que debería contemplar aspectos teóricos-metodológicos más amplios sobre vida migrante transnacional. Enfoque sobre migración transnacional En las últimas décadas han aparecido múltiples “etiquetas” conceptuales para caracterizar los movimientos físicos, económicos y culturales de un lugar a otro, entendidos como flujos que mantienen sus bases en procesos geopolíticos diversos más amplios. Han sido mayormente estudiosos de la sociología, la geografía y la antropología, quienes han puesto seria atención en los movimientos migratorios sobre todo a partir de la década de los ochenta (Appadurai, 1991; Fouron y Glick-Schiller, 1997; Hannerz, 1996). Durante la década de los noventa, eruditos de la migración manifestaron un marco analítico desde una perspectiva transnacional, proponiendo entender los desplazamientos como interconexiones crecientes entre personas y países, 542

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involucrando a los grupos recolocados y sus equipajes culturales en los nuevos hábitats de significado (Durand y Massey, 2003; Guarnizo, 2013; Hannerz, 2009; Ong, 2012; Sassen, 2013). Surgieron una serie de conceptos ligados al enfoque migratorio transnacional, como el de circuitos migratorios (Kearney, 1991; Rouse, 1991), cadenas migratorias (Faist, 1995), comunidades transnacionales (Besserer, 1999), ecúmene global (Hannerz, 1996), entre otros. La discusión contemporánea encaja en señalar “los procesos migratorios y las poblaciones expuestas a estos cambios [comprendiendo] tanto los movimientos de capitales, bienes y comunicaciones como la confrontación entre estilos de vida y representaciones diferentes” (García Canclini, 1999: 13). Estos procesos culturales de la transnacionalización se encuentran amalgamados con las ideologías nacionalistas de ida y vuelta que los emigrantes producen y reproducen en sus hábitats de significado. Hannerz, prominente antropólogo sueco, propone utilizar el enfoque “transnacional” a partir de la metáfora “ecúmene global”, sobre todo porque es “más adecuado para fenómenos que puedan tener una escala y distribución variables, incluso cuando tienen como característica común el que no ocurran dentro de un Estado” (1996: 20). El mismo autor se refiere a la globalización como “una cuestión de interconexiones crecientes a larga distancia, al menos a través de las fronteras nacionales y preferentemente entre continentes” (Hannerz, 1996: 34). Sostiene que el concepto de transnacionalización es de utilidad en la medida que brinda panoramas para entender cómo “un fenómeno enteramente nuevo; avanza y retrocede, se presenta de muchas formas, es fragmentaria y notablemente desigual” (Hannerz, 1996: 35). Es precisamente el esquema que presenta la transnacionalización como fenómeno multidireccional, asemejando un monstruo de varias cabezas, que algunos estudiosos prefieren utilizar dicha etiqueta, sobre todo para designar aquellos procesos que ocurren entre países y continentes. En este sentido, Hannerz considera las comunidades transnacionales como “continuums” que producen las disposiciones de establecimiento, movimiento y espacialidad en las tradiciones culturales. Así, “las comunidades transnacionales, y no menos las familias transnacionales, son precisamente eso: pequeños talleres [dando] por sentado que aquí hay una negociación de significados, valores y formas simbólicas bastante continua [incluyendo] tanto las culturas del lugar anterior como las del nuevo” (Hannerz, 1996: 61). Estas posiciones demuestran cómo investigadores han puesto el acento en los desplazamientos físicos de personas a través de los cruces de fronteras limítrofes, sobre 543

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todo aquellos espacios que comparten procesos históricos, políticos y culturales. Las comunidades de emigrados casi siempre forjan intersecciones crecientes entre los lugares de origen y destino a partir de las actividades que generan en el envío de remesas, las manifestaciones culturales y los vínculos asiduos en los lugares de acogida como parte de un extenso ensamblaje migratorio (Ong, 2012). Otros autores han repensando los entrecruces globales a partir de propuestas multidisciplinares relacionando los procesos culturales como parte de una extensa reflexión (Bauman, 2003; Berger y Huntington, 2002). Appadurai extiende la crítica en torno a la globalización, sugiriendo reflexionar en la homogenización y heterogenización de la cultura como procesos más amplios que implican “orden e intensidad” (2001: 27). El autor señala que los países están conformándose bajo “un sistema mundial de imágenes […] en la compleja construcción transnacional de paisajes imaginarios” (Appadurai, 2001: 44). Los flujos culturales globales –como Appadurai (2001) señala- se encuentran instalados en cinco categorías: A) el paisaje étnico refiere a los movimientos de personas de un lugar a otro, B) el paisaje mediático alude a la pérdida de localidades identitarias, C) el paisaje tecnológico consiste en la circulación de formas de comunicación tecnológicas, D) el paisaje financiero asume la circulación creciente o “desbordada” de economías (extensión de mercados y mercancías) y, E) el paisaje ideológico concibe complejidades de pensamiento colectivo sobre estructuras sociales variables. Fronteras y comunidades (campos sociales) transnacionales

De acuerdo a los estudiosos de la nueva era de la migración, Glick-Schiller, Basch y Szanton, propusieron un concepto relevante entendido como, “campos sociales transnacionales”, definido “como un conjunto de múltiples redes entrelazadas de relaciones sociales, a través de las cuales se intercambian de manera desigual, se organizan y se transforman las ideas, las prácticas y los recursos” (Glick-Schiller y Levitt, 2008: 66). Estos campos sociales transnacionales, como las autoras lo llaman, son precisamente esos pequeños talleres donde se construyen “multiplicidad [es] de involucramientos que los transmigrantes sostienen tanto en la sociedad de origen como en la que viven […] Los transmigrantes hablan de “casa” para decir sus sociedades de origen, aun cuando evidentemente han hecho su casa ahí donde están instalados” (Basch, Glick-Schiller y Zsanton, 2000: 7). En este sentido, la formación de 544

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comunidades es “evidenciada por las densas relaciones sociales, culturales, políticas y económicas que los que viven afuera mantienen con sus familiares y comunidades del país” (Guarnizo, 2006: 82). Las movilidades globales, ahora más que antes, “se vienen constituyendo por la circulación […] de “personas” que se trasladan entre países y culturas […] con frecuencia idas y vueltas, manteniendo vínculos asiduos entre sociedades de origen y de itinerancia” (García Canclini, 1990: 63). Esta discusión permite comprender la noción de comunidad desde una perspectiva que incluye los sentidos de pertenencia espacial interactuados. De manera que podría entenderse también como construcción y producción de lazos imaginados que unen personas y lugares en contextos amplios de significados simbólicos (Anderson, 1997). Estructuras jerarquizadas de intereses identitarios solventados en acciones y diferenciaciones comunes. Adquieren connotación de ensamblaje al entenderse como procesos históricos de la memoria que sitúan emociones, experiencias, y paisajes continuos. Son también recuerdos, pensamientos, imágenes e imaginaciones de espacios frecuentes, inmortalización de escenas, héroes y reproducción de mitologías que conectan y definen ancestralidad simbólicas. Estos sucesos provocan formas de pensar y actuar a través de horizontalidades circulares que permiten la conjugación del pasado y el presente dicotómicos. Una de las particularidades que distinguen a las comunidades transnacionales, son justamente las prácticas culturales que desarrollan los emigrados en sus nuevos hábitats de significado, sobre todo a través de la representación de tradiciones como parte de las identidades colectivas de sus lugares de origen. Es importante señalar que la noción de frontera es una línea de investigación estudiada desde diferentes enfoques. Los estudiosos de la Patagonia, presumen, una fuerte influencia desde una perspectiva histórica (Luiz, 2006; Turner, 1991; Weber, 1991). Esta precisa el conocimiento sobre el territorio y, también, la conquista, colonización y ocupación del mismo. Sobre todo porque “la ampliación de fronteras productivas [en Patagonia chilena/argentina] se convirtió entonces en una necesidad ineludible del sistema” (Bandieri, 2011:126). Esta idea de la Patagonia como “sistema ineludible”, conlleva pensar que “las áreas fronterizas no funcionaron como límites, sino como verdaderos espacios sociales de gran dinamismo y alta complejidad” (Bandieri, 2011: 15). De manera que “las áreas donde culturas en contacto se fusionaron en mayor o menor grado, cesaron de ser propiamente fronteras” (Operé, 2001: 15). Una visión más amplia, sería concebir dicho concepto aludiendo al encuentro del otro y con 545

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el otro, como ajeno, remoto y externo. Seguramente encontrándose con líneas semivisibles donde aparecen expresiones, experiencias, imaginarios, significados e intercambios que reconfiguran tensiones sociales y culturales. Entonces, la “frontera” también podría entenderse como un espacio singular, un lugar que construye y deconstruye territorio al mismo tiempo, lugar imaginario o sin lugar (Augé, 1996). Metodologías en movimiento De acuerdo a las discusiones presentadas en párrafos anteriores, se destacan diversos posicionamientos sobre migraciones internacionales en el mundo. La reflexión metodológica en estos estudios, deviene de interpretaciones en archivos históricos y algunos seguimientos etnográficos469. Estos incluyen una serie de estrategias que manifiestan la posición de la historia en los estudios de la cultura470. De manera que habría que considerar “observaciones y vivencias novedosas ocurridas en tierras distantes; relatos que mezclan rasgos testimoniales y autobiográficos en las que los viajeros expresan su maravillamiento ante lo desconocido mediante la admiración o el descrédito” (Rodríguez, 2003:156). La importancia de la historia para la antropología, es complementaria al considerar los eventos pasados localizados en archivos, espacios donde el historiador desarrolla su “trabajo de campo” (O´Dell y William, 2011). A esta posición se le conoce como etnografía histórica o etnografía de eventos pasados (Gil, 2010; Wietschorke, 2010), procura “examinar lo ignorado o llamar la atención sobre aquellas áreas de la vida que no han sido cuestionadas o han pasado inadvertidas” (Wilson, 2012: 16). Los etnógrafos del pasado detallan escenarios perdidos a través de narrativas orales (Lennartsson, 2012). De manera que, es “una de las principales manifestaciones de la nueva historiografía comprometida en restituir protagonismos a los sujetos olvidados de la historia” (Bolufer, 2002: 106). Por tanto que el sujeto histórico, es ahora, parte de un nuevo relato alegórico en el que se manifiestan diversos fenómenos que particularizan la realidad social y cultural de uno o más contextos interactuados.

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El método etnográfico como enfoque antropológico se posicionó aproximadamente a finales del siglo XIX con la intención de obtener información sobre sociedades nativas quienes mayormente se encontraban en lugares desconocidos o alejados del mundo occidental. 470 Es importante “la combinación de la observación participante y de la investigación archivística [sobre todo porque se va] yuxtaponiendo la documentación etnográfica, histórica y de la “memoria social”, los recuerdos, las reconstrucciones y las conmemoraciones del pasado” (Abercombrie, 1998: 14). 546

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Por otro lado, la migración también se ha venido analizando desde la sociología y la antropología a partir de lo social hacia lo cultural, lo cual parece un binomio engañoso que podría ser discutido a la inversa. Esto demuestra que el campo de la migración es un fenómeno que podría estudiarse desde perspectivas multidisciplinares, generando discursos más amplios que contemplen el enfoque transnacional y lo multisituado como estrategia bricollage. Sin descuidar la perspectiva histórica que permite situar un primer cuerpo (momento) etnográfico, capa preliminar de interpretación que provoca reflexiones constantes. De regreso al enfoque multisituado, más allá de su utilidad metodológica, éste es importante para sostener discursos sobre la vida migrante entre comunidades que traspasan fronteras, ensamblando significados culturales como parte de la construcción social de los territorios patagónicos. Hasta el momento, parece que pocas investigaciones en Chile están interesadas en dicho enfoque, salvo algunas que, desde la sociología, procuran avanzar en miradas sobre estos temas. Etnografía Multisituada Siguiendo la discusión, este manuscrito presenta la etnografía multisituada como enfoque metodológico para estudiar las migraciones transnacionales en territorios patagónicos de Chile y Argentina. Ha sido Marcus, prominente antropólogo estadounidense inspirado en la antropología de la modernidad, quien propuso una serie de estrategias metodológicas basadas en el enfoque etnográfico. Este pretendía mostrar particularidades que se desenvuelven entre las personas, los objetos y los sucesos cambiantes; es decir, que se encuentran en constante movimiento. A esta propuesta Marcus la denominó etnografía multilocal o multisituada, el objetivo era mantener las extensiones del campo como mosaicos en los cuales se desarrollan los significados culturales como ejes de acción simbólica. La idea centrada en lo multisituado llamó la atención de algunos investigadores, sobre todo de aquellos interesados en las migraciones transnacionales. Esta nueva forma de entender la movilidad, permitía asimilar los procesos entre lo local/global, centro/periferia, origen/destino como espacios de interacción en los cuales los actores se encuentran dispersos, manteniendo una serie de relaciones socioculturales. La propuesta central de Marcus fue “seguir a las personas”, “seguir a los objetos”, “seguir las metáforas”, “seguir la trama”, “seguir la vida” y “seguir el conflicto” (Marcus, 1995, 2001). 547

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La etnografía multisituada consiste en “mapear un terreno, su finalidad no es la representación holística ni generar un retrato etnográfico del sistema mundo como totalidad. Más bien, sostiene que cualquier etnografía [no puede entenderse] como etnografía unilocal, suponiendo realmente que el objeto de estudio sea la formación cultural producida en diferentes localidades” (Marcus, 2001: 113). De esta manera, la propuesta sobre etnografía multisituada, “se efectúa a partir de plantear preguntas a un objeto de estudio emergente, cuyos contornos, sitios y relaciones no son conocidos de antemano, pero que son en sí mismos una contribución para realizar una descripción y análisis que tiene, en el mundo real, sitios de investigación diferentes y conectados de manera compleja” (Marcus, 2001: 115). La idea del autor deriva en dos perspectivas, la primera refiere a la necesidad de hacer un “recorrido etnográfico” tanto en los lugares de origen como de destino del fenómeno estudiado; la segunda de entender las rutas geográficas del objeto de estudio. Seguir a las personas, representa para Marcus,

la plataforma etnográfica de lo multilocal, ya que es a partir de los escenarios en los cuales se reproducen las prácticas culturales que se encuentra el “conocimiento” sobre una grupo, región o fenómeno singular. Así, la estrategia principal es “seguir y permanecer con los movimientos de un grupo particular de sujetos iniciales (Marcus, 1995: 118).

Discusión sobre lo multisituado Otros autores sostienen que “la importancia de la etnografía multi-situada tiene sus raíces en la cognición de aquí que el “campo” de la investigación etnográfica no es simplemente un lugar geográfico que espera para ser introducido, sino más bien un “espacio conceptual” cuyos significados y límites se negocian de forma continua por el etnógrafo y sus informantes” (Gallo, 2009: 89, traducción del autor). En este sentido, Hirai, menciona cómo los pioneros del transnacionalismo utilizaron dicha estrategia de seguir e hicieron trabajo de campo tanto en los lugares de destino como en los lugares de origen; así lograron trazar múltiples vínculos extendidos más allá de las fronteras nacionales y plantearon los espacios sociales, denominados en diferentes modos con el adjetivo transnacional (2012: 78).

Del mismo modo, Mazzucato hace alusión a la “simultaneidad” como referencia para entender las multisituaciones que se generan producto de las globalidades, “[…] gracias a las modernas tecnologías de la información y de la comunicación, la gente se 548

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puede activar de forma simultánea en dos o más países. Compromiso simultáneo permite los vínculos entre las personas dispersas […] y las identidades híbridas” (2009: 216, traducción del autor). Adicionalmente, Marcus sostiene que el enfoque multisituado pretende una posición multidisciplinar que “la valorización del bricolage metodológico y la espectacular performance con estilos de estudios culturales han tenido una profunda influencia en la cultura antropológica” (2009: 181, traducción del autor). Reconociendo la propuesta de Marcus, Falzon resalta que el clásico método etnográfico ha dejado de ser una forma de establecer parámetros (en sentido metodológico de entrada, salida y descripción de la información obtenida en campo) en torno a los fenómenos culturales contemporáneos. De esta manera, “[…] implica un campo espacialmente dispersos a través del cual el etnógrafo se mueve -en realidad, a través de estancias en dos o más lugares o conceptualmente, por medio de técnicas de yuxtaposición de datos” (2009: 2). La mayoría de los antropólogos interesados en los fenómenos culturales de carácter transnacional, utilizan diversas estrategias metodologías para desarrollar investigaciones etnográficas. La etnografía multisituada o multilocal, ha sido una de las estrategias más utilizadas cuando se trata de fenómenos que no se encuentran en espacios fijos. En este sentido, Gupta y Ferguson (1997) mencionan cómo la idea del campo ha sido construida históricamente en la antropología y de manera concreta, la práctica etnográfica como enfoque metodológico. Esta noción de campo, alejada y remota, se ha atenuado en las últimas décadas, sobre todo cuando el objeto de estudio ya no se encuentra en lugares inimaginados, sino a la vuelta de la esquina, en avenidas principales, a lado de la propia casa o hasta en las sesiones mediúmnicas de los programas televisivos en las mañanas. Conclusión Los enfoques teóricos revisados en este manuscrito, reflejan una serie de posiciones que permiten entender la migración como un fenómeno transnacional más amplio vinculado a aspectos políticos, económicos y culturales. De manera particular, los estudios regionales sobre migración patagónica, han sido transversales al sostener discursos desde perspectivas históricas, antropológicas y sociológicas. Estos enfoques parecen descartar aspectos metodológicos ligados a posiciones más amplias, como la etnografía multisituada. Lo cual se hace evidente en la posición que ocupa la historia en los 549

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estudios de la cultura, aquellos que procuran localizar nociones sobre identidad, indigenismo y territorio. Esto no resta importancia a la agenda antropológica contemporánea, sino al contrario, genera plataformas en las cuales se logren insertar nuevas posturas, propuestas y posiciones de recubrimiento científico. De manera que, se precisa contemplar diversos enfoques sobre la migración, siendo los estudios patagónicos referentes para entender procesos de ensamblaje, formación de comunidades y extensión (circulación) de mercancías transnacionales. Será relevante, entonces, atender posturas más amplias de la vida migrante y sus trayectorias multidireccionales entre fronteras, siendo Patagonia un espacio localizado y limítrofe, que comparte geografías, tradiciones y anclajes transnacionales de comunidades. Finalmente, estas circulaciones de personas entre lugares y países, manifiestan la construcción social del territorio entre movilidades difusas. Siendo las geografías más discretas, espacios complejos de ensamblaje, re-tradicionalización y re-configuración.

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