Review. Autos, barcos, trenes y aviones: medios de transporte, modernidad y lenguajes artísticos en América Latina. Ed. Fernando Reati

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Descripción

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Nevertheless, The Postmodern Storyteller is a valuable contribution to the study of three major novels. One cannot but admire the care and lucidity of Reagan’s readings, which merit the fulsome praise lavished by major scholars on the back cover. However, in my opinion, the lacunae mentioned above limit the relevance of The Postmodern Storyteller to contemporary Latin American literature as a whole. Juan E. de Castro

The New School of Social Research

Reati, Fernando, ed. Autos, barcos, trenes y aviones: medios de transporte, modernidad y lenguajes artísticos en América Latina. Córdoba, Argentina: Alción Editora, 2011. 308 pp. Decir creación—dígase literaria, artística o demás—es decir transporte. Creando se transforma y transformando se desplaza: se desplaza lo que está ahí, lo que está fijo o comenzaba a fijarse. Perdura este sentido fundamental del acto creativo en la acepción más literal de metáfora, cuyo origen nos remite al acto mismo del transporte: metáfora es llevar, portar, trasladar más allá. Dicho de otro modo, el medio de transporte, como la metáfora, nos mueve, nos agita, alterando registros simbólicos y abriéndole paso a nuevos patrones de movimiento y percepción. En Autos, barcos, trenes y aviones: medios de transporte, modernidad y lenguajes artísticos en América Latina, Fernando Reati reúne una serie de ensayos que se proponen indagar sobre los distintos modos en que el transporte figura en una gama bastante amplia de propuestas artísticas y literarias. Los ensayos reunidos en este volumen toman como telón de fondo el trayecto excéntrico de las espacios latinoamericanos en eterno proceso de modernización, reconociendo y reevaluando el papel que los medios de transporte han jugado en la transformación de estos espacios. El mérito principal de este volumen consisten en balizar un paraje extenso de propuestas artísticas y literarias donde aparecen los medios de transporte que han venido transformando los rasgos y los ritmos del paisaje—tanto rural como urbano—en Latinoamérica. En el ensayo que abre el volumen, Jorge Bracamonte vuelve sobre los “clásicos narrativos latinoamericanos” para listar momentos en los que aparece el transporte, ofreciendo, sobre la marcha, posibles líneas de interpretación y lectura. Citando a Ángel Rama, Bracamonte insiste en la necesidad de distinguir entre aquellas narrativas donde la incorporación de los medios de comunicación coincide con revisiones y reconcepciones de la estructura misma del lenguaje, y aquellas cuyo contacto con nuevas tecnologías de comunicación se agota a nivel temático. Son muchas y muy incisivas las correspondencias esbozadas en este ensayo entre medios de comunicación e innovación formal en literatura, si bien queda la impresión de que dichas correspondencias suceden con más frecuencia y de modo más contundente en textos más allá del corpus “clásico” de narrativa latinoamericana al que se ciñe Bracamonte. Parte sustancial de la reflexión teórica contenida en el volumen toma lugar en “Maquinas infernales,” la contribución de Silvia Kurlat Ares, quien acota y

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expande, simultáneamente, los parámetros fijados por Bracamonte, limitándose al contexto argentino y considerando textos más allá de la novela y el cuento corto. Desplazándose entre una rica constelación de escritores y artistas—desde Scalabrini Ortiz hasta Ernesto Sábato, pasando por Oliverio Girondo, Adolfo Bioy Casares, Antonio Berni y algunos más—, y haciendo referencia a conocidas reflexiones filosóficas (de Herbert Marcuse, Martin Heidegger, Hannah Arendt) relevantes en el estudio del transporte y la tecnología como factores operantes en la constitución de subjetividades modernas, Kurlat Ramírez da cuenta, con mucha destreza, de toda una gama de nutridos debates críticos—sobre tecnología y alienación, la ilusión del progreso, deseo y rechazo frente a los nuevos medios de comunicación, etc.—, todos avistados desde el cruce entre medios de transporte y cultura argentina del siglo XX. El resultado es una historia rica, abierta y fructíferamente irresuelta de este cruce: “Ni monstruos, ni trastos, los medios de transporte son ahora el laboratorio de la crítica social” (69). En su mayoría, exceptuando los dos ya mencionados y el texto introductorio de Reati, los ensayos que conforman el volumen se enfocan en obras, periodos y géneros literarios o cinematográficos específicos para destacar acercamientos productivos entre las artes y los medios de transporte modernos. El examen más directo del tema del transporte en las vanguardias históricas lo ofrece Jorge Mojarro Romero en su excelente ensayo sobre El hombre que se comió un autobús (1927) del poeta uruguayo Alfredo Mario Ferreiro. Con mucho acierto, Mojarro Romero da cuenta de la ambigüedad imperante en los poemas de Ferreiro, donde conviven “el optimismo desaforado y la modernolatría maquinista” con “cierta nostalgia de la época previa al advenimiento de los avances tecnológicos” (187). Dos de los textos—uno de Reati, el compilador, y otro de Héctor Fernández L’Hoeste—se enfocan en un vehículo en particular, un modelo de auto devenido símbolo del terrorismo estatal en la Argentina de la dictadura. Surge de ambos textos un relato iluminador y bastante complejo de cómo el Ford Falcon llegó a convertirse en seña inequívoca de represión y violencia. Recurre el motivo del viaje a través de toda la antología, de modo más fructífero en unos ensayos que en otros. En “La narración a la deriva”, Pablo Kaegi y Melina Terráneo trazan paralelos entre el road movie y Los detectives salvajes de Roberto Bolaño, prestando provechosa atención a los motivos de la fuga y la errancia tanto en la novela de Bolaño como en el corpus de poesía beat que le sirve de pretexto. En algunos trabajos (los menos) recogidos en la antología, la función de los medios de transporte en proyectos literarios se pretende estática y estable, capaz de codificar diferencias de clase y posicionamientos éticos en virtud del perfil, ya sea individual o colectivo, de cada medio en concreto. Así, el automóvil denotaría— siempre, exclusiva e infelizmente—individualismo y aburguesamiento, mientras el tren, el autobús y otros medios de transporte público serían símbolos inequívocos de solidaridad, espacios infalibles para imaginar y llevar a cabo proyectos colectivos. El tema del transporte como espacio y medio para avivar el deseo figura en varios de los ensayos, y de modo prominente en “La vida en los carriles”, sugerente análisis del impacto que surte la expansión del tranvía o bonde en el Rio de Janeiro de los 1940s y ’50s. Tomando como principal objeto de estudio la letra de marchas y sambas popularizadas en la misma época, los autores trazan una genealogía de la

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exhibición y del “deseo de provocación” en el transporte que va desde las “góndolas” colectivas del siglo XIX hasta los ya mencionados bondes de la primera mitad del siglo XX (168). “Era el tranvía el que traía la novia”, apuntan Lina Arao y Henrique Marques Samyn, “era en el tranvía donde las personas se encontraban y se enamoraban, era en el tranvía en que los juerguistas se preparaban para disfrutar el carnaval, y era el tranvía también el microcosmos de la sociedad carioca en sus prácticas políticas y en su desorden” (174). Se dibujan así los contornos de una historia del transporte en la cultura latinoamericana sesgada por la sexualidad y el deseo, un relato del pliegue formado, por un lado, entre pulsiones por ley relegadas al ámbito de lo privado, y, por otro lado, entre los espacios públicos albergados en o conectados por medios mecanizados de transporte. Y vienen a la mente, como posibles figuras para habitar el relato, un rebosante grupo de escritoras y escritores, desde el Salvador Novo de los albures de El Chafirete, hasta Washington Cucurto y su barrosísimo Sexybondi, pasando por el mismo Alfredo Mario Ferreiro citado y analizado en el volumen. Se dibuja, pues, una de las muchas constelaciones posibles que surgen a partir de la lectura de este oportuno volumen. Sergio Delgado

Harvard University

Schlau, Stacey. Gendered Crime and Punishment: Women and/in the Hispanic Inquisitions. Leiden and Boston: Brill, 2013. 196 pp. This wide-ranging book, based on print and archival sources, examines cases involving women tried for heresy before the Inquisition in Spain and the New World from the early sixteenth to the end of the eighteenth centuries. Schlau argues that hegemonic ideas about women’s intellectual and moral weakness resulted in the “gendering” of crime and punishment. Although men appeared more often than women before the Holy Office, the latter were treated quite severely if found guilty of serious crimes. Furthermore, women were charged disproportionately with certain offenses, such as feigned sanctity and sorcery. A major contention is that at the heart of inquisitorial justice lay the will to repress women’s gender non-conformity—claims of spiritual authority, insubordination, or unruly sexuality. Nevertheless, Schlau takes pains to stress that women were not necessarily passive before the Inquisition. Some mounted successful legal defenses; others availed themselves of strategic submissive gender performances. Ironically, inquisitorial trials gave some women a voice, that is, the opportunity to express discontent, justify their actions, or simply leave a record of their existence. Chapter one begins with the fascinating case of María de Zárate, an Old Christian woman charged with judaizing in Mexico in 1656. Recognizing the difficulties of interpreting testimonies taken under duress, Schlau nevertheless makes a convincing argument that Zárate had indeed converted to Judaism, possibly motivated by her devotion to her husband. Despite substantial evidence that the main witness against her was a mortal enemy (whose testimony should, according to inquisitorial procedures, be disqualified), María was sentenced to abjuración de

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