Retrato de la Literatura LGBT en México en los años del Porfiriato (1876-1911) INTRODUCCION

July 3, 2017 | Autor: M. Jeanfrancois R... | Categoría: Race and Racism, Mexico History, LGBT Literature, Cuban History, Queer
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Descripción

Retrato de la Literatura LGBT en México en los años del Porfiriato (1876-1911)

INTRODUCCION

El objetivo de este ensayo es analizar textos de diferentes géneros como: novelas, ensayos, artículos, crónicas, memorias y notas periodísticas que mencionan el tema homosexual y/o lésbico, erótico o no, con el objetivo de entender cómo se trataba el tema en los diferentes medios y la influencia que ejercieron los distintos grupos en el poder, así como el impacto social durante la época porfiriana (1988-1911). La información y recursos disponibles sobre homosexualidad y el lesbianismo en la literatura mexicana durante este periodo son finitos. Para efectos de esta investigación se ha dividido el periodo de la dictadura de Porfirio Díaz en dos secciones, finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Existe una poderosa razón para estructurar este documento de dicha manera, pues hay un antes y un después histórico a raíz de del evento del baile de los 41 en el año 1901. Se examinará las diferencias en el uso del lenguaje durante esta época, su evolución desde el vocablo “Afeminado” y el surgimiento del uso del término homosexual. Siglo XIX (1876- 1901)

En el campo médico y de las ciencias, el término homosexual fue empleado por primera vez en 1869 por Karl-Maria Kertbeny, pero fue el libro Psychopathia Sexualis de Richard Freiherr von Krafft-Ebing el que popularizó el concepto en 1886. La definición de la homosexualidad, tanto femenina como masculina; es una indicación negativa.

La homosexualidad en ese tiempo era vista como una enfermedad, el término se relacionaba más con una patología, dejando de lado el aspecto cultural, social y político de este grupo social. De acuerdo con Schuesslser y Capistrán el concepto erótico en la literatura entre homosexuales es considerado un tema indeseable por ser estar situado en contra de la ética y la moral. Lo anterior, pese a que la despenalización de la actividad sexual entre personas del mismo sexo en edad de consentimiento se consiguió en México en el año 1872. La narrativa mexicana de este periodo está marcado por un tratamiento mayoritariamente sarcástico y festivo. A las lesbianas del siglo XIX no se les suponía deseo sexual, por ser una expresión masculina. Ello permitió a muchas mujeres, sobretodo de clase social alta, vivir en libertad su sexualidad e incluso establecer uniones estables junto a sus parejas amadas. Durante este siglo, la mayor preocupación social se enfocaba al afeminamiento de los hombres, utilizando términos como “afeminados” u “hombrecitos” en diferentes medios escritos para describir un estándar de comportamiento social que se define por la presencia de características asociadas al estereotipo del género femenino en una persona del género masculino, como es el caso del cuento Manolito el Pisaverde (1838) de Ignacio Rodríguez Galván, considerado como el primer romántico nacional. Lo citado anteriormente podría relacionarse con la “Androginia”, término mencionado por primera vez por Platón, pero a diferencia de la época de Platón cuando se comenzó a utilizar el vocablo, este no tenía una connotación negativa solo descriptiva. En México, en el siglo XIX los términos “Afeminados” u “Hombrecitos” se utilizaban de manera despectiva, que buscaba minimizar el valor como personas de los individuos a quienes se les aplicaba los denominadores ya señalados.

Otra expresión utilizada por los periódicos en el siglo XIX para referirse a un “afeminado”, era “Adamada”. Según la definición del diccionario de la real academia de la lengua española es dicho de un hombre: De facciones, talle y modales delicados como los de la mujer. La palabra Sodomía también podía encontrarse en los diversos medios escritos, de vínculo religioso, ésta es parte de la herencia de la cultura judeo-cristiana, en donde se emplea la expresión sodomita para distinguir a quienes realizan prácticas sexuales deshonestas que se desvían de la normalidad desde la óptica cristiana, como por ejemplo; homosexualidad, sexo anal, sadomasoquismo, entre otros, en la que la preferencia heterosexual está incluida. Lo anterior queda como legado en México como herencia del Santo Oficio de la inquisición y la persecución de homosexuales por el cargo de sodomía durante el periodo colonial. Durante este periodo, podemos encontrar en las letras mexicanas cuentos que involucran personajes travestidos, a estos los mueve no un deseo o condición transexual en la que el individuo desea que se le reconozca como una persona del género opuesto, pero si con la intención de usarlo como un disfraz para fines más “nobles” como una manera de diversión, tal como la de recuperar al ser amado haciéndose pasar por un amigo o ganar una apuesta entre primos, como es el caso de la historia corta Aventura de Carnaval de Amado Nervo (1870-1919). En cada uno de estos casos, muy al estilo romántico de la época, en cada situación el travestido no tiene ninguna intención de permanecer enmascarado y vuelve a su personaje una vez aclarados los hechos o alcanzado el objetivo, es el travestismo utilizado a manera de artificio. En la novela Chucho el Ninfo de José Tomás de Cuéllar. Chucho, el personaje principal, pertenece al grupo de los “Lagartijos” o “Pollos”, considerados parásitos sociales, pues podían infectar a la

sociedad del México del siglo XIX. Estos individuos de clase social alta, que no tenían una profesión u ocupación per se, pero si se dedicaban a gastar el dinero que sus padres habían ganado, lo hacían usualmente en las calles de Plateros y San Francisco. Chucho es calificado como un bonito juguete debido a sus características femeninas, tales como labios coloreados de carmín, en esta época dichas particularidades es un común denominador para los llamados “pollos”. El autor testifica que solo mujeres con poca educación y que no logran entender el tipo “hombre” y la verdadera belleza en él. El gusto de este otro arquetipo de hombre, con lo cual imputa una connotación negativa y de inferioridad tanto a quienes no siguen el patrón establecido para los hombres de la época, así como para aquellas personas, mujeres en su mayoría, que aceptan y gustan de características diferentes a las ya pre-establecidas por la sociedad. En diversas ocasiones Cuellar utiliza la palabra Lovelaces, (según Dictionarist significa libertino y seductor), refiriéndose a estos jóvenes adolescentes con características femeninas que enamoraban a mujeres pero con el solo fin de inflar su ego y no por el gusto o deseo sexual hacia la mujer. Carlos Monsiváis, ensayista, cronista y narrador mexicano, en su artículo “Los 41 y la gran redada” escrito para la revista Letras Libres, consideró que Cuellar de manera velada se refería a un gay de manera innegable en el personaje de Chucho el Ninfo.

Siglo XX (1901-1911) En la investigación realizada por León Guillermo Gutiérrez en “Sesenta años del cuento mexicano de temática gay”, consta que en el siglo XX, los gobiernos postrevolucionarios dictaron la pauta a seguir en una política nacionalista de un machismo exacerbado. Lo anterior da como resultado

que las normas y conductas de vidas pública y privada son regidas por los valores impuestos desde el poder político, económico y religioso, es por eso que en México el tema de las relaciones homosexuales y/o eróticas queda inscrito dentro de las prácticas más satanizadas, de ahí que los escritores hayan mantenido reserva y distancia ante un asunto que pudiera dañar su imagen. Son muy pocos los escritores que se atreven a incluir el tema de la homosexualidad y de hacerlo lo hacen con tonos muy opuestos, ya sea en forma chusca o de censura, como Luis Martín Ulloa señala en su estudio sobre El Tema Homosexual En La Narrativa Mexicana Del Siglo XX. “En los inicios del siglo la literatura, narrativa y prensa están marcados por un tratamiento mayoritariamente satírico y burlesco. Tal vez la única excepción a este tratamiento generalizado estuvo a cargo del grupo ‘Los Contemporáneos’, que en la década de los treinta fue el impulsor de una vanguardia poética opuesta al férreo nacionalismo presente en todas las artes de esa época. En las obras de Salvador Novo y Xavier Villaurrutia fue donde estuvo más presente el sentimiento gay, si bien de cualquier modo alejado por completo de un tono combativo”. En 1906, bajo el seudónimo Eduardo A. Castrejón, se publicó el libro Los cuarenta y uno, novela crítico-social. Esta es considerada la primera novela de temática gay en México, la cual fue reeditada por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), con un prólogo del fallecido escritor Carlos Monsiváis; mismo que se refiere a este como un panfleto, y como un “producto del ambiente social de esa época, de una sociedad cerrada, conservadora y homofóbica, de allí el subtítulo de “novela crítico-social” y no “novela crítico-literaria”. El hecho mencionado anteriormente se refiere a una redada realizada el 18 de noviembre de 1901, durante el mandato de Porfirio Díaz. La redada era contra un baile de hombres que se estaba

realizando en una vivienda particular, de los cuales 22 estaban vestidos de hombres y 19 de mujeres. La prensa mexicana se vuelca con cizaña en este hecho a pesar de que el Gobierno se esfuerza en acallare las voces sobre el asunto, ya que los detenidos pertenecen a las clases altas de la sociedad porfiriana, (la lista de los nombres nunca fue revelada). Los nombres de los más influyentes también fueron borrados gradualmente, y no sufrieron las consecuencias de los menos afortunados. Éstos últimos, después de pasar por la cárcel, fueron confinados en campos de concentración militares como castigo de su comportamiento y por “Maricones”. A pesar de los intentos del presidente de silenciar a la prensa e impedir un escándalo familiar, ya que uno de los afectados era su yerno Ignacio de la Torre y Mier, la noticia se volvió viral. Un ejemplo de esto fueron los ejemplares de la Gaceta Callejera, (una hoja suelta que se repartía de mano en mano en esos días), y en la cual aparecían ilustraciones de José Guadalupe Posadas. Aquella edición especial se tituló: “Los 41 maricones encontrados en un baile de la calle de La Paz el 20 de noviembre de 1901“, (Imagen abajo). De acuerdo a la investigadora Mílada Bazant. El diario la Patria público: “ellos debajo de las faldillas no llevaban ni un calzoncillo sucio. Se notó que había afeminados de todas clases” (La Patria, 21 de noviembre de 1901). Al final en ningún diario apareció el nombre del yerno de Porfirio Díaz o de algún otro personaje notable, como resultado de la influencia de los grupos de poder en los medios de información.

Durante el Porfiriato, está alfabetizada tan sólo 20% de la población según datos del INEGI, lo que reduce el número de lectores, por lo que solo ciertos sectores de la población tienen acceso a la noticia, y el resto recibe la información de boca a boca y con filtros incluidos. El hecho y los números se ampliaron a través de la prensa, pero también de grabados, sátiras, obras de teatro, literatura, pintura. A partir de este evento, en México el número “cuarenta y uno” se convirtió en una equivalencia a ser homosexual. Podría pensarse que el evento citado marcó la pauta de cómo se daría a conocer la información acerca del comportamiento criminoso y conducta ilícita en donde homosexuales y lesbianas estuviesen implicados, que influyó a intensificar la homofobia y penetró la línea editorial en las redacciones de los diarios y de algunos escritores, incluso a las ciencias médicas en donde ayudó a reforzar el término homosexual como un trastorno al cual se debía buscar una cura para evitar su propagación en la sociedad mexicana. Para entender la antipatía a lo diferente en el México de principios del siglo XX, conviene revisar la moral durante la dictadura de Porfirio Díaz, en donde muchos grupos intelectuales manifestaron una necesidad intensa de moralizar al pueblo mexicano. Y a pesar de que estos grupos acogían aparentemente, las ideas más liberales de la época, la verdad leída en las obras era que defendían

los valores morales como el honor, la virginidad femenina, el valor, la riqueza heredada, la educación de antaño y las buenas costumbres estuvieron sujetas a la moderación de la conducta como lo explica el Manual de Carreño como voz del clasicismo y machismo de la época. Según León Guillermo Gutiérrez, en su ensayo La Homosexualidad En México A Finales Del Siglo XIX: “La detención de los homosexuales fue el pretexto exacto para poner de relieve y ante la opinión pública la decadencia de la burguesía de la que ya estaba harta el pueblo… El texto de Lerdo de Tejada tiene 12 años de distancia con los hechos ocurridos en la calle La Paz, y ya señala cómo, de manera abierta, cobarde afeminación subyuga las naturalezas más privilegiadas. Lo que corrobora la tesis de que desde hacía tiempo se conocía la existencia de una comunidad homosexual extendida.” En las cuartetas de hoja suelta de la imprenta popular de Antonio Vanegas Arroyo

que

acompañaban las ilustraciones de José Guadalupe Posadas, se firma como anónimo el siguiente corrido que nos permite deducir cuál era el vocabulario popular y vasto de la época para referirse a los homosexuales. “Aquí están los maricones muy chulos y coquetones. Hace aún muy pocos días que en la calle de La Paz, los gendarmes atisbaron un gran baile singular. Cuarenta y un lagartijos disfrazados la mitad de simpáticas muchachas bailaban como el que más. La otra mitad con su traje, es decir de masculinos, gozaban al estrechar a los famosos jotitos. Vestidos de raso y seda al último figurín, con pelucas bien peinadas y moviéndose con chic. Abanicos elegantes portaban con gentileza, y aretes o dormilonas pasados por las orejas. Sus caras muy repintadas con albayalde o con cal, con ceniza o velutina... ¡pues vaya usted a adivinar! Llevaban buenos corsés con pechos bien abultados

y caderitas y muslos... Postizos... pus está claro. El caso es que se miraban salerosas, retrecheras danzando al compás seguido de música ratonera. Se trataba, según dicen, de efectuar alegre rifa de un niño de catorce años, por colmo de picardías. Cuando más entusiasmados y quitados de la pena se hallaban los mariquitos gozando de aquella fiesta. ¡Pum! ¡que los gendarmes entran, sorprendiendo a los jotones! Y aquello si fue de verse... ¡qué apuros y aflicciones! Algunos quieren correr, o echarse dentro el común... otros quieren desnudarse a otros les da el patatús. Una alarma general... lloran, chillan, y hasta ladran, ¡qué rebumbio! ¡qué conflictos! Pero ninguno se escapa. A todos, uno por uno, la policía los recoge, y a tlapisquera derecho se los va llevando al trote”

Maricones, jotitos y mariquitos entre los epítetos utilizados para describir a los concurrentes de dicha fiesta. Pero el anónimo va más allá de describir la situación de manera general, da detalles sobre el propósito de estar ahí reunidos, al mencionarse la rifa de un niño de catorce años, confirma que la celebración va más allá de lo que podría considerase como picaresco y de los límites de lo lícito, al ocuparse de un acto de pedofilia. En la última cuarteta, el escritor se cerciora de hacerle saber al lector que estos malandrines y seres descarriados recibieron su merecido mediante la muy atinada intervención de los policías. Dejando atrás el tema del baile de los 41 y tratando de profundizar en la literatura sobre el amor de una mujer hacia otra mujer, tenemos el caso de la transexual Amelia Robles, conocida como Amelio o Sr Robles durante la época de la revolución Mexicana. Alrededor del año 1924 después de está resultar herida y su llegada a Chiapas y Tabasco, según la investigadora Olga Cárdenas

Trueba, Amelia tomó la determinación de adoptar un nuevo nombre, personalidad e identidad que llevaría por el resto de sus días. La transformación de Amelia no se limitó a su nombre y a su indumentaria, sino que también se manifestaría en su vida sexual. Mantuvo una relación sentimental con Ángela Torres, originaria de Apipilulco, con ella tuvo una hija adoptiva: Regula Robles Torres.

Amelia Robles, a la edad de 19 años, aproximadamente, antes de incorporarse al Zapatismo y en su rol femenino. Aproximadamente 1910.

La coronela Amelia Robles. Aproximadamente 1940.

Su personalidad hizo que se le dedicaran varios corridos, unos versos que sobreviven fueron escritos por su sobrino Simón Ramírez Martínez, hijo de su media hermana Concepción Martínez Ávila dicen así: "Su nombre fue Amelia Robles, coronela consagrada, no olviden de su nombre, era orquídea perfumada, llévenle un ramo de flores a su tumba abandonada."

En lo referente a la literatura homosexual femenina se encontró muy poca información. Maria Elena Olivera Córdova apunta en el escrito “Narrativa lésbica mexicana”, que la poesía fue el género en el que se dio cabida en principio al lesbianismo, como imagen de las fantasías eróticas varoniles en que la ingenuidad y integridad femeninas se conservan ante lo que consideran un acto que no puede causar “daño”. Como ejemplo de lo anterior tenemos al poeta Juan Jose Tablada, poeta, periodista y diplomático mexicano nacido en Ciudad de México en 1871. Abajo un extracto del poema a Renee Vivien, seudónimo de Pauline Tarne,

Recopilación del poema, Agua-Fuerte, “La brasa de los beso chirría en tu saliva y las ojeras de los excesos orlan tu carne de siempreviva. De adobos brujos tus carnes untas y en fiel consorcio con tu lesbiana, sobre una escoba las piernas juntas vuelas a un sabat de mariguana...

En tus ojos alucinados por espejismos de vicio, queman los siete pecados raros fuegos de artificio. “

Conclusión Se analizaron diferentes medios que incluyeron novelas, ensayos, periódicos y otras fuentes disponibles que abordaban el tema de la homosexualidad en la narrativa durante la época del Porfiriato. Se constató que la cantidad de información sobre el tema, no es abundante sobre todo al realizarse la investigación desde fuera de México. Pero se encontraron varios autores contemporáneos que proporcionaron datos relevantes para esta investigación, tal es el caso de Bazant y Capistrán. El cronograma de los escritos e investigaciones encontrados indica que cada día se integran más estudiosos a la ola de interesados en realizar investigaciones más profundas, ampliar el conocimiento sobre la homosexualidad y el lesbianismo durante este periodo. Durante el proceso de la investigación para este ensayo se descubrieron datos interesantes, como el caso del transexual Sr Amelio Robles y los corridos inspirados en él, y que a pesar de su valentía, participación heroica durante la revolución y haberse declarado abiertamente lesbiana y vivir como transexual, en la mayoría de los medios que cuentan su historia estos sólo se enfocan a contar parte de la historia en un antes de que decidiera comenzar a vivir como hombre y breves descripciones del después, pero siempre insistiendo en hablar en lo femenino, inclusive la biografía oficial realizada por la periodista Edith Pérez Abarca y publicada por Conaculta fue

titulada “Amelia Robles: revolucionaria zapatista del sur”. No se halló abundante documentación sobre su vida y legado como hombre de familia, lo que podría indicar que a pesar de que durante la época hubo aceptación pero por la cultura conservadora en México no es de esas historias personales que la sociedad busca que trascienda y sirva como precedente y/o ejemplo para otros. El lesbianismo en la narrativa se encuentra principalmente disimulado en corridos o poemas. Las limitadas fuentes de información confirman que debe de haber razones importantes por las que la historia del lesbianismo permanece reservada, pero hay motivos más fuertes por los cuales hay que desenterrarla en pro de la diversidad sexual en la historia cultural de México. Se pudo confirmar que la exigua representación del tema gay y lésbico en la narrativa mexicana estuvo fuertemente ligado al hecho de que los escritores y medios respetados de la época lo consideraban un tema tabú y temían que su reputación fuese afectada. El evento del baile de los 41 en efecto marcó un antes y un después, justificando el vasto análisis encontrado en diversos medios y autores sobre el incidente. Durante esta época se consolidaron las bases para el uso común de palabras utilizadas para referirse a los gays en el México actual, como “Maricones”. Se podría concluir que es el evento que desencadena la homosexualidad tal se le conoce en el México moderno, cargado de conceptos homofóbicos,

aunque este

acontecimiento ha generado mucho interés, lo que se ha sido capturado y se comunica está basado en un par de memorias y artefactos, pero nunca involucra fuentes de primera mano cómo podría haber sido entrevistas con los involucrados, tampoco se ha buscado entender de una forma más humana y seria cuáles fueron los verdaderos motivos detrás de las personas. Las fuentes sobre el evento de los 41 siguen censurando, ridiculizando y promoviendo un punto de vista que

poco tiene que ver con la diversidad sexual, aun después de más de un siglo de que tomaran lugar los hechos. Sería interesante evaluar si llegó el momento indicado en que en México se instituyera un organismo, como en otros países ya existen, que su objetivo fuese adquirir, conservar y difundir información y los materiales de archivo en cualquier medio de los registros importantes históricos, documentos personales, documentos inéditos, publicaciones, fotografías, carteles y otros artefactos sobre la historia LGBT en México, eso ayudaría a que se realizaran investigaciones de manera científica y un acercamiento diferente.

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