Retos y dilemas éticos en la investigación - acción con Familias de migrantes en situación de vulnerabilidad! Reflexiones entorno a una experiencia en Michoacán.

July 14, 2017 | Autor: Gail Mummert | Categoría: Migración
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Descripción

en la investigación social. Experiencias y reflexiones Catalina Denman Champion María del Carmen Castro Vásquez Coordinadoras

EL COLEGIO DE SONORA

Et ic a

en la Investigación social. Experiencias y reflexiones

Catalina Denman Champion María del Carmen Castro Vásquez Coordinadoras

Ética en la investigación social. Experiencias y reflexiones Catalina Denman Champion, María del Carmen Castro Vásquez (coordinadoras) Hermosillo, Sonora, México : El Colegio de Sonora, 2014. 266 páginas ; 23 cm. ISBN: 978-607-7775-45-4 Incluye referencias bibliográficas Ciencias sociales-Investigación- Aspectos morales y éticos Ciencias sociales y ética Investigación - Aspectos morales y éticos Investigación cualitativa- Aspectos morales y éticos Educación superior - Aspectos morales y éticos Investigaciones evaluativas (Programas de acción social) H62 .E75

El Colegio de Sonora Doctora Gabriela Grijalva Monteverde Rectora Doctor Nicolás Pineda Pablos Director de Publicaciones no Periódicas Licenciada Inés Martínez de Castro N. Jefa del Departamento de Difusión Cultural ISBN: 978-607-7775-45-4 D.R. © 2014 El Colegio de Sonora Obregón 54, Centro Hermosillo, Sonora, México C.P. 83000 http://www.colson.edu.mx

Se agradece el apoyo parcial del Conacyt, en el marco del Proyecto 60154, bajo la responsabilidad de María del Carmen Castro Vásquez. Impreso y hecho en México / Printed and made in México

Í n d ic e

In t r o d u c c i ó n ¿Para

q u é u n l i b r o s o b r e é t ic a

EN LA INVESTIGACIÓN SOCIAL?

Catalina Denman Champion María del Carmen Castro Vásquez..... .............................................9 A

l g u n a s r e f l e x io n e s é t i c a s s o b r e e l

?o d e r

EN Y DESDE LA INVESTIGACIÓN SOCIAL

Juan Guillermo Figueroa Perea........................................... r........ 21 É t ic a

e i n v e s t i g a c i ó n e n c ie n c ia s s o c i a l e s :

TENSIONES, DILEMAS Y EL DEBATE ACTUAL

Roberto Castro Pérez..................................................................... 63 D

e

LO NACIONAL A LO TRANSFRONTERIZOI

ALGUNAS CONSIDERACIONES ÉTICAS DE LA INVESTIGACIÓN EN LAS CIENCIAS SOCIALES EN LA FRONTERA NORTE DE MÉXICO

Hilda García Pérez........................................................ .................87 R etos

y d il e m a s é t ic o s e n l a i n v e s t i g a c i ó n - a c c i ó n

c o n f a m il ia s d e m ig r a n t e s e n s it u a c i ó n d e v u l n e r a b i l i d a d :

REFLEXIONES EN TORNO A UNA EXPERIENCIA EN MlCHOACÁN

Gail Roberta Mummert Fulmer................................................... 105

É t ic a e n l a in v e s t ig a c ió n s o c ia l

L a FORMACIÓN DE ESTUDIANTES DE POSGRADO EN CIENCIAS SOCIALES EN EL TEMA DE ÉTICA! REVISIÓN DE LOS POSGRADOS NACIONALES EN MÉXICO

Catalina Denman Champion María del Carmen Castro Vásquez.............................................. 139 T r a n s f o r m a c io n e s

e n l a r e g u l a c ió n d e l a in v e s t ig a c ió n

c o n f o n d o s p ú b l ic o s in t e r n a c io n a l e s e n in s t it u c io n e s d e e d u c a c i ó n s u p e r i o r : m i r a d a s d e s d e l a c ie n c ia p o l ít ic a

y l a p o lític a c o m p a r a d a a p lic a d a

Adriana Noemí Ortiz Ortega Ariadna Verónica Gómez González............................................ 167 La

é t ic a d e l q u e h a c e r a n t r o p o l ó g ic o

EN TIEMPOS GLOBALES

Laura Raquel Valladares de la Cruz.......................................... 199 E x p e r ie n c ia s

d e in v e s t i g a c i ó n y g e s t ió n

RELACIONADAS CON LA ÉTICA. R e t o s p a r a l a s u n iv e r s id a d e s p ú b lic a s d e l o s e s t a d o s

Luz Helena Sanín Aguirre María Victoria López López Dora Virginia Chávez Corral María de la Merced Velázquez Quintana..................................... 229 La

i n v e s t i g a c i ó n e n c ie n c ia s s o c ia l e s

y l o s c o m it é s d e é t ic a e n in v e s t ig a c ió n e n

M

é x ic o :

d e b il id a d e s y f o r t a l e z a s

Julieta Ivone Castro Romero........................... ............................249

In t r o d u c c ió n ¿ P a r a q u é u n l ib r o s o b r e é t ic a EN LA INVESTIGACIÓN SOCIAL?

E l objetivo de la presente publicación es contribuir a una discusión reflexiva que fortalece el ejercicio académico en investigación social bajo criterios éticos, estimula el desarrollo de principios generales al respecto e identifica las responsabilidades individuales e institu­ cionales. Nos unimos a otras iniciativas nacionales e internacionales que abogan por asignarle al tema de la ética en la investigación una importancia más allá de un procedimiento normativo (Aluja y Birke 2004; Hirsch 2011; Ramos 2004). Esperamos que este libro permita plantear algunas interrogantes so­ bre el tema de la ética en las diversas disciplinas de lo social en Méxi­ co, a la vez que genere nuevas preguntas para alimentar una agenda de trabajo, pero sobre todo, contribuir a este campo de generación de conocimiento, que en México aún es limitado. Para ello creemos que es necesario reconocer los debates pertinentes que se realizan en diversas disciplinas, como en la antropología, así como la experiencia en las ciencias sociales en otros países en tomo a la discusión sobre la ética en la investigación social y los marcos normativos que rigen la investigación social, como en Estados Unidos, Inglaterra, Brasil y Chile, y que discuten varios de los autores incluidos en esta obra. Los diversos capítulos responden a preguntas como las siguientes: ¿por qué la investigación social es un acto ético? ¿A quiénes beneficia la práctica ética de la investigación social? ¿Cuáles son las resisten­ cias internas, tanto institucionales, como de investigadores? ¿Cuáles son las responsabilidades frente a los ayudantes de investigación, los estudiantes, los entrevistados y los investigadores? ¿Cuál/cómo es la

R e t o s y d il e m a s é t ic o s e n l a in v e s t ig a c ió n - a c c ió n CON FAMILIAS DE MIGRANTES EN SITUACIÓN DE VULNERABILIDAD! REFLEXIONES e n t o r n o a u n a e x p e r i e n c i a e n M i c h o a c á n *

Gail Roberta Mummert Fulmer**

I n t r o d u c c ió n

E l punto de partida de esta reflexión ética1es la noción del posicionamiento relacional de la investigadora al emprender un proyecto de in­ vestigación “con” (en vez de “sobre”) familias migrantes mexicanas. Es decir, al proponerse la coproducción de conocimientos científicos encaminados a ofrecer una atención integral a población vulnerable, la analista se sitúa dentro de la espiral investigación-acción-investigación y plantea interrogantes urgentes para el quehacer de una antropo­ logía social comprometida con la justicia social en México. Desde un divisadero de innegable privilegio de la investigadora vis a vis los in­ vestigados, en cuatro apartados se desmenuzan problemas escabrosos que se constituyeron en dilemas éticos para el equipo de investigación multidisciplinario y multigeneracional, encabezado por la autora. Ella explora, en la primera sección, su posicionamiento relacional e im­ plicación como migrante que indaga en procesos migratorios. En el segundo apartado explica el proceso de vulnerabilización de niños, Agradezco la retroalimentación recibida a una versión preliminar de este texto por parte de Catalina A. Denman así como los comentarios de los demás participantes en el seminario “La ética en la investigación social” realizado en El Colegio de Sonora en noviembre de 2011. ** Profesora-investigadora de El Colegio de Michoacán. Correo electrónico: gmummert @colmich.edu.mx 1 Adopto la definición de ética propuesta por Rivero y Pérez: “la reflexión o la acción que se lleva a cabo pensando por cuenta propia, razonando y cuidando de nunca da­ ñar a nadie” (2006, 24).

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adultos mayores y mujeres solas en procesos migratorios a fin de comprender la cotidianeidad incierta y violenta que enfrenta la pobla­ ción estudiada/atendida. Se problematizan ideas recibidas acerca de la atención e intervención dirigidas a personas en situación de vulne­ rabilidad por parte de diversos agentes representados por éstas como “el otro”. En el tercer apartado -el medular- se plantean dilemas tras­ lapados en tomo a: los significados del consentimiento informado en población “cautiva” y abierta; las dinámicas de interacciones simultá­ neas con tres generaciones de personas emparentadas (abuelos, hijos y nietos); la realización de investigación antropológica en un clima amenazante de violencias cotidianas; y los esfuerzos y compromi­ sos de seguimiento a una investigación que algún día necesariamente concluye. En las consideraciones finales se aborda la especie de tabú que obstaculiza la reflexión ética en la academia (particularmente la mexicana) y se ofrecen recomendaciones para construir una agenda transformadora de la cotidianeidad de familias migrantes mexicanas.

POSICIONAMIENTO RELACIONAL E IMPLICACIÓN COMO INVESTIGADORA DE PROCESOS MIGRATORIOS

“Una de cal por las que van de arena”. Así solía describirme mi espo­ so mexicano ante las personas al momento que me conocían. Con el refrán, él se refería al hecho de ser yo una mujer estadounidense inmi­ grada a México, cuando se estaban dando flujos migratorios masivos en el sentido contrario: de mexicanos hacia Estados Unidos. Cuando llegué a residir a este país en 1975 para estudiar una maestría en de­ mografía en El Colegio de México, mis intereses de investigación rápidamente se inclinaron hacia temas laborales y migratorios en gru­ pos familiares. En los años de la década de 1980, después de concluir mis estudios doctorales en antropología social en París y convertirme en madre, asumí conscientemente un compromiso feminista con los llamados estudios de género, campo que yo entiendo más fructífero cuando incorpora una reflexión sobre las relaciones entre hombres

In v e s t ig a c ió n - a c c ió n c o n f a m il ia s d e m ig r a n t e s

y mujeres, de mujeres entre sí y de hombres entre sí. Para mí, ser feminista ha significado esforzarme por contribuir a lograr una igual­ dad de género, no sólo denunciando sino analizando las raíces de inequidades en la experiencia vivida de hombres y mujeres. Asimismo, en los cursos que imparto sobre género y en mis estudios, he tenido que concienciarme a mí misma y a los demás de la amplia gama de identidades genéricas; intentar romper con la dicotomía masculina/ femenina. De entrada, establecer mi posicionamiento feminista en una re­ flexión sobre la ética en la investigación social podría parecer ocioso. La teóloga británica Susan Frank Parsons, al recuperar la cotidianeidad del género expresada de mil maneras en cómo nos representamos en la vida moderna, subraya la compenetración de las esferas de la ética y el género: “al parecer, no podemos escapamos del hecho de que nuestros valores personales y comportamiento estén fuertemente implicados en las cuestiones que el género plantea” (2002, 1). En su libro explora la interfase género-ética, tomando como punto de par­ tida la búsqueda de aquello que podría clasificarse como bueno y el cuestionamiento de cómo nuestras nociones de “lo bueno” han sido modeladas por presupuestos acerca de lo que significa ser hombre o mujer. Como demógrafa y antropóloga feminista, durante mi trayectoria de tres décadas de investigación he estado consciente y vigilante de las relaciones de poder que afloran y moldean mis encuentros con los investigados, ya sean funcionarios públicos, autoridades locales elegidas por voto, u hombres, mujeres y niños de familias comunes y corrientes. De manera similar, he intentado analizar las relaciones de poder establecidas entre miembros del equipo de investigación entre sí y conmigo como responsable.2 Coincido con la afirmación de la an­ tropóloga feminista estadounidense Diane L. Wolf en su introducción a un volumen dedicado a compartir -con una honestidad inusual en 2

Desarrollaré mi reflexión sobre las dinámicas de poder en nuestro equipo de investi­ gación en la sección “Los esfuerzos y compromisos de seguimiento” del tercer apar­ tado.

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las publicaciones académicas- los dilemas del trabajo de campo para los feministas: “de hecho, la dimensión del poder es un hilo conductor del proceso de trabajo de campo y post-trabajo de campo y ha creado una crisis de identidad mayúscula para muchas investigadoras femi­ nistas” (1996, 1). Uno no resuelve con anterioridad las múltiples contradicciones y dilemas de su posicionamiento surgidos en el transcurso de una inves­ tigación;3más bien, afronta cada sacudida o “movida de tapete” que se le va presentando. Máxime en una investigación-acción como la mía en donde pregonaba que yo no llegaba para diagnosticar los males de la población vulnerable y proponerle curas; al contrarío, buscaría de­ tectar junto con ellos tanto retos como oportunidades de su situación. Por ejemplo, en 2011, durante nuestra campaña de detección oportu­ na de cáncer de mama dirigida a mujeres rurales en dos localidades michoacanas con altos índices de emigración hacia Estados Unidos, una madre participante de 35 años me decía insistentemente, siempre en tono de broma y ante las risas de las compañeras, “¿no me adopta, maestra?”. Al ubicarme como estadounidense y portadora de dicha nacionalidad tan codiciada por muchas de las familias de su pueblo, su petición jocosa e improcedente (pues ya era a todas luces mayor de edad) aludía no sólo al diferente color de nuestros pasaportes respec­ tivos sino a las diferencias de clase, de escolaridad y de oportunidades de vida que ella percibía entre nosotras dos. Mi giro de trabajar “sobre” familias migrantes a trabajar “con” y “para” ellas fue resultado de una reflexión sobre estas relaciones de poder y sobre mi propia implicación en procesos de desplazamiento de personas a través de fronteras internacionales. Repensé mi propia historia como migrante-estudiante a México y luego a Francia con los subsiguientes cambios de estatus legal (extranjera con visa, luego inmigrante) hasta mi conversión en ciudadana de dos Estados-nación (Estados Unidos por nacimiento, México por naturalización) entre­ 3

Traduzco las nociones de positionality y locationality, surgidas de debates feministas sobre el ejercicio del poder en el proceso de investigación (W olf 1996, 14), por posicionamiento y localización, respectivamente.

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lazados por relaciones históricas añejas, por el Tratado de Libre Co­ mercio de América del Norte y obviamente por procesos migratorios. En ese camino de autodescubrimiento hubo epifanías; una de ellas que se me quedó grabada en la memoria sucedió en el Valle Central de California cuando yo entrevistaba a una madre con tres hijos (que llamaré Irma) en su departamento repleto de enseres por doquier, ubi­ cado en la planta alta de una casa para dos familias en las orillas de una pequeña localidad.4 Irma me relató la decisión que había tomado junto con su marido cinco años atrás (en 1987) de reunificar a la fami­ lia tras años de separación. Como lo explicaban tanto el marido como Irma, “no le hallaban el chiste” de casarse para vivir separados, con visitas del padre-esposo a la familia en México dos o tres meses al año. Luego Irma me detalló el cruce de la frontera de ella y sus hijos sin documentos. El “coyote” le dijo a la madre que pasar la frontera junto con sus hijos sería muy arriesgado; era mejor cruzar por sepa­ rado. Irma aceptó sus consejos y se desprendió de los dos hijos que tenía en aquel momento. Aunque la madre logró pasar “por la línea”, los niños encargados al coyote tardaron en hacerlo. La separación y la incertidumbre desgarradoras duraron tres días hasta que felizmente la familia pudo ser reunida. Mientras Irma me narraba los sucesos se me puso la piel de gallina y me hice las siguientes preguntas: ¿sería yo capaz de jugarme el todo por el todo como ella, desprendiéndome de mis hijos? ¿Si yo estuviera en su lugar tendría el valor (o la irres­ ponsabilidad, según el punto de vista de uno) de poner en riesgo la vida de mis entonces dos hijos con la esperanza de reunificar a toda mi familia del otro lado? Epifanías como ésta me convencieron de la futilidad de políticas migratorias disuasivas o campañas de contención de los flujos, ya fuesen incrementos en los efectivos de la patrulla fronteriza o mu­ ros más altos para detener a las familias migrantes mexicanas en su peregrinar hacia el Norte. Me quedaba clarísimo que las familias se­ 4

Son recuerdos de mis sentimientos durante dos entrevistas que realicé (por separado) a una pareja michoacana en el condado de Merced, California, el 13 de mayo de 1992. Irma es un seudónimo.

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paradas por la frontera no serían disuadidas por estas medidas. Em­ prendí yo también un nuevo viaje, pero hacia dentro de mi ser. Esta reflexividad catalizadora me condujo a replantear mi proceso de in­ vestigación en un marco de investigación-acción en donde el proceso mismo tendría igual prioridad que la generación de conocimientos. Coincido con el sociólogo de la educación británico Maurice Punch (1994) en su definición del trabajo de campo como “un oficio deman­ dante que involucra tanto el lidiar con múltiples negociaciones como el enfrentar continuamente dilemas éticos”. En una incisiva reflexión retrospectiva sobre sus largos años de trabajo de campo antropológi­ co, la estadounidense Laura Nader (1981) -conocida por sus escritos sobre justicia, poder y control- subraya la necesidad de explicitar por qué elegimos un determinado tema de estudio y lo convertimos en problema de investigación. Acepté su invitación, comprometiéndome con el reto de enfrentar los dilemas con responsabilidad profesional, de verlos como un asunto a ser tratado dentro de las publicaciones derivadas del proyecto y no sólo periféricamente en seminarios de formación de mis alumnos de posgrado. En cuanto a mi localización histórica, generacional y política,5 soy una mujer migrante, ciudadana de dos países, formada en los años 1970 y 1980 en tres sistemas educativos nacionales, quien estudia a otros migrantes. No soy la excepción en este campo de especialización. Estoy convencida que el alto porcentaje de investigadores de flujos migratorios que han sido ellos mismos migrantes no es casual.6 El haber vivido en carne propia la experiencia transformadora y a 5

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Jayati Lal (1996, 186), en su reflexión sobre su identidad como una mujer de la India con estudios de posgrado en Estados Unidos quien “vuelve a casa” para estudiar a trabajadoras en fábricas y talleres de Nueva Delhi, subraya que todos ocupamos loca­ lizaciones múltiples y fluidas. Por lo tanto, me refiero a mi localización en agosto de 2012, al redactar este capítulo. Una consulta al Directorio de Expertos en Materia Migratoria en México (Imaz, Salcido y Galeana 2010) convalida mi impresión. Aunque no especifica las trayectorias migratorias de cada investigador, basándome en mi conocimiento del gremio de los autonombrados “migrantólogos” calculo que al menos 10 por ciento llegó a México procedente de otro país mientras que algunos más realizaron estudios fuera de Méxi­ co; por tanto, unos y otros han sido migrantes.

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veces aterradora de ser extranjera, el haber experimentado situaciones de vulnerabilidad (e.g., verse obligada a presentarse ante agentes de un Estado-nación para obtener el permiso de estar, de votar, de parti­ cipar activamente; ser cuestionada sobre la lealtad y compromiso con un proyecto nacional) me han sensibilizado para compenetrarme con otros que -en circunstancias históricas y personales muy diferenteshan migrado.

La A

a p l i c a c ió n d e l a c a t e g o r ía

“ p o b l a c ió n

vulnerable”

n i ñ o s , a d u l t o s m a y o r e s y m u j e r e s s o l a s e n p r o c e s o s m ig r a t o r io s

La investigación que sirve de pretexto para esta reflexión ética parte de la siguiente convicción mía, producto de haber dedicado un cuarto de siglo al estudio de familias migrantes mexicanas, a la revisión de literatura académica y a monitorear las políticas públicas dirigidas a población migrante: la participación de miembros del grupo familiar en procesos migratorios (tanto los que se van como los que se que­ dan) conlleva modificaciones en las nociones y prácticas de vivir en familia. Dichas modificaciones son sin duda el resultado de decisio­ nes individuales y familiares, pero al mismo tiempo las personas y los grupos familiares se encuentran inmersos en procesos sociales y políticas que escapan a su control. En otras palabras, las nociones y prácticas de lo que significa la vida familiar son moldeadas no sólo por sus miembros a través del tiempo sino también por políticas mi­ gratorias, tendencias sociopolíticas, climas antiinmigratorios, opera­ tivos de seguridad pública, etcétera. Como marco general de mis reflexiones sobre las familias migran­ tes frente a los Estados-nación, cabe señalar cinco formas novedosas de reinvención de la vida en familia que van en aumento alrededor del globo en nuestra época del capitalismo tardío7 de las postrimerías

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Ciertos analistas sociales han denominado este periodo histórico como “la era postmodema de globalización intensificada” (Lal 1996, 186).

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del siglo xx e inicios del xxi; todas ellas se presentan en la población de estudio/atención de mi proyecto “Talleres para vivir sanamente la separación familiar”, llevado a cabo entre 2010 y 2012. 1. Formación de familias “dona”. Cuando parten los progenitores a buscar trabajo en otro país o en otra región de su país y encargan a sus hijos a cuidadores altemos, se forma una familia “dona”. Este término muy apto, acuñado por Agustín Escobar y Mercedes González de la Rocha en su evaluación del más reciente programa de combate a la pobreza en México conocido como “Oportunida­ des”, describe a los hogares “formados por dos generaciones: los abuelos y los nietos, sin la generación intermedia” (Triano 2006, 277). Generalmente la abuela materna es la cuidadora selecciona­ da mientras que los padres ausentes son el hoyo de la dona. 2. Prácticas de crianza de hijos a distancia. En las familias “dona” desde lejos los padres se esfuerzan por proveer los recursos mate­ riales necesarios para sostener al grupo familiar que se queda, pero además por involucrarse en las decisiones cotidianas sobre sus hi­ jos: educación, salud, permisos, planeación del futuro, etcétera. 3. Surgimiento de familias cuyos miembros tienen diferentes estatus migratorios. Conforme se desplazan los progenitores y sus estan­ cias “fuera” se prolongan, surgen cambios -perseguidos o no- en las categorías que los Estados-nación les asignan. Por ejemplo, las personas en trámite de un cambio de estatus legal cumplen los requisitos para obtener la residencia o la ciudadanía; nacen nue­ vos miembros a los que se les otorga la ciudadanía. Además de la distancia física se crean situaciones de distanciamiento entre fami­ liares que se encuentran y se sienten “atrapados” de lados opues­ tos de una frontera político-administrativa. Cuando no hay visos de reunificación, estos parientes viven situaciones prolongadas de tristeza, incluso desesperanza. 4. Emergencia de familias reconstituidas. Las separaciones y divor­ cios de las parejas, como desenlace potencial del distanciamiento físico y emocional, tienden a dar lugar a la formación de nuevas uniones. Surge entonces la figura de la madrastra o el padrastro así

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como la de medio hermano, ya sea como pariente agregado o bien por nacimiento. Los medios hermanos suelen vivir situaciones muy diferentes, distantes del resto de la descendencia. Ante una constelación de otros cuidadores y los progenitores a distancia, el hijo puede sentirse en un torbellino de emociones y confundido respecto a quienes ejercen la autoridad en las decisiones que le afectan. 5. Adopciones por familiares. Ante callejones sin salida como los arriba descritos, a veces un familiar con documentos para perma­ necer en el país de residencia de los progenitores ofrece adoptar o es abordado para adoptar a un niño pariente. Si la adopción se formaliza mediante el sistema judicial (e.g., la enmienda -ante un juez civil- de un acta de nacimiento de un bebé registrado por una madre soltera, otorgándole a la criatura un padre que lo ha “reco­ nocido”), puede convertirse simplemente en una solución al im­ passe de reunificación familiar: es decir, el niño adoptado cruza la frontera y es entregado a sus padres biológicos. Alternativamente el niño permanece en el seno de la familia que lo ha adoptado, de común acuerdo con los progenitores. También se dan “adopcio­ nes” no formalizadas por parientes, en las cuales el niño vive en una especie de limbo. En suma, la vida familiar es reinventada de muchas maneras en población migrante, creando un abanico de arreglos residenciales y de cuidados de ciertos miembros (menores de edad, adultos mayo­ res, discapacitados, enfermos), algunos de ellos inéditos. Todos estos arreglos se presentaban en la población del noroeste michoacano que atendimos en el proyecto “Talleres para vivir sanamente la separación familiar”. Como diagnóstico inicial, documentamos la existencia de personas en los tres grupos de edad (niños, adultos mayores, esposas solas) en situación de vulnerabilidad,8 con problemas de baja autoes­ 8

Obviamente los hombres migrantes también se encuentran en situación de desamparo y explotación. Sin embargo, en este proyecto decidimos conscientemente visibilizar la vulnerabilidad menos comprendida de los otros tres grupos.

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tima que habían derivado en comportamientos autodestructivos y de­ presiones. Hubiera sido fácil atribuir las problemáticas encontradas (desintegración familiar, abandono de hijos, deportaciones, encar­ celamientos y detenciones, reclutamiento de jóvenes por el crimen organizado) al lado oscuro y negativo de los flujos migratorios. De hecho, muchos pobladores, líderes políticos y hasta analistas (supues­ tamente objetivos) de zonas de altos índices de emigración en México identifican al Norte como la personificación de todos los males socia­ les que padecen y lo manejan frecuentemente como la explicación única de cambios (presentados como amenazantes y negativos para el tejido social) en mentalidades, en constelaciones familiares y en comunidades. Sin negar estas evidentes tensiones y conflictividades, era otra la apuesta detrás de la reorientación de mi trayectoria como especialista de familias de migrantes, otra la fuerza motriz que guiaba el diseño de este proyecto: que en los intersticios de la vida transnacional -esa na­ vegación cotidiana entre dos (o más) Estados-nación- se abrían tam­ bién oportunidades para “reinventar” la vida familiar, posibilidades para acercar a las generaciones y cerrar la brecha intergeneracional, opciones para involucrar a otros familiares e instancias en los cuida­ dos de la población más vulnerable. La intención no era preventiva; es decir, no se trataba de intervenir para evitar la emigración, vis­ ta como un fenómeno negativo. Sospechaba yo que los flujos mi­ gratorios iban a continuar con o sin nuestra intervención.9 Por tanto, pretendía ofrecer a los grupos vulnerables herramientas para vivir la inevitable separación familiar de la manera más sana posible y moti­ varlos a vislumbrar otros futuros. La categoría “población vulnerable” actualmente está de moda en­ tre los funcionarios públicos y los arquitectos de planes de desarrollo para combatir la pobreza. Abundan las menciones en los discursos y

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Distingo entre la intención y el efecto; es posible que algunas de nuestras actividades y enseñanzas en los talleres hayan producido un efecto disuasivo sobre los planes de emigrar de algunos participantes. En sentido contrario, pudieran haber producido un efecto promotor del retomo en familiares de otros participantes.

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programas políticos; hasta en los organigramas de diversas instancias burocráticas han aparecido departamentos para atender a las perso­ nas y familias “en situación de vulnerabilidad”. Puede verse como un eufemismo que reconoce veladamente las enormes y crecientes desigualdades sociales en México. En 2006, con financiamiento del Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia ( s n d i f ) , fue levantada la Encuesta Nacional de Familia y Vulnerabilidad ( e n f a v u ) para indagar en las condiciones y fuentes de vulnerabilidad de los hogares mexicanos rurales y urbanos. Según el análisis de resultados ofrecido por María Cristina Bayón y Marta Mier y Terán, “el diseño de la encuesta se realizó desde la perspectiva de la vulnerabilidad, la cual permite analizar las relaciones entre los recursos de los ho­ gares y las estructuras de oportunidades -constituidas por el Estado, el mercado de trabajo, la familia y la comunidad- que posibilitan u obstruyen su efectiva movilización frente a diversas situaciones de riesgo” (2010, 9). Dentro del esquema del enfoque, la migración figu­ ra como una respuesta a situaciones de riesgo e insuficientes recursos para afrontarlas (ibíd., 12). Desde una mirada diametralmente opuesta, las antropólogas mexi­ canas María Eugenia de la O y Alma Leticia Flores ofrecen un estudio sobre la “subsistencia inmersa en una espiral de violencia” de jóvenes trabajadores de la maquila en una “zona de riesgo”: la ciudad fron­ teriza de Matamoros, Tamaulipas (2012, 11). Al recolectar narrativas de hombres y mujeres cuyos cuerpos “desechables” son constante­ mente vulnerados, las investigadoras muestran cómo “los jóvenes son al mismo tiempo víctimas y victimarios” (ibíd., 21). En su enfoque y explicación de la vulnerabilidad enfatizan “el círculo vicioso de desigualdad, exclusión y violencia hacia los jóvenes articulado con diferentes gobiernos, empresas transnacionales y mafias” (ibíd., 26). Reflexionando sobre mi propio uso de la etiqueta surgió la pregun­ ta: ¿Y los vulnerables se saben, se sienten vulnerables? Evidentemen­ te no utilizan la misma palabra, pero sus expresiones y sentimientos de ser olvidados, desamparados, despreciados -tanto por instancias gubernamentales como por partidos políticos o hasta sus mismos fa­ miliares- dan fe de ello. La baja autoestima que percibimos en ado­

É t ic a e n l a in v e s t ig a c ió n s o c ia l

lescentes y personas de la tercera edad, y de manera muy marcada en mujeres esposas de migrantes y “solas”10 a través de las actividades desarrolladas fue una percepción confirmada en consultas y pruebas psicológicas. En palabras de una viuda, participante asidua en los ta­ lleres de Manejo de Estrés y en el Club de la Tercera Edad: “ahorita hay mucha necesidad... de que... Está un poco mal el rancho, ¿ver­ dad? Que con las familias, pues. Con los chicos, ¿verdad? Están un poco mal. Y pos, estamos un poco mal”.11 Esta expresión sencilla de un malestar generalizado que se refleja en el ámbito familiar y comu­ nitario pero difícilmente localizable revela la percepción de todos los habitantes de la localidad de vivir en situación de vulnerabilidad.

D e p r o b le m a s , d e s a f ío s y d ile m a s é t ic o s en l a in v e s tig a c ió n

con

p o b la c ió n v u ln e r a b le

Mi punto de partida epistemológico es que la reflexión constante y vigilante sobre mi quehacer con otros seres humanos -los participan­ tes con quienes compartía yo experiencias migratorias, por un lado; mis colaboradores con quienes compartía convicciones, por el otroes una parte fundamental del proceso de la ética en la investigación social. Por ende, en esta experiencia de investigación-acción estaba muy receptiva al descubrimiento y a la disección de los numerosos problemas que se me iban presentando en el camino de la investi­ gación-acción. Trataba de problematizar los problemas para conver­ tirlos en retos -es decir, de considerarlos no como un conjunto de circunstancias que dificultaban la consecución de mis propósitos sino que complejizaban mi aprendizaje-. Así, no eran simples cuestiones que desaparecerían con cualquier “solución” que yo ideara, sino de­

10 En su estudio antropológico con diez esposas de migrantes michoacanas, Cortés en­ contró en ellas una “desvalorizada percepción de sus propias personas” (2012, 14), sentimiento expresado en la frase común: “Yo no soy nadie”. 11 d v d “Talleres para vivir sanamente la separación familiar”, El Colegio de Michoacán, 20 1 2 .

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safios importantes de la investigación social que requerían reflexión profunda por parte mía. En consecuencia, los planteaba al equipo en términos de dilemas y disyuntivas que discutíamos entre todos; me­ diante un proceso razonado de las implicaciones éticas de tomar una opción u otra, íbamos consensando y eligiendo el camino que nos parecía el más correcto. En este apartado comparto cuatro dilemas con el afán de hacer transparente mi proceso de reflexión “tanto ética y personal, como académica y política”, como lo afirma Diane L. Wolf (1996). Estoy convencida que, más allá de un ejercicio individual de catarsis, mi reflexión servirá para fomentar mayor discusión de las responsabi­ lidades que debemos asumir plenamente en la investigación social. Otros significados del consentimiento informado en población “cautiva”y abierta Uno de las primeras decisiones estratégicas en el diseño e implementación de este proyecto fue el orden de abordaje y la estrategia de acercamiento a los tres grupos vulnerables. Iniciar con los adolescen­ tes fue intencional, calculado inclusive. Sabíamos que, si escogíamos la escuela como puerta de entrada, punto de contacto y escenario de nuestras actividades, los jóvenes estudiantes serían una población “cautiva”. Aun así decidimos que no obligaríamos a ninguno a parti­ cipar y lanzamos una labor de convencimiento que avanzó desde aba­ jo hacia arriba en la jerarquía institucional. En los hechos, enlistamos primero la ayuda de una profesora de artística e industria del vestido. Aprovechando los largos años de experiencia docente y los consejos de ella, enseguida solicitamos el permiso al director del plantel de secundaria técnica y luego la colaboración de los demás docentes. Un aliciente para los estudiantes, que desde otro ángulo podría verse como coercitivo, fue que nuestra profesora-enlace calificó las ganas que les echaron para crear sus trabajos en nuestros talleres en su ma­ teria de artística. En términos motivacionales, con los adolescentes fue necesario luchar contra la flojera, el calor, el hacinamiento en las instalaciones escolares, la apatía y la falta de costumbre de planear

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una actividad en equipo de largo plazo y descomponerla en varios pasos hasta concluirla. Calculamos que, en una especie de cadena, los jóvenes nos lleva­ rían hacia sus padres y madres de familia (lo que sucedió en las char­ las sobre adicciones) y finalmente hacia sus abuelos (algunos de los cuales los cuidaban en familias “dona”, en ausencia de sus progenito­ res). Así sucedió, pero obtener el consentimiento informado en cada caso no consistió en la firma de un documento sino en llevar a cabo nuestra labor de convencimiento para que participaran los cautivos y no cautivos mediante la promesa de un posible beneficio para el par­ ticipante. Cada grupo de edad exigió una estrategia distinta, misma que se tuvo que ir afinando sobre la marcha del proyecto, conforme íbamos conociendo a nuestra población blanco y las condiciones ins­ titucionales (véase figura 1). Por ejemplo, el “gancho” para los jóvenes fue diseñarles activi­ dades atractivas y divertidas que rompían con la rutina escolar, al mismo tiempo que les facilitábamos información relevante sobre es­ tudios superiores así como contactos con jóvenes universitarios. Para las mujeres y adultos mayores, les atrajo la oportunidad de ser escu­ chados, de convivir y de adquirir conocimientos nuevos. En el caso de los adultos mayores, una población no cautiva sino abierta, enfrentamos retos distintos para ubicarlos, invitarlos a parti­ cipar y lograr su asistencia. Al arrancar la atención a ellos en septiem­ bre de 2011, elaboramos invitaciones escritas que repartimos en la plaza del pueblo un día de la entrega bimensual de dispensas para las personas mayores de 65 años. Enlistamos el apoyo del sacerdote para promover la asistencia al Club de la Tercera Edad que creamos y él nos hizo el favor de anunciar la fecha de la cita durante la misa en el templo. También recurrimos a anuncios por altavoz el día de nuestras actividades e invitamos personalmente a cuanto adulto mayor andaba en la calle. Dado la pérdida de memoria que aqueja al adulto mayor, fue necesario elaborar invitaciones personalizadas y repartirlas con anticipación a las sesiones así como colocar carteles en lugares estra­ tégicos a manera de recordatorio. Aunque durante las cinco sesiones

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Figura 1. Estrategia de enrolamiento de grupos vulnerables en el proyecto Grupo vulnerable

Carácter de cautiverio

Puerta de entrada

Construcción del universo

Alicientes para participar

Adolescentes

Población cautiva en plantel educativo

Escuela Secundaria Técnica

Identificable vía matrícula escolar

Diversión Concursos con premios Reconocimiento de compromiso y desempeño en la calificación de materias Convivencia con alumnos universitarios

Adultos mayores

Población no cautiva

Club de la Tercera Edad

Identificable vía listas de beneficiarios del programa federal “70 y más” y Programa Estatal d i f de despensas para mayores de 65 años

Recreación Convivencia que mitiga la soledad Aprendizajes Reconocimiento social Atención a la salud

Mujeres “solas”

Población no cautiva

Fuente: elaboración propia.

Campañas de salud

Identificable únicamente vía informantes clave y por invitación a participar en Campaña de Detección Cáncer de Mama y Taller de Manejo de Estrés

Convivencia que mitiga la soledad Aprendizajes Atención a la salud Esperanza de hallar solución a problemas

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la asistencia varió entre 18 y 70 personas, logramos una masa crítica de más de 40 personas que regresaban mes con mes. Dejamos intencionalmente al final el grupo no cautivo que en­ cerraba mayores retos para ser ubicado, convencido y atendido: las mujeres “solas”, viudas o esposas distanciadas de su pareja y, en oca­ siones, sin comunicación alguna con el marido migrante, en situación de abandono. Precisamente uno de dichos desafíos era el cuestionamiento a la ideología de género prevalente que implicaban nuestras indagaciones. Decidimos iniciar el contacto con ellas a través de dos actividades de salud por considerar que no despertarían controver­ sias en este sentido: la campaña de detección oportuna de cáncer de mama que lanzamos entre septiembre y octubre de 2011 y los talleres de manejo de estrés en octubre del mismo año. Acudieron a las citas mujeres de edades muy diversas, abarcando desde los 17 hasta los 68 años de edad. Una antropóloga social miembro del equipo colabora­ dor visitó a algunas de las mujeres en sus domicilios para solicitar­ les el permiso para llevar a cabo entrevistas a profundidad y ofrecer orientación hacia instancias de ayuda.12 Prestar apoyo a las mujeres solas nos llevaba a cuestionar su en­ trenamiento cultural para atender prioritariamente las necesidades de otras personas y relegar sus propias necesidades y deseos. La antro­ póloga mexicana Marcela Lagarde propuso la noción de cautiverio para nombrar “la expresión político-cultural de la condición de la mu­ jer” (2005, 36). Esta autora explica que “las mujeres están cautivas de su condición genérica en el mundo patriarcal” (ídem). Su término madresposa capta magistralmente la situación de vida de las mujeres con las cuales trabajamos: “ser madresposa es un cautiverio construi­ do en tomo a dos definiciones esenciales, positivas, de las mujeres: su sexualidad procreadora, y su relación de dependencia vital de los otros por medio de la maternidad, filialidad y la conyugalidad” (ibíd., 38). No es mi intención victimizar a las mujeres participantes en nues­ tra campaña y talleres, sino dar cuenta de la enraizada normatividad de la familia patriarcal que se reflejaba en las estructuras locales de 12 Cf. Cortés (2012).

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representación cívica, en las opciones que las mujeres vislumbraban a su alcance, y hasta en el uso extendido del rebozo y del mandil para cubrir el cuerpo entre la población femenina mayor de 45 años. Fue evidente que nuestra simple presencia y sobre todo algunas enseñanzas y herramientas que proporcionamos en los talleres propi­ ciaban un aumento en la autoestima, una ampliación del abanico de opciones y, por ende, cambios en la jerarquía familiar. Por ejemplo, a raíz de su participación, dos madresposas jóvenes (entre 25 y 30 años) con marido migrante dieron los pasos para lograr, en el primer caso, el regreso del padre-esposo para reconstruir la convivencia familiar cara a cara del matrimonio y su hija de 6 años; y en el segundo caso, la localización de su cónyuge (mediante el programa “Localización de padres ausentes” de la Secretaría de Relaciones Exteriores) tras años de silencio para tristemente enterarse de que en el Norte él había for­ mado otra pareja y tenido descendencia con ella. Aun en este segun­ do desenlace, sin duda emocionalmente devastador para la esposa en México y su hija, se logró la resolución de una situación prolongada de angustia e incertidumbre y de una vida matrimonial en el limbo. Como comentó la joven esposa: “yo quiero cerrar lo que pasó con [fulano], para poder seguir con mi vida” (Cortés 2012, 23). Con los tres grupos de edad, aunque llevamos un control de la asis­ tencia para nuestros fines de evaluación del impacto del proyecto, la participación fue en todo momento sin coerción alguna y originada en última instancia por el bienestar y motivación logrados en las mismas sesiones. Si bien no queda constancia por escrito del consentimiento de cada joven, mujer y persona mayor (documento que les hubiera parecido no sólo ajeno a su experiencia sino hasta sospechoso), tene­ mos la plena conciencia de haber procedido éticamente y sin violar sus derechos humanos. Además, desde un principio abordamos y en­ listamos el apoyo de las autoridades morales y políticas comunitarias (sacerdote, jefe de tenencia, comisariado ejidal, líderes del club de migrantes en Chicago) e instancias gubernamentales (director de la secundaria, presidente municipal, doctor a cargo del centro de salud). A estos líderes les mantuvimos informados del conjunto del proyecto y recibieron los materiales didácticos elaborados por nuestro equipo.

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Las dinámicas de interacciones simultáneas con las generaciones de abuelos, hijos y nietos En todas las actividades nos esforzamos por concienciar a cada gru­ po generacional del punto de vista y problemáticas enfrentadas por las demás generaciones, en un afán de acercarlas e invitar a los par­ ticipantes a aprender a “ponerse en los zapatos” del familiar. Por ejemplo, ofrecimos a los abuelos una charla sobre el desarrollo físico y emocional en los adolescentes e insistimos en las circunstancias tan distintas que enfrenta toda la población rural hoy día respecto a hace veinte años; hablamos con los padres de familia de la escuela secundaria sobre las adicciones, tan comunes en la adolescencia, pero haciéndoles ver que el abuso de drogas “blandas” como el tabaco y el alcohol es algo que pueden estar observando los jóvenes entre la población adulta, ya sea en casa o bien en la comunidad. El comen­ tario lacerante de un septuagenario: “la juventud de hoy es un asco, hombres y mujeres” nos subrayó la urgencia de contribuir a mitigar las tensas interrelaciones generacionales y lograr una mayor com­ prensión, máxime en el caso de familias “dona”. Recuperamos los aprendizajes de estos diálogos intergeneracionales en las tres guías de reflexión diseñadas para cada una de las generaciones y destinadas a propiciar la empatia, la capacidad de ponerse en los zapatos del otro. El reto de atender a subconjuntos humanos con necesidades y pro­ blemáticas distintas pero al mismo tiempo entrelazadas por parentes­ co y vecindad se facilitó con el cruce de fronteras disciplinarias. El acercamiento a la psicología a través de dos miembros del equipo co­ laborador y a la antropología visual, gracias a la participación de una colega especialista como responsable del taller de foto y otra como responsable del taller de teatro, nos dio a todos los miembros del equipo nuevas maneras de encarar la atención a población vulnerable. Con el paso del tiempo, al tratar a abuelos, hijos y nietos de un mismo grupo familiar, el dilema ético que surgió fue de compartir o no información delicada (que salió a relucir en las actividades con una generación) con sus parientes de otra generación. Por ejemplo, al elaborar árboles genealógicos y obsequiarlos a los abuelos, propi­

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ciamos el descubrimiento de vínculos olvidados o no comprendidos, sobre todo por parte de los jóvenes. Sin embargo, al mismo tiempo abrimos viejas heridas al fomentar los recuerdos sobre miembros de la familia fallecidos o alejados físicamente y/o emocionalmente. En varios grupos familiares los abuelos hicieron “reacomodos” de los lazos de sangre o de afinidad para con ciertos parientes: la esposa que no quería incluir la foto del marido (“¡Al cabo él nunca está aquí!”); la abuela que ubicó al nieto que había criado desde bebé como si fue­ se un hijo más suyo, lo cual nos planteaba el dilema de la colocación de los apellidos paterno y materno en el árbol. Decidimos que no sería ético revelar intimidades o secretos familiares directamente con las personas involucradas, pero sí aprovechamos la enseñanza en los materiales de difusión en forma de casos paradigmáticos. Es decir, mandamos mensajes genéricos, por ejemplo: de nietos a abuelos (“no somos tan diferentes a ustedes cuando eran adolescentes”); de padres que crían a sus hijos a distancia a abuelos (“pongámonos de acuerdo en la educación del hijo/nieto”); o de abuelos a sus hijos adultos (“yo también tengo necesidades afectivas o problemas de salud y necesito tu apoyo”). La meta de buscar beneficios simultáneos para las tres generacio­ nes de personas vulnerables se logró mediante la movilización de los talentos y el compromiso de docentes y estudiantes de tres niveles educativos (medio superior, superior y posgrado). Lanzamos la pre­ gunta: ¿para qué me sirven estos talleres a mí -maestro de secundaria, estudiante de licenciatura, investigadora- en mi formación? Se fue­ ron estableciendo eslabones sucesivos. El primero fue entre la profesora de enlace en la secundaria y la investigadora principal -entre nosotras dos se dio un entendimiento y compromiso por el bienestar de la población vulnerable que permitió imaginar estrategias y actividades novedosas-. Ella se convirtió en aliada y cómplice mía ante las inercias de la burocracia escolar y para enlistar la colaboración de los demás docentes que nos permitió dis­ poner de un horario de dos horas y media ininterrumpidas mensuales. El segundo eslabón se presentó un tanto fortuitamente, gracias a un convenio firmado entre El Colegio de Michoacán ( c o l m i c h ) y la

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Universidad de la Ciénaga de Michoacán de Ocampo ( u m c ) , promo­ vido por un antropólogo egresado del c o l m i c h , ahora profesor de la u m c . De la trayectoria profesional innovadora de Estudios Multicultu­ rales ofrecida en la u m c , institución pública creada en 2006, un grupo comprometido de trece veinteañeros se unieron a los talleres, en com­ pañía de un profesor, en febrero de 2011. Pronto, con su entusiasmo y talento joven, ellos se convirtieron en una bisagra muy eficaz entre, por una parte, los adolescentes y adul­ tos mayores, y el equipo colaborador c o l m i c h , cuyas edades se ubi­ caban en el tramo intermedio entre ambos. Para los adolescentes de la secundaria eran modelos a seguir: gente rural como ellos que con tesón y esfuerzo más que recursos fáciles estaban estudiando una ca­ rrera de la cual nunca habían escuchado hablar. Eran sus confidentes y compañeros de partidos de fútbol, al mismo tiempo que una prueba de que era posible “llegar a ser alguien en la vida”. Para los adultos mayores, la atención recibida de parte de los universitarios era muy grata y renovaba su fe en la juventud, una fe bastante deteriorada por lo que los de la tercera edad catalogaban como “la perdición de los jóvenes de hoy”. Este segundo eslabón se afianzó con dos modalidades de forma­ ción de investigadores en ciernes: 1) el becario del proyecto f o m i x ; 13 y 2) el servicio social para la titulación a nivel licenciatura. En el primer caso, la labor del becario fue remunerada con fondos del financiamiento del Gobierno del Estado de Michoacán, el Consejo Estatal de Ciencia y Tecnología ( c o e c y t ) y el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología ( c o n a c y t ) en el rubro de formación de recursos humanos. En el segundo, el trabajo se contabilizó como requisito de formación universitaria. En las dos modalidades, la colaboración permitió rea­ lizar tareas de largo aliento y mayor compromiso con el proyecto, fomentando la reflexividad y la creatividad juvenil. Los jóvenes ela­ boraron reportes de reflexión sobre cada sesión del taller en donde 13 La fase de este proyecto llevado a cabo entre febrero de 2011 y junio de 2012 recibió financiamiento en el marco del proyecto de Fondos Mixtos (f o m i x ) 2010-02 (véase Cortés 2012).

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comentaban desde recomendaciones de logística hasta observaciones y aprendizajes para el análisis que retroalimentaron la investigación. La realización de investigación antropológica en un clima amenazado por violencias cotidianas Sin duda el reto que nos tomó más desprevenidos y para el cual es­ tábamos menos preparados fue el de realizar labores en una región enfrascada en un clima de violencias cotidianas14vinculado al crimen organizado y al narcotráfico. Durante la duración de nuestros talleres estaban a la orden del día fechorías de la delincuencia y operativos de combate a la misma, desplegados por aparatos del Estado-nación mexicano.15 Esto agregó una capa adicional de complejidad a la in­ vestigación y a la atención. El asunto tuvo dos vertientes para esta investigación-acción: la protección de la integridad física de inves­ tigadores e investigados, así como también una oportunidad de aná­ lisis. En un innovador volumen centrado en los riesgos y peligros que enfrentan los investigadores sociales en el trabajo de campo, las sociólogas británicas Geraldine Lee-Treweek y Stephanie Linkogle argumentan que los textos contemporáneos sobre la ética en este campo consideran los posibles riesgos y daños para los investigados mientras que “el asunto de las necesidades de bienestar y seguridad del investigador y de sus colaboradores suele pensarse de manera 14 Con este término me refiero a una constelación de vivencias diarias del ejercicio arbi­ trario de la fuerza -llám ese violencia de género, generacional, del crimen organizado, del Estado- que se normaliza y tiende a cancelar las esperanzas de un futuro pacífico y provechoso para la población vulnerable. 15 La Operación Conjunta Michoacán fue lanzada por el presidente Felipe Calderón en diciembre de 2006. Durante el desarrollo del proyecto de investigación, el combate al crimen implicaba retenes del ejército en la carretera, la llegada sorpresiva de soldados quienes revisaban casa por casa para detener a presuntos malhechores y la aparición de cadáveres en los alrededores de la localidad. El caso más trágico, cubierto am­ pliamente por la prensa mexicana y estadounidense, ocurrió en la navidad de 2011: el asesinato de tres varones jóvenes, cuyos cuerpos calcinados fueron hallados en la cajuela de un vehículo. El más joven de ellos (17 años) radicaba en Chicago y estaba de visita en el rancho.

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superficial, ad hoc y contingente una vez en campo” (2000, 1). Las autoras distinguen cuatro tipos de peligros -físico, emocional, ético y profesional-, mismos que nuestro equipo enfrentó en este proyecto, como atestigua este capítulo. En primer lugar, el peligro de sufrir agresiones o verse involu­ crados en enfrentamientos armados nos obligó a tomar medidas de protección al equipo colaborador y a los participantes. Dichas me­ didas incluían logísticas específicas: realizar únicamente actividades diurnas dentro de las instalaciones del plantel de la escuela secundaria técnica o del salón ejidal (con excepción de dos de las tres clausu­ ras que se llevaron a cabo en la plaza principal), eliminar las visitas planeadas en localidades más aisladas y monitorear situaciones de posible peligro. Les pedimos a las autoridades locales y a la profesora de enlace de mantenemos informados de acontecimientos relevantes en la región, mismos que no transcendían al noticiero o a la prensa local. Por razones de protección, también abandonamos la intención de recorrer los lugares de origen de los alumnos para la realización de actividades de los talleres de video y fotografía. En cuanto a los adolescentes participantes, decidimos que el portal de Internet tendría una parte pública y otra restringida a la comunidad de participantes y personas autorizadas por la responsable del proyec­ to. Las imágenes de las caras de los participantes aparecen únicamen­ te en la parte de acceso restringido. Sus nombres no aparecen. Cuando he presentado este proyecto en diversos foros académicos, frecuentemente se me pregunta si no sentía miedo, si no era arriesga­ do. Mi respuesta siempre ha sido afirmativa; en lo personal y en lo colectivo me invadía el temor pues cargaba con la responsabilidad de movilizar a un equipo colaborador de alrededor de veinte personas. Sin embargo, como le explicaba yo a mi público, el miedo nos puede paralizar o bien motivar a la acción. En mi caso y para el equipo de investigación afianzó la convicción inicial de luchar contra el círculo vicioso de la violencia sin sentido con conocimientos, en vez de com­ batirlo con armas. En términos analíticos, en el desarrollo de los talleres el tema de la violencia cotidiana fue constantemente comentado por los jóvenes,

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las mujeres y las personas de la tercera edad. Resultó evidente que todos tenían necesidad de hablar de aquello que describían en frases como éstas: “es lo que vivimos. El narco tiene el poder”, “no puedes salir a la calle a gusto; te están molestando”, “nada más ayer se lle­ varon [los soldados] a tres”. Convocamos al equipo colaborador para discutirlo y determinamos que había que darle cabida dentro de los talleres, pues si estábamos creando canales para la libre expresión de los conflictos que sentían los jóvenes en su crecimiento o las madres de familia cuando salían sus hijos o los abuelos cuando se sentaban a platicar en la plaza, éste era uno que no habíamos contemplado en la fase de diseño. He aquí un ejemplo de una característica distintiva de la investigación-acción señalada por Stephen Small: “tanto el foco de interés de la investigación como la metodología pueden reorientarse conforme proceda el estudio” (1995, 942). Así, en los ejercicios teatrales y fotográficos afloraron explícita­ mente escenas del crimen organizado y el narcotráfico: hubo varias historias presentadas en la explanada de la escuela de enfrentamien­ tos armados entre delincuentes que nos dejaron ver que, tristemente, los adolescentes estaban familiarizados y preocupados con las opera­ ciones de malhechores y cuerpos judiciales que ocurren en la zona de captación de escolares que abarca a seis localidades rurales. Por otra parte, en nuestras charlas de orientación vocacional hubo estudiantes que abiertamente aspiraban a convertirse en narcos. Los profesores expresaron sus sospechas de que algunos ya hubiesen sido reclutados como vendedores de droga al menudeo. Al constatar que más de un adolescente no podía vislumbrar un futuro más allá de diez años (sus respuestas a la pregunta del cuestionario incluían: “si no me he muerto”, “si aún sigo con vida”, “yo soy de las que cree que el mun­ do se va a acabar”), pudimos comprender la cancelación de futuros, producto de la violencia cotidiana, y el enorme reto que estábamos asumiendo al querer ayudarles a imaginarse estudiando una carrera universitaria, formando una pareja y familia, o simplemente llegando a la vida adulta. De hecho, uno de nuestros aprendizajes más reveladores de los ta­ lleres fue el potencial de los tránsitos en doble sentido entre la ficción

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y la vivencia.16 Descubrimos que el acercamiento a temas escabrosos por la vía de la imaginación y la creatividad artística permitió explorar emociones y pensamientos en tomo a las vivencias íntimas y muchas veces dolorosas de la separación familiar. Incluso creó espacios para ensayar posibles soluciones e imaginar desenlaces alternativos. Por ejemplo, una de las fotohistorias17 emanadas del taller de fotografía con los adolescentes se intituló “San Francisco, el pueblo que se libró del narco”. Cuenta la historia de un pueblo agrícola con tierras infértiles captado por el narcotráfico hasta que un día en un tiroteo murió la mayoría de la población. Sólo así los sobrevivientes comprendieron que “el tener muchas riquezas y poder les duró poco tiempo”. De ahí en adelante, se dedicaron a trabajar sus tierras y a estudiar, dando como resultado que “el pueblo de San Francisco empezó a ser un pueblo tranquilo, próspero y con gente de provecho”. Tal como lo plantea Small en su revisión de cuatro modelos de investigación-acción en términos de sus agendas, epistemología y me­ todología, el modelo feminista ha enfatizado que “las emociones pue­ den ser fuente de nuevas formas de comprensión [insights] y afectar el proceso de investigación” (ibíd., 247). Tanto en las consultas psi­ cológicas personalizadas como en los talleres de manejo de estrés las emociones desatadas plantearon varios dilemas pero también opor­ tunidades para analizar sus significados y replantear objetivos. Ine­ vitablemente dichas actividades implicaban la reapertura de heridas psicológicas en la búsqueda de su posible sanación; abrían las com­ puertas de las emociones. Como señala la historiadora de ascendencia japonesa Valerie Matsumoto (1996), en sus entrevistas con personas mayores Nisei18 acerca de los campamentos de intemamiento en Ca­ lifornia durante la Segunda Guerra Mundial, sin querer “se abrían las compuertas de recuerdos dolorosos” (ibíd., 163). Aunque inicial­ mente ella como entrevistadora se sentía incómoda, mal preparada 16 Agradezco a Gabriela Zamorano, encargada del taller de fotografía con los adoles­ centes y con los adultos mayores en 2011, por esta lúcida observación. 17 Ésta y las otras cinco fotohistorias se pueden ver en el portal de Internet: www.colmich.edu. mx\taller_vi vir\actividades. 18 El término j aponés Nisei significa segunda generación; se refiere a personas de padres japoneses nacidos fuera de Japón, en este caso en Estados Unidos.

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(por carecer de entrenamiento psicológico) y apagaba la grabadora, cuando se repetía la escena con otros entrevistados quienes insistían en continuar con la entrevista, pudo hacer la siguiente reflexión: “em­ pecé a entender la fuerza de la necesidad de contar” (ibíd., 164). Para respetar la confidencialidad necesaria en la relación paciente/ terapista, a la psicoterapeuta familiar que formó parte del equipo co­ laborador se le pidió que informara únicamente de manera general al resto del equipo del tipo de problemáticas surgidas en las consultas con los ocho jóvenes y las cinco personas mayores que ella atendió. De esta manera se alertaba al equipo de la existencia de algunas si­ tuaciones graves enfrentadas por nuestra población blanco tales como violencia intrafamiliar, comportamientos autodestructivos, depresión y pensamientos suicidas, entre otras. Al ofrecer estas consultas gratuitas de manera sumamente discre­ ta, se suscitó el dilema siguiente: ¿era necesario/conveniente solicitar el permiso de los padres de los adolescentes para que asistieran a con­ sulta? La profesora de enlace en la escuela consideró que cualquier acción llevada a cabo dentro del plantel en beneficio del alumno con­ fiado a la planta docente con afán de mejorar su rendimiento escolar era justificada sin requerir un permiso explícito del padre de familia. De hecho, informar a sus padres de la asistencia de su hijo/a a terapia podría verse como una traición de la confidencialidad, puesto que fre­ cuentemente los conflictos y angustias tratados se relacionaban con acciones y actitudes de los padres. Es decir, los miembros del equipo y nuestros colaboradores en la escuela juzgamos que los beneficios de ser escuchado y de recibir orientación profesional eran mayores que los posibles daños para el joven y para su grupo familiar. Los esfuerzos y compromisos de seguimiento a una investigación que algún día necesariamente concluye “¿Van a seguir viniendo?”, me preguntaba insistentemente una de las mujeres septuagenarias que más entusiastamente participó en el taller “Contar nuestras historias” del Club de la Tercera Edad. En sus eva­ luaciones escritas, la veintena de mujeres que asistieron asiduamente

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al taller de manejo de estrés pedían que las sesiones continuaran con nuevos temas. “Quiero aprender más” fue uno de los comentarios vertidos. Los alumnos más chicos de la secundaria me reclamaban: “¿por qué a los de tercer año les hicieron tantas actividades y a no­ sotros no?” En otras palabras, todos los grupos atendidos hubiesen querido que el proyecto no acabara. En principio, todo proyecto de investigación tiene un claro punto de arranque y otro igualmente preciso de conclusión. El lapso inter­ medio o periodo de duración se puede desglosar en tres grandes fases: diseño, implementación y análisis. El presente proyecto no cabe tan nítidamente en estos compartimentos lógicos y progresivos. Su di­ seño se gestó en realidad durante largos años de investigación en la localidad de estudio; se implemento en varias fases: una exploratoria financiada por El Colegio de Michoacán y luego otra fase con financiamiento externo que se vio truncado.19 Pero ¿cuándo y cómo concluye? Un punto de conclusión del pro­ yecto con recursos externos es el de la entrega de los productos pro­ metidos (o entregables en la jerga burocrática de moda) a las institu­ ciones financieras. En este caso, tal punto de conclusión no es más que un “corte de caja” de resultados y recomendaciones plasmados en informes sustantivos y financieros y en publicaciones como ésta. La difusión de resultados y el seguimiento de las vidas de los participan­ tes abren nuevos panoramas para la evaluación y la puesta en marcha de un modelo integral de atención a las necesidades no cubiertas de familias de migrantes. El propósito del seguimiento es capitalizar los resultados para lograr un mayor impacto social; en el caso de este modelo de atención integral a familias migrantes se pretende: 1) crear sinergias entre los sectores académico, público y privado comprome­ tidos con población migrante vulnerable; y 2) difundir los resultados

19 Lamentablemente la entrega de la segunda partida del financiamiento no se realizó por parte del Gobierno del Estado de Michoacán en 2012, año electoral presidencial y de conclusión de la gubematura. La incertidumbre, falta de oportunidad y hasta incumplimiento de un convenio con recursos etiquetados son limitaciones de nuestras instituciones mexicanas que no deben callarse en una reflexión sobre la ética en la investigación social.

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de investigación entre diversos públicos como un camino para impul­ sar aún más esas sinergias. Gráficamente imaginamos no un círculo cerrado sino una espiral ascendente. Por otra parte, el hecho de constituir un equipo multigeneracional y multidisciplinario ha planteado otro dilema propio de la investiga­ ción-acción en su fase post-indagación: ¿quién controla los resultados de la investigación, a quiénes les pertenecen? En otros paradigmas, la pregunta ni siquiera se plantea porque es obvio que es el investigador o la instancia financiadora. En este caso, la devolución de los resulta­ dos a los participantes ha sido un primer compromiso y reconocimien­ to de que a ellos les pertenecen. En términos del equipo, el acuerdo ha sido que cualquier colaborador tiene acceso a la información produ­ cida y tiene el derecho de publicar resultados, siempre que reconozca explícitamente al proyecto, sus fuentes de financiamiento y la contri­ bución de otros colaboradores. También se espera que el colaborador discuta su borrador con los colegas antes de publicar pues se trató de un esfuerzo colectivo en el cual se propició el diálogo intergenera­ cional e interdisciplinario. Aunque la devolución a los participantes y la “copropiedad” de los resultados no eliminan por completo las relaciones de poder inherentes en un equipo como el nuestro, sí cons­ tituyen pasos hacia la meta de mitigar las posibilidades de relaciones de explotación entre investigador e investigados, entre investigador responsable y colaboradores. Punch (1994) insiste en esta necesidad de evitar relaciones de explotación entre investigador e investigados.

C o n s id e r a c i o n e s

f in a l e s :

ROMPIENDO TABÚES PARA LANZAR RECOMENDACIONES

El tabú de la reflexión ética No es abundante la literatura sobre las responsabilidades de los inves­ tigadores sociales, menos aún en lengua castellana.20 Parecería que 20 La bibliografía citada en este capítulo da cuenta básicamente de discusiones en len­ gua inglesa llevadas a cabo en Estados Unidos y Gran Bretaña.

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las inevitables negociaciones entre el investigador y los investigados, o bien entre miembros de un equipo de trabajo con instancias financiadoras y evaluadoras pudieran ser comentadas en foros o en conver­ saciones de pasillo, pero a la hora de la obra publicada fuesen todos temas tabú. Tampoco se le dedica mucho tiempo en el entrenamiento de los futuros analistas sociales, fuera de algunas advertencias y re­ comendaciones en seminarios metodológicos. Acaso se les remite a los códigos de ética y responsabilidades profesionales aprobados por asociaciones de antropólogos en otros países.21 Las piedras angulares de estos códigos son tres: evitar el daño a los investigados, conseguir su consentimiento informado para ser investigado, y respetar su pri­ vacidad y confidencialidad. En los apartados anteriores he abordado precisamente estas metas con las cuales comulgo plenamente. Wolf señala que “los antropólogos, particularmente los feministas, han es­ tado a la vanguardia en la experimentación con métodos más éticos y de menor grado de explotación” (1996, 8). Es necesario interrogarse sobre las razones de la poca importancia otorgada a cuestiones de ética en la investigación social en Méxi­ co.22 Claramente una de las más poderosas es herencia del paradigma predominante: desde el positivismo se considera como “no científi­ co” dar cuenta de los replanteamientos, escollos y dificultades que 21

El Colegio de Etnólogos y Antropólogos Sociales (c e a s ), asociación civil que agrupa a más de 500 profesionistas en México, tiene entre sus objetivos “vigilar y procurar activamente el ejercicio de la profesión” (www.ceas.org.mx). Aunque ha avanzado en la redacción de un código de ética en varias ocasiones, el c e a s -según uno de sus ex presidentes (periodo 2008-2010)- aún no logra llegar a una versión aprobada por su membresía debido a ciertos dilemas escabrosos. Comunicación personal, Laura Valladares, Hermosillo, 21 de noviembre de 2011. 22 Considero que los investigadores sociales en salud, particularmente la reproductiva, constituyen una punta de lanza en cuanto a reflexiones éticas y a la incorporación de una perspectiva de género en México. Cf. por ejemplo Figueroa (2002) para tra­ ducciones de discusiones en este sentido llevadas a cabo en foros internacionales y socializadas en el marco del Programa de Salud Reproductiva y Sociedad en El Co­ legio de México. Monk et al. (2009) es un botón de muestra de reflexiones en tomo a las personas que trabajan desde las trincheras en la región transfronteriza MéxicoEstados Unidos, donde la colaboración en proyectos con financiamiento exige el con­ sentimiento informado de los participantes.

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marcaron el proceso de indagación y producción de conocimiento. Sin embargo, en las ciencias sociales, al estar investigando a personas de carne y hueso, el proceso de investigación es necesariamente dia­ léctico. En la investigación-acción, particularmente en su modelo de investigación participativa, el investigador persigue una intervención que cambie personalmente y beneficie tanto a los participantes como al mismo analista (Small 1995, 945). Por supuesto que dichos cam­ bios serán tanto de corto como de largo plazo; podrán abarcar desde modificaciones superficiales hasta las que transforman el rumbo de una vida. A estos cambios me he querido referir con la frase “mi giro de trabajar sobre familias migrantes a trabajar con ellas”. Al considerar el compartir, difundir y “traducir” los hallazgos para diversos públicos mi responsabilidad ética como investigadora, asumí el compromiso de entregar oportunamente los varios materiales ema­ nados de la investigación a población vulnerable a ella misma, a los grupos y organizaciones comprometidos con el bienestar de las fami­ lias migrantes, y a las instancias financiadoras del proyecto. Los prin­ cipales resultados son un portal de Internet;23 tres guías de reflexión24 dirigidas a adolescentes para ayudarles en la forja de un proyecto de vida, a abuelos que crían a sus nietos, y a padres y madres transnacio­ nales, respectivamente; y un video en formato d v d que relata la mar­ cha del proyecto y reflexiona abierta y críticamente sobre sus retos y resultados. El portal, un resultado en constante actualización, es un espacio de comunicación intergeneracional y transnacional pues está al alcance de familiares en el Norte. Como medio de difusión ágil y poderosa en cuanto a su envergadura, representa un esfuerzo por crear una comunidad alrededor del proyecto y democratizar los resultados. Las guías, el video y el portal constituyen un material didáctico que recupera los aprendizajes del proyecto y los ofrece en primer término, a los mismos participantes y subsiguientes generaciones de estudian­ 23 Consúltese en www.colmich.edu.mx\taller_vivir. Para obtener una contraseña para el acceso, favor de contactar a la autora: [email protected] 24 “¡Oye! ¿Te quieres conocer?” (2011); “Criando a nuestros nietos” (2012); “Educando a nuestros hijos a distancia” (2012).

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tes de la secundaria técnica en la cual llevamos a cabo el proyecto; pero simultáneamente a otras escuelas, centros de salud, agrupacio­ nes religiosas de jóvenes, clubes de migrantes y abuelos de los parti­ cipantes, entre otros usuarios. En cuanto al seguimiento que multiplicará los beneficios para familias de migrantes, hemos identificado y abordado a líderes de grupos en los sectores educativos, públicos y privados que podrían replicar la experiencia nuestra o traducirla para otros fines y en otros medios de difusión (como cápsulas radiofónicas). Como parte de un programa de vinculación y transferencia del conocimiento sobre fa­ milias y migración, hemos ofrecido nuestro modelo de atención inte­ gral a familias migrantes a gobiernos municipales y comunidades del estado de Michoacán en un esfuerzo por alcanzar un mayor impacto social. Hacia una agenda transformadora de la cotidianeidad de familias migrantes mexicanas Con base en los aprendizajes de este proyecto y para contribuir a me­ jorar la salud mental y bienestar de millones de familias migrantes mexicanas donde quiera que estén, recomiendo las siguientes medi­ das: 1. La elaboración de diagnósticos del estado de bienestar físico y emocional de las familias migrantes, prestando especial atención a los grupos más vulnerables: hijos menores de edad, esposas solas, personas de la tercera edad, todos ellos dependientes emocional y económicamente de los migrantes. La presentación de los re­ sultados de dichos diagnósticos ante las instancias de protección competentes para que tomen las acciones necesarias: Sistema Na­ cional para el Desarrollo Integral de la Familia ( d i f ) , oficinas de la red consular de México en Estados Unidos y Canadá, gobiernos estatales y municipales, Dirección General de Protección de la Se­ cretaría de Relaciones Exteriores, oficinas de atención a migrantes en las entidades federativas, entre otras.

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2. La realización de talleres que ofrezcan actividades de apoyo psico­ lógico, de orientación vocacional y de crecimiento personal a los miembros de familias de migrantes, acordes con las necesidades no atendidas de los diferentes grupos de edad. 3. La construcción de alianzas con organizaciones de la sociedad ci­ vil, tanto de clubes y federaciones de migrantes como fundaciones privadas, para que sumen sus conocimientos y recursos a la meta de una vida más sana para cada familia de migrantes en México.

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