Retos en la formación para el trabajo en la educación superior ante la globalización y la política educativa nacional

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RETOS EN LA FORMACIÓN PARA EL TRABAJO EN LA EDUCACIÓN SUPERIOR ANTE LA GLOBALIZACIÓN Y LA POLÍTICA EDUCATIVA NACIONAL

Retos en la formación para el trabajo en la educación superior ante la globalización y la política educativa nacional Manuel A. Monroy Correa Universidad del Valle de México

Nota sobre el autor

Manuel A. Monroy Correa es Licenciado en Literatura Latinoamericana y actualmente cursa la Maestría en Educación basada en Competencias en la Universidad del Valle de México. Esta investigación es el trabajo final para la materia Política Educativa del primer semestre.

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Abstract

La revisión del plan nacional de educación superior para México al lado de los órganos internacionales es una oportunidad para ejercer una crítica que proponga construir el diálogo entre el mundo económico global, dictador de los estándares educativos en su cambio vertiginoso y, la necesidad de reflexionar sobre las desigualdades y la diversidad que ha generado la globalización. En este sentido, el trabajo propone, detrás de una línea de pensamiento crítico de algunos pensadores y educadores, la forma en que una postura ética, moral y crítica permitan ir más allá de la forma en que son tratados de paso, conceptos como el de “igualdad de oportunidades”, “sociedad del conocimiento”, entre otros.

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Indice

Introducción

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Antecedentes

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Justificación

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Objetivos

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Metodología

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Capítulo 1. Marco de referencia

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La globalización y sus impactos

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La política educativa nacional

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Modelo sistemático de análisis para la identificación de los retos

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Capítulo 2. Los retos en la formación para el trabajo en la educación superior ante la globalización y la política educativa nacional

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En el diseño y operación de los programas educativos

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En la normatividad y administración institucionales

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Conclusión

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Bibliografía y referencias

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Introducción

Antecedentes La entrada necesaria –forzada– de América Latina y los países en desarrollo hacia la globalización ha traído cambios radicales que han puesto en jaque a las situaciones internas de los países en muchos aspectos por resolver. Los debates y reflexiones que sobre el tema se han dado, abundan desde entonces en diversos temas, y la educación debía tomar un lugar importante en todas ellas. Para muchos (Muñoz, 2005; Saxw-Fernández & Delgado, 2005; Chomsky, Dieterich & Garrido, 1995, entre otros), la globalización ha sido la entrada al imperialismo económico e ideológico en contra de los países en desarrollo, en los cuales, hasta los programas nacionales de educación se ven afectados por el concepto global de “calidad” y sus mecanismos de gestión “que refuerzan la imposición de decisiones desde la cúpula a la base, privilegian la visión de los que tienen el control, y refuerzan las estructuras de dominación” (Bartolome & Flecha, 2004. P. 159). Al respecto las desigualdades, tanto materiales como de instrumentos de gestión educativa, ya sea entre universidades privadas o públicas, se agudizan frente a las ideologías posmodernas y la globales desde la plataforma de los medios de comunicación, logrando construir sutiles mecanismos de diferenciación entre los individuos (Muñoz, 2005). Los organismos internacionales como UNESCO, el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional, promueven en la era de la globalización una vuelta a los valores universales y una estandarización de la educación como producto dentro del mercado global, haciendo de los profesionistas “capital humano” pero con una perspectiva de libertad, igualdad, justicia, etc. Existe una fuerte contradicción en el discurso de los órganos internacionales. Por un lado, valores “universales”, y por otro lado, una diversidad irreconciliable con la homogenización propia de la economía global y sus estándares materiales de calidad. Así, conceptos como “Sociedad del Conocimiento” resultan ambiguos en cuanto a la forma en que el término es tratado por dichos órganos y su adopción por los Estados nacionales del Tercer Mundo. “Por un lado, se mantienen como huecos paradigmas de un espíritu ilustrado ya caduco; por otro, se pretenden ideales regulativos para un nuevo cosmopolitismo republicano o elemento movilizador light de organizaciones no gubernamentales que parecen, blandamente, haber tomado el relevo de la otrora clase obrera revolucionaria”

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Rodríguez Magda (2004). p. 29. En cuanto a los pilares de la educación (Delors, 1996), debe fomentarse el debate de su aplicación real a las circunstancias materiales e ideológicas de las diversas comunidades universitarias del país e integrar lo que las Humanidades tienen que decir frente a la globalización, los programas educativos y la política educativa nacional.

Justificación La importancia de hacer una revisión de la relación que existe entre los programas nacionales de educación, a partir del Plan Nacional de Desarrollo y el Programa Sectorial de Educación 2007-2012, es contextualizar la actualidad y la continuidad de ideas elaboradas por el Gobierno del Estado y la realidad del entorno global en México. Conocerlas y observarlas implica mirar hacia dónde se proyecta la educación superior nacional de cara a la globalización en el futuro próximo.

Objetivos Conocer críticamente las fuentes informativas oficiales de la política educativa nacional para cotejarlas con las expectativas creadas y posibles que se tienen de la educación superior mexicana, teniendo como telón de fondo el discurso ideológico de los organismos internacionales. Plantear el panorama de la realidad social que la educación superior tiene ante la globalización y la política educativa nacional para identificar los retos que, más allá del discurso oficial, se erigen sobre la misma.

Metodología Se realizó una investigación sobre las fuentes primarias de la política educativa nacional y su relación con los propósitos de la política educativa para el mundo de los organismos internacionales. Se contrastó la información con la revisión crítica de algunos autores al margen del discurso oficial gubernamental para diseñar la línea de investigación y la perspectiva con que iba a ser abordado el tema.

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Capítulo 1. Marco de referencia

La globalización y sus impactos

La globalización abrió mundialmente la internacionalización y la transnacionalización haciéndolas inmediatas. Las relaciones comerciales mundializadas y su organización transfronteriza modificaron para siempre la economía de los Estados-nación. Asimismo, las comunicaciones inmediatas son un factor primordial en la comprensión de nuestro tiempo, y sus efectos sobre la conformación de nuestra sociedad ha terminado por designarla, en un entorno global, “sociedad de la información”. La vida cotidiana de los individuos, las ideas y los discursos culturales de la posmodernidad tienen su raíz y continua modificación en este hecho. La globalización no es un acontecimiento económico exclusivamente, es una transformación total de la sociedad en sus 3 pilares más básicos: 1) la manera de producción; 2) la manera de vivir y 3) las formas de gobierno (Castells en Nogué Font & Rufí, 2001). Aunados a estos, la definitiva cobertura mundial de la internacionalización, la inmediatez de la transnacionalización y la homogenización se suman a las características primordiales de la globalización. Como afirman Nogué Font y Rufí (2001): La globalización va mucho más allá de una mundialización de las relaciones económicas. Abraza, inevitablemente, todo un amplio abanico de aspectos de nuestra realidad circundante y de nuestra vida cotidiana que, directa o indirectamente, se ven afectados por ella: la geopolítica, la universalización de determinados idiomas, la cultura en su sentido más amplio (preferencias estéticas, movimientos artísticos, indumentaria y vestuario, hábitos de consumo) e, incluso, la homogeneización de algunos paisajes (en especial los occidentales).

Habría que añadir toda la complejidad que compone la vida de los individuos y las sociedades: desde aspectos de la identidad y la tradición, pasando por los fundamentalismos (“hijos de la globalización” según Giddens, 2000) hasta la manera en que creamos un mundo individualizado fomentado por el mercado. En sus inicios, hablar de globalización era hablar de crisis, en sus aspectos más desconcertantes, pues presentaba un cambio en la Modernidad. Acompañado del polémico término “posmodernidad” que ya venía problematizándose en los ambientes académicos

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desde los años de 1970, la globalización ha contribuido a complejizar sobre el asunto. Alain Touraine (1998), reflexionando sobre la Modernidad clásica (de los siglos XVI-XVIII), habla del sujeto y su conformación social a través de la educación como modelo de los valores que funcionan en la misma vida social, introduciéndolo a un código de “legitimación y evaluación” de las instituciones. “El individuo es individuo en cuanto es socializado” (Touraine & Rovatti, 1998). Sin embargo, desde finales del siglo XX hasta hoy, el dominio de las finanzas en la era global determina una “crisis cultural” en la que el vínculo entre la individualidad moral, la racionalidad instrumental y la sociedad como control de ambas, se rompe. El predominio del capital financiero sobre el industrial, provoca, según Touraine, la imposibilidad de definirse como ser social; más bien como consumidor de marcas “desnacionalizado, deslocalizado... éste es, mi mi opinión el proceso central de nuestra experiencia de vida” (p. 20). Es, pues, el mercado lo que provoca la individualización del sujeto, que ya no es definido por un sistema de producción, sino por el de consumo y la identificación consigo mismo más que por sus relaciones o una clase social, una nación, etc. Así, por ejemplo, si tengo una cuenta en Facebook, lo que me define es el hecho de tenerla y el gran número de “amigos”-contacto que tengo y aplicaciones web que uso (ni siquiera produzco), así como los enlaces a sitios y funciones web que comparto ; no así el hecho de que junto a las amistades que tengo, conformo un grupo social, identificado por los mismos intereses y acciones, sino la presencia de mis comentarios casi en competencia con el de los demás: la pantalla encendida o apagada; no basta con estar conectado, hay que protagonizar. Siguiendo el pensamiento de Touraine, las diferencias entre sociedades e individuos (aún dentro de su propia sociedad) se acrecentan según una “dualización” de lo que entra en el ámbito global y lo que queda fuera de él. La integración social está fuera de los discursos anteriores a nuestra época (la Razón, la Historia, el Progreso), y de ahí los esfuerzos por una revisión de valores que concentren los intereses sociales de supervivencia: “Nuestro problema, el de la modernidad actual es sencillamente cómo vivir juntos” (p. 23). Sin embargo, en una época que suprematiza al individuo sobre el grupo y la sociedad en general, ¿la solución a este problema se encuentra en una idea común de valores “universales”? Si la integración social no es posible, puesto que la idea de sociedad existe de acuerdo al discurso que lo genera y hoy por hoy éstos discursos han sido desplazados, ante la diversidad cultural y la diferencia posmodernas, ¿cabe hallar su solución en las

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instituciones sociales, políticas y culturales del proyecto “inacabado” de la Modernidad? En otras palabras, no es que el Estado, la tradición o la familia tengan nada que decir, sino que dicen insuficientemente por la falta de cohesión ideológica que caracteriza a nuestro tiempo. Ahora es el mercado lo que se erige como el instrumento ideológico de la globalización y sus agentes. Entre las corporaciones multinacionales y los gobiernos del primer mundo, se dictan las normas, por medio de sus organismos internacionales (Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial, entre otros), a países en desarrollo como el caso de México. En esta misma tesitura, la UNESCO promueve y mantiene la preocupación de un proyecto mundial de educación, del que Jaques Delors, expresidente de la Comisión Europea, en su tiempo, describió como la “utopía necesaria”. En un libro que resume la prospectiva de la educación hacia el presente siglo, Delors comienza diciendo que “la educación constituye un instrumento indispensable para que la humanidad pueda progresar hacia los ideales de paz, libertad y justicia social” (p. 9). Esta perspectiva no sólo es conscientemente idealista (el autor lo entiende como la postura de la Comisión Internacional sobre la Educación para el siglo XXI), sino que contempla como necesarios los valores desplazados de la modernidad como finalidades de la convivencia mundial. La convivencia y, por lo tanto, la problemática global de las relaciones sociales e individuales que genera la “dualización” mencionada, acrecienta la necesidad de una aguda propuesta de solución más allá de convencionalismos y estructuras ediéticas particularizadas. La educación como utopía no es necesariamente la misma para todos los individuos del mundo, sobre todo los de países en desarrollo. Una perspectiva educativa idealista así, también debe construir su horizonte a partir de los problemas próximos a los países más afectados por la globalización. Por ejemplo, en la sociedad de la información, si bien caracterizada por el acceso a la misma de una forma inmediata no es siempre fácil de obtener y obedece a la “dualización” en la que encontramos privilegiados y desplazados: “La manera como se organiza, se codifica y se transmite el conocimiento, coincide con la de los grupos privilegiados y, consiguientemente, son las personas que no dominan las habilidades que imponen dichos grupos las que corren el riesgo de quedar excluidas d ellos diferentes ámbitos de la sociedad de la información” (CREA en Bartolomé, Flecha y otros, 2004, p. 16). No es ajeno a la visión utópica de Delors y la Comisión que la igualdad de oportunidades es un tema fundamental en este aspecto. Sin embargo, en el caso de países en desarrollo, las soluciones dependen de

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sus problemas internos, de los cuales muchos permanecen y, de hecho, de fin de siglo XX hasta nuestros días, han cambiado gravemente, como la inseguridad nacional que vive nuestro país y la crisis económica mundial. Ante esto existe un cuestionamiento temprano del discurso sobre el asunto. Hans Dieterich (Chomsky, Dieterich & Garrido, 1995), revisa las políticas del Banco Mundial y las Naciones Unidas respecto de un universalismo que aboga por la igualdad de oportunidades, diciendo que en el Tercer mundo se vuelve absurdo: “¿Qué igualdad de oportunidades puede tener el estudiante de comunicación mexicano para crear un monopolio televisivo como el de Televisa?” (p. 103). Y continúa: El concepto igualdad de oportunidades es un concepto axiomático para el liberalismo, que lo define de manera negativa, como ausencia de discriminación; id est, como ausencia de discriminación formal, mas no material. Sabemos, que en América Latina la pretensión de una igualdad de oportunidades formales para todos los ciudadanos es una piadosa ficción; pero si la analizamos en su dimensión material, se vuelve un concepto apriorísticamente irreal.

Por ello mismo, los conceptos que pueden estar contemplados para países desarrollados no encuentran su preciso reflejo en aquellos en desarrollo y tampoco requieren los mismos retos que plantea la UNESCO para el mundo entero: “Lo ideológico de la categoría resulta claro a primera vista, porque una política que se limita a proporcionar una igualdad formal de oportunidades, renuncia deliberadamente a combatir de manera activa la desigualdad real” (Chomsky y otros, p. 103). Recientemente, la UNESCO, en su EFA Global Monitoring Report 2010, con visión a las metas propuestas por la ONU para 2015 (Millenium Development Goals), entre ellas, la educación universal, gira alrededor del tema de la marginalidad educativa. Destaca aspectos tratados anteriormente respecto de las soluciones ofrecidas para ese problema desde 1996 en Learning: the treasure within de Jaques Delors, como el compromiso por la equidad y la inclusión; educación de “segunda oportunidad”; educación para adultos; fortalecimiento de la educación técnica para combatir el desempleo, etc. Sin embargo, en esta ocasión el tema de la crisis económica mundial es el eje del reporte, y a dicha baja se suma la desnutrición, la pobreza, y, por supuesto, el presupuesto para la educación que disminuye en los países pobres y en desarrollo. Este es el último gran impacto global sobre la educación ante los retos que tiene la agenda de la política educativa en países como México.

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La política educativa nacional

México es un país que tiene por resolver la desigualdad social y económica de su sociedad. No es casualidad que en el Plan Nacional de Desarrollo se incluyan las recomendaciones, perspectivas y direcciones de las propuestas que los organismos internacionales disponen para el mundo. Adopta, inclusive, el vocabulario de las mismas y lo particualiriza en los asuntos nacionales. El Plan Nacional de Desarrollo 2007-2012 se estructura en cinco ejes de los cuales la Igualdad de oportunidades es el que aquí se tomará en cuenta. El objetivo general del Plan, es llegar a un Desarrollo Humano Sustentable de acuerdo a el proyecto Visión México 2030 y el PNUD (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo) en México, y que el Presidente de la República entiende como “el proceso permanente de ampliación de capacidades y libertades que permita a todos los mexicanos tener una vida digna sin comprometer el patrimonio de las generaciones futuras” (PND, 2007. Mensaje del Presidente Felipe Calderón Hinojosa). Primeramente se busca el desarrollo humano, comprendido como “el bienestar de los mexicanos a través de la igualdad de oportunidades”. La mitad de la población que vive en pobreza debe ser atendida por el esfuerzo conjunto entre Gobierno y sociedad. Esta meta, dice el Gobierno, se realiza a través de una economía competitiva y la garantía de la participación en ella es, pues, la igualdad de oportunidades en varios rubros como la salud, la educación, la vivienda y los servicios básicos. En el apartado llamado “Transformación educativa” con referencia a la educación superior, se menciona que son captadas una de cuatro personas entre 18 y 22 años de edad, de los cuales el 94% estudia la licenciatura, y sólo el 6% de los que se gradúan estudian el posgrado. Al mismo tiempo, la educación superior es la que menos matrícula reporta: el 25.22% frente a un 82% en Estados Unidos, el año de 2006. El Gobierno del Estado atribuye esto al “rezago e ineficiencias en los niveles previos, a la pobreza de las familias y a las características propias de las instituciones de educación superior”. Además, la demanda de carreras de ciencias sociales y administrativas contrasta en mayor cantidad con las ciencias exactas, agropecuarias y naturales por el 50% de la población estudiantil total del país. Estos datos alarmantes repercuten en la economía nacional con respecto a la

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superación de la pobreza. La deserción y la baja matriculación se corresponden con las expectativas anquilosadas, como la de una mejora en el nivel de ingreso no garantizado por el tiempo invertido en la educación. De ahí que la vinculación entre educación superior y mercado laboral sea cuestionada. Son muchos los que abandonan la universidad o la carrera técnica en favor de un empleo que les dé resultados inmediatos, aunque no necesariamente satisfactorios –aquí entra el tema de la seguridad nacional relacionado con la frustración de estas expectativas–. En esta misma perspectiva, las desigualdades para acceder a una educación relacionada con el mercado global o las necesidades del país, se hacen notar entre instituciones a las que no todos los jóvenes pueden acceder. En cuanto a las objetivos para la mejora de la cuestión, se encuentra el onceavo con su quinta estrategia, que propone modelos de educación a distancia a causa de la “desigualdad regional”. Pero el objetivo 14 se refiere específicamente a la educación superior: “Ampliar la cobertura, favorecer la equidad y mejorar la calidad y pertinencia de la educación superior”. Se busca impulsar la docencia, la investigación, la innovación tecnológica, así como la difusión de la cultura. Se hace referencia a la UNESCO como el órgano propositor de este objetivo en primer lugar. El Gobierno elabora cinco estrategias para alcanzar este objetivo: 14.1.

Crear nuevas instituciones de educación superior, aprovechar la capacidad

instalada, diversificar los programas y fortalecer las modalidades educativas. 14.2.

Flexibilizar los planes de estudio, ampliar los sistemas de apoyo tutoriales y

fortalecer los programas de becas dirigidos a los grupos en situación de desventaja. 14.3.

Consolidar el perfil y desempeño del personal académico y extender las

prácticas de evaluación y acreditación para mejorar la calidad de los programas de educación superior. 14.4.

Crear y fortalecer las instancias institucionales y los mecanismos para articular,

de manera coherente, la oferta educativa, las vocaciones y el desarrollo integral de los estudiantes, la demanda laboral y los imperativos del desarrollo regional y nacional. 14.5.

Mejorar la integración, coordinación y gestión del sistema nacional de

educación superior.

De todas estas estrategias, las que más se ocupan de la relación entre educación

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superior, trabajo e igualdad de oportunidades son la segunda y la cuarta. En cuanto a la segunda, se busca principalmente “reducir los niveles de deserción de los estudiantes y favorecer la conclusión de sus estudios de técnico superior universitario o de licenciatura, y en su caso, la continuación al posgrado, cuando sea la opción elegida” (PND, 2007. Estrategia 14.2) De la cuarta, se buscan dos cosas: 1) Eliminar la brecha entre lo que se aprende en la universidad y se aplica en el campo laboral. Tomando en cuenta “las condiciones socioeconómicas, las aspiraciones y expectativas de los sectores sociales, así como las necesidades actuales y futuras de las economías regionales”, se configurarán “los perfiles de egreso y carreras a impartir”. (2007. Estrategia 14.4, primer párrafo) 2)

En ese mismo sentido, prácticas profesionales y experiencia laboral “de calidad”

serán una plataforma para el éxito profesional llevando a cabo una revisión permanente de los programas de estudio. Para ello, instituciones educativas y el sector productivo habrán de establecer acuerdos promovidos por el Estado.

Por otro lado, está el PSE (Programa Sectorial de Educación 2007-2012), de la SEP (Secretaría de Educación Pública), que ofrece varios objetivos y estrategias que competen a los distintos niveles educativos (básico, media superior y superior). Cada uno de estos objetivos está alineado con los del PND (Plan Nacional de Desarrollo 2007-2012) y con las metas de la visión 2030. Por tratarse de la educación, dichos objetivos se corresponden con el eje 3 del PND, la Igualdad de Oportunidades. Sólo los dos últimos objetivos del PSE (5 y 6) se alinean con el 14 del eje 3 del PND. El objetivo 5 contempla la calidad de los servicios educativos y el mercado laboral. El 6º, con la toma de decisiones, corresponsabilidad entre actores sociales y educativos, la seguridad, la transparencia y la rendición de cuentas (SEP, 2007, p. 14). Si bien la educación superior tiene una relación estrecha con el mercado laboral del modelo económico global, el PSE contempla la preparación en la educación media superior para entrar en él (p. 9). Además, se busca incluir en los programas educativos normas de competencias profesionales. Así, el objetivo 5.11propone crear el Consejo Nacional de Vinculación de la Educación Superior “para identificar áreas de oportunidad y demandas del aparato productivo y del sector social” (p. 49). A partir de aquí los objetivos contienen una visión integradora de

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las instituciones de educación superior con diversos aspectos del mercado laboral y el entorno social como: la participación en programas de desarrollo económico; la difusión de proyectos de servicios y productos derivados de dicha vinculación; dar un seguimiento a los resultados y prever “las nuevas calificaciones y competencias que se demandarán en el futuro de los egresados de la educación superior” (p. 49). Se busca también impulsar la investigación, “la generación y aplicación innovadora de conocimientos” (p. 51), además de el fomento a la certificación; la relación de competencias laborales y planes de estudio.

En el caso del objetivo 6, destaca la creación del Consejo Nacional para la Planeación y Coordinación de la Educación Superior (CONAPCES), que buscará orientar la planeación así como la “colaboración, concentración y coordinación” (p. 54) de la misma. De esta forma, se puede darse la continuidad e integración entre los distintos niveles de la educación superior. Además, se busca facilitar el “tránsito inmediato” de la licenciatura al posgrado; acuerdos con universidades del mundo que reconozcan los créditos y hagan equivalentes los estudios de las mismas. Es interesante notar que en esta vinculación, las opciones de la educación superior deben responder las necesidades locales y regionales.

Modelo sistemático de análisis para la identificación de los retos.

Para lograr nuestro objetivo, que es, prácticamente el título de nuestro trabajo, debemos considerar que la información con la que contamos consiste en dos tipos de fuentes: 1) La principal, que se refiere a la política educativa nacional e internacional y, 2) la secundaria, que se refiere a los asuntos sociales e individuales respecto de la globalización. Revisando ambas fuentes, el discurso de la política mencionada y la globalización, identificaremos los retos que se presentan con relación a nuestro tema: la formación para el trabajo, de forma crítica, apoyándonos en lo planteado en el punto 1.1. “La globalización y sus impactos”. Comenzaremos, pues, con una revisión de los términos en que el Plan Nacional de Desarrollo considera la educación superior a la luz de la efectiva igualdad de oportunidades

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en el país; los sentidos para justicia y libertad, que anclan el mensaje oficial al de organizaciones internacionales como la ONU y la UNESCO, el BM (Banco Mundial), entre otras, regularizando propuestas homogéneas para distintos contextos culturales, sociales e históricos de los países en desarrollo como México. Ya entrando en materia, habremos de especificar su relación con el diseño y la operación de los programas educativos en México para la educación superior, así como la normatividad y administración institucionales, que nos permitan visualizar la interacción entre universidad y campo laboral (mercado) en el país. Concluiremos con las ideas que nos parezcan más relevantes que puedan ofrecer luz para los retos identificados respecto de la formación para el trabajo en la educación superior.

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Capítulo 2. Los retos en la formación para el trabajo en la educación superior ante la globalización y la política educativa nacional.

Una de las afecciones importantes que la globalización generó para la educación superior nacional, fue la homogenización de la ideología educativa conforme a los fines de una política financiera internacional de las grandes potencias mundiales (específicamente Estados Unidos), legitimada por las organizaciones internacionales generadas por dichas potencias, como la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM) (Saxe-Fernández y Delgado, 2005). Guillermo Peralta (2007) nos dice que “la economía global se caracteriza por el traslado de gran parte de la base industrial de los países desarrollados a los países en vías de desarrollo, donde se encuentran las fuentes de mano de obra barata” (p. 152). Esta estrategia expansionista tiene raíces históricas en la creación de los organismos internacionales después de la Pimera Guerra Mundial. Implica, por ejemplo, el uso de los recursos naturales y los mercados nacionales igualmente, esto es, el control del uso de las economías de los Estados Capitalistas Periféricos en beneficio de la de los Estados Capitalistas Centrales (es decir, las potencias mundiales, primariamente, Estados Unidos) (Saxe-Fernández y Delgado, 2005) Históricamente hablando, a fin de evitar una depresión económica posterior a la Primera Guerra Mundial en 1929, se crearon instituciones de carácter transnacional, como el FMI y el BM, que ayudaron principalmente a Estados Unidos, a “impulsar programas favorables a su aparato empresarial” (p. 12) y a regular la inversión privada en países en desarrollo; por no decir que se dieron “estrategias económicas desnacionalizantes basadas en el endeudamiento, la inversión extranjera directa, los empréstitos y las llamadas „fuerzas de mercado‟” (p. 24). La economía mexicana ante la globalización ha operado dentro del esquema de países con mano de obra barata. Este modelo ha sido, desde entonces, impulsado a adoptar la exportación, disminuyéndose la potencialidad de producción para el mercado interno. Así, “con la observación del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, se promueven las mismas exportaciones no tradicionales simultáneamente en un gran número de países en

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desarrollo” (Peralta, 2007, p. 153). La cuestión es que la competencia generada, tanto dentro como fuera de los países manufactureros, “contribuye a la disminución de los salarios y precios” (p. 153). Aún más, esta política globalizadora encuentra su sustento en “la reducción de la demanda interna (y los niveles de vida), o sea, de la pobreza, los bajos salarios y una oferta abundante de mano de obra barata” (p.154). ¿Qué tiene que ver esto con la educación y la política educativa nacional mexicana? Justamente, es la coyuntura de la vinculación universidad– mercado laboral, la fuga de cerebros, la pobreza y las aspiraciones de los estudiantes ante un panorama decepcionante, en el cual se insertan los objetivos y estrategias del Plan Nacional de Desarrollo.

Básicamente, son tres aspectos en los que la globalización neoliberal ha impactado en la formulación de las políticas educativas en América Latina: “En la economía política del financiamiento educativo”; “en las vinculaciones educación-trabajo” y “en la creación de estándares de excelencia académica internacional, con sus implicaciones a nivel evaluación, currículum, educación superior o formación docente” (Torres, 2008, p. 219-220) Desde que en el gobierno mexicano de Carlos Salinas de Gortari se realizó una evaluación de la educación nacional en todos sus niveles, impulsada por el objetivo –desde entonces– de una educación de calidad que hiciera entrar en la globalización a los estudiantes del país, se encontró con un panorama que no en gran medida ha sido superado –aunque aspectos positivos surgieron en el momento– (Peralta, 2007, p.166-167). En este sentido, la educación y el mercado laboral, rezagados por la desventaja que implicó la entrada de la economía nacional a la global, se concentró en la generación de técnicos para la manufactura. Aún el día de hoy, cuando campañas publicitarias del Gobierno del Estado promueven el éxito de la generación de empleos, éstos se concentran en ámbitos manufactureros y de construcción; no se habla de otros niveles en los que el éxito no ha sido igual, por supuesto, como el caso de la educación superior. La cuestión aquí, es que el primer gran reto que se tiene es adecuar las propuestas y posturas de la política educativa nacional a la evidencia de una dependencia económica a largo plazo del mercado global, más allá de la adaptación ideológica que se acomoda mejor a los países desarrollados. Con esto queremos decir que la “utopía necesaria”, que es hacer de la educación oficial –tal y como es planteada por los organismos internacionales– la

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panacea de las soluciones a todo tipo de problemas, que se pretenden iguales en el mundo, exista una perspectiva llana; no sólo adaptada a las expectativas del mercado laboral o a las necesidades a corto plazo del país, sino contemplando la particularidad de sus problemas en contraste, de una manera crítica, con las expectativas mundiales de los organismos reguladores. La concientización de este problema que impregna el discurso oficial, obligaría a adoptar una postura que buscara ayudarse de propuestas ancladas a la realidad nacional de lo que significa, por ejemplo, “igualdad de oportunidades”, tercer eje del PND y, por lo tanto, todo lo que deriva de ahí (evidentemente, la educación).

La globalización, hemos dicho, no sólo es una cuestión económica, sino cultural. El tema de la educación de calidad y las desigualdades no es el mismo para todos los países, ideológicamente hablando, o sea, desde la plataforma regulatoria de los organismos internacionales. Sin embargo, es por ellos que existe una revisión de los estándares de la educación nacional con cara a la globalización que, al mismo tiempo, nos determina a mirar la particularidad de nuestra problemática interna, que agudiza la desigualdad ante las grandes potencias. Por ejemplo, en el Portal del Empleo del Gobierno Federal (www.empleo.gob.mx), dentro del menú temático para el público, “¿Qué me conviene estudiar?”, existe información sobre las carreras mejor pagadas; mayormente ocupadas, etc. Entre esas opciones, formuladas como preguntas, se encuentra “¿Cómo será el trabajo del futuro?”, de acuerdo a reportes de organismos extranjeros, como la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) y el U.S. Department of Labour, estas competen a tres tendencias: cambios en los patrones demográficos; cambios tecnológicos y “el camino de la globalización económica”. En el primer caso, aunque existe una sugerencia implícita para que los estudiantes se inclinen hacia los servicios de salud, dada la jubilación de los “bay boomers” la década del 2010 en Canadá, se apunta la urgencia por “incrementar la capacidad y productividad” (Tendencias Demográficas) de la mano de obra mexicana para el 2030, cuando México mismo comenzará a tener el envejecimiento de sus generaciones. En cuanto al caso de las tecnologías, se enfatizan, sobre la traducción y la logística, la

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inteligencia artificial y la robótica. Finalmente, en cuanto a la globalización económica, el artículo se extiende. De acuerdo a la OCDE, “de 10 nuevos empleos en los países desarrollados, 8 son para los “trabajadores del conocimiento: profesionales con capacidades técnicas, formación práctica, habilidades directivas y espíritu emprendedor” (Globalización Económica). Así, destacan las Ciencias Ambientales y Geomática. En cuanto a las especialidades, la medicina genómica, la farmacogenómica y la terapia génica (por lo tanto, terapistas y radiólogos). La Biotecnología (“ciencia del verdadero futuro”); Mecatrónica; Telemática y Cibernética; Nanotecnología e Ingeniería Molecular. Por supuesto, toda esta información, como se apunta en la misma página, está determinada para los aspirantes a empleo en los países desarrollados. Por lo tanto, los empleos mencionados se hallan o serán desarrollados en el extranjero, además de no conformarse a la demanda nacional actual de carreras, lo que representa una notable desventaja. De acuerdo a otro apartado en el sitio web, las carreras con mayor número de ocupados en México son muy distintas de las expectativas para los próximos 10-15 años en los países desarrollados: Administración, Contaduría y finanzas, Derecho, Formación Docente en Educación Preescolar Primaria, por mencionar a las cuatro primeras. Aquellas que se acomodarían mejor a las expectativas del Primer Mundo, según lo mencionado con anterioridad, se encuentran, en miles de personas, repartidas jerárquicamente de la siguiente forma (Figura 1), de acuerdo a la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE, STPSINEGI en Número de profesionistas ocupados por carrera).

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CARRERA y lugar que ocupa en el conjunto total de

MILES DE PERSONAS

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6. Ingeniería en Computación e Informática 7. Medicina, Terapia y Optometría

330.9 297.1

De los cuales se ocupan en lo que estudiaron (%) 61.75 90.66

12. Odontología 13. Enfermería 14. Química, Ingeniería Química, Química Industrial y Tecnología de los Alimentos 17. Mercadotecnia 18. Economía 19. Veterinaria y Zootecnia 21. Biología y Biotecnología 25. Química Farmacéutico-Biológica 37. Bioquímica 39. Ecología, Ingenieria Ambiental y Ciencias Atmosféricas 40. Ingeniería Extractiva, Metalúrgica y Energética 48. Biomédicas

112.6 111.2 106.2

83.98 73.71 73.41

72.3 70.7 67.1 62.7 42.7 12.3 9.1

53.71 54.80 56.69 76.96 73.40 57.34 79.21

8.5 2.2

73.77 88.14

Figura 1. De acuerdo a la ENOE del último trimestre del 2009, 6 956 913 personas egresaron de carreras profesionales, de un total de 10 331 427. En este sentido y en el que hemos venido manejando aquí, superar la desigualdad social es el asunto prioritario de la política educativa nacional.

El reto, según lo presentado, está en orientar el interés de los jóvenes a la demanda en este campo laboral y, como puede verse, el número que ocupan frente a otras licenciaturas, de acuerdo al millar de personas inscritas en ellas, apenas dos de ellas se encuentran entre las primeras 10.

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Los retos en la formación para el trabajo en el diseño y operación de los programas educativos de la educación superior

Anteriormente, en el año 2000, la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (ANUIES), proyectaba en su informe La educación superior en el siglo XXI, que “No se requerirá formar profesionales o técnicos para puestos fijos, sino para la continua calificación profesional con vistas a la movilidad en el trabajo. Las instituciones educativas deberán formar técnicos y profesionales con una fuerte orientación para el autoempleo y la creación de microempresas” (ANUIES, 1998. 1.2.3.1. Población Económicamente Activa y Empleo). En el caso de los profesionistas, cabe destacar, entre las actitudes recomendadas frente al mundo laboral, “Contar con una actitud positiva para emprender sus propios negocios y empresas” y “Ser capaces de hacer frente a las incertidumbres”; caso similar a la educación técnica. Ante este panorama, se espera que, “tras un largo período de indefinición de una política de desarrollo industrial clara y de largo plazo, para el año 2020 el país cuente con ella como resultado del acuerdo de una política de Estado para el crecimiento económico” (1.2.3.3. Planeación educativa y planeación del desarrollo económico), por lo que, para entonces, las instituciones educativas habrán vinculado estrechamente “Los procesos de formación e investigación en aquéllas áreas que tienen una aplicación productiva”. La ANUIES ha sugerido revisar los contenidos educativos y el diseño de nuevos planes curriculares, basados en el estudio de la vertiginosidad de los cambios sociales y de conocimientos, para que se dé esta vinculación. La mira en “el enlace ciencia-tecnologíasociedad-desarrollo, pero con sustento en la imaginación, el ingenio, la habilidad creativa y la experiencia” (Guerra, 1997 citado por ANUIES, 2000), determina el diseño curricular de nuevas carreras o especializaciones. La capacidad y agudeza que las Instituciones de Enseñanza Superior (IES) deben tener para ver el rumbo próximo del mercado laboral, es el gran reto que se impone a ser estructurado. Algunos problemas son la “sobreeducación”, es decir, el fenómeno de profesionistas empleados en trabajos que no requieren estudios superiores, recibiendo un sueldo inferior a su nivel de formación; y el “desfase de conocimientos”, la nula o escasa relación entre los

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conocimientos adquiridos en su formación universitaria y el trabajo que desempeñan. Una investigación al respecto (Burgos Flores, 2008), asegura que “en México, entre finales de la década anterior y principios de la presente, se observó un crecimiento importante del número de egresados de educación superior. Sin embargo, en ese periodo la economía no creció a los niveles adecuados y por tanto no se generaron los empleos, de todo tipo, que se requieren para que el mercado de trabajo pueda absorber a los profesionales que cada año egresan de las universidades” (p. 58). Existen varias razones para explicar esto, como la falta de experiencia laboral por parte de los egresados o la tasa de crecimiento de los mismos (p. 67). En cuanto a la correspondencia entre salarios y profesión, no son determinantes la institución de donde se provenga ni, en ocasiones, la tenencia del título, sino la carrera estudiada (p. 65). Actualmente, la crisis económica mundial afecta el mantenimiento de la matrícula en universidades privadas, sobre todo en los semestres o cuatrimestres avanzados, y se teme que el presente año (2010) las universidades privadas lo resientan económicamente y baje el número, tanto de primer ingreso como de egresados (Redacción BDVG, 2010).

Es en los programas educativos donde debe atenderse esta problemática. El modelo general que proyecta la tendencia que atienda a los vertiginosos cambios de la globalización está en el concepto de Sociedad del Conocimiento. Éste concepto acentúa igualmente las desigualdades de quien puede entrar en esa dinámica y quién no, sobre todo, cuando se trata de acceso a las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), comenzando por la conexión a Internet. Existe una geografía de conectados y no conectados con relación a las infraestructuras (UNESCO, 2005, 35). En México, se hace un esfuerzo por que esas brechas se rompan. Un ejemplo es la Enseñanza Superior Abierta y a Distancia (ESAD) creada por la SEP, que además de no tener un costo para los aspirantes, tiene Centros de Atención Universitaria (CEU) extendidos a lo largo de la República, con acceso a Internet, equipo de cómputo y otras facilidades. La oferta educativa está orientada conforme el objetivo 3.6 del PSE (ESAD - Antecedentes) y ofrece estudios de Técnico Superior Univesitario que pueden continuarse, por cuatrimestres, hacia la Licenciatura. La mayoría de éstas giran alrededor del perfil esperado para el trabajo del futuro, del que hablamos al comienzo de nuestro segundo capítulo.

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Otro asunto de cara a las expectativas para el desarrollo del presente siglo, es el intercambio internacional. El mes de febrero de 2010 se dio el Primer Foro de Rectores México-China, donde destacó el tema de este tipo de intercambios internacionales estudiantiles y académicos. Se apuntó que las IES son responsables de activar esta estrategia entre sus alumnos y profesorado. Se busca también que el intercambio incluya la asimilación cultural y de valores de la otra cultura, al mismo tiempo en que exista un compromiso social con su propio país (SES, 2010). En México, los intercambios estudiantiles internacionales se dan en mayor cantidad hacia los Estados Unidos, siguiéndole Gran Bretaña y Francia. No es sino hasta el presente año que se propone, de forma directa entre rectores de universidades nacionales y chinas, una consciente necesidad de interacción entre México y el país asiático, por la forma en que este ha incidido en el mercado mundial. Esta es una forma pública de estandarizar la educación con el fin de responder a las economías globales. Sin embargo, viendo el tipo de licenciaturas y posgrados que se proponen como prósperos para el futuro –en una forzosa consonancia con el devenir económico global e ideológico respecto de la “sociedad del conocimiento”–, quedan desplazados los rubros que vendrían a complementar, con mayor autenticidad, el sentido de la ética, la justicia social, la integración social de las diferencias, etc., y que son las Humanidades. Como apunta Muñoz (2005): El conocimiento humanista se valora e incentiva en los sectores y esferas relacionadas con profesiones de élite; mientras que, por otro, se intenta devaluar y menospreciar de cara a dirigir a la „mano de obra‟ joven hacia el aprendizaje de un tipo de estudios prácticos – informática, contabilidad, relaciones públicas, etc.– que no son sino conocimientos cuyo fin es los abaratamientos de los gastos de formación y selección de personal de las grandes corporaciones.

Esta carencia se coloca en los intereses neoliberales de las potencias económicas que están detrás de los organismos internacionales que regulan la normatividad general de la educación en el mundo.

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Los retos en la formación para el trabajo en la normatividad y administración institucionales

Tanto universidades privadas como públicas deben ser reguladas e implementar las normas y actualizaciones en sus programas de estudio, tal y como los órganos internos, inspirados por los términos base de los internacionales, dictaminan la “educación de calidad” en nuestro país. Por un lado, está la universidad como figura pública, ante lo cual generalmente se le atribuye un papel social desde su propia regulación: “Es necesario que el marco normativo sea tal que la institución pueda asegurar a la comunidad universitaria y al público en general, que sus procesos y actividades se desarrollan según normas y estándares claramente definidos, además de que cumple con las disposiciones normativas nacionales relativas a educación superior” (FIMPES, Capítulo III) ¿Pero qué es esta calidad; y es igual para todos?, y, ¿quién dice cómo es esta calidad? La cuestión no está muy clara, el término mismo parece aludir al acomodo de los programas de estudio a los estándares educativos del Primer Mundo y a su regulación sugerida en los términos de los organismos internacionales como la UNESCO y el Banco Mundial, en donde el término parece un concepto que no necesita aclaración. En un estudio sobre la inserción de la democracia y la crítica en la escuela, Luis Rigal (2004) señala que los organismos internacionales, al proponer la calidad y la “educación para todos”, introducen en los programas educativos un protagonismo del mercado. De ahí se sigue una serie de estrategias que conforman el modelo internacional de calidad: 

El objetivo estratégico económico se transforma en principal, y, el político, en subordinado.



El discurso de la reforma se formaliza como una propuesta eminentemente instrumental y técnica.



Las técnicas de gestión escolar están influenciadas por una lógica de la producción industrial y la competencia del mercado.



El maestro que propone la reforma está asociado con lo mercantil y lo instrumental.



La escuela propuesta por el modelo está unilateralmente pensada en términos de eficacia. (Rigal, 2004)

A este respecto, el autor diferencia entre calidad y rendimiento, como si la primera se

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refiriera a la recepción de la información meramente, y el segundo a los procesos de aprendizaje. La noción del modelo neoliberal detrás de las sugerencias de la UNESCO, está la “permanente confusión entre la noción de calidad de la educación, planteada como concepto teórico, y la de rendimiento escolar” (160). Si vamos al Plan Sectorial de Educación, cuyo primer objetivo es elevar la calidad de la educación, se define como “mejor calidad” a la “capacitación de profesores, la actualización de programas de estudio y sus contenidos, los enfoques pedagógicos, métodos de enseñanza y los recursos didácticos”. Así, en cuanto a la educación superior, no deja de mencionarse los programas de capacitación, la certificación, innovaciones pedagógicas, internacionalización de la educación superior, reconocimiento internacional, etc. Mas todo esto no permite el necesario desarrollo de los otros ideales universales en la jerga de los organismos internacionales; más bien al contrario, se privilegia el discurso de la calidad para la excelencia del sistema económico neoliberal, que está ciertamente cargado de injusticias. Esta dura contradicción entre los buenos ideales del discurso oficial y el impulso a la economía de mercado, genera “una escuela fragmentada en su visión de la realidad y fragmentadora de sujetos” (Rigal, 2004). Por un lado, la idea de Desarrollo Humano, en la que se inspira el PDN mexicano, aspira a la igualdad y la libertad de los individuos en un contexto de injusticia social. Por eso mismo la “Transformación educativa” se da en el nivel de la “Igualdad de oportunidades”. Sin embargo, las exigencias de la economía global acrecientan cada vez más las desigualdades desde la primaria (entre instituciones privadas y públicas y entre países), en el caso preciso de la calidad, hasta la educación superior. La calidad está pensada dentro de los propósitos de la economía global, como si ésta fuera el asunto más importante para la educación. De tal manera que, dentro de los cuatro pilares de la misma que propone la UNESCO, los primeros dos están enfocados hacia una preparación formal, regulada, evaluada y constantemente actualizada, dentro de lo que podríamos denominar, el “conocimiento”. Sin embargo y aunque es acertado proponer que éstos pilares estén al servicio del tercero – aprender a vivir juntos (Delors 1996), donde el tema de la desigualdad y la diversidad se yerguen–, las organizaciones internacionales, y, por lo tanto, los Estados nacionales del Tercer Mundo, se enfocan en los problemas materiales urgentes (pobreza, catástrofes naturales que afectan a países en desarrollo, sistemas de educación, etc.) y que afectarían la

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economía global. El desarrollo humano está todavía por explorar en los programas de educación superior, en las que se incluyen escasamente tanto temáticas como materias referentes a la conciencia de compromiso social (la ética, la moral, la alteridad, la diversidad, etc.) que estén directamente relacionadas con las licenciaturas y sus propósitos, en tanto que conjunto de conocimientos, más allá del objetivo inmediato de acomodarse al mercado laboral.

Conclusión

Alain Touraine (1998), debatiendo sobre las alternativas que ofrece la posmodernidad, dice que el problema –que sigue dando que decir– es “cómo combinar la unidad y la diversidad, cómo vivir juntos” (p. 25). ¿Cómo –podríamos añadir– la educación superior toma las riendas de este debate más allá de el acomodo a los perfiles de calidad internacionales – importantes, pero insuficientes–ante una grande desventaja respecto de los países desarrollados y ante las necesidades, tanto materiales como ideológicas e intelectuales que demanda nuestra nación en la era de la globalización? Esta pregunta tiene que ir dirigida hacia los programas educativos de las carreras que, tanto en instituciones privadas como públicas, privilegian aquellas relacionadas con el mercado global. Las Humanidades deberían ir al frente de esta cuestión, no como izándose por encima de las otras disciplinas, sino en el diálogo inter y multidisciplinar que combine, ante las llamadas necesidades del país, una visión integral en la que ética, crítica y sensibilidad dirijan el perfil de las carreras. Debe fomentarse en Educación Superior el debate sobre la funcionalidad de los universalismos de las organizaciones internacionales y hasta dónde es factible depender de ellas para crear ambientes y condiciones de relación entre el “mercado” laboral, la gestión de programas educativos y el perfil de los egresados hacia una aplicación, tanto personal como comunitaria, de lo que puede ser la justicia social. Hasta ahora el trabajo de las universidades ha sido la búsqueda de los estándares de calidad, la aprobación de los programas educativos por diversos órganos, tanto nacionales como internacionales, peor escasa la integración de los estudiantes hacia una visión a largo

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plazo sobre el necesario cultivo de valores internalizados de tipo ético y crítico; parece que, desde las organizaciones internacionales, pasando por el Gobierno nacional y las mismas instituciones de formación superior, en sus discursos políticos adoptan una postura de sobreentendido con respecto a estos asuntos. Sin embargo, desde el profesorado hasta los dirigentes de las instituciones deben crear su propio aparato crítico y de sensibilización hacia los problemas y asuntos por resolver, tanto dentro de la comunidad a la que se pertenece, como fuera de ella a nivel nacional e internacional. Para recoger la perspectiva personal de Alain Touraine, “es necesario buscar otra solución … centrada en el individuo, no en el individuo como consumidor [o estratega de negocios y hombre de éxito global], no en el individuo como miembro de un grupo, sino en el individuo como voluntad de individuación, en una palabra: como sujeto” (p. 26).

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