Retorno a Brideshead, retorno a Waugh

July 22, 2017 | Autor: Rubén Peretó Rivas | Categoría: British Literature, Evelyn Waugh, Brideshead Revisited
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Descripción

Forum  6  (2010),  pp.  65-­‐92.  

Retorno a Brideshead, retorno a Waugh*

Rubén Peretó Rivas UNCuyo – CONICET

Se afirma que Brideshead revisited es la mejor novela de la literatura inglesa del siglo XX. Probablemente lo sea. Sin duda alguna, se trata de una obra mayor, que produce en sus lectores un extraño tipo de encantamiento. Decía Sylvia Koleva, subyugada como tantos otros por este libro de Evelyn Waugh: “Si debiera elegir un libro entre todos los libros, elegiría Retorno a Brideshead de Evelyn Waugh. Nadie puede leer esta novela sólo una vez. Este acto será repetido tantas veces cuantas el lector esté espiritualmente vivo, del mismo modo en que Charles Ryder retorna a Brideshead. (...) Quizás Evelyn Waugh, secretamente, quiso hacer del lector un eterno prisionero de su novela”.1 Este juicio, como otros similares, acerca de este libro permite sostener que ha sido obra de una inteligencia singular, para muchos genial. 1. Evelyn Waugh El autor nació en 1903, en Londres, segundo y último hijo de una familia de la clase media instruida. Su padre era crítico literario y ocupaba un puesto de dirección dentro de una importante editorial londinense. Su madre se dedicaba a las tareas domésticas. Se trataba de una familia que cumplía con los preceptos y obligaciones de la Iglesia de Inglaterra, a modo de una práctica social, y sin mucho compromiso existencial. Solían asistir a los oficios de la parroquia de Hampstead, suburbio londinense donde residían, los que eran celebrados por un histriónico personaje perteneciente más bien a la rama evangélica de esa confesión religiosa. Sin embargo, la familia materna de Evelyn, dentro de la que se contaban varios ministros anglicanos, era más afín de las prácticas de la High Church. De niño, en Midsomer Norton, lugar de residencia de sus tías, le gustaba asistir a las solemnes ceremonias de los anglocatólicos. Su infancia no tuvo demasiadas singularidades, excepto la experiencia de la Primera Guerra Mundial, con todos los temores que ella implicó, entre los cuales no fue el menor la participación en el conflicto de su hermano mayor Alec. Otras de las particularidades fue su temprana inclinación por la literatura. Ya a los siete años escribió su primera novela de quinientas palabras y nueve capítulos. Su primera educación la recibió en escuelas del vecindario y, a los trece años, fue enviado a Lancing, una típica escuela inglesa con régimen de internado que, si bien no era de las más prestigiosas como Eton o Rugby, se caracterizaba                                                                                                                         * Este trabajo es el resultado de la lectura de la obra de Evelyn Waugh y de muchos estudios críticos sobre ella. Particularmente deseo señalar la biografía escrita por Douglas Lane Patey a la luz de la cual he desarrollado muchas de las reflexiones que siguen. Por tanto, el mérito, en todo caso, es suyo. 1 Sylvia KOLEVA, “The Audience is Part of the Story Backstage: An Appreciation of Brideshead Revisited”, en: Evelyn Waugh Newsletter and Studies 33.3 (2003), p. 9. (En todos los casos en que no se precise el nombre, la traducción es del autor de este estudio). Koleva, a pesar de estas elogiosas afirmaciones acerca de Retorno a Brideshead, como muchos otros lectores, permaneció sólo en la superficie de la misma, debido a su incapacidad para comprender la religiosidad de Evelyn Waugh. Dice, en efecto, más adelante: “Hay una evidente paradoja en que, siendo Evelyn Waugh católico desde 1930, produzca, sin embargo, una imagen negativa de la religión, burlándose siempre que puede de ella”. Definitivamente, la crítica búlgara no entendió nada.

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por una enseñanza estricta y conservadora. Los dos primeros años en ella pasarán en timidez y soledad, pero luego, su personalidad se afianza y se convertirá en unos de los líderes de su grupo. Este liderazgo, ciertamente, ha sido conseguido en base a sus altas cualidades intelectuales y poéticas. Es importante tener presente el altísimo nivel que poseían, y aún poseen en algunos casos, las escuelas inglesas. Por ejemplo, Evelyn componían con facilidad poesía no sólo en inglés, sino también en latín y griego. Es en Lancing, también, donde perderá la fe debido principalmente a la enseñanza de un imprudente profesor de Sagradas Escrituras, un scholar racionalista de Oxford, que se encargaba de parte de la educación de los adolescentes mientras sus profesores más jóvenes se encontraban combatiendo en la Gran Guerra. También tendrá que ver en este hecho las precoces lecturas de Evelyn de autores tales como Alexander Pope y Leibniz. Al término de su educación en Lancing obtiene, luego de un riguroso examen, una beca para proseguir sus estudios en la Universidad de Oxford. No logrará ingresar en los colleges más prestigiosos como Balliol o Christ Church, sino a Hertford, caracterizado por la solidez de sus edificaciones medievales y la gravedad de sus scholars. Allí estudiará Historia Moderna durante dos años. Y serán años no dedicados principalmente al estudio, sino a gozar de la vida estudiantil de un modo, muchas veces, descontrolado. En el segundo año de su estancia oxoniense, trabará amistad con un brillante grupo de estudiantes, denominados los “estetas”, por sus notables capacidades artísticas e intelectuales y, también, por su capacidad para disfrutar de placeres un poco más carnales, como la bebida. Reunido en el mítico y desopilante club Hypocrites´, pasará allí tardes enteras, olvidado de los estudios y provocando, a su regreso a Hertford, más de un escándalo. Será también durante este año cuando conocerá a muchos de sus amigos que conservará durante toda su vida, algunos de los cuales serán conocidos luego universalmente por sus producciones literarias como tales Harold Acton o Brian Howard.2 Si bien Evelyn logra aprobar sus exámenes del segundo año, apenas si consigue una C, lo cual implicaba una drástica reducción de sus recursos financieros. Opta, entonces, por dejar sus estudios universitarios y regresar a su casa de Londres. En la capital seguirá cursos de arte, obtendrá trabajo como profesor de una escuela similar a Lancing ubicada en la campiña galesa y, también, comenzará a escribir en serio. Serán años moralmente desordenados, pero que significarán una inolvidable experiencia para toda su vida. Conocerá a su futura esposa que, curiosamente, se llamaba también Evelyn, una inestable e inmadura joven proveniente de las clases altas de Inglaterra, ámbito social en el que el autor se desenvuelve. Es matrimonio durará poco tiempo. La infidelidad y el posterior divorcio de Evelyn Gardner, lo sumen en una profunda depresión. Entonces serán de gran importancia sus amigos, entre los cuales se cuentan algunos provenientes de familias católicas tales como los Lygon y los Plunket Greene. Es probable que hayan sido ellos uno de los factores que llevan a que Evelyn recupere la fe y se convierta a la Iglesia de Roma. No lo moverá a dar este paso, como ha ocurrido en otras conversiones, la profunda y significativa belleza que poseían las ceremonias litúrgicas católicas. En efecto, en Inglaterra esa solemnidad la poseían los oficios anglicanos y no los católicos que, en la                                                                                                                         2

Una interesante aproximación a los años de Evelyn Waugh en Oxford, y al ambiente que allí se vivía en la entreguerra, puede encontrarse en Humphrey CARPENTER, The Brideshead Generation, Houghton Mifflin Company, New York, 1990.

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mayoría de los casos, eran celebrados sencillamente en pobres capillas de barrios obreros. Evelyn se convierte luego de un proceso intelectual. Razona que, si la revelación cristiana es verdadera, entonces, necesariamente, la Iglesia católica es la sociedad fundada por Cristo, y todas las demás religiones cristianas sólo tienen valor en la medida en que conservaron, luego del naufragio de la Reforma, algo de la Iglesia de Roma. Recibe su instrucción religiosa del P. Martin D´Arcy, profesor de Oxford, y es recibido luego en la Iglesia católica. Obtenida la nulidad de su primer matrimonio, se casa nuevamente con Laura Herbert, hija de una familia católica de la nobleza, con quien tendrá seis hijos. En tanto, sus éxitos literarios se han ido sucediendo. Menciono, entre los primeros, Declinación y caída y Cuerpos Viles. El 28 de mayo de 1945 publica Retorno a Brideshead. Otras de sus obras más conocidas serán: Más banderas, Los seres queridos, Helena y Un puñado de polvo. Es importante mencionar, además, sus magníficas biografías de Ronald Knox y de San Edmundo Campion. Evelyn Waugh vivirá durante toda su vida en Inglaterra, en espaciosas y bellas casas de campo, alternando con estancias en Londres, en prestigiosos hoteles y cotizados restaurantes, y en fiestas y comidas de la alta sociedad. Esta es una de las críticas que con mayor frecuencia se hace al autor: su esnobismo. De hecho, todas sus novelas se desarrollan en ámbitos de la clase alta, sin ninguna referencia a las clases bajas y con un notable menosprecio por la clase media. Evelyn dirá que ese es su mundo, en el que ha crecido y que no conoce otro si no es de segunda mano y de lejos.3 Esta sinceridad no podía, ni puede, ser bien recibida en el ambiente progresista de la Inglaterra de posguerra. Por este motivo será constantemente comparado con Graham Green, otro autor católico inglés contemporáneo, pero políticamente correcto, puesto que, en este caso, las novelas tienen por personajes a miembros y temáticas de las clases trabajadoras. Durante la Segunda Guerra Mundial, Evelyn se desempeña como capitán del ejército británico. Permanecerá durante la mayor parte del conflicto en Inglaterra y luego será destinado a los territorios ocupados por los aliados en Croacia. La vida y la obra de Evelyn Waugh están profundamente marcadas por la fe. Decía su hermano Alec, también escritor: “No puedo entrar imaginativamente en la mente de una persona para quien la religión sea la fuerza dominante de su vida, para quien la religión sea una cruzada, tal como es en Evelyn”.4 Y esta característica de Evelyn Waugh se hará patente, incluso, en su muerte. En efecto, a mediados de la década de los ´60 nuestro autor cae en una profunda depresión. En parte se deberá a causas físicas tales como su larga dependencia de somníferos y su no siempre controlado gusto por el alcohol pero, en gran medida también, por la debacle que observa ya en la iglesia católica como fruto del Concilio Vaticano II. Evelyn siempre había testificado en sus novelas la caída estética de Occidente, la que él consideraba la última de las caídas y el final de la decadencia. Sin embargo, encontraba refugio en la Iglesia católica quien, con la solemnidad de su liturgia latina y la belleza y armonía de sus dogmas, era el reducto donde aún podría refugiarse y consolarse. Las reformas promovidas por el Vaticano II están destruyendo, en la percepción de Evelyn, ese refugio. Los “Hoopers”                                                                                                                         3

“The sad thing is that “Metroland” is my world that I grown up in & I don´t know any other except at second hand or at a great distance”. Mark AMORY (ed.), The Letters of Evelyn Waugh, London, Weidenfeld & Nicolson, 1980; p. 206. 4 Citado en Paul A. DOYLE, Evelyn Waugh: a Critical Essay, Grand Rapids, Eerdmans, 1969, p. 13.

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se han apropiado también de la Iglesia. Y esto es demasiado para la sensibilidad de su espíritu. Esta irremontable depresión preocupa a su familia y a sus amigos. Para el día de Pascua de 1966, el 10 de abril, le solicitan a los largamente conocidos y apreciados monjes de la abadía de Downside que alguno de ellos celebre para Evelyn y los suyos la misa tradicional latina, ya abrogada por las disposiciones conciliares. Los monjes se niegan a hacerlo. Finalmente consiguen que un sacerdote londinense, el padre Caraman, lo haga, y la ceremonia se realiza en la pequeña iglesia cercana a su casa campestre de Combe Florey. Relatan que el Evelyn que sale de la ceremonia es un Evelyn transformado. La radiante alegría se deja ver en su rostro; vuelve a su comentarios brillantes y a su gozo por la vida. Regresan a la casa y, mientras se preparan para el almuerzo pascual, Evelyn Waugh muere repentinamente. Sus amigos, que asistirán masivamente al requiem (latino) que se celebrará diez días después en la catedral de Westminster, afirman que murió feliz.5 2. Retorno a Brideshead Es esta la octava novela de Evelyn Waugh o quizás, como él mismo lo afirmó, su primera novela.6 En efecto, el autor sabía que Retorno a Brideshead no era una novela más, sino que se trataba de su obra mayor, de una verdadera obra de arte. Escrita en años de la Segunda Guerra Mundial, sus pruebas de galera le fueron entregadas en paracaídas cuando Waugh se encontraba destinado en un puesto de avanzada en Dubrovnik. Relata, como el subtítulo lo indica, las memorias sagradas y profanas del capitán Charles Ryder, un artista que ha sido incorporado al ejército británico con motivo de la contienda. Pero, sobre todo, es una novela profundamente teológica. Así lo declara el mismo autor en una de sus cartas: “Toda la obra está macerada en teología”.7 La novela se sitúa en el presente sólo en el prólogo y en el epílogo. Y es 1942, tiempo de guerra, cuando el solitario y abandonado Charles Ryder cae en la cuenta de que su amor por el ejército ha muerto. Su nuevo regimiento ha sido destinado a una imponente mansión de la campiña inglesa que ha sido requisada. Se trata de Brideshead, la que él conoce muy bien. Y allí, de retorno a esa morada, comienza el relato de sus memorias que se desarrollarán en dos libros. En el primero, titulado “Et in Arcadia ego”, relata lo ocurrido entre 1923 y 1926.                                                                                                                         5

Pueden encontrarse numerosas y completas biografías de Evelyn Waugh. Menciono aquí las cuatro que considero más relevantes: 1) Christopher SYKES, Evelyn Waugh: A Biography, Boston, Little, 1975. Esta obra posee el especial interés de que el autor, además de escritor, fue amigo personal de Evelyn y su documentación, además de diarios y cartas, tiene en cuenta el valioso elemento de los recuerdos. 2) Martin STANNARD, Evelyn Waugh: The Early Years 1903 – 1939, New York, Norton, 1987; y la segunda parte: Evelyn Waugh: The Later Years 1939 – 1966, New York, Norton, 1992. Esta es, quizás, la biografía “canónica” del autor, escrita por un autorizado profesor universitario de Cambridge pero que, sin embargo, no logra comprender en su totalidad la importancia de la fe en la vida de Evelyn. 3) Selina HASTING, Evelyn Waugh. A Biography, Houghton Mifflin Company, New York, 1994.. Se trata de una obra interesante, escrita por una biografista profesional, pero que oscurece muchos de los aspectos de la vida del autor, preocupada como está, y como aclara en las primeras páginas, en develar las “monstruosidades” de Waugh. 4) Douglas Lane PATEY, The Life of Evelyn Waugh, Oxford – Cambridge, Blackwell, 2001. A mi criterio, la mejor de las biografías de Evelyn, en tanto reúne el relato de su vida con un profundo análisis de sus obras, desde aspectos no sólo literarios, sino, fundamentalmente, estéticos y teológicos. Conozco sólo una breve y mal documentada biografía de Evelyn Waugh en español, de carácter estrictamente apologético, escrita por el jesuita Charles Lambotte, y publicada en F. LELOTTE, s. j. (ed.), La ciudad sobre el monte, Madrid, Studium, 1962, pp. 76-91. 6 Cfr. Michael DAVIES (ed.), The Diaries of Evelyn Waugh, London, Weidenfeld & Nicolson, 1976; p. 566. 7 AMORY, The Letters..., p. 185.

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Son años transcurridos en Oxford, siendo el acontecimiento más importante de ellos su amistad con Sebastian Flyte y el comienzo de su carrera como pintor. Los sucesos narrados en el segundo libro, “Un tirón al sedal”, tienen lugar diez años después. En el intermedio no relatado, Charles se ha casado con Celia, la superficial hermana de Boy Mulcaster, uno de sus amigos de Oxford. Ahora son los años 1936 a 1939 los que se narran, y el suceso fundamental es el amor de Charles por Julia Flyte, la hermana de Sebastian y el regreso de Lord Marchmain, padre de los Flyte, a Inglaterra para morir. Culminará este libro, justamente, con la muerte de Lord Marchmain que es acompañada, irónicamente, con el comienzo de la conversión de Charles a la iglesia católica. El mismo Evelyn Waugh ofrece un panorama de su novela en una advertencia que apareció en las solapas de la primera edición inglesa. Entre otras cosas decía: Es un libro ambicioso, quizás intolerablemente presuntuoso. Nada menos que el intento de narrar el trabajo de los designios divinos en un mundo pagano, en la vida de una familia católica inglesa, semi-paganizada a sí misma, en el mundo de 1923-39. La obra no gustará tanto a quienes miran hacia ese pasado mundo pagano con cariño incontaminado como a quienes ven en él algo transitorio, insignificante y ya felizmente superado. ¿A quiénes busco complacer, entonces? Quizás a aquellos que tienen el placer de leer un libro, palabra por palabra, por el interés del uso del lenguaje que hace el escritor; quizás a aquellos que miran el futuro con oscura aprehensión y necesitan un consuelo más sólido que memorias optimistas. A estos últimos yo les he dado a mi héroe y, también, si me lo permiten, una esperanza. No voy a negarles el desastre que se encuentra agazapado en el futuro, pero sí les digo que el espíritu humano, redimido, puede sobrevivir todos los desastres. El planteo, en definitiva, bien puede reducirse a la existencia de un mundo caído del cual el único restaurador posible es Dios. Y no se trata, claro, de un mundo endulzado por la ideología o edénicamente sintetizado, sino de un rayo de luz quebrado que debe ser santificado.8 3. Charles Ryder Charles Ryder es el protagonista de Retorno a Brideshead. Es un joven solitario en busca del amor y un artista en persecución de la belleza. Su vida, narrada en la novela, recorre un sendero que lo lleva desde los amores más bajos a los más altos, desde el amor humano al amor de Dios pero que sólo cuando todo ha terminado él será capaz de la retrospección que lo habilite para comprender el diseño de su vida.9 En muchas de las novelas de Evelyn Waugh encontramos a personajes en búsqueda de un amor verdadero. Lo vemos en Declinación y caída, en Cuerpos viles, en Un puñado de polvo pero, sobre todo, aparece de un modo claro en Retorno a Brideshead. El mismo protagonista lo reconoce cuando afirma que conocer y amar a otro ser humano es la raíz de toda sabiduría. El hombre, desde siempre, ha estado movido por una fuerza interior que lo                                                                                                                         8

Cfr. Mircea PLATON, “Drama, Architecture, Art, and Grace: Evelyn Waugh´s Roman Catholicism”, en: Evelyn Waugh Newsletter and Studies 34.3 (2004), pp. 4-7. 9 Cfr. PATEY, The Life..., p. 224.

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lleva a buscar un objeto adecuado a su necesidad de amar e, incluso, la sexualidad misma puede iniciar una búsqueda que, partiendo de lo parcial y transitorio, se dirige hacia lo completo y permanente. Y así lo vemos en Charles Ryder. Del mismo modo en que sus progresos en pintura lo llevan desde los paisajes a las construcciones humanas y, luego, a la figura humana, su amor recorre una serie de escalones que van desde el amor a Sebastian, a Julia y, finalmente, a Dios. Cada uno de los amores menores es real y valioso pero, al mismo tiempo, inadecuado: no es más que un medio que lo conduce a un fin más satisfactorio. Charles conoce a Sebastian durante su primer año en Oxford e inicia con él una relación de profunda amistad, con ribetes ambiguos, que es calificada por Cara, la amante de Lord Marchmain, como “amistad romántica”.10 Esta relación, que implicará para el agnóstico y mundano Charles, el descubrimiento de la belleza contenida y expresada en Brideshead y su encantamiento por la familia Flyte, terminará con el alejamiento de Sebastian de Inglaterra y el enfriamiento de su relación con Lady Marchmain. En los diez años siguientes, que no aparecen relatados en la novela, Charles se casará con Celia Mulcaster y emprenderá un largo viaje por Centroamérica en busca de motivos para su pintura. A su regreso, durante la travesía del Atlántico, se encuentra compartiendo el mismo buque con Julia Flyte, separada de hecho de su esposo Rex Mottram. Es entonces cuando el primer amor por Sebastian se revelará como el precursor de un amor más maduro dirigido hacia Julia. Dice Charles: “No había olvidado a Sebastian. Él estaba conmigo diariamente en Julia, o más bien, era a Julia a quien había conocido en él”.11 Pocos meses después, Charles y Julia comienzan a convivir en Brideshead. El protagonista planea su futuro junto a su amada, luego de sus respectivos divorcios, en esa mansión que es, una vez más, su Arcadia. Sin embargo, no deja de percibir una progresiva tristeza en Julia aunque no logra conocer su causa. Dice Waugh en boca de Charles: “... quizás nuestro amor es sólo una insinuación o un símbolo; una colina con muchos picos invisibles; puertas que, como en un sueño, se abren sólo para revelar otro tramo de alfombra y otra puerta; quizás tú y yo somos tipos y esta tristeza que a veces cae sobre nosotros surge de decepciones en nuestra búsqueda, cada uno empujando a través y más allá del otro,                                                                                                                         10

He preferido no discutir en este trabajo la homosexualidad latente o vigente en la relación de Charles y Sebastian. Me ha parecido conveniente utilizar la expresión romantic friendship. Patey (The life..., p. 226-27) se inclina por considerar que se trató de una relación propiamente homosexual. Hay una expresión significativa de Charles cuando, al referirse a esos años, afirma que su relación con Sebastian poseía “a naughtiness... high in the catalogue of grave sins.” Acertadamente, precisa que, mientras en Charles ese primer amor homosexual es un paso en la maduración hacia el amor verdadero, en Sebastian, en cambio, se estabiliza porque no hay en él una voluntad o deseo de crecimiento. Tison Pugh (“Romantic friendship, Homosexuality, and Evelyn Waugh´s Brideshead Revisited”, en: English Language Notes 38.4 (2002); pp. 64-72) retomando la tesis de David Leon Higdon (“Gay Sebastian and Cheerful Charles: Homoeroticism in Waugh´s Brideshead Revisited”, en: ARIEL: A Review of International English Literature 25.4 (1994); pp. 77-89), propone algunos matices, principalmente la adopción de la expresión romantic friendship, que definiría ese tipo de amistad íntima y entrañable, que era bastante común en las public schools inglesas, pero que no implicaban necesariamente intimidad sexual, y se manifestaba como uno de los primeros pasos en la progresión de la madurez afectiva. Sobre este tema puede verse también: Jonathan PITCHER, “Brideshead Remodernized”, en: Evelyn Waugh Newsletter and Studies 34.2 (2003), pp. 1-5. 11 Evelyn WAUGH, Brideshead Revisited: The Sacred and Profane Memories of Captain Charles Ryder, London, Chapman&Hall, 1945; p. 265-66. En adelante, BR. Citaré siempre por la edición inglesa señalada y las traducciones serán mías.

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vislumbrando de vez en cuando la oscuridad que está siempre a la vuelta, uno o dos pasos delante de nosotros”.12 El conocimiento del motivo de esa profunda tristeza vendrá sólo con la muerte de Lord Marchmain, luego de la cual Julia abandona a Charles, y se inicia el proceso de conversión a la iglesia católica de éste. Se trata, propiamente, de un milagro. Abandonado por Julia, Charles se arrodilla y dice la plegaria del incrédulo: “Oh Dios, si hay un Dios...” y pide un signo, aunque sólo sea por “cortesía”. Cuando el impenitente Lord Marchmain, finalmente, en su lecho de muerte hace la señal de la cruz, Ryder se da cuenta de que su oración ha sido respondida, lo cual implica un desastre para sus esperanzas mundanas puestas en Julia y en la mansión Brideshead. Irónica, y providencialmente, su amor por Julia lo ha llevado a perderla.13 No es sólo el espectáculo de la conversión del orgulloso Lord Marchmain lo que conduce a Charles a la fe, sino también el descubrimiento de la acción concreta de Dios en la vida del hombre. En ese momento recuerda las palabras que, de niño, escuchaba el día de Pascua: “El velo del templo se rasgó de arriba a abajo”. La escena siguiente del libro es el epílogo, en el que vemos a Charles ya convertido, que de rodillas en la capilla de Brideshead, repite las Lamentaciones de Jeremías: Quomodo sedet sola civitas. Es en este momento, el final de un largo proceso retrospectivo, cuando Ryder reconoce en la guerra y en su propia vida, las insinuaciones de un plan providencial. Se trata de un modelo en el cual, como suele hacer la Providencia, el bien es educido del mal, y la inteligibilidad del aparente caos de acontecimientos. La fe se convierte para Charles en infinitamente mucho más importante que el esplendor que su vida habría tenido junto a Julia en Brideshead. Esta escena se desarrolla en la capilla art nouveau de Brideshead, reabierta luego de un largo periodo de clausura. En realidad, es la única zona de la mansión que se ha mantenido intacta, luego de que las tropas británicas la ocuparan, y destruyeran. Patey observa que para Charles es mucho más importante esta capilla re-consagrada que la destrucción de las bellezas mundanas de la casa. Sin embargo, es posible también entender esta escena como el lamento de Waugh por un mundo que, en su percepción, se derrumba: "Los constructores no sabían los usos a que descendería su obra; hicieron una mansión nueva con las piedras del castillo antiguo, año tras año, generación tras generación, la enriquecieron y extendieron; año tras año crecía la enorme cosecha de maderos en el parque; hasta que, con la helada repentina, llegó la era de Hooper; el lugar quedó en la desolación y el trabajo en la nada: Quomodo sedet sola civitas. "Vanidad de vanidades, todo es vanidad."14 Hooper era el ayudante militar de Ryder, una personificación de la vulgaridad y el mal gusto propios de los tiempos modernos. Y son, justamente, la legión de “Hoopers” los que han asaltado el mundo, y son ellos los que se señorean en los gobiernos, los que marcan las reglas y los usos sociales, los que deciden la educación de niños y jóvenes y                                                                                                                         12

BR, 265. Cfr. Joseph HYNES, “Two Affairs Revisited”, en: Twentieth Century Literature 33:2 (1987); pp. 234-253. 14 BR 304. En este caso, la traducción es de Clara Diament, en Evelyn WAUGH, Retorno a Brideshead. Las memorias sagradas y profanas del capitán Charles Ryder, Buenos Aires, Sudamericana, 1948; p. 496. 13

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los que determinan los parámetros del arte y de la música. La destrucción de la belleza de Brideshead por parte de los Hoopers es signo de la destrucción de la belleza del mundo contemporáneo ocasionada nuestros Hoopers, vernáculos y extranjeros. Lamentablemente, no siempre tenemos, como Charles, una pequeña capilla donde refugiarnos. 4. Otros personajes Bridey y Cordelia: Los Flyte no era una familia católica tradicional de Ingleterra, sino que el padre de Julia y Sebastian se había convertido con ocasión de su matrimonio con Lady Marchmain. El hijo mayor, Bridey, y la hija menor, Cordelia, tienen muchas similitudes. Si bien poseen personalidades distintas, el uno frío y lógico, y la otra espontánea y divertida, son profundamente religiosos, a punto tal que, para desesperación de Charles, incluyen conversaciones sobre la fe y la religión continuamente en los asuntos diarios. Ciertamente, al retratarlos, Evelyn Waugh ha pensado en la familia de su esposa, los Herbert, que poseían características similares. La personalidad de Bridey posee características interesantes. Bien podría ser definido, en un primer momento, con palabras de Anthony Blanche: “Un santurrón instruido y un bárbaro ceremonioso”. Y es verdad que posee detalles que rayan con el ridículo, como su afición a coleccionar cajas de fósforos y su matrimonio con la viuda Beryl Muspratt. Pero, como bien señala Patey, Bridey es “un estúpido enviado para avergonzar a los sabios”.15 Sus afirmaciones suelen ser explosiones que desarman todos los criterios humanos que manejan Julia, Sebastian, Rex Mottram o Charles Ryder, porque, en realidad, los suyos son juicios sub specie aeternitatis que desentonan con los pareceres del mundo. Por ejemplo, le dice a Charles que espera que su hermano Sebastian sea alcohólico porque, en ese caso, sería una enfermo que necesita ayuda. Caso contrario sería un incontinente incapaz de ordenar su concupiscencia, lo cual no es enfermedad, sino pecado. Y es mejor estar físicamente impedido que ir al infierno. Ni su hermano, ni nadie, tiene obligación de triunfar en el mundo. Basta con alcanzar la salvación. (6. 10: 9:10-11:13) Sebastian: Una de las más tristes características que enseguida se descubre en Sebastian es el odio que se profesa a sí mismo. Débil, homosexual y alcohólico, afirma que jamás podría sentir aprecio por alguien similar a sí mismo. Y expresiones como “Me avergüenzo de mí mismo” o “Me detesto a mí mismo”, abundan. Esto provoca su necesidad constante de escapar de la realidad, de sentirse libre, de “correr lejos, tan lejos y tan rápido como pueda”. Como bien lo define Cara, Sebastian ha permanecido enamorado de su propia infancia, lo cual es simbolizado en el libro I por Aloysius, su osito de peluche. Ciertamente, un análisis freudiano del caso acordaría con este juicio. Sin embargo, y más allá de todas estas debilidades de Sebastian, él es un hombre de fe, y su vida puede ser vista también como una búsqueda de la fe. Son significativos algunos diálogos, particularmente el que sostiene con Charles, durante su estancia solitaria en Brideshead, luego de la misa dominical, en el que define, propiamente, la fe católica:                                                                                                                         15

PATEY, The life..., p. 230.

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“A menudo, casi diariamente desde que conocía a Sebastian, alguna palabra casual en su conversación me recordaba que él era católico, pero lo tomaba como una flaqueza suya, igual que a su oso de juguete. Nunca habíamos discutido el asunto hasta el segundo domingo en Brideshead; cuando el Padre Phipps partió y nos dejó en la terraza con los periódicos, me sorprendió al decirme: —Ah, amigo mío, es muy difícil ser católico. —¿Te preocupa mucho acaso? —Por supuesto. En todo momento. —Pues no puedo decir que lo haya advertido, ¿Luchas contra la tentación? No pareces mucho más virtuoso que yo. —Soy mucho, mucho más perverso —repuso Sebastian indignado. —¿Y entonces? —¿Quién fue el que solía rezar: "Oh, Dios, hazme bueno, pero todavía no"? —No lo se. Tú, por lo visto. —Pues sí, claro, yo sí, todos los días. Pero no es eso. —Volvió a las páginas de Noticias del Mundo y comentó:— Otro malvado capitán de niños exploradores. —Supongo que tratan y consiguen hacerte creer un montón de tonterías. —¿Tonterías? Ojalá lo fueran. Por momentos me parece terriblemente verdadero. —Pero, mi estimado Sebastian, no puedes creer todo eso seriamente. —¿No? —Quiero decir eso de la Navidad y la estrella y los tres reyes magos y el buey y el asno... —Oh, sí, yo creo en todo eso. La idea es encantadora. —Pero no puedes creer en las cosas sólo porque la idea es encantadora. —Pero creo, sí. Así es como creo. —¿Y en las oraciones? ¿Crees que te puedes arrodillar delante de una estatua y pronunciar algunas palabras, ni siquiera en voz alta, mentalmente nada más, y con eso cambiar el tiempo; o que algunos santos tienen mayor influencia que otros y que debes recurrir al santo adecuado para cada problema? —Oh, sí. No recuerdas que una vez, durante el último término, llevé conmigo a Aloysius y lo olvidé y no sabía dónde. Esa mañana recé como un desesperado a San Antonio de Padua y en seguida después del almuerzo llegó Mr. Nichols a Canterbury Gate trayendo a Aloysius en brazos y diciendo que lo había olvidado en su auto. —Bueno —dije—, si puedes creer todo eso y no quieres ser bueno, ¿dónde están las dificultades de tu religión? —Si no puedes verlo, no puedes.16                                                                                                                         16

Traducción de C. Diament, cit., p. 128-130.

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La fe en Sebastian se revelará en su totalidad al finalizar el libro. Vivirá como familiar de un monasterio vecino a Cartago, la tierra de San Agustín, ocupado en los más humildes quehaceres de la comunidad monástica. Patey ve en esto un renunciamiento y una autohumillación similar a la de Cristo. En efecto, Sebastian abandona todas las cosas terrenales que ama y se dedica, incluso, a asistir a aquél a quien nadie deseaba acercarse. Es interesante su relación con Kurt, que comienza siendo, indudablemente, viciosa. Se trata de un alemán sifilítico, desagradable e incorregible, cuyas heridas “nadie podía curar”, dice Waugh en alusión al pecado original. Sebastian se hará cargo de él, y vivirá en un sucio tugurio de Fez cuidándolo, dedicado a las obras de misericordia corporales tal como su hermana Cordelia durante la Guerra Civil Española, y como Julia en la Segunda Guerra Mundial. Como Cordelia afirma, a pesar de su sufrimiento, o mejor, a raíz de su sufrimiento, Sebastian fue feliz con Kurt. Nadie es santo sin sufrimiento, explica, previendo lo que ocurrirá con el mismo Charles. Lady Marchmain: Se trata de un personaje misterioso, aún para el mismo Evelyn Waugh, quien escribe a un amigo: “Sí, Lady Marchamain es un enigma. Espero que su última conversación con Cordelia pueda proporcionar su clave teológica”.17 Allí Cordelia dice que “cuando la gente quiere odiar a Dios, odia a Mummy”. Lady Marchmain es una mujer de profunda fe y, como tal, considera a todos los acontecimientos de su vida y la de su familia desde la perspectiva de la fe, y esto de un modo absoluto. Entonces, muchas veces equivoca los métodos y pretende imponer a su familia no sólo la fe, sino las conductas coherentes con esa fe, a partir de su autoridad, logrando entonces con su esposo, con Sebastian y con Julia, el efecto contrario. Waugh describe a Lady Marchmain como una “casi santa” y, claro, no debe resultar fácil vivir cerca de una persona así. Ella siente “cualquier falla en mis hijos como mi propia falla”, y por tanto, su relación con ellos es asfixiante y provoca, necesariamente, rechazo. Nancy Mitford, después de leer Retorno a Brideshead, le preguntó a su autor: ¿Estás o no estás a favor de Lady Marchmain?, a lo que Evelyn respondió: “Yo no estoy de su lado, pero Dios lo está”.18 Lord Marchmain: Es el jefe de la familia Flyte, heredero de una gran fortuna y de un pasado prestigioso. Se convierte a la iglesia católica cuando contrae matrimonio y, en ese momento, le dice pomposamente a su esposa: “Tú has traído de regreso a mi familia a la fe de sus ancestros”.19 Pero, algunos años después, deja a su esposa y a su familia, y se refugia en Venecia junto a Cara, su amante italiana. Las causas de su separación no aparecen en el libro, pero el mismo autor sugiere que se ha debido a la incompatibilidad personal entre los cónyuges y, también, al rechazo que experimenta Lord Marchmain por la religión de su esposa, rechazo que sólo desaparecerá en su lecho de muerte.20                                                                                                                         17

AMORY, The Letters..., p. 196. Id., 195. 19 BR, 194. 20 Cfr. Jeffrey HEATH, “Brideshead: The Critics and the Memorandum”, en: English Studies 56 (1975), p. 227. 18

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Lord Marchmain, en el momento de su conversión, no alcanza a percibir la enorme importancia que reviste el paso que ha dado y que la fe, cuando verdadera, no puede existir en segundo plano. Será incapaz de soportarla y, por tanto, huirá del humillante conocimiento de que lo que le fue dado libremente por su esposa y por su fe tiene un peso mayor que todos aquellos bienes materiales que él aportó al matrimonio. No queriendo reconocer esta dependencia, “comete un crimen en nombre de la libertad”21, abandonar a su esposa y a su familia, sólo para descubrir, como Sebastian, que tal libertad es una ilusión, y que la verdadera libertad es interior.22 5. El arte en Retorno a Brideshead Douglas Lane Patey descubre un personaje escondido en la novela pero que, sin embargo, posee un papel protagónico. Tal personaje es el arte. Para escribir sobre la acción de la gracia en la vida del hombre en una obra de ficción, deben darse dos elementos: uno que actúa a modo de causa eficiente y otro que lo hace como causa final. Esta última opera en Charles Ryder de un modo inesperado y volcánico. Irrumpe en medio de su vida, transformándola, a raíz de la muerte de Lord Marchmain. La causa eficiente, en cambio, es de orden psicológico y supone una lenta preparación del protagonista para el momento de la conversión. Y es aquí donde radica la diferencia: la conversión de Charles es la conversión de un artista. Charles posee una intensa sensibilidad por la belleza, y esto se percibe a lo largo de todo el libro, en los comentarios que él mismo realiza como relator. En Brideshead se creía “cerca del cielo” y sugiere que quizás la visión beatífica tenga alguna remota semejanza con esa experiencia.23 Y esta seducción por la belleza se extiende los elementos de la creación, incluido el vino. A raíz de la comida que tiene con Rex Mottram en París, reflexiona: “Ese borgoña me pareció, entonces, sereno y triunfante, un recuerdo de que el mundo fue un lugar más antiguo y mejor que aquél que Rex conoció, que la humanidad en su largo padecer ha aprendido otra sabiduría distinta a la suya; (el vino) susurra suavemente palabras de esperanza”.24 La belleza que Charles percibe aún en el vino y en las frutillas está marcado, desde el inicio, con un implícito significado escatológico, como un signo y una llamada a la belleza sobrenatural que es la gracia. Señala también Patey la notable conversión artística de Ryder. Él asciende tanto a través de las jerarquías de belleza y de arte cuanto a través de las jerarquías del amor. Ingresa a Oxford siendo un confeso modernista. Allí, un amigo le explicará teóricamente las falacias del arte moderno y Sebastian lo hará de un modo práctico. Lo invita, por ejemplo, a visitar el Jardín Botánico, para “ver la hiedra” “diferentes clases de hiedra que nunca pensé que existieran”.25 Y de este modo Charles retoma su aprecio por la belleza natural y, luego, por la belleza del arte barroco que descubre y que lo deslumbra en Brideshead.                                                                                                                         21

BR, 292. Cfr. PATEY, The life..., p. 232. 23 Cfr. BR, 71. 24 BR, 155. 25 BR, 31, 22

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Otro aspecto del arte que la novela muestra es que éste es un medio y nunca un fin en sí mismo. La historia de Charles Ryder es una progresión a través de una serie de estadía os, cada uno de los cuales es un precursor del siguiente, puesto que no posee un significado en sí mismo sino en cuanto se orienta al otro. Confundir un medio con un fin, cosa que sucede con Anthony Blanche, es como permanecer congelado en un estadio inferior de desarrollo y no realizar plenamente la propia humanidad. Blanche era un personaje muy particular durante los años oxonienses y, a pesar de que a Charles no le gustaba particularmente, reconocía que no sólo entretenía sino que era capaz de “transfigurar las fiestas, derramando una intensa y falsa luz de excentricidad” que provocaba que, muchas veces, los estudiantes más prosaicos “se transformaran en criaturas de su fantasía”.26 Pero, así como los medios se diferencian de los fines, así, lo que es apropiado en la juventud, puede ser inapropiado, y aún dañino, en la madurez. Y es lo que ocurre con Anthony. Cuando ve Charles por última vez, lo invita al ambiente estéticamente deplorable de un bar de dudosa reputación: “El bar estaba pintado de azul cobalto; el piso era de linóleo cobalto. Pescados de papel plateado y dorado estaban pegados caprichosamente en el techo y en las paredes”.27 El bar, llamado “La gruta azul”, con su olor a gato, gin y colilla de cigarrillo, es una parodia grotesca del perfume y de los colores que Charles había gozado, especialmente de la belleza de Brideshead, y de la sala de estar de Lady Marchmain, cuyas paredes estaban empapeladas de celeste, el color de María.28 El esteta Anthony Blanche buscó el arte por el arte mismo; se quedó en él sin darse cuenta que, en realidad, era un signo privilegiado de realidades superiores. Lo mismo había ocurrido con su vida, al permanecer eternamente en la inmadurez afectiva propia de un estudiante veinteañero, sin llegar a realizarse como una persona completa. Charles reconoce que cada alma se realiza totalmente sólo cuando es capaz de llevar a cabo la misión que Dios le había confiado. Fallar en ese progreso hacia el propio fin es nunca llegar a ser un ser humano completo, sino sólo una pequeña parte, simulado ser el todo, como Julia dice de Rex y Ryder de sí mismo.29 En un tiempo y lugar oportuno, el arte de Anthony Blanche ayudó a quienes lo rodeaban a comenzar el proceso de realización personal. Luego de dejar Oxford, sus amigos crecieron. Él, sin embargo, permaneció en esa inmadurez adolescente, considerando siempre al arte como un fin. 6. Conclusiones Un lector americano le escribió a Evelyn Waugh luego de terminar de leer la novela: “Su Retorno a Brideshead es una extraña manera de mostrar que el catolicismo es una respuesta a todo. Parece más bien el Beso de la Muerte”.30 Probablemente, en lo que quería significar con su expresión, estaba acertado. Casi parece un eco de lo que Charles le espeta con furia a Bridey: “Me parece que sin tu religión Sebastian habría tenido la posibilidad de ser un hombre alegre y saludable”.31 Y también en este caso, es probable                                                                                                                         26

BR, 38, 30. BR, 237. 28 Cfr. Patey, The life..., p. 238. 29 Cfr. BR, 177, 200. 30 Donat GALLAGHER (ed.), The Essays, Articles and Review of Evelyn Waugh, London, Methuen, 1983; p. 304. 31 BR, 129. 27

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que tenga razón. Pero si el catolicismo es la religión verdadera, este punto no tiene demasiada importancia. Es que Retorno a Brideshead, definitivamente, no es una novela alegre. Al finalizar su lectura, le queda al lector una indiscernible sensación de pérdida, casi como la que experimentó Cordelia cuando el obispo cerró la capilla de Brideshead, “como si desde ahora en adelante siempre fuera Viernes Santo”. ¿Es recomendable la lectura Retorno a Brideshead? Sin duda alguna, es una novela altamente recomendable. Parece arriesgada esta afirmación toda vez que se trata de un ficción poblada de situaciones cuestionables o, aún más, inmorales. Adulterio, desórdenes, borracheras, frivolidad, son conductas comunes en la mayoría de los personajes. Aún así es una novela recomendable aunque no sea un libro piadoso. No se trata, claro está, de un hagiografía, y, mucho menos, de una hagiografía al gusto contrareformista en las que los santos son presentados como dechados de todas las virtudes y carentes de todos los defectos. Evelyn Waugh no podría escribir un libro de ese tipo porque su catolicismo decididamente no es contrareformista. El suyo es el catolicismo de las Islas que durante muchos siglos se mantuvo desapegado de las contingentes condiciones de hiperromanidad que afectaron, sobre todo, al catolicismo español e italiano. Mircea Platon describe de este modo al catolicismo de Waugh: “Era fibroso y antiguo, bien madurado en barriles escolásticos pero sin ningún sabor ideológico que lo hiciera reconocible”.32 Frecuentemente los protestantes, y también muchos católicos, consideran al catolicismo como una ideología y, en cuanto tal, todas las palabras y obras de un católico deben tender de un modo directo a propagar esa “ideología”. El libro de un escritor católico, entonces, debería ser abiertamente religioso, de preferencia apologético, y tendiente a la conversión de sus lectores como lo son, por ejemplo, las novelas de J. K. Huysmans. Retorno a Brideshead, en cambio, no es explícitamente católica. Evelyn Waugh no hace de su catolicismo el contenido de sus novelas, sino sólo el paisaje en el cual se desarrolla la acción. El cristianismo ideologizado puede ser perfectamente delimitado y precisado, y ofrece una receta infalible. Esto no ocurre, en cambio, con el cristianismo genuino, porque no es una técnica sino una dirección, el sendero del peregrino hacia la montaña de la revelación. Evelyn Waugh era consciente que las ideologías desplazan a la realidad, abstrayéndola, dividiéndola y sectorizándola. En cambio, su cristianismo tradicional es capaz de madurarla, enfatizando su textura espiritual y sus articulaciones providenciales. Un escritor cristiano no debe distorsionar la realidad, como sí hace el progresista. No posee la ambición de revolucionar el mundo, de reparar las injusticias cósmicas o de dar a luz nuevos mundos. En efecto, no desea realizar aquello que sólo Dios puede hacer. Retorno a Brideshead es, en todo caso, un claro ejemplo de esto: la acción providencial de Dios en el seno de una familia semi-paganizada a sí misma.

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PLATON, “Drama ..., p. 4.

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