Retórica y estilo

August 6, 2017 | Autor: L. Rodríguez Bello | Categoría: Discourse Analysis, The Greek and Latin Classics
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Descripción

RETÓRICA Y ESTILO ____________________________________________________________________________________________________

Luisa Isabel Rodríguez Bello IPC-UPEL.

RESUMEN

El propósito de este trabajo es exponer la concepción del estilo en el marco de la retórica clásica de corte argumentativo y relacionar esa concepción con algunos constructos teóricos de las actuales ciencias del lenguaje. Por ello, se utiliza una metodología descriptiva y documental que permita dar cuenta de las distintas correspondencias entre la visión clásica del estilo y la contemporánea. También se definen conceptos básicos comunes al estilo y a la retórica bajo una óptica que permita interpretar tales conceptos en profundidad yen relación con disciplinas que en la actualidad están íntimamente vinculadas con el lenguaje. Descriptores: Estilo. Retórica. Aristóteles. Lingüística textual. Literatura

RHETORIC AND STYLE ABSTRACT The purpose of this article is to expose the conception of the style in the framework of the argumentative classic Rhetoric and to relate that conception to some theoretical issues of the current sciences of languages. Because of this, it is used a descriptive and documental methodology that permits realize the different correspondences between the classic and the contemporary vision of the style. Also common basic concepts to the Style and to the Rhetoric are defined under an approach that permits to interpret such concepts in depth and in relationship to disciplines that are actually intimately connected with the language. Key Words: Style . Rhetoric. Aristotle. Textual Linguistic. Literature.

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INTRODUCCIÓN

El término español "estilo" deriva de la palabra latina stylus, que designaba al punzón con el cual se escribía sobre las tablillas de cera. De allí fue usado metafóricamente para traducir la lexis griega, momento terminal del proceso retórico de producción y generación textual, que hace referencia al instante en que se verbaliza adecuadamente el pensamiento o la cosa o idea a significar, según los propósitos e intenciones del locutor, según el género discursivo y según la formación y modo de ser del locutor. Las partes medulares del proceso retórico son tres: inventio (fase de invención), dispositio (fase de organización de las ideas), elocutio (fase de verbalización). Esta fase última es la que concierne al estilo, parte sustantiva de la retórica, cuyo fin -según Aristóteles- es la persuasión. Para este autor, la retórica se ocupa de estudiar los "modos de persuasión acerca de cualquier cosa dada, por lo cual también decimos que ella no tiene su artificio en ningún género específico determinado" (Retórica, 1, 1, p. 119).

En tal sentido, es propósito de este trabajo, de carácter teórico y documental, rastrear las vinculaciones existentes entre estilo, argumentación y retórica, además de establecer relaciones con algunas concepciones que sobre este aspecto crucial del lenguaje sostengan pensadores, lingüistas y críticos literarios de diferentes épocas. Por otra parte, se enfatiza en algunos fenómenos y mecanismos del estilo en el marco de la retórica tradicional con la finalidad de vincular términos de interés en diferentes áreas interdisciplinarias.

Este trabajo reviste importancia, además, por cuanto los estudios de la estilística en el marco de la retórica clásica ofrecen a las ciencias del lenguaje en general una terminología especializada En algunos casos, esa terminología podría estar superada, pero en otros, forma parte del lenguaje específico de áreas o disciplinas tan diversas como la fonética, la pragmática, el análisis literario, la gramática, la estilística. Esto es un gran indicador de que el estilo, conjuntamente con la retórica, es una dimensión del lenguaje (confróntese Van Dijk, 1978) que afecta a todos sus mecanismos y estructuras, y que los _________________________________________________________________________________________

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teóricos de la antigüedad tenían ya bien definida esta concepción abarcante del estilo. 1. El estilo en la Retórica y en la Poética de Aristóteles La Retórica y la Poética de Aristóteles son documentos lingüísticos que han mantenido vigencia dentro de las teorías que se han formulado sobre el lenguaje en todos los tiempos. En trabajos anteriores (Rodríguez, 1990 y 1992), se ha puesto en evidencia la relación entre estas obras y los modernos estudios discursivos, en especial, con el modelo para el análisis textual propuesto por Van Dijk (1983). Hay que tener presente que la retórica aristotélica es una ciencia de la producción del discurso oratorio y una teoría de la argumentación con fines de captar el favor de una audiencia. La retórica y la poética coinciden en su objetivo: la persuasión. Así para Aristóteles el fin de la tragedia es conmover al oyente a través del temor y la compasión para que, experimentadas esas pasiones, se logre la catarsis. El fin de los discursos públicos, que analiza este autor, es inducir, por vía de un razonamiento lógico, ético o patético, a una audiencia para la actuación, según el tipo del discurso. El texto en el cual el estagirita expone su teoría sobre esta materia se denomina Retórica, obra que se organiza en tres libros.

El libro 1, centrado en el emisor, es una teoría de la argumentación. Aquí analiza los argumentos que debe utilizar el productor de la obra para lograr la persuasión, según el tipo de discurso y la naturaleza del auditorio. Es, por lo tanto, una lógica de la argumentación retórica, en donde se consideran contenidos que tocan con la lógica: el silogismo, el entimema, la deducción, la inducción y el tema de los topoi. Estos son temas cruciales que hacen de la retórica una materia teórica densa y compleja, como lo es cualquier teoría que se atreva a tocar temas relacionados con el lenguaje y, por extensión, con los mecanismos de razonamiento usados por la mente. También son estos los temas que marcan una frontera entre la retórica argumentativa de Aristóteles y las otras que sólo han focalizado el ornato de la forma, la palabra manipuladora de la conciencia, que cautiva al ingenuo,

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a la masa ignorante que no sabe distinguir entre lo verdadero y lo verosímil, es decir, lo que es parecido a la verdad. Al libro I se le podría llamar el libro de la argumentación entimemática: argumentación que razona con base en premisas probables, verosímiles, no necesariamente ciertas, por basarse en el cuerpo de creencias válidas dentro de un auditorio, pues toda clasificación de género de discurso que hace Aristóteles tiene el mérito de basarse en la comunicación: el juego entre emisor, receptor y texto en el marco de la opinión pública. Por su parte, el libro II analiza los rasgos del orador y de la audiencia y sus efectos sobre el uso de un lenguaje persuasivo. Se presenta, además, un estudio más amplio de los topoi, lugares en los cuales el orador, en consonancia con sus características y las de la audiencia, encuentra los contenidos y esquemas para su argumentación. Por último, el Libro III es el libro de la lexis, en donde desarrolla su teoría sobre el estilo. Por ello sus temas cardinales son las cualidades y características del estilo, los recursos y las figuras de expresión (metáfora, antítesis, comparación, entre otras) y otras operaciones del discurso orientadas más a precisar la superestructura de los textos, los elementos de cada una de sus partes en función de los efectos que se deseen despertar en la audiencia.

Aristóteles (Ret III, 1) considera que para la producción adecuada de un discurso persuasivo, no sólo es suficiente saber lo que hay que decir, sino también expresarlo con palabras de una manera conveniente, por ello éste debe adoptar "una modalidad apropiada" (Ret. III, 1, p. 188). Es lo que él llama una norma de elocución, areté léxeos . La concepción de la retórica clásica del estilo abarca diferentes elementos de orden sintáctico, semántico y pragmático en función de una coherencia oracional y macrotextual.

El objetivo de la lexis es la expresión lingüística de las ideas y pensamientos aportados por la inventio y ordenadas por la dispositio. En efecto, los clásicos consideraron en sus estudios discursivos tanto lo concerniente a las res (cosas, ideas o pensamientos), el qué decir, como lo concerniente a las verba (palabras), el cómo decir. Aristóteles considera que a la inventio compete el qué decir, y a la lexis el cómo decir. La dispositio tiene que ver tanto con las res como con las verba. Modernamente, Van Dijk (1983) interpreta retórica como "manipulación voluntaria" de las variantes del

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lenguaje. Además, este autor no considera la retórica como un nivel de análisis, sino al igual que el estilo, como una dimensión. La dimensión retórica afecta al lenguaje en todos sus niveles y formas. Al respecto, Rodríguez (1992, p. 44) afirma:

La retórica clásica se ocupa de todo tipo de discurso. O bien, todo tipo de discurso es afectado por una dimensión retórica, en el sentido de apuntar a una finalidad. Por ello se interesa en los procesos de producción textuales que abarcan desde la consideración de la cosa, las res (quae significantur) y las verba (quae significant) hasta su materialización en la opus, texto o discurso. 2. El estilo en la retórica de Cicerón La retórica en Roma recibe un gran influjo de la retórica aristotélica. Preexisten allí diferentes escuelas, las cuales se definen por la naturaleza del estilo practicado, con lo cual el estilo se erige como parte fundamental de la retórica, y ambos términos se hacen cuasi-sinónimos. Cicerón pertenece al estilo de la escuela de Rodas, la cual opta por el uso de una expresión elegante (latinitas) y rica en recursos del lenguaje que se seleccionan en relación con esa elegancia que se quiere infundir. Por otra parte, en Roma también se practica el llamado estilo asiático: el ampuloso, grandilocuente y rimbombante usado en las escuelas griegas establecidas en el Asia Menor. La escuela de estilo de Atenas, por su parte, practica en Roma una elocuencia sobria, sencilla, moderada, del gusto de la juventud de entonces. Cicerón (Inv. 1. 7.) define a la elocutio de la siguiente manera: "elocutio est idoneorum verborum ad inventionem accomodatio".Id. est., la elocución es la elección de palabras apropiadas a la invención, es la expresión lingüística adecuada a lo que se quiere decir. Se estudia dentro del estilo lo relacionado con la expresión figurada y el ornato verbal con atención especial a los textos literarios y con la escritura en general. En la definición de Cicerón hay un término clave accomodatio: adecuación, adaptación, selección. El sentido del estilo como selección de las variantes del lenguaje pervive en el concepto _________________________________________________________________________________________

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de estilo aportado por teóricos de reciente data como Van Dijk, y en los maestros consolidados del estilo como L. Spitzer (1980) y Bally (1951), Entre estos autores el concepto de "selección" (accomodatio) y "desvío" son claves para una definición del estilo. En tal sentido, el estilo es una selección particular que realiza un autor entre las diversas variedades de la lengua y los diferentes contextos en los cuales está inmerso, en concordancia con las codificaciones del tipo de texto. La selección depende de los recursos expresivos de que disponga el hablante. Guiraud define el estilo como «el aspecto del enunciado que resulta de una elección de los medios de expresión determinada por la naturaleza y las intenciones del sujeto que habla» (P. Guiraud, 1970). Es por esta razón que una visión nueva del estilo mide la frecuencia con que se utilizan determinadas selecciones lingüísticas emitidas por un hablante o grupo de hablantes, lo cual sirve, además, como indicador de las "diferencias" de uso del lenguaje en función de las variables.

3. Gramática y estilo

Al estar relacionada la elocutio con la expresión lingüística, ésta no sólo tiene que ver con el arte retórico en sí, sino también con la gramática, pues la efectividad de un discurso se mide por el uso apropiado de las reglas del código lingüístico. De allí se infiere que el dominio de un estilo apropiado está supeditado al dominio de una competencia gramatical y sólo puede desarrollar un estilo apropiado quien tenga dominio, intuitivo o aprendido, de las reglas del funcionamiento del sistema gramatical de una lengua. Estas reglas las adquiere el usuario a medida que aprende la lengua materna, las sistematiza con la escolaridad e intuitivamente en contacto con textos y contextos en donde se manejen con propiedad las reglas del código gramatical. La dependencia del estilo de las reglas de la gramática la presente los retóricos de la antigüedad. Así, la gramática era dicendi y la retórica el ars bene dicendi: el arte de hablar (recte) en oposición al arte de hablar con efectividad (bene). dice Lausberg (1976, II, p, 10):

tenían muy el ars recte con rectitud Al respecto,

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La diferencia entre una y otra radica en el grado de las virtudes que tratan de conseguir (...): la gramática se propone en cuanto ars recte dicendi (...) la corrección del lenguaje (recte); la retórica en cuanto ars bene dicendi (...)apunta a alcanzar una perfección mayor (en correspondencia con la finalidad del discurso) (bene), incluso respecto a la formulación elocutiva (elocutio).

Entonces, la persuasión, como fin del discurso, depende de un proceso en el cual las ideas (res) encontradas en la inventio se ordenan apropiadamente en la dispositio, y se expresen mediante un lenguaje (verba) en el proceso de la elocutio o lexis, cuya función es para Cicerón (Oratore, I, 31) , "vestire atque ornare oratione" ("vestir y adornar el discurso"), lo cual tiene que ver tanto con el uso, como con la disposición de las palabras en el discurso. Esta disposición está sujeta, en primera instancia, a las leyes que rigen el código de la gramática (recte). De allí que se hablara de un criterio de corrección gramatical, tan cuestionado en la moderna lingüística, pero que sigue siendo un criterio subyacente en todo proceso de producción apropiada de un discurso. Por lo tanto, el desarrollo de un estilo apropiado depende del desarrollo de la competencia gramatical, ya que la competencia retórica tiene que ver con un criterio de efectividad, escogencia de la mejor, o la más apropiada, entre un número de posibles expresiones lingüísticas.

4. Adecuación y estilo

Dentro de los conceptos claves de la concepción aristotélica del estilo está el de adecuación. Dice que el estilo será adecuado "si expresa las pasiones y caracteres y guarda analogía con los asuntos de que trata" (Ret. III, 7, p. 195). La proporcionalidad o analogía consiste en no hablar "improvisadamente de asuntos de importancia, ni con gravedad de cosas banales, y si a una palabra vulgar no se le ponen adornos". (Ret. III, 7, p. 195). Expresa Aristóteles que el estilo propio tiene un gran valor persuasivo por hacer verosímil el asunto: ya que el alma del oyente parece deducir paralogísticamente cómo parece ser verdaderamente el alma del que habla, porque en _________________________________________________________________________________________

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estas cosas los hombres reaccionan así, de manera que creen, aunque el orador no se halle en este estado de ánimo, que las cosas son así y el oyente siente siempre al unísono con el que habla patéticamente, aunque diga una nadería. Por eso muchos impresionan a los oyentes haciendo ruido. (Ret. I1I, 7, p. 195)

En este sentido, habla Aristóteles del estilo patético:"cuando se habla enojado, si hay ultraje; y si ha habido cosas impías o vergonzosas, se habla con indignación o reticencia; y si se habla con admiración, cuando ha habido cosas dignas de encomio; y con humildad si se habla sobre cosas lamentables" (Ret, III, 7, p. 195). Sobre las clasificaciones del estilo, la bibliografía es abundante, desde la clásica, explicada por Cicerón (De oratore, 11, 3) en relación con la teoría de los géneros literarios. Esta pervive en el período medieval en la diferencia entre estilo gravis (sublime: para calificar, por ejemplo, una obra de carácter heroico como la Eneida, donde personajes, dioses y hombres, tienen un pasado legendario conectado con la divinidad); mediocris (medio: estilo presente en las Geórgicas de Virgilio) y humilis (bajo: estilo de las Bucólicas, por la procedencia social de los personajes, es decir, pastores en un contexto agrario). Esta correspondencia se halla codificada en la famosa "rota" virgiliana. Auerbach (1969) demuestra que, con el advenimiento del cristianismo, al tratarse, en un lenguaje humilde, sermo vulgaris (el Latín del pueblo y no de los escritores), temas elevados como la Muerte y la Resurrección, se rompe la citada correspondencia entre estructura y contenido, que pudiera constituir una base para la clasificación de los estilos. Esta ruptura clásica de los estilos subsiste en la tradición literaria occidental, es promovida por autores como Dante, Fernando de Rojas y tiene gran importancia en el desarrollo de los géneros literarios que perviven en la actualidad. 5. Carácter, género, hábito

Aristóteles considera que el uso de un estilo adecuado en el discurso a partir de signos externos connota carácter, virtud que permite expresar a cada género y a cada hábito con propiedad. Dentro del concepto de género incluye variables como edad, sexo y lugar de procedencia: "llamo género a _________________________________________________________________________________________

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lo que dice referencia a la edad, como el ser niño varón o anciano, y al ser mujer o varón, de Laconia o de Tesalia" (Ret. III, 7, p.195). Entiende por hábito el modo de vida y disposición peculiares de cada persona que se reflejan en la producción del discurso: "si se dicen, pues, las palabras apropiadas a cada hábito de vida, se representará el carácter; ya que no diría lo mismo ni del mismo modo el rústico que el que tiene instrucción" (Re!. ID, 7. p. 195). Los conceptos de género y hábito conectan la concepción aristotélica del estilo con las nuevas concepciones lingüísticas sobre este tema. Así, para T. A. Van Dijk (1980, p. 129) el estilo se define por "la manera en que algo se dice o se hace", refiere a la selección de variantes lingüísticas en relación con lo que el hablante es (factores socioculturales) o lo que hace (factores situacionales) en un momento determinado. Asimismo Halliday (1982) considera la variación del lenguaje como expresión de atributos fundamentales del sistema social. La diversidad de estructuras sociales se manifiesta a través de la variación dialectal en donde las variaciones del lenguaje dependen de datos diversos como generación, sexo, estrato sociocultural, profesión, lugar de procedencia del hablante, etc. La variación dialectal determina lo que somos. Por otra parte, la diversidad de procesos sociales es expresada a través de la variación de registros. El registro refiere a las variaciones de lenguaje que se asocian a diversos tipos de situaciones. El registro se determina por lo que hacemos.

6. Preceptos de la elocutio

A continuación, se enunciarán una serie de recursos lingüísticos que forman parte de las virtudes del estilo. Muchos de estos recursos, como se expresó al comienzo, han perdido vigencia dentro de la teoría del estilo, pero han permitido enriquecer otras disciplinas de las ciencias del lenguaje. No obstante, se exponen para dar una visión del grado de sofistificación que los estudios del estilo habían alcanzado en la tradición clásica, y sobre todo, cómo esa concepción de estilo, en el marco de la retórica, era abarcante y englobadora de los fenómenos más específicos del lenguaje y de la comunicación humana desde el punto de vista social y psicolingüístico.

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Pero, hay que tener muy presente que lo que define a la retórica clásica es la persuasión, y que el punto clave de la persuasión es el argumento, la prueba. Las figuras retóricas a las que se alude en este trabajo deben verse como un medio para la creación de argumentos a través de las relaciones entre las palabras, en especial, las apartadas del uso común. Las figuras así consideradas se constituyen en una parte de la elocutio, la III parte de la retórica. Lo que no puede obviarse es el hecho de que no se puede reducir un componente retórico al uso de la figuras, pues esto sería perder la esencia de esta vieja disciplina, que nos enseña que la lecturabilidad y decisión de leer una obra escrita está condicionada a que en su interior esa obra posea mecanismos estilísticos y retóricos en su construcción, producción y final edición que inviten al lector a leerla Lausberg (op. cit.) manifiesta que los preceptos o virtudes de la elocutio se relacionan unos con las palabras aisladas, (verba singuIa), otros, con las palabras agrupadas (verba coniuncta), y que dentro de estos preceptos o virtudes se distinguen normalmente tres, una virtud gramatical (latinitas: corrección), y tres retóricas: perspicuitas (claridad), ornatus (decoro), aptum (lo apropiado).

7. La latinititas: La corrección en el lenguaje.

A la virtud que expresa la corrección del lenguaje, los latinos llaman latinitas. Con este término significan el sermo purus, puritas sermonis, es decir, la pureza del lenguaje, la cual se fundamenta en un criterio de corrección lingüística. Para Aristóteles, como griego, el principio clave del estilo es helenizar el lenguaje, que el estilo exprese las normas de una lengua nacional, a través de un criterio de corrección lingüística Este concepto implica que el estilo debe ser elaborado de acuerdo con las reglas de la gramática de la lengua en la cual el discurso es producido. Cuando ese concepto se transfiere a la cultura latina, se habla de la latinitas (latinidad), la preservación del lenguaje en función a las pautas y normativas de la lengua latina, como expresión de un pueblo y de una cultura. La latinitas como norma se basa en cuatro pautas: ratio, vetustas, auctoritas, consuetudo.

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La ratio (razón) fundamenta la corrección gramatical en la lógica. La construcción del lenguaje debe ser lógicamente coherente: "La ratio busca sus argumentos en favor de la corrección gramatical en la analogía y en la etimología" (Lausberg, op. cit., 18). La analogía1 implica que lo desconocido sea deducido de lo conocido. Al ser semejante la estructura del lenguaje, por analogía, se deduce en Latín el género masculino de funis a partir del género masculino de panis, por poseer ambas palabras la misma terminación. Sin embargo, en contra de la analogía, están los defensores de la anomalía. Estos demuestran que la igualdad en la estructura del lenguaje no es suficiente para deducir, por ejemplo, que palabras con iguales terminaciones pertenezcan al mismo patrón o categoría lingüística. Según los analogistas, el origen y significado de las palabras está basado en su forma, en la etimología En este sentido, la etimología busca esclarecer la coincidencia entre forma y significación, presente en las onomatopeyas. La etimología es una norma para el buen empleo de las palabras, pero al igual que en la analogía, la consuetudo, o uso real del lenguaje, siempre decide y marca la pauta para ello.

La vetustas (vejez, antigüedad) refiere al uso de palabras antiguas, caídas recientemente en desuso, pero que se pueden emplear en ciertos géneros de discurso para comunicar un cierto encanto a la frase. La auctoritas (autoridad), o el uso del lenguaje por autores de prestigio, es una norma de corrección lingüística La consuetudo (costumbre) también llamada usus, usus cotidianus, cotidiani sermonis usus-, uso actual y corriente que del lenguaje hace la gente culta, aporta la norma decisiva a la latinitas. La consuetudo es una norma que prevalece sobre todas las demás. Las otras normas pueden inducir

'Rufino José Cuervo en su Introducción para las Notas a la Gramática de Bello (p. 390-1) dice que la analogía es un principio de asociación que tiene gran influencia en la vida del lenguaje: "Ella nos proporciona inmediatamente modelos para acomodar a la lengua toda voz que no hemos usado u oído antes ( ... ) Pero al mismo tiempo que la analogía es elemento de orden y contribuye a eliminar irregularidades, ( ... ) puede también inducir a aumentar irregularidades .. ." 1

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a un uso no apropiado del lenguaje. En este punto, un autor como Horacio (Ars poetica, 71-72) afirma que el uso es árbitro, juez y norma del lenguaje: " ... si volet usus,/ quem penes arbitrium est et ius et norma loquendi". La consuetudo como concepto de estilo traduce el concepto actual de "norma lingüística", estrato entre lengua y habla. La sociolingüística actual expresa que la norma es la estándar, la de uso más corriente y extendido desde el punto de vista estadístico. De allí que, el concepto de norma haya sido utilizado para definir la lengua literaria como desvío con respecto a la lengua de uso normal, asunto bastante criticado y debatido por autores como Ducrot yTodorov (1972, p. 344).

Lausberg (op.cit) dice que la latinitas se realiza en dos zonas, una relacionada con las verba singula (palabras aisladas) y otra con las verba coniuncta (palabras en construcciones sintácticas), y que al ser una virtus (virtud) se le opone un vitium (vicio). El vitium en las verba singula se llama barbarismos; y en las verba coniuncta, soloecismus. Estos vitia (vicios) pueden tolerarse en ciertos tipos de textos y contextos como licentiae, y entonces, de vicios pasan a ser virtudes. En este sentido, el barbarismus como licencia se llama metaplasmus, y el solecismo como licencia pasa a ser una figura: "La condición radica en una función literaria de la propiedad considerada normalmente como vitium. La función literaria en cuestión es el ornatus o el metrum" (ibid. p. 22).

Para Lausberg, dentro de las condiciones métricas del metaplasmo se consideran, en la antigua poesía, el número y la cantidad silábicas, las cuales, por razones métricas, se alteran por metaplasmo en contra de la consuetudo. En la poesía románica, son condiciones para el metaplasmo el número de sílabas y la rima. 8. Barbarismos o metaplasmos

En el caso de la lengua latina, se atenta contra la latinitas mediante el empleo de términos no latinos o verba peregrina (palabras extranjeras). Se habla en este caso de barbarismus o barbarolexis. En general, el barbarismus puede definirse como el uso o elección de palabras pertenecientes a lenguas

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extranjeras en lugar de las de la propia lengua nacional. El barbarismo también tiene que ver con la violación de las normas sobre la correcta composición fonética de las palabras. Sin embargo, cuando esta desviación obedece a razones de ornatus o métricas se llama metaplasmus. Al respecto dice Andrés Bello (1958) en su Gramática de la lengua latina: “Los gramáticos llaman figuras de dicción o metaplasmos a la alteración que sufren las palabras, cuando varía su forma natural, ya agregando, ya quitando, ya sustituyendo unas letras a otras " (p. 213).

El barbarismus o metaplasmus puede ser o por adición, supresión o transposición de alguna o algunas letras al comienzo, medio o final de palabra. Son barbarismos o metaplasmus por adición: la prótesis (adición de una sílaba al comienzo de una palabras: ajuntar); la epéntesis (interposición de sonidos en el medio de una palabra: tonu=trueno; paragoge (adición de un sonido vocálico al final de la palabra: Comendadore); diéresis (división de la sílaba en dos por razones métricas). Los barbarismos o metaplasmos por supresión son el aféresis (supresión de letras al principio de una palabra: norabuena); la síncopa (supresión de sonidos en el medio de una palabra: navidad por natividad); el apócope (supresión de sonidos al final de una palabra: "san" por "santo"; y sinalefa (fusión de vocales entre palabras contiguas para formar una sola sílaba). Se considera un metaplasmo o barbarismo por transposición o sustitución a la metátesis (cambio de ubicación o intercambio de los sonidos en el interior de la palabra: parabola= palabra)

Según Andrés Bello, estas figuras no deben considerarse como tales por ser formas de una misma palabra "de las cuales a veces una y otra son igualmente autorizadas por el uso, y a veces una de ellas es anticuada o rara" (op. cit. p. 214) Y que los escritores las utilizan o por necesidades métricas o "por alejarse de las expresiones vulgares, o por puro capricho" (ibid.).

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9. Solecismos o esquemas por inversión

Los verba coniuncta refieren a la sintaxis del idioma. Cuando se violan las normas de la sintaxis se habla de soloecismus, solecismo. Sin embargo, cuando el solecismo de ser un vicio pasa a ser una virtud o licencia, se habla de schema o figura.

Los solecismos o figuras en la sintaxis también pueden ser por adición, supresión y sustitución. Es figura o solecismo sintáctico por adición el pleonasmo (cuando sobran palabras, por ejemplo, las estrellas del cielo, lo vi con mis ojos). Para A. Bello, (op. cit ,p. 446) el pleonasmo es vicioso "cuando no sirve para dar más fuerza o claridad a la frase".). Otras figuras son la macrología (si sobra toda una oración o pensamiento: que viva Pedro y que no muera) y la tautología (repetición de la misma palabra o grupos de palabras que permiten que un mismo pensamiento se exprese de distintas maneras).

Las figuras o solecismos sintácticos por supresión ocurren cuando se omite una palabra importante de la oración, ya sea el verbo, conjunción, etc. La supresión es consecuencia de una excesiva brevedad. Se habla de meiosis, o elipsis en el caso de ser un vicio, es decir, cuando se suprime una parte de la oración necesaria para el sentido de la misma; y de elipsis, silepsis y aposiopesis, cuando son permitidos como virtus. La elipsis, según Andrés Bello (op. cit,p., 444), se verifica cuando se omite alguna parte de la oración. Para él hay dos tipos de elipsis, una cuando la falta "se suple enteramente de fuerza" y otra cuando lo que falta se toma de lo que precede o sigue. Se da el primer caso de elipsis, por ejemplo, cuando al adjetivo le falta el sustantivo: "muchos callaron al oír los disparos"; en muchos, se sobreentiende hombres. Hay igualmente elipsis cuando se omiten adverbios, preposiciones, conjunciones o sustantivos. La silepsis significa para Bello (ibid.) concepción, "y se verifica cuando en la concordancia no se atiende a las palabras sino al sentido" (p. 446). La aposiopesis es la omisión de palabras que iban a ser declaradas, es el corte de una frase comenzada.

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10. Solecismos o esquemas por inversión Se habla de solecismos o esquemas por transmutación o inversión, cuando se invierte el orden de las partes de la oración. Sin embargo, se permiten como virtudes en el caso del hipérbaton, y de la anástrofe. El hipérbaton, que significa transgresión, "consiste en dar a las palabras un orden irregular" (Andrés Bello, op. cit. p. 448). La anástrofe es un tipo especial de hipérbaton, y ocurre cuando el término de la preposición le precede, es decir, cuando se pospone la preposición al sustantivo, como por ejemplo "eos inter" en lugar de "inter eos", o en lexías españolas como "mar adentro", "Cuesta abajo".

11. Solecismos o esquemas por mutación

Con los solecismos o esquemas por inmutatio, mutación, Lausberg (op.cit.p. 39) dice que se afecta la esfera gramatical. Esto ocurre cuando se da una mutación en una forma gramatical, por ejemplo, el uso del presente en lugar del pretérito perfecto, o el uso del nominativo por el genitivo. Se habla de solecismos o figuras por mutación cuando hay confusión de las partes de la oración: uso del nombre en lugar del adverbio, del verbo por el participio, etc.; cuando se hace un uso incorrecto de partículas sintácticamente importantes. En efecto, para Aristóteles (Ret, IlI, 5, p. 193) una de las condiciones para lograr un estilo apropiado es el uso adecuado de las conjunciones y de los conectores en general, "conviene pues que se correspondan entre sí, mientras dure el recuerdo; y que no haya entre ellas demasiada separación, antes que otra conjunción necesaria; ya que la falta de correlación pocas veces resulta adecuada". También ocurre el solecismo cuando se violan las normas de la concordancia, cuando se emplea el singular por el plural o viceversa. Aristóteles dice al respecto que se debe "expresar con exactitud lo múltiple, lo poco y lo uno"(Ret., IlI, 5, p. 194). Otros casos de solecismo son: la confusión de los tiempos y modos del verbo, y el llamado solecismo por comparación (por ejemplo decir, "más mejor"). También deben considerarse en el grupo anterior esquemas como el zeugma complicado, el anacoluto, paréntesis, apóstrofe.

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El zeugma (lazo) es una figura que se manifiesta "cuando una palabra que tiene conexión con dos o más miembros del período está expresa en uno de ellos y ha de sobreentenderse en los demás" (Rodolfo Oroz, 1953, p. 380): vicit pudorem libido, timorem audacia, rationem amentia (la pasión vence al pudor, la audacia al temor, la locura a la razón), donde el verbo vicit, expreso en la primera estructura sintáctica, se sobreentiende en las otras dos. El anacoluto es un recurso estilístico mediante el cual la frase aparece desprovista de la coherencia sintáctica que le es característica, porque se omiten los elementos relacionantes, ya que el hablante adopta una construcción más acorde con su cambio de pensamiento. Lázaro Carreter da como ejemplo de anacoluto el siguiente fragmento de Santa Teresa: "el alma que por su culpa se aparta desta fuente y se planta en otra de muy mal olor, todo lo que corre della es la mesma desventura y suciedad". El uso del anacoluto en la publicidad produce sorpresa y llama la atención de la audiencia. El paréntesis para Lázaro Carreter es una forma de hipérbaton que consiste en "introducir una interjección, un complemento o una oración, en el seno de la frase, con entonación independiente". El apóstrofe es una exclamación mediante la cual el hablante interpela directamente al oyente, o a una persona u objeto.

12. La claridad del estilo: perspicuitas

La primera de las virtudes retóricas es la perspicuitas (transparencia). Su objetivo está dirigido a la comprensión intelectual del discurso, a su claridad. Por ello, su vicio contrario es la obscuridad, obscuritas. Importa aquí el uso de la palabra apropiada a lo que se quiere decir. Aboga también Aristóteles por la claridad del estilo. Este no debe ni abusar de demasiada prolijidad, ni de una demasiada concisión, por ello es conveniente usar un término medio. También el estilo debe ser agradable. Así es conveniente mezclar bien lo extraño y lo cotidiano, mantener un ritmo y expresar lo que conviene de acuerdo a su funcionalidad. Lausberg (op.cit., p. 47) expresa que la perspicuitas elocutiva se mueve en dos esferas, una relacionada con las palabras aisladas, otra con las palabras en conjunto. A la primera llamaron los latinos sermo dilucidus, es decir, el lenguaje claro, patente, evidente. A la segunda, sermo distinctus, o lenguaje engalanado, adornado, matizado.

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En las palabras aisladas, se asume que la preferencia por determinadas palabras está condicionada por el dominio de vocabulario que posea el hablante para poder seleccionarlas apropiadamente. Es la propietas, cuyo vicio es la obscuridad.

La propietas es una característica tan evidentemente necesaria al lenguaje que no se considera, en realidad, como una virtus retórica, sino que puede estar subordinada a la Latinitas ( ... ) Pero la carencia de propietas es un vitium. EL vitium que peca contra la propietas se llama impropium. (Lausberg. (op. cit. p.48)

En las palabras conjuntas, perspicuitas se refiere a la sintaxis oracional. Al respecto, dice Quintiliano : "rectus ordo, non in longum dilata conclusio, nihil neque desit neque superfluat" (8.2.22). Es decir, el orden recto, que no lleve hacia una conclusión ampliamente extendida, que nada falte, que nada sobre. Para Aristóteles se atenta contra la claridad del estilo, "si al intercalar muchas cosas en medio, no se acaba de decir lo ya comenzado"(Ret. III, 5. p. 195). Para él, contribuye a la fastuosidad del estilo, utilizar una definición en lugar de un nombre, v.g. "no decir círculo, sino plano regular desde un centro" (Ret., III, 6. p.194). A la brevedad del estilo, contribuye justamente lo contrario, utilizar un nombre en lugar de una definición. Tampoco se debe hablar de lo que la cosa no posee, "porque así se puede amplificar hasta el infinito" (Ret., III, 6, p. 194). La virtud de la elocución está en la claridad, en lo conveniente. Dentro de los elementos que contribuyen a la claridad de un discurso según Aristóteles está el uso de nombres y palabras específicas:"las palabras inusitadas nos son desconocidas y conocemos, en cambio, las específicas"(Ret., III, 10, p. 199). La variación y selección del vocabulario son otros de los elementos que determinan la claridad del estilo. Igualmente, el uso de la amplificación y de la concisión. Por otra parte, manifiesta Aristóteles que los nombres idiomáticos, los compuestos y los neologismos deben usarse pocas veces y en pocos lugares, "porque desvían de lo adecuado a lo excesivamente elevado" (Ret., IlI, 2, p. 190). En su lugar propone el uso del nombre específico, el corriente y la metáfora. Otro de

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los elementos que contribuye a lo apropiado del discurso es hablar con palabras concretas y no con términos abstractos; otro es no utilizar palabras ambivalentes, "a no ser que se busque lo contrario a la claridad, cosa que se hace cuando no se tiene qué decir, pero se finge decir algo" (Ret., III, 4, p. 193).

13. El decoro: ornatus

Ornatus es la virtus más codiciada, por ser la más brillante y la más efectista, la cual rebasa la corrección elocutiva ( ... ) y la comprensibilidad intelectual de la expresión" (Lausberg, op. cit.,p. 50). Del ornatus se deriva la delectatio del público y se convierte en gran instrumento de persuasión, pues hace que el auditorio escuche con agrado, con atención. EL ornatus tiene varias cualidades: rubor (es la propiedad que da virilidad y fortaleza al discurso), nitor (distinción), acutum (agudeza, ingenio) y ocurre a través de las siguientes figuras: ironia, annominatio, traductio, distinctio, reflexio, enumeratio zeugmática, zeugma, subiectio, urbanitas. El ornatus se relaciona tanto con las palabras aisladas como con un nivel superior, de oración o párrafo. En el nivel de palabra aislada posibilita la immutatio, (variación, cambio, mudanza), la cual presupone la existencia de una copia verborum o abundancia de palabras, que permiten elegir, seleccionar las más apropiadas a partir de una serie de sinónimos. La copia verborum genera propietas.

14. Tropos y figuras Los retóricos clásicos distinguen entre tropos y figuras. El tropo alude a una desviación o desplazamiento de la significación natural y principal de una palabra. Es un cambio de sentido. Mediante el tropo, se coloca una palabra de diferente contenido semántico en lugar de la palabra propia: Pero la voluntas semántica ( ... ) del hablante con esa palabra introducida en el contexto mienta la significación de la palabra desplazada: el tropus comunica pues, a la palabra empleada trópicamente una nueva significación _________________________________________________________________________________________

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que el hablante expresa mediante su voluntas semántica y que el oyente reconoce por el contexto de la frase y la situación. (Lausberg, op.cit., pp.57-58). Las figuras son también una desviación, pero en relación al patrón ordinario de construcción u organización de las palabras en el discurso; es la dispositio al servicio del ornato. 15. Figuras retóricas y figuras argumentativas Perelman y Olbrechts- Tyteca (1989) no se dedican en su obra a un estudio sobre las figuras retóricas. Este no es su objetivo. Sin embargo, al estar enmarcado su trabajo dentro de la óptica argumentativa de la retórica aristotélica, necesariamente tienen que tocar el punto de las figuras, ya no como meros adornos, sino como recursos lingüísticos útiles al objeto de la retórica: la persuasión. En este sentido, establecen criterios para definir lo que es una figura: ... una estructura discernible, independiente del contenido, es decir una forma (que sea, según la distinción de los lógicos modernos, sintáctica, semántica o pragmática), y un empleo que se aleja de la forma normal de expresarse y que por consiguiente, atrae la atención (p. 270).

Plantean ellos que, al estudiar los discursos desde el punto de vista estructural, hay formas que de entrada aparecen como figuras, como por ejemplo, la repetición, y otras formas que, aunque parezcan normales, verbi gratia, la interrogación, se les puede considerar como figuras. Para ellos, toda estructura es susceptible de convertirse en figura por el uso, "pero no basta con que un uso de la lengua sea inhabitual para que estemos autorizados a ver ahí una figura" (ibid.). Creen ellos que para que determinada estructura pueda aceptarse como figura es necesario, en primer lugar, que pueda ser aislada, y luego, saber por qué puede considerarse inhabitual su uso.

Por otra parte manifiestan Perelman y Olbrechts- Tyteca que existe un nexo entre el empleo de la figura y la ficción. Luego diferencian entre figura retórica y argumentativa en función del efecto de la figura en el oyente: _________________________________________________________________________________________

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¿Acaso no es establecer un nexo directo entre el empleo de figuras y la ficción? Según Volkmann, es justamente la idea que de ellos tenían los antiguos. De todos modos, es cierto que sólo aparecen las figuras cuando es posible operar una disociación entre el uso normal de una estructura y su empleo en el discurso, cuando el oyente hace una distinción, que le parece que se impone, entre la forma y el fondo. Pero, cuando esta distinción, percibida a primera vista, se suprime gracias al efecto mismo del discurso, las figuras adquieren toda su significación argumentativa (p. 271).

Manifiestan estos autores que es posible que el uso de una estructura dada en condiciones anormales sirva para agilizar el pensamiento, simular pasiones y crear una situación dramática inexistente. Dicen que si, por ejemplo, un orador introduce en su período objeciones que él mismo responde, se está dentro de la figura llamada prolepsis, lo cual sólo sería una ficción. Estas objeciones formuladas por el orador pueden ser imaginarias, pero también es posible que él las haya tenido en cuenta, las haya previsto. Expresan de esta manera que existe una graduación entre la objeción real y la ficticia y que una misma estructura puede pasar de un grado a otro en relación con el efecto que produce en el discurso:

Formas que, a primera vista, parecen emplearse de forma insólita, podrán, sin embargo, parecer normales si este empleo lo justifica el conjunto del discurso. Consideramos argumentativa una figura si, al generar un cambio de perspectiva, su empleo es normal en comparación con la nueva situación sugerida. Por el contrario, si el discurso no provoca la adhesión del oyente a esta forma argumentativa, se percibirá la figura como un ornato, una figura de estilo, la cual podrá suscitar la admiración, pero en el plano estético o como testimonio de la originalidad del orador. Entonces, vemos que no sabríamos decidir, de antemano, si una estructura determinada debe considerarse o no una figura, ni si desempeñará el papel de figura argumentativa o de figura de estilo; a lo sumo, podemos

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descubrir un número de estructuras aptas para convertirse en figura (ibid., p. 271-272).

Es decir, para ellos la diferencia entre una figura argumentativa y una figura retórica radica en que en la primera, aunque se genera un cambio de perspectiva, su uso es normal en el contexto de la situación sugerida. En la segunda, la figura de estilo, no se da la adhesión del oyente. Concluyen estos autores que lo que distingue a una figura argumentativa es su capacidad para captar el argumento en todo su valor, que esté adherida al valor argumentativo del texto; si carece de este valor, obtiene el rango de figura de estilo.

Sin embargo, la diferencia que hacen Perelman y Olbrechts- Tyteca entre figuras de estilo y figuras argumentativas no parece muy esclarecedora. En efecto, restringen el valor de figura argumentativa a tipos especiales de textos y niegan el valor argumentativo de otro tipo de texto como, por ejemplo, el estético, cuando expresan que en el mismo las figuras funcionan como adornos, i.e. figuras de estilo. En contraposición, se puede afirmar que el texto estético tiene su propia lógica argumentativa y que la "admiración" que es capaz de despertar en un lector, obedece también a un proceso de argumentación, que depende de un proceso de decodificación de estructuras, a veces no tan evidentes, pero que sí responden a una retórica persuasiva, la cual tiene que ver con el modo en que se impone un mundo de ficción en el lector. Además, dentro de la concepción de la retórica aristotélica ya se prevé una clasificación de argumentos en función de los elementos participantes en el flujo comunicativo: emisor- texto- lector, los cuales engendran argumentos por ethos, por logos y por pathos. Así, esa "admiración" que expresan estos autores como característica que definiría a la figura de estilo formaría parte de una argumentación por pathos. Además, ya Longinus en su obra sobre lo sublime, (On the sublime, XV, 9 ) se pregunta sobre el efecto de la imaginería oratoria y establece la función retórica de las figuras: infundir vehemencia y pasión en el discurso hablado. Dice Longinus que las figuras cuando se combinan especialmente con pasajes argumentativos, no sólo persuaden al oyente, sino que lo esclavizan:

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What, then, can oratorical imagery effect? Well, it is able in many ways to infuse vehemence and passion into spoken words, while more particularly when it is combined with the argumentative passages it non only persuades the hearer but actually make him its slave. (En Critical theory since Plato, p. 87)

Por otra parte Perelman y Olbrechts- Tyteca critican a otros autores que al estudiar las figuras perciben sólo su lado estilístico:

… lo cual obedece -pensamos- a que, a partir del momento en que una figura se extrae del contexto, puesta en un fanal, se la percibe casi por necesidad bajo su aspecto menos argumentativo; para captar su aspecto argumentativo, es preciso concebir el paso de lo habitual a lo inhabitual y el retorno a un habitual de otra índole, producido por el argumento en el momento mismo en que se acaba (ibid. p. 273). Las palabras citadas de estos autores inducen a pensar que la diferencia entre figura retórica y figura argumentativa carece de base, al menos dentro de la óptica de la retórica de Aristóteles, quien establece que la argumentación es el método de esta disciplina y que la misma no está limitada a textos en particular. Por otra parte, el estilo, la elocutio, es parte integrante de la retórica cuyo objetivo general es la persuasión. En efecto, puede afirmarse que toda figura retórica es por naturaleza una figura argumentativa, y toda figura argumentativa es una figura retórica. Para comprender el valor argumentativo de una estructura con el valor de figura, hay que analizarla en función del texto y del contexto globales en que tal estructura es utilizada, pues se comparte el criterio de estos autores cuando dicen que "a partir del momento en que una figura se extrae del contexto puesta en un fanal- se la percibe casi por necesidad bajo su aspecto menos argumentativo". 16. Los tropos

Hay distintas clasificaciones de los tropos. Para los efectos de este trabajo se considerará la clasificación que hace Lausberg (op cit.), quien considera _________________________________________________________________________________________

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los siguientes tropos: metáfora, sinécdoque, antonomasia, ironía, lítote, paráfrasis.

énfasis,

hipérbole,

La metáfora es el tropo al cual Aristóteles, lingüistas y críticos literarios modernos conceden más atención, por poseer, como ninguna otra figura del estilo, "la claridad, lo agradable y el giro extraño" (Ret, I1I, 2, p. 190). La metáfora para él aporta una enseñanza y un conocimiento a través del género. Expresa que cuando se llama a la ‘ancianidad’ ‘paja de trigo’, la enseñanza transmitida es que tanto una cosa como la otra han perdido sus flores (Ret.I1I, 10, p. 199).

La metáfora es para Aristóteles "la trasposición del nombre de una cosa a otra; trasposición que se hace del género a la especie, de la especie al género, de la especie a la especie o siguiendo una relación de analogía" (Poética, XXI, p. 97). De las mismas, este autor da los siguientes ejemplos. Del género a la especie, decir "mi nave se paró", ya que, estar anclada es una de las especies o maneras de estar parada una cosa. De la especie al género,"Ulises ha llevado a cabo miles de acciones bellas", ya que miles es mucho, y el miles está en lugar de muchas. De la especie a la especie: "Habiendo extinguido su vida por medio de la espada de bronce", y "Habiendo cortado su vida por medio de su indestructible copa de bronce", ya que, extinguir quiere decir cortar, y cortar, extinguir, y las dos maneras son determinadas formas de quitar. Se da relación de analogía, cuando un segundo término es al primero, lo que el cuarto al tercero. Dice Aristóteles que "existe la misma relación entre la vejez y la vida que entre el día y el atardecer; el poeta pues dirá, que es "el atardecer de la vida" (Poética, XXI, p.98)

La metáfora se basa en la analogía. Debe extraerse de cosas semejantes y del mismo género. Para Aristóteles, las palabras son más estimadas, si contienen alguna metáfora, y si la misma no es impropia, pues entonces sería difícil de comprender; tampoco debe ser obvia, pues en este caso no impresiona. Dentro de los diversos tipos de metáfora, alaba grandemente la metáfora por analogía, por tener el mérito de pintar en vivo al objeto, de sensibilizarlo, es decir, hace animado lo inanimado: _________________________________________________________________________________________

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Llamo sensibilizar las cosas o ponerlas ante los ojos, a significar las cosas en acción; por ejemplo, decir que el hombre bueno es un cuadrado, es una metáfora, ya que ambos son perfectos, pero no significa una acción; en cambio decir que posee un valor floreciente, es una acción ( ... )Y como hace en muchos pasajes Homero, que hace obrar lo inanimado por medio de la metáfora (Ret. Ill, 11, p. 201).

Sostiene Aristóteles que la metáfora debe deducirse de cosas propias y no evidentes, es decir, lo semejante debe deducirse también a partir de aquellas cosas que difieren mucho. Para Lázaro Carreter, la metáfora es un tropo mediante el cual se presentan como idénticos dos términos que son distintos; para él, la fórmula más sencilla de la metáfora es A es B (los dientes son perlas), y la fórmula más compleja responde al esquema B en lugar de A (sus perlas, en lugar de sus dientes), en donde A es el término metaforizado Y B el término metafórico. Por otra parte, Lázaro Carreter distingue entre metáfora literaria ("que pertenece al habla, como modalidad individual de un escritor o un hablante") y metáfora léxica o fósil ("la palabra que originariamente fue metáfora, pero que ya ha dejado de serlo y se ha incorporado a la lengua").

La metonimia (denominatio) es un tropo que consiste para Lausberg (op. cit., p. 70-71) "en poner en lugar del verbum propium otra palabra cuya significación propia está en relación real ( ... ) con el contenido significativo ocasionalmente mentado". La metonimia no implica una relación comparativa como la metáfora, sino que la palabra sustituida está semánticamente relacionada con la palabra real, por ejemplo, decir "botella" por "ron", "Ceres" por alimento, o "Baco" por "vino" , "corona" por "soberanía". La metonimia da a la cosa un nombre que le pertenece, un atributo o cualidad. Ducrot y Todorov (1974) definen a la metonimia de la siguiente manera: "empleo de una palabra para designar un objeto o una propiedad que se encuentra en una relación existencial con la referencia habitual de esa misma palabra":

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"Eran treinta gritos que asustaban, sesenta manos que asustaban, ciento veinte cascos que asustaban" (Alfredo Armas Alfonso. Los cielos de la muerte).

La sinécdoque es "una relación cuantitativa entre la palabra empleada y la significación mentada" (Lausberg, op.cit. p. 76). A través de la sinécdoque, la parte es sustituida por el todo o viceversa. El género sustituye a la especie, cuando se dice "arma" por "espada" o "vehículo" por "carro". La especie sustituye al género al utilizarse "arepa" por "alimento". La parte está en lugar del todo, al decir "tengo mi techo" por "tengo mi casa"; y la materia está en lugar de aquello que es hecho o construido de esa materia cuando se dice "ellos tienen mucha plata para decir ellos tienen mucho dinero". Ducrot y Todorov (1974) definen la sinécdoque como "el empleo de una palabra en un sentido del cual su sentido habitual es sólo una parte".

La hipérbole "es un rebasamiento onomasiológico extremo y, en su sentido literal, increíble del verbum propium"(Lausberg, op.cit. p.80). Pertenece al ornatus más audaz. Es el uso exagerado de términos con el propósito de enfatizar, exagerar o atenuar. Tiene su base en la cosa misma. La antonomasia es el uso de un apelativo o perífrasis en lugar del nombre propio. Por ejemplo, decir "el pélida" en lugar de "Aquiles", o "el príncipe de la elocuencia romana" por "Cicerón", o "el Libertador" en lugar de "Simón Bolívar". Lausberg (op.cit. p. 84) dice que la antonomasia es una sinécdoque del nombre propio, donde la especie está en lugar del individuo. La ironía consiste en expresar algo mediante el uso de una palabra que significa lo contrario, con el sentido de su antónimo, dicen Todorov y Ducrot (op.cit.). La lítote significa para ellos la disminución cuantitativa de las propiedades de un objeto, estado, etc. De acuerdo con Lausberg (op.cit., p.87 -88), la lítote es una combinación perifrástica del énfasis y de la ironía. El grado superlativo de significación se expresa mediante la negación de lo contrario, v.g. "no pequeño" por "muy grande". La perífrasis es la expresión del contenido de una palabra mediante varios términos. Para Lausberg (op.cit.), la perífrasis no sólo trata de un cambio de palabras, sino _________________________________________________________________________________________

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de un acrecentamiento de las mismas . Dice que se usa en el proemio para designar al personaje de una narración, por ejemplo, en la Eneida cuando se expresa:"Arma virumque cano ... qui" (Canto a las armas y al varón ... quien). Esta perífrasis proemial-escribe Lausberg- sirve para encubrir lo que después revelará la narración. "Este encubrimiento constituye, para el lector u oyente, un enigma cuya solución, al interpretar la perífrasis, le proporciona una satisfacción intelectual" (p. 93).

Por otra parte, el ornatus, en relación con las palabras en conjunto, abarca lo concerniente a las figurae y a la compositio. Las figuras se caracterizan en relación con categorías como la adición, supresión e inversión. Expresa Lausberg que algunos teóricos separan entre tropos y figuras, otros subordinan los tropos a las figuras. Manifiesta que las figuras abarcan el campo de la gramática y de las retórica, y que las figuras retóricas se dividen en figurae verborum y figurae sententiarum. Las primeras, figuras de palabras, tienen que ver tanto con la violación de las reglas de la gramática regular como con las figuras de dicción. Las figuras de pensamiento, figurae sententiarum, tienen que ver con el enriquecimiento conceptual, con la elaboración del pensamiento. Por ser este aspecto de las figuras un tema de tanta amplitud, y con tantas implicaciones en los estudios de la lingüística, la psicología cognitiva, la psicolingúística y la teoría literaria, quedará como tópico para futuras exposiciones.

A manera de conclusión

A manera de cierre debe destacarse que la concepción aristotélica de la retórica y del estilo ha sido punto de partida para proposiciones novedosas en el campo de la lingüística y la teoría literaria. En el trabajo que se presenta, de carácter teórico y documental, se ha tratado de encontrar puntos de contacto entre Aristóteles y autores como Cicerón, Lausberg, Quintiliano, Andrés Bello, Van Dijk, Halliday, Perelman y Olbetchts- Tyteca. Las figuras retóricas, algunas de las cuales fueron discutidas aquí, constituyen una expresión tangible de la simbiosis entre retórica y estilo. Dentro de éste último, destaca también su importancia como expresión de la capacidad creativa y argumentativa del sujeto, pues, en última instancia, el estilo es

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posible gracias a la creatividad del lenguaje, a la capacidad del ser humano de hacer un uso infinito de medios finitos, al permitirle al hablante/escritor escoger, seleccionar, optar y expresar unos mismos contenidos con estructuras diversas.

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