Restitución del poder animal en Los leones de Bernardo Fernández BEF

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Descripción

Restitución del poder animal en Los leones de Bernardo Fernández BEF
Por Gerardo Cruz-Grunerth

Cruz-Grunerth, Gerardo (2012) "Restitución del poder animal en Los leones
de Bernardo Fernández BEF" en Zoomex: Los animales en la literatura
mexicana. Eds. Cecilia Eudave, Encarnación López. Guadalajara, México:
Universidad de Guadalajara. Pp. 133-142. ISBN: 9786074506709.

El hombre entró en guerra con el león y el
toro, y al cabo de muchas generaciones ganó
definitivamente esa guerra. Hoy esos
animales carecen de poder. A los animales
sólo les queda su silencio para hacernos
frente
J. M. Coetzee

Es necesario recordar la manera en que la literatura y la filosofía han
tenido como objeto, aunque aparentemente accesoria, la cuestión de lo
animal y sus relaciones jerárquicas. Las inscripciones en piedra que los
primeros homínidos dispusieron en sus cuevas, entendidas como un lenguaje o
discurso completo, eran ya la muestra de una preocupación por establecer el
espacio común que habitarían humanos y animales; la literatura ha provisto
de mundos posibles de ficción donde convergen ambas partes, y lo ha hecho
de las maneras ordinarias hasta las más insólitas.
En este texto, se aborda el cuento del escritor mexicano Bernardo
Fernández BEF titulado Los leones, el cual fue publicado en 2003, en el
cual la temática animal juega un papel que destaca en el mundo posible de
ficción, pues se buscará precisar las mecánicas con que se realiza una
subversión de las estructuras jerárquicas y de poder, y, desde luego, su
relación con el hombre. Esta particular forma de representar a los animales
se distancia de al menos otro par de variables que dos autores
contemporáneos, Juan José Arreola y Mario Bellatin, han conformado en sus
textos y que también son revisados aquí para contrastar las formas de hacer
funcionar a estos animales en la narrativa mexicana reciente.
La ficción ha permitido que estos seres naturales, los animales, se
manifiesten como fieles compañeros del hombre o como la más temible amenaza
para una raza que insiste en soportar su jerarquía de superioridad. Una
larga, larguísima, lista de mitos, poemas, fábulas y novelas han tenido al
animal como centro de su atención. Incluso, ha sido importante [p. 134] la
conformación de bestiarios, donde se pormenorice una serie vasta de seres
que pueden tender a lo fantástico.
Durante la historia humana y, desde luego, en la literatura, hay una
preocupación por conocer al hombre, y uno de estos puntos para el
autoconocimiento ha tenido un punto importante en la distinción del humano
con el animal. Separar estas formas de vida ha sido imprescindible para la
definición de lo que es el hombre, desde la antigüedad, pasando por los
griegos y hasta llegar a este siglo. Es más, ha sido preciso definir al
animal como opuesto.
En esta oposición de la que hablo, tan común, hay establecido un
sistema de jerarquías binarias, el hombre sobre el animal, donde el primer
elemento es entendido como superior y como el poseedor del poder que
adquirió con el "avance" de su raza, con el uso de la tecnología y su
cultura. Quizá esta manera de entender que el avance social, tecnológico,
económico y cultural que sirvió para establecer un cómodo dominio del
hombre sobre los animales sea eso que se valora y sirve de parámetro para
delimitar la distancia entre ambas formas de vida. Así, estas formas de
construcción de la decisión humana sobre el destino animal son las que
nuestra raza procura defender al hacer la distinción entre opuestos.

El animal como el otro a través del cual conocernos
En el pensamiento del hombre, regido por el antropocentrismo, donde se
tiende a restar valor a los animales, también se desplaza la importancia
del animal para el conocimiento del humano. Filósofos y pensadores desde la
Grecia clásica hasta estos siglos recientes han confiado en la superioridad
humana sobre los animales, y como evidencia de ello está la incapacidad de
los animales para nombrar al mundo, así ¿qué puede decirnos un animal sobre
lo que somos nosotros, si no posee ni la razón ni la palabra? Un par de
décadas atrás, Mijaíl Bajtín advirtió sobre la incapacidad del hombre, como
individuo, de conocerse por completo a sí mismo, requiriendo del otro, del
otro yo, para completar ese conocimiento de sí. Ante el engreimiento e idea
de autosuficiencia, ha de darse paso al diálogo para comprender lo que
nuestras limitaciones nos han impedido comprender [Bajtín, 2000; p. 24]; en
el otro, dice Mijaíl Bajtín, yo también soy. Pero esta idea individual del
autoconocimiento también puede establecerse en un [p. 135] marco grupal, el
autoconocimiento como especie; más aún, sugiere Derrida, es posible ver al
otro, al animal, como un ser que complemente la idea de nosotros.

De esto es de lo que nos habla Jacques Derrida en El animal que luego
estoy si(gui)endo (2008). El filósofo francoargelino asegura que ante los
animales estamos en una situación que suele verse como superioridad, pero
pregunta, si al toparse frente a su gato cuando sale desnudo del cuarto de
baño el animal es capaz de distinguir su desnudez al mirarlo, cómo el gato,
sin concepto de la vestimenta puede distinguirlo desnudo o vestido. En este
caso, en el que el gato lo mira desnudo, no ve otra cosa que a él, al
hombre, a Jacques, sin la serie de agregados culturales con que los hombres
pueden ver a los hombres, y es sólo así, en esta situación de igualdad
animal, de desnudez de uno a otro (no necesariamente literal esta
desnudez), que el animal puede decirnos algo de nuestro ser que lleva una
parte animal, del animal que somos. Así asegura:
El animal está allí antes de mí, ahí cerca de mí, allí delante de mí
–yo que soy (el siguiente) después de él. Y también, por tanto, ya
que es(tá) antes de mí, está detrás de mí. Me rodea. Y desde la
perspectiva de este ser(estar)-ahí-antes-de-mí, él se permite ser
visto a sí mismo, sin duda, pero también –algo que la filosofía quizá
olvida, quizá es este calculado olvido de sí misma– puede mirarme.
Tiene su punto de vista sobre mí. El punto de vista del otro
absoluto, y no tendrá nada más que hacerme a través de esta alteridad
absoluta del vecino en ese momento, cuando me veo a mí mismo desnudo
bajo la mirada de un gato. (Derrida, 2008; p. 12)

La literatura vuelve recurrentemente a esta cuestión inquietante para el
hombre, su relación con el animal. Sin duda al decir que es la literatura
la que vuelve sobre esta problemática, es una manera de hablar que en
realidad significa que sujetos pertenecientes a una sociedad han dedicado
sus más esforzadas horas de concreción de un objeto artístico en el cual se
exponen las maneras como pretendemos relacionarnos con los animales.
Volvemos a ellos para entendernos, como asegura Ida Vitale: "Siempre los
animales y la naturaleza toda han sido un espejo donde el ser humano busca
su propia imagen, no siempre satisfactoria" (2003; p. 35). En este sentido,
la literatura, como un producto cultural que vuelve la mirada [p. 136] al
animal, expone los diversos matices y grados de separación y cercanía entre
las especies.
Hasta aquí las relaciones entre literatura y la cuestión animal-hombre
han sido aclaradas, pero, antes de avanzar hasta llegar a la obra de
Bernardo Fernández, Los leones, es necesario revisar dos maneras en que los
animales han sido tratados en las letras mexicanas recientes, tanto en el
siglo XX como en este inicio del XXI. Dicha revisión, de la obra de Juan
José Arreola y Mario Bellatin, enriquecen nuestro panorama de las
representaciones de los animales en la literatura mexicana y, de paso, nos
ayuda a contrastar el manejo de estos personajes como habitantes de los
mundos posibles de ficción.

Arreola y Bellatin, dos visiones de lo animal
En la literatura mexicana, la presencia de animales como personajes
principales o simples pobladores del mundo posible de ficción, ha sido un
aspecto recurrente. En el siglo anterior, el escritor Juan José Arreola
abordó lo animal o al animal en libros como Confabulario (1952) y Bestiario
(1972), en ellos destaca una constante búsqueda por mostrar las
similitudes, ya sean físicas o de conducta de los animales con el hombre, o
al contrario. Vidas de hombres que viven con atributos de conducta animal,
atributos físicos, es lo que encontramos en este par de libros, como en El
rinoceronte, donde un juez llamado Joshua McBride es descrito por su ex
esposa, quien destaca sus cualidades viriles que empatan con el aspecto
fálico del cuerno del rinoceronte, lo que es retomado en Bestiario al
hablar de este animal.
Pero no es esta manera de mostrar lo que humanos y animales comparten
lo único que expone el autor jalisciense, está además una intensa
equiparación de sus atribuciones con la inteligencia e incluso el
raciocinio humano, lo cual está contenido en oraciones como: "Embiste como
ariete, con un solo cuerno de toro blindado, embravecido y cegato, en
arranque total de filósofo positivista" (Arreola, 2002; p. 10). Así, con
estas referencias a la intelectualidad y la cultura humana, Arreola expresa
estos tipos de humanización sofisticada. En este proceso al representar a
los animales, el búho incluso puede desarrollar su teoría general del
conocimiento y formar conceptos y el carabao repasa la hierba como Confucio
o Laotsé.
[p. 137] En Bestiario, libro que, pese a su nombre, remite a esta
clase de obras que durante el Medioevo y aún en el siglo XX, como es el
caso del de Borges y Silvina Ocampo, servían como nómina de seres que
salían de la lista de animales ordinarios para incluso considerarlos seres
fantásticos, Arreola llena su libro de animales del mundo "cotidiano".
Además, no se debe olvidar una tercera característica que el autor de La
feria desarrolla insistentemente en su bestiario, la relación con la
dominación del animal por parte del hombre, lo que deja ante nosotros seres
ridiculizados por su esclavitud en jaulas, circos y zoológicos. Esto es lo
que J. M. Coetzee señala a través de su personaje Elizabeth Costello quien
en una conferencia asegura que:
…en aquellas criaturas menos capaces de soportar el confinamiento
(las criaturas que menos se conforman al retrato que del alma da
Descartes […]) vemos los efectos más devastadores: en los zoos, en
los laboratorios, en las instituciones en las que no tiene lugar el
flujo de la alegría que proviene de vivir no en un cuerpo ni como un
cuerpo, sino lisa y llanamente como un ser corporeizado. (Coetzee,
2003; p. 42)

Lo anterior refuerza la idea planteada por Coetzee, del confinamiento como
práctica aberrante que resulta repulsiva al hombre cuando se practica a uno
igual, como durante el Holocausto, cuando la gravedad de esta vejación es
exacerbada por el trato del hombre como animal. El encarcelamiento en
condiciones semejantes a un corral, sin las menores atenciones a las
necesidades, para el posterior maltrato, tortura, experimentación y
sacrificio, considera el autor sudafricano, son las atenuantes para la
indignación.
Ya en la narrativa mexicana de este siglo, el escritor Mario Bellatin
ha recurrido en sus obras a los animales como personajes, tanto en Salón de
belleza (2000), donde en una pecera habitan peces, ajolotes, precisamente,
así como en Perros héroes. Tratado sobre el futuro de América Latina visto
a través de un hombre inmóvil y sus treinta Pastor Belga Malinois (2003),
pieza narrativa donde lo animal está presente desde el título y subtítulo.
En esta última obra mencionada, los canes aparecen como compañeros del
hombre inmóvil por enfermedad, son compañeros fieles, como Argos de [p.
138] Ulises; y, aunque son para el personaje lo más valioso en su vida, hay
una relación jerárquica y por lo tanto de poder que mantiene a un hombre
inmóvil como dictador de la vida de los animales. Los perros han sido
adiestrados para matar, pero también para sufrir, para dolerse con una
señal de su dueño, incluso para ser herramienta de manipulación del hombre
inmóvil sobre otros hombres.
El servicio es el sentido de existencia de los pastor belga malinois.
Se debe recordar que, en la historia de Bellatin, los animales carecen de
libertad, viven en jaulas, son utilizados a voluntad del dueño para
reconfortarlo. El narrador asegura:
El enfermero-entrenador busca entonces diversas formas de clamar su
ansiedad. La más usual consiste en llevar al cuarto todos los perros
que habitan en la casa. Cada uno de los Pastor Belga Malinois tiene
un tiempo determinado para permanecer en el cuarto. Se cuenta con un
promedio de diez minutos por animal. (Bellatin, 2003; p. 66)

Son estas prácticas de utilización del animal y manipulación de las
reacciones del animal, gracias al adiestramiento, lo que sirve de calmante
y, de alguna manera, espectáculo-consuelo al hombre inmóvil. Aunque el
animal es un acompañante de vida imprescindible, los perros mantienen este
estado a disposición del hombre, para su satisfacción. Los canes no dejan,
pues, de ser ese objeto mercantil y sometido, similar al ridículo león de
Arreola que tienen sus actuaciones más destacadas inmortalizados en mármol
o en el afiche de un circo.
Son precisamente estos animales, como se ha dicho páginas atrás, el
objeto del cuento de Bernardo Fernández BEF, Los leones, lo que se trata
en el apartado siguiente.


La dominación de los leones
En el cuento de BEF, el mundo posible de ficción corresponde a uno
construido con lo que aparenta ser la Ciudad de México actual, donde
aparece el problema con dichos felinos. En esta historia es claro que el
sistema social es una estructura que rige y modifica la vida de los humanos
y, por ello, de los animales. La estructura política, social, económica,
es, de alguna [p. 139] manera la causante del conflicto, aunque las malas
decisiones de los órganos de gobierno y los descuidos por parte de los
empleados de los zoológicos llevan la situación a un punto impensado.
Así, leemos que "de muy arriba" llegó la orden de eliminar a los
leones que excedían las capacidades de los espacios destinados a ellos en
los zoológicos, donde eran "demasiados ejemplares de una especie tan
conocida y de nulo interés para los visitantes". Con esto vemos un punto de
encuentro con dos puntos tratados en el apartado anterior, en los textos de
Arreola y Bellatin, la decisión del hombre sobre la vida animal en
cautiverio y la ridiculización del animal feroz que se encuentra confinado
detrás de los barrotes de una jaula. Pese a la decisión por reducir costos
de esta manera, el planteamiento fue mal calculado y ejecutar a los
ejemplares sobrantes era más costoso que mantenerlos, por lo que deciden
ponerlos en libertad en jardines, y es aquí, al restituirles su libertad,
que comienza el problema.
En la historia, Bernardo Fernández construye un mundo posible de
ficción que posee todas las características sociales, históricas y
culturales de la capital mexicana, es decir un espacio que conocemos
perfectamente y en el cual se ha realizado la construcción de un sistema de
posiciones jerárquicas que se comparten con prácticamente el resto del
mundo: el animal es sometido por el hombre a sus decisiones, incluso sobre
su vida. Este sistema de jerarquías, que por su naturaleza implica un
sistema de poder, es deconstruido por la narración. Este aspecto es
atractivo para la disciplina de la deconstrucción, porque la deconstrucción
busca justamente este sistema de posiciones jerárquicas para ver cómo
pueden ser subvertidas, deconstruidas en los textos a los que se acerca. Al
respecto, asegura Jonathan Culler que:
…la interpretación [de la deconstrucción] se apoya generalmente en
distinciones entre lo marginal, lo esencial y lo no esencial […] por
un lado, el injerto marginal opera dentro de estos términos para
invertir la jerarquía, para mostrar que lo que anteriormente se ha
creído marginal es de hecho central […] esta inversión [busca
evidenciar] una subversión de las distinciones entre lo esencial y no
esencial, lo interior y lo exterior. (Culler, 1998; p. 125)

[p. 140] Esto significa o implica que otra serie de subversiones pueden ser
localizadas y, luego, interpretadas, subversiones, en el caso del cuento de
BEF como la relación de dominante y dominado, o también de otra que se
encuentra en este texto, la del antropocentrismo. Estas relaciones están
íntimamente enlazadas en el texto y son la preocupación de la presente
lectura.
He mencionado líneas atrás que el mundo posible de ficción de Los
leones es una que adquiere la construcción de los sistemas sociales,
políticos, económicos e históricos, según las referencias que en la
textualidad ha dispuesto el autor, que nos dejan ante una capital mexicana
dentro de un mundo posible de ficción. En este mundo de ficción, las
normas, reglas, formas de poder y lógica internas son similares a las que
están establecidas en el mundo "real", por lo tanto, las relaciones
construidas de poder y antropocentrismo están construidas en el texto de
Fernández, y son estas características las que se ponen en crisis al
comenzar el proceso de deconstrucción y subversión de los elementos de
poder. Los leones echados a la calle a escondidas, fuera de toda ley,
restituyéndoles su libertad de forma no natural, es el primer paso para la
deconstrucción de estos elementos.
Una vez en la calle los leones, su reproducción acelerada y su
naturaleza tuvieron, en la historia de BEF, evidencias de un sistema que
comenzó a entrar en crisis. Los leones comenzaron a esconderse en los
jardines, a comer perros y ratas, pero pronto encontraron un objetivo
alimenticio que podría cubrir la demanda: comenzaron a comer humanos. Los
restos de estos humanos aparecieron en las calles, mientras que las
instituciones se aferraron a negar el problema, en vez de hacer frente y
recuperar la estructura que estaba siendo modificada, modificando así el
mundo posible de ficción, alterándolo con la subversión de las posiciones
jerárquicas y de poder hasta culminarlo.
Los humanos, la población y más aun, las autoridades, sólo decidieron
aceptar el problema con los leones que deambulaban por la ciudad
sometiendo, bajo temor a ser devorado por uno de ellos, a la población. El
gobierno determinó "declarar la ciudad entera reserva ecológica dedicada a
la preservación de los leones". Así, la estructura institucional, el
Estado, accede a otorgar poder a los animales, poder de tránsito, de comer
humanos, poder de "decidir" sobre la vida de los humanos, pues. Aunque este
[p. 141] no es un cuento fantástico o una fábula donde cierta humanización
de los leones se realice, y hagan de los humanos el atractivo de los circos
de los leones, no es necesaria dicha humanización, la subversión de las
posiciones jerárquicas tiene una contundencia mayor.
En el mundo posible de ficción que ha sido trastocado, al final del
texto leemos su estado hasta ahí, donde el autor finaliza la historia (que
es también el comienzo de la narración), los leones son mayoría, los leones
son los perseguidores, quienes cazan; el sistema social es dominado por
estos animales, que sistemáticamente erradican a los hombres que se han
convertido, como única forma de hacer frente a los "opresores" en una
plaga. Se lee: "donde cazan un hombre aparece otro; una vez que atrapan a
ese aparece uno más", lo que contrasta con las primeras líneas de la
textura narrativa que ya evidenciaban la deconstrucción de las posiciones
jerárquicas al afirmar: "Ahora huimos, nos escondemos en la oscuridad, nos
alejamos de la luz del día. No siempre fue así. Hubo un tiempo en que ellos
fueron nuestra plaga". Aquí debemos recordar que el problema comenzó con la
"plaga" de leones por sobrepoblación de los zoológicos de la ciudad.
Esta deconstrucción por subversión de las posiciones jerárquicas y el
poder en el mundo posible de ficción trae consigo el problema de la
marginalidad y lo central. En este punto, la deconstrucción como lectura
evidencia la fragilidad de las posiciones y oposiciones binarias que el
estructuralismo se encargó de exaltar como formas de entendimiento
universal e inamovibles, sobre las que construyó su pensamiento. Pero,
cuestiona Culler: "¿Qué es un centro si lo marginal se puede centrar?"
[1998; p. 125]. La humanidad se encarga de manifestar en sus prácticas y
sus discursos a la raza como dominante, poseedora del poder, pero la
deconstrucción de esta narración y la deconstrucción como lectura nos dejan
ver que las oposiciones pueden ser subvertidas, el hombre puede, en el
mundo posible (¿y en el real?) ser sometido, adolecer del poder.
La anterior es la lectura inicial del proceso deconstructivo, pero a
esta lectura se anexan otras más, que tienen que ver directamente con la
representación de los animales en la literatura, en este caso en la
literatura mexicana y sobre los leones. Vemos que si el antropocentrismo
puede ceder su hegemonía, el texto mismo abre cuestionamientos sobre los
demás [p. 142] aspectos de la relación de poder invertida. La literatura no
sólo representa al león como el poseedor del poder natural, al romper el
sistema social humano, sino al león como punto de partida para deconstruir
qué es el hombre mismo, cuál es la posición verdadera del hombre, o si su
posición y su poder son endebles, susceptibles a perderse por una serie de
absurdas decisiones y acciones mal realizadas por las instituciones del
Estado. Incluso, la solidez del Estado queda en duda bajo la lectura de la
deconstrucción; ¿hasta qué punto la idea de supremacía humana es la
correcta? El texto muestra la crisis de todas estas relaciones
preestablecidas y asumidas como fijas y prácticamente definitivas. Para
esto es deconstruido el sistema de oposiciones y posiciones jerárquicas en
Los leones.
En este cuento no conocemos al hombre directamente a través de la
palabra del animal, sino a través de la palabra del hombre sometido por el
animal. Conocemos al hombre a través del hombre pero mediado por el poder
del animal. Vemos la precariedad animal del hombre, precariedad que siempre
ha sido esencia del hombre pero oculta por un sistema construido de poder
que aquí fue deconstruido al establecer a los leones como dominantes del
mundo natural e incluir al hombre en la nueva sociedad "natural" construida
por la naturaleza del león. Volvemos así a idea expresada por Jacques
Derrida desde el título de su libro, donde cuestiona ¿quién es el animal
que luego estoy si(gui)endo? Esta es la misma pregunta que el texto de
Fernández plantea, qué es el hombre, qué es el animal, quién es la presa de
quién, y si estas relaciones permanecerán así.



Obras citadas
ARREOLA, Juan José (2002) "El rinoceronte" en Bestiario. Conaculta-Planeta,
México.
BAJTÍN, Mijaíl (2000) Yo también soy. Taurus, México.
BELLATIN, Mario (2003) Perros héroes. Tratado sobre el futuro de América
Latina visto a través de un hombre inmóvil y sus treinta Pastor Belga
Malinois. Interzona, México.
COETZEE, J. M. (2003) Las vidas de los animales. Grijalbo Mondadori,
México.
CULLER, Jonathan (1998) Sobre la deconstrucción. Cátedra, Madrid.
DERRIDA, Jacques (2008) The animal that therefore I am (more to follow) [El
animal que luego estoy si(gui)endo]. Fordham University Press, New York.
FERNÁNDEZ, Bernardo BEF (2003) "Los leones" en Nuevas voces de la narrativa
mexicana. Joaquín Mortiz, México.
VITALE, Ida (2003) De plantas y animales. Paidós. Barcelona.
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