Resignificaciones espaciales en el Chaco Central

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VIII CONGRESO NACIONAL SOBRE VIVIENDA Y HÁBITAT

Resignificaciones espaciales en el Chaco Central. Propuestas para la consideración de lo vernáculo en el marco de las políticas de vivienda social 1. Joaquín Trillo (Maestrando en Antropología Social, FFyL-UBA, Sede Tilcara) Alvarez Prado s/n (CP 4622) Maimara, Jujuy. Cel: 011-1569040039 E-mail: [email protected] - Web: www.xhara.com.ar

Desde el pastoreo rotativo por pisos ecológicos en el mundo andino (trashumancia) hasta los desplazamientos para la cacería y la recolección en el Chaco Central, una amplia variedad de estrategias permitieron la conjugación de prácticas capaces de dimensionar un habitar basado en la movilidad sobre un territorio controlado. A partir del aprovechamiento cíclico de los recursos disponibles, diversas experiencias se establecen como modos de apropiación y significación de los ámbitos geográficos. Pero la expansión de las fronteras agropecuarias modifico las formas de organización espacial del bosque chaqueño, dando lugar a resistencias con las cuales sus habitantes desafían los modelos del desarrollo resignificando las políticas que persiguen su sedentarización. Introducción. Los wichis de la cuenca media del rio Pilcomayo, conocían a sus refugios bajo el nombre de wicilahep: la vivienda sombra. Espacios a mitad de camino entre interior y exterior, sus moradas proveían del buscado confort de la sombra y su agrupación en aldeas temporales permitía el traslado en busca de aguadas, las cuales constituían el desplazamiento de conjuntos familiares sustentados por una economía móvil basada en la pesca, la cacería y la recolección. Desde principios del siglo XX, la restricción de sus territorios modifico el libre acceso a estos recursos, alterando las espacialidades organizadoras de sus circulaciones. Los wicilahep dejaron de levantarse y la liviandad de sus materiales fue reemplazada por construcciones estáticas arraigadas al suelo, con las cuales supieron asociar su habitar a una nueva condición sedentaria. Adoptando el barro como sistema constructivo de eficiencia térmica y soporte estructural en su combinación con la madera, aspectos de su cosmovisión mantienen vigencia en sus formas de relación con el entorno, el aprovechamiento de los suministros del bosque y la concepción de los espacios, llevando el ámbito de lo domestico a trascender los límites de la edificación. Por el contrario, las propuestas para el desarrollo sostienen que las viviendas vernáculas de la región, denominadas ranchos, son un foco potencial de contagio y proliferación del mal de Chagas. Lejos de presentar variantes para el mejoramiento de estas unidades domésticas que permitan rescatar su valor como construcciones adecuadas a los recursos disponibles, los planes de erradicación de ranchos promueven la demolición sistemática de estas estructuras para reemplazarlas por edificaciones industriales disociadas de pertenencia con su ámbito de ejecución. A su vez, un gran número de proyectos no han logrado consolidarse con la identificación de las comunidades rurales sobre las cuales intervienen. En estos planes, las unidades terminan siendo utilizadas en el mejor de los casos como depósitos, o simplemente desarmadas para la reutilización y comercialización de sus partes. Estas estrategias surgen como formas de resistencia, apropiación y resignificación de los modelos del desarrollo a partir de su adaptación a las necesidades locales. Bajo las lógicas del postdesarrollo, buscaremos aportar un debate crítico que nos permita ampliar el horizonte de las políticas de vivienda social, explorando perspectivas alternativas cuestionadoras de los supuestos sobre los cuales operan en la actualidad.

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Versión corregida de trabajo presentado en el VII Congreso Nacional de Vivienda y Hábitat Rural (Santiago del Estero 2015). FORUM - Santiago del Estero - 2015

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Breve reseña histórica del Chaco a partir de las primeras experiencias constitutivas de la antropología. Los orígenes de la antropología argentina podrían contextualizarse en la incorporación del país al sistema capitalista mundial como una república agroexportadora. Bajo las políticas de la llamada “generación del 80”, se persigue la creación de un Estado moderno en donde mediante estrategias de colonialismo interno, son enviados al interior de la nación geógrafos, geólogos y naturistas con el fin de relevar territorios “improductivos” desde la perspectiva del capital, y junto con ellos sus poblaciones tanto animal y vegetal, como los grupos humanos que las habitaban originariamente, relegados a una categoría de análisis similar. “La ciencia y las armas se apoyan mutuamente, y ambas limpian el terreno para que, en él, se instale el capitalista. Se comienza así a hacer producir esas “reservas”, hasta entonces, desperdiciadas y abandonadas a la “desidia” de las culturas nativas” (Ratier 2010). El Estado despliega sus ejércitos sobre los territorios en donde la producción extensiva del ganado no reconoce rentabilidad en la incorporación de sus pobladores como mano de obra (el caso de la Patagonia y las campañas de 1879), y construye reducciones en aquellas regiones en donde las producciones intensivas de los ingenios se beneficiarían de esta forma de trabajo (el caso del Gran Chaco y las campañas de 1970). Los Andes Centrales, con sus sistemas coloniales de encomiendas adaptadas a la concesión de grandes territorios bajo el formato de Fincas o Estancias, encontraron en el reclamo de sus comunidades aborígenes la acción armada de la Guardia Nacional (el caso de la Puna y las campañas de 1875). Al igual que las potencias europeas en sus distantes colonias, la polaridad creada entre la “civilización” y la “barbarie” permitió relegar a los pueblos nativos a concepciones evolucionistas para ser abordados por la ciencia en nombre de la civilización ilustrada. De esta manera los naturistas daban origen a los estudios de antropología física, dejándonos Estanislao Zeballos una curiosa anécdota de sus viajes cuando era cuestionado por los oficiales del ejército que lo acompañaban: “Mi querido teniente (...) si la civilización ha exigido que ustedes ganen entorchados persiguiendo la raza y conquistando sus tierras, la ciencia exige que yo la sirva llevando los cráneos de los indios a los museos y laboratorios. La barbarie está maldita y no quedarán en el desierto ni los despojos de sus muertos” (Zeballos 1960)2. Entre 1900 y 1926 Robert Lehman, naturista alemán radicado en el país, realizo diversos viajes al Gran Chaco en donde planteo alguna de las más influyentes etnografías difusionistas de la época, presentando a los pueblos indígenas bajo una sumatoria ahistórica de elementos culturales concebidos como una totalidad que podía ser estudiada y descripta obviando sus condiciones de existencia. Su vinculación a campañas de intervención militar se ven reflejadas en los pormenores cotidianos en los cuales eran llevadas a cabo sus investigaciones: “Realizó trabajo de campo en la reducción indígena Napalpí. Durante su estadía la policía atacó uno de los principales campamentos indígenas, matando a una gran cantidad de personas. Un año después Lehmann-Nitsche publicó La Astronomía de los Tobas (segunda parte). Sin embargo, nada mencionó acerca de esta masacre. Su silenciamiento no es más que un ejemplo de complicidad con el poder” (Dávila da Rosa 2008). Paralelo a la incursión de los primeros naturistas, nuestra región de estudio también conto con sus viajeros y misioneros, cuyos relatos sirvieron como fuente de información para futuros trabajos. De hecho, Lafón nos describe la coexistencia de diletantes y profesionales hasta entrada la década de 1950 (Lafón 1976). Tal vez el caso más destacado sea el de los hermanos Wagner, quienes a partir de los fabulosos restos cerámicos encontrados en la provincia de Santiago del Estero, plantearon una extravagante hipótesis difusionista en la cual “sostuvieron en 1934 la idea de un Imperio de las Llanuras levantado por constructores de Citado en: RATIER, Hugo E. (2010) “La Antropología Social Argentina: su desarrollo”. Revista Publicar. Año VIII n IX. 2

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túmulos de una raza civilizada desaparecida, que no habría tenido ninguna conexión genética con los indígenas allí encontrados por los conquistadores que llegaron en el siglo XVI” (Martínez, Taboada, Auat 2011). De gran repercusión internacional, la teoría no demoro en ser cuestionada por la comunidad académica a través de fuertes críticas debido a su inconsistencia. Es de destacar que la construcción de un discurso tan forzado se encontraba asociado a un momento en el cual se buscaba la creación de una identidad nacional, en donde las clases conservadoras veían amenazada su hegemonía ante la llegada de inmigrantes europeos. Surge de esta manera el folclore como especialidad de la antropología, y el mismo Walt Disney viaja por el país como un etnógrafo más, recopilando datos aislados de su contexto para crear la imagen de un gaucho animado a la usanza texana (ver “Saludos Amigos” 1942 y “Los tres caballeros” 1944). El campo académico correría, con sus matices, similar suerte. A las poblaciones rurales les es atribuida una imagen de “tradicionalidad”, para ser abordadas temáticamente (danzas, cocina, medicina folclórica, artesanías, etc). Una destacada excepción podría encontrarse en el trabajo de Augusto Raúl Cortázar: “Traductor de Malinowsky, intento introducir los conceptos funcionalistas en el folclore, incitando a relevar la totalidad de la cultura en sus múltiples interrelaciones, lo que constituyó un avance notable para la época. Incentivó el trabajo de campo sobre el terreno y sistematizo el andamiaje metodológico y técnico. Lamentablemente, limitó el campo de la indagación legítima del folclorólogo a lo tradicional, anónimo, oral, colectivo, etc., descuidando toda vinculación con lo actual, moderno y desarrollado” (Ratier 2010). Retomando la línea de los primeros investigadores no académicos, la South American Missionary Society nos describe a través de una publicación mensual, un importante material realizado por misioneros laicos en el Gran Chaco Paraguayo a lo largo del siglo XIX. Si bien el mismo corresponde a un aparato de difusión y auto-representación de sus actividades en la región a cargo su órgano de prensa, los documentos dejan una reconstrucción política del escenario en donde se llevaron a cabo las primeras expediciones evangelizadoras, en el cual un Estado devastado por la Guerra de la Triple Alianza cede a la Compañía de Tierras AngloParaguaya3 grandes extensiones de “tierras fiscales”4, con los fines de comerciar su deuda externa con el imperio que curiosamente había financiado su invasión y ruina. Estableciéndose como el poder dominante, los británicos se lanzan en lo que fue el inicio de la colonización del Chaco, motivado en gran medida por los beneficios de la explotación forestal. Los misioneros son enviados al campo, con los fines de allanar el camino a los emprendedores privados sobre un terreno pacificado en nombre de Dios. Con una suerte similar a las campañas militares argentinas, los pobladores originaros terminarán siendo asimilados como “mano de obra barata y adaptada a las particularidades del clima chaqueño. En este último punto los anglicanos serían también de fundamental ayuda” (Martínez 2014). El imperio británico logra fraccionar los antiguos Virreinatos en naciones enemistadas por la guerra, para lanzarse sobre sus despojos a través de diversas estructuras de poder, entre las cuales uno de sus principales ejes se podría inscribir en la creación de “un patrón global de control del trabajo, de sus recursos y de sus productos. Y en tanto que se constituía en torno a y en función del capital, su carácter de conjunto se establecía también con carácter capitalista. De ese modo se establecía una nueva, original y singular estructura de relaciones de producción en la experiencia histórica del mundo: el capitalismo mundial” (Quijano 2000). La sedentarización y posterior proletarización del indígena sería el principal objetivo en los procesos de colonización del Chaco. 3

Las tierras ascendían las 800.000 hectáreas. Fuente: South American Missionary Magazine, Vol. 22, Julio 2, 1888, pág. 161. 4 “Este despojo fue posibilitado gracias a un decreto promulgado en 1825 por el cual se requirió que todos los ciudadanos presentasen ante las autoridades gubernamentales sus títulos de propiedad de la tierra; todas las tierras cuyos ocupantes no poseyeran título de propiedad serían consideradas fiscales” (Martínez 2014). FORUM - Santiago del Estero - 2015

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Finalmente, como un vaticinio del futuro que les esperaba a los pueblos de la región, el misionero Wilfrid Barbrooke Grubb afirma “El indio industrioso se reunirá alrededor y apoyará a aquel que pueda mostrarles cómo avanzar, vivir con mayor confort, y liberarse de las relaciones de abuso. Los que tienen inclinaciones industriales son pocos, pero su número pronto crecerá. Nuevas necesidades deben ser creadas, y cuando tales se vuelvan necesarias para la vida, la gente trabajará para tenerlas, y el hábito de la industria crecerá” (Grubb 1900) 5. Así como el mercantilismo sometió fronteras afuera de las potencias coloniales que lo impusieron, el capitalismo actúa hacia el interior de los Estados modernos que lo enarbolaron. Las lógicas son las mismas: provisión de materia prima y mano de obra a costos mínimos, para el máximo beneficio del mercado. Fronteras agrícolas en constante expansión sobre tierras comunitarias, políticas de modernización basadas en una concepción homogénea de los pueblos, creación de identidades nacionales a partir de proyectos educativos que no contemplan la diversidad, son entre otros los factores que posteriormente y hasta nuestros días caracterizarían a los proyectos del desarrollo. Configuraciones del desarrollo en el Chaco Central. La configuración del territorio chaqueño se encuentra históricamente signada por las tensiones generadas entre las economías domésticas de reproducción social campesinas, y las “modalidades de producción, consumo, organización y usufructo territorial que tipifican al capital agrario” (Belli, Slavutsky, Trinchero 2004). De esta manera, el avance de las fronteras agrícolas como parte de los procesos de expansión del capital encuentra en los territorios sociales de frontera “una historia de despojos y apropiaciones que no es otra que la sucesión de las formas de valorización y transferencia de valor que el capital y el estado realizan en el proceso expansivo de la territorialidad” (Belli, Slavutsky 2004). Hábitos globalizados y discursos de instrumentación estadística caracterizan un amplio abanico de proyectos para el desarrollo, en donde las prácticas alternativas locales son desestimadas. Limitándonos a los alcances de este trabajo, nos centraremos en lo que concierne a la movilidad como estrategia de reproducción social, espacial y económica de las poblaciones del Chaco Central. Como mencionamos anteriormente, las migraciones de grupos familiares que se desplazaban sobre un territorio controlado en busca de recursos asociados a la estacionalidad de las lluvias y la crecida de los ríos, se vieron alterada por los distintos procesos de sedentarización. “Con el avance de los fortines y la colonización del espacio en primer término, y con la efectivización del control territorial por parte de los estados-nación más tarde, las poblaciones indígenas dejan de usufructuar los recursos localizados en una gran cantidad de lugares del monte y los ríos. Esto marca el inicio de una nueva forma de habitar, ocupar y relacionarse con el territorio. Luego, con el comienzo de las migraciones estacionales a los ingenios, desde fines del siglo XIX hasta la década del sesenta, se iría originando otra manera de apropiación espacial” (Bratisevic 2011). Las misiones paraguayas no tardarían en ser invitadas al territorio argentino debido a su eficiencia funcional en la generación de mano de obra para ingenios y obrajes de explotación maderera. Foco de concentración poblacional y surgimiento de los primeros asentamientos sedentarios, estas reducciones se consolidan en pueblos donde “los sucesivos proyectos de edificación de casas de material, centros sanitarios, establecimientos educativos y otras obras de infraestructura fija comunitaria, tanto desde las obras de ayuda privadas como desde el Estado, se constituirán, en poco tiempo, en el golpe definitivo que determina el fin de una vida trashumante y el paso definitivo a un sedentarismo anteriormente impensable” (de la Cruz 1997). Con el retiro de las misiones y el desarme de las Citado en: MARTINEZ, Alejandro (2014): “Las etnografías anglicanas del Chaco paraguayo. Antropología, interculturalidad y colonialidad”. Actas del Congreso Paraguay desde las Ciencias Sociales. Ciudad del Este. Paraguay. Traducción del autor. 5

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reducciones, las iglesias logran mantener su rol intervencionista en la vida social de las comunidades posicionándose como actoras del desarrollo junto a las ong´s. Dentro de este escenario, una compleja red de actores civiles y políticos pujan en la gestación de diversos modelos entre los cuales las mismas comunidades aborígenes se fraccionan y separan en sus procesos de interacción con los proyectos del desarrollo. En el caso de la arquitectura, como presentamos anteriormente y describiremos a continuación, las concepciones de la movilidad sobreviven en muchos aspectos espaciales de las edificaciones vernáculas sedentarias. En aquellas construcciones autogestionadas en el marco de la organización familiar y comunitaria, libre de la acción de planes determinados por actores externos. De esta forma, si bien hoy en día la unidad domestica ocupa un lugar fijo en el espacio, sus miembros dividen tareas para desplazarse sobre el monte en busca de fibras vegetales para la confección de textiles, leña, caza, pesca, miel, frutos y empleos temporales con los cuales las economías campesinas se complementan y resisten a las lógicas del capital. El Wicilahep: la vivienda sombra. La región del Gran Chaco es una amplia superficie de sabanas, bosques secos y humedales, ocupa una importante extensión de Argentina, Bolivia y Paraguay alcanzando unos 100 millones de hectáreas entre los tres países. Sujeta al régimen de lluvias provenientes del Atlántico, comprende un extenso gradiente de humedad desde precipitaciones medias de 1.200 mm anuales en su borde oriental, hasta medias anuales entre 700 y 300 mm en el sector suroccidental (Brown, Pacheco, Cristóbal 2012). En su región central, la estacionalidad de las lluvias en el verano determina el crecimiento de sus principales ríos generando grandes extensiones de bañados, esteros y aguadas, los cuales se constituían en ordenadores de los desplazamientos de grupos familiares a partir de un sistema de asentamientos para la búsqueda de recursos. El agua como recurso vital, posee un alcance simbólico capaz de establecerse no solo en ordenadora de los sistemas de movilidad, como también en muchos de los significados que estructuran los aspectos cosmológicos, los esquemas de orientación cardinal, y entre otros, los criterios de organización espacial para el armado de aldeas temporales cuando las comunidades aborígenes aún conservaban sus prácticas seminómades: “Hasta principios del siglo XX, la organización de las sociedades tradicionales de los pueblos matacos se constituían como una serie de unidades incluidas las unas en las otras. Familias agrupadas con otras semejantes, a las que se consideraban emparentadas de algún modo, convivían desplazándose en forma regular y cíclica sobre un territorio que consideraban como propio. En cierto modo, la casa tradicional de una familia mataca era precisamente su territorio. La totalidad del ambiente que utilizaban y por el que circulaban a lo largo del ciclo anual, era en definitiva un gran espacio habitable por el que se desplazaban siguiendo un patrón de estancias relacionadas a los puntos de provisión” (Aguilar-Braunstein-Gondar-Seghesso 2000). El ciclo de migración se asociaba a las crecidas que las precipitaciones estivales ejercen sobre los ríos. En los inviernos, cuando estos se encuentran en su cauce, permanecían sobre sus costas dedicados a la pesca. Mientras que durante los veranos, cuando colmatan generando grandes extensiones de bañados, se dirigían hacia tierras más altas en donde practicaban la caza y la recolección. Cuando se acampaba en lugares abiertos por periodos prolongados, se hacía necesaria la construcción de refugios de planta circular cubierta de paja. Cuando no existía esta necesidad, el lugar de estar se encontraba señalado solo por el fuego, en torno al cual se concentraba la familia. Junto a él, frecuentemente a la sombra de un árbol, se disponían los integrantes del grupo en forma radial quedando el espacio de habitación delimitado por la limpieza del terreno. El sector despejado, marcaba los límites que representaban el interior y el exterior del área ocupada. Esta distribución caracteriza la organización social del grupo familiar, durmiendo la FORUM - Santiago del Estero - 2015

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pareja nuclear en el centro, encargada de mantener las llamas en las noches de frío, mientras que los vástagos se disponían en círculo algo más lejos. Cuando era necesario construir, al igual que la distribución en torno al fuego, se respetaba una organización radial de las estructuras en torno a la familia principal. La disposición de los wicilahep no cumplía solo con aspectos funcionales, sino que también se asociaban a criterios cosmovisionales en los cuales “la relación entre el alma, locus intelectual en el que se considera que reside la voluntad del ser humano, y el cuerpo, interpretado como soporte del alma, se expresa en el espacio como centro ordenador y generador de sentido con respecto a una serie de elementos que se ubican en la periferia. Algo semejante puede decirse de la relación entre un líder, que se ubica en el centro de la aldea, y los habitantes en la periferia” (Aguilar, Braunstein, Gondar, Seghesso 2000). El Rancho: resistencias de la movilidad dentro de las espacialidades sedentarias. Si bien sus refugios eran eficientes piezas de complejidad tecnológica vinculadas a las lógicas de las dinámicas móviles, debieron adaptarse a las nuevas condiciones sedentarias conjugando aspectos de sus significados espaciales en el formato de los ranchos vernáculos criollos. Construidos con cumbrera y estructura de horcones de madera de Palo Santo, los cerramientos se materializan con una mezcla de barro y aibe (paja o pasto duro), que se aplica sobre ramadas de Palo Bobo (Aliso) en el caso de la técnica de “palo a pique”, o sobre una trama de maderas y cueros tensados en el caso de la técnica de “quincha”. Para los techos, ramadas o cañas de totora se colocan a modo de encofrado perdido sobre tirantes de madera de Quebracho Blanco. Por encima, un entramado vegetal funciona como aislación hidrófuga y finalmente, se aplica una torta de barro en la cual las precipitaciones estivales permiten crear techos vivos cubiertos de vegetación en las regiones más húmedas. La misma distribución de los campamentos móviles se observa en las aldeas permanentes, en donde la familia nuclear ocupa su centro. La dualidad interior-exterior no es determinante en la organización de los espacios, siendo reemplazada por una concepción de continuidad en la cual los ambientes se reconocen como densidades o cobijos materializados por el techo (sombra), el reparo del viento (protección) y la limpieza del terreno (limites). Mientras los ambientes destinados al sueño se dividen a partir de muros, las galerías y semicubiertos aparecen como un escenario continuo capaz de abarcar a los espacios cerrados como inscriptos bajo su influencia. En ellas se desenvuelve la vida común del grupo doméstico. La reunión en torno al fuego que representaba la distribución social en los campamentos móviles mantiene su vigencia como ámbito central de las actividades, teniendo una relación directa con el ingreso y la circulación. A su vez el fogón no es estático, contando con diferentes subespacios para rotar a lo largo de la unidad dependiendo de las condiciones climáticas y la incidencia de los vientos. Los materiales utilizados se encuentran en el bosque, siendo esta compleja técnica transmitida generacionalmente y autoconstruida en el marco de la organización familiar. Haciendo uso de las energías renovables que otorgan el sol (calor y luz) o el viento (frescura y ventilación), han creado una arquitectura de espacios continuos bajo sombra apropiada a las características del clima y los recursos de la región en la que se inscribe. Como una prolongación del entorno en su aspecto material, las construcciones surgen como un objeto calificador del paisaje formando parte integral del mismo. La industria de la construcción, ignora estos principios con su indiferencia sobre los recursos humanos y ambientales disponibles. La dependencia en el consumo de energías fósiles para la construcción y posterior aclimatación de los edificios a lo largo de su vida útil, demuestra sus limitaciones a la hora de adaptarse a un medio físico. La producción seriada de sus componentes no contempla usos alternativos a los de la estandarización, justificándose bajo el discurso de una relativa noción de confort, ahorro de tiempo en su ejecución, resistencia y durabilidad. Todos estos principios propios de las sociedades industriales urbanas, resultan en FORUM - Santiago del Estero - 2015

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muchos casos ajenos y hasta inclusive antagónicos a las prácticas de los pueblos del Chaco. Podríamos citar el ejemplo de las “casas que caminan” wichis, en donde la unidad de vivienda se actualiza a partir de la multiplicación de espacios funcionales acordes a las dinámicas de la familia. De esta manera, se comienza construyendo un techo sobre el cual pueden adicionarse o sustraerse ambientes que “caminan” desplazándose en el espacio. En ciertos casos, sucesos significativos como la muerte de un familiar determinan el abandono de su espacio, el cual termina volviendo a la tierra gracias a su descomposición como sistema constructivo natural. Plan de Erradicación de Ranchos. El Programa Nacional de Erradicación de Ranchos, Casas de Adobe y Barro y Paja, depende de la Subsecretaría de Desarrollo Humano y Vivienda del Ministerio de Planificación Federal, Inversión Pública y Servicios de la Nación. Entre sus fundamentaciones podemos encontrar las siguientes afirmaciones: “Ello nos obliga a revisar la actual política de vivienda y enfatizar la necesidad de un Programa Nacional de Erradicación de Ranchos, Casas de Adobe y Barro y Paja, ya que dichas construcciones son de rápida agrietación, poniendo en riesgo la vida de sus habitantes, y facilitando asimismo la creación de hendiduras y escondrijos para la anidación y proliferación de la vinchuca, agente transmisor del parásito Trypanosoma Cruzi causante del denominado Mal de Chagas - Mazza. Cabe resaltar que dicha enfermedad es la principal endemia de la Argentina y se vincula fundamentalmente con los ambientes construidos bajo condiciones de pobreza” (Proyecto de Ley Nº 1162-D-2014). Nadie duda de la posible necesidad de introducir mejorías en ciertas viviendas del ámbito de la ruralidad, aunque la misma debería ser gestionada en términos de su valoración como hábitat construido a partir de la experiencia empírica y la transmisión de un conocimiento generacional que se actualiza en base a continuas reinterpretaciones prácticas que le imprimen a cada obra una identidad propia. En la búsqueda de tecnologías apropiadas al contexto local encontramos oportunidades superadoras de la simple transferencia unilineal de soluciones industrializadas, que podría servir como contribución para una futura re-estructuración necesaria de los actores que intervienen en la toma de decisiones. La voz de las comunidades sobre las cuales se imparte un programa, debería constituir la fuente de referencia sobre la cual el mismo programa es diseñado y consensuado. Cantidad de planes de vivienda no han logrado modificar un accionar constructivo colonial, representado en la importación de tipologías foráneas ecológicamente dispares a las particularidades de cada región. Podemos observar que los mismos materiales industriales son utilizados tanto en el bosque chaqueño, como a lo largo y ancho de la Pampa o el más remoto valle cordillerano. Limitada a la opinión de una reducida “comunidad de especialistas”, su aplicación suele ignorar el aporte del conocimiento popular de aquellos campesinos rurales que supieron mantener vigentes a lo largo de generaciones, construcciones vernáculas que responden a las experiencias concretas de su interacción con el medio sobre el cual coexisten. El fortalecimiento de la autodeterminación de los pueblos a través de los métodos vernáculos, puede “generar resistencia a la especialización del capital, nuevas formas para la toma de decisiones, y acciones que re significan las prácticas sociales” (Hocsman, 2010). Producidas a un alto costo energético y ambiental, la expansión del esfuerzo globalizador de la industria a zonas rurales supone un impacto innecesario en el consumo de combustibles fósiles y recursos logísticos para su transporte. Frente a lo cual podríamos preguntarnos, en la búsqueda de alternativas al orden actual de las cosas: “¿Qué papel tendrán que jugar los distintos actores sociales –incluyendo las nuevas y viejas tecnologías-, de manera de crear redes sobre las cuales las múltiples formas de lo local puedan depender en su enfrentamiento con las múltiples manifestaciones de lo global?” (Escobar 2000).

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Desde hace décadas los Planes de Vivienda Social propuestos por los gobiernos provinciales de Santiago de la región chaqueña se llevan a cabo sin mayor objeción. Aceptadas inicialmente, las unidades terminan siendo refuncionalizadas como depósitos, o simplemente desarmadas para la reutilización y comercialización de sus partes. Estas estrategias surgen como formas de resistencia, apropiación y resignificación de los modelos del desarrollo a partir de su adaptación a las necesidades locales. Pero el carácter determinativo del Plan Nacional de Erradicación de Ranchos propone a partir de la demolición, la destrucción violenta de cualquier manera de cuestionamiento a la imposición de un modelo homogeneizador y extranjerizante de habitar estandarizado. Notas finales. La ruralidad, históricamente desplazada al ámbito de la periferia de la centralidad urbana, encuentra en sus saberes populares la posibilidad de ocupar un rol protagónico en la búsqueda de un nuevo paradigma tecnológico. “Cuando los habitantes controlan las decisiones más importantes y son libres para poder contribuir en la proyectación, en la construcción y en la dirección de sus casas, el proceso global y el ambiente que nacen de esta experiencia estimulan el bienestar individual y social. Cuando el pueblo ya no tiene control ni responsabilidad en las elecciones decisivas del proyecto, el ambiente residencial se convierte, en cambio en un obstáculo para la realización personal y en un peso para la economía” (Turner 1997). La vigencia en la organización de los asentamientos (organización radial de los campamentos móviles en torno al fuego o familia nuclear, se mantiene en las aldeas sedentarias), distribución de los espacios (ambientes continuos interpretados como densidades o cobijos, en donde el techo es la sombra y el reparo del viento es el cerramiento vertical), la relación con el entorno y sus recursos (la limpieza del terreno como limite virtual de una espacialidad continua entre la unidad doméstica y el bosque), y la utilización de materiales autóctonos podría suponer entre otros tantos aspectos solo una pequeña fracción de posibles consideraciones futuras para los planes del Chaco Central. Superando el carácter objetual de la vivienda para asignarle una escala social más amplia, es posible dimensionar un marco capaz de comprender la concepción holística de un habitar en donde la producción y las tecnologías de los recursos disponibles forman parte de un conjunto de relaciones complementarias al medio con el cual coexisten. Bibliografía: _AGUILAR, Fernando; José Braunstein, Roberto Gondar, Santiago Seghesso (2000): “Forma y Función de las Viviendas de Comunidades Indígenas Wichi de la Localidad de Las Lomitas”. APCD (Asociación para la Promoción de la Cultura y el Desarrollo). _ARESTA, Marco (2010): “Low-tech, high-tech y eco-tech”. Instituto de la espacialidad humana. FADU-UBA. _BRATICEVIC, Sergio (2004): “Una aproximación territorial a la aplicación de proyectos de desarrollo en la cuenca media del rio Pilcomayo. La ejecución del DIRLI en el oeste de Formosa”. En: La cuenca del río Bermejo. Una formación social de fronteras. Buenos Aires, Reunir. _BRAUNSTEIN, José: “Aspectos funcionales y simbólicos del agua en la cultura tradicional de los pueblos wichí del Bermejo” En: El Agua, el Medio y las Culturas Aborígenes. Editores: APCD, CECAZO, Equipo Pastoral Aborigen de Ing. Juarez, INCUPO. Pp. 29 a 48. _BROWN, Alejandro; Silvia Pacheco, Luciana Cristóbal (2012): “Los caminos del Chaco. Obras Viales y Paisaje de Conservación en la Región Chaqueña”. Ediciones del Subtrópico. Tucumán, Argentina.

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FORUM - Santiago del Estero - 2015

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