Reseñas artículos sobre la CAN (2011)

August 8, 2017 | Autor: Celeste Box | Categoría: Comunidad Andina, Integración Regional
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Descripción

Instituto de Integración Latinoamericana (FCJyS) UNLP ― Mª Celeste G.Box ([email protected]) Asignatura: Integración Latinoamericana Docente: Ph.D. Rita Giacalone.

Reseñas de Artículos (detallados a continuación)

1)

La Desintegración Andina por Jaime Acosta Puertas (publicado en la sección Coyuntura de la Revista Sociedad #204, julio/agosto 2006. Disponible en www.nuso.org/upload/articulos/3361_1.pdf) Objetivo Argumentativo: Defender la tesis acerca de que en las últimas cuatro décadas los países andinos crearon una sofisticada institucionalidad pero no consolidaron una visión estratégica de largo plazo ni una base económica, política y social, para impulsar su integración. Ante lo que llama ‘crisis de la CAN’, refiriéndose al retiro de Venezuela en 2006, aboga por un replanteo estratégico, y señala la lección que esto puede oficiar para el Mercosur y el G-3 (a los que considera en problemas, también), como al desafío a la entonces naciente propuesta de integración sudamericana. Aspectos Teórico-Metodológicos y de Contenido: Es imperioso especificar que el registro de este artículo es netamente argumentativo, reduciéndose a la presentación de razones (seguramente válidas, por ende sólo dables de ser juzgadas a la luz del acuerdo efectivo -o no- acerca de su fundamentación), y carente de toda referencia teórico-metodológica explícita como una ordenación de esos argumentos entre sí. A esto debemos sumarle la sensible falta de fuentes en referencia a datos numéricos (v.g. página 11 y 12, sendos últimos párrafos). Comentado lo cual, desgranaremos su contenido: Señalando la salida de Venezuela como un nuevo socavamiento de la iniciativa común, recorre históricamente los objetivos no cumplidos (como la unión aduanera y el mercado común), una situación que empeoró con los ‘remedios’ ante la crisis de la deuda (modificando la senda del crecimiento hacia la apertura de mercados, privatizaciones, reducción del tamaño estatal y abandono del desarrollo endógeno). Si bien en este recorrido se creó una ZLC sin restricciones (y programas / foros sectoriales, una sofisticada ingeniería institucionalidad y se adoptaron normas comunes en ambiente, transporte y fronterizos); también fue un hecho la falta de organización política y emprendimiento de conjunto, sistémico. Si el Consenso de Washington erosionó los viejos objetivos, el devenir posterior jamás logró articular sólidamente esas dos concepciones de relaciones económicas externas (incluyendo al Nuevo Diseño Estratégico, signado por las crisis internas de sus miembros, las diferencias ideológicas, las negociaciones de acuerdos bilaterales impulsada por EUA ante el estancamiento del ALCA, etc.). En este sentido, el autor destaca no minimizar la salida de Venezuela, como tampoco minimizar el reclamo de Bolivia ante los efectos de los TLC firmados con EEUU para algunos de sus productos aún cuando sus compras sean de poca cuantía, dado que la integración importa no sólo en lo económico, sino sobre todo en lo político (ello llevó a grandes naciones de la UE a acoger a Portugal y Grecia, por ejemplo). Por otro lado, sostiene que el mayor problema fue la falta de un país que asumiese el liderazgo regional para impulsar la integración regional (y alega que Colombia, con la mayor diversificación industrial y el mayor beneficiado por la CAN, debió

haberlo hecho). Por eso, afirma que en el futuro (recordemos: el del año 2006) miremos a Chile, que logró su inserción internacional independiente construyendo instituciones y especializándose (mientras la CAN se alineó unívocamente internacionalmente sin consolidar instituciones o especializarse). Y, no olvidemos que, ante la posibilidad de la firma de un TLC entre los socios y EEUU, la integración dejaría el norte de la unión aduanera (a una ya socavada ZLC), y vulneraría la búsqueda armónica de políticas estratégicas comunes. Por ello, las menores restricciones de organismos multilaterales para activar la complementación del esquema de libre comercio con el desarrollo de nuevas áreas productivas y políticas estratégicas en ciencia, tecnología e innovación, regionalización e integración energética, son promisorias. Y propone a Sudamérica como opción para la cooperación estratégica y de libre comercio (aunque no veía, entonces, a Brasil como traccionador de decisiones internacionales) y desarrollo, para que complemente las relaciones con EEUU. Creemos que esta propuesta es dable de relacionarla con el rol aleccionador para el Mercosur y la naciente CSN, reside en la crisis de confianza que el autor consideró que el primero atravesaba en 2006, exhortando a la Secretaría Técnica como espacio para la construcción de nuevos instrumentos necesarios para superarla); y evitar que los dos grandes no perjudiquen los intereses de los socios pequeños (refiriéndose al caso de las papeleras en el Rió de La Plata). Sin pistas en ese entonces para el futuro de la CAN, el autor cree que su crisis podría hacer revisar/fortalecer la CSN (de la que especulaba que apuntaría a una ZLC, complementada con programas articuladores (como IIRSA, por ejemplo, o la concreción de la Red Andina de Ciudades y la de Mercociudades). Remata su exposición alegando: La integración política y estratégica latinoamericana se ha quedado sin libreto (Acosta Puertas, 2006: 13). Evaluación Crítica: el primero argumento que queremos trabajar, es el craso error inscripto en el ejemplo modélico de la inserción chilena (para ser replicada a un esquema de integración). La comparación entre procesos regionales y nacionales es una inconsistencia analítica: podríamos argumentar múltiples razones (muchas de ellas conceptuales y de extenso abolengo teórico), pero tal vez con algo de simpleza, lograremos decir que las decisiones de un país para insertarse internacionalmente se encuentran en un estado jurídicamente uniforme, con sectores que se identifican con el mismo –allende sus diferencias concretas-, y con el compromiso de actuar como una unidad (que no elimina las minorías, sino que la misma condición republicana, nos lleva a aceptar las decisiones de un gobierno al que no apoyemos políticamente. Y, si fuere el caso de una dictadura -como el chileno por décadas-, aquello tristemente se ‘facilita’ por no necesitar de un consenso mediante). En un esquema integrador estas diferencias y consensos necesarios se multiplican en complejidad –y es deseable que así sea-. Siguiendo el criterio del autor, deberíamos ver los esquemas de integración regional similares a las unificaciones nacionales europeas decimonónicas, una comparación que sin mucho esfuerzo, es evidentemente falaz. El segundo punto hace a una aparente solución de compromiso –que ni siquiera llega a ese modesto nivel-: nos referimos al interés del autor en mantener el esquema propuesto por organismos multilaterales y haciendo del libre comercio el patrón de comercio para Sudamérica, y, paralelamente sindicarlo como objetivo de desarrollo (¡!). Escoger entre un esquema de libre comercio y desarrollo a un tiempo, no es posible en una región con problemas estructurales atávicos. En otras palabras, lo que parece favorable de una concepción de integración ‘y sumarle’ lo conveniente de otra (echando burdamente por tierra los debates de la economía política y la ciencia política desde hace centurias), y, encima, pretender que eso puede alcanzarse de manera endógena, dificulta no calificarlo de absurdo.

Aunque mejor decir, de manera más mucho más académica, que las expresiones de deseo –aún cuando queden muy bien en la retórica del discurso escrito- no son por ello plausibles en lo absoluto. Y el tercero punto, nobleza obliga, se centra en destacar la importancia que otorga a la integración como proceso político y no sólo económico (a colación del reclamo de Bolivia, el que, si bien puede poseer modestas exportaciones en un determinado rubro, atenderlas como aquéllas que son sensibles al comercio total estimula a todos los países miembro –chicos como grandes- a concebir que el proceso integrador redundará en ventajas y no será, como muchas veces acontece, la reproducción del caótico equilibrio de poder que reina en el tablero mundial, sólo que en un número más pequeño de países…

2) Perspectivas y expectativas en las relaciones entre Centroamérica y la Unión Europea por Ricardo Lagos Andino (publicado en Revista Nueva Sociedad #190, marzo/abril 2004. Disponible en www.nuso.org/upload/anexos/foro_205.pdf

Objetivo: Presentar el diálogo iniciado en la primera conferencia birregional de 1984 entre Centroamérica y la UE (donde ésta es la principal fuente de cooperación en desarrollo para la primera y su segundo socio económico –tanto en comercio como en IED), en el que Centroamérica planea la iniciación de negociaciones para un acuerdo de asociación y libre comercio, con expectativas de ser anunciado en la III Cumbre de Presidentes ALC-UE (en México, hacia mayo de 2004). Aspectos Teórico-Metodológicos y de Contenido: En la dimensión metodológica, el autor concreta dos cuestiones destacables (aun cuando básicas, no siempre los autores las alcanzan): lo primero, es un recorrido organizado de lo que está refiriendo (aunque creemos que sólo se hace eco de las posiciones críticas cuando llega a las cuestiones del TLCAN y ALCA -tal vez naturalizando lo que él mismo señala: que esas relaciones con la UE, aún cuando exitosas con la paz, podían tener algún aspecto negativo que no era prevenido anteriormente (prueba de ello fueron las dificultades comerciales de Costa Rica, por ejemplo). Lo segundo que logra con pericia, es la utilización de guarismos como herramienta ‘grafica’ de sus argumentos, pero de manera sensiblemente mejor que como suelen ser utilizados en el discurso de las ciencias sociales (donde muchas veces, se los utiliza algo torpemente, sólo para refrendar lo afirmado, sin valerse de la enorme ventaja ilustrativa que ellos poseen). Hechas esas referencias, expongamos brevemente su contenido: Lagos señala que luego del apoyo en las negociaciones pacíficas para resolver conflictos armados centroamericanos (posición diferente a la de EEUU y de la URSS, que apoyaban a uno u otro bando) se inauguraron unas promisorias relaciones de la UE con ALC -en un marco de respeto a la soberanía- con el apoyo de la comunidad internacional. El autor señala, para esas relaciones, tres fases: la primera, en los años ‘80s, centrada en el diálogo político, negociaciones de paz y democratización (en una coyuntura de alta pobreza y desigualdad social, y de amenazas a la gobernabilidad, lo que hacía de las expectativas centroamericanas algo pendientes). La segunda, en los ‘90s, centrada en la cooperación al desarrollo (donde la UE, la cooperación bilateral, los aportes multilaterales de sus miembros y el Banco Europeo de Inversiones (BEI) –con créditos de mediano a largo plazo, y los alivios en la deuda externa de Honduras y Nicaragua (HIPC)-, toman la posta). Aquí se da prioridad a la lucha contra la pobreza y a la infraestructura social. La tercera fase, más económica, signada por el SGP-droga para productos agrícolas (en 1992 -y agregando en 1993 el

principio de acumulación de las reglas de origen con la CAN-, prorrogado cada tres años hasta 2004). Los impactos fueron, para el autor, buenos (aún cuando las exportaciones no variaron en las últimas décadas ya que Centroamérica exporta agrícolas e importa manufacturas de la UE). El SGP ha significado cierta diversificación de exportaciones tradicionales (banano y café) con ligero aumento de rubros no tradicionales (en concreto, un 53% de las exportaciones centroamericanas se benefician del SPG10, pero sólo absorbe 0.4% de las exportaciones de la UE). Aunque no todo es color de rosa: señala el conocido caso de Costa Rica en las graduaciones a sus exportaciones (beneficiadas hasta 2003 del SGP-droga), aplicadas por exportaciones que alcanzaron niveles competitivos en el mercado europeo (situación que la UE aplazó luego temporalmente en 2003, y anunció un sistema para que los PED no se vean afectados así); como los conflictos en cuanto al régimen de importación de banano de la UE en los ‘90s que devino en pérdidas y desempleo; y por último, el caso de los productores nacionales que dependen de comercialización internacional (situación posteriormente variada). Desde este panorama, estipula unas perspectivas futuras promisorias –sin olvidar que la región no es prioridad económica o estratégica para la UE-, en el interés de ésta en impulsar procesos de integración regional. Y agrega que el Nuevo Acuerdo de Diálogo Político y Cooperación de 2003 que incluye la creación de un Comité Interparlamentario entre el Parlamento Europeo y el Centroamericano -Parlacen (y serían así, los únicos órganos regionales electos por sufragio universal). El escenario visto desde las dos regiones, podría plantearse, por un lado, a los gobiernos centroamericanos, deseosos de firmar un TLC, escena en la que estiman una cuarta fase futura de relaciones enmarcada en un acuerdo de asociación, junto a la entonces futura creación del ALCA (para 2005) y la posible motorización del TLCAN, brindarían crecimiento sostenido e IED, aumento de las exportaciones y empleo (aunque los críticos -como sindicatos, partidos políticos de centroizquierda e izquierda y la Iglesia- consideraban que afectaría a los países con menor desarrollo, a las PyMEs, aumentaría el desempleo, la asimetría entre países y los desbalances sectoriales y sociales, como el medio ambiente –por la obra en infraestructura, el aumento de demanda energética, etc.-). Por su lado, la UE cree que antes de negociar la asociación y un TLC se requiere pleno funcionamiento la Unión Aduanera -anunciada para 2004-, y asignar más recursos para cooperación, mejorar la ejecución de programas y proyectos para la lucha contra la pobreza (proceso en que pretenden la participación de la sociedad civil), aumentar el respeto por los DDHH y sociales, y la protección del medio ambiente. Evaluación Crítica: El artículo expone este recorrido con ciertas pericias –señaladas ut supra- destacables. Por eso aprovecharemos este espacio de la valoración para hacer una mención pensando en una de las cuestiones que más nos llamó la atención en clase, y que interpretamos en base –tal vez- a un imaginario atávico que nos une ingenuamente al ‘viejo mundo’ (una percepción que creíamos casi privativamente del imaginario argentino –el que repetidamente piensa/mira a Europa alternativamente como su verdadero ‘cepa de origen’ o bien como su ideal a alcanzar-): el autor plantea en clave extremadamente positiva el relacionamiento ALC – UE (algo que no necesariamente negamos, pero que sí vemos concebido como una panacea que podía ya, desde un principio, incubar los futuros conflictos comerciales que Costa Rica y otros enfrentaron, invisibilizados por esa valoración acríticamente positiva desde las creencias que no permite ver las posibles desventajas que la relación entre ‘un fuerte’ como la UE y ‘un débil’ como ALC puede acarrear producto de su asimetría). Este enfoque ingenuo acerca de la UE creemos que se reproduce cuando se la concibe como un contrapeso, una suerte de ‘escudo’, un

espacio para asegurarse en la coyuntura del TLCAN y ALCA, cuando, en realidad, la relación de la UE simplemente podía estar reemplazando eso mismo de lo cual se pretende una defensa. Por razones de espacio no podemos continuar desarrollando esta cuestión, pero creemos que si lo tuviésemos, haríamos este recorrido, motivados por lo visto en clase como por lo que este artículo nos inspira. 3)

Las Relaciones UE-CAN: Tareas Inmediatas. Por Diego Cardona (Publicado en la sección Separatas de la Revista Nueva Sociedad #190, marzo/abril 2004. Disponible en www.nuso.org/revista.php?n=207) Objetivo: examinar la dispar importancia de esta relación, desde la perspectiva de cada actor. Además, revisa logros y deficiencias de la integración andina acorde la visión de los europeos, y las exigencias de ella para los andinos (interesados en el inicio de negociaciones para un Acuerdo de Asociación con la UE, esencial para sus relaciones futuras mutuas y la integración andina). Aspectos Teórico-Metodológicos y de Contenido: En lo metodológico, el autor –si bien señala cuestiones interesantes para analizar la situación de la CAN-, no cumple en lo absoluto con su labor de abordar las relaciones birregionales desde ambas perspectivas. La razón de ello reside en que, primero, incluye con preeminencia la situación interna de la CAN y su interés por el Mercosur (cuestiones que intervienen, claro está, en su relación con la UE, pero que deben ser puestas como telón de fondo y no desarrolladas en sí mismas). En segundo lugar, deja de definir muchas de sus afirmaciones (no nos referimos a definiciones conceptuales sofisticadas, sino a la mera indicación acerca de qué está hablando – cf. El caso de ‘productos de importancia social’ al final de esta referencia). Tercero, agrupa sin rigurosidad conceptual situaciones que no son necesariamente equiparables (cf. Razones acerca de la situación de Venezuela asimilada a la de Bolivia para erigirse como interlocutor de la CAN: aquí el autor menciona las relaciones bolivianas con Brasil, y bajo el mismo argumento incluye una Venezuela que, en realidad, posee una ventaja que la distingue, no sólo de sus pares latinoamericanos, sino de muchos más por fuera del continente…). Señaladas estas pocas inatinencias (creemos que son más), comencemos su desarrollo: El autor señala como punto de partida unas las relaciones entre la UE - CAN de disparidad, aún cuando han sido siempre relevantes (y, en este marco, los andinos las valúan considerablemente más que los europeos: visualizando en la UE el equilibrio mundial -léase: ‘sus relaciones con EEUU’-, como su configuración comercial, cultural, fomento en ciencia y tecnología, proyectos sociales y modelo de estado, etc. de la forma alcanzada por la UE). Desde la perspectiva europea, el proceso de integración andino ha sido el más sostenido con el que ha entrado en contacto en el mundo en desarrollo. Por otra parte, desde la perspectiva europea, tal como ella se percibe en Bruselas, existen varios aspectos a tomar en cuenta: primero, las relaciones «bilaterales» deben entenderse como restringidas a un mero diálogo político, acuerdos comerciales y de cooperación, y a temas relacionados con drogas. En otros aspectos, la relación se da entre países, o bien en mecanismos más globales (como el Grupo de Río y desde allí con América Latina). Por otro lado, señala que el futuro diálogo y cooperación entre CAN-UE depende de encontrar un interlocutor claro en la primera (Venezuela –que su ventaja energética le da independencia de decisión casi total- y Bolivia –de creciente vinculación económica con Brasil, que condensa las actividades más importantes de su propia economía-, se aproximan estratégica y coyunturalmente en la inserción internacional al vecino lusitano). Es por ello que algunos dirigentes tenderían a considerar que no es indispensable la integración andina. Colombia, que reinició su

acercamiento estratégico con EEUU (en economía, drogas y conflictos internos junto a un Ecuador, aperturista, globalizador y dolarizado. Pero el conjunto de la zona andina y los movimientos sociales más importantes, siguen teniendo visión integradora. Perú -desde Fujimori y sin variaciones con Toledo-, parece llevarlo cerca de la visión chilena y al modelo de Asia-Pacífico, por encima de la integración andina. Y concluye que, allende estas particularidades, las fuerzas centrífugas de la CAN primarían postreramente sobre las de cohesión. Lo fundamenta con los siguientes polos desintegradores: 1) Los empresarios son integracionistas en Colombia y Venezuela, pero buscan otro horizonte en Ecuador, Perú y Bolivia. 2) El alcance social del proceso integrador no se está en la agenda de los movimientos sindicales (y algunos movimientos sociales, laborales o campesinos en países de la CAN –por alejarse de EEUU- miran hacia Brasil como polo de desarrollo y fuente de alianzas políticas importantes, y de allí priorizan al Mercosur sobre la CAN (esto sucede también en movimientos micro-regionales andinos, que además no poseen consciencia integradora). La tendencia deviene, entonces, en suscribir TLC -en la materia que haga falta-, como en la dificultad por llegar a un AEC, o en unas negociaciones del ALCA donde no se expresen la sola voz de la CAN -sino la de sus miembros por separados-; y, en clave de las negociaciones con el Mercosur, los avances acaban por ser limitados (es Bolivia –miembro asociado-, Venezuela y Perú quienes miran hacia el Mercosur). Es esta situación general la que lleva, según el autor, a las autoridades comerciales de la UE a dar prioridad a negociaciones con otros, como el Mercosur. En pos de definir una estrategia de largo plazo para la CAN antes de asociarse a Mercosur, se producirían algunas situaciones paradójicas, que el autor señala: Colombia y Ecuador –que preferirían un eventual Acuerdo de Asociación con la UE-, pero también, asociarse a la UE haría una contribución a un nuevo daño en la CAN (el Sistema de Preferencias Andinas, es crítico para algunos sectores, y especialmente para actividades económicas alternativas a la producción de droga). Además, los países de la UE tienden a eliminar concesiones unilaterales de cooperación (y disminuir subsidios). Por eso, el SGP-Drogas, otorga pocas garantías si se lo va a desmontar gradualmente o condicionar; y si además impera la lógica técnico-comercial sobre la lógica política, el sistema no tiene garantizada su existencia de largo plazo. Así, sólo cabe buscar mercados europeos por ventajas comparativas, empero tengan, también, sus restricciones. Este panorama requiere también agregarle tareas inmediatas en asuntos como derechos laborales, democracia, libertades públicas y respeto a los DDHH, y por ello el autor propone que lo lógico sería una negociación de un Acuerdo de Cuarta Generación entre la UE, incluyendo un TLC. Es de este modo que la UE prestaría apoyo a la subsistencia de la CAN, e impulsar programas de desarrollo alternativo además de sustituir los cultivos ilícitos. Permitiría acceso a productos de importancia social para los cinco países andinos (el autor no aclara qué importancia ni su por qué); y podría impulsar una diversificación exportadora en Venezuela. El autor cree, incluso, que esto permitiría abordar asuntos no económicos de la integración (como el capital social). En conclusión, la (buena) relación UE-CAN, pasa por dos condiciones: 1) la voluntad política de la CAN para profundizar su integración y entrar en nuevos temas; y 2) la voluntad de la UE de relacionarse con la CAN en clave política y no solo técnico-comercial. Valoración Personal: Si bien artículo señala cuestiones interesantes –si acordamos en el decurso que el autor quiso tomar de una cuestión que no era la que iba a trabajar-, y, en esta dimensión podríamos señalar varias afirmaciones refutables (como confiar en instrumentos –un acuerdo de cuarta generación más un TLC, como si fuese una prescripción médica-), pero todos ellos se derriban con el más general –y tal vez, el más fundamental de todos-: al hablar de las relaciones birregionales no podemos proponer

que el futuro de un vínculo se base en las necesidades de una de las partes (sin sumarle la ingenuidad de que éstas, hacen a la parte más débil en la relación). Como esto no es válido en cualquier relación interpersonal, laboral o comercial, tampoco lo es, entre bloques de integración (más o menos avanzados en su proceso).

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