Reseña: Víctor de Lama de la Cruz, Relatos de viajes por Egipto en la época de los Reyes Católicos, Madrid, Miraguano, 2013.

July 28, 2017 | Autor: Karolina Zygmunt | Categoría: Travel Literature
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Descripción

ISSN: 1579-735X

Lemir 19 (2015): 3-8 Reseñas

Víctor de Lama de la Cruz, Relatos de viajes por Egipto en la época de los Reyes Católicos, Madrid, Miraguano, 2013. La Edad Media fue un periodo de gran actividad viajera, actividad militar o caballeresca, pero también comercial, político-diplomática, misionera, de descubrimiento…, que a veces, se plasmó en relatos escritos en ocasiones por los propios viajeros, o por alguno de sus acompañantes más próximos. Los temas relacionados con la literatura de esos viajes, en esta época —donde los casos en literatura en castellano serían la Embajada a Tamorlán y las Andanças y viajes de Pero Tafur— y, más tarde, al filo del Renacimiento, tras el Descubrimiento, han sido abarcados por diferentes especialistas, que han tenido como una de sus preocupaciones principales la de determinar los rasgos característicos de este género. Víctor de Lama de la Cruz se centra también en la experiencia del viaje, pero el periodo que le ocupa es el de ese tránsito entre siglos, el correspondiente de manera aproximada al reinado de los Reyes Católicos, y el foco principal de su atención lo constituye la peregrinación a Tierra Santa, «el viaje por excelencia para un castellano o un aragonés de finales del siglo xv» (p. 9), de una serie de viajeros españoles. Lugares como Belén, Jerusalén o Nazaret se convertían en destinos ambicionados en la época, por motivos personales o profesionales —difíciles de separar los unos de los otros—, mientras que Egipto, escenario histórico de diversos episodios bíblicos, se entendía como una extensión muy significativa del viaje a Tierra Santa. De manera que el título del libro fija en un topónimo de ecos legendarios y milenarios lo que son decenas y centenares de lugares hollados, descubiertos y transitados por viajeros antiguos. Y en unos reyes simbólicos (Isabel y Fernando), un tiempo de tránsito y apertura en muchos sentidos. La obra consta de dos partes claramente diferenciadas. Por un lado, aparece una introducción teórica en la que el autor establece el corpus de trabajo y explica el contexto histórico y literario que rodea las obras seleccionadas. Por otro, se aborda el análisis —al que se dedica la mayor parte del estudio— de los relatos de viajes de Antonio Cruzado, Diego de Mérida, Pedro Mártir de Anglería y Alonso Gómez de Figueroa; y, además, de una obra situada fuera del campo hispánico, pero imprescindible para la comprensión de la importancia de los viajes a los Santos Lugares: la Peregrinatio in Terram Sanctam. El Egipto del momento es presentado, comentando las vicisitudes de su geografía conocida, su historia, las relaciones del territorio con la Castilla de los Reyes Católicos, haciendo especial referencia al contacto entre el Reino Nazarí de Granada y Egipto. A la

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exposición del contexto geo-histórico sigue la del contexto literario. Los textos elegidos, representativos de la literatura de viajes del momento, son en su mayoría guías o viajes de peregrinos, teniendo en cuenta que «en el mundo occidental anterior a los viajes de Colón, la peregrinación a Tierra Santa se planteaba como el viaje por antonomasia…» (p. 92). Ya en los primeros siglos del Imperio Romano se realizaban peregrinaciones cristianas (recordemos el Itinerarium de peregrinación a Jersusalén, Belén y Galilea de la monja Egeria, en el siglo iv), y es, efectivamente, con la conversión de Constantino al cristianismo cuando se inicia verdaderamente el culto de los Santos Lugares. Aparecen entonces las primeras guías de peregrinación, entre las que destaca el Liber Sancti Jacobi. La primera guía de Tierra Santa escrita en castellano es la Fazienda de Ultramar que, aunque data al siglo xii, realmente procede del xiii y que más que una guía sería «una geografía religiosa en la que junto a las ciudades que se describen, y la distancia entre ellas, se añaden textos bíblicos romanceados alusivos a cada lugar» (p. 100). En el ámbito hispánico, se presta especial atención a las guías de viaje procedentes del scritorium del aragonés Juan Fernández de Heredia, gran maestre de la Orden de San Juan de Jerusalén. Finalmente, se habla del referente europeo por excelencia, la obra de Jean de Mandeville, así como de otros textos importantes en el panorama del viaje medieval, entre ellos el anónimo Libro de conoscimiento o las propias Andanças e viajes de Pero Tafur. El análisis de los textos comienza con la Peregrinatio in Terram Sanctam, obra originalmente no hispánica, pero cuya versión castellana, el Viaje de la Tierra Santa «constituye un hito extraordinario en la historia de la imprenta incunable en tierras ibéricas» (p. 145). La obra se centra en el viaje a Tierra Santa realizado por el deán de Maguncia Bernardo de Breidenbach y su comitiva, y relata una peregrinación larga y difícil que recorrió múltiples lugares y en la que a las penalidades del camino y las dificultades del clima se sumaría el constante acoso de los enemigos de religión, los moros musulmanes. Durante todo el recorrido, el deán alemán relaciona los lugares visitados con los pasajes bíblicos a que estos se refieren, de manera que «el pasado remoto de la Biblia se percibe como un pasado intemporal que se actualiza a cada paso con naturalidad» (p. 180). El texto de Breidenbach quiere servir de guía práctica a futuros peregrinos. Asimismo, el texto posee características típicas de otras obras de viaje de la época, como la descripción de las costumbres de tierras nuevas, la sorpresa ante la realidad desconocida, su comparación con la realidad del país de origen, así como la muestra del saber científico y de las creencias de la época. El religioso pretende reflejar fielmente la experiencia vivida, por lo que, aunque en algunos momentos la obra, como dice el autor, «no puede sustraerse al peso de lecturas librescas» (p. 207), en general puede considerarse «una especie de antídoto católico, y realista, frente al exitoso Libro de las maravillas de Mandeville» (p. 152). El dato objetivo, la información abundante y la aparición de grabados (presentes igualmente en la versión española) convierten el texto en una obra extraordinariamente atractiva, un reto para los editores del tiempo. Estas características explican la importancia de la Peregrinatio in Terram Sanctam —la composición original en latín permitió la difusión europea del relato de Breidenbach— como texto de referencia, así como su gran éxito editorial Aunque los Misterios de Jerusalén se presenta como obra anónima, en otro texto de peregrinación el Viaje a Oriente de Diego de Mérida se menciona como su autor a Antonio Cruzado, un pseudónimo que parece relacionarse con la idea de la peregrinación como

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cruzada pacífica. Se trata de un viaje a Tierra Santa y a Egipto realizado por este fraile escritor probablemente entre 1483 y 1485. Los Misterios de Jerusalén siguen al principio el esquema de una tradicional guía de Tierra Santa, presentando una descripción pormenorizada de los distintos lugares por los que pasa el Cruzado, aunque evolucionando luego hacia un relato personal de viaje. En su estructura llama la atención la ruptura del orden cronológico, ya que el autor ordena los lugares según su importancia, empezando por la descripción de los sitios relacionados con el nacimiento, la vida y la muerte de Jesús, para acabar relatando al final el viaje a Egipto. La obra se inscribiría en la línea de nueva espiritualidad o devotio moderna, y, en efecto, ya en el prólogo se advierte de que el objetivo del relato es «dar noticia a los lectores y oyentes solo de las cosas en las cuales se pueden consolar spiritualmente» (p. 214). Asimismo, a través del viaje y su relato, al describir lugares, objetos sacros y recordar las historias bíblicas, se pretende una identificación del lector: «elevar el espíritu, experimentando sensaciones y vivencias similares a las que protagonizaron Jesús, María y José…» (p. 212). La importancia de la religión en el texto queda confirmada en la «alegoría de cruz que forman los Santos Lugares», que «contribuiría a reforzar en los lectores el valor simbólico de los mismos otorgando a este hecho un sentido teleológico o providencialista» (p. 215). El autor mantendrá este criterio de «utilidad espiritual» a lo largo de toda la obra, lo que explicaría la falta de descripciones de costumbres, de comentarios personales o de otra información distinta de la religiosa. El texto de Pedro Mártir de Anglería, el embajador de los Reyes Católicos ante el sultán Khansu al Ghuri, es el siguiente trabajado en este estudio. Las quejas de los musulmanes debidas a la severa política de Reyes Católicos provocaban hostigamientos de los cristianos que viajaban o residían en Tierra Santa. Ante esta situación, los monarcas se vieron obligados a mandar una embajada, la cual «se presentaba […] como un desafío importante para Anglería, a la par que una ocasión única para crear una obra literaria de calidad…» (p. 230). Pedro Mártir de Anglería, capellán de la reina Isabel I de Castilla, fue el representante de los Reyes Católicos ante el sultán. Anglería, gran humanista, elabora su relato en latín, pero a diferencia de Breidenbach, sus motivos no son religiosos, ya que utiliza latín como «lengua literaria de moda» (p. 227). La formación clásica y el gran bagaje cultural del autor serán notorios a lo largo de toda su obra. El relato de Anglería, en clara oposición al texto del Cruzado, se centra en buscar datos históricos y sociales, detalles geográficos, noticias mitológicas y costumbres de la sociedad. La mirada humanista y científica es constante. El viaje ya no es el descubrimiento o el mero recuerdo de los pasajes bíblicos, sino «un reencuentro con los lugares que tantas veces había leído en los libros» (p. 231). Asimismo, «el carácter diplomático del viaje marca diferencias fundamentales con los de peregrinación» (p. 235). Anglería pretende informar a los Reyes, pero al mismo tiempo, le interesa crear un «escrito memorable» para la posteridad. Por todas estas características, su relato «se aleja por igual de mero informe de una embajada y de la guía de viaje al uso», acercándose «al género moderno del ensayo» (p. 236). El siguiente texto estudiado por Víctor de Lama es la carta de Fray Diego de Mérida, dirigida a sus hermanos del monasterio de Gua­dalupe, en la que el religioso relata su viaje a Oriente, realizado entre 1507 y 1512 y que se ha conservado en dos manuscritos, aunque ninguno de ellos autógrafo. No se sabe casi nada de Diego de Mérida, pero «la narración en primera persona de su viaje nos va dejando rasgos muy elocuentes de su carácter

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y de sus intereses» (p. 267). El autor del relato se presenta como un viajero atrevido que se adentra en solitario en un país sarraceno, hollando algunos de los lugares que pocos años antes recorría Anglería y conociendo algunos de los mismos personajes que éste trató, pero en su caso fingiendo ser un monje de la iglesia oriental (recordando con esto los engaños y disfraces necesarios de Pero Tafur). El autor muestra en el texto «su lenguaje sencillo y directo, su talante afable y bienintencionado, su mirada entre irónica y jocosa y […] capacidad de sorprenderse ante lo diferente» (p. 270). Por consiguiente, la obra del jerónimo Diego de Mérida no sigue el criterio de provecho espiritual del Cruzado, sino que se presenta como la narración de una «una aventura viajera», en la que se incluyen numerosas noticias de la vida, costumbres y tradiciones curiosas y exóticas, dignas de ser conocidas y transmitidas. Además, a diferencia de Anglería, el relato del Fray Diego carece de referencias clásicas, aunque incorpora, eso sí, episodios y versículos de la Biblia y de la liturgia. El último texto introducido y analizado es el Alcázar Imperial de la Fama del Gran Capitán de Alonso Gómez de Figueroa. Aunque no se trate de una obra concebida estrictamente como relato de viaje, narra el recorrido realizado por Figueroa por Tierra Santa. Se desconoce la fecha de la peregrinación y su duración, ya que el relato carece de referencias temporales. El primer objetivo del texto es exaltar la figura de Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán, cuyas victorias en las campañas napolitanas contra los franceses hicieron creer a muchos que este podría recuperar los Santos Lugares. Para el autor, Víctor de Lama, el interés literario del texto, más que en la calidad de sus versos o en su originalidad, radica en que «nos permite valorar cuán larga fue la influencia de un tipo de poesía, la alegórica-dantesca, medio siglo después de que murieran egregios cultivadores suyos como Francisco Imperial, Juan de Mena o el Marqués de Santillana» (p. 317). El resultado de la labor de Figueroa sería, en palabras literales, «una hiperbólica obra» en la que Figuera sigue «las peores huellas» de Juan de Mena. Haciendo balance del corpus presentado, hay que reconocer que se trata de obras muy poco conocidas, y ni siquiera, salvo alguna excepción, abordadas o trabajadas con un mínimo de rigor por la crítica. Como explica el autor, esta falta de interés por los relatos de peregrinación a Tierra Santa puede deberse tanto a la poca accesibilidad de los textos, como al «consenso más o menos tácito» según el cual estos resultarían repetitivos, utilizando las mismas fuentes y siguiendo los mismos patrones. Ahora bien, si el estudioso señala, en efecto, rasgos comunes conocidos, por tipificados, de las obras analizadas, resulta novedosa su interpretación que une a los relatos la presencia, latente o explícita, de una devotio moderna que convertía la religión en una experiencia personal e íntima, la materialización de los paisajes bíblicos y la transcendencia que adquieren los elementos del viaje debido a su vinculación con la historia sagrada. Asimismo, los textos comentados presentan rasgos propios de los relatos de viaje medievales, entre otros, la importancia de las descripciones, la comparación de lo desconocido con la realidad cotidiana del protagonista del relato y del lector, la mención de las penalidades del viaje, etc. El estudio de Víctor de Lama, finalmente, deja al lector con la conclusión evidente de que, pese al uso de patrones parecidos, no estamos ante obras en absoluto homogéneas. Entre los elementos que las diferencian cabe destacar, por ejemplo, el estilo del relato:

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lenguaje sencillo de Diego de Mérida en oposición al gusto refinado de Breidenbach o al texto repleto de referencias clásicas de Anglería. Los protagonistas de los viajes tienen objetivos distintos y se centran en cuestiones diferentes: el interés casi científico de Anglería contrasta con la preocupación exclusivamente espiritual de El Cruzado. Por otra parte, los viajeros no tienen en absoluto el mismo estatus: Anglería es un embajador culto; el Cruzado, siendo franciscano, se mueve con mucha más seguridad por los Lugares Santos; al jerónimo Diego de Mérida le acompaña constantemente, por su parte, la preocupación económica. De la misma forma, tampoco es el mismo el objetivo de la escritura de cada uno de ellos: la elaboración de una carta de Diego de Mérida dirigida a otros monjes no tiene parangón con la búsqueda de un escrito para la posteridad de que hace gala Anglería. Igualmente, las obras analizadas tienen distinta repercusión: el éxito editorial de la obra de Breidenbach contrasta con la carta del jerónimo, que ha pasado prácticamente desapercibida. Finalmente, llaman la atención las diferentes actitudes ante el otro: la mirada positiva, abierta y generosa que tiene Diego de Mérida sobre los habitantes de El Cairo, frente a los relatos de Anglería y Breidenbach más centrados en destacar el ambiente hostil de la ciudad. Víctor de Lama, con su análisis claro y bien estructurado de los diferentes textos de viaje a Tierra Santa, muestra, por un lado, cómo se trata de unos relatos que comparten ciertas características, formando un grupo de textos bien caracterizado y categorizado, con una poética propia y común; pero, por otro lado, su análisis hace ver al lector que el corpus de textos de viajes a Tierra Santa resulta mucho más variado, singular y heterogéneo de lo que podría parecer en un principio. Demuestra que merece la pena rechazar el «consenso más o menos tácito» que subestima textos de peregrinación para acercarse a ellos, adentrándose en su análisis. Su libro constituye pues, una contribución valiosa a los estudios de la experiencia del viaje, pudiendo resultar de mucha utilidad, tanto para los interesados en la producción medieval, como para los centrados en el desarrollo de la literatura de viaje a lo largo de la historia. Karolina Zygmunt Universitat de València

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