Reseña: Objetividad en los juicios de valor y elección en teoría, Kuhn

July 22, 2017 | Autor: L. Periáñez Llorente | Categoría: Epistemology, Thomas S. Kuhn, Epistemología
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Descripción

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“Objetividad en los juicios de valor y elección en teoría” Kuhn RESEÑA

-0Pensé, más fue engañoso el pensamiento.. Fernando de Herrera.

A la hora de tratar con la filosofía de la ciencia, el nombre de Kuhn no pasa a nadie desapercibido. Thomas Kuhn, (1962-1996), con una década de antelación respecto a la conferencia que aquí tenemos en cuenta, ya se abrió hueco en el panorama filosófico a partir de su obra La estructura de las revoluciones científicas, en la que su forma de comprender los paradigmas y las teorías científicas causó tal asombro, que aun en Objetividad en los juicios de valor y elección en teoría resuenan los ecos de las críticas que le fueron realizadas. En resumen, el texto presente es una defensa frente a las malinterpretaciones que su teoría – excepcionalmente polémica, como casi todo lo fructífero en la historia – ha traído consigo. -1Pero hubo un tiempo, amada, en que fui puro tuve una mujer que era más fuerte que yo, como la hierba es más fuerte que el toro: se vuelve a erguir ella vio que yo era malo, y me amó. Bertolt Brecht, Canción de una amada

El texto se estructura en torno al tema de la elección de teoría, centrando su atención en el aspecto subjetivo inherente al vergo elegir. No hay un procedimiento fijo, un algoritmo a seguir a la hora de hacer ciencia – ya veremos la importancia del término en la obra – que asegure una teoría perfecta, acabada y unívoca, como la ciencia positiva a veces pretende, nublada, quizá, por cierta deificación de la matemática y su validez como modelo infalible de conocimiento humano. Parece que los niños no se extrañan del abandono de un paradigma y al abrazo a otro distinto, diferente, e incluso contrario. Quizá entienden que la nueva visión científica se impone por sí misma, guiando al científico por su verdad indubitable, por la certeza de que responde a lo que es y a nada más, a diferencia de su predecesora. Jamás podrá Kuhn tomar tan en broma Luis Periáñez Llorente Seminario de Teoría del conocimiento II Grupo B1

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la ciencia, y menos con pretensión de seriedad absoluta, y no supone semejante lucha contra la infalibilidad de la ciencia una destrucción de la misma, sino una apelación última a su motor, a aquello que la mueve: el sujeto científico, que aprovecha lo que de falible tiene cada teoría, para indagar en sus fallos, esforzarse en solucionarlos, tratar, por todos los medios posibles, llegar a una teoría más precisa, más coherente, más amplia, más simple, y, además, más fecunda. Una teoría, en detrimento de otra, la escoge un científico o conjunto de científicos, jamás se impone por sí misma. ¿Nos permite esta concepción de la ciencia salvarla del subjetivismo absoluto, y con él, de un escepticismo radical más que dañino? Kuhn monta esta apología con la esperanza de que sí, estableciendo un diálogo cuasisocrático con sus detractores en el que se hace patente que, sosteniendo aquellas posturas que blanden en su contra, se acaba cayendo en absurdos de índole crítica: no sólo la postura de Kuhn no destruye la ciencia, sino que en su argumentario va implícito que la postura opuesta sí que lo hace. Kuhn juega así, al tiempo que da razones para dotar de objetividad y eficacia los valores subjetivos – aquellos recientemente mentados, la precisión, la coherencia, la amplitud, la simplicidad y la fecundidad –, es decir, al tiempo que fortalece su posición, a probar la inconsistencia de la que sus críticos son presa. Comenzaremos por llevar a cabo aquí un esbozo de a qué se refiere con tales valores epistémicos para, posteriormente, a partir de desarrollar su correcta aplicación, o justo con la imposibilidad de una siempre correcta – y en tanto que siempre correcta, fija – aplicación, para llegar a la invalidez de toda pretensión de algoritmo, por las catastróficas consecuencias que conlleva. La precisión es entendida como correspondencia entre teoría y aquellos fenómenos que abarca. Por otro lado, la importancia de la coherencia en el campo de la ciencia es innegable: toda teoría ha de ser tanto coherente consigo misma, disfutar de coherencia interna, como no entrar en contradicción con el resto de teorías – aunque siempre puede tornarse positiva tal contradicción al poner en duda el resto de teorías, aquellas con las que choca, de forma que la comunidad científica pueda dirimir, consensuar y censurar, ejerciendo de motor de progreso, la validez de éstas o de aquella –, para ser aceptada como buena teoría. Tampoco es baladí la necesidad de amplitud a la hora de escoger una teoría en lugar de otra, toda teoría debe poseer capacidad para aplicarse a más observaciones que aquellas previstas desde un primer momento. La simplicidad, por su parte, consiste en la posibilidad de ordenar fenómenos de forma clara, sin confusión, de forma que queden puestos en común. Por último, la fecundidad se yergue también como valor epistémico necesario: toda teoría que se precie, y esto ha de ser tenido en cuenta para decantarse por una y no por otra, ha de guardar en sí la posibilidad de revelar nuevos fenómenos y relaciones, no aprehensibles en carencia de la misma. Sin embargo, ¿cómo aplicar estos criterios?, podríamos preguntarnos. Es la respuesta a esta pregunta la que nos permite el enlace con el segundo término de la argumentación de Kuhn: no hay un cómo predeterminado. No hay una respuesta unívoca a esta pregunta, válida para todo Luis Periáñez Llorente Seminario de Teoría del conocimiento II Grupo B1

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científico o comunidad científica. Los criterios pierden su estatus de meros criterios para trocarse en valores epistémicos, valores de un sujeto que los aplica atendiendo a cada teoría en particular, al paradigma de la escuela de la que da cuenta, y, además, aspectos de su personalidad. Así, el papel del sujeto científico – singular o plural – será el de ponderar, atendiendo a instancias internas al mismo y externas a la teoría, los valores, para obtener un óptimo resultado en la elección de la teoría. Además, la posibilidad de entrar en conflicto con otros sujetos científicos supone el motor de la ciencia. Ante la aplicación de distintos valores en la elección de una teoría, las comunidades científicas habrán de consensuar, argumentando y contraargumentando, cuál cumple con más y de mejor forma con las expectativas de la ciencia. De existir, por el contrario, un algoritmo preestablecido que nos guiase hasta la ciencia cierta, su aplicación ya habría llevado a teorías infalibles, y la ciencia carecería de posibilidad de progreso y avance. El algoritmo es, pues, un ideal huero que conllevaría la destrucción de la ciencia. La inconmensurabilidad de la ciencia da cuenta de su imposibilidad. Incluso dentro de una misma escuela, con paradigma compartido, dicha inconmensurabilidad, dicha falibilidad, presuponen la posibilidad de abandonar – superar – los presupuestos en los que uno se halla inscrito, para innovar en el proceso de un debate, de un diálogo mucho más libre de dogmatismos vacuos que, más que pilares, se alzan como obstáculos 1. El subjetivismo puro – y con él, el escepticismo – queda descartado en pos de la confianza en una comunidad científica cuyos criterios, aunque falibles, cuentan con cierto nivel de objetividad en la que hemos de confiar. -2El hombre no es un animal es carne inteligente aunque algunas veces enferma. Fernando Pessoa, Amor es lo esencial

Damos así a parar en una noción de falibilismo que, como hemos comprobado, no sólo no es contraria a la ciencia, sino que la abandera. Nos bajamos de las nubes, aceptamos la inconmensurabilidad de lo real como incapacidad del humano para aprehenderlo todo, nos alejamos de aquella posición irracional que cuenta, desde siempre, con el disfraz de la razón, ese disfraz que no es más que sueños y sombras, y cuya consecuencia última es la dinamitación de la ciencia, y abrazamos, con esto, la finitud de nuestra razón y la confianza en la comunidad científica como avales de ésta. Si somos humanos, hemos de hacer ciencia como humanos.

1 Esta forma de actuar es, para Kuhn, admirable, necesaria, y característica de científicos jóvenes. Luis Periáñez Llorente Seminario de Teoría del conocimiento II Grupo B1

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