Reseña. Lozano, Jorge. El Discurso histórico (II)

June 29, 2017 | Autor: J. Pilonieta Pilo... | Categoría: History, Languages and Linguistics, Historical Linguistics, Theory of History
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Descripción

Universidad Autónoma de Colombia
Lingüística
Javier Francisco Pilonieta
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Reseña. Lozano, Jorge. El Discurso Histórico. Madrid: Alianza Editorial, 1987. Páginas 114-210

Continuando con las descripciones que el autor hace para la elaboración del discurso histórico, y con base en los dos anteriores capítulos ya tratados – Sobre la observación histórica; El documento histórico: de información sobre el pasado a texto de cultura –, Jorge Lozano entrará a tratar ya de lleno lo que viene siendo el fundamento de su trabajo, la relación entre lo que se considera histórico y aquello que se considera ficción, retomando dicha confrontación ya como discursos en el cuarto capítulo. Supondrá entonces para el lector una continuación de sus anteriores descripciones, salvando algunos comentarios, pero ahora elaborando problemas específicos, para los cuales el primer y segundo capítulo sirvieron como introducción historiográfica a abordar la tesis central.
La relación entre historia y ficción comienza a tratarse en el tercer capítulo. Ahora el autor se encamina a resolver una de las dudas principales del texto: ¿cómo se narrarán los hechos que ya han sido investigados? Y de aquí se desprenderán distintas consideraciones: una historia como narración de hechos, como investigación, como conocimiento y como un tipo peculiar de ciencia. El autor describirá la manera en que distintos autores abordan el objeto en cuestión: por un lado se encuentra Hegel sosteniendo que la narración de los hechos surge con el mismo hecho; Ortega y Gasset sosteniendo que ésta es una forma de razón, pues el conocimiento histórico se encuentra en la misma narración y en la manera en que el historiador asume la cronología de los acontecimientos; de tal manera el autor nos introduce en las primeras y someras consideraciones sobre una Historia entendida como narración.
Como en anteriores capítulos, el punto de referencia para comenzar la descripción se sitúa en Grecia, estableciendo allí las relaciones entre historia y poética desde postulados aristotélicos y pos-aristotélicos, arguyendo a las consideraciones ya tratadas en el primer capítulo sobre "lo que veo" "lo que escucho", que define lo real o lo posible, permitiendo hallar la verdad en el discurso de los historiadores o poetas de aquella época. La relación entre mito e historia significará otro apartado que el autor tomará a partir de las verdades que se puedan hallar en los mitos. Significante consideración expone aquí el autor cuando afirma que es difícil considerar el mito como lo que es, un mito, cuando para sus contemporáneos éste constituía la verdad, aunque, como es de notar en su citación y continuos comentarios, hubieron en Grecia, para la posteridad, algunos que rehusaban la explicación desde el mito y exponían el uso de la razón para comprender y así dar a entender. Abordando entonces la manera de entender qué es real, dependiendo del entender de aquellos que están en su momento sincrónico, da paso a las consideraciones que se han dado entorno a la historia-relato y la historia-problema, conocido por los historiadores del siglo XX en el después de la Segunda Guerra Mundial.
La historia problema, ya conocida por un amplio campo académico en la historia, tiene su fundamentación en la historia estructural que comienza en la escuela de los annales en Francia. La comprensión, interpretación y explicación de los acontecimientos constituyen las herramientas con las que los historiadores trabajaran los hechos del pasado, acercando de esta manera a la historia al campo de producción científica. Tres modos de hacer historia son planteados por el autor en consideración a la historia problema y su relación con la historia relato: modelo económico marxista, que tiene su máximo expresión en los historiadores marxistas británicos; modelo ecológico demográfico francés, que caracteriza la interdisciplinariedad con, por ejemplo, la sociología, para comprender la sociedad en conjunto; y la cliométrica americana, bajo la cual se cuantificaban variables y se construían modelos formalizados matemáticamente para explicar un proceso, encontrando a Robert Fogel como uno de sus exponentes en los Estados Unidos.
Finalmente, el autor esboza las maneras en que se ha vuelto, contemporáneamente, a la historia-narración. Desde Hayden White, el autor apela a dar cuenta de cómo no es simplemente el análisis histórico e interdisciplinar el factor determinante en la elaboración de un discurso histórico, sino que la narrativa y la manera en que el historiador da cuenta de su investigación, constituyen también el apoyo a aquel primer análisis, requiriendo ambos procesos para su culminación en la elaboración del trabajo de investigación histórico.
Entrando en el cuarto y último capítulo del libro de Lozano, se confrontará en un primer momento, como en anteriores momentos, el discurso histórico con el discurso ficticio, y la importancia que existe entre la tradición oral y la escrita, representando el primero aquello considerado mitológico, y lo segundo la razón y la lógica del historiador frente a los hechos. Retomando el primer capítulo, el versus entre Tucídides y Heródoto en cuanto al cómo se acercan y escriben los hechos, juega papel determinante el receptor de estos discursos: para el primero se trataba de un receptor exigente, que considerase la historia no como un relato de mitos allegados desde la tradición oral; mientras que para el segundo se le ofrecía un receptor más proclive a ser menos exigente.
Veridicción y credibilidad serán entonces los pilares desde los cuales el discurso histórico halle su fundamento epistemológico. La narrativa cumple con el principio de inteligibilidad, como es mencionado en el tercer capítulo, encuadrando al acontecimiento con el tiempo y el espacio contemporáneo de éste, y para que sea aprehendido, como el autor retoma de la antropología, debe ser inscrito en la anterior dualidad donde hallará su significación cultural. Será entonces deber del historiador construir estrategias discursivas para realizar un discurso concreto. Como se mencionó en el párrafo anterior, el papel del receptor vendrá a ser parte importante del desarrollo del discurso, pues el mismo historiador será una fuente para todos aquellos interesados, y la credibilidad que pueda tener estará a consideración. Los modos en que el discurso se puede construir son muy distintos: los hechos pueden hablar por sí solos, siendo el historiador objetivo frente a éstos cuya máxime se encuentra en el positivismo del siglo XIX y comienzos del XX; o siendo el historiador parte del mismo hecho, lo que permite que el reconocimiento de un hecho como histórico sea puesto a discusión por una comunidad científica y permitiendo la creación de paradigmas y el constante debate entre expertos de la materia, considerando por supuesto el gran campo de interacción que tiene la historia.
Partículas gramaticales como "yo" "tu" no hacen parte, generalmente, de un discurso histórico, la persona a quién le es dirigido el discurso hace parte de la misma redacción de éste, considerando entonces que la interacción con los demás a través del discurso es parte esencial del mismo. Los tiempos verbales con que el historiador ha de estar escribiendo, así como sus puntos de referencia y los indicadores que ofrezca, serán puntos clave en la composición de un discurso histórico. Una constante colocación de pie de página que permita ratificar que lo que se dice es verídico, la demostración de rigurosidad y acierto histórico que posibilite su verificación y confrontación, son algunos de los elementos que el discurso histórico tendrá a consideración. La persuasión será entonces la capacidad de argumentación para sostener que el discurso que está expuesto allí es verdad, la diferenciación que halle con otros, sustentándolo y manteniéndolo.
Una larga elaboración de los descriptivos en cuanto al cómo es el ser de un discurso histórico se desarrolla a lo largo del texto de Lozano. Sin desprenderse de la larga tradición historiográfica que le precede a cada nueva interpretación, el autor ofrece por medio de su investigación una comprensión del discurso histórico para aquellos que estén incursionando en la presente materia. Distintas herramientas de trabajo se deben tomar en consideración inclusive desde la Grecia arcaica. El objetivo del autor no es mostrar cómo se han refutado constantemente las maneras en que se escribe la historia, sino ofrecernos herramientas con las cuales se pueda armar un discurso complejo, variado e interdisciplinar. Elementos como "yo lo oí porque alguien lo vio" desde los viajes de Heródoto, la exigencia y cuidado en el discurso de Tucídides, las consideraciones sobre el tiempo en Tomás de Aquino, las descripciones que hacen los conquistadores sobre el Nuevo Mundo, los comienzos del uso del archivo por parte del historiador, los posicionamientos subjetivos-objetivos, y la interdisciplinariedad que caracterizará el presente histórico, entre muchos otros más apuntes que deberán ser tomados individualmente y luego colectivamente, serán entonces herramientas claves para la consideración de la escritura histórica realizando un discurso propiamente dicho o para la lectura y discusión de estos, creando paradigmas, siendo así un gran árbol complejo de posibilidades de escritura que posibiliten la comprensión, verificación y explicación de los hechos del pasado.
Bibliografía
Lozano, J. (1987). El discurso histórico. Madrid: Alianza Editorial.







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