RESEÑA HISTÓRICA DE LAS INVESTIGACIONES PALEONTOLÓGICAS

August 23, 2017 | Autor: Adan Alejo Tauber | Categoría: Paleontology, Argentina History, Argentina, Historia, Cordoba
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RESEÑA HISTÓRICA DE LAS INVESTIGACIONES PALEONTOLÓGICAS Adan A. TAUBER Cátedra y Museo de Paleontología de la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de la Universidad Nacional de Córdoba. Avenida Vélez Sarsfield 299,CP-5000, Córdoba, Argentina. [email protected]

RESUMEN La historia de la paleontología de Córdoba, referida al patrimonio del territorio de esta provincia, se inició en la década de fundación de su ciudad capital en el siglo XVI. En esta breve síntesis se interpretó la relación entre los hechos paleontológicos y el desarrollo general de la historia política de Argentina, desde la conquista española del territorio americano, la expulsión de los jesuitas en 1767, la Revolución de Mayo, el período decimonónico de institucionalización del país, hasta el desarrollo del sistema científico actual. Resultan destacables los escritos de los siglos XVII-XVIII referidos a los “huesos de gigantes”, algunos por la precisión de la procedencia y el interés demostrado en describir, recolectar materiales y calcular las tallas de aquellos seres, teniendo en cuenta el sistema precientífico de la época en el que las palabras fósil y sedimentación no habían sido totalmente definidas. Asimismo, se hicieron referencias a la extinción de esta “raza” sin recurrir al paradigma general de aquella época, el Diluvio Universal como causa de exterminio. En el otro extremo de este bosquejo histórico vemos un notable aumento de la producción y continuidad en las investigaciones, utilizando metodologías de avanzada como la isotopía, en consonancia con los últimos paradigmas científicos relacionados fundamentalmente con la correlación geológica y la evolución climática y ambiental. Esto concuerda con una mayor actividad museológica, buscando nuevas aplicaciones del conocimiento paleontológico, como la producción de los primeros animatrónicos construidos en Argentina, abriendo una perspectiva futurista y de entrega a la sociedad de nuestra ciencia. Palabras clave: Crónica, Fósiles, Centro de Argentina, Ciencia y Política, Siglos XVI-XXI.

ABSTRACT History of palaeontological research of the Cordoba Province territory. The history of palaeontology in Cordoba, with regards to the heritage of this province, had its beginnings in the same decade as the foundation of its capital city in the XVIth century. In this brief summary the relation between paleontological work and the general development of Argentinian political history is interpreted, from the spanish conquest of american territory, the expulsion of the jesuits in 1767, the May revolution, and the 19th- century institutionalisation of the country, up until the current scientific system. Of note are the writings of the XVIIth and XVIIIth centuries in reference to ¨bones of giants¨ some for the accuracy of their provenance, and the interest shown in the description and collection of materials, and calculation of the size of those beings, taking into account the prescientific system of the period when the words ‘fossil’ and ‘sedimentation’ had not yet been completely defined. Likewise, references were made to the extinction of the ‘race’ without resorting to the general paradigm of that epoch of the Universal Flood as the mode of extermination. At the other end of this historical outline we see a notable increase in the production and continuity of the investigations using advanced methodologies such as isotopic analysis, consistent with the latest scientific paradigms fundamentally related to geological correlation and evolution of the climate and environment. This is consistent with greater museological activity, in search of new applications of paleontological knowledge, such as the production of the first animatronics to be built in Argentina providing a futuristic perspective and offering of our science to society. Keywords: Chronicle, Fossils, Center Argentina, Science and Politics, Centuries XVI-XXI.

INTRODUCCIÓN La posición geográfica del actual territorio de la Provincia de Córdoba fue estratégica para el plan de conquista español durante el proceso de obtención, procesamiento y exportación de plata y oro del cerro Rico de Potosí (o cerro Sumaj Orcko en quechua), explotado por los españoles desde 1545 y, posteriormente, por la constitución del virreinato del Río de La Plata en el año 1776, ya que, desde el virreinato de

Perú se buscó una salida hacia el océano Atlántico y una vía más directa y segura hacia España. A eso se sumó la búsqueda de la “Ciudad de los Césares”, mito creado a partir de la expedición de Francisco De César, enviada por Sebastián Caboto entre 1528 y 1529, quien llego al valle de Calamuchita e incluso hasta el valle del río Conlara (Provincia de San Luis), describiendo a la región como un área habitada por indios que tenían “muchas ovejas de la tierra, y contrataban con otras naciones, muy ricas de plata y oro”.

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Esta circunstancia influyó significativamente en la exploración del actual territorio cordobés, desde los inicios de la colonización. Además, esta situación favoreció el temprano establecimiento de poblaciones de origen europeo y, uno de los métodos de conquista fue la evangelización, transformándose Córdoba en un punto central de las tareas de las órdenes religiosas como los franciscanos, jesuitas, dominicos, mercedarios, descalzos, carmelitas y capuchinos, entre otros. En el caso de los jesuitas se instalaron oficialmente en 1599, cuando aceptaron formalmente la donación del predio que ocupa actualmente la Manzana Jesuítica, declarada Patrimonio de la Humanidad por UNESCO en el año 2000, convirtiéndose en el centro de las actividades evangelizadoras, educativas y económicas de la Compañía de Jesús, hasta su expulsión producida en julio de 1767 por orden del rey Carlos III. Los jesuitas, crearon el Colegio Máximo en 1610, que más tarde se transformaría en la Universidad de Córdoba (hoy Universidad Nacional de Córdoba), la institución de enseñanza superior más antigua de Argentina (Buchbinder, 2005). Varios representantes de estas órdenes y especialmente los jesuitas se encargaron de observar, describir, a veces medir e interpretar determinados aspectos de la naturaleza, relacionados con la farmacopea, astronomía, zoología, botánica, geología y paleontología (De Asúa 2003, 2010; Ottone 2007, 2008ab, 2011; entre otros). De esta manera, las observaciones y recolección de fósiles formaron parte de las actividades de los primeros pobladores europeos que llegaron a Córdoba, aunque ellos le dieron un significado muy diferente al actual, ya que el concepto que hoy conocemos de palabras tales como fósil o sedimentación, estaban todavía en formación (Rudwick 1987). El objetivo de esta contribución es analizar brevemente, a modo de introducción, la secular historia del conocimiento esencialmente académico producido sobre la base del patrimonio paleontológico del actual territorio de la Provincia de Córdoba. Por tal motivo, es preciso aclarar que la presente síntesis historiográfica está fuertemente sesgada en cuanto a la importante actividad científica en el área paleontológica, producida por varias instituciones y muchos investigadores radicados en la Provincia de Córdoba, que aportaron (y se sigue haciendo desde la época colonial hasta hoy), al conocimiento de los fósiles de numerosas provincias argentinas, países limítrofes y Antártida. Es importante y justo señalarlo, ya que a priori, esta última parte de la historia y producción paleontológica ha sido considerablemente más extensa con respecto al conocimiento generado sobre las actividades y el patrimonio paleontológico del territorio cordobés, tomando

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para esta valoración parámetros tales como el número de investigadores, obras de “paleoarte” y animatrónica, publicaciones científicas y fundamentalmente la mayor continuidad en el desarrollo de los proyectos de investigación. Se entiende que esto último también es parte del patrimonio cultural de Córdoba, aunque los objetos de estudio de esas investigaciones proceden de otras regiones fuera de los límites provinciales. Las principales instituciones que fomentaron las investigaciones paleontológicas en la Provincia de Córdoba son la Academia Nacional de Ciencias en Córdoba, las subunidades académicas de la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de la Universidad Nacional de Córdoba, como el Museo de Paleontología, el Centro de Investigaciones Paleobiológicas (CIPAL), el Centro de Investigaciones Geoquímica de Procesos de la Superficie (CIGeS), el Centro de Investigaciones Geológicas Aplicadas (CIGEA), el Centro de Investigaciones en Ciencias de la Tierra (CICTERRA-CONICET-UNC), la Universidad Nacional de Río Cuarto y el Museo Provincial de Ciencias Naturales “Dr. Arturo U. Illía”, además de unos 22 museos regionales del interior de la provincia, que en los últimos años conservan y exhiben fósiles cordobeses. Es necesario agregar una advertencia más para el lector, debido a la gran extension de la lista bibliográfica consultada, se consideró prioritario citar los trabajos más antiguos y aquellos que no son estríctamente de la especialidad. Las publicaciones específicas de la materia, producidas durante el período moderno, se encuentran citadas en los capítulos sobre la paleontología del Paleozoico y Cenozoico, de este mismo volumen. ÉPOCA COLONIAL: “HUESOS DE GIGANTES” Los hallazgos de huesos de grandes dimensiones producidos en las colonias latinoamericanas fueron algunos de los factores que contribuyeron a generar, desde la primera mitad del siglo XVI, el mito de la existencia de una “raza de gigantes” y “racionales”. Las primeras observaciones de huesos de gigantes en Indias Orientales se habrían realizado en Perú durante 1543 y la primera cita conocida y escrita por cronistas (Cieza de León: 1518-1560), data de 1553 (Pelayo 1994), más tarde se hallaron en México [De Acosta 1590 (15401600)] y Tarija (hoy Bolivia, en el año 1602; D´Orbiny 1842, De Carlés 1888, Boule y Thévenin 1920, Oppenheim 1943). No obstante, las primeras observaciones de grandes huesos de Tarija fueron testificadas en el siglo XVI por Don Lorenzo

Tauber: Reseña histórica de las investigaciones paleontológicas

Suárez de Figueroa (1530-1595), Gobernador de Santa Cruz

bate sobre su existencia, pero comenzó a desvanecerse (aun-

de la Sierra (Guevara, 1882) y sobrino del fundador de la

que nunca desapareció definitivamente) recién en la segunda

ciudad de Córdoba en 1573, Don Jerónimo Luis de Cabrera

mitad del siglo XVIII, cuando se enviaron a España grandes

(1520-1574), quien se hizo cargo del gobierno de esta última

huesos para ser estudiados en varias oportunidades y en di-

ciudad entre 1574 y 1579.

ferentes centros de estudio como la Real Academia de la His-

Durante mucho tiempo, algunos cronistas, escritores y

toria de España (1766), el Real Gabinete de Historia Natural

pobladores originarios americanos de la época, creían que

de Madrid (1787-1788) y el Real Colegio de Cirugía de San

estos gigantes estaban extinguidos y otros pensaban que

Carlos (Madrid; 1794; Rudwick 1987, Pelayo 1999 1994,

por entonces todavía vivían en la región austral de América

Pasquali y Tonni 2008). El hallazgo de 1766 lo realizó el ca-

del Sur, principalmente cerca del Estrecho de Magallanes,

pitán de fragata Esteban Álvarez del Fierro en Arrecifes,

donde habitaban unos gigantes llamados patagones (Pelayo

cerca de Buenos Aires y eran restos “de la casta del Elefante”

1994, Penhos 2005, Pigafetta 1520 en: Bandieri 2009, Ottone

(Pasquali y Tonni 2008); el hallazgo de 1794 fue realizado

2008a); además, en algún momento se consideró a los tobas

por Alejandro Malaspina (1754-1810; Pelayo 1994), pero sin

y otros grupos como gigantes de entre 3,5 a 4 varas de altura

dudas el más destacado fue el de 1787, correspondiente al

(entre 2,9 m y 3,35 m aproximadamente; De Lizárraga 1916b,

conocido hallazgo de un esqueleto completo de Megatherium

Libro 2, Capítulo XXXIX). Hubo varios intentos por calcular

americanum en Luján y estudiado por Georges Cuvier (1769-

el tamaño que tendrían estos gigantes mediante el estudio de

1832; Rudwick 1987, Pelayo 1996, Podgorny 2001, Mones

las proporciones de los huesos hallados, pero otra fuente de

2002, Pasquali y Tonni 2008, Ramos, 2011).

información fue la descripción de viajeros quienes retrataron

Dentro de este contexto teórico se analizan a continua-

a los patagones, entre ellas las del clérigo Joan de Areyzaga,

ción algunos relatos de hallazgos de huesos de gigantes en el

quien fue prisionero de estos gigantes y de ellos dijo que los

territorio de la actual Provincia de Córdoba.

españoles “no llegaban con las cabezas a sus miembros ver-

...“Hállanse en este valle (Tarija, Bolivia) á la ribera y ba-

gonzosos” [según Gonzalo Fernández de Oviedo (1478-1557),

rrancas del río sepulturas de gigantes, muchos huesos, cabezas

en Pelayo 1994].

y muelas, que si no se ve, no se puede creer cuán grandes eran;

Una de las explicaciones de la probable desaparición de

como se acabasen ignórase porque como estos indios no tengan

esta raza hipotética era que se habría producido por causa

escripturas, las memorias de cosas raras y notables fácilmente

del Diluvio Universal u otro medio de exterminio, tal como

se pierde.

un fuego divino o fuego “que vino del cielo” (un meteorito?)

Certificóme este religioso nuestro (se refiere a Fray Fran-

y uno de los motivos habría sido un castigo por sus prácti-

cisco de Sedeño) haber visto una cabeza en el cóncavo de la

cas “contranatura” (sodomía, en Perú; De Acosta 1590, Falk-

cual cabía una espada mayor de la marca, desde la guarnición

ner 1974: 83, Garcilaso de la Vega 1973: 235, Pelayo 1994,

a la punta, que por lo menos era mayor que una adarga (es-

Ottone 2008a); y también habrían cometido otros pecados,

cudo de cuero; probablemente haya sido un caparazón de

tales como la antropofagia (De Lizárraga 1916b, Libro 2, Ca-

gliptodóntido, ver Boule y Thévenin 1920: 21); y no es difi-

pítulo XXXII). Estas creencias estuvieron muy arraigadas y

cultoso creer, porque siendo yo estudiante de Teología en nues-

presentes desde el siglo XVI hasta bien avanzado el siglo

tro convento de Los Reyes (Lima), el gobernador Castro envió

XVIII, aún en las personas más ilustradas como el jesuita

al padre fray Antonio de Ervias, que nos la leía, y después fue

Thomas Falkner (o Tomás Falconer 1702 o 1707-1784), mé-

obispo de Cartagena, en el reino de Tierra Firme, que actual-

dico, estudiante y luego profesor de la Universidad de Cór-

mente estaba leyendo, una muela de un gigante que le habían

doba y alumno del prestigioso anatomista Richard Mead y

enviado desde la ciudad de Córdoba del reino de Tucumán, de

aparentemente de Isaac Newton (Furlong 1952: 177), quien

la cual diremos en su lugar, y un artejo de un dedo, el de en

en su libro “Descripción de la Patagonia y de las partes conti-

medio de los tres que en cada dedo tenemos, y acababa la lec-

guas de la América del Sur” escrito en 1744, nos dice: “Estas

tion nos pusimos á ver qué tan grande seria la cabeza donde

cosas son bien sabidas y conocidas por todos los que viven en

había de haber tantas muelas, tantos colmillos y dientes, y la

estos países; de lo contrario, no me hubiese yo atrevido a men-

quijada cuán grande, y la figuramos como una grande adarga,

cionarlas” (Falkner 1974: 83).

y á proporcion con el artejo figuramos la mano, y parecia cosa

Este mito, despertó un considerable impacto e interés en

increible, con ser demostración, oí decir más á este nuestro re-

Europa y América durante el siglo XVII, generando un de-

ligioso que las muelas y dientes estaban de y tal manera duros,

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que se sacaba dellas lumbre como de pedernal.” (De Lizárraga 1916a: 283-284, 1928). ...“De la cibdad de Córdoba (este es el último subtítulo del capítulo 66)”..., ...“la comarca es muy buena, y si los indios llamados Comichingones se acabasen de quitar, se poblaría más. Tres leguas de la cibdad, el río abajo, en la barranca dél, se han hallado sepulturas de gigantes, como en Tarija.” (De Lizárraga 1916b: 237-238, 1979). Este relato es uno de los escritos más antiguos que marcan el inicio de la paleontología en la Provincia de Córdoba y probablemente en Argentina. El autor de estas primeras referencias de restos fósiles hallados en nuestro país fue el fraile dominico Reginaldo De Lizárraga (1539 o 1540-1609, su nombre original es Baltasar de Ovando; figura 1), quien en la segunda mitad del siglo XVI ya había observado, cuando era estudiante de teología en Lima “una muela de un gigante”, procedente de Córdoba, mencionándolo en una de sus obras más conocidas “Descripción breve de toda la tierra del Perú, Tucumán, Río de La Plata y Chile”. La observación de la mencionada muela en Lima, debió realizarla entre 1573, año de fundación de Córdoba y 1579, mientras estudiaba arte, filosofía y teología en Lima. Se supone que el manuscrito mencionado fue redactado hacia el año 1605 (Babini 1986: 30) y publicado por primera vez en Lima (1908), en Madrid (1909) y en Buenos Aires (1916), sin embargo, este autor visitó Córdoba recién en abril de 1608 (según Acevedo 2002), por tal motivo se considera muy probable que, al menos una parte del texto fue escrito durante o con posterioridad a este último año. Hay dos aspectos muy destacables en el relato de Reginaldo De Lizárraga, teniendo en cuenta el estado del conocimiento existente entre el siglo XVI y fines del XVIII, durante el desarrollo del mito de los gigantes (Pelayo 1994); el relato de este autor revela que fue un observador muy curioso y tenía mucha precisión y honestidad intelectual. En primer lugar, De Lizárraga dice: “cómo se acabasen ignórase”, demostrando que consideraba a estos gigantes como desaparecidos o extinguidos, al menos en la región central de nuestro país, aun cuando otros cronistas contemporáneos creían que aún vivían cerca del Estrecho de Magallanes y él mismo oyó hablar de los tobas, igualmente como gigantes (Pelayo 1994, Ottone 2008a, Pasquali y Tonni 2008, entre otros). Asimismo, este relato es destacable porque hasta la determinación de los fósiles enviados a España de Arrecifes y Luján, empleando los métodos de la Anatomía Comparada, la desaparición de estos “gigantes” se atribuía al Diluvio Universal (algunos pueblos originarios también creían en un

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castigo divino) y De Lizárraga, aun siendo religioso, no recurrió a esta explicación dogmática sobre la desaparición de esta supuesta “raza de gigantes”. El segundo rasgo que distingue a esta narración de la de otros relatos contemporáneos y posteriores, es la notable precisión acerca de la procedencia geográfica del hallazgo de los huesos de gigantes, totalmente infrecuente en los escritos antiguos, aunque a los frailes y cronistas de indias se les daban instrucciones muy precisas acerca de los datos que debían incluir en sus escritos, entre ellas la localización geográfica de las observaciones (López de Mariscal 2006). Como punto de comparación se puede citar a José Guevara (1719-1806), considerado como el primer jesuita en referir geográficamente sus hallazgos de “grandes huesos” en las barrancas cercanas a la desembocadura del río Carcarañá en su obra Historia de la conquista del Paraguay, Río de La Plata y Tucumán, escrita entre 1752-1767 (Ottone 2008a). Sin embargo, De Lizárraga, quien no era jesuita, un siglo y medio antes que José Guevara explicó claramente que “Tres leguas de la cibdad, el río abajo, en la barranca dél, se han hallado sepulturas de gigantes, como en Tarija.”. De acuerdo con la posición del sitio definitivo del establecimiento de la ciudad de Córdoba en su actual centro histórico (1574-1577), luego de la fundación en el actual barrio Yapeyú (intersección de las avenidas 24 de Septiembre y Patria), el sitio mencionado por De Lizárraga, estaría ubicado en un área intermedia entre dos yacimientos de grandes mamíferos extinguidos documentados en los últimos años: Chacra de la Merced y Campo Becacese (Tauber y Di Ronco 2000, Tauber et al., 2007, ca. 31°25’41” S y 64°01’32,44” O). La narración de Reginaldo De Lizárraga se considera actualmente como una de las primeras citas escritas de restos fósiles en el territorio que más tarde sería el virreinato del Río de la Plata (Pasquali y Tonni 2008) y además, sería la primera observación de fósiles cordobeses durante la década de 1570. Sin embargo, otra crónica que data igualmente de los primeros años del siglo XVII y que tal vez sea anterior al texto de Reginaldo De Lizárraga, se atribuye al fraile jerónimo (de la Orden Jerónima) Diego De Ocaña (1565? 1570?1608), quien recorrió unos 35.000 km por América del Sur entre los años 1599 y fines de 1604 (De Ocaña 1969, Roso Díaz 2008). El fraile Diego De Ocaña dice: “Viniendo caminando para Potosí, entre Córdoba y Sanctiago del Estero, a la mano izquierda hacia la cordillera, en unas guacas grandes (guacas= sepulcro de los antiguos indios, principalmente de Bolivia y Perú), apartadas dos leguas del camino (tiniéndome por cu-

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Reginaldo de Lizárraga (1539 o 1540-1609)

Germán Burmeister (1807-1892)

Jerónimo Lavagna (1834-1911)

Alfredo Stelzner (1840-1895)

Adolfo Doering (1848-1926)

Francisco Moreno (1852-1919)

Figura 1

rioso y que venía advirtiendo todas las cosas notables que había y veía por los caminos por donde pasaba), me llevaron a ver unos sepulcros de gigantes, donde vi unos güesos muy grandes de hombres y unas calaveras de tanta grandeza, que si estuviera cerca de donde pudiera embarcar alguna, lo hi-

ciera; porque en solo una, que era como una tinajuela el casco, cupieron carga y media de maíz; que allí, delante de todos, lo hice echar para podello escribir; que es más de una hanega de España la carga y media (una hanega o fanega en Castilla equivalía a 55,5 litros). Y acordándome que en la portería de

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Nuestra Señora de Guadalupe está un güeso de un gigante que pesa sesenta libras (27,6 kg en Castilla), tomamos allí algunos a peso, desde la rodilla a la cadera, güesos del muslo, que pesaron a tres arrobas (35 kg aproximadamente), de suerte que los que yo vi en aquellos sepulcros son muy mayores que el que está en nuestra casa. Y de tanta grandeza que, venido a sacar por la notomía según la proporción de los demás miembros, conforme a la que aquéllos tienen, venía a tener cada hombre de aquéllos cinco varas de alto (4 metros aproximadamente). Y cuando yo vi estos güesos, acabé de persuadirme que en esta tierra hubo gigantes; y que los hay el día de hoy junto al estrecho de Magallanes, porque algunos navíos que han pasado, dice la gente dellos que han visto unos hombres muy grandes” (De Ocaña 1969: 158). Aún no hay un acuerdo generalizado acerca del año en que se escribió el manuscrito, pero esto se produjo sin duda entre los años 1604 y 1607, y tal vez en este último (según Álvarez 1987: 22, en Roso Díaz 2008: 205) o en 1605, de tal manera que, probablemente éste sea algo más antiguo que el texto de Reginaldo De Lizárraga. La narración de Diego De Ocaña no tiene la misma precisión geográfica que la de De Lizárraga, pero si se preocupó por determinar con mayor exactitud las dimensiones, tales como el peso de los huesos y la talla de estos gigantes. Asimismo demostró su intención de recolectar los materiales fósiles y embarcarlos, cosa que no pudo concretar dado que su viaje tenía una misión, cuya prioridad era la de recaudar donaciones para su orden y evitar que éstas sufrieran un desvío hacia otras órdenes religiosas. Otras referencias a restos fósiles de grandes mamíferos las hizo el jesuita y cronista José Guevara, quien no precisó la procedencia de los huesos analizados, pero relató dos experimentos realizados en el colegio seminario Nuestra Señora de Monserrat y en el pretil de la iglesia del Colegio Máximo de la ciudad de Córdoba (Guevara 1882, Pasquali y Tonni 2008). En “El año de 1755 don Ventura Chavarría mostró en el colegio seminario de Nuestra Señora de Monserrat una canilla dividida en dos partes, tan gruesa y larga, que según reglas de buena proporción, ¡a la estatura del cuerpo correspondían ocho varas! (6,70 m según las varas de Castilla). Como este caballero es curioso y amigos de novedades, ofreció buen premio al que le desenterrase las reliquias de aquel cuerpo agigantado. Puede ser que el estipendio aliente para éste y otros descubrimientos, que proporcionarían al orbe literario novedades para amenizar sus tareas.” En relación con la talla de estos seres, José Guevara ex-

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presó: “Sobre la estatura de los gigantes es necesario discurrir con alguna variedad. Hay en este gremio unos mayores que otros, como entre los hombres de mediana estatura. Las reliquias que de ellos nos han quedado, arguyen notable variedad de estatura. Que altura tan desmedida no corresponderá a aquel gigante cuyo cráneo se abría en una circunferencia tan dilatada, que metiendo una espada por la cavidad de los ojos apenas alcanzaba al cerebro, como testifica el ya nombrado D. Lorenzo Suárez de Figueroa, testigo ocular de la experiencia. Por la canilla de otro, hecho geométricamente el cálculo, se infiere una estatura tan elevada, que incado de rodillas en el pretil de la iglesia del Colegio Máximo de Córdoba, alcanzaría a recostarse de codos sobre el umbral de la ventana del coro, que tendrá doce para catorce varas de altura (10 a 11,70 m)” (citado por Cáceres Freyre 1973: 4; figura 2). En la primera parte de este último párrafo, Guevara menciona a “el ya nombrado D. Lorenzo Suárez de Figueroa (1530-1595), testigo ocular de la experiencia”, refiriéndose al sobrino de Jerónimo Luis de Cabrera, designado por este como Teniente Gobernador, Justicia Mayor y Capitán de Córdoba, luego de la fundación de la ciudad, hecho ocurrido el 6 de julio de 1573, desempeñándose en esos cargos hasta 1579. Más tarde, se trasladó para iniciar sus funciones como Gobernador de Santa Cruz de la Sierra [Guevara 1882: cita a Suárez de Figueroa en: capítulo XII: Gobierno de don Juan de Garay (1576-1584)]. En otras palabras, la observación de Suárez Figueroa se produjo en Tarija más de 157 años antes de la escritura de la obra de José Guevara. En la segunda parte del párrafo, Guevara menciona otro hallazgo (“Por la canilla de otro”), que sin duda es muy posterior a su primera cita, ya que el mencionado Colegio Máximo fue creado los jesuitas en 1610 y probablemente el cálculo al que hace referencia Guevara fue durante su vida en Córdoba. Asimismo, una cosa destacable de este párrafo es la mención del método de cálculo geométrico de la estatura de estos gigantes. En síntesis, durante la época colonial, existió el afán de conocer el origen de estos “huesos de gigantes”, se contribuyó a la construcción del mito de los gigantes racionales y se dieron datos precisos de procedencia geográfica de los materiales observados y recolectados. Estas actividades se produjeron en épocas muy tempranas, siendo las primeras observaciones y recolecciones de materiales fósiles en Córdoba, anteriores a las de Bolivia y México, entre 1573 y 1579. Además, es destacable que se experimentó con ellos para determinar la altura de los “gigantes”. Con respecto a este tema es interesante mencionar que, uno de los puntos geográficos de referencia más conocidos

Tauber: Reseña histórica de las investigaciones paleontológicas

Figura 2: Iglesia de la Compañía de Jesús construida entre 1645 y 1654 mencionada por José Guevara a mediados del siglo XVIII, para estimar la talla de los “gigantes racionales” hallados en Córdoba. Sobre la puerta principal se observa la ventana del coro. Calles Obispo Trejo y Caseros, Ciudad de Córdoba.

en la región de las sierras cordobesas, tiene un topónimo que podría tener un origen relacionado con este mito, es el nombre del cerro Los Gigantes (también llamado cerro de Los Gigantes o simplemente Gigantes), sobre el borde septentrional de la Pampa de Achala. Precisamente, al norte de este cerro, sobre un camino de acceso a la Estancia La Candelaria, que fuera fundada por los jesuitas en 1683, se ha registrado la presencia de un importante yacimiento de grandes mamíferos cuaternarios extinguidos. Entre los restos fósiles más grandes que se hallaron, se destacan los huesos de los mayores mamíferos terrestres que se conocen en estas latitudes, tales como un esqueleto bastante completo de Megathaerium americanum (Mammalia, Tardigrada, Megatheriidae), un Gomphoteriidae (del grupo de los elefantes y mastodontes), entre otros (Tauber y Goya 2006, Tauber et al. 2008). Sin embargo, esta hipótesis sobre la relación entre el topónimo y el mito de los gigantes merece un análisis mejor documentado. También, se conoce desde el último cuarto del siglo XIX los restos de megamamíferos (mastodonte) de la Pampa de San Luis (Brackebusch 1879ab), al pie de la vertiente norte y nororiental del cerro Los Gigantes. La expulsión de los jesuitas dio los frutos esperados por la corona española, tanto en lo económico, como en lo ideo-

lógico político, social y además se produjo un largo silencio en aquello de describir la naturaleza y las “cosas raras de la tierra” y del cielo, porque el conocimiento otorga libertad y posibilidad de dominio (Penhos 2005) y, entre otras medidas, se prohibieron los libros de autores jesuitas (Aspell 2000) y de su biblioteca de Córdoba se dispuso arbitrariamente durante su expolio (Page 2000: 30). Con posterioridad, la Universidad estuvo a cargo de los conventuales de San Francisco y se ha señalado a este como un período decadente aunque de manera injustificada (García Castellanos 2000). Un hecho interesante que se ha destacado de esta época, es que al fray doctor Manuel Suárez de Ledesma, un profesor franciscano de la Universidad de Córdoba aparentemente cordobés muy versado en artes, se le atribuyen discusiones sobre concepciones embrionarias de evolucionismo en su tesis de 1788 y 21 años antes del nacimiento de Charles Darwin (1809-1882). Suárez de Ledesma, lejos de rechazar de plano la doctrina de la evolución, escribía que “el sistema de la evolución, si lo ponderamos con cuidado, apenas se nos presenta creíble”, que no es poco dada la época y su condición de religioso (Furlong 1952: 289, García Castellanos 2000).

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PALEONTOLOGÍA CORDOBESA EN EL SIGLO XIX Luego de la Revolución de Mayo de 1810 los hechos políticos no fueron muy propicios para el desarrollo de las ciencias en Córdoba. A partir del segundo semestre de aquel año la Librería Grande de los jesuitas entre otras, tales como la de los contrarrevolucionarios ajusticiados en Cabeza de Tigre (ca. Cruz Alta, Provincia de Córdoba, entre ellos Santiago de Liniers) fue diezmada y “trasladada” a Buenos Aires para enriquecer la Biblioteca Pública de Buenos Aires. Esto se realizó por orden de la Primera Junta y por idea de Mariano Moreno y, en esa oportunidad se perdieron manuscritos valiosísimos, tales como el segundo tomo de la obra del padre José Guevara, entre otros, los que se encontraban en la Estancia Santa Catalina, última morada del mencionado historiador y fueron remitidos todos a Buenos Aires (según el Dean Gregorio Funes 1817, Page 2000). La devolución de una parte de esta colección de libros a la Universidad Nacional de Córdoba tardó casi dos siglos en concretarse. Entre las medidas que tomó el primer Triunvirato fue la creación del “Museo del País” en 1812 por iniciativa de su secretario Bernardino Rivadavia, pero la verdadera concreción de ese proyecto no se produciría hasta el 31 de diciembre de 1823 con el nombre de Museo Público de Buenos Aires y hoy el Museo Argentino de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia” (Sauro 2000, Agüero 2009, De Asúa 2010). El Museo Público de Buenos Aires tenía como objetivo realizar “una colección demostrativa de la geología del país y otra de las aves del mismo” y durante la mayor parte del siglo XIX fue la institución que receptó las colecciones de objetos procedentes de todos los puntos del país (Sauro 2000, Agüero 2009, De Asúa 2010), incluyendo fósiles de Córdoba que luego serían estudiados por Burmeister y otros (vide supra). De esta manera se procuró la concentración del poder político, económico y, además del conocimiento, especialmente de los recursos del país, en la ciudad de Buenos Aires. Esta situación sumada a las luchas internas durante la organización nacional formó un ambiente poco propicio para generar nuevos conocimientos relacionados con la paleontología en Córdoba. Sin embargo, en lo educativo se hicieron reformas en los planes de estudio de la Universidad de Córdoba (Torres 2000) y el Gobernador Juan Bautista Bustos decidió provincializarla en 1820 y en 1854, luego de la batalla de Caseros, fue nacionalizada (Buchbinder 2005). Recién en la segunda mitad del siglo XIX comenzaron las investigaciones paleontológicas en tierra cordobesa con una

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metodología que, desde nuestra perspectiva podemos considerar más metódica, ordenada y descriptiva, realizándose las primeras ilustraciones anatómicas muy detalladas. Este nuevo carácter más descriptivo y científico permitió cambiar definitivamente los conceptos sobre el origen “animal” de aquellas osamentas tan grandes que se encontraban en suelo cordobés. Sin embargo, en este período perduró la idea del Diluvio Universal como hecho histórico, incorporándose la palabra diluviano en las discusiones paleontológicas y geológicas de la época (Pomi y Tonni 2008), y se introduce el darwinismo en las discusiones científicas (Onna 2009). Estos trabajos comenzaron con las observaciones de Karl Hermann Konrad Christian Burmeister (1807-1892), más conocido entre nosotros como Germán Burmeister, Doctor en Medicina y Doctor en Filosofía de origen alemán quien estudió en las universidades de Gretitswald y Halle (Riccardi 2000, Mantegari 2003, Tognetti 2004, Aceñolaza 2008, De Asúa 2010), dedicado principalmente al estudio de la zoología, paleontología y entomología, quien había llegado a nuestro país junto a otros naturalistas en la época de Justo José de Urquiza, para incorporarse al servicio de la Confederación Argentina. Este prestigioso investigador en su obra “Viajes por los estados del Plata 1857-1860”, publicada en 1861, mencionó por primera vez la presencia de un gliptodonte en nuestra provincia, más precisamente en el valle de Punilla, sin que pudiera realizar una excavación para extraer el fósil. Allí realizó una interesante observación y que hasta hoy no se ha mencionado nuevamente algo similar; Burmeister vio placas óseas adicionales formando un anillo caudal accesorio, en la cola de aquel gliptodonte (Burmeister 1874: 369 y 1943: 92, edición original de 1861). Este y otros gliptodontes de Córdoba fueron especialmente citados en los trabajos de síntesis más importantes, detallados y mejor ilustrados sobre estos animales tan particulares, que más tarde realizó Germán Burmeister. Estos trabajos marcaron un hito en las investigaciones de los Glyptodontidae en el siglo XIX y fue publicado en varias entregas en los Anales del Museo Público de Buenos Aires (Burmeister 1864 1866 1870 1871a y b 1872a y b 1873 y 1874), hoy Museo Argentino de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia” de la ciudad de Buenos Aires. Si bien este autor había publicado algunos resultados previos, fue recién en 1864 cuando mencionó por primera vez la existencia de un glyptodonte de Córdoba que tenía una “coraza ventral” o “scuto pectorales” (sic), además de la dorsal. Burmeister ilustró los materiales fósiles referidos al plastrón de Panochthus y de Glyptodon, los que en la actualidad se hallan extra-

Tauber: Reseña histórica de las investigaciones paleontológicas

viados. Además, mencionó la presencia de numerosas “placas huesosas de diferente figura, implantadas en el cútis del animal, en lugares en donde no se ven corazas completas, sino solamente verrugas huesosas unidas entre si por substancia conjuntiva.” (sic; Burmeister 1874: 366-367). Esta observación fue generalizada para las demás especies del grupo, por lo que Burmeister (1866: 183), creó el nombre informal Biloricata, en contraposición al grupo de los Loricata, es decir al de los “armadillos” que tienen una sola coraza en posición dorsal. Ambos grupos fueron reunidos en los Effodientia pertenecientes a la Familia Edentata. Más tarde otros investigadores desestimaron las observaciones de Burmeister acerca de la existencia de una “coraza ventral” en los gliptodontes (Ameghino 1889: 769; Lydekker 1894: 2-3; Castellanos 1940, 1941a) y después de unos 130 años recién se pudo verificar la presencia de un “escudo ventral” en estos mamíferos, gracias a dos nuevos hallazgos realizados en el territorio cordobés (Tauber y Di Ronco 2000, ver también Rinderknecht 2000), verificando algunas hipótesis de Burmeister. Asimismo, los primeros restos fósiles neógenos de la Provincia de Córdoba, procedentes del valle de Nono, en el Departamento de San Alberto, se conocen desde la segunda mitad del siglo XIX cuando Germán Burmeister (1874) describió a Propanochthus bullifer (Mammalia, Cingulata, Glyptodontidae) sobre la base de unos materiales exhumados en 1869 por el Sr. Arístides Ramallo, en el área cercana a Mina Clavero. En cuanto a los paradigmas que adoptó German Burmeister para elaborar su obra, aceptó el concepto de diluvium, llamando a los depósitos cuaternarios sudamericanos con el nombre de “Formación Diluviana” o “Terreno Diluviano”, como sucedió en sus publicaciones tituladas “Historia de la Creación. Exposición científica de las fases que han presentado la tierra y sus habitantes en sus diferentes períodos de desarrollo” (Burmeister 1843) o “Lista de los mamíferos fósiles del terreno diluviano” (Burmeister 1866). Con respecto al darwinismo, Burmeister en 1870 parece haber sido el primer investigador en mencionarlo y discutirlo, mediante comentarios críticos desde el punto de vista metodológico y epistemológico (Onna 2009: 165). La obra de Burmeister en relación con Córdoba no estuvo solamente vinculada con su propia producción como investigador, sino que además, fue el organizador y primer Director Científico de la Academia Nacional de Ciencias en Córdoba, institución que ha publicado numerosas contribuciones sobre paleontología de esta provincia (García Caste-

llanos 1988, Tognetti 2000, Tognetti y Page 2000, Mantegari 2003). Burmeister renunció a su cargo en 1875, luego de producirse serios problemas planteados con los académicos, motivo por el cual se alejó para dedicarse al Museo Público de Buenos Aires (Tognetti 2000, Tognetti y Page 2000: 32, Toselli y Rossi 2008). Período de institucionalización del estado El proyecto liberal de nación iniciado durante las últimas décadas del siglo XIX, por la clase dirigente desde las presidencias de Bartolomé Mitre (1862-1868), Domingo F. Sarmiento (1868-1874) y Nicolás Avellaneda (1874-1880), comenzó con la institucionalización del estado, de acuerdo con un programa que debía instaurar un Estado Nacional sólido, reconocido como autoridad principal y genuina. Algunos de los objetivos de este proyecto fueron promover la inmigración de colonos europeos para radicarlos en el vasto territorio ocupado por las etnias originarias “no cultivadas” (o “desierto”); “civilizar” según los paradigmas europeos, ya sean el francés, inglés (J. B. Alberdi) o norteamericano (D. F. Sarmiento) e instituir le educación primaria universal y laica de los niños y jóvenes para integrar la variada población inmigrante (Onna 2009). Por eso había que “educar al soberano”, como dijo el Presidente Sarmiento, para generar un mercado de ciudadanos de clase media que pusiesen en funcionamiento los recursos de un país tan extenso. Asimismo, se debía incluir al país en el moderno sistema de la economía del mundo capitalista, dotándolo para eso de una serie de instituciones científicas que tuviesen como objetivo el estudio del territorio, de sus recursos, sus límites precisos y sus posibilidades de progreso, en el sentido decimonónico de este término (Ferreyra 2006, 2007, 2010; Onna 2009). Por estos motivos, se crearon en Córdoba varias instituciones vinculadas con la investigación, conservación, difusión y enseñanza de las ciencias, entre ellas la paleontología. Estas son la Academia Nacional de Ciencias (1869), el Museo de Mineralogía y Geología (1871, hoy Museo de Mineralogía y Geología “Dr. Alfred Stelzner”, 1871), desde donde se originó el Museo Antropológico y Paleontológico (1883-1885, hoy Museo de Paleontología) dependiente de la entonces Facultad de Ciencias Físico-Matemáticas de la Universidad Nacional de Córdoba y el Museo Politécnico Provincial de Córdoba (1887; hoy Museo Provincial de Ciencias Naturales “Dr. Arturo U. Illía”, Museo Provincial de Bellas Artes “Emilio Caraffa” y Museo Histórico Provincial Marqués de Sobremonte; García Castellanos 1988; Tognetti 2000, 2012; Tognetti y Page 2000; Ferreyra 2006, 2007, 2010; Agüero 2009).

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La Academia Nacional de Ciencias, relacionada con la entonces tradicionalista y clerical universidad, contó con la contratación de destacados profesionales investigadores, principalmente de origen alemán e italiano, quienes desarrollaron importantes actividades paleontológicas y estratigráficas, tanto en los yacimientos fosilíferos de Córdoba, como de otras provincias argentinas, entre ellos Alfredo Stelzner (1840-1895), Luis Brackebusch (1849-1906, Ludwig o Ludovico en español), Guillermo Bodenbender (1857-1941), Adolfo Doering (1848-1926), Florentino Ameghino (18541911), Félix Outes (1878-1939) y Joaquín Frenguelli (18831958; figura 3). Esta institución subsidió los viajes de estudio de sus miembros y publicó gran parte de los resultados de las exploraciones realizadas por estos y otros investigadores en el territorio cordobés. El Museo de Mineralogía y Geología fue creado a partir de una colección de minerales, rocas y fósiles traídos al país por el Dr. Alfred W. Stelzner, el mismo día de su arribo a la ciudad de Córdoba, producido el día 6 de abril de 1871 (Gay 1996). En la colección fundacional se hallaban 18 muestras de fósiles extranjeros y luego fue incrementada por este investigador mediante la recolección durante sus viajes de exploración por el territorio argentino (Tognetti 2004) y también en su expedición por el territorio cordobés, entre febrero y marzo de 1874, hasta llegar a 210 fósiles argentinos en el momento de su partida, producida en los primero días de mayo de 1874 (Brackebusch 1879ab, Gay 1996). Otros investigadores contribuyeron a aumentar la colección de fósiles argentinos en este museo y, además, “varios restos de mastodontes (una colección de huesos de un mastodonte encontrado en la Sierra Alta, Pampa de San Luis, fue comprada al Sr. Oulton, residente en Cruz del Eje, gliptodontes, etc, y en plantas fósiles de un nuevo punto, El Bajo de Bélis, aunque, según parece, indeterminables respecto a su especie y edad.” (sic; Brackebusch 1879ab, Gay 1996: 39). El actual Museo de Paleontología de la Universidad Nacional de Córdoba tiene su origen en el Museo de Mineralogía y Geología antes mencionado, a partir de la colección de fósiles que el Dr. Alfred Stelzner trajo consigo desde Alemania en 1871 y la que realizó posteriormente en sus viajes por el territorio argentino y chileno (Tauber y Mazzoni 2010). Durante el año 1883, por disposición del Decanato en ejercicio se realizaron insistentes gestiones para dotar a los museos de una partida permanente destinada a su fomento y conservación. En sesión del 23 de junio de ese año el Sr. Decano Arturo Seelstrang presentó una solicitud a consideración del Consejo Académico para la creación de un “Museo

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Paleontológico”, separado del de Mineralogía y Geología y proponiendo como candidato para su dirección al “Sr. D. Florentino Ameghino”. Así se creó más tarde el Museo Antropológico y Paleontológico cuando el elegido asumió como su primer Director - Conservador el día 25 de junio de 1885 (D`Auría 1982, Gay 1996, Tauber y Mazzoni 2010, Tauber et al. 2012). En esa oportunidad el Dr. Luis Brackebusch, Director del Museo de Mineralogía y Geología le cedió a Ameghino la colección de fósiles compuesta por 500 a 600 piezas recolectadas por Alfredo Stelzner, para iniciar el nuevo museo (Ameghino 1885 1886, Castellanos 1916a). El Museo Politécnico Provincial fue creado el 24 de marzo de 1887 e inaugurado en 1889, sobre la base de una colección de objetos etnográficos, históricos, botánicos, mineralógicos y paleontológicos realizada por su primer director, el Presbítero italiano Jerónimo D. Lavagna (18341911), quien la ofreció al gobierno de la Provincia de Córdoba y como retribución fue designado el primer director de este Museo, hasta su muerte producida en 1911 (Alievi 2007, Agüero 2009, Ferreyra 2010, Druetta 2013). El siguiente párrafo ilustra las características que tenía la colección fundacional, el esfuerzo personal de Lavagna para realizarla y las condiciones en que fue adquirida por el Gobierno de la Provincia de Córdoba: “–Vengo, señor -me dijo en buen español, pero con acento italiano- desde Tarija, en viaje de estudio, realizado a pie, en la mayor parte. Soy un naturalista y he reunido una colección importante de plantas y minerales, que acondicionados en cajones y cueros, irán llegando a esta ciudad. No tengo el menor recurso, ni para pagar mi hospedaje, y se me ha ocurrido ofrecer al gobierno mi colección por lo que pueda abonarme, y si esto no fuera posible, le entregaría en donación para iniciar la formación de un pequeño museo, que atendería y desarrollaría con mi trabajo [...] He procurado especialmente, plantas y minerales para teñir, buscando la aplicación industrial, y he logrado reunir un grupo interesante. Traigo también algunos huesos fósiles, y muchos manuscritos conseguidos de personas y familias notables, referentes a las guerras, la política y costumbres de las provincias del norte y de los indios del Chaco boliviano, donde he residido algún tiempo. Todo lo donaría al superior gobierno.” Jerónimo Lavagna según Ramón J. Cárcano, En el camino (Cárcano 1926; Agüero 2009, 2011). Los fósiles que traía Jerónimo Lavagna fueron recolectados en Tarija y este sacerdote naturalista le informó a Burmeister sobre los hallazgos en aquel valle boliviano, motivando la expedición del Museo Público de Buenos Aires, realizada por De Carlés (1888) y posterior estudio de los fó-

Tauber: Reseña histórica de las investigaciones paleontológicas

Florentino Ameghino (1854-1911)

Guillermo Bodenbender (1857-1941)

Lorenzo Scaglia (1877-1954)

Félix Outes (1878-1939)

Joaquín Fgrenguelli (1883-1958)

Lucas Kraglievich (1886-1932)

Figura 3

siles por Burmeister (1889). Una vez establecido en Córdoba y siendo Director del Museo Politécnico, Lavagna se desempeñó como un prolífico y aplicado curador de su colección y recolectó nuevos materiales paleontológicos en el valle del río Suquía en los alrededores de la ciudad de Córdoba y

en el valle de Punilla. Asimismo, fue un gran colaborador de los investigadores, ya que lo citaron especialmente en los agradecimientos algunos autores como Ameghino (1889) y Outes (1911).

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Los primeros trabajos paleontológicos de fines del siglo XIX Uno de los investigadores pioneros y más destacados de la Academia Nacional de Ciencias más fue Alfred Stelzner, quien inició los estudios geológicos en toda la región occidental de Argentina (provincias de Mendoza, San Juan, La Rioja, Catamarca y Córdoba), recolectando y observando minerales, rocas y fósiles, que incrementaron notablemente las colecciones del Museo de Mineralogía y Geología “Dr. Alfredo Stelzner”, de las cuales se conservaron parcialmente en el Museo de Paleontología de la Universidad Nacional de Córdoba y en la Dirección Nacional de Minería (Leanza, 1973). Las colecciones de fósiles más conocidas de este investigador son las obtenidas en sus campañas a las provincias de La Rioja, San Juan y Mendoza, estudiadas por Kayser, Gottsche y Geinitz (Leanza 1973, Toselli y Rossi 2008, Vergel et al. 2008). Sin embargo, Castellanos (1916a: 246) también mencionó que “El Dr. Luis Brackebusch, director del Museo de Mineralogía (sucesor de Alfred Stelzner entre 1874 y 1889), le obsequió (a Florentino Ameghino) con una colección de moluscos, huesos de tortugas, de cocodrilos, peces de terciario antiguo del Paraná y otros huesos”, estos últimos son “Varios huesos de la familia de los Megateroides, restos de Panochthus, Hoplophorus Ameghino, una coraza en fragmentos casi completa del Panochthus bullifer (= Propanochthus bullifer). Todo formaba un total de 600 ejemplares recogidos por el profesor de mineralogía doctor Alfred Stelzner”. Si bien Castellanos no mencionó dónde fueron recolectados esos restos de mamíferos, muy probablemente esta colección habría sido reunida por Stelzner en su último viaje, realizado por las Sierras de Córdoba, entre febrero de 1873 y marzo de 1874, cuando recorrió el valle de San Alberto, especialmente la localidad de Nono (Tognetti 2004: 103), donde pudo haber recolectado restos asignables a Propanochthus bullifer y Hoplophorus (Mammalia, Cingulata, Glyptodontidae) de la unidad hoy conocida como Formación Brochero (Plioceno). PERÍODO AMEGHINIANO Un impulso notable en el conocimiento de la fauna fósil y de la estratigrafía del Cuaternario tuvo como protagonista a Florentino Ameghino (1854-1911), como no podía ser de otra manera. La obra monumental de este investigador le imprimió a su época un conjunto de características muy particulares que le permitieron a Osvaldo Reig (1929-1992; 1961) reconocer un “Período ameghiniano” en su análisis sobre la

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evolución del conocimiento de “La Paleontología de los vertebrados en la Argentina” y que puede hacerse extensivo en este aporte a la historia general de la paleontología de otros grupos fósiles de Córdoba. El lapso en el que Florentino Ameghino trabajó en Córdoba (1884-1886) fue tratado de manera un tanto superflua por diversos autores historiadores de las ciencias, aunque aquí se considera muy importante para su consolidación académica, reconocimiento como investigador de primer nivel por parte de las instituciones científicas y para verificar el carácter regional de sus interpretaciones estratigráficas, cronoestratigráficas, bioestratigráficas y en lo referente a la antigüedad del hombre sudamericano, antes del inicio de los viajes de su hermano Carlos Ameghino por la Patagonia. Este notable investigador llegó a Córdoba para hacerse cargo de la Cátedra de Zoología el 27 de agosto de 1884 (Profesor substituto de Zoología) y para formar y dirigir el Museo de Antropología y Paleontología de la Universidad Nacional de Córdoba, puesto en funcionamiento el día 25 de Junio de 1885 (hoy Museo de Paleontología de la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, UNC). Otros cargos destacados que desempeñó Ameghino en Córdoba fueron: Miembro de la Comisión Directiva de la Academia Nacional de Ciencias en Córdoba y Miembro Académico Titular del Consejo Superior de la Facultad de Ciencias Médicas, Universidad Nacional de Córdoba, Director del Museo de Zoología, Profesor Titular de Zoología, entre otros. Luego de recibir su título de Doctor Ad Honoris Causa el día 20 de mayo de 1886, parte hacia el Museo de La Plata, donde es designado Secretario Subdirector en Julio del mismo año (Castellanos 1916a, Rusconi 1944, Márquez Miranda 1951, D’Auría 1982, entre otros). El breve lapso en el que Ameghino se desempeñó en Córdoba (1884-1886) fue cuando más cargos y distinciones obtuvo. Florentino Ameghino empleó cinco meses de su estadía en Córdoba para explorar las costas del Río Suquía y las barrancas que se encontraban en aquella época en la ciudad de Córdoba, estudiando los sedimentos que allí afloraban y recolectando materiales fósiles y elementos arqueológicos (Ameghino 1889: 68). Estas excursiones las realizó frecuentemente en compañía de Adolfo Doering y Guillermo Bodenbender, quienes luego publicaron sus respectivos trabajos sobre la estratigrafía y paleontología de Córdoba (Bodenbender 1890 1894), citando los primeros registros de invertebrados continentales (Doering 1907, 1918; Ameghino 1889). De este modo, estos tres investigadores de primer nivel pudieron intercambiar sus opiniones sobre la estrati-

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grafía cordobesa y en otra oportunidad concurrió al campo con los académicos Oscar Doering (1844-1917), Luis Brackebusch y Federico Kurtz (1854-1920; Ameghino 1889: 68). Muchos de los sitios que estudió, actualmente se encuentran urbanizados y son inaccesibles. Los resultados obtenidos por Ameghino fueron, en líneas generales, el reconocimiento de las unidades estratigráficas y la secuencia cronoestratigráfica y bioestratigráfica del Cuaternario, que le permitió verificar las observaciones realizadas por él y por su hermano Carlos Ameghino en otras regiones del país, fundamentalmente en Buenos Aires. Otro aspecto de su trabajo en Córdoba fue el estudio de especies de mamíferos fósiles, algunas de las cuales eran desconocidas para la ciencia hasta entonces. Entre los hallazgos que realizó Ameghino se encuentran los primeros restos fósiles conocidos de un yaguareté fósil (cráneo y poscráneo; “jaguar americano”, Panthera onca, = Leopardus palustres; Cabrera 1933), descubierto en el antiguo corte del ferrocarril a Malagueño, donde hoy se halla todavía el relicto de los estratos portadores. Entre los yacimientos estudiados por Ameghino en Córdoba, se destacan aquellos en los cuales recolectó restos de varios taxones de mamíferos extintos, y que fueron interpretados por él como el producto de acumulaciones de origen antrópico, permitiéndole afianzar su hipótesis sobre la presencia muy antigua del hombre en América del Sur y de una superposición cronológica con algunas especies de la megafauna cuaternaria. Los principales sitios de este tipo estaban ubicados en el Curaçao (Ameghino 1889: 55, o Curazao, hoy Bajada del Pucará, “Cuaternario medio é inferior, Ameghino 1889: 55), el yacimiento arqueológico cercano al Observatorio Astronómico (“Cuaternario superior”, Ameghino 1889: 55), el corte de “la vía férrea de Córdoba á Malagueño” y en los “altos de Córdoba en donde termina la calle de la Universidad” (Ameghino 1889: 68-69; hoy calles Obispo Trejo y Boulevard San Juan, Castellanos 1916a). En el corte de la vía férrea de Córdoba a Malagueño, Ameghino, Doering y Bodenbender hallaron en una capa de 20 a 30 cm de espesor y por una distancia de 15 a 20 pasos y “en todo su espesor y desparramados sin ningún orden, pequeños fragmentos de carbón vegetal y de tierra cocida, conjuntamente con huesos de Toxodon, Mylodon, y Glyptodon, etc., la mayor parte indeterminables, estos innumerables fragmentos presentan el aspecto de huesos que hubieran sido machacados y pisados entre dos piedras, luego en parte quemados, estando mezclados con fragmentos de cáscaras de huevos de avestruz que también han sufrido evidentemente la acción del fuego y algunas asti-

llas de huesos largos partidos para extraer la médula, que por decirlo así, a que han sido sometidos todos los demás huesos”, allí también encontraron restos de Equus, Palaeolama?, Macrauchenia, Scelidotherium, Hoplophorus ornatus (Neosclerocalyptus ornatus), Panochtus tuberculatus y Eutatus (Ameghino 1889: 68). Sin embargo, algunos autores hicieron una revisión crítica de estos hallazgos y las interpretaciones de Ameghino (Outes 1911); el desarrollo de nuevos conceptos hasta nuestros días y la dificultad de acceder a esos yacimientos por el avance de la urbanización, permiten albergar algunas dudas acerca del origen antrópico de algunos de estos yacimientos (Laguens y Bonnin 2009). La mayor parte de las investigaciones de Ameghino en Córdoba fueron presentadas en su famosa obra “Contribución al conocimiento de los mamíferos fósiles de la República Argentina”, editado por la Academia Nacional de Ciencias en Córdoba y que fuera presentada en la Exposición Universal de París, realizada con motivo de los festejos que Francia realizó en 1889, al cumplirse el primer siglo de la Revolución Francesa. Ameghino dejó nuestra provincia en 1886 para hacerse cargo de su nombramiento de Secretario Subdirector del Museo de La Plata a partir del 8 de julio de ese año, llevando consigo todos los materiales arqueológicos y paleontológicos recolectados por él en Córdoba para su estudio (Castellanos 1916a). Esta colección de Ameghino fue comprada por el Museo de La Plata (cosa frecuente en aquella época), donde actualmente se halla depositada (Outes 1911: 262 y 285). Otros investigadores destacados visitaron nuestra provincia con la finalidad de coleccionar fósiles y realizar estudios sobre paleontología. Uno de ellos fue el infatigable perito Francisco Pascasio Moreno (1852-1919), quien en un viaje por varias provincias del noroeste de nuestro país en busca de elementos para el Museo de La Plata, visitó el valle de San Alberto en 1882-1883 acompañado por Ramón José Cárcano (1860-1946) quien más tarde fuera gobernador de Córdoba por dos períodos, descubriendo fósiles en las proximidades de Villa de Tránsito, (hoy Villa Cura Brochero). Moreno (1888) recolectó los fragmentos de un gliptodonte del Terciario tardío bastante extraño, cuyos restos son relativamente escasos y que era desconocido hasta entonces, llamándolo Panochthus brocherii (nomen nudum) en honor al sacerdote y beato José Gabriel Brochero (18401914), aunque hoy ese nombre cayó en desuso. En síntesis, este período se caracterizó por la introducción por parte de Ameghino del nuevo paradigma darwi-

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niano acerca de la evolución biológica, el estudio conjunto del registro paleontológico y estratigráfico, mediante el cual se pudo reconocer y correlacionar, en líneas generales, la secuencia cronoestratigráfica y bioestratigráfica de esta provincia con la propuesta para otras regiones del país, el inició del estudio y registro de los invertebrados continentales de Córdoba y el análisis de la relación entre la fauna cuaternaria extinta y los primeros grupos humanos de cazadores recolectores que habitaron el territorio cordobés. PERÍODO POSTAMEGHINIANO Luego del fallecimiento de Florentino Ameghino producido en 1911 su propia vida y extraordinaria obra se transformaron, en sí mismos, un tema de estudio (Lugones 1915; Ingenieros 1919; Márquez Miranda 1951 1957; González Arrili 1954; entre otros), comenzando cierto proceso de mitificación con la finalidad de destacar su figura como un modelo de investigador científico argentino (Perazzi 2010). Si bien varias de sus hipótesis fueron fuertemente cuestionadas por otros autores contemporáneos, pasaron algunas décadas de su desaparición física para que comenzara un análisis más crítico y una revisión más generalizada de su trabajo. De esta manera, se generó una especie de polaridad, por un lado las críticas más fuertes que recibieron las investigaciones de Ameghino en Córdoba fueron a través del trabajo de Félix Outes (1878-1939; 1911; Laguens y Bonnin, 2009) y en contraposición se pueden citar las numerosas publicaciones sobre paleontología y antropología de Alfredo Castellanos (1893-1975) en Córdoba, producidas entre 1916 (a) y 1959 (ver Bibliografía del Dr. Alfredo Castellanos, 1980). Es así que podemos reconocer un nuevo período en la historia de la paleontología argentina y cordobesa que tiene algunos matices propios, en el cual perdura una fuerte influencia del estilo ameghinano, pero comienzan a diversificarse los temas de investigación en esta provincia, iniciándose las primeras investigaciones sobre otros temas diferentes al de los vertebrados, como la micropaleontología, entre otros. Además, este período se caracteriza porque en general los trabajos sobre paleontología fueron escritos por profesionales, pero de áreas no vinculadas directamente con los temas desarrollados, por ejemplo médicos y un ingeniero militar que trataron ejes temáticos diversos. También se produjeron algunos intentos de creación de sociedades o centros de investigación sobre la prehistoria de Córdoba. Esta nueva etapa, como las anteriores, no tiene límites cronológicos precisos, aunque podemos considerar que hay un nuevo cambio

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de métodos y paradigmas en la transición entre las décadas de 1950 y 1960, cuando se inició un período moderno mediante la renovación tecnológica e innovación en el sistema científico argentino y latinoamericano (vide supra, Villaveces Cardoso 2006) y esto estuvo acompañado por un proceso de profesionalización y especialización de la tarea científica. Uno de los investigadores que más trabajos publicó sobre paleontología y estratigrafía de la Provincia de Córdoba y el más representativo del período postameghiniano fue Alfredo Castellanos (1893-1975, 1918ab, 1922, 1925, 1926, 1932, 1934, 1936, 1940, 1941ab, 1942, 1943, 1944, 1951, 1958, 1959, entre otros). Este investigador nació en Buenos Aires pero en 1898 cuando aún era un niño se trasladó con su familia al valle del río Los Reartes, donde años después estudiaría la estratigrafía y paleontología de los depósitos neógenos, principalmente en la Estancia La Isolina (hoy parcialmente cubierta por el Embalse Los Molinos). Ingresó en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Córdoba para estudiar medicina y satisfacer los deseos de sus padres, pero nunca ejerció como médico ya que su verdadera y fuerte vocación fueron la paleontología, geología, antropología y el estudio de la vida y obra de Ameghino, como puede verse, tanto en su extensa obra escrita que incluye más de 200 trabajos publicados, como en la fundación del Instituto de Fisiografía y Geología, de Rosario (hoy llamado Instituto de Fisiografía y Geología “Dr. Alfredo Castellanos”) y su publicación periódica sobre Ciencias Naturales (Pasotti et al. 1975, Castellanos 1980). Además, la profusa producción científica escrita de Alfredo Castellanos se inició con varias publicaciones cuando aún era estudiante de Medicina en Córdoba y, más precisamente, con un trabajo firmado el 15 de junio de 1916 titulado “Una página de la vida de Ameghino. Su estadía en Córdoba” (Castellanos 1916abcd, 1917, 1918ab, entre otros; Pasotti et al. 1975; Castellanos 1980). Asimismo creó la Sociedad de Ciencias Naturales de Córdoba en 1917, aunque esta tuvo una vida efímera. Esta enardecida y repentina producción de Castellanos en aquellos dos años, parece estar vinculada, entre otras cosas, con los momentos políticos e históricos de trascendencia internacional que se estaban gestando en la ciudad de Córdoba: la Reforma Universitaria de 1918. Precisamente, Castellanos firmó uno de sus trabajos el día 20 de noviembre de 1916 en el entonces “Museo Provincial de Córdoba”, cuando ya era director del mismo Deodoro Roca (1890-1942; entre el 31 de julio de 1916 y el 1 de marzo de 1919). Roca fue un destacado pensador latino-

Tauber: Reseña histórica de las investigaciones paleontológicas

americano, uno de los principales ideólogos del movimiento estudiantil que condujo a la Reforma Universitaria de 1918 y el autor del “Manifiesto Liminar” (Del Mazo 1950, Sader et al. 2008, Tünnermann Bernheim 2008, Alderete 2012), que fue firmado, entre otros, por Alfredo Castellanos. Deodoro Roca generará un cambio esencial en la institución desde el punto de vista museológico y científico, ya que estimuló la investigación en materia arqueológica, paleontológica e histórica fundamentalmente, tratando de darle un sentido social y progresista al Museo Provincial. En 1919, Castellanos recibió su título de médico y fue nombrado Director Ad-Honorem del Museo Provincial de Historia Natural de Córdoba, cargo que desempeñó hasta enero de 1920. Ese mismo año se trasladó a Rosario para hacerse cargo de la Cátedra de Mineralogía, Petrografía y Geología en la Facultad de Ciencias Matemáticas, FísicoQuímicas y Naturales de la Universidad Nacional del Litoral, disolviéndose entonces la Sociedad de Ciencias Naturales de Córdoba, que había creado en 1917. Más tarde, Castellanos se trasladó al Museo Argentino de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia”, donde trabajó durante un corto período (hasta 1928) con el destacado paleontólogo Lucas Kraglievich (1886-1932). Luego se radicó definitivamente en Rosario y en 1936 fundó y dirigió hasta 1951 el Instituto de Fisiografía y Geología, de la Facultad de Ingeniería y Geología, institución que desde 1975 lleva su nombre. Además, comenzó la edición de una publicación periódica del Instituto de Fisiografía y Geología, la que contiene numerosos trabajos de su autoría, muchos de ellos sobre paleontología y estratigrafía de la Provincia de Córdoba. Castellanos trabajó en Rosario con su colaborador de campo Federico Hennig, con quien realizó importantes colecciones de fósiles de Córdoba y otras provincias, estando depositadas actualmente en el Museo de Paleontología de la Facultad de Ciencias Matemáticas, Físico-Químicas y Naturales, de la Universidad Nacional del Litoral, Rosario. Este investigador incrementó considerablemente el conocimiento de los sedimentos fosilíferos neógenos y cuaternarios, depositados en los grandes valles de nuestra provincia. Sus estudios sobre el Neógeno los realizó fundamentalmente en los valles de San Alberto y de Los Reartes, donde estableció los conocimientos básicos sobre la estratigrafía de estas regiones. Además, completó las observaciones sobre el Pleistoceno y Holoceno del flanco oriental de las sierras chicas entre la ciudad de Córdoba hasta el Río Tercero y de los valles antes mencionados. Los yacimientos paleontológicos pliocenos del valle Los

Reartes, hoy se conocen esencialmente sólo por sus trabajos, ya que actualmente se hallan cubiertos por el embalse de Los Molinos. También produjo numerosas investigaciones sobre mamíferos fósiles del Cuaternario, dedicándose especialmente al estudio de los gliptodontes. En 1944 realizó una síntesis sobre el conocimiento paleontológico y estratigráfico de toda la provincia existente hasta entonces. En este trabajo se puede observar que el conocimiento sobre los yacimientos paleontológicos se hallaba restringido, hasta entonces, prácticamente al área cercanas a la ladera oriental de la Sierra Chica, a los valles intraserranos mayores y desde la ciudad de Córdoba hasta el río Ctalamuchita (río Tercero). Un hecho significativo desde el punto de vista metodológico es que en ese trabajo se comienza a consignar los números de colección de las piezas fósiles que estudió, cosa que hasta entonces no se había realizado en los estudios previos. La obra publicada de Alfredo Castellanos (son escasos sus datos biográficos y de su producción científica) fue esencialmente descriptiva, sobre todo en lo referente a la anatomía y sistemática de los taxones de mamíferos. Un rasgo meritorio de su labor, fue la descripción en muchos casos muy detallada de numerosos perfiles estratigráficos, que le permitieron acotar con precisión los niveles fosilíferos que registró. Sin embargo, fue cuestionada la profusión, injustificada desde nuestra perspectiva actual, de nombres para las unidades sedimentarias que describió y que hoy se las consideraría solamente como facies de una misma unidad litoestratigráfica. De esta manera cayeron en desuso numerosos nombres propuestos, tal como Primerense, Quillincense, Santa-Rosaense, Reartense, Pucarense y Nonense, entre otros. No obstante algunas de estas unidades reconocidas por Castellanos fueron utilizadas por investigadores posteriores para proponer la definición formal de formaciones actualmente vigentes, como la Formación Brochero (Brocherense) y Formación Las Rabonas (Nonense; Sayago 1975, 1978). Además, Castellanos definió nuevos taxones de mamíferos del Neógeno, como Nonotherium hennigi (Notoungulata). El médico y naturalista italiano Joaquín Frenguelli (18831958) fue otro destacado investigador que publicó varios trabajos sobre paleontología cordobesa en este período, estudiando sobre moluscos, mamíferos y estratigrafía del Cuaternario, y diatomeas actuales y fósiles como se verá más adelante. Este investigador adquirió un excelente nivel de conocimiento de la geología y paleontología de Córdoba, debido a su residencia en esa ciudad durante 1915 y 1920, cuando se desempeñó como Director y cirujano principal del Hospital Italiano. Por entonces destinaba su tiempo libre para

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Reseña Histórica

observar las barrancas de la ciudad, muchas veces acompañado por Adolfo Doering (Riccardi 2013). Además, fue Miembro de la Comisión Directiva de la Academia Nacional en Córdoba durante el período 1922-1932. Entre los restos fósiles de Córdoba estudiados por Frenguelli (1921), se destaca un fragmento mandibular de Neolicaphrium recens (Litopterna, Proterotheriidae) una especie de mamífero descubierta por él, de talla y aspecto similar al de una corzuela, hallada en la ciudad de Córdoba en el mismo corte del ferrocarril que conduce hacia Malagueño, estudiado por Ameghino. Este mamífero representa la última especie de un grupo de larga estirpe paleógena y neógena de Sudamérica, que sobrevivió durante el Cuaternario en Córdoba. Además, en este trabajo, Frenguelli mencionó e ilustró en un perfil estratigráfico la presencia de “madrigueras rellenadas”, siendo estas las primeras crotovinas registradas en un perfil estratigráfico de la Provincia de Córdoba y que se puede considerar el primer esbozo de los estudios paleoicnológicos en la región central de Argentina. Otro autor que se destacó fue Aníbal Montes (1886-1959; figura 4), Coronel e Ingeniero Civil egresado de la Universidad Nacional de Córdoba, nacido en la Provincia de Buenos Aires. Montes tuvo como líneas principales de investigación a la Arqueología y Etnohistoria de la región central de Argentina (Córdoba y San Luis), sin embargo recolectó materiales fósiles en Córdoba y aportó al conocimiento del Pleistoceno tardío y fundamentalmente al Holoceno, en relación con las variaciones climáticas y la vinculación de los sitios arqueológicos con evidencias de fauna extinta. Montes (1960), describió el hallazgo de “El Hombre fósil de Miramar (Córdoba)” y realizó estudios en la Pampa de Olaen, donde recolectó fósiles de la megafauna y en el abrigo de Ongamira (Pascual 1954), trabajando conjuntamente con su yerno Alberto Rex González (1918-2012), precursor de la aplicación del radiocarbono para dataciones en Argentina. Un importante sitio paleontológico y arqueológico descubierto por Montes en 1917 fue la Gruta de Candonga, hoy inexistente como tal, y posteriormente estudiada por Alfredo Castellanos (1943), donde se registraron restos humanos asociados con huesos de mamíferos extintos (Laguens y Bonnin 2009). Lucas Kraglievich y Osvaldo Reig (1954) aportaron al conocimiento paleontológico de Córdoba, mediante la descripción de una nueva especie de mamífero carnívoro llamada Cyonasua groeberi (Procyonidae), sobre la base de materiales fósiles que forman parte de la única colección conocida de restos de vertebrados de los travertinos de la Forma-

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ASOCIACIÓN GEOLÓGICA ARGENTINA

ción La Playa, en la localidad homónima del Departamento Minas, conservados por el coleccionista Lorenzo Scaglia (1877-1954), fundador del Museo Municipal de Ciencias Naturales “Lorenzo Scaglia” de la Ciudad de Mar del Plata. Los primeros trabajos sobre micropaleontología En este período también se publicaron importantes trabajos sobre micropaleontología. Las primeras menciones de microfósiles de la Provincia de Córdoba fueron realizadas por Bodenbender (1905), referidas a “infusorios” de las diatomitas de Quilino (Departamento Ischilín), seguido por otros autores como Roberto Beder (1888-1930) y Ricardo Stappenbeck (1880-1963; Stappenbeck 1918, Beder 1921). Sin embargo, las primeras determinaciones de las especies que se encuentran allí se deben al francés Luis F. Delétang (1862-1931), siendo este el primer trabajo conocido sobre microfósiles de la Provincia de Córdoba (Delétang 1922). Los trabajos más extensos sobre este tema fueron desarrollados por Joaquín Frenguelli y sus colaboradores (Frenguelli 1926 1945, Frenguelli y de Aparicio 1932, Frenguelli y Cordini 1937), quienes estudiaron depósitos de la cuenca del río Quilino, Mar Chiquita, arroyo Totoral en las proximidades de Villa del Totoral, quebrada del arroyo del Cerro Colorado y en los barrios Colonia Lola, San Vicente y Observatorio de la ciudad de Córdoba. Este tipo de investigaciones fueron continuadas por Hetty Bertoldi de Pomar en la región de la Laguna de Mar Chiquita, incluyendo además otros grupos como fitolitos, espículas de poríferos y ostrácodos (Bertoldi de Pomar 1953). PERÍODO MODERNO Luego de la Segunda Guerra Mundial los diferentes estados nacionales comprendieron las necesidades de institucionalizar las actividades científicas con fines económicos y estratégicos y, de esta manera, se pusieron en marcha en Latinoamérica acciones políticas, originándose diversas instituciones para lograr este objetivo. Es así como se inició en Argentina este renovado proceso con la creación del Instituto Nacional de Investigaciones Físico-Químicas, Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA, 1950), Dirección Nacional de Investigaciones Técnicas y Científicas (1950), Consejo Nacional de Investigaciones Técnicas y Científicas (CONITYC, 1951), durante los dos primeros gobiernos del presidente Juan D. Perón y continuando más tarde con diferentes matices políticos en los gobiernos del presidente de facto Pedro E. Aramburu, luego de la denominada “Revolución

Tauber: Reseña histórica de las investigaciones paleontológicas

Aníbal Montes (1886-1959)

Alfredo Castellanos (1893-1975)

Pedro Bondesio (1920-2004)

Juan Carlos Gamerro (1923-2013)

Rosendo Pascual (1925-2012)

Osvaldo Reig (1929-1992)

Figura 4

Libertadora” con el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA, 1956), Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CNICT, actualmente CONICET, 1958), Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI, 1959; Villaveces Cardoso 2006, Hurtado 2010, Blanco 2013,

Hurtado de Mendoza 2013). Además surgieron asociaciones no gubernamentales que contribuyeron notablemente, desde sus inicios hasta la actualidad, a este proceso de renovación científica, como la Asociación Geológica Argentina (1945) y la Asociación Paleontológica Argentina (1955) con

RELATORIO DEL XIX CONGRESO GEOLÓGICO ARGENTINO - CÓRDOBA, 2014

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Reseña Histórica

su medio de publicación Ameghiniana (1957; e.g. Archan-

Paleovertebrados

gelsky 2005). También en 1958 se organizó el Laboratorio de

Los trabajos sobre vertebrados fósiles de la Provincia de

Paleontología del Instituto Miguel Lillo de la Universidad

Córdoba no tuvieron continuidad hasta los últimos años, en

Nacional de Tucumán que tuvo un gran impulso en aquella

que se están produciendo algunas tesis doctorales y contri-

época (Ponsá Fontanals, 2011).

buciones por parte de investigadores de diversas institucio-

En esta nueva etapa, las investigaciones paleontológicas

nes del país. En 1961 se realizó un nuevo e importante ha-

sobre fósiles de Córdoba en general fueron realizadas oca-

llazgo, documentándose por primera vez en Córdoba la pre-

sionalmente por científicos residentes en otras provincias,

sencia de sedimentos del Paleógeno, mediante el hallazgo

sin que se haya podido consolidar un grupo de trabajo en

de restos fósiles. El descubrimiento se produjo en la Mina

Córdoba, hasta los últimos años. Esto estuvo acompañado

Rodolfo, valle de Punilla y fue estudiado por Rosendo Pas-

por un proceso de profesionalización y especialización de la

cual (1925-2012) del Museo de La Plata. Más tarde, este in-

tarea científica, sumado al gradual trabajo en equipos mul-

vestigador junto con Pedro Bondesio (1920-2004) de la

tidisciplinarios, paralelamente a lo observado a nivel nacio-

misma institución realizaron nuevas investigaciones, sobre

nal o internacional. Otro rasgo particular de este período es

la base de restos de vertebrados fósiles neógenos de la loca-

la organización de nuevas instituciones donde se conservan

lidad de La Playa, en el Departamento Minas, coleccionados

restos fósiles, especialmente vertebrados y sobre todo ma-

por Lorenzo Scaglia. Además, otra serie de trabajos fueron

míferos neógenos y cuaternarios, en museos provinciales,

publicados entre 1985 y 1992 por Marcelo De La Fuente,

municipales y nacionales, generando una descentralización

Mario Cabrera y Alejandro Ledesma, permitiendo verificar

de la gestión y conservación de las colecciones paleontoló-

la edad pliocena de la Formación Casa Grande, en el valle de

gicas de Córdoba. Según Ferreyra (2010), existen en Córdoba

Punilla. Todos estos aportes, sumados a los que Castellanos

unos 150 museos, de los cuales aproximadamente 25 conser-

y otros autores realizaron sobre el Neógeno de los valles de

van restos de vertebrados fósiles de esta provincia; asimismo,

San Alberto y Los Reartes, contribuyeron sustancialmente a

esto permitió desarrollar otros aspectos vinculados con el

conocer la historia geológica de las Sierras Pampeanas de

patrimonio paleontológico como la divulgación mediante la

Córdoba y especialmente de la formación de los grandes

Museología y el Arte.

valles como consecuencia de la horizontalización de la placa

Con respecto a los temas de análisis, además de las tra-

de Nazca, entre otras cosas.

dicionales sistemática y bioestratigrafía, se desarrollaron lí-

A partir de la década de 1990 hasta la actualidad se ob-

neas de investigaciones relacionadas con los paleoambientes

serva un notable aumento en la cantidad de trabajos pro-

sedimentarios y condiciones paleoclimáticas, sobre la base

ducidos de vertebrados fósiles neógenos y cuaternarios de

de los importantes cambios de los paradigmas, metodologías

Córdoba, algunos son publicaciones extensas, otros perma-

y tecnologías en estos temas científicos. Asimismo, en este

necen inéditos y son resúmenes publicados. El número de

período se avanzó considerablemente o se inició el desarrollo

autores que produjeron estos informes, supera las 55 perso-

de otras disciplinas como la geocronología, con la implemen-

nas de diferentes instituciones principalmente del país y unos

tación de diferentes métodos de dataciones absolutas, bioes-

pocos del exterior; aproximadamente un 15 % de ellos per-

tratigrafía, paleobotánica (megaflora paleozoica), palino-

manecen trabajando en forma continua con sus proyectos de

logía, icnología, tafonomía y animatrónica. Además, ac-

investigación sobre materiales de Córdoba.

tualmente se están iniciando nuevas líneas de investigación

Haciendo un rápido análisis de estos aportes se puede

sobre materiales fósiles de Córdoba como la paleopatología

sintetizar que, en los últimos veinte años se extendió nota-

(Druetta 2009 2012), paleohistología (Luna y Avilla 2013) e

blemente el registro de nuevas áreas previamente inexplora-

isotopía de materiales procedentes de niveles lagunares y pe-

das dándose a conocer localidades paleontológicas cuater-

dogenéticos del Holoceno (e.g. Piovano et al. 2006, Silva et

narias, especialmente en la llanura cordobesa, como en el

al. 2011) y se están empleando nuevas tecnologías como los

Departamento Río Cuarto, San Francisco, Laguna de Mar

sistemas de información geográfica (SIG) en el Trabajo Final

Chiquita, Isla Verde, Corralito, Villa María y Marcos Juárez,

de Federico Álvarez y scanners laser en 3D para el análisis de

entre otras. Igualmente se registraron numerosos sitios pa-

elementos finitos y la determinación de resistencia de las es-

leontológicos en las pampas de altura, situadas en las áreas

tructuras óseas en desarrollo por Augusto Haro, estos últi-

cumbrales de las sierras cordobesas, entre los 1000 m y 1600

mos en la Universidad Nacional de Córdoba.

m s.n.m. como puede verse en la Tesis Doctoral de Jerónimo

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ASOCIACIÓN GEOLÓGICA ARGENTINA

Tauber: Reseña histórica de las investigaciones paleontológicas

Aníbal Figini (1939-2008)

Eduardo Musacchio (1940-2011)

Figura 5

Krapovickas de la Universidad Nacional de Córdoba, recientemente defendida. El registro de paleovertebrados anterior a la década de 1990 estaba prácticamente restringido a los grandes valles interserranos y la vertiente oriental de las sierras cordobesas entre la ciudad de Córdoba y el río Ctalamuchita (río Tercero). Asimismo. Laura Cruz del Museo Argentino de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia” en su Tesis Doctoral amplió el registro de nuevas localidades y citas de taxones neógenos de la región de los valles serranos y se propuso un nuevo esquema bioestratigráfico general para el Neógeno y Cuaternario de la Provincia de Córdoba. Un trabajo destacable fue realizado por Laura Cruz, Susana Bargo, Eduardo Tonni y Aníbal Figini (1939-2008; figura 5), referido a la primera datación de restos óseos del perezoso terrestre extinto de Córdoba durante el Holoceno, Scelidotherium leptocephalum (Tardigrada, Mylodontidae). Paleobotánica Las investigaciones sobre Paleobotánica realizadas con materiales fósiles argentinos están vinculadas con los científicos alemanes de la Academia Nacional de Ciencias en Córdoba y la Facultad de Ciencias Físico Matemáticas de la Universidad Nacional de Córdoba (Archangelsky 2005). Sin embargo, los estudios de la megaflora fósil de nuestra provincia fueron relativamente tardíos con respecto a los importantes descubrimientos que realizaron principalmente Federico Kurtz y Guillermo Bodenbender en otras regiones argentinas, como los Estratos de Gondwana y la flora de Glossopteridales en los terrenos de Paganzo. Los primeros datos publicados sobre depósitos paleo-

zoicos portadores de megaflora para la Provincia de Córdoba, aparentemente las realizó Brackebusch en 1891 en su extraordinario “Mapa Geolgógico del Interior de la República Argentina construido sobre los datos existentes, y sus propias observaciones hechas durante los años 1875 hasta 1888” y Baín Larrahona (1940) quien citó la presencia de plantas fósiles indeterminadas de sedimentos depositados durante la segunda mitad de Era Paleozoica, que más tarde fueron descriptos formalmente como Formación Tasa Cuna por Gordillo y Lencinas (1972). Sin embargo las investigaciones detalladas sobre megafloras fósiles de esta época comenzaron a desarrollarse recién entre las décadas de 1960 y 1970. El primer descriptor de la flora de Tasa Cuna y su geología fue el geólogo Ricardo Velo quien hizo su trabajo final de su carrera durante la segunda mitad de la década de 1960. Los primeros estudios detallados sobre la sistemática de la megaflora paleozoica de Córdoba fueron realizados recién al iniciarse la década de 1970 por Raúl Leguizamón en la Cátedra y Museo de Paleontología, Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de la Universidad Nacional de Córdoba. Este investigador en su Tesis Doctoral, dirigida por el Dr. Sergio Archangelsky, y en trabajos posteriores analizó una colección de más de 250 especímenes que se conservaron como moldes e improntas. De esta forma, se determinaron numerosas especies de vegetales, principalmente glossopteridales, cordaitales, confiérales, esfenópsidas, licópsidas, ginkgoales y morfogéneros de posición sistemática incierta, representados por hojas, tallos, fructificaciones, semillas y Leaia leanzai, un artrópodo de agua dulce. Leguizamón describió las primeras semillas fósiles halladas en Córdoba,

RELATORIO DEL XIX CONGRESO GEOLÓGICO ARGENTINO - CÓRDOBA, 2014

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Reseña Histórica

perteneciendo al género Samaropsis. Estas semillas se caracterizan por tener una membrana achatada con márgenes alados (semilla voladora o anemófila) para favorecer su dispersión. Más tarde, Ana Archangelsky realizó un estudio sobre semillas del Neopaleozoico, en el cual propuso una nueva especie llamada Samaropsis tasacunensis por haber sido hallada en el valle de Tasa Cuna. Esta variada megaflora permitió precisar la edad de la Formación Tasa Cuna y referirla al Pérmico temprano. Leguizamón también registró una nueva asociación paleoflorística procedente de la Formación Chancaní al comenzar la década de 1980, asignando esta unidad al Carbonífero medio-superior, donde halló restos de 4 especies vegetales y, posteriormente fue acotada su edad al Carbonífero tardío por Sergio Archangelsky y Rubén Cúneo. Actualmente Jerónimo Krapovickas está estudiando los primeros restos de plantas (hojas) registradas en depósitos palustres del Holoceno de Córdoba, en la Cátedra y Museo de Paleontología de la Universidad Nacional de Córdoba. Paleopalinología A fines de la década de 1970, Sergio Archangelsky, Juan Carlos Gamerro (1923-2013; figura 5), Raúl Leguizamón y Aniello Russo iniciaron los estudios paleontológicos del subsuelo de la Cuenca Chacoparanaense que, hasta ese momento, eran exclusivamente sobre materiales palinológicos del Neopaleozoico, más precisamente del Carbonífero tardío. Los materiales fósiles procedían de perforaciones profundas realizadas en las localidades de Ordoñez, Camilo Aldao, Saira (YPF) y Santiago Temple (YCF) del sudeste de la llanura cordobesa (Llanura Chacopampeana), determinando más de 50 especies de palinomorfos y citando 27 taxones. Estos autores pudieron determinar la presencia de tres biozonas del Neopaleozoico en estas localidades cordobesas, ellas son desde la inferior a la superior: Palinozona de Potonieisporites-Lundbladispora, Palinozona de Cristatisporites y Palinozona de Striatites. Estos trabajos fueron continuados más tarde por María del Milagro Vergel mediante su Tesis Doctoral de la Universidad Nacional de Tucumán y las publicaciones derivadas de ella, que permitieron perfeccionar el registro palinológico y hacer correlaciones más confiables dentro de la cuenca Chacoparananse. Los estudios palinológicos del Paleozoico continuaron en 1999 con los trabajos de Silvia Césari, Pedro Gutiérrez, Mauricio Martínez y Cecilia Popridkin, quienes registraron por primera vez la presencia de 20 taxones de palinomorfos procedentes de la Formación Tasa Cuna. En el año 2006 María Balarino y Pedro Gutiérrez verificaron la edad Pér-

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ASOCIACIÓN GEOLÓGICA ARGENTINA

mico temprana de esta unidad, sobre la base del análisis microflorístico correspondiente a la Biozona de Intervalo de Pakhapites fususvittatina subsaccata. Recientemente el registro y los estudios palinológicos de la Provincia de Córdoba se extendieron hasta diferentes niveles del Holoceno expuestos en la Pampa de Olaen, descriptos en el Trabajo Final de Pablo Di Martino (UNC). Micropaleontología Durante las últimas décadas se desarrollaron varios estudios, algunos de ellos inéditos, están basados sobre el registro de otros tipos de microfósiles cuyas edades abarcan desde el Neógeno al Cuaternario y que permitieron realizar interpretaciones paleoambientales y paleoclimáticas. En 1980, Mercedez Prámparo de la Universidad Nacional de Río Cuarto realizó un detallado estudio de las diatomeas, Chrysostomataceos, espículas de esponjas, gastrópodos y ostrácodos de las formaciones del Pleistoceno tardío-Holoceno temprano del Departamento Río Cuarto. En los últimos años se están realizando trabajos finales de grado en la Universidad Nacional de Córdoba, sobre fitolitos en diferentes localidades cuaternarias de la provincia y su relación con los paleosuelos, dirigidos por la Dra. Rosa Ayala. Los estudios limnogeológicos orientados al análisis sobre las variaciones climáticas y ambientales durante el Pleistoceno Tardío y Holoceno (últimos 14.000 años), son desarrollados desde principios de la década pasada por Eduardo Piovano y un grupo de colaboradores, en el Centro de Investigaciones Geoquímicas y de Procesos de la Superficie (CIGES) de la Universidad Nacional de Córdoba. Allí se estudian diferentes tipos de indicadores o proxies, entre ellos el contenido isotópico en materia orgánica, carbón, diatomeas y ostrácodos, procedentes principalmente de la Laguna Mar Chiquita y también de la Laguna de Pocho. En el subsuelo de la mitad oriental de la Provincia de Córdoba, en la llanura chacopampeana y en la cuenca Chacoparanense se realizaron estudios de importancia bioestratigráfica, ambiental y climática, mediante el análisis del registro de diversos grupos de microfósiles, girogonites (oogonios calcificados de Charophyceae), foraminíferos y ostrácodos del Cretácico terminal, Paleógeno y Neógeno. Los fósiles fueron recuperados de los testigos de las perforaciones de Saira, San Francisco 1, Ordoñes 3 y General Levalle 1 en la Provincia de Córdoba, entre otras, procedentes de los niveles basales de la Formación Chaco, Formación Laguna Paiva y Formación Paraná y fueron estudiados por Liliana Zabert, Rafaél Herbst y Josefina Barbano, Eduardo Musacchio (1940-

Tauber: Reseña histórica de las investigaciones paleontológicas

2011) y Hugo Marengo. Según este último autor, en su Tesis Doctoral de la Universidad Nacional de Buenos Aires, las asociaciones de microfósiles registradas, indican que la Formación Laguna Paiva (Oligoceno tardío?-Mioceno temprano) se generó en un mar muy somero, con salinidad en general baja pero variable, fondos poco oxigenados y con cierto aporte continental. La Formación Paraná se originó en un mar somero y aguas con temperaturas similares o ligeramente superiores a las actuales en mares adyacentes y en condiciones de hiposalinidad (Mioceno medio-tardío?). Paleoicnología Esta disciplina científica que estudia las interacciones entre los organismos y el sustrato, enfatizando el modo en que los animales y las plantas dejan un registro de tal actividad. Incluye también tanto el estudio de procesos (bioturbación, bioerosión, biodepositación) como de los productos así generados (estructuras biogénicas). En la Provincia de Córdoba se realizó una gran cantidad de observaciones de diferentes tipos de estructuras biogénicas, muchas de las cuales fueron solamente citadas en trabajos relacionados con la paleontología, sedimentología o estratigrafía y otro cúmulo de datos permanece aun totalmente inédito, tanto de depósitos paleozoicos, mesozoicos como cenozoicos. Sin embargo, se observa un importante desfasaje entre el interesante registro de estas trazas y los escasos trabajos publicados específicos sobre paleoicnología hasta el presente, por este motivo, se considera que estos temas tienen un buen potencial de desarrollo en investigaciones futuras. La línea de investigación más antigua en la provincia se refiere a los depósitos cuaternarios y específicamente a las crotovinas, éstas son antiguas cuevas de animales que fueron rellenadas con sedimentos más modernos luego de ser utilizadas por sus productores. Esta línea se inició con los primeros hallazgos realizados por Joaquín Frenguelli en 1921, quien encontró algunas crotovinas atribuibles a mamíferos en la ciudad de Córdoba. Estas estructuras de bioerosión se encuentran en un corte para el ferrocarril que hoy está dentro del área urbanizada. Sin embargo, esas estructuras no fueron estudiadas en aquella oportunidad y sólo se citaron e ilustraron en un perfil estratigráfico. Desde 2003 hasta la actualidad se hallaron, midieron y describieron una gran cantidad de crotovinas de grandes mamíferos, distribuidas en más de catorce localidades, entre los departamentos Cruz del Eje, Punilla hasta Calamuchita y probablemente Río Cuarto, entre la llanura oriental y las pampas de altura a 1600 m s.n.m. y construidas en sustratos desde el Plioceno temprano (For-

mación Brochero), hasta el Holoceno temprano (Formación La Inverrnada), conservando restos óseos en su interior en algunas de ellas. Las crotovinas que predominan tienen diámetros transversales horizontales que varían entre 0,50 m a 2 m, siendo más frecuentes entre 1 m y 1,5 m. Estos trabajos fueron realizados por Fermín Goya, Jerónimo Krapovickas, Gerardo Bárcena y el autor de este capítulo. Otras evidencias paleoicnológicas fueron producidas por la actividad de invertebrados fósiles, halladas y citadas por primera vez en 1996, correspondientes a nidos o cámaras pupales de escarabajos estercoleros, conocidos comúnmente como escarabajos peloteros, procedentes de distintos niveles de paleosuelos del Pleistoceno Tardío-Holoceno de la localidad de Corralito, en el Departamento Tercero Arriba. El nombre de “escarabajos peloteros” hace referencia a su hábito de construir esferas con las fibras no digeridas del estiércol producido por los grandes animales herbívoros, para depositar sus huevos bajo la tierra. Estas estructuras se encuentran siempre relacionadas con paleosuelos, contribuyendo al reconocimiento de los mismos. Hoy se conocen varias localidades donde fueron registrados estos nidos, todos ellos en sedimentos cuaternarios y sobre todo de la región serrana y piedemonte oriental de ésta, citados por Jerónimo Krapovickas en su Tesis Doctoral. En todos los casos fueron asignados al icnogénero Coprinisphaera sp., siendo necesario realizar una revisión de esta asignación taxonómica. En el año 2011, Cristina Martínez Sarrat, Santiago Druetta y Claudio Carignano dieron a conocer las primeras pisadas o huellas de un vertebrado mamífero de Córdoba, determinadas como la icnoespecie Lamaichnum guanicoe, cuyo productor sería el camélido Lama guanicoe, originadas sobre un nivel piroclástico y en la llanura inundación del río Ctalamuchita durante el Pleistoceno Tardío. Las estructuras de biodepositación son otro tipo evidencias icnológicas relacionadas, entre otras cosas, con el comportamiento, como son los coprolitos o heces fósiles. Estos elementos son de gran utilidad por la cantidad de información que suelen ofrecer para los estudios paleobiológicos, paleoetológicos, paleopatológicos, paleoambientales, paleoclimáticos, entre otros. Desde el año 2003 hasta el presente se registraron en Córdoba, coprolitos atribuidos a mamíferos de hábitos carnívoros o carroñeros, procedentes de la Formación Brochero (Plioceno) y depósitos del Pleistoceno Tardío, brevemente descriptos por Fermín Goya, Jerónimo Krapovickas y el autor de este trabajo. También es frecuente el hallazgo y la cita en numerosos trabajos de diferentes tipos de trazas producidas por las raí-

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ces de los vegetales. Estas estructuras biogénicas se originaron mayoritariamente en planicies de inundación de las fajas fluviales de los principales ríos y paleosuelos (rizolitos, rizoconcreciones, moldes de raíces y túbulos) y además, se han observado marcas de disolución producida por raíces en huesos fósiles. Las citas publicadas hasta el presente mencionan trazas de raíces en sedimentos paleógenos y neógenos, siendo considerablemente más frecuentes y diversas en depósitos cuaternarios. Sin embargo, el estudio de estas estructuras aún no tuvieron un tratamiento sistemático y su potencial para interpretar las condiciones paleoambientales no fue suficientemente aprovechado en esta provincia. Los trabajos publicados sobre trazas de invertebrados precuaternarios son escasos y se refieren a depósitos del Cretácico Temprano de la Sierra de Los Cóndores y del Mioceno del borde de las Salinas Grandes. En los depósitos cretácicos Daniel Poiré y Claudio Larriestra en 1993 identificaron 5 icnogéneros originados en un ambiente continental de aguas someras. Las trazas del Mioceno fueron estudiadas por Silvana Bertolino y colaboradores en el año 2000, quienes determinaron la presencia de 8 icnogéneros en la Formación Saguión, interpretándolos como los primeros sedimentos marinos en la superficie de la Provincia de Córdoba y correlacionándolos con la Formación Paraná. Sin embargo, Brian Ruskin y colaboradores en 2011 reinterpretaron estas evidencias, explicando que son niveles continentales lacustres. Tafonomía Es una disciplina científica que estudia todos los aspectos del pasaje del material orgánico desde la biósfera a la litósfera, siendo un apoyo muy útil especialmente para la sedimentología. Es una disciplina relativamente nueva que fue definida en 1940 por el paleontólogo ruso Iván Efremov (1908-1972), pero que se considera originada hace unos 500 años con los trabajos de Leonardo Da Vinci y tuvo un gran impulso recién a partir de la década de 1980. Este campo del conocimiento científico también tiene raíces profundas en el tiempo de nuestra historia cordobesa, ya que podemos observar claramente en las investigaciones de Florentino Ameghino, Félix Outes y Alfredo Castellanos (1889, 1911 y 1943, respectivamente), el desarrollo temprano de conceptos, metodología y una discusión relacionados con la Tafonomía, referidos a la hipotética acumulación de origen antrópico de restos de mamíferos extintos. Paradójicamente, en los últimos años ésta disciplina no tuvo un desarrollo similar al de otras ramas de la paleontología en nuestra provincia; sin embargo, se produjeron algu-

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nos trabajos que permanecen inéditos, son capítulos de publicaciones más extensas u otros que están aún en desarrollo, todos ellos referidos a vertebrados pliocenos y cuaternarios. Paleontología cordobesa y animatrónica Los animatrónicos son representaciones en vida de organismos fósiles o actuales, empleando mecanismos de la robótica y la electrónica, simulando el aspecto y comportamiento de los seres vivos. Los primeros animatrónicos argentinos fueron construidos en Córdoba durante los primeros años de la década pasada, como el dinosaurio Abelisaurus (año 2000) o el reptil volador Tapejara imperator (año 2005), que obtuviera un premio internacional en el Museo Nacional en Río de Janeiro. Estos logros impulsaron la creación del Laboratorio de Animatrónica y Control Dinámico de la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de la Universidad Nacional de Córdoba, creado en 2004 y dirigido por el Ingeniero Hugo N. Pailos, con un equipo de colaboradores paleontólogos, biólogos, paleoartistas, mecánicos y estudiantes de ingeniería. El primer mamífero fósil de la Provincia de Córdoba que fue representado mediante estas técnicas modernas, fue Glyptodon reticulatus y sería el primer Gliptodóntido conocido que se reconstruyó de esta manera. Para la realización de este animatrónico se tomó como modelo un individuo de la mencionada especie recolectado y depositado en el Museo de Arqueología e Historia “Estanislao Baños” de la ciudad de Santa Rosa de Calamuchita, siendo el espécimen mejor preservado que se halló hasta el presente en esta provincia. Este animatrónico fue expuesto en la megamuestra Tecnópolis (edición 2012, Carranza 2012) y en Cuatrociencia, muestra de arte, ciencia y tecnología de la Universidad Nacional de Córdoba (2013). Sin dudas que estas técnicas generan importantes impactos en el ámbito de la Museología relacionada específicamente con la difusión de la paleontología y, sobre todo, muchos nuevos interrogantes sobre aspectos biomecánicos y paleobiológicos de los organismos fósiles. CONSIDERACIONES FINALES El breve bosquejo histórico de la Paleontología, documentada hasta el presente en este trabajo, sobre el territorio de la actual Provincia de Córdoba, se inició hace unos cuatrocientos treinta y cinco años aproximadamente, siendo este también el inicio de esta ciencia en Argentina. El conocimiento documentado por el hombre europeo sobre nuestro patrimonio paleontológico se remonta prácticamente a la

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primera década de la fundación de Córdoba, entre 1573 y 1579 y esto es muy significativo para la historia general de esta ciencia, teniendo en cuenta que en Europa durante el siglo XVI aún se discutía sobre el origen orgánico o inorgánico de los objetos que se hallaban excavando, llamados fósiles (según el significado de aquella época). Precisamente fue en 1565, es decir sólo ocho años antes de la fundación de Córdoba, cuando Conrad Gesner (1516-1565) publicó la primera obra que incluyó ilustraciones de fósiles, revolucionando el conocimiento y aportó a la construcción del concepto moderno de la palabra fósil como restos o vestigios de organismos que vivieron en el pasado geológico, hecho que se concretó esencialmente durante el siglo XIX (Rudwick 1987). Este libro fue titulado A Book on Fossil Objects, chiefly Stones and Gems, their Shapes and Appeareances, es suficiente con el título de esa obra para ilustrar sobre el concepto vago de la palabra fósil durante el siglo XVI y del significado que se le otorgaba a todos los objetos que se hallaban excavando, incluyendo principalmente rocas y gemas. Sin embargo, los primeros europeos que observaron los restos recuperados en Córdoba, no dudaron en atribuirlos a “huesos”, de “una raza de gigantes” y de “racionales”; es decir que, no sólo les atribuyeron un origen orgánico y biológico, sino que además les adjudicaron una asignación taxonómica basada en un sistema de conocimiento precientífico, porque con la palabra “hueso” se los asoció con los vertebrados y con la palabra “racionales” se los relacionó con el hombre. Es preciso aclarar que aún faltaban casi dos siglos para que Carl von Linné (1707-1778) propusiera su sistema de clasificación taxonómica y nomenclatura binominal de los seres vivos, mediante la publicación de sus obras Species plantarum (1753) y Sistema naturae (1735-58). Además, a mediados del siglo XVIII se reconoció en Córdoba uno de los elementos óseos del esqueleto, la “canilla” (o tibia) y sobre esa evidencia se calculó la talla de uno de estos “gigantes”, según el relato de José Guevara, tarea que hoy enmarcaríamos dentro de la rama que llamamos paleobiología. También son destacables las concepciones evolucionistas del fray doctor Manuel Suárez de Ledesma de la Universidad de Córdoba en su tesis de 1788. Es destacable que no se recurriera al paradigma teológico acerca del Diluvio Universal para explicar la extinción de esta “raza de gigantes”, como era frecuente en Europa y América durante aquella época. El interés demostrado por aquellos restos fósiles en los testimonios analizados, fue suficiente como para recolectar, describir brevemente, medir y remitir materiales fósiles a Lima (o Ciudad de Los Reyes), la capital

del virreinato del Perú y dejar constancia en escritos antiguos y crónicas de los siglos XVI a XVII de las características generales y procedencia de los hallazgos. Con esta temprana etapa colonial se dio comienzo a una parte de la historia de la paleontología cordobesa escasamente conocida que estuvo ligada a la intrincada sucesión de hechos políticos que llevaron a la conquista del territorio americano, la expulsión de los Jesuitas en 1767 del virreinato del Río de La Plata y de todo el Reino de España, la guerra por la independencia nacional, a la organización de nuestro país con sus luchas internas y confrontación de ideas durante el siglo XIX y al surgimiento y desarrollo del sistema científico argentino. En el otro extremo de esta breve síntesis histórica vemos como se ingresó al siglo XXI con un notable aumento de la producción de trabajos científicos, observándose una mayor continuidad en los proyectos de investigación y la formación de recursos humanos, tanto residentes en la provincia como procedentes de otras instituciones del país. Los programas se desarrollan mediante la utilización de metodologías de avanzada como la isotopía, en consonancia con los últimos paradigmas científicos relacionados fundamentalmente con el sistema de correlación geológica y la evolución climática y ambiental. Este incremento y continuidad en las investigaciones sobre el patrimonio paleontológico del territorio de la Provincia de Córdoba son concordantes con una ampliación de las otras funciones y misiones museológicas de conservación, exposición y difusión, con la finalidad de educar y recrear, observadas en los diferentes museos municipales, regionales, provinciales y nacionales del territorio cordobés. Asimismo, para lograr estos avances se buscan nuevos campos de aplicaciones del conocimiento paleontológico, por ejemplo, a través de la producción de los primeros animatrónicos construidos en el país, abriendo así una nueva perspectiva de nuestra ciencia con un matiz futurista y de entrega a la sociedad. AGRADECIMIENTOS La lista de personas e instituciones a quienes debo mi gratitud por sus aportes para este trabajo sería extremadamente extensa. Sin embargo, no puedo dejar de nombrar al Dr. Adan Tauber (padre, 1918-2010), quien me enseñó que el hombre sin historia es como un árbol sin raíces. Al Dr. Mario Hünicken (1926-2013), quien durante décadas trabajó incansablemente para conservar el patrimonio de nuestro

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Museo de Paleontología (FCEFyN, UNC) y nos formó para continuar en esa noble tarea. Al Dr. Luis Tognetti por compartir datos bibliográficos relacionados con este trabajo. A Ian Davie, quien tadujo el abstract. A Marcela Flores, quien realizó un valioso aporte con la tarea de edición de este trabajo, mejorando la redacción y a todos mis profesores y mis alumnos que viven haciéndome las preguntas más difíciles sobre paleontología. A los doctores Gilberto Aceñolaza y Guillermo Albanesi quienes arbitraron y mejoraron este trabajo. TRABAJOS CITADOS EN EL TEXTO Aceñolaza, F.G. 2008. Estudios Geológicos en el lapso 1852-1868. Científicos y exploradores en la época de la Confederación. En Aceñolaza, F.G. (ed.) Los geólogos y la Geología en la Historia argentina, Instituto Superior de Correlación Geológica (INSUGEO), Serie Correlación Geológica 24: 71–84. San Miguel de Tucumán. Acevedo, E.Ó. 2002. Dos pareceres de Fray Reginaldo de Lizárraga O. P. sobre la guerra y la esclavitud de los indios. Temas Americanistas 15: 1–18. Agüero, A.C. 2009. El espacio del arte. Una microhistoria del Museo Politécnico de Córdoba entre 1911 y 1916. Editorial de la Facultad de Historia y Humanidades 126 p. Córdoba. Agüero, A.C. 2011. Gerolamo Lavagna, naturalista. Una rotta tra Savona e l’Argentina. Pigmenti 23: 1–2. Alderete, A.M. (compiladora) 2012. El Manifiesto Liminar. Legado y debates contemporáneos. Colección 400 años, Universidad Nacional de Córdoba 108 p. Córdoba. Alievi, J. 2007. Museo de Ciencias Naturales de Córdoba. Haciendo Camino, Publicación de la Fundación Águila Mora 2(11): 20–21. Ameghino, F. 1885. Informe sobre el Museo Antropológico y Paleontológico de la Universidad Nacional de Córdoba durante el año 1885. Boletín de la Academia Nacional de Ciencias en Córdoba 8: 347– 360. Ameghino, F. 1886. Informe sobre el Museo Antropológico y Paleontológico de la Universidad Nacional de Córdoba durante el año 1885. Anexo 5. En: Informe Anual del Decano de la Facultad de Ciencias Físico Matemáticas correspondiente al año escolar de 1885, 58–77. Córdoba. Ameghino, F. 1889.Contribuciones al conocimiento de los mamíferos fósiles de la República Argentina. Actas de la Academia Nacional de Ciencias en Córdoba, 6: 1–1027 y atlas. Archangelsky, S. 2005. La Paleobotánica en Argentina y su desarrollo durante los últimos 50 años. Asociación Paleontológica Argentina, 50 Aniversario, Publicación Especial 10: 37–49. Buenos Aires. Aspell, M. 2000. El control inquisitorial de las bibliotecas en Córdoba del Tucumán. Siglos 17 y 18. En Aspell, M. y Page, C. (compiladores) La Biblioteca Jesuítica de la Universidad Nacional de Córdoba, Ediciones EUDECOR, Universidad Nacional de Córdoba, 61–82 p. Córdoba. Babini, J. 1986. Historia de la Ciencia en la Argentina. Ediciones del Solar, Primera edición de Biblioteca Dimensión Argentina, 273 p. Buenos Aires. Baín Larrahona, H.G. 1940. Estudio geológico de la Provincia de Córdoba. Boletín de Informaciones Petroleras 17(192): 13–53. Bandieri, S. 2008. Historia de la Patagonia. Sudamericana, 2º Edición, 444 p. Buenos Aires. Beder, R. 1921. Breve recopilación de los yacimientos de materias ex-

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