Reseña del libro: Libro de visiones y revelaciones de Juliana de Norwich

June 8, 2017 | Autor: Edgardo Rosado | Categoría: Theology, Historical Theology, Christian Mysticism
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Descripción

Universidad Interamericana de Puerto Rico
Recinto Metropolitano
Programa Doctoral en Teología







Reseña del libro:
Libro de visiones y revelaciones de Juliana de Norwich






Trabajo presentado como requisito parcial para el curso
THEO 7190 Exponentes clásicos de la espiritualidad cristiana
Profesor Dr. Jorge R. Colón
Departamento de Estudios Humanísticos








Por
Edgardo Rosado Cruz







San Juan, P.R.
Jueves 3 de abril de 2014

Introducción
Juliana de Norwich fue una mística del siglo XIV mejor conocida por "…una teología de optimismo radical…", la cual es presentada a través de su único escrito, el Libro de visiones y revelaciones. De acuerdo a la mayoría de los investigadores, Juliana nació en el año 1342 y muere en algún momento en el año 1416. Robert Ellsberg señala que, en realidad, no conocemos mucho acerca de Juliana y que aun su nombre es incierto ya que parece ser posible que este haya sido tomado de la Iglesia de Santa Juliana que se encuentra en la región de Norwich en Inglaterra, en la cual ella se enclaustró y vivió como anacoreta hacia el final de sus días. María Tabuyo Ortega escribe que Juliana "Recibió sus revelaciones el 13 de mayo de 1373, a los treinta años y medio de edad, en el transcurso de una enfermedad que la llevó a las puertas de la muerte".
Juliana misma nos revela que, desde su juventud, ella procuraba con todas sus fuerzas recibir tres gracias de parte del Señor: la contemplación de la pasión de Cristo, una enfermedad corporal y el recibir tres heridas (contrición, compasión y anhelo o deseo ardiente por Dios). Estas gracias anheladas por Juliana le fueron concedidas por Dios y durante la recepción de estas gracias es que se desarrollan las visiones místicas que constituyen su libro. Juliana destaca que la revelación que recibió está dividida en dieciséis visiones y son descritas de la siguiente manera:
"…la primera… es acerca de su preciosa coronación de espinas. La segunda es acerca de la decoloración de su rostro, signo de su preciosa Pasión. La tercera es que nuestro Señor todopoderoso, todo sabiduría y todo amor… hace y lleva a cabo todas las cosas que se hacen. La cuarta es acerca de la flagelación de su delicado cuerpo, con el abundante derramamiento de su preciosa sangre. La quinta es que el demonio es vencido por la preciosa Pasión de Cristo. La sexta es acerca del agradecimiento glorioso con el que nuestro Señor Dios recompensa a todos sus bienaventurados servidores en el cielo. La séptima es acerca de las frecuentes experiencias de dicha e infortunio. La octava es acerca de los últimos sufrimientos de Cristo y de su muerte cruel. La novena es acerca del deleite de la santísima Trinidad en la cruel Pasión de Cristo, en su dolorosa muerte; y de cómo él desea que la alegría y el deleite sean nuestro consuelo y nuestra felicidad… La décima nos cuenta cómo nuestro Señor Jesús muestra su corazón partido en dos por amor. La undécima es una elevada revelación espiritual referente a su querida madre. La duodécima es que nuestro Señor es la vida suprema. La decimotercera es que nuestro Señor Dios quiere que dirijamos una mirada atenta a todo lo que él ha realizado en la muy noble obra de crear todas las cosas; trata también del alto precio que ha pagado por el pecado del hombre, trocando toda nuestra culpa en honor eterno. La decimocuarta es que nuestro Señor Dios es el fundamento de nuestra súplica. La decimoquinta revelación es que súbitamente seremos liberados de todo nuestro infortunio y de todo nuestro dolor, y él en su bondad nos llevará al cielo… La decimosexta es que la santísima Trinidad, nuestra creadora, habita eternamente en nuestra alma en Cristo Jesús, nuestro salvador...".

Una revelación basada en el amor
De acuerdo a las mismas palabras de Juliana, la revelación que ella recibió es una revelación que tiene su base o fundamento en el amor de Dios manifestado a través de la vida y obra de Jesucristo, nuestro Señor, y que encuentra su actualización en su propio deseo de "…conocer y amar más a Dios…" con todas sus fuerzas. Juliana manifiesta que la visión comienza con su mirada puesta fijamente sobre un crucifijo en el momento en el que todos pensaban sería su inevitable muerte y esta visión demuestra que la pasión de Cristo (i.e. su sufrimiento en la cruz del Calvario) es una expresión clara del amor de Dios dirigido hacia toda la humanidad y que su sangre derramada a través de sus heridas (i.e. los latigazos, la corona de espinas, los clavos y la lanza que traspasó su costado) fluye desde el corazón de Dios en favor de su alienada creación. La autora explica que a través de esta revelación ella llega a comprender que "…nuestro Señor Jesús, en su cortés amor, quería consolarme…" a través de su sacrificio maravilloso, ya que en éste llegamos a conocer el verdadero amor de Dios que se acerca a cada uno de nosotros a través de la cruz.
Juliana explica que Dios verdaderamente desea que todos los seres humanos le busquen de todo corazón (i.e. con toda su voluntad) y, cuando le buscamos, entonces recibimos de él, de forma real, todo su amor expresado en tres dones especiales de su mano. De acuerdo a lo que ella pudo apreciar a través de la visión, el primero de los dones está relacionado con la capacidad de buscar a Dios con gozo y alegría y no como una carga o una pena inútil. El segundo de los dones es la capacidad de esperar firmemente en él hasta que su vida se entrelace con la nuestra en una muestra fehaciente de su amor. Y el tercero de estos dones está relacionado con una confianza plena y verdadera alcanzada mediante la fe donde nos convertimos en amadores de aquel quien nos ama plenamente. Por consiguiente, no importa lo que suceda en nuestras vidas ya que el amor de Dios está obrando en cada uno de nosotros y su rectitud y su plenitud obrarán para el bienestar y beneficio de cada uno de nosotros confirmando el pensamiento paulino de que "…Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman…" (Romanos 8:28). Juliana señala que esa sangre derramada por Cristo a través de su sacrificio vicario se convierte en la mejor bebida que podamos tomar ya que en ella podemos lavar nuestros pecados y podemos encontrar verdadera consolación. Ella escribe que su sangre "…es la más abundante, la de mayor precio… y fluye benditamente sobre nosotros por el poder de su infinito amor".
Una promesa de bienestar
Juliana continúa explicando que, a pesar del dolor o sufrimientos temporales que nosotros tengamos que experimentar, todo va a estar bien "Pues la Pasión de nuestro Señor es consuelo para nosotros contra el dolor y el pecado, y ésa es su santa voluntad" para cada uno de nosotros. Más aún, Juliana declara que Dios le reveló de una forma alentadora que él tiene la capacidad absoluta de transformar todo en bien, aun nuestro pecado, y, por consiguiente, todo acabará bien a través de la acción misma de la santísima Trinidad. En otras palabras, si nosotros nos ocupamos en buscarle con todo nuestro corazón y ponemos nuestra confianza plena en él, entonces, Dios mismo se ocupará de todos los asuntos de nuestras vidas y, al final, recibiremos bendición y recompensa basadas en su amor, su gracia y su misericordia ya que Cristo puede "…transformar todo en bien...".
Juliana parece sugerir que nosotros podemos descansar completamente seguros en nuestro Dios ya que él se presenta a nosotros como una madre amorosa dispuesta a hacer lo que sea necesario para proteger y cuidar de cada uno de sus hijos. Ella establece que, a través de la visión, Dios es revelado como un Dios de amor y de misericordia. De acuerdo a sus escritos, "La misericordia es el atributo del amor compasivo que pertenece a la ternura de la maternidad de Dios", ya que esa misericordia divina actúa protegiendo, sosteniendo, vivificando y sanando como una madre. Más aún, Juliana declara que, "…Cristo Jesús, quien practica el bien sobre el mal, es nuestra verdadera Madre…" y que toda la luz, la gracia, el amor y la bendición proceden de él, quien nos demuestra la verdadera maternidad al dar su vida por cada uno de nosotros. Juliana explica que este amor de Dios (i.e. la maternidad de Dios) es asombroso ya que en su amor no hay ninguna expresión de reproche porque él nos ve en la pureza obtenida a través de la sangre de Cristo ya que Dios no nos contempla en nuestro pecado. En mi opinión, estas expresiones de bienestar son cónsonas con los enunciados emitidos por el profeta Isaías donde el varón de dolores carga con nuestras enfermedades, sufre nuestros dolores, es herido por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados y lleva el castigo de nuestra paz sobre él (Isaías 53:4-5) como una muestra tangible de su amor maternal.
Una garantía de victoria
La visión que Juliana nos presenta es claramente una ventana a la victoria que Dios nos promete y una garantía de que, a pesar de todos los problemas que podamos enfrentar en este mundo, no seremos sobrecogidos por éstos. Juliana escribe:
"Y vi que Dios se alegra de ser nuestro Padre, y Dios se alegra de ser nuestra Madre, y Dios se alegra de ser nuestro verdadero esposo y de que nuestra alma sea su esposa amada. Y Cristo se alegra de ser nuestro hermano, y Jesús se alegra de ser nuestro salvador. Son cinco grandes alegrías, según yo lo entiendo, en las que quiere que nos regocijemos, alabándole, dándole gracias, amándole, bendiciéndole sin fin todos nosotros, los que seremos salvos".

Las palabras de Juliana nos recuerdan que durante esta vida nosotros experimentaremos una maravillosa mezcla de felicidad y de adversidades, sin embargo, en todo nosotros debemos estar conscientes de que Dios, nuestro Padre y Madre, se encarga de todos nuestros asuntos trayendo redención y salvación a nuestra existencia en la medida en que nosotros depositamos nuestra confianza plena en él mediante una vida de amor y de alabanza.
Juliana declara que nosotros podemos descansar confiadamente en esas promesas de victoria ya que nuestro Dios es un Dios de amor y su amor se manifiesta en acciones de compasión y misericordia extendida hacia cada uno de nosotros. Ella señala que aun cuando nosotros pensamos que estamos sumidos en el pecado o cuando decididamente nos olvidamos de él, entonces "…Cristo lleva solo nuestra carga… y por eso gime y se aflige" en una constante intercesión delante del Padre hasta que nosotros nos volvemos hacia nuestro Señor, quien amable y amorosamente nunca nos ha dejado ni abandonado. Juliana explica que la realidad es que la bondad de Dios nunca permite que nosotros estemos solos sino que él está constantemente con nosotros y su amor y su ternura nos protegen de toda culpa porque en la cruz él sufrió nuestro dolor y llevó nuestro pecado. Por lo tanto, hoy él garantiza nuestra victoria.
Conclusión
Robert Ellsberg destaca que Juliana de Norwich escribió su visión en unos momentos donde la humanidad estaba sufriendo el flagelo de la plaga negra, los dolores de la guerra de los cien años y la incertidumbre del largo cisma papal. Es en este contexto donde la visión de Juliana se levanta como una verdadera luz en medio de las tinieblas presentándonos a un Dios que nos ama como una madre y nos promete que todo va a estar bien ya que él nos da la victoria, aun cuando la evidencia nos señale todo lo contrario. Juliana no nos dice que todo va a estar bien al final, por el contrario, ella nos enseña que todo está bien en todo momento porque Dios se ocupa de todas las cosas concernientes a nuestras vidas a través de su amor incondicional, que lo lleva a darlo todo como una madre que derrama su vida por sus hijos como una muestra indiscutible de su amor, de su gracia y de su misericordia.
Aun cuando no estemos de acuerdo con todos los enunciados emitidos por Juliana de Norwich a lo largo de su visión, no podemos negar que su revelación nos muestra a un Dios que nos ama con un amor entrañable y cuya única preocupación es traer salvación y restauración a nuestras vidas. Juliana nos enseña que Dios está más preocupado por mostrarnos su amor, su misericordia y su compasión que con extender castigo sobre nuestras vidas porque Jesús pagó el precio de nuestro pecado. Por consiguiente, su mensaje es tan relevante en el día de hoy como lo fue en la época medieval. Juliana nos recuerda, de una forma vívida, que todo ha de estar bien porque Dios es quien tiene la última palabra y su última palabra es una palabra de amor.

Bibliografía

Ellsberg, Robert. All Saints: Daily Reflections on Saints, Prophets, and Witnesses for our Time. New York: The Crossroad Publishing Company, 2007.

Nueva Versión Internacional. New Jersey: Sociedad Bíblica Internacional, 1998.

Starr, Mirabai. The Showings of Julian of Norwich: A New Translation. Virginia: Hampton Roads Publishing Company, 2013.

Tabuyo Ortega, María. Libro de visiones y revelaciones de Juliana de Norwich. Madrid: Editorial Trotta, 2002.





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Mirabai Starr, The Showings of Julian of Norwich: A New Translation. Virginia, Hampton Roads Publishing Company 2013, 6.
Robert Ellsberg, All Saints: Daily Reflections on Saints, prophets, and Witnesses for our Time. New York, The Crossroad Publishing Company 2007, 211.
María Tabuyo Ortega, Libro de visiones y revelaciones de Juliana de Norwich. Madrid, Editorial Trotta 2002, 6.
R. Ellsberg, All Saints…, p. 211.
M. Tabuyo Ortega, Libro de visiones…, p. 31-32.
Ibid., p. 35.
Ibid., p. 39.
Ibid., p. 51.
Ibid., p. 54.
Ibid., p. 76.
Ibid., p. 81.
Ibid., p. 83.
Ibid., p. 110.
M. Starr, The Showings…, p. 163.
M. Tabuyo Ortega, Libro de visiones…, p. 123.
Ibid., p. 175.
R. Ellsberg, All Saints…, p. 210.
M. Starr, The Showings…, p. 7.

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