Reseña del libro: La guerra del Paraguay y las montoneras argentinas

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Reseña del libro: La guerra del Paraguay y las

montoneras argentinas, de José María Rosa. Autor de la reseña: Prof. Claudio Sacco (UBA) A manera de introducción Tarea ímproba la de reseñar una obra histórica que emplaza su desarrollo argumental y expositivo en más de trescientas fechas y en la cual su autor hecha mano a más de doscientas fuentes primarias de la más variada procedencia (vg. diplomáticas, de prensa, epistolares, estadísticas, literarias, de la tradición oral popular, etc.). Máxime si tomamos en cuenta que una de las primeras dificultades que se nos presenta consiste en individualizar las principales líneas de esa trama fáctica que cruza, entre cañonazos de escuadras imperiales y galopes de montoneras, veinte años de historia americana (1850 – 1870). Y todo ello sin olvidar, que estamos reseñando una obra cuya estructura misma no hace más que reeditar, bajo la forma del libro de texto, las cuarenta y ocho notas publicadas por el semanario Mayoría entre octubre de 1958 y octubre de 1959.1 Pero a pesar de todos estos inconvenientes, más aparentes que reales, La guerra del Paraguay y las montoneras argentinas de José María Rosa2 resulta ser una de esas joyas de la historiografía argentina del siglo XX que bien valen el desafío de su reseña. A ella entonces. El revisionismo rosista-peronista de José María Rosa En este historiador hallamos al más encumbrado representante de una generación de revisionistas que, desde mediados de la década de 1940, revolucionó a una tradición historiográfica que había nacido en el período de entreguerras -y en el seno de la oligarquía católica-conservadora-, como respuesta orgánica a la crisis del liberalismo.3 Para comprender a esa revolución operada dentro del revisionismo, debemos tener presente los modos en que el contexto epocal condicionó las principales concepciones, históricas y políticas, de la generación rupturista. En este sentido, vale recuperar lo que dijera al respecto Diana QuattrocchiWoisson sobre el enlace ideológico-político que unió a revisionistas como Rosa con una nueva formulación de la nacionalidad inherente al ascenso del movimiento peronista. En efecto, fue el peronismo quien se encargó de romper desde afuera la coherencia interna de ese nacionalismo ultramontano y oligárquico que destilaba en las principales obras de la primera generación revisionista.4 Y ello fue posible por una reformulación de lo nacional que situaba la argentinidad auténtica allí donde se hacían presentes las masas populares. Redefinida de esta manera, la nacionalidad pasó a identificarse con las multitudes que brindaban su apoyo al peronismo (Quattrocchi-Woisson: 1998). En abierta contraposición, los revisionistas de los años ‘30 habían definido la nacionalidad como la patria de los ilustres hacendados bonaerenses. Don Juan Manuel se situaba al frente de ella como el más eficiente propietario e indiscutido conductor del rebaño popular al que había domesticado mediante la restauración de esa ley que la revolución jacobina de morenistas y rivadavianos había destruido. Esta visión elitista y contrarrevolucionaria de lo nacional, en cuanto hipóstasis del orden rosista, fue primero conjurada y luego desechada por la generación revisionista que lideró José María Rosa. Así, aún cuando pueda comprobarse en La guerra del Paraguay y las montoneras argentinas que los principales sujetos históricos continúan siendo los caudillos (vg. Rosas, Urquiza, el Chacho, Varela, Carlos A. y Francisco Solano López, etc.), su legitimidad ya no procede de

una concepción antiguorregimental de la Ley. Por el contrario, las masas populares son las encargadas de legitimar el liderazgo caudillista por medio de un apoyo político y militar que sólo aspira a defender valores, derechos y formas de vida genuinamente democráticas. Por ende, con Rosa se lleva a cabo un cambio decisivo en la manera de conceptuar la figura histórica central del revisionismo.5 Por otro lado, su libro otorga importancia crucial a caudillos federales como Chacho Peñaloza y Felipe Varela, a quienes la primera generación revisionista había considerado simples “bandidos” y “apátridas”. Ni qué decir de cómo caracterizó dicha generación a la Guerra del Paraguay. Su obtuso nacionalismo oligárquico les llevó a defender la política del presidente Mitre, aunque este fuera liberal (Galasso, Ibáñez: 2005). A Rosa en cambio, no le cabe ninguna duda que las políticas concurrentes de Mitre, Pedro II y el Imperio Británico, en relación con el Paraguay de Solano López, condujeron a la guerra de la “triple Infamia”. Para finalizar con este encuadramiento historiográfico señalemos la persistencia de un elemento común a todas las generaciones revisionistas, a saber, el imperialismo en sus variantes regional (Imperio del Brasil) e internacional (Gran Bretaña). Tanto autores de la primera generación (Carlos Ibarguren y Julio Irazusta) como de la segunda (J. M. Rosa), asignaron un rol protagónico a los imperialismos brasileño y británico en tanto poderes destructores de la sociedad y cultura criollas. Pero a diferencia de un Irazusta, que reduce el proceso disolvente de la nacionalidad al nivel de la patria chica, Rosa lo remite a la dimensión de una Patria Grande cuyas raíces se hunden en las gestas libertadoras de San Martín y Artigas, mientras su tronco asoma en el sistema americano de J. M. de Rosas y su frondosa copa queda perfilada en la experiencia de desarrollo autocentrado del Paraguay de los López. Unidad argumental y trayectos expositivos de la obra Sabemos que una hipótesis central fuerte confiere unidad argumental a un texto de historia, mientras que sus hipótesis derivadas instalan diferentes trayectos expositivos que permanecen subordinados a la hipótesis central. Asimismo, sabemos que existen historiadores, de todas las tradiciones y generaciones historiográficas, que han presentado de manera explícita en sus libros tanto la unidad argumental (hipótesis central) como los diversos trayectos expositivos (hipótesis derivadas). En el caso concreto de La Guerra del Paraguay y las montoneras argentinas no podemos decir que Rosa haya planteado de forma explícita sus hipótesis (vg. central y derivadas). Esto no sucedió porque en su obra acabaron por combinarse una metodología de investigación histórica muy particular, con un estilo de exposición polémico y fragmentario. En consecuencia, resulta imposible identificar que tal capítulo contenga la hipótesis central y tales otros las derivadas. No obstante ello, su preocupación por los orígenes de aquella guerra genocida le condujo a elaborar un amplio marco fáctico en el interior del cual podemos cotejar el desarrolló de un proceso unitario.6 Así las cosas, y considerando que la preocupación central de Rosa es de índole filogenética, quien busque algo similar a una hipótesis central deberá hacerlo en la interpretación que le merece un hecho particular, a saber: la batalla de Caseros del 3 de febrero de 1852. Esta habría puesto fin al sistema americano de Juan Manuel de Rosas, garantizando así la emergencia de cuatro subprocesos: a) la hegemonía del aristocrático Imperio esclavista del Brasil en el Río de la Plata; b) una mayor gravitación política y comercial de la principal potencia capitalista –Gran Bretaña-; c) una crisis de la autoridad política en el territorio de la Confederación Argentina que acabó por generar la división interna en dos Estados enfrentados; y d) un mayor aislamiento del Paraguay, cuyo singular sistema de desarrollo social, político y económico empezó a ser intensamente cuestionado por la nueva preponderancia que adquirían Brasil y Gran Bretaña. Para poder esclarecer los diversos trayectos expositivos que se derivan de esta hipótesis central, haremos bien en considerar la estructura interna del libro. En la primera parte, Rosa expone los antecedentes políticos que acabarían cristalizándose en los cuatro subprocesos antedichos, distribuyendo aquellos en cuatro escenarios: 1) Paraguay; 2) Imperio del Brasil; 3) Argentina; y 4) República Oriental. En la segunda parte se ocupa de la situación argentina durante el período que media entre Pavón (septiembre de 1861) y el asesinato del Chacho (noviembre de 1863). La tercera parte divide su atención entre: a) la invasión de V. Flores a la República Oriental (abril de 1863); b) el apoyo y financiamiento que esta recibe por parte del mitrismo; y c) la “traidora” política de Urquiza que busca

desactivar el apoyo entrerriano a la causa de los blancos orientales. La cuarta parte relaciona los intereses porteños, brasileños y británicos que interactuaron política, diplomática y militarmente para producir un desequilibrio en la correlación de fuerzas local (dando el triunfo a V. Flores sobre el gobierno blanco de Aguirre; 20 de febrero de 1865) y regional (sentando las bases para la posterior agresión aliada contra el Paraguay de Solano López; mayo de 1865). La quinta parte se ocupa tanto del inicio de la guerra contra el Paraguay (1865), como de su desarrollo durante el primer año de los combates. A su vez, dicho desarrollo lo descompone Rosa siguiendo el modelo que Alberdi planteara en su Historia de la Guerra del Paraguay. De este modo, nos es presentada la invención de la agresión paraguaya por parte de Mitre (quien ocultó la declaración de guerra que trajo el cónsul paraguayo en abril de 1865); la falta de entusiasmo bélico en el Interior y los desbandes de las milicias entrerrianas convocadas por Urquiza; la pésima conducción militar de Mitre (comandante en jefe de las fuerzas aliadas) y el fracaso de la ofensiva paraguaya sobre el territorio argentino de Corrientes y el brasileño estado de Rio Grande do Sul. En la sexta parte hacen su aparición esos otros “descamisados” del siglo XIX que encarnarían las montoneras federales del Interior. En su lucha destaca la figura de Felipe Varela, quien se alza contra Mitre agitando el fantasma de la Unión Americana en abierta oposición a la guerra fratricida contra el Paraguay. La octava parte retoma el tramo final de las acciones bélicas. Su título es más que elocuente: “Exterminio”. La novena y última parte del libro, aborda lo que podríamos llamar “diplomática de los despojos”, esto es, los avatares de la lucha entre Argentina y Brasil por arrancar pedazos de soberanía nacional paraguaya. Protagonistas y antagonistas El estilo polémico y fragmentario del libro, que cabalga sobre una historia decididamente política, concentra su atención en determinadas figuras históricas que podemos dividir en “protagonistas” y “antagonistas” de un proceso unitario. Los primeros se encuentran representados por figuras como J. M. Rosas, Carlos A. López, Francisco Solano López, Chacho Peñaloza, Felipe Varela, Alberdi, Leandro Gómez, Antonio de las Carreras, Guido Spano, José Hernández, entre muchos otros. Todos ellos tienen en común su defensa de la soberanía nacional frente a la agresión extranjera, como así también su decidido apoyo a la causa popular del declinante federalismo (especialmente declinante después de los sucesos de Pavón y Cañada de Gómez). Por su parte, los antagonistas se hallan representados por Urquiza, Sarmiento, Mitre, Elizalde, V. Flores, Sandes, Rivas, Paunero, Arredondo, Edward Thornton, el marqués de Olinda, Paranhos, Saraiva, entre otros. A estos antagonistas los une su ambición expansionista (territorial, mercantil y política) que sólo puede cumplirse a expensas de otras soberanías nacionales, como así mismo avasallando los derechos civiles y políticos de las masas trabajadoras. Así definidos los principales sujetos del drama histórico, consideremos las fuentes utilizadas por Rosa para rescatar sus acciones y reacciones. Fuentes que maneja el autor Es realmente impresionante el registro heurístico manejado por Rosa. Las fuentes periodísticas (diarios La Nación, Tribuna, El Litoral, El Independiente, El Semanario, etc.) se combinan con los archivos epistolares (de Urquiza, Sarmiento, Mitre, Solano López, Thornton, etc.), y también se cruza esta información epocal con los informes diplomáticos que producen los cónsules de seis naciones. Tampoco se desestiman los cantos populares del Interior que crecen por tradición oral acompañando los mitos de Peñaloza y Felipe Varela. De lo dicho se deduce el fuerte tenor impresionista que jalona toda la obra. Así, determinadas líneas escritas por Urquiza a Mitre sirven a Rosa para “revelar” el carácter antinacional del caudillo entrerriano. Y exactamente lo opuesto podemos decir cuando leemos los pronunciamientos antimitristas de líderes como Manuel Navarro, Peñaloza o Varela. Para seguir de cerca la evolución expansionista del Brasil, Rosa recurre a los diarios de sesiones del parlamento imperial, donde se ventilaban asuntos cruciales como los intereses económicos y políticos de los estancieros riograndenses en la República Oriental. De esta forma intenta probarnos que la presión ejercida por Joao Felipe Netto (general de las milicias de Rio Grande do Sul) resultó decisiva en 1864 para viabilizar la intervención brasileña en favor de V. Flores. Sin embargo, la fuente epocal a

la que Rosa otorga un mayor peso explicativo es el informe del cónsul inglés en Buenos Aires, Mr. E. Thornton, donde aparece como artífice principal del acuerdo de Puntas del Rosario (18 de junio de 1864), por el cual se comprometían Argentina y Brasil en una alianza militar futura contra el Paraguay. Conclusión Con la publicación en 1965 de La Guerra del Paraguay y las montoneras argentinas, José María Rosa logró instalar un viejo asunto, silenciado por la historiografía oficial, en la compleja cuestión de la dependencia semicolonial argentina y latinoamericana. Logró esto en un período signado por la proscripción del movimiento político mayoritario y por el ascenso de las formas de lucha armada. Ese doble contexto nacional e internacional transfirió parte de su fuerza y rebeldía a la producción intelectual de este revisionista. Y ello aún puede ser captado por una lectura atenta y desprejuiciada de su libro.

Notas 1

El mismo José María Rosa ha aclarado este asunto en el prólogo a la primera edición de 1965, diciéndonos que sus notas “distaban (…) de algo definitivo y bien trabajado: eran más la tarea evocativa de un periodista que la labor meticulosa de un historiador” (Rosa: 11; 1985). 2 José María Rosa, historiador argentino, abogado y profesor universitario, nació el 20 de agosto de 1906 en el seno de una familia tradicional cuyo bisabuelo, Vicente Rosa, había llegado desde España en 1828. Su abuelo, José María, había sido un prestigioso abogado que llegó a alcanzar el cargo de Ministro de Hacienda en la administración de Julio Roca y de R. Sáenz Peña. Volviendo a la vida de su nieto, digamos que este se recibió de abogado a los 20 años y que luego de una breve experiencia como juez en santa Fe, escribió su primera obra Más allá del código. Su militancia política comenzó en las filas de la Democracia Progresista. En 1938 fundó en Santa Fe el Instituto de Estudios Federalistas desde donde se dictaron conferencias, se establecieron lazos con entidades similares en el país y en el exterior y a través de ellas se perfiló una vigorosa corriente de los que buscaban "revisar" la historia y sobre todo mirarla desde un ángulo social. En 1942 sale su primer libro de historia Argentina, "Defensa y Pérdida de nuestra independencia Económica" principio de una larga serie de publicaciones. En 1945, ya sumado a la naciente corriente nacionalista de pensamiento y acción política, debió trasladarse a Buenos Aires. Centra entonces su actividad en la universidad de La Plata, ejerciendo también la cátedra en colegios secundarios. Por entonces publica "Nos Los Representantes del Pueblo", "La Misión García ante Lord Strangford" y "El Cóndor Ciego". La llamada "Revolución Libertadora" lo deja cesante y lo encarcela en ocasión de la detención de su amigo John W. Cooke, a quién había dado refugio en su casa. La acusación que le imputan es la de corromper a la juventud con su "rosismo". Después de su salida de prisión, se enrola en el fallido y trágico intento del General Valle el 9 de junio de 1956. La asustada reacción del gobierno "gorila" lo busca para fusilarlo. Rosa consigue burlar la persecución de que era víctima, pasando a Montevideo y de allí a España gracias a una invitación del Instituto de Cultura Hispánica. En Europa permanece hasta 1958, ejerciendo el periodismo y dando conferencias en distintos ámbitos. Vuelve para sobrevivir de lo poco que le producen sus publicaciones y artículos y eventuales cursos de historia, que da permanentemente en sindicatos de todo el país. Por la intercesión de amigos influyentes, logra que se reabierto el Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas, del cual vuelve a ser director en ese año 1958. De esa época son sus libros "Rivadavia y el Imperialismo Financiero" y "Francisco Solano López y las montoneras Argentinas". A raíz de esta última publicación su nombre pasa a ser muy conocido en el Paraguay, a donde es invitado permanentemente a dar conferencias o asistir a eventos relacionados con el prócer máximo Paraguayo. Mientras tanto participa activamente en lo que se llamó la resistencia Peronista convirtiéndose en uno de sus referentes más respetados y queridos. Rosa integraría la comitiva de notables que van a buscar a Perón en el famoso vuelo charter del 17-11-72. Para entonces ya se había publicado su HISTORIA ARGENTINA. obra hecha por el en 13 tomos a los que luego de su muerte se le agregaron cuatro más. El General Perón, dispone que se haga cargo de la embajada en Asunción, considerando que su prestigio en Paraguay pudiese ser positivo para los intereses nacionales dado que en ese tiempo se jugaban en las cotas de altura de la represa de Corpus, la factibilidad de construir Yaciretá. Muerto Perón, tuvo desinteligencias con el canciller Vignes y optó por aceptar la embajada en Atenas, donde permaneció hasta el golpe militar de 1976. Regresó a Buenos Aires, donde sus libros eran retirados de las bibliotecas y su nombre puesto en un "cono de silencio". Pero el viejo luchador no se resignaba a quedarse de brazos cruzados. Es así como se fundó la revista "Línea" (Por pretender abarcar a todo el pensamiento de la línea nacional), "la voz de los que no tienen voz". La dictadura genocida no pudo acusarlo de guerrillero, lo cual no impidió que dispusiesen de todos los medios necesario para acallarlo, secuestrando su revista y entablando en su contra innumerables juicios. Su última batalla, que le costó el alejamiento de algunos amigos "nacionalistas" cortos de vista fue sobre la cuestión del Beagle, que casi nos había llevado a una tonta e irreparable guerra entre hermanos. Su vida se apagó el 2 de julio de 1991 muriendo en forma serena, como compensación a la vida de lucha que tuvo. Esta sucinta biografía ha sido extraída del sitio WEB http:/www.josemariarosa.com donde pueden ser consultada en formato digital todas las obras de Rosa. 3 En líneas generales, el revisionismo construyó de forma deliberada su memoria histórica por oposición a la tradición antirrosista de la historiografía oficial liberal-mitrista. Hasta la década de 1930, los máximos exponentes de la historiografía oficial antirrosista fueron: Bartolomé Mitre, Vicente Fidel López, Paul Groussac, José María Ramos Mejía y Alfredo Grosso. Cfr. Norberto Galasso: 1999. 4 Emblemas de esa destilación nacionalista-oligárquica-ultramontana son obras como En la penumbra de la historia argentina de Carlos Ibarguren; Vida de Payasos Ilustres de Ignacio B. Anzoátegui y Ensayo sobre Rosas de Julio Irazusta. Cfr. Galasso: 1999. 5 Ese cambio no fue tolerado por historiadores de la primera generación que -como en el caso de Ibarguren y de los hermanos Irazusta- habían condenado la reformulación de la nacionalidad que portaba el peronismo. Cfr. QuattrocchiWoisson: 283 – 316. 6 La temporalidad de este proceso abarcó el período 1850 – 1870.

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