Reseña de Memorias de una abanderado. Recuerdos de la Patria Boba 1810-1819

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ESPINOSA, José María. (2010). Memorias de un abanderado. Recuerdos de la Patria Boba (1810-1819). Bogotá, Ediciones desde abajo. 172 p. Boris Caballero

En plena conmemoración Bicentenaria del comienzo del proceso de Independencia de la América bajo dominio español, la editorial de izquierda colombiana Desde abajo, publica una edición de las Memorias de un abanderado que hace más de 140 años fue redactada por su autor en la fría Santa Fe de Bogotá de 1873. La primera edición de esta obra fue impresa por El Tradicionalista en Bogotá durante el año de 1876. José María Espinosa Prieto escribió sus memorias a la edad de setenta y cinco años un poco ya desilusionado por lo que veía se había convertido el sueño de libertad e igualdad, el cual lo movilizó a luchar a la tierna edad de 12 años en la causa por la independencia del colonialismo español. El niño José María, meses después de los acontecimientos que el 20 de julio de 1810 estremecían a la capital virreinal con la declaración de un cabildo abierto y luego la destitución tumultuaria de las autoridades monárquicas y coloniales por el pueblo en la calle, se incorporaría como soldado raso a las milicias que precipitosamente se conformaban en defensa del nuevo poder instaurado. El 20 de julio en Santa Fe se marcaba el inicio de un proceso histórico que aún hoy continúa. Por primera vez, el pueblo llano, los mestizos, los pardos, los indígenas y los blancos pobres o de

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dudosa procedencia, incursionaban en masa en la política solicitando Cabildo Abierto y luego la destitución de las autoridades coloniales que ahora se mostraban a los ojos populares como representantes de un poder arbitrario y despótico. Con la llegada de Antonio Nariño a Santa Fe de Bogotá, después de su liberación de la prisión a que había sido sometido en Cartagena por sus ideas revolucionarias de igualdad y por la estela de persecuciones y sospechas que sufrió desde la traducción de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1793, aumentaría la fuerza y el entusiasmo de quienes esperaban la profundización y radicalización del proceso iniciado en julio de 1810. Se sabía ya del paso dado en Caracas y de las propuestas que desde Cartagena apuntaban a una independencia absoluta del dominio español y a la conformación de un Estado federativo y soberano. Por otro lado, en Santa Fe la influencia del batallón del Fijo de Cartagena, conformado por pardos y negros libres, y la necesidad de defender la situación ganada involucraban a los sectores populares y criollos en una febril carrera militar como nunca antes se había visto durante trescientos años de dominio colonial. Espinosa al describir su incorporación a la milicia que se conformaba en defensa de la Junta de Santa Fe y que sería la base de las fuerzas armadas de la revolución independentista, expone de manera sencilla, pero absolutamente esclarecedora, la importancia que los militares y los sectores populares de la sociedad colonial adquirieron en el curso de los acontecimientos: …tomé servicio en el batallón de Guardias nacionales, del cual me hicieron alférez abanderado. Pero no fui yo en lo sucesivo tan bisoño como cuando tomé servicio, pues había venido a esta ciudad un cuerpo veterano llamado El Fijo de Cartagena…este cuerpo estaba acuartelado en el convento de Las Aguas, y sus oficiales se prestaron voluntariamente a enseñar el manejo de las armas. Concurrían a esta especie de academia varios señores del comercio y muchos jóvenes, Reseñas ISSN 0252-905X

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a quienes los de Cartagena llamaban los paisanos, así como éstos llamaban a aquéllos los chungos, sin duda por ser casi todos gente de color (31) [cursivas del autor].

Los pardos y negros libres en Cartagena eran quienes con mayor entrega se encargaban de ejercer la actividad militar como milicianos y soldados en el sistema colonial imperante en la Nueva Granada y en el resto de la América bajo dominio español. Según deja ver Espinosa con el advenimiento del proceso de Independencia estos grupos jugarán un papel fundamental como transmisores de la formación e institucionalidad militar colonial, constituidos en la base para los nuevos milicianos que masivamente se incorporaban en el nuevo ejército de ciudadanos que el proyecto liberal republicano se planteaba. Esta fase es descrita por José María Espinosa, en el caso neogranadino, de manera detallada desde su propia vivencia como miliciano enfrentado tanto a sus hermanos de causa como a quienes se adscribían al bando contrario como defensores del rey y de España. Pronto se enfrentarían en el seno de las fuerzas que luchaban por la independencia dos posiciones con respecto a la distribución del poder y la unidad neogranadina. Unos fueron llamados centralistas, pues defendían la necesidad de un poder central con un Congreso Nacional con autoridad sobre todas las provincias. En su seno se encontraban representados los intereses hegemónicos de Santa Fe afincados en la tradición de haber sido capital virreinal. Los otros, fueron denominados federalistas, pues rehuían a un poder central y consideraban aplicable, en respuesta a las necesidades de los poderes regionales y de las ciudades capitales de provincias y gobernaciones, un sistema federado con gran autonomía de cada una de las provincias en desmedro de cualquier tipo de poder centralizado percibido como amenaza al poder que ahora asumían las elites criollas locales y regionales. El centralismo, a pesar de también responder al interés hegemónico de las élites santafereñas, trataba de constituirse como una solución defensiva Reseñas

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a un poder que aún no se consolidaba y que por el contrario se encontraba amenazado por las fuerzas que todavía ejercían influencia sobre algunas regiones neogranadinas y apoyaban el orden colonial que el gobierno constituido en España pretendía continuar ejerciendo. El federalismo al inspirarse sobre postulados del sistema norteamericano de gobierno buscaba, en realidad, un soporte ideológico a los apetitos de poder desmesurados de las elites regionales y locales criollas que ante la nueva situación veían la oportunidad de ejercer un poder absoluto sobre sus áreas de influencia heredadas de la colonia. El enfrentamiento político entre los centralistas y federalistas devino pronto en confrontación armada que expresó contradicciones entre provincias, ciudades y al final contra poderes estatuidos como centrales desde la colonia. Este periodo de la historia neogranadina es conocido como la Patria Boba, pues el mismo Nariño acotó esta expresión para expresar la irracionalidad de los enfrentamientos entre patriotas ante el avance del enemigo realista. De allí viene la segunda parte del título de las memorias de Espinosa, Recuerdos de la Patria Boba. Espinosa asumió el partido centralista y sirviendo como abanderado con las tropas al mando de Nariño enfrentará a los federalistas de Tunja en su intento por apoderarse de Santa Fe. Luego cuando los pro-colonialistas se fortalecen con el avance inminente de fuerzas realistas desde Quito hacia Santa Fe y el regreso del absolutismo monárquico en España alienta los ánimos a favor del Rey y en contra de la Independencia, Espinosa marchará como abanderado hacia el sur. Nuevamente al mando del general Antonio Nariño infringirá contundentes derrotas al enemigo realista hasta arrinconarlo en Pasto y sus inmediaciones. La República en 1814 se verá en vilo por una traición a quien con convicción llevaba adelante el ataque de los patriotas neogranadinos contra los realistas. Algunos mandos obligarán a su tropa a abandonarlo en pleno avance hacia la ciudad de Pasto. Antonio Nariño solo y acorralado es apresado por los realistas al mando de José Sámano. Todos estos hechos fueron presenciados como testigo activo Reseñas ISSN 0252-905X

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por José María Espinosa que en sus memorias narra con detalle tal cual como los percibió. Luego vendría un proceso progresivo de derrotas del ejército patriota hasta la reconquista del poder por los realistas con el mando supremo de Pablo Morillo. En ese lapso Espinosa sufriría persecución, torturas y presenciaría la ejecución a manos de los españoles de valientes compañeros de armas que compartían sus ideales republicanos. Las memorias de Espinosa introducen al lector contemporáneo en el acontecer cotidiano de una guerra revolucionaria como la que se libraba en contra del poder colonial español desde su posición como revolucionario luchador por la Independencia. Además de guerrero, Espinosa hace gala de su cultura y capacidad de observación que imprime en sus memorias y en su obra como pintor y dibujante. La edición de las Memorias de un abanderado que en esta oportunidad ofrece ediciones Desde abajo aparece ilustrada con varios de los cuadros sobre las batallas en las cuales participó el artista, acompañada de obras de otros pintores junto con dibujos y retratos de paisajes y próceres que Espinosa también tuvo la oportunidad de conocer. Después de narrar sus peripecias a manos de la represión española y luego del indulto y libertad de que es objeto, Espinosa describe los momentos emocionantes de la llegada de El Libertador a Santa Fe el 10 de agosto de 1810, después de haber derrotado contundentemente, tres días antes, a las fuerzas realistas neogranadinas en la, por siempre recordada, Batalla de Boyacá. La narración de las Memorias termina con una serie de reflexiones de Espinosa alrededor de la continuidad de los valores que se enarbolaron en el Proceso de Independencia; para Espinosa ese periodo de luchas y afincamiento de ideales tiene una carga moral de entrega y de sacrificio que no se percibe en la Nueva Granada de finales de la década de los setenta del siglo XIX, y que además no es valorado. De esta manera es capaz de rememorar una historia contada por el Coronel negro Juan José Rondón, mientras Espinosa lo retrataba, que describía un hecho ocurrido poco antes de la Batalla del Pantano de Vargas Reseñas

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con el que buscaba ejemplificar el nivel de entrega a la causa Independentista por parte de los patriotas: …se acercaron a nuestro campo dos húsares de Fernando VII, seguramente con ánimo de desafiar a dos de los nuestros. Venían en magníficos caballos y muy bien uniformados, con una chaqueta verde guarnecida de pieles…tenían espada, carabina, un par de pistolas, cantimploras…se me presentó un zambito de la caballería del Bajo Apure y me dijo: ‘Mi generá, me da permiso de epantá aquello dos goos?’, ‘¿Y tú solo?’, ‘sí señó’, me contestó el zambito, que estaba medio desnudo, con su lanza, montado en pelo en un caballito que manejaba con una jetera: se precipitó sobre los dos españoles, y cuando se acercó le hicieron tiros de pistola y carabina, pero por fortuna no fue grave la herida hecha al caballo; entonces lanceó a uno de los godos y el otro salió corriendo… pero no obstante esta ligereza fue alcanzado por el nuestro y corrió la misma suerte del primero. El zambo… volvió con un caballo de cabestro, y yo le dije: ‘¡te has lucido!’, a lo que me contestó: ‘Eso no es naa, mi generá’ (157).

Las Memorias de un abanderado que en esta oportunidad Bicentenaria ofrece la editorial Desde abajo, contiene adicionalmente un apéndice donde Espinosa describe su actividad como artista y la relación que esta actividad guardó con su experiencia política y de lucha. Termina con una compilación de retratos de Simón Bolívar, donde logra captar a El Libertador en distintos momentos definitivos en su vida. Podemos ver entre los retratos que se registran a un Bolívar de los últimos tiempos de la unidad grancolombiana donde aparece envejecido y demacrado tal como lo percibió el artista; o un Bolívar moreno con mirada altiva, con uniforme de gala militar, rojo y azul, cruzado de brazos, después de su llegada del Perú en un cuadro al óleo que hoy adorna el Palacio de San Carlos en Colombia y que mantiene viva la obra de Espinosa junto con la imagen de El Libertador; asimismo, un retrato a carboncillo de El Libertador, realizado por Espinosa semanas Reseñas ISSN 0252-905X

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antes del atentado a su vida el 25 de septiembre de 1828, quien nos lo muestra con una mirada vidriosa y melancólica de alguien que ve en peligro la causa de su lucha. Memorias de un abanderado. Recuerdos de la Patria Boba (1810-1819), en esta edición de la editorial colombiana Desde abajo, presenta una rememoración de las vivencias de un hombre que luchó en una guerra de liberación comprometido con unos ideales revolucionarios y que logró no solo retratar con su arte, como dibujante y pintor, sino con sus palabras un momento histórico fundamental. Memoria es un testimonio para quienes queremos comprender el Proceso de Independencia, al igual que cualquier proceso de cambios en la historia, como una realización de tipo colectiva en la que se vinculan hombres y mujeres bajo condiciones establecidas en lucha por determinados propósitos e intereses. Es un documento fundamental que como fuente ayuda a entender el proceso de Independencia, y en el contexto venezolano y colombiano es una oportunidad para hacer de la historia lo que es, es decir, un proceso vivo donde actúan hombres y mujeres de carne y hueso.

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