Reseña de la película Cantinflas

July 14, 2017 | Autor: Naty Rivas Sozinha | Categoría: Cinema, Cantinflas, Peliculas, Reseñas
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Descripción

La estrategia del mimo de la gabardina 1930. En una comuna popular de Veracruz, México, se instala una carpa. Los habitantes del lugar acuden a ella para entretenerse con los espectáculos preparados por los artistas. Un hombre delgado, de bigote escaso y traje remendado, intenta –inútilmente– demostrar sus dotes de bailarín. Tras su infructuosa acuación, el público lo ataca lanzando frutas podridas, botellas y papeles arrugados. Él, que intentó fallidamente ser boxeador y torero, huye del tiroteo. El dueño de la carpa le quita parte del disfraz y lo obliga a enfrentarse a la multitud enardecida. El personaje vuelve al frente, intenta dar un discurso, olvida las líneas previamente preparadas, y empieza a ser él mismo. Mario Moreno Reyes encontró en un momento de nervios e improvisación la clave de la fama y, sin sospecharlo, se convirtió en un comediante, símbolo de identidad para todo un pueblo. Hoy, después de 21 años de su muerte, las personas reviven su historia desde una oscura sala de cine. Cantinflas, dirigida por Sebastián del Amo, además de ser la película más taquillera en México, en lo que va del año, es la candidata para obtener la estatuilla a Mejor Película Extranjera en los Premios Oscar 2015. Las críticas, los escándalos por la herencia del artista, o la acusación de plagio de guión no evitaron que las funciones estuvieran atestadas de personas. La cinta recrea la existencia de Mario Moreno desde la primera vez que se para en un tablado hasta que llega a la cumbre de su notariedad, al arrebatarle el Globo de Oro a Marlon Brando. La narración no es lineal. Existen saltos de tiempo: las épocas se interpolan hasta que Michael Tood, un renombrado productor, después de varios desencuentros, logra que Cantinflas participe en el reparto de su película La vuelta al mundo el ochenta días (1986). En la médula de este relato están los conflictos de Marío Moreno ‘Cantinflas’. Se evidencian su parte comprometida con los derechos de los demás, por lo que fue nombrado presidente de la Asociación Nacional de Actores; su parte egocentrista, por la que se entrega a actividades triviales, poniéndo en riesgo su matrimonio con la rusa Valentina Ivanova; y su parte profesional, por la que se cuestiona y recapacita. Cantinflas consigue ser más grande de lo que imaginó, al personificar al ‘pelado’, como se denominaba a una persona insignificante, de estrato social bajo. Con su indumentaria (pantalones por debajo de la cadera, buzo parchado de color blanco, pañuelo rojo, y sombrero en forma de barquito) se convirtió en un ícono del cine. Fue comparado con Charles Chaplin, uno de los humoristas británicos más populares. Aunque la agudeza de Chaplin era mímica y la de Cantinflas verbal, los dos tenían una estrategia en común: su humor emanaba de la tragedia del hombre común. Si se revisa la historia personal de estos dos artistas emblemáticos, quienes se enfrentaron a condiciones precarias, situaciones familiares traumáticas y a los peligros de la calle, es posible encontrar sentido al postulado de Sigmund Freud, que consideraba al humor como la más elevada operación defensiva frente a la posibilidad de sufrimiento.

Este recurso es, en ambos casos, el eje cuestionador y transgresor por naturaleza, que representa la protesta y la lucha contra la coerción y el sometimiento. Es por esto que Cantinflas resulta un espacio de catarsis, en el que el espectador puede redimirse de sus bajas pasiones al verlas proyectadas en los personajes. En este contexto, Mario Moreno es, como decía el escritor y periodista mexicano Carlos Monsivais, la erupción de la plebe en el idioma. “Antes de él los peladitos -los parias urbanos- sólo existían en el espectáculo como motivos pintorescos… A Cantinflas lo ayuda la integración novedosísima de un lenguaje, no muy seguro de sus significados, y un movimiento corporal que dice irreverencia, desparpajo, incredulidad ante las jerarquías sociales”. Más allá de los numerosos y perfectamente decorados escenarios de Sebastián del Amo, lo que se rescata de esta película biográfica es la cadencia con la que hablaba y se movía el ‘mimo de la gabardina’, que fue capturada a la perfección, y contra todo pronóstico, por el actor español Oscar Jaenada

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