(Reseña a) Seberino Bernardo de Quirós: Arte y vocabulario del idioma huasteco (1711). Edición crítica con anotaciones filológicas de Bernhard Hurch. Madrid/ Frankfurt: Iberoamericana/Vervuert, 2013\", en: RILI 23, 1, 232-237.

October 6, 2017 | Autor: Esther Hernández | Categoría: History of Linguistics, Indigenous Languages, Mayan Linguistics, Missionary Linguistics
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Descripción

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solo a un miembro discursivo. El capítulo 4 describe primero las funciones de estos elementos —según se indica, aportan información subjetiva del hablante, que argumenta en favor o en contra de una conclusión— y después presenta las clases: ilocutivos, modales (que no se tratan en epígrafe independiente) y focalizadores. De los ilocutivos, los que califican la acción de hablar apenas se encuentran en el PCIC. Sí, en cambio, los operadores de concreción, que precisan o ejemplifican, desde el nivel A1 (por ejemplo) hasta el C2 (sin ir más lejos), y los de refuerzo argumentativo, que se incluyen desde el B1. El grupo de operadores focalizadores, heterogéneo en cuanto a categoría y extensión diafásica, tiene la misión de destacar un constituyente oracional. Valga señalar, en la descripción de estas piezas, la variedad de indicaciones sobre matices pragmáticos que se incorporan a la descripción (es el caso, por ejemplo, de los operadores escalares). Los marcadores de control y contacto o marcadores conversacionales, elementos característicos del intercambio dialógico coloquial, que difieren en muchos rasgos del resto de los marcadores discursivos, ocupan el capítulo 5. A las funciones de estas piezas (indicar el inicio o el cierre, la continuidad o la ruptura temática, el cambio de turno), se añade en este caso una advertencia sobre problemas de identificación y de clasificación, que tiene como consecuencia la falta de datos, en el PCIC, acerca del nivel en que se deben estudiar. El grupo se tipifica en iniciadores y finalizadores; asentidores, afirmadores y negadores, y enfocadores del otro. Los primeros recorren todo el PCIC (de por favor, en el nivel A1, a a ver, en el C1). Asentidores, afirmadores y negadores regulan la cooperación entre los interlocutores, y se incluyen desde el nivel B1 hasta el C1. Los enfocadores del otro, también presentes desde el nivel A1, llaman la

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atención del oyente, o solicitan su cooperación, o enfatizan un mensaje, o corrigen, o manifiestan sorpresa. En todos los casos aparecen indicaciones muy útiles sobre el uso más o menos formal; sobre el empleo como elementos independientes o integrados en un enunciado; sobre el grado de cortesía que transmiten, el valor irónico, el momento de la conversación en el que resultan oportunos e incluso la entonación que requieren. Me permito destacar algunas de las muchas virtudes de este manual. La primera de ellas es la habilidad con que se maneja la dificultad que entraña la materia; no es fácil condensar en menos de doscientas páginas la diversidad de valores, matices y comportamientos de los marcadores discursivos, encontrar explicaciones precisas y válidas para el profesor y para el alumno y hacerlo, además, con ejemplificación abundante y oportuna (no hay afirmación, observación, excepción o duda que quede sin testimonio), con referencias internas constantes, con recursos tipográficos que ayudan al aprendiz y con actividades variadas por niveles; esto es, sin perder nunca de vista la claridad y la finalidad didáctica. El libro es, en definitiva, un instrumento sumamente eficaz que ofrece recursos muy abundantes para instruir y para ser instruido en este tema tan complejo. Carmela Pérez Salazar (Universidad de Navarra) Seberino Bernardo de Quirós: Arte y vocabulario del idioma huasteco (1711). Edición crítica con anotaciones filológicas de Bernhard Hurch, con la colaboración de María José Kerejeta. Madrid/ Frankfurt/México: Iberoamericana/ Vervuert/Bonilla (Colección Lingüística

Misionera, 3) 2013. 256 páginas. ISBN 978-84-8489-747-7. Este libro presenta un estudio introductorio y una edición crítica de la obra manuscrita de Seberino Bernardo de Quirós, Arte y vocabulario del idioma huasteco (1711). Aunque la existencia de este códice era conocida, ya que figuraba en el catálogo de Viñaza (1892: 136), su hallazgo no se ha producido hasta 2012, cuando el editor Bernhard Hurch la ha encontrado casual y felizmente en la Biblioteca del Instituto Ibero-Americano de Berlín, dentro del legado de Walter Lehmann. La edición de este manuscrito es una excelente noticia para quienes estén interesados en la lengua huasteca y, en general, para todos aquellos investigadores de la historiografía y de la historia de la lingüística colonial americana. En el estudio introductorio, Hurch hace un agudo y completo análisis lingüístico del manuscrito, y reflexiones muy pertinentes sobre este género de obras que sobre las lenguas indígenas se hicieron durante el periodo colonial. Desde el punto de vista historiográfico, el documento posee un gran valor al tratarse de la gramática y el diccionario de la lengua huasteca más antiguos que se conservan, dado que la Noticia de la lengua huasteca de Tapia Zenteno (TZ en adelante) fue publicada en México en 1767 y el arte y vocabulario huastecos, que fray Andrés de Olmos habría redactado en la segunda mitad del siglo xvi, nunca se han llegado a encontrar. Precisamente por ser un documento manuscrito constituye un yacimiento lingüístico para sentar las bases del conocimiento del desarrollo histórico de la lengua huasteca, lengua maya que se encuentra fuera del ámbito territorial de las lenguas mayas y cuyo primer testimonio escrito es la Doctrina de Juan de la Cruz, impresa en México en 1517. De

igual forma, el documento permite descubrir aspectos del español hablado en esa área en los principios del siglo xviii, el cual, como señalaré después, presenta una marcada interferencia de la lengua maya en sus aspectos fonográficos. Habrá que esperar, por otra parte, a que Hurch edite también el otro manuscrito que ha hallado en Berlín, la Conversación, otro texto original en huasteco —al parecer de otro autor y otra mano—, para conocer mejor la historia de esta lengua maya. Estaremos, pues, frente a dos primeros testimonios lingüísticos que permitirán describir los rasgos fonológicos, gramaticales y el léxico de esta lengua. Las decisiones que Hurch ha tomado para realizar la edición de los textos (Dedicasion, pp. 46-44; Aprobasiones, pp. 54-65; Arte del idioma guasteco, pp. 66-140; Bocabulario del ydioma guasteco, pp. 140-249) son muy acertadas. Primero, por la excelente calidad de la impresión del facsímil y segundo por la cómoda lectura que facilita su presentación. En el caso de la gramática, el lector visualiza en la página de la izquierda el facsímil con unas fotografías espléndidas y en la de la derecha tiene la transcripción paleográfica, seguida de la transcripción crítica. En el caso del diccionario, se presenta la transcripción paleográfica, acompañada de unas notas críticas muy rigurosas. Hay que destacar que la transcripción es excelente, pues sólo he detectado unos cuantos errores de lectura o erratas en la paleográfica (f. 2 pabtista por baptista, f. 11 hapla por habla; f. 12 Loasa por Loaysa, f. 59 amontanar por amontonar, f. 100 sila por silla, f. 104 villa por uilla). La transcripción crítica es también impecable en todos los aspectos (en las grafías, puntuación y acentuación), pero sobre todo hay que destacar el valor añadido de esta edición, en la que se ha complementado la transcripción del manuscrito con los resultados

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del trabajo de campo realizado por el editor en la actualidad. La descripción del huasteco que hizo Bernardo de Quirós (BQ en adelante) es de la variante de San Juan Potosí y el editor ha entrevistado a dos informantes hablantes de huasteco, lo que le ha permitido situar en esa misma área el dialecto, dado que estos coinciden en situarlo en Tanjalás por determinadas especificidades léxicas, lo que ha contribuido además a tratar de resolver algunas cuestiones espinosas de índole fonológica en la transcripción del texto. La introducción consta de las siguientes partes: 1. El original, pp. 9-15; 2. Sobre Quirós, pp. 15-17; 3. La estructura del manuscrito y su descripción física, pp. 17-19; 4. Quirós y Nebrija, pp. 19-23; 5. De la Cruz, Quirós, Tapia Zenteno. Sobre la posición del manuscrito en la historia del estudio del huasteco, pp. 23-25; 6. Peculiaridades y alcance del manuscrito, pp. 25-33; 7. Sobre la edición, pp. 33-37; 8. Notas técnicas sobre la edición y lista de abreviaturas, pp. 37-39; Referencias bibliográficas, pp. 39-43. A continuación, trataré de exponer, de modo global, algunos de los valores más sobresalientes que, a mi juicio, este estudio posee y haré algunas anotaciones críticas de cara a una siguiente edición del libro. Un análisis minucioso de los detalles formales del documento (la encuadernación, cómo se superponen los trazos de la escritura, o del «estilo de la escritura» [p. 16]) lleva al editor a determinar cómo fue el proceso de creación, distinguiendo en el códice tres partes bien diferenciadas. Sostiene que la dedicatoria tiene un origen independiente, mientras que las aprobaciones y el arte muestran indicios de ser una copia. De «la parte más importante, el diccionario» (afirmación con la que estoy totalmente de acuerdo), asegura Hurch que «refleja el proceso de su propia creación, es decir, que se trata exactamente de la versión

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surgida en el transcurso de la encuesta» (p. 17), para lo que encuentra evidencias en algunos detalles gráficos (pp. 17-19). Determinados pormenores le conducen a conclusiones relativas al modo de elaboración; por ejemplo, el hecho de que el apartado del verbo llene un pliego independiente le hace pensar que fuera escrito o copiado por separado. Luego, ve incongruencias estructurales tales como que entre el f. 40 y f. 41 haya un salto de contenido, que interpreta como error al hacer la copia, dado que el pliego está completo. A su planteamiento diferencial entre las partes del manuscrito añadiré que, en el nivel fónico, el español del manuscrito presenta una interferencia muy notoria de la fonética maya, como es la articulación bilabial /m/ de la nasal alveolar /n/ en el final de palabra. Este fenómeno está presente en la dedicatoria (folio 1 elecsiom, ofresem; f. 2 esperabam, aterram, f. 3 Juam) y en múltiples entradas del diccionario (açadom, açafram, etc.; incluso numca, en final de sílaba). Este reiterado lapsus, que apunta a que sea obra de la misma mano o del mismo autor, no lo encontramos ni en el arte, ni tampoco en las aprobaciones. (se podría también analizar la —aparentemente— caótica y singular representación de vibrante simple /r/ y la múltiple /r/ acaso relacionada con la retrofleja /r/ propia de las lenguas mayas). En cualquier caso, al menos en la representación fonográfica del español, se trata —cuando menos— de indicios de la «oralidad» de esas partes del documento. A decir verdad, el arte y el vocabulario son entidades muy distintas estructural y formalmente, y quizá incluso hubiera cabido esperar del autor una alusión textual a su interdependencia, si los hubiera compuesto al tiempo o de manera sucesiva. Otra singularidad de este documento y que lo hace muy interesante se refiere al propio autor, pues lo habitual es que las gramáticas y los diccionarios coloniales los escriban los propios religiosos para sus

propósitos misionales, de ahí que sean el objeto de estudio de la Lingüística misionera (LM, en adelante) En este caso, en cambio, se trata de un avezado estudiante o «bachiller», quien, según los datos que proporcionan los firmantes de las aprobaciones, se atreve a codificar la gramática del huasteco y a inventariar su léxico y, además, en un tiempo relativamente tardío (las primeras codificaciones de otras lenguas mayas se hicieron ya en el siglo xvi). En cualquier caso, podemos decir que se trata de una obra «misionera» (el libro pertenece a la colección de LM que dirige Otto Zwartjes de la editorial Iberoamericana/ Vervuert) porque con toda claridad señala en el prólogo al lector que el arte lo escribió: «para que los curas de las almas deste idioma con mas esplanacion y mas seguros [...] puedan con mas facilidad avilitarse; y aserse mas idoneos para el govierno espiritual de dichas almas». Lamentablemente, no se ha encontrado ningún dato de la vida del autor. En este sentido, opino que es más probable que el primer apellido fuera el compuesto «Bernardo de Quirós», lo que quizá dé algún resultado en una búsqueda futura de información. En el siglo xviii y a finales del xvii eran habituales los impresos de obra compuesta por arte, vocabulario, catecismo y manual. El manuscrito, que no tiene una numeración original, sabemos que está incompleto puesto que se mencionan partes que faltan del códice hallado en Berlín. El editor atribuye la dispersión a que su finalidad y destinatarios son distintos: «El diccionario y la gramática no parecen destinados a un uso cotidiano sino para la continuidad del trabajo misionero, los textos utilitarios servían, por el contrario, en la labor pastoral diaria» (p. 19). Ciertamente, el arte y el diccionario tenían un mayor recorrido de uso en el tiempo y quizá ello los haya rescatado de su eventual pérdida o desaparición.

Sin duda, para la LM las gramáticas escritas por los religiosos proporcionan «las pruebas documentales y descripciones más antiguas para los estudios históricos, y con ello constituyen su base empírica [de las lenguas indígenas]» (p. 19), pero también es verdad que la lingüística en general no siempre las ha tenido en cuenta. Por eso, sería muy interesante aportar datos en el futuro que corroboren la idea de que los grandes proyectos de la Ilustración y lo que vino después (como la recopilación de Hervás y Panduro, el Mithridates, o el trabajo lingüístico enciclopédico de Guillermo de Humboldt) tuvieron en cuenta los trabajos lingüísticos de los religiosos (ibid., y nota 19). La influencia de Nebrija es un tema clásico de la LM y, a tenor de ello, Hurch hace una serie de consideraciones generales muy oportunas que valen para la mayoría de las gramáticas o vocabularios coloniales. Respecto de la gramática huasteca, ofrece información bibliográfica actualizada (comparto, por cierto, su opinión crítica respecto de la pésima técnica de edición empleada por Acuña en la obra de TZ [nota 21]). Hurch describe la estructura del contenido de la gramática de BQ; en el caso del verbo, dice que construye los paradigmas siguiendo el modelo latino, y que está demasiado pegado a su modelo. Aduce una serie de ejemplos: los verbos huastecos están injustificadamente traspuestos a las tres conjugaciones latinas; se reproducen exactamente las categorías temporales, las formas verbales infinitas, etc. a las del modelo latino-románico, etc. Respecto del vocabulario huasteco, me gustaría añadir algunas matizaciones a las atinadas observaciones de Hurch sobre el asunto del modelo que siguió. En efecto, BQ copió las entradas de Nebrija –con la misma técnica, dicho sea de paso, que la mayoría de los vocabularios hispano-amerindios– pero pienso que al tiempo seleccionó las palabras que más le

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convenían a sus propósitos, introduciendo algunas (pocas) innovaciones, en forma de palabras derivadas (aporcado, apreñear, entre otras). Evidentemente, la selección de palabras que BQ realiza obedece no tanto a cuestiones de uso, como a lo que la propia tradición nebrisense impone; sin embargo, a mi modo de ver, el vocabulario inventariado es tan básico que en él cuesta distinguir un sesgo marcadamente religioso (caben en él también algunos elementos tomados de la realidad indígena: comal o chigaro ¿’cigarro’?). Por otro lado, en distintas catas léxicas que he realizado, no hallo ninguna evidencia de que emplease la edición de 1516 del vocabulario de Nebrija, pues las entradas analizadas ya figuraban en c.1495, y además pienso que habría que hacer un estudio léxico exhaustivo para confirmarlo, si bien lo más probable es que en 1711 el autor tuviera a mano otras ediciones posteriores a la de 1516. Expuestas estas consideraciones, coincido con que pese a que BQ se ciña a Nebrija, «no se debe subestimar su importancia. Más allá de una valoración desde la lingüística, sólo el material léxico recogido es de gran importancia, especialmente desde el punto de vista histórico, y por ello más que una mera pieza arqueológica por cuestiones de parentesco y de representación de peculiaridades de tipología areal» (p. 22). Hurch muestra la posición del manuscrito en la historia del estudio del huasteco, ofreciendo un estado de la cuestión y proporcionando una descripción crítica sobre los estudios de la obra de Olmos, de la Cruz y, sobre todo, de TZ, lo que resulta de utilidad para los interesados la historia del propio huasteco y para quienes estudien su relación con las lenguas vecinas y con otras lenguas emparentadas de la familia maya. Deja puntos abiertos y sugiere muchos caminos de la investigación por los que seguir; por ejemplo, «la comparación de Quirós con el único texto antiguo que se

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conserva (De la Cruz 1517)» (pp. 23-24); además, él mismo tiene previsto realizar un estudio en profundidad para comparar las primeras dos gramáticas: la de BQ y la Noticia de TZ (nota 30). En una nueva edición de este libro, habrá que corregir la nota 26, que está descolocada, y la redacción sobre el asunto de los escritos mexicanos de Olmos, que tampoco llegaron a imprimirse (p. 24). Finalmente, sugiero al autor la consideración de que quizá no se deba descartar del todo que BQ hubiera podido disponer del arte y/o del vocabulario huastecos de Olmos, hoy en paradero desconocido. Llego ya a la parte más importante del estudio introductorio, la que trata del diccionario. Señala Hurch que no pretende hacer un estudio exhaustivo de la historia de la fonología huasteca, sino, por un lado, ofrecer el texto de BQ de una manera comprensible y, por otro, cotejar las entradas léxicas con fuentes coetáneas (TZ) y modernas, para aclarar las formas léxicas inventariadas en el diccionario. Como en la obra de TZ, la parte de diccionario es la más extensa. En el caso de BQ, contiene apenas 2300 entradas. Desde luego, si la ortografía con que se representa la fonética huasteca resulta tan transparente o parece tan oral como lo es en el caso de las grafías del español, podríamos estar frente a unos materiales muy valiosos para estudiar la diacronía de la lengua indígena (desde mi modesta opinión no especialista en lenguas mayas). La edición del diccionario y su riguroso aparato crítico ofrece mucho material de estudio. Las palabras no registradas por TZ suponen casi una quinta parte del diccionario, de modo que el estudio enriquece lo que se conocía hasta ahora. Hay un segundo grupo de palabras que se encuentran tanto en BQ como en TZ, pero no en los lexicógrafos modernos. En opinión de Hurch, el motivo de tales ausencias puede ser un cambio lingüístico, pero también se puede tratar de olvidos casuales,

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facilitar un sitio web para tener acceso a más comentarios, basados en material obtenido durante el trabajo de campo. Para reducir la arbitrariedad de la selección de los comentarios, por cuestiones de espacio, utiliza los siguientes criterios: 1) los étimos se anotan una sola vez, 2) los comentarios relativos a cuestiones controvertidas tienen preferencia sobre las que no dan lugar a dudas, 3) a causa de lo restringido del espacio, se han dejado de lado cuestiones que resultan obvias para el lector. Hoy día, que las instituciones y las bibliotecas ponen a disposición pública versiones digitalizadas de los libros antiguos y los manuscritos por Internet, cabe cuestionar para qué sirve editar textos de esta naturaleza si de tan fácil acceso resultan al estudioso las imágenes fotográficas de tales códices. Pues bien, este es un ejemplo de libro bien hecho, que justifica sobradamente la necesidad de este tipo de edición, cuyo formato, metodología y criterios filológicos sirven de modelo para la edición de las gramáticas y los diccionarios coloniales. Esther Hernández (CSIC-Instituto de la Lengua Española) Antonio Narbona Jiménez (Coord.): Conciencia y valoración del habla andaluza. Sevilla: Universidad Internacional de Andalucía 2013. 329 páginas. ISBN 978-84-7991-237-4. En septiembre de 2012, del 17 al 21, tuvo lugar en Sevilla, en la Universidad Internacional de Andalucía (UNIA), el curso «Conciencia y valoración del habla andaluza». El volumen aquí reseñado recoge las intervenciones de los profesores del curso, publicadas un año después de la mano de la misma casa que acogió el evento. El curso que supuso el origen de esta obra se inscribe en un proyecto mucho más

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de omisiones conscientes, etc. En el caso de étimos que figuran en todas las fuentes o al menos en las antiguas y en parte de las modernas, hay que centrar la atención principalmente en los cambios semánticos y/o fonológicos. Incluso en el caso de las entradas ya conocidas a través de otras fuentes, se mejora la situación documental por el hecho de que se amplía la base material de los antiguos monumentos escritos, tan escasos. El editor expone las precauciones que se deben tomar a la hora de interpretar las grafías del texto, debido a (1) la falta de normas ortográficas, (2) distinta relación entre fonemas y grafemas en español y en huasteco, (3) las diferencias reales entre las fonologías del español y del huasteco y (4) la falta de competencia como hablante nativo de BQ (él mismo lo dice). Como suele ser habitual, el terreno más sensible es el de las sibilantes y, aunque el editor manifiesta que el español no es su objeto de estudio, este texto también resulta de enorme interés para el esclarecimiento de la fonética histórica del español en esa área. Después del análisis de casos concretos de fonemas y sus representaciones (pp. 30-32), Hurch concluye que no es posible saber cuál era el conocimiento activo de BQ del huasteco y que todas las evidencias muestran que elaboró su diccionario con la ayuda de informantes. La escritura no se realizó de forma independiente, es decir, como resultado de reflexiones propiamente lingüísticas, sino a través de la mediación de correspondencias entre fonemas y grafemas del español, principalmente. Sin duda, uno de los valores más importantes de esta edición es el aparato crítico en forma de notas a pie de página, que contienen rigurosos comentarios filológicos de las entradas del diccionario. Es un acierto que no se haya modernizado la ortografía del diccionario, ni la de la versión española ni las equivalencias huastecas. Pero además, Hurch introduce una novedad más, como es

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