RESEÑA A NIGEL WILSON, FILÓLOGOS BIZANTINOS

June 5, 2017 | Autor: J. Castro del Álamo | Categoría: Byzantine Literature, Byzantine Studies, Middle Ages
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Descripción

Nigel Guy WILSON, Alejandro CÁNOVAS, Félix PIÑERO TORRE (Trads.), Filólogos bizantinos. Vida intelectual y educación en Bizancio (Madrid: Alianza, 1994)

José CASTRO DEL ÁLAMO

Nigel WILSON es un Filólogo Clásico. Estudió en el Corpus Christi College de la Universidad de Oxford (1975). Luego trabajó como profesor en el Merton College de la misma entidad universitaria. Más tarde se unió al Lincoln College, hasta su jubilación en 2002. Un año antes, recibió el Doctor Honoris Causa en la Universidad de Uppsala. En 2015 recibió la Medalla Kenyon de Estudios Clásicos. Entre sus publicaciones cabría destacar: junto a Dimitrije I. STEFANOVIĆ, Manuscripts of Byzantine chant in Oxford (1963); An Anthology of Byzantine Prose (1971; reed. en 2013); Mediaeval Greek Bookhands. Examples Selected from Greek Manuscripts in Oxford Library (1973); con Leighton DURHAM REYNOLDS, Scribes and Scholars: A Guide to the Transmission of Greek and Latin Literature (1991); From Byzantium to Italy. Greek Studies in the Italian Renaissance (1992); Encyclopaedia of Ancient Greece (2006); Colaborador en el Oxford Handbook of Byzantine Studies (2008). En cuanto a los traductores, sobre Alejandro CÁNOVAS, no he conseguido información alguna. Por otro lado, Félix PIÑERO TORRE es profesor titular de Filología Griega en la Universidad Complutense de Madrid. Entre sus publicaciones hay que reseñar: Estudios sobre el texto de los Argonautica de Apolonio de Rodas (1974). Como traductor de Louis HJELMSLEV, Principios de Gramática General (1976), La Categoría de los casos. Estudio de Gramática General (1978); Henry LYONNET, La España desconocida (2002). Los dos juntos han traducido también a Maurice GROSS, Modelos matemáticos en lingüística (1976). Esta obra fue realizada en 1983. Surge una versión revisada en inglés en 1996. Más tarde hay otra edición por la Medieval Academy of America en 2013. El volumen se divide en prólogo, trece capítulos sobre filología y filólogos bizantinos, un epílogo, y un índice analítico, que se divide en los manuscritos utilizados para argumentar las ideas del autor; y en escritores. En la introducción, Nigel WILSON expone algunos aspectos importantes de la filología en Bizancio: la moda aticista de escribir el griego, que aprenden y enseñan los bizantinos, y la convivencia entre literatura pagana —la cual se utiliza para enseñar a escribir el griego— y la literatura cristiana —también en la lengua de Platón, que se utiliza para llegar a la verdad—. 

Graduando en Historia por la Universidad Autónoma de Madrid. Contacto: [email protected]

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En el segundo capítulo, el autor se dedica a dar una panorámica de las principales escuelas que existían en los territorios bizantinos, como son Alejandría, Atenas o Constantinopla, y su importancia para la pervivencia de la cultura clásica y los avances en filología cristiana. En el tercer capítulo, intitulado «La Edad Oscura y la Iconoclasia», se da importancia a dos innovaciones: la aparición de la escritura cursiva-minúscula y el uso del papel. Los siguientes tres capítulos, se dedican a figuras estelares como León el filósofo (en el índice aparece erróneamente como Lerí), Focio y sus obras, además de Aretas y su biblioteca. En la séptima entrada del índice, Nigel Guy se propone describirnos el panorama filológico desde Aretas hasta el final del siglo x d.C. Existen varios escribas, aunque no se puede averiguar si trabajan por su cuenta, o por otro lado, son resultado del patrocinio de algún rico. Destaca el monje Efrén, y el interés del emperador Constantino Porfirogénito, que aparte de autor de obras como De Administrando Imperio, es el patrocinador de recopilar obras sobre Zoología y la Geoponica, una enciclopedia de agricultura. También se le debe la reunión de obras de carácter militar, y de historia de los primeros siglos de Bizancio, incluso antes (i-vii d.C.). También se estudia la Suda, una enciclopedia-diccionario de 30.000 entradas. En la actualidad se la concibe como una gran fuente, ya que algunas obras que cita, o epítomes que incluye, han desaparecido en su forma original. Pero el uso que se le dio en la época fue el de conocer las partes del vocabulario griego que hay que utilizar para ser un gran retórico. El siguiente capítulo se dedica exclusivamente al siglo undécimo. Este momento temporal se encuentra dominado por la figura de Miguel Pselo, amigos y discípulos suyos —Juan Mauropo, Juan Italo—. Para Miguel Pselo, la belleza literaria se encuentra en autores como Lisias, Demóstenes, Luciano, Filóstrato, Heliodoro y Aquiles. Es un lector de literatura patrística y clásica, como es evidente. Otro producto de este siglo es el epítome de la obra de Dion Casio, debido a la factura de Juan Jifilino. En «Desde Alejo Comneno hasta la Cuarta Cruzada», se analiza la labor de Gregorio de Corinto, los Tzetzes, y Miguel Coniates entre otros. El siguiente capítulo, el décimo, se dedica al uso de la lengua griega en Italia y la isla de Sicilia, desde el Mundo Antiguo hasta el siglo xii. Ravena, al igual que Roma — principalmente al sur de la caput mundi— fue una ciudad bilingüe, y hasta el Renacimiento, se seguía hablando griego en el sur de la Península Italiana y, en Sicilia, en la ciudad de Mesina. Para el autor, 1204 supone el fin del Imperio Bizantino, ya que en ese momento muere culturalmente, debido a la Cuarta Cruzada. Aún con esto, hay que asegurar que los «botines» arqueológicos de la Catedral de San Marcos (Venecia), han logrado sobrevivir gracias a que no se encontraron en su lugar de origen. Un imperio, por lo tanto, no se mide únicamente por su poder político (1453 y su función práctica: ¿Define 2

esta fecha al Imperio y su fin, o es, en ese momento, algo que no es un Imperio, y que no es bizantino?). Los filólogos de Nicea, son comparados con los anteriores, de forma negativa, resultando mediocres. Además, otro cambio de 1204 es el nuevo interés que se muestra por Occidente, gracias a la conquista latina: Occidente ya no se concibe como una Iglesia cismática y unos mercaderes. Esto es lo que destacaría del capítulo undécimo. En el siguiente, se aborda el Renacimiento paleólogo. La crisis política coincide con el mayor nivel cultural. Existe un activo grupo de intelectuales, donde destaca Máximo Planudes, quien tiene una característica muy útil: conoce el latín, algo poco común en Bizancio. Era una persona muy polifacética, pudiendo dedicarse a las siete ramas del cuadrivio y el trivio. Su autor favorito parece que fue Plutarco. En esta cronología, entre el 1282-1328 destacan otros eruditos como Juan Pediásimo Poto, Jorge Paquímeres, Jorge Lacapeno, José Rhakendytes —o el filósofo—, Manuel Moscópulo o Tomás Magistro. Metoquites y Demetrio Triclinio cierran este capítulo. Empezando «Los epígonos», se trata de los últimos cien años de Bizancio. Para el autor, los filólogos —con excepciones— son de muy bajo nivel, y sus manuscritos no tienen valor. Las discusiones bizantinas, agotadas en teología por el cisma entre Oriente y Occidente, se ven sacudidas por una nueva cuestión: el movimiento hesicasta. El coleccionismo italiano y la búsqueda de fuentes griegas, además del interés por aprender el griego en Italia, habría que entenderlo más como una incapacidad bizantina por administrar la cultura y la herencia helena. Así, son varios los eruditos bizantinos que eligen como lugar de residencia la Península Italiana. Entre las personas que hay que destacar están: Nicéforo Grégoras o Simón Atumano. La última parte del libro se dedica al epílogo, donde se destacan dos ideas clave. El autor se muestra en contra de GIBBON. Este último, da una visión de los bizantinos pasiva y con el reproche de no haber sabido apreciar el legado de la Antigüedad en su beneficio. Con lo que hemos visto que se describe en esta obra, queda demostrado que no fue así —los estudiosos bizantinos escogen las obras que copian, las modifican y corrigen según veían conveniente; incluso las comentan—. El método de PFEIFFER y su historia de la filología, es otro tema tratado en este apartado: para el autor, realizar una historia de la filología mediante personajes eminentes implica no aceptar la idea de que existen progresos en filología que no pueden ser adscritos a una persona en concreto. El humanismo y Bizancio es otro asunto clave, ya que para WILSON, los filólogos bizantinos, aunque se encuentren entre la Antigüedad y el Renacimiento, tienen poco que ver con estas dos etapas que abren y cierran la historia del Imperio Romano de Oriente. En primer lugar, debido al rasero cristiano que englobaba a la filosofía; en segundo lugar, la retórica pasa a un lugar inferior porque ya no es útil. Si se quiere, podríamos comparar a Focio con Erasmo y veríamos la diferencia entre el humanismo bizantino y el humanismo europeo: 1. Si Focio y Erasmo están de acuerdo en realizar un estudio filológico con los textos cristianos, el primero se preocupaba de puntuar bien a san Pablo, para 3

evitar la herejía maniquea. El segundo se preocupó de llegar a tener un Nuevo Testamento puro. Este podría ser un punto en común 2. En cambio, la diferencia entre el humanismo europeo y el bizantino estriba en la expansión y aceptación de este método para las letras sagradas (o no sagradas). En Bizancio es un tema de círculos cerrados, sin expansión social. En cambio, en Italia y en Europa, el método filológico, y el estudio de las Escrituras es algo recurrente y candente, que llega a ser tema político, casus belli, y también crea seguidores (luteran-ismo, calvin-ismo, erasm-ismo). Entre las ideas que me gustaría destacar se encuentran las siguientes: la obra es una historia de la cultura bizantina muy esclarecedora. Con ella he averiguado qué es lo que se pensaba en Bizancio, la memoria colectiva, y con qué materias se reconocen culturalmente hablando. Los bizantinos se reconocen romanos, y por lo tanto, herederos del mundo griego. La educación que enseñan y aprenden es en gran medida la de la antigüedad: se basa en ejercicios mentales y reiterativos: el objetivo es llegar a memorizar los textos clásicos y la Biblia. Se copia y transcribe a los autores clásicos desde una perspectiva cristiana: así por ejemplo, a Homero, el mejor escritor, se le atribuyen mediante alegorías, una visión cristiana, buscando ejemplos entre los relatos bíblicos y los suyos ¿Cuáles son las lecturas griegas clave, los textos que más se leen y copian a mano? Arístides, Aristófanes, Aristóteles, Calímaco, Demóstenes, Eurípides, Hesíodo, Homero, Plutarco, Platón, Píndaro, Tolomeo y Tucídides. De ellos se realizan antologías que se comentan en clase, y epítomes para un uso personal, en bibliotecas de eruditos y curiosos por el pasado bizantino. Con esto se busca un objetivo: que el Imperio Bizantino, llegue a tener tantos destellos y fascine como el Imperio Romano y el de Alejandro, es decir, que el presente llegue a ser tan importante o tan grande como lo fue el pasado. Bizancio, culturalmente, es sinónimo de recordar el mundo grecorromano y el cristianismo.

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