Representaciones, violencia delictiva y medios de comunicación. El rol de los medios de comunicación (2006)

Share Embed


Descripción

representaciones, violencia delictiva y modelos de prevencion
El rol de los medios de comunicación





(((


Daniel Hector Scarfo
FLACSO





Buenos Aires, 1 de febrero de 2006



Escribir es la violencia más grande porque transgrede la ley, toda ley, y
su propia ley.
Maurice Blanchot.
Sólo lo que no necesita ser comprendido pasa por comprensible; sólo lo que
en realidad está enajenado, la palabra convertida en jerga comercial,
resulta familiar.
Theodor Adorno

El Lenguaje y La Construcción de la Subjetividad


I¿Con qué lenguaje los medios tratan y definen la violencia delictiva?
El lenguaje es un lugar privilegiado donde construimos las imágenes de
nuestro mundo. Es allí donde se constituyen nuestra identidad y valores. El
modo en que se habla en determinado espacio social puede "decirnos" mucho
sobre lo que nos inquieta. Uno de esos espacios hoy privilegiados en cuanto
a los discursos circulantes son los medios de comunicación. En ellos y
junto a ellos, el lenguaje construye subjetividad. Y en lo que refiere en
particular a los discursos sobre la violencia, si la misma, tal como es
hablada en los espectacularizados medios, nos reduce a cierta impotencia
es, en primer lugar, porque remite a una ausencia: "el principio
constitutivo del espectáculo es la muerte entendida como la gran ausencia
del significante" (Subirats 2000).
`
No es sin duda ésta una manera muy optimista de comenzar un texto.
Pero el lenguaje melodramático de los medios permite una manera particular
de vincularse con esa ausencia y con la violencia delictiva. Es
indispensable entonces tener en cuenta que roles juegan este lenguaje y la
comunicación en la estructuración de la subjetividad individual y cuál es
su contribución a la conformación de la dimensión imaginaria de las
experiencias de violencia y la segmentación cognitiva de la realidad, así
como recordar su centralidad en la fabricación social de los estados
emotivos y de los mundos de ilusiones, promesas, expectativas y deseos;
visualizar a través de qué mecanismos el lenguaje de los medios constituye
simbólicamente a los sujetos sociales, recreando significaciones culturales
imaginarias particulares y mundos valorativos, volviendo posible al mismo
tiempo un tipo específico de interacción y diálogo con la violencia
cotidiana.


Lenguaje y construcción de la subjetividad, entonces, temas que pueden
hacer, y que han hecho, las delicias de los románticos; lenguaje con el que
hablamos y pensamos la violencia. Pero ¿cuáles son las conversaciones de
ese lenguaje? ¿Y cuáles son los mecanismos mediante los cuales las
construimos en la vida cotidiana? (Clegg)[1] Más que partir de una realidad
exterior a ellas, que nuestro lenguaje ni oculta ni revela, nuestras
conversaciones son juegos del discurso del poder, como viera Foucault. Y en
lo que refiere específicamente a los medios, Mumby (1998) examinó esos
juegos narrativos entendidos políticamente y Habermas (1987) resaltó las
pretensiones de verdad de los mismos y de sus actos de habla que podían
convertirse, en palabras de Edelman (1964), en "una gratificación
sustitutiva del placer de remodelar el medio ambiente concreto"[2] o, dicho
de otra manera, en una redención de la violencia. Es decir, el lenguaje
mediático sobre la violencia delictiva quiere narrar, contar, ponernos al
día, satisfacernos temporariamente, melodramáticamente, mientras "remodela"
por nosotros, en nosotros y con nosotros el "medio ambiente concreto".


Nadie discute a los medios como agentes de socialización. Si esto es así,
contra los defensores del mero entretenimiento y la industria como función
primordial de los medios, y acordando en que la calidad del lenguaje de los
mismos enriquece nuestra existencia política, se ha afirmado con razón que
no es irracional abogar por un sistema de mediaciones simbólicas que
facilite un marco reflexivo que haga ese lenguaje más inmune a su
violentamiento (A. Teijeiro, Farré, F. Pedemonte 124), en tanto tales
mediaciones simbólicas contribuyen a nuestro conocimiento del mundo y
nuestro accionar en el mismo. Pero si la socialización es siempre
coercitiva, si una lengua es "un dialecto con un ejército" como la
definiera Max Weinreich, si "la lengua siempre fue compañera del imperio"
tal como advertiera en 1492 el humanista Antonio de Nebrija en el prólogo a
la primera gramática castellana, si una lengua sin Estado es una lengua en
peligro, la violencia se encuentra ya en la historia de la lengua que se
desea inculcar o proteger, circunstancia omitida por quienes raudamente
afloran en la escena pública condenando sin más la procacidad del lenguaje
mediático.


Ahora bien, los relatos sobre nuestra vida que nos llegan de los
medios para conocer nuestro propio mundo construyen parte importante de su
agenda sobre la base del mundo del delito (Martini). Las formas de narrar
tales delitos van de la crónica roja al periodismo judicial y gracias a
esas narraciones sabemos quienes son peligrosos antes de salir a la calle.
Es más, la calle misma se convierte en peligrosa y violenta: el discurso
mediático sobre la violencia convertido en melodrama vuelve indefensos los
espacios urbanos (Monsiváis) participando de la construcción del miedo en
la ciudad.


También los trabajos de Rossana Reguillo y Susana Rotker exploran la
construcción social del miedo en los conglomerados urbanos. Pero estas
autoras no alcanzan a responder a la difícil pregunta sobre las palabras a
usar frente a ese contexto. Porque, si tal como revela una investigación
realizada[3], periodistas y policías se refieren a sí mismos y a los otros
con las mismas palabras, ¿qué diferencia sus discursos y miradas? ¿Y para
qué se usan las palabras en los medios? Silvina Ramos y Anabela Paiva
muestran sin embargo como los medios en Brasil, y en particular la prensa
gráfica, han alterado sus estrategias de cobertura abandonando
progresivamente las viejas prácticas de los reportajes policiales,
sensacionalistas y vinculados a cambios de favores por fuentes (1), con una
mayor preocupación en sus palabras con repecto al respeto de los derechos
humanos. De cualquier manera, hay aún mucho camino por recorrer en ese
sentido, como veremos más adelante, y especialmente en el discuso
audiovisual.


Alsina identifica tres contratos en el discurso audiovisual: hacer
saber que lo que se dice es verdad, mover a la acción, deleitar. Y nuestro
mundo verbal cotidiano está construido en buena parte en ese discurso
audiovisual por donde circula el poder, donde se construyen regímenes de
verdad y a través del cual se redime la violencia en un marco de
entretenimiento familiar y hogareño. El género policial, en particular, es
uno de los más fuertes para construir representaciones de aquello que nos
amenazaría, tramando el sentido de la vida cotidiana (Martini).
Especialmente vía la televisión, nos suministra temas de conversación en
casa sobre lo que amenaza a la casa.


La violencia es una palabra inquietante en la casa y en la vida
cotidiana tal como es representada en los medios de comunicación. Se mueve,
nunca está quieta, nos elude y la buscamos, pero luego se nos acerca y
buscamos que nos eluda. Pero, además de cotidiana, esta palabra se halla en
muchos otros discursos. Es una palabra pero también un estilo que hace
posibles ciertas conversaciones y emociones (que la constituyen y en donde
habita). La manera como se "habla" la violencia en los medios nos permite
comprenderla y comprendernos dado que "todo acto en el lenguaje trae a la
mano el mundo que se crea con otros" (Maturana y Varela 1999: 209).


Si ese habla, si ese discurso, se presentan con una "inescrutable
claridad"[4] y rapidez, con pocas palabras, los riesgos son pocos (Bauman
2004: 203), algo que el discurso político conoce muy bien. Y la política
hoy rara vez busca riesgos absorbida por su propia reproducción en tiempos
difíciles, tiempos en los que siempre volvería el lenguaje del terror y
florecen las ansiedades (King). Si el escenario político cultiva con
frecuencia en nuestros días un discurso en escalada de frases claras,
rápidas y excitantes, sus palabras no excluyen la violencia, como tampoco
la excluyen los discursos policiales, criminales, y el lenguaje del
consumo. Nuevamente es pertinente aquí la frase de McLuhan: el medio es el
mensaje. Es difícil separar a la sociedad y a sus actores de su lenguaje,
de los medios, de los procesos de construcción de subjetividades en los que
los medios juegan un rol importante y, en última instancia, de su maltrecha
"ciudadaneidad" (Ford 1999: 48).


Pero poco importan las palabras que refieren a la violencia en los
medios sin su contexto. O los contextos sin sus palabras. Como varias
investigaciones mostraron, entre ellas la de Paiva y Ramos en Brasil ya
mencionada, la cobertura periodística de crímenes se realiza en general en
una divulgación en nota breve y descontextualizada que se sucede a otra
como parte de un destino natural y rutinizado de víctimas casi siempre
pobres, de tez oscura, habitantes de villas, favelas y periferias (9).


Cuando el lenguaje mediático se regodea en el sentido común
descontextualizado, lo que ocurriera con frecuencia en el caso Blumberg,
empobrece el mundo de la violencia que pretende narrar, mundo en el que lo
familiar es lo siniestro y lo siniestro es lo conocido, como nos revelara
Freud con el concepto de unheimlich. Lo familiar, lo siniestro y lo
conocido permanecen como continuidad oculta de la violencia narrada. El
problema es entonces el contexto de esas palabras, que junto al texto,
buscan redefinir el mundo (Bruner), permitirnos explorar nuestra capacidad
para juzgar el bien y el mal (Ricoeur) y entender nuestro comportamiento.


Ya en 1616, año de la muerte de Shakespeare y Cervantes, de los 25
libros de noticias publicados en Inglaterra el 30% eran dedicados a
celebridades y otro 30% eran asesinatos (Denardin, Ferrer 11). Y si bien
los contextos han cambiado en cuatro siglos, hay un contexto mayor que
permanece. Lo que se ha dado en llamar showrnalismo (Arbex Jr.) es sin duda
antiguo y hoy las llamadas "olas", como eventos sin procesos,
independientes de la tasa de delitos, buscan los estallidos, se regodean en
el lenguaje mediático de lo imprevisible, de la catástrofe (Steinberg), y
así ocurrirá en los casos Blumberg y Cromagnon.[5] Lenguaje estereotipado,
formulaico, que deja fuera enormes áreas de la realidad (Kapuscinski), y
que asola a los padres de las víctimas no listos para ningún lenguaje.
¿Cómo restituirle la densidad de los hechos a la palabra y dotarla de
comunicabilidad? ¿Cómo inmersos en una narrativa catastrófica y
posapocaliptica y, al mismo tiempo, sin el habla del melodrama sin la cual
no sabemos traducir el miedo (Reguillo SS 2005)? Porque podemos percibir,
como hace Monsiváis, las consecuencias de estar insertos en la trama del
melodrama, lenguaje que bien se lleva con la falta de límites de la
violencia y con un ansia de recuperación del infinito. De lo que se trata
allí es de sentir hasta perder el sentido:
En sus versiones fílmicas, radiofónicas, televisivas, el melodrama
—victoria incesante del expresionismo— unifica al límite la
proclamación de los sentimientos, y en esa misma medida los
inventa.(Monsiváis 16).


Pero al mismo tiempo no podemos dejar de coincidir con Reguillo en
que, como mencionábamos, no nos queda sino actuar dentro de aquel como
narrativa que nos permite traducir lo que nos pasa. Traduttore, tradittore.
Como el barón de Munchausen, tendríamos que salir tirándonos de nuestra
propia cabellera.


Acordamos con Reguillo en que los melodramáticos medios construyen la
imagen del otro y crean los procesos de discriminación del otro; aplican
modelos narrativos folletinescos que son resultados de intereses; pero
también es cierto que nos proveen un formato de representación y
constituyen formas específicas de edición (Tiscornia 2004).


El relato de la violencia es un relato fuerte, nos recuerda también
Reguillo. Así lo son los casos Blumberg y Cromagnon. Los casos son narrados
como ejemplos de disolución social, crisis institucional y anomia y pocas
veces (en radio y gráfica especialmente) aparecen referencias al proyecto
social y económico en el que están insertos. Las narrativas fuertes en
torno al policía, el político y el delincuente participan de lo que Rossana
Reguillo llamara el misterio de la "santísima trinidad": tres en uno, el
sagrado corazón del drama de la violencia que los medios no se cansan de
reiterar (Reguillo SS 2005). Pero ¿qué significa esa "fortaleza"? ¿A que
"debilidad" opuesta remite? Tal narrativa de fortaleza, sugiero, genera
mecanismos de control social ante la representación lograda de su
intrincada inaccesibilidad, la puerta de la ley vigilada por un guardia
kafkiano que debilita simbólicamente todo intento de pensar que hay una
realidad posible y que no sea débil fuera de esa violencia.
Paradójicamente, podríamos decir que la misma condena mediática de la
violencia de la "santísima trinidad" refuerza el poder simbólico de tal
trinidad.


El melodrama, tal como lo problematiza Monsiváis, es un género apto
para tal representación. No por nada era la materia prima de Raymond
Chandler, especialista en la exageración de miedos y violencias.[6] Pero la
dramatización de los relatos de muertes y asesinatos se da en un contexto
en que la violencia pasó a ser un problema de "seguridad". Y el dramatismo
de la narración de la violencia de tal "santísima trinidad" contradice la
fría lógica institucional y refuerza los reclamos de endurecimiento de
penas. La televisión muestra la furia, las miserias se exhiben y la
conmoción se convierte "en la principal fuente de valor y estímulo del
consumo": la violencia entonces se "glamouriza", se vuelve la belleza
convulsiva a la que se refiriera André Breton en la última frase de su
novela Nadja, convulsiva y, para la televisión, repetitiva e incesante
(Sontag 2003: 30-33).


Pero quien ha pasado por situaciones violentas no mediatizadas sabe
que la violencia no contiene ningún "glamour". A la pregunta sobre como es
que pueden resultarnos agradables el sufrimiento o el temor Burke
respondía: porque no nos tocan demasiado de cerca. La estetización de la
violencia que cultivan los medios de comunicación y, en especial, la
televisión y el cine, debe ser discutida con cautela para evitar censuras y
moralismos de turno, pero también para reflexionar sobre el lugar de la
ética en las narrativas mediáticas que participan en el proceso de
construcción de subjetividades e identidades. La antigua disputa entre las
esferas de la ética y la estética (que Kierkegaard resolvía con la esfera
religiosa) no ha sido resuelta aún en un mundo secularizado. Y nuestro
debate se halla también en el marco de esa disputa. La estética televisiva
a la que se brindó el caso Blumberg no le es ajena ni lo son sus retóricas
pastorales marcadas con agudeza en un artículo escrito por Horacio
González, solo que centrándose en su dramatismo político (González 2004).


¿Qué puede mostrarse entonces en los medios con respecto a la
violencia y con qué lenguaje? ¿Qué no debería mostrarse? ¿Qué cuerpos
violentados se muestran y cuáles se ocultan? El caso de la fotografía, bien
estudiado por Susan Sontag, es problemático porque la intelectual
norteamericana llama a mirar el "dolor de los demás" y, en un movimiento
contradictorio, a dejar de hacerlo. Y este doble movimiento es anterior a
la fotografía pavorosa que conmociona pero no ayuda mucho a entender.
Inclusive la fotografía puede simplificar y renovar los estigmas más
groseros, a contramano del sentido de una narración (Soares, MV Bill y
Athayde 106). Para eso mejor la narración, entonces, nos dice Sontag,
quien nos recuerda en su libro ya citado que una fotografía terrible parece
decirnos todo lo que hace falta saber, pero no lo hace. También Fernández
Pedemonte aboga por la narración. Pero, en mi caso, sugiero que la
narración no sólo no resuelve totalmente el problema sino que acarrea
otros, como veremos más adelante. Es cierto que las fotografías dicen muy
poco y nos limitan a una contemplación del horror que, precisamente, nos
deja "sin palabras". Las imágenes televisivas pueden inclusive ser
incitantes, reconfortantes y, reiteramos, convertirse en un lugar de
"redención" de la violencia. Y entonces es cierto también que una narración
parece ser más eficaz que una imagen, en parte por "el periodo de tiempo en
el que se está obligado a ver, a sentir" (Sontag 142). Pero el lenguaje
televisivo, en particular, altamente irónico en sus formatos híbridos,
supone que puede pasar por encima de la palabra, liberándonos del tiempo
(que es claramente dinero en la televisión) y sus significados. El lenguaje
televisivo podría ser visto entonces como la mayor "libertad" que puede
alcanzarse en un mundo sin Dios, parafraseando a Lukács.[7] En el caso
concreto de las historias de violencia delictiva, y tomando en cuenta las
encarnadas convenciones en relación al foco y contenido de la información
en esas historias, un marco diferente supone restricciones a esa
"libertad".


Sin restricciones a esa "libertad", en nuestro caso para hacer de la
violencia un espectáculo con la "seguridad" como eje semántico conductor,
continuaremos bajo una dictadura de la "libertad", con otros posibles
lenguajes, temas y abordajes para representar la violencia delictiva
marginados de los grandes discursos constructores de subjetividad, de los
lugares donde se elaboran las narrativas, las discusiones, las identidades,
las conversaciones, que hacen a una nación.


Si bien, y tal como nos confirmara en una entrevista un respetado
periodista de policiales, el lenguaje coloquial se ha inmiscuido en el
relato policial de los medios de comunicación (demasiado mimetizado
previamente por el mismo lenguaje policial, como señaláramos), el mismo no
facilita una complejización de la manera en que se habla de los casos ni
tal acercamiento supone un mejor entendimiento masivo de los mismos. ¿Hay
un tipo de reflexión en los medios de comunicación sobre la relación entre
lenguaje usado en los relatos de violencia delictiva y clima creado al
respecto en los medios? La mayor reflexión sobre el lenguaje en las
coberturas policiales suele ser una reflexión jurídica ante la misma
judicialización de los casos y preventiva hacia lo jurídico. El lenguaje,
entonces, viaja del discurso policial al habla coloquial, del habla
coloquial al discurso jurídico, tratando de llegar a la mayor simplicidad
posible, con pocas y cortas frases: simplicidad analítica y concisión que,
paradójicamente, permita una multiplicidad de interpretaciones abriendo el
abanico de las aceptaciones: éste es, claramente, el lenguaje de la
televisión y, asimismo, como anticipamos, el lenguaje de la política. Y es
cada vez más y en general también el lenguaje de la gráfica, en su
desesperada necesidad de parecerse a la televisión.
Nos encontramos entonces con la necesidad de una economía del lenguaje
para un fenómeno, la violencia delictiva, que es puro desborde y que
reclama al barroco, inclusive al control y a la razón del barroco. Pero,
por un lado, ser barroco en un medio es una tarea imposible, según
confiesan los mismos periodistas. Y, por el otro, la violencia delictiva
reclama a un barroco que recurre a todo artificio posible con tal de
argumentar, sin vacilaciones ni matices, pero con la fuerza de un
convencimiento.


A este problema se le agrega otro, y es el hecho de que las
representaciones de la violencia en los medios también ejercen "cierto
grado de violencia al mostrarla":
Ese gesto de violencia simbólica ocurre debido al poder que los medios
de comunicación tienen de interceder en la realidad, extrayendo de
ella hechos, descontextualizándolos, nombrándolos, categorizándolos,
opinando sobre ellos y exponiéndolos en las imágenes, a veces
exorbitantes, de los closes y big closes".[8]

Tales representaciones pueden contribuir a las tendencias violentas, como
se ha estudiado en tantos casos[9], y toda palabra y toda metáfora
involucran juicios y potenciales seducciones mutuas con el poder, por lo
que debemos ser muy cuidadosos a la hora de utilizar metáforas de guerra
tan comunes en nuestra vida cotidiana y en los discursos académicos[10]:
Existe una íntima connivencia entre el poder de las metáforas y las
metáforas del poder, algo que se aprecia apenas ponemos de manifiesto
que el "olvido" de la naturaleza metafórica de las expresiones
linguísticas es solidario de la defensa de una concepción objetivista
y realista del conocimiento (Piscitelli 38-39).

Entonces, cómo nos preguntábamos antes, ¿por qué exhibir ciertos
cuerpos y no otros y con qué palabras? ¿Qué se oculta y qué se produce
cuando se exhibe y cuando se representa? Lo que parece caracterizar a
nuestra época, según Yúdice,
es la continuidad entre escenificación y comercialización del
sufrimento. Si bien el impulso morboso se justificaba antes mediante
un discurso religioso o trascendente, hoy en día lo encontramos a
horcajadas entre la provocación mercantil y el racionalizado discurso
de derechos humanos (Yúdice 2005).


Mercancías y violencias, delitos y espectáculos, melodrama y
conflicto, entonces, siendo este último uno de los criterios más
importantes para identificar eventos que van a definir nuevas historias
(Aruguete)[11]. Imágenes mediadas de violencia criminal vienen ola tras ola
ayudando a dar forma a las percepciones públicas y las políticas en
relación al crimen, montadas sobre construcciones más tempranas de crimen y
control. Coincidimos aquí con Ferrell en que cultura y crimen se producen
el uno al otro (Ferrell CCCC 1995), y en esto los medios no cumplen un
lugar menor. Tampoco en crear lo que se ha llamado el "Mean World
Syndrome", es decir, la sensación de que el mundo es un lugar terrible en
donde siempre hay que estar muy atentos porque el crimen está al acecho y
donde menos lo pensamos.


En el caso de la historia argentina, las noticias policiales desde su
origen tienen una matriz narrativa con herencia literaria en el
costumbrismo y en la novela policial. La Prensa y La Nación inauguran "una
notable selectividad en la violencia que se da a conocer al público, y una
presión también selectiva para que se esclarezcan y condenen determinados
delitos y no otros" (Gayol 16) y fue en los años '20 con el diario Crítica
cuando las historias de violencia delictiva encontraron un lugar todos los
días (Saítta 2002).


El policial, genero que pasó de los márgenes al centro de la agenda,
muestra a un cronista transitando por los dos mundos, el de la ley y el del
delito, y sus construcciones convertidas en entretenimiento señalan una
enmarañada realidad de crimen, noticias y sensacionalismo. Como
adelantábamos, Fernandez Pedemonte ha planteado la tradición de periodismo
narrativo como una alternativa ante el sensacionalismo que obturaría la
racionalización. Pero señalábamos que hay límites a esa alternativa.
Además, y a su vez, es ese mismo sensacionalismo de los "casos" el que ha
provocado una masa mayor de discusión pública que la de cualquier otra
"narración" o que cualquier discusión propuesta desde el Estado o la
sociedad civil. Es cierto que con consecuencias no siempre deseables pero
sí instalando un debate. Esa dinámica a partir de la cual ciertos "casos" y
su tratamiento sensacionalista disparan la discusión pública marcaría,
según Aníbal Ford, nuestra sociocultura (Ford 1999: 246).[12]


Es cierto que si bien los casos "narrados" no reemplazan la
información (igualmente siempre sospechada) y la argumentación (en crisis),
también pueden llevar a debatir problemas estructurales. Pero aquí nos
hallamos en un dilema: ¿hasta que punto pueden debatirse problemas
estructurales con información no confiable y sin el recurso a las
explicaciones? Mi hipótesis es que esa estrategia sin duda enriquece
nuestra visión del problema, pero no nos saca del mismo ni resuelve la
cuestión de la información y la explicación sin las cuales vivimos en la
incertidumbre que genera climas de mayor ansiedad e inseguridad.


Es decir, puede recurrirse en las coberturas periodísticas de
violencia delictiva a la generosa narración frente al sensacionalismo, la
temblorosa argumentación o la fotografías insuficientes, recurso que llevó
a tantos en las ciencias sociales a buscar ayuda en la literatura, que
recuerda las textualidades de las que también está hecha la historia (tan
caras a los estudios culturales), y que, como dijimos, enriquece la
interpretación. Pero no todo es texto y llamamos acontecimiento a aquello
que no se comprende.[13] Entonces también el sensacionalismo vive de esa
incomprensibilidad. Nuestras formas de leer también obedecen a una época de
incertidumbre. De nuevo, el medio es el mensaje. Ahora bien, si como leemos
y lo que leemos se aparean: esta "sociedad narrativa" ¿sería una sabia
salida o una nueva forma de control (Ford 1999: 283)? La pregunta se
responde si entendemos a toda salida como una salida kafkiana, es decir,
ficticia en última instancia, tan ficticia cuanto necesaria: es decir, una
salida y no una solución.


Si por un lado en los medios se privilegia el tratamiento de "casos"
que permiten la construcción de una narrativa, por otro lado la velocidad
vertiginosa impide el espacio para una profundidad y comunicabilidad al
mismo tiempo en la misma. Controlar la velocidad, supone Virilio, es
controlar la sociedad y la información, y marca el tipo de información y la
desinformación consecuente. Lo contrario supondría para este autor una
pérdida de orientación con respecto al otro, la perturbación en relación al
otro. Ya Marinetti veía que la velocidad era la violencia en todos los
ámbitos. La velocidad de la información impide la reflexión y tambien la
investigación social sobre la información. Pierre Bourdieu señaló también
que "uno de los principales problemas que plantea la televisión es la
relación entre el pensamiento y la velocidad" (1997). Como conclusión
podemos afirmar entonces que si las representaciones de la violencia están
sometidas a esa lógica, sólo puede ésta superar sus limitaciones en
relación con otras palabras, textos y tiempos. Al representar la violencia
en los medios, se construyen subjetividades en relación con ciertas
palabras, textos y tiempos, fijándose sentidos parciales de lo social,
desbordándose barrocamente aquella a sí misma y demandando también
barrocamente un control, en la infinitud temblorosa de la sensación que sus
sonidos e imágenes nos generan.



La Vida Cotidiana y Las Percepciones de la Violencia

A vida é a arte do encontro, embora haja tanto desencontro nesta vida...
Vinicius de Moraes

Nadie está por fuera del lenguaje, las creencias y la construcción del
sentido. Y nadie discute la influencia de las noticias sobre nuestras
imágenes del mundo. Esas noticias, en el caso de la violencia delictiva,
pueden generar profecías autocumplidas (siguiendo las teorías de Gregory
Bateson y Paul Watzlawick):
Cuánto más usted crea que el mundo es peligroso, más razones
encontrará para desconfiar de las cosas y de la gente, no solamente
porque ud. es más sensible que otro sujeto a los índices de peligro,
sino también porque inevitablemente, su actitud de desconfianza
inducirá en sus interlocutores comportamientos que ud., con toda la
razón del mundo, considerará sospechosos (Verón 2001: 77).


En este sentido, las cifras de las encuestas que dan cuenta de la
percepción en la vida cotidiana sobre la violencia delictiva señalan el
aumento de aquella: lo que más ha crecido es la creencia de que vivimos en
una sociedad insegura. Si el consumo es también una actividad retórica
(Morley 309), la audiencia de una cultura del consumo participa en la
creación del sentido en la vida cotidiana y, por lo tanto, sugiere Morley
que en el caso de los estudios sobre la audiencia (y en Morley se trata
especialmente de audiencia televisiva) un desafío está en la capacidad para
estudiar la audiencia como fenómeno social pero también semiológico-
cultural. En el caso de la televisión, Morley pone el acento en la
necesidad de "reconocer la relación entre los televidentes y el aparato de
tv, en tanto ambos están mediados por las determinaciones de la vida
cotidiana" (Morley 285).


Ahora bien, si el consumo es una actividad retórica, la senda de la
retórica es sin duda un senda grata, que se siente cómoda en tiempos de
posmodernidad, y tal vez nos haga caer en un "relativismo complaciente, en
virtud del cual la contribución interpretativa de la audiencia se
sobreestima hasta tal punto que la idea misma del poder de los medios pasa
a ser una simpleza".[14] Creemos este alerta de Corner importante. Y
volveremos sobre este tema más adelante, cuando nos refiramos a las
relaciones entre política, impunidad y violencia. De la misma manera,
podría discutirse la noción de que la "escena pública" es sólo para "mirar
y disfrutar", y "no para actuar" (Bauman 2004: 215).


Estudios realizados desde la década de 1960 hasta hoy muestran como
los medios participan de la construcción de una percepción distorsionada de
la violencia, deciden que ciertos hechos son violentos y otros que no[15].
En Argentina, por ejemplo, fueron contagiados de sida 211 pacientes
hemofílicos en 2005, y algunas de sus parejas e hijos, sin que hubiera para
ello prácticamente ninguna cobertura mediática, a pesar de que hubo médicos
procesados por contagio doloso y, luego, sobreseídos definitivamente. Lo
que Cohen calificó como "pánico moral" (1972) excluye estas construcciones,
porque la moral social no parece estar demasiado preocupada por los
hemofílicos. No hay "saga" para hacer de los hemofílicos. Pero, podría
decirse contrariamente a esto, que el público distingue entre lo que ve y
lo que piensa y que no puede inferirse una moral social de lo que se ve en
televisión. Sin embargo, lo que piensa se haya, sin dudas, marcado e
influido por lo que ve, y lo que ve son los llamados "casos", como recoge
en sus estudios el Centro de Opinión Pública de la Universidad de
Belgrano[16]. Y lo que piensa tampoco es siempre lo más bello como una
postura romántica supondría: "coincidiendo con Keane encontramos que los
problemas que suscitan la violencia ... se encuentran tanto en el Estado
como en la sociedad, productora de muchas incivilidades" (Isla y Míguez
316), no atribuibles al Estado o a los medios.


Coincidimos con el diagnóstico del venezolano Bisbal en que hay
relaciones íntimas "entre lo que dicen los medios y lo que puede decir, ver
y escuchar una sociedad sobre sí misma"[17]. Pero "así como el mundo
comercial y político confía fuertemente en la influencia de las imágenes y
los mensajes" nos parece ingenuo con Groebel "excluir la violencia en los
medios de cualquier probabilidad de efectos"(8).


Las percepciones públicas del crimen se forman al menos parcialmente
en base a la información presentada por los medios. Pero al dar sólo
información episódica sobre la violencia delictiva, pareciera como si no
hubiera nada que los ciudadanos pudieran hacer al respecto, incrementando
así el miedo y, según algunos autores, reforzando la ideología dominante
(Coleman). Todos nos volveríamos entonces más temerosos de lo que sería
necesario, mezclando temores cotidianos y trascendentales. A este cruce de
medios, experiencia cotidiana y dimensiones trascendentes, y en la línea de
reflexión de Monsiváis sobre el tema, se ha referido con acierto Rossana
Reguillo de la siguiente manera:
Creo que los medios, especialmente la televisión, han sido capaces de
recuperar el "habla mítica" del pueblo, en el sentido de jugar con las
ganas de experiencia, con la necesidad de un mundo trascendente que
esté por encima de lo experimentado y que sea, paradójicamente,
experimentable a través del relato de los miedos en los medios. Por
ello, pienso, lejos de debilitarse, los miedos se fortalecen en la
ampliación sobrecogedora de su narración mediática" (Reguillo 2000:
195).


A esa "trascedencia cotidiana" habría que agregarle entonces el
fenómeno previamente mencionado de que, más allá de la veracidad o no de
los datos informados sobre la violencia en los medios, y tal como venimos
afirmando, "la imprecisión de por sí genera aún más inseguridad: es lo
opuesto del orden racional, de lo asible, de lo combatible; la imprecisión
multiplica el efecto de la violencia" (Rotker 12).


Así como el mundo académico durante mucho tiempo mantuvo una tendencia
general a ignorar la vida cotidiana, lo mismo afirma Teun van Dijk que
ocurrió con los "textos cotidianos de los informativos en los medios de
comunicación, que empezaron a estudiarse sistemáticamente y desde un punto
de vista del análisis del discurso" sólo en los últimos quince años
(251).[18] Y esto a pesar de que, como señala este autor, probablemente no
exista otra práctica discursiva, además de la conversación cotidiana, que
se practique con tanta frecuencia y por tantos como el seguimiento de
noticias en los medios (30). Ese seguimiento, en el caso de las noticias
policiales, genera un sentimiento de inseguridad ligado, entre otras
variables, al tiempo y al espacio dedicados a las noticias de este tipo.
Chermak mostró además como el espacio dado en los medios a una historia de
violencia delictiva dependía de lo emocional que se pudiera obtener de las
víctimas[19] o, en voces de otros autores, de cuánto pudiera hacerse, de la
violencia y la victimización, un espectáculo (Barrios). Fue ésta la
situación, al menos parcialmente, en los casos Blumberg y Cromagnon, en
este último además con episodios de cacerías, creación de monstruos y
chivos expiatorios.


Entonces, insistimos, la discrepancia observable entre la violencia
social real y la violencia medática tal como es percibida por la opinión
pública a través de los medios no tendría como principal consecuencia, como
han sostenido algunos autores, el incremento de comportamientos agresivos
sino lo contrario: acorde a un informe del Centro de Opinión Pública de la
Universidad de Begrano, "produce una profunda acentuación de las
sensaciones de victimización, de riesgo y de vulnerabilidad personal,
amplificando la desconfianza hacia los demás y hacia el entorno
social".[20] En relación específicamente a los diarios, por ejemplo,
Williams y Dickinson (1993) encontraron una alta correlación entre la
lectura de periódicos sensacionalistas y un mayor miedo al crimen[21]. Los
trabajos de Gerbner mostraron hace tiempo la correlación existente entre
audiencia televisiva y sentimiento de vivir en un mundo riesgoso. Pero
Sparks desestimó estas hipótesis argumentando que la visión de crímenes
ficcionalizados, por ejemplo, contribuiría a una concepción del mundo donde
la justicia se restaura al final, lo que ayudaría a hacer frente al
temor.[22] No me resultan convincentes estos argumentos de Sparks. La
restauración de la justicia actúa en un plano ficcional que, precisamente,
podría también contrastar con una realidad donde la justicia no se
restaura, generando exilios de lo social en los medios como otrora en la
literatura. Sí podría decirse que la realidad misma podría considerarse una
extensión de la ficción, pero esto requiere una operación de lectura de
cierta sofisticación y entrenamiento. Los medios aumentan el pánico social
mucho más de lo que lo reducen. Pero, en la línea de Sparks, muchos
investigadores de comunicación suponen que los medios materializan las
funciones durkheimianas que el crimen tendría en la sociedad: la
construcción de la moralidad, la promoción de la cohesión contra el
criminal y la imposición del control social. Sin embargo nosotros creemos
(con Gerbner en este caso) que el crimen y su mediación no son una parte
muy saludable del sistema social sino que esas narrativas cultivan una
visión del mundo que ayuda a mantener el "status quo" que, al menos en
nuestras sociedades latinoamericanas, no parece un horizonte deseable.


Entre esos crímenes, y tal como señalábamos con anterioridad, hay
"casos" que facilitan una identificación en los "lectores" porque se sitúan
"cerca" de la vida del "ciudadano común" imaginario e "ideal" (no
necesariamente el real) con su terrible dramatismo (como ocurriera con el
caso Blumberg, que "nace" dramático con la muerte del hijo). Y de "casos"
como este, lo que más suele atraer la atención no son los los argumentos
sino el drama de una persona y sus sentimientos. La forma del "caso" tiende
a ocultar razones estructurales bajo la dramática individual que,
desprovista de los recursos de una gran pluma (como la de Shakespeare en el
"caso" Macbeth, por ejemplo, con treinta y tres asesinatos), reduce el
evento a una mera anécdota que rompe con la cotidianeidad y puede catalizar
nuestros miedos.


Si gran parte de lo que se aprende se aprende a través de la
observación del entorno inmediato, los medios y sus textualidades violentas
son claramente partes del mismo. La violencia siempre ha sido un tema
importante de la vida cotidiana y la cultura popular, siempre ha habido una
fascinación por ella, desde el discurso religioso a la jurisprudencia, del
folklore a la ciencia (en este año una investigación realizada en la
Universidad de Harvard y publicada en la revista Science la declara una
enfermedad socialmente infecciosa)[23]. Y si, tal como lo señalara Renato
Ortiz, "la mundialización de la cultura se revela a través de lo
cotidiano"[24], el periodismo policial representa uno de los primeros
géneros que agitan fantasmas de violencia delictiva otrora locales, hoy
globales (sin dejar de ser locales y dejando muchos pueblos afuera), casi
siempre urbanos, siempre modernos en la percepción de que la vida en las
ciudades es peligrosa. Especialmente la violencia gratuita y sin
sentido[25] genera mayor incertidumbre y tensiones sociales.


Si la Argentina se convirtió en algún momento en el país de América
Latina con mayor sensación pública de inseguridad, ¿entonces qué rol
jugaron los medios en esta percepción, creando a su vez una estigma de
ámbitos y habitantes peligrosos e inmorales, presentando el delito como
algo habitual en la vida cotidiana? Sin duda un rol importante. ¿Pero
podrían haber jugado ese rol sin una realidad social como la del caso
Blumberg que le estuviera abriendo el paso a tales narrativas? Sin duda que
no. Al mismo tiempo, es sólo después del caso Cromagnon que los
comunicadores (pero también ciudadanos y funcionarios) descubrieron de
repente la inseguridad de todo tipo de instituciones y recintos públicos.

Y es que si bien hay delitos y violencias que tampoco son tratados
como tales por los medios, Lagrange argumenta, tal vez no sin razón según
creemos, que los criterios de selección de los medios respecto del crimen
no son muy distintos a los que nos guían en otros ámbitos: los periodistas
y editores no harían algo muy distinto de lo que hacen ciudadanos y
funcionarios en su vida cotidiana al seleccionar lo que cuentan y como lo
hacen. La misma audiencia habría antepuesto, por ejemplo, la obra
filantrópica del padre Grassi a la probabilidad de que sea un pederasta,
como marcara Aliverti en un editorial radial según revelaría la inmensa
mayoría de los llamados a los medios.[26]


Es interesante asimismo notar que las llamadas "olas" de violencia
generan opiniones favorables a políticas que la misma población no apoyaría
en un debate más calmo. La misma persona que en su momento puede pedir por
los derechos humanos puede asimismo reclamar mano dura en otro momento bajo
presión emocional: paradojas de la percepción de la violencia en la
cotidianeidad. El miedo[27] y la ansiedad se hallan ligados a la presión
pública para solucionar problemas de seguridad a través de los medios: y el
reclamo es por más policía y más punición (Surette).[28]


Y los medios tienden a hacer aparecer, precisamente, a los fenómenos
de violencia e inseguridad como extraños y externos al sistema social,
fácilmente condenables y ajenos, que nada tendrían que ver con el
"ciudadano común". Del delincuente sólo parece importar por lo general un
prontuario que en nada nos toca.


En el caso argentino, por otra parte, la "inseguridad" como fenómeno
tiene su espacio geográfico mediático en el Gran Buenos Aires y la Capital
Federal, inseguridad generada en buena medida por regímenes políticos y
económicos en la Argentina, y potenciada a su vez por los mismos discursos
mediáticos que hoy se escandalizan por los crímenes que ayudaron
indirectamente a generar.

Si el conocimiento público del crimen deriva en buena medida de los
medios[29] y, como ya se ha sostenido (Gerbner), ver mucha violencia en tv
llevaría mas al miedo que a la agresión y a la ya mencionada "mean world
view" o "mean world syndrome" (Surette),[30] un análisis del discurso de
los mismos sería relevante en tanto textos procesados (Van Dijk 68) para su
consumo en la vida cotidiana, espacio donde se interioriza el orden social
(Bauman 2004: 13) y donde se perciben y reprocesan las construcciones del
crimen realizadas por aquellos.

Ahora bien, esa percepción cotidiana es parte de una recepción capaz
de "mirar" la violencia e inclusive estar capacitada (y tal vez
necesitada) de un goce perverso con ella. Hay delitos que pasan
desapercibidos por no tener fuertes esos componentes claves para una gran
noticia: poder, violencia, muerte, sexualidad, movilización social. El
"caso María Soledad" los tuvo todos. Pero también un caso similar en otra
provincia pudo no haber tenido ninguna trascendencia nacional. En Catamarca
la tuvo porque en esa provincia había en ese momento un diario opositor.
Una familia política puede caer o el servicio militar puede abolirse por la
cobertura mediática de un crimen (caso Carrasco), porque puede darse una
situación de alianza de los medios y la opinión pública contra la
institución política. Y en situaciones de conmoción social los medios miden
lo que conviene a sus intereses. Por otra parte, los crímenes de
importancia política (como en el "caso Cabezas"), también tienden a recibir
más la atención de los medios.


Pero más allá de las mayores o menores coberturas, nuestra falta de
condolencia "ante el dolor de los demás", como reza el título del libro de
Susan Sontag, revelaría la monstruosidad moral de nuestra cotidianeidad.
Sin imaginación, sin empatía, estamos muy cerca de los elementos que
construyen a un criminal y que generan violencia. Sólo tenemos "la
confundida conciencia ... de que suceden cosas terribles" (Sontag 21), tan
sólo mirando lo que vemos (que es muy poco de lo que ocurre en términos de
violencia delictiva) y que vemos y leemos como entretenimiento mientras
comemos una tostada por la mañana o una pizza por la noche.[31] Es cuando
las audiencias conciben que lo que ven o escuchan en los medios puede
sucederles que estamos frente a una importante noticia, de allí que los
medios enfoquen siempre desde una perspectiva asociada a los intereses de
los segmentos que los consumen como una tostada o una pizza, que les atrae
pero que desean consumirlas y que no los consuman.


Numerosas son las teorías sobre las percepciones de la violencia en
los medios y sus efectos: teorías del aprendizaje observacional, de los
efectos a largo plazo, del refuerzo, del cultivo, de desensibilización, de
la catársis, y sus variaciones según el nivel de realidad, el tipo de
identificación solicitada, el nivel de gratuidad de la violencia y la
crudeza de la representación. Si bien, coincidiendo con Bonilla, podemos
afirmar que ciertos sectores son blanco fácil de ciertos mensajes[32], las
teorías de los efectos de la violencia en los medios, tal como dijeramos
anteriormente, han generado poca claridad explicativa. Pero desconocer
esos efectos, afirmamos junto a Bourdieu y Wacquant, es desconocer el
ejercicio de una violencia que se ejerce en la medida de ese mismo
desconocimiento.[33] La televisión imita los traumas de la vida cotidiana
en relación con la ley[34], las personas ven programas que reflejan los
temas que son parte de sus vidas (Curry), pero son las intersecciones de
cultura y crimen tal como las presentan los medios de comunicación las que
editan y recortan la experiencia de violencia y delito para la percepción
de la vida cotidiana. Como mostraron tempranamente Cohen (1972) y Hall
(1978), es la percepción de los problemas sociales lo que los vuelve
problemáticos. Y son ciertas formas de delito las que se transforman
entonces así en problemas sociales y no otras que tal vez produzcan igual o
mas daño, como ejemplificáramos con el caso de los hemofilicos: si el poder
es impunidad, "el poder simbólico es, en efecto, ese poder invisible que
no puede ejercerse sino con la complicidad de los que no quieren saber que
lo sufren o incluso que lo ejercen". (Bourdieu 1999). De allí que
complejidades sociopolíticas e históricas del delito como las que hacen a
los casos Blumberg y Cromagnon queden veladas detrás de las emociones
"humanitarias" que estimulan las estéticas mediáticas de la tragedia.

Un estudio realizado entre niños y adolescentes de distintos sectores
sociales de la Argentina, a pedido de las Naciones Unidas, arrojó que una
de las formas mas frecuentes de violencia que aquellos perciben es el
maltrato dentro de sus familias. Identifican a la policía, al Estado y a la
propia familia como las principales amenazas.[35] Esta "violencia
delictiva" familiar, policial y estatal, sin embargo, no parece ser la que
genere masivas manifestaciones en favor de la seguridad en nuestro país ni
la que los medios retratan más a menudo.[36]¿Cómo puede hacerlo una
pantalla que en los años de la dictadura preguntaba: "¿Usted sabe dónde
está su hijo ahora?"


Es la representación sensacionalista de la violencia la que siempre
gozó de popularidad, como dijimos, desde el circo romano a las hazañas de
bandidos. Las ejecuciones públicas se suponía fueran instructivas y
frenaran el crimen. Pero hoy no hay en los medios una reflexión sobre el
efecto de lo que se muestra de las víctimas. Se piensa muy poco en eso y
casi todo queda limitado a la responsabilidad individual del periodista o
el editor. La "cotidianización de la violencia" y la permisividad por el
bienvenido rechazo a la censura generaron, a su vez, una insensibilización
(Barrios). Si bien el espectador siente que hay algo decisivo para
comprender la naturaleza humana cuando la vida está en juego, como
sostienen Imbert (1992) y Langer, y la visión de un lugar como Cromagnon en
llamas o la de un hombre acercándose a nosotros con un cuchillo no deja de
recordarnos nuestra vida y su importancia, como nos recuerda John Berger
(2004), los relatos irónicos de la violencia en películas del éxito de Los
perros de la calle, Pulp Fiction o Asesinos por Naturaleza revelan una
mirada entretenida pero apática, sutil pero impiadosa, desencantada pero
fatal, mirada que ya está en la sociedad pero que tales visiones y relatos
reproducen y potencian.

El antiguo espéctaculo del sufrimiento hoy se provee en el marco de
una homogeneización mercantil de las audiencias, más allá de la existencia
de comunidades interpretativas (Dias Schramm). Se han "comercializado los
derechos humanos" (Ferguson 1998) y los problemas de la humanidad han sido
transformados en mercancías de la industria cultural (Ford 1999: 12). Y tal
como señalaramos con Ford anteriormente, se vuelve a los arquetipos
míticos, que también cumplieron su rol en la percepción de la violencia
durante los años del terrorismo de Estado. En este sentido, no es
descartable la hipótesis de Zillmann (1980) sugiriendo la situación en que
ante un sentimiento continuo de temor exista también la posibilidad del
refugio en la programación violenta de la televisión, debido a que la
repetida exposición a estos contenidos sería capaz también de aliviar
temores.[37] Pero el problema no es que tal exposición alivie o no
temores, nos haga recordar o no ciertos hechos de violencia delictiva, nos
grabe en la memoria las fotografías de Cabezas o de Axel, sino que sólo
recordaríamos de ellos ciertos recuerdos: recordar es recortar. El
recordatorio por este medio eclipsaría, supone Sontag, otras formas de
entendimiento y de memoria (103). Recordar, afirma Sontag, es cada vez más
ser capaz de evocar una imagen. ¿Pero, nos preguntamos con ella: "¿Somos
mejores porque miramos estas imágenes?" ¿No se trata mas bien de que sólo
confirman lo que ya sabemos (o queremos saber)?"(106-7)[38]

En muchas ocasiones los medios reprodujeron imágenes de las víctimas
directas o indirectas, instituyéndose a la vez en canales de denuncia
pública y presión judicial (como ocurriera en los casos María Soledad,
Carrasco, Cabezas, por ejemplo). Pero, sobre todo, han contribuido a la
percepción de que hay un problema de criminalidad, el que no siempre es tal
como se lo recuerda y recorta. Y esa percepción es la que instala luego la
"seguridad" como tema central y nuevas políticas para la criminalidad no
siempre acertadas y peligrosamente apresuradas (como ocurriera con el caso
Blumberg).[39]

En ultima instancia, y como sostiene la hipotesis de Gerbner, la
violencia espectacularizada representada en los medios, magnificadora de la
violencia social, termina por "cristalizar" contenidos informativos en la
forma de un saber distorsionado que guia la actuación de los sujetos
sociales en la vida cotidiana (A. Teijeiro, Farré y F. Pedemonte 131).
Según un estudio realizado en 1993, los crímenes violentos en la tv
estadounidense llegan al 56% del total de los actos ilegales representados,
mientras que constituyen solamente el 5% del total de los crimenes
cometidos en realidad.[40] Muchos son los autores que destacan la
importancia de esta distorsión de los medios en la percepción cotidiana de
la amenaza de la inseguridad.

Si el entretenimiento violento y las narrativas del delito, como
dijimos, son históricamente populares (por lo que tienen además de
prohibido y de tabú) en los medios[41]; si los medios presentan recuentos
exagerados del crimen violento en la sociedad (Potter y Kappeler 1998;
Gottfredson y Hirschi 1990; Chermak 1994; Graber 1980)[42]; si la mayor
parte de la gente aprende sobre el crimen a partir de lo que ve en los
medios (Graber 1980; Surette 1992) [43]; y si a eso le sumamos el énfasis
en lo atípico y la celebración de lo violento, podemos llegar a tener,
supone Ronald Burns , recepciones cotidianas erradas sobre el crimen
(Chermak 1994; Gottfredson y Hirschi 1990).[44] Y si esas percepciones son
erradas o prejuiciosas, las respuestas resultan en políticas menos
efectivas de prevención y control.[45] A su vez, los agentes de control
social recomiendan por lo general estrategias individuales de prevención,
dejando sin analizar cuestiones ideológicas institucionales y
estructurales.[46]


Entonces, si la cobertura mediática del crimen tiene un impacto sobre
la opinión pública y los medios generan los conocimientos que les permiten
a sus audiencias forjarse una opinión sobre el mundo que les rodea, en el
caso de la violencia delictiva existe un lazo entre el crimen, la cobertura
mediática, la opinión pública y las políticas públicas: hay un lazo entre
esa cobertura que sobreenfatiza el crimen violento (Chermak, 1994, 1995;
Graber, 1980; Marsh, 1988; Sheley & Ashkins, 1981; Skogan & Maxfield,
1981)[47], la percepción del riesgo y las preferencias de la población por
politicas de intervención dura de las autoridades contra la
criminalidad.[48]

En tiempos en que las acciones del "deber ser" se hallan en baja ante
la dictadura del entretenimiento y del escándalo, tiempos en que desde la
vida cotidiana se ha priorizado más la "seguridad" que los "derechos
humanos" (y el caso Blumberg se dió en el marco de ese debate), no está mal
recordar que "no hacen falta mil disparos para entender lo violento", y que
"los más grandes directores de cine la trabajaban (la violencia) como
irrupción dolorosa y oscura".[49] Si la velocidad y el accidente (que la
misma entraña junto al riesgo y la incertidumbre) han tenido efectos
drásticos en nuestra vida cotidiana urbana pasando de una cosmópolis a una
claustrópolis, de la reflexión a la emoción ante la angustia y el pánico
escandalizadores y estandarizadores, tal como marcara Paul Virilio, esa
situación nos interpela y nos produce una profunda incomodidad en tanto,
por un lado, se vuelve necesario enseñar a leer los medios (la televisión
se había convertido para el autor francés en un "museo de accidentes" que
solo podía destruir, y veía por tanto a McLuhan como completamente
equivocado en su visión idílica de la misma) y, por el otro, esa enseñanza
se ve deglutida por los mismos medios en tanto todo lo que los rodea se
convierte en mercancía y moda.[50] Mi pregunta sería en este sentido: ¿es
construible otro régimen de visibilidad? Si sabemos que los "hechos
violentos" dependen también de cómo han sido construidos por los medios
como mercancías en la "opinión pública", construída ésta última a su vez a
través de encuestas en las que la reflexión y el análisis suelen estar
ausentes, una postura comprometida, como intenta serlo la nuestra, con los
derechos humanos, no puede sino cuestionar esa trama, aún concientes de la
dificultad de argumentación por fuera de los discursos mediáticos y de la
"opinión pública" (Tiscornia 11).

Finalmente, es preocupante notar que hemos perdido el asombro frente
al delito. ¿Han notado como ha pasado a usarse en nuestra vida cotidiana,
con una sonrisa en los labios y con harta frecuencia, una palabra muy
difícilmente hallable fuera de los estrados judiciales antes de los años
90': "inimputable"? Se perdió el asombro frente al delito que borra sus
fronteras con la "avivada" y la aceptación social de los mismos bordeando
la misma admiración (Barreda matando a su suegra, Fiendich llevandose el
dinero del tesoro, personajes que la opinión pública no condena tan
claramente como a Chabán: el perdedor siempre es condenado, aunque media
sociedad comparta las prácticas que lo llevaron a la derrota. Y es
inconveniente para el periodista resaltar su inocencia hasta que se pruebe
lo contrario, ya que la prensa siempre está con las víctimas). Nuestra
sociedad no puede percibir como violencia delictiva comportamientos que
constituyen prácticas habituales, aceptables y justificables de su vida
cotidiana y que son retratadas con ironía en los medios de comunicación.


El miedo ahoga la piedad, la conmoción bretoniana se ha vuelto
corriente, nos habituamos al horror:
...los rostros hendidos por los golpes del machete de los tutsis
supervivientes al desenfreno genocida lanzado por los hutus ruandeses:
¿es correcto afirmar que la gente se ACOSTUMBRA a verlos? (Sontag 97)

¿O a NO verlos?, podríamos agregar.
Las atrocidades que no estan guardadas en nuestra mente mediante
imagenes fotograficas ampliamente conocidas, o de las que simplemente
contamos con pocas imagenes -el exterminio total de los hereros en
Namibia decretado por el gobierno colonial aleman en 1904; la furiosa
embestida japonesa en China, sobre todo la masacre de casi
cuatrocientas mil y la violación de ochenta mil chinas en 1937, la
llamada masacre de Nanjing; la violación de unas ciento treinta mil
mujeres y niñas (entre las que diez mil se suicidaron) por parte de
los soldados soviéticos victoriosos cuando fueron desatados por sus
comandantes en Berlín en 1945-, parecen más remotas (Sontag 99).


Nos rendimos en nuestra vida cotidiana a atractivos violentos. Pero
Sontag cree que "la visión del sufrimiento (…) arraigada en el pensamiento
religioso" y que "vincula el dolor al sacrificio" y "a la exaltación" es
"ajena a la sensibilidad moderna" que "tiene al sufrimiento por un error,
un accidente o un crimen" (115). Yo no creo que nos hallemos ante visiones
inconmensurables. Por el contrario, el crimen contiene en sí elementos del
sacrificio y la exaltación, y permanecen juegos simbólicos intertextuales
en ese sentido en la percepción cotidiana. Y si bien es cierto, como dice
Sontag que hay imágenes de violencia que hoy no nos trastornan y que hace
cuarenta años hubieran generado rechazo, también es cierto (lo que no
menciona aunque seguramente sabía) que violencias que en su momento no
conmovían y ni eran consideradas criminales hoy nos parecen inaceptables.


Sontag nos alerta de la simpatía con la víctima que nos aleja de
nuestra complicidad con su victimización (pero nos recuerda que la
literatura nos enseña la simpatía con lo otro, aumenta nuestra capacidad de
compasión, así como Bourdieu enfatiza el rol tanto de la literatura como
del arte en la crítica y el debate público). Y la modernidad es el espacio
en que, como decíamos, desayunamos y manifestamos nuestra simpatía con esas
víctimas en los periódicos. Baudelaire escribirá en sus diarios,
anticipando el nuevo formato tabloide de The Independent:
Es imposible recorrer cualquier periódico, de no importa qué día, mes
o año, sin encontrar en cada línea los signos más espantosos de la
perversidad humana (...)
Todo periódico, de la primera línea a la última, no es sino un tejido
de horrores. Guerras, crímenes, robos, impudicias, torturas, crímenes
de príncipes, crímenes de las naciones, crímenes de los particulares;
una embriaguez de atrocidad universal.
Y es con ese aperitivo repugnante el hombre civilizado su comida de
cada mañana" (mi traducción).

Pero no es que la realidad se haya convertido en un espectáculo como
afirmara Debord. En todo caso puede ser más el caso de la realidad
privilegiada de ciertas regiones del mundo. Por una parte, no es posible
generalizar sobre la recepción de las representaciones de la violencia
delictiva a partir del consumo de quienes más lejos suelen estar de ella.
Y como en un espejo, por otro lado, está siendo cuestionado hoy el "lazo
emocional que anuda la creencia y, por tanto, la credibilidad"(Arfuch ALS
1) garantizadas en el testimonio, rasgo hoy problematizado como valor de
verdad en el último libro de Beatriz Sarlo (2005).








Politica, Impunidad y Violencia

Nadie puede pensar y golpear a alguien al mismo tiempo.
Susan Sontag
La violencia como camno para alcanzar la justicia racial es tan impráctica
como inmoral. Es impráctica porque constituye una espiral descendiente que
acaba en destrucción para todos. La vieja ley del ojo por ojo nos deja a
todos ciegos. Es inmoral porque busca humillar al oponente en vez de ganar
su comprensión; busca aniquilar en vez de convertir. La violencia es
inmoral porque se alimenta del odio en vez de en el amor. Destruye la
comunidad y vuelve imposible la hermandad. Deja a la sociedad en un
monólogo en vez de en diálogo. La violencia acaba por derrotarse a sí
misma. Crea amargura en los sobrevivientes y brutalidad en los
destructores.
Martin Luther King

Como parte de las complejas relaciones entre narrativa, poder y
cultura, existe una percepción social sobre las relaciones existentes entre
política, impunidad y violencia. A diferencia de la ética, que es renuncia
a la violencia, la política suele vivir preñada de esta última,
traduciéndola, haciéndola hablar:[51]

Si, como escribe Arendt en La condicion humana, "solo la pura
violencia es muda" , y los medios no alcanzan a dar cuenta de ella en
términos verdaderamente significativos, la lógica discursiva que
debiera gobernar en el ámbito político se ve relegada por las lógicas
despóticas, aquellas cuyo imperio se ejerce en ambitos prepolíticos y
prediscursivos, y para los cuales "ya no es necesaria ninguna opinión,
y ninguna persuasión" (A. Teijeiro, Farré y F. Pedemonte 124)


Los debates públicos en la Argentina sobre las industrias culturales,
afirma Washington Uranga, suelen evitar cuestiones como las condiciones
políticas que hacen posible un escenario tal. Y si aún hoy no se ha
podido avanzar en la legislación sobre comunicación "es porque no se ha
construído una voluntad política para generar el cambio". Y agrega:
la dirigencia política argentina se siente incapaz de enfrentar a los
intereses económicos que dominan los medios (…) No hay un trabajo
político de construcción de lo comunicacional como un lugar donde
claramente se dan disputas de poder donde se juegan intereses
económicos de primer nivel y donde, por lo tanto, se dirime también el
sentido de la democracia" (Mastrini 2005: 7).

Las críticas a la política no son acompañadas por críticas al sistema de
medios, terreno donde la política se manifiesta de manera cotidiana
(Mastrini 2005: 24). Esta vinculación tiene su historia. Ya en la década
del 30 se afirma una relación entre los propietarios de medios y los
gobiernos mediante la cual estos últimos no entorpecen el desarrollo de las
empresas a cambio de límites en los contenidos políticos de sus productos
(Mastrini 50).

Los medios son escenarios de disputas políticas y presiones de todo
tipo, e histórica y regularmente (aunque no solamente y hoy con más
independencia) se han apoyado en datos provistos por la policía y agentes
judiciales en lo que a noticias sobre violencia delictiva se refiere. Al
hacerlo no es extraño que hayan resaltado aquellos temas elegidos por las
instituciones de la justicia criminal y enmarcados por sus imperativos. Es
importante analizar este elemento aquí ya que, coincidiendo con Murdock[52]
y tal como dijeramos anteriormente, el afán en la investigación por la
revalorización de las aptitudes de las audiencias y los estudios
"etnográficos" de las mismas ha tendido a minusvalorar la cuestión del
poder, cuestión siempre relevante y en tiempos en que estaría surgiendo "un
modo de dominación que se funda en la institución de la inseguridad: la
dominación por la precariedad de la existencia" (Bourdieu ST 90), o lo que
los alemanes llaman Unsicherheit y que, si bien puede traducirse como
"precariedad", refiere a "incertidumbre", "inseguridad" y "vulnerabilidad",
y que redunda en una pérdida de confianza en sí mismo y en los otros. Ese
discurso se halla vinculado a intereses de grupos de poder que disponen de
recursos para formular una definición dominante de la situación social,
grupos de los que participan organizaciones mediáticas como "voz" y parte
de esa estructura. La misma dependencia de la prensa de sus fuentes ha
contribuido a la reproducción y legitimacion de esos discursos: en
síntesis, los medios participan del teijido de la dominación politica (Van
Dijk 53). Y no podría ser de otra manera en tanto el espacio comunicacional
es esencial en la lucha por el poder. Y si no se puede ir más profundo en
las representaciones mediáticas es porque ese saber revelaría el compromiso
del poder y sus luchas (que incluyen a los medios) con el delito.


El tema que nos ocupa tiene una honda densidad en este campo puesto
que, como sostiene Reguillo, quien controle los miedos de la sociedad
controlará el proyecto político (SIM 2005: 21). La discusión y
visualización extrema de las violencias, sostiene esta autora, es una
coartada para no abordar un proyecto político de fondo. De esa manera
podemos decir "qué horror" y cambiar de canal o comernos una milanesa, ya
que respondemos menos a lo que se nos aparece como inevitable:
Si sentimos que no hay nada que "nosotros" podamos hacer -pero ¿quién
es ese "nosotros"? -y nada que "ellos" puedan hacer tampoco- y
¿quiénes son "ellos?- entonces comenzamos a sentirnos aburridos,
cínicos y apáticos (Sontag 117-8),

como ocurre en el caso de las películas ya mencionadas.


La violencia "es una vieja aliada del poder" (Feinmann LSD), y la
violencia espectacularizada obturaría la reflexión sobre problemas
políticos estructurales (F. Pedemonte 130), aunque se monte sobre la
denuncia de personajes poderosos. Si, como ya adelantamos y afirmara uno de
nuestros periodistas entrevistados, la "muerte violenta asociada a alguna
forma de crueldad sexual" y a "personajes cercanos al poder" (…) "es la
tríada (sexo, poder y violencia) que constituye una gran noticia",[53]
algunas de éstas muchas veces colisionan con la presunción de inocencia en
narrativas dramáticas y poco reflexivas, apresurando el juicio de la
opinión pública[54]. Y este apresuramiento hoy llega inclusive a sociedades
en donde era inusual[55]. O, en otros casos, según Tiscornia, las noticias
escandalosas desatan más escándalos y encubren "otras operaciones también
delictivas" (Tiscornia 7).


Rutinas y negociaciones hacen la noticia[56], la noticia ha podido
verse como sinónimo de negociación política.[57] Así a veces de las páginas
policiales se pasa a las políticas en diarios que sostuvieron en sus
editoriales políticas socioeconómicas que, como ya dijimos, hicieron
posibles esas notas policiales. Se hace necesario, coincidimos aquí con
Luchessi, reclamarles entonces a esos medios una responsabilidad social que
no siempre han tenido (Luchessi 2005). En ese marco, los defensores del
tratamiento de la violencia como un problema de salud pública suponen que
un programa de concientización podría funcionar como estrategia de
prevención. Tal programa incluiría cambiar las formas en que los medios
informan sobre la violencia, pasar de coberturas de responsabilidades
individuales a otras que subrayan las causas sociales.[58] Tales enfoques
proponen recabar información que ayudaría a implementar políticas públicas
para luchar contra el crimen y la violencia, y tal información podría,
afirman los que subscriben estas miradas, reducir los temores identificando
y comunicando quien está y quien no está en riesgo. Pero estos enfoques
pueden implicar en algunos casos una concepción de la violencia delictiva
(ligada al consumo de alcohol y drogas) que no deja de reproducir otros
prejuicios y estigmas, sumándole a ello los mismos riesgos envueltos en
delimitar personas en riesgo y personas que no lo están. En contraposición,
lo bueno de esta perspectiva, y tal como afirma Coleman (1999), es que deja
de pensar el problema como un problema de justicia criminal, y en eso
acordamos con este autor.

Los medios juegan un papel en la perpetuación de las políticas
públicas existentes. Iyengar (1991) sostuvo que las convenciones
periodísticas aislan a las élites políticas de responsabilidades frente al
crimen.[59] ¿Pero sería este el caso de Ibarra y sus funcionarios en el
caso Cromagnon? Sin duda el caso fue utilizado políticamente, como también
lo fuera el caso Blumberg. También se ha sostenido, en la clave
durkheimiana ya mencionada, que los medios ofrecen un espectáculo de la
violencia que "santifica el orden social" y "previene contra una violencia
mayor": la violencia contra la política y los abusos del "imperio de las
imágenes" (Barrios 2002).[60] La información y la opinión circulan con
frecuencia, como decíamos, como mercancía de negociación de los intereses
de sectores corporativos y de la política, salvo en ciertos casos de la
gráfica y la radio que pueden mantenerse fuera de los grandes multimedios.
Y es difícil prever grandes cambios en este sentido sin cambios sociales y
políticos que los hagan posibles. Ninguna fuerza política en la Argentina
ha tomado el problema de los medios como un tema de discusión. ¿Qué
significa que un tema así no esté instalado, siendo tan importante? ¿De qué
tipo de ceguera nos está hablando? Pues de aquella invisibilidad a la que
refieríamos con Bourdieu. Y en este contexto, la prórroga de las licencias
de radio y televisión y la imposibilidad de sancionar una nueva ley de
radiodifusión nos recuerdan la tesis del informe McBride de que "no hay un
nuevo orden de la comunicación sin un nuevo orden económico" (1980).

Pero no se trata solamente de un nuevo orden económico. ¿Dónde
comienza esa pasión por el linchamiento del criminal? ¿Dónde comienza la
absoluta negación del otro como para ponerlo en la situación de que si se
lo mata no importa, pasión que tanto se reproduce simbólicamente hoy en
nuestros medios? Eduardo Subirats (1997), como ya adelantamos al comienzo
de este trabajo en relación a otro de sus escritos, nos advierte que la
matriz que acerca a los demás a leer lo que esta pasando tiene que ver con
la muerte, el gran significante, y las relaciones violentas estarían en la
matriz del complejo informacional. Por ello la guerra es un gran negocio
periodístico. La mayor parte de los grandes medios televisivos y
radiofónicos ha querido crucificar a Chabán en el caso Cromagnon, y eso
impide cualquier avance en prevención que precisa de un buen narrador que
enriquezca lo que se está viendo. Sucede que esto podría hacer del caso
algo más complejo y esparcir las culpas hacia lugares indeseados (y el no
hacerlo, paradójicamente, genera una percepción de Chabán o de Ibarra como
víctimas). Porque el complejo informacional es, como ha sido dicho,
ambiguo: nefasto, trivial y superficial pero, a la vez, generador de un
debate público, lo cual permitiría corregir el sistema más que ser, como
acentuaría Virilio, víctimas de las percepciones que el mismo nos permite.
A la vez ya se ha discutido, cuestionando a Habermas, sobre el alcance real
de tal acción comunicativa.


Por otra parte, y como ya mencionamos, los medios tienen la
responsabilidad de transmitir e interpretar lo que sucede sin tiempo para
meditar o recurrir a sutiles interpretaciones. Expuestos a la inmediatez
del acontecimiento y a los imperativos de sus canales (primicias,
espectacularidad, audiencias), la construcción que realizan de la realidad
de la violencia delictiva depende de estas cuestiones y de la relación del
medio con el poder político, los intereses y los valores de diferentes los
actores sociales, incluyendo los del mismo medio. Las noticias son también
relatos de control social (Pereyra 2005), pero hay ciertos relatos de
delitos que controlan más que otros, en su presencia o ausencia.[61]

La producción de la noticia sobre la violencia delictiva es una
coproducción entre el mundo de la política y los medios en la que se
interpreta, se valora, se pondera, y se hacen acuerdos económicos e
informativos. Lo que explica por ejemplo que pueda caer la información
sobre secuestros aún cuando crezcan estos últimos, o viceversa.





Identidad

El camino a la identidad es un interminable campo de batalla
entre el deseo de libertad y la demanda de seguridad.
Zygmunt Bauman



Lo que somos se construye en nuestras conversaciones históricas
acerca de nosotros mismos, incluyendo las narrativas históricas en las
cuales nacemos sin tener conciencia de ello.[62] Cuando leemos acerca de
una violación, de un asesinato, de un atentado, no estamos leyendo
solamente acerca de lo que sucedió: estamos leyendo nuestro bagaje
histórico. Y nuestro modo de leer un hecho violento diseña nuestras
capacidades para lidiar con el mismo, es decir, con nosotros mismos, con
nuestra historia, con nuestra identidad.


Los medios colaboran notablemente en la construcción de una identidad
social a la que la retórica del melodrama, como mostrara Monsivais, no es
ajena.[63] En ese marco, y como señalábamos, las representaciones de
violencia delictiva contribuyen muchas veces a una lógica identitaria de
negación del otro, fundando una identidad en la negación de otra, identidad
que a su vez sólo poseía el recurso a la violencia para legitimarse,
negando a su vez a quien lo niega.[64]


Cuando la violencia llega a ser una forma de identificación surge una
cultura de la misma (Imbert 2004). Y cuando hablamos de cultura de la
violencia nos referimos a un culto a la violencia en cuanto a imágenes y
representaciones sobre las que se construyen identidades grupales y
colectivas. Identidades de la violencia son todas aquellas cuya explicación
se articula sobre el recurso al conflicto como origen y constante (Aguado
Terrón 255). En la raíz de nuestra pregunta por las representaciones de la
violencia delictiva descansa la cuestión de las dinámicas de la identidad
(Alsina: 2004).[65] Y en el caso aún más específico de los medios,
coincidimos con Morley en que
así como tendríamos que interesarnos por el rol que desempeñan las
tecnologías de la comunicación en la constitución de la identidad
nacional, tambien deberíamos hacerlo por el análisis de la función que
cumplen esas tecnologías en la construcción de las identidades en el
nivel doméstico (420).[66]

Es claro como los "casos" mediáticos de violencia delictiva facilitan
la emergencia de identificaciones que tendrán un lugar en nuestro
pensamiento cuando juzquemos la peligrosidad del mundo o la inevitabilidad
de la violencia, recreando identidades sociales temerosas y paranoicas.
Coincidimos con Barbero en que la construcción de identidades nacionales no
se puede entender sin el papel que cupo y cabe a los medios brindando "un
espacio de identificación": una memoria común y una experiencia de
encuentro. En el caso específico de los relatos de violencia delictiva,
estos nos enfrentan directamente con la pregunta sobre el ser y sobre lo
que no entendemos de nosotros mismos (Delgado). De igual manera, nos
dificultan imaginarnos como otros, ponernos en el lugar del otro, cuando
esos otros aparecen como la encarnación del mal (y no podemos dejar de
mencionar aquí que victimarios y víctimas de la violencia delictiva suelen
ser frecuentemente hombres de clases populares) o cuando un barrio o
ciertas regiones aparecen como la encarnación del mal en las "cartografías
del delito" ya mencionadas. Todo esto más allá de los heterógeneos pero no
por ello menos atendibles resultados mencionados de todas las
investigaciones realizadas (especialmente en los EEUU) sobre los efectos de
la violencia en los medios sobre las actitudes, sensibilidades y temores de
sus audiencias y, por lo tanto, sobre las identidades.


Es en este sentido que en función de lo dicho anteriormente un modelo
de prevención de la violencia debería en primer lugar enseñarnos a leer.
[67] Cada cultura[68] tiene los valores que tiene, ve las posibilidades
que ve y actúa como actúa, sobre la base de ciertas narrativas históricas
que aquellas construyen para explicar, justificar y dar coherencia a través
del tiempo a sí mismas y a sus mundos. Al explicar, justificar o dar
coherencia a nuestras historias de violencia y nuestras maneras de lidiar
con ellas, producimos "ficciones" acerca de lo que somos y como llegamos a
ser quienes somos. Y los medios cumplen hoy un papel muy importante en el
diseño constante de esas narrativas. Nuestra lectura de un hecho violento
es una conversación que nosotros, como lectores, producimos dentro de las
narrativas que ya somos. Aquí entonces estamos proponiendo leer las
historias de los medios y sus lenguajes sabiendo que al leer nos insertamos
críticamente en una conversación continua en la que estamos inmersos para
abrir nuevas posibilidades en función de generar modelos de prevención de
violencia eficaces en la Argentina.


La violencia es humana, demasiado humana, tanto como su captación por
una cámara, y la contemplación de lo atroz puede, como vimos y afirma
también Sontag, fortalecernos, volvernos más insensibles, o hacernos
reconocer lo irremediable (Sontag 114). La seguridad es amiga de la
indiferencia y una identidad demasiado sólida sólo se construye a base de
ignorancias y negaciones de otras, negaciones violentas de quienes,
pobremente, sólo conocen esa vía para estar presentes en la consideración
del otro.



Reflexiones Finales y Preventivas

Entre el amor por el mar y la reflexión sobre la violencia,
la necesidad de hallar respuestas éticas decidió mi destino final.
Michel Serres

Dentro de la vida falsa no puede albergarse la vida justa.
Theodor Adorno.


Nos hallamos frente a la difícil tarea de pensar la violencia, dificíl
en tanto pensar la violencia es la violencia del pensamiento[69]. Vivimos
en una época de "eliminaciones", lo que hace que un periodista pueda saltar
fácilmente a "otro tema", elminando bruscamente el anterior. La violencia
delictiva como mercancía ofrecida por medios que funcionan, al menos en
parte, como sistema de control social de una agenda que no deja de tener su
escala global, se hace manifiesta en el avance del género policial en
distintos formatos y en los cambios ocurridos dentro de este género. Hoy no
importa tanto, afirma Graña, quién es el autor del crimen y quién el
detective sino cómo se cometió el crimen y cómo se resolvió. En la serie
Law and Order los detectives se ponen guantes de látex, los policiales
suelen ser hoy "dramas de procedimiento"(Graña). Frente a tales
representaciones, Garrido propone la necesidad de recuperar, sin excluir a
éstos, otros modos de mirar la realidad: a) "una mirada trágica para
restituir la dignidad de los sucesos", b) "una mirada creativa para vencer
la resistencia inerte a lo nuevo" y c) "una mirada humorística, para
descreer de la autoridad, de la realidad que nos presentan", autoridad de
ciertas representaciones del delito y de la realidad que nos son
ofrecidas.[70]


A veces parecemos cansarnos de dialogar y comprender. Nos hartamos de
ser burlados por un mundo en tinieblas cuanto más lo miramos. Pero el mayor
reto que tenemos académicos y periodistas en ese momento es "evitar la
histeria y cultivar la historia", como fuera dicho. Tal como remarcaran
Mares y Woodard, "el comportamiento prosocial supone una interacción
amistosa, reducción de la agresividad, comportamiento altruísta y reducción
de estereotipos".[71] Es decir, lo opuesto de una "ética de la violencia
(…) diluida por el melodrama" que, como bien marcara Monsiváis -lo que nos
recuerda Rotker-, resulta en una "complicidad con la violencia" (Rotker
12).


Roberto Espósito, por su parte, nos advierte que la violencia ha sido
vista por Girard como un elemento eminentemente comunicable e infeccioso
(2005: 57). Ante tal posibilidad de "infección" se haría necesario
"inmunizarse", y somos concientes de los riesgos del uso de estas metáforas
higienistas. Pero Luhman habría visto bien que inmunización y comunicación
no se contraponen sino que coinciden. La inmunización sería la forma de la
comunicación, o viceversa, se "comunica" inmunización (Espósito 2005:70).
En ese modelo, acorde a Espósito, nos alejaríamos de la represión violenta
de la comunidad en el sentido de Benjamin, o del sacrificio de la víctima
en el modelo de Girard. Nada existiría fuera del sistema (los medios son
parte de la sociedad) y, entonces, el sistema no podría sino comunicar,
inmunizándolos, más que sus propios componentes: el exterior es interior,
el conflicto es orden, la comunidad es inmunidad, todo sería comunicación,
inmunización. (Espósito 2005: 70-75). En este marco lo que debería
preocupar es la falta de cesura y de censura, ya que sin censura no hay
imaginación (Virilio 13) y hasta podríamos pasar a disfrutar del
espectáculo de la violación de los derechos humanos (que Sieberberg
calificaría de "pornografía de izquierda").[72] Los medios se dirigen con
sus representaciones de violencia a la masa violenta que contribuyeron a
crear. Pero si crimen, belleza y entretenimiento son lo mismo, no habría
salida.[73]


Suprimir la distancia mata, afirmaría Rene Char.[74] Es inventar al
enemigo, es iniciar la guerra y la política como cuestión de fuerza y
confrontación entre dos bandos: los que están con nosotros y los que están
contra nosotros. Como revela Pizarroso Quintero (2004), no hay medios sin
propaganda y no hay propaganda sin primera guerra mundial. "Hablar de
seguridad" es "hablar de guerra" (41). En ese marco, hoy el Pentágono ha
extendido a la internet y a los sistemas de telefonía una política de
control social, reformulando las bases del pensamiento sobre la seguridad,
la cultura informativa y la doctrina del derecho a la información (75). El
superhéroe de las historietas ya revelaba el estado de excepción del que
habla Agamben y una cultura de la violencia donde no son claros los límites
entre lo lícito y lo ilícito, lo decible y lo indecible, lo visible y lo
invisible, cultura que atrae a individuos e instituciones de moral escasa e
interesadas económica y políticamente en escenarios de guerra (Einstein).


En última instancia, nos encontramos nuevamente con una recurrencia
de dos de los "tematas" de Holton (1973): el modelo conflictivo (Io social
como superación de un conflicto de base) frente al cooperativo (lo social
como "continuidad sofisticada de las interacciones cooperativas"),[75] con
su énfasis en la empatía (en su sentido de coordinación de sentimientos)
como motor de la acción individual (Aguado Terrón 261-5).[76] En este
segundo modelo encontraríamos "la extensión del deseo propio al deseo del
otro, es decir: el deseo del deseo del otro"(265). Bajo este modelo, y de
acuerdo con el planteamiento de Maturana, toda practica de negación del
otro (y en este caso algunas prácticas mediáticas de cobertura de violencia
delictiva) es una practica antisocial (ELEP 1992).

Interesantes son en este sentido las estrategias de autolegitimación
de los periodistas cuando su actuación revela un papel que deja bastante
que desear en lo que refiere a la negación del otro, como ocurriera aquí
durante la dictadura militar o en los años de gloria del
neoliberalismo[77]. Pero no tenemos por lo general conciencia de la
dimensión que tuvo y tiene el periodismo en la formación de la identidad de
una comunidad. Los medios son un instrumento fundamental de mantenimiento
del orden simbólico y, repitiendo a Bourdieu,
la violencia simbólica, es una violencia que se ejerce con la
complicidad tácita de quienes la padecen, y también a menudo, de
quienes la practican en la medida en que unos y otros no son
conscientes de padecerla o de practicarla (1997:22).


Según informa la Unesco, si bien la violencia siempre fue un tema de
la cultura popular, la preocupación por su influencia en la vida pública y
sus consecuencias para el control social en general es más reciente, y su
causa hay que buscarla en "la producción masiva", la "disponibilidad de los
medios y las imágenes de violencia y terror" en los mismos, "con los
consiguientes problemas de conflictos, miedo y poder que se introducen en
la estructura de las sociedades"(Gerbner 1990)[78]. El relato de la
violencia se convierte muchas veces en una narrativa apocalíptica de anomia
social y es raro entontrar allí críticas a la modernidad y su lógica
mercantil (Reguillo 2004). Este manejo de la información con sus énfasis
injustificados y manipulaciones se mimetiza con la opacidad de los hechos
delictivos. Dar cuenta de su carácter es relevante para estudiar el manejo
de información sobre los temas de seguridad y encontrar estrategias
diferentes de tratamiento por parte de comunicadores y periodistas. Porque
la posibilidad de que tales tratamientos sean negativos para la sociedad
"es significativamente alta en la representacion mediática de la
violencia"; los medios "deberían ser capaces de representar la violencia
delictiva de modos tales que minimicen los posibles efectos negativos y
maximicen los posibles efectos positivos" de tal representación (Teijeiro,
Farré, F. Pedemonte 122). Pero para que esto ocurra:
se necesita tanto de una reflexión rigurosa acerca del papel de los
medios y de sus efectos, como de la decisión empresarial y
periodística de actuar como "cooperadores sociales", entendiendo por
ello -y en este caso específico- el papel de correctores simbólicos de
la violencia y promotores de la paz (Álvarez Teijeiro, Farré y F.
Pedemonte 122-3).

En esa línea ya han sido recomendados y en algunos casos llevado a cabo
monitoreos de información, defensorías del lector, debates públicos,
análisis de casos, observatorios de medios, veedurías ciudadanas, consejos
de lectores y proyectos de ley que reemplacen la vetusta ley de
radiodifusión[79]. Ya se están organizando congresos y eventos que reunen a
policías, legisladores, académicos, periodistas y expertos en estas
cuestiones, puesto que es necesario reunir en la discusión a todos los que
participan como actores en la representación de la violencia delictiva. E
ir más allá de la definición de los medios como negocio o entretenimiento,
puesto que eso significa hoy desentenderse de fenómenos que tienen que ver,
nos guste o no, con la educación pública.[80] Hay una responsabilidad
social de los medios con respecto a lo que publican y sus mensajes que
puedan atentar contra la convivencia.[81] Es necesario que haya debates
sobre todas las violencias que nos atraviesan, cómo las hemos contado y las
contamos.[82] No puede condenarse tan fácilmente la violencia delictiva en
una pantalla en la que pregona el éxito a cualquier precio y la degradación
del trabajo y la honestidad.

Es importante asimismo desnaturalizar el modo en que los medios
representan identidades sin historia. Para ello se hace necesario volver
prioritarias las hace tiempo relegadas políticas culturales y
comunicacionales que nos ayuden a lidiar mejor con estos fenómenos. Y
recordar a la hora de elaborarlas que nuestras representaciones de la
violencia delictiva no son ajenas a la propiedad de los medios que las
crean ni a lo que somos como sociedad (lo que limita a esas mismas
políticas).


Los grandes medios no inventan la realidad pero pueden colaborar en la
construcción de una necesidad de represión ante el incremento de la
violencia delictiva. Y frente al pedido de más cárceles o policía, es
inusual escuchar reflexiones periodísticas del siguiente tino:
¿Cuántas más cárceles quieren dónde para meter a quiénes que hacen
qué? ¿Con cuál policía aspiran a reprimir un auge delictivo que es
producto de qué cosa? ¿Van a hacerlo con una mafia de uniforme
autonomizada que es gerente del propio delito?[83]


Hoy la tv ocupa un lugar de responsabilidad social como un hospital y una
escuela, y sus justificaciones de ciertas violencias y sus condenas de
otras merecerían una revisión en este sentido.[84] ¿No tienen una
responsabilidad al respecto? Insistimos con la metáfora porque si bien no
se le puede prohibir al dueño de un hospital que elija a sus doctores hay
que exigirle que elija doctores probos. Si un maestro no enseña o un doctor
comete malapraxis ese profesional debe ser reemplazado. ¿Por qué no pueden
pensarse los medios con la responsabilidad social que tiene una escuela o
un hospital? ¿Por qué los medios privatizados no tienen que cumplir con
requisitos para funcionar como una escuela privada si cumplen una función
pública? Claro que puede decirse que tales requisitos existen (e igualmente
deberían ser revisados) pero no parece preocupar demasiado su cumplimiento.
La discusion de fondo aquí es sobre si la información es un bien público
(como la salud o la educación) o si es mercancía.


A pesar de que existen resquicios, especialmente en la radio y la
gráfica, para elaborar hoy en la Argentina un discurso diferente con
respecto de la violencia, no hay un debate sobre las corporaciones
mediáticas o sobre la formación periodística.[85]


Pero tal vez el principal problema sea que no hay una percepción
social de los medios como lugar de poder donde se construyen
significaciones culturales imaginarias sino que, más bien, hay una
concepción de los medios como el único lugar donde se escucha a la
sociedad, lo que no deja de ser una parte de la verdad pero tal vez no la
más importante, ya que el conocido "periodismo independiente", promocionado
como tal, no suele ser tal sino que supone ideologías, avisadores,
empresas, grupos propietarios.


Entonces nos preguntamos ¿Qué se puede hacer desde un medio para crear
una cultura del diálogo? ¿Qué se hace? Están quienes dicen que es imposible
el diálogo entre los periódicos La Nación y Pagina/12, por ejemplo. Están
quienes creen que ese diálogo no sólo es posible sino necesario, entre los
que nos contamos, y de hecho ese diálogo a veces existe aunque no con la
necesaria frecuencia. ¿Pueden encontrarse el secuestro extorsivo de
Blumberg con los secuestros de la dictadura? Por lo general a quienes les
han preocupado unos no les ha importado demasiado los otros, a pesar de que
tienen una historia común que los enlaza.


No será posible, sin la participación y un compromiso conjunto de los
medios, generar cambios que permitan reducir el nivel de violencia y de
delito existentes en nuestra sociedad. Si se insiste asimismo en no regular
la aparición de modelos de relación violentos en los medios masivos, bajo
el argumento de no traspasar la frontera de la libertad de expresión y de
que los medios son como la sociedad que retratan, los que no dejan de ser
motivos de cuidado y obvias realidades, seguiremos en manos del mercado.


Y si esto continúa ocurriendo, los relatos periodísticos de violencia
delictiva que exhiben "el eterno conflicto del hombre con la ley"
(Delgado), herederos del gótico y apertura de las fábulas[86], hoy con una
importante presencia en la escena televisiva en distintos formatos[87],
pueden banalizarse en medios cuyas voces son escogidas por inescrupulosos
empresarios.


Afirmamos entonces con Bauman (2004: 219) que no podemos responder
completamente a la pregunta sobre qué hacer con los medios sin poder saber
que hacemos con el mundo (muchas veces reducido al "mercado") en
particular, con un mundo que ha asesinado la empatía[88], un mundo urbano
en particular en el que perdemos nuestra capacidad de discriminación ante
el exceso de oferta[89] en lo que Hannah Arendt llamara un "siglo de
espectadores":[90]


La violencia de la comunicación excesiva aniquila a su interlocutor
forzando los tiempos, llevando al extremo la dramatización de los
tonos, "pretendiendo imponerse como un ultimátum, mientras que cada
comunicación auténtica sería "gradual, prudente, respetuosa del otro"
(Bettetini y Fumagalli 226).

Poco importan las consecuencias políticas de esas representaciones
porque seríamos, coincidiendo con Virilio, mas contemporáneos que
ciudadanos, aunque mantengamos "trucos de la ilustración" y camuflaje
militar" (64). Como prisioneros de guerra, no sabríamos donde empieza y
donde termina una realidad contada por grandes diarios que pueden estar
financiados por traficantes de armas. Hay matanzas, sostiene nuestro autor,
que no se hubieran producido sin una prensa... convertida en "complejo
militar informacional" (85). Junto al narcocapitalismo crecería una
narcoeconomía comunicacional computadorizada. Y a través de esa prensa se
aprende que ciertas formas del delito y de la violencia son actitudes
aceptadas, por encima de cualquier regla de civilidad y cortesía. En una
sociedad donde "la escuela no puede educar y la familia ya no sabe como
educar" (Saramago), tampoco podemos delegar en los medios lo que estos no
pueden hacer y lo que tampoco hace la universidad, sometidos medios y
universidad a las lógicas de las "audiencias" y el "rating". Pero sí
podemos imaginar y cultivar formas del ejercicio del periodismo que no
defiendan crímenes ni se regodeen con la crueldad, como las ha habido en la
historia, formas de la vida intelectual que no desemboquen en el elogio de
la violencia y la fascinación por la brutalidad.

Hay una voluntad de "shock" en el periodismo y no es casual que usemos
esta palabra inglesa. Una voluntad de "shock" que nos provee una visión en
el horror de la violencia. En medio de ese horror, las víctimas hablan por
lo general en los medios a través de las voces de los otros que los
representan o cuando no están aún listas para hablar. ¿Cómo podemos saber
todo lo que un medio nos "hace" con sus precipitadas ficciones, con sus
representativos lenguajes? Los medios de comunicación son la evidencia de
un juego vertiginoso. Su vértigo (el estado de una persona que no sabe más
donde está) busca ser fijado y fijar el vértigo es detener el tiempo en la
obsesión de una mirada.[91] El vértigo anticipa una caída, revela el horror
de una situación violenta. ¿Y cómo liberarnos de la prisión de un lenguaje,
vertiginoso y violento, si no es con las mismas armas de esa prisión?


Mientras crece la intensidad de la reflexión sobre un hecho de
violencia delictiva los mismos contenidos del texto participan en su humo
abrumador. ¿Cómo determinar quien es el narrador, el criminal, el escritor,
en la historia de Cromagnon? ¿Cómo relatarla, como contarla, como
interrumpir el tedio de una conversación que es también el tedio de
nuestras conversaciones previas, y también la interrupción de nuestro
propio tedio en el momento de relatarla, para romper el discurso continuo,
las flaubertianas "idées reçues" que claman saber de lo que hablan? ¿Cómo
evitar la anónima continuidad del ritmo de los medios? La palabra
mediática es ese violento sobreflujo que casi siempre produce lo que una
sociedad necesita para reproducirse. Y si la reproducción de esta sociedad
no nos convence, tenemos entonces que encontrar un nuevo lenguaje para
traducir el lenguaje del cuchillo. Y tal vez hay ciertas cosas que no
deberían ser vistas, pero no estamos seguros. Vivimos en una niebla
perpetua, nunca dándonos cuenta de la situación en la que estamos. Los
medios, con su mirada cansada, suelen no ver nada y, sobre todo, no ver que
no ven: inmensa cegura producida por un cansancio que lleva al asesinato:
la posada del ojo. El conocimiento de nuestras cegueras mediáticas puede
ser una oportunidad o un punto de partida para replantear nuevos modelos de
coberturas de hechos de violencia delictiva.

Para ello se hace necesario recuperar el arte de la conversación que
reclama curiosidad, actitud de escucha, comprensión del otro, cortesía,
capacidad de expresar las propias ideas sin querer imponerlas. Tal vez sean
necesarios "medios de conversación" frente a la seducción vulgar de la
violencia televisiva, trivial y retórica. Pero si, acordando con Forster
(2005), en el mismo medio universitario muere la palabra, si para presentar
un informe de investigación hay que resumir en diez líneas lo hecho en diez
años o someterse a modelos de escritura que se plantean como únicos, no
podemos acusar a los medios de una degradación que se vive aún en los
ambientes en donde supuestamente deberían cultivarse otras miradas. Si aún
en la universidad se entiende a la política y el saber como creación de
poder, espacios, dinero, compra de conciencias y financiamiento, en lugar
de un acercamiento a esas esferas como lugares de fragilidad y vacilación
¿con qué derecho se erige la mano acusadora a los medios por sus
representaciones empobrecedoras y limitantes? Son los débiles, como dijera
Tarkovski, quienes sostienen el mundo.

Es muy difícil pensar que los grandes medios cambiarán la manera en
que representan el crimen sin que cambien todas o algunas de las otras
variables mencionadas. Los medios podrían ser importantes para generar
conciencia sobre la relación entre la violencia delictiva y un modelo
socioeconómico determinado. Pero es difícil imaginar esto bajo el reinado
del rating.

Si la violencia es mediática y la puja por el rating elimina los
límites, es interesante notar como los medios ponen en juego "técnicas de
neutralización" (Baratta) de la gravedad de los delitos discriminadamente,
en una sociedad victimizada que tiende a excluirse de la propia
responsabilidad de sus actos y a justificar o incluso negar sus ilícitos,
distinguiendo en algunos casos lo prohibido de lo inmoral o dañino con las
mismas estructuras de pensamiento de un delincuente con el que no aplican
tales criterios, acabando en una "negación de la víctima" similar a la del
mismo delincuente: no es una injusticia representarlo de esa manera porque
no es víctima sino victimario, dice el periodista; no es una injusticia
matarlo porque se lo merecía, dice el criminal. Y el que no condene esta
mímesis correrá el riesgo de ser calificado de "hipócrita" ya que no
entendería que, en lenguaje coloquial, "la policía es corrupta", que "los
maestros son malos", que "los padres son injustos", que "el sistema está
podrido", que es "la única manera de sobrevivir", que la fidelidad no es a
la sociedad sino a los pequeños grupos sociales a los que se pertenece, tal
como sostiene Baratta en relación al delincuente (76-7).

Si las coberturas informativas siguen la lógica del hecho de violencia
delictiva se convierten en lo mismo que critican. Y si no lo hacen pueden
ser consideradas insensibles al contexto. Los medios audiovisuales en
particular se someten a las lógicas del linchamiento con sus reacciones
instantáneas. Hay sin duda además factores culturales. No resulta
exactamente igual en países como Canadá o EEUU. donde el tratamiento del
delito violento pareciera ser un tanto menos emotivo, un poco más distante,
más frío, con el delito en cuestión, la causa y los jueces, mucho más
institucional. Y mencionamos también el ejemplo holandés. Pero también el
fenómeno de la globalización deja su huella en este sentido. Las lógicas
periodísticas también se vuelven trasnacionales y existe una modernidad en
común. Por otro lado, sabemos que las empresas trasnacionales no se manejan
de la misma manera en todos los países, entre otras cosas porque los
controles no son los mismos.


Hay dos grandes dilemas sobre los cuales los investigadores no se
ponen de acuerdo en relación a nuestro tema: el primero es si la violencia
en los medios genera violencia adicional en la sociedad (aunque los medios
son parte de la sociedad), y el segundo es qué hacer ante la proliferación
de coberturas y mediáticas que atentan contra la convivencia y la
tolerancia. George Gerbner, en ese camino y luego de cuarenta años de
investigar el tema decidió dejar la academia y pasar al activismo social.
Ese camino, sin llamar aquí al abandono de los claustros, no deja de ser
seductor[92]. Gerbner había preparado en 1988 para la Unesco un famoso
informe sobre Violencia y Terror en los Medios de Comunicación. Ese estudio
informó que
la exposición constante a las historias y escenas de violencia y
terror, pueden movilizar tendencias agresivas, desensibilizar y aislar
otras, intimidar a muchos y disparar acciones violentas en algunos
(...) [17].


Es decir, muchas cosas pueden pasar. Y aún cuando puede ser menor el
riesgo de que la violencia en los medios provoque tendencias agresivas en
ciertos individuos y quizás nunca sea probado fehacientemente, tampoco
puede ser ignorado como variable en juego ni ser obviado como elemento de
juicio a la hora de legislar al respecto. Pero nuevas leyes tampoco sirven
de mucho si no hay, repetimos, un compromiso y encuentro de todos los
actores involucrados (industria, comunidad, gobiernos) que vaya más allá de
llamados a la responsabilidad de las empresas. En especial, se trata de, y
nunca insistiremos mucho en esto, enseñar a leer los medios: a entender,
discriminar y elegir, a "educar la mirada".[93] El problema radica en la
incapacidad de distinguir fantasía de realidad, es decir, es un problema de
"saber y poder leer" y de las representaciones de tales acciones violentas.

En un entorno en que los medios acostumbran a la intensidad
fragmentaria, se necesita aguzar esa experiencia de lectura cada vez más.
Nuestro gran desafío es reconectar en la lectura la experiencia de lo
sublime que aporta el desastre con algún horizonte moral ni consumista ni
fundamentalista, que no sea ni mero discurso burocrático ni mero
entretenimiento (Yúdice 8). La violencia puede generar


temor, asombro y respeto, en el sentido de la palabra Ehrfurcht, que
Kant usa para describir el efecto de lo sublime en su Crítica del
Juicio. Para Kant, esta experiencia de lo sublime es acompañada por
una intuición de la ley moral; pero es justamente esa intuición lo que
se transforma cuando lo sublime se mercantiliza (Yúdice 8).


En nuestro caso, además, tal mercantilización nos llega de la mano del
periodismo norteamericano, con sus relatos culturales reclamando
simplicidad, llaneza, claridad, división del mundo en blanco y negro,
ganadores y perdedores. Ese ha sido el periodismo que ha marcado nuestros
medios y hemos empezado a mirar el mundo con esa mirada. ¿En qué medida nos
hemos rendido entonces a la aceptación de mundos simbólicos que son mundos
que han contenido un momento liberador, develador, enriquecedor, pero no
por ello han dejado de ser terribles, menos barrocos (no menos terribles,
no menos ciertos) pero también menos latinoamericanos, en lo que a nosotros
nos compete? ¿A qué mirada sobre la violencia han contribuido esos modelos?
¿Legitiman un momento particular del proyecto de la modernidad y en tal
caso cuál sería éste? La manera de representar la violencia delictiva en el
marco de una producción industrial de noticias con ciertos requisitos de
escritura ¿no es también parte de una norteamericanización cultural del
mundo? Y, yendo más lejos: ¿no se vuelve ilegible el fenómeno de nuestras
violencias delictivas cuando uno deja de ser barroco y deja de enmarcarlo
en nuestra cultura? ¿Qué operación de ocultamiento genera la simpleza que
reclama el periodismo? Los relatos se hacen simples para que sean
entendidos pero el resultado es que no son entendidos porque son simples,
aunque haya elementos básicos que sí se entiendan. Para argumentar contra
lo que acabamos de decir podríamos referirnos nuevamente a los procesos de
globalización que no excluyen el delito. Pero, por ejemplo, pocas noticias
aparecen sobre el intercambio que está teniendo lugar en nuestros días
entre los bancos, estafadores y criminales del mundo. No solo se hace
necesario entonces pensar de otra manera las "geografías" y las miradas del
delito sino asimismo elaborar códigos de ética periodística que, a la vez
que contrapesen el carácter comercial de la información, incorporen
secciones específicas sobre cobertura de delitos violentos.[94]

Podría proponerse aquí repensar la misma profesión de periodista, lo
que sin duda excede también el alcance de este trabajo[95], pero hay muchas
otras cosas que pueden hacerse y que se han hecho en relación directa con
el problema de la violencia delictiva desde los medios. La Asociación de
Radiodifusores de Canadá lanzó en 1994 la Campaña Nacional en Contra de la
Violencia, a la que destinó 10.6 millones de dólares canadienses en tiempo
de radio y televisión; en 1996 y 1997, los mismos medios llevaron adelante
una campaña denominada "Violencia: Usted Puede Hacer la Diferencia", con
anuncios en radio y televisión y "Sugerencias para la acción contra la
violencia", con información para ser empleada por trabajadores de los
medios, legisladores y profesores en escuelas de comunicación, que evite
avalar, promover o "maquillar" la violencia (T. Delarbre 27-8). Asimismo
Dahl (1985) ha descrito el movimiento que redujo la presencia de la
violencia en los medios en Noruega.[96] Pero también una telenovela
colombiana ha sido elaborada en el marco de una campaña contra la trata de
blancas (como la realizada con el apoyo de la ONU).[97] No menos
considerables han sido experiencias como la "Campaña de sensibilizacion a
favor del desarme" hecha en El Salvador por el PNUD durante el 2001,
involucrando a los medios durante tres meses del año 2002, el "Programa
Desarrollo, Seguridad y Paz, DESEPAZ de la Ciudad de Cali", que desarrolló
comerciales de televisión al respecto (1992-1994), la creación de la "Rede
Viva favela" (2001), con el objetivo de la formación de una Red Nacional de
Radios Comunitarias, la experiencia "Geração de Paz" llevada adelante por
la TV Globo en colaboración con varias instituciones, fundaciones y el
gobierno de São Paulo (2002), la "National Citizen's Crime Prevention
Campaign" en EEUU (1979), utilizando material para televisión, radio,
gráfica, publicidad e internet, y el programa Safer Hart, en el Distrito de
Hart en Inglaterra (1998).


El diálogo sincero y desprejuiciado es el mejor antídoto contra una
prensa sensacionalista y una cobertura pobre de las "olas" delictivas.
Pero, tal como se sugiere en el último libro de Mastrini (314), si la
sociedad civil no comienza el debate sobre los medios forzando a los
responsables politicos a asumirlo, será muy difícil que este proceso surja
por mera voluntad de la clase política. En lo que a la comunidad académica
se refiere, los trabajos entre otros de Stella Martini y Damián Fernández
Pedemonte, los estudios del Centro de Estudios de Seguridad Ciudadana de la
Universidad de Chile, el Centro de Estudios de Seguridad Ciudadana de la
Universidad Cándido Mendez de Río de Janeiro, las investigaciones de
Rossana Reguillo en varios países y, modestamente, este trabajo, sin duda
buscan contribuir a tal debate.


Es necesario recordar nuestra responsabilidad por el otro. Sólo una
cultura de la paz permitirá otro tratamiento mediático de la violencia
delictiva, en el marco de la recuperación de una crítica de la cultura de
masas:
Así como la Escuela de Frankfurt adolecía del defecto de que sus
miembros eran demasiado ajenos a la cultura que examinaban, los
críticos actuales parecen tener una dificultad opuesta: inmersos como
están en su propia cultura, casi enamorados de su objeto, con
frecuencia parecen incapacitados para tomar la necesaria distancia
crítica de él. El resultado es que pueden terminar escribiendo
involuntariamente verdaderas apologías de la cultura de masas y
abrazando la ideología de esa cultura (Morley 61).

La cultura de masas acarrea consigo una tradición de representación de
la violencia lejana a la purificación catártica de la tragedia griega que
viera Aristóteles, y que pretendía comprender antes que condenar. Muchas
veces la violencia cotidiana impacta en la conciencia con su dolor pero,
otras veces, cuando no es explícita es "retenida, pendenciera, rencorosa,
bravucona, resentida, patologizada, más allá de los disfraces que adquiera"
(Casullo), formas de la que no están exentos medios donde se cultivan
miradas burocráticas y autoritarias.


Sabemos que son momentos difíciles pero a la vez propicios para la
elaboración de políticas nacionales. Somos concientes de que sólo podemos
actuar dentro de las narrativas históricas que ya somos y dentro de las
cuales es necesario encontrar salidas (que las hay, siempre) y no engañosas
e idealistas soluciones. Aquí se vuelve central entonces el eterno debate
entre estética, ética y política, libertad y seguridad. Es necesario crear
otras palabras, textos y tiempos para la reflexión. Y aún con las
dificultades mencionadas en nuestro texto, sabemos que es construíble otro
régimen de visibilidad por el simple hecho de que los regímenes de
visibilidad son siempre construidos. Necesitamos incluír más claramente en
la discusión de lo comunicacional las condiciones políticas y económicas
que hicieron posibles nuestras representaciones y su relación con el tejido
de la dominación política, reclamarles a los medios su responsabilidad,
pero todo con menos crucifixiones y mayor comprensión e, incluso,
compasión.

Lo fundamental, sin embargo, de un modelo de prevención de la
violencia, insistimos, es que debería enseñarnos a leer. Tampoco sería
responsable proponer ni pretendemos elaborar una propuesta cerrada o más
articulada luego de tan sólo un año de investigación sobre el tema. Por eso
todas estas palabras han sido tan entusiastas como arriesgadas. Sin
embargo, algo más se nos presenta claro: la necesidad de una nueva
educación sentimental (Sommer) y de una lluvia que, en palabras de
Spinetta, "borra la maldad y lava todas las heridas del alma" (No es
gratuito este final poético-musical. La violencia, después de todo y acorde
a Freud, era el resultado de una incapacidad creativa y de la pobreza de
nuestra imaginación, es decir, de nuestra visión, de nuestras pobres y
limitadas imágenes del mundo).
























Bibliografía

Adorno, Theodor W. "Skoteinos o como habría de leerse" en Tres estudios
sobre
Hegel. Madrid: Taurus, 1974
Agamben, Giorgio. Estado de excepción. Buenos Aires: Adriana Hidalgo, 2001.
------------------------. Estancias. Valencia: Pre-textos, 1995.
Alvarez Teijeiro, Carlos; Marcela Farré y Damián Fernández Pedemonte,
Medios
de comunicación y protesta social. Buenos Aires: La Crujía, 2002.
Amado Suàrez, Adriana, Gabrietti, Mariana, Lacal, Diana, Violencia en
pantalla.
Una aproximación al estudio de la violencia en televisión: análisis de
la violencia en noticieros y telenovelas de canales de aire, UCES,
2001.
Ammann, Ana B. "Puentes rotos: identidades de los menores en el discurso de

la prensa", presentado en el Congreso Panamericano de Comunicación
III, Buenos Aires, 2005.
Amossy, Pierrot, Estereotipos y clichés, Buenos Aires: Eudeba, 2001.
Ander-Egg, Ezequiel. Teleadictos y vidiotas en la aldea planetaria: ¿qué
hace la
televisión con nosotros? Buenos Aires: Lumen-Humanitas, 1996.
Andersen, Martin Edwin. La policía. Pasado, presente y propuestas para el
futuro. Buenos Aires: Sudamericana, 2002.
Arbex Jr. José. Showrnalismo. A notícia como espetáculo. São Paulo: Casa
Amarela, 2001.
Arendt, Hannah. "Arendt sobre Arendt. Un debate sobre su pensamiento", en
De
la historia a la acción. Barcelona, Paidós, 1995.
---------------------The Human Condition. Chicago: Chicago U. P., 1958.
---------------------. Vies Politiques. Paris: Gallimard, 1974.
Arias Gómez, Alejandro. "Campaña contra la trata de blancas ideada por la
ONU, a través de una telenovela colombiana" en Gacemail n. 113, Buenos
Aires: TEA Imagen, 2005.
Aruguete, Natalia. "El poder simbólico de los medios de comunicación",
ponencia
presentada en el Congreso Panamericano de Comunicación. Buenos
Aires, 2005.
Arfuch, Leonor. Crímenes y pecados: de los jóvenes en la crónica policial.
Buenos Aires: UNICEF Argentina, 1997.
-------------------."Afectos y lazo social: las 'plazas' de Blumberg",
presentado en
Coloquio Internacional Afectos y lazo social: La dimensión de los
afectos en la constitución de las identidades socio-políticas". Buenos
Aires, 6 a 8-10-2004.
Austin, J. L. Palabras y acciones. Buenos Aires: Paidós, 1974.
Baratta, Alessandro. Criminología crítica y crítica del derecho penal.
México:
Siglo XXI, 2000.
Barbero, Jesús Martín. "La ciudad: entre medios y miedos", en Susana Rotker

(ed.). Ciudadanías del miedo. Caracas: Nueva Sociedad, 2000.
-----------------------------. "Lo que no puede faltar en la legislación de
televisión".
en La Iniciativa de Comunicación desde noviembre 10, 2003. Actualizado
en agosto 27 2004, http://www.comminit.com/la/lasth/sld-4735.html.
Barrios, Olga (ed.), Realidad y representación de la violencia, Salamanca:
Ediciones Universidad de Salamanca, 2002.
Baudelaire, Charles. "Mon coeur mis à nu" en
http://www.bmlisieux.com/archives/coeuranu.htm
Bauman, Zgymunt. Comunidad. En busca de seguridad en un mundo hostil.
Madrid: Siglo XXI, 2003.
------------------------. La sociedad sitiada. Buenos Aires: FCE, 2004.
------------------------. Modernidad líquida. Buenos Aires: FCE, 2002.
Beck, U. "La irresponsabilidad organizada" en
http://www.ccoo.es/arcadia/arc_01_bec.html
Benjamin, Walter. "Para una crítica de la violencia" en Iluminaciones IV.
Madrid:
Taurus, 1998.
Berger, John. El tamaño de una bolsa. Buenos Aires: Alfaguara, 2004.
Bettetini, Gianfranco y Armando Fumagalli. Lo que queda de los medios:
Ideas para una ética de la comunicación. Buenos Aires: La Crujía,
2001.
Bhabha, Homi K. Nation and Narration. London: Routledge, 1990.
Blanchot, Maurice. L'écriture du desastre. Paris: Gallimard, 1980.
Blaustein, Eduardo y Zubieta, Martín. Decíamos ayer. La prensa argentina
bajo el Proceso. Buenos Aires: Colihue, 1998.
Bobea, Lilian (ed.). Entre el crimen y el castigo: seguridad ciudadana y
control
democrático en América Latina y el Caribe. Caracas: Nueva Sociedad,
2003.
Borja, J. y M. Castells. "La ciudad multicultural" en
http://www.innovarium.com/CulturalUrbana/borjcas1.htm.
Bourdieu, Pierre Sobre la televisión. Barcelona: Anagrama, 1997.
Cosas dichas. Buenos Aires: Gedisa, 1988.
Bournet, Mary, Les moyens d'information dans un monde de violence. Paris:
Unesco, 1971.
Briceño-León, Roberto (comp.). Violencia, sociedad y justicia en América
Latina.
Buenos Aires: CLACSO, 2001.
Brown, Sheila, Crime and Law in the Media Culture, Open University Press,
London, 2003.
Bruner, Jerome. Realidad mental y mundos posibles. Barcelona: Gedisa, 1998.
Bryant, Jennings y Zillmann, Dolf (comps). Los efectos de los medios de
comunicación: investigaciones y teorías. Barcelona: Paidós, 1996.
Burke, Edmund. A Philosophical Enquiry into the Origin Of Our Ideas of the
Sublime and Beautiful, en
http://www.english.upenn.edu/~mgamer/Etexts/burkesublime.html.
Burns, Ronald. "Constructing Images of Workplace Homicide." en Western
Criminology Review 3(1), 2001 en
http://wcr.sonoma.edu/v3n1/burns.html.
Burzaco, Eugenio y otros. Rehenes de la violencia. Buenos Aires: Atlántida,
2001.
Bustos Ramírez, Juan. "Los medios de comunicación de masas" en Bergalí,
Roberto y Juan Bustos Ramírez, El pensamiento criminológico II, Buenos
Aires: Península, 1983.
Cáceres Vegas, Bernardo. Perú: comunicación o violencia. Lima: DESCO,
1989.
Caimari, Lila, Apenas un delincuente. Siglo XXI, 2004
Caletti, Sergio. "Videopolítica, esa región tan oscura. Notas para pensar
la
relación política/medios", en Revista Constelaciones de la
Comunicación Año I – Núm. 1. Buenos Aires: Fund. W. Benjamin, 2000.
Campbell, Christopher, Race, Mith and the News, London: Sage Publications,
1995.
Caruth, Cathy. Unclaimed experience: trauma, narrative and history.
Baltimore:
John Hopkins University, 1996.
Castel, Robert. La inseguridad social. Buenos Aires: Manantial, 2004.
Castoriadis, Cornelius. La institución imaginaria de la sociedad.
Barcelona:
Tusquets, 1984.
Casullo, Nicolás. "Politica Golpista", Diario P12, 16/11/2005
Cecchi, Horacio. Mano Dura. Crónica de la Masacre de Villa Ramallo, Bs.
As.:
Colihue, 2000.
Certeau, Michel de. L'Invention du Quotidien. Paris: UGE, 1980.
Chermak, S. "Image control: How police affect the presentation of crime
news",
en American Journal of Police vol. XIX n. 2, 1995.
Cid Ferreira, Lucía, Control social, delicuencia y representaciones
sociales, San
Miguel de Tucumán: Ed. Arteciencia, 2003.
Clegg, Stewart R. "Narrativa, poder y teoría social" en Dennis Mumby,
Narrativa
y Control Social.
Cohen, Stanley. Folk Devils and Moral Panics. London: MacGibbon and Kee,
1972.
Coleman, Renita. "Crime and Violence in Prime Time: A discourse analysis of

television news magazine's use of the public health model of
reporting",
presentado en la ICA Annual Conference, San Francisco, Mayo 1999.
Contreras, Fernando y Francisco Sierra (coord.). Culturas de guerra.
Madrid: Cátedra, 2004.
Cornblit, Oscar. Violencia social, genocidio y terrorismo. Buenos Aires:
FCE,
2002.
Curry, Kathleen. "Mediating cops: an analysis of viewer reaction to reality
tv" en
Journal of Criminal Justice and Popular Culture, 8(3), University of
Delaware p. 169-185, 2001 (abstract).
Daroqui, Alicia. "Las seguridades perdidas" en Argumentos Argumentos.
Revista Electrónica de Crítica Social. Buenos Aires: Instituto Gino
Germani-UBA, mayo 2003 (www.argumentos.fsoc.uba.ar) .
Dastres, Cecilia y Eva Muzzopappa. "La comunicación como estrategia para
orientar a la ciudadania frente a la violencia y la criminalidad",
Centro de Estudios en Seguridad Ciudadana, Instituto de Asuntos
Públicos, Santiago de Chile: Universidad de Chile, 2004.
de Man, Paul. Alegorías de la lectura. Barcelona: Lumen, 1990
Blindness and Insight. Essays in the Rhetoric of Contemporary
Criticism. Minneapolis: University of Minnesota P., 1975.
Debord, Guy. La sociedad del espectáculo en
http://serbal.pntic.mec.es/~cmunoz11/espect.htm
Del Barco, Oscar. "No matarás" en Revista La Intemperie. Córdoba, 2004.
Delgado, Nora Cristina. Truculencias; entre la desmesura y la noticia.
Posadas:
Universidad Nacional de Misiones, 1998.
Denardin Budó, Marília y Rogério Ferrer. "O conflicto entre liberdade de
informação e presunção de inocência no Estado de Direito: um estudo
sobre a ética jornalística e o sensacionalismo", presentado en el
Congreso Panamericano de Comunicación. Buenos Aires, 2005.
Dias Schramm, Luanda, "Comunidades interpretativas e identidade cultural",
Universidade de Brasilia, ponencia presentada en el III Congreso
Panamericano de Comunicación, Bs. As., Julio de 2005.
Documento "Una radiodifusión pública para la democracia" en
http://www.cels.org.ar/Site_cels/documentos/a_docs_trabajo/7_acceso/acc
eso_pdf/Radiodifusion.pdf
Dowler, Kenneth. "Media consumption and public attitudes toward crime and
justice: the relationship between fear of crime, punitive attitudes
and perceived police efeectiveness" en
http://www.albany.edu/scj/jcjpc/vol10is2/dowler.pdf.
Dubois, Judith. "Couverture médiatique du crime organisé. Impact sur
l'opinion
publique?" Ottawa: Gendarmerie royale du Canada, 2002.
Ehrenberg, Alain. Le culte de la performance. Paris: Hachette, 1991.
Einstein. Mi vision del mundo, P. 12, Sup. Futuro 31-12-05
Ericson, Richard V. (ed.), Crime and the media, Dartmouth: England, 1995.
Espeche, Carlos E. y Víctor E. Ducrot. "Periodismo y hegemonía. El rol del
proceso periodístico en la construcción de sentido común", presentado
en
el Congreso Panamericano de Comunicación. Buenos Aires, 2005.
Espósito, Roberto, Communitas. Buenos Aires: Amorrortu, 2003.
Espósito, Roberto, Immunitas. Buenos Aires: Amorrortu, 2005.
Fabbro, Gabriela; Marcela Farré; Alejandro Piscitelli y Paola del Bosco.
"La
calidad televisiva en la Argentina". Universidad Austral, 2005.
Feinmann, José Pablo, "La Argentina Intolerante", en Feinmann, J.P.,
Escritos
imprudentes II. Argentina, América Latina y el imperio global, Buenos
Aires: Norma, 2005.
La sangre derramada. Buenos Aires: Seix Barral, 2003.
Felman, Shoshana and Dori Laub. Testimony: crises of witnessing in
literature,
psychoanalisis, and history. New York, London: Routledge, 1992.
Ferguson, Robert: "El interculturalismo global y los dilemas del
universalismo:
educando en medios después del 2000", en Diálogos de la comunicación,
Nº 52. Lima: agosto 1998.
Fernández Pedemonte, Damián. La violencia del relato. Discurso periodístico
y
casos policiales. Buenos Aires: Ed. La Crujía, 2001.
Fernández Serrato, Juan C. "El capitán América nunca supo convencer a los
malos. Leyendo en los comics más allá de la adolescencia" en
Contreras, Fernando y Francisco Sierra (coord.). Culturas de guerra.
Madrid: Cátedra, 2004.
Ferrell, Jeff, Hamm, Mark, (Ed.), Ethnography at the Edge. Crime, deviance
and
field research. Boston: Northeastern University Press, 1998.
Ferrell, Jeff, Sanders, Clinton, Cultural Criminology, Boston: Northeastern

University Press, 1995.
Ferrell, Jeff. "Culture, Crime, and Cultural Criminology" en Journal of
Criminal
Justice and Popular Culture 3(2), p. 25-42, New York, abril 1995.
Ferrell, Jeff, Websdale, Neil, (Ed.), Making Trouble. Cultural
constructions of
crime, deviance and control, New York: Aldine de Grunter, 1999.
Ford, Aníbal. La marca de la bestia. Buenos Aires: Norma, 1999.
Ford, Aníbal. "Lo que nadie hizo", en Suplemento Radar, Diario Página 12,
Bs.
As., 20-6-2004.
Ford, Aníbal, Jorge Rivera y Eduardo Romano. Medios de comunicación y
cultura popular. Buenos Aires: Legasa, 1985.
Forster, Ricardo. Crítica y Sospecha. Los claroscuros de la cultura
moderna.
Bs. As., Paidós, 2003.
"La muerte de la palabra en el mundo universitario". Buenos Aires:
Diario
Página/12, 8-2-2005.
Foucault, Michel. El orden del discurso. Barcelona: Tusquets, 1987.
"Las redes del poder". Conferencia pronunciada en 1976,
publicada en la revista Barbarie n. 4 y 5. San Salvador, Brasil,
1981-2.
Fuenzalida, Valerio. La Televisión Pública en América Latina. Reforma o
Privatización. Santiago: FCE, 2000.
García Canclini, Néstor. Diferentes, desiguales y desconectados. Mapas de
la
Interculturalidad. Barcelona: Gedisa, 2004.
"La construcción de identidades en la interculturalidad global",
presentado
en el Instituto Goethe, Conferencia Internacional Construcción de
Identidades en Sociedades Pluralistas. Buenos Aires, 8-4-2005.
García Galera, María del Carmen, Televisión, violencia e infancia. El
impacto de
los medios. Barcelona: Gedisa, 2000.
García Silberman, Sarah y Luciana Ramos Lira. Medios de Comunicación y
Violencia. México: FCE, 1998.
Gargurevich, Juan. La prensa sensacionalista en el Perú. San Miguel:
Pontificia
Universidad Católica del Perú, 2000.
Garrido, Oscar V. "Violencia en los medios", en Temas de Psicología Clínica
n.
2, Buenos Aires, Universidad Kennedy, a.4, may-ago 1998, p. 73-77.
Gayol, Sandra y Gabriel Kessler (comp.) Violencias, delitos y justicias en
Argentina, Buenos Aires: Manantial, 2002.
Geertz, Clifford. Local Knowledge. Further Essays in Interpretive
Anthropology.
New York: Basic Books Inc. Publishers, 1983.
Gerbner, George. La violencia y el terror en los medios de comunicación de
masas. París, UNESCO, 1990.
Girard, René. La Violence et le Sacré.
Goffman, Erving. Estigma. La identidad deteriorada. Bs. As: Amorrortu,
1995.
Gómez Fernández, Domingo E. (coord.). El cambio: libertad de expresión y
medios de comunicación social. Dirección Xeral de Medios de
Comunicación, Xunta de Galicia, 1990.
Gómez Gómez, Ana Julia. "Violencia, medios de comunicación y aprendizaje de

la realidad", ponencia presentada en el I Congreso Internacional sobre
Ética en los Contenidos de los Medios de Comunicación Internet.
Granada, 15-17 de octubre de 2001.
González, Horacio. La realidad satírica: Doce hipótesis sobre Página/12.
Buenos Aires: Paradiso, 1992.
"TV y evangelismo político", en Diario Página 12, 30-8-2004.
Gorgal, Diego. "La cuestión criminal y las áreas sin Estado. El caso
argentino" en
Diálogo Político. Seguridad Interior. Entre el terrorismo y la
criminalidad.
Buenos Aires: Konrad Adenauer –Stiftung, 2003.
Graña, Dolores. "El género policial avanza: los proyectos de los canales
13, 9 y
telefé. La TV internacional muestra un marcado protagonismo de los
forenses por sobre los detectives" en Gacemail n. 113. TEA Imagen,
Fuente Diario La Nación.
Groebel, Jo. "La violencia en los medios: estudio global de la Unesco", en
Boletín [del] Proyecto Principal de Educación en América Latina y el
Caribe nº 49. Santiago de Chile, ago. 1999, p. 5-19.
Guagnini, Lucas. Blumberg, en el nombre del hijo, Buenos Aires:
Sudamericana,
2005
Gubern, Roman. Patologías de la imagen. Anagrama. 2004.
Gunter, Barrie. "Acerca de la violencia en los media" en Bryant y Zillmann
(1996).
Gutiérrez, Daniela, "Violencia y miedos", en AA.VV., en Violencia, medios y

miedos, ediciones Noveduc, Buenos Aires. 2005, pp. 21-35.
Habermas, Jürgen, Teoría de la Acción Comunicativa, Madrid: Taurus, 1987.
Hall, Stuart y Paul du Gay (eds.). Questions of Cultural Identity. London:
Sage,
1996.
Heller, Agnes. Teoría de los sentimientos. Barcelona: Fontanara, 1985.
Hendricks, James, Byers, Bryan (ed), Multicultural Perspectives in Criminal

Justice and Criminology, Illinois: Charles Thomas Publisher, 1994.
Hernández, Tosca, "Des-cubriendo la violencia" en Roberto Briceño-León
(comp..), Violencia,sociedad y justicia en América Latina. Buenos
Aires: CLACSO, 2001.
Holden, Constance. "Controversial Study Suggests Seeing Gun Violence
Promotes It" en Science Magazine, vol. 308, 27 de mayo de 2005.
Holton, G. Thematic origins of scientificthought. Cambridge, MA: Harvard
University Press, 1973.
Howitt, Denis. Crime, the Media and the Law, England: John Wiley & Sons
Ltd,
1998.
Imbert, Gerard. "Cultura de la violencia, conductas de riesgo y tentación
de
muerte en la sociedad del espectáculo (Nuevas formas y usos de la
violencia)" en Contreras y Sierra (eds.), Culturas de guerra. Medios
de informacion y violencia simbolica. Madrid: Cátedra, 2004.
Los escenarios de la violencia. Barcelona: Icaria, 1992.
Informes y sondeos de opinión del Centro de Opinión Pública de la
Universidad
de Belgrano (Indice de Violencia Social Percibida, "Los argentinos y
la tolerancia social", "Las malas costumbres argentinas") en
www.onlineub.com
Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales. "Violencia en los medios
audiovisuales", 1997 en Boletín [del] Proyecto Principal de Educación
en América Latina y el Caribe. Santiago de Chile nº 49 (ago. 1999).
Isla, Alejandro y Daniel Míguez. Heridas urbanas. Buenos Aires: Ed. De las
Ciencias, 2003.
Iyengar, S. Is anyone responsible?: How television frames political
issues.
Chicago: University of Chicago Press, 1991.
Jacorzynski, W. Estudios sobre la violencia: teoría y práctica. México:
CIESAS/Porrúa, 2002.
Jameson, Frederic. The Political Unconscious: Narrative as a Socially
Symbolic Act. Ithaca y Londres: Cornell University Press, 1981.
Jauss, Hans Robert. Toward an aesthetic of reception. Minneapolis:
University of
Minnesota Press, 1982.
Kaminsky, Gregorio. "Inseguridad dentro del terror" en Argumentos. Revista
Electrónica de Crítica Social n. 2. Buenos Aires: Instituto Gino
Germani-UBA, mayo 2003 (www.argumentos.fsoc.uba.ar)
Kant, Immanuel. Crítica del juicio seguida de las observaciones sobre el
asentimiento de lo bello y lo sublime. Alicante: Biblioteca Virtual
Miguel de Cervantes, 1999.
Kapuscinski, Ryszazrd. "El legado de Heredoto" en Diario La Nación, Buenos
Aires, 23-11-2003.
Kierkegaard, Soren. Either/Or. Princeton: University Press, 1944.
Killingbeck, Donna. "The role of television news in the construction of
school
violence as a "moral panic" , Journal of Criminal Justice and Popular
Culture, 8(3) (2001) 186-202.
King, Stephen. Danse Macabre. New York: Everest House, 1981.
Lagrange, H. "Médias et insécurité" en Revue Internationale d'Action
Communautaire n. 30, 1993.
Lakoff, George y Mark Johnson, Metáforas de la vida cotidiana. Buenos Aires

Cátedra, 1986.
Langer, John. La televisión sensacionalista. El periodismo popular y las
"otras
noticias". Barcelona: Paidós, 2002.
Levi-Strauss, Claude (ed.). La identidad. Barcelona: Petrel, 1981.
Lozano, J. "La semiosfera y la teoría de la cultura" en
http://www.ucm.es/especulo/numero8/losano.htm.
Luchessi, Lila. "Fin de fiesta. De ausencias, presencias y regulaciones:
apuntes
para un debate sobre el delito y el Estado en la Argentina del siglo
XXI",
presentado en el Congreso Panamericano de Comunicación. Buenos
Aires, 2005.
Ludmer, Josefina. El cuerpo del delito, Buenos Aires: Perfil Libros, 1999.
Lukács, G. Teoría de la Novela. Barcelona: Edhasa, 1971.
Maguire, Diane Sandage y Georgie Ann Weatherby, "Crime stories as
television
news: a content analysis of national, big city, and small town
newscasts" en Journal of Criminal Justice and Popular Culture, 7(1)
(1999) 1-14 (http://www.albany.edu/scj/jcjpc/)
Manning, Peter. Review of Cop Knowledge: Police Power and Cultural
Narrative
in Twentieth Century America, en Journal of Criminal Justice and
Popular
Culture 8(1), 2001, p. 58-60.
Martini, Stella. "Agendas policiales de los medios en la Argentina: La
exclusión
como un hecho natural" en Sandra Gayol y Gabriel Kessler, Violencias,
delitos y justicias en la Argentina. Buenos Aires: Manantial, 2002.
Mastrini Guillermo, Mucho ruido, pocas leyes. Economía y políticas de
comunicación en la Argentina 1920-2004. Buenos Aires: La Crujía, 2005,
Massota, Oscar. La historieta en el mundo moderno. Buenos Aires: Paidós,
1982.
Maturana, Humberto. El sentido de lo humano. Santiago de Chile: Ed.
Hachette/Comunicación, 1991.
---------------------------.Emociones y lenguaje en educación y política.
Santiago:
Hachette, 1992.
---------------------------. "Biologia y violencia" en Violencia en sus
distintos ámbitos
de expresión. Santiago de Chile: Dolmen, 1997.
Maturana, Humberto y Francisco Varela. El árbol del conocimiento. Las bases
biológicas del conocimiento humano. Madrid: Debate, 1999.
Mauro, Sebastián. "Tres versiones sobre la seguridad. Condensaciones y
desplazamientos de la agenda porteña", presentado en el Congreso
Panamericano de Comunicación. Buenos Aires, 2005.
McCombs, Maxwell. "Influencia de las noticias sobre nuestras imágenes del
mundo" en Bryant, Jennings y Zillmann, Dolf (comps). Los efectos de
los medios de comunicación: investigaciones y teorías. Barcelona:
Paidós, 1996.
McLuhan, Marshall. La Galaxia Gutemberg. Barcelona: Planeta-Agostini, 1985.
McNeely, Connie L. "Perceptions of the criminal justice system: Television
Imagery and Public Knowledge in the United States", en Journal of
Criminal Justice and Popular Culture 3(1), 1995, p. 1-20.
McQuail. Introducción a la teoría de la comunicación de masas. Madrid:
Paidós,
1985.
La acción de los medios. Buenos Aires: Amorrortu, 1998.
Meyer, Michael, "Entre la teoría, el método y la política: la ubicación de
los
enfoques relacionados con el ACD", en Wodak R., Meyer, M., (comp.),
Métodos de análisis crítico del discurso, Barcelona, Gedisa, 2003.
Miceli, Walter y Belinche, Marcelo, Los procesos de edición periodística en
los
medios gráficos. El caso Clarín. Buenos Aires: La Crujía, 2002.
Moffatt, Alfredo. "Civilización y barbarie…¿cuál es cuál?", clase
reproducida por
el diario Página 12, Buenos Aires, 13 de julio de 2001.
Monsiváis, Carlos. "Se sufre porque se aprende (De las variedades del
melodama en América Latina)" en Seminario Internacional Educar la
Mirada. Políticas y Pedagogías de la Imagen, FLACSO-Fundación OSDE.
Buenos Aires: junio 8-10 de 2005.
Morley, D. Televisión, audiencias y estudios culturales. Buenos Aires:
Amorrortu,
1996.
Mumby, Narrativa y control social. Buenos Aires: Amorrortu, 1997.
Nieman Reports, "Violence. Do the media understand it? Do the media abet
it?",
Vol L, N. 3., 1996.
Niesel, Jeffrey. "The Horror of Everyday Life: Taxidermy, Aesthetics, and
Consumption in Horror Films" en Journal of Criminal Justice and
Popular
Culture 2(4), 1994, p. 61-80.
Oliveira, Alicia y Sofía Tiscornia. La construcción social de imágenes de
guerra.
Buenos Aires: Cuadernos del CELS, Octubre 1990.
Pasquali, Antonio. Comunicación y cultura de masas : la masificación por
medios
audiovisuales en las regiones subdesarrolladas. Estudio sociológico y
comunicacional. Caracas: Monte Ávila Editores, 1972.
Paiva, Anabela y Silvia Ramos. Mídia e violência. Como os jornais retratam
a
violência e a segurança pública no Brasil. Río de Janeiro: Boletim
Segurança e Cidadania CESEC, Año 4 / n. 10, diciembre de 2005.
Paulsen, Derek J. "Wrong side of the tracks: exploring the role of
newspaper
coverage of homicide in socially constructing dangerous places" en
Journal of Criminal Justice and Popular Culture 9(3), 2002, p. 113-
127.
Pavarini, Massimo. Control y dominación. Teorías criminológicas burguesas y

proyecto hegemónico. México: Siglo XXI, 1998.
Pegoraro, Juan S. "Resonancias y silencios sobre la inseguridad".
Argumentos.
Revista Electrónica de Crítica Social n. 4. Buenos Aires: Instituto
Gino
Germani-UBA, septiembre 2004 (www.argumentos.fsoc.uba.ar)
"Una reflexión sobre la inseguridad" en Argumentos. Revista
Electrónica de Crítica Social n. 2. Buenos Aires: Instituto Gino
Germani-UBA, mayo 2003 (www.argumentos.fsoc.uba.ar).
Pereyra, Marcelo R. "La información político-policial y la exclusión
simbólica de
los excluídos sociales", presentado en el Congreso Panamericano de
Comunicación. Buenos Aires, 2005.
Pinkus, Nicolás. "Los medios de comunicación gráficos como catálisis de la
violencia social" en Corsi, Jorge y Graciela Peyrú, Violencias
sociales.
Buenos Aires: Ariel, 2003.
Piscitelli, Alejandro. Ciencia en Movimiento. La construcción social de los
hechos
científicos. Buenos Aires: CEAL, 1993.
Pizarroso Quintero, Alejandro. "Guerra y comunicación. Propaganda,
desinformación y guerra psicológica en los conflictos armados" en
Contreras y Sierra (eds.), op. cit.
Propp, Vladimir. Morfología del Cuento. Madrid: Ed. Akal, 1998.
Presentaciones del Fórum Barcelona 2004 «Por una redefinición de los medios

de comunicación públicos» en
http://www.barcelona2004.org/esp/actualidad/noticias/html/f042054.htm
Ramonet, Ignacio. La tiranía de la comunicación. Madrid: Temas de debate,
1998.
Reese, Renford. "Whistle-Blowing into a tangled web: The case of Serpico,
L.A. Confidential, and the Lapd's Rampart Division" en Journal of
Criminal
Justice and Popular Culture, 9(2) (2002) 105-111
(www.albany.edu/scj/jcjpc/)
Reguillo, Rossana. Entrevista. Diario Página 12, 6-9-2004, por Daniela
Gutierrez
"La subjetividad sitiada. Las emociones y la política en
América Latina", ponencia presentada en el Seminario Internacional
Educar la Mirada, 2005.
"Sociabilidad, inseguridad y miedos. Una trilogía para pensar
la ciudad contemporánea." ponencia presentada en la Universidad
Nacional de San Martín. Buenos Aires, 2005.
"La construcción social del miedo. Narrativas y prácticas urbanas", en
Susana Rotker, Ciudadanías del Miedo, Caracas: Nueva Sociedad, 2000.
Repetto, Carlos. "Casa tomada, medios y vida cotidiana", presentado en el
Congreso Panamericano de Comunicación. Buenos Aires, 2005.
Rey, "El Cuerpo del Delito. Representación y Narrativas Mediáticas de la
[IN]
Seguridad Ciudadana". Centro de Competencia en Comunicación para
América Latina, 2005.
Ricoeur, Paul. Tiempo y Narración III. México: Siglo XXI, 1996.
Rodrigo Alsina, Miguel. La construcción de la noticia, Barcelona: Paidós,
1993.
------------------------------. "Pueden los periodistas no ser
etnocéntricos?" en
Contreras y Sierra (eds.)
Rodríguez, Esteban. Contra la prensa. Buenos Aires: Colihue, 2001.
Rodríguez, María Graciela. "Beligerancia cultural y medios de
comunicación",
presentado en el Congreso Panamericano de Comunicación. Buenos
Aires, 2005.
Rotker, Susana (ed.). Ciudadanías del miedo. Caracas: Nueva Sociedad, 2000.
Sacks, Oliver El hombre que confundió a su mujer con un sombrero. Madrid:
Muchnick, 1988.
Saez, Chiara. "Familia y delincuencia. Revisión de tres artículos de prensa
de
acuerdo a la metodología de análisis crítico del discurso (ACD)" en
Revista de Investigacion y Crítica n.4, Santiago de Chile: Lom Ed.
Saitta, Sylvia. Regueros de tinta. El diario Crítica en la década de 1920.
Buenos
Aires: Sudamericana, 1998.
"Pasiones privadas, violencias públicas. Representaciones del delito
en la prensa popular de los años veinte" en Gayol, Sandra y Gabriel
Kessler...
Sanmartín, José; Grisolía, James; Grisolía, Santiago (eds.). Violencia,
televisión
y cine. Barcelona: Ariel, 1998.
Saramago, José. "Qué sociedad queremos, qué gente necesitamos".
Conferencias de Primavera 2005, Buenos Aires: MALBA, 24-10-2005.
Sarlo, Beatriz. Instantáneas. Buenos Aires: Ariel, 1996.
Tiempo Pasado. Cultura de la memoria y giro subjetivo. Una discusión.

Buenos Aires: Siglo XXI, 2005.
Searle, John. Speech Acts: An essay in the philosophy of language. London:
Cambridge University Press, 1967.
Serres, Michel with Bruno Latour. Conversations on Science, Culture and
Time.
Ann Arbor: University of Michigan Press, 1995.
Simmel, Georg. "La gran urbe y la vida del espíritu" en El individuo y la
libertad.
Barcelona: Península, 1986.
Smith, Tony. "The consequences of language: A review of Random Violence:
How we talk about new crimes and new victims" en Journal of Criminal
Justice and Popular Culture , 7(1) (1999) 26-29
(www.albany.edu/scj/jcjpc/)
Soares, Luiz Eduardo, MV Bill y Celso Athayde. Cabeça de Porco. Rio de
Janeiro: Objetiva, 2005.
Sodré, Muniz. Sociedad, cultura y violencia. Buenos Aires: Grupo Editorial
Norma, 2001.
Sommer, Doris. Bilingual Aesthetics : A New Sentimental Education (Duke
University Press, 2004.
Sontag, Susan. Ante el dolor de los demás. Buenos Aires: Alfaguara, 2003.
Standing Committee on Communications and Culture, House of Commons,
Canada. Television Violence: Fraying our Social Fabric. Ottawa:
Queen's Printer, 1993.
Steele, Robert. "Hang on this. All the tip sheets you need to be a better
journalist" en Poynter Report, Special Issue, verano 1999.
Steinberg, Oscar. Diario Página/12. Buenos Aires, 2-5-2004.
Subirats, Eduardo. La condición sitiada, Barcelona: Siruela, 2000.
La Linterna Mágica. Madrid: Siruela, 1997.
Surette, Ray, Media, Crime and criminal justice. Images and realities. New

York: Wadsworth Publishing, 1998.
Terrón, Miguel Aguado. "Conflicto, sociogénesis e identidad: economía
política
de la violencia", en Contreras y Guerra, op. cit.
Tiscornia, Sofía. "Desocultar la verdad" en Revista Encrucijadas n. 25,
Buenos
Aires: UBA, abril 2004.
Torres Lana, Esteban; Conde Miranda, Elena; Ruiz Pacheco, Cristina.
Desarrollo
humano en la sociedad audiovisual. Madrid: Alianza, 2002.
Trejo Delarbre, Raúl, "La televisión: espejo o detonador de la violencia
social" en Novedades Educativas, año 15, n. 147, marzo 2003.
Tufte, Birgitte y Thomas Tufte. "Parental Control of Broadcasting, Film,
Audiovisual and On-line Services in the European Union" en
http://www.sebnet.dk/publikationer/tufte1998.html
Ulanovsky, Carlos. Paren las rotativas. Historia de los grandes diarios,
revistas y
periodistas argentinos, Bs. As.: Espasa, 1996.
Unesco, Many Voices, One World. The McBride Report 1980. Paris: Unesco,
1980.
Van Dijk, Teun. Racismo y análisis crítico de los medios. Barcelona,
Paidós,
1997.
Verón, Eliseo. Construir el acontecimiento. Bs. As.: Gedisa, 1989.
El cuerpo de las imágenes. Buenos Aires: Norma, 2001.
Verón, Eliseo y Silvia Sigal. Perón o muerte. Los fundamentos discursivos
del
fenómeno peronista. Buenos Aires: Legasa, 1986.
Virilio, Paul. El arte del motor. Aceleración y realidad virtual. Buenos
Aires:
Ed. Manantial, 1996.
Virno, Paolo. Palabras con palabras. Poderes y límites del lenguaje. Buenos

Aires: Paidós, 2004.
V.V.A.A. La seguridad ciudadana como política de Estado. Buenos Aires:
Friedrich Ebert Stiftung, 2005.
Wacquant, Loic. Las cárceles de la miseria. Manantial, 2000.
Waiselfisz, Julio y Maria Maciel. Revertendo violencias, semeando futuros:
avaliacao de impacto do programa abrindo espacos no RJ e em
Pernambuco. Brasilia: Unesco, 2003.
Wilson, Christopher F. " 'Let's Work out the Details': Interrogation and
Deception
in Prime Time" en http://www.albany.edu/scj/jcjpc/index12.html
Wiñazki, Miguel. La noticia indeseada. Leyendas y fantasmas de la opinión
pública. Marea Editorial. Bs. As., 2004, pág. 166.
Witten, Marsha. "Narrativa y cultura de la obediencia en el lugar de
trabajo" en
Dennis Mumby, op cit.
Wolf, M. "Contextos y paradigmas en la investigación sobre los media" en La
investigación de la comunicación de masas. Barcelona: Paidós, 1987.
Yances, Germán. "La Televisión, un bien público y un papel social" en
http://www.enrodaje.cinecolombiano.com/4un_bien_publico.htm
Yúdice, George. "El terror en la cultura global", Revista Ñ, Buenos Aires:
Clarín,
27-8-2005.
Yupanqui , Samuel B. Abad. "Derechos fundamentales y regulación
Democrática de la televisión" en
http://www.us.es/cidc/Ponencias/fundamentales/SamuelAbad.pdf
Zelizer, Barbie. "Los periodistas norteamericanos y la muerte de Lee Harvey

Oswald: narrativas de autolegitimación" en Mumby, Denis. Narrativa y
Control Social. Buenos Aires: Amorrortu, 1997.


-----------------------
[1] Ver las referencias de Clegg a las reflexiones de Oliver Sacks en este
sentido.
[2] Citado por Marsha Witten en "Narrativa y cultura de la obediencia en el
lugar de trabajo" en Dennis Mumby (1997).
[3] Investigación realizada en 1999 en las ciudades de Rosario y Córdoba,
referida por Martín Edwin Andersen (2002: 381-2).
[4] Expresión de Nick Lee en "Three complex subjectivities: Borges, Sterne,
Montaigne", trabajo presentado en el seminario ESRC, enero 2000,
refiriéndose a "una certeza que pasa como tal siempre y cuando sus
fundamentos se mantengan ocultos, siempre y cuando se la enuncie lo
suficientemente rápido como para escapar a todo análisis", citado y
traducido por Zygmunt Bauman (2004).
[5] Los dos casos que serán analizados en detalle en este proyecto de
investigación.

[6] Según defnición al respecto en el "Atlas de la literatura criminal"
publicado por la Revista Ñ en su edición del 13-8-2005. ¿Y por qué
mencionarlo? Pues porque las narrativas policiales formaron a nuestros
periodistas.
[7] Referencia a su Teoría de la Novela.
[8] Elizabeth Rondelli, "Media, representacoes sociais da violencia, da
criminalidade e acoes políticas", en Comunicacao&Política vol. 1, No. 2,
Río de Janeiro, dezembro 1994-marco 1995. Reproducido como "Medios, drogas
y crimen", en Etcétera, No. 207, México, 16 de enero de 1997 y citado por
T. Delarbre (2003).
[9] Así el Código de Programación de la Televisión Comercial de China
indica expresamente que "El propósito de cualquier mitin o marcha pública
es atraer la atención. Pero existe la posibilidad de que la presencia de
las cámaras de televisión provoquen incidentes que no habrían ocurrido de
no estar ellas (...) Se debe realizar todo el esfuerzo que sea neceario
para que todo sea visto y escuchado dentro de su contexto, de modo que el
auditorio pueda evaluar los hechos apropiadamente, así como encontrar el
significado de actividades que fueron promovidas por la sola presencia de
la cámara".
[10] Acorde a Michel Serres, el debate imprime una presión que tiende a
confirmar las ideas aceptadas, las exacerba. La polémica nunca inventaría
nada, nada sería más viejo que la guerra. La dialéctica sería la lógica y
estrategia del victorioso, del maestro, de Sócrates. La guerra sólo daría
nacimiento a la muerte y a la guerra, es decir, al eterno retorno del
debate, mientras que la razón estaría distribuida en todas partes (Serres
1995)
[11] Ver McManus, M. Market driven journalism: Let the citizen beware?
Thousand Oaks, CA: Sage, 1994, citado por la autora.
[12] Regresarían así los arquetipos, nos marca también Ford: el justiciero
(Santos), el reconocimiento de la identidad perdida (Reggiardo-Tolosa), la
violación de la doncella (Maria Soledad): casos a los que se puede entrar
por diversas secciones del diario, p. 265.
[13] Según Michel de Certeau, citado por Aníbal Ford (1999: 250-265).
[14] Corner, 1991, citado en David Morley (41).
[15] Más extensivamente, desde principios de siglo contamos con estudios
sobre la delincuencia y la violencia en los medios, y las conferencias,
simposios y libros publicados desde entonces sobre este tema son
incontables. Muchos de ellos son estudios originarios de EEUU, Canadá,
Australia, Nueva Zelanda o Europa Occidental. Pero cada vez mas Asia,
América Latina y África están contribuyendo al debate sobre estas
cuestiones, con miradas que van desde los estudios culturales al análisis
de contenido de los programas de los medios y la investigación conductual.
En Paris, en 1997 se celebró un congreso auspiciado por la UNESCO,
continuación de las reuniones de Lund en 1995, sobre estos temas.
[16] Ver www.onlineub.com/encuestas/IVSP/v4.pdf
[17] Marcelino Bisbal, "Violencia y televisión o el discurso de la
conmoción social", en Guillermo Orozco Gómez, coord.., Miradas
latinoamericanas a la televisión. Universidad Iberoamericana, México, 1996,
p. 125. Las comillas pertenecen a ese autor, citado en T. Delarbre, Raúl,
op. cit.
[18] Van Dijk menciona entre ellos los trabajos de Fairclough y Fowler.
[19] Steven Chermak. Victims in the News: Crime in American News Media.
Boulder, CO: Westview Press, 1995, citado en Steven Chermak (1995).
[20] Esto ha sido demostrado en estudios de George Gerbner y Gross L.,
"Living With Television: The Violence Profile", Journal of Communication,
n. 26, 1976; Gerbner G., Gross, M. Morgan y N. Signorielli, "The
Mainstreaming of America: Violence Profile n. 11" en Journal of
Communication n. 30: 10-29; y Jo Grebel, op. cit. Ver al respecto el
índice de violencia social percibida del Centro de Opinión Pública de la
Universidad de Belgrano del 20-6-2002.
www.onlineub.com/encuestas/IVSP/v4.pdf
[21] Renita Coleman, op. cit., nos recuerda como la cobertura de los
crímenes y el énfasis en la violencia ha sido consistentemente
correlacionada de manera positiva con el miedo público a la victimización
(Graber, 1980; Einsiedel, 1984; Gebotys, 1988; Gordon & Heath, 1981;
Graber, 1980, Heath, 1984; Jacob, 1984; Liska & Baccaglini, 1990; O'Keefe &
Reid-Nash, 1984; Smith, 1984; Williams & Dickinson, 1994, citados por la
autora).
[22] Ver Sparks, R. L. Television and the Drama of Crime: Moral Tales and
the Place of Crime in Public Life. Buckigham: Open University Press, 1992,
citado en
[23] Constance Holden, "Controversial Study Suggests Seeing Gun Violence
Promotes It" en
Science Magazine, Vol. 308, 27 de mayo de 2005.
[24] Renato Ortiz, 1994, citado por Aníbal Ford (1999:66).
[25] Que según otros estudios es lo que más se recuerda de los fenómenos de
violencia, ver F. Pedemonte, op. cit.
[26] Editorial del 26-10-2002
[27] Entre las variables que hoy el PNUD escoge para medir el desarrollo
humano hay medidores del miedo.
[28] Ver Barille, L. "Television and Attitudes About Crime: Do Heavy Views
Distort Criminality and Support Retributive Justice?" en Ray Surette (ed.)
Justice and the Media: Issues and Research. Springfield, Illinois: Charles
C. Thomas, 1984 citado en Dowler, "Media Consumption...".
[29] Ver Roberts, J. Y A. Doob, "Public Estimates of Recidivism Rates:
Consequences of a Criminal Stereotype" en Canadian Journal of Criminology
28: 229-241; y Surette, Ray, op. cit., referidos en Dowler, op. cit.
[30] Pero si el crimen ocurre lejos de casa el efecto es el opuesto,
generando una sensación de "sentirse seguro por comparación": ver Liska y
Baccaglini, "Feeling Safe by Comparison: Crime in the Newspapers" en Social
Problems 37, p. 360-374, 1990), citado por Dowler, op. cit.
[31] En el año 2003 salió una nueva versión del periódico inglés The
Independent que incluía un dibujo del café y un huevo frito en la tapa,
mostrando como el nuevo formato dejaba espacio para el desayuno en la mesa
[32] Bonilla, J. I. Violencia y Medios de Comunicación. Otras pistas en la
investigación. México: Trillas, 1995. Citado por García Silberman, Sarah y
Luciana Ramos Lira (1998).
[33] Bourdieu, Pierre y Wacquant, Loic, J. D. Respuestas. Por una
Antropología Reflexiva. México: Grijalbo, 1995, p. 120, citado en Fernández
Pedemonte (2001).
[34] Ronell, Avital. "Video/Television/Rodney King: Twelve Steps beyond
the Pleasure Principle." Págs. 105-119 en P. d'Agostino y D. Tafler (ed.)
Transmission: Toward a Post-Television Culture, Thousand Oaks, Ca: Sage
Publications, 1995, citado por Kathleen Curry (2001)
[35] Poner datos del estudio.
[36] ¿Pero cómo cuestionar la violencia de la institución familiar, la
policía y el Estado sin convertirse en un discurso inviable para las
grandes empresas mediáticas? ¿Pueden hacer esto diarios como Clarín o
Nación? ¿En qué medida? ¿Con qué lenguaje y qué contextualización?
[37] Citado en García Galera (2000).
[38] En Ante el dolor de los demás, Susan Sontag nos llama a reflexionar
sobre una ecología de las imágenes (fundamental para pensar en la
televisión) y sobre nuestra adormecida capacidad de conmoción y compasión
(106-7).
[39] Este mecanismo no es privilegio de nuestro país sino que ha sido
estudiado en relación a otros países también Burns refiere en este sentido
a la obra de Kappeler, V., M. Blumberg, and G. Potter. The Mythology of
Crime and Criminal Justice. Prospect Heights, IL: Waveland., 2000.
[40] Medved, Michael. Hollywood vs. America. New York: Harper Collins,
1993, págs. 196-7., citado en Bettetini y Fumagalli (2001).
[41] La violencia está en el cine desde su surgimiento, y el primer efecto
especial en la historia del cine fue la decapitación simulada de María,
reina de Escocia, en un film de 1895.
[42] Referencias extraídas de Burns (2001)
[43] Referencias extraídas de Burns (2001).
[44] Referencias extraídas de Burns (2001).
[45] Ver Combs & Slovic, "Newspaper coverage of causes of death", en
Journalism Quarterly, 56: 837- 843, 849, 1979, citados por Renita Coleman
(1999).
[46] Grabe, M.E. "Tabloid and traditional television news magazine crime
stories: Crime lessons and reaffirmation of social class distinctions",
Journalism and Mass Communication Quarterly, 73(4): 927, 1996, citado por
Coleman (1999). Esto ocurre más claramente en el caso estadounidense.
Interesante es en ese sentido el énfasis contrario al respecto en varias
experiencias y programas del Brasil, donde el acento ha sido mayor sobre
los contextos de injusticia social (ver Dastres y Muzzopappa).
[47] Citados por Chermak (1995).
[48] Así como ocurre en la Argentina, y como también ha ocurrido en Italia,
los irlandeses también han creído vivir una crisis de seguridad generada
por las coberturas mediáticas. Segun O'Connell M., "Is Irish Public
Opinion Towards Crime Distorted by Media Bias?" en European Journal of
Communication 14: 2, 1999, 191-212, citado en Dubois (2002). La percepción
es allí también deformada: crímenes extremos o atípicos, víctimas
vulnerables y criminales invulnerables se reportan más, lo que genera un
mayor pesimismo sobre el funcionamiento de la justicia. Acorde a Foucault,
el gran espacio diario concedido a la criminalidad en los medios se remonta
a 1830, cuando comenzarían campañas sobre el crecimiento de la
delincuencia que harían aceptables los sistemas de control (1976).
[49] Fabián Bielinsky, nota en Página/12 del 15-9-2005
[50] El hecho de que haya que enseñar a leer y a usar los medios más que
censurar lo que no implica que no deba haber límites o restricciones, pero
no es saludable que estas últimas emerjan de una situación de "pánico
moral".
[51] Las noticias publicadas constituyen "la expresión de negociaciones
políticas entre las empresas de comunicación y el conjunto de actores que
intervienen en el proceso de inclusión, exclusión y jerarquización
informativa, dadas en torno a los intereses en pugna, las estrategias de
construccion mediática y la participación de los medios como bisagras entre
los públicos y los anunciantes, en la búsqueda de dos objetivos
principales: obtener ganancias económicas y lograr influencia política,
social, económica y cultural" (Miceli y Belinche 31).
Pero no todo es política y estrategia, esta es la crítica de Habermas a
Bourdieu en este sentido. Ciertas teorías, como la de Bourdieu, disciernen
sobre todo los elementos estratégicos de la práctica social. Otras, como la
de Habermas, los elementos normativos. Y la actividad social no es
reductible a la actividad estrategica así como la ética no lo es a la
política.
[52] Citado por Morley (1996).
[53] Es interesante asimismo notar como el cine ha reflejado la apropación
del poder de la violencia desde la década del 70: La Naranja Mecánica,
Perros de Paja, El Padrino, Apocalipsis Now, Un maldito policía, Asesinos
por naturaleza, La Bonaerense en la Argentina, pueden ser considerados
también ensayos sobre el poder y la violencia, llegando a las llamadas
snuff movies que se plantean en Tesis, y a otros films como Hannibal.
[54] Como Marília Denardin Budó y Ferrer vieran en el caso brasileño
(2005).
[55] Ante el asesinato del cineasta holandes Teo Van Gogh en 2004, por
primera vez en la historia holandesa la televisión de ese país mostraba la
cara de un sospechoso antes de que fuera declarado culpable por la justicia
[56] Wolf, Mauro. Teorias da comunicação. Lisboa: Presença, 1994, p. 167,
citado en Denardin Budó y Ferrer (2005).
[57] Miceli W.; Albertini, E. Y Giusti, E. "Noticia = negociación política"
en Oficios Terrestres N° 6. La Plata, 2000, citado en Espeche y Ducrot
(2005).
[58] Al estilo de los Berkeley Media Studies, ver www.bmsg.org
[59] Iyengar, S. Is anyone responsible?: How television frames political
issues. Chicago: University of Chicago Press, 1991. p. 137, cit. por
Coleman (1999).
[60] Porque, por otra parte, los llamados programas "blancos" (eufemismo
para referirse a programas que no cuestionan en ningún punto el orden
social) son los de mayor facturación publicitaria. El conflicto vende,
claro, pero sólo en tanto escándalo. No tiene que resultar demasiado
interesante o concientizador.
[61] Los delitos económicos, por ejemplo y tal como ya dijijmos, no se
suelen pensar en la Argentina como un problema delictivo ni de seguridad,
por lo que sus relatos no abundan. El Centro de Investigación y Prevención
de la Criminalidad Económica trabaja para lograr que los mismos queden al
descubierto (una base de datos con las 750 principales causas).
[62] "Nosotros tenemos, todos y cada uno, una historia biográfica, una
narración interna, cuya continuidad, cuyo sentido, es nuestra vida. Podría
decirse que cada uno de nosotros edifica y vive una 'narración' y que esta
narración es nosotros, nuestra identidad" (Sacks 1988).
[63] Y sin duda los nuevos medios electrónicos juegan ahora un papel
esencial en ese sentido.
[64] "Dennet (1998) entiende la identidad subjetiva como un 'centro de
gravedad narrativa' que articula la coherencia de lo que el sujeto vive de
sí. Varela (1996), en un sentido divergente" (y que nos es más afin)
"plantea un enfoque de resonancias fenomenológicas al hablar de
microidentidades pragmáticas (asociadas al contexto) articuladas en un
plexo narrativo o representacional (simbólico)" (Aguado Terrón: 2004).
[65] Esta cuestión ha sido abordada también por Homi Bhabha en cuanto a la
relación que existe entre "nación" y "narración" y a la la
"performatividad" del lenguaje en la construcción de las narrativas de las
identidades (1990).
[66] David Morley propone una alternativa a la sobredeterminación de las
industrias culturales por parte de la escuela de Frankfurt concluyendo que
la determinación económica es insuficiente para dar cuenta de la
determinación de las prácticas culturales y sugiere que las identidades de
género, étnicas y etarias, son mucho más determinantes en la constitución
del habitus.
[67] Ver al respecto del aprendizaje de le lectura y la imposibilidad final
y acabada de esta tarea la obra de Paul de Man (1975, 1990).
[68] Ver al respecto del concepto de cultura: Geertz (1983).
[69] Así como para Blanchot (1980) pensar el desastre era el desastre del
pensamiento.
[70] Puede haber coberturas mediáticas de hechos de violencia delictiva que
sean más profundas sin dejar de entretener. Despues de todo, toda verdadera
tarea intelectual es humorística.
[71] Mares, M, & Woodard, E. H. "Prosocial effects on children's social
interactions" en Singer, D.G. y Singer, J.L. (eds.) Handbook of Children
and the Media. Sage Publications, 2001., referido en Torres, Conde y Ruiz
(2002).
[72] Ver el film de Hans Jürgen Syberberg's Hitler: una historia alemana,
1979.
[73] Paul Virilio lo afirmaría para el crimen y la belleza (29-30).
[74] "Supprimer l'éloignement tue"...
[75] Ver al respecto las obras de Maturana, Varela y Morin.
[76] Hobbes señaló entre los delitos que dificultan el contrato a aquellos
producidos como resultado del odio, la lujuria, la ambición y la codicia.
[77] Interesante es en ese sentido el texto de Zelizer (1997) sobre los
periodistas norteamericanos y sus estrategias de autolegitimación despues
de la muerte de Lee Harvey Oswald.
[78] Ver el informe de Gerbner (1990). Por otra parte, Gunter (1996) ha
mostrado como "la preocupación sobre la violencia mediática tiene sus
raíces en el malestar que se ha expresado cada vez que ha hecho su
aparición una nueva forma de entretenimiento o de medio de comunicación de
gran atracción de masas. En el siglo XIX se registró una fuerte reacción
ante la aparición de las novelas populares románticas y de aventuras y de
nuevo se repitió el efecto ante la creciente popularidad de las
producciones cinematográficas en la primera parte del presente siglo". Si
entre 1880 y 1909 nace una cultura sensacionalista internacional, hoy nos
encontaríamos ante un momento similar. Y es que no habría modernización sin
violencia, ni violencia sin sensacionalismo. En ese informe la Unesco
también estudió como las televisiones japonesa y estadounidense contienen
una frecuencia similar de actos violentos, y como las tendencias
registradas en ambas no guardan ninguna relación con las tendencias de las
estadísticas sobre la delincuencia.
[79] En el año 2004 en la Argentina representantes de un variado espectro
de mas de 1000 organizaciones vinculadas a la comunicacion y a los derechos
humanos acordaron la iniciativa Ciudadania por una Ley de Radiodifusion
para la Democracia. ¿Pero qué ha pasado con ello?
[80] Las experiencias brasileñas de TV Comunitaria y TV Roc (de la favela
de Rocinha en Río) en Brasil, por ejemplo, han demostrado que algo puede
ser espectáculo, negocio y acción social al mismo tiempo. Así puede
potencialmente evitarse que los miembros de las favelas sean tratados por
las imágenes como naturalmente sospechosos de criminalidad o que nadie
cuente porque puede llorarse la muerte de un traficante, tal como muestran
Luiz Eduardo Soares MV Bill y Celso Athayde en Cabeça de Porco. Rio,
Objetiva, 2005).
[81] El Comité de Canadá de estudio sobre estas cuestiones ha concluido
que, aun cuando puede ser menor el riesgo de que la violencia en la tv
provoque tendencias agresivas y antisociales en ciertos individuos y
posiblemente nunca sea probado de manera concluyente, tampoco puede ser
ignorado. Y sugiere que el problema de la violencia en la tv debería ser
enfrentado de manera cooperativa por parte de todos los actores. Ver
Standing Committee on Communications and Culture (1993).
[82] Lo que incluye el debate abierto por Oscar del Barco (2004). O las
últimas reflexiones de Beatriz Sarlo sobre el valor de verdad de la memoria
y el testimonio (2005).
[83] Editorial radial de Eduardo Aliverti, "Piquete Fashion", 28-8-2004.
[84] Especialmente cuando, como marcábamos antes, un programa promueve la
noción de que ganar millones de dólares es lo que cuenta y que no es
precisamente el trabajo lo que a ello te lleva.
[85]¿En qué medida los periodistas están hoy preparados para dirigir la voz
de un lugar en donde una sociedad encuentra, además de entretenimiento, una
redefinición de su identidad, de sus valores y una redención de la
violencia? En 1996, la publicación Nieman Reports de la Universidad de
Harvard dedicó un número (Vol L. n. 3) a tratar de responder algunas de las
mismas preguntas que nos hacemos aquí: "¿Comprenden verdaderamente los
medios el problema de la violencia? ¿Están equipados los periodistas para
informar sobre la violencia, las víctimas y el dolor de modos que ayuden a
la comunidad? ¿Están capacitados para ofrecer un contexto significativo a
las informaciones que publican al respecto? ¿Están preparados para ayudar
al publico a aprender sobre estos temas?". El nivel de pasantes
desesperados y sin capacitación trabajando en radio y en televisión es tan
preocupante como el nivel de vértigo y de incapacidad de procesamiento
analítico en función de las necesidades de producción de los medios,
situación que hoy lamentablemente la academia también mimetiza.Como nos
dijera un prestigioso periodista:"Con la excepción de algunos estadios
bajos e intermedios, es decir, cuerpos de redactores y movileros iniciados,
algunos productores, y entre los intermedios, algunos conductores de radio
y tv de programas más bien ligados a la testimonialidad periodística pero
no a la opinión de peso, de la dictadura para acá no hubo un recambio
periodístico. Muchos pibes trabajan en estos medios como pasantes y mano de
obra gratuita".
[86] Según Vladimir Propp (1998) la fechoría da inicio a todas las fábulas.

[87] Fueron contadas 18 horas de policiales semanales en distintos
formatos.
[88] Ver Clarkson, Petruska. The Bystander. Whurr Publishers, 1996, cit.
por Bauman (2004).
[89] Ver Simmel (1986), donde caracteriza a la ciudad como un lugar en el
que la libertad individual se combina con un fuerte sentimiento de
indiferencia, derivado entre otras cosas del embotamiento que produce el
exceso de estímulos.
[90] Citada por Zygmunt Bauman (2004: 269).
[91] La sensación de vértigo encuentra su raíz en los tiempos preconcientes
donde el ser aprendió la posición y movimiento vertical, donde tuvo su
primer experiencia de la caída: del árbol, del útero.
[92] Gerbner fundó en 1996 el Movimiento por el Ambiente Cultural, en cuyo
consejo consultivo participan varias docenas de los más destacados
investigadores de la comunicación de masas en todo el mundo
[93] Título de Seminario Internacional citado en la bibliografía. Por otra
parte, John Ruskin propuso en su momento sustituir el servicio militar
obligatorio por una especie de servicio lector, es decir, que reclutasemos,
instruyesemos en la lectura, mantuviesemos dandoles un sueldo, bajo un alto
mando capaz, a ejércitos de pensadores. La literatura, tal como la viera
Sontag, como extensión de la simpatía hacia los otros o, como la viera
Monsiváis, la respuesta perfecta a la estupidización televisiva.
[94] El Poynter Institute confeccionó en 1999, por ejemplo, una guía para
la cobertura informativa de toma de rehenes, motines y acciones
terroristas, lo opuesto de lo hecho por los medios en Ramallo (F. Pedemonte
2001). García Silberman y Ramos Lira afirman, a su vez, que hoy parece
haber una tendencia internacional a la creación de códigos éticos para los
medios. Como ejemplo, mencionan el Código Ético Catalán (1992) que incluye:
"Tratar con especial cuidado toda la información que afecta a menores,
evitando difundir su identificación cuando aparezcan como víctimas,
testigos o inculpados en causas criminales." "Actuar con especial
responsabilidad y rigor en el caso de información u opiniones con
contenidos que puedan suscitar discriminación por razones de sexo, raza,
credo o extracción social y cultural, así como incitar al uso de la
violencia, evitando expresiones o testimonios vejatorios o lesivos para la
condición personal de los individuos y su integridad física y moral." Hay
mecanismos similares en otros países como Francia e Italia.
[95] Podría suponerse la necesidad de transformar su rol en función del
lugar que tienen que ocupar hoy éstos en la sociedad, propuesta que no
careció de una perpleja comprensión entre los periodistas consultados y ha
sido visto como una necesidad reconocida públicamente por algunos de ellos.
¿En que medida los medios no necesitan hoy profesionales que no sean sólo
"gente de los medios", ya que hoy también allí se "vende pensamiento",
según la expresión utilizada por un periodista entrevistado? El periodismo
ha sido visto como campo en vias de extinción (según la expresión utilizada
por Osvaldo Tcherkasky en el encuentro Desafíos del periodismo real: los
diarios en la encrucijada del Siglo XXI. Buenos Aires: MALBA, 6 y 7 de
julio de 2005), profesión en crisis, no menos que otras, con una falta de
asunción de los periodistas de la responsabilidad que les toca.
.
[96] Dahl, A. G. "Norwegian Statement on Violence in the Media".
Mecanografiado, 1985, citado en en Gerbner (1990: 11).
[97] "Todos quieren con Marilyn", 2005.
Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.