REPRESALIAS POR LOS RAIDS DE LOS ZEPPELINES

June 7, 2017 | Autor: Hector Arestegui | Categoría: First World War, Primera Guerra Mundial, Zeppelins, Aviation, Air Warfare
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Descripción

DESDE EL TAMESIS

REPRESALIAS POR LOS RAIDS DE LOS ZEPPELINES

Londres, febrero 10

Lo mismo la prensa de la metrópoli que la de provincias continúa ocupándose
con indignación creciente del último raid de los zeppelines alemanes, del
que resultaron perjudicados nada menos que seis distritos, si bien ningún
daño se obtuvo que pudiera tener significación militar, en cambio murieron
2 hombres, 28 mujeres y siete niños, resultando heridos gravemente 48
hombres, 46 mujeres y otras siete criaturas inocentes.
Se aprovecha la ocasión para tronar contra el gobierno por su aparente
negligencia, al no adoptar las medidas adecuadas a la protección del país
contra semejantes ataques aéreos; pero cuantos estudian el caso
desapasionadamente, tienen que reconocer que todas las ventajas de parte de
los agresores, pues que resulta muy cómodo y de poco peligro cruzar el
canal por el aire, cuando las circunstancias lo permiten, y al abrigo de la
obscuridad y de la niebla, llegarse a estas islas, para dejar caer algunas
bombas y retornar a toda prisa a punto de partida.

Los que censuran al gobierno por su supuesto descuido se han visto al fin
primados de su argumento más poderoso. Cuando los primeros raids sobre
París, se dijo que eran debidos a la falta de precauciones para la defensa,
y sin embarco habiéndose organizado en la capital de Francia, un servicio
de vigilancia aérea insuperable, otros raids ha llevado a cabo el enemigo,
con éxito, sobre París; de suerte ante los realizados después contra
Inglaterra ofrecen ya un precedente de inmunidad. Resulta, por tanto, que
les alemanes han dado con una nueva forma de sembrar el terror, cogiéndonos
otra vez desprevenidos. Toda nueva forma de ataque, en la guerra lleva
aparejada una ventila inicial para el agresor que dura lo que se tarda en
descubrir los medios adecuados a una represión eficaz. Es el mismo caso ya
advertido con los submarinos, los cuales valieron a los tudescos grandes y
numerosos éxitos, hasta que la flota británica descubrió el modo de
suprimirlos en el Mar del Norte y en Canal de la Mancha. Otro tanto puede
suceder respecto á loe gases asfixiantes que si al principio dieron a los
germanos ciertas ventajas, después fue arma, que se volvió en su contra.

El problema de la defensa de Londres contra los raids de los zeppelines
ofrece grandes dificultades. La extensión enorme de la gran ciudad
requeriría un cerco de cañones que acaso no podría establecerse. Esto sin
cantar con que la eficacia de los cañones, aun los construidos expresamente
para el caso, es muy dudosa; pues la nave aérea tiene movimientos rápidos y
puede, además, remontarse a tal altura que haga imposible la puntería.
Demos, no obstante, por hecho que Londres pueda organizarse el mismo
servicio de vigilancia eficazmente para la defensa. Pero Londres no es toda
Inglaterra, y se entiende que no cabe en lo posible organizar el mismo
servicio de vigilancia y defensivo en todas las ciudades, grandes y
pequeñas, y en los centros industriales.

Es evidente que apenas una nave aérea hostil llega a situarse sobre una
ciudad cualquiera, por lo mismo que está sujeta a las variaciones del
viento, bastante hará con dejar caer laja bombas y procurar luego ponerse a
salvo; de modo que el ataque no puede ser dirigido deliberadamente contra
un entro de población determinado, muy al contrario de lo que afirman los
periódicos alemanes, suponiendo que se han efectuado raids sobre lugares a
los que los zeppelines no se acercaron jamás, ni en muchos kilómetros.
Puede tenerse preparada una escuadrilla de aeroplanos, para perseguir a los
zeppelines enemigos; pero ¿dónde? En todas partes no es posible, sobre todo
teniendo en cuenta la obscuridad de la noche y los días de niebla. De
suerte que los zeppelines pueden esperar un tiempo favorable y hacer sus
raids sobre ciudades pacíficas, desprovistas de todos los medios de
defensa.

Por consiguiente sólo hay un modo de defender 4 todo el país, y es atacar a
los zeppelines en los mismos hangares donde se guarecen. Una política
ofensiva, más que defensiva: no esperar que llegue el enemigo sino ir a
buscarlo a su casa. Esto es lo que puede hacer la escuadrilla de aeroplanos
acercarse a Alemania y destruir los hangares donde se guarecen los
dirigibles.

Por fortuna, lo mismo Francia que Inglaterra cuentan con aviadores
militares que no reconocen rival en intrepidez y valor. Harán lo que se le
ordene, y si no han hecho más hasta ahora ha sido por ceñirse a la
consigna. Pero ha llegado el momento de adoptar una política de
represalias. Los alemanes han arrojado siempre sus bombas sobre ciudades
indefensas, igual castigo debe darse a las ciudades alemanas que se
encuentran en idénticas condiciones. Lo que el enemigo ha hecho sobre
nuestras ciudades podemos repetirlo nosotros sobre Colonia, Dusseldorf,
Mannheim, Stuttgart o Karlsrushe. Los partidarios de esta política
represiva dicen que no hay otro medio de lograr que los germanos se pongan
en razón. Verdaderamente es muy cómodo bombardear ciudades indefensas desde
los aires; pero son ya muchos los que dicen que una atrocidad justifica
otra atrocidad. Defienden la política de represalias, desde las columnas
del Times, hombres tan populares como Lord Rosebury y Sir Arthur Conan
Doyle, famoso creador de Sherlock Holmes.

Este asunto ha sido admirablemente tratado por el profesor J. H. Morgan, un
perfecto conocedor de las leyes internacionales, quien estudia las
represalias en estos tres aspectos: primero, en si son legítimas; segundo,
en su eficacia y tercero, y en si pueden defenderse y justificarse desde el
punto de vista de la moralidad.

Respecto a lo primero, dice el profesor Morgan que todos los legisladores
internacionales han convenido en que se justifican las represalias cuando
uno de los beligerantes atropella las leyes de Ia guerra, pudiendo entonces
el perjudicado llegar a un hecho de igual carácter como represión o
castigo. Por consiguiente, arguye el profesor, un raid de la flota aérea de
los aliados sobre las ciudades indefensas de Alemania es perfectamente
legítimo. En cuanto a la eficacia de las represalias, dice el profesor
Morgan que cada sistema debe estimarse por sus resultados. El uso de los
gases asfixiantes, como represalia, estaba justificado por el éxito
obtenido con ellos por los alemanes y si los raids por el enemigo llevados
a cabo le dieron a éste une ventaja, otra ventaja igual obtendremos
nosotros al aplicar el mismo medio.

Pero el aspecto principal de la cuestión, según opina el profesor Morgan,
es el moral, o sea si hay derecho a hacer sufrir a la población civil de
Alemania las consecuencias de la guerra aérea. Respecto a este punto, cada
cual tendrá su lógica particular de justicia, y serán muchos, seguramente,
los que, recordando las víctimas inocentes do Inglaterra y Francia,
encontrarán justísimo que se haga pagar a los alemanes pacíficos las culpan
de su gobierno.

Nosotros en asunto tan delicado, nos abstenemos de dar una opinión que de
todos modos nos sería doloroso formular.

J. PARKER HEYES

La Vanguardia, Domingo 20 de febrero de 1916, Página 14, Sección "La Guerra
Europea", Tercera y Cuarta Columnas
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