Relox: Un nuevo arte de hacer creer. Colección Casa Museo Quinta de Bolívar y Museo de la Independencia Casa del Florero (2017)

May 17, 2017 | Autor: Ricardo Uribe | Categoría: Historia De Colombia, Nueva Granada, Tiempo y Temporalidad, Museos y Patrimonio, Relojes
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Descripción

COLECCIÓN ÁGORA

RICARDO URIBE

La Colección Ágora se dirige a públicos amplios o relevantes, y sus libros pueden entenderse como textos de interés general, para jóvenes o adultos, pero también para lectores más específicos. Contiene materiales útiles para la docencia, manuales, cartillas, trabajos de divulgación científica, libros o textos escolares; también, materiales de interés para grupos sociales particulares, gremios, colectividades, entidades o funcionarios del Gobierno.

Más que un catálogo de relojería, el lector tiene en sus manos un trabajo que indaga sobre la relación del ser humano con el tiempo, vínculo inexorable que se logra gracias a un dispositivo que convierte el tiempo en objeto perceptible. A pesar de que se trata de un trabajo sobre un estudio específico acerca de una sociedad en particular, no se debe ignorar que los relojes hacen parte de una historia que surca desde el mundo Antiguo, pasando por la Edad Media como punto coyuntural, hasta el mundo Contemporáneo. Teniendo como base la colección de relojes de la Casa Museo Quinta de Bolívar y el Museo de la Independencia Casa del Florero, el libro señala la relación corpórea y mental con los relojes mecánicos, la historia de la relojería en el Nuevo Mundo —particularmente en la Nueva Granada—, y el historial de los relojes de los museos.

RICARDO URIBE Ricardo Uribe (1985). Historiador y antropólogo de la Universidad de los Andes. Ha adelantado trabajos sobre el tiempo social, particularmente en los siglos XVIII y XX, tanto para el caso del Imperio español como de la historia contemporánea de Colombia. Durante el 2015 investigó y catalogó la colección de relojes de la Casa Museo Quinta de Bolívar y del Museo de la Independencia Casa del Florero, trabajo que tuvo como resultado el impreso que aquí se presenta. Además, ha publicado el libro Las dinámicas del tiempo: relojes, calendarios y actitudes en el virreinato de la Nueva Granada (2016) y el artículo “Reloj y hábito en la Nueva Granada: introducción, circulación y usos de un artefacto” (2017), ambos resultados de su formación en historia y de su participación en el Grupo de Historia Colonial de la Universidad de los Andes.

Relox: Un nuevo arte de hacer creer

COLECCIÓN ÁGORA

Relox: Un nuevo arte de hacer creer Co l ecc i ó n C a s a Mu s eo Q u i n t a d e Bolívar y Mu s eo d e l a In d e p e n d e n cia RICARDO URIBE

ISBN:

El uso de la letra x en la palabra relox se encuentra en los documentos que datan desde el siglo XVI hasta mediados del siglo XIX . Esta gramática era propia del castellano medieval. Su sonido era pronunciado como sh o ch, es decir, una fricativa postalveolar sorda. El cambio fonológico a lo largo de los siglos dio como resultado su reemplazo por la j actual. Reloj de Antonio Nariño. MICF. Escala 1:1

RELOX: UN NUEVO ARTE DE HACER CREER Colección Casa Museo Quinta de Bolívar y Museo de la Independencia

Para citar este libro: http://dx.doi.org/10.7440/2017.02

COLECCIÓN ÁGORA

RELOX: UN NUEVO ARTE DE HACER CREER Colección Casa Museo Quinta de Bolívar y Museo de la Independencia

Ricardo Uribe

UNIVERSIDAD DE LOS ANDES FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES DEPARTAMENTO DE ANTROPOLOGÍA

Uribe, Ricardo Relox: un nuevo arte de hacer creer: colección Casa Museo Quinta de Bolívar y Museo de la Independencia / Ricardo Uribe. – Bogotá: Universidad de los Andes, Facultad de Ciencias Sociales, Ediciones Uniandes, 2017. 90 páginas: ilustraciones; 21 x 27,5 cm. – (Colección Ágora) ISBN 978-958-774-500-9

1. Relojes – Historia 2. Tiempo – Aspectos sociales 3. Casa Museo Quinta de Bolívar (Bogotá, Colombia) – Colecciones de relojes 4. Museo de la Independencia (Bogotá, Colombia) – Colecciones de relojes I. Universidad de los Andes (Colombia). Facultad de Ciencias Sociales II. Tít. CDD 739.3

SBUA

Primera edición: abril del 2017 © Ricardo Uribe © Universidad de los Andes, Facultad de Ciencias Sociales, Departamento de Antropología Ediciones Uniandes Calle 19 n.° 3-10, oficina 1401 Bogotá, D. C., Colombia Teléfono: 3394949, ext. 2133 http://ediciones.uniandes.edu.co [email protected] Publicaciones Facultad de Ciencias Sociales  Carrera 1.ª n.°  18A-12, Bloque G-GB, piso 6 Bogotá, D.C., Colombia Teléfono: 339 49 49, ext. 5567 http://publicacionesfaciso.uniandes.edu.co [email protected] ISBN: 978-958-774-500-9 ISBN e-book: 978-958-774-501-6

http://dx.doi.org/10.7440/2017.02

Corrección de estilo: Josefina Marambio Diagramación interior: Diego Mesa Quintero Diseño de cubierta: Magda Lorena Morales Imagen de cubierta: Reloj de Antonio Nariño (primer cuarto del siglo XIX). MICF. Imagen de portadillas: Reloj del médico Juan Gualberto Gutierrez (primera mitad del siglo XIX). MICF. Impresión: Disonex Avenida Calle 3 núm. 38-20, interior 3 Teléfono 4094444 Bogotá – Colombia Universidad de los Andes | Vigilada Mineducación. Reconocimiento como universidad: Decreto 1297 del 30 de mayo de 1964. Reconocimiento de personería jurídica: Resolución 28 del 23 de febrero de 1949, Minjusticia. Acreditación institucional de alta calidad, 10 años: Resolución 582 del 9 de enero del 2015, Mineducación. Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida ni en su todo ni en sus partes, ni registrada en o transmitida por un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electro-óptico, por fotocopia o cualquier otro, sin el permiso previo por escrito de la editorial.

Contenido

Presentación • 9 Relox: un nuevo arte de hacer creer • 13 Reloj, tiempo y hora oficial en Colombia • 25 El tiempo de los relojes: la Colección • 43 Citas, notas y comentarios • 67 Archivo y bibliografía • 81 Créditos • 87

Presentación

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UN RELOJ EN UNA CASA O EN EL sobre un estudio específico acerca de BOLSILLO REPRESENTA EL TIEMPO una sociedad en particular, no se debe público en el corazón de lo privado, un ignorar que los relojes hacen parte de puente que comunica al individuo con una historia que surca desde el Mundo la sociedad. Este hecho, que hoy vemos Antiguo, pasando por la Edad Media como una costumbre, tiene sus raíces como punto coyuntural, hasta el Mundo en los siglos XVI y XVII, tiempo en que Contemporáneo. Así que la invitación se apostaron los primeros relojes en las va dirigida a leer estas páginas con una torres de las iglesias del Nuevo Mundo. visión universalista, es decir, ver el tiemLos cambios tecnológicos y la posibili- po como una constante antropológica dad de acceder a ellos llevaron a la in- compuesta por múltiples variables que corporación del reloj en el hogar y en aun así comparten un mínimo común la indumentaria. A quienes decidieron denominador. El reloj es, en ese sentiabrir la Casa Museo Quinta de Bolívar, do, una de estas variables y a la vez el en 1919, y el Museo de la Independencia reproductor de ese tiempo universal, Casa del Florero, en 1960, los gobernaba lo cual ha permitido a distintas socieaquella costumbre de tener relojes, así dades coordinar actividades de manera que la fundación de estas instituciones sorprendente a lo largo de varios siglos. se vio acompañada desde un principio Consciente de que no es que la por ellos. Adquiridos gracias a donacio- gente lea menos sino que la lectura se nes y compras, los relojes de la Colec- practica de manera fragmentada e inción de los Museos pueden ser leídos dividual, este libro se ha escrito pencomo testimonio de la vida de persona- sando en el público contemporáneo, jes emblemáticos, pero también como quienes por escasez de tiempo o por el una realidad material y temporal de efecto de fotocopias cercenadoras leen otras épocas. únicamente porciones de una obra. De Más que un catálogo de relojería, manera que, para no dar un efecto conel lector tiene en sus manos un trabajo fuso entre los lectores y para que las que indaga sobre la relación del ser hu- propuestas que se comunican en estas mano con el tiempo, vínculo inexorable páginas no circulen como un diálogo de que se logra gracias a un dispositivo que locos, este libro está compuesto por tres convierte el tiempo en objeto percepti- capítulos relativamente autónomos. ble. A pesar de que se trata de un trabajo El interesado en los análisis sobre la

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Maquinaria del Reloj de José Sardá (primer tercio del siglo XIX), militar español al servicio de Simón Bolívar. Reloj de faltriquera (bolsillo) estilo Lepine. Fabricante Higs (Londres). Tecnología de muelle de caracol. Medidas 3 x 2 cm. MICF.

Presentación

antropología del tiempo puede remitirse al primer capítulo, donde se da respuesta al porqué del nuevo arte de hacer creer. Al que le interese la historia de la relojería en el Nuevo Mundo, particularmente en la Nueva Granada, y sobre todo la introducción del tiempo cuantitativo, debe dirigirse al segundo capítulo: “Reloj, tiempo y hora oficial en Colombia”. Quienes deseen conocer una

síntesis de este trabajo plasmada en la Colección de los Museos, así como las curiosidades de los relojes, sus descripciones y sus vínculos con otras piezas de la colección, no tenga temor de pasar las páginas hasta el tercer capítulo, donde se habla sobre el tiempo de los relojes. El sol es un pájaro cautivo en el reloj Rosamel del Valle 11

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Propuesta de reloj de noche para ser proyectado en la pared. Artefacto que se lograba mediante dos vidrios invertidos, uno estático con los números inscritos y otro con manecillas que se movían gracias al mecanismo de un reloj. Estos estaban puestos en una linterna mágica, aparato óptico precursor del cinematógrafo. Manuel de Zerella y Ycoaga, relojero de la corte española, Tratado general y matemático de reloxería (1789), libro que perteneció a José Celestino Mutis. BNC.

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Los automóviles, junto a las máquinas de escribir, las registradoras, las cámaras fotográficas y las lavadoras, introdujeron al país la idea de lo “automático”, y con ello la reducción del tiempo que separaba la causa y el efecto. No obstante, estas fueron experiencias parcializadas que contribuyeron a la formación de un sistema temporal heterogéneo. Los automóviles, a diferencia de los ferrocarriles, representan una experiencia individual de la velocidad que termina por alterar el tempo social e irrumpir en el ritmo propio de la naturaleza. Ricardo Rendón (1894-1931), El Espectador, 27 de enero de 1928, 2. BNC.

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charlando por horas, parados en medio las zonas rurales ligados a otra estructudel andén, cerrándoles así despreocu- ra temporal72. El segundo es el desconopadamente el paso a los transeúntes. O cimiento, hasta los años treinta, de un se entra al almacén de algún amigo, ni tiempo homogéneo para todo el territopensando en hacer una compra o en ce- rio nacional, donde los relojes públicos rrar un negocio, sino simplemente para de cada pueblo y ciudad se ajustaban con el cenit de su posición geográfica, pasarse una horita charlando”69. Así, en un país donde la industria más no con el tiempo de Bogotá; es decir, y la comunicación han sido procesos la ausencia de una hora oficial. fragmentados y truncados, donde hasta bien entrado el siglo XX el reloj com- III. ¿Qué es la hora oficial? partía la objetivación del tiempo con la subienda de los peces en el río, con los En 1899, el Ministerio de Relaciones Exsonidos emitidos de los gallos, asnos y teriores recibe una carta de la Asociaguacharacas, con el paso de bandadas ción Británica solicitándole información de aves y con las casas de ciertos grupos respecto a la hora local en Colombia indígenas como relojes solares, la pun- empleada para los asuntos públicos. tualidad se presenta como una noción Por tratarse de un asunto astronómico, reciente e individual; casi como un acto el ministerio remitió la inquietud a Juextraño, prestigioso e incluso preten- lio Garavito, director del Observatorio sioso70. “No sea usted cándido”, le dice Astronómico, quien sin perder tiempo un amigo a otro, quien se quejaba de la contestó: “En Colombia no se ha puesto impuntualidad y la lentitud de Bogotá, todavía en práctica el uso de un tiempo “el molondrismo es la regla, y quien se oficial. […] En la capital (Bogotá) y en las salga de esa regla se convierte en per- principales poblaciones se usa el tiempo sona desagradable, exigente, pereque. medio solar (Mean Solar Time), es decir, Pretender aquí rapidez, cumplimiento, el tiempo solar aparente corregido de oportunidad, aquí donde un excelen- la ecuación del tiempo. En otras poblate amigo me decía en cierta ocasión: ciones de menor importancia se rigen ‘Nunca pago el día del plazo porque me únicamente por el tiempo solar aparendesacredito! […] Solo a usted, que debe te (Apparent Solar Time)”. Acto seguido, ser un grandísimo pereque se le puede prometió a la Asociación Británica que ocurrir exigir eficiencia”71. el 1.° de diciembre a las 9 a. m. hora de Agreguemos, finalmente, dos Greenwich, correspondiente en Bogotá variantes más al sistema temporal he- a las “4 horas, 3 minutos y 43 segundos”, terogéneo de los colombianos. El pri- sería la hora “marcada por los relojes mero es la multiplicidad de tiempos que de todas las poblaciones y puertos de emergieron con los fenómenos de la la República”73. En otras palabras, la hora de los violencia y el conflicto armado, donde como expresa Daniel Pécaut, se frag- relojes públicos variaba según el cálmentaron los tiempos colectivos a raíz culo del mediodía en cada ciudad o podel desplazamiento; personas que lle- blación, mas no existía una hora oficial garon a las ciudades con otros ritmos y para todo el territorio, y menos aún un otras velocidades, así como guerrilleros horario coordinado con el meridiano y campesinos que han permanecido en de Greenwich. Esto a pesar de que en

Reloj, tiempo y hora oficial en Colombia

1884, una comisión científica liderada la física en general, lo que significaba por José María González Benito, antiguo estar al tanto del tiempo medio sodirector del Observatorio, había acepta- lar y a la hora de Greenwich. A pesar do las siete resoluciones discutidas en la de contar con instrumentos precarios Conferencia Internacional del Meridia- —el Estado no podía reemplazarlos y no en Washington, que respaldaban a por lo tanto muchas veces este costo Greenwich como el primer meridiano recaía en el bolsillo de Garavito—, el internacional. En ese sentido, la inquie- Observatorio tenía lo suficiente para tud de la Asociación Británica era saber cumplir con su labor: un anteojo de si se podían confiar por una hora oficial pasos, dos cronómetros marinos y un coordinada con Greenwich para las re- péndulo regulador eléctrico. Este úllaciones políticas y comerciales, o se de- timo era un reloj maestro inventado bían atener a un tiempo relativo según por el ingeniero Rafael Antonio París el cálculo solar74. que funcionaba con pilas de sulfato, el Sin embargo, para Garavito no se cual comunicaba electrónicamente el trataba simplemente de ratificar unos tiempo a un reloj esclavo emplazado compromisos internacionales, sino de en el muro externo del edificio76. Así, la determinación y comuniponer en práctica una política elemental para el desarrollo del país. Aprove- cación de la hora del Observatorio se chando la consulta británica se dirigió agregaron a sus actividades diarias, tal al ministerio y explicó los beneficios del como lo indican los reportes de sus lauso de una hora oficial: “El primero es bores, que periódicamente remitía al el de poder arreglar los transportes de Ministerio de Instrucción Pública77. Pero manera que sufran el menor retardo la buena disposición de Garavito y la en su marcha y además evitar los si- colaboración de la oficina telegráfica niestros en las vías férreas de gran trá- no bastaban para que la hora llegara a fico; el segundo objeto es el de que los todo el territorio. La Guerra de los Mil buques puedan ajustar sus cronóme- Días, el sabotaje al cableado telegráfico tros en cualquier puerto”. Desde luego y la saturación de las líneas fueron inciagregaba el ajuste de los relojes de las dentes que imposibilitaron su labor 78. poblaciones con la hora de Bogotá, más Incluso imprevistos más mundanos coexactamente con la posición geográfica mo dar respuesta a la correspondencia del Observatorio, asegurando que la de sus colegas alrededor del mundo, sainstitución podía “prestar fácilmente tisfacer las curiosidades astronómicas este servicio con la colaboración de la de visitantes nacionales y extranjeros, ajustar los relojes que le enviaban de oficina telegráfica”75. Efectivamente, el telégrafo era las oficinas públicas, lidiar con los reclael único medio por el cual Garavito mos de los vecinos por el mal estado del podía enviar la hora a las ciudades y jardín que lindaba con el Observatorio, poblaciones del país de manera eco- responder sobre el estado de la luna o nómica, constante pero sobretodo in- de las lluvias en días pasados para la mediata. Además, sus labores en el resolución de algún crimen y carecer Observatorio, o es mejor decir, su vida de baterías para el reloj; eran tan solo cotidiana giraba en torno a la astro- algunos de los inconvenientes que intenomía, geografía, meteorología y a rrumpían sus tareas79.

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De manera que, por fuerza de las circunstancias, el empleo de la hora del Observatorio quedaba restringido para asuntos del Estado, principalmente los que tenían que ver con trazados de líneas férreas y la determinación exacta de las fronteras nacionales. Por medio de señales horarias emitidas mediante el telégrafo, y más tarde por radiotelegrafía, ingenieros distribuidos en todo el país reportaban la hora local según el mediodía, que se cotejaba con la hora del Observatorio, se computaba la diferencia entre estas con error menor a 0,3 segundos y con ello se determinaba la longitud precisa de su posición. Esta tarea conllevó a la creación de la Oficina de la Longitud con sede en el mismo Observatorio, así como la solicitud de periodos de silencio en las líneas telegráficas para intercambiar señales horarias y salvoconductos para transitar de noche la ciudad y poder observar con precisión los cielos80. De alguna manera, el intercambio de señales horarias y los avances significativos en la cartografía del territorio establecieron en los telegrafistas e ingenieros la conciencia de una hora nacional y convenció al gobierno de la importancia de una hora oficial. Así pues, el presidente Carlos E. Restrepo sancionó el Decreto 1007 de 1911 “por el cual se establece la hora oficial en Colombia, en concordancia con el sistema de husos de horarios”. Sus dos artículos establecieron, por un lado, que la hora oficial correspondía a la hora media de Bogotá “retardada en 3 minutos 36,5 segundos” y, por otro lado, que el Observatorio quedaba encargado de comunicar la hora una vez por semana a todos los departamentos de la República, por lo cual el director de esta entidad tendría “franquicia telegráfica

hasta de veinte palabras diarias para cada uno de los lugares”81. En los años posteriores, Garavito se haría al hábito de caminar todos los jueves al mediodía desde el Observatorio hacia la oficina telegráfica, no sin antes calcular el tiempo del desplazamiento y así trasmitir la hora de manera puntual. Los otros días, menos los festivos, procedía de la misma manera dirigiéndose a la Artillería de Bogotá, cuyo personal se mostraba expectante ante su llegada para dar el cañonazo que anunciaba el mediodía. Algunos, como el alcalde de la ciudad, desinformados del decreto y ajenos a los ejercicios astronómicos, reclamaban que se cumpliera diariamente con el cañonazo, a lo que Garavito respondió que, además de sus obligaciones telegráficas, los días soleados y sin nubes los debía aprovechar precisamente en el cálculo de la hora, por lo que le era imposible estar en varios lugares a la vez82. Aun así, presto a satisfacer la demanda del servicio, Garavito propuso al alcalde que ordenara ajustar todos los “relojes públicos, los pitos de los ferrocarriles y las fábricas” a la hora oficial, reparara el teléfono del Observatorio y dispusiera de un empleado de la Artillería con cronómetro para que lo ajustara periódicamente con el reloj electrónico del Observatorio, tal como lo hacían “los relojeros y los que quieren hacer observaciones astronómicas rigurosas”83. Así pues, la costumbre de escuchar al mediodía el disparo del cañón, la proliferación de relojes y relojeros, las rutinas de oficina de los funcionarios, el intercambio de mensajes por telégrafos y la afición de una nueva generación por la astronomía consolidaron la noción de la hora oficial, permitiendo que el Estado se incorporara en los lugares más íntimos de sus

Reloj, tiempo y hora oficial en Colombia

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Hasta bien entrado el siglo XX, el país desconocía una hora oficial para todo el territorio. Cada población se regía por el mediodía que indicaba el sol y con esta hora ajustaban los relojes públicos. Iglesia de Guaduas (primera mitad del siglo XIX). Autor: M. A. Rodríguez C. Medidas: 17,3 x 12,3 cm. CMQB.

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vidas cotidianas y se instituyera en cada uno de los sujetos a través del territorio84. Garavito murió el 11 de marzo de 1920, y hasta sus últimos días ejerció las labores de su cargo desde la cama de su habitación85. A pesar del rechazo acérrimo de la Sociedad Colombiana de Ingenieros de contratar un científico extranjero para ocupar su cargo, el gobierno de turno contrató a Simón Sarasola, un meteorólogo del Observatorio de Santiago de Cuba, cuyos intereses estuvieron centrados en su oficio y no en la astronomía86. No obstante el empeño y los resultados de Garavito para comunicar la hora, persistieron confusiones por parte de ciertas instituciones para emplear la hora oficial. Así por ejemplo, Sarasola envió una carta a los Redentoristas de Buga manifestándoles que el huso horario “no es el mediodía de tiempo de Bogotá sino las cinco horas de Greenwich”87. Por su lado, Justino Garavito, hermano del científico y profesor de astronomía de la Universidad Nacional, le reclamaba a la Junta de Embellecimiento de Bogotá el desajuste de los relojes públicos de la capital88. El Observatorio entró en una fase de decadencia y no hubo quien se ocupara del servicio de la hora. No obstante, Julio Garzón Nieto, jefe de la Oficina de Longitudes, dispuso en 1924 la compra de un reloj eléctrico maestro fabricado en Ginebra, el cual estaba conectado con cuarenta relojes esclavos a los que por medio de cables de alta tensión les transmitiría la hora. Este reloj se instaló en el Palacio de San Carlos y los relojes esclavos en las iglesias, las estaciones ferroviarias y las universidades. La prensa comunicó este acontecimiento de la siguiente manera: “La hora oficial de Washington será conocida diariamente en la ciudad por medio de relojes

colocados en sitios públicos”. Efectivamente, la hora oficial de la capital estadounidense se trasmitiría por medio de un receptor radiotelegráfico instalado en el mismo Palacio. Esta decisión no tenía otro propósito que coordinar a Colombia con la hora del meridiano que le correspondía según lo acordado en la Conferencia Internacional del Meridiano89. A mediados de 1930 regresó de Estados Unidos el ingeniero Jorge Álvarez Lleras, discípulo directo de Garavito, quien reactivó las labores en el Observatorio. Inmediatamente empezó a recibir correspondencia de aficionados a la astronomía, un volumen considerable de cartas emitidas desde los puntos más lejanos del país, cuyas consultas iban desde asuntos descabellados, como conocer los ciclos de las mareas para relacionarlas con la psicología de la región, hasta aplicaciones prácticas como la delimitación de un territorio o la construcción de un camino. Sea cual fuese la intención, detrás de cada una de estas cartas había un sujeto sumergido en un clima social totalmente consciente de las diferencias horarias y la hora oficial; tal como lo comprendieron algunos ávidos comerciantes de café que pedían las horas de las principales capitales del mundo para saber el precio del mercado horas antes que su competencia90.

Consideraciones finales Los relojes tienen la facultad de movilizar consigo una noción cuantitativa del tiempo, distribuyendo a su paso una idea específica sobre su organización. La introducción y circulación de los relojes en el Nuevo Reino de Granada estuvo ligada a una política estatal impartida

Reloj, tiempo y hora oficial en Colombia

desde la Corona, que pretendía cierto nivel de coordinación entre sus funcionarios, buscando con esto constituir una nueva comunidad. No obstante, como cualquier dispositivo que objetiva el tiempo, el reloj está supeditado a la interpretación, y solo la religión, y más tarde el Estado, han podido moldear un orden relativamente homogéneo al respecto. Contrario al proceso que ocurrió en Europa y en Estados Unidos, donde la gran industria y los medios de transporte imprimieron en los sujetos la noción de la puntualidad, en Colombia ha confluido un sistema temporal heterogéneo que al mismo tiempo que irrita en ocasiones de premura, permite a los individuos manipular el tiempo a su conveniencia. Asimismo, el proceso de homogenización de una hora oficial tan abrupto en los países industrializados, en Colombia se presentó con tropiezos, pero también con el interés de los mismos ciudadanos, quienes fueron el medio para incorporar al Estado en sus territorios.

Para la década de los treinta, cuando la radio empezó a anunciar la hora diez veces al día, instalando bocinas en las plazas públicas y aumentando el número de aparatos receptores, el colombiano de la ciudad y del campo ya se identificaba con un tiempo nacional y no le era extraña la frase “la hora oficial es…”. La astronomía despertó una fascinación entre los colombianos, que constituyeron una comunidad de aficionados distribuidos por el territorio y conectados por el Observatorio: “Para satisfacer mi curiosidad y la de un gran número de campesinos, pues vivo en el campo, tengo el honor de suplicarle me informe: el sábado 4 del presente mes a las 5 de la tarde vi y fue visto por innumerables vecinos, un cometa que llevaba dirección de oriente a occidente en la línea media entre el cenit y el horizonte… ¿Cuál es el nombre de ese cometa y cada cuántos años aparece? [...] De usted atentamente Simón Jurado” (Campesino de Ansermanuevo, Valle del Cauca, 1939)91.

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Reloj El Juramento de los Horacios (ca. 1805). Maquinaria péndulo de suspensión. Sonería de una campana y cuerda de ocho días. CMQB.

El tiempo de los relojes: la Colección

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Reloj de Antonio Nariño (primer cuarto del siglo XIX). Maquinaria escape de cilindro tipo Pierre Le Roy. Sonería de repetición. Cuerda diaria con llave aparte. MICF.

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Pantalón corto de gala que perteneció a Simón Bolívar (primer tercio del siglo XIX). Tejido en paño y con bolsillo de faltriquera ubicado en la pretina. MICF.

El tiempo de los relojes: la Colección

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Reloj Imperio (primer tercio del siglo XIX). Fabricante desconocido. Técnica: fundición en bronce dorado. Medidas: 45 x 33,7 x 12,3 cm. CMQB.

Créditos

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DEBO DAR CRÉDITOS —MÁS QUE AGRADECIMIENTOS— A LAS PERSOnas que de una u otra manera hicieron parte de la realización de este libro. A pesar de que las investigaciones y sus publicaciones terminen, por lo general, atribuidas a la figura de un autor, quien se limita a agradecer como individuo creador absoluto de una obra, todos sabemos que en realidad se trató de un proceso colectivo en el que el resultado es el producto de la acción de varias personas. Los problemas de investigación no surgen en un mundo externo ni mucho menos los construye el investigador, estos emergen del seno mismo de la sociedad y el futuro “autor” debe reconocer desde el principio que hace parte de ella. En ese sentido debo empezar por dar créditos a la multitud de personas a las que nunca conocí su nombre y con quienes tuve contacto solo en el ámbito sonoro y visual, porque sus acciones, sus gestos y sus palabras, a veces tranquilas y ralentizadas, a veces ansiosas y aceleradas, pero por lo general con la cadencia propia de una sociedad, representan la matriz de mis análisis y el punto de partida de mi interés por el tiempo. Asimismo, quiero dar crédito al profesor Carl Langebaek por abrirme la puerta de su oficina y estar dispuesto a

dirigir este trabajo de investigación. De la misma manera a Andrés Langebaek y a Jacques Roland por confiarme el acceso a sus colecciones de relojes, dedicar horas a explicarme su funcionamiento y conversar sobre el mundo, sobre el tiempo. Así también a todo el personal de la Casa Museo Quinta de Bolívar y del Museo de la Independencia Casa del Florero, porque desde un principio se mostraron prestos a ayudarme y dar respuesta a todas mis preguntas y solicitudes. A Ángela Erazo quien representa para mí todo ese ejército de trabajadores que están detrás de la catalogación y organización del material con que nosotros los investigadores trabajamos, y a quienes nos hace la vida más simple y feliz. A Rodrigo Trujillo por darme la oportunidad de unirme al equipo de trabajo de los museos, dirigirme la investigación y brindarme sus recuerdos personales acerca de los relojes. A Daniel Castro, director de los museos, por creer en la importancia de este trabajo y generar el ambiente para que las relaciones y las ideas puedan fluir en estas instituciones educativas; labor que se ve reflejada en el personal de los museos, cuyos resultados hacen parte de los imponderables de la vida. Debo también dar créditos al Archivo Histórico de la Universidad Nacional por

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buscar y recuperar los documentos del puesto que sin lugar a dudas permitió Archivo del Observatorio Astronómico llevar a feliz término este trabajo. Al hisen cuanto me presenté ante sus puertas toriador Renán Silva, a quien debo dar con el interés de consultarlo. A Esther créditos porque orbitó primero que yo García Guillén, vicedirectora de Docu- sobre este tema, que con cada respuesmentación del Real Jardín Botánico de ta a mis correos, con cada conversación Madrid, quien muy amablemente me en su oficina, con cada clase que me envió todos los documentos que le soli- dio y con cada escrito que publica, me cité. A Carolina Ibarra, investigadora del arrojó luces sobre un camino que aún Museo Histórico Nacional de Chile, que está oscuro y tenebroso. me recibió en su despacho permitiénCon el éxtasis de quien presiente dome el acceso a la bóveda del museo y que ésta no es la cláusula de un capítulo con ello a su magnífica colección de relo- de su vida, sino la continuación del pajes; experiencia material imprescindible sado en el futuro, quiero dar créditos espara todo aquel que trabaje con objetos. peciales a mi señor padre, el arquitecto En la Facultad de Ciencias Sociales Ricardo Uribe, quien con la serenidad de de la Universidad de los Andes debo su oficio responde a todas mis opiniones dar crédito al antropólogo Pablo Jara- sobre el tiempo y sobre la vida con el simillo, quien sabe muy bien que sus pa- lencio sabio de un maestro que sabe de labras en nuestras conversaciones son antemano que su discípulo encontrará una parte fundamental de esta investi- por sí mismo la respuesta. Finalmente, gación. Al historiador Jaime Borja, por deseo reconocer la coautoría de este darme espacio en sus clases para que yo libro a la gran historiadora Valentina hable sobre estos temas, y por compar- Araya, la reina de la paciencia, quien en tir conmigo de manera desinteresada su nuestras conversaciones de pareja me amplio trabajo de recolección de imáge- ha perdonado que se me entrecrucen nes del periodo Colonial. A la historiado- las palabras tiempo y reloj en momentos ra Diana Bonnett, que entre muchas de que tienen que ver con el amor. A ella por sus virtudes como intelectual y como haber leído más veces mis escritos que persona, deseo celebrar su disposición yo mismo, que conoce íntimamente mi de tomarse el tiempo necesario para trabajo y mi forma de pensar la antropoatender las inquietudes de los alumnos logía y la historia, y quien debe saber que en medio de un mundo tan vertigino- estas páginas comunicarán a los futuros so; tiempo que aprecio infinitamente lectores buena parte de sus ideas. Ricardo Uribe 1.° de diciembre del 2015 Universidad de los Andes Bogotá, Colombia

Se terminó de imprimir en Bogotá en abril del 2017, en los talleres de Disonex S. A.

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