\"Religiosidad funeraria en la necrópolis prerromana de Cádiz\".

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Descripción

1808-1812: los emblemas de la libertad Alberto Ramos Santana & Alberto Romero Ferrer (eds.) Cerámicas hispanorromanas: un estado de la cuestión Darío Bernal Casasola & Albert Ribera i Lacomba Grupo de presión y reformas arancelarias en el Régimen Liberal, 1820-1870 Enrique Montañés Primicia Marginados, disidentes y olvidados en la Historia Santiago Moreno Telo & José J. Rodríguez Moreno (eds.) Personajes, poderes, fotalezas y otros temas de la Historia de Andalucía (siglos XIV y XVI) Alfonso Franco Silva Linajes gaditanos en la Baja Edad Media: breve estudio de la oligarquía local (siglos XIII-XV) Francisco Javier Fornell Fernández Los cómics de la Segunda Guerra Mundial: producción y mensaje en la Editorial Timely (1939-1945) José Joaquín Rodríguez Moreno

La ciudad de Cádiz, la Gadir fenicia, es, sin ninguna duda, el más importante centro urbano entre los asentamientos fenicios de la península ibérica, y del que a la vez se han conservado más testimonios de índole religiosa, tanto referencias de los autores griegos y latinos como documentación arqueológica. Conscientes de ello, las autoras del libro, especialistas en el estudio de la religión fenicia, historiadoras y arqueólogas, han dedicado durante años sus esfuerzos –con el apoyo económico del Ministerio de Ciencia e Innovación, de la Junta de Andalucía y de las Universidades de Sevilla y Cádiz– al estudio de estos testimonios, y sus trabajos se han publicado en diferentes revistas especializadas, actas de congresos y monografías, en ocasiones no fácilmente asequibles. En este volumen se han recogido algunos de los más significativos, con la idea de facilitar su consulta a un público no necesariamente especiazalizado.

M.ª Cruz Ceballos, profesora titular del Departamento de Historia Antigua de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Sevilla, ha dedicado la mayor parte de su carrera profesional al estudio de diversos aspectos relacionados con la religión en el mundo fenicio-púnico, tanto en la península ibérica e Ibiza como en el ámbito mediterráneo. Junto con otros especialistas, ha formado el grupo de investigación Religio Antiqua (Historia y Arqueología de las Religiones Antiguas de la Península Ibérica), que ha participado en diferentes proyectos de investigación siempre relacionados con los cultos fenicios en el ámbito occidental del Mediterráneo, prestando especial atención a la ciudad de Gadir. Colaboradoras en estas tareas han sido las Profesoras María Belén Deamos, de la Universidad de Sevilla, y Ana M.ª Niveau de Villedary y Mariñas, de la de Cádiz, además de la Dr.ª Ana M.ª Jiménez Flores, todas ellas coautoras de la presente obra.

M.ª CRUZ MARÍN CEBALLOS (Coord.)

En la misma serie

Cultos y ritos de la Gadir fenicia

cubierta GADIR:Maquetación 1 26/05/2011 21:07 Página 2

Gallegos en Cádiz. Redes Sociales y estrategias familiares de las pesquerías galledas durante el siglo XX Esmeralda Broullón Acuña

Cultos y ritos de la Gadir fenicia

Liberty, Liberté, Libertad. El mundo hispánico en la era de las revoluciones Alberto Ramos Santana & Alberto Romero Ferrer (eds.) El castillo de San Romualdo. Historia y documentos de la ciudad de San Fernando (Cádiz) Fernando Mósig Pérez Experiencia y memoria de la Revolución Española (1808-1914) Diego Caro Cancela & Fernando Durán López

M.ª CRUZ MARÍN CEBALLOS (Coord.)

ISBN: 978-84-472-1343-6

9 788447 213436

Cultos y ritos de la Gadir fenicia M.ª CRUZ MARÍN CEBALLOS (Coord.)

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Catalogación: Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz Serie: Monografías Historia y Arte Catalogación: Secretariado de Publicaciones Universidad de Sevilla Serie: Historia y Geografía Núm.: 192

Reservados todos los derechos. Ni la totalidad ni parte de este libro puede reproducirse o transmitirse por ningún procedimiento electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación magnética o cualquier almacenamiento de información y sistema de recuperación, sin permiso escrito del Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz y del Secretariado de Publicaciones de la Universidad de Sevilla.

Esta obra ha superado un proceso de evaluación externa por pares

Motivo de cubierta: Busto de diosa menor en terracota (siglo V a. C.). Museo de Bellas Artes de Cádiz © SERVICIO DE PUBLICACIONES DE LA UNIVERSIDAD DE CÁDIZ 2011 Doctor Marañón, 3 - 11002 Cádiz Tlf.: 956 015 268; Fax: 956 015 634 Correo electrónico: [email protected] Web: http://www.uca.es/publicaciones © SECRETARIADO DE PUBLICACIONES DE LA UNIVERSIDAD DE SEVILLA 2011 Porvenir, 27 - 41013 Sevilla Tlfs.: 954 487 447; 954 487 451; Fax: 954 487 443 Correo electrónico: [email protected] Web: http://www.publius.us.es © Los autores, 2011 Impreso en España - Printed in Spain ISBN (Universidad de Cádiz): 978-84-9828-337-2 ISBN (Universidad de Sevilla): 978-84-472-1343-6 Depósito Legal: BI-955-2011 Maquetación e impresión: GRAFO, S.A.

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Índice

PRÓLOGO ............................................................................................

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INTRODUCCIÓN En torno a las fuentes para el estudio de la religión fenicia en la Península Ibérica.........................................................................

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M.ª Cruz Marín Ceballos

EL SANTUARIO DE MELQART Reflexiones en torno al papel económico-político del templo fenicio ........

47

M.ª Cruz Marín Ceballos

Los sacerdotes del templo de Melqart en Gadir según el testimonio de Silio Itálico........................................................

63

M.ª Cruz Marín Ceballos y Ana M.ª Jiménez Flores

Los santuarios fenicio-púnicos como centros de sabiduría: el templo de Melqart en Gadir ............................................................

77

M.ª Cruz Marín Ceballos y Ana M.ª Jiménez Flores

Les contacts entre Phéniciens et Grecs dans le térritoire de Gadir et leur formulation religieuse: histoire et mythe ...................................

111

M.ª Cruz Marín Ceballos

Imágenes para Melqart. La iconografía del santuario de Hércules gaditano 133 Ana M.ª Jiménez Flores, Mercedes Oria Segura. M.ª Carmen García Morillo

CULTOS URBANOS Cultos fenicio-púnicos de Gadir: Prostitución sagrada y puellae gaditanae Ana M.ª Jiménez Flores

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Las imágenes en el servicio de culto. Acerca del «supuesto» timiaterio de Punta del Nao ................................................................

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De Cartago a Cádiz. Notas de iconografía religiosa ..................................

191

El capitel protoeólico de Cádiz .................................................................

207

El Kronion de Gadir: una propuesta de análisis ........................................

221

Escultura femenina entronizada de la necrópolis de Cádiz ........................

247

Nuevos datos sobre la presencia de «pebeteros en forma de cabeza femenina» en la Bahía de Cádiz............................................................................ 265 LA RELIGIOSIDAD FUNERARIA Religiosidad funeraria en la necrópolis prerromana de Cádiz ....................

321

Aegyptiaca: datos sobre la espiritualidad en la necrópolis de Gadir............

349

Acerca de ciertos cultos semitas extremo-occidentales ...............................

371

Algunos indicios sobre la (posible) práctica de sacrificios humanos en Cádiz 405 EL ENTORNO GADITANO Itinerarios arqueológicos por la geografía sagrada del Extremo Occidente

423

Gorham’s Cave, un santuario en el Estrecho. Avance del estudio de los materiales cerámicos ..................................................................

473

Santuarios prerromanos de la costa atlántica andaluza ..............................

491

EPÍLOGO La singularidad religiosa de Gadir en el mundo fenicio-púnico.................

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Religiosidad funeraria en la necrópolis prerromana de Cádiz* María Belén Deamos

Introducción La arqueología de los asentamientos fenicio-púnicos de la Península Ibérica, ha experimentado de treinta años acá un importante desarrollo. La investigación sistemática de la que siguiendo la tradición literaria se ha considerado la primera colonia fenicia en la Península Ibérica es más reciente, pero en la última década se ha progresado también en el conocimiento del Gadir antiguo. La documentación disponible se refiere principalmente a las necrópolis mientras que el sector urbano, bajo el casco antiguo de la ciudad actual, sigue siendo casi desconocido. Distintos trabajos resumen el estado de la investigación a este respecto y ofrecen una síntesis de las características topográficas y urbanísticas del asentamiento prerromano1. Paralelamente, en el litoral gaditano próximo a la metrópolis se han localizado otros establecimientos. El lugar conocido como Cerro del Prado, en la desembocadura del Guadarranque, estuvo habitado por población fenicia entre la segunda mitad del VII y el siglo V a. C. (Schubart, 1982: 75-76). Otros asentamientos pudieron haber existido sobre el promontorio que ocupa la actual ciudad de Tarifa (Schubart, 1982: 74) y en la Isla de las Palomas donde se ha do-

* Publicado en TABONA, Revista de Prehistoria y Arqueología, VIII, Tomo II (1992-93): 351-

371. 1 Corzo, 1983 y 1991a; Escacena, 1986; Marín y Lomas, 1992; Ramírez, 1982.

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cumentado una necrópolis con tumbas hipogeas (Muñoz y Baliña, 1987); pero el del Castillo de doña Blanca es el de mayor monumentalidad y el que por su ubicación parece más estrechamente relacionado con los acontecimientos gaditanos (Escacena, 1986: 51). Cádiz está vinculado desde su origen al comercio de la plata de Tartessos y del estaño que los fenicios conseguían en las tierras del noroeste. La ruina del sector minero-metalúrgico a partir de principios del siglo VI, debió repercutir de forma importante en la vida de la colonia, pero pronto superó la crisis impulsando actividades que hasta entonces habían desempeñado una importancia secundaria en su economía. A partir del siglo V la comercialización de las salsas y salazones de pescado que se elaboraban en la propia ciudad y en pequeñas factorías dispersas por todo el litoral, incluye mercados tan distantes como Corinto o Atenas (De Frutos, 1991: 117). El auge poblacional y la prosperidad económica que caracterizan la etapa que abarca los siglos V y IV a. C. queda reflejada en la cantidad y monumentalidad de las tumbas y en la riqueza de los ajuares. La importancia que el comercio desempeñaba en la economía gaditana, explica la actitud de sus clases dirigentes cuando a finales del siglo III apoyaron la incorporación de la ciudad en la órbita de Roma (Rodríguez Neila, 1980: 25). La Necrópolis de Cádiz El cementerio ocupaba la mayor de las tres islas que formaban en la antigüedad el archipiélago gaditano; un canal que comunicaba el mar abierto con la bahía, la separaba de la isla más pequeña en que se edificó la ciudad (cf. Corzo, 1983: 7). Las tumbas más antiguas quedaban próximas al borde del canal, pero con el tiempo el espacio sepulcral fue extendiéndose hacia el sureste, ocupando gran parte del actual istmo (Fig. 1). La investigación2 de la necrópolis de Cádiz se inicia a finales del siglo pasado a raíz del hallazgo en 1887, en la zona de Punta de la Vaca, de una sepultura que contenía un sarcófago de mármol labrado con forma humana masculina. Dicha zona fue objeto por esos años de importantes remociones que provocaron la aparición de un buen número de enterramientos. Sin embargo, hasta 1912 no se inició

2 Para la historia de la investigación de la necrópolis gaditana resultan de interés las síntesis de García y Bellido, 1952: 395-417 y Corzo, 1986: 19-24.

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Figura 1. Cádiz. Situación de los hallazgos de estelas en la Necrópolis Púnica (siglos V-III a.C.). 1. Playa de Poniente, 1929 (aprox.). 2. Plaza de Asdrúbal, 1983. 3. Punta de la Vaca, 1912. 4. Playa de Poniente-Los Corrales, 1929. 5. Fábrica Nacional de Torpedos, 1930.

la recuperación controlada de los restos arqueológicos. Desde entonces y hasta 1934, Pelayo Quintero Atauri dirigió casi sin interrupción3 las excavaciones en la necrópolis. Numerosos informes a la Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades dan cuenta de los resultados4. Las descripciones de Quintero resultan superficiales cuando no confusas (cf. Corzo, 1986: 20-21), pero contienen información que no debería desaprovecharse sobre muchos aspectos de las costumbres funerarias de cada una de las etapas de la vida de la ciudad. Hallazgos incontrolados y actuaciones arqueológicas esporádicas caracterizan una larga etapa de la arqueología gaditana comprendida entre los años de la guerra

3 Durante el año 1923 Francisco Cervera se hizo cargo de la dirección de los trabajos, publicando también la memoria correspondiente: Cervera, 1923. 4 La bibliografía básica de P. Quintero sobre la necrópolis de Cádiz está recogida por Ramírez, 1982: 206 y 207.

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civil y finales de los setenta (Jiménez Cisneros, 1971: 124-126; Corzo, 1986: 22) en que se reglamentaron las actuaciones preventivas en solares a construir en el casco urbano. Esta labor de control y actuación estuvo encomendada entre 1979 y 1984 a la dirección del Museo Provincial, y a partir de esas fechas a la Delegación Provincial de Cultura. En algo más de diez años, hasta hoy, se han realizado numerosas intervenciones de urgencia que han supuesto la excavación de millares de tumbas (cf. Corzo, 1986: 24) y con ello la obtención de una valiosa información sobre las costumbres funerarias en la antigüedad, sobre todo para las de los siglos VII-VI a. C., que hasta ahora eran prácticamente desconocidas. Hoy conocemos relativamente bien la forma en que evolucionaron los rituales funerarios en la Necrópolis gaditana. Los enterramientos más antiguos son cremaciones en fosa con ajuares constituidos normalmente por ornamentos personales en oro. A partir de los siglos VI-V se produce en todo el mundo púnico una transformación de las prácticas funerarias que supone la adopción de nuevas formas de tratamiento del cadáver (Aubet, 1986: 613 ss.). La colonia gaditana evoluciona en este sentido de la misma forma que el resto de los asentamientos mediterráneos (Perdigones, Muñoz y otros, 1985: 43). La inhumación se generaliza como ritual de enterramiento y el tipo de sepultura más frecuente es la fosa con las paredes revestidas de sillares tallados en piedra ostionera, cubierta con losas planas del mismo material (Perdigones, Muñoz y Pisano, 1990: 47 y 49) (Fig. 2). Las sepulturas aparecen agrupadas en número variable, adosadas, con un lateral común y, con frecuencia, superpuestas en dos o más pisos. Tumbas de estas características —los loculi de la bibliografía clásica sobre Cádiz— se han documentado en numerosos puntos de la necrópolis desde los primeros hallazgos en Punta de la Vaca, en 1887 (Muñoz 1987: 48-50). A partir del siglo III a. C. se vuelve a introducir paulatinamente el ritual de incineración. Pero con ser mucho lo que se ha avanzado en este campo, se echa en falta una revisión que ponga un poco de orden en la documentación antigua y facilite su divulgación para que se puedan utilizar muchos datos que, sin duda, complementan lo que a partir de las excavaciones de los últimos años conocemos de las costumbres funerarias de las comunidades fenicio-púnicas occidentales (cf. Ramos, 1990). Esta consideración nos ha llevado a presentar una modesta aportación en el espacio de este homenaje al Prof. M. Pellicer, rescatando del olvido los monumentos en piedra erigidos sobre las sepulturas de los gaditanos antiguos 5.

5 Agradezco la ayuda que he recibido de distintas personas relacionadas con la arqueología de Cádiz: de D. Ramón Corzo y D. Antonio Álvarez, en sus respectivas etapas de directores del

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Figura 2. Cádiz. Tumba de sillares prototípica de la Necrópolis Púnica. (Según Perdigones y Baliña, 1987).

Museo de Cádiz; de D. Lorenzo Perdigones y D. Angel Muñoz, Arqueólogo Provincial y técnico arqueólogo de la delegación de Cádiz, respectivamente, que atendieron mis consultas y me facilitaron amablemente información de sus trabajos. Mi agradecimiento también para Mario Fuentes que ha reproducido las fotos a partir de las publicaciones de Pelayo Quintero y para Inmaculada Ladrón de Guevara y Milagrosa Sánchez Andréu que han reproducido los dibujos.

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Las estelas En el paisaje de la necrópolis de Cádiz debió ser muy frecuente que una estela6 de piedra erigida sobre la sepultura ayudara a localizar el lugar en que reposaba el familiar o el amigo7. Esa es la impresión que se saca repasando las fotos de las excavaciones de Pelayo Quintero (Lám. I, 1). Muchas de estas imágenes corresponden a enterramientos de época romana, pero no faltan tampoco las referencias explícitas al hallazgo de estos monumentos en tumbas púnicas. Estas referencias constituyen la principal base documental para estas notas, porque ni las piezas se han conservado, a excepción de la que recogemos en la Lámina V, ni las excavaciones de los últimos años han supuesto ninguna aportación sustancial a este respecto. Desde 1979 se han recuperado en distintas ocasiones estelas que habían sido reutilizadas como material de construcción en la estructura de tumbas romanas tardías, pero la falta de contexto y la ausencia de rasgos significativos impiden adscribir con claridad la mayor parte de estas piezas a una etapa u otra de la necrópolis, y sólo en una ocasión se ha documentado uno de estos monumentos en el emplazamiento original. Todas las estelas de Cádiz están talladas en la piedra que en el lugar llaman ostionera, que constituye la roca madre sobre la que se asienta la ciudad. La talla de estos conglomerados fosilíferos da un producto tosco, de ahí que la mayor parte de las piezas conserven restos de un enlucido de yeso que mejoraría su aspecto sensiblemente. 1. Con mucha frecuencia, una simple piedra debía señalar el lugar de la sepultura. Estas estelas de aspecto insignificante debieron pasar totalmente desapercibidas para obreros adiestrados fundamentalmente para recuperar objetos o para reconocer estructuras aparentes. Bloques toscos de piedra se han documentado en la Necrópolis de Cartago (Gauckler, 1915: I, 13), en la de Olbia (Levi, 1950: 13 y 36) y en la de Villaricos (Almagro Gorbea, 1984: 58). De las estelas que conocemos de la necrópolis de Cádiz, las más sencillas son piezas de base rectangular que se estrechan ligeramente de arriba a abajo y tienen el extremo superior redondeado. Pelayo Quintero (1932: I, 6) halló una in situ en la playa de Poniente, a los pies de una sepultura de inhumación que consideró púnica (Fig. 1). El enterramiento se practicó en una fosa excavada en la roca cuyas paredes se recrecieron con 6 Utilizamos el término con la acepción que recoge el Diccionario de la Real Academia Española: «Monumento conmemorativo que se erige sobre el suelo en forma de lápida, pedestal o cipo». 7 Se han considerado otras muchas significaciones para las estelas. Cf. Ramos, 1990: 47-48.

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Lámina I. Cádiz. Necrópolis de Cádiz. Sector Playa de Poniente. 1. Vista general de las Excavaciones de 1929. 2. Tumba púnica con estela (P. Quintero, 1932).

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piedras canteadas y mampuestos de pequeño tamaño, y, posiblemente, se cubrió con losas planas (Lám. I, 1 y 2). El autor indica que en el interior se hallaron dos cuencos o cazuelas pequeñas de factura tosca, pero no da detalles que permitan una aproximación a la cronología del enterramiento más precisa que la que se deduce de su posición estratigráfica en un nivel subyacente al de unas tumbas romanas del siglo I de J. C. (Quintero, 1932: I, 6). De acuerdo con la tipología de las tumbas gaditanas elaborada por Perdigones, Muñoz y otros (1987: 44), la estructura podría encuadrarse en el tipo B.2: «fosas con tumbas de paredes de sillarejo o piedras planas superpuestas», que se fecha a lo largo del siglo III a. C. La pieza presentaba en el frente un rectángulo rebajado que aparece también en la mayor parte de las estelas antiguas conocidas de la necrópolis gaditana. En este hueco tallado suponemos que se encastraba una lápida de piedra, de mayor calidad que la arenisca y más dura, en la cual se grababan los datos de filiación del difunto y quizá representaciones simbólicas que propiciaran la paz del sepulcro y la bienaventuranza en el más allá. Esta costumbre de indicar la identidad del que reposaba en la sepultura sobre una placa independiente del bloque de piedra en que se labraba la estela, que tenemos bien documentada en época romana en la misma ciudad de Cádiz (cf. Quintero, 1932: I, lám. II, B), no parece, sin embargo, que fuera corriente en otros cementerios del ámbito púnico. En las excavaciones de Cartago se han recogido inscripciones funerarias grabadas sobre plaquitas rectangulares de piedras duras, pero iban encastradas en las losas que cerraban el acceso a las cámaras sepulcrales. Todas ellas corresponden ya al período comprendido entre el siglo III y la primera mitad del II a. C. (Bénichou-Safar, 1982: 175 y 325). Respecto a los asentamientos más occidentales, las escasas inscripciones funerarias que se conocen, se grabaron directamente sobre la cara anterior de la estela. De Villaricos conocemos solamente un epitafio fechado a fines del V o principios del IV a. C. (Fuentes Estañol, 1986: 9; Solá Solé, 1955: 47), y en Ibiza se halló una estela con inscripción del siglo IV a. C. (Fuentes Estañol, 1986: 12), que M.ª J. Almagro (1967: 3-11) consideró votiva a pesar de que el contexto de procedencia parece corresponder a una necrópolis situada en las proximidades de la ciudad (cf. también Gómez Bellard, 1990: 147). 2. Durante el año 1983, R. Corzo encontró en la zona de la Plaza de Asdrúbal (Fig. 1) una estela troncopiramidal sobre la cabecera de dos tumbas de sillares adosadas8 (Perdigones, Muñoz y Pisano, 1990: 36 y 37, y nota 10). La 8 Se trata de las tumbas 1 y 2 de la zona A de las excavaciones de 1983-84 que permanecen inéditas.

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Lámina II. Necrópolis de Cádiz. 1. Sector Plaza de Asdrúbal. Estela piramidal (Excavaciones 1983). 2. Betilo triangular (P. Quintero, 1934).

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pieza se talló en roca ostionera y se revocó con una capa de estuco blanco excepto en la superficie posterior y en una franja estrecha en torno a la base. Sus dimensiones son: h 30,3 cm; base: 26,5 x 26 cm (Lám. II, 1). Una de las sepulturas no poseía ajuar y la otra sólo un anillo sencillo hecho de cobre revestido de una lámina de oro, pero se han fechado por afinidades tipológicas con las tumbas del entorno en el siglo V a. C.9 No nos consta que se haya encontrado en su emplazamiento original ninguna otra pieza de estas características, pero tenemos noticia del hallazgo de monumentos similares durante los trabajos de P. Quintero. Una fotografía de un grupo de sepulturas de Punta de la Vaca (Quintero, 1928: 27), muestra sobre la cubierta de una de ellas una pirámide de piedra con las superficies enlucidas de blanco, a excepción de una franja estrecha inmediata a la base. La foto en cuestión (Lám. III, 1) ilustra unas notas en las que, sin embargo, no se menciona tal estela. Parecería lógico suponer que la pieza está relacionada con dichas tumbas, pero tampoco desechamos la posibilidad de que el excavador hubiera decidido conservar y exhibir con el conjunto funerario una pieza hallada sin contexto en cualquier otro sitio de la necrópolis. Nuestras dudas están fundamentadas no sólo en el hecho de que el mismo grupo de enterramientos se sitúe unas veces en la zona de Punta de la Vaca, como acabamos de indicar, y otras en la de Astilleros (García y Bellido, 1942: lám. IX, 1), cuestión que no tendría mayor importancia dado que a veces se utilizan indistintamente los dos topónimos (Quintero, 1915:58; García y Bellido, 1952: 404), (Fig. 1), sino, sobre todo, en que en las fotografías inmediatamente posteriores a la excavación de este grupo de sepulturas en 1912, no aparece la estela (Quintero, 1915: lám. V, 2), ni tampoco se menciona su hallazgo en ninguno de los informes que hacen referencia a los trabajos de esos años (cf., v. g., Quintero, 1915: 53-57 y García y Bellido, 1942: 265-268). Los monumentos funerarios de forma piramidal son muy conocidos en el mundo púnico y presentan una gran variedad (Cid Priego, 1949: 91-126). En el Mediterráneo Central están documentados tanto en santuarios (cf., v.g., para Mozia: Moscati y Uberti, 1981, II: láms. VII, 56 y VIII, 57; para Tharros: Moscati y Uberti, 1985: lám. V, 16; para Sulcis: Bartoloni, 1986: lám. I, 6 y 7), como en contextos funerarios (v.g. Tharros: Tore, 1973: fig. 3.11; Palermo: Tamburello, 1967: 362 y nota 2). En las colonias fenicio-

9 Agradecemos la información a D. Ramón Corzo.

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Lámina III. Necrópolis de Cádiz.11. Sector Punta de Vaca-Astilleros: Tumbas de sillares con estela piramidal. 2. Sector Playa de Poniente: estela piramidal de monumento funerario de época romana. (P. Quintero, 1932).

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púnicas occidentales se conocen también estelas funerarias de forma piramidal; el conjunto más representativo procede de Villaricos (Siret, 1906: 463 [87], lám. XX; Astruc, 1951: láms. L-LIII; Belén, 1991). Los cuadernos de P. Flores, que conserva el Museo Arqueológico Nacional, contienen interesantes observaciones acerca del ritual funerario y del contexto en que se hallaron las estelas; aparecen asociadas generalmente a enterramientos de inhumación, colocadas sobre la cabecera, aunque también existen noticias de su hallazgo en tumbas de cremación. No tenemos información que nos permita precisar si algunas cremaciones pudieron ser contemporáneas de las inhumaciones10, pero tenemos la seguridad de que, al menos, una de las sepulturas de cremación es romana y constituye, por tanto, una prueba de la larga perduración de estas estelas. El hallazgo de piezas de estas características en enterramientos practicados en el interior de cámaras hipogeas, evidencia con claridad que estas pirámides de piedra debieron poseer un significado simbólico que no era sólo el de indicar el emplazamiento de la sepultura. En opinión de G. Tore (1973: 262), todas estas pirámides tienen carácter betílico. Aunque pudiera tomarse como una simple curiosidad, no queremos dejar de mencionar que P. Quintero (1934: 4) encontró en una tumba de sillares de Cádiz (…) «de las más primitivas», sobre la losa que da al poniente11, una piedra rodada de forma triangular que consideró asimismo un betilo. En la parte más estrecha, señala el autor, «unas hendiduras hechas con tosco instrumento humano» (Lám. II, 2). La pieza podría tener relación simbólica con estas estelas piramidales y se ha paralelizado con las representaciones betílicas de Baelo que aunque de cronología posterior, se vinculan con tradiciones religiosas heredadas del mundo púnico (Remesal, 1979: 44 y 46). La fuerte pervivencia del sustrato púnico en muchos sitios del Mediterráneo occidental explica también el hallazgo de estas estelas piramidales en época romana. En Cádiz, como en Villaricos (Belén, 1991), en Sétif (Février y Gaspary, 1966-67:46) o Tipasa (Lancel, 1970: 187, figs. 33-35 y 39-40), se conocen ejemplos que ilustran con claridad este hecho. Pelayo Quintero (1932, III: 26 y 27) alude a un tipo de estructura funeraria de

10 Esto será posible, seguramente, cuando finalice el estudio de los distintos conjuntos sepulcrales de la necrópolis de Villaricos, que realiza un equipo bajo la dirección del Prof. Manuel Fernández-Miranda. 11 Es decir, sobre la cabecera: García y Bellido, 1952: 407; Muñoz, 1987: 47.

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época romana que denomina estela y reconstruye una como se muestra en la Figura 3. Dicho monumento está rematado por «un sillarete de piedra tosca estucada, labrado en forma cúbica, con una pirámide de menor base en la cara superior de 0,27 x 0,50». Nos queda la duda de si el monumento así reconstruido tiene que ver con unos restos que describe en relación a una estructura similar, igualmente romana, que descubrió en las excavaciones de 1929 pero que excavó en campañas posteriores (Quintero, 1932, I:6; cf. también láminas II A y III con la Fig. 3 de estas notas). La parte monumental de esta estructura, dice el autor en el informe de las excavaciones de 1929 que acabamos de mencionar, «…que debió asentarse sobre el sepulcro, estaba formada por grandes sillares, caídos hoy a los lados y uno de ellos labrado en forma de pirámide y con restos de estuco blanco y adornos

Figura 3. Cádiz. Reconstrucción de una Tumba-estela de época romana. (Según P. Quintero, 1932).

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Figura 4. Reconstrucción de un monumento de la necrópolis Romana de Tipasa (A partir de Lancel, 1970).

amarillos y rojos» (Quintero, 1932, I: 5) (Lámina III, 2). Esta otra descripción no puede haber servido de base a la reconstrucción que posteriormente hizo de lo que llamó tumba tipo estela, pero, en cambio, da pie para relacionar este monumento gaditano con el que Lancel (1970: fig. 38) reconstruyó para una sepultura de la necrópolis romana de Tipasa, un pilar-estela superpuesto externamente a la estructura sepulcral (Fig. 4). Esta solución parece más acorde con las características de los restos —grandes sillares y pirámide— que menciona Quintero en el citado informe del año 1929, que la que él mismo propone después, quizá influido por las reconstrucciones de Bonsor (Paris, Bonsor y otros, 1926: fig. 21) para los monumentos en forma de estela de la necrópolis de Baelo, y permite también interpretar otros restos documentados durante las excavaciones de 1925-26 en las proximidades de la playa de Los Corrales donde, entre una mancha de carbones, se encontraron «(…) sillares medio calcinados y otros enteros;

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un basamento de un cipo; un remate en forma de pirámide, estucada de blanco en sus cuatro caras, y horadada en el vértice, como para soportar la espiga de alguna pieza metálica, un gran sillar rematado en una voluta, indicios todos que parecen indicar que existió en tal sitio algún edificio de carácter fúnebre religioso» (Quintero, 1926: 5). Tal vez estos monumentos de época romana perpetuaran también en sus esquemas formales modelos más antiguos. No resulta extraño imaginar que en las necrópolis de los asentamientos coloniales, fueran frecuentes estos pilares-estela rematados por la pirámide betílica o por cualquier otra imagen que asegurara la protección del difunto, si como se sostiene (AlmagroGorbea, 1983: 17) a través de las colonias se difundieron estos monumentos al mundo ibérico. Tenemos otros ejemplos en los que la pirámide se talló en el mismo bloque de piedra que el pedestal que la sustenta (Tore, 1973: fig. 2, 1; Picard, 1957: 130 y lám. XLIX, Cb. 357). Seguramente hubo también soluciones más sencillas; incluso las lajas de cubierta de la propia sepultura, pudieron constituir el soporte de la pirámide. En cualquier caso, parece que como Siret (1906: 463 [87], nos 3 y 4) intuyó para las de Villaricos, estas piezas piramidales raramente asentaron sobre el propio suelo. 3. Sabemos que P. Quintero halló otras estelas en el curso de sus excavaciones en la necrópolis prerromana. Durante las de 1929 recuperó entre tierras removidas próximas a un grupo de dos tumbas de inhumación adosadas, del tipo más frecuente en la necrópolis gaditana (Lámina IV, 1), y a un tercer sepulcro hecho con grandes sillares, situados en la playa de Poniente12 (Fig. 1), la única pieza que se conserva actualmente. Mide 107 cm de altura por 53 x 37 cm de base y ha sido trabajada sobre un bloque de piedra arenisca con el extremo superior tallado en forma de tejado a doble vertiente. Una serie de estrías paralelas entre sí, recorren de forma continua los laterales y la cúspide. En la cara anterior, bajo un frontón triangular, se ha rebajado un rectángulo de 48,5 x 41 cm en cuyo interior, aproximadamente centrado, aparece otro de menores dimensiones que alberga en el tercio inferior un hueco de 12 x 20 cm, presumiblemente para encastrar la inscripción funeraria, y en los dos tercios superiores, un motivo en relieve formado por un elemento ovalado superpuesto a una base troncocónica, todo ello rodeado por una corona de puntos que en la actualidad se ven mejor en

12 Muñoz, 1987: 49, precisa que se trata de la Playa de Los Corrales.

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Lámina IV. Necrópolis de Cádiz. 1. Sector Playa de Poniente (Los Corrales): Tumbas de sillares próximas al lugar del hallazgo de la «Estela de Tanit». (P. Quintero, 1932). 2. Sector Fábrica de Torpedos: Tumbas de sillares con estela in situ (P. Quintero, 1932).

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Lámina V. Necrópolis de Cádiz. Vistas anterior y lateral de la llamada «Estela de Tanit».

la parte izquierda (Lám. V). En los tres lados que resultan visibles, conserva restos del estuco blanco que cubrió la piedra. Se han dado dos interpretaciones acerca de la naturaleza del motivo que se quiso representar. P. Quintero lo describió así: «en el recuadro que forma su frente tiene labrado un busto de tosco arte con la cabeza circundada de rayos (…). Debajo hay un hueco rectangular que lo mismo puede ser para contener la lápida dedicatoria que para presentar alguna ofrenda. La parte alta es en forma de frontón triangular, imitando en la superficie las canales por medio de estrías, pareciendo querer significar un tejado a dos aguas. La impresión es haber querido representar un pequeño templo a la divinidad solar. Las dimensiones son: 1,10 m de altura por 0,50 de frente y 0,35 de lado. Tiene restos de estuco blanco de bastante espesor, del cual indudablemente estuvo revestido, con adornos rojos y amarillos» (Quintero, 1932, I: 7-8, lám. I, B). La interpretación del motivo esculpido en el frente como una figuración humana, se ha recogido en distintas ocasiones hasta la actualidad (García y Bellido, 1952: 412; Ramos, 1990: 52), pero a partir de su instalación en el Museo de Cádiz, se empezó a considerar que pudiera tratarse del que se vie-

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ne llamando «signo de Tanit»13 (Corzo, 1991b: 13). En opinión de HoursMiedan (1951: 29 y 31) un betilo de forma geométrica y un disco solar, dos símbolos muy antiguos en el mundo semita, constituyen a partir del siglo V a. C. los elementos esenciales de la figura divina que se designa como signo de Tanit. Ambos simbolizarían la doble naturaleza de los dioses, astral y ctónica, el cielo y la tierra; la separación entre ellos se marca por la barra horizontal que aparece generalmente en estas figuraciones entre el triángulo y el disco y confiere al motivo aspecto antropomorfo. En nuestra opinión resulta difícil asegurar de qué motivo se trata, pero examinado las hipótesis que se han barajado, pensamos que ninguna de las dos carece de fundamento, como tendremos ocasión de comprobar a continuación. La identificación que hizo Quintero no parece tan desacertada si comparamos esta supuesta representación humana con otras de gran esquematismo documentadas en época romana en ambientes de tradición púnica del Mediterráneo Central (Uberti, s.a.: 127 y figs. 181-182), y, tampoco, si recordamos el aspecto antropomorfo que adoptan la mayor parte de las formas del signo de Tanit (cf. Moscati y Uberti, 1981: 298). Por otra parte, el motivo no responde tampoco con claridad a ninguna de las variantes registradas de dicho signo (cf. Lámina V con Hours-Miedan, 1951: lám. VII; Picard, 1957: tabla II; Bisi, 1967: fig. 7). Falta en la estela gaditana la barra horizontal característica de estas representaciones, pero presenta, en cambio, un detalle que podría tener el mismo valor simbólico; examinando directamente la pieza, se observa con claridad que la superficie que rodea la mitad inferior del motivo ha sido rebajada más que la correspondiente a la mitad superior, y que la línea de separación entre ambos planos coincide con la zona de contacto de las dos partes del motivo. Así pues, consideramos que el artesano diferenció de forma poco corriente los diferentes mundos —el astral y el terrenal— que corresponden a cada uno de los dos elementos representados. Los trazos que rodean al motivo central podrían representar, como suponía Quintero, la corona solar que acompaña a veces el disco (Hours-Miedan, 1951: 37, lám. e y g). En las ciudades fenicias del Mediterráneo central, el tofet desempeñaba un papel importante en la fisonomía urbana (Bondi, 1979: 140). Estos santua-

13 Según información de D. Ramón Corzo, la pieza se conservó en el jardín de la que fue la casa de P. Quintero en Cádiz, hasta 1979 en que se adquirió para el Museo a la heredera de la familia Lozano. Actualmente se expone con un rótulo en que figura la siguiente información: «Estela funeraria de Tanit. Cádiz. S. IV a. C. Nº. Rº. 9542».

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rios no se conocen de momento en los enclaves más occidentales, pero se ha supuesto que los arqueólogos acabarán encontrando también aquí las que se han considerado áreas sagradas por excelencia de la religión púnica (Ribichini, 1987: 10). La opinión tradicional mantiene que en estos recintos recibirían sepultura niños sacrificados en honor de los dioses Baal Hammon y Tanit14. Con frecuencia una estela conmemoraba estos ritos sacrificiales, de ahí que a partir de la identificación del «signo de Tanit» en la estela que comentamos, se haya sugerido una relación entre el monumento y el culto que la diosa debía recibir en el tofet de la ciudad (Marín Ceballos, 1987: 74). El hallazgo a principios de la década de los ochenta de unos enterramientos infantiles con los cráneos fracturados al parecer de forma violenta, ha llevado a sostener que la tradición de inmolar niños en cumplimiento de determinadas obligaciones religiosas, continuaría en Cádiz hasta el siglo I, después, incluso de que las autoridades romanas las prohibieran expresamente por considerarlas propias de bárbaros (Corzo y Ferreiro, 1987; Corzo, 1989). La forma en que se sacrificaron estos niños, no guarda relación con el rito mlk y en opinión de Marín Ceballos (1984: 37) podrían ser el testimonio de una inmolación colectiva de carácter excepcional, más que una manifestación del rito tradicional en honor de Tanit, aunque tampoco descarta totalmente esta segunda posibilidad. Fuentes históricas y arqueología parecen coincidir en que los dioses tutelares del tofet, Baal Hammon y Tanit, recibieron culto en Cádiz en sendos templos que flanqueaban la entrada desde el Océano por el Canal Bahía-Caleta (Fig. 1) (Marín Ceballos, 1984: 15 ss. y 30 ss.). Pero la estela procede de una zona de la necrópolis que no presenta, aparentemente, ningún rasgo que permita suponer que el lugar donde se halló sea uno de estos santuarios cuyas características en el Mediterráneo Central conocemos bien (Bondi, 1979), y, por tanto, hemos de considerarla como un monumento relacionado, verosímilmente, con alguna de las tres tumbas localizadas en su vecindad. Ni el culto de estas divinidades está limitado a los rituales que se desarrollan en el tofet (Ribichini, 1987: 23), ni el «signo de Tanit» aparece sólo sobre estelas votivas; la necrópolis cartaginesa ha proporcionado ejemplos de su presencia en contextos funerarios desde fines del s. IV al II a. C. (Picard, 1957: 25, láms. XIII,

14 No consideramos que debamos discutir aquí el carácter de estos recintos sagrados. Cf. distintas interpretaciones a este respecto: González Wagner, 1991; Lipi´nski, 1988; Moscati, 1987; Ribichini, 1987; Stager y Wolff, 1984.

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Cb. 50; XVI, Cb. 89 y XVII, Cb. 93). Una cronología dentro de un momento avanzado del siglo IV tienen también en el mismo cementerio las estelas con frontón triangular (Picard, 1957: 18 y 20). Podríamos admitir esta datación dentro de la segunda mitad del IV para la pieza gaditana. Las tumbas próximas podrán tener una datación parecida, pues mezclan las paredes de sillares propias de las estructuras de los siglos V-IV, con «una citara de pequeñas lajas de piedra de playa» (Quintero, 1932, I: 7), que las aproxima a tipos del s. III a. C. (Perdigones, Muñoz y otros, 1987: 44, cf. B1 y B2). Poco después del hallazgo que acabamos de comentar, durante las excavaciones de 1930 en la zona de la Fábrica Nacional de Torpedos15 (Fig. 1), se descubrió un grupo de cuatro sepulturas adosadas, del tipo corriente en Cádiz, pero con la particularidad de que la cubierta la formaban bloques de piedra talladas en forma de tejado a doble vertiente. Aproximadamente en el centro del conjunto, se conservaba todavía en su posición original una estela tallada sobre un bloque paralelepípedo, de 100 x 56 x 54 cm, revestido de estuco blanco (Quintero, 1932, II: 15, lám. I). El extremo superior termina en frontón triangular con acróteras laterales. Un hueco rectangular situado sobre la cara anterior, inmediatamente bajo el frontón, debía albergar una placa con la inscripción funeraria (Lám. IV, 2). No es fácil datar este monumento, ya que ninguno de los enterramientos poseía ajuar que permita precisiones cronológicas. Por otra parte, en la tipología de las tumbas de la necrópolis gaditana (Muñoz, 1987; Perdigones, Muñoz y otros, 1987: 44) no se señalan diferencias en la forma de concebir la cubierta; suponemos, por ello, que este elemento de la estructura carece de significación para los autores a la hora de establecer la evolución y cronología de las sepulturas de sillares que, como hemos repetido ya en diversas ocasiones, se desarrollan a lo largo de los siglos V y IV a. C. En este caso, quizá conviniera una fecha algo más reciente, pues las estelas con frontón triangular y acróteras se fechan en Cartago a partir del s. III a. C. (Picard, 1957: 20 y 184 ss., nos 638-673). Entre las estelas que actualmente se conservan en el Museo Provincial, hemos identificado la mitad superior de una pieza trabajada de la misma forma, que se recuperó sin contexto durante las excavaciones de 1979-1984. 15 Muñoz, 1987: 49-50 es el único autor que recoge correctamente la noticia de Quintero, pues García y Bellido, 1952: 412 y fig. 253, sitúa el hallazgo en la playa de Los Corrales y en el año 1933, y para Ramos, 1990: 52, la pieza procede de las excavaciones realizadas en los Glacis de Puerta de Tierra a lo largo de los años 1930-31.

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Aunque el estudio de las estelas votivas, más numerosas y con un repertorio iconográfico incomparablemente más rico, ha acaparado la atención de los investigadores, también se conocen en el ámbito púnico del mediterráneo centro-occidental, monumentos en piedra similares procedentes de contextos funerarios. Unos y otros no parecen corrientes antes del siglo VI a. C. (Benichou-Safar, 1982: 71), y su generalización se inscribe seguramente en la corriente de cambios e innovaciones que se perciben a partir de esas fechas en el campo de las ideas religiosas. La documentación que poseemos sobre este aspecto de las costumbres funerarias de los colonos más occidentales es escasa, pero se tienen noticias del hallazgo de estelas en los cementerios de los principales asentamientos16 (Fig. 5). En Ibiza

Figura 5. ● Los hallazgos de estelas en la Península Ibérica. Necrópolis: 1. Cádiz; 2. Villaricos; 3. Ibiza. ❍ Hallazgos sin contexto: 4. Riotinto.

16 La Necrópolis de Puente de Noy (Sexi, Almuñécar), excavada entre finales de los años setenta y principios de los ochenta, con numerosas tumbas fechadas entre la segunda mitad del VII y el s. I a. C.: Molina, Ruiz y Huertas, 1982: 211-213, no ha proporcionado, sin embargo, ningún monumento de esta naturaleza.

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se han documentado tres piezas sencillas, paralelepípedas o troncopiramidales, relacionadas con enterramientos de incineración fechados con seguridad en el siglo VI a. C. (Gómez Bellard, 1990: 147). Se trata de las sepulturas de dos adultos, varón y hembra, y de un niño de 2-3 años cuyo sexo no se pudo determinar (Gómez Bellard, 1990: 95, 97 y 114, láms. XXIX, XXXIX y LX). De Villaricos procede la documentación más abundante y variada. La mayor parte de las estelas que Siret (1906: 463 [87], lám. XX; Astruc, 1951: láms. L-LII) recuperó en la necrópolis, corresponden a los siglos V y IV a. C. que son los de mayor desarrollo del poblado, aunque algunos restos escultóricos permiten suponer que con anterioridad, quizá excepcionalmente, ya se erigieron sobre las sepulturas monumentos que pudieron tener forma de pilares-estela (Belén, 1991). El conjunto comprende piezas de distinta morfología aunque las más frecuentes son las estelas piramidales y los altares de forma troncopiramidal con moldura y gola, semejantes a un ejemplar de Riotinto sin contexto conocido (García y Bellido, 1952: fig. 392). Respecto a la necrópolis gaditana, no nos consta que las tumba más antiguas, todas ellas de incineración, llevaran alguna indicación externa. Todos los monumentos que conocemos se asocian a sepulturas que se fechan entre los siglos V-III a. C. de acuerdo con sus características constructivas, pero la falta de contexto seguro, en unos casos, y la ausencia de ajuar significativo, en otros, impide mayor precisión cronológica. El más antiguo podría ser la estela piramidal que se halló en la Plaza de Asdrúbal en 1983. Los restantes, como hemos indicado, apuntan más bien hacia momentos avanzados del siglo IV e, incluso, del III a. C. De las notas que anteceden quisiéramos resaltar dos hechos. Por una parte, que las estelas que hemos estudiado están relacionadas claramente con enterramientos y, a la vez que recordaban el sitio en que reposa el pariente o el amigo, advertían del carecer sagrado del mismo. Las que se encontraron sobre su emplazamiento original, no debían señalar sepulturas infantiles, porque ni los excavadores resaltaron este rasgo que difícilmente les hubiera pasado desapercibido ni, las dimensiones de las fosas difieren de las que se dan para las tumbas de adultos. La misma circunstancia se da en Villaricos pues la única sepultura clasificada por Astruc (1951: 52, T.612) como inhumación infantil, está descrita en los cuadernos de campo de P. Flores como una incineración cubierta por la mitad de un ánfora sin duda romana (Belén, 1991), y en Ibiza, como hemos visto, sólo una de las tres estelas que se han encontrado corresponde a la tumba de un niño. El hecho de que una de las piezas de Cádiz presente esculpido el «signo de Tanit», tampoco determina que la pieza tuviera carácter votivo, puesto que el mismo símbolo está repetidamente documentado en estelas funerarias. En consecuencia, aunque en alguna ocasión se ha insinuado que este monumento pudiera

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tener relación con el tofet de la ciudad, parece claro que tanto en Cádiz como en los restantes asentamientos occidentales, carecemos de testimonios arqueológicos acerca de la existencia de estos santuarios17. Los datos que poseemos sobre sacrificios infantiles son de época romana, pero tampoco parece que la zona en que se hallaron revista características especiales. Las víctimas fueron seis niños de edades comprendidas entre menos de 2 y 7 años, cuyos cráneos se fracturaron al recibir un golpe contundente que les produjo la muerte. Sus tumbas carecían de señalización exterior y formaban parte de un grupo de 44 inhumaciones entre las cuales había otros 16 niños que murieron por otras causas (Corzo, 1989: 241-242). Que no hubiera áreas diferenciadas para niños y adultos en los cementerios de estas colonias occidentales, podría haber sido normal. Las excavaciones recientes en la Necrópolis de Ibiza han permitido estudiar 14 sepulturas infantiles; de ellas 10 corresponden a incineraciones de niños con edades comprendidas entre 0-2 y 12-14 años y se fechan en los siglos VII-VI a. C., y los 4 restantes, 3 inhumaciones y 1 incineración, pertenecen ya a una etapa comprendida entre los siglos IV-III a. C. Estos enterramientos comparten con los de los adultos el mismo espacio sepulcral sin que ni siquiera los ajuares marquen diferencias importantes entre unos y otros, y ninguno parece resultado de un acto de sacrificio (Gómez Bellard, 1989: 232). Si existieron o no tofets en las colonias occidentales es, por otra parte, una cuestión en la que tampoco existe unanimidad de pareceres. Son mayoría los arqueólogos que esperan que la investigación o el azar deparen algún día las pruebas tan apetecidas de la existencia de estos santuarios en las colonias occidentales, pero tampoco faltan opiniones que justifican históricamente esta ausencia basándose en que el rito molk no debía ser practicado en sus lugares de origen por los colonos que llegan a estas tierras desde el Próximo Oriente (Aubet, 1987: 278). Estos centros coloniales han brindado, sin embargo, información sobre otros rituales y otros lugares relacionados con el culto a Baal Hamón y Tanit, los dioses tutelares del tofet. Como ya hemos recordado, en Gadir existió un templo dedicado a cada uno de ellos, situado en lados opuestos del canal Bahía-Caleta, pero la documentación arqueológica que se relaciona con la divinidad femenina es mayor. Como ofrendas a Astarté-Tanit se han interpretado una serie de piezas cerámicas rescatadas del fondo del canal, en las proximidades de la Punta del Nao

17 R. Corzo, 1991a: 80, señala la existencia de un posible tofet en la Plaza de San Antonio de Cádiz, pero D. Lorenzo Perdigones, arqueólogo provincial, que dirigió las excavaciones a que se refiere el primero, no comparte esta opinión según nos comunicó oralmente.

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(Corzo, 1991a: 81). La diosa recibía culto en una cueva (Corzo, 1983: 12), como en Ibiza (Aubet, 1986: 622-623) y en Villaricos18. El otro hecho que queríamos resaltar es la pervivencia en época romana de tradiciones antiguas de la población semita. Las familias gaditanas conservaron la lengua (Escacena, 1986: 52) y muchas de las vivencias religiosas de sus mayores, resistiendo incluso a los cambios políticos. En el caso que nos ocupa, el sustrato se manifiesta con claridad en la concepción del monumento funerario. En época romana se siguen levantando sobre las sepulturas monumentos rematados por la piedra sagrada de forma piramidal e, incluso, las sencillas estelas rectangulares con hueco para la placa sobre la que se grababa el epitafio, siguen muy de cerca modelos anteriores (cf. Quintero, 1932, I: lám. II A y B). Cádiz no constituye en este aspecto una excepción. Son muchos los asentamientos de la Bética en los que el sustrato púnico se manifiesta con fuerza. Los cementerios de Villaricos (Belén, 1991), Carmona (Bendala, 1976: 38 ss.; Belén, 1983: 217) o Belo (Paris, Bonsor y otros, 1926: 110; Remesal, 1979: 49), han brindado preciosos testimonios de las señas de identidad de las gentes de ascendencia púnica. Hasta el momento se ha prestado atención, sobre todo, al estudio de la religiosidad de este grupo étnico mayoritario, pero Gadir atrajo sin duda mucha población forastera, navegantes de todo el mediterráneo y emigrantes del interior que aquí encontraban ocupación en las actividades portuarias e industriales. Sus tumbas deben contener testimonios de sus distintas tradiciones culturales, que han quedado hasta ahora ocultos bajo la aparente uniformidad de los rituales que traducen las estructuras sepulcrales y los ajuares. El trabajo de T. Chapa (1991) sobre la Necrópolis de Villaricos supone un modelo a tener en cuenta a la hora de plantear en el futuro la investigación de estas cuestiones. Sevilla, 17 de enero de 1992.

18 Astruc, 1951: 179 alude al hallazgo por Siret de una cueva-santuario, con la cual habría que relacionar la favissa en que se hallaron abundantes pebeteros en forma de cabeza femenina que se relacionan con el culto a Tanit: Almagro Gorbea, 1983.

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Abreviaturas AAA MJSEA

=Anuario Arqueológico de Andalucía. =Memorias de la Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades.

1808-1812: los emblemas de la libertad Alberto Ramos Santana & Alberto Romero Ferrer (eds.) Cerámicas hispanorromanas: un estado de la cuestión Darío Bernal Casasola & Albert Ribera i Lacomba Grupo de presión y reformas arancelarias en el Régimen Liberal, 1820-1870 Enrique Montañés Primicia Marginados, disidentes y olvidados en la Historia Santiago Moreno Telo & José J. Rodríguez Moreno (eds.) Personajes, poderes, fotalezas y otros temas de la Historia de Andalucía (siglos XIV y XVI) Alfonso Franco Silva Linajes gaditanos en la Baja Edad Media: breve estudio de la oligarquía local (siglos XIII-XV) Francisco Javier Fornell Fernández Los cómics de la Segunda Guerra Mundial: producción y mensaje en la Editorial Timely (1939-1945) José Joaquín Rodríguez Moreno

La ciudad de Cádiz, la Gadir fenicia, es, sin ninguna duda, el más importante centro urbano entre los asentamientos fenicios de la península ibérica, y del que a la vez se han conservado más testimonios de índole religiosa, tanto referencias de los autores griegos y latinos como documentación arqueológica. Conscientes de ello, las autoras del libro, especialistas en el estudio de la religión fenicia, historiadoras y arqueólogas, han dedicado durante años sus esfuerzos –con el apoyo económico del Ministerio de Ciencia e Innovación, de la Junta de Andalucía y de las Universidades de Sevilla y Cádiz– al estudio de estos testimonios, y sus trabajos se han publicado en diferentes revistas especializadas, actas de congresos y monografías, en ocasiones no fácilmente asequibles. En este volumen se han recogido algunos de los más significativos, con la idea de facilitar su consulta a un público no necesariamente especiazalizado.

Gallegos en Cádiz. Redes Sociales y estrategias familiares de las pesquerías galledas durante el siglo XX Esmeralda Broullón Acuña

Cultos y ritos de la Gadir fenicia

Liberty, Liberté, Libertad. El mundo hispánico en la era de las revoluciones Alberto Ramos Santana & Alberto Romero Ferrer (eds.) El castillo de San Romualdo. Historia y documentos de la ciudad de San Fernando (Cádiz) Fernando Mósig Pérez Experiencia y memoria de la Revolución Española (1808-1914) Diego Caro Cancela & Fernando Durán López

M.ª Cruz Ceballos, profesora titular del Departamento de Historia Antigua de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Sevilla, ha dedicado la mayor parte de su carrera profesional al estudio de diversos aspectos relacionados con la religión en el mundo fenicio-púnico, tanto en la península ibérica e Ibiza como en el ámbito mediterráneo. Junto con otros especialistas, ha formado el grupo de investigación Religio Antiqua (Historia y Arqueología de las Religiones Antiguas de la Península Ibérica), que ha participado en diferentes proyectos de investigación siempre relacionados con los cultos fenicios en el ámbito occidental del Mediterráneo, prestando especial atención a la ciudad de Gadir. Colaboradoras en estas tareas han sido las Profesoras María Belén Deamos, de la Universidad de Sevilla, y Ana M.ª Niveau de Villedary y Mariñas, de la de Cádiz, además de la Dr.ª Ana M.ª Jiménez Flores, todas ellas coautoras de la presente obra.

M.ª CRUZ MARÍN CEBALLOS (Coord.)

En la misma serie

Cultos y ritos de la Gadir fenicia

cubierta GADIR:Maquetación 1 26/05/2011 21:07 Página 1

Coedición con

ISBN: 978-84-9828-337-2

9 788498 283372

M.ª CRUZ MARÍN CEBALLOS (Coord.)

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