Religión, religiosidad y religión de los andaluces

July 15, 2017 | Autor: S. Rodríguez-Becerra | Categoría: Religion, Religiosidad Popular, Religión de los Andaluces
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Cáliz de Paz, Revista independiente de Religiosidad Popular, Semana Santa. Málaga, 2010, núm. 6, pp. 102-107

Religión, religiosidad y religión de los andaluces Con la ‘religión de los andaluces’ se rompe con la polarización del binomio religión/religiosidad, gracias a la relación dialéctica entre las cambiantes normas y actitudes eclesiásticas y la propia evolución de la sociedad y la cultura Por Salvador Rodríguez Becerra Toda religión, aunque se presente como única en sus planteamientos teológicos y rituales, no lo es en la forma de vivirla que tiene cada sociedad; y no vale decir que se trata sólo de diferencias de menor cuantía, propias de la comúnmente llamada religiosidad popular, sino que afectan incluso a la concepción doctrinal básica y esencial. Dicho de otra manera, las diferencias no son sólo de expresión ritual sino de contenido teológico aunque habitualmente estas diferencias se despachan motejándolas de «supersticiosas» y excepcionalmente de heréticas. Esto se explica porque el común de las gentes antes y ahora, reinterpretan los mensajes doctrinales pasándolos por el filtro de su propia cultura y en general muestran poco interés por disquisiciones teológicas. Así, por ejemplo, la diferencia entre la veneración, que según la teología oficial corresponde a la Virgen María, y la adoración que se debe sólo a Jesucristo-Dios, es una elaboración teórica no incorporada entre el común de los andaluces que encuentran en la Virgen, a la que realmente adoran, el destino principal y último de sus aspiraciones. Esta unidad se resiente aún más si tenemos en cuenta las diversas concepciones culturales del mundo y del hombre, propias de cada una de las sociedades en las que el cristianismo se ha hecho presente, amén de otros datos como los de clase social, género y formas de subsistencia. La antropología de la religión ha aportado la evidencia de la imposibilidad de exportar en su integridad cualquier concepto de religión y de sus contenidos a otros pueblos, pues se trata de un producto fruto de unas circunstancias histórico-culturales. Los sistemas religiosos forman parte de la estructura del sistema cultural y están en interdependencia con el esquema de pensamiento, por lo que es necesario trascender el propio sistema de pensamiento. Porque una religión no es una mera acumulación de creencias y ritos sino un sistema de interpretación del hombre y del mundo. La religiosidad de los andaluces está conformada por la doctrina y las instituciones eclesiásticas que durante siglos han sido una forma de poder más efectivo que el del Estado. Ello significó un control coactivo de los comportamientos a través de impuestos y tribunales de justicia propios y de la colaboración del conjunto de la sociedad detentadora de poderes, además del control de las conciencias a través de la confesión y de la amenaza de penas eternas. La creencia en el paso casi obligado de las almas por el Purgatorio ha supuesto hasta muy recientemente una poderosa forma de coacción y de ingresos para el clero. Estas circunstancias históricas han provocado en la población común el rechazo de ciertas normas y principios, la aceptación de otros y la reinterpretación de la mayoría. 1

En los últimos decenios se detecta en Andalucía un fuerte incremento de las manifestaciones de religiosidad pública y festiva: muchos se adhieren a ellas con entusiasmo de forma institucionalizada a través de hermandades y cofradías. La mayoría, creyentes pero no fieles, participan en estos acontecimientos pero lo hacen más por razones emocionales o de identidad que por vivencias religiosas. Existen otros grupos, minoritarios, discretos y renovadores en lo religioso que viven su propia versión de fe cristiana diferenciada de la oficial, sin oponerse a la institución y que rechazan las formas tradicionales a las que consideran contaminadas. Finalmente, existe un grupo muy escaso, cercano a las parroquias y extraído de las viejas clases medias que siguen las indicaciones pastorales. Y es que a pesar de que existe conciencia generalizada de la fuerte influencia de las instituciones eclesiásticas en la vida de los andaluces, entiendo que aquélla es escasa y débil en la mayoría de los ciudadanos. Buena prueba de ello es la amplia aceptación del divorcio, la contracepción, la eutanasia, la sexualidad prematrimonial, la escasa asistencia de los católicos andaluces a la misa dominical y la escasísima aportación al mantenimiento de la Iglesia. Para mejor comprender esta propuesta es fundamental distinguir entre la norma y la vida, el deber ser frente al ser, la religión y la religiosidad, la religión vivida de la preconizada. Las diferencias entre lo propugnado por las instituciones eclesiásticas y la religión vivida, incluso entre los que se consideran miembros de ella, no son sólo minucias o aspectos formales, sino diferencias teológicas fundamentales, caracterizadas por los siguientes rasgos: a) intensidad de los rituales, expresada en manifestaciones públicas en núcleos urbanos o rurales, que encuentra en el santuario el mejor lugar para encontrarse con la teofanía, junto a un cuerpo de creencias quizá no coherente pero fijo y no problemático. b) el milagro como principio básico de expresión de los poderes sobrenaturales en su relación con los hombres, y la promesa y ofrendas como modelos de relación con lo sobrenatural. c) creencia en la posibilidad de comunicarse directamente con los seres espirituales, especialmente con las advocaciones marianas. d) organización en hermandades y cofradías, como forma de participación en los actos públicos. En conclusión, la religión de los andaluces se ha ido conformando en el tiempo en una relación dialéctica entre las cambiantes normas y actitudes eclesiásticas y la propia evolución de la sociedad y la cultura. Es cierto que la religión de los andaluces no tiene elementos excepcionales o únicos pero sí formas y contenidos diferenciables y hasta contrapuestos a otros pueblos. Finalmente, la religión de los andaluces es uno de los subsistemas que más caracterizan y diferencian la cultura andaluza. La Semana Santa, fiesta mayor de Andalucía La Semana Santa es actualmente la fiesta mayor de Andalucía, con especial incidencia en las numerosas ciudades y ‘agrociudades’ y como expresión del fuerte arraigo de las hermandades y cofradías. Este fenómeno festivo que ha alcanzado en nuestros días un esplendor nunca antes conocido es de gran profundidad histórica aunque con altibajos. Los andaluces celebran como ninguna otra fiesta, la Semana Santa, conmemorativa de la Pasión de Cristo, pero es también y sobre todo, exaltación de sentimientos, goce estético, expresión de sociabilidad y manifestación de religiosidad. Es de destacar la poderosa presencia de la Virgen, especialmente en la Andalucía occidental, a pesar de ser una fiesta de Cristo; la imagen de María llega a superar en mucho a otras figuras de la Pasión y en muchos casos a la del propio Jesús. No hay figura que reciba mayor 2

veneración ni con la que se establezca mejor y más profunda comunicación durante este periodo que con la Virgen en sus advocaciones dolorosas. Por ello, es objeto de una especial atención en cuanto a su exorno y embellecimiento en los cultos y procesiones por las calles. Un paso de palio es la síntesis más refinada y elaborada de todos esos sentimientos, aspiraciones y deseos; es, así mismo, vértice de la estética y los sentimientos de la Semana Santa de Andalucía. Esta Semana Santa aunque una en su celebración, es muy variada y diversa, ofrece tal cantidad de formas, matices y significados que resulta difícil hacer una síntesis. En líneas generales, puede decirse que es una gran desconocida para la mayoría de los andaluces, pues son pocos los que abandonan su lugar de residencia, para lanzarse a vivir y sentir la Semana Santa en otras poblaciones. Los medios de comunicación, especialmente la televisión regional, contribuyen a ensanchar esa visión aunque sea superficialmente. Esta diversidad en las manifestaciones que caracteriza la Semana Santa de Andalucía en su conjunto se contrapone al esquematismo en los rituales y la homogeneización en las formas hacia las que han evolucionado las grandes ciudades como Sevilla o Málaga y otras tantas ciudades que las siguen como modelos. Este esquematismo se reduce a procesionar las imágenes por un itinerario prefijado o carrera oficial y hacer estación de penitencia en la catedral o en algún otro templo, para regresar a sus capillas o sedes canónicas. Aunque pudiera establecerse una división en Andalucía occidental y oriental, a efectos de esta fiesta, su sentido y representación, son las ciudades grandes y medias, las que han creado estilos y tradiciones diferentes y han marcado sus áreas de influencia, ello sin olvidar la significativa acción homogeneizadora de las órdenes religiosas en el pasado. Esta afirmación la corrobora la relación de semanas santas que han sido declaradas «Fiesta de Interés Turístico» por la Junta de Andalucía, pues aunque este reconocimiento no tiene valor absoluto, es indicativo de la importancia que conceden los propios actores a su fiesta y el valor económico que le reconocen los poderes públicos. En este restringido cuadro de honor figuran todas las capitales de provincia y Jerez de la Frontera y la casi totalidad de las ciudades medias. En total son 63 las declaradas, repartidas del modo siguiente: Almería: 3; Cádiz: 10; Córdoba: 12; Granada: 5; Huelva: 2; Jaén: 7; Málaga: 8 y Sevilla: 14. En estas cifras puede verse el claro predominio de las agrociudades del valle de Guadalquivir y del Genil y las campiñas y hoyas granadinas. En estas ciudades y en otras muchas la fiesta de la Semana Santa se ha convertido poco a poco en el principal elemento de identificación y en el más importante sistema de asociación y organización ciudadana. Esta declaración que supone un nivel de excelencia, es indicativo de que en muchas otras localidades se celebra de una u otra manera. El progresivo interés y la autovaloración mostrados por numerosas localidades determinaron previsiblemente la declaración genérica en 2006 de «Fiesta de Interés Turístico» a la Semana Santa de Andalucía. Distinción honorífica que no abole las declaraciones anteriores aunque pierde su valor original en cuanto se generaliza. En síntesis, la Semana Santa en la comunidad autónoma andaluza se celebra en la casi totalidad de las poblaciones en torno a los mil habitantes, aunque en poblaciones menores es difícil encontrarla y siempre reducida a jueves y viernes santos, cuando en la mayoría de las ciudades medias y pueblos ocupan entre siete y ocho días. Las grandes ciudades han abandonado paulatinamente toda una serie de ritos, figuras, adornos, acompañamientos y representaciones, algunos de gran tradición, simplificando las salidas procesionales y priorizando las figuras centrales. Éstas continúan, sin embargo, vivas en algunas ciudades medias y pueblos, nos referimos a los encuentros, que tienen origen bajomedieval (Fernández Conde 1982: 303 citando a 3

G. Llompart), saludos y despedidas de las imágenes entre sí, sermones de las siete palabras, bendiciones de cristos articulados, carreritas para encerrar a las imágenes, autos de pasión, etc. Son asimismo patrimonio de las ciudades medias las figuras bíblicas, los rostrillos, las centurias romanas y los atributos de la pasión, que hacen más variados y complejos los cortejos procesionales, y una amplia gama de ropajes que van más allá de la exclusiva túnica y el capirote. En las pequeñas poblaciones se sigue celebrando el domingo de Resurrección las quemas de los Judas, muñecos de paja destrozados por el fuego y las escopetas, y los huertecitos con sus correspondientes subastas de productos previamente donados. Las bandas de música, tambores, trompeteros, sayones, saeteros y un sinfín más de elementos son comunes a todas las procesiones aunque en algunos lugares alcanzan tal relieve que supera incluso a las de las propias imágenes. Igualmente la cofradía no es sólo el único referente organizativo, aunque sea el más común, pues junto a ella y a veces superándola, encontramos otras formas de organización en mitades ceremoniales que superan el marco de las cofradías: es el caso de las colas blancas y negras, las corporaciones y cuarteles de la Subbética Cordobesa, y las divisiones por colores, por sólo citar algunos casos muy significativos, que hacen de la Semana Santa andaluza, una fiesta variopinta, compleja y enormemente atractiva. Los modelos más conocidos e influyentes son los de las grandes ciudades, que si algo los caracteriza es su barroquismo, y dentro de ellas las llamadas «hermandades serias» frente a las «populares o de barrio». Durante el Barroco las expresiones religiosas alcanzaron su cenit y por ello se han constituido en el referente estético predominante hasta nuestros días. El efectismo teatral de la Semana Santa actual es barroco, aunque el barroquismo como sustrato cultural fue retomado por el Romanticismo. El Romanticismo y su sensualidad emotiva se muestran en la Virgen con Niño que ha dejado paso a las imágenes exclusivas de la Virgen. Recientemente se observan nuevos fenómenos como la paulatina desaparición de San Juan, el Cirineo y otras figuras indispensables en la teología pasionista tradicional como acompañantes de la Virgen o Cristo. Igualmente, los llamados pasos de misterio —escena en que aparecen varias figuras de la Pasión— han perdido importancia frente a los pasos de palio de la Virgen y a los pasos de Cristo crucificado o el Nazareno en solitario, indicativo de que se avanza en una línea de simplificación dentro del modelo barroco que controlan en cada caso férreamente los «gurús» guardianes de las tradiciones de la Semana Santa. Las pequeñas poblaciones tratan de paliar esta relativa marginación frente a las poderosas ciudades con todo tipo de publicaciones: libros, folletos, guías, carteles, páginas en internet, así como con declaraciones de fiestas de interés turístico y promocionándolas en ferias y mercados, como expresión de identidad y como reclamo turístico. Pero salir fuera del nivel local es difícil, la Semana Santa es una fiesta que se celebra simultáneamente en casi toda España y por otra parte, las vacaciones de Pascua y el turismo rural están atrayendo a un gran número de visitantes no interesados en la fiesta. Sólo lo consiguen aquellas que ofrecen algo muy original y de gran peso tradicional. En todo caso, la progresiva secularización de la sociedad y el desconocimiento de las claves de esta celebración, junto a la falta de sensibilidad de otros, marca la diferencia de cómo viven la fiesta mayoritariamente los andaluces. Ello hace que la Semana Santa sea sobre todo local y casi en exclusiva para los enculturados en estas vivencias desde la infancia, a pesar de que algunas grandes ciudades atraigan a un gran número de visitantes, aunque sea por una sola vez. La Semana Santa de Andalucía ofrece una variedad dentro de su unidad inabarcable 4

en una vida, es de una riqueza de matices que interesa a muchos desde muy diversas perspectivas como la de la fe, aunque entre los cristianos más consecuentes se encuentran no pocos detractores de esta fiesta; también desde la expresión estética, por cuanto ofrece productos artísticos y de situaciones de gran calidad; y desde luego, desde la perspectiva histórica, porque ofrece testimonios vivos del patrimonio material e inmaterial. Resulta muy atractiva para algunos la contemplación de la Semana Santa desde la simbología, como puede verse en la abigarrada y compleja decoración de los pasos o tronos y en la heráldica, a la que tan aficionadas son las cofradías. Las hermandades hacen esfuerzos por ser reconocidas por alguna institución y así poder ostentar en sus extensos y a veces pomposos nombres oficiales –que el pueblo resume motejándolos con un solo apelativo- algún nuevo atributo de distinción que añadir al ya largo título: antigua, devota, ilustre, venerable, sacramental, real, pontificia, etc.; son frecuentes y más raros los de clerical, hidalga, imperial, noble, hospitalaria, franciscana, santiaguista o gloriosa.

La firma SALVADOR RODRÍGUEZ BECERRA es catedrático de Antropología Social de la Universidad de Sevilla, donde imparte Antropología de la Religión y de Andalucía. Autor de numerosos libros y artículos, su labor investigadora se centra principalmente en el fenómeno de la religiosidad popular andaluza, las fiestas, y el patrimonio cultural y antropológico.

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