Religión, mercado y consumo cultural: explorando la subsistencia del fenómeno religioso en el Chile del siglo veintiuno

July 24, 2017 | Autor: S. Adasme Favreau | Categoría: Sociología de la Religión, Antropología y Sociología de la Religión, Mercado Y Religión
Share Embed


Descripción

Modernidad y Religión Profesor Luis Bahamondes Ayudante Nelson Marín

Universidad Alberto Hurtado Facultad de Ciencias Sociales pregrado de Sociología

Proyecto de investigación:

Religión, mercado y consumo cultural: Explorando la subsistencia del fenómeno religioso en el Chile del siglo veintiuno

Sebastian E. Adasme Favreau

La religión: una (re)problematización para el siglo veintiuno El fenómeno religioso ha estado acompañado continuamente de representaciones culturales o simbólicas que dan cuenta de creencias y prácticas de cierta religiosidad; los vitrales que Página | 1 aparecieron desde el siglo X en adelante podrían ser entendidos, ya en el siglo veintiuno, como los primeros grandes afiches de las historias bíblicas que hoy se exhiben en la pantalla grande y chica. Desde este tipo de representación religiosa hoy se vislumbra con mayores rasgos la imbricación religión–consumo cultural, una constante promoción de perspectivas históricas y tradicionales de prácticas y representaciones de determinados fenómenos religiosos. Sin embargo, el consumo cultural no está aislado en las sociedades actuales, sino más bien es un sustento esencial para la proliferación del mercantilismo neoliberal que se desarrolla en gran parte del mundo, como se puede observar en Chile y Latinoamérica. Así, las barreras de lo religioso, el mercado y la cultura parecieran confluir en una red que internaliza todo tipo de imaginarios sacralizados y sincréticos. En este sentido, cuestionar dicho entramado en las sociedades contemporáneas revierte la manera en que entendemos el fenómeno religioso por sí mismo, y al extrapolar en la sociología de la religión una perspectiva mercantilista se puede avanzar a formas renovadas de comprender y criticar la relación de la religión, o más bien las religiones, en el Chile actual. Concretamente, dada esta perspectiva que entrelaza el mercado neoliberal, instaurado en Chile desde la década del 1980 en Dictadura Militar, el consumo cultural que el mercantilismo conlleva, y el fenómeno religioso siempre latente en la sociedad chilena, emerge la interrogante de la manera en que tal entramado se ha logrado internalizar en Chile y las repercusiones que tal internalización de los fenómenos religiosos ha conllevado en el desarrollo social y político en el Chile contemporáneo.

Sebastian Eduardo Adasme Favreau

La separación entre iglesia y Estado chileno, como lo profesa la Constitución desde 1925 hasta el actual artículo n°19 inciso sexto de la ratificada Constitución de 1980, está lejos de ser efectiva y la iglesia católica se erige, en términos de mercado, como el principal accionista del conglomerado religioso; en tal sentido es pertinente sumergirse en el fenómeno religioso cuestionando el por qué, en casi cien años, en Chile aún no es posible generar una separación efectiva entre Iglesia y Estado. Ante esta difusa desacralización se cuestiona el tipo de influencia que ejerce el fenómeno religioso en el acontecer político y social, o bien cómo podemos explicar tal influencia en el contexto mercantil y de consumo cultural. Así, surge la problemática central de este artículo: ¿de qué manera esta relación entre religión, mercado y consumo cultural logra posicionarse como un pilar fundamental en el acontecer social, político y económico de la sociedad chilena del siglo veintiuno? y en busca de mayor especificidad: ¿qué tipo de cohesión e imposición valórico-moral subyace a los mercados religiosos ofertados por las industrias culturales en el Chile actual? El presente artículo tiene por objetivo general develar la relación subyacente entre religión y consumo cultural, puesto en perspectiva desde el contexto mercantil en que se desarrollan las sociedades globalizadas de la actualidad y del cual Chile no es la excepción; en este sentido más teórico, la pretensión avanza a dar cuenta el cómo las religiones se anclan al ofrecimiento de distinciones que se propagan por la Industria Cultural con una tendencia económico-política, observando y cuestionando los alcances y limitaciones que se podrían encontrar en este nuevo paradigma de una sociología de la religión mercantilista. Asimismo, esta investigación se plantea dos objetivos específicos. Por un lado, se pretende explorar la dependencia generada entre religión y mercado para sustentar los fenómenos Página | 2 religiosos a través del consumo cultural, o bien cómo se desarrolla la construcción de prácticas y representaciones de diversos fenómenos religiosos, en un contexto de secularización y sincretismo, a partir de la observación relacional entre la institución de días feriados (civiles y religiosos), la exhibición de diversas películas (principalmente hollywoodenses) y programas televisivos nacionales que promueven implícita y explícitamente dicha construcción. Por otro lado, y en relación al objetivo anterior, se busca indagar los alcances de la sacralización de prácticas y mercancías que ha generado el consumo cultural del deporte, principalmente la examinación de los fenómenos religiosos en el fútbol; en este sentido se pondrá de relieve el cómo el espectáculo futbolístico integra ciertos fenómenos religiosos, implícita o explícitamente, como recurso cohesionador tanto a nivel religioso como a nivel civil-económico, esto evidenciado en los acontecimientos del partido interreligioso por la paz convocado por la autoridad católica del Papa Francisco. Siendo una pretensión no menor que se impregna a cada objetivo señalado, este artículo se desarrolla como una contribución a la sociología de la religión desde un paradigma mercantil, a fin de explorar dichas relaciones para levantar, en lo posible, nuevas líneas de investigación e interpretación del fenómeno religioso en tiempos actuales. A su vez este artículo se guiará por la tesis principal que la religión necesita de un mercado basado en la industria cultural para promocionar principalmente una (aparente) falsa necesidad de un seguro celestial que se cobra individualmente al morir; es decir, el mercado y consumo cultural permitirían integrar la oferta de bienes religiosos, bienes riesgosos que representan un contrato con cierta institución o divinidad, en relación a un beneficio mutuo,

Religión, mercado y consumo cultural

esencialmente de salvación, que se desprende del poder cohesionador del fenómeno religioso. En base a ello se plantean dos hipótesis, la primera refiere a que el anclaje religión– consumo cultural (mercado) impondría lecturas religiosas constantemente, definiendo valores morales y actos ejemplares, lo cual permitiría la proliferación de la religión en la sociedad chilena, alejando la efectiva separación iglesia-Estado, o en otras palabras la religión no desaparecería en las sociedades debido a la alta oferta religiosa en el consumo cultural que se plasma desde la institución de días feriados hasta una constante exhibición de películas y programas televisivos que refuerzan tal oferta. Devenido de lo anterior, la segunda hipótesis plantea que la iglesia católica subsistiría en la sociedad chilena contemporánea dado esa alta oferta de consumo cultural, la que si bien puede ofertar imágenes protestantes o (neo)pentecostales es finalmente reinterpretada en un sincretismo criollo con una fuerte tradición católica, como si existiese una serie de contratos con las industrias culturales para promover tal imaginario religioso, o una evangelización mercantil de distinciones por parte de la iglesia católica en fenómenos como el fútbol. Pues bien, en primer lugar se presentará una discusión bibliográfica, o marco teórico, que permite fundamentar el cómo entenderemos a la religión envuelta en el mercantilismo neoliberal, la globalización y todo el contexto en que se envuelve Chile dado esta observación desde el nuevo paradigma mercantilista de la sociología de la religión. Luego, se expondrá al lector el cómo la industria cultural promueve constantemente el afán imitatorio de las clasificaciones religiosas, esotéricas, brujerías o cualquier esencia sincrética y sacralizada que se oferta del mercado religioso en los medios de comunicación masivos en red; para Página | 3 ahondar en ello, se presentarán cuatro casos que permiten develar la imbricación del fenómeno religioso con el mercado y consumo cultural, dando cuenta de ello en los días festivos, el cine, la televisión, y finalmente el espectáculo futbolero que se entrecruza con una serie de prácticas sacralizadas o cábalas que tendrían origen en mercancías católicas. Finalmente se expondrán las principales conclusiones que se obtienen de este artículo.

El fenómeno religioso: una discusión de mercado Para repensar la sociología de la religión desde el paradigma económico, como lo señala y sintetiza Frigerio (2000), debemos observar sociológicamente en un nivel individual, grupal y contextual el desarrollo de la religión como mercado; esto es dar cuenta del comportamiento religioso desde la teoría de la acción racional, la táctica competitiva de la creación de oferta y demanda entre las empresas religiosas, y la política reguladora subyacente al mercado religioso, respectivamente. Como bien dice Mardones (2005), la centralidad de lo económico está en que por ahí pasan todas las relaciones fundamentales de la sociedad –o bien la colonización mercantil del mundo de la vida ampliando la noción habermasiana a un escenario del consumismo actual (Adasme, 2013)–, siendo la religión “un lugar muy apto para detectar lo que sucede en la sociedad” (Mardones, 2005:103); asimismo, parafraseando a De la Torre y Gutiérrez, la religión no escaparía de ello ya que “en el mundo actual ni los símbolos más sagrados han resistido a la mercantilización y monetarización” (De la Torre y Gutiérrez, 2005:57). En tal sentido, la tarea de la sociología está en levantar

Sebastian Eduardo Adasme Favreau

la discusión a fin de escudriñar la estructura subyacente en esta relación de religión y mercado. Al lenguaje económico que envuelve esta renovada manera de abordar la sociología de la religión parece pertinente sumar un lenguaje cultural de la propaganda y la invención de bienes, es decir, los mercados religiosos ofrecen productos de distinciones, en el mismo sentido que Adorno y Horkheimer (1994) señalan que las Industrias Culturales generan necesidades falsas; al respecto Parker (2008) fundamenta que la Industria Cultural, en este anclaje religioso, tienen un contenido explícito en esoterismo y misterios. Así, De la Torre en una síntesis de ambos lenguajes expresa que “la mercadotecnia se encarga de ritualizar los accesos a los valores consagrados por el neoliberalismo mediante el consumo intensivo de productos que prometen alcanzar los valores supremos de la mercadotecnia” (De la Torre, 2008:63). En el nivel individual, el enfoque de mercado religioso se centra en la teoría de la elección racional o rational choice en donde las personas, en tanto demandantes del fenómeno religioso, tienen la capacidad de elegir racionalmente qué bienes religiosos consumir, o siguiendo a Hamui Sutton “aplicando un modelo de la ‘elección racional’, hablan de un mercado abierto, libre, competitivo y plural donde las ofertas de salvación individual se adecuan a las demandas de los potenciales consumidores de bienes espirituales” (2005:37); ante esto Frigerio señala que los bienes religiosos son riesgosos, en palabras del mercado económico esto implica que la religión ofrece bienes y servicios que no pueden ser devueltos ni cambiados, como sí se puede hacer con prendas de vestir e incluso la comida. Los individuos evalúan las ofertas religiosas desde una arraigada e involuntaria ecuación de costos y beneficios, optando por la firma religiosa que ofrezca mayor eficiencia en sus bienes, Página | 4 o esté avalada por una trayectoria divina. Pero debemos observar con cautela la racionalidad de las elecciones, en donde el mercado económico ha sustentado una teoría asimétrica del valor (Adasme, 2013:7) en la oferta de bienes y servicios, en donde el rol de la Industria Cultural ha sido de reafirmar una (ir)racionalidad mediante la oferta publicitaria, generando una alienación a nivel intersubjetivo de valorar mucho más lo que se pierde (como podría ser el caso de no entrar al cielo y ser un fantasma errante, por ejemplo), por lo que se debe apuntar a una crítica a la acción racional que subyace al ideal económico de la elección con el que se sustentaría esta renovada sociología de la religión mercantil. También Parker hace un llamado de sospecha y cautela al extrapolar esta teoría del consumidor, esto es que “los fieles no están simplemente escogiendo y mezclando religiones. Lo que de veras están haciendo es reinventando sus propias formas de religión” (2008:351). Justamente, repensar la sociología de la religión desde un paradigma de mercado nos debe llevar a cuestionar los supuestos ideales, y observar de qué manera se desarrolla esta reinvención del fenómeno religioso desde los individuos. Además, los bienes y servicios del mercado religioso son producidos colectivamente, hay una interacción simbólica que sustenta este mercado; Frigerio indica que “religión es siempre un fenómeno social, una mercancía producida y mantenida colectivamente” (2000:37); la Industria Cultural entonces juega un papel fundamental, reafirmando la oferta de lo producido colectivamente e impulsando una interpretación común, estableciendo los imaginarios que definen a las empresas (o aseguradoras) religiosas, en tanto grupos específicos, y sus representaciones, prácticas y celebraciones que conllevan un consumo elevado de religiosidad. Así las empresas religiosas establecen contratos rígidos con sus

Religión, mercado y consumo cultural

consumidores, exigiendo compromiso y devoción, o esa especie de cohesión social que señalaba Durkheim (1992) en su ya clásico estudio de la religión. Los mecanismos compensatorios que ofrece el mercado religioso van desde la recompensa de la salvación, vida eterna, o un reino de los cielos en donde se pueden reencontrar con los seres amados (o admirados), en suma, algo que denominaré un seguro celestial. De la Torre y Gutiérrez (2005) muestran cómo este contrato se establece principalmente en el peregrinaje, a través de una relación de intercambio se genera un contrato con las divinidades que estipula una manda (solicitud de favor) con un correspondiente pago (agradecimiento del favor); en una equiparación de mercado, los peregrinajes se desarrollan como un seguro celestial o divino con un intercambio a crédito, siendo prácticas que conjuntamente preservan los rituales alrededor de figuras milagrosas. En un contexto de mercado o nivel grupal, el pluralismo se convierte en la situación o estado natural de las economías religiosas, esto es “la existencia de un mercado religioso con diferentes firmas compitiendo por clientes” (Frigerio, 2000:36); para que el mercado funcione se necesita una competencia, la cual regula la oferta y demanda, que involucre a los consumidores y genere segmentos diferenciados de ellos, sus preferencias y combinaciones. Asimismo, el pluralismo fortalecería la economía religiosa al acaparar mayor participación, esto es que una nueva empresa religiosa atraerá a un público nuevo, y el juego de la competencia será atraer esos nuevos segmentos de fieles. Entonces, entre más empresas religiosas, o pluralismo, mayores serán los posibles seguidores a captar; es por ello que la oferta es de mayor importancia, ya que la mayor diversidad y variaciones de ofertas de distinciones generan el pluralismo religioso que hace tan competitivo este mercado de la Página | 5 religiosidad, magias y otras brujerías. Frigerio además nos señala que el principal motor de la economía religiosa está en el proceso de transformación de una secta en iglesia, lo cual puede entenderse como las pymes (pequeñas y medianas empresas) del mercado religioso, siendo ellas las que atraen a una capacidad nueva de adherentes o religiosos que entran en el juego de la competencia de oferta y demanda. Se debe tener en consideración, como indica Frigerio, que la diferencia entre una iglesia y secta estaría determinada por el grado de tensión con la sociedad, siendo menor tensión una iglesia establecida y mayor tensión una secta que atenta contra la cohesión del mercado en la sociedad. En cuanto a la política reguladora, o bien el grado de regulación, es necesario cuestionar cuán regulado se encuentra el mercado religioso en Chile. Si el pluralismo es bueno para el mercado religioso, el monopolio de una religión, que es sobre los medios de salvación como señala Hamui Sutton (2005), torna ineficiente la competencia del mercado; pero si el monopolio está amparado en la fuerza coercitiva del Estado, la situación puede cambiar. En Chile la regulación pareciera estar en un monopolio de la iglesia católica, o convidado de piedra como lo señala Mardones (2005), avanzando a un tímido duopolio junto a la iglesia pentecostal, lo cual es observando preliminarmente por la imposición de días feriados religiosos en el calendario oficial de Chile, en donde nueve de los quince días del año 2014 son de índole religiosa. Un punto que se debe esclarecer es el contexto en que se desenvuelve este mercado de religiosidades. Frigerio contrapone la idea de secularización de las sociedades modernas que desarrolla Berger, y presenta la noción de desacralización, en otros términos el autor dice que “por sacralizada, entendemos que los aspectos principales de la vida, desde la familia a la política, estarán imbuidos de símbolos, retórica y rituales religiosos” (Frigerio, 2000:41),

Sebastian Eduardo Adasme Favreau

por lo que la idea de separación iglesia-Estado la entendería como desacralización y no secularización. En este sentido la idea de desacralizar en tanto separación iglesia-Estado se puede llevar a una equiparación a la pretensión habermasiana de descolonizar el mundo de la vida, lo que tendría sentido en esta crítica al mercado religioso. Ahora bien, el que la separación iglesia-Estado o desacralización no se vea reflejado en la realidad chilena tendría cierta base en el consumo cultural de este mercado religioso; es decir, la constante promoción de prácticas y representaciones religiosas de manera implícita y explícita, de índole criollo o foráneo, repercutiría en que la religión, principalmente la católica, se inmiscuya constantemente en asuntos tanto públicos como privados. Asimismo, el fenómeno del neopentecostalismo, como expresa Mardones, está anclado a una teoría de la prosperidad, potenciando creyentes idóneos para el mercado consumista que se desarrolla en las sociedades actuales, incluso dicha religión mantiene un constante uso de los medios de comunicación de masas. Por otro lado, Hamui Sutton (2005) evidencia que en esta lógica del mercado religioso se estaría descuidando el aspecto afectivo y existencial de las personas, y lleva esta reinterpretación de la sociología de la religión a un ámbito de la territorialidad, proponiendo pensar las religiones como sistemas culturales por sobre monopolios o mercados religiosos; bajo tal propuesta los sistemas culturales se basan en los efectos de desterritorialización que conlleva la globalización, esto es un desarraigo del fenómeno cultural de su territorio natural, conformando imaginarios sociales por sobre dimensiones geográficas. No obstante, si pensamos la religión como un sistema cultural, en la globalización actual se verá determinado de igual manera por una lógica de mercado interconectado, sin dejar de lado los efectos desterritorializantes, de relocalización de lo global o de translocalización de lo local como Página | 6 apunta De la Torre (2008). Tanto como un sistema cultural o como un mercado religioso, estos efectos de la globalización, que borran las barreras estrictas de lo tangible y devienen en una red de comunicación instantánea, pueden ser aparejados a las ideas de sincretismo (Bastian, 2003; Marzal, 2002), sustentando aún más la noción pluralista de esta renovada sociología de la religión. Podemos posicionar desde la sensibilidad religiosa new age, que es toda una reconfiguración de doctrinas y ritos considerados más tradicionales al punto de levantar una exitosa industria cultural, como expone De la Torre (2008); pasando por el pentecostalismo glocal del que habla Hamui Sutton, que es una interpretación de la realidad como escenario de luchas cósmicas entre el bien (Jesús) y el mal (Satán); llegando a el Movimiento Católico de Renovación Cristiana (MCRC), el cual “maneja los mismos recursos del pentecostalismo como el uso de los medios masivos de comunicación y otras técnicas de evangelización similares a las practicadas por los misioneros” (Hamui Sutton, 2005:42). A fin de cuentas, la mercantilización de símbolos religiosos deviene en una oferta amplia que puede producir constantemente nuevos sincretismos, con elementos mágico–religiosos de culturas populares tradicionales, o la denominada nebulosa místico esotérica (De la Torre, 2008), el selectivo consumo de religiosidades a la carta. Sintetizando, la exposición que desarrolla De la Torre y Gutiérrez sobre la creciente mercantilización que ha acompañado a las religiones últimamente refiere a símbolos, prácticas, escenarios, situaciones, experiencias y creencias, completando un abanico extendido de posibilidades de distinción de consumo religioso, llegando incluso a sacralizar lo secular, diseminando lo religioso a múltiples experiencias individuales y comunitarias.

Religión, mercado y consumo cultural

Incluso las relaciones sociales que confluyen en lo religioso se mercantilizan en esta avanzada sacralización del mercado y las mercancías (Mardones, 2005). La explotación del turismo como un espectáculo religioso, que ofrece las tradiciones religiosas como algo exótico y esotérico, ha contribuido a ficcionalizar el mundo (De la Torre, 2008), como también ha establecido todo un consumo de accesorios y talismanes, o merchandising religioso, objetos que obedecen a un contexto ritual y son sacralizados y autentificados sólo bajo esa esfera simbólica de lo sagrado. Los santuarios e iglesias se constituyen en masivos centros de devoción dispuestos al consumo cultural, transfigurándose en monumentos nacionales que resguardan la historia del arte y la arquitectura principalmente (como la Catedral de Santiago, por ejemplo); incluso Moulian (1998) ya daba cuenta de cómo los centros comerciales o malls se han convertido en los nuevos templos del consumo, o neocatedrales que ofrecen el culto al consumismo capitalista. Las mercancías religiosas que se ponen en circulación han logrado conectar culturas lejanas y contrastantes, potenciando aún más el pluralismo anclado a nociones sincréticas que promueven las industrias culturales; esto ha logrado dar nuevos sentidos de lo sacro, llevando a la canonización extraoficial de los denominados santos profanos (De la Torre, 2008) o la sacralización de ídolos de la cultura de masas, como íconos televisivos, del cine, la música, la política o el deporte, como se ha desarrollado el culto maradoniano, el aclamado D10S del fútbol, o el resiente y tímido culto a Hugo Chávez, difunto expresidente venezolano a quien incluso se le ha readaptado el rezo católico del padre nuestro. Si bien tales consumos culturales dan sustento al mercado religioso, es apremiante el develar lo invisible en tales ofertas de consumo; sea desde una indagación al consumo Página | 7 cultural del cine y programas televisivos tipo revista que promueven consejos esotéricos o el horóscopo, o la exploración en la imbricación de la iglesia católica en el espectáculo del fútbol; se observará cómo tales mercancías manejan un lenguaje cultural del mercado, el del no les vengo a vender, sino que a regalar, pero desde una oferta religiosa que puede aparecer implícita o explícita. Asimismo, se mantendrá una perspectiva de sospecha, en un sentido nietzscheano (2007), frente a la imposición de tales ofertas religiosas en el consumo cultural, donde puede aparecer una constante de violencia mimética (Girard, 1978) en el mensaje publicitario, pero que es naturalizado igual como pareciera resultar con los valores morales y estéticos de la religión.

Consumo cultural: ofertando los mercados religiosos Las religiones, bajo esta lupa de un mercado de distinciones sacralizadas y sincréticas, se basan al igual que cualquier otra aseguradora o empresa en la publicidad y los medios de comunicación masivos-en red, un gran espacio de alienación de la intersubjetividad mediante la propaganda de necesidades falsas (Adorno y Horkheimer, 1994). Tal como los vitrales en el siglo X permitían dar cuenta de las historias bíblicas, una serie de cuentos místicos y mágicos que logran finalmente aumentar los seguidores de las distintas ofertas religiosas, las industrias culturales han llevado tales fundamentos religiosos a una promoción constante en el cine, la música, y los programas televisivos, todo interconectado a través de internet, logrando una oferta completamente actualizada de todos los tipos de

Sebastian Eduardo Adasme Favreau

sacralizaciones y sincretismos que se van generando por la competencia del mercado religioso, sea implícita o explícitamente. A través de la objetivación de los fenómenos religiosos en un mercado que ofrece bienes y distinciones religiosas, el consumo cultural logra abarcar estas representaciones sacralizadas y sincréticas, poniéndolas en circulación bajo el rótulo de adquiribles por medios impersonales como el dinero y el derecho; como señala Güell, Peters y Morales (2012), la relevancia del consumo cultural está en su carácter simbólico que logra promover experiencias subjetivas y crear sentidos de pertenencia, lo que entrecruzado a este mercado religioso permite rastrear las subjetividades y pertenencias que ofrece el seguro celestial a través de las industrias culturales. A continuación se expondrán cuatro casos o ejemplos en donde podemos observar este envolvimiento de prácticas y significaciones religiosas en el consumo cultural que se desarrolla en la sociedad chilena; si bien el mercado religioso no se despliega de manera independiente en cada uno de estos casos, sino que se unifican en una plataforma amplia de exhibición, es posible desagregar esta observación en casos interconectados, pero que permiten delinear ciertos grados de institucionalización en el consumo cultural anclado al fenómeno religioso. En primer lugar se expondrá la relación de la institucionalización de días feriados o festivos con los mercados religiosos; luego se desarrollará el espacio de imitación que permite el cine en relación a las aseguradoras religiosas, reforzando tanto lo institucionalizado como también las sacralizaciones y sincretismos emergentes; posteriormente se analizará la exhibición de sincretismos y sacralizaciones más criollas por parte de la televisión abierta, la cual ha ido experimentando una fuerte influencia de los Página | 8 contenidos desarrollados en internet; finalmente, se examinará el mercado religioso en el consumo cultural del deporte, principalmente por el desarrollo religioso que emana del fútbol, tanto a nivel nacional o local latinoamericano como a nivel global. Festividades religiosas, o cómo la religión perdura en la sociedad chilena. Las principales historias y fundamentos religiosos se han logrado institucionalizar como días festivos, fechas que por lo general conllevan un aumento en el consumo específico de prácticas, distinciones, contratos místicos o religiosos, y que de cierta manera permiten que el mercado religioso no se desvanezca en el siglo veintiuno. En Chile para el año 2014 se tienen quince días feriados –además de todos los días domingos– que se han promulgado como Ley de la República; de ellos sólo siete son por motivos civiles, siendo nueve las festividades de tipo religioso. Este tipo de historias o festividades se unen a otra serie de cuentos, mitos y leyendas que no han llegado a institucionalizarse a nivel legal, constituyendo la base de las temáticas del consumo cultural que promueve publicitariamente el cine, la música y la televisión, en un avance constante de la sacralización y sincretismo de la variada oferta religiosa que tenemos actualmente. Por cualquiera de estos medios de comunicación masivos-en red, las ofertas religiosas se basan en una tendencia de imitación de actos y costumbres, una especie de educación y docilidad en donde subyace una imposición de valores morales, una traducción de los parámetros de lo bueno y lo malo, o bien las reglas de los contratos celestiales. Las historias religiosas sobre Cristo de mayor difusión, o que conllevan un aumento en el consumo de bienes o distinciones de un seguro celestial, son navidad y viernes santo (pascua de resurrección), el nacimiento y resurrección de Jesús respectivamente; este tipo de feriados

Religión, mercado y consumo cultural

representan fielmente la imbricación del consumo cultural en el fenómeno religioso al conjugar lo televisado a patrones de consumo, promoviendo prácticas esenciales para reafirmar la condición religiosa, o contrato del seguro celestial, siendo por lo demás leyes promulgadas desde las primeras décadas del siglo veinte. Durante la festividad de navidad el bombardeo hedonista del consumo puede dar muchos réditos a una economía como la chilena, como también el cine, la música y la televisión generan constantemente contenido bajo la temática navideña, que (re)fuerzan tales prácticas adquiridas como el regalar algo por el nacimiento de Jesús, el hijo de Dios; el adornar casas con un árbol de pascua, que pasado noche buena será el lugar de recepción de los regalos para los niños y adultos, promueve la esencia de compartir en familia, principalmente mediados por una cena navideña que erige al pavo casi por única vez al año como un alimento de alta demanda en Chile. Si bien a esta festividad le subyace la historia religiosa, es el mercado general el que ha instituido la fecha de celebración, como también ha logrado instaurar la sacralización del consumismo, desprendiendo además el sincretismo en los múltiples cuentos navideños que dotan de misticidad al viejo Pascuero, papá Noel o Santa Claus, personaje icónico de la multinacional the Coca-Cola Company. Por su parte, semana santa promueve un consumo determinado del mercado alimenticio, generando una alta demanda de huevos de chocolate por el cuento del conejo de pascua que reparte a través de (principalmente) los padres, quienes compran los dulces eligiendo en una cada vez más sofisticada oferta de pascua; además regula las prácticas colectivas de no comer carnes rojas y sí optar por carnes blancas, aumentando el consumo de pescado para tal fin de semana. Si se observan los noticiarios que se transmiten entre los días de semana santa se Página | 9 podrá encontrar con una constante promoción, o más bien un refuerzo a la obligación, de que los chilenos que se basan en una religión católico-apostólico-romana no deben comer carnes rojas porque son el cuerpo de Cristo, y en tal fecha se celebra su resurrección; esto se refuerza por la parrilla programática que exhibe la televisión, ofertando películas de carácter más tradicional en las que se representa la crucifixión como Jesús de Nazareth (1942), como también se publicita la historia del conejo mágico que pone huevos de chocolate y se los reparte a los niños del mundo que estén adscritos, de manera involuntaria, a tales industrias culturales. A este tipo de festividades se suman feriados por festividad a San Pedro y San Pablo, la inmaculada Concepción, el día de todos los santos, y la de mayor sincretismo criollo se desarrolla por la Virgen del Carmen, donde la fiesta de la Tirana en el norte grande de Chile envuelve a lo católico tradicional con lo andino, líneas similares a la festividad de nuestra señora del Rosario de Andacollo en la región de Coquimbo. De todos los feriados religiosos que se han promulgado en Chile sólo uno no atañe a la iglesia católica directamente, siendo el día nacional de las iglesias evangélicas y protestantes, declarado oficialmente día festivo recientemente en el año 2008, el primer feriado que alimenta la competencia del mercado religioso institucionalizado. El cine: promotor de prácticas y representaciones de los mercados religiosos. Como se mencionaba, las historias que envuelven a estas festividades han sido llevadas constantemente a la pantalla grande y chica, postulando principalmente una imitación de actos y costumbres, pero también promoviendo de manera implícita o explícita un abanico de valores morales.

Sebastian Eduardo Adasme Favreau

Así, las producciones cinematográficas permiten por un lado reafirmar la institucionalización de festividades religiosas y todo el consumo que se las ofertas del entramado mercantil en su globalidad, o esencia más capitalista; pero por otro lado este medio de promoción de distinciones y diferenciaciones institucionaliza los distintos valores morales, o, en otras palabras, normativiza el razonamiento moral ante determinadas situaciones y contextos basados en el contrato del seguro celestial. En ambos sentidos subyace el dilema de qué moralidad profesan las ofertas religiosas que se despliegan en el consumo cultural, donde debemos ahondar con cierta sospecha. En cuanto a la reafirmación de la institucionalización, podemos encontrar variadas películas que generan guiños a religiosidades o historias bíblicas, desde producciones más tradicionales hasta nuevas superproducciones que, finalmente, (re)presentan la oferta religiosa contemporánea. Filmes como Jesús de Nazareth (1942), la Pasión de Cristo (2004), la última tentación de Cristo (1988), o Jesús de Montreal (1989) la cual propone un vuelco controversial a la interpretación de la obra la pasión de Cristo (Adasme, 2012), logran sustentar y reafirmar la institucionalización de ciertas historias sobre Jesucristo, principalmente la festividad de semana santa. Asimismo, se refuerza la tradición del conejo de pascua en películas como Hop (2011). También se encuentra una amplia gama de películas, de distintos géneros y estilos, que promueven el imaginario navideño, donde el tinte cómico se alza en producciones como la saga mi pobre angelito (1990; 1992), jingle all the way (1996), promocionando esencialmente el imaginario consumista de la festividad navideña; además de películas hollywoodenses que narran las historias de Noé como Evan Almighty (2007) –llegando incluso a dar imagen física a Dios bajo la interpretación del actor estadounidense Morgan Página | 10 Freeman tanto en Bruce Almighty (2003) y Evan Almighty– y la más reciente Noah (2014). Pero la industria cultural en el rubro cinematográfico no sólo promueve el refuerzo institucionalizado de historias bíblicas, sino que, además, genera una sacralización de aspectos de índole más profanos, como lo es todo el entramado mágico, místico y de misterio sobrenatural; lo relevante en este aspecto no es que exista una amplia gama de películas que dan forma e imagen a múltiples demonios, o el cómo se configura la imagen del diablo o satanás, sino en que ciertos títulos cinematográficos llevan consigo la frase basado en hechos reales, lo que da cuenta que, de cierta manera, los sucesos paranormales y de experiencia sobrenatural realmente suceden, pero, ¿cuán acercado a lo que realmente pudo haber sido ese hecho real es lo que se (re)presenta en la pantalla; o bien, el hecho real en que se basan ese tipo de películas puede ser el mismo imaginario que constituyen los filmes antecesores que fueron promocionados y exhibidos por la industria cultural? Este género del cine, el del terror, terrorificación y endemonización, presenta historias de posesiones malignas o fantasmas errantes –que no lograron cobrar su seguro celestial– como el exorcismo de Emily Rose (2005), the haunting in Connecticut (2009), y la más reciente Annabelle (2014); en suma, se establece todo un imaginario posible que desarrolla el seguro celestial bajo una terrorificación, la cual encuentra cierta institucionalización en la festividad de noche de brujas o Halloween, que cada año se arraiga y adscribe con mayor fuerza en el mercado chileno, generando una especie de sacralización a las brujerías y los dulces, una aparente combinación ganadora para los fines de la economía. Este sincretismo da como resultado una resignificación y valoración a lo sobrenatural, la muerte y los muertos, como también una adaptación a la vida real todo el espacio de posibilidades que presenta el imaginario del terror.

Religión, mercado y consumo cultural

Ahora bien, las producciones cinematográficas logran proyectar una imagen a la cual subyace una estabilización de la violencia mimética en el sentido de Girard (1978); siguiendo al autor, el deseo humano está basado esencialmente en la mímesis, la que puede entrar en una disputa por la pretensión de imitar la obtención de un algo que ostente un otro (mímesis de apropiación), llegando a una especie de rivalidad (mímesis de antagonista) la imitación se envuelve en una fuerza centrípeta que sólo retorna a un equilibrio mediante el sacrificio arbitrario de un chivo expiatorio, como lo pudo ser Jesús (Adasme, 2012b). El discurso de los filmes, tanto los más tradicionales como los más recientes, que proyectan religiosidades se basan en un mensaje de sufrimiento, o en otro sentido las historias bíblicas parecieran fundamentar y promover nociones del sufrimiento y arrepentimiento como un estabilizador de la vida religiosa, una costumbre que apuntaría a redimir los pecados y faltas que se generen contra el latente seguro celestial. El mensaje de violencia mimética que expelen las películas logra limitar la aparición de chivos expiatorios, regulando un equilibrio desde una imposición de valores, o bien el cine logra cohesionar el entramado de valores morales que se impone desde una perspectiva religioso-mercantil; las prácticas que definen el ser bueno, justo, honesto, malo, injusto o deshonesto, como también la definición estética de lo bello, aceptable y lo cuestionable son exhibidas a gran escala por la industria cultura en que se asocia el cine, reafirmando el riguroso contrato del seguro celestial. Nietzsche (2007) planteaba que la imposición de los valores morales recaía en una ecuación en donde el ser bueno era una imposición aristocrática, es decir, de quienes ostentaban mayoritariamente el poder; hoy, las religiosidades encontrarían gran aliado en las industrias culturales para imponer la ecuación de los valores morales a fin de mantener un Página | 11 contrato rígido entre religiosos y religión. El cielo y el infierno se basan en la contraposición valórica entre bueno y malo, involucrando razonamientos morales y estéticos que limitan el actuar de las personas según sus propios contratos religiosos, o civiles. La mirada de sospecha que entabla Nietzsche aún pareciera cobrar validez al observar la relación de las religiones con el mercado del cine y la televisión. Televisión: sacralizaciones y sincretismos para la sociedad chilena. El televisor es uno de los objetos que, probablemente, más agencia ha adquirido en el Chile actual; transmitiendo todo lo que sea posible para obtener audiencia, se genera un gran comercio del rating, además de una constante sacralización de personajes televisados o la condición de ser famosos, como puede ser el caso de la imagen sacralizada del animador Felipe Camiroaga, quien murió en el mediático accidente en el archipiélago Juan Fernández. La estética y moral que emana de la relación entre mercado religioso y mercado económico invade la mayor parte de las prácticas y convenciones que se desarrollan en la televisión, desde los noticieros hasta programas como matinales, los late, las diversas (tele)series, o la Teletón; en jerga televisiva, todo el contenido está pauteado para ganar más audiencia, y el uso de conmover valores es sospechosamente un buen recurso. Tanto las producciones del cine como los programas televisivos pueden no encontrar la misma percepción del contenido por parte de los espectadores, pero cuando el contenido está mediado por una tensión de valores morales, sean civiles, religiosos o una mezcla sincrética, se logra cierta uniformidad en la respuesta, o bien se impone una ideología alienante que normativiza la respuesta a estímulos cargados de un dramatismo sobre la vida y la muerte, lo bueno y lo malo.

Sebastian Eduardo Adasme Favreau

Ante esto la televisión se posiciona en este mercado religioso como la gran mezcladora de tradiciones y criollismos, una licuadora sincrética que envuelve y sacraliza distintas prácticas con el fin de que se reciba audiencia, o todo por el rating. En esto la televisión funcionaría de manera similar a la competencia del mercado religioso, donde la lucha está en quitar los seguidores de otras religiones y lograr captar nuevos sujetos alejados de religiones, por lo que el contenido televisado, al igual que la oferta religiosa, es cada día más amplio. El new age y el esoterismo son los sincretismos que se han arraigado más evidentemente a la industria cultural; el horóscopo, las historias sobrenaturales, la autoayuda, y la exposición de sectas son parte del repertorio habitual de los matinales, programas de conversación y de farándula. La astrología, numerología y otras instituciones sacralizadas de la adivinación, ofrecen guiar la serie de prácticas y situaciones del diario vivir (trabajo, amor, dinero y salud, principalmente) de las personas según sus determinados resultados zodiacales o afines. El más profesado es el horóscopo occidental, seguido por el chino, y lo encontramos en los matinales, en los diarios, incluso en redes sociales de internet, por medio de exponentes locales de esta industria cultural esotérica como Pedro Engel o Yolanda Sultana. En esos mismos programas o medios de comunicación también se encuentra un bagaje de lo sobrenatural y paranormal, una suerte de explicaciones y representaciones constantes del más allá desde una perspectiva más ficcional que juega con el espectáculo de hechos verídicos; figuras como el difusor de teorías conspirativas Juan Andrés Salfate, o el abogado y teólogo Hugo Zepeda, logran revitalizar estos contenidos y mantenerlos como un repertorio constante del consumo cultural televisado. Sumado a la oferta cinematográfica, la televisión promueve una traducción local, o popular, de los fenómenos religiosos, sobrenaturales, paranormales y espeluznantes. Página | 12 Como buen ofertante del fenómeno new age, los programas de televisión abordan las temáticas desde una promoción a la ostentación y distinción asociada a determinadas prácticas y costumbres; el yoga, la vida sana, la medicina natural y alternativa, el turismo, y tantas otras prácticas son parte de la oferta que se establecen sobre la revalorización de la naturaleza y el ser humano; en torno a la medicina natural, la sacralización de la planta de marihuana ha originado toda un promoción de usos y beneficios del cannabis, erigiéndose como un remedio para (casi) todo. También se puede indagar la sacralización de los medios de transporte alternativos no-contaminantes como la bicicleta, donde los fieles ciclistas santiaguinos cada vez son más en la peregrinación celebrada el primer martes de cada mes o cicletada de los furiosos ciclistas; de manera similar, pero desde un desarrollo más tímido e individualizado, se posiciona la oferta de ser runner o corredor, tomando protagonismo en la promoción de prácticas ritualizantes del bienestar personal. Si cuestionamos el por qué aún las personas se siguen casando por la iglesia, a pesar de la aparente crisis de las instituciones en que nos encontramos, podríamos encontrar respuesta, o al menos una hipótesis, en que es gracias a la constante utilización, por parte de las industrias culturales, del recurso romántico ideologizado el que perdure y se prolifere sincréticamente la institución del matrimonio; no es ajeno a la realidad chilena que la trama de las teleseries, exhibidas en horarios vespertino (15–20hrs) y horario nocturno (22hrs), se basen en la tensión amorosa de dos personajes, una trama de amor prohibido o imposible que, como desenlace, recae en la ceremonia ritual de un casamiento. Uno de los programas televisivos chilenos al que subyace un mayor uso del recurso de conmocionar la audiencia es la Teletón, logrando altos niveles de rating como también el apoyo monetario a la causa; si bien tal institución benefactora pretende recaudar fondos para

Religión, mercado y consumo cultural

levantar más centros de atención y poder continuar el tratamiento de las diversas personas que lo necesiten, se debe considerar la discusión hacia el recurso mediático de las emociones, como también explorar los réditos para los distintos conglomerados económicos. En formato de cadena nacional, la Teletón durante 27 horas de programación continua bombardea a los chilenos con la obligación moral de ayudar a los niños que deben asistir a los centros de rehabilitación, generando una cohesión del mercado en un lenguaje de emoción religiosa de los milagros; el contrato moral de ayudar a la teletón está en el aire durante toda la fase de propaganda que genera la industria cultural, ofreciendo la posibilidad de, al donar dinero directamente o comprar los productos asociados, adquirir la condición de donador de carisma o el sentimiento de culpa por no donar. La Teletón genera una instancia en que todos los chilenos se deben poner una mano en el corazón y la otra en el bolsillo; todas las historias de los niños símbolos y otras personas, principalmente niños, que son exhibidas en la maratónica jornada de caridad son expuestas bajo un lenguaje de la lástima, del llanto y la superación, logrando conmocionar al televidente por el esfuerzo y sacrificio de quienes acuden al centro de rehabilitación, al mismo tiempo que se posiciona el discurso esperanzador y milagroso de superar tales condiciones, lo cual es acompañado constantemente por la evocación al fenómeno religioso, agradeciendo a Dios las instancias de recaudación de fondos, o el que se mejorará tal niño si Dios así lo quiere, y tanta otra frase internalizada que incluye a Dios o Jesús (ante esto el cine estadounidense genera una gran cohesión en la institucionalización de la frase oh Dios mío–oh my God). Asimismo, esta instancia solidaria logra una sacralización de la imagen empresarial como entidades benéficas que donan dinero de sus propias utilidades, pero condicionadas sólo a si Página | 13 se cumplen ciertas metas de consumo; es decir, las empresas asociadas a la Teletón sólo invierten en donación si hay consumo elevado de por medio, aparentemente para no extraer directamente de los fondos de utilidades del directorio, como también estando bajo la intención de evadir impuestos gracias a la Ley de Donaciones. La televisión busca rating y el rating es buscado como oportunidad de beneficio económico; promocionar sacralizaciones y sincretismos ayuda a mantener mercados latentes que obtienen buenos resultados, y la instancia de la Teletón logra ejemplificar la alianza entre mercado económico y mercado religioso, aunque este último se ofrezca de manera implícita y engañosa. Esta pantalla chica promueve constantemente los valores morales de los chilenos, definiendo a los buenos y malos ciudadanos y feligreses; esta imposición valóricomoral, como bien sospechaba Nietzsche, viene dada desde una ecuación de poder, que se refuerza en los resultados económicos y encuentra en el mercado religioso buenas herramientas de propaganda. El futbol, o religión laica de la sociedad civil. El fútbol no parece ser sólo un encuentro deportivo, sino más bien toma forma de un consumo cultural cargado de rituales y simbolismos que cada vez se asemejan más a una empresa religiosa. Para los fines del comercio y la economía de mercado, el futbol logra cierta rentabilidad debido a una sacralización tanto de prácticas como personajes (futbolistas destacados). Roberto Cachán y Óscar Fernández (1998) se aventuraron a explorar esta nueva religión de la práctica deportiva; los autores dan cuenta de cómo, desde sus orígenes, el deporte se ha transformado en parte central del currículo escolar, como también un soporte de múltiples organizaciones, incluidas las iglesias, que vieron réditos en la promoción masiva del fútbol.

Sebastian Eduardo Adasme Favreau

En Chile el fútbol es el principal deporte nacional, siendo el primer deporte que se enseña en los colegios y liceos; incluso la relación fútbol, educación y religión se puede manifestar de manera ejemplar en el Club Deportivo Universidad Católica, donde el equipo de fútbol toma la mayor relevancia en dicha institución. Este deporte está cargado de simbolismos y rituales que se impregnan de esta especie de sacralización y sincretismo propio de la Industria Cultural. Los futbolistas más destacados, o que la prensa los ha erigido como tales, son enaltecidos según su rol deportivo y rol público (su vida privada). El culto de mayor repercusión latinoamericana, y quizás mundial, es hacia la figura del argentino Diego Armando Maradona, considerado el D10S del fútbol (De la Torre, 2008), quien disputa constantemente el trono del mejor futbolista del mundo junto al brasileño Pelé; en torno al culto al exfutbolista argentino incluso se llegó a levantar la iglesia maradoniana. El culto a las figuras es promovido constantemente por las industrias culturales que patrocinan el deporte del fútbol; futbolistas como Messi (o sucesor de Maradona) o Cristiano Ronaldo son quienes en la actualidad llevan esta disputa comercial que finalmente logra cierta cohesión entre los denominados seguidores de cada jugador. Cada jugador de fútbol profesional en competencias televisadas queda bajo una mirada juzgadora que apunta a sus prácticas tanto dentro como fuera de la cancha. En el desarrollo del espectáculo deportivo, los jugadores generan una serie de prácticas-rituales que se fundamentan en una noción religiosa; las cábalas, como entrar a la cancha, tocar el césped y luego persignarse –ritual que en la película animada Metegol (2013) los personajes la replican porque “todos lo hacen, parece que da suerte”–, y las celebraciones al marcar un gol, levantar los brazos y dedos índices apuntando al cielo, son prácticas que ejemplifican esta relación del fenómeno religioso en la industria cultural del deporte. Asimismo, no es extraño el que Página | 14 al finalizar algún encuentro deportivo y se entreviste a los futbolistas, principalmente chilenos o latinoamericanos, estos den declaraciones cargadas de un contrato religioso, con frases como gracias a Dios pudimos marcar un gol. Fuera de la cancha la imagen del futbolista de elite o seleccionados nacionales es juzgada bajo un rol ejemplificador, es decir, a los futbolistas, por el simple hecho de que su profesión es esencialmente televisada, se les otorga un carácter de figura pública que limita su accionar a razonamientos morales ejemplificadores. Ante ello constantemente la prensa informativa de la industria cultural plantea una especie de juicio social ante la situación que un jugador se involucró en una pelea en alguna disco por estar en, presuntamente, estado de ebriedad, o noticias tendenciosas similares; ejemplificador resulta la propaganda de repudio, levantada por los medios de comunicación, a la selección chilena de fútbol en su escandalosa participación del torneo Copa América disputado en Venezuela el año 2007, donde se originó el denominado Puerto Ordazo. Así, a los jugadores destacados se les exige una rectitud en su accionar fuera de la cancha bajo el pretexto de ser un ejemplo a seguir principalmente asociado a una historia de superación casi milagrosa. En cuanto al fútbol relacionado directo con la religión, el primero de septiembre del 2014 se realizó el Partido por la Paz convocado por el Papa Francisco; esta iniciativa reunió a diversas celebridades latinoamericanas y europeas del mundo del fútbol, como también congregó a múltiples compañías que vieron un espacio de promoción para sus marcas, como Fiat y Pirelli que se exhibían estampadas incluso en mayor proporción que las fundaciones involucradas (Fundación PUPI, y Scholas Ocurrentes). Así, este encuentro interreligioso se presentó, además, como una amplia plataforma publicitaria. En esta relación de la iglesia católica con el mundo del fútbol, al Papa Francisco incluso se le ha solicitado, en un tono

Religión, mercado y consumo cultural

humorístico, que no interviniese, por su comunicación directa con Dios, sobre los resultados del pasado mundial de fútbol celebrado en Brasil. Otro aspecto del fútbol que logra cierta similitud a la práctica religiosa está en la ceremonia ritual que da inicio a los encuentros futbolísticos, los himnos y cánticos se transforman en una práctica cohesionadora tanto a nivel de clubes locales como a nivel de selecciones nacionales; uno de los hechos que resaltó en la participación de la selección chilena en el mundial de futbol Brasil 2014 fue el fervor de los hinchas al entonar el himno nacional, generando una especie de ritual anímico; incluso esta relevancia de la entonación de himnos nacionales puede dar cuenta de cómo el fútbol logra resaltar las nociones nacionalistas o patrióticas similares a la cohesión lograda por los distintos fenómenos religiosos. El fútbol no es sólo un espectáculo deportivo, es un entramado que acoge las redes del mercado económico de igual forma que acepta la sacralización de ritos, prácticas y costumbres de los mercados religiosos para obtener mayores seguidores o feligreses futboleros. El futbol entra a la consideración de ser una religión laica (Carrión, 2010), propia de la sociedad civil; la desacralización del fútbol se basa en la pretensión de aislar este espectáculo laico y civil de las redes mágico-religiosas, más aún cuando el fútbol carece de un seguro celestial o bienes religiosos que ofrezcan la salvación. Del modo que sea, religión y fútbol encuentran similitudes en la forma de relacionar y cohesionar entidades con los seguidores.

Página | 15

¿Regular o intervenir los mercados religiosos?: palabras finales para la continuidad de estudio de la religión en el Chile actual Pues bien, retomando los objetivos e hipótesis planteados al inicio del artículo podemos delinear las principales conclusiones a las que se ha llegado. Los fenómenos religiosos pueden ser entendidos desde el lenguaje económico del mercado, logrando un satisfactorio anclaje en el ofrecimiento de distinciones que generan las industrias culturales; la promoción del seguro celestial y otros bienes religiosos son puestos en circulación en los medios de comunicación masivos en red, configurando una relación necesaria para la subsistencia de la religión en los tiempos actuales. Las aseguradoras religiosas dependen en cierta medida de las industrias culturales que promueven los bienes de los distintos mercados para poder sostener el contrato de beneficio mutuo. Las industrias culturales van imponiendo lecturas religiosas que (re)construyen prácticas y representaciones de la variada oferta del mercado religioso; así, desde la institucionalización de días festivos hasta la nutrida parrilla programática televisiva es que el fenómeno religioso no se desvanece, sino que se instituye como un recurso cohesionador para los fines del mercado, promoviendo definiciones de valores morales y actos ejemplares para el contrato con las aseguradoras religiosas, a fin de obtener el seguro celestial que se cobrará individualmente al momento de morir. Al utilizar constantemente los fundamentos de las empresas religiosas en la propaganda de los mercados en general, la sociedad chilena se ve sumida al fenómeno religioso, alejándose la posibilidad efectiva de separar Iglesia y Estado; desde el plano informal y

Sebastian Eduardo Adasme Favreau

formal, las aseguradoras religiosas acaparan nociones de consumo que son afines al equilibrio de las cifras macroeconómicas, o en otras palabras las religiones permiten al Estado poder mantener cohesionado ciertos consumos estacionales y específicos, encontrando una relación subyacente entre religión y mercado desde una imposición valórico-moral. En cuanto a los alcances de los mercados religiosos en el consumo cultural del deporte, se devela una relación en la sacralización de prácticas, ceremonias y rituales que conlleva el fútbol; si bien los jugadores o los dirigentes de los equipos no adquieren una imagen evangelizadora o misional, el entramado del fútbol se posiciona como un campo capaz de sostener una organización similar a una iglesia, integrando implícita y explícitamente una serie de prácticas sacralizadas que son imitadas. El Papa Francisco ha llevado la pionera misión religiosa al ámbito del fútbol al convocar el partido interreligioso por la paz, permitiendo observar con cautela el anclaje de la iglesia católica a la evangelización a través del fútbol y la alianza económica de los patrocinadores en el consumo cultural. En Chile los mercados religiosos, pese a las leyes que refieren a la separación iglesiaEstado, no tienen una regulación que los restrinja o limite su oferta, sino que, por el contrario, se instituye al fenómeno religioso como una parte esencial de la sociedad chilena que las industrias culturales representan, bombardeando a los individuos con la promoción y oferta de sentidos religiosos y místicos, pero principalmente generando una cohesión de valores morales impuestos desde esta relación del mercado religioso con el mercado económico y cultural. El seguro celestial, principal bien religioso, consta de un contrato que espera el cumplimiento de una serie de prácticas a fin de, en caso de muerte o desgracia, obtener el resguardo y beneficio religioso en servicios como la vida eterna, un reino de los cielos, o Página | 16 transformación en energía; este contrato, ofrecido y pactado mediante una docilidad formal o informal, viene con la imposición de los valores morales que, como bien sospechó Nietzsche (2007), realizan los poderosos definiéndose como buenos, una alienación de la intersubjetividad basada en el sufrimiento, un temor que representa el riesgo de no poder cobrar el seguro religioso y ser un alma en pena o no convertirse en energía renovable para el plantea y universo. Los contenidos del consumo cultural que se exhiben en Chile, tanto los importados principalmente de Estados Unidos como la producción sincrética criolla, se basa en esa moral tradicional del sufrimiento religioso. Pues bien, las distintas empresas y aseguradoras religiosas logran mantener cohesionados los valores morales del sufrimiento, sea por medio del Cristo crucificado o por la terrorificación de espíritus y demonios; con ello, los creyentes y feligreses pueden adoptar ciertas posiciones políticas frente a temas valóricos de la salud, seguridad social u otros que emanan directamente de los directorios religiosos. Ante esto, ¿debemos pensar en una sociedad sin religión ni iglesias, o más bien en cómo regular la injerencia del mercado religioso en la imposición valórica que subyace en el consumo cultural? ¿De qué manera el Estado chileno puede regular el mercado religioso a fin de determinar si su rol es sólo de un promotor de seguros celestiales o consumos sacralizados que garanticen un final feliz, o si bien a las firmas religiosas se les pueda exigir una contribución social, política y económica más allá de la cohesión de su oferta celestial? Si pretendemos pensar en un Chile desacralizado, con una efectiva separación iglesiaEstado, se tiene que mirar cómo lograr intervenir; se podría avanzar en primer lugar por la vía legal de la institución de días festivos, pero resultaría probable que pocos chilenos quieran

Religión, mercado y consumo cultural

dejar de tener días feriados, como también puede ser probable que ante una medida de esa índole el sector del comercio también manifieste una postura en contra. Si bien cada chileno tiene la posibilidad de contraer una religiosidad privada, la televisión y otros medios de comunicación que sirven de plataforma para el consumo cultural se erigen como un espectáculo que torna público el contenido expuesto y permite una adscripción de valores morales; entonces, otra posibilidad está en la regulación del contenido emitido por los programas de televisión y otros medios de consumo cultural, así como se restringe a los conductores de televisión el no decir groserías se puede formular una regulación en la emisión de frases del tipo nos vemos el próximo capítulo, si Dios quiere o locuciones alusivas a una promoción de empresas religiosas. Esta última posibilidad de regulación se podría visualizar como drástica o compleja, pero pareciese otorgar cierta intervención directa a la institucionalización de los mercados religiosos y su imposición de valores-morales. El mercado religioso está adscrito a la competencia del mercado global, sus consumos asociados involucran una buena entrada tributaria para los países, anclándose al turismo, la publicidad, las películas, programas televisivos, la alimentación y tantas otras situaciones que impliquen el acaparamiento y acumulación de recursos a las que se han logrado asociar el fenómeno religioso y sincrético. Para reasignar fundamentos laicos a la sociedad chilena la regulación debe apuntar al tipo de influencia que ejerce el mercado religioso en la sociedad, limitando su implicancia e imposición valórico-moral para llevar así a un plano de desarrollo social y político, y no sólo una disputa sobre qué tipos de leyes y normas se pueden discutir; parece pertinente el buscar las maneras de poder modificar la regulación del consumo cultural basado en un contenido Página | 17 del mercado religioso, llevando al fenómeno religioso a otro ámbito de disputa política en el que se contribuya al debate y no sólo se ofrezca un imaginario que limite, controle e incluso entorpezca las discusiones civiles, sociales y políticas por una visión sacralizada y eclesiástica. La evidencia está disponible, como también está abierta la discusión que permita continuar el desarrollo de esta investigación sociológica; el fenómeno religioso no se extinguirá de un día para otro, tampoco la discusión central apunta a eliminar los mercados religiosos, sin embargo, es pertinente mantener una mirada de sospecha frente a los efectos de alienación, a nivel de conciencia e intersubjetividad, que no están siendo regulados, sino más bien están siendo utilizados como recursos o medios para una efectiva colonización del mundo de la vida. Las futuras investigaciones deben apuntar a evidenciar tales efectos a fin de contribuir a su disminución, como también revertir la manera en que se instituyen los valores morales, buscando nuevas maneras de promover un imaginario valórico-moral que no se base en el sufrimiento o la obtención de un seguro celestial, sino que recaiga en un acuerdo de la misma sociedad con la pretensión de resignificar la condición laica de la sociedad chilena.

Sebastian Eduardo Adasme Favreau

Referencias bibliográficas -

-

-

-

-

-

-

-

Adasme, S. (2012). Jesús y la autoridad: ¿una confrontación cíclica? Análisis del filme Jesús de Montreal. Rescatado el 7 de octubre de 2014, de https://es.scribd.com/doc/157488409/Ensayo-1 Adasme, S. (2012b). Sophie Scholl y Jesús-político: interpretaciones desde la teoría mimética de René Girard. Rescatado el 7 de octubre de 2014, de https://es.scribd.com/doc/157471908/Sophie-scholl-y-jesus-politicointerpretaciones-desde-la-teoria-mimetica-de-Rene-Girard Adasme, S. (2013). Consumidos por el consumismo. Rescatado el 22 de septiembre de 2014, de http://es.scribd.com/doc/232996164/Consumidos-Por-El-Consumismo Adorno, T. y Horkheimer, M. (1994). Dialéctica de la ilustración. Madrid: Trotta Bastian, J.P. (2003). La mutación religiosa de América Latina. México: Fondo de Cultura Económica Cachán, R., y Fernández, O. (1998). Deporte o religión: un análisis antropológico del fútbol como fenómeno religioso. Revista Ciencias aplicadas a la actividad física y el deporte: número 52, 2° trimestre. Rescatado el 18 de octubre de 2014, de: http://www.revista-apunts.com/es/hemeroteca?article=669 Carrión, F. (2010). ¿El fútbol se ha convertido en una religión?. Selected Works, rescatado el 18 de octubre de 2014, de: http://works.bepress.com/fernando_carrion/557 De la Torre, R. (2008). La imagen, el cuerpo y las mercancías en los procesos de translocalización religiosa en la era global. Ciencias Sociales y Religión: N°10 (págs. Página | 18 49–72) De la Torre, R. y Gutiérrez, C. (2005). La lógica del mercado y la lógica de la creencia en la creación de mercancías simbólicas. Desacatos: n°18 (págs. 53–70) Durkheim, E. (1992). Las formas elementales de la vida religiosa. Madrid: Akal Frigerio, A. (2000). Teorías económicas aplicadas al estudio de la religión: ¿hacia un nuevo paradigma?. Boletín de lecturas sociales y económicas: año 7, n°34 (págs. 34– 50) Girard, R. (1978). El misterio de nuestro mundo. Barcelona: Sígueme. Güell, P., Peters, T., y Morales, R., (2012). Individuación y consumo cultural: las afinidades electivas. En Güell, P., y Peters, T., (eds) (2012), la trama social de las prácticas culturales. Sociedad y subjetividad en el consumo cultural de los chilenos. Santiago de Chile: Ediciones Universidad Alberto Hurtado Hamui Sutton, A. (2005). Respuestas religiosas latinoamericanas a los ajustes socioculturales de la globalización. CONfines: n°2 (págs. 35–43) Mardones, J.M. (2005). Religión y mercado en el contexto de transformación de la religión. Desacatos: n°18 (págs. 103–110) Marzal, M. (2002). Tierra encantada. Tratado de antropología religiosa en América Latina. Madrid: Trotta Moulian, T. (1998). El consumo me consume. Santiago de Chile: LOM Nietzsche, F. (2007). La genealogía de la moral. Buenos Aires: Editorial Gradifco Parker, C. (2008). Mentalidad religiosa post-ilustrada: creencias y esoterismo en una sociedad en mutación cultural. en Alonso, A. (comp) (2008) “América Latina y el Caribe. Territorios religiosos y desafíos para el diálogo”. Buenos Aires: CLACSO

Religión, mercado y consumo cultural

Referencias a películas -

Arcand, D. (Director) (1989). Jésus de Montréal –Jesús de Montreal– [película]. Aronofsky, D. (Director) (2014). Noah –Noé– [película]. Columbus, C. (Director) (1990). Home alone –mi pobre angelito– [película]. Columbus, C. (Director) (1992). Home alone 2: lost in New York –mi pobre angelito 2– [película]. Cornwell, P. (Director) (2009). The haunting in Connecticut –exorcismo en Connecticut– [película]. Derrickson, S. (Director) (2005). The exorcism of Emily Rose –el exorcismo de Emily Rose– [película]. Díaz Morales, J. (Director) (1942). Jesús de Nazareth [película]. Gibson, M. (Director) (2004). The passion of the Christ –La pasión de Cristo– [película]. Hill, T. (Director) (2011). Hop –Hop: rebelde sin pascua– [película]. Leonetti, J. R. (Director) (2014). Annabelle [película]. Levant, B. (Director) (1996). Jingle all the way –el regalo prometido– [película]. Scorsese, M. (Director) (1988). The last temptation of Christ –La última tentación de Cristo– [película]. Shadyac, T. (Director) (2003). Bruce Almighty –Todopoderoso– [película]. Shadyac, T. (Director) (2007). Evan Almighty –Todopoderoso 2– [película].

Página | 19

Sebastian Adasme Favreau Investigación para cátedra Modernidad y Religión Profesor: Luis Bahamondes González Ayudante: Nelson Marín Pregrado de Sociología, Universidad Alberto Hurtado 10 de noviembre de 2014, Santiago de Chile

Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.