Religión, incongruencia y neoliberalismo en torno a Tindaya

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Viernes, 24 de febrero de 2017 | 27

LA PROVINCIA | DIARIO DE LAS PALMAS

Opinión OBSERVATORIO “Las tiranías fomentan la estupidez” Jorge Luis Borges

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xiste una herencia colonial, presente en las Islas Canarias, que se manifiesta en parcelas muy dispares: políticas, socio-económicas y patrimoniales. Centrándome en esta última, me gustaría reflexionar sobre los absurdos del “caso Tindaya”, a tenor de los últimos acontecimientos. Imagínense, por un momento, que se aprobara un decreto para proteger, por ejemplo, una iglesia canaria. Un decreto por el que se decidieran salvaguardar, únicamente, los artesonados mudéjares, que ocupan la cota más alta del templo, las techumbres. ¿Ustedes se imaginan que ese decreto pudiera dejar fuera de protección el altar mayor, las vidrieras, el órgano del siglo XIX, el púlpito o los retablos con que cuenta la iglesia?... Absurdo, ¿verdad? Básicamente porque la iglesia es un templo cristiano. Se trata de la edificación donde se desarrollan servicios religiosos públicos y se presentan imágenes o reliquias que son adoradas por los fieles, y por eso se protege el inmueble en su totalidad y todos los bienes que atesora en su interior. Y no sólo el artesonado mudéjar. Obviamente, tampoco tendría sentido albergar en el interior de la iglesia un proyecto escultórico de Chillida, de carácter laico. La iglesia es lo que es por sus valores históricos y religiosos. Y también porque forma parte del discurso oficial del poder, pues el Estado español tiene carácter de aconfesional y su legislación prevé positivamente el hecho religioso, especialmente el catolicismo. En base a estas premisas, igual de absurdo es el Decreto 108/2014, de 13 de noviembre, por el que se declara la delimitación del Bien de Interés Cultural de la Montaña de Tindaya, con categoría de Zona Arqueológica. Con este Decreto sólo se protege la zona de la cumbre, en donde se concentran los más de 300 podomorfos o pies grabados en la superficie de la roca que

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spaña es una gran nación, repiten Rajoy y el último militante del PP. España es una nación de naciones, descubrió Pedro Sánchez. Cataluña es una nación, proclaman los catalanes, soberanistas o no. La afirmación de la nación como axioma, como único objetivo de lucha política, se ha convertido, de nuevo, en el fantasma que recorre Europa. En Francia, en Holanda, en Alemania, donde pronto habrá elecciones, se está jugando en esa clave. El brexit es otra afirmación de la nación menos consistente de la historia, Gran Bretaña. Y en los USA de Trump y su manera de entender la política: “America first” su cachito de América, claro, al resto que le den o él se encargará de

Religión, incongruencia y neoliberalismo en torno a Tindaya A. José Farrujia de la Rosa atesora este yacimiento arqueológico. ¿Puede protegerse sólo la cumbre de este enclave, de esta montaña sagrada para los antiguos habitantes de Fuerteventura? ¿Pueden dejarse fuera de protección las estructuras arqueológicas (casi arrasadas) que están repartidas a cotas inferiores de la montaña, o todo el material arqueológico del llano inmediato? La Montaña de Tindaya fue un templo para los antiguos habitantes de Fuerteventura, desde su base a su cima. La Montaña de Tindaya tiene valores geológicos y arqueológicos que le confieren un carácter sagrado, mágico y religioso. En las sociedades bereberes (imazighen), tanto de Canarias como del norte de África, se grababan pies en los paneles rupestres para sacralizar el lugar. Esta práctica, en cierto sentido, recuerda a la costumbre de la cruz que cristianiza determinados espacios en la era cristiana. En el caso de la sociedad indígena, los podomorfos se grababan para sacralizar y no se ejecutaban en cualquier sitio, sino en lugares relevantes. Actualmente, la Montaña de Tindaya es Bien de Interés Cultural (BIC), Monumento Natural y Zona de Especial Protección para las Aves. La declaración del BIC debe extenderse, por tanto, a toda la montaña, e impedir la eje-

cución del proyecto de Chillida en su seno. Esto no es una cuestión de credo, dogma o fe, es una cuestión de sentido común, respeto y, sobre todo, de normativa legal. La Ley 4/1999 de Patrimonio Histórico de Canarias debe ser equitativa con el tratamiento dado al patrimonio, a los BIC, indistintamente de cuál sea su etapa histórica y de las creencias religiosas con que se asocien. A este cúmulo de absurdos sobre los que venimos hablando, se suma la propuesta del Grupo Parlamentario Nacionalista Canario, con fecha de 21 de febrero de 2017, por la que insta al Gobierno de Canarias a “tramitar la inclusión de la Montaña de Tin-

La declaración del Bien de Interés Cultural (BIC) debe extenderse a toda la montaña e impedir la ejecución del proyecto de Chillida daya en la Lista de Patrimonio Mundial de la Unesco, incluyendo la realización del Proyecto artístico ideado por Eduardo Chillida”. Acaso el referido grupo

La gran nación RITOS DE PASO

José María Noguerol

darles. Vuelve la teoría del patio trasero en su versión más perniciosa. País, pueblo, nación, hasta estado, apelaciones a la unidad y la agresividad frente a los otros, los distintos, a los que se considera invasores perversos que ponen en peligro identidades y esencias. Nunca pensé que

el romanticismo llegaría tan lejos y en una expresión tan degenerada. Siempre creí que el internacionalismo de la izquierda, la solidaridad, la fraternidad, la generosidad hacia el prójimo –apoyada también por ciertos valores cristianos– se impondrían a los localismos excluyen-

tes, totalitarios e intolerantes. En la gran nación de Rajoy sufrimos durante muchos años un nacionalismo pretendidamente español que nos hizo mucho daño; en mi caso, me convirtió en un apátrida en lo político, y un patriota de mi lengua materna, el español, y su cultura de aquí y de acullá. Decía José Agustín Goytisolo que cuando García Márquez se fue a vivir a la calle Caponata del barrio barcelonés de Sarriá, empezó a escribir de madrugada vestido con un chándal como de portero suplente de la selección turca

parlamentario olvida, o hace caso omiso, entre otros aspectos, de varias cuestiones claves que estipula la propia Unesco y que entran en seria contradicción con la propia naturaleza de la obra ideada por el artista vasco. El proyecto de Eduardo Chillida no constituye la manifestación de un intercambio considerable de valores humanos durante un período cronológico determinado y en un área cultural específica. El proyecto de Eduardo Chillida no aporta un testimonio excepcional de una tradición cultural desaparecida. El proyecto de Eduardo Chillida sería una creación ex novo y, por tanto, no ilustra una etapa significativa de la historia de la humanidad. Y sobre todo, el proyecto de Eduardo Chillida vulnera un enclave representativo de una cultura indígena desaparecida y, además, generaría un impacto medioambiental y patrimonial irreversible. En suma, el proyecto escultórico de Chillida incumple con muchos de los preceptos básicos necesarios para que un enclave o bien sea declarado Patrimonio Mundial. La herencia colonial, la especulación, el neoliberalismo, los intereses económicos y la mediocridad, son las notas dominantes en las maniobras políticas con la Montaña de Tindaya. Pero los frentes siguen abiertos por la defensa del gran templo de los antiguos habitantes de Fuerteventura, un templo que deseamos sea declarado Patrimonio Mundial de la Humanidad, aunque sin el proyecto de atentado medioambiental y patrimonial ideado por Chillida y secundado por determinadas tiranías locales.

A. José Farrujia de la Rosa. Historiador

de balonmano. Hay fotos que lo testimonian, trabajaba en El otoño del patriarca, creo. Todos somos un poco porteros suplentes turcos de balonmano, todos nos llamamos Alí (Fassbinder), todos somos el otro que muere en el mare nostrum, y todos nos callamos cada vez más porque impera el odio, y el miedo. Nos lo han inoculado con ganas el Poder y los poderitos como Rajoy. Pues no invirtamos ni un segundo en el odio ni en el miedo, como decía un personaje de Stendhal. Invirtamos en solidaridad, amor y justicia, y más libertad, que también se apaga. Invirtamos en la nación de la humanidad: esa sí que es grande. Ya sé, nos llamarán ingenuos..

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