Relato: \"Yo puedo sola\". Ganador del concurso estatal de relatos comunitarios de la Universidad Veracruzana.

July 18, 2017 | Autor: Latani Meléndez | Categoría: Feminism, Ruralidad, Roles De Género
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Descripción

Datos personales:
Autora: Fernanda Latani Meléndez Bravo.
Licenciada en Geografía
Facultad: Economía, Licenciatura en Geografía, Universidad Veracruzana
Programa: Casas de la Universidad sede "Grandes Montañas"
Título de la anécdota: "Yo puedo sola"
Fecha en que ocurrió: 26 de mayo del 2013
Lugar donde ocurrió: Atlahuilco, Veracruz


Estaba por caer la tarde del último domingo de mayo del 2013 y dentro de las labores que realizaba como brigadista en la casa de la Universidad sede Grandes Montañas me dispuse a acompañar a una familia (madre, hijo e hija) a recolectar leña y llevar a los borregos a pastorear. Esto me permitió, aparte de reforzar mi trabajo de campo para la realización de mi tesis, tener un acercamiento más amistoso con la familia, el haberlos acompañado durante horas y media, me permitió adentrarme a su esfera familiar y organizacional; ver su formas y prácticas de vivir.
Por un lado, ya en el trayecto, la madre es quien lleva los borregos, específicamente los dos más grandes, consecuentemente, el hijo lleva los pequeños y la niña a su paso recolecta las varitas más ligeras de leña.
Al llegar al punto estratégico donde abunda la hierba y algunos árboles de bosque secundario, se disponen a ubicar a los borregos, dos machos y 4 hembras de manera que cada uno quede en un lugar estratégico para empezar a pastorear; la señora con una estaca y una piedra grande clava en el suelo a manera de que se sujete el mecate y que los borregos no puedan dispersarse. Al terminar, comienza la caminata por todo el terreno en busca de trozos de leña, por un lado la señora, por otro lado el niño y por otro la niña; se recoge desde ocote, encino y abatl. Hay que aclarar que a pesar de ser terrenos boscosos con título de propiedad ejidal, las personas son amables con sus paisanos y no hay problema alguno para recolectar leña, siempre y cuando sea en menores cantidades y sin utilizar el machete.
Caminando con ellos, y platicar entre mi castellano y su náhuatl pude percatarme de un comportamiento que me dejo sorprendida, quizá por ser fuereña. Al momento de la recolección de la leña, el niño solo recolectaba los trozos más pequeños y sin hacer mucha búsqueda solo unos cuantos, en cambio la niña hizo todo lo posible por obtener la leña suficiente sin importar el peso, ahí se le veía arrastrando las varas o los pequeños trozos de leña llevándolos al punto de encuentro. Al momento de regresar y después de haber recolectado la suficiente leña se dispusieron a ir por los borregos y emprender el viaje de retorno hacia la casa. Así, la señora coloca la leña más pesada en su espalda para cargarla, y los niños siguiéndola con los borregos y cargando pequeños trozos de leña, caminando por la brecha que atraviesa el bosque pasamos por un lugar donde había un tronco seco, al pasar la familia por el tronco, lo vio la mamá y con el pie pisándolo trató de desenterrarlo y no pudo, ella no le tomó importancia y siguió su camino, enseguida pasó el niño, trató de desenterrarlo aplicando su virilidad y no pudo; por último, paso la niña y con su fuerza y persistencia empezó a mover el tronco de un lado a otro, lo movía hacia arriba y hacia abajo y se balanceaba junto con él, la madre y el niño que eran los que iban al frente ya habían avanzado y no se percataron de la labor que ella hizo, como yo era la que iba hasta atrás observé todo su comportamiento, indudablemente me lleno de felicidad verla con esa fuerza y enjundia para poder conseguir ese tronco seco. En verdad me decía a mí misma – ¡qué no se cansa!- y claro, infinidad de veces le ofrecí mi ayuda pero nunca la quiso, a eso ella solo respondía –yo puedo sola- entonces, solo me dispuse a esperar y ver qué resultado tenía este acontecimiento. No tardando, enseguida se escuchó el tronar del tronco y ella solo volteo a verme contenta diciéndome –ya ves, te dije que podía sola- le sonreí, y enseguida jalamos el tronco y nos unimos a los pasos adelantados de su madre y hermano.
Este suceso vivido y compartido me da pie para compartir con los lectores que el género femenino es nuevamente demostrado que no es el sexo débil como numerosas veces se ha comentado y que más que ser un sexo débil es una construcción no sólo social sino también cultural, el cual se va formando al paso del tiempo con vivencias y hasta cierto punto con necesidades de la misma vida rural. Las mujeres buscan a como dé lugar conseguir lo que se proponen y desde pequeñas demostrar en el ámbito familiar que ellas también pueden, que precisamente, la participación de la mujer en la conformación de las familias es de igual valor que la de los hombres.




Anécdota ganador del concurso universitario "anécdotas comunitarios" UNIVERSIDAD VERACRUZANA. Octubre 2014

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