Relativismo, subdeterminación empírica y subdeterminación doxástica

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Relativismo, subdeterminación empírica y subdeterminación doxástica1 (Ángel Rivera Novoa) I El relativismo epistemológico es la tesis según la cual las condiciones de verdad y justificación de los enunciados de una teoría son internos a la teoría misma. Según un relativista, entonces, cuando se tiene una disputa teórica entre dos teorías, no hay un terreno neutral u objetivo de elección. La verdad y la justificación de las teorías en disputa son relativas a ellas mismas. Cuando esto ocurre, dicen los relativistas, el fenómeno que subyace es el de la inconmensurabilidad entre teorías, esto es, el hecho de que no haya un instrumento que pueda medir comparativamente a las teorías rivales. Por tanto, aunque se acudan a criterios pragmáticos como la simplicidad, la predictibilidad o la precisión, la elección será en todo caso arbitraria si la inconmensurabilidad tiene lugar. Kuhn y Feyerabend son los primeros defensores de la inconmensurabilidad y, en principio, la entienden al menos de dos formas: inconmensurabilidad empírica e inconmensurabilidad semántica. La inconmensurabilidad empírica es la tesis según la cual defensores de teorías inconmensurables tiene experiencias diferentes, pues su observación de los fenómenos está cargada teóricamente por los presupuestos de sus concepciones. A propósito de esta clase de inconmensurabilidad, Kuhn señala: “[e]n un sentido que soy incapaz de explicar de manera más completa, quienes proponen los paradigmas en competencia practican sus profesiones en mundos diferentes” (Kuhn 1962: 233). En esa medida, representantes de teorías o paradigmas en competencia no pueden acudir a la observación para dirimir su disputa, pues ésta sería relativa y no sería un tribunal fiable. Por otra parte, la inconmensurabilidad semántica es la tesis según la cual los lenguajes asociados a teorías o paradigmas rivales son intraducibles entre sí; de esta forma, las proposiciones que pertenecen a una de las teorías no pueden ser puestas en los términos de la otra teoría en competencia. Lo que se sigue de esto es que, en palabras de Kuhn, “[l]a

Este texto fue presentado como ponencia en el IV Seminario de Historia y Filosofía de la Ciencia (15-17 de abril de 2015) en la Universidad de Antioquia. 1

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comunicación a través de la línea de división revolucionaria es inevitablemente parcial” (Kuhn 1962: 232). Muchos de los críticos de Feyerabend y Kuhn atacaron ambas clases de inconmensurabilidad. Así, por ejemplo, Popper aceptaba que la observación estaba cargada teóricamente, pero afirmaba que dicha carga no implicaba el relativismo ni la imposibilidad de comunicación. Putnam, por su parte, mostró cómo las fallas de comunicación eran contradictorias. Quine, en cambio, acudiendo al doble rol que le adjudicaba a las oraciones observacionales, afirmaba que éstas, cuando se tomaban de manera holofrástica, estaban libres de teorías. No obstante, ambas clases de inconmensurabilidad suponían una doctrina anterior que no fue examinada por los pensadores antes mencionados, ni por los principales críticos de la doctrina relativista. Tal doctrina es la de la existencia de un esquema conceptual en contraposición con un contenido no interpretado. En efecto, para afirmar que la experiencia y la observación están cargadas conceptualmente, hay que afirmar que existe un conjunto de categorías o conceptos que le da forma a los datos provenientes de los sentidos; ésta es la razón por la cual la experiencia no es neutral a la hora de decidir entre teorías en disputa. Por otra parte, para que dos lenguajes sean intraducibles entre sí, se necesita que pertenezcan a esquemas conceptuales que soporten sus cargas semánticas. Dice Davidson al respecto: Podríamos aceptar la doctrina que asocia tener un lenguaje con tener un esquema conceptual. La relación puede ser supuesta así: donde difieren los esquemas conceptuales, también lo hacen los lenguajes. Pero hablantes de diferentes lenguajes pueden compartir un esquema conceptual, si hay una forma de traducir de un lenguaje al otro. Estudiar los criterios de traducción es entonces una forma de centrar la atención en los criterios de identidad de esquemas conceptuales. (Davidson 1974: 184)

Así, la intraducibilidad entre lenguajes constituye el criterio para individuar diferentes esquemas conceptuales que, a su vez, determinan el contenido de la experiencia. Por tal razón, el dualismo esquema-contenido es la doctrina que en último lugar da un soporte teórico a la tesis relativista encarnada en la inconmensurabilidad semántica y la empírica. Justamente, es Davidson (1974) el autor que realizará una crítica frontal que deja sin ningún 2

tipo de base al relativismo. A través de su método de interpretación radical, Davidson muestra que no es inteligible afirmar que hay intraducibilidad (total o parcial) entre lenguajes diferentes; antes bien, la traducibilidad es un criterio de lingüisticidad —esto es, para que algo sea un lenguaje, debe poder ser traducible en algún otro lenguaje—. Así, si la traducción entre lenguajes es siempre posible, no hay condiciones de individuación de esquemas conceptuales. Por lo tanto, no habría ni inconmensurabilidad semántica, ni empírica. Davidson, atacando la idea misma de esquema conceptual, afirma haber dejado sin ningún fundamento al relativismo epistemológico, así como a otras doctrinas, como el escepticismo y el empirismo. De hecho, Davidson afirma que este dualismo esquemacontenido es el tercer y último dogma del empirismo. II El objetivo de mi presentación es defender el relativismo. Pero para ello no atacaré la crítica de Davidson antes mencionada. Considero que la crítica davidsoniana es contundente. No obstante, no creo, con él, que el relativismo epistemológico ya no tenga lugar. Lo que propongo es abandonar las doctrinas que resultan ser problemáticas, a saber, las dos clases de inconmensurabilidad, así como el dualismo esquema contenido. El reto será, entonces, mostrar cómo puede darse un relativismo sin que haya un compromiso con la carga teórica de la observación, con la intraducibilidad entre lenguajes, ni con la existencia de esquemas conceptuales alternativos. ¿Dónde tiene sus bases el relativismo? Defenderé que las condiciones necesarias y suficientes para que haya relativismo son la subdeterminación empírica de Quine (con algunos matices) y lo que denominaré ‘subdeterminación doxástica’. Antes de analizar las dos condiciones enunciadas, deseo realizar algunas aclaraciones. No defenderé un relativismo epistemológico global. En otras palabras, no defenderé la idea de que todo nuestro conjunto de creencias pueda tener una contraparte incompatible. La idea de un relativismo global me parece auto-contradictoria, por un lado, y contra-intuitiva, por otro. Es auto-contradictoria, porque si todo es relativo, entonces la verdad de la tesis relativista misma, también lo será, de tal modo que una tesis que niegue el relativismo, podrá ser verdadera de manera relativa, con lo cual se llega a auto-contradicción. Esta idea de la auto-contradicción ya está presente desde el Teeteto de Platón y la Metafísica de Aristóteles. Por otra parte, sigo a Putnam en su crítica al relativismo global, según la cual, si el 3

relativismo es verdadero, entonces las teorías científicas que sean lejanas en el tiempo deberían ser calificadas como irracionales. Así, a los ojos de un físico cuántico o relativista, Newton sería irracional. Esta conclusión se seguiría de considerar que los lenguajes son intraducibles de manera global. Si eso fuera así, no habría un terreno común que nos permitiera comprender o interpretar teorías lejanas a nosotros, pero que no calificaríamos de irracionales. Esto, no obstante, es contra-intuitivo. Defiendo, en cambio, un tipo de relativismo parcial. La defensa de un relativismo global depende por lo general de la tesis del holismo intencional. Según tal tesis, el contenido de una creencia depende de todo el conjunto de creencias a la cual pertenece. Así, si hay un cambio en el contenido de una creencia, cambiaría toda la red de creencias. Propongo abandonar el holismo intencional y reemplazarlo por un molecularismo intencional, según el cual el contenido de una creencia depende de su relación con algunas creencias. Esto evita que el cambio de contenido de una creencia nos lleve a un cambio de la totalidad de la red. Las interrelaciones que se formen entre creencias a través del molecularismo las denominaré redes internas de creencias. Aunque no profundizaré en este concepto de ‘red interna’, hay que advertir que entiendo por red interna todo conjunto de creencias que, dada su configuración molecular, determina su contenido sólo a partir de la relación existente entre las creencias que componen la red. Ésta será la base para hablar, ya no de un relativismo global, sino apenas de uno parcial. La existencia de redes supone, entonces, un background de creencias que dos posibles redes en disputa pueden compartir —lo que, de entrada, garantizaría la comunicación entre representantes de redes internas en disputa—. Pasaré, ahora sí, a examinar las dos condiciones, necesarias y suficientes, para hablar de un relativismo sin esquemas conceptuales ni inconmensurabilidad. III La primera condición para que tenga lugar el relativismo que estoy proponiendo es la subdeterminación empírica entre teorías. Quine la define del siguiente modo: “[l]as teorías (o formulaciones de teoría) pueden ser lógicamente incompatibles y, sin embargo, empíricamente equivalentes” (Quine 1990: 146). Habría que aclarar qué quiere decir “incompatibilidad” y “equivalencia empírica”. Pero antes, vale la pena aclarar algo sobre el alcance de la subdeterminación. Quine es ambiguo al decir a qué se aplica la 4

subdeterminación. A veces habla de teorías subdeterminadas (como en el pasaje citado), pero a veces también habla de sistemas del mundo o teorías globales del mundo y en varios pasajes nos advierte que son tales sistemas los que son susceptibles de subdetemrinación y no las partes subordinadas de los mismos. Acoger la subdeterminación en el sentido quineano puede llevarnos de nuevo a un relativismo global. En efecto, si todo nuestro sistema de creencias está subdeterminado, entonces la experiencia no sería suficiente para decidir entre dos grandes sistemas del mundo. Me interesa aplicar la subdeterminación empírica no a sistemas globales del mundo (si con ello se quiere decir la totalidad de creencias), sino a las redes internas (que suponen un background compartido). Pues bien, según Quine, dos teorías son equivalentes empíricamente si implican las mismas categóricas observacionales (sintéticas). Una categórica observacional tiene la forma “Siempre que p, q”, donde p y q son oraciones observacionales (v.g., ‘siempre que hay fuego, hay humo’). Las categóricas observacionales son las que dan el contenido empírico a una teoría. Así, dos redes internas son empíricamente equivalentes, si tienen el mismo contenido empírico, esto es, si implican las mismas categóricas observacionales (sintéticas, esto es, donde la gama estimulativa de la primera oración no está contenida en la segunda). Por otro lado, ¿qué se entiende por ‘incompatibilidad’? A continuación citaré dos pasajes de Quine donde habla de incompatibilidad: Imagine ahora […] dos teorías, la nuestra y otra, acerca de cuya equivalencia empírica estamos convencidos, pero que no somos capaces de reinterpretar oración por oración hasta que cada una de ellas sea idéntica a la otra. (Quine 1990: 146-147) Propongo, por tanto, individualizar las teorías de este modo: dos formulaciones expresan la misma teoría si son empíricamente equivalentes y existe una reconstrucción de predicados que transforme la una en un equivalente lógico de la otra. (Quine 1975: 64)

Quine define, entonces, la incompatibilidad en términos de intraducibilidad. Si dos teorías son incompatibles es porque no hay una reconstrucción de predicados que permita transformar oraciones de una teoría en términos de otra teoría. En otros pasajes, Quine afirma que dos teorías son incompatibles si tiene términos irreductibles (esto es, 5

intraducibles). Pero surge entonces un dilema: o bien aceptamos la intraducibilidad (lo que implicaría abandonar el objetivo de darle sentido a un relativismo sin inconmensurabilidad), o bien abandonamos la idea de cualquier tipo de relativismo (pues si no le damos sentido a la idea de incompatibilidad, ya no podríamos decir que la decisión teórica es arbitraria). Sugiero, entonces, que dos términos teóricos son irreductibles —y a fortiori dos redes son incompatibles— si son traducibles por paráfrasis o por medio de la ampliación del metalenguaje a donde se está traduciendo. En ningún caso, la traducción debe darse con un recurso semántico análogo con el que se pueda contar con anterioridad al momento de realizar la traducción misma. En otras palabras, cuando se dice que dos conceptos son irreductibles, es porque no puede haber una traducción entre ellos (v.g., ‘green’ traduce ‘verde’), sino que se debe, o bien introducir un nuevo término, o bien dar una descripción del mismo. Esto ocurre muchas veces en la ciencia. ‘Espacio’ y ‘tiempo’ en sentido newtoniano no pueden ser traducidos de manera directa en la terminología relativista. Sin embargo, el lenguaje de la física relativista puede ampliarse para darle cabida a los conceptos absolutos de ‘espacio’ y ‘tiempo’, o pueden describirse con expresiones como ‘en velocidades lejanas a la velocidad de la luz el espacio y el tiempo tienen tales y tales características’. Esto es ampliación del lenguaje o paráfrasis. Si dos términos son irreductibles (de la forma en que lo he definido), entonces se da el caso en que dos redes son incompatibles. Esto no nos compromete con la intraducibilidad y, por tanto, tampoco con esquemas conceptuales o con la inconmensurabilidad. La traducción es siempre posible, sólo que mediante paráfrasis o ampliación del lenguaje. Dado un dominio empírico particular (v.g. los eventos físicos que ocurren en velocidades muy lejanas a la de la luz) la física newtoniana y la einsteiniana resultan estar subdeterminadas empíricamente, pues tienen las mismas categóricas (explican y predicen los mismos eventos) pero son incompatibles entre sí (tienen términos irreductibles, aunque traducibles). IV La subdeterminación empírica, con los matices que he expuesto, no es suficiente para sostener un relativismo. Aunque dos redes incompatibles sean empíricamente equivalentes —razón por la cual la experiencia no serviría de tribunal para la elección—, aún se puede 6

acudir a otro tribunal, a saber, la consistencia con el background de creencias al que están inscritas las redes. Si sucede que dos redes están subdeterminadas empíricamente, pero una de ellas es consistente con el background mientras la otra no, se optará por elegir la primera. De esta manera, la decisión no sería relativa. Propongo, para terminar, la siguiente tesis que llamaré ‘subdeterminación doxástica’: Dos redes internas están subdeterminadas doxásticamente si ambas son consistentes con el background de creencias al que están inscritas, pero resultan ser incompatibles entre sí. Si la tesis resulta ser verdadera, ya no habrá un terreno firme de elección (ni la experiencia, ni la consistencia con el background). La tesis de la subdeterminación doxástica parece, en principio, contradictoria: ¿cómo pueden dos conjuntos de creencias ser incompatibles entre sí pero, al mismo tiempo, incompatibles con el background? El punto es que la incompatibilidad no se propuso en términos de inconsistencia lógica, sino de irreductibilidad, tal como se ha definido. Entonces puede ser el caso que haya consistencia con el background y, sin embargo, dos redes tengan conceptos irreductibles. V Las condiciones necesarias y suficientes para el relativismo que propongo ya han sido establecidas: hay relativismo si y sólo si existen redes internas subdeterminadas empírica y doxásticamente. Eso implica, por un lado, que no hay un terreno neutro en el cual pueda decidirse entre una u otra red interna. Por otra parte, las redes internas deben tener conceptos irreductibles y es allí donde está el corazón del relativismo. Son irreductibles porque no se pueden poner, de manera directa, en términos de la red interna rival. Se debe acudir a la paráfrasis o a la ampliación del lenguaje para realizar la traducción. Tener un concepto es tener una serie de creencias en relación con el referente de ese concepto. Es así como se constituyen las redes internas. Para dirimir la disputa sobre cuál concepto se debe utilizar para explicar la naturaleza, y cuál red interna es la correcta, en ocasiones se acude a criterios pragmáticos que no son del todo deseables. Para volver a nuestro ejemplo de la física de Newton versus la de Einstein, 7

podemos decir que la de Einstein tiene un mayor alcance explicativo. Así, elegimos la física relativista basándonos en ese criterio pragmático. Sin embargo, dado un dominio empírico particular (los eventos que ocurren a velocidades lejanas a la de la luz), elegimos la teoría de Newton, porque resulta ser una teoría más simple. La simplicidad, en tal caso, sobrepasa al alcance explicativo. Esto ocurre porque ambas teorías están subdeterminadas doxástica y empíricamente en el dominio establecido. Tenemos la explicación de un fenómeno que parece ser frecuente en la historia de la ciencia (el relativismo), sin comprometernos con la inconmensurabilidad o los esquemas conceptuales y sin continuar el diálogo de la segunda mitad del siglo XX entre racionalistas y relativistas, que a veces parecía ser un diálogo de sordos. Bibliografía Davidson, D. (1974). On the Very Idea of a Conceptual Scheme. Inquiries into Truth and Interpretation, 1984. Kuhn, T. S. (1962). La estructura de las revoluciones científicas. Fondo de cultura económica, 2011. Quine, W. V. O (1975). Sobre los sistemas del mundo empíricamente equivalentes. Acerca del conocimiento científico y otros dogmas, 2001. Quine, W. V. O. (1990). La búsqueda de la verdad, 1992.

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