Relación interespecífica y síndromes de comportamiento en cánidos

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Descripción

Semper Fides Science, vol 1, N° 3, 2015

Semper Fides Science www.semperfides.org

Relación interespecífica y sindromes de comportamiento en cánidos (Parte I) Gonzalo A. Quezada Editorial Semper Fides

ARTICLE INFO Keywords: anthropomorphism behaviour in dogs cognition cognitive ethology cognitive therapies empathy ethics interspecific relationship non human animal rights

ABSTRACT This article explores, in general, about the elements that elicite the behaviour of the behavior disfuntionalities in urban dogs, considering those who live in residences and in streets. The author suggests that the main elements are the environment proposed by humans and in consequence, the interspecific relationship. A healthy relationship between a dog and his human partner creates few possibilities to produce behavior disfunctionalities. Contrario sensu, a hard relationship develops syndromes related with stress and anxieties and also the lack of social relations in humans elicites syndromes derived of the antropomorphism, like babymorphism, perpetual puppies and others related. Indeed the most important variable is the affect. In terms of the cognitive ethology, dogs as a part of the universe of nonhuman animals, are cognitive, emotional, empathic and affective entities. Under this perspective affective raises as the main engine of behavior. In consequence the autor proposes that the adequate therapies for the treatment of behaviour disfunctionalities in dogs are related with those who explore the cognitive and emotional capabilities, called cognitive therapies. © Editorial Semper Fides

“Cada relación entre un humano y un no humano es un puente únicamente formado para que lo crucen solo ambos y por tanto debe ser construido por ellos.” Suzanne Clothier “A pesar que los no humanos no tienen el poder del cerebro neocortical que permite mirar adelante o atrás en el tiempo, de la forma en que lo hacemos los humanos, ellos aparentemente viven momentos de sus vidas vibrantes de afectos.” Jaak Panksepp

El escenario universal El maravilloso libro de Clothier (2002), cuyo sugestivo nombre Bones would rain from the sky, evocador como un sueño de niño, en este caso expresado por aquello Correspondencia a: [email protected] [email protected]

que los huesos deberían llover del cielo, nos revela metafóricamente lo que muchos afortunados sabemos. Nuestros compañeros son una fuente de emociones, semejante a las que poseemos los humanos (Panksepp, 1998, 2005a), poseedores de una sabiduría milenaria y además ancestrales socios nuestros, en varios nichos especialmente en el scanverger (Quezada y Leiva, 2012, Serpell, 2006, Wang y Tedford, 2007, Vilá et al., 1997, Savolainen, 2007).

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Parte importante de su historia estamos tratando de recrearla, desde que en los últimos años uno de los grandes descubrimientos de la etología contemporánea ha sido la revelación, y aún falta mucho camino por descubrir, de las enormes capacidades del perro en particular en aquellas asociadas al desarrollo de sus capacidades cognitivas y la búsqueda de comunicación con el humano.

que de haber sido hermosa y solidaria, se convierte en un problema donde el más afectado, el perro, termina sufriendo las consecuencias de la incapacidad humana. Como se analizará en las páginas siguientes, existen variadas formas de alteraciones de comportamiento en nuestros compañeros, algunas de ellas, aunque no menos importantes y de menor recurrencia, originadas por fallas fisiológicas de diversa naturaleza y otras, las de mayor frecuencia generadas por la relación del perro con el humano y en un porcentaje significativo, las adquiridas en los períodos tempranos de su existencia. En consecuencia quien desee adentrarse en el mundo del comportamiento en no humanos, debe tener presente nuestra enorme responsabilidad en las expresiones que generamos en nuestros compañeros.

Diversos autores se han referido a esta relación en términos de una búsqueda constante de nuestros compañeros a ser parte de nuestro entorno. Miklòsi (2007b) se refiere a que si los perros tuvieran la opción de elegir a un compañero, sin duda lo buscarían en el humano. Tópal (2007), sugiere que a pesar que un importante número de especies ha tomado contacto con humanos a través del proceso de domesticación, el perro es único. Kerepesi (2005), propone que en la reunión de un perro con un humano se establece un complejo patrón, especialmente cuando realizan acciones conjuntas. Para Wedl et al (2010) el humano y el perro son capaces de generar relaciones diádicas donde ambos compañeros invierten su tiempo uno en el otro, aprendiendo y colaborando en varios caminos, teniendo como resultado grandes beneficios psicológicos y de salud para el humano. En Cooper et al (2003), el proceso de formación de la inteligencia en perros es semejante a la de los humanos, particularmente porque en los humanos la capacidad cognitiva se habría desarrollado a partir del contacto con sus semejantes más que de la relación con el entorno.

Estadísticamente, son menores los problemas en perros producidos por alteraciones fisiológicas, las que sin duda pueden recrear situaciones complejas. Sin embargo los humanos somos mayoritariamente responsables en la generación de síndromes, cuando desde diversas vertientes en la interacción podemos producir poderosos efectos en el comportamiento de los perros (Mugdorf, 1995). Estos pueden estar expresados de diversas formas, por ejemplo la inconsistencia en la provisión de afecto, es frecuente que los humanos se muevan en un ambiente dual de cariño – punición, o a través de refuerzos inadvertidos que estimulan comportamientos no deseados. Los extensos encierros que conlleva la estadía en solitario durante el día mientras su compañero se encuentra fuera de casa, es una de las más sólidas razones para producir ansiedad por separación. Los tabú culturales como los que prohíben al perro a ingresar a la pieza o permanecer lejos de la cama, basados en la higiene que debe prevalecer en el interior de la propiedad. El hecho de estar separados durante la noche remueve 1/3 del tiempo potencial disponible para las relaciones interespecíficas. Este ejemplo es particularmente grave en quiénes esperan formar perros de trabajo y en su formación concurren una concatenación de atentados contra la naturaleza de relación con nuestros compañeros, algunas productos del behaviorismo y en otras como resultado de la creencia de la superioridad del humano por sobre los no humanos, aberración que aún se practica.

Ejemplos de miles que grafican la importancia que ha tomado el perro en el trabajo académico contemporáneo, desde que sin duda se han comenzado a descubrir sus enormes capacidades cognitivas, empáticas y afectivas. No hay duda que, especialmente en la última década, el perro se ha constituido en una invaluable fuente de información para la etología. Las investigaciones producen un caudal de resultados tan extraordinariamente importante que a algunos nos genera la sensación que la humanidad literalmente ha hecho una farra de miles de años en el conocimiento de un ser que se nos había presentado extraordinariamente cercano en lo físico y a su vez, extraordinariamente lejano en lo que a sus extraordinarias habilidades se refiere. Quien tiene un cachorro tiene un tesoro ha escrito Lindsay (2000), una verdad que lamentablemente la ignorancia de los humanos procura distorsionar desde que su relación con él se ve afectada por una serie de lugares comunes, que finalmente alteran una relación

De primera importancia es que los humanos comprendan que sus compañeros tienen necesidades afectivas, vital para diseñar una estrecha interacción. Existe sustancial evidencia experimental que demuestra 2

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recibido en el criadero, dado que como todo mamífero las mayores impresiones se generan en los estados primarios de su existencia. Tienden a ignorar los primeros estadios de la vida de un cachorro y frecuentemente lo reciben luego de haber transcurrido el período de imprinting, donde principalmente se forma el carácter.

que los mamíferos son criaturas afectivas y éstas son definitivas en la formación y desarrollo del comportamiento (Panksepp, 2005a, 2008a). Lo importante que debe conocer cada animal humano que comparte con un perro con síndromes de comportamiento es que, en general, éstos usualmente no revisten de gravedad y por tanto pueden ser solucionados con un plan de terapia. A su vez los casos que requieren tratamiento farmacológico deben ser analizados cuidadosamente, a fin de evitar consecuencias no deseables y a menudo las drogas deben ser aplicadas por un período breve combinado con una terapia cognitiva programada.

En general, los criadores no dan muchos privilegios a los cachorros y muchos de ellos son producto de un puppy mill, “criaderos” donde transcurre su vida neonatal y de transición, para finalmente pasar parte importante de su período de socialización en un “acuario” de una tienda mayorista. Estos son efectivamente los períodos donde se fija el comportamiento, es decir donde se dan las mayores posibilidades de adquirir la casi totalidad de las disfunciones cognitivas que manifestarán en su proceso juvenil y adulto.

A este respecto, diversos autores discuten acerca de la tendencia a poner “etiquetas” a los diversos problemas (Mugdorf, 1995), en el sentido que se suele atribuir términos a ciertos tipos de comportamientos. Lo complejo que presentan situaciones como éstas es que con cierta frecuencia, la eventual semejanza que exhiben los síndromes producidos por la acción humana, con los que se manifiestan como consecuencia de causas fisiológicas, motivo de la mayor importancia para sugerir que las decisiones deben ser analizadas por profesionales con experiencia.

Otra razón a este punto se encuentra en el bajo conocimiento que tienen los veterinarios generales acerca de la etología, especialmente la cognitiva y de los modelos y tratamientos, resultado que no pocos comportamientos son enclaustrados como síndromes y tratados como tal, no teniendo correlación con las causas significativas de la expresión, de ahí que la elección del tratamiento debe ser cuidadosamente analizado y consultado con un especialista en comportamiento de no humanos. Como se ha discutido antes, las causas de origen fisiológico son de baja incidencia en comparación con las provocadas por la relación antrópica.

Es más acertado describir el comportamiento y su contexto, más que poner una etiqueta al síndrome. El abanico de causas probables de un comportamiento es a menudo muy extenso y existen, sin duda, un sinnúmero de situaciones que producen los cambios en el perro. La limitante a ésta acción se manifiesta en el hecho de la gran dificultad que representa el diagnóstico acertado acerca de la situación. Un perro no es capaz de encontrar ayuda o de describir sus problemas, ésta debería ser una tarea que le correspondiera a su compañero (Beaver, 2009), sin embargo lo más frecuente es que el humano no tiene mayor conocimiento acerca de lo que corresponde a un comportamiento dentro de la normal o a su vez tienen expectativas distantes de la realidad acerca del perro, indudables causas de decepción. Un problema de difícil solución, especialmente debido a lo poco sistemática que suele ser la elección de su futuro compañero y a la escasamente disimulada pretensión de escogerlos por razones que no suelen estar ligadas al escenario con el que se enfrentarán (Quezada y Leiva, 2012).

El apropiado diagnóstico, el trabajo de terapia y del reconocimiento de los miembros del grupo social que los problemas se pueden solucionar, permitiría evitar que miles de perros sean sacrificados por la incapacidad de los humanos de convivir con los problemas de sus compañeros y por la complicidad de veterinarios en apoyar la eutanasia, muchas veces sin justificación ni ética ni médica. Un tratamiento eficiente, la mayor de las veces retorna al perro a su entorno y le permite llevar una vida plena y feliz en su grupo social. Lindsay (2001) discute que en el pasado reciente en los USA, más de dos millones de perros han sido sacrificados anualmente, básicamente por desconocimiento de las exitosas terapias cognitivas de comportamiento. Los humanos tenemos la propensión a poseer perros, se ha sugerido que genéticamente estamos diseñados para tener cercanía con otros seres vivos, un fenómeno denominado biophilia (Kruger y Serpell, 2006, Kahn,

En la mayoría de los casos, las personas adquieren sus cachorros, sin conocer a las generaciones anteriores, especialmente a la madre, las condiciones y el trato 3

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1997) que caracteriza nuestra natural tendencia a revelar relaciones sociales cuyas consecuencias se manifiestan en un número importante de vías directas o indirectas y obviamente relacionadas con la búsqueda del bienestar. El perro es sin discusión el compañero, capaz de producir esta atracción en los humanos (Wedl et al. 2010, Haraday, 2008, Hart, 2006, Tópal, Miklòsi y Csanyi, 2007). Una relación que a menudo no es simétrica, caracterizándose por un valuable relationship model (Wedl et al. 2010), donde las posiciones individuales son afectadas por diversas dinámicas, quizás la más característica se refiere a los ciclos de conflicto y reconciliación ( Preston y de Waal, 2002, de Waal, 2000), demostrando que las relaciones entre humanos y no humanos no están libres de conflicto.

orientada a reforzarla a través de formas extraordinariamente reprobables desde una perspectiva moral, si junto con eso se mantiene encerrado sin contacto con humanos y solo sale de su encierro para ser preparado para atacar. Si por generaciones se incentiva la agresividad, si a mayor abundamiento se influye en su desarrollo emocional e intelectual, impidiendo su socialización, negándole un ambiente sano, lo seguro es que el individuo será un problema para cualquier humano o perro que se le aproxime y que a mayor abundamiento desconozca el lenguaje canino. Aquí el responsable no es el perro ni probablemente su herencia genética, es el humano, quién violentó significativamente sus formas de comportamiento primigenias, desarrollando aquellas que les son convenientes a su problema psicológico.

La sociedad mundial ha adquirido, con mayor énfasis en las últimas décadas, un carácter manifiestamente urbano, grandes aglomeraciones donde las relaciones sociales estrechas decrecen y la soledad aumenta, especialmente en el mundo hiperdesarrollado. Para el año 2015 se estima que en USA existe una población de alrededor de 6 83 x 10 de perros viviendo en hogares y en Europa 6 unos 75 x 10 , en un universo de más de 400 razas con características diferentes en sentido genérico y muy diversas cuando se trata de analizar a cada individuo.

Sin embargo la sociedad se empeña en crear leyes tendientes a prohibir determinadas razas, cuando lo racional estaría orientado a la prohibición de los apologistas de la agresividad. A pesar de ser un tema bastante conocido, los humanos valorizan la visión simplista de terminar con el problema destruyendo lo más fácil de destruir y no reconociendo sus propias limitaciones. Existe abundante investigación acerca de este tema, sin embargo nos parece pertinente apologizar a Woodhouse (1982), quién afirma, con toda razón, que no existen malos perros, solo malos dueños.

Cada raza puede acarrear en sentido amplio un set de características de comportamiento, pero es obvio que cada individuo manifiesta lo que diversos autores denominan nature y nurture (Quezada y Leiva, 2012) un escenario que en definitiva caracteriza a cada perro en sus formas de comportamiento y su relación con el entorno, a través de respuestas producto de su percepción cognitiva. La raza, bajo estas características otorga al investigador, una primera aproximación, no obstante sin un análisis detallado de cada individuo no es posible diseñar un diagnóstico apropiado.

Las leyes que se pretenden impulsar lo estigmatizan como un perro agresivo cuya existencia estará prohibida por ley, aunque no por ética. Contrario sensu y paradójicamente, ninguna ley prohíbe, por ejemplo, la crianza de la raza English Cocker Spaniel, considerada a menudo ideal para el grupo familiar, de tamaño pequeño, a la vista muy tierno y juguetón. Sin embargo, durante décadas y producto del imbreeding creó ejemplares de extraordinaria agresividad (Beaver, 2009; Podberseck y Serpell, 1997). Demasiada evidencia empírica excluye a las razas consideradas peligrosas, las que serían prohibidas por ley, de los ranking de agresividad. Un trabajo reciente (Duffy, Hsu y Serpell, 2008), investigó a través de varias y extensas muestras representativas, ejemplares de diversas razas, determinando la incidencia en actos de agresión a diversos actores ( las variables son : extraños, propietarios, otros perros y perros rivales). En la primera categoría, es decir ataques a extraños, los cinco ejemplares de razas representativas, por número de incidencias, son en orden descendente de incidencias: Dachshund, Australian Cattle Dog, Border Collie, Ovejero Alemán y Rottweiler.

Casos representativos, la discusión acerca de la agresividad de ciertas razas ha llevado a que se generen leyes prohibiendo su crianza, sin embargo en la mayoría de los casos la realidad es otra, los individuos de ciertas razas que poseen características específicas como un excepcional torque en la retención o mordida, son utilizados por humanos con diversos problemas sicóticos en un trabajo de agresión aprovechando su característica, generalizando con esto una visión que no debiera existir. Un ejemplo bastante conocido es la raza Pitbull, cuyos ejemplares se caracterizan justamente por poseer un alto torque de mordida. Si su “educación” está

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En el caso de agresión a sus compañeros humanos, el ranking se conforma de la siguiente forma : American Cocker Spaniel, Labrador Retriever, Ovejero Alemán, Beagle y Daschund. No hay presencia de ejemplares de razas consideradas agresivas y sin embargo el siempre estimado perro familiar, el American Cocker Spaniel, ocupa el primer lugar del ranking de agresión.

ranking mundial de convivencia y naturalmente donde se presenta el mayor número de incidencias de problemas, especialmente como se discutirá en breve, por la relación antrópica. Toda cifra, no obstante puede quedar excedida por las capacidades intelectuales de quiénes, por diversas razones, se convierten en partners iniciando un proceso de convivencia donde se manifiesta el hecho que, a pesar de ser especies simbióticas, que a mayor abundamiento compartimos un stray significativo de genes (Jazin, 2007), se observa una serie de calidades y cualidades que pueden ser la fuente de desavenencias o incluso problemas.

Existe, en consecuencia, una visión generalizada y estigmatizada acerca de las razas que a la vista de resultados de diversos estudios no se compadece con la percepción general. Diversas investigaciones consideran que las denominadas razas fighting, están frecuentemente sobredimensionadas, en términos de su agresividad y nivel de ataque, frente a otras, a menudo aquellas que aparecen en los libros promocionales como ideales para tener en el núcleo familiar, las que sí podrían acarrear dificultades de diversa magnitud. Una extensa investigación (Unshelm, 1997), reveló estadísticamente, que razas como Ovejero Alemán, Gran Danés, Doberman y Boxer, presentan mayor número de actos victimarios que Bull Terrier y Pit Bull Terrier.

Numerosas investigaciones (Ascione y Shapiro, 2009; Haupt, 2011; Jagoe y Serpell, 1996; Mc.Millan 2005b, 2005c; Haraday, 2008; Clothier, 2002; Lindsay, 2001; Helton, 2009 ), concluyen en que un perro en un ambiente grato y con una educación apropiada difícilmente va a presentar problemas de comportamiento de consideración. Contrario sensu, el perro equivocado en la familia equivocada es usualmente perjudicial a la reputación de la especie y a veces de la raza, particularmente frente a la confianza puesta en ellos por los humanos (Hens, 2009).

Nuestra sociedad tiene el derecho a preguntarse, quién es definitiva el responsable de ésta bizarra presunción?, naturalmente la ignorancia y la extendida pretensión de no involucrarse más allá de una pátina superficial acerca de las conductas que tienen y las que creamos en nuestros compañeros. Su bienestar y nuestro comportamiento ético hacia ellos es una cuestión de la primera prioridad.

La responsabilidad ética Una vez que los humanos adquirimos la responsabilidad de uno o más perros, debemos aceptar una agrupación de características con las cuales debemos convivir. Es imprescindible tener una responsabilidad ética hacia nuestros semejantes. Beaver (2009), discute que a pesar que USA tiene una de las tasas más altas de propietarios, del mismo modo se observan los mayores indicadores de personas que se niegan a asumir la responsabilidad que normalmente acompaña tener un perro. Las poblaciones de perros vagabundos y la eutanasia a veces alcanzan niveles de hasta el 75%.

Numerosas investigaciones (Ascione y Shapiro, 2009; Haupt, 2011; Jagoe y Serpell, 1996; Mc.Millan 2005b, 2005c; Haraday, 2008; Clothier, 2002; Lindsay, 2001; Helton, 2009 ), concluyen en que un perro en un ambiente grato y con una educación apropiada difícilmente va a presentar problemas de comportamiento de consideración. Contrario sensu, el perro equivocado en la familia equivocada es usualmente perjudicial a la reputación de la especie y a veces de la raza, particularmente frente a la confianza puesta en ellos por los humanos (Hens, 2009).

Se estima que en USA se asesinan algo más de 60.000 cachorros por día con el propósito de mantener la población estable (Beaver, 2009). En nuestras sociedades menos desarrolladas las cifras no se conocen, sin embargo al consultar con veterinarios independientes, comentan la importante cantidad de personas que llegan a sus consultas solicitando el asesinato de su perro, por variadas razones: porque tienen que viajar y no saben dónde dejarlo, o el lugar de hospedaje es muy caro; porque está enfermo y no tienen interés en gastar en su tratamiento; porqué salió más grande de lo que pensaba; porque no aprende conductas higiénicas (y nadie le

Retomando lo anterior, si la población de los USA para el 6, mismo año (2015) se estima en 320 x 10 la relación directa es de un perro por cada 3.85 habitantes, aproximadamente 1.9 perros por vivienda. Las cifras en el mundo en desarrollo, más alejado de las relaciones estadísticas, son bastante más difíciles de pesquisar, sin embargo en términos globales se considera que la población mundial de perros urbanos alcanzaría a unos 6 525 x 10 , lo que pone a USA en el primer lugar del 5

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número de obligaciones hacia ellos, viven en nuestras viviendas y comparten con nuestras familias, lo que indudablemente genera responsabilidades específicas hacia ellos, son agentes morales cuyo bienestar debe ser respetado (Hens, 2009 ).

enseña), porque se tienen que cambiar de casa y en el nuevo lugar no aceptan perros. En realidad un sinnúmero de “razones” que no se compadecen con el respeto y una actitud ética y moral que debemos tener hacia ellos. El cáncer es un problema mayor en perros (Giger, Sargan 6 y McNiel, 2006), se estima que unos 65 x 10 tienen el riesgo de adquirir esa enfermedad solo en USA y estadísticamente más de un 45% de los mayores de 10 años, morirá producto de éste mal (Khanna y Paoloni, 2006). Además hay razas con mayor predisposición a tener variadas expresiones de cáncer a lo largo de su vida, (Giger, Sargan y McNiel, 2006) varias de ellas muy populares y con un buen número de ejemplares, como los Boxer, Bernese Mountain Dogs, Retrievers, Chow Chow y Ovejeros Alemanes. Sin embargo los veterinarios con especialidad en oncología tienen una tasa de consulta lejanamente relacionada con el número de enfermos. La mayoría de ellos no recibe tratamiento, pero sí una temprana eutanasia. Los veterinarios se refieren a veces a los “perros de recambio”, expresión que explica que, cuando el perro se enferma el humano prefiere cambiarlo (y asesinarlo o abandonarlo) antes que invertir en su tratamiento.

Lamentablemente parte de la historia de la humanidad, se ha desarrollado sobre la base que los no humanos son un producto para el uso y el abuso de los humanos. Al menos desde la Grecia clásica la mayor parte de la construcción filosófica occidental, religiosa y laica, se diseña sobre la base de ésta errónea percepción, donde a menudo se insiste en establecer “ciertas” diferencias no probadas entre humanos y no humanos. Xenophon, escribió “las bestias han nacido y criadas para el aprovechamiento humano” (Preece, 2011). A su vez Aristóteles, sostenía que habían sido creados solo para la ventaja humana, “como la naturaleza hace nada a propósito o en vano, todos los animales han sido hechos por la naturaleza para el aprovechamiento del hombre” (Preece, 2011). Aparentemente el mayor impulso a esta visión maniqueísta acerca de los no humanos fue aportada por el dualismo cartesiano del siglo XVII, generando un profundo efecto, principalmente en los siglos medios de nuestra evolución reciente. Descartes llegó a afirmar que si bien los animales no son dotados de conciencia, si pueden ser considerados como complejas máquinas como los relojes (Preece, 2011) y tanto él como sus discípulos consideraban que dada esta condición, podían ser tratados sin ninguna consideración ética. Kant, el genio creador del racionalismo y a pesar de sus observaciones acerca de cómo deberían ser tratados, los consideraba agentes sin moral, en sus palabras los percibía como esencialmente diferentes e inferiores a los humanos. Verdaderamente parte importante del pensamiento moderno se basa en las premisas filosófico – religiosas, donde predomina la visión de seres con alma y sin alma, donde aquellos que no poseen la virtud de poseerla no deberían ser considerados seres morales.

La cuestión acerca de los derechos de nuestros compañeros, incluyendo el del respeto a lo más básico que es su vida y bienestar, están aún lejanos de ser aceptados en la sociedad antropocéntrica, donde el perro es considerado, legalmente, un bien mueble. Nuestro perro es una responsabilidad y su aceptación en el entorno implica una serie de consideraciones, partiendo naturalmente por su bienestar. Los perros son entidades que ya no pueden ser reducidas a su esencia natural (Hens, 2009) y a esta altura de su evolución es improbable que consigan vivir fuera del contexto humano (Derr, 2004). La genética primigenia del perro ha sido alterada y modificada, aunque no totalmente por el humano. En la historia reciente de la humanidad, más de 2000 razas han compartido nuestro nicho y hoy en día la Federation Cynologique Internationale (FCI) reconoce más de 400 razas, clasificadas por ésta organización de acuerdo con sus características y propósitos funcionales, en un trabajo cuyo principal modelador ha sido el humano. Parte importante de lo que es el perro, especialmente el urbano, es producto de esta relación simbiótica, la que sin duda, debe ir más allá de la primigenia visión, particularmente behaviorista (conductista ), de una relación amo – esclavo.

Ahora, las investigaciones de nuestro siglo, principalmente las provenientes de la neurociencia y particularmente de la neurociencia afectiva, han demostrado lo contrario. Lo que se perdió se perdió irremediablemente, ahora hay que arar un largo terreno para cambiar la visión en la mayoría de los humanos, laicos y religiosos. Lo concreto y definitivo, es que no somos superiores a ellos, quizás algo diferentes, la investigación reciente ha demostrado que la carencia neocortical en no humanos establecería la diferencia entre “ellos” y nosotros”, pero ello no les priva de moral,

Los perros son seres culturalmente asociados a la vida con humanos, debido a lo cual tenemos un mayor 6

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de comportamiento ético no los hace carentes de afectos y sentimientos ni los priva de comunicarse en forma inteligente con los humanos.

situación permanente que diariamente se verifica en las noticias, el perro guardián que atacó a uno de los niños de la casa o a alguno de los humanos moradores.

Al menos debemos reconocer que han tenido una enorme comprensión con nuestras apreciaciones acerca de ellos, será por eso que a pesar de todo, nos quieren.

La lógica de muchas personas es que si tengo en mi propiedad un perro de una raza determinada, tengo asegurados mis bienes y mi familia, a un costo de un saco de pellet por mes. En la práctica, es frecuente encontrar propietarios de razas como el Mastín Napolitano, la que se ha puesto de moda y es llevada a la propiedad desconociendo absolutamente el potencial que sus ejemplares poseen o aún en ciertos molosos, de los cuáles han recibido la receta que ellos deseaban aplicar a los intrusos a su propiedad.

Sin el ánimo de escapar de la construcción metodológica del tema en cuestión. Les hemos dado un espacio en nuestras sociedades urbanas, pero a cambio de ello hemos igualmente aumentado las restricciones para su vida en la comunidad de los humanos. Las nuevas leyes urbanas, los obligan a utilizar correa y muchas veces bozal en sus paseos por nuestras calles y parques. Se han reducido considerablemente los lugares a los que pueden tener acceso. La mayoría de las ciudades no poseen parques para perros ni rutas donde puedan caminar sin necesidad de correas y bozales. No se desarrollan proyectos para que los niños en los colegios aprendan a interactuar con ellos y se les enseñe inicialmente acerca del lenguaje y conducta canina. Por el contrario, es frecuente que se les inculque el temor hacia ellos y generación tras generación se incremente y se transmita el temor en las personas a su presencia.

Los ataques a los humanos son cosa relativamente frecuente y las causas se encuentran en la incapacidad de ellos (los humanos) en entablar una relación franca y cordial con su perro, aunque la principal, sin duda está en el enorme desconocimiento del lenguaje y las formas de expresión de los perros, quizás la principal razón de los comentados ataques. El perro, según ésta lógica pasa a tener como espacio de vida los alrededores de la casa, pero nunca su interior, lugar prohibido para ellos y donde se encuentra su grupo social, con el cual efectivamente necesitan interactuar. Esta sola acción humana hacia ellos, es fuente de frustraciones importantes, incluyendo el exceso de agresividad, neurosis, hipersindrome, excesiva irritabilidad y depresión.

Hace unos años atrás la policía recomendaba que en las propiedades se tuviera perros para protección de la morada, consejo que ha sido aceptado en forma generalizada y hoy en día en la mayoría de los patios de las casas hay perros encargados de ladrar a todo lo que se mueve en la calle, generando la molestia de quién transita por las veredas y el rechazo de los vecinos que no tienen tranquilidad con tanto ruido. Los ladrones saben perfectamente como ingresar a una casa protegida por perros, Un reciente estudio acerca de robos en moradas, describe que solo el 10% de los ladrones optan por no entrar a propiedades custodiadas por perros y que en un número mayoritario encuentran atractivo el incremento de éste tipo de “seguridad”, dado que manifiesta la presencia de un botín más interesante.

Construyendo un ejemplo presentado en la prensa, hace poco tiempo atrás. Una familia es poseedora de un perro de raza Rottweiler, naturalmente viviendo en el patio de la casa, la cual según el estigma humano debe proteger. Una madrugada cualquiera, el dueño de casa llega probablemente con cierto grado de alcohol en el cuerpo. Ingresa a la morada, abriendo el portón de entrada al patio lo que produce un ruido que despierta sobresaltado al perro. Estimulado por la presencia de un extraño y en su calidad de moloso, avanza sin tener que advertir al intruso, al cual no reconoce porque su olor ha cambiado con el alcohol. El dueño al verlo en actitud desafiante le grita, lo que en su percepción implica una clara estimulación agresiva.

A raíz de ese rol no buscado por ellos, viven en permanente stress por cumplir una misión que claramente les es incómoda. Nuestra sociedad ha convertido al perro en una herramienta barata y subestimada que protege la morada del dueño, a su vez éste piensa que por tener un perro de cierta raza determinada, tiene asegurada su propiedad y su familia, cuando en realidad lo que está haciendo es incentivar ciertos comportamientos atávicos que a posteriori puedan tener efectos encontrados con la realidad que ha construido acerca de sus guardianes. Esta es una

Como el perro no se amedrenta, comienza a mover su cuerpo y sus brazos, despertando en el perro el drive de presa, otra conducta atávica. Con ésta actitud del humano, el perro intenta controlarlo, probablemente sujetando uno de sus brazos, el humano sintiendo el torque de la mordida, que a esta altura es solo de 7

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control, grita más y se mueve intentando soltarse del perro, provocando que aumente su nivel de control y lo retenga con más de fuerza. Al aumento de los gritos, aparece su esposa y comienza a golpear al perro para que suelte su presa, produciendo exactamente el efecto contrario, los perros, especialmente los en comento, actúan reactivamente. Los vecinos, ante este espectáculo llaman a la policía, quiénes intentan que el perro suelte a su presa disparando al aire. Los ruidos, especialmente los de alto nivel, usualmente producen una mayor pérdida de control y a menudo despiertan una serie de fobias, como se verá a posteriori, adquiridas en su etapa de cachorro.

condiciones de vida razonables, se les enseñe y de éste modo se puedan reintroducir con personas responsables. Las personas debieran tener el conocimiento acerca del comportamiento de sus compañeros y finalmente los veterinarios, a quienes las personas recurren normalmente en busca de consejo, debieran preocuparse por aprender etología, área que la mayoría de ellos desconoce abiertamente, con lo cual sus consejos terminan por producir un daño mayor al que inicialmente llegaron a la consulta. Regular la actividad de crianza, terminar con los criadores inmorales y los puppy mills, debe ser una responsabilidad de la sociedad que permite que ocurran desgracias como la de tener a hembras produciendo grandes cantidades de camadas de razas de moda y que de ésta forma pueden “abaratar” costos. Los criaderos son por esencia una factoría de perros, pero de ninguna manera un lugar de educación, aprendizaje ni mucho menos de afecto. Existe una ignorancia generalizada acerca de la manipulación neonatal y la conducción del cachorro en sus primeros días. Su vida transcurre usualmente en un canil, donde además las condiciones de higiene son extraordinariamente deficientes.

Finalmente optan por llamar al veterinario, quién en acuerdo con los humanos, acaba con su vida, se usa el término eutanasia, que aunque no tiene relación con esta circunstancia, es más académico que asesinato. Una comedia de equivocaciones que termina con la vida de un perro, que bajo circunstancias diferentes nada de eso habría ocurrido: i) si los animales humanos se hubieran preocupado de aprender el lenguaje y comportamiento de los perros y de su compañero en particular; ii) si se hubieran preocupado por el ejemplar que tenían en casa. Infelizmente algunos humanos aún piensan que un perro es como un auto, si sólo funciona con combustible, el perro lo hace con algo de alimento y agua y nada más. Se excluyen las relaciones afectivas y su educación; iii) si no hubiera estado el día y la noche en el patio de la casa sin compartir con su grupo social, sin ser parte de la vida familiar y si alguien entendiera y compartiera sus emociones; iv) si los policías no hubieran disparado, generando mayores disfuncionalidades y last but not least, v) si el veterinario hubiera sabido etología cognitiva, pero lamentablemente para el perro, tampoco sabía.

No son pocos los criadores que asesinan a los cachorros que no tienen “futuro”, de acuerdo a su visión, se discrimina a la camada, dejando con vida los que tienen mayor probabilidad de venta, se les niega el alimento o se les segrega dándoles mejor alimento a unos que a otros. Es largamente conocida la “vida de canil”, sin embargo todo transcurre como si nada pasara y los controles siguen siendo inexistentes. No existe regulación en términos cómo se deben manipular y educar a los cachorros en su proceso de crecimiento y la autoridad solo se preocupa de cuestiones sanitarias. Las restricciones en torno a la vida que los cachorros llevan en las tiendas de retail, donde permanecen largos períodos encerrados en verdaderos acuarios sin ninguna actividad ni física ni recreativa, lugar donde son observados curiosamente por los humanos, alguno de los cuáles lo adquirirá sin advertir que a esa altura el cachorro, producto del encierro del entorno al que es sometido y a la total carencia de estímulos sociales, emocionales y afectivos ya es poseedor de más de un problema de comportamiento.

Para conseguir niveles de vida aceptables en nuestros compañeros y consecuentemente reducir dramáticamente los problemas de comportamiento, nuestras sociedades deberían preocuparse que las leyes se extiendan a reducir o eliminar el abuso a que son sometidos los perros por parte de los humanos, se debiera regular la actividad de la educación y el trabajo con perros, permitiendo solo a quiénes hayan probado suficiencia en el conocimiento de etología cognitiva y en unl método ético de trabajo, impidiendo que tantos ignorantes e inhabilitados inunden nuestros espacios urbanos, destruyendo emocional y físicamente a nuestros queridos compañeros.

Estas tiendas, a su vez, se proveen de mayoristas o de puppy mills, de modo que poco o nada pueden garantizar acerca del ser emocional que están vendiendo y solo intentan dar una garantía en cuestiones de salud, si el perro le “sale malo” se cambia, señalando solo una

La sociedad debiera empeñarse en tener refugios (shelters) para perros abandonados, donde se les otorgue

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Relación interespecífica y sindromes de comportamiento en cánidos

Independiente de las a menudo escaladas en la agresividad, especialmente hacia humanos, es relativamente fácil apreciar ciertos temores que en apariencia son infundados como estados depresivos, fobias, descontrol de esfínter que se producen cuando vuelven a tomar contacto con el “trainer”, además de otros síndromes más profundos y de larga explicación. Obviamente si alguno de sus hijos volviera a casa en alguna situación semejante, el escenario sería completamente diferente.

visión de producto. Otros con menos suerte que son destinados a tiendas sin acuarios, son condenados a permanecer encerrados en jaulas por semanas o meses y si no son vendidos… No existe en general regulación acerca del número de perros que una persona pueda poseer y no hay controles por parte de la autoridad para establecer niveles de bienestar con los que deben vivir los perros. En general no existen leyes que los protejan del maltrato y los casos que logran llegar a tribunales, cuando concluyen en sanciones, éstas no se compadecen con la magnitud del daño ocasionado.

Quizás si conviene apologizar aquello que los perros son tan versátiles y tan interesados en el humano que aún pueden ser entrenados a pesar de los dueños y los trainers (Mugdorf, 2007).

En definitiva en la mayoría de las sociedades humanas no se encuentran manifestaciones ni éticas ni legales acerca de cómo debemos comportarnos con nuestros compañeros, quedando su vida literalmente a la suerte de cada individuo.

Demasiada investigación demuestra que a nuestros compañeros les atrae el trabajo y la compañía humana, pero trabajo no es “sentarse a la orden”, “caminar al junto”, “obedecer con correa o sin correa”, “adiestramiento básico sin correa y avanzado con correa”, términos comunes de la jerga de los “professional trainers”.

Mugdorf (2007), sugiere que existiría un eventual contrato entre el humano y el perro, que funcionaría de la manera que el humano provee comida, refugio y seguridad, esperando compañía en retorno, ignorando a propósito que ésta relación es frecuentemente compleja y demandante de las dos especies.

En la formación de un perro concurre con mayor relevancia la educación por sobre el adiestramiento, éste último centrado básicamente en enseñanza de acciones.

La mayoría de los humanos se conforma con solo tener uno o más perros, pero no preocupándose de su bienestar como ser vivo. La educación de un perro es fundamental para evitar problemas de diverso orden ( Jagoe y Serpell, 1996 ) aún cuando en algunos casos, ésta “educación” es entregada por individuos que no tienen la suficiencia para hacerlo, policías retirados cuyo sistema de “enseñanza” es a través de la relación amo – esclavo, donde si el perro, usando su particular jerga, no es “duro”, es decir no resiste sus persistentes tirones y agresiones, genera cuadros depresivos mayores. Ahí se entiende su permanente proposición a iniciar el trabajo al menos a los seis meses, cuando el perro ya puede ser golpeado sin que manifieste en forma expresa, el resultado de la “educación” que se les brinda, a pesar que las principales heridas prevalecen en su interior.

La relación interespecífica No hay forma de torcer la realidad que el entorno natural de los perros es la cultura humana. Si la integridad de un animal está definida por el nicho en el cual vive, los perros, como miembros de las culturas humanas, están tan integrados como el lobo a la naturaleza (Hens,2009). Sin embargo, la actitud del humano hacia sus semejantes ha sido preferentemente modelada por las visiones filosóficas, religiosas y culturales que a través de miles de años, han constituido en los diversos entornos humanos percepciones diferentes, cuyo modelamiento hacia una percepción más ligada a la comprensión que nuestros compañeros son poseedores de un sistema emocional semejante al humano, requiere naturalmente de un largo período de demostración.

No son pocos los perros que sufren de síndromes severos, luego de los “procesos de aprendizaje” a que son sometidos. En nuestra experiencia, frecuentemente se verifica la denuncia de los animales humanos en el sentido que sus perros, luego de los tradicionales “paseos multitudinarios” en camioneta, vuelven a casa con cojeras severas, con mordidas a veces graves o muertos a causa de schock térmico.

En general, el escenario que se presenta manifiesta una amplia serie de visiones cuyas consecuencias, sin duda generan respuestas en nuestros compañeros. Algunos sugieren que la relación dominante es la caracterizada por la del amo – esclavo, donde el perro es el resultado de la dominación humana, concordante con la visión ética de nuestra cultura occidental que en forma básica se mencionó antes. 9

Relación interespecífica y sindromes de comportamiento en cánidos

Francione (2000), sugiere que la relación es unilateral y se genera desde el acto de las necesidades humanas, que consiste en tomar a los no humanos desde su entorno y convertirlos en esclavos, con el solo propósito de producir placer al humano. Desde esta perspectiva la domesticación se convierte en un proceso semiconsciente donde el humano escoge no humanos que tienen la necesidad de ser dominados. Según esto, por ejemplo, un perro que trabaja con un discapacitado, es un esclavo al servicio del humano y a la solución de situaciones que solo satisfacen al amo. Es claramente una visión simplista y sin duda errada frente a las proposiciones de la neurociencia afectiva, pero sin embargo con cierto asidero si se considera el proceso de adiestramiento al que históricamente se ha sometido al perro y el humano, bajo los patrones de la visión de Pavlov y Skinner. En varios deportes especialmente schutzhund y mondio ring, los perros no son más que herramientas para lograr el fin al que se someten los cultores, en un sentido de competencia donde casi siempre se ignoran las necesidades afectivas del perro.

pródigas en castigo físico, paradójicamente en aquellos que debieran convertirse en perros de compañía de discapacitados visuales o físicos y a mayor abundamiento con síndromes neurológicos, por tanto deberían actuar como fuentes de afecto y fidelidad. Una siguiente visión es la que Hens (2009), denomina humano – niño, donde los perros son considerados niños de reemplazo característico de una perversión que debería ser dirigida a otro humano. Es una actitud que se encuentra claramente en el límite exterior del antropomorfismo o también puede ser observada como una situación extrema de la teoría del apego de Bowly y Ainsworth (Bretherton, 1992) basada en la situación que se produce, en la mayoría de las especies, especialmente en mamíferos, como producto de la relación entre la madre y su cría. La madre, genera un entorno donde su hijo puede desarrollarse con cierta seguridad para explorar el mundo al que ha llegado, teóricamente entregándole las condiciones para que crezca mentalmente y asegure una relación de mayor extensión, sin embargo este escenario a menudo crea una relación de una importante dependencia del infante, dado que lo que ocurre a su alrededor es satisfecho por su madre. En nuestro caso, la temprana separación del cachorro de su madre, genera en él la necesidad de encontrar una madre adoptiva, que en éste caso será un humano. Existe suficiente investigación que demuestra, por este efecto, que los cachorros tienen la tendencia hacia un mayor vínculo con mujeres en lugar de hombres y de niños más que de adolescentes.

En el hecho la brutalidad que se utiliza en el adiestramiento frecuentemente traspasa abiertamente la línea del comportamiento ético. Una segunda posición se refiere a lo que se denomina empleador – empleado, donde el ejemplo clásico es el del perro que trabaja por su alimento, que podría constituir un perro de trabajo adiestrado según las técnicas del behaviorismo, donde el premio a la gestión puede constituirse en un trozo de salchicha o un juguete. Esta relación es caracterizada por la carencia de afectividad, la mayoría de las veces condimentada con ciertos niveles in crescendo de punición y largos períodos de encierro, haciéndola bastante cercana a la amo – esclavo. Este escenario es común a los tipos de adiestramiento behaviorista en el proceso de formación de perros de compañía, asistencia y terapia, donde a través del condicionamiento operante se “fabrican” perros mecanizados, sin conexión con el humano y capacitados para responder solo a estímulos espúreos. A través de las técnicas del condicionamiento operante se “procesan” controles remotos que solo responden a señales obscenas como el clicker, sin educar al perro para que a través de su proceso cognitivo pueda entender el entorno.

Por el otro lado, es posible describir un escenario donde el humano se encuentre en la situación de adoptar a este cachorro desde la visión de un hijo, más que un compañero, generando una relación dual que en éste caso se torna de alta complejidad. La relación del humano con el cachorro pareciera explicarse en este contexto en varios aspectos. Algunos animales humanos tienden a ver a sus perros como un child – like (Prato – Previde et al (2003 ), y su explicación estaría además en el hecho que los cachorros, al igual que los niños, presentan patrones de comportamiento que estarían diseñadas a elicitar cuidados maternales. Askew (1996), argumenta que los cachorros manifiestan modificaciones evolucionarias de comportamiento ancestrales que funcionan para elicitar esta acción. Kubinyi et al. (2007), sugieren que además existirían al menos tres rasgos que los hacen únicos en ésta relación : i) durante la evolución, el comportamiento de los perros cambió en una medida que los ha hecho exitosos en el

Serpell y Jagoe (1995), sugieren que en ésta perspectiva los perros son a menudo forzados a trabajar en condiciones sub óptimas, donde antes de sus jornadas de trabajo y en la estadía en casa, son mantenidos en estériles caniles y luego sometidos a técnicas inhumanas

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entorno social; ii) durante la domesticación se han producido cambios que han creado una especie única en la compañía de humanos y iii) en la socialización natural de los perros en el entorno humano, aparece un paralelo entre ellos y los niños, en un proceso natural.

situaciones, sino que es además en extremo cuidadoso, hecho que la mayoría de las veces, sin estimarlo por parte del humano, crea en el cachorro una forma de vida que se manifiesta en desarrollar permanentemente menos impulso a actividades de control, la pérdida de las herramientas necesarias para resolver situaciones frustrantes y a veces lo más importante, a menudo se inclinan a exhibir ansiedad y reacciones extremas cuando son dejados solos, síndrome también conocido como ansiedad por separación. Se estima además, que ciertas formas de dominancia que tienden a formarse en la etapa de adulto, tendrían su origen en el síndrome en comento.

El nivel de socialización de los perros varía entre individuos, pero la exposición al entorno social es una consecuencia natural de la historia evolucionaria y no el mérito de una variable de procedimiento. En adición, el entorno social de los perros y sus experiencias tienen correspondencia con la de los niños. Alguna información sugiere que existe una cerrada similitud entre como los humanos interactúan con niños y con perros.

Las prácticas más extremas que genera esta visión pueden ser incomprensibles, desde la perspectiva de quién observa a un perro vestido con ropas que se asocian más a una vestimenta humana o incluso decorado con joyas, atendido en peluquerías donde incluso se les hace la manicure. Si éste fenómeno es más común en sociedades hiperdesarrolladas donde la soledad es uno de los principales gatilladores a este comportamiento humano, no es desconocido en nuestra región dual, donde crecientemente se comienzan a generar patrones de otros ambientes.

Miklòsi (2007b), propone el término babymorphism o también el bambi síndrome (Randall, 1995). Otros autores han introducido el concepto de bambification o bamby, (Lindsay 2001) para explicar un escenario en el que ésta acción antrópica produce cambios en el comportamiento social del cachorro y donde a menudo es observado como miembro de la familia con los derechos de un niño, produciendo como primer efecto positivo el de proveer estabilidad emocional a su compañero o a su familia adoptiva. Lo complejo de este escenario es que la visión del entorno y su relación con él, no son similares en un niño y un cachorro y consecuentemente se altera el sistema de aprendizaje, especialmente cuando la acción antrópica, a veces sin estimar las consecuencias, genera patrones diferentes en el cachorro.

Algunos investigadores han expuesto la cuestión que los perros pueden ser considerados amigos, en sentido literal, en una forma de extender las relaciones intraespecíficas a nuestros compañeros. Se percibe que es posible generar lazos de cercanía que, eventualmente podrían ser considerados como amistad, donde ambas partes pueden incluso manejar un lenguaje sin palabras (Clothier, 2002). Derr (2004), sugiere que la relación entre un perro y un humano es una unidad que envuelve dos animales que pueden comprenderse el uno al otro a un cierto nivel.

Miklòsi (2007a), ha introducido lo que denomina el modelo etnocognitivo, que en un nivel funcional reconoce que las semejanzas de comportamiento entre perros y humanos, incluyendo los niños, puede ser el resultado de una evolución convergente. A mayor abundamiento, Vicchio (1986), agrega una siguiente variable a la discusión y que corresponde además a otro segmento de la antropomorfización de los no humanos. En sus propias letras, menciona a Walt Disney, como el iniciador de lo que el denomina la culture of cuteness, caracterizada por predisponer a las personas a relacionarse con los no humanos en una forma no real.

Investigadores (Hare et al., 2002), han realizado análisis comparativos en la relación de los perros con sus duplas. A través del Strange Situation Test (SST), se ha determinado las formas de comportamiento de un perro hacia su partner humano vs un extraño. Las observaciones han revelado la preferencia selectiva y de responsabilidad hacia el compañero humano. Entre otras diferencias, el modelo presenta que cuando el propietario se encuentra solo o cuando un extraño está presente, los perros – aún si están jugando - tienden a mostrar un mayor comportamiento afectivo hacia él, más que al extranjero y verdaderamente, las investigaciones han demostrado una permanente preferencia por compartir con su dupla, prefiriendo en la mayoría de los casos esa compañía al juego.

Las complicaciones de este escenario se encuentran en el tipo de relación que emerge y en el comportamiento subsecuente. En un caso, Lindsay (2000) ha discutido la idea del perpetual puppy, síndrome generado en la indulgencia en dirección a la permisividad por un lado y la excesiva dependencia que el cachorro tiene de su compañero, el cual no solo resuelve todas sus 11

Relación interespecífica y sindromes de comportamiento en cánidos

menos siete modelos de emociones en una estructura cerebral que cada generación nos aproxima.

La relación debe en nuestra percepción, entenderse como un hecho recíproco, sin embargo la pregunta casi obvia que emerge se refiere a los patrones comparativos, debido a que sin duda no es posible realizar una correlación directa entre los patrones que identifican la personalidad de ambos actores.

Eppur si muove, la relación interespecífica es uno de los motores centrales en los problemas de comportamiento. Diversos autores ( Podberscek y Gosling, 2001, Jagoe y Serpell, 1996, Wedl et al., 2010, Prato – Previde et.al., 2003), sugieren analizar la relación en comento como gestora de parte importante de ciertos problemas. Si se concuerda con que la mencionada dualidad nature vs nurture, es aún una base que converge en la apreciación que, la formación de la personalidad es el resultado de la continua interacción entre la herencia genética, el entorno físico y social y especialmente las respuestas cognitivas, el humano es una significativa figura en su desarrollo social. De ahí que es lícito sugerir que ciertas características de los animales humanos pueden ejercer una influencia en la personalidad de su compañero.

La personalidad está basada en las diferencias individuales. La complejidad menor se encuentra en el caso de los humanos, dado que en líneas generales comprende la misma especie, diferente a lo que ocurre con los no humanos, donde la diferencia entre especies es marcada y por tanto las comparaciones cross – species manifiestan diferencias extensas. Podberscek y Gosling (2001), desarrollaron una línea de investigación histórica acerca de los patrones de asociatividad que conforman la relación intraespecífica. Sugieren que en la estructura de personalidad de un perro intervienen cuatro variables representativas, las cuales llamaron: energía, afiliación, reactividad emocional y competencia. En las primeras tres encontraron cierta similitud con los denominados big five personality factors (Quezada y Leiva, 2012), de extraversión, afabilidad y estabilidad emocional. A su vez, la cuarta dimensión se manifiesta como una mezcla de los big five expresados en la rectitud y en el reconocimiento de los factores de la experiencia. Además de los elementos estructurales de la personalidad se debe considerar cómo los rasgos de personalidad son interpretados por las diferentes especies.

Podberscek y Gosling ( 2001), sugieren que a través de ciertos mecanismos es posible entender la asociación entre la personalidad del humano y los rasgos de comportamiento de su compañero. Podberscek y Serpell (1997), revelan que los humanos que son “tensos” y emocionalmente menos estables, son más sensibles a las expresiones de comportamiento agresivo de su perro. Una segunda aproximación, sugerida por los investigadores, se refiere a que las diferencias entre en los rasgos de personalidad de los humanos, pueden ser considerados un efecto del comportamiento canino más que la causa y last but not least, la tradición demuestra que a mayor ansiedad, inestabilidad, neurosis en los humanos produce que los perros se tornen agresivos o de mal comportamiento, lo que nos lleva nuevamente a la afirmación de Woodhouse (1982), acerca de los malos dueños y no los malos perros.

En la relación interespecífica el trabajo debe estar orientado a buscar patrones de interpretación comunes. Despret (2004), introduce el concepto antropo – zoo – genesis, en la que ambas partes proponen una forma de actuar juntos, lo cual en sus letras, provee nuevas identidades. En este proceso, el elemento básico es la confianza, identificándola como uno de los muchos nombres para el amor y en este proceso el humano nunca debe ser indiferente a la confianza que inspira. En esta relación cada actor genera ciertas expectativas, cuyo propósito no es obedecerlas como si fuera un mero esclavo. Ambos patrones son activos, donde existe una transformación, inspirada en la disposición del otro. En el caso de los perros, en una relación que alcanza un enorme sentido, ellos, al igual que los humanos, son dominados por la sociabilidad y es su leitmotiv sin duda. Tiene algunas ventajas, como poseer un set de emociones que lo ponen en una situación cercana al humano.

O’Farrell (1995), concluye que parte importante del comportamiento de los perros, está cercanamente relacionado con los humanos cercanos, de manera que por ejemplo, un perro agresivo, comparte con un humano neurótico, que induce a los estados conflictivos a su compañero. Los perros suelen reaccionar de diversas formas a los síndromes neuróticos ansiosos de los humanos, transformándolos frecuentemente en respuestas agresivas. En nuestra experiencia ésta área de investigación, concluye que la relación usualmente se ve alterada por los estados emocionales o síndromes de los partner humanos. En este sentido, se puede construir una variedad de casos de estudio, relativamente fáciles de diagnosticar aunque más difíciles de solucionar. Lo

Según el creador de la neurociencia afectiva (Panksepp, 1998, 2005ª, 2005c; Quezada y Leiva, 2012), comparten al 12

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común es que el humano no reconozca sus problemas y en tal caso las aproximaciones a una solución se complican, básicamente porque el afectado no logra salir de su estado, en tanto no sea recuperado en primer lugar su compañero humano.

extraordinaria incapacidad de interactuar con otros seres, actuando como es de esperar, sin reglas de comportamiento. Miles de casos que son víctimas de los humanos. Antropomorfismo

Algunos ejemplos que se compadecen de éste planteamiento: i) un perro poodle, cuya compañera no consigue relacionarse con los humanos y los no humanos; la persona manifiesta una alta carencia de sociabilidad, lo que entre otras manifestaciones, se siente permanentemente inhibida de tomar decisiones, aún del menor tipo. Frente a éste escenario, el perro se atribuye un rol central en la toma de decisiones, sin embargo por su carencia de educación y de sociabilidad, no posee las herramientas para resolver las situaciones que debe enfrentar la humana. El resultado es que el poodle en comento, desarrolla una neurosis, cuya principal característica es la autoagresividad, que se presenta en la forma de morderse, destruyendo partes de su cuerpo y además, por su situación desarrolla en poco tiempo, alteraciones como psoriasis. En éste caso, quién debe ser el centro de la terapia es la compañera y junto con ello, el trabajo en reducir la inseguridad en el perro y educarlo en la toma de decisiones a pesar de ella a objeto que logre superar su permanente stress. ii) un animal humano que posee una severa depresión crónica que disminuye sus capacidades de interactuar en forma regular con otros seres. De actitudes agresivas sin tener mayor provocación y como consecuencia de ello una permanente introversión. Su compañero, manifiesta una creciente neurosis, cuyas características principales son un constante estado de alteración al punto de desarrollar síndromes compulsivos, pérdida de pelo y emergencia de manifestaciones como psoriasis, disminución de peso y comportamiento mixto, en la forma de agresividad – temor, entre algunas manifestaciones. iii) un perro de raza Golden Retriever, caracterizada por desarrollar un alto sentido de la sociabilidad, especialmente con humanos. Su familia humana, le niega absolutamente el proceso de sociabilidad no solo con otros perros, sino además con humanos. Su vida transcurre en un patio pequeño, que el verano puede superar los 40ºC, especialmente en las tardes. Dada esa condición, comienza a desarrollar un hipersindrome, lo que genera comportamiento kinético y obviamente ansioso. Frente a ese escenario, la familia decide abandonarlo definitivamente en el patio, la comida se le arroja desde una ventana y el agua se le provee con una manguera detrás de un muro de más de 2.00 metros de altura. El total aislamiento a que es sometido, la ausencia de contacto social, la privación de libertad, transforman a un ejemplar 100% social, en un ser huraño, con rasgos de agresividad, hiperkinesis, violencia incontrolada y una

El aporte de la neurociencia y su aplicación al análisis del comportamiento, presenta nuevos elementos que hacen indispensable la discusión acerca del alcance conceptual del antropomorfismo y a su vez abre un campo de investigación, acerca de si la definición clásica es actualmente aplicable. La primera cuestión dice relación con la negativa percepción, particularmente en la relación interespecífica, lo que sugiere que tanto su definición como aplicación, requieran de un proceso de discusión. Históricamente, se menciona que conceptualmente habría un período anterior y posterior a Darwin (Wynne, 2007). En el primer período, en palabras del autor en comento, los no humanos eran brutos y los humanos especiales por el efecto de haber sido generados en un acto especial de la creación. Mientras los primeros estaban constituidos por instinto y hábito, los segundos habían sido bendecidos con la racionalidad y el lenguaje, dos características que, ponían a los humanos cerca de los ángeles y nos situaban a una distancia considerable del resto de las especies. La filosofía y particularmente las religiones han profesado la idea que los no humanos deben ser entendidos como seres que deben estar al servicio y ser parte de la dieta alimenticia a la especie superior. Uno de tantos méritos de Darwin (1889), fue tempranamente exponer acerca de nuestras grandes similitudes. En sus palabras “ no existen diferencias fundamentales entre el humano y los mamíferos superiores en sus facultades mentales”. Posición que implicaba afirmar que los no humanos son poseedores de sentimientos como el placer y el dolor, la alegría y la miseria, comprobados hoy, científicamente. Naturalmente en un mundo dominado por la arrogancia humana y las religiones, la proposición de Darwin, tuvo como consecuencia una oposición de diversos grupos religiosos e intelectuales, que incluso persisten en la actualidad. En el hecho hoy en día, aún persiste en los USA la discusión acerca de la conveniencia de permitir la enseñanza de la teoría de la evolución de Darwin y hoy se enfrenta abiertamente a la recientemente creada teoría del diseño inteligente, cuyo origen se encuentra en 13

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el fundamentalismo religioso antievolucionista. Para todos es conocido el histórico “juicio del mono” de los años 20, donde un profesor de escuela fue condenado por enseñar a Darwin.

antropomorfismo, cuyas historias están principalmente dirigidas a un público infantil, más proclive a ser antropomorfizado (Epley, Waytz y Cacioppo, 2007) y desde esta perspectiva se acrecentaría una predisposición natural de los niños a interactuar con no humanos atribuyéndoles propiedades humanas, estados mentales reales o imaginarios.

En esta dirección, nuevamente el behaviorismo, caracterizado por su destino manifiesto de negar a la inteligencia un lugar entre los seres vivos, la sola aproximación a otorgar niveles de conscious a los no humanos, les pareció digna de toda oposición. Watson (1930), incluso llegó a llamarla una hipótesis absurda.

Los dibujos animados o incluso las películas donde los no humanos son mostrados vocalizando, teniendo extensas meditaciones, utilizando variables que expresan representaciones emocionales humanas, como la ambición, el odio, la venganza, la obsesión por el dinero, la especulación financiera, se encuentran más allá de lo razonable como interpretación. Los no humanos no pueden ser visualizados de esa forma.

A pesar del behaviorismo del siglo XX, la naciente etología cognitiva, particularmente la escuela de Griffin (2001) que él llamó cognitiva, fue introduciendo a partir de observaciones empíricas nuevos elementos a la discusión, especialmente los relacionados con la aceptación que los no humanos tienen experiencias mentales que producen importantes efectos en el comportamiento. Posteriormente, a través de la neurociencia afectiva y las pruebas a través de la resonancia magnética funcional (fmri), se ha terminado por comprobar empíricamente la existencia de emociones en no humanos (Panksepp, 1998, 2001a, 2003a, 2003b, 2005ª, 2005b, 2005c, 2006, 2001b, Quezada y Leiva, 2012).

A mayor abundamiento, estos personajes frecuentemente son mostrados vistiendo ropajes humanos, conduciendo vehículos o siendo propietarios de extensas propiedades, reproduciendo sin ambages las formas de vida humanas y a veces expresiones propias de ciertos sistemas políticos y sociales, como ocurre con ciertos personajes de los dibujos animados como el Pato Donald. Estas eventuales caricaturas, no pueden ser vistas como eso, de manera que muchas de esas representaciones suelen traspasar la etapa del infante humano, por lo que se corre el riesgo que sea el cachorro la víctima de acciones antropomorfizantes. Por lo que suele ver a posteriori, actúa la negación o la incapacidad de separar el mundo real del irreal, situación que se torna aún más compleja cuando se abandona el estado de niñez y no se logra establecer la diferencia entre ambos entornos, afectando la conducta de sus compañeros no humanos y generando síndromes a veces de difícil solución. Jagoe y Serpell (1996), sugieren que la evidencia concatena los problemas de comportamiento en perros con aspectos correlacionados con el de los humanos, como es el caso de quienes promueven los juegos competitivos en sus compañeros y que podrían potenciar, entre otros, situaciones de dominancia.

Los mamíferos y otras especies, a pesar del behaviorismo poseen la inteligencia que les permite solucionar situaciones, manifestar sentimientos y ser poseedores de un sistema cognitivo y empático extraordinariamente poderoso. Al revisar las definiciones clásicas de antropomorfismo, existe concordancia en que la expresión más significativa y, en un sentido general, es la de atribuir características humanas a no humanos (Horowitz y Bekoff, 2007); Epley, Waytz y Cacioppo, 2007; Fisher, 1993), incluyendo motivaciones, intenciones y emociones (Epley et al., 2008). Igualmente puede atribuir elementos envueltos en la percepción de la mente, como conscious, experiencia, metacognición, intenciones y experiencias (Epley, Waytz y Cacioppo, 2007).

Los autores en comento concuerdan que los problemas de comportamientos en perros tienen como base en primer lugar a sus partner humanos, presentando como causas, la poca experiencia en el manejo y comunicación eficiente con los perros y las inapropiadas respuestas a los patrones de comportamiento y a sus señales, las cuales ayudan a potenciar sindromes.

Estudiosos de un amplio rango de disciplinas han notado extensamente una asignación a los agentes no humanos como humanlike. El debate podría eventualmente centrarse acerca si el antropomorfismo representa una visión precisa o falaz, donde las descripciones antropomórficas tienen un lugar en el discurso científico. Una primera parte de la discusión, cuestión como caso de análisis, podría detenerse en los límites externos del concepto. Por ejemplo, se suele considerar a Walt Disney y a otros, como una de las mayores expresiones del

Existe abundante investigación (Campbell, 1975, 1986; Clark y Boyer, 1993 Jagoe y Serpell, (1996), Mugdorf 14

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(2007), Miklósi (2007), que señala resultados indicando reducida prevalencia de problemas de comportamiento en perros que han recibido un proceso formal de educación.

Los investigadores señalados ut supra, sugieren que como todo fenómeno el antropomorfismo tiene determinaciones múltiples, envolviendo variables cognitivas y motivacionales. La primera determinante es la elicitación del conocimiento del agente humano, que crea las bases para la inducción primaria, debido a que el conocimiento es adquirido temprano y es importante al tiempo del juicio. La comprensión de cómo el conocimiento acerca de los humanos y no humanos es adquirido, elicitado, corregido y aplicado a un objetivo, se constituye en la cuestión central del antropomorfismo.

Otra causa subyacente en la emergencia de cambios de comportamiento, se encuentra en la inexperiencia para seleccionar al compañero.. Un inexperimentado humano no va a contar con las suficientes herramientas para desarrollar la selección, de acuerdo a los patrones que sean acorde con su carácter, forma de vida, necesidades y expectativas, frente a las diferentes opciones que se le presentan en el proceso de búsqueda.

Naturalmente aquí, la siguiente etapa de la discusión podría sostener que en realidad es una forma de actuar desconocida para los humanos antes y que abiertamente manifiesta una relación con las conductas humanas y por tanto no correspondería sugerir antropomorfismo, sino más bien similitud, de ésta forma la aproximación a una expresión contemporánea podría ser expresada como un proceso de inferencia inductiva acerca de agentes no humanos, a través de operaciones cognitivas básicas, en las que se incluye la adquisición del conocimiento y su aplicación a objetivos propuestos (Epley, Waytz y Cacioppo, 2007).

Los mecanismos cognitivos trabajan en concierto con dos nuevos mecanismos motivacionales, la conducta que da a lugar la creación de resultados eficaces y la sociabilidad, la primera describe la necesidad de interactuar efectivamente con su entorno, es decir la motivación para interactuar con agentes no humanos y opera en el sentido de mejorar la propia habilidad de explicar los complejos estímulos en el presente y de predecir el comportamiento de esos estímulos en el futuro. En este sentido, atribuir características humanas y motivaciones a agentes no humanos incrementa la habilidad que tengan sentido las acciones de esos agentes, reduciendo la incerteza asociada e incrementando las predicciones. El antropomorfismo provee una rica fuente de hipótesis cuantificables. La sociabilidad, en contraste, describe la necesidad y el deseo de establecer conexiones sociales con otros humanos. El antropomorfismo aumenta la satisfacción de ésta necesidad promoviendo una conexión humanlike con agentes no humanos, en la ausencia de conexión social con otros humanos. En otras palabras, la gente crea agentes humanos a través del antropomorfismo a objeto de satisfacer su motivación por una conexión social. Esto predice que el antropomorfismo se incrementa cuando las personas sienten una pérdida de conexión social con otros humanos y decrece cuando la gente siente un fuerte sentido de conexión social. Estos agentes trabajan en concierto a incrementar o decrecer la extensión por la cual la persona antropomorfiza a un agente no humano.

La extensión por la cual los humanos antropomorfizan podría ser determinado por tres de los principales componentes del proceso inductivo : i) la probabilidad de activación, crónica o situacional, en el proceso en el cual los humanos realizan inferencias acerca de agentes no humanos; ii) la corrección o el ajuste de las representaciones antropomórficas y iii) la probabilidad de aplicar las representaciones modificadas a agentes no humanos.

En consecuencia, altos niveles de motivación social incrementan el acceso de representaciones antropomórficas de agentes no humanos como resultado de un intento de identificar una fuente potencial de conexión social, incrementando la tendencia de aplicar representaciones antropomórficas a agentes no humanos. A su vez altos niveles de effectance podría ejercer una influencia en la activación, corrección y aplicación de representaciones antropomórficas.

El otro extremo del marco conceptual podría orientarse a la negación de su existencia, algo que se sugiere no adelantar. La investigación de los últimos años en cognición, empatía y neurociencia afectiva, han demostrado sin lugar a dudas, ciertos comportamientos que, conceptualmente podrían ser considerados antropomórficos, especialmente en mamíferos, demostrando actitudes, tendencias y comportamientos que dicen relación, a veces bastante cercana, con conductas y percepciones humanas, lo cual al menos pone en discusión aquello de atribuir características humanas; la investigación demuestra que algunas características en comento son patrimonio de gran cantidad de especies. No hay duda que una variedad de especies manifiestan en su comportamiento diario, actitudes antropomórficas.

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Como un fenómeno complejo, el antropomorfismo se presenta como un proceso determinado en forma múltiple, envolviendo variables cognitivas y motivacionales. La primera determinante del antropomorfismo corresponde a la elicitación del agente, trabajando con dos mecanismos adicionales, effectance y sociabilidad. La primera describe la necesidad de interactuar efectivamente con su entorno, o aplicado al antropomorfismo, envuelve la motivación a interactuar con agentes no humanos (Epley, Waytz y Cacioppo, 2007). De esta forma, atribuir características humanas o motivaciones a agentes no humanos incrementa la habilidad que tengan sentido las acciones de los agentes, aumentando las confidencias en las predicciones de ese agente.

En una primera aproximación, una variedad de expresiones de los perros suelen resultar molestas a los humanos, siguiendo a Scott y Fuller (1965), lo más básico a considerar es aquello que una diferencia basal es que los humanos somos animales bípedos y con una cola frustrada, a su vez los perros son cuadrúpedos a veces con larga cola y con patas en lugar de manos y pies, de manera que por ejemplo cuando un perro quiere saludar afectuosamente a un humano, lo que hace es extender sus patas, a veces saltar y mover la cola, éste comportamiento amistoso, no puede ser visto de la misma forma en un niño, que eventualmente se convierte en víctima física de tanto alarde, quizás un ejemplo lo suficientemente básico para expresar que un humano podrá percibir un amplio rango de manifestaciones como molestas o incluso inaceptables.

En definitiva, las tres grandes variables definidas por Epley, Waytz y Cacioppo (2007), sociabilidad, effectance y agente elicitador, permiten determinar el incremento o decrecimiento de la extensión por la cual el humano antropomorfiza a un agente no humano. Altos niveles de sociabilidad incrementan la accesibilidad de representación de agentes no humanos, como resultado de un intento por una fuente potencial de conexión social. Altos niveles de effectance, pueden crear la influencia de activación, corrección y aplicación de representaciones antropomórficas.

Varias de las formas de expresión de un cachorro son más un asunto de educación (obviamente de falta de ella), más que un problema de comportamiento. El cachorro que permanece encerrado parte importante del día, cuando es liberado manifestará su alegría por ese breve tiempo de libertad, corriendo y saltando, con lo cual probablemente rompa una planta o destruya algo del cuidado pasto de la casa. Ese no es un problema, es una falta de criterio de los humanos, en primer lugar porqué lo privan de su libertad, estimando que la única forma de mantener la casa prístina es teniendo al perro encerrado y en segundo lugar por la negativa a darle una educación apropiada con lo cual no tendrían el “problema” en comento.

El comportamiento y la emergencia de disfuncionalidades Sin duda nuestros compañeros, en el largo paso de feral a domésticos – urbanos, han experimentado importantes cambios como consecuencia de la relación interespecífica, especialmente como efecto de un largo proceso de domesticación dual. Es en consecuencia interesante descubrir las disfuncionalidades emergentes o aquellas que manifiestan cambios en la estructura habitual del comportamiento en los perros.

Aquello del “perro o yo”, el jardín o yo”, son expresiones que de haber un proceso formativo, no tendrían ninguna trascendencia. Beaver (2009), indica que una cifra cercana al 30% de los casos por los cuales los humanos expresan “deshacerse “ del perro, es debido a éstas situaciones que no pueden ser permitidas, ni controladas por ellos. Una de las causas que menciona Lindsay (2001), llevan anualmente a la muerte inducida a más de 2.000.000 de perros en los USA. Si se realizara la indispensable educación de nuestros compañeros, no existirían “razones” para terminar tempranamente con sus vidas. Nuestro compromiso ético con ellos incluye sin duda su educación y encontrar en los humanos la forma de desarrollar la afectividad hacia ellos. No hay duda que nuestro género está manifestando crecientes índices de falta de afectividad cuya cuenta inevitablemente la terminan pagando los perros.

Diversos investigadores coinciden en que un problema de comportamiento es una tendencia o un patrón que se desvía lo suficiente de las expectativas del animal humano o de las normas de la sociedad y como la consecuencia del resultado de sus esfuerzos para cambiar ese comportamiento en una forma aceptable (Lindsay, 2001 , Beaver, 2009, Miklósi, 2007b, Mugdorf, 2007 ). En este sentido, la apreciación general es que el comportamiento que calza con nuestras normas y expectativas es considerado normal y aceptable, mientras que el que se desvía de ellas, produce costos excesivos para la sociedad y los humanos lo consideran inaceptable o anormal (Lindsay, 2001 ).

Los humanos, sin duda, tenemos una fuerte influencia en la formación del comportamiento y en consecuencia ésta 16

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se convierte frecuentemente en el origen de sus disfuncionalidades.

Típicamente son quienes andan en busca de quién se haga cargo de su perro, debido a que no pueden con la responsabilidad de tenerlos y last but not least ) establecen la clasificación de v) propietarios entusiastas, que además de proveerle más allá de los cuidados que necesita, no exhiben quejas acerca de sus compañeros y por el contrario aprecian el compañerismo y la amistad que reciben. Este 17%, comparte sus actividades, viajan con ellos y buscan actividades en las cuales participar en conjunto. Con una orientación adecuada pueden obtener grandes satisfacciones de ésta relación y frecuentemente sus compañeros son los que se destacan por su desarrollo, habilidades y actitudes empáticas.

Un estudio realizado por el Pet Food Institute (Beaver, 2009), resolvió que los propietarios de perros pueden clasificarse en cinco categorías, que denominó : i) compañeros, a la que pertenecerían el 27%.. Esta categoría se caracteriza por entender a sus perros como fuentes de amistad, compañerismo y afecto. Los afortunados perros que tienen la suerte de tener a estos compañeros humanos son por lejos los que manifiestan menos problemas, debido a que son cuidados, queridos y educados; ii) propietarios angustiados, que corresponden a aquellos que básicamente manifiestan temor que su perro sea potencialmente dañino y pierda el control sobre el. Generalmente describen a su perro como estúpido, bruto o dañado y a menudo sienten vergüenza de el. A esta categoría corresponde el 24%. Los humanos en comento a menudo presentan una personalidad elusiva, con dificultad para tomar decisiones competentes y es frecuente que sus perros adquieran conductas relacionadas con esa actitud, que se manifiesta en neurosis, estados depresivos y permanente inseguridad entre otras características; iii) éste tercer grupo lo denominan “value object owner”, donde el perro es considerado una extensión de si y se le otorga semejante calidad de cuidado que sus otras “posesiones”. Se caracterizan por otorgar a sus “bienes” una gran personificación de imagen en la que a menudo se manifiesta como un símbolo de la actitud aristocrática del propietario. Según este estudio a éste grupo se adscribe el 19% de la muestra y es probablemente el más fácil de distinguir. Buscan poner razas de moda, manifiestan una propensión a la antropomorfización en sentido negativo y normalmente el ejemplar pasa a convertirse en un elemento decorativo a su personalidad; iv) los propietarios insatisfechos. La visión general de la gente que pertenece a ésta categoría, es que el perro conlleva muchos más problemas que satisfacciones y como consecuencia todo lo que su perro hace resulta una molestia, normalmente no se interesan en otorgarles una buena alimentación ni cuidados de salud y naturalmente su desarrollo cognitivo y su consecuente educación son ignoradas. Las personas correspondientes a este perfil a menudo han recibido el perro de regalo, ha sido una compra espontánea o la consabida adquisición para los niños, los que como se ha indicado no tienen la capacidad para sostener a un perro. Estos rasgos de personalidad manifiestos caracteriza a personas que en general no consiguen terminar lo que comienzan, de manera que el perro, que en un comienzo les causó entusiasmo, rápidamente es ignorado y abandonado a su suerte.

Wedl, et. Al (2010), sugiere un no despreciable porcentaje de humanos considera a su perro un “social supporter” y un cercano compañero, ésta relación es particularmente interesante de analizar en el caso de los perros de trabajo. Existe abundante estadística en el mundo desarrollado que permite afirmar que al menos parte importante de los problemas de comportamiento de los perros, tienen principalmente su origen en la relación interespecífica y a pesar que ellos son parte importante de nuestra sociedad al menos en USA, el 38% de los humanos mantiene a sus compañeros por largos períodos de tiempo (Beaver, 2009), cifra que sería de suyo interesante contrastarla con el índice de divorcios y separaciones y de éste modo establecer una correlación acerca de la propensión humana hacia la creación de vínculos efectivos. Conclusión Sin duda al historia de los cánidos ha estado unida al ascenso del humano en la historia, desde hace más de 100.000 años los animales humanos le han provisto varios nichos producto de una relación simbiótica que gradualmente fue caracterizando la relación interespecífica. La única especie que se ha asociado a otra de la manera que hoy conocemos y participamos es el Canis familiaris. Este proceso, sin duda ha generado un número indeterminado de situaciones, producto de esta convivencia. El humano ha transmitido a sus compañeros sus formas de vida, nuestros ancestros en las altitudes de Etiopía, migraron por todo el planeta a través de diversos entornos, se adaptaron y colonizaron nuevos espacios, siempre acompañados de los perros. Sin duda el perro

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un humano a su interés, buscando en él expresiones que no logrará encontrar y en consecuencia recreando respuestas que no son esperadas.

moderno es en parte un reflejo de esta incesante actividad humana. Gran parte del comportamiento que los perros han desarrollado es producto de la relación interespecífica, mucho más que la de intraespecífica. Ellos se sienten mucho más cómodos con los humanos que con los miembros de su especie y a pesar de este largo proceso de adaptación y convivencia, los humanos han intentado, voluntariamente o no, crear una especie que responda más a sus intereses que a los de sus compañeros.

Gran parte de los “problemas de comportamiento” tienen origen en estímulos equivocados que naturalmente producen respuestas no esperadas las que se “desvían” lo suficiente del “marco de tolerancia” que tienen los humanos. En esta perspectiva, la idea de una terapia de “modificación de conducta” resulta en una aberración orientada a satisfacer las necesidades humanas. Este concepto no debiera ser utilizado en forma alguna, dado lo antropocéntrico de su caracterización, pasando a ser parte de la gran galería de términos y actitudes que caracterizan al especismo.

Los perros, han hecho sin duda la mayor parte del esfuerzo, mostrando una notable voluntad a ser agradables a los humanos, pero al mismo tiempo son sensibles a los comportamientos humanos, generando en ellos muchas veces actitudes duales que se convierten en lo que eufemísticamente se denomina, problemas de comportamiento.

En consecuencia los “problemas de comportamiento” recaen en el perro, sin embargo con un adecuado proceso de educación especialmente a los humanos, todos o casi todas estas manifestaciones pueden ser evitadas.

Existe una variedad de razones por las que un perro, no siempre, actúa de acuerdo a los patrones humanos, comenzando por el simple hecho que, a pesar del largo aislamiento genético al cual han sido sometidos conservan en gran parte sus características ancestrales, muchas veces expresadas a través de algunas expresiones que se encuentran a la vista pero frecuentemente ignoradas, los comportamientos atávicos, manifestados en las formas ancestrales que todos los perros urbanos orgullosamente conservan.

El propósito de este trabajo es, además del diagnóstico, presentar la forma en que se origina el comportamiento en nuestros compañeros como producto de la relación interespecífica y entregar respuestas a los humanos que permitan una convivencia sana, basada en el respeto mutuo, el reconocimiento de los derechos de nuestros compañeros y a nuestra obligación de proveerles una vida de satisfacción, algo que sin duda se merecen.

Probablemente sin ellas ya no podrían pertenecer al género que los caracteriza y serían un remedo de las actitudes humanas.

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Muchos investigadores concuerdan con que los principales problemas de comportamiento parten de ignorar el precepto que somos especies diferentes, asociadas por una relación simbiótica. De manera que sin duda parte importante de los síndromes de comportamiento no aprobados por los humanos se deben a esta relación que deben sostener los perros y su capacidad de entender a los humanos, ya que los humanos usualmente no están abiertos a entender a los perros.

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En esta relación en la que se manifiesta un actor activo y uno pasivo, la emergencia de los “problemas” se manifiesta normalmente en el segundo. En este sentido se ha analizado uno de los más comunes como es el antropomorfismo como expresión de un proceso en que el humano traspasa las barreras de la relación interespecífica, intentando convertir a su compañero en

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