Reivindicación del quehacer literario femenino en dos poemas virreinales

June 13, 2017 | Autor: Mónica Covarrubias | Categoría: Literatura Hispanoamericana, Poesía Peruana, Literatura Escrita Por Mujeres
Share Embed


Descripción

Mónica Covarrubias Velázquez
Profra. Rosa María Burrola
Literatura hispanoamericana III
02 de diciembre de 2013
Apuntes sobre la estética de "El matadero" de Esteban Echeverría
Uno de los temas que más ocuparon a los escritores hispanoamericanos del siglo XIX fue la dicotomía civilización-barbarie. Los constantes movimientos sociales a lo largo del continente que iniciaba junto con el siglo un período de emancipación del dominio europeo, trajeron como consecuencia un largo proceso de inestabilidad en los planos político, social y económico. En el ámbito cultural y literario, los cambios se vieron reflejados en la búsqueda de una expresión propia americana con claras intenciones de independizarse de los moldes y tendencias europeas, particularmente de los españoles. Sin embargo, es claro que las obras surgidas en esta etapa mantienen la herencia cultural de los países colonizadores que les dieron (o impusieron) una lengua, religión y demás elementos que conformaron la identidad de aquéllos hasta antes de su independencia. De manera que esta literatura no es, a pesar de sus intenciones, una expresión puramente americana, sino que deriva de la que le fue legada por el viejo continente conservando aún sus moldes, a los que va poco a poco modificando y adaptando a la realidad de América.
En los primeros intentos de esta búsqueda identitaria, poetas como José María Heredia y Andrés Bello plasmaron en su obra imágenes que reflejaban el paisaje americano mediante abundantes descripciones de la naturaleza, muchas veces idealizada, que resaltaban el exotismo y la fertilidad de la tierra. Otros más, abordaron los asuntos históricos y políticos que aquejaban a las nuevas naciones, con la constante en todos ellos del debate entre la adopción de un régimen liberal o conservador como nueva forma de gobierno, con sus diferentes nombres en cada país.
Asímismo las formas de la literatura hispanoamericana experimentaron para encontrar su autonomía estética reelaborando y frecuentemente combinando los géneros ya conocidos y dominados. Para la historia de la literatura argentina, la obra de Esteban Echeverría representa una pieza importante en el proceso de formación de identidad nacional. Su poema La cautiva y "El matadero", considerado el primer cuento argentino, son los textos que despertaron más interés para la crítica literaria. Es mi propósito señalar en este último la aportación de Echeverría para las letras argentinas, no sólo como fundador de la narrativa de su nación, sino como renovador de las formas estéticas imperantes en su época. Echeverría escribe este cuento en 1839, aunque circuló de manera clandestina y no es publicado sino hasta 1871 en la Revista del Río de la Plata, después de la muerte de su autor. Este retraso en su publicación es importante si se considera que durante la primera mitad de ese siglo, la narrativa hispanoamericana tendía a las historias de héroes nacionales idealizados, las historias sentimentales, el lirismo en la descripción paisajística; "El matadero", en cambio, presenta rasgos que lo acercan más a la estética del Realismo y de lo grotesco que a la del Romanticismo, a pesar de que, para algunos críticos, Echeverría es el introductor de dicha corriente en América. José Miguel Oviedo afirma a propósito de la publicación póstuma del cuento que "de modo paradójico, este desfase destaca su excepcional carácter estético: es un documento del romanticismo, entonces ya declinante o en crisis que conserva, sin embargo, una vigencia inesperada porque se adelantaba a las propuestas del realismo y el naturalismo que dominarían en las décadas siguientes" (28).
Con la intención de demostrar su particularidad frente a la estética de mediados del siglo XIX en Hispanoamérica, presento en seguida un breve análisis de "El matadero", en el cual señalo algunos aspectos importantes de su estilo y estructura.
El cuento se construye a partir de una metáfora en la que se representa la dictadura de Rosas mediante una sangrienta escena del matadero de la Convalecencia, ubicado en las afueras de Buenos Aires. La escasez de carne y la cuaresma son los motivos que dan pie a la lucha entre los habitantes del matadero para conseguir carne, pues el gobierno se ha encargado de conseguir algunas reses para favorecer a niños y enfermos, excentos de la restricción cuaresmal. En esta disputa, el narrador ofrece una visión grotesca de los sucesos que narra. Me parece que los recursos principales para la configuración de la metáfora en el texto son la ironía, por un lado, y por otro, lo grotesco. La ironía es muy abundante y crea un tono mordaz que predomina en la primera parte del texto. Consideraré tres apartados en el cuento, que se distinguen según la técnica que emplean con más fuerza, pues la ironía, por ejemplo, aunque está presente en todo el texto, es más recargada en el primer apartado que señalo. Es pues, el primero, el que opera gracias al recurso de la ironía; el segundo, en el que se observa lo grotesco y que comienza con la muerte de los 50 novillos; y, por último, el apartado en el que la acción es lo que más destaca: las persecuciones y muertes del toro y del unitario, el cual no estudiaré en este trabajo, pues me parece que los rasgos que me interesan se encuentran más bien en los dos apartados anteriores.
Comienzo según el orden de los apartados presentando algunos ejemplos de la ironía que, como se verá, tienen en común la ostentación de respeto e ingenuidad ante la autoridad política y religiosa, y de desprecio por la facción de los unitarios, mediante la cual el narrador expresa precisamente lo contrario: una crítica hacia el gobierno rosista y a la vez, la defensa del partido opositor.
En el texto se encuentran numerosas referencias irónicas a la autoridad de la Iglesia y del Estado: "Y como la iglesia tiene ab initio y por delegación directa de Dios el imperio inmaterial sobre las conciencias y estómagos, que en manera alguna pertenecen al individuo, nada más justo y racional que vede lo malo" (Echeverría 92). El narrador hace burla en este pasaje de la autoridad eclesiástica, a la que califica irónicamente de racional, cuestionando su legitimidad y criticando sus ordenanzas en cuestiones tanto éticas como de la vida diaria (la alimentación). Inmediatamente después, se refiere a los adheridos al partido rosista como "buenos federales, y por lo mismo buenos católicos", evidenciando, también con tono irónico, la mancuerna formada por ambas instituciones para manejar el orden en la ciudad. La crítica a esta unión de poderes se hace más clara en las siguientes líneas:
Pero no es extraño, supuesto que el diablo con la carne suele meterse en el cuerpo y que la iglesia tiene el poder de conjurarlo; el caso es reducir al hombre a una máquina cuyo móvil principal no sea su voluntad sino la de la iglesia y el gobierno. Quizá llegue el día en que sea prohibido respirar aire libre, pasearse y hasta conversar con un amigo, sin permiso de autoridad competente. Así era, poco más o menos en los felices tiempos de nuestros beatos abuelos que por desgracia vino a turbar la revolución de Mayo. (Echeverría 96)
En esta crítica se logra la ironía por el recurso de anfibología, pues carne es entendido como el tejido animal que sirve de alimento, y así también, como la parte constituyente de los hombres opuesta al espíritu, es decir, donde tienen cabida las pasiones. Así, el narrador juega con el término para justificar la prohibición del alimento con la supuesta finalidad de evitar que el diablo entre en el cuerpo. A manera de remedio contra ese mal amenazador, declara lo que efectivamente hace el poder rosista: sustituir la voluntad del hombre por aquella de la iglesia y el gobierno. Luego, deja la ironía para criticar el sometimiento del pueblo mediante la hiperbolización de las prohibiciones que sobrevendrán al pueblo de Buenos Aires. Por último, el juicio sobre la Revolución de Mayo se entiende también como irónico, pues la evidente crítica del texto hacia la dictadura de Rosas anuncia la posición real, por debajo del discurso, del narrador: a favor del partido unitario o cuando menos, opuesto al federal.
Tras la providencia de los 50 novillos a petición del Restaurador, los carniceros ofrecen, como si se tratase de un sacrificio o tributo religioso, el primer novillo muerto: "Una comisión de carniceros marchó a ofrecérselo a nombre de los federales del matadero, manifestándole in voce su agradecimiento por la acertada providencia del gobierno, su adhesión ilimitada al Restaurador y su odio entrañable a los salvajes unitarios, enemigos de Dios y de los hombres" (Echeverría 98). En este fragmento, son los adjetivos los que producen hipérboles y dan el tono irónico: la acertada providencia, que el lector sabe que no es tal, pues la cantidad de novillos era mínima para abastecer al pueblo acostumbrado a grandes cantidades de carne al día; "adhesión ilimitada al Restaurador"; "salvajes unitarios, enemigos de Dios y de los hombres"(Echeverría 98). En el último caso, la aposición exagera el supuesto rechazo a dicho partido que, como se dijo antes, es probablemente al que se adhiere el narrador.
Los unitarios, por su parte, no son elogiados como el gobierno, "tan paternal como previsor" (Echeverría 95), ni como el Restaurador mismo, "tan buen observador de la leyes, tan buen católico y tan acérrimo protector de la religión" (Echeverría 98); por el contrario, aquéllos merecen la calificación de salvajes, impíos, libertinos e incrédulos, incluso son condenados por los predicadores del matadero:
¡Ay de vosotros, pecadores! ¡Ay de vosotros, unitarios impíos que os mofáis de la iglesia, de los santos, y no escucháis con veneración la palabra de los ungidos del Señor! ¡Ay de vosotros si no imploráis misericordia al pie de los altares! Llegará la hora tremenda del vano crujir de dientes y de las frenéticas imprecaciones. Vuestra impiedad, vuestras herejías, vuestras blasfemias, vuestros crímenes horrendos, han traído sobre nuestra tierra las plagas del Señor. La justicia del Dios de la Federación os declarará malditos. (Echeverría 93)
La reprensión hacia los unitarios parece caricaturesca, pues el narrador no ha presentado ninguna acción de aquéllos que la justifique. Sin embargo, contribuye a la construcción de la crítica mediante la ironía.
El segundo apartado que me interesa analizar es el que emplea la estética de lo grotesco. Este comienza con una descripción a distancia del matadero con las reses tendidas sobre la playa, las cuales serán cortadas por los carniceros. En este apartado el narrador ofrece la imagen del caos suscitado por la insuficiente providencia de carne, en la que se observa una animalización de los personajes que se disputan trozos de carne y vísceras, gritos, imprecaciones, sangre y lodo. Estas imágenes han dado lugar a diversas lecturas que se acercan al texto a partir de su configuración de un mundo de carnaval, asociado con la dicotomía civilización-barbarie, en la cual el autor, según la crítica, muestra el salvajismo bárbaro tanto del pueblo sometido como del régimen federal. Una de tales lecturas es la que propone María Rosa Lojo, quien analiza "El matadero" como una mezcla de registros o códigos, entre ellos el sexual:
Desde la negra que se mete «el sebo en las tetas», hasta las múltiples palabrotas designadas sólo con su inicial y/o final (la m..., los c..., c...o) todo el lenguaje de la chusma del Matadero se halla traspasado de alusiones directas a lo genital y lo excrementicio. El Matadero aparece así como un mundo al revés, un mundo carnavalesco (si se atiende a la caracterización hecha por Bajtín), un mundo grotesco (adjetivo que varias veces se repite en la narración) marcado por la deformidad, la caricatura, la exageración, la parodia.
Me parece importante el señalamiento de Loja más adelante acerca de la intención en este cuento de Echeverría, pues es un rasgo que lo aleja de los textos carnavalescos, en los que es elemental:
Este «carnaval» incluye juegos: arrojarse barro y vísceras, y «máscaras» peculiares (los rostros embadurnados de sangre). No hay, desde luego, en la conciencia del narrador una valoración positiva de lo grotesco y carnavalesco, como ocurría con estos fenómenos durante el Medioevo, donde el «mundo al revés» y su «ley inversa» que transfiere lo alto a lo bajo (seno fermentativo de la tierra, en el que se des-compone y se re-genera la vida), y lo sublime a lo grosero, tiene un efecto liberador y fecundante. (Loja)
De modo que me parece más adecuado señalar en el cuento analizado el estilo grotesco más que la configuración carnavalesca, de la que tiene, cuando mucho, algunas menciones de genitales en esta escena caótica, como apunta Loja. No veo, por otra parte, la presencia de máscaras, pues el embadurnado de sangre que señala la autora no tiene la función de disfrazar o invertir valores o roles en los personajes, sino que se trata de un salpicado, consecuencia del desorden de la gente al arrebatarse las partes del animal muerto.
Reproduzco a continuación algunos fragmentos que me parecen suficientes para mostrar la representación grotesca de la escena en el matadero por medio de imágenes y de comportamiento animalizado. Una vez iniciado el arrebato de tripas entre la gente, el narrador describe el desorden que surgía en los diferentes grupos en la playa:
Hacia otra parte, entre tanto, dos africanas llevaban arrastrando las entrañas de un animal; allá una mulata se alejaba con un ovillo de tripas y resbalando de repente sobre un charco de sangre, caía a plomo, cubriendo con su cuerpo la codicicada presa. Acullá se veían acurrucadas en hileras cuatrocientas negras destejiendo sobre las faldas el ovillo y arrancando uno a uno los sebitos que el avaro cuchillo del carnicero había dejado en la tripa como rezagados, al paso que otras vaciaban panzas y vejigas y las henchían de aire de sus pulmones para depositar en ellas, luego de secas, la achura. (Echeverría 102)
La escena grotesca se configura con imágenes de sangre, suciedad, vísceras animales, además del tumulto desordenado al que se alude y su lucha por conseguir cada quien un poco de la carne que no alcanza para todo el pueblo. Otro comportamiento de los personajes que los vuelve semejantes a animales, se encuentra en la escena que sigue:
Alguna tía vieja salía furiosa en persecución de un muchacho que le había embadurnado el rostro con sangre, y, acudiendo a sus gritos y puteadas, los compañeros del rapaz la rodeaban y azuzaban como los perros al toro y llovían sobre ella zoquetes de carne, bolas de estiércol, con groseras carcajadas y gritos frecuentes, hasta que el juez mandaba restablecer el orden y despejar el campo. (Echeverría 103)
Asímismo, las vociferaciones de la gente, que se describe como un tumulto, no caracterizada individualmente, refuerza la sensación de caos y de bestialidad. En esta escena es posible figurar la identificación del pueblo con la barbarie, que no se opone al régimen rosista, sino al unitario que muere en la escena final.
Hasta aquí he señalado dos recursos empleados por Echeverría para la construcción de esta narración que, además de crítica y mordaz, interesa a lectores y estudiosos de la literatura por la renovación en el estilo narrativo de su época. El lenguaje cargado de ironía y las imágenes, más realistas que románticas, inmersas en una atmósfera de caos y brutalidad, son algunos de los rasgos estéticos que destacan en esta obra y que, seguramente, una vez publicada, marcaron la pauta para otras posteriores que se interesaron en reflejar la realidad de su tiempo.







Obras citadas
Echeverría, Esteban. "El matadero". (copias de la maestra)pp. 90-114. Impreso
Oviedo, José Miguel. Historia de la literatura hispanoamericana. Vol. 2. Madrid: Alianza Editorial, 2001. Impreso
Loja, María Rosa. "El matadero: La sangre derramada y la estética de la «mezcla»". Alicante : Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2010. Web.







Covarrubias 7


Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.