Reinterpretando la precariedad laboral. A partir de una lectura crítica

May 26, 2017 | Autor: Agustín Arakaki | Categoría: Labor Economics, Urban Informality, Informality, Informalidad, Mercados de trabajo, Estudios Laborales
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Descripción

VIII Congreso Latinoamericano de Estudios del Trabajo. 3 al 5 agosto de 2016. Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Bs. As. “La recuperación de la centralidad del trabajo en América Latina. Actores, perspectivas y desafíos”

Eje nº 3: Precariedad laboral e informalidad. Viejas y Nuevas configuraciones Grupo de trabajo N° 7: Los futuros del trabajo y el concepto de precariedad laboral Coordinador@s: Roberto Veras, Octavio Maza (corresponsal), Julián Dasten, Jacob Carlos Lima Reinterpretando la precariedad laboral. A partir de una lectura crítica1,2 Autor/es y e-mail: Agustín Arakaki ([email protected]) y Juan M. Graña ([email protected])3 Pertenencia institucional: Becario doctoral e Investigador Asistente del CONICET en el Centro de Estudios sobre Población, Empleo y Desarrollo (CEPED), respectivamente. 1. INTRODUCCIÓN En la interpretación neoclásica más sencilla del funcionamiento del mercado de trabajo, tanto la cantidad de empleo como el salario se determinan por el equilibrio entre la oferta y la demanda, las cuales se obtienen como resultado de un ejercicio de maximización –de la utilidad en el caso de los trabajadores y de los beneficios para las empresas-. A pesar de su uso ampliamente difundido, este modelo encuentra serias dificultades para explicar la existencia de puestos con diferentes niveles de remuneración y beneficios laborales –como el registro en la seguridad social, la estabilidad, etc.- no asociados a las características de las personas. Frente a esta situación, a partir de la década de los setenta comienzan a surgir distintas teorías que buscan explicar el origen de puestos con características desfavorables en los términos definidos en el párrafo anterior. Recientemente, como consecuencia de la persistencia de determinadas problemáticas en el mercado laboral de los países en desarrollo en general, y en la región en particular, ha resurgido el interés por estas teorías4. A diferencia de lo que ocurrió décadas atrás, el énfasis reciente se encuentra en los aspectos empíricos de esta problemática. En este sentido, a partir de las distintas concepciones se elaboran hipótesis de trabajo y se busca evidencia que permita refutarlas o no. Por lo tanto, en lugar de buscar entablar un diálogo entre las distintas explicaciones, estos ejercicios suponen que son alternativas irreconciliables y que hay que descartar por completo aquellas que sean refutadas empíricamente. Sin embargo, nosotros creemos que todas ellas constituyen, en mayor o menor medida, interpretaciones parciales de un mismo fenómeno, lo cual deriva del hecho de no haberse desarrollado en un marco más general de comprensión del funcionamiento económico del capitalismo. 1

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El presente trabajo se realizó en el marco de los proyectos financiados por la Universidad de Buenos Aires, Programación Científica 2014-2017, UBACyT, 20020130100456BA: “Estructura productiva y mercado de trabajo. Análisis de sus vínculos en la experiencia argentina reciente y comparación con otras experiencias regionales” y Programación Científica 2016-2018, UBACyT, 20020150200133BA: “Acumulación de capital y condiciones de reproducción de la fuerza de trabajo: especificidades de la economía argentina desde mediados de los años setenta”, y por la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica, Programación 2012, AGENCIA, 1923: “Estructura productiva, mercado laboral, distribución del ingreso y marginalidad económica en el contexto de postreformas neoliberales. Un estudio comparado de estructuras macroeconómicas y procesos microsociales”. Versión preliminar, no citar. Becario doctoral e Investigador Asistente del CONICET, respectivamente. Esta conclusión se desprende de observar la proliferación de trabajos que abordan el estudio del mercado laboral desde esta perspectiva, entre los cuales podemos destacar: Waisgrais (2005), Pratap y Quintin (2005), Tornarolli y Conconi (2007), Alzúa (2009), Arias y Khamis (2008), Beccaria y Groisman (2008), Maurizio (2012), Paz (2013) y Bertranou et al. (2014).

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En este marco, en el presente trabajo nos proponemos, en cambio, abordar la cuestión teórica a partir de un desarrollo completo sobre el fenómeno. Este desafío no implica empezar “desde cero”, ya que serán rescatados aquellos aspectos identificados por las teorías disponibles que consideramos correctos pero sin perder el eje de nuestro propio desarrollo. Para ello, buscaremos dar lugar a una explicación que parta de reconocer las determinaciones más generales del modo de producción capitalista que operan en todos los países y sobre las cuales se montan las particularidades que adopta en los países de la región. A su vez, a partir de esta explicación nos interesa discutir el rol que los empleos con características desfavorables pueden jugar en el proceso de mejora de las condiciones de vida de las personas, como promotores o como traba para el mismo. El trabajo se encuentra organizado en dos grandes secciones. En la primera de ella realizaremos una presentación del estado del arte, para lo cual revisaremos no sólo la literatura explícitamente identificada con el fenómeno de la informalidad –esto es, la trilogía: De Soto (1987), Portes (Portes y Sassen-Koob, 1987; Castells y Portes, 1989; Portes y Schauffler, 1993) y PREALC (PREALC, 1978)-, sino también corrientes teóricas que analizan la diferenciación en términos de la calidad del empleo pero que suelen ser aludidos bajo otra “etiqueta” –puntualmente, la literatura de los mercados internos de trabajo (Doeringer y Piore, 1971) y segmentación del mercado laboral (Edwards, Gordon y Reich, 1973; Gordon, Edwards y Reich, 1981)-. A diferencia de lo que se suele hacer, no recapitularemos las distintas alternativas, sino que, luego de un proceso de indagación teórica, identificamos las preguntas que nosotros consideramos clave, las cuales no necesariamente son abordadas explícitamente por los distintos autores, y buscaremos responderlas a la luz de cada uno de estos planteos. En la segunda sección, presentaremos nuestro propio desarrollo teórico, el cual intentará contestar aquellos interrogantes centrales. En este caso, como se verá, retomaremos aspectos particulares de las distintas explicaciones presentadas en la primera sección, lo cual no implica construir un rompecabezas a partir de las mismas, sino reconocer que algunos fenómenos que ellas captan efectivamente operan en la realidad, lo cual es posible debido a que, desde nuestro punto de vista, estas distintas explicaciones se ubican en distintos “niveles”. 2. REVISIÓN DE LA LITERATURA El objetivo de esta sección es realizar una breve revisión de las distintas explicaciones asociadas al origen de puestos de calidad diferente en el mercado laboral. Para organizar este recorrido, identificamos dos preguntas clave que intentaremos responder desde las distintas perspectivas teóricas: 1) ¿por qué existen los puestos de menor calidad? Y 2) ¿la existencia de estas diferencias es el producto de la particularidad de algunos países –de su grado de desarrollo- o momentos históricos? Antes de comenzar el desarrollo, es importante realizar dos aclaraciones: 1) si bien, en muchos casos, los autores reconocen grados, por cuestiones pedagógicas suelen presentar dos universos claramente diferenciados; 2) los distintos autores suelen utilizar diferentes nombres para denominar a estos dos universos y diferir en el alcance de cada una de estas categorías. En esta sección respetaremos los planteos originales de los autores, pero al momento de presentar nuestro propio argumento adoptaremos una terminología homogénea. *** Uno de los planteos más frecuentemente retomados en la literatura sobre la calidad del empleo hace hincapié en la maximización de la utilidad de las personas y, en particular, de los trabajadores informales, para explicar el origen de estos puestos5. Uno de los exponentes de este pensamiento es Hernando De Soto. De acuerdo con este autor, el proceso de migración del campo a la ciudad es el resultado de un análisis del bienestar por parte de los campesinos, a partir del cual determinan que 5

Es importante aclarar que los autores que se enmarcan en este planteo analizan el comportamiento de los trabajadores por cuenta propia o de los patrones de pequeños establecimientos, pero el de los asalariados. Desde nuestro punto de vista esta aclaración no es menor. Sin embargo, la literatura ha aplicado ambas teorías para explicar lo que ocurre al interior del universo asalariado.

no sólo se encontrarán mejor en la ciudad, sino que también tendrán más posibilidades de progreso futuro. Esto produce un incremento de la oferta de trabajo en el ámbito urbano, que no es absorbido debido a la existencia de “malas” leyes –definidas como aquellas que entorpecen o, directamente, impiden el funcionamiento eficiente de la economía- que impiden que las personas de menores recursos realicen actividades amparadas por la legislación vigente y es por ello que deciden desobedecerla, lo cual es posible por las dificultades –o, directamente, la imposibilidad- del Estado de ejercer coerción suficiente6. De este planteo se deriva que el mayor tamaño del empleo informal en los países menos desarrollados sería el resultado de la abundancia de estas “malas” leyes. Sin embargo, dentro de esta misma línea, otros autores sostienen que no es necesario recurrir a imperfecciones del mercado –la existencia de “malas” leyes en el planteo anterior- para explicar el empleo informal. Maloney afirma que los empleos informales presentan características favorables y desfavorables respecto a los trabajos formales –como por ejemplo, mayor flexibilidad y la posibilidad de ser su propio jefe en el primer caso, y la falta de acceso a la seguridad social y una remuneración menor en el segundo-, tanto en el mundo desarrollado como en el mundo en desarrollo. Por lo tanto, como los trabajadores consideran todos los aspectos involucrados para decidir qué tipo de puesto ocupar, optarán por un puesto informal en la medida que la utilidad que este último les reporta sea mayor que aquella obtenida en uno formal. En este marco, el mayor tamaño del empleo informal en los países en desarrollo sería producto de una menor productividad laboral y, por ende, de una remuneración menor en el sector formal de la economía, lo que reduce el costo de oportunidad de ser informal. A su vez, en estos países, los trabajadores contarían con la posibilidad de elegir una combinación de beneficios que resulta óptimo, debido a las dificultades que presentan los Estados para garantizar el cumplimiento de las leyes, y de obtener los mismos beneficios de mejor calidad, debido a que la prestación suele resultar deficiente7. Todo esto lleva a que los trabajadores elijan libremente los puestos informales porque no estarían mejor en términos de bienestar si se emplearan en uno formal, sea porque no obtendrían una remuneración mayor o porque, a pesar de obtenerla, tendrían que asumir costos mayores que la compensarían. Por otra parte, existen diferentes planteos que remarcan que la diferenciación entre la calidad de los puestos de trabajo nace a partir de la estrategia de las empresas. Dentro de este conjunto se encuentran Doeringer y Piore, quienes afirman que las empresas crean “mercados internos”8 para asegurarse que los trabajadores no renuncien una vez capacitados9, pero también al interés de los trabajadores de asegurarse estabilidad en el empleo. Para ello, los mercados internos retiran –en diferente grado- del mercado laboral externo los puestos de trabajo, protegiendo a los trabajadores de cambios en la coyuntura económica, posibilitando mayores salarios y calidad. Sin embargo, estas condiciones positivas existen únicamente para los puestos del mercado interno, pero no así para los “puestos de ingreso” a tales mercados ni a los puestos desestructurados. Los primeros son aquellos 6

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El autor sostiene que incluso, en algunas situaciones, el Estado se ve obligado a reconocer estas actividades mediante la creación de regímenes de excepción. A pesar de este reconocimiento, estas personas nunca acceden a un status legal equivalente al de aquéllos que gozan de la protección y los beneficios de todo el sistema legal. Es por ello que estas actividades también son consideradas informales. El autor también menciona que la existencia de formas menos costosas de obtener los mismos beneficios –como, por ejemplo, las redes de contención informales- también genera incentivos para la informalización del trabajo. Sin embargo, aclara que no se trata de una característica propia de los países menos desarrollados. Estos mercados internos se constituyen alrededor de reglas administrativas controladas por la empresa –y, de alguna manera, consensuadas con las organizaciones obreras–, a diferencia de los mercados externos, que se asemejan al bosquejado en el mercado marginalista típico. Para los autores existen tres componentes fundamentales en la creación de tales mercados internos: 1) el grado de especificidad de las calificaciones necesarias en la empresa, 2) la magnitud del entrenamiento realizado en el trabajo, y 3) la tradición o costumbre. Dejando de lado al último, que surgiría en los propios términos de los autores en cualquier contexto social donde una regla se mantenga en el tiempo y por ende no es específico, estas condiciones refieren a procesos productivos relativamente complejos, que requieren tanto conocimiento más allá del obtenible en la educación formal como tiempo de entrenamiento en la fábrica que insume recursos y una cantidad mínima relativamente elevada de empleados para ser aplicable. Es más, como señalan los autores, ambas condiciones se relacionan entre sí, ya que mientras más específico sea el conocimiento necesario, dado por maquinaria o procesos de diseño propio, más se requiere de entrenamiento en el trabajo.

por donde se contrata en el mercado externo, a partir de los cuales se da el progreso basado en las reglas internas y el empleado recibe todos los beneficios ya discutidos. Así, los puestos de ingreso tienden a ser los menos calificados y peor pagos. En tanto el ingresante disfrutará luego de los beneficios de la estabilidad laboral y mejores salarios, se vuelca sobre esos puestos todo el ajuste de los costos del resto de la estructura. En consecuencias, estos puestos se convierten en la válvula de escape de las presiones del mercado interno (importante sobre todo en épocas de despido, donde las relaciones de jerarquía son relevantes) y son los más sensibles a las condiciones externas del mercado laboral. A su vez, esas malas condiciones de empleo características de los puestos de ingreso al mercado interno son la norma en el mercado desestructurado o secundario, debido a que, al no requerir habilidades o entrenamiento específico, esos trabajadores son fácilmente reemplazables. En relación a la segunda pregunta que intentamos responder desde cada enfoque teórico, está claro que en la medida que las empresas hayan tenido incentivos para crear mercados internos, habrá una diferenciación en términos de calidad del empleo. Sin embargo, desde este planteo teórico no es posible inferir si esta forma de organización es particular de algunos países, o de una etapa histórica. En este sentido, otros autores se han encargado de enmarcar este desarrollo en un contexto más amplio. Gordon, Edwards y Reich sostienen que el objetivo detrás de la estrategia de diferenciación de los puestos de trabajo en términos de calidad es dividir al movimiento obrero, para poder debilitarlo. Antes de esta etapa, lo que ocurre es un proceso de homogenización, que produce un incremento significativo de la sindicalización y la conflictividad laboral10. Frente a este escenario, ocurren dos procesos: uno consciente –en el sentido de que buscaban resolver problemas concretos de la mejor manera posible- y otro sistémico. El primero consiste en la modificación de la organización interna de las empresas, dando lugar a configuraciones, como los mercados internos de trabajo, que permiten diferenciar los puestos que operan con la lógica del mercado y aquellos que no lo hacen. A su vez, también incluye la aplicación de mecanismos que buscan explotar las diferencias –sexuales, étnicas y educativas- entre los trabajadores, para distinguir entre los trabajadores. El proceso sistémico está relacionado con los cambios ocurridos en la estructura productiva, que diferencia al sector primario –integrado por empresas monopólicas, con una demanda más estable, que aprovechan los rendimientos a escala y capital intensivas- y el sector secundario –integrado por empresas competitivas, con una demanda más variable, de menor tamaño y mano de obra intensivas-. Esta dicotomía en el mercado de bienes da lugar a dos segmentos laborales con características diferentes –en términos de medioambiente de trabajo, salarios, patrones de movilidad, etc.- y profundiza la segmentación. En relación a la pregunta respecto a la especificidad histórica o geográfica de este fenómeno, los autores sostienen que la segmentación del mercado de trabajo es una etapa histórica particular del capitalismo –más específicamente, del norteamericano-, que surgió en respuesta a las dificultades que enfrentaban las empresas en el período previo –el de la homogenización-. Por lo tanto, en la medida que los distintos países transiten esas etapas, todos podrían presentar esta diferenciación en términos de calidad. Finalmente, dentro de este enfoque también ubicamos a Portes y otros, quienes consideran que la informalidad es una forma de disminuir los costos –en particular, los laborales- con el objetivo de poder hacer frente a la competencia. La reducción de costos de las empresas formales se logra a través de dos caminos: 1) las actividades informales producen bienes en forma más económica, reduciendo el costo de reproducción de los trabajadores, y 2) la informalización directa o indirectamente por parte de las mismas empresas –por ejemplo a través de la contratación de empleo precario o la tercerización de actividades, respectivamente-. Sin embargo, estos mismos autores destacan que para quienes se ocupan en la informalidad, esta última cumple distintas funciones, las cuales dependen de su relación con las empresas del sector formal. Puede ser el camino para la supervivencia, pero también puede contribuir a mejorar la situación de las personas 10

En términos históricos, este proceso de homogenización se da como consecuencia de la producción en masa y mecanización de la producción, y tiene el efecto de ir sustituyendo los puestos de oficio calificados por puestos semicalificados en los que se realizan tareas más estandarizadas.

–en particular, cuando los trabajadores logran no sólo un cambio de sector, sino también de clase-, aunque reconocen que esto es posible a costa de los trabajadores que emplean estos empresarios informales. Respecto a la distribución a escala mundial, identifican a la informalidad como un proceso universal –es decir, que no es propio de los países desarrollados, sin subdesarrollados-. Sin embargo, la lógica del surgimiento en los países del Tercer Mundo no sería la misma que en los países desarrollados. Si bien el exceso de oferta de trabajo ha jugado un rol importante en ambos casos, los autores destacan también la vasta legislación copiada de los países más desarrollados en el primero11 y la presión ejercida por la competencia externa para reducir los costos en el segundo. Por último, existe otro planteo que se concentra mucho más en el aspecto que Gordon, Edwards, y Reich denominaron sistémico. Concretamente, el “Programa de Empleo para América Latina y el Caribe” (PREALC) sostiene que la diferenciación en términos de calidad del empleo es una consecuencia directa de la heterogeneidad de la estructura productiva. Esta característica del entramado productivo es el resultado de la forma en la que se originaron los sectores productivos urbanos. Las industrias que le dieron origen surgieron para abastecer mercados internos reducidos y altamente diversificados, y, en muchos casos, como filiales de capitales extranjeros. Producto de este desarrollo se conformaron algunos mercados con características oligopólicas y otros con características competitivas. La diferencia entre ambas situaciones viene dada por la escala del mercado. Así, será competitivo cuando este último no haya alcanzado una escala suficiente que permitiera la instalación de grandes empresas. Esta división juega un rol importante en las consecuencias sobre el mercado laboral. Las empresas más grandes, y que triunfan en los mercados en los que se instalan desplazando a las pequeñas, emplean “funciones de producción” que ahorran capital y también mano de obra, de allí su competitividad. En este marco, el incremento registrado en la oferta de fuerza de trabajo no puede ser absorbido por el sector formal12, en virtud de que al utilizar tales procesos de producción más intensivos absorben una porción muy menor de la fuerza de trabajo. Las restricciones de acceso a estos mercados vienen dadas por requerimientos tecnológicos o por la estructura misma de estos mercados. Por lo tanto, este excedente de mano de obra se refugia en el segmento residual de los mercados oligopólicos o en aquellos que resultan altamente competitivos. De esta forma, el sector informal se caracteriza por actividades poco capitalizadas y estructuradas en base a unidades productivas pequeñas, de bajo nivel tecnológico y organización formal escasa o nula. Son estas diferencias productivas las que permiten al sector formal generar puestos con mayores salarios y mejores condiciones de empleo. Desde este punto de vista, las diferencias en los puestos surgirán en la medida en la que haya sectores que operen con lógicas diferentes. Sin embargo, de acuerdo con este planteo, esta configuración sería característica de los países en vías de desarrollo, en particular de los países de América Latina. *** En la revisión realizada previamente podemos ver que existen explicaciones muy diversas, que se concentran en diferentes aspectos, utilizan distintas categorías, llegan a conclusiones diferentes y que, por lo tanto, de ellas se desprenden recomendaciones de políticas también distintas –y en algunos casos, hasta opuestas-. A continuación presentaremos un desarrollo propio, rescatando aspectos de estas explicaciones, lo cual es posible (sin que intentar construir un rompecabezas contradictorio) en tanto entendemos que los fenómenos que observan operan en distintos niveles.

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A diferencia de De Soto, estos autores sostienen que aunque una desregulación puede contribuir a dinamizar a las empresas informales, necesariamente estas últimas deben ser asistidas por agencias estatales de manera novedosas e imaginativas. A su vez, plantean que la flexibilización no debe abarcar todos los campos, ya que su aplicación en materia laboral podría llevar a que las empresas abusen de los trabajadores. En términos históricos, la migración del campo a la ciudad, la cual es producto de fuerzas de expulsión del primero –como por ejemplo la escasa capacidad de absorción de mano de obra, y la imposibilidad de acceder a tierras propias para explotar– y de atracción del segundo –como ser un mejor nivel de vida, un mejor ingreso y un mercado laboral en expansión–, ha jugado un rol importante en varios países. Sin embargo, Tokman también sostiene que ese proceso no es estrictamente necesario, sino que la peculiaridad es un crecimiento del empleo en el sector formal menor que el requerido para absorber a la fuerza de trabajo.

3. NUESTRO DESARROLLO Claramente el objeto de nuestra preocupación es cómo mejoramos las condiciones de vida de la población en general y de esa porción en particular. Para ello, más allá de políticas de ingreso y transferencias, debemos considerar cómo obtienen ingresos, es decir su analizar su inserción laboral. De esta manera intentaremos explicar la razón por la cual una porción de los ocupados enfrentan unas condiciones laborales en sentido amplio (remuneración, jornada, calidad, estabilidad, seguridad e higiene, etc.) de mala calidad. Para comenzar necesitamos precisar cuál sería la determinación de la “buena” calidad. Para ello concentrémonos primero en los trabajadores en relación de dependencia –los asalariados- y luego avanzaremos sobre los demás. Como es conocido, el valor de la fuerza de trabajo -como el de cualquier otra mercancía- está determinado por la cantidad de trabajo humano abstracto socialmente necesario para su producción que, en este caso, es el valor encerrado en los medios de vida requeridos para la reproducción del obrero y su familia. Esto implica todos los valores de uso que requiere el trabajador para reproducir su fuerza de trabajo: desde lo más intuitivo como alimento, vestimenta y vivienda hasta sus costos de formación y esparcimiento, etc. Así, por ejemplo, una fuerza de trabajo más compleja que implica más extensos y complejos procesos de formación será más costosa de reproducir. Asimismo, también debe reconocer el ingreso necesario para sustentar su vida una vez que su fuerza de trabajo se agote: la jubilación. Como tal conjunto de valores de uso puede asumir múltiples formas para cumplir el mismo objetivo, su determinación reconoce un carácter histórico, cultural y climático13. En este sentido, diríamos que existe un único patrón de comparación –el asalariado protegido con todos los derechos laborales- que, en función de las diferentes historias nacionales, organización de la seguridad social y precios de las mercancías, requerirá un nivel salarial que varía de país en país dependiendo de si su reproducción depende de una canasta de consumo alimenticio de mercancías de bajo valor individual, si en su país la educación y salud son públicas o privadas, o si existen impuestos al consumo, etc. Con el reverso de esta determinación puede comprenderse, entonces, la venta de la fuerza de trabajo por debajo de su valor; situación en la que estarían involucrados el conjunto de los asalariados que aquí denominaremos precarios. Esta implica comprarla por un salario que no alcanza para adquirir todos esos valores de uso necesarios. Como esa situación reconoce grados (desde el salario que no alcanza apenas para adquirir todos los valores de uso necesarios hasta el que priva de los alimentos básicos para reproducir la indispensable capacidad física) y formas de realización diferentes, también el mundo de los trabajadores sometidos a ella se presenta como un todo heterogéneo tanto en magnitud como en forma. En ese sentido, todas las condiciones que hacen al valor de la fuerza de trabajo pueden ser modificadas. Desde la extensión de la jornada sin aumento del salario o pago de horas extra a un incremento de la intensidad, velocidad no reconocido salarialmente. En este sentido, su compra por debajo del valor también puede lograrse a través de lo que normalmente conocemos como precarización laboral, o sea, el no pago de aportes y contribuciones siendo el carácter legal o no de esa maniobra, a estos términos, irrelevante. En el mismo sentido, entran en juego las inversiones que el empresario debe realizar para asegurar que la jornada laboral se realice en condiciones de seguridad e higiene normales14. 13

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Más allá de ser conocido, no está de más remarcar que esta noción no está vinculada al “salario de subsistencia”, entendido como el equivalente para que el obrero pueda mantenerse físicamente. Incluso puede “comprarse la fuerza de trabajo por debajo del valor” sin reducir su salario. Lo que el empresario se “ahorra” al evadir impuestos de carácter general también resienta la capacidad de reproducción de la fuerza de trabajo. Esto se debe a que, de manera corriente, el Estado utiliza los impuestos para financiar la provisión de

En síntesis, los asalariados precarios obtienen remuneraciones y/o trabajan en condiciones que no se corresponden al valor de la fuerza de trabajo. Estas definiciones generales nos abren dos caminos de indagación, similares a las preguntas que planteamos más arriba. Por un lado, ¿qué circunstancia impulsa a la existencia de puestos de trabajo precario en el sentido amplio que trabajamos aquí? De allí debería surgir también la respuesta al porqué existe una distribución sesgada de ellos hacia el mundo “no desarrollado”. Por el otro, ¿la existencia de estos puestos precarios es una característica propia de un momento histórico o una etapa del desarrollo de los países? 3.1. ¿De dónde surge el empleo asalariado precario? Comencemos por lo obvio, que por ser tal no deja de pasarse por alto en algunos análisis del mercado laboral: a las empresas la necesidad de sobrevivir a la competencia les genera un incentivo permanente a la reducción de sus costos, entre ellos los salariales. Sin embargo, lo central es poder distinguir entre la –siempre presente- voluntad de precarizar y la capacidad de los empresarios de imponerla a sus trabajadores15. Y allí entra un conjunto de determinaciones que desarrollaremos por separado por simplicidad pedagógica, pero que evidentemente se presentan en conjunto. 3.1.1. La producción en exceso de la fuerza de trabajo El punto de partida es la necesidad de los trabajadores de vender su fuerza de trabajo para reproducirse. Necesidad que enfrentará mayores grados de libertad –o posibilidad de sostener una circunstancia de desocupación- a medida que existan alternativas para conseguir ingresos, como ser la seguridad social, la riqueza familiar o ahorros, etc. Ahora bien, como es sabido, el capitalismo tiene como objetivo la producción de plusvalía y al proceso de producción de plusvalía relativa como su forma más potente (en tanto no enfrenta límite social ni natural alguno). Este proceso conduce a la generación de una superpoblación relativa respecto a las necesidades del capital en tanto implica el proceso de reemplazo de la fuerza de trabajo por maquinaria. Por lo cual la situación más general –o estructural- respecto a la venta de la fuerza de trabajo es uno de exceso permanente de la oferta por sobre la demanda16. Opuestas a tal producción en exceso de la fuerza de trabajo se encuentran las organizaciones de la clase trabajadora que al unificar a los trabajadores intentan enfrentar a la clase capitalista como un vendedor monopólico de cada tipo de ella. Como todo monopolio logra arrancar mejores condiciones que las que existirían en el mercado, pero enfrenta como límite superior de esa estrategia al valor de la fuerza de trabajo, nivel a partir del cual se acelera la introducción de maquinaria e innovaciones ahorradoras de mano de obra al proceso de producción. Nuevamente esta capacidad de negociación se encuentra también vinculada al ciclo de la acumulación de capital, potenciándose o debilitándose con la demanda laboral.

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valores de uso a la población general de manera más económica, en función de la escala en la que lo realiza. Si no lo hiciera, esos valores de uso, que forman parte del valor de reproducción de la fuerza de trabajo, deberían estar incluidos en el salario. Pero en esta situación no los abonaría en el salario ni bajo los impuestos, restringiendo el nivel de esa reproducción. Sin embargo, claramente esta situación no sería detectable en los estudios del mundo laboral, sino de otra índole. A esos dos factores, debemos agregarles un factor netamente coyuntural vinculado al momento del ciclo de la acumulación de capital (en términos simples, auge o depresión) que aquí no trabajaremos. Excedente que evidentemente evoluciona en su magnitud con el ciclo de acumulación, volviéndose más grande en las crisis y más pequeño en el auge pero sin nunca dejar de existir.

En conjunto, aquella voluntad permanente de precarizar se encuentra estructuralmente disponible pero se presenta de manera cíclica. Como vemos, hasta aquí, el exceso de fuerza de trabajo respecto a su demanda debería generar estos puestos de trabajo de mala calidad en todos los países17. Un proceso que tiende a debilitar esta tendencia al exceso de fuerza de trabajo, tiene que ver con la conocida “transición demográfica” que reduce los ritmos de natalidad, y posteriormente de crecimiento poblacional18. Como tal, este factor podría explicar algunas diferencias en los niveles de las condiciones laborales entre países. Sin embargo, no olvidemos que este proceso sólo evita que la producción en exceso de fuerza de trabajo se vincule a la reproducción biológica, lo que implica que el proceso de generación de población sobrante continúa vigente como forma de producir plusvalía relativa, sin importar su oferta. Con todo vemos que hay dos factores estructurales del capitalismo hacia la generación de este tipo de ocupaciones de mala calidad: la voluntad de precarizar –vinculada a la competencia y a la reducción de costos- y la producción en exceso de fuerza de trabajo –resultado de la producción de plusvalía relativa-. Ahora bien, efectivamente debe haber algo en la forma de acumulación en los países “no desarrollados” que explique la concentración relativa de estos puestos en esos países, más allá de las diferencias ya marcadas en términos de seguridad social y “presión demográfica”. 3.1.2. El rezago productivo y la compensación salarial Los diferentes mecanismos para generar plusvalía relativa requieren, en general, de un incremento de la escala de producción. Sea por medio de la cooperación de asalariados, una mayor división del trabajo, la introducción de maquinaria o utilizando de manera más eficiente los medios de producción e insumos; para todos ellos se requiere el crecimiento del capital adelantado por cada empresa individual. Como desarrollamos en otro lado19, y no vale la pena reproducir aquí, el problema surge porque el mercado no crece –de manera estructural- a la misma velocidad que la producción imposibilitando que todas las empresas puedan aplicar esas nuevas técnicas. Por ello las empresas, a partir de este proceso, se diferencian entre las que lideran y las que se rezagan. Éstas últimas son las que enfrentan problemas para sobrevivir en la competencia dada su menor productividad. Entre esas empresas rezagadas los mecanismos para sobrevivir no están ya vinculados al desarrollo de la técnica sino al deterioro de las condiciones de empleo, reduciendo salarios, precarizando a los trabajadores, etc. En términos generales, sin embargo, estos puestos parecen ser una cuestión particular de empresas rezagadas. Ahora bien, si en un país encontramos que la amplia mayoría de los capitales que operan se encuentran en tal situación –en términos sencillos, si no son “competitivas”- surge como resultado de ese proceso económico se impone la necesidad de comprar la fuerza de trabajo por debajo de su valor de manera general. Esto es así ya que los puestos de trabajo sólo pueden crearse a condición de que se paguen por debajo del valor, obligando a la fuerza de trabajo de ese país a condiciones de empleo que no reproduzcan sus atributos productivos. Esa clase obrera nacional queda condenada a la dicotomía entre desocupación y empleos de mala calidad o precarios debiendo, si tiene suerte, elegir la segunda opción. En este caso, la determinación de la “competitividad” de los capitales “rezagados” respecto a los “normales” impone al conjunto de la clase obrera venderse por debajo del valor. La magnitud de la 17

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Sobre esa similitud se montan los sistemas de seguridad social para impedir que se concrete dando alternativas mejores a emplear en puestos de mala calidad. Ahora bien, esta “transición” también es resultado del desarrollo del capitalismo a través de las mejoras en la salud y en la postergación de la edad reproductiva en función de las demandas laborales y de calificación. Ver Graña (2013).

brecha en las condiciones de venta estará dada por la distancia del capital que lo emplea a las condiciones normales. Allí aparece, como resultado de una determinación “dicotómica” –son capitales “normales” o no- el degradé y la heterogeneidad de situaciones en las ocupaciones precarias20. Aquí, entonces, encontramos un segundo factor que explicaría por qué los países no desarrollados poseen porciones mayores de sus mercados labores en malas condiciones: la imposibilidad de la amplia mayoría de las empresas que operan allí de competir a escala mundial, y el aprovechamiento de esas condiciones por parte de empresas que sí podrían, explican la cuestión. Estos países, además, suelen tener tasas de crecimiento poblacional mayores y sistemas de seguridad social muy pequeños lo cual se exacerba la presión sobre los trabajadores y hunde las condiciones de empleo aún más lejos de las “normales”. En los países “desarrollados”, en cambio, la porción de empresas “no rezagadas” es mayor y las que lo son se encuentran más cerca de ellas (una mayor homogeneidad productiva) determinando no sólo una menor incidencia de puestos precarios sino también un menor brecha con los protegidos. Sobre ello además, un sistema de seguridad social amplio y una menor presión demográfica. 3.1.3. Diferencias sectoriales de la precariedad Esa concentración diferencial de empresas rezagadas y líderes entre los países se encuentra muy vinculada a la mayor relevancia de ciertas actividades (textiles, comercio, servicios personales, etc.) que tienden a concentrar esos puestos. Para dar cuenta de ello, volvamos a lo anterior. Si las condiciones precarias se vinculan a la existencia de empresas rezagadas y existiera una determinación general que fuerza a los capitales rezagados a ubicarse en ciertas ramas, ambos rasgos estarían explicados. Como sabemos, las ramas de actividad poseen características estructurales diferentes vinculadas a: 1) el efecto de las economías de escala y alcance, 2) la “progresividad” técnica que muestren, 3) la dinámica del mercado que abastecen21. En este sentido, las empresas rezagadas -dado su menor volumen de capitales y tecnología retrasada- se ubican comúnmente en aquellas ramas donde su desventaja por ser empresas más pequeñas no sea tan relevante, donde las inversiones en tecnología sean reducidas y esporádicas, y donde el mercado sea más o menos estable de manera de no tentar a empresas más grandes a incorporarse. Ahora bien, el hecho de que no ingresen capitales normales no implica que no haya competencia en esa rama. Al contrario, dado que es una rama particularmente accesible para empresas rezagadas la competencia se exacerba y empuja los precios a un nivel sólo compatible con pequeñas ganancias. Lo cual garantiza que tales empresas rezagadas se mantengan en esa condición, y empleen en condiciones precarias. Esto es, comúnmente, se vincula la existencia de empresas rezagadas con la especialización sectorial de las economías “no desarrolladas” y ambas, en conjunto, explican los menores niveles promedio de calidad y salarios a escala nacional. 3.1.4. Las fracciones de la clase trabajadora y sus capacidades diferenciales

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El degradé se amplía al considerar los capitales normales que pudieran existir en el país en cuestión (aquellos que efectivamente pueden pagar el valor íntegro de la fuerza de trabajo) se les abre un panorama amplio: desde emplear en iguales condiciones que los capitales rezagados, hasta decidir resignar parte de esa ganancia extraordinaria para conseguir los mejores trabajadores, contratar trabajadores sobrecalificados o simplemente garantizarse la inexistencia de organizaciones o conflictos sindicales, por citar sólo algunos ejemplos. A esto se suma el tipo de fuerza de trabajo que emplean, pero eso lo tratamos a continuación.

Como señalamos, el otro factor clave al momento de entender la magnitud de los puestos de mala calidad tiene que ver con la cuestión de porqué las personas aceptan tales condiciones. En ello, ya señalamos el rol que juega el sistema de seguridad social como forma de permitir la reproducción sin tener empleo. Pero ahora debemos incorporar otro factor al análisis: la diferenciación entre trabajadores en función de sus atributos productivos. Primero que todo, la existencia de diferentes tipos de fuerza de trabajo complejiza la identificación. Ya nos enfrentamos a la existencia de un degradé, inclusive tomando un único tipo de fuerza de trabajo, en relación a las diferentes distancias entre su valor y el salario que le pagan. Ahora, como existen diferentes valores, la venta por debajo del valor refiere a más situaciones potencialmente diferentes. En términos generales, la venta de la fuerza de trabajo por debajo del valor implica necesariamente la degradación de las condiciones de vida de los trabajadores. Sin embargo, ahora, no necesariamente implica una situación de pobreza –vinculada a la imposibilidad de acceder a una canasta determinada- sino que también podría expresarse como la no reproducción en el tiempo de esas capacidades, generando problemas en la oferta de esas calificaciones. Comencemos recordando rápidamente cómo se regula el salario al valor, proceso sobre el cual se montarán estas diferencias. Como señalamos al momento de reseñar la producción de plusvalía relativa, este proceso de regulación se realiza a través de dos procesos contrapuestos: la generación de una población sobrante con determinados atributos productivos y la capacidad organizativa de los trabajadores. Evidentemente, no todos los trabajadores se encuentran en idéntica posición en ambas cuestiones. Algunos tipos de trabajadores enfrentan una competencia muy marcada mientras que otros no, así también algunos colectivos obreros tienen mayor posibilidad de organizarse y otros no. Y, en el marco de esas diferencias, se entenderá sobre qué porciones de la clase se volcará en mayor (o menor) medida ese deterioro, permitiendo que algunas porciones de la clase obrera particularmente afectadas y otras relativamente menos. En primer lugar, nos encontramos con aquellos trabajadores que se encargan de la representación del capital. Al ser su personificación al interior de una empresa sus condiciones de empleo deben distinguirse de las de los trabajadores que controla. En este caso, dado que personifica a un capital que recurre a salarios reducidos para mantenerse en producción, sus condiciones pueden deteriorarse pero la máxima compensación que pueden extraer de ellos está limitada por el nivel en el cual se homogeneizarían sus condiciones de empleo con las de sus controlados. Un caso particular de esto es que, comúnmente, en las empresas más comprometidas por el rezago la gestión del capital continúe vinculada a la propiedad –posiblemente familiar- del mismo por lo cual tales compensaciones se presentan como un esfuerzo adicional para “hacer funcionar la empresa”22. En segundo lugar, observemos a los trabajadores más complejos que podría haber. En términos generales, estos segmentos de trabajadores formados no sólo enfrentan una menor competencia en el mercado laboral sino que además tienen la posibilidad –en función de su formación relativamente más universal- de trasladarse a otros espacios nacionales donde este descuento no se produzca. Por ambas razones, el volumen de compensaciones a obtener de estos trabajadores también es reducido. A su vez, en virtud de la necesidad de su formación extensa si sufrieran un descuento tenderían a desaparecer los incentivos que, a nivel individual, le aparecen al trabajador que encara esa formación, limitando por ende la provisión de ese tipo particular de fuerza de trabajo y contrapesando de manera específica la tendencia al deterioro de sus condiciones de empleo. De esta manera, sólo queda la porción más simple de la fuerza de trabajo nacional para cargar sobre su reproducción, de manera general, con ese menor salario. No está de más remarcar que este estrato ya era el más castigado por la competencia del ejército industrial a lo largo del ciclo económico, por lo cual su situación es sumamente comprometida. 22

En un contexto de amplio rezago productivo, la valorización específica de estas empresas reducen la “ganancia” a un monto similar al salario que recibiría el dueño del capital si se convirtiera en asalariado.

En función de esto, también se comprende por qué es más usual la conformación de organizaciones obreras más relevantes entre los trabajadores de nivel de complejidad medio hacia abajo. Los “jerárquicos” tienen sus condiciones laborales establecidas por una negociación individual que pueden controlar, los trabajadores muy calificados se enfrentan a una situación similar. Son los trabajadores con competencia más marcada los que requieren de una organización que los defienda. Luego, los trabajadores más simples, dada la masividad de sus problemáticas y competencia difícilmente logren construir lazos de solidaridad estables más allá de coyunturas favorables. Como señalamos anteriormente, esa venta por debajo del valor tenía principalmente existencia en las empresas rezagadas y aquí observamos que, al interior de ellas, serán los menos calificados los que sufran el peso de ese proceso. En este sentido, ello implica que tal circunstancia se vincula a la participación misma en ese sector, es decir, existe una verdadera segmentación23 entre la porción protegida y precaria en cada estrato de la complejidad de la fuerza de trabajo. Esto se produce cuando los mecanismos para conseguir empleo en el sector de empresas normales –o inclusive en el extranjero- no se encuentran disponibles. Ahora bien, algunos podrían argumentar, para justificar sus menores salarios y calidad, que las empresas rezagadas no precarizan más a su fuerza de trabajo que las empresas normales, sino que contratan fuerzas de trabajo de menor valor, es decir, de menor calificación. Sin embargo, eso no es así ya que reducen sus costos mediante la evasión de sus responsabilidades frente a la seguridad social, eludiendo las condiciones de medio ambientales de trabajo y/o directamente abonando menores salarios directos justamente para sobrevivir en la competencia. De allí la necesidad de reconocer a la segmentación laboral como una forma de existencia de la venta de la fuerza de trabajo por debajo de su valor, que opera para los diferentes niveles de calificación de maneras diferenciales. Finalmente, en este proceso de diferenciación de las condiciones de reproducción de los trabajadores, como necesidad de compensar el rezago productivo, toda diferencia de características individuales puede ser utilizada para “justificar” la diferencia salarial entre trabajadores similares. De este modo, entran en escena los factores “no económicos”, como la discriminación de género, racial, etc. que suele estar asociada a las personas que sufren ese menor salario. Sin embargo, debe quedar claro, que en este contexto esos factores “no económicos” simplemente determinan que porción de la clase trabajadora queda condenada a tales empleos de baja remuneración y calidad, pero no modifican la necesidad de la existencia de tales puestos24. 3.1.5. La extensión de este análisis a las demás categorías ocupacionales Hasta aquí hemos hablado exclusivamente de los asalariados, sin embargo sabemos que una gran parte de los puestos de mala calidad se realizan bajo otras categorías como ser el cuentapropismo o inclusive el patrón. Entonces, ¿cómo se vincula esta situación de los asalariados con las demás categorías ocupacionales? La determinación general de la ocupación, dada la forma de valorización del capital, es la de asalariado. En este sentido, la situación de los cuentapropistas y patrones en similares circunstancias está determinada por aquella en la que se encuentran los asalariados. En otras palabras, la existencia de condiciones precarias en el mundo asalariado, o mejor dicho la inexistencia de alternativas de calidad en relación de dependencia, implica la difusión de ellas entre las diferentes categorías. En este sentido es común que la literatura señale que una porción de los asalariados protegidos se informaliza voluntariamente para mejorar sus ingresos. O el patrón, para “hacer funcionar la empresa familiar o el emprendimiento”, extiende su jornada laboral, restringe sus ingresos, etc. 23 24

Es decir, un trabajador similar cobra sueldos diferentes dependiendo del tipo de capital en el que se emplea. Evidentemente, estas cuestiones también son causantes de segmentación laboral inclusive sin ser expresión de la necesidad de compensación. En estos casos, uno de tantos excesos del capitalismo, el Estado como garante general por medio de la organización obrera puede ir resolviéndolos sin requerir de un cambio en la estructura de la acumulación de capital.

Ahora bien, esa afirmación de la “informalización como mecanismo de mejora” sólo se puede alcanzar en un doble marco. Por un lado, la comparación de la situación debe realizarse exclusivamente a escala nacional de manera que el cuentapropista “informal” genere mayores ingresos frente al asalariado del mismo país, pero difícilmente logre niveles de ingreso y calidad en su puesto que un trabajador que se vende al valor a escala mundial. Por el otro, el caso del patrón es similar pero posee una “herramienta” adicional al poder contratar asalariados aún más precarios y emplearlos en condiciones aún más lamentables. Es decir, una parte del ya magro ingreso del trabajador precario se lo apropia el patrón “informal”.

3.2. Y ¿cuáles son sus tendencias históricas? A este rico y heterogéneo, pero abstracto, panorama debemos agregar ahora la evolución histórica debido a que ninguna de las variables en movimiento ha permanecido estable a lo largo de las etapas del capitalismo. Es bastante común señalar dos grandes etapas en la historia relativamente reciente del capitalismo: la etapa de la división internacional clásica del trabajo, que transcurre hasta los años setenta, y desde entonces la “nueva división internacional del trabajo”. Entre varios fenómenos en evolución en esa década nos interesa remarcar dos en función de la transformación que implicaron ambas en las formas y localización de la producción a escala global: la revolución tecnológica de las telecomunicaciones y la robotización. Hasta la década del setenta los procesos de acumulación nacional se presentaban como relativamente autónomos. Principalmente porque las dificultades tecnológicas y costos de producir para el mercado mundial a través de procesos deslocalizados lo hacían imposible. En este marco, la producción se localizaba geográficamente junto con el mercado de destino por lo cual los procesos de acumulación de capital estaban estrechamente ligados al mercado laboral nacional ya que el volumen de ocupación y sus ingresos determinaban el volumen de la demanda solvente. En este sentido, la evolución de las condiciones de reproducción de la fuerza de trabajo eran fáciles de comprender: cuándo la economía nacional se expandía comenzaba a generar empleo, lo que reducía la población sobrante y empujaba los salarios hacia arriba. Claro que existía una segmentación laboral y la necesidad de la compensación salarial en economías como la nuestra, pero ella tenía su magnitud acotada por dos procesos: 1) los capitales competían casi exclusivamente con las demás instaladas allí, de manera que la brecha internacional de productividad no operaba directamente y sólo incidía sobre las condiciones de empleo la heterogeneidad interna y 2) el crecimiento económico y del empleo, dada la magnitud del mercado laboral nacional, impulsaba al alza el conjunto de remuneraciones. En este sentido, esta etapa del capitalismo –comúnmente denominada de “Estado de Bienestar”- era una de crecimiento tendencial de las remuneraciones, de baja incidencia de la pobreza y una de equidad distributiva; por lo menos en perspectiva histórica. En este contexto se generan gran parte de los “marcos teóricos” que interpretan los segmentos de trabajadores observando las diferencias a escala nacional. Y allí aparece como factor explicativo de los puestos de mala calidad la cuestión demográfica –sea el acelerado crecimiento poblacional o las migraciones internas- frente a una economía que no puede generar los suficientes puestos de trabajo. Ahora bien, ese rasgo no ha sido generalizado en América Latina, muchos países tienen tasas de crecimiento reducidas -como Argentina, Chile y Uruguay- o concluyeron sus migraciones internas en la primera mitad del siglo y, sin embargo, esa presión demográfica menor no resolvió la existencia de puestos de mala calidad, siendo que por ejemplo en Argentina nos encontramos en peores circunstancias actualmente. Por lo cual, claramente no es tanto el impulso demográfico lo que explica su surgimiento sino el estadio de subdesarrollo en el que se encuentran estas economías y las condiciones en las que compiten empresas de baja productividad –aún estando protegidas en el mercado interno-. En este contexto, entonces, las condiciones de empleo de cada país se vinculan

casi exclusivamente al nivel de desarrollo económico alcanzado en el sentido más amplio del término. Distinto es el panorama que se abre a partir de los años setenta, donde en función de la transformación del proceso de acumulación a nivel mundial –vinculado a las telecomunicacioneslas empresas pudieron localizar sus procesos productivos donde fuera más económico, lo cual puso en competencia directa no ya a los capitales sino principalmente a los mercados laborales y a los diferentes segmentos de la fuerza de trabajo de los diferentes países. En otras palabras, claramente ya los países no parecen siquiera ser autónomos (aunque siempre el proceso del capitalismo es mundial por contenido). El primer efecto es que, a partir de ese momento, los trabajadores en países “desarrollados” empezaron a sufrir una competencia por sus puestos de trabajo desde los países de mano de obra más barata. Claro que esa competencia no es de igual fuerza para los diferentes tipos de trabajador, ejerciendo mayor presión sobre los segmentos más simples que comienzan a –o son amenazados con- deslocalizarse. Esto es, el hundimiento de los estratos menos calificados de la fuerza de trabajo de esos países en su condición de población sobrante. De allí que en los países “desarrollados” el resultado fuera un claro estancamiento o caída de los salarios de los trabajadores menos calificados y/o mayores niveles de desocupación, lo que redunda en el crecimiento de la desigualdad y pobreza. Frente a ello, las calificaciones más altas enfrentan una mayor demanda en función de la concentración de esas economías en esas actividades o eslabones. En los “nuevos países industriales” el proceso genera lo contrario: un crecimiento acelerado de la ocupación en los estratos menos calificados –calificación que comparte la amplia mayoría de la población-. En los casos más exitosos tal crecimiento es tan importante que rápidamente comienza a absorber a las grandes masas de población y elevar las remuneraciones, lo que implica una reducción de la pobreza desde niveles muy extremos. Ese proceso luego se repite en diversos países que van ocupando tal lugar en la nueva división internacional del trabajo, mientras que los primeros en ocuparlo intentan avanzar hacia los eslabones más complejos y escapar a esa competencia basada en salarios bajos. Ahora bien, en países como el nuestro ese proceso de impacto diferencial por tipo de fuerza de trabajo se monta sobre el rezago productivo. En nuestros países, la posibilidad de deslocalización de los puestos de trabajo más simples con permanencia de los más complejos no es tal ya que nuestros países no se encuentran a la “vanguardia” de la técnica ni desempeñan aquí las tareas más complejas. Este proceso, en cambio, conlleva al desmantelamiento de amplias porciones de sus aparatos productivos. El resultado es un proceso donde, desocupación mediante, comienza a venderse la fuerza de trabajo por debajo del valor en amplias franjas de la población. De este proceso sólo logran escaparse estratos muy particulares de la fuerza de trabajo más compleja. Esto es, el proceso desatado a partir de la década del setenta hace aparecer claramente cuáles son las determinaciones en movimiento. En términos globales, a partir de la efectiva transformación del capitalismo en un proceso mundial en su forma, la posición relativa de los trabajadores de cada “tipo” en cada país queda determinada no sólo en función de la heterogeneidad interna de las economías –es decir las brechas entre capitales medios y rezagados a escala nacional, como sostenía el Estructuralismo Latinoamericano- sino, y sobre todo, en función del rezago productivo promedio de cada economía respecto a las condiciones medias de producción a escala mundial. Puesto al derecho, para sobrevivir en la competencia las empresas que operan en nuestros países sólo pueden generar empleo en peores condiciones y pagando menores salarios en función de la brecha internacional de productividad. Sobre esos niveles promediales deprimidos opera luego la heterogeneidad interna ya reconocible en la etapa anterior del capitalismo. De aquí surge que, aunque alrededor del mundo existe precariedad y diferencias de ingreso entre tipos de fuerza de trabajo, aquí los promedios de ingreso son inferiores, la desigualdad mayor y, por ende, también superior la incidencia de la pobreza. Y que, ya sin presión demográfica relevante, las

condiciones de empleo no mejoren más que cíclicamente ya que no se han producido transformaciones estructurales relevantes. 4. PRIMERAS CONCLUSIONES En el presente trabajo buscamos mostrar que, en la actualidad, existen explicaciones muy diversas respecto a la existencia de empleos de diferente calidad. Tan diversas resultan ser que se concentran en diferentes aspectos, utilizan y analizan distintas categorías y, lógicamente, llegan a conclusiones diferentes –y, en algunos casos, hasta opuestas-. Frente a esta situación, se podría elegir el camino de intentar contrastar estas explicaciones empíricamente, a los fines de descartar aquellas que no estén respaldadas por la evidencia. Sin embargo, esto supone que estas explicaciones son alternativas igualmente válidas frente a un mismo fenómeno, lo cual, desde nuestro punto de vista, resulta incorrecto. Es por ello que optamos por abordar la cuestión teórica, pero, a diferencia de los intentos previos, buscamos que ese desarrollo estuviera enmarcado en los aspectos centrales del funcionamiento del sistema capitalista y, a su vez, que pudiera dar respuesta a las preguntas que dieron lugar a los artículos de los autores que actualmente constituyen el estado del arte. Para concluir, consideramos importante aclarar que no consideramos que a partir de nuestro desarrollo el debate se haya cerrado, sino todo lo contrario. Nuestro objetivo, además de presentar nuestra propia visión respecto a este fenómeno, es poder retomar el debate teórico respecto al origen de las diferencias al interior del mercado laboral y las especificidades en las distintas partes del mundo, dado que creemos que ese es un paso ineludible para poder dar lugar a la discusión empírica y a la búsqueda de soluciones para aquellas personas que se encuentran en el segmento desfavorable del mercado laboral. 5. BIBLIOGRAFÍA CITADA Y CONSULTADA Alzúa, M. L. (2009), “Are secondary workers informal workers? Evidence for Argentina”, Desarrollo y Sociedad, N° 63, 81-114. Arias, O. y Khamis, M. (2008), Comparative advantage, segmentation and Informal earnings: A marginal treatment effects approach, Discussion Paper(3916). Beccaria, L. y Groisman, F. (2008), Informalidad y pobreza en Argentina, Investigación Económica, LXVII(266), 135-169. Castells, M. y A. Portes (1989), World underneath: the origins, dynamics, and effects of the informal economy, en Portes, A. (ed), The informal economy: Studies in advanced and less developed countries, John Hopkins University Press, Baltimore, Md. De Soto, H. (1987), El otro sendero. La revolución informal, Buenos Aires: Editorial Sudamericana. Doeringer, P. y Piore, M. (1971), Internal labor markets and manpower analysis. Lexington: Lexington Books y D.C. Heath. Fernández-Huerga, E. (2010). La teoría de la segmentación del mercado de trabajo: enfoques, situación actual y perspectivas de futuro. Investigación Económica, LXIX(273), 115-150. Gordon, D., R. Edwards y M. Reich (1986), Trabajo segmentado, trabajadores divididos. La transformación histórica del trabajo en Estados Unidos, Colección Historia Social, Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, Madrid. Maloney, W. (2003), “Informal self-employment: poverty trap or decent alternative?”, en Fields, G. y G. Pfeffermann (editores), Pathways out of poverty. Private firms and economic mobility in developing countries, International Finance Corporation-World Bank. Maloney, W. (2004), “Informality revisited”, World Development Vol. 32, No. 7, pp. 1159–1178.

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