Reflexiones sobre la intervención militar en Siria

July 24, 2017 | Autor: José Luis Masegosa | Categoría: Middle East Studies, Middle East & North Africa, Turkish and Middle East Studies
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09 de septiembre de 2013 Nº 2

Reflexiones sobre la intervención militar en Siria “No buscamos la paz para estar en guerra, sino que vamos a la guerra para poder vivir en paz”. San Agustín citado por Santo Tomás de Aquino en la Suma Teológica

Por José Luis Masegosa Carrillo Politólogo

Durante mi estancia en los Balcanes de 1997 a 2005 en calidad de consejero político de la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE) tuve ocasión de seguir de cerca y valorar la política de resolución de conflictos seguida por los Estados Unidos en la región. La pacificación de los Balcanes debe mucho al liderazgo ejercido por las Administraciones del Presidente Clinton como instigadoras de las negociaciones de paz y del uso de la fuerza para doblegar a los serbios. Estados Unidos y sus aliados resolvieron los conflictos de Bosnia y Kósovo gracias a una estrategia coherente que combinaba dosis adecuadas de liderazgo, diplomacia y disposición al uso de la fuerza en caso necesario. Pues bien, la posición de Washington en Siria en estas dos últimas semanas ha consistido justamente en lo contrario al pergeñar una intervención militar en ese país árabe en ausencia de unos propósitos políticos compartidos y claramente formulados.

A raíz del ataque químico del 21 de agosto contra un suburbio de Damasco controlado por los rebeldes, el Presidente Barack Obama y otros dirigentes de Francia, Reino Unido y Turquía han declarado que el Gobierno sirio de Bachar el Asad ha cruzado la línea roja que Estados Unidos había impuesto y, por tanto, han anunciado su intención de intervenir militarmente en Siria. Dos semanas después reina la incertidumbre en torno a esa acción militar mientras escasean las certezas, a pesar de la inminencia con que se anunció la operación de castigo.

Certidumbre

Ha quedado acreditado que el 20 de agosto hubo un ataque con misiles cargados de gas venenoso contra la población de Ghouta, un suburbio en el este de ______________________________________________________________________________________________ Instituto Internacional de Ciencias Políticas. Estudios de Geopolítica nº2 Madrid, 09.09.2013 Página 1 de 9

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Damasco, controlado por el Ejército Libre Sirio, en el que murieron centenares de civiles según distintas fuentes (1.426 personas según Estados Unidos). Los servicios de inteligencia y los gobiernos de Estados Unidos, Reino Unido y Francia, entre otros, han acusado al ejército de Bachar el Asad de cometer esta masacre.

Este ataque constituye una manifestación más de la tendencia a la creciente radicalización de los bandos en esta guerra civil que dura ya más de dos años y que se ha saldado hasta ahora con más de 100.000 muertos. Además, esa polarización tiene unos efectos sensiblemente desiguales en los dos bandos. El Gobierno de Bachar el Asad ha recibido un balón de oxígeno con la llegada de operativos de Irán y de la milicia libanesa Hezbollah que le han ayudado a recuperar ciudades estratégicas como Qusair en el centro del país al tiempo que muy probablemente ha utilizado armas químicas contra los rebeldes en varias ocasiones desde marzo. Estos apoyos externos han reforzado la clave sectaria del conflicto puesto que los Alauíes del Presidente Asad son una secta de la rama chií del Islam mientras que los rebeldes pertenecen mayoritariamente al credo suní. El apoyo vacilante de Occidente, más comprometido de Turquía y las Monarquías del Golfo, a los rebeldes moderados de la Coalición Nacional Siria y el Ejército Libre Sirio, no ha neutralizado la fortaleza que han ido adquiriendo grupos islamistas moderados y radicales entre el bando sublevado, que incluyen a yihadistas que obedecen a Al-Qaeda. Los insurgentes están divididos y los grupos armados islamistas luchan contra los kurdos en el norte, otro factor que explica el éxito de las últimas ofensivas del ejército sirio. Este conflicto se inició como una revuelta en favor de la democracia en marzo de 2011, un episodio más de la Primavera árabe que ha roto muchas de las costuras de las autocracias de la región, y se metamorfoseado en el último año en una cruenta guerra civil sectaria con presencia extranjera. En Deraa, un grupo de adolescentes fueron detenidos y torturados por unos grafitis contra el Gobierno. Las marchas para su liberación acabaron con varios manifestantes muertos. A pesar de que el levantamiento fue aplastado, la chispa había prendido y la rebelión comenzó a extenderse por varias regiones. La radicalización del conflicto ha causado una auténtica tragedia humanitaria en Siria según la Agencia de la ONU para los refugiados. Cada día 5.000 personas abandonan el territorio sirio para refugiarse en Turquía, Irak, Jordania y Líbano donde ya se encuentran registrados dos millones de personas, a los que hay que sumar los 4 millones de personas desplazadas internamente. ______________________________________________________________________________________________ Instituto Internacional de Ciencias Políticas. Estudios de Geopolítica nº2 Madrid, 09.09.2013 Página 2 de 9

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La última certeza es que, de autorizarse la operación por parte del Congreso de los Estados Unidos, algo que no es seguro, muy probablemente consistirá en ataques selectivos y limitados con misiles, contra infraestructuras militares del Gobierno Sirio y sin expectativa de presencia terrestre. Se habla de los efectos “limitados” de la operación pero sin dar más detalles sobre los resultados que se esperan conseguir más allá de referencias al debilitamiento del régimen. A estas alturas tampoco quedan muchas dudas de que el peso de la operación recaería en los hombros de los norteamericanos, con la ayuda de los franceses y de otros países como Turquía, ante las reticencias de Alemania e Italia, la negativa de la Cámara de los Comunes a apoyar la intervención del Reino Unido, la incapacidad de la Liga Árabe para alcanzar el consenso y del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas para soslayar el veto de Rusia y China.

Incertidumbre

La operación militar genera bastante incertidumbre, especialmente en relación con el propósito político al que sirve. No se ha formulado claramente el fin que justifique los medios que Estados Unidos está dispuesto a emplear contra Siria, sea un objetivo encaminado a proteger el interés nacional de Washington o / y algún interés en juego de la sociedad internacional. Dicho de otra manera, casi se ha pasado por alto el ius ad bellum, o lo que es lo mismo, la cuestión de cuándo la guerra está justificada. Tradicionalmente las potencias han justificado la ‘vuelta’ a las armas, por ser la guerra una variable constante en las relaciones internacionales, en virtud del derecho internacional, la doctrina de la guerra justa o la defensa del interés nacional. Una vez que Rusia y China, con derecho de veto en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, han anunciado su oposición a la intervención militar, Estados Unidos no puede justificar la acción de castigo a la vista de la Carta de San Francisco que otorga al Consejo de Seguridad el monopolio del uso de la fuerza en caso de amenaza, quebrantamiento de la paz o acto de agresión contra la integridad territorial o la independencia política de cualquier Estado, o en cualquier otra forma incompatible con los propósitos de las Naciones Unidas, dejando a sus signatarios únicamente la posibilidad de la legítima defensa. En Siria, el Presidente Obama carece hasta el momento no solamente de la autoridad que le proporcionaría el derecho internacional sino de la causa justa y las ______________________________________________________________________________________________ Instituto Internacional de Ciencias Políticas. Estudios de Geopolítica nº2 Madrid, 09.09.2013 Página 3 de 9

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“rectas intenciones”, condiciones a las que se refería Santo Tomás de Aquino en su Summa Theológica para declarar una guerra justa, como continuación de los postulados de San Agustín. De momento la Administración Obama ha recurrido a dos motivos para justificar la intervención militar. De un lado, ha invocado el deber moral de proteger al pueblo sirio de los horrores perpetrados por su gobierno y del carácter humanitario de la intervención, en línea con el principio de la responsabilidad de proteger de Naciones Unidas, formulado en la cumbre de 2005, para el caso de que las autoridades nacionales no protejan a su pueblo. Sin embargo, lo que se prepara en Siria nada tiene que ver con una acción de carácter humanitario como apuntó Javier Solana en su columna “Tarde y mal” (El País, 28.8.2013) y la mayoría de los comentaristas políticos. La intervención militar de la OTAN en Kósovo en 1999 para castigar a Slobodan Milosevic por su rechazo de la oferta de paz en Rambouillet tuvo un carácter humanitario puesto que se realizó en una fase temprana del conflicto y, por tanto, probablemente salvo muchas vidas que se hubiesen perdido de otra manera. Sin embargo, no se puede predicar el carácter humanitario de esta operación después de la catástrofe que supone la muerte de más de 100.000 personas y de la tragedia humanitaria de millones de refugiados y desplazados. Igualmente se ha esgrimido la violación de la Convención Internacional sobre Armas Químicas, que entró en vigor en 1997 y que Siria no ha ratificado, para legitimar la acción militar. Es moralmente defendible que se quiera sancionar a un Estado que ha utilizado armas prohibidas por la Comunidad Internacional desde 1925. Pero en este caso se necesita una verificación internacional independiente que no deje lugar a dudas del uso de armas químicas y de quién ejecutó el ataque. Después de la malograda experiencia de Irak no basta con las declaraciones e informes de los dirigentes y agencias de inteligencia de Estados Unidos o de cualquiera de los países que abrazaron el hacha de guerra en la isla de las Azores. Ambos carecen de la credibilidad suficiente y, por tanto, es necesario esperar al informe que Naciones Unidas está preparando. Y por último, son cuanto menos dudosas las “rectas intenciones” de la Administración Obama y sus aliados. Con ese término Santo Tomás de Aquino se refería a la conducción de la guerra en pro de la paz, encaminada a hacer el bien o sortear el mal y evitando crueldades. Resulta inaudito que en estas dos semanas haya desaparecido de la agenda de la diplomacia norteamericana la Conferencia de Ginebra II que llevaban negociando Estados Unidos, Rusia y la ONU desde hace meses, bajo la dirección del Enviado Especial de Naciones Unidas y la Liga Árabe, el argelino Lakhdar Brahimi. A este respecto, la diplomacia internacional ha venido trabajando para alcanzar un principio de acuerdo basado en el comunicado ______________________________________________________________________________________________ Instituto Internacional de Ciencias Políticas. Estudios de Geopolítica nº2 Madrid, 09.09.2013 Página 4 de 9

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de la Conferencia de Ginebra I de 30 de junio de 2012 que se asienta en los siguientes puntos: un alto el fuego inmediato, la libertad de asociación y de movimientos, el establecimiento de un gobierno de transición con plenos poderes que incluyese a miembros del actual gobierno y de la oposición y el inicio de una transición política a la democracia en la que el futuro de Siria fuese decidido por todas las partes. Amén del hartazgo de 11 años de campañas militares en Oriente Medio, la incertidumbre generada por el anuncio de una nueva acción miliar en la opinión pública y en los gobiernos de Occidente deriva de la torpeza de la Administración Obama para construir un relato en el que el recurso a la guerra encaje en una estrategia más amplia de resolución del conflicto sirio en la mesa de negociaciones

Lecciones aprendidas

Durante la Presidencia Clinton (1993-2001), Estados Unidos tuvo un papel brillante en la resolución de los conflictos de los Balcanes al ejercer liderazgo para instigar las negociaciones de paz y el uso de la fuerza para doblegar a los serbios. El secreto del acierto norteamericano en Bosnia y Kósovo consistió en la combinación de liderazgo, una diplomacia creativa y agresiva y la voluntad de recurrir a la fuerza si era necesario, según nos describe el forjador de los acuerdos de paz de Dayton, el ya fallecido diplomático americano Richard Holbrooke, en su libro “To end a War”. De hecho, la situación actual nos trae a la memoria aquel agosto de 1995 en Bosnia y Herzegovina cuando la matanza de 37 civiles en el mercado central de Sarajevo a causa de un bombardeo de las fuerzas Serbo-bosnias precipitó la mayor operación militar de la OTAN desde su creación en 1949 contra las posiciones del ejército Serbo-bosnio. A mediados de 1995 la guerra civil entre bosnios (mayoritariamente musulmanes), croatas y serbios en la antigua república de Bosnia y Herzegovina había provocado más de 100.000 muertos, casi 2 millones de refugiados y cuatro millones de personas desplazadas, y sumido al país en la ruina. Mientras que Rusia apoyó al bando serbio desde el inicio, Estados Unidos y Europa, esta última con algunas disensiones, favorecieron la causa de los otros dos bandos en liza hasta lograr que los croatas y los bosnios firmaran la paz en los Acuerdos de Washington en marzo de 1994.

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La intervención militar iniciada el 30 de agosto de 1995 contra el ejército serbobosnio pretendía terminar con la impunidad de la que gozaban las tropas del General Mladic que habían violado dos de las seis zonas seguras dispuestas por la ONU en Bosnia, perpetrando en Srebrenica la mayor matanza de civiles desde la II Guerra Mundial (alrededor de 7.000 musulmanes varones murieron ante la pasividad del contingente holandés de la UNPROFOR). Pero la operación pretendía sobre todo obligar a los líderes serbios a aceptar el plan de paz que anteriormente habían convenido los otros dos bandos. Después de diez días de intensos bombardeos los líderes Serbo-bosnios cedieron y el 9 de septiembre de 1995 los presidentes de Bosnia y Herzegovina, Croacia y Serbia (Slobodan Milosevic representó al bando serbo-bosnio que acudieron a Ginebra a negociar un principio de acuerdo que se convertiría tres meses después en los Acuerdos de Dayton (Ohio). Igualmente, liderazgo norteamericano, diplomacia y disposición a utilizar la fuerza en caso necesario, explican la derrota que infligieron los Estados Unidos y la Alianza Atlántica a Slobodan Milosevic en 1999 en la guerra de Kósovo, una provincia autónoma de la Antigua Yugoslavia. La intervención militar aliada, esta vez sin mandato de Naciones Unidas y en una etapa temprana del conflicto Kosovar, llegó después de agotadas todas las tentativas diplomáticas. Cuando en 1998 la policía especial de Milosevic inició el hostigamiento a la población albanokosovar, so pretexto de acabar con los guerrilleros del ELK (Ejército de Liberación de Kosovo), los resortes de la memoria internacional se activaron. ¿Se repetiría la larga pesadilla de Bosnia? La Comunidad Internacional impuso la conferencia de Rambouillet para reconducir a los serbios, civilizar a la guerrilla y reconciliar a las dos comunidades, serbia y albanokosovar. Belgrado se opuso a la entrada de una fuerza internacional de pacificación, alegando que atentaba contra su soberanía, y Moscú dejó claro que vetaría la intervención militar en el Consejo de Seguridad. La respuesta de Estados Unidos y la Alianza Atlántica fue el inicio del bombardeo de Serbia el 24 de marzo de 1999, el cual continuó durante 78 días más hasta que Milosevic aceptó las condiciones de una propuesta de paz negociada por Estados Unidos, Europa y Rusia. Esta última se había unido al esfuerzo negociador una vez que comprobó la determinación de la OTAN a la vez que temía quedar marginada en el nuevo orden internacional surgido del fin de la Guerra Fría. Si alguna lección clara se puede extraer de Bosnia y Kósovo es que la reactivación diplomática y el impulso para terminar la guerra y firmar la paz no pueden entenderse sin la palanca de la intervención militar decidida de la Alianza Atlántica bajo el liderazgo norteamericano para doblegar a los serbios. Por tanto, el uso de la ______________________________________________________________________________________________ Instituto Internacional de Ciencias Políticas. Estudios de Geopolítica nº2 Madrid, 09.09.2013 Página 6 de 9

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fuerza fue trascendental para resolver el conflicto en tanto que elemento de una estrategia más amplia concebido como un medio para reactivar la vía diplomática que buscaba una paz negociada. Y éste es, en definitiva, el enfoque comprehensivo del que carece la posición norteamericana en Siria porque la acción militar aparece como una pieza única, aislada, en lugar de un eslabón enlazado con otros para formar una cadena bien acoplada.

La defensa del interés nacional Las explicaciones más frecuentes del ardor guerrero de Washington se reconducen pues al tremendo coste que la inacción tendría para los intereses y la credibilidad del Presidente Obama y de Estados Unidos en una región estratégica para Estados Unidos, toda vez que el Presidente señaló en el pasado de forma reiterada que la utilización de armas químicas era la línea roja, el “game – changer” de su Administración para intervenir militarmente en Siria. Por tanto, no actuar sería una decisión que las monarquías del Golfo, Jordania, Egipto y Turquía, los aliados tradicionales de Estados Unidos en el mundo islámico, interpretarían como una muestra de debilidad. Probablemente aumentaría la sensación de desamparo en Israel a la hora de enfrentarse a un Irán cada vez más cerca de construir una bomba atómica y animaría una aventura militar Israelí en solitario para prevenir ese escenario. El proceso de paz en Palestina podría sufrir ante la expectativa de un mediador débil para garantizar la defensa de Israel en el escenario de dos Estados. En definitiva, Estados Unidos acusaría una disminución de su influencia en Oriente Medio como consecuencia de esta imagen de indecisión y debilidad. La inacción probablemente envalentonaría aún más a los integrantes del eje chiita que se perfila entre Líbano e Irán, dejaría intacta la sensación de impunidad del régimen de el Asad para utilizar armas prohibidas, acercaría al gobierno iraquí de Nuri Al-Maliki a Teherán, y, por tanto, alentaría los impulsos del gobierno persa a perseguir la hegemonía en Oriente Medio, una región estratégica para la marcha de la economía mundial al proporcionar la mayor parte del petróleo que consumen China, India y Europa, los socios comerciales principales de Estados Unidos. Por el contrario, la intervención militar comporta riesgos considerables que incluyen la desestabilización de países colindantes aquejados de problemas sectarios como Líbano e Irak, el desvanecimiento de cualquier expectativa de negociación con el gobierno iraní del recientemente elegido Presidente Hassan Rohani, o una escalada de tensión en el polvorín de Oriente Medio con un ataque de represalia de Damasco contra Israel, directamente o a través de Hezbollah afectando la situación ______________________________________________________________________________________________ Instituto Internacional de Ciencias Políticas. Estudios de Geopolítica nº2 Madrid, 09.09.2013 Página 7 de 9

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del contingente militar español que sirve bajo el paraguas de la ONU en el país de los cedros. Sin embargo, el temor más presente en los dirigentes occidentales es que una intervención militar en Siria acabara beneficiando al mayor enemigo de Estados Unidos: Al-Qaeda. Y es que la evolución de los acontecimientos podría derivar en situaciones inicialmente impredecibles, incluyendo la posibilidad de los yihadistas de hacerse con armas de destrucción masiva en una situación de debilitamiento suficiente del ejército sirio o, incluso, un escenario más nefasto para Occidente en el que los yihadistas se aprovechan del vacío de poder causado por el desmoronamiento del régimen para ocupar el poder. La intervención militar ambiciona unos efectos limitados sin que sus patrocinadores expliquen los resultados que esperan conseguir más allá de referirse al debilitamiento del régimen de Bachar el Asad. Aquí reside una de las paradojas de la operación militar por cuanto se pretende castigar, y por tanto, debilitar al régimen al tiempo que se procura no dañar su capacidad militar demasiado porque redundaría en beneficio de los asociados de Al-Qaeda. Por último, la intervención militar en Siria deterioraría aún más las relaciones con Rusia, envenenadas recientemente con el caso Snowden, un renegado de la inteligencia norteamericana al que Rusia ha concedido asilo político. Rusia se opone firmemente a la intervención militar, es un aliado del régimen sirio al que proporciona apoyo diplomático y militar y dispone de una base naval en la costa siria. Sin embargo, los retrasos en las entregas de armamento de Moscú, que han trascendido en los últimos días, pueden desvelar cierta cautela en el Gobierno ruso hacia el futuro de su aliado en Oriente Próximo.

Conclusiones En definitiva, la Administración Obama necesita calibrar detenidamente los costes de no actuar y los costes de actuar en Siria, preocuparse no solamente de vencer en la guerra sino de cómo ganaría la paz, y especialmente, establecer mejor unos objetivos políticos claros y compartidos para la campaña militar. Más tarde o más temprano todo esto pasa necesariamente por su vuelta a Ginebra II y al trabajo conjunto con Rusia y la ONU para pergeñar una propuesta de acuerdo político que se funde en los principios del comunicado de la Conferencia de Ginebra I de 2012: alto el fuego inmediato, gobierno de transición compuesto por representantes de los dos bandos y comienzo de la transición a la democracia. ______________________________________________________________________________________________ Instituto Internacional de Ciencias Políticas. Estudios de Geopolítica nº2 Madrid, 09.09.2013 Página 8 de 9

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El debate suscitado por el anuncio de la intervención militar ha suprimido de la agenda de las grandes potencias la cuestión que más debería preocupar a la Comunidad Internacional: cómo revitalizar la búsqueda de un acuerdo político. Por eso, de acuerdo con las lecciones aprendidas en Kósovo y Bosnia, cualquier juicio de valor sobre la intervención militar deberá tener en cuenta si ésta nos acerca o nos aleja de una solución política en sintonía con las palabras de San Agustín “no buscamos la paz para estar en guerra, sino que vamos a la guerra para poder vivir en paz”.

Nota: El Instituto Internacional de Ciencias Políticas no se identifica necesariamente con las ideas expresadas por los autores de los estudios publicados en esta página web, que son sólo de su exclusiva responsabilidad, en el ejercicio de la libertad de expresión y de cátedra.

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