REFLEXIONES PARA EL ANÁLISIS DE LAS COLECTIVIDADES AGRARIAS DURANTE LA GUERRA CIVIL

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Descripción

PENSAR CON LA HISTORIA DESDE EL SIGLO XXI Actas del

XII CONGRESO DE LA ASOCIACIÓN DE HISTORIA CONTEMPORÁNEA

Pilar Folguera Juan Carlos Pereira Carmen García Jesús Izquierdo Rubén Pallol Raquel Sánchez Carlos Sanz Pilar Toboso (editores)

UAM Ediciones, 2015

ÍNDICE ACTAS XII CONGRESO DE LA ASOCIACIÓN DE HISTORIA CONTEMPORÁNEA PRESENTACIÓN, por Pilar Folguera y Juan Carlos Pereira .................................... 53 TALLER N.º 1. GUERRAS CIVILES TOTALES EN LA ÉPOCA CONTEMPORÁNEA ..................................................................................................... 59 TALLER N.º 2. EL TURISMO EN LA HISTORIA CONTEMPORÁNEA DEL MEDITERRÁNEO (SIGLOS XIX Y XX) .......................................................... 209 TALLER N.º 3. EUROPA, INTEGRACIÓN Y CRISIS ............................................. 403 TALLER N.º 4. EPPUR SI MUOVE. LA HISTORIA DE LAS RELACIONES INTERNACIONALES. NUEVOS Y VIEJOS DESAFÍOS ............... 535 TALLER N.º 5. MEDIADORES Y TRANSFERENCIAS CULTURALES: ESPAÑA, EUROPA Y AMÉRICA EN EL SIGLO XIX ............................................. 707 TALLER N.º 6. SABER Y GÉNERO. MUJERES EN LA ENSEÑANZA SUPERIOR, ANÁLISIS COMPARADOS ................................................................... 861 TALLER N.º 7. FLORECIMIENTO, DESTRUCCIÓN Y RECUPERACIÓN DEL PROYECTO EDUCATIVO LIBERAL EN LA ESPAÑA DEL SIGLO XX ... 1113 TALLER N.º 8. EL MODELO DE MODERNIZACIÓN “ESTADOUNIDENSE” Y SUS EFECTOS EN EUROPA Y AMÉRICA LATINA ......................................... 1253 TALLER N.º 9. HISTORIA DE LA EDICIÓN, EL LIBRO Y LA LECTURA ....... 1421 TALLER N.º 10. CAPITAL HUMANO Y SECTOR TERCIARIO EN LA EUROPA SUROCCIDENTAL EN LA FORMACIÓN DE LA SOCIEDAD CONTEMPORÁNEA ............................................................................ 1643 TALLER N.º 11. PODER E INSTITUCIONES POLÍTICAS EN EL ATLÁNTICO IBÉRICO: REDES, MODELOS Y TRANSFERENCIAS ................. 1765 TALLER N.º 12. NUEVOS ACERCAMIENTOS A LAS CULTURAS SOCIALISTAS EN EL SIGLO XX ............................................................................ 1893 TALLER N.º 13. FUENTES Y METODOLOGÍA PARA LA HISTORIA DE LA EMPRESA ...................................................................................................... 2095 TALLER N.º 14. UNA NECESARIA HERRAMIENTA DE CONSTRUCCIÓN METODOLÓGICA: MICROHISTORIA, HISTORIA LOCAL Y SU IMPORTANCIA PARA LA INVESTIGACIÓN HISTÓRICA......... 2219

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TALLER N.º 15. COLONIZACIÓN, DESCOLONIZACIÓN Y RELACIONES POSCOLONIALES ....................................................................... 2407 TALLER N.º 16. PACIFISMOS, ANTIFASCISMOS Y SOLIDARIDAD INTERNACIONAL: NUEVOS ACTORES SOCIALES Y PERSPECTIVAS INTERNACIONALES ................................................................................................ 2705 TALLER N.º 17. LIBERTAD RELIGIOSA: IGLESIA CATÓLICA Y ECUMENISMO EN LOS SIGLOS XIX Y XX ...................................................... 2827 TALLER N.º 18. VISIONES DE LA DEMOCRACIA, DISCURSOS Y PRÁCTICAS DEMOCRÁTICAS EN EL SIGLO XIX.......................................... 2949 TALLER N.º 19. EN LA SALA DE LOS ESPEJOS INCÓMODOS: MIRADAS CRUZADAS Y PERCEPCIONES CAMBIANTES SOBRE NUESTRO PASADO RECIENTE ............................................................................. 3187 TALLER N.º 20. LAS NARRATIVAS SOBRE LA TRANSICIÓN ESPAÑOLA A LA DEMOCRACIA (1979-2013) ........................................................................... 3317 TALLER N.º 21. REPRESENTACIONES DE LA HISTORIA EN LA ESPAÑA CONTEMPORÁNEA: POLÍTICAS DEL PASADO Y NARRATIVA DE LA NACIÓN (1808-2012) .................................................................................... 3529 TALLER N.º 22. HISTORIA DEL COMUNISMO: NUEVAS TENDENCIAS ...... 3671 TALLER N.º 23. NACIONALISMOS BANALES ................................................... 3911 TALLER N.º 24. CLASES MEDIAS Y NUEVA SOCIEDAD URBANA EN ESPAÑA EN EL SIGLO XX ............................................................................... 4191 TALLER N.º 25. LA SEGUNDA REPÚBLICA. UN DEBATE ABIERTO ............ 4317 TALLER N.º 26. HISTÓRIA Y PSICOANÁLISE. UM DIÁLOGO POSSIVEL .... 4501 TALLER N.º 27. LA INTERNACIONALIZACIÓN DE LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA: UNA PUESTA AL DÍA HISTORIOGRÁFICA ...................... 4639 TALLER N.º 28. PODERES(ES) Y CONTRAPODER(ES) EN EL ÁMBITO LOCAL DURANTE EL TARDOFRANQUISMO Y EL PROCESO DE CAMBIO POLÍTICO............................................................................................ 4779 TALLER N.º 29. EL CONFLICTO COMO EJE PARA LA ENSEÑANZA DE LA HISTORIA CONTEMPORÁNEA ................................................................. 5079 TALLER N.º 30. CAMBIOS ESTRUCTURALES DE LA ECONOMÍA Y LA SOCIEDAD DEL ANTIGUO RÉGIMEN A LA SOCIEDAD CONTEMPORÁNEA EN ESPAÑA (1770-1930): ¿LA REVOLUCIÓN LIBERAL? .................................. 5165

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TALLER N.º 31. MUJERES Y PODER POLÍTICO EN LA CONTEMPORANEIDAD. UNA COMPARACIÓN INTERNACIONAL ............... 5401 TALLER N.º 32. VIOLENCIA, DICTADURAS Y ACTITUDES POLÍTICAS EN EL SIGLO XX EN ESPAÑA, PORTUGAL Y AMÉRICA LATINA ................. 5563 TALLER N.º 33. EL ENTORNO DIGITAL Y EL OFICIO DEL HISTORIADOR ................................................................................................. 5787 TALLER N.º 34. MEMORIAS DEL PASADO, ACCIONES DEL PRESENTE: LOS PASADOS VIOLENTOS HOY ......................................................................... 5947 TALLER N.º 35. NATURALEZA, ESPACIO Y TERRITORIO: UNA MIRADA DESDE LA HISTORIA .............................................................................................. 6079 TALLER N.º 36. ASIA EN EL MUNDO CONTEMPORÁNEO. UNA MIRADA DESDE ESPAÑA ........................................................................................................ 6289 TALLER N.º 37-38. ASALTO AL TREN DE LA HISTORIA: LA UTOPÍA EN LA EDAD CONTEMPORÁNEA......................................................................... 6585

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REFLEXIONES PARA EL ANÁLISIS DE LAS COLECTIVIDADES AGRARIAS DURANTE LA GUERRA CIVIL1 Guillem Puig Vallverdú Centre d’Estudis sobre Conflictes Socials - Universitat Rovira i Virgili

Las colectivizaciones de fincas rústicas fueron un hecho revolucionario en el campo republicano durante los primeros meses de la guerra civil. Sin embargo, se ha tendido a pensar que éste fenómeno tan solo ocupó el protagonismo en zonas muy concretas mayoritariamente allí donde los grupos libertarios tenían una mayor influencia, provocando que en otros territorios este fenómeno pasase excesivamente desapercibido para la historiografía. En consecuencia, esta comunicación pretende presentar un estado de la cuestión sobre esta iniciativa, desde nuevos espacios de estudio que se han visto relegados por la historiografía, como es el caso de la Cataluña rural. Y además, aspira a plantear esquemas a seguir en el análisis con el fin de focalizar más en los sujetos para así acercarse a las raíces del conflicto.

Cuestiones olvidadas

Antes que nada, debe avanzarse que con esta comunicación no se quiere mostrar un investigación finalizada o en curso. Bien al contrario, la intención de estas líneas es la de generar debate y reflexión alrededor de las colectivizaciones de tierras durante la Revolución española. Puesto que esta ha terminado aparentemente olvidada por la historiografía, hecha un amasijo dentro del estudio de la Guerra Civil, creando un tándem entre revolución y violencia anticlerical. Si bien se ha escogido este título no es por nada más que por ser el contexto más amplio en el que se desarrolla la Revolución. Así pues, el telón de fondo que ha llevado a la realización de esta comunicación, ha sido la falta de un resumen de las últimas investigaciones relacionadas con una de las características más destacadas de la Revolución española, las colectivizaciones agrarias. La imperiosa necesidad de una puesta al día de esta temática, viene dada por qué la mayoría de los estudios vinculados a ellas fechan de los años del cambio político de la década de los setenta del siglo XX. Con ello se hace evidente que, así como los análisis vinculados a la Guerra Civil han evolucionado des de los años setenta, el de las

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colectividades no han seguido esa misma línea de continua renovación historiográfica. De este modo se constata que el hecho que caracterizó la revolución y la guerra, no ha sido de las temáticas analizadas principalmente durante estos últimos años. En consecuencia, esta comunicación pretende presentar un estado de la cuestión sobre esta iniciativa, proponiendo nuevos espacios de estudio que han sido relegados por la historiografía de las colectivizaciones. Asimismo, planteando esquemas a seguir en el análisis de estas, con el fin de focalizar más en los sujetos, para así acercarnos a las raíces del conflicto, siguiendo las pautas que ofrece la conocida Historia desde abajo. Al fin y al cabo, la propuesta reside en aplicar este método en un espacio que ha acostumbrado a estar relegado por la historiografía, como el espacio rural contemporáneo2, y con ello, vislumbrar el proceso colectivizador en la Cataluña rural. Solo por el contexto, debe tenerse en cuenta en qué situación y porqué estalló la revolución. Esto únicamente se entiende si se tiene en cuenta que la crisis sistémica en la que estaba inmersa el Estado español y la posterior eclosión institucional, que tuvo lugar como resultado el fracaso del golpe de Estado, pusieron sobre la mesa la necesidad expresa de esa solidaridad para garantizar la supervivencia de las clases populares del campo y la oportunidad de llevar a cabo lo que hasta entonces había sido la utopía colectivizadora. El marco en el que se desarrollaron, la Guerra Civil, ha sido de las temáticas que más investigaciones ha generado al respecto, sobre todo a partir de la década de los años setenta, a la vuelta del cambio político. Una buena síntesis de ello es el artículo de Enrique Moradiellos3 publicado en 2003 por la revista Ayer, donde se traza un hilo interpretativo sobre los diferentes puntos de vista desde los que se ha ido analizando el conflicto. Desde la construcción ideológica de ambos bandos, pasando por los primeros destellos científicos de investigadores profesionales —la mayoría de ellos extranjeros— hasta la manifestación obvia dentro de la historiografía española4, para terminar rompiendo la idea metafórica de la lucha del Bien contra el Mal. Sin embargo, las temáticas analizadas han ido variando en función del interés de los investigadores. Por lo que en la actualidad, cuando hablamos de la Guerra Civil hablamos de un concepto complejo, y eso se debe a los diferentes enfoques que se han utilizado para analizarla: desde la intervención extranjera, o la dimensión militar del conflicto, hasta la políticas sociales y económicas, pasando por las vivencias de la población y la violencia ejercida por las milicias y las fuerzas del orden en las retaguardias. Sin embargo, en esta comunicación, trataremos unos de los aspectos que caracterizaron la Revolución española de 1936 y que no han sido de las temáticas

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analizadas principalmente. Ello es el proceso colectivizador y las luchas en las que se vio inmerso. Pues es cierto que durante un tiempo, la imagen que se tenía de la guerra civil era el de este proceso caracterizado por el enfrentamiento entre colectivistas y los denominados individualistas, es decir entre la misma izquierda, acusado de ser éste el motivo por el cual se perdió la contienda; así como su vinculación a la dialéctica entre Guerra o Revolución, capaz de sobrevivir al conflicto.

A propósito de la revolución

Una de las conclusiones más compartidas por los investigadores es la de que el proceso colectivizador, tanto agrario como industrial, fue una consecuencia del hundimiento del aparato republicano. Sin embargo, como en cualquier hecho, sus causas son múltiples y diversas. El resultado dependió de acciones simultáneas y a veces, espontáneas, dejando un gran margen al azar. Así pues, del mismo modo debe entenderse el éxito de las colectivizaciones y de su triunfo en muchos rincones del campo republicano. Es decir, no tan solo el hundimiento de la República ante el golpe de Estado explica su surgimiento, sino también una cultura política extendida con varias experiencias de lucha vinculadas a la autogestión y la voluntad expresa de sus protagonistas de llevarla a cabo. No sería justo no hacer hincapié en la labor pedagógica del anarcosindicalismo en la Península Ibérica de la mano de Errico Malatesta y de otros teóricos anarquistas. Algunos investigadores no han perdido el tiempo vinculando el proceso colectivizador

con

el

anarquismo.

Pues

es

cierto

que

las

organizaciones

anarcosindicalistas eran de las más extendidas entre las clases populares españolas durante la década de los treinta, también en el campo5. Para el caso catalán, los análisis no han centrado su atención en el campo, sino en la industria, mucha de ella cercana a Barcelona y por extensión a las zonas urbanas. Debe destacarse como caso excepcional el estudio colectivo de la comarca del Baix Llobregat6, caracterizada por sus colonias textiles, pero también por ser el huerto de la capital catalana. En ella se hace evidente que en la periferia más inmediata de Barcelona, también son necesarios estudios vinculados al ámbito agrario para entender la dinámica del proceso revolucionario. Por desgracia para el caso catalán, estos estudios no han pasado de capítulos de libros o incluso menciones en investigaciones más extensas, sin dedicarle monografías completas. La mayoría de ellos, vinculados a temáticas locales, permanecen dispersos

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sin llegar a conclusiones que construyan una perspectiva panorámica del agro catalán. Asimismo, se ha tendido a menospreciar el fenómeno y centrar interesadamente el análisis en las disputas entre colectivistas y los pequeños propietarios reticentes a tomar partido de la iniciativa. Lo que lleva a destacar las colectivizaciones forzosas de tierras para así desvirtuar las acciones de aquellos colectivos que se oponían a las directrices de los gobiernos. Una muestra de ello es el trabajo de Josep Termes sobre los Fets de la Fatarella7 de enero de 1937. Destacados por ser el primer choque entre campesinos colectivistas y los llamados “individualistas” en una zona de Cataluña muy frecuentada por el carlismo, pero también con una fuerte presencia del anarcosindicalismo, ambos con una gran influencia entre las clases populares8. Un hecho que caracteriza las Terres de l’Ebre como un territorio en un continuo conflicto social abierto. Sin embargo, debates estériles de este tipo no llevan a ninguna conclusión que nos permitan ser francos con el proceso, puesto que se le exige una pureza y una coherencia que no deja margen a las contradicciones propias de cualquier acción humana. La primera de las síntesis globales del movimiento colectivista durante el período 1936-1939 es la de Frank Mintz. En ella se presenta una exhaustiva relación de colectividades agrarias evidenciando el profundo cambio social emprendido por los campesinos de la retaguardia republicana y que hicieron frente al golpe militar del 18 de julio. Sin embargo, en los análisis científicos más generales cabe destacar el trabajo del hispanista francés Jacques Maurice9, que aunque no como especialista sobre el tema, fue capaz de reflejar el modo en que la historiografía había tratado el tema. Destacaba que si bien en unos primeros análisis, estos estaban impregnados de ideología, por uno y otro bando, fue gracias a los estudios emprendidos por investigadores extranjeros como Broué y Temimé10 a partir de la década de los años 60, quienes destacaron el amplio movimiento de colectivizaciones que se dio durante la guerra. Este impulso de aire fresco venido de fuera, fue capaz incidir en los jóvenes investigadores y romper con el sesgo ideológico. Siguiendo esta línea interpretativa, José Sánchez Jiménez afirmaba que a la vuelta del cambio político se pudieron sumar un gran nombre de monografías “en las que en forma continua y completa figuran el contraste sistemático de fuentes, archivos procedentes de partidos y sindicatos, periódicos locales de los más amplios matices, archivos del I.R.A., y últimamente también, […] trabajos de campo, para recoger sobre el terreno los testimonios de los ya escasos supervivientes”11. Con ello se refería ya en 1989 a los trabajos de Julián Casanova para Aragón, Aurora Bosch para el País Valenciano, Luis Garrido González para Andalucía, así como los de José Luis

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Gutiérrez Molina para Castilla-La Mancha o alguno de más amplio como el de Walther L. Bernecker. Sin embargo, en los últimos veinticinco años pocas monografías pueden sumárseles. Destacando los trabajos de Marciano Cárdaba para las comarcas de Girona. Así, partiendo de la idea expuesta por José Sánchez Jiménez, con todos ellos es posible crear una aproximación del fenómeno colectivista en la retaguardia republicana del Mediterráneo, pero no sin antes darnos cuenta que este fenómeno se distinguió por su diversidad puesto que continuaban “siendo varias las Españas agrarias, con muy pocas notas capaces de interpretación unívoca”12 por haber una gran variedad de tipologías de colectividades, partiendo desde su origen y formación, hasta por los propios colectivizadores. Con el trabajo de José Luis Gutiérrez Molina13, aunque breve, se evidencia la magnitud del proceso colectivizador en Castilla-La Mancha. Pese a que es un trabajo básicamente cuantificador, concluye que el fenómeno colectivizador no fue obra de ninguna organización en concreto, sino del ímpetu de las clases populares y debido a una amplia extensión de las ideas libertarias vinculadas al colectivismo que venía de los años previos a la República, siguiendo en parte las idea defendidas en las memorias de los excombatientes antifascistas. Pero el principal instrumento que nos ofrece el trabajo de Gutiérrez son las dificultades con las que puede toparse la investigación, yendo des de problemas cuantitativos del número de colectividades, así como de colectivizadores, pasando por los balances de cuentas, reglamentos y estatutos o hasta sobre el funcionamiento interno de las colectividades, por la ausencia de documentación. Dado que mucha de ella no fue emitida durante el tiempo en que la colectividad estuvo en activo, o por haber sido destruida posteriormente. Durante los años siguientes, los análisis fueron ampliándose a otros territorios. Un ejemplo de ello es el de Luis Garrido14, quien fue el primero en poner bajo el método científico el análisis de las colectividades en Jaén. Sin embargo siguió teniendo en cuenta las obras de los cronistas y testigos que evidenciaron el proceso colectivizador, quienes han estado frecuentemente relegados por la historiografía por considerarlos demasiado ideologizados. En su estudio no tan solo se dedico a cuantificar las colectividades de toda la región andaluza, sino que además puso sobre la mesa la necesidad de entablar la vinculación entre el proceso y las concepciones teóricas que se habían estado extendiendo des de finales del siglo XIX alrededor del colectivismo entre las clases populares. Es decir, rompió con el mito de que las colectivizaciones surgieron de la nada, resultado de un fervor revolucionario momentáneo, clarificando que éste

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tuvo ya sus antecedentes inmediatos en la Segunda República y los años anteriores, resultado de las profundas contradicciones sociales y económicas en que se debatía el campo. Además, en su trabajo destaca a ruptura de la simbiosis entre colectivismo y anarquismo, puesto que en las zonas de Andalucía donde había una mayor influencia del anarquismo, las colectividades no estuvieron protagonizadas mayoritariamente por la CNT sino por la UGT, a través de la FETT, destacando la falta de diferencias ente las colectividades organizadas por una u otra sindical. Asimismo, con su estudio se puso de manifiesto que los problemas entre colectivistas y pequeños propietarios no fueron un hecho exclusivo del norte peninsular, donde el minifundio estaba más extendido, sino que en un territorio como el andaluz, caracterizado por el latifundio, este tipo de discusiones también salieron a la luz. Igualmente debe añadirse que Luis Garrido incorpora en su trabajo, el papel de las mujeres en las colectividades, pero de un modo muy polémico, puesto que afirma que estas solo entraron a trabajar en la agricultura cuando los hombres habían marchado al frente. Sin embargo puede ser que el estudio más completo sobre las colectivizaciones sea el de Walther L. Bernecker15. Centrándonos en Cataluña, puede decirse que es el autor que más información ha aportado sobre las colectividades agrarias en su estudio sobre la Revolución española de 1936, a pesar de tratarse de un estudio de ámbito estatal. Sin embargo, atribuye a las colectivizaciones de la Cataluña rural un papel subordinado al con otros territorios como Aragón, la Mancha o el País Valenciano. Pero aún así proporciona datos suficientes como para inventariar hasta 94 de las 108 colectividades que menciona en territorio catalán. Sin embargo, según Mintz, para el caso catalán, el número de colectividades rondó las 300, localizadas mayoritariamente en las tierras de Tarragona i Lleida, quizá como consecuencia de la tradición asociativa vinculada al anarcosindicalismo de las comarcas tarraconenses, y de la ejemplar organización en Lleida del Bloc Obrer i Camperol a través de la plataforma sindical, conocida como Unió Provincial Agrària. Asimismo, Bernecker, hizo uso de las encuestas puestas en marcha por la Generalitat, la prensa anarquista y la bibliografía de algunos autores anarquistas como Josep Peirats o Diego Abad de Santillán para llegar a esa conclusión. Sin embargo, huelga decir que Bernecker insiste en destacar el desconocimiento sobre la Revolución española en la historiografía, culpando a las actitudes del comunismo español de los años de la guerra, y su postura contraria a las colectivizaciones, así como el apoyo que estos recibieron de los partidos republicanos. Un hecho que, según él, sobrevivió con los años.

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Esta es una idea también defendida por la profesora Aurora Bosch, quien insta a romper con la narración ideologizada en la historiografía sobre las colectivizaciones. Según ella, son la evidencia de que las disputas políticas que hubo durante la guerra entre comunistas y anarcosindicalistas haciendo mella y manteniéndose treinta años después de la derrota. Asimismo, defiende la necesidad de romper con el discurso sobre la prioridad a realizar la Revolución o la Guerra, que siempre se había vinculado con las colectivizaciones. Debido a su tesis, es otra de las investigadoras que deben tenerse en cuenta cuando se tratan las colectivizaciones16, puesto que es clave para entender este fenómeno en el País Valenciano, sin dejar de mencionar su trabajo posterior sobre el Consell Llevantí Unificat d’Exportació de Cítrics. Asimismo, insiste que para ello es necesario contrarrestar la documentación generada por partidos y sindicatos en las respectivas sedes centrales como la propaganda y los artículos teóricos, frente a la documentación que pueda encontrarse en los fondos de las propias colectividades y de éste modo ver el impacto que tuvieron entre la población. Además, destaca la importancia de la utilización de la historia oral para romper los mitos que giran a su alrededor y acercarnos todo lo que sea posible a las vivencias de sus testimonios más directos, así como el relato de los cronistas, pero con el ojo crítico puesto encima de todos ellos. Bosch destaca el gran nombre de monografías que hay en Catalunya referentes al objeto de estudio, pero sin embargo, todas ellas hacen referencia al ámbito industrial y al de los servicios, y que por supuesto están enmarcados dentro de la órbita barcelonesa. Con el estudio del profesor Julián Casanova17, referente a la sociedad rural aragonesa, se hace un paso más hacia adelante en el estudio de las colectivizaciones. En él se distinguen diversos factores que resultan indispensables para cuando se analizan las colectivizaciones. Uno de ellos es la necesidad de tener en cuenta las apreciaciones ya hechas alrededor de la estructura de la propiedad de la tierra y la organización sindical. La segunda observación está muy vinculada con éste último factor, es decir, con el hundimiento de la estructura económica, política y social, previa al golpe y como de propagada estaba la organización sindical. Para el caso aragonés en concreto, el modo en que el sindicalismo campesino estaba en proceso de organización cuándo estalló el conflicto, tuvo que ver con la respuesta, casi inexistente, de las clases populares. Bien al contrario de lo que pasó en Cataluña, donde la CNT si estaba organizada, así como otros sindicatos y fuerzas políticas, permitiendo el fracaso del golpe, dejando gran parte de Cataluña bajo control obrero, con una Generalitat y

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ayuntamientos incapaces de hacer frente a los golpistas. Así pues, esta última pauta difiere un poco en el momento del análisis entre Aragón y Cataluña. Sin embargo y referente a este tema, se ha tendido a dibujar una Cataluña homogénea, contraria al golpe. Pero solo en la provincia de Tarragona ya encontramos dos municipios que alentaron el golpe: Vilalba dels Arcs, en la Terra Alta; y Solivella en la Conca de Barberà; ambos con el apoyo de antiguas redes cercanas al carlismo. Así, tal y como afirma Casanova para el caso de poblaciones aragonesas donde si había triunfado el golpe pero que habían quedado bajo dominio republicano, el que en algunos casos las colectivizaciones fuesen forzosas no es un elemento secundario. Del mismo modo, los enfrentamientos entre colectivistas e “individualistas” en Cataluña, están estrechamente relacionados con la lucha por el control político de la Generalitat. Además, estas disputas dentro de la colectividad, se utilizarán como pretexto fundamental para llevar a cabo la represión durante la primavera de 193718. Otro tipo de indicaciones que deben tenerse en cuenta según Casanova son las que pueden proporcionar las actuaciones del Consejo de Aragón, institución que podría equipararse al Comitè Central de Milícies Antifeixistes en Cataluña, por ser un espacio más de discusión que de debate de las diferentes fuerzas políticas capaces de organizar el territorio. Asimismo, estudiar sus acciones concretas, facilitaría conocer cuáles de ellas las apoyaron y cuáles boicotearon las colectivizaciones. Claro está que esto no sería posible sin utilizar el método que nos proporciona la microhistoria, tomando de ejemplo el trabajo de Josep Antoni Pozo González19, que hace posible conocer estas dinámicas a nivel local para el caso catalán. Además, esta temática a tendido a quedar eclipsada por aspectos como la violencia y las disputas políticas entre organizaciones y partidos por el control del poder, se ha visto frecuentemente centrado en las ciudades, especialmente Barcelona, por ser uno de los lugares de mayor trascendencia de la retaguardia republicana20. Sin embargo cabe destacar que en los últimos años la Cataluña rural21 está siendo considerada por los investigadores, y el estudio se amplía incluyendo la conflictividad social de los años treinta, introduciendo los enfrentamientos de octubre de 193422 como otro ejemplo más vinculado a las luchas sociales de la España contemporánea, yendo más allá de la cuestión nacional. Así, conviene destacar la obra del investigador Marciano Cárdaba23, que pretende hacer una historia total de las colectivizaciones agrícolas de las comarcas de Girona usando los diferentes archivos locales y comarcales, así como los de ámbito estatal. Además, en su trabajo persigue la dialéctica entre la información emitida por las organizaciones

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sindicales y la administración con la documentación extraída de las propias colectividades. Asimismo Cárdaba analiza los aspectos tan sociales como económicos del fenómeno garantizando una visualización de sus protagonistas. Finalmente, cabe destacar una de las obras más completas y pioneras vinculadas al estudio de las colectividades. Aunque viene siendo un trabajo de historia local, el estudio revisado de Encarnita i Renato Simoni sobre el municipio de Queretes (Cretas) en la comarca del Matarranya, en Teruel, editado por primera vez en 1977, puede dar ciertos indicios de cómo estudiar en su totalidad las colectividades durante la revolución de 1936. Su trabajo está dividido en dos apartados cronológicos, el primer de ellos, sobre los años de la República, donde analiza los aspectos económicos y sociales, así como su tejido asociativo y la cotidianeidad de la villa de Queretes durante el periodo que va de abril de 1931 hasta julio de 1936. Ello lleva a los autores a observar con profundidad qué supuso para sus habitantes el embrollo que detonó el golpe militar del 18 de julio. Al tratarse de un estudio en profundidad de un espacio en concreto, permite ver con mayor claridad quiénes apoyaron al golpe, quiénes lo resistieron y cómo lo hicieron, así como los primeros enfrentamientos entre milicianos de uno y otro bando. Del mismo modo, refleja con claridad cuáles fueron las posturas que adoptaron los diferentes vecinos de Queretes en el momento de la formación de la colectividad, dependiendo de sus intereses y las posturas políticas defendidas. Puesto que “la col·lectivització, cada poble s’organitza segons la voluntat dels participants”24, la de Queretes fue, en su totalidad, un hecho que trajo algunas oposiciones por parte de algunos vecinos de clase media, cercanos al republicanismo, que se negaron a formar parte de ella. Sin embargo, para muchas familias de campesinos la colectividad era una manera de apostar por un futuro más esperanzador e igualitario, puesto que distribuía a cada cual según sus capacidades y a cada cual según sus necesidades, llevando a la práctica la máxima marxista defendida por el comunismo libertario. Como colofón, conviene destacar que en su prólogo, Julián Casanova describe el estudio muy acertadamente cuando afirma que es “una història menuda, sobre un poble petit, però que descobreix la profunditat de l’autèntica materia primera de la que és feta la feina de l’historiador: les creences i practiques dels éssers humans.”25 Dejando a un lado las monografías, puede observarse que la investigación sobre el proceso colectivizador no ha ido mucho más allá. Si se examina el espacio de las revistas científicas, por ser estas una herramienta que otorga al investigador un espacio de discusión y debate necesarios para que la investigación avance, se evidencia una vez

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más que el objeto de estudio no ha sido frecuentemente tratado por los expertos más allá de los ya citados. Dejando a un lado los boletines más generales dedicados al estudio de la historia contemporánea, y examinado los vinculados con las temáticas más ligadas a los espacios agrarios, pueden encontrarse algunas revistas de prestigio como Historia Agraria, que dedica una parte fundamental de su divulgación a estudios relacionados con este ámbito. Pero si se analizan las temáticas que en los últimos años han ido siendo publicadas por la revista, puede observarse que los investigadores e investigadoras han tendido a dejar a un lado el conflicto social y la conflictividad a raíz del acceso a la propiedad de la tierra durante la contemporaneidad, para tratar temas vinculados al territorio y el medio ambiente. Sin embargo, otras revistas ligadas al estudio de los espacios agrarios no han seguido esa misma estela, o si más no, los investigadores que en ellas han publicado sus estudios. Éste es el caso de Estudis d’Història Agrària, de la Universitat de Girona, que ha seguido una línea de análisis capaz de combinar diversos aspectos vinculados a la Historia Total, permitiéndole la pluralidad de perspectivas, sin dejar de lado el matiz social.

Propuestas a debate

Teniendo en cuenta la más que demostrada necesidad de revisión de los análisis realizados sobre las colectividades, el segundo apartado de esta comunicación pretende aportar un conjunto de propuestas para reinterpretar las colectividades agrarias durante la Revolución de 1936. Una de estas primeras propuestas es seguir el método planteado por la microhistoria y la historia local, aplicándolo al objeto de estudio. Esto es, a partir de estudios de caso, elaborar unas líneas generales capaces de poder ser aplicadas sin ningún reparo a otros espacios similares para construir un discurso que nos rebele que fue lo que ocurrió en el campo catalán cuando este formó parte de la retaguardia republicana. Sin embargo, seria caer en un gravísimo error analizarlo de un modo homogéneo, por lo que se deben tener en cuenta las características propias de algunos territorios singulares, como el caso excepcional en el régimen de propiedad de los arrozales del Delta de l’Ebre26. Asimismo, tampoco debe caerse en el localismo pero si romper con las estructuras comarcales para pasar a analizar ámbitos geográficos más extensos y semblantes, con características comunes vinculadas al entorno, así también como a sus cultivos; factores que al fin y al cabo, juegan un papel predominante en la estructura de la propiedad de la tierra y las relaciones entre campesinos y patronos.

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Asociado a esto, debe destacarse que, así como se ha venido diciendo que Cataluña era un espacio donde predominaba la pequeña propiedad, y como consecuente el campesino pequeño propietario gozaba de unas características políticas cercanas al conservadurismo, sería caer en un error seguir defendiendo tal alegato. Aunque es imposible negar el predominio del minifundio en general en el norte peninsular, conviene destacar que esto no implica que los campesinos que exploten la tierra —y, para ser más precisos, las unidades familiares— tengan asegurada su supervivencia y agasajen de manera automática, posiciones políticas conservadoras, reformistas o incluso contrarrevolucionarias. Estos aspectos políticos no giran tan solo alrededor de cuestiones estructurales, sino a otras de más complejas fruto de las propias experiencias de los individuos y los colectivos, y sobre todo a las relaciones sociales más inmediatas y a las supeditadas al entorno. Si se partiera de esa idea generalizadora, no podría entenderse la hegemonía y proliferación de los ateneos libertarios y agrupaciones comunistas y socialistas por todo el ámbito rural catalán. Sin olvidar que se obviaría la más que conocida práctica del jornaleo temporal de muchos arrendatarios y aparceros, incluso de algún que otro pequeño propietario, que ofrecían su fuerza de trabajo en las plazas del pueblo durante las épocas de cosecha, esperando a que les cayesen en gracia a los capataces y así los escogiesen para el jornal de ese día en las fincas de los patronos. Así pues, para entender qué fue lo que sucedió en el campo republicano, más allá de las discusiones políticas, es necesario focalizar en el sujeto de estudio y en las dinámicas locales para así clarificar las relaciones entre las clases populares y las dominantes. Es decir, es significativa la necesidad de utilizar los métodos que ofrece la microhistoria para rehuir de esquemas generalizadores, permitiendo conocer dinámicas más concreta, lo que debe conllevar a saber quiénes fueron en realidad los agentes y cómo actuaron delante del fracaso del golpe, sin ningún tipo de prejuicio ideológico. Otra muestra de ello, son las conclusiones a las que llegaban, primero, Maurice y, luego, Sánchez Jiménez sobre continuidades y rupturas después del 18 de julio. Para ellos había “estallado la sublevación en el preciso momento en que la revolución agraria ya se estaba iniciando —con tanteos y desigualdades—”27, así como más adelante ha venido demostrando el estudio de Espinosa Maestre28 tomando de ejemplo el campo extremeño. Aunque este esquema no puede aplicarse en algunas zonas de la retaguardia republicana, muchos estudios vinculados a la Cataluña rural han optado por cerrar su análisis en el acceso a la propiedad de la tierra sin llegar más allá del julio de 1936, al dar inicio a la guerra, pero sobre todo por el punto y aparte que supone la Revolución. Y

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esto se debe a que hay una ruptura en las relaciones de poder y dominación entre clase dominante y clases populares que durante la primavera no llegaron a los extremos de la parte meridional de la Península. Fueron los resultados de las luchas de los días siguientes al levantamiento, los que determinaron el contexto propicio para crear la oportunidad para organizarse de manera colectiva. Sin embargo en este tipo de análisis se acostumbra a caer en el error de ver la conflictividad que acaba llevando a la guerra, como algo como consecuencia del fracaso de las políticas progresistas de los primeros años de la República en el momento de aplicarlas, y de las promovidas con la victoria del Frente Popular, y no como una secuela de la brecha social que venía aumentando desde los años de la Segunda Restauración. Puesto que las colectividades no pueden describirse tan solo en términos económicos y de forma independiente a las relaciones de poder y dominación que se rompieron a partir del 19 de julio. Esto lleva a redefinir el análisis con el que empezaron las primeras investigaciones29, partiendo por ejemplo de los derechos de uso y la implantación de la propiedad privada, así como también es necesario tener en cuenta, de donde vienen las colectivizaciones y la idea de la colectividad. Esto lo hace posible partir de la idea que E. P. Thompson30 exponía en su trabajo, reivindicando desde la historia social, el análisis también de las costumbres, la economía moral31 y sus significados, porqué con ello, no solo nos permite analizar el folklore y la cultura popular, sino algo más general como son las culturas políticas de la gente corriente, llegando así a poder analizar las consciencias del pasado y las relaciones de poder entre las clases dominantes y las populares. Uno de los ejemplos que citaba Thompson referente al estudio de esas prácticas está muy relacionado con el objeto de estudio de esta comunicación, como son las pautas de relación en el sistema agrario: prácticas hereditarias, y de las relaciones dentro del núcleo familiar y con el resto del parentesco, mantenidas muy frecuentemente por las mujeres. Emprender el análisis desde las perspectivas micro y desde abajo, tiene que hacer posible entrever con mayor facilidad el papel de las mujeres dentro del sistema agrario en general, y en la colectividad, en concreto. Llevándolas a ser un sujeto activo dentro del proceso colectivizador, no tan solo como segunda opción como afirmaba José Sánchez Jiménez, sino como unos sujetos imprescindibles para el trabajo en el campo, al igual que el resto de los miembros de la unidad familiar. Aunque alejada de la historia des de abajo, incluso de la investigación histórica, pero partiendo de un análisis micro, el trabajo de James Agee y Walker Evans32, que les encargó la revista Fortune en verano

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de 1936 sobre los arrendatarios del algodón en Alabama, permite apreciar estos matices. Por ejemplo, cuál era el papel de cada uno de los miembros de la unidad familiar, la relación entre ellos y con las demás familias de aparceros y arrendatarios del Condado de Hale, al sur de los Estados Unidos de América. Así, una de las opciones que permite madurar la historia desde abajo desarrollada por el Grupo de Historiadores del Partido Comunista de Gran Bretaña es la de romper el silencio del campesinado, convirtiéndolo en un sujeto activo de la sociedad rural, y no como uno de pasivo como se lo ha estado tratando hasta ahora. Asimismo, romper como ya lo han hecho otros investigadores33, con la concepción que relaciona el mundo rural con la pasividad y la resignación, frente a los cambios que surgen en las ciudades, al mismo tiempo que son incapaces de crear alternativas de lucha y autoorganización. Con el estudio de las experiencias y de las culturas políticas, se podría afirmar que las colectividades y los colectivizadores son el producto de la historia del movimiento obrero español durante las décadas anteriores, de la labor educativa de varias generaciones, de las luchas y experiencias obreras, de sus ateneos y sindicatos, sus revistas, semanarios y asociaciones, todo lo que ayudó a conformar una personalidad propia y colectiva no tan solo en las ciudades, sino también en el campo. Sin embargo, tampoco debe caerse en el ofuscamiento de creer que la proclamación de la Segunda República el 14 de abril de 1931, rompió con los esquemas corruptos y endógenos de la Segunda Restauración Borbónica. Por ello es necesario ir más allá de esos años complejos de la década de los treinta, ayudando a romper el mito de pozo de todos los males que fue la irrupción de una tímida democracia en el Estado español, y tener en cuenta que la introducción salvaje del capitalismo en la agricultura durante toda la Restauración, trajo consigo la agudización de la grieta social y económica en la sociedad catalana y española. De ese modo, podría llegarse a entender que, en una coyuntura crítica como fue el levantamiento militar del 18 de julio de 1936, los obreros del campo y de la ciudad, frente al vacío de poder, optasen para tomar el destino en sus propias manos, sin esperar a que el Estado se hiciera cargo ni a que un partido “revolucionario” les dijera lo que debían hacer34, así como afirma Thompson: “Un motín da luz sobre las normas de los años tranquilos, y su repentina infracción de la deferencia nos permite entender mejor los hábitos […] que han sido infringidos35”. Conviene recordar que no fue hasta que entró Joan Comorera (USC)36 en el gobierno de la Generalitat37 en 1934, y luego en 1936, y la continuidad de su tarea por Joan Calvet (URC)38 en el desmantelamiento de la obra del lobby de l’ESA39, que se cambiaron las

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directrices políticas hacia la economía agrícola hasta entonces dejada en manos de las oligarquías terratenientes que la ostentaban ya desde la primera década del siglo XX, y que se asentó en 1914 con la Mancomunitat. Otros dos aspectos que deberían tenerse en cuenta en el momento de estudiar las colectividades son, por un lado, las fuentes documentales posteriores. Es decir, con los procesos sumarísimos de los tribunales militares franquistas, pueden observarse en las acusaciones si los procesados habían formado parte de alguna colectividad. Así como las actas de devoluciones de propiedades a sus antiguos dueños con el Servicio de Recuperación Agrícola. Con ello, sería posible acercarse a un hipotético impacto de las colectividades sobre el terreno, sobre todo aquellas de las que se tienen escasas evidencias. Por otro lado, el segundo aspecto que podría tenerse en cuenta, pero con un ojo crítico mayor que el puesto en otro tipo de fuentes, es la producción fílmica donde se ha hecho evidente el proceso revolucionario español. Una muestra de ello es la obra de Ken Loach, Tierra y Libertad, y la peculiaridad de la secuencia40 del debate sobre la organización del trabajo agrícola, realizado sin guión y con actores figurantes que habían sido testimonios directos de la revolución en Aragón, y por lo tanto, podría usarse como una fuente oral. Como colofón, resaltar que deben buscarse las causas que llevan a la revolución no tan solo en su pasado más inmediato, sino también en otro de largo recorrido en el que sea posible ver la cultura política y las experiencias adquiridas de esas gentes corrientes que en verano de 1936 creyeron en la necesidad de crear un mundo nuevo basado en la igualdad, la solidaridad y el trabajo colectivo, rompiendo con el paradigma liberal de la propiedad privada como propiedad única y perfecta.

1

Esta comunicación está vinculada a la tesis doctoral en curso del propio autor: De qui és la terra? La lluita per la propietat rústica a Catalunya durant la Revolució Espanyola (1936-1939) y dirigida por el Doctor Josep Sánchez Cervelló en la Universitat Rovira i Virgili (Tarragona). Así y como se afirma en la reciente comunicación de Assumpta CASTILLO CAÑÍZ: “Cada cual según sus capacidades y a cada cual según sus necesidades”. Guerra y colectivización de la tierra en Aragón”, XIV Congreso Internacional de Historia Agraria: Sociedad Española de Historia Agraria (SEHA), Badajoz, 7-8 de noviembre de 2013. Disponible a 22 de junio de 2014 en: http://goo.gl/hdq09l

2

Enrique MORADIELLOS: “Ni gesta heroica, ni locura trágica: nuevas perspectivas históricas sobre la guerra civil”, Ayer, 50 (2003), pp. 11-40. 3

4

Manuel TUÑÓN DE LARA et. al. (coords.): La Guerra Civil: 50 años después, Madrid, Labor, 1986.

5

Graham KELSEY: Anarquismo y Estado en Aragón, 1930-1938, Zaragoza, Fundación Salvador Seguí, 1994.

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6

Carles SANTACANA I TORRES (coords.): Col·lectivitzacions al Baix Llobregat, 1936-1939, Montserrat, Centre d’Estudis Comarcals del Baix Llobregat, 1989.

7

Josep TERMES: Misèria contra pobresa: Els fets de la Fatarella del gener de 1937: un exemple de resistència pagesa contra la col·lectivització agrària durant la Guerra Civil, Barcelona, Afers, 2005. Josep SÁNCHEZ CERVELLÓ: Conflicte i violència a l’Ebre: de Napoleó a Franco, Barcelona, Flor del vent, 2001.

8

Jacques MAURICE: “Problemática de las colectividades agrarias en la Guerra Civil”, Agricultura y sociedad, 7 (1978), pp. 53-85.

9

Pierre BROUÉ y Émile TEMIMÉ: La révolution er la guerre d’Espagne, París, Les Editions de Minuit, 1961. 10

José SÁNCHEZ JIMÉNEZ: “Las colectividades agrarias durante la guerra civil”, Anales de Historia Contemporánea, 7 (1989), p. 64.

11

12

Ibíd., p.50.

13

José Luis GUTIÉRREZ MOLINA: Colectividades libertarias en Castilla: punto de partida para un estudio del movimiento colectivista en la Región Centro (Castilla la Nueva) durante el período 1936-39, Madrid, Campo Abierto, 1977. 14

Luis GARRIDO GONZÁLEZ: Colectividades agrarias en Andalucía: Jaén (1931-1939), Madrid, Siglo XXI, 1979. 15

Walther L. BERNECKER: Colectividades y revolución social. El anarquismo en la guerra civil española, 1936-1939, Barcelona, Crítica, 1982. Aurora BOSCH SÁNCHEZ: “Les col·lectivitzacions al País Valencià: perspectives d’investigació”, Recerques: Història, economia i cultura, 15 (1984), pp. 79-97. 17 Julián CASANOVA: Anarquismo y revolución en la sociedad rural aragonesa, 1936-1938, Madrid, Siglo XXI, 1985. 16

18

Véase José Luis MARTÍN RAMOS: La rereguarda en guerra. Catalunya, 1936-1937, Barcelona, l’Avenç, 2012. 19

Véase Josep Antoni POZO GONZÁLEZ: La Catalunya Antifeixista. El govern Tarradellas enfront de la crisi política i el conflicte social. Setembre de 1936-abril de 1937, Barcelona, DAU, 2012.

20

José Luis MARTÍN RAMOS: La rereguarda en guerra...

21

Véase Josep Antoni POZO GONZÁLEZ: La Catalunya Antifeixista...

22

Véase Manel LÓPEZ ESTEVE: Els Fets d’Octubre de 1934, Barcelona, Base, 2013.

23

Marciano CÁRDABA CARRASCAL: Campesinos y revolución en Cataluña. Colectividades agrarias en las comarcas de Girona, 1936-1939, Madrid, Fundación de Estudios Libertarios Anselmo Lorenzo, 2002. Encarnita i Renato SIMONI: Queretes. La col·lectivització d’un poble aragonés durant la Guerra Civil (1936-1938), Calaceit, Associació Cultural del Matarranya, 2013, p. 177.

24

25

Ibíd., p. 11.

26

Josep SÁNCHEZ CERVELLÓ: Conflicte i violencia…

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27

Jacques MAURICE: “Problemática de las colectividades…, p. 55.

28

Francisco ESPINOSA MAESTRE: La Primavera del Frente Popular: los campesinos de Badajoz y el origen de la guerra civil, marzo-julio de 1936, Barcelona, Crítica, 2007.

29

José Luis GUTIÉRREZ MOLINA: Colectividades libertarias en Castilla…

30

Edward P. THOMPSON: Agenda para una historia radical, Barcelona, Crítica, 2000.

31

Íd.: Costumbres en común, Barcelona, Crítica, 1995.

32

James AGEE; Walker EVANS: Algodoneros. Tres familias de arrendatarios, Madrid, Capitán Swing, 2013. Carlos GIL ANDRÉS: “Esas luchas pueblerinas". Movilización política y conflicto social en el mundo rural republicano (La Rioja 1930-1936)”, Ayer, 89 (2013), pp. 93-119. 33

34

Víctor ALBA: Los colectivizadores, Barcelona, Laertes, 2001.

35

Edward P. THOMPSON: Agenda…, p.22.

36

Unió Socialista de Catalunya.

Josep SÁNCHEZ CERVELLÓ: “II. Agricultura (1931-1939)”, en Francesc BONAMUSA (Dir.): Generalitat de Catalunya. Obra de govern, 1931-1936, Barcelona, Generalitat de Catalunya, Departament de Presidència, 2006, pp. 97-158. 37

38

Unió de Rabassaires de Catalunya.

La Escola Superior d’Agricultura había estado fundada por la Diputación de Barcelona en 1912 con la finalidad de formar técnicos superiores que pudieran planificar y modernizar la agricultura y la ganadería catalanas. Como que la principal salida profesional era la de mejorar las explotaciones particulares, era conocida como “l’escola dels hereus”. Citado en: Josep SÁNCHEZ CERVELLÓ: “II. Agricultura”…, p. 97. 39

40

Disponible en: http://goo.gl/fyeBRz

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