REFLEXIONES EN TORNO A LA INSCRIPCIÓN PSÍQUICA DEL DISPLACER Y LA NEUROSIS DE TRANSFERENCIA: A PROPÓSITO DE LA IMPORTANCIA DEL OTRO EN WINNICOTT

July 5, 2017 | Autor: Patricio Meneses | Categoría: Sigmund Freud, Wilfred Bion, Donald W. Winnicott, Psicología, Psicoanálisis, Psicoterapia
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Psicólogo Clínico de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Magíster (c) en Psicología Clínica de Adultos de la Universidad de Chile. Mail: [email protected]
Reflexiones en torno a la inscripción psíquica del displacer y la neurosis de transferencia: a propósito de la importancia del otro en Winnicott
Patricio Meneses Merino
Resumen
En el contexto más general de una reflexión en torno al problema de la memoria en psicoanálisis, expondré, a propósito de la noción de huella mnémica, qué relación podría guardar la memoria de las experiencias de satisfacción con la memoria de la cual dan cuenta fenómenos como la compulsión a la repetición. ¿De qué inscripción trata Freud en Más Allá del Principio del Placer? ¿Qué elementos se pueden incorporar para comprenderla? La respuesta a esta pregunta me ayudará en la tarea de explorar el lugar de la alteridad en su relación con la inscripción, a propósito de la neurosis de transferencia, considerando a esta como una compulsión a la repetición. Sin embargo, sólo volveré a lo que Freud describe en 1920 luego de recorrer parte de los supuestos del Modelo de Relaciones Objetales, para el cual la noción de otro resulta central, e incluso constitutiva del aparato psíquico. Tomaré como elemento ilustrador de esta noción al miedo al derrumbe, tal como fue descrito por Winnicott en Exploraciones Psicoanalíticas. Hacia el final, propondré discusiones en torno al lugar del otro en la inscripción, descarga y posible elaboración del displacer, recuperando conceptos como la identificación proyectiva y la expectativa de pecho, de Bion.

La temprana teoría del aparato psíquico le plantea a Freud el problema de cómo este retiene la estimulación interna y externa de la que es objeto. Su primera aproximación a la metapsicología, en el original Proyecto de Psicología para Neurólogos, indica ya que para él un aspecto fundamental de una teoría sobre estas temáticas es la explicación del fenómeno de la memoria: "cualquier teoría psicológica atendible tiene que brindar una explicación de la memoria" (Freud, 1985, pág. 343). A pesar de que habría que pensar la posibilidad de una teoría unificada de la memoria en la obra freudiana, me parece interesante explorar parte de esta afirmación a partir de la noción de huella. Me parece que la modalidad de lo inscrito por la vía de la huella podría ayudar a comprender el concepto de memoria en psicoanálisis.
En Freud, el concepto de huella mnémica aparece tempranamente como la posibilidad de explicar por vía económica la necesaria distinción entre percepción y conciencia. Breuer, durante el trecho que recorre con Freud, ayuda a este a aclarar esta diferencia, indicando en los Estudios sobre la Histeria que el espejo de un telescopio no puede ser al mismo tiempo su placa fotográfica (Freud, 1895). La idea de huella mnémica aparece como la posibilidad de distinguir entre estas dos funciones, tal y como Freud mostrará en su texto sobre la pizarra mágica -instrumento que puede borrar lo percibido, sin por ello dejar de registrar su huella (Freud, 1925). Así, el concepto de huella mnémica aparece en la teoría sobre el aparato psíquico para dar cuenta de una distinción tópica, como representaciones que seguirían ejerciendo sus efectos en la vigilia, a pesar de no ser manejadas por la conciencia.
Conocemos cómo Freud relaciona, por ejemplo, estas huellas con los sueños, en La Interpretación de los Sueños. Este texto, así como buena parte de la teoría de Freud, se escribe sobre el supuesto del aparato psíquico como un sistema físico-energético, y explica el sueño a propósito de las huellas mnémicas que recorre por vía regrediente y alucinatoria (Freud, 1900). Por otro lado, en este texto, y ya desde los Estudios de la Histeria, Freud ya concibe que las inscripciones -que llama huellas mnémicas, y que propone como experiencias de satisfacción- obedecen a un sistema dinámico particular, que pone en juego la idea de catexia y contracatexia, y con ella el concepto de represión. Este concepto, como represión propiamente tal, muestra por qué vías se facilita la aparición en la conciencia de representaciones, y plantea todo el problema del afecto en su relación con la represión. El proceso de catexia y contracatexia -que Freud elabora para dar cuenta de la aparición en la conciencia de representaciones a las cuales se les ha sumado un afecto que en principio no les era propio, y que es el mismo que se pone en juego en las formaciones del inconciente que son el sueño y el síntoma- muestra un aparato psíquico normado por la represión en su relación con las huellas mnémicas (Freud, 1900).
No es mi propósito tomar estos conceptos en toda su profundidad, sino recuperarlos para ubicar el lugar del otro en esta concepción del aparato psíquico. En esta primera tópica, donde se pone en juego la idea de huella mnémica en su relación con elementos económicos, Freud no ha concebido en toda su complejidad la noción de otro y su lugar en la generación de experiencias de satisfacción. Si bien Freud busca, a propósito de la espinuda temática de la presencia de sexualidad infantil en los niños, dar cuenta de cómo la idea de fijación de la libido se relaciona en alguna medida con el universo de representaciones que contiene elementos de los otros (Freud, 1905), cabría explorar por qué Freud, a propósito de la idea de transferencia, que costó tanto elaborar, no exploró en toda su complejidad el problema del otro en la formación del aparato psíquico. Quizás fueron los que vinieron después de Freud, en su trabajo con niños – y con sus padres – los que, desde una teoría de las relaciones objetales, pudieron ahondar en el lugar del otro para la teoría psicoanalítica.
Lamentablemente, no alcanzaré a trazar una teoría unificada y completa de la noción de otro en la teorización de Melanie Klein y autores como Winnicott, pero sí podré indicar, a partir de Fairbain, que estos autores, a diferencia de Freud, basan sus concepciones metapsicológicas en una pulsión buscadora de objetos (Fairbain 1952). Al mismo tiempo, estudian el proceso de formación del aparato psíquico bajo el supuesto del proceso de desarrollo emocional, donde el yo y sus funciones inconcientes juegan un papel privilegiado.
La noción de objeto de estos autores, que también habría que explorar en toda su complejidad, permitió explorar la temática de la alteridad inmediatamente después de Freud, y en especial, permitió formular preguntas en torno a las funciones del otro en su relación con la formación del aparato psíquico. Me parece que el autor que más se acerca a estas ideas es Donald W. Winnicott, para quien es el otro, la madre como ambiente, quien permite que el niño se desarrolle emocionalmente de un modo particular. En él toma especial importancia el otro auxiliar de la acción específica, al cual Freud se había referido en el Proyecto de Psicología, en 1895, a propósito de la satisfacción de la necesidad.
¿Qué lugar entrega Winnicott al otro en el camino del desarrollo emocional? Para él, el lugar y las funciones concretas que el otro cumple toman una importancia radical para la formación del aparato psíquico, por vías donde se conjugan de manera compleja aspectos como la satisfacción de la omnipotencia y la frustración (Winnicott, 1972). El otro aparece como un agente formador del psiquismo, si así podría decirse, dando cuenta, mediante sus fallas, de cómo el aparato puede salir de una omnipotencia temprana, a la cual no dejan de reconocérsele funciones específicas en la formación de ese mismo aparato.
En sus Exploraciones Psicoanalíticas, y en atención a las funciones del otro, Winnicott se refiere a un fenómeno clínico que no puede dejar de resultar interesante de revisar. En el breve artículo El Miedo al Derrumbe, Winnicott refiere que se ha encontrado, a propósito de fenómenos psicóticos en la transferencia, con angustias que van más allá – o más acá, si se considera la cronología del desarrollo emocional – de las angustias descritas por Freud, y que se relacionan con las agonías primitivas que se estaban estudiando en esos momentos, a propósito de las exploraciones de autores como Wilfred Bion. El miedo al derrumbe no constituiría un derrumbe como tal, sino que sería una defensa asociada a la ocurrencia de un hecho muy particular. Winnicott señala que el origen de este sentimiento se relaciona no con un derrumbe a ocurrir, sino con uno ya acaecido (Winnicott, 1968).
Habría que pensar qué lugar tuvo este derrumbe en el aparato psíquico –ese es quizás parte importante del problema. Winnicott lo piensa como un hecho acaecido, pero no vivenciado. "No había nadie ahí para quien esa experiencia tuviera lugar" (Winnicott, 1968), dice. Aceituno, en relación con la clínica de la melancolía y los estados límites, ha planteado que este tener lugar se da como parte de un proceso en el cual el sujeto tiene que ser reconocido como tal para otro sujeto, de manera de la experiencia pueda ser reconocida como propia, y vivenciarse, permitiendo una inscripción (Aceituno, 2010).
El otro elemento importante del modo en como Winnicott piensa este miedo al derrumbe, acaecido en la clínica de fenómenos psicóticos –comprendiendo que para los autores postkleinianos, no existe una diferencia clara entre la personalidad psicótica y la personalidad neurótica–, es que lo vincula directamente con fallas radicales en el sostenimiento de la omnipotencia infantil. Allí donde las condiciones debieron estar aseguradas para permitir la continuidad subjetiva de un aparato psíquico en formación, acaeció un abandono en la satisfacción de la necesidad que generó un derrumbe de las defensas, rastreable hasta la adultez a partir del miedo clínico a ese derrumbe, en la transferencia (Winnicott, 1968).
Lo que parece interesante de este hecho clínico es el lugar que tendría el otro en el proceso de inscripción. Si en Freud el otro juega en la huella mnémica un lugar que se limita al de ser agente de satisfacción de la necesidad, llama la atención el lugar protagónico que toma en teorías como la de Winnicott, y en especial en hechos clínicos como el miedo al derrumbe, importancia que no se manifiesta solamente en la historia clínica de ese temor, sino que también en la transferencia.
Habría que pensar en qué se diferencia el lugar que Freud le entrega al otro con el lugar del otro que se manifiesta en hechos clínicos como el miedo al derrumbe. Parece ser que la importancia del otro en la metapsicología de las relaciones objetales no sería sólo importante para el modelo, sino también como constructor del aparato psíquico. De alguna manera, el otro inscribiría, por la vía de la satisfacción, huellas que ayudarían en la organización de las funciones yoicas del aparato. El otro sería quien inscribiera en el aparato en formación experiencias que serían constitutivas de ese aparato. Este lugar protagónico del otro no estaría en Freud.
Sin embargo, la noción de miedo al derrumbe también supone un tipo de huella distinto al de la satisfacción. Quizás podría pensarse que el miedo al derrumbe da cuenta de una acumulación de tensión que se manifiesta por la vía del displacer, si lo consideramos desde una perspectiva económica. Renunciando a parte de la complejidad del concepto -en especial a la naturaleza misma de esa inscripción para la cual no hubo un sujeto presente, asunto que habría que pensar en toda su complejidad- podríamos relacionar la experiencia de insatisfacción temprana con fenómenos de la compulsión a la repetición que Freud estudia en 1920, en el texto Más Allá del Principio del Placer. Este recorrido por la clínica del derrumbe y la noción del otro en Winnicott, sin embargo, no habrá sido en vano; ya veremos por qué.
Cuando Freud se refiere a la neurosis de transferencia, explicándola como una manifestación más de la compulsión a la repetición, no sólo llama la atención sobre el lugar central que fue ocupando para el psicoanálisis el hecho clínico de la transferencia, sino que también da cuenta de experiencias de insatisfacción que se repiten. Freud habla del origen de la neurosis de transferencia refiriéndose al displacer que situaciones relacionadas con la sexualidad infantil habrían producido en el sujeto de manera temprana. En el mismo momento del origen de lo que después se manifestará como neurosis de transferencia opera un sentimiento de displacer (Freud, 1920)
La pregunta que cabe hacerse aquí es: ¿cómo este sentimiento de displacer subsistió en el aparato para luego manifestarse en una neurosis de transferencia? ¿De qué tipo de inscripción da cuenta la neurosis de transferencia como compulsión a la repetición?
Esta pregunta no encuentra una respuesta acabada en la teoría freudiana, ya que el concepto de pulsión de muerte y los hechos clínicos relacionados con la repetición del displacer parecen haber llegado muy tarde en la vida de Freud, y han producido todo tipo de exploraciones tendientes a elaborarlos, o de plano, discutir que constituyan una prueba para la nueva teoría de las pulsiones. Winnicott mismo no está de acuerdo con que existan dos pulsiones, y opone bajo la lógica de la paradoja a ambas, en pares complementarios. Concibe una pulsión monista que daría cuenta, bajo su forma de la agresividad, del proceso creativo (Anfusso, 2009).
Pero, ¿a qué tipo de inscripción se refiere Freud cuando piensa en la neurosis de transferencia como repetición? La pregunta es interesante porque, en tanto apunta a la transferencia, da cuenta también de una idea sobre la alteridad en psicoanálisis, cuya manifestación clínica, la transferencia, fue cobrando cada vez mayor importancia en la obra freudiana.
Me parece que la noción de otro que plantea Winnicott puede ayudar a pensar esta problemática. Si suponemos que el otro tiene un papel protagónico en la formación del psiquismo, y si concebimos que es él el que inscribe en el sujeto huellas que van permitiendo este proceso – o dificultándolo, como en la falla materna temprana que produce el derrumbe de las defensas –, parte de este problema podría resolverse. Y es que para Winnicott, la historia perdida que Freud intenta recuperar mediante la construcción es una historia de relación al otro, donde es el otro el que entrega las posibilidades de existencia del self. Así, para este autor, las experiencias de displacer no constituyen sólo un aumento de la tensión al interior del aparato psíquico, sino la poca disponibilidad psíquica de la madre-ambiente para permitir su elaboración.
Es en este contexto que mecanismos de defensa como la identificación proyectiva descrita por Melanie Klein -que supone una deflexión de la agresión hacia otro del cual el bebé tiene alguna noción parcial de su existencia como objeto (Klein, 1987)- juegan un papel importante. Podríamos pensar que, desde Winnicott, la aparición de estos mecanismos no sólo es un modo de expulsar objetos de difícil elaboración, sino que la identificación proyectiva se mantiene expectante a la respuesta que otro pueda darle a esas angustias primitivas.
Quizás aquí el concepto de expectativa de pecho, de Bion, logre aclarar esta idea de la propia teorización winicottiana. Bion, por su parte, elabora la idea de expectativa de pecho para dar cuenta de un elemento innato del bebé en el aparato psíquico, en tanto mantiene la expectativa de que venga otro capaz de elaborar su experiencia, y de esta manera formar un símbolo (Grinberg, 1972). Esta formación del símbolo podría consistir en la descarga por la vía del otro de una angustia de desamparo.
Hasta aquí, se presentan elementos que señalan, a mi parecer, un problema pendiente en la teoría psicoanalítica: ¿Qué lugar juega el otro en la inscripción psíquica?, y en particular, ¿qué lugar juega el otro en la inscripción psíquica del displacer, tal como se manifiesta en la neurosis de transferencia?
A mi juicio, el sólo hecho de introducir en la noción de neurosis de transferencia como compulsión a la repetición la idea de alteridad, soluciona parte del problema enunciado, en tanto este displacer no sólo constituye una acumulación de carga por la vía de la insatisfacción, sino que también espera a otro para que pueda descargarse ese quántum excedente. Esta situación, en los casos de falla materna temprana, agudiza su gravedad, pudiendo presentarse incluso como la experiencia psicótica del miedo al derrumbe, como último bastión ante el derrumbe de las defensas que ya ha acaecido, y cuya inscripción todavía se muestra como enigmática.

Bibliografía

Aceituno, R. Espacios de Tiempo: Tener Lugar. Santiago, Ed. Universidad de Chile, 2010.
Anfusso, A. ¿De qué hablamos cuando hablamos de Winnicott? Montevideo: Ed. Psicolibros, 2009.
Fairbairn, W. R. D. (1952): Estudio psicoanalítico de la personalidad. Buenos Aires: Hormé, 1970. 
Freud, S. "Estudios sobre la Histeria". Obras Completas, Vol. II. Buenos Aires: Ed. Amorrortu, 1893-95.
Freud, S. "Proyecto de Psicología para Neurólogos". Obras Completas, Vol I. Buenos Aires: Ed. Amorrortu, 1895.
Freud, S. "La Interpretación de los Sueños". Obras Completas, Vol IV y V. Buenos Aires: Ed. Amorrortu, 1900.
Freud, S. "Más allá del Principio del Placer". Obras Completas, Vol. XVIII. Buenos Aires: Ed. Amorrortu, 1920.
Freud, S. "Nota sobre la Pizarra Mágica". Obras Completas, Vol XIX. Buenos Aires: Ed. Amorrortu, 1925.
Grinberg, L. & Sor, D. & Tabak, E. Introducción a las ideas de Bion. Buenos Aires: Ed. Nueva Visión, 1979.
Klein, M. Obras Completas, Volumen 2: El Psicoanálisis de niños. Barcelona: Ed. Paidós, 1987.
Winnicott D.W. Realidad y Juego. Ed. Gedisa, 1972.
Winnicott, D.W. "El Miedo al Derrumbe". Exploraciones psicoanalíticas I. Barcelona: Paidós, 1968.



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