REEVALUACIÓN DEL RELATO HISTÓRICO Y SU CONSTRUCCIÓN

July 7, 2017 | Autor: Katherine Parrado | Categoría: Medieval Studies, Medieval Art, Early and Medieval Islamic Art and Architecture
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Descripción

Grabar, André. “Hostilidad a las imágenes: cristianos de Asia, judíos, musulmanes.” En La Iconoclastia Bizantina. Madrid: Akal, 1998 REEVALUACIÓN DEL RELATO HISTÓRICO Y SU CONSTRUCCIÓN Comentario al estudio de André Grabar sobre los orígenes de la iconoclastia en la región de Asia Menor en los siglos VI-VIII Dentro de la historia occidental de la imagen, uno de los fenómenos que causa interés como objeto de estudio es el conflicto en el uso y apropiación de la imagen cristiana en los siglos VI y VII d.C. en el Imperio Bizantino. Son reconocidos varios acontecimientos: una guerra contra las imágenes veneradas por los adeptos al cristianismo, las diferentes apropiaciones de esas imágenes, y su destrucción bajo políticas religiosas por parte de iconoclastas. No obstante, se ha discutido el surgimiento de este sentido iconofóbico hacia la imagen y cómo este rechazo de las imágenes cristianas no fue solamente producto de un enfrentamiento hacia la expansión del cristianismo sino una continuación de prácticas ya establecidas por grupos culturales asentados en la zona de Asia menor central y oriental antes y durante el establecimiento del Imperio Bizantino. La descripción y definición de estos acontecimientos y continuidades es lo que realiza André Grabar en el capítulo 5, Hostilidad a las imágenes: cristianos de Asia, judíos, musulmanes, de su libro La Iconoclastia Bizantina. Su disertación intenta corroborar cuáles podrían ser los orígenes del movimiento iconoclasta y, específicamente, el surgimiento de la hostilidad a las imágenes del emperador León III y sus sucesores 1, que dentro de la reconstrucción histórica ha sido reducida a una influencia musulmana y judía caracterizada

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Grabar, André. “Hostilidad a las imágenes: cristianos de Asia, judíos, musulmanes.” En La Iconoclastia Bizantina. Madrid: Akal, 1998Pag. 107

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por la lucha contra toda representación figurativa y el uso de decoraciones y abstracciones geométricas en los lugares sagrados. En este sentido, hay que aclarar que el autor no descarta la influencia musulmana ni judía como catalizador de la iconoclasia, sino que amplía la descripción del fenómeno para definir otros factores que permitieron su acogida. Así, desde el tercer párrafo ya señala que “cualquiera que fuese la aportación judía y musulmana a la preparación de la iconoclastia de los emperadores bizantinos, es evidente que su hostilidad con respecto a las imágenes debía encajar con la opinión de alguna parte de la sociedad bizantina.”2 En esta aclaración Grabar cuestiona la relación gobierno-comunidad y subraya que los movimientos de rechazo a la imagen constituían una fuerza política para legitimar el poder del gobierno, pero a la vez había una aceptación de la iconoclasia por parte de los creyentes, lo que permitía su validez y contundencia incluso antes de ser políticas iconoclastas. Con este cuestionamiento, Grabar indica que hay que revisar no solamente la influencia musulmana y judía en esta región sino la aceptación general que tuvieron los súbditos cristianos de Leon III que no eran judíos ni musulmanes. Entonces, los tres grupos que ejercieron influencia y consolidaron la iconofobia fueron los cristianos de Asia, los judíos y los musulmanes. Para cada uno Grabar hace una caracterización de los hechos históricos y de la producción de imágenes que utiliza como fuentes para corroborar, más que la influencia, las formas en que se dio la iconofobia, resaltando las circunstancias no estudiadas por los historiadores y que para Grabar constituyen puntos de quiebre del fenómeno.

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Como ejemplo para el primer caso, los cristianos de Asia, Grabar hace un estudio cuidadoso de la relación entre la organización territorial y administrativa del Imperio y las dinámicas sociales entre los gobernantes y los habitantes. Es importante entender los themas o áreas geográficas donde la conversión al cristianismo y el uso de imágenes se dieron bajo el contacto con poblaciones judías y musulmanas; además, Grabar enfatiza en la helenización de la poblacion autóctona de las ciudades de Asia menor puesto que en esta área la población griega era numerosa y fue a partir de la iconografía griega se dio la mayor parte de la imaginería cristiana temprana. Para el segundo caso, Grabar destaca que si bien el pueblo judío profesó una negación por las representaciones, al mismo tiempo se crearon imágenes alegóricas con un carácter simbólico y religioso como la representación del árbol franqueado por animales que estaba puesto en el centro o delante del ábside en la Iglesia de San Jorge en Nebo3. Para Grabar, estos mosaicos son particulares porque constituyen imitaciones de iconografías judías, o como el autor mismo comenta y que es significativo citar "estos mosaicos no pretendían en absoluto enseñar la religión o la moral, y en ellos, las alusiones a las verdades cristianas eran extremadamente escasas (...) y los pocos temas litúrgicos y escatológicos que se evocaban, lo eran de una manera bastante abstracta inspirada por modelos judíos."4 Así mismo el autor menciona "En esas iglesias no habia, pues, imágenes que hubieran podido clamar contra la idolatría y contra el paganismo, como hacían los judíos con las imágenes de Cristo, de los santos y de los acontecimientos de la historia cristiana." 5 El

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contacto con el pueblo judío se puede entender como un conflicto en el uso y un acercamiento en la apropiación de iconografías. Para el caso del tercer grupo, hay una pregunta fundamental que Grabar sugiere y que la relaciona con la postura ideológica de Tomas, obispo de Claudiopolis: “suprimiendo los iconos anulamos la acusación de idolatría con la que nos oprimen los infieles.”6 En este punto el autor sostiene que la influencia musulmana en la consolidación de la iconoclastia es fundamental porque ya hay una declaración previa por parte de los historiadores bizantinos en la que reconocen dos quiebres fundamentales: el rechazo icónico musulmán como la raíz de toda una política bizantina contra la imagen religiosa y una observación muy celosa de sus políticas en el uso de la imagen por parte de las autoridades islámicas. Había, entonces, un asunto diplomático y jurídico que implicó para las autoridades bizantinas dos circunstancias: un reconocimiento de las prohibiciones islámicas frente a la imagen para apropiarlas a sus propias acciones y los métodos de destrucción del material que estaban soportadas por una legislación. Finalmente, el estudio que muestra Grabar es una reevaluación de la construcción histórica que se ha hecho para definir la iconoclastia como un fenómeno político e histórico marcado por las relaciones entre el poder y la religión, con sus respectivas consecuencias y soportes ideológicos; propuesta que es interesante a la luz de una definición histórica juiciosa de las fuentes para complejizar el origen del fenómeno, sus implicaciones y las decisiones políticas que debían tomar León III y sus sucesores en una zona de gran contacto intercultural, donde la definición de estructuras ideológicas resultaba complejo y el impulso expansivo del cristianismo obligaba a la imagen a funcionar para diferentes fines. 6

Ibíd., pág. 120

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