Redacción de resultados. Orientaciones para presentar los datos, en particular en forma de tesis*

August 22, 2017 | Autor: J. Ruvalcaba Mercado | Categoría: Antropologia, Etnografia, Etnoecologia, Etnohistoria
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Descripción

6. Redacción de resultados. Orientaciones para presentar los datos, en particular en forma de tesis* Estas líneas las escribo con el ánimo de facilitar la etapa final, es decir, la redacción para su presentación en público, de cualquier trabajo de investigación. Son orientaciones que quieren servir como una guía eficaz, no fórmula ni panacea, para escribir su trabajo final. Es decir, son una serie de pasos para ayudarle en la redacción de sus avances o descubrimientos, sobre todo, en la forma de tesis. Es conveniente leerlas junto con los dos artículos anteriores, el uno acerca de cómo hacer un proyecto de investigación y el otro acerca de cómo aprovechar mejor la recopilación de datos en el campo, para tener claridad de todo el proceso de investigación. Ambos están publicados. Las sugerencias que contienen estas líneas tienen como base mi propia experiencia y la de diversas personas que se han visto en trances similares cuando se trata de presentar el escrito final y otro tipo de resultados terminales. Como premisa, se asume que, como individuos, no basta con obtener conocimiento de manera personal, sino que para que adquiera su precisa importancia y trascendencia es indispensable que salga a la luz pública para su análisis, confrontación y valoración. Se puede discutir mucho al respecto, aunque de no ponerlo a disposición de los demás, cualquier conocimiento morirá con su portador.

Para numerosas personas, la etapa de redacción es la que causa mayor angustia; otros sufren durante todo el proceso desde el planteamiento hasta el día de la entrega o del examen si es el caso. Lo mejor, es tomar la última fase, la de conclusión, como un trabajo agradable y dedicarle con entusiasmo, disciplina y pasión jornadas de trabajo diarias y sistemáticas o, ya de perdida, tomarlo como un reto que con dedicación se puede superar. Con los nuevos formatos de trabajo, la comunicación, el registro y el producto final pueden adoptar variadas modalidades ya sea que se trate de un documento escrito o audiovisual. Formas hay muchas: desde los tradicionales como los informes, artículos, tesis o libros hasta los más recientes como audiovisuales, videocintas y películas. Dado que este conjunto de ensayos tienen como finalidad ayudar al público estudiantil, enseguida se hará referencia al caso en que se tiene que redactar un informe, un resultado de una investigación cualquiera o una tesis profesional. De ser éste el caso, se considera que el trabajo será defendido en una institución universitaria y, quizá después, corregido para su publicación. Estas indicaciones pretenden que puedan ser aplicadas a todo tipo de resultados finales que culminen un proceso de investigación, sin importar demasiado la forma de la presentación final.

Lo primero que cabe señalar son las siguientes consideraciones: Si ya recorrió el camino hasta este punto, más vale terminar el proceso puesto que de otra manera todo el esfuerzo hecho será estéril o, puede ser, que otra persona lo utilice y aproveche. A mucha gente le cuesta un esfuerzo mayúsculo concluir un trabajo por diversas circunstancias. No es este un texto que entre a desentrañar las diversas causas, barreras y motivaciones que mueven a escribir y presentar –o no– de manera coherente los resultados de una investigación para el público general. Pero no se puede dejar de señalar la debilidad de los argumentos que con mayor frecuencia se escuchan al respecto y que, a mi juicio, sólo suenan como a otros tantos pretextos:

1. No me inspiro para escribir. Aunque a autores les ocurre lo contrario, para la mayoría de las personas dedicadas al oficio, la escritura no es cuestión de inspiración sino de disciplina; al menos, es un recurso que con el tiempo muestra su generosidad a nosotros los comunes mortales. Y señalo lo anterior, porque si se descartan los genios, el proceso de aprendizaje, su formulación y exposición coherente es una autoconstrucción permanente y continua, en el que se pasa de lo concreto a lo abstracto, de la observación a la reflexión y viceversa y, con cada ensayo, se adquiere experiencia y agudeza para expresarlo y transmitirlo. No voy a descartar ni a negar que la inspiración existe y que, en efecto, a muchas personas les llega con el alba, con la noche, en el momento más inesperado, en los sueños o cuando de plano ni siquiera se lo espera. Más que importante, es fundamental aprovechar esos momentos y escribir, anotar o desarrollar las ideas cuanto se pueda. Lo que nadie puede negar es que la inspiración se caracteriza por ser azarosa y esporádica; que, en general, es a partir de uno de esos momentos de inspiración que luego se desarrolla un trabajo o una obra artística a través de la disciplina y del trabajo sistemático. Lo que yo quiero señalar es que el esfuerzo y la constancia representan un camino seguro para avanzar en la concreción de un producto y que es muy probable que al impregnarse del tema, de la metodología, que al enfrentarse a los retos que plantee la investigación llegarán chispazos de inspiración, de claridad y de solución que la pura musa no resuelve.

2. No hallo o no sé por dónde empezar. No importa por dónde pero hágalo ya. En este aspecto no hay formulas ni recetas. Se puede empezar por el capítulo central, por orden progresivo (introducción, capítulo I, II, III...), por el más fácil, por el más difícil, etcétera. Aquí se da por supuesto que los y las interesadas, ya tiene ordenado su material y sus datos clasificados alrededor del tema o problema que investiga y pretende redactar. De otra manera, es necesario –

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imprescindible si se carece de experiencia en el asunto– primero ordenar el material y clasificarlo como se explicó en el artículo anterior. Quizá la mayor parte de las veces, el no saber dónde iniciar, el no poder comenzar a dar forma a los resultados finales no es tanto por no tener la idea sino por no haber un orden en el material, consecuencia del desorden, a veces mental a veces material, en que se maneja dicho conocimiento. Es decir, si no hubo un proyecto de investigación más o menos claro, si no se hizo un diario de campo sistemático, si no se clasificó y se pasó a fichas el material de campo, la etapa de redacción se dificultará sobremanera y tales confusiones y caos se reflejarán en el escrito. Este escollo es aparte del de conocer las reglas básicas de la composición gramatical, a las que se alude más adelante en el apartado cinco. Al iniciar a escribir, es importante no temer a “la página en blanco”, pero tampoco se lance a escribir “como el borras”. Hay personas que pueden redactar directo a la pantalla o a la máquina porque, según afirman –y yo no soy quien para negarlo–, es más fácil corregir en la mente que con borrador en la página o en la pantalla. Pídale a la naturaleza ser uno o una de esos seres afortunados. De lo contrario, es común y frecuente pasar dos horas frente a la pantalla, a la máquina o a la hoja de papel y no haber escrito más de una oración; si a usted le pasa, no se desespere, pues quién sabe si sea mejor o peor que padecer de “diarrea mental”. Si se trata del inicio, una ayuda de peso es trazarse un pequeño guión antes de comenzar. Reflexione cinco minutos acerca de lo que quiere hacer con el lápiz o el teclado. Por ejemplo, piense en qué es lo quiere escribir, cuál va a ser su estructura, objetivos y demás. Como ejercicio, le aconsejo pensar en el orden tradicional o aspectos formales de casi cualquier comunicado científico: título, resumen, objetivo, antecedentes y estado de la cuestión, resultados o exposición de materiales, conclusiones y bibliografía. En el otro caso, es decir, cuando no encuentre las palabras, tome un ligero descanso y regrese frente a la pantalla o a la hoja en blanco y vuelva a intentarlo. Experimente diversas modalidades. Un camino es escribir primero con lápiz sobre papel y luego pasar lo escrito a la pantalla o a la máquina (si le es posible corregir al mismo tiempo, hágalo de una vez). Otro es que si de plano no está conforme con lo que escribió, entonces hay que olvidar todo y comenzar de nuevo. Por ejemplo, redacte la oración inicial de tres, cuatro o cinco maneras diferentes que no sólo impliquen cambio de orden sino también de forma y contenido. Revise los párrafos subsecuentes porque tal vez alguno le quede mejor como comienzo y luego ordene las ideas que expresa en los párrafos precedentes, etcétera.

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Como ya mencioné, los buenos autores (y supongo que también los malos, aunque a estos no hay que leerlos o leerlos para aprender lo que no se debe hacer) tienen formas (o si quiere llámelas manías) peculiares para iniciar y terminar la redacción. Kapuściński, por ejemplo, señala que para él lo difícil es encontrar la primera frase con la que iniciará el libro y que, una vez que da con ella ya tiene el libro; un libro, ¡imagínese! Y ¡qué libro!. Recuerdo haber leído en una entrevista que le hicieron a Carlos Fuentes que él se disciplinaba para escribir durante los meses de su residencia en Inglaterra, mientras que a Gabriel García Márquez le resultaban más propicias las horas nocturnas, al menos en su juventud. Leí también que Juan Rulfo escribió El llano en llamas luego de diez años y de José Saramago y Rubem Fonseca que sólo empezaron a escribir cuando ya eran hombres mayores.

Otros autores como Paul Kirchhoff escribieron poco pero trascendente o, mejor dicho, se conoce poco lo mucho que escribieron excepto algunos de sus artículos más importantes y menos aún todo lo que leyeron y reflexionaron para poder redactar ese par de artículos. De lo que sí estoy seguro, es que todos ellos, sin excepción, además de haber encontrado su manía particular, fueron o son metódicos cuando se trata de redactar. Es decir, no existe otro camino que trabajar de manera sistemática, metódica y ordenada lo que, desde luego, no garantiza el éxito. Sin embargo, lo que sí se garantiza a través del trabajo y el esfuerzo es que cualquier persona con la dedicación necesaria terminará la tesis y la etapa correspondiente de ese momento o periodo de su vida. Como también ya había señalado en cómo hacer un proyecto de investigación, si usted no hace el trabajo, no habrá poder en el mundo que lo haga por usted a menos, claro, que le pague a alguien para que lo lleve a cabo.

Aun con la angustia, el temor a la página en blanco o las dudas y desalientos inherentes a la mayoría, con dedicación, orden y constancia, las personas que se dedican a estos menesteres verán coronados sus esfuerzos, así sea apenas en algún resultado decoroso. No quiero dejar de señalar que como en otros oficios y artes, dentro de las ciencias sociales hay también personas deshonestas, tramposas o plagiarias; espero que usted no vaya a alimentar a semejante grupo de parásitos. Es decir, con las orientaciones o sugerencias aquí contenidas pretendo animar a los interesados en estos menesteres y decirles que puede ser un oficio apasionante aunque arduo y que requiere de constancia, ética, apasionamiento y sacrificio. Como señala Kapuściński, “los cínicos no sirven para este oficio”.

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El seguir el orden tradicional o formal nada tiene de novedoso pero es un recurso que funciona sin lugar a dudas. Una vez con la experiencia podrá intentar o escribir con su estilo propio; de todos modos, recuerde que los comunicados científicos no son literatura; aunque tampoco tienen por qué ser aburridos hasta la médula, ya es suficiente con que sean sólo tediosos. En este aspecto, leer novelas, cuentos además de lo relacionado con el tema de investigación ayuda en varios aspectos. Por un lado, para conocer múltiples estilos de redacción. A la vez, leer buenas obras literarias puede aportar algunas ideas acerca del tema de investigación; a fin de cuentas, literatura y antropología tratan o tienen como personaje central al ser humano. Por otro lado, las historias literarias distraen la mente cuando se encuentra en la etapa de la angustia. Obviamente, hay que encontrar un cierto equilibrio entre la escritura y la lectura, pues de otra manera la lectura se trasforma en un escape y no en la ayuda invaluable que es.

3. Me faltan datos para redactar. Aquí hay que distinguir entre la carencia de datos y la existencia de lagunas entre los mismos. Si de plano hay una falta absoluta de información, lo más seguro es que sea por fallas y errores en las etapas anteriores y también por falta de una supervisión u orientación adecuadas mientras se levantaban los datos de campo o de archivo. La otra cuestión, las lagunas que se presentan al momento de escribir, es un problema de táctica que de ninguna manera impide avanzar en la redacción. Una solución para continuar es marcar la omisión en el capítulo o apartado correspondiente, anotar la ausencia de datos para después recopilarlos. Lo recomendable es continuar con la redacción de los apartados de los que sí se cuenta con datos. Es decir, tratar de obtener un borrador y enseguida procurar llenar las lagunas para mejorar y dar más sustancia a su contenido. En esta fase, la orientación crítica y el conocimiento de otros (director de tesis, lectores, revisores, etcétera) es de gran utilidad siempre y cuando no le vaya a pedir otra tesis u otra investigación (la que él o ella hubiera querido hacer y no ha hecho, por ejemplo, que es tan frecuente en nuestro medio). Otra cuestión de suma importancia en esta y las demás fases es no dejar de leer de manera ordenada y, de preferencia, orientada. Una búsqueda personal de la literatura pertinente puede, a veces, dispersar al tesista un poco pero tiene la virtud de que se asume como un logro y, por lo demás, si busca de verdad, lo más seguro es que encontrará muchas lecturas que no conoce su director y ello contribuirá sobremanera a su seguridad y a su formación como investigador.

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Si los datos son insuficientes para elaborar la tesis, lo más probable es que se trate de una deficiencia relacionada con la programación del levantamiento de datos o, bien, de que holgazaneo durante ese periodo. De ser éste el caso, abandone la redacción y regrese, primero con su asesor (si él no funciona, entonces cambie de director; si usted es quien no funciona cambie de profesión y dedíquese, por ejemplo, a la venta de discos pirata) y luego vaya al archivo o al campo con una nueva programación de actividades para obtener sus datos. Quizá tendrá que empezar todo de nuevo.

Si se trata de simples lagunas, entonces termine con la redacción y luego regrese a levantar los datos precisos que requiera. Si cuenta con información suficiente, lo que debe evitar a toda costa mientras redacta es dejar la escritura para buscar la referencia que usted cree necesaria para terminar el párrafo o el capítulo o porque no se sabe con certeza qué plantas se venden durante los días de muertos. Deje el espacio, marque la laguna y siga con la redacción y con las lecturas sistemáticas (o también con las de distracción) porque quizá por allí encuentre la solución. Una vez con el borrador bajo el brazo, regrese al campo, al archivo o a su asesor con las preguntas concretas. Lo más seguro es que sólo requerirá de un par de semanas o menos, o quizá ni siquiera tenga que ir otra vez a la comunidad o al archivo o que esa omisión no es significativa y que puede proceder con lo que siga. 4. Quiero terminar enseguida. Es frecuente tomar la decisión de “hacer la tesis” de un día para otro y, además, tener la total disposición para dedicar el mes siguiente de tiempo completo a su redacción. Para decirlo de manera honesta, esta es una tarea imposible. El mínimo de tiempo que se requiere para elaborar una tesis es de unos seis meses, una vez que ya se tiene la información levantada y ordenada, y esto si se le dedica a la tarea el tiempo completo que precisa. Es decir, al trabajo de campo o la consulta de archivo que es el periodo de obtención de datos (yo calculo que seis meses sería el mínimo indispensable) se deben añadir un mínimo de otros seis meses (y esto si se trata de una persona trabajadora, inteligente y constante) para la reflexión, el procesamiento y la redacción de los mismos. De hecho, con los niveles y parámetros de exigencia de varias instituciones mexicanas donde todavía se exige hacer tesis (ENAH, UNAM, Chapingo, UIA, universidades de los estados y otras instituciones de nivel superior) yo no conozco ningún estudiante –y estoy pensando en los realmente dedicados– que haya terminado su trabajo en el plazo de un año, aparte de los trámites burocráticos que les pide su institución. A

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lo más, conozco trabajos bastante decorosos realizados en 14 meses con trabajo de campo, de archivo y la presentación de la tesis y del examen profesional, pero puedo asegurar que estos han sido casos en verdad excepcionales. ¿Qué nos espera entonces a nosotros, simples mortales y no tan dedicados?

Primero, lamentar que en varias instituciones se haya eliminado el requisito de elaborar una tesis. Por un lado, se desperdicia la capacidad de tantos jóvenes que pueden aportar conocimientos múltiples y, por el otro, se les quita la posibilidad de formarse a través de las tareas de investigación. La eliminación de dicho requisito es injusta para quienes sí tienen que hacer una tesis, puesto que el título no especifica cómo se recibió. Sin embargo, dicha carencia, porque a fin de cuentas es una carencia, sí se nota en la experiencia que unos y otros demuestran. Yo sé que esas condiciones tienen que ver con los parámetros que se exigen en otros países y la verdad es que es deplorable ver a estudiantes del doctorado de antropología, por ejemplo, que ni siquiera tienen idea de cómo hacer un proyecto de investigación o un trabajo de campo, ya no se diga un artículo o una tesis decorosa. Lo peor es que con nuestro malinchismo, nos “cuentan una de vaqueros” y ¡oh, dios! Ni lo piense. Con todo y nuestros atrasos y gobernantes incultos, hacer una tesis o culminar una investigación será siempre un estímulo para continuar si le gusta esa carrera.

Segundo, tener un verdadero entusiasmo e interés en el trabajo que realizamos. Si no hay una compenetración profunda entre nuestro trabajo y nuestro interés, es fácil que llegue el desaliento, el aburrimiento o de plano el desencanto que a veces se traduce en probar diversos renglones sin terminar ninguno. En estos casos, lo mejor es hacer un verdadero examen de conciencia para decidir si lo que hacemos es lo que queremos hacer, si es nuestra vocación o sólo lo hacemos por inercia, porque alguien lo espera de nosotros o por alguna otra razón que no es nuestra decisión. A veces, es sólo cuestión de tiempo y de que quizá ese no es el momento adecuado. Pero el sentir que no se está en el estado óptimo para sentarse a redactar no se debe tomar como pretexto porque siempre habrá uno a la mano para posponer las tareas que conduzcan a la culminación del trabajo.

Tercero, buscar a un orientador que nos ayude y atienda. Es verdad que existen problemas comunes; sin embargo, son de más peso los atolladeros que cada persona requiere solucionar

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que se traducen en cuestiones específicas que necesitan de atención personalizada. Este es el papel del orientador. En otras partes del mundo, el asesor o director de tesis no se ocupa de estas cuestiones. Si, por ejemplo, el tesista tiene problemas de redacción o de ortografía, se le exige al estudiante que primero los resuelva con otras personas y luego entregue los escritos para su revisión. En México, por el contrario, es común que a fin de cuentas el orientador termine por redactar una buena parte de los escritos finales si es que se toma su labor de asesor en serio; a menudo, debe ejercer como sicólogo.

La verdad es que en muchas ocasiones y momentos del proceso de investigación, desde los inicios hasta el final, el tesista necesita sacar algún problema personal que a la vez es lo que le detiene en el trabajo de campo o, más que en otro momento, en el de la redacción. Yo recomiendo que el director escuche a su alumno/a, si quiere que se reciba. Y a los o las alumnas, que cuando se encuentren en una situación semejante, pidan una cita con su asesor/a para hablar acerca de esos problemas. Desde luego, hay que tener el tacto y el tino por parte de los alumnos para saber en quién y qué tanto confiar en determinada persona y, del otro lado, la discreción, el buen gusto y la calidad ética profesional por parte del director para no llevar los problemas de las asesorados, por nimios que parezcan, al ámbito de los chismes. Es casi seguro que una vez que comente los líos en que ande, el joven tenga más ánimo para redactar o terminar la tesis. De no ser así, también es frecuente que los escritos finales sean deplorables y puedo poner muchos ejemplos concretos. Evito aquí comentar o recomendar la ayuda psicológica, pues yo me he concentrado en los escollos académicos y no en los personales. Así que adelante. Aprovecho para comentar acerca de un suceso frecuente que es “la desaparición” de los tesistas durante la fase de redacción. ¿Qué hacer en estos casos? La reacción de la mayoría de los investigadores formados es desilusionarse o desinteresarse de la joven promesa y pensar que, como a fin de cuentas se trata de un adulto, si tiene verdadero interés es el o ella quien debe acudir (se espera que con la tesis terminada) en algún momento. Es verdad que se trata de adultos jóvenes y que en algunos casos, en efecto, el o la tesista le dan a uno la sorpresa. Pero estoy seguro de que lo contrario es la experiencia más común: que ni se acuda al director o asesor y ni se termine la tesis. Razones hay muchas, aunque una constante es que se encuentren en un estado de confusión y, por lo mismo, no avancen en la redacción y les dé pena

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buscar a su director. Ya que se supone que son adultos inteligentes, no son capaces de asumir sus deficiencias y, es probable, que su orientador se desilusione al ver que no pueden resolver un problema tan sencillo. A mí me ha dado resultado el esperar un plazo prudente y luego buscarlos. Sigo una regla de oro: el amor (el tesista) es como los zenzontles, no hay que apachurrarlo demasiado porque lo asfixiamos, pero tampoco hay que aflojar tanto la mano porque se escapa y no vuelve.

5. Redactar de manera sencilla, clara y con respeto por las reglas de la sintaxis. Como ya se indicó para el diario de campo y las fichas, con más rigor en esta fase, se debe redactar de manera clara, sencilla y coherente. Por principio, redacte oraciones cortas que contengan en orden al sujeto, verbo y predicado. Punto y seguido y de nueva cuenta: sujeto, verbo y predicado. Sujeto, verbo y predicado. Y así en adelante. Es frecuente que al iniciarse en la escritura, los autores noveles intenten formas de redacción que a fin de cuentas no se entienden. Una vez que se tenga cierto dominio al respecto podrá encontrar y proponer su propio estilo, pero no pierda tiempo en ello durante la primera experiencia; lo más seguro es que no le funcionará y tendrá que hacer un esfuerzo doble. Algunas reglas básicas son: a) no escribir párrafos de una sola oración ni oraciones de un solo párrafo; b) agotar los temas antes de pasar o saltar a otro; c) no mezclar dos temas diferentes en un solo párrafo; d) ajustarse a los que haya planteado como sus objetivos para el apartado o capítulo.

En lo que va de mi experiencia, hubo dos tesis tan pésimamente redactadas, que mi primer impulso al momento de hojearlas fue el de arrojarlas al cesto de la basura. De verdad creí que allí estaba su lugar, pues para mí es inconcebible que pasantes de la licenciatura no puedan redactar un párrafo coherente. Dije un párrafo, pero quizá lo podría reducir a una oración. Así de malas eran, pero no se solace usted, lector o lectora, pensando que qué chafas. Más bien, siéntase aludido/a y piense que lo mismo podrá sufrir su primer lector. No las arrojé al cesto, sino que me puse a corregirlas porque los materiales no eran malos y, bueno, al menos quedaron decorosas. Debo decir que a cada una les dediqué alrededor de tres semanas de trabajo intenso y que a veces me desesperaba o me enojaba con sus respectivos autores, con ganas de llamarles por teléfono y preguntarles cómo habían pasado la primaria. Lo bueno fue también que, una vez marcadas, tachonadas casi línea por línea (no había una sola página que se salvara), admitieron que en efecto estaban pésimamente redactadas y que deberían subsanar semejante deficiencia.

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Luego de un escueto agradecimiento, lo que me extrañó es que ni siquiera se recordaran de su nivel gramatical por el suelo.

Cuento lo anterior, no para avergonzar a alguien en particular ni para halagar mi propio trabajo, sino porque es una condición frecuente y, desde luego, una deficiencia en el sistema educativo mexicano. Pero nada que no tenga remedio. Una solución es tomar clases de redacción. Otra es pasarle el escrito a un corrector de estilo que lo más seguro es que le cobre un ojo de la cara. Otra más, tener un asesor o director de tesis dispuesto a hacer “la talacha”.

También lo cuento porque se presta para dos sugerencias. Para el alumno, no tomar los comentarios como una crítica personal. Es cierto que se trata de un trabajo atrás del cual hay un nombre y apellido, una persona concreta. Pero a fin de cuentas los comentarios son al texto, no a la persona. Y, por añadidura, siempre existe la posibilidad de descartar aquellos comentarios que sean puramente negativos, agresivos o descalificadores. Así que por más desencantado o desencantada que quede de su trabajo, es mejor que lo tome con buena cara y no lo admita como una carga personal. Por el contrario, acepte el reto que será corregirlo y supere la deficiencia en su sintaxis. Hasta allí. Otra es que no vaya con un director que tenga más de tres tesistas al mismo tiempo porque de seguro sólo está buscando puntos en su sistema escalafonario y cómo ganar más dinero, pero no tendrá el tiempo ni la disposición de hacer el trabajo y mucho menos de atenderle cuando lo requiera. Desde luego, tampoco se trata de que estará a su disposición en cualquier momento. Asumo que usted es un adulto y por lo tanto tiene el tacto para no abrumar la paciencia de su o de sus interlocutores. La otra sugerencia es para los directores. Si usted no está dispuesto a hacer la “obra negra”, entonces mejor no acepte la dirección de tesis de alguien que presente dichas deficiencias. Es muy fácil saberlo. Yo sugiero que le pida un ensayo, un control de lectura o, mejor aún, el proyecto de investigación. Así nadie se llamará a engaño. Ahora que si acepta el compromiso, pues ya sabrá la que le espera, así que tampoco le recargue la mano a su tesista y mejor recuerde cuando usted se inició o revise sus primeros escritos.

Avances de investigación. Existen varias formas de avanzar en la redacción de resultados. Una de las más prácticas es presentar ponencias, conferencias, presentaciones públicas, etcétera, lo

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mismo que asistir a algunas de ellas como simple escucha. Mientras se redacta el borrador o el trabajo final, es común no aceptar la invitación o la convocatoria para presentar una ponencia con motivo del trabajo que se lleva a cabo. El pretexto es que dicha presentación nos quitará tiempo, mismo que es mejor dedicar a avanzar en la redacción. Esta es, desde luego, una percepción equivocada. Una ponencia o conferencia nos obliga a presentar un avance en un plazo determinado y, además, debe guardar un cierto nivel mínimo en función del tipo de reunión de que se trate. Además de que la comparación con otras ponencias acerca del mismo tema nos servirán de balanza para saber cómo anda nuestro trabajo, al mismo tiempo, los comentarios, sugerencias y preguntas que se hagan durante la presentación nos servirán de orientación para continuar con la redacción del trabajo. También debe ser obvio que no se podrán aceptar más de una o dos presentaciones durante ese año de redacción para que en efecto sean un medio y no una finalidad en sí mismas. Lo que sí se debe considerar son algunas cuestiones para que nos ayude en nuestro objetivo principal que, hemos supuesto, es la presentación de un libro o de una tesis.

Una sugerencia obvia es que el tema convocado se ajuste al contenido general del trabajo en ciernes y, por lo mismo, nos servirá de núcleo, borrador o apartado de uno de los capítulos de nuestro trabajo global. Si el tema no se acerca al de nuestra investigación entonces, en efecto, no hay que aceptar la invitación, así fuera con gastos pagados o, de plano, ir y tomar unas vacaciones. La cuestión es que el nivel que se exige en cualquiera de tales eventos es siempre con respecto al de otros asistentes y, como ya adivina, se puede crear mala fama académica. En pocas palabras, el recurso de las ponencias oídas o presentadas por uno mismo es excelente cuando no nos aparta de nuestro objetivo final.

¿Cuál es la diferencia entre una ponencia, un artículo y un capítulo de libro? Una ponencia se trata de un comunicado breve, no mayor de unas doce cuartillas, que se puede exponer en veinte minutos cuando mucho; a menudo, en la mitad de ese tiempo. Bien. Considere que una cuartilla (24 o 26 líneas por hoja) se lee en dos minutos. Entonces, una ponencia es un comunicado verbal acerca de un tema científico en ciernes, que tiene como extensión entre 10 y 12 cuartillas, texto más que suficiente para una ponencia de 20 minutos. Si va a ilustrar el texto con diapositivas, cuadros o cualquier otra ayuda audiovisual, considere colocarlos mientras lee, pues de otra manera se llevará un tiempo valioso para explicar el texto que, a fin de cuentas, es lo que

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vale. Dado que ahora se utiliza el apoyo de computadoras para ilustrar, no trate al público como analfabeta y evite a toda costa esas secuencias en que el ponente coloca la imagen en pantalla y luego lee de manera textual su contenido (por ejemplo, coloca la lámina en que anuncia los objetivos y nos avisa: “Los objetivos. Los objetivos de esta investigación —proyecto, ponencia o lo que sea—, son... y aquí viene la lectura). Esta es una falta de respeto al público que, además, sólo demuestra la estupidez y el pésimo gusto del expositor.

La que sigue es también muy común y de pésimo gusto. Jamás comience su exposición con las palabras: “Bueno... este” o “Este... bueno”, mmh ni cualquier otra variante parecida (aprovecho para advertir acerca de las muletillas, que sólo distraen, enfadan y hacen que el público cierre las orejas y las personas nada más aparenten que están escuchando). Inicie con el saludo, los agradecimientos y al tema directo. Luego hay algunas variantes que se podrán experimentar más adelante cuando ya se domine el escenario. Si todavía le da pánico escénico, el mejor antídoto es tener siempre a la mano el escrito, pues aun con el nerviosismo inicial, se tendrá la seguridad de que allí está el bastón en que se puede apoyar.

Cuando se trata de presentar una ponencia como avance de una tesis o investigación mayor, yo recomiendo escribir el texto con la visión de darle la forma definitiva con las sugerencias que le harán, sea que lo piense como un artículo por publicar o como capítulo y, para no verse cortado en la exposición verbal, tomar el reloj y preparar la conferencia para ajustarse al tiempo de manera rigurosa. Siempre deje un minuto de margen, pues de seguro al momento de la ponencia habrá algo imprevisto que le ocupará ese lapso. Si escribió más de 12 cuartillas porque piensa que se trata de un artículo publicable o de un capítulo de la tesis, con el cronómetro en marcha, debe marcar lo que se va a leer, lo que se va a platicar, lo que se va a resumir, lo que se va a explicar, para que al momento de exponer, no se sorprenda de que ni siquiera ha comenzado a hablar de lo medular de su investigación cuando ya le pasan el papelito de “te quedan tres minutos”. Esta experiencia se puede constituir en una terrible frustración, sobre todo en las primeras ocasiones, así que evítela a toda costa, siendo consciente del tiempo de que dispone.

Yo sólo he conocido dos o tres personas capaces de organizar una charla, ponencia o conferencia interesante en un tiempo justo sin escrito alguno, sin notas al lado, vamos, ni siquiera un guión en la mano. Olvídelo, se trataba de verdaderos genios quienes además tenían tras de sí

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una larga experiencia y una cantidad de trabajo impresionante. A otros y otras que casi nunca escriben lo que van a exponer, se les nota la improvisación hasta en sus gestos corporales y, la mera verdad, ¡qué güeva escucharlos! Si no quiere uno leer, lo mejor es tener el escrito a un lado y platicar la ponencia de forma amena. Si la lee, también hay ciertas pistas que debe observar pues, en efecto, hay quienes leen y sus ponencias son tan monótonas que al terminar la segunda cuartilla ya puede cobrar por un soporífero de lo más eficaz entre su público. Una, ya lo dije pero más vale enfatizar en ella, evitar iniciar con muletillas como bueno, este, mmh, eh, etcétera. Otra es leer con voz clara, pausada y firme. Otra más es establecer contacto visual con todos sus escuchas. Es decir, al levantar la vista recorrer a todos los asistentes aunque no vea a nadie y no sólo mirar en un solo lado o persona del auditorio.

Un artículo es un escrito que se puede leer en una sola sentada y que en sí mismo contiene lo básico y más relevante del tema que trata. No debe tener desperdicio. Por lo general, inicia y se cierra en sí mismo. Su extensión es muy variable, aunque entre 15 y 40 cuartillas puede ser un espacio estándar y adecuado. Esta extensión incluye la bibliografía, ilustraciones si las hay, diagramas, cuadros, mapas y demás. Cada revista impone sus propias reglas. De lo que sí estoy seguro es que es más que suficiente para hacer un comunicado al público. Sobre todo cuando se empieza este interminable camino, lo mejor es tener en mente (y redactar) de acuerdo al esquema convencional: título, síntesis, objetivo u objetivos, estado de la cuestión, exposición de los materiales, conclusiones y bibliografía.

No voy a extenderme en la explicación de cada uno de estos puntos, pues ya están tratados en el artículo correspondiente a cómo elaborar el proyecto de investigación con la salvedad, quizá, de que en un artículo el tono es más conclusivo. Lo que sí quiero enfatizar es la valía inmensa de este tipo de escritos. Nos ayudan o nos hacen aprender a sintetizar, a no desperdiciar palabras ni papel, a comunicar lo esencial y valioso, a no enfadar al lector o, al menos, a ahorrarle mucho tiempo, a cercar el o los temas centrales y a tener una idea mucho más clara de qué es lo que queremos hacer con nuestro escrito más amplio. No se tenga renuencia en experimentar con este tipo de escrito, sea en forma de ensayo sea en forma de artículo. Más arriba mencioné a Paul Kirchhoff. Si usted revisa sus escritos, notará que el más conocido para los americanistas es, qué duda cabe, el de “Mesoamérica: sus límites geográficos, composición étnica y características culturales”. A duras penas 10 páginas de oro molido. Sólo que además de su

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sapiencia, constancia y erudición hay que añadir la cantidad de horas de lectura y reflexión que tiene atrás. Él decía que este oficio se compone de un diez por ciento de imaginación y el resto de “horas nalga” (era su expresión literal); es decir, de trabajo sistemático de consulta, análisis, reflexión, lectura, comparación, búsqueda en bibliotecas y todo lo demás que el mismo implica. Así que ya puede imaginar lo que espera a quien no esté dispuesto a someterse a esas condiciones.

Y por último, ¿en qué consiste y cómo redactar un capítulo de una tesis o de un libro?. Su extensión es también variable, incluso más que la de un artículo. Puede ir desde unas diez o doce cuartillas hasta 40, 50 o unas pocas más. Pero no es en su extensión en donde radica su especificidad sino en su contenido e ilación con el resto del escrito. Por lo general, ya no es necesario hacer referencias al estado de la cuestión. A veces se señala el objetivo particular del capítulo y se procede a abordar de lleno la exposición de resultados. Como también en general se trata de capítulos temáticos, es pertinente al iniciarlos señalar su relación con el capítulo precedente, lo mismo que, al final, enfatizar en las ideas que el autor quiere resaltar y, luego, hacer las conexiones necesarias con el subsecuente; es decir, en el primer caso lo que quiere el autor que el lector tenga en mente cuando lea lo que sigue y, en el segundo caso, lo que el autor quiere que el lector retenga para iniciar con el siguiente capítulo (y lo que quiere que permanezca en la sombra). Si de plano allí se tratarán diversas materias, es prudente hasta cierto punto colocar apartados, pero no más allá de los que sean relevantes para el contenido del capítulo. Con un par de subtítulos basta a lo mejor tres; pero sobre todo, evite el extremo de poner subdivisiones marcadas como, por ejemplo: 2.1 Escuelas, 2.1.4 Jardines de niños, 2.1.8 Escuelas primarias, 2.1.4.5 Aulas de la escuela primaria, etcétera. Si bien un tanto exagerado el ejemplo, ¿no le parece deplorable como recurso de una persona medianamente inteligente?

Conclusiones. Como se puede percatar un lector avieso, la mayor parte de estas orientaciones son las reglas fundamentales de la sintaxis y de la composición que se enseñan en la escuela primaria. Es decir, la mayoría de los estudiantes universitarios arrastran estas deficiencias desde la educación básica, problema al que yo le adjudico muchas de las barreras al momento de redactar y no a la falta de capacidad para hacer investigación. Las orientaciones antes expuestas tienen la finalidad de ayudar a superar algunas de esas deficiencias pero no pueden

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sustituir a una buena formación académica. Claro que tampoco se puede otra vez iniciar desde la primaria, que en muchos casos sería necesario.

Para aprender a escribir hay que primero aprender a leer. Muchas personas pasan los ojos por las palabras sin comprender su significado y menos los argumentos o mensajes que su autor quiere trasmitir. Hablo de los analfabetas funcionales. Con tantos medios como hay en la actualidad, el hábito de la lectura se torna cada día más extraño. Es una lástima porque se trata de un extraordinario mundo, el que los libros encierran, y que espera por nosotros y por nuestra imaginación. Démosles y démonos una oportunidad. Nosotros somos quienes lo vamos a agradecer.

El oficio de investigación, lo mismo que el de aprender a escribir, es de larga duración. Con dedicación, pasión y constancia se puede aportar “el grano de arena”. Los casos excepcionales son eso: excepcionales. Yo estoy seguro de que la mayoría andamos más bien de la mitad para abajo y, que para subir el nivel, el camino más seguro es el trabajo sistemático y metódico y, será mejor, si en un principio es orientado. Esta cuestión ahorrará mucho tiempo cuando se aprendan los rudimentos del oficio. ¿Usted es de los que gustan de esta forma de vida? Como decía la bruja Matiana en Las tierras flacas: Adelante con la cruz, cristiano (Yáñez, 1975). Pero mejor aún, bienvenido a este mundo de tan gratas experiencias.

* Nota El texto que ahora se presenta es mi respuesta a una serie de preguntas y discusiones con varios estudiantes que han participado de diversas maneras en el Proyecto La Huasteca. Sociedad, Cultura y Recursos Naturales. Pasado y Presente convocado por el CONACYT y el CIESAS, mismo al que debo más que las meras gracias. Mi reconocimiento a los estudiantes, becarios y tesistas que han estado ligados a este proyecto; los comentarios de todos ellos, en especial los de Aleksandra Iciek, dieron forma final a estas reflexiones. El contenido, sin embargo, es de mi responsabilidad. Agradezco también al equipo de la revista Bricolage, en la que se publicó una versión previa, en especial a Rocío Gil, por su ánimo para continuar con el arduo trabajo editorial. Una vez corregida pasó a integrar el capítulo final del libro de mi autoría Ética, compromiso y metodología: el fundamento de las ciencias sociales: 151-174, CIESAS, México, 2008 (Publicaciones de la Casa Chata).

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Bibliografía KAPUŚCIŃSKI, RYSZARD 2002 Los cínicos no sirven para este oficio. Sobre el buen periodismo, Editorial Anagrama, Barcelona «Crónicas, 50». KIRCHHOFF, PAUL 1943 "Mesoamérica: sus límites geográficos, composición étnica y características culturales", Acta Americana 1: 92-107, México. RUVALCABA MERCADO, JESÚS 1999 “Cómo hacer un proyecto de investigación”, Tloque Nahuaque. Revista de estudiantes de etnohistoria, 9: 21-39, ENAH, México. 2003 “La recopilación de datos y el trabajo de campo”, Bricolage. Revista de Estudiantes de Antropología Social, 2: 50-60, Universidad Autónoma Metropolitana – Iztapalapa, México. “Redacción de resultados. Orientaciones para presentar los datos, en particular en forma de tesis”, Bricolage. Revista de Estudiantes de Antropología Social, 4: 48 - 58, Universidad Autónoma Metropolitana – Iztapalapa, México, 2004. YÁÑEZ, AGUSTÍN 1975 Las tierras flacas, Joaquín Mortiz, México.

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