Recuperar el enfoque pedagógico de la evaluación

August 8, 2017 | Autor: Ingrid Sverdlick | Categoría: Educational evaluation
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Descripción

Revista Novedades Educativas, Nº 258 - Junio de 2012. Ed. Noveduc Buenos Aires, Argentina Calidad y evaluación: una disputa de sentidos Recuperar el enfoque pedagógico de la evaluación. Una cuestión de agenda política Ingrid Sverdlick “En nombre de la calidad se aplicaron más de 100 millones de exámenes estandarizados; más de un millón de maestros y académicos de todos los niveles son evaluados periódicamente; al mismo tiempo, que para hacerlas de calidad, decenas de miles de escuelas, cientos de universidades y miles de programas de estudio son también objeto de escrutinio” Así comienza el artículo de opinión publicado el último 14 de abril por Hugo Aboites en el periódico La Jornada de México. La mirada crítica del autor, preocupado por la “Evaluación Universal” que se está queriendo instalar en su país, señala con ironía cómo esa contundente realidad de la política de evaluación quedó lejos de las promesas de mejoramiento de la educación mexicana. Aún así, la iniciativa gubernamental insiste con profundizar un modelo que probadamente ha fracasado en mejorar la educación; esto es, utilizar más evaluación como remedio para lo que no pudo lograrse con la evaluación. La centralidad que ocupó y ocupa el tema de la calidad educativa fue y sigue siendo el móvil para justificar una política educativa basada fundamentalmente en realizar evaluaciones constantes.

Esto nos lleva a

pensar que quizás a ciertos gobiernos les resulte más fácil y económico seguir evaluando y “mejorando la tecnología de la evaluación”, que ocuparse de la educación en su conjunto, desde un enfoque integral y en la comprensión de la misma como un derecho humano. Y por lo que podrá leerse en este dossier, recorriendo ejemplos de algunos países muy diferentes entre sí, esta parece ser una tendencia global.

La insistencia evaluativa se inscribe en un proyecto con una concepción que

sostiene

una

resistencia

manifiesta

a

discutir

proyectos

políticos,

justamente en esa clave: política. Esto se corresponde con una manera de entender y hacer política que se expresa en discursos que se autodefinen como “apolíticos” y que enuncian un genérico abstracto de “sólo buscar el bienestar de los ciudadanos”. Se trata de una retórica que pretende captar y seducir a la ciudadanía con publicidad apelando fuertemente a lo emotivo y a la sensibilidad y desviando las discusiones públicas a confrontaciones en el terreno de las individualidades. Así es que la evaluación desde una perspectiva tecnocrática que se cierra a un debate más complejo sobre su sentido y significación, se sigue sosteniendo como una bandera para generar un consenso aparente en la sociedad sobre la necesidad de mejorar la calidad educativa. Esta apariencia, por

su

propio

carácter

de

aparente,

disimula,

justifica

y

oculta

la

implementación de políticas de ajuste, de recorte y/o de imposición de modelos eficientistas en términos económicos, antagónicos a la comprensión de la educación como un derecho humano. Es decir, la retórica de la calidad desde la tecnocracia busca despolitizar las decisiones educativas, escindiéndolas del marco político que le otorga sentido y significación. Si nos detenemos a leer las noticias de España de los últimos meses, sin duda que debemos preocuparnos. “La sombra del ‘ranking’ cae sobre la escuela” es el título de una nota publicada en la sección “Sociedad” del diario El País de España el 7 de febrero de 2012. La nota - noticia nos ofrece una clara muestra de la orientación que va tomando la política educativa española en el marco de su crisis económica y social. El artículo periodístico explica que se celebrarán “pruebas externas” a todos los alumnos de todos los centros y que sus resultados servirán para fijar las políticas públicas, para premiar a los que tengan mejores resultados, tanto centros como estudiantes, y también para orientar las decisiones de los padres, para que puedan elegir centro según los resultados de cada escuela. Si a esta noticia se le suma lo anunciado por el gobierno español en abril de 2012 sobre los recortes presupuestarios y de

docentes, queda claro que el discurso sobre la evaluación, cierra filas con un modelo privatista y mercantil de la educación. Ya no sorprende que las pruebas PISAi por ejemplo estén siendo consideradas como rectoras de las políticas públicas de gran parte de los países que participan en ellas. De hecho, aún cuando algunas voces se resisten y critican las pruebas estandarizadas, avanza la colonización de un sentido común que no puede dejar de considerar a los resultados de PISA para sus análisis y para reclamar acciones y decisiones de políticas nacionales incluso disímiles. Tampoco llama la atención la proliferación de propuestas de evaluación de docentes para incentivar con el pago por mérito a los “buenos” y cesantear a los “malos”, como si la calidad educativa dependiera en forma individual del desempeño y esfuerzo particular de cada persona. La evaluación de docentes está concentrando la mirada de más de un gobierno con una tendencia al control y a la regulación del trabajo. Para darse una idea de hasta dónde puede llegar el control por medio de la evaluación, una situación extrema es la noticia del ranking de 18.000 docentes de las escuelas públicas elaborado por el gobierno de los Estados Unidos y dado a conocer a la opinión pública por una decisión que la justicia tomó, paradójicamente bajo el argumento de ofrecer información para la libre elección. En aras de esa libertad lo que en verdad subyace, es la promoción de una concepción mercantilista en la conciencia de la gente. La ilusión de la libre elección, alimentada por los medios masivos de comunicación (en manos del poder hegemónico) se traduce en la posibilidad de elegir qué comprar, reduciendo a la ciudadanía a la condición de consumidora. El mito de la libertad como libre elección, además de generar la fantasía del tener, de la posesión, promueve una conciencia individualista, competitiva y mercantil. Como bien lo expresa Bauman, 2000, “...vivir entre opciones aparentemente infinitas (o al menos en medio de más opciones de las que uno podría elegir) permite la grata sensación de “ser libre de convertirse en alguien”...” (p. 68). ¿Tanta crítica y pesimismo implica que hay que renunciar a la evaluación en el campo pedagógico?

Efectivamente no. Esta apretada síntesis o punteo sirve para advertir que el tema de la evaluación está vigente y requiere ser comprendido, problematizado y discutido. Pero si queremos modificar las cosas e incluso ser coherentes con las tendencias políticas que actualmente se están desarrollando en algunos países de América Latina, es importante que la discusión no responda y se encuadre en una la lógica eficientista, sino que se marque una agenda propia ubicada en la vanguardia y no en la retaguardia de los debates que nos propone el poder hegemónico. Esto conlleva producir y construir nuevas ideas, posicionamientos y prácticas de evaluación que recuperen su sentido pedagógico y de construcción de conocimiento. Las propuestas de evaluación y las concepciones sobre la calidad no están ni pueden estar escindidas de las políticas educativas, que a su vez se inscriben en una política pública, la cual por otra parte responde a un proyecto de país en un momento determinado. De aquí que resulta necesario correr el eje de la discusión, partiendo de la comprensión y el compromiso por la educación como un derecho humano que debe ser garantizado por el Estado. En ese marco, la evaluación cede su protagonismo a otras intervenciones políticas más pertinentes para la atención urgente e integral de los problemas de la enseñanza y del aprendizaje en la escuela y se entiende articulada a las prácticas pedagógicas en su conjunto. Vista de esta manera, la evaluación se interpreta como constitutiva de los procesos de enseñar y de aprender y como un proceso de construcción colectiva del conocimiento. En ese marco de sentido, los juicios de valor son contingentes a una realidad particular que tiene como protagonistas a los propios implicados. Es decir, el proceso de valoración se distancia de las mediciones externas con patrones predefinidos, para configurarse con los propios actores a partir de un trabajo sostenido de recogida de información, valoración y contrastación intersubjetiva. Recuperar y promover el sentido político-pedagógico de la evaluación resulta una necesidad para que las personas dejen de ser sólo ciudadanos – consumidores, objeto de las políticas públicas, de la investigación, de la evaluación, etcétera, y se constituyan en sujetos de la política pública,

protagonistas, actores involucrados en los destinos de su sociedad; condición para crear y transitar espacios cada vez más democráticos. En particular los países de América Latina que han sido heridos por un neoliberalismo salvaje, que han experimentado reformas educativas teñidas de mercantilismo, pero que hoy transitan sobre procesos políticos de integración bajo modelos más progresistas, tienen el desafío y ofrecen el mejor escenario para marcar una agenda política que no se deje arrastrar por un neoliberalismo que presiona y está siempre al acecho. Como se puede observar, la evaluación es un tema recurrente. Presente en los debates académicos, en las políticas públicas y también con gran presencia en la prensa. El escenario mundial actual nos permite volver la mirada y recordar las reformas educativas de la década del 90 en América Latina, para ver con claridad la vinculación entre las políticas educativas, con la evaluación como la gran herramienta para medir una supuesta calidad universal, con los modelos políticos/sociales y las crisis económicas que éstos producen (el caso de España y de USA). Con estas preocupaciones se ha invitado a participar a diversos autores de diferentes países y regiones para que aporten sus miradas críticas y también propositivas sobre el tema, desde sus

particulares

realidades:

USA,

Chile,

Ecuador,

Colombia,

España

y

Argentina.

i Programme for International Student Assessment, coordinado por la OCDE.

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