Reconstrucción y representación de los gestos funerarios a partir del estudio antropológico

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Descripción

QUADERNS DELS MUSEUS MUNICIPALS DE VALÈNCIA

actuacions sobre

el patrimoni arqueològic de la Comunitat Valenciana Actes de les I Jornades d’Arqueologia de la Comunitat Valenciana València, 2015

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IV Jornades d’Arqueologia de València i Castelló (16, 17 i 18 de desembre de 2011) – I Jornades d’Arqueologia de la Comunitat Valenciana (14, 15 i 16 de desembre de 2012). Museu d’Història de València. Ajuntament de València. Alapont Martín, Llorenç; Martí Oltra, Javier; Tendero Fernández, Fernando E.

Editors: Llorenç Alapont Martín, Javier Martí Oltra, Fernando E. Tendero Fernández Coordinador de la serie: Javier Martí Oltra Coordinadora de l’edició: Araceli Guardiola Martínez Maquetació: Pilar Mas Hurtuna Foto de portada: Fragment d’inscripció sobre la divinitat Bellona (Arxiu SIAM) © De l’edició: Ajuntament de València Regidoria de Cultura © Dels textos Els autors ISBN: 978-84-9089-019-6 Depòsit legal: V-921-2015 L’Ajuntament de València no es fa responsable de les opinions manifestades pels autors als seus articles.

Índex

Pròleg................................................

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Presentació........................................

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Estudio geoarqueológico de áreas de aprovisionamiento de sílex en el Prebético de Alicante: Los ejemplos de Penella (Alcoi) y La Fenasosa (Onil)...... 13 Francisco Javier Molina Hernández Andoni Tarriño Vinagre Bertila Galván Santos Cristo M. Hernández Gómez Sanxo Llop. Avanç sobre un assentament costaner de finals del Neolític en el País Valencià............................................. 29 Josep Pascual Beneyto Intervención arqueológica en la cuenca media del río Serpis (BeniarjóRafelcofer, Valencia)............................ 45 Miguel J. Sáez Landete Antonio Sáez Landete Silvia Pidal Pérez Paula Bernabeu Sanz José Luis Casabán Banaclocha El yacimiento arqueológico de la Edad del Bronce de Altet de Palau-Arbocer (la Font de la Figuera, Valencia).......... 61 María Jesús de Pedro Michó Pablo García Borja Últimas intervenciones arqueológicas en la Mola d’Agres (Agres, Alicante)..... 75 Elena Grau Almero José Luis Peña Sánchez Teresa Huélamo Doménech José Morejón Mariano El poblado fortificado ibérico de La Celadilla (Ademuz): proyecto de actuación arqueológica, puesta en valor y primeros resultados.................. 85 Daniel Giner Iranzo Laia Creus Gispert

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Les excavacions arqueològiques en la vil·la romana de Sant Gregori: una porta oberta al coneixement de la badia de Borriana (Castelló) entre els segles I a.C. al IV d.C..................................... 101 José Manuel Melchor Monserrat Juan José Ferrer Maestro Josep Benedito Nuez XII campaña arqueológica en el yacimiento del Palau (Burriana, Castellón)............. 113 José Manuel Melchor Monserrat Josep Benedito Nuez Nuevas propuestas sobre la topografía religiosa de la Valentia romana............ 125 Mirella Machancoses López Recreació de la decoració pictòrica de la vil·la romana del Mas de Baix de Silla.... 135 Llorenç Alapont Martí Pilar Mas Hurtuna Adrià Pitarch Tarramera 6

El vertedero tardorromano de la calle Luis Chorro de Petrer (Alicante). Nuevos datos de la villa Petraria....................... 149 Fernando E. Tendero Fernández El Castellar d’Elx: enigma, proyecto, documento......................................... 159 José Luis Menéndez Fueyo Sonia Gutiérrez Lloret Pierre Guichard La vivienda andalusí en la antigua madinat Unda (Onda, Castellón). Intervenciones arqueológicas 2010-2012. 179 Joaquín Alfonso Llorens Lorenzo Carballo Calabuig Dos nuevas viviendas andalusíes en la antigua madinat Unda (siglos X-XIII): la excavación arqueológica en la plaza de San Cristóbal, 21 (Onda, Castellón)..... 191 Ana Miguélez González Lorenzo Carballo Calabuig Joaquín Alfonso Llorens

Projecte Benaxuai – 2010. Excavacions arqueològiques a las Cuevas de Benaxuai. Chelva, València......................................... 211 Agustí Ribera i Gomes Alfred Sanchis Serra Juan V. Morales Pérez Manuel Pérez Ripoll Carmen Tormo Cuñat Joaquim Bolufer i Marqués El Castellet de Carrícola (El Palomar, València). Una fortificació andalusina tardana, segles XII-XIII ........................ 221 Anna Lorena Ruiz Soriano Miquel Rosselló Mesquida Josep Maria Burriel Alberich Evolución arqueológica y marcas de cantería de la torre de Santa Caterina del castillo de Santa Bárbara de Alicante..... 241 Silvia Yus Cecilia La pobla de Ifach (Calp, Alicante): una ciudad medieval bajo el poder de los Llúria a la luz de los descubrimientos arqueológicos (siglos XIII-XIV)............... 251 José Luis Menéndez Fueyo Joaquín Pina Mira José Manuel Torrecillas Segura Roberto Ferrer Carrión El poblado medieval de la Llometa del Castellet (Benaguasil, València). Una primera aproximación cronológica y cultural............................................... 267 Víctor M. Algarra Pardo Tomás Hurtado Mullor Miquel Rosselló Mesquida Intervención en la calle Castillo. Fase III. Castillo del Aljau (Aspe, Alicante)......... 283 José Ramón Ortega Pérez Inmaculada Reina Gómez Marco Aurelio Esquembre Bevia Estefania Escandell Jover

Intervención arqueológica en la iglesia parroquial de San Agustín de Valencia. Estudio de arqueología de la arquitectura en el sistema de bóvedas y cubierta...... 301 Víctor M. Algarra Pardo Nuevas aportaciones al conocimiento del cementerio bajomedieval de Petrer (Alicante)............................................ 317 José David Busquier Corbí Fernando E. Tendero Fernández Arqueología en la recuperación de la ermita de San Felipe Neri de Novelda (Alicante)............................................ 325 Concepción Navarro Poveda Daniel Andrés Díaz ¿A Enguera por Cerdà o l’Alcúdia? Dos proyectos de carretera a mediados del siglo XIX............................................. 341 Francisco José Hernández García Francesc Xavier Duarte Martínez Luis Lozano Pérez Defensa pasiva en la retaguardia republicana: el refugio antiaéreo de la plaça de la Creu (Quart de Poblet, Valencia)............................................ 353 Andrea Moreno Martín Pau Olmos Benlloch Actualización del registro arqueozoológico de La Solana del Castell, Xàtiva (Valencia). 363 M.ª Esther Pérez Roig Utilidad de los análisis isotópicos sobre restos esqueléticos en arqueología: dieta, destete y movilidad territorial...... 369 Domingo Carlos Salazar-García

Reconstrucción y representación de los gestos funerarios a partir del estudio antropológico..................................... 381 Llorenç Alapont Martí Pilar Mas Hurtuna Recuperando el castillo de Biar............ 395 Miguel del Rey Aynat Antonio Gallud Martínez Agres como producto cultural: Ruta histórica............................................. 405 Jorge Contreras Mercader Potencialitat didàctica del patrimoni arqueològic i arquitectònic. El cas del castell/palau-fortalesa de Forna, la Marina Alta. Alacant............................. 411 Emili Moscardó Sabater Nuevas tecnologías para la difusión didáctica del patrimonio........................ 427 José Martínez Usó Alicia Cabrera García La interactividad en los museos arqueológicos locales: el proyecto del Museo de la Villa de Sax (Alicante)....................................... 433 Alberto Ochoa García Petrer se viste de luna. Un paseo por los monumentos y la historia de la mano de los antiguos habitantes de Petrer (Alicante)........................................... 447 Fernando E. Tendero Fernández

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Reconstrucción y representación de los gestos funerarios a partir del estudio antropológico Llorenç Alapont Martín, Pilar Mas Hurtuna

Resumen

Abstract

La interpretación de la posición de los esqueletos y la tafonomía del cadáver resulta básica para la reconstrucción de la posición original del cuerpo y las prácticas funerarias preparatorias, sepulcrales y postsepulcrales. Para poder deducir y representar las circunstancias originales de inhumación es necesario conocer el origen y motivo de la posición de las articulaciones y de los componentes anatómicos, una tarea en muchos casos complicada. No obstante, si los métodos de excavación son suficientemente precisos, generalmente es posible reconstruir y representar la posición en la cual el cuerpo fue depositado en la tumba.

The interpretation of the skeleton positions and the taphonomy of the corpse are essential for the reconstruction of the original position of the body and the sepulchral and post-sepulchral practices. To be able to deduce and represent the original inhumation circumstances is necessary to know the origin and motive of the anatomical components position, this is a complicated task in many cases. Nevertheless, if the methods of excavation are sufficiently precise, generally it is possible to reconstruct and to represent the position in which the body was deposited in the tomb.

Palabras clave: arqueología de la muerte, arqueología funeraria, antropología de campo, tafonomía del cadáver, gestos funerarios.

Introducción

L

a identificación y reconstrucción de los gestos y prácticas funerarias requiere una metodología que reconozca la importancia tanto de la posición de los restos esqueléticos como de la tafonomía del cadáver. El orden de dislocación de las articulaciones durante la descomposición del cuerpo constituye una de las bases fundamentales para demostrar la naturaleza y evolución del individuo en el interior de la tumba.

Key words: archaeology of the death, mortuary archaeology, field anthropology, taphonomy of the corpse, mortuary practices.

La antropología de campo es la encargada de reconstruir la posición y actitud original del cuerpo y su evolución hasta el momento de su descubrimiento, a través de un método que analiza la posición de cada uno de los huesos, y su relación con los procesos tafonómicos relacionados con la descomposición del cuerpo, la arquitectura funeraria y elementos de amortajamiento del finado junto con el depósito funerario. Durante mucho tiempo, y aún en la actualidad, el registro arqueológico ha privilegiado la estratigrafía, la arquitectura de la tumba o los materiales, en detri-

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mento de los restos esqueléticos humanos, a menudo considerados de interés secundario, o sin interés. Esta “educación” y subjetividad respecto a la arqueología de la muerte, viene ya adquirida desde la propia formación académica, ya que normalmente las universidades ponen más énfasis en el estudio de la arquitectura o de los objetos de la cultura material, resultando muy escasos los cursos o asignaturas de Osteología o Antropología Física incluidos en los programas de grado o máster. Por el contrario, y objetivamente, el difunto es el verdadero protagonista de la tumba y la inmensa variabilidad de las prácticas aplicadas al cadáver, provoca diferencias fundamentales en las condiciones de descomposición del cuerpo y en la evolución del enterramiento. Por tanto, es importante otorgar la importancia que se merece al individuo, como elemento central, y protagonista de los gestos funerarios. Para poder comprender la estructura del espacio funerario, la distribución de las tumbas, la organización de la ciudad de los muertos, para interpretar la tumba, la casa del muerto, su construcción, los objetos que contiene, los gestos rituales y las costumbres funerarias, es necesario el estudio de todos los elementos que conforman el sepulcro. Por ejemplo, observamos en tumbas tardo-antiguas que los conjuntos más ricos de objetos de adorno personal acompañan a sujetos de sexo femenino adolescentes en sus primeros años de edad fértil. Este hecho sugiere que se trata de objetos que formaban parte del ajuar nupcial y que al producirse la muerte prematura de la joven pasan a convertirse en objetos funerarios como elementos de significado transcendental de la vida de la joven fallecida.

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No debemos olvidar que son las personas que un día murieron y fueron enterradas las verdaderas protagonistas de la tumba y de la necrópolis. La localización de la tumba, su forma, los objetos allí depositados y los gestos funerarios se hacen para y por el difunto y por tanto están directamente condicionados y relacionados por el difunto, sus características y circunstancias. Por esta razón nos sorprende observar publicaciones recientes de necrópolis en las cuales se analizan tumbas y ajuares y no aparece un solo esqueleto, ni se menciona un solo hueso. Al igual que la ciudad y las casas de los vivos, la necrópolis y las tumbas se hacen en función de personas, ya que tanto el aspecto biológico como cultural se prolongan después de la muerte. Un ejemplo evidente es el caso de la Dama de Elche, la cual da una idea de la importancia del momento transcendental de la muerte y de la propia arqueología funeraria. La obra artística más importante de la cultura íbera, se hizo ex profeso para contener las cenizas del difunto, se trata meramente de una urna cineraria, sin embargo, la Dama se ha estudiado en todos sus

aspectos, cromáticos, iconográficos, simbólicos, etc., pero son muy escasos los estudios enfocados en la cavidad situada en la espalda del busto. La arqueología de la muerte se propone reconstruir las costumbres de las poblaciones antiguas frente a la muerte, situando el centro de atención en el esqueleto, y analizando los gestos funerarios ligados a la gestión y al tratamiento del cuerpo. Estos están dirigidos a permitir a quienes sobreviven al difunto superar el dolor de la separación definitiva y vencer aquello que nos parece inasumible, como es la idea de que los cuerpos de nuestros seres queridos están destinados a descomponerse y desaparecer.

Una antropología de campo La aplicación de una metodología que reconoce la importancia de la posición de los restos esqueléticos y la tafonomía del cadáver, junto con el análisis de las articulaciones dislocadas durante la descomposición es imprescindible para mostrar la naturaleza y evolución de los enterramientos y la reconstrucción de la posición original del cuerpo relacionada con la arquitectura de la tumba y las circunstancias de inhumación y descomposición. La recreación del sepelio en sí mismo y de las condiciones que afectaban a los cuerpos permite identificar su relación con la arquitectura sepulcral y con el espacio cementerial que los envuelve. Tanto para el antropólogo como para el arqueólogo, el estudio de las sepulturas comienza a nivel de campo: la atención dedicada a la excavación de los huesos y al registro de los datos condiciona las potencialidades y la validez de estudios posteriores. Es imprescindible aplicar una metodología que registre los datos necesarios para afirmar que tal articulación todavía funcionaba y que tal otra había cedido previamente al momento de la excavación arqueológica. Además, la secuencia de las dislocaciones articulares necesariamente varía dependiendo del tratamiento funerario y condiciones tafonómicas. La antropología de campo ha de permitir la identificación precisa de cada elemento del esqueleto, la localización de su posición exacta y sus características, junto con todos los otros componentes de la tumba. Esta metodología es esencial para alcanzar una interpretación global de las prácticas funerarias. Normalmente es imposible obtener esta información a posteriori, cuando no ha sido registrada in situ, y en consecuencia la comprensión general de las sepulturas queda definitivamente limitada. Uno de los casos donde resulta más necesaria la antropología de campo es, sin duda, la exhumación

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de desaparecidos o represaliados por conflictos bélicos. En estos casos existe una gran cantidad de datos relevantes que si no se registran por parte de un especialista con los conocimientos necesarios son imposibles de reconstruir en el laboratorio y por tanto se pierden definitivamente, impidiendo la reconstrucción fiel y objetiva de los hechos. Se trata, por ejemplo, de las trayectorias de los disparos, su dinámica, las situaciones posturales implícitas (Malgosa et al., 2010). Estos datos son de un gran valor para reconstruir los hechos y circunstancias de los ajusticiados, y solo es posible documentarlos si el antropólogo que analiza los restos esqueléticos participa activamente en la exhumación de los cuerpos. El primer objetivo de la arqueología de la muerte es reconstruir la deposición original a partir del análisis de los restos encontrados en el curso de la excavación de la tumba, siguiendo el mismo recorrido del proceso de transformación del cadáver pero en sentido inverso. Por tanto, es importante que se reconozcan no solo los huesos, sino también las diversas fases del proceso de descomposición, ya que estas pueden implicar modificaciones importantes de las situaciones originales, es decir, aquellas que intencionadamente eligieron y

dispusieron las personas que realizaron, en su momento, la deposición funeraria. De hecho, la tafonomía del cadáver constituye uno de los instrumentos de análisis fundamentales de la arqueología de la muerte (Thomas, 1980). La antropología de campo establece las bases del registro exhaustivo de todos los datos aportados por los restos óseos y al mismo tiempo contribuye a la comprensión arqueológica de los conjuntos funerarios. Por ello resulta esencial que los responsables de la intervención arqueológica sean conscientes de la necesidad de este registro pormenorizado. Si los métodos de excavación son suficientemente precisos, generalmente es posible restituir la posición en la cual el cuerpo fue depositado en la tumba. Para ello es imprescindible la utilización de fichas de registro específicas para los restos antropológicos. Las fichas permiten recoger todos los datos tanto de la tumba como del esqueleto. Aunque todas ellas pueden tener una parte donde se registran datos comunes válidos para cualquier esqueleto, es conveniente que cada ficha tenga una parte específica dependiendo de la edad del individuo, si es neonato, inmaduro, o si se trata de una reducción (Courtaud, 1996).

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Figura 1. Reconstrucción y representación de la posición original de los sujetos perinatales de Falacrinae.

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Estas fichas deben documentar precisamente la identificación de cada fragmento o elemento óseo, registrando la posición exacta de cada hueso o fragmento individual, su orientación anatómica, y su relación con otros elementos esqueléticos. También debemos documentar la relación entre los componentes esqueléticos y el resto de elementos que conforman la tumba, la arquitectura sepulcral, los objetos funerarios, los elementos de vestimenta y adorno personal, y otros objetos de significado ritual. El hecho de encontrarnos frente a un sujeto en conexión anatómica no significa que aquello que estamos viendo corresponda a la verdadera imagen del estado en el que fue depositado originariamente en el momento de su sepultura. Por el contrario, es posible que la situación de varios elementos difiera completamente de su estado original debido a procesos postdeposicionales de origen tafonómico.

La interpretación de los gestos de deposición del cadáver La interpretación de la posición de los esqueletos y la tafonomía del cadáver resulta básica para la reconstrucción de la posición original del cuerpo, la arquitectura de la tumba y las circunstancias de descomposición. Esta interpretación es esencial para poder reconstruir las prácticas funerarias preparatorias, sepulcrales y post-sepulcrales (Duday et al., 1990).

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La reconstrucción y representación de la posición original del cuerpo constituye evidentemente una etapa esencial de la arqueología de la muerte. Todo arqueólogo es capaz de definir la posición del cuerpo en la tumba. Sin embargo, esta posición no suele coincidir con la posición original en la que se enterró al difunto. Para poder averiguarla es necesario conocer el origen y motivo de la posición de las articulaciones y de los componentes anatómicos, una tarea en muchos casos complicada, sobre todo cuando se trata de neonatos (Fabre, 1996), que requieren un conocimiento anatómico avanzado y una exhumación particularmente minuciosa (Alapont y Bouneau, 2010) (Fig. 1). Todos los arqueólogos saben que las sepulturas primarias se reconocen porque se aprecian las conexiones anatómicas. Estás conexiones anatómicas son además las que permiten reconstruir la posición originaria del cuerpo. A pesar de que algunas conexiones pueden haberse modificado debido a los procesos de descomposición. En efecto, hay articulaciones que se destruyen antes que otras. Por ejemplo, para la destrucción de una articulación inter-falángica son necesarias tres semanas. Si la conexión se mantiene, significa que han pasado menos de veinte días tras el fallecimiento del individuo y su sepultura.

Si excavamos un enterramiento y observamos solo la conexión anatómica de la rodilla, que se destruye más lentamente (son necesarios varios meses para la desaparición de los ligamentos), es evidente que han transcurrido menos de 10 o 12 meses desde el fallecimiento a la descomposición. Las articulaciones débiles son aquellas que se destruyen más rápidamente durante la descomposición del cuerpo. Las articulaciones débiles de un cuerpo sepultado en un clima mediterráneo, son las de las manos (carpo, metacarpo y falanges), la parte distal del pie (articulaciones metatarsofalanges e inter-falanges), de las vértebras cervicales, y las masas musculares entre escápula y costillas. Las articulaciones más persistentes son aquellas que soportan mayor peso, es decir, las vértebras lumbares, la sacro-lumbar (entre L5 y el sacro), las sacro-ilíacas y el tarso. Por tanto, las articulaciones débiles son las más preciadas para probar la naturaleza primaria de una sepultura porque si se descubren en conexión, significa que el tiempo transcurrido entre la muerte y la descomposición del cuerpo ha sido breve. Esto ocurre siempre y cuando el proceso de descomposición no está condicionado por otros factores, como puede ser el amortajamiento del cuerpo o la descomposición del cuerpo en un espacio colmatado. Pero además, el grado de desconexión de las articulaciones es un dato transcendental en tumbas en las que el individuo se ha sepultado en un ambiente vacío, ya que nos proporciona una valiosa información sobre cuándo y de qué forma se han producido los rellenos de filtración y si los restos que contienen pueden relacionarse en mayor o menor medida con la construcción de la tumba, el momento del entierro o las visitas conmemorativas al sepulcro. El carácter primario de la deposición se reconoce por la presencia de conexiones relativas a las articulaciones débiles y, en segundo orden, por el respeto a la disposición global de los restos esqueléticos. No obstante, la ausencia de conexiones no constituye una prueba suficiente para determinar el carácter secundario de la deposición. Esta ausencia de conexiones puede ser causada por perturbaciones relacionadas con la acción de animales o de agua, o de derrumbamientos. También puede tratarse de recomposiciones causadas por el hombre mucho tiempo después de la deposición, cuando todos los ligamentos ya habían desaparecido. Una deposición primaria también puede evolucionar naturalmente, en ausencia de recomposición, hacia un conjunto en el cual no se conserva ninguna conexión anatómica. En algunos casos observamos cómo algunos huesos se encuentran desplazados fuera del volumen natural del cuerpo. Por tanto, debe existir un espacio vacío. En

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otros casos las extremidades están en conexión, pero existe un desplazamiento evidente de las articulaciones débiles. Por tanto, este desplazamiento debe haber ocurrido poco después de la deposición del cuerpo en la fase inicial de la descomposición y, en consecuencia, en ese momento debía existir un espacio vacío en torno al cuerpo. En conclusión, el desplazamiento de elementos esqueléticos fuera del volumen originario del cadáver prueba la existencia de un espacio vacío. Para que este espacio vacío aporte alguna información sobre la arquitectura de la tumba y sobre las condiciones ambientales en el interior de la sepultura, es necesario demostrar que el vacío ya existía al inicio de la descomposición del cadáver (Duday, 1990). Esto permite excluir casos de posibles recomposiciones sucesivas que tienen un vínculo directo con las prácticas funerarias, posteriores, pero no con las condiciones y características del enterramiento original. Por lo tanto, la arqueología de la muerte nos permite encontrar los indicios de la existencia de un espacio vacío en el momento del entierro. Los registros arqueológicos, como la presencia de madera, clavos, diferenciaciones de estrato, también pueden ocasionalmente aclarar qué estructuras han causado este espacio vacío (ataúd, cámara funeraria, tablas, etc.). De hecho, si el sujeto está depositado decúbito supino, en un ambiente vacío, se produce el aplanamiento de la pelvis, con la apertura frontal de las sínfisis púbicas; la rotación lateral de los fémures y la caída de las rótulas al exterior de las rodillas. Por tanto, en el curso de la excavación, resulta muy importante registrar con precisión la posición de las rótulas. En general, si un hueso de encuentra en una situación de desequilibrio potencial respecto al volumen externo del cuerpo, cuando la descomposición lo libera cae en el interior de este volumen. Si eso no sucede, significa que algo lo ha retenido, es decir, que se ha verificado un efecto de apoyo. El registro arqueológico puede identificar en la mayoría de los casos el elemento que funciona como punto de apoyo: el límite de la fosa o una barrera de materia deteriorable, que habría estado en contacto con el cuerpo, a una cierta distancia del límite de la fosa. Por ejemplo, la misma tierra que ocupa la fosa. Los huesos no pueden caer fuera del volumen del cadáver porque este ya está colmatado por el relleno. Se trataría, por lo tanto, de una descomposición en ambiente colmatado de tierra. Por ejemplo, la tumba 3-2008 de Son Peretó no parecía haber sido perturbada en la antigüedad; de hecho, conservaba intacta la cubierta de lajas revesti-

Figura 2. Tumba 3-2008 de Son Peretó. Posición típica de los componentes esqueléticos del “efecto cojín” cuando desaparece un elemento deteriorable que originariamente sostenía la cabeza.

das de signinum en el momento de su descubrimiento (Alapont y Sastre, 2012). Esta cubierta cerraba el acceso a la fosa de inhumación excavada en la roca calcárea. Un relleno de filtración había recubierto el esqueleto, protegiéndolo cuando algunas lajas de la cubierta se derrumbaron. La mandíbula se encontraba en cara inferior sobre el hemi-torax derecho. El bloque cráneo facial (con el atlas en conexión con el occipital) ha caído a la derecha del cuello, mientras la columna vertebral, en conexión al axis, se mantiene en su posición original. Esta es la posición típica de los componentes esqueléticos del “efecto cojín” cuando desaparece un elemento deteriorable que originariamente sostenía la cabeza (un apoyacabezas, por ejemplo, un cojín o una pequeña estructura de madera) (Fig. 2). Por otro lado, podemos observar la aportación de fragmentación de los huesos provocada por el hundimiento de la cubierta o las paredes de la sepultura. Al mismo tiempo, la fractura o la inclinación de huesos largos confirman la existencia de un espacio vacío subyacente. La rotación de la cabeza puede ser debida a las costumbres funerarias, pero también puede ser con-

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secuencia del efecto de la gravedad, provocando la disyunción de la articulación cráneo-raquídea a causa del equilibrio inestable sobre una superficie más o menos plana. En un sujeto vivo o en un cadáver reciente, la rotación de la cabeza se efectúa principalmente a nivel de las dos primeras vértebras cervicales. En el momento de la descomposición, la dislocación del raquis cervical afecta a los segmentos atlas/axis o axis/ tercera cervical. Hasta que funcionan los ligamientos que unen la extremidad cefálica al tronco, la cabeza queda en su posición inicial, apoyada sobre el hueso occipital, mirando hacia delante, pero una vez han desaparecido los ligamientos relativos al raquis cervical, el cráneo se desploma, porque el cráneo es esférico, y por tanto inestable en la región occipital. En muchas ocasiones observamos la desarticulación de la mandíbula respecto al bloque cráneo-facial, como signo evidente de la descomposición. Esto se debe a que la articulación temporo-mandibular se destruye antes que la articulación del raquis cervical. No obstante la presencia de un elemento de apoyo, un reposacabezas o un cojín (de cuero, por ejemplo), puede influir en la desarticulación y desplazamiento del bloque cráneo-facial. La presencia de un elemento de apoyo deja indicios en la posición de los restos esqueléticos solo si es de un material que se descompone sucesivamente con la desaparición de los ligamentos de las articulaciones temporo-mandibular y cráneo-vertebral.

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En un enterramiento tardo-antiguo de l’Almoina de Valencia, con cubierta de tegulae dispuesta a la “capuchina” (Alapont y Ribera, 2006), la cabeza ha rodado contra la pared, despegándose de la columna vertebral, y las vértebras cervicales se han dispersado, mientras que la mandíbula permanecía en su posición original, separada del bloque cráneo-facial. Estas observaciones permiten descifrar los desplazamientos de los huesos hacia espacios que permanecían en el transcurso de la evolución de la sepultura. En efecto, los desplazamientos de los componentes esqueléticos derivan de la interacción entre el cuerpo en descomposición, su soporte, los elementos funerarios y la arquitectura de la tumba (Fig. 3). En la necrópolis islámica de Manises documentamos el esqueleto de un hombre en posición decúbito lateral derecho (Alapont, 2011). En esta posición, todos los componentes óseos de la parte izquierda del cuerpo están en equilibrio, es decir, aquellos huesos que no están apoyados en la base de la tumba, y por tanto, lo lógico es que caigan por la acción de la gravedad y la presión de la tierra filtrada. En cambio, observamos cómo el individuo ha conservado el

Figura 3. Enterramiento tardo-antiguo de l’Almoina de Valencia, que evidencia el desplazamiento del cráneo.

volumen natural de la caja torácica. Se han mantenido las articulaciones costo-vertebrales que normalmente ceden rápidamente. Las articulaciones del peroné, especialmente débiles, han permanecido en su posición original. El Ilión, que en esta posición, decúbito lateral, se encuentra en un equilibrio particularmente inestable, se ha mantenido en conexión estricta, con la cabeza femoral insertada en la cavidad acetabularia y las sínfisis púbicas juntas. Todo ello prueba que el sedimento, muy fino, ha rellenado progresivamente el volumen liberado por la desaparición de los músculos, a medida que estos desaparecían (Fig. 4). En un individuo de época tardo-antigua enterrado en una tumba con cubierta de tegulae a doble vertiente (capuchina) de la excavación de l’Almoina de Valencia (Alapont y Ribera, 2009), las manos en cara dorsal están en estricta conexión anatómica y en posición de potencial desequilibrio por lo que, bajo el efecto de la gravedad, los carpos, metacarpos y falanges deberían haber caído. El carpo está formado por 7 pequeños huesos articulados entre sí y con los carpos. Se trata de una articulación especialmente débil. Por tanto, lo normal es que cuando un cuerpo se descompone,

Reconstrucción y representación de los gestos funerarios a partir del estudio antropólogico

Figura 5. Individuo de época tardo-antigua de l’Almoina de Valencia con las manos en cara dorsal en estricta conexión anatómica.

Figura 4. Esqueleto de un hombre en posición decúbito lateral derecho en la necrópolis islámica que ha conservado el volumen natural de la caja torácica.

estos pequeños huesos de las manos caigan en el espacio vacío liberado por la desaparición de las masas musculares. Esto no ha ocurrido, porque el sedimento ha rellenado progresivamente el volumen liberado por la desaparición de las partes blandas. De acuerdo con la imagen, podríamos deducir que las articulaciones del tarso se han conservado a causa de un relleno progresivo (Fig. 5). En uno de los enterramientos de la necrópolis de época moderna de Paterna (Alapont, 2013), la preservación de la articulación del tarso se debe a la presencia del calzado que ha mantenido juntos todos los huesos del pie. Cuando los zapatos se han descompuesto, ya se había formado un relleno de filtración que limitaba el espacio e impedía el desplazamiento de los huesos. Solo era posible un mínimo desplazamiento en el espacio vacío neo-formado tras la desaparición del calzado entre este y los huesos del pie (Fig. 6). Por tanto, debemos distinguir los espacios vacíos originales, que existen desde el establecimiento de

Figura 6. Enterramiento de la necrópolis de época moderna de Paterna en el que la preservación de la articulación del tarso se debe a la presencia del calzado.

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la tumba, de los espacios vacíos secundarios que se pueden crear en el volumen interior y exterior al cuerpo después de un tiempo relativamente largo. Pueden existir elementos funerarios, como el sudario o la vestimenta, cuya descomposición es más lenta que la del cadáver. Por tanto, algunos huesos podrían deslizarse a huecos preexistentes, pero inaccesibles hasta un momento determinado. También es posible observar sujetos cuyo desplazamiento no sea posible y quede limitado al espacio neo-formado tras la descomposición de los citados elementos funerarios que acompañan al difunto, como por ejemplo, el sudario. En ocasiones, estos espacios vacíos secundarios dan lugar a situaciones que resultan difíciles de interpretar. La situación del esqueleto que encontramos en la excavación es consecuencia de la interacción de varios factores que debemos descifrar correctamente para poder interpretar objetivamente la sepultura. Estos factores son principalmente: 1. Las características físicas del difunto 2. Las prácticas de preparación post mortem o embalsamamiento 3. La disposición del cuerpo en la tumba 4. El proceso de descomposición del cadáver

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5. Las características del espacio de inhumación si es un espacio vacío o colmatado 6. Las características constructivas y arquitectónicas del sepulcro

Figura 7. Individuo femenino enterrado en la necrópolis islámica de Manises (Valencia).

7. La presencia de sudario, mortaja o vestimenta

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8. La existencia de elementos del depósito funerario que implican una conservación diferencial de los huesos y articulaciones con los que está en contacto directo

Dos casos paradigmáticos Caso 1º. Un individuo femenino enterrado en la necrópolis islámica de Manises (Valencia) (Alapont, 2011). Se trata de una mujer inhumada según el rito musulmán, depositada decúbito lateral, con el eje longitudinal del cuerpo orientado al sur y la cabeza mirando al este. Evidentemente estamos ante un enterramiento primario, algunas conexiones débiles costo-vertebrales se han mantenido. La articulación temporo-mandibular, una de las primeras en ceder, también se mantiene en su posición original (Fig. 7).

También resulta evidente que la descomposición del cuerpo se ha producido en un ambiente vacío, el peroné izquierdo se encuentra fuera del volumen natural del cuerpo. La escápula izquierda también se ha desplazado fuera del volumen natural del cuerpo, y se ha alojado entre la pared de la fosa y la escápula derecha. El segmento lumbar de la columna vertebral muestra una dislocación total de las vértebras lumbares y de las vértebras torácicas T12, T11, y T10, pero dentro del volumen lógico de cuerpo. La posición decúbito lateral en un espacio vacío implica un equilibrio inestable al apoyarse sobre un lado del cuerpo. Cuando el volumen del cuerpo y la masa corporal están presentes, y los huesos están recubiertos de carne y músculos, la base lateral de apoyo se mantiene, pero a medida que las partes blandas desaparecen y el cuerpo pierde planos de apoyo, la posición lateral se vuelve en un equilibrio inestable y el cuerpo acaba cayendo en un sentido u otro hasta encontrar un obstáculo que lo detiene. En este caso por efecto

Reconstrucción y representación de los gestos funerarios a partir del estudio antropólogico

está en el contacto con la pared de la fosa y no hemos encontrado nada que pudiera haber funcionado como soporte cefálico. Así pues, la diferencia esencial con otras sepulturas contemporáneas de la necrópolis reside en el hecho de que el cráneo no está en apoyo contra una pared. Por tanto, la hiperflexión del raquis cervical solo puede estar motivada por la fijación y tensión de las cuerdas que rodean el sudario. El sudario envolvía el cuerpo de una forma determinada para mantener la cabeza del difunto en una posición particular.

Figura 8. Posición extraña del bloque cráneo-facial.

de la gravedad, o por el empuje de los sedimentos de filtración, el desequilibrio acaba resolviéndose al caer cuerpo en sentido ventral ocupando el espacio vacío el libre entre el cuerpo y la pared de la tumba. Debemos llamar la atención sobre la posición totalmente antinatural del bloque cráneo-facial. Aparece en norma superior, apoyado el occipital sobre el raquis cervical, y en conexión articular con el mismo presenta una dislocación entre el occipital y el raquis cervical superior a 90º, cuando anatómicamente entre el cráneo y atlas (C1) y el axis (C2) es posible una rotación cercana a los 60º en los dos sentidos (Fig. 8). En este caso, el cráneo permanece en una posición inestable separado de las paredes de tumba, sin haber caído o haberse apoyado sobre la base o las paredes de la tumba. Lo lógico es que una vez desaparecidos los ligamentos que unen la extremidad cefálica al tronco, el cráneo hubiera caído hacía un lado u otro hasta apoyarse sobre la pared o base de la tumba. Por tanto, uno de los puntos notables en la posición del cuerpo es que el cráneo aparece en su cara superior, es decir, que el raquis cervical está en hiperflexión. En efecto, la cara inferior de la mandíbula reposaba en el tórax y el cráneo en su base en el momento de la inhumación. Una característica común de la mayoría de tumbas de esta necrópolis es que el cráneo generalmente está apoyado contra la pared o sobre la base de la tumba. En cambio, la cabeza del sujeto de nuestro ejemplo no

Seguramente se utilizarían dos cuerdas: una para atar la parte inferior y otra para rodear la cabeza, formando un trenzado sobre el sudario de bajo arriba y de fuera a dentro. Se aprieta el nudo y la cuerda queda fijada sobre la mortaja. Posteriormente, la cuerda rodea los tobillos y pies, es decir, lo más lejos posible del nudo inicial para mantener la tensión del lazo. La cuerda sigue el eje longitudinal hasta rodear el cráneo. El otro extremo del segundo nudo pasa a nivel del tórax debajo de la primera cuerda, lo que permite aumentar la tensión. Este método permite envolver totalmente el cuerpo y mantener la cabeza sobre el tórax (Peressinotto et al., 2001, 132-140). De este modo, la envoltura de la mortaja ha mantenido el cuerpo, o algunos componentes del mismo, en una posición inusual o antinatural. Posteriormente, el relleno de filtración, progresivo y rápido de la tumba cuando subsistía el sudario y las ataduras de la mortaja ha provocado que cuando el sudario y las ataduras han desaparecido, ya no existiera un espacio vacío que los huesos pudieran ocupar. No obstante, sí se ha formado un espacio vacío subsidiario entre el sudario y el cuerpo. En un espacio vacío secundario neo-formado entre el sudario y el cuerpo, después de un cierto lapso del tiempo entre la descomposición de las partes blandas y el relleno del espacio liberado, generalmente podemos observar algunos pequeños desplazamientos, necesariamente limitados al volumen inicial del cadáver y al volumen formado por el sudario, como por ejemplo, la rotación de unos segmentos raquídeos con relación a otros. De este modo, podemos observar cómo el segmento lumbar de la columna vertebral muestra una dislocación total de las vértebras lumbares y de las vértebras torácicas T12, T11 y T10, dentro del volumen lógico del cuerpo y del sudario. El desplazamiento se produce en la zona abdominal, donde una vez descompuestos los órganos internos el espacio vacío secundario en el interior del sudario es el de mayor dimensión.

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Figura 9. Enterramiento de un individuo masculino, de edad avanzada, en la necrópolis tardo-antigua de la basílica de Son Peretó.

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Caso 2º. Enterramiento de un individuo masculino, de edad avanzada, en la necrópolis tardo-antigua de la basílica de Son Peretó (Manacor) (Alapont, 2012; Alapont y Sastre, 2012). Se trata de un enterramiento primario, ya que conserva la mayor parte de las articulaciones en conexión estricta. La descomposición se ha producido en medio vacío, la clavícula derecha aparece fuera de su posición original, alejada de su lugar natural, paralela a las vértebras torácicas y sobre el esternón. Esto es debido a que en un espacio vacío, los huesos más ligeros o situados en posiciones inestables son fácilmente desplazados por las micro-corrientes del agua filtrada (Fig. 9). El bloque cráneo-facial se encontraba apoyado sobre el parietal y temporal derechos, desconectado de la mandíbula, con claros signos de haber experimentado una rotación lateral y hacía atrás. La mandíbula había caído sobre el raquis cervical. Además la desconexión total y alejamiento de las vértebras cervicales, la separación tanto del atlas como del axis, así como la orientación completamente diversa respecto al eje del raquis cervical indica que además de la fuerza de la gravedad, agentes externos han actuado separando el cráneo del cuerpo.

El cráneo mostraba numerosas marcas incisas, de diversa profundidad. Las marcas eran paralelas y la mayor parte en el mismo sentido. Hemos comprobado que se trata de marcas de origen tafonómico realizadas de forma mecánica por agentes externos. Concretamente, las marcas de arañazos paralelos siguiendo un mismo sentido y de forma repetitiva son características de animales roedores que tienen las extremidades anteriores con uñas en forma de garras. Muy probablemente se trata de un roedor grande, un conejo o una liebre que ha utilizado sus uñas por rascar la superficie de la calota craneal por acceder más fácilmente a la materia orgánica más blanda y porosa de la bóveda y paredes craneales. En el interior de la tumba aparecieron nueve monedas en diversas localizaciones. La posición de las monedas dentro de la tumba no parece nada casual, al contrario, parece obedecer a un ritual y gestos funerarios intencionados y programados. La moneda nº 9 estaba situada en la misma base de la tumba; no cabe duda que esta moneda se colocó en el momento de la inhumación, o incluso antes de que se depositara el cuerpo del finado, cuando la tumba estaba vacía. Es muy posible que esta moneda tuviese un significado profiláctico, en el sentido de consagrar la tumba y dejarla libre de cualquier maleficio, una ofrenda para que la tumba fuera impoluta. Además,

Reconstrucción y representación de los gestos funerarios a partir del estudio antropólogico

391 Figura 10. Planta y sección del enterramiento de la necrópolis tardo-antigua de la basílica de Son Peretó.

la disposición de las monedas nos proporciona una cronología relativa de lo que sucedió en el interior del sepulcro desde el momento del entierro. Entre la deposición de la moneda nº 9 y las monedas posteriores, existe un estrato formado progresivamente por la filtración y descomposición de las sustancias orgánicas en descomposición. La formación de este relleno puede haber sido consecuencia del aumento del volumen del sedimento arcilloso al estar húmedo. El líquido de descomposición del cadáver impregna la zona arcillosa, que se enfanga rellenando el espacio vacío. Otra posibilidad puede ser la perturbación causada por las lombrices. Por esta razón sabemos que la moneda nº 9 era anterior al resto y fue colocada en un momento inicial. Respecto a las monedas nº 3, 4, 5, 6, 7 y 8, no podemos saber si todas estas monedas se depositaron al mismo tiempo o en momentos diferentes, ya que todas ellas están en una situación estratigráfica similar. Lo que es seguro es que todas ellas se colocaron sobre el difunto cuando su cuerpo aún no estaba descompuesto, ni cubierto por ningún relleno posterior de filtración

natural. Eso significa que todas ellas se depositaron al poco tiempo de la inhumación del cuerpo. Por tanto, con toda seguridad la moneda nº 8 fue colocada sobre el pecho del difunto y a medida que los pulmones y demás órganos internos desaparecieron por efecto de la descomposición y se formaba un espacio vacío secundario, la moneda cayó, por efecto de la gravedad, hasta alojarse en el interior del hemitórax izquierdo. La moneda nº 3 fue depositada sobre el abdomen del difunto, de forma que cuando desaparecieran los órganos internos del estómago, esta, por efecto de la gravedad, se situó definitivamente entre la L3 y la L4. Es evidente que las monedas nº 4 y nº 5 estaban depositadas originalmente en el vientre del individuo y una vez descompuesto se desplazaron al interior de la pelvis y sobre las sínfisis púbicas (Fig. 10). La moneda nº 5 estuvo colocada entre las piernas del difunto a la altura de las diáfisis de los fémures. Pero no por debajo de ellas, sobre la base de la tumba, sino a un nivel superior. Podemos observar cómo entre la moneda nº 9 y la moneda nº 6 hay un cierto volumen de tierra acumulada. Esto quiere decir que

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existía un espacio vacío secundario entre la moneda nº 6 y la moneda nº 9. Por tanto, la moneda estuvo suspendida en su lugar original el tiempo suficiente para que se formara por debajo este rellenado progresivo derivado de la desaparición de las partes blandas del cuerpo. La única explicación es que la moneda nº 6 estuviera sobre un sudario o mortaja. Efectivamente, la mortaja crea en su interior un espacio vacío secundario que se llenará de tierra de forma diferida cuando la tela desaparezca. La desaparición del sudario fue más lenta y tardía que la descomposición del cuerpo. Cuando el sudario cedió, la moneda fue a apoyarse directamente sobre el relleno de filtración que ya se había sedimentado. Probablemente todas las monedas se depositaron sobre el sudario o vestimenta que cubría el cuerpo. No obstante, solo es comprobable en el caso de la moneda nº 6 y nº 8 al no existir ningún componente esquelético por debajo de su localización. Todas estas monedas se colocaron sobre el difunto cuando su cuerpo aún no estaba descompuesto, ni cubierto por ningún relleno posterior de infiltración. Esto significa que todas ellas se depositaron al poco tiempo de la inhumación del difunto. En nuestra opinión, las monedas nº 3, 4, 5, 6, 7 y 8 fueran depositadas todas ellas al mismo tiempo como un gesto ritual funerario realizado inmediatamente después de colocar el cuerpo del finado dentro de la tumba. Así la localización de las monedas sobre ciertas partes del cuerpo del individuo es un hecho muy documentado en numerosos enterramientos. Resulta habitual encontrar las monedas depositadas sobre el pecho, la pelvis o los pies del sujeto. En nuestro caso el depósito de las seis monedas repartidas a lo largo del cuerpo podría obedecer a la intención de proteger al difunto por completo.

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Figura 11. Reconstrucción y representación en 3D de la evolución del enterramiento de Son Peretó.

La interpretación de las monedas nº 1 y nº 2 es muy diferente. La moneda nº 2 estaba por encima de un relleno de infiltración de sedimento natural. Este relleno había llenado la fosa y cubierto el cuerpo del individuo después de un espacio de tiempo considerable. De hecho, el cuerpo estaba ya totalmente descompuesto y esquelético cuando empieza a hacerse efectivo este relleno de infiltración. Como podemos observar, previamente a la formación del descrito estrato de infiltración el cuerpo se había descompuesto en un ambiente vacío. Algunos huesos como la clavícula derecha, el esternón o la mandíbula aparecían totalmente desplazados, alejados de su posición natural y original, hecho solamente posible si el espacio se mantuvo vacío durante la descomposición del cadáver y tiempo después de que este estuviese completamente esquelético, cuando también habían desaparecido los músculos, tendones y ligamientos. Por tanto, estas monedas corresponden a ofrendas conmemorativas realizadas un tiempo después de la inhumación (Fig. 11).

Reconstrucción y representación de los gestos funerarios a partir del estudio antropólogico

Conclusión Como hemos visto, la documentación antropológica permite reconocer los distintos procesos deposicionales y post deposicionales. Sin embargo, la variabilidad que podemos encontrar en una necrópolis es muy amplia, la descomposición de los cuerpos se puede producir en ambientes semi-colmatados, y en colmataciones tanto progresivas como en diferidas. En muchos casos puede ocurrir que el relleno progresivo y el relleno diferido coexistan en la misma tumba; apareciendo las articulaciones débiles en conexión estricta (relleno progresivo) y al mismo tiempo una rotación de los segmentos raquídeos y un cierto hundimiento del tórax, con exageración de la inclinación de las costillas (relleno diferido de la caja torácica), etc. Por tanto, el estudio del esqueleto nos puede permitir la reconstrucción de las características constructivas y arquitectónicas de la tumba. Este análisis debe también tener en cuenta los procesos tafonómicos, derivados de la descomposición del cuerpo en medio vacío, o de la descomposición del cuerpo en el interior del sudario, en un ambiente vacío diferido, o incluso influidos por la arquitectura de la tumba y de los elementos depositados en su interior (Fig. 12). En consecuencia, resulta esencial representar la po sición original del cuerpo deducida a partir del registro arqueológico y antropológico de campo. A partir de modelos anatómicos, hemos diseñado una imagen que pudiera representar de forma realista al individuo inhumado, conociendo gracias al estudio antropológico su constitución física, sexo y edad. Estos modelos debían tener las zonas articulares divididas de forma que representaran las posiciones de los brazos, manos, piernas, pies, cabeza, torso, cadera, etc. Una vez deducida la posición original y los procesos derivados de la tafonomía y la descomposición del cadáver podemos representar al individuo en el interior de la tumba de la forma en que fue depositado originalmente. Llorenç Alapont Martín Arqueólogo nº 15.034. CDL de València i Castelló [email protected] Pilar Mas Hurtuna Arqueóloga nº 16.347. CDL de València i Castelló [email protected]

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