Recensión: El Cantábrico en la Edad del Hierro

September 2, 2017 | Autor: S. Domínguez-Solera | Categoría: Iron Age Iberian Peninsula (Archaeology)
Share Embed


Descripción

Noticias y Recensiones

Noticias y Recensiones

Arqueología, Basura y Duelo: El Deber de Conmemorar In Memoriam, Bill L. Rathje (1945-2012)

Nunca conocí bien a Bill. Nunca alcancé a conocerlo como debiera haberlo hecho y eso me hace sentir aún más su partida. Cuando llegué al Stanford Archaeology Center, él ya estaba allí. Luego de dejar su puesto de profesor en la universidad de Arizona, donde fue declarado Profesor Emérito, había sido incorporado como investigador al ArcCenter como parte de esos retiros académicos – esos retiros que le permiten a gente como Bill salirse del esquema académico – que nunca tienen lugar en realidad pero que otorgan cierta libertad respecto a las labores de enseñanza. La libertad de ese tipo, para muchos, viene generalmente acompañada por una especie de olvido, pero William Laurens Rathje (1 de Julio de 1945- 25 de Mayo 2012), es de aquellas personas que difícilmente se olvidan. Su imagen cotidiana contrastaba distintivamente con aquellas que los medios populares tienen de los arqueólogos, o al menos con aquella que al gran público le gusta pensar (el tipo del fedora, u otro sombrero funcional, bajo el sol rabioso o algún otro tipo de presión u obstáculo que sólo los arqueólogos pueden soportar o sortear). Su trabajo, de igual forma, lo destacó siempre de ese grupo a tal punto que se llegó a inventar un neologismo (garbology) que lo colocó en el Oxford English Dictionary, y que traducido del inglés sería algo así como “basurología”, para definir el trabajo que empezó en 1973. Bill Rathje estudió en la universidad de Arizona, institución a la que regresó como miembro de su cuerpo académico luego de haber completado sus estudios graduados en Harvard, de donde se graduó en 1971 con un trabajo sobre la arqueología de los antiguos Mayas. Antes había participado en la excavación de las ruinas de Grasshopper, como parte de una escuela de campo de la UA y, luego de graduarse, realizó investigaciones en Cozumel, México. No obstante, el carácter transgresor de Bill, sin alejarlo por completo de aquello que fue su tema de especialización doctoral, los Mayas prehispánicos – tema sobre el que continuó publicando esporádicamente (1973, 1975, 1983) – lo acercó más a aquellas fuentes de información creciente: la basura contemporánea. En 1973, a partir de una fructífera experiencia realizada con el fin de desarrollar un método para enseñar a los estudiantes a analizar diferentes aspectos en una comunidad, Rathje inició el Proyecto de la Basura (The Garbage Project); el objetivo era colectar, catalogar, y registrar sistemáticamente los desechos domésticos (Rathje 1974, 1984).

Bill L. Rathje. Cortesía de Alan Levenson ©.

Mediante el análisis de la basura fresca, decía, “uno puede tener precisión demográfica al nivel de las cuadras de una ciudad, a partir de orientar el estudio al censo de barrios específicos y cruzando los datos presentes con los datos de estos censos” (Rathje y Murphy 2001[1992]: 20), lo cual es prácticamente imposible en los rellenos sanitarios. No obstante, los resultados de este proyecto piloto fueron tan interesantes que constituyeron la semilla inicial no sólo para un proyecto que duró más de dos décadas (Rathje 1997), sino también para lo que posteriormente vendría a denominarse como arqueología del pasado contemporáneo (Buchli y Lucas 2001; González-Ruibal 2006, González-Ruibal y Hernando 2010). Lo que en principio parecía ser enteramente un ejercicio metodológico se transformó en un desafío conceptual que iría a complementar aquellas contribuciones teóricas que enfatizan la necesidad de pensar, sin eufemismos, la cultura material y los restos materiales del pasado, entre ellos las toneladas de basura que nuestra sociedad produce y los efectos que ello tiene (Rathje y Murphy 2001[1992]: 19-20). En sus inicios, el “Proyecto de la Basura” – o Le Project du Garbage como fue llamado sarcásticamente (Flannery 1982:2778) – fue ampliamente criticado y visto con escepticismo; sin embargo, el

221

Complutum, 2012, Vol. 23 (1): 221-252

Noticias y Recensiones

tan cercana y por tan prolongado tiempo, le dio a Bill la soltura necesaria para enfrentar distintos públicos que requirieron su presencia. En una peculiar agenda, Bill ofreció charlas y presentaciones en diferentes espacios, desde aquellos académicos que realizó en diferentes universidades y conferencias, como también de aquellos foros del gobierno (ofreciendo testimonios a miembros del Comité Medioambiental y Obras Públicas del Senado, la Agencia de Protección Medioambiental y otros), hasta cortes judiciales o el Centro de Control de Enfermedades y el Instituto Nacional del Cáncer de los Estados Unidos. Este hecho le mereció repetidos reconocimientos como el Premio Westinghouse a la Comprensión Pública de la Ciencia y la Tecnología, otorgado por la American Association for the Advancement of Science en 1991, o el Premio Solon T. Kimball de Antropología Pública y Aplicada, conferido por la American Anthropological Association en 1992. Dentro de las diversas colaboraciones que desarrolló se encuentran los libros y artículos con diferentes colegas, tanto senior como junior, y con investigadores de otras disciplinas, que son quizás la prueba más irrefutable de su grandeza y humildad académica. Su libro Rubbish! The Archaeology of Garbage, escrito en co-autoría con Cullen Murphy y publicado en 1992, se convirtió en un éxito de ventas en los Estados Unidos y fue recientemente republicado por la editorial de la Universidad de Arizona. Su libro Use Less Stuff, escrito en co-autoría con Robert M. Lilienfeld en 1996, reafirmó el carácter e imagen de arqueólogo comprometido y activista medioambiental que no dudaba un momento en lanzar sus filosos dardos de sarcasmo e ironía. Una de sus frases que representa esta faceta y quizás la más famosa entre el público no arqueológico es la que asegura que la idea de salvar la tierra es un mito: “Francamente – dice – la tierra no necesita ser salvada. A la naturaleza le importa un rábano si los seres humanos están aquí o no. El planeta sobrevivió cataclismos y cambios catastróficos por millones de años, y en ese tiempo se cree que el 99% de las especies que habitaban el planeta han desaparecido y el planeta sigue. Salvar el medio ambiente es realmente salvar nuestro medio ambiente: cuidarlo para nosotros, para nuestros hijos, y para mantenerlo como lo conocemos. Si más gente viese el problema como un caso de salvarse a uno mismo, probablemente se motivarían y comprometerían más a hacerlo realmente” (Lilienfield y Rathje 1996). Luego de su retiro de la universidad de Arizona, Bill se mantuvo activo como parte de la plantilla del Stanford Archaeology Center y, entre otras cosas, compartió con Michael Shanks, en un inusitado dueto, uno de los seminarios más deslumbrantes sobre teoría arqueológica que he tenido el honor de presenciar. Obviamente, la cosa no terminó ahí y su

transcurso del tiempo demostraría que su trabajo era relevante no sólo en el campo de la arqueología, sino que concernía también a un público más amplio y mucho más masivo que el arqueológico. El trabajo iniciado en las instalaciones de la universidad of Arizona pronto se extendió a la ciudad, Tucson, y luego fue incorporando otras ciudades tanto dentro como fuera de los Estados Unidos. El carácter innovador de la propuesta de Rathje es quizás resumido en la frase siguiente: “Desde el principio, el objetivo principal de investigación del Proyecto de la Basura fue demostrar la utilidad de los métodos y teorías arqueológicas para lograr un mejor entendimiento de temas que conciernen al público actual” (Rathje 2001: 63). A partir de ese proyecto, que lo llevaría a proyectarse más como una figura pública y como activista que como académico, Bill siguió publicando sobre temas arqueológicos. Como parte del grupo académico de Arizona donde Bill se encontraba inmerso, los planteamientos teóricos de sus trabajos se enmarcaban ampliamente en la corriente conductual que encabezó Michael B. Schiffer. Su interés, sin embargo, se enfocaba en una escala de análisis en la que la conducta de los individuos estuviera enfocada en una perspectiva con los pies “más en la tierra”, si se quiere. “Hay razones prácticas y teóricas – decía en su trabajo junto a Richard Wilk – por las que las unidades domésticas estén llegando a ser el foco de análisis arqueológico … Todos sabemos acerca de la distancia entre las metateorías del cambio cultural y el evolucionismo y la arqueología práctica de los tiestos y las herramientas líticas” (Wilk y Rathje 1982: 617). Entre algunos de sus trabajos más representativos figuran las contribuciones teóricas en torno a las ocupaciones domésticas en arqueología (Rathje 1983, Wilk y Rathje 1982), que complementaban la perspectiva de arqueología regional vigente entonces. Además, claramente, las propuestas de Rathje en torno a los aspectos domésticos promovían el interés y la discusión teórica más allá de la escala a la que comúnmente estaba reducida; es decir, más allá de la observación de evidencias arqueológicas pertenecientes a elites o grupos dominantes para incorporar aquellos aspectos de lo mundano y domestico (Canuto y Yeager 2000: 4). La enorme franqueza de Bill era sólo comparable al respeto que siempre mostraba hacia todas las demás personas, especialmente los estudiantes graduados que –sin importar su color teórico– estaban dispuestos a “debatir sobre la basura”. El carácter distendido de sus escritos, al igual que su persona, le permitió llegar a una audiencia masiva con temáticas que son de interés para los estudiosos del pasado, antropólogos y medio ambientalistas por igual. Probablemente el hecho de tener que relacionarse con la basura y estudiarla meticulosamente de una manera Complutum, 2012, Vol. 23 (1): 221-252

222

Noticias y Recensiones

vida está llena de anécdotas, pero eso es otra historia. Es mucho más lo que se podría escribir sobre Bill Rathje, y estoy seguro que los colegas más cercanos a él tomarán la palabra; sólo me queda decir que para mí el escribir estas líneas es parte de aquél compromiso que los que quedamos tenemos que asumir con los que marcaron momentos de nuestras vidas. Bill Rathje, estoy seguro, marcó más de una, tanto dentro como fuera de la arqueología. Su figura usualmente enfundada en su cazadora llena de bolsillos y su vozarrón grueso y rasposo, el mismo que más de una

vez debe haber escandalizado los pasillos y corredores pulcros de arquitectura románica del Main Quad de Stanford por la espontaneidad de sus palabras, serán extrañados.

Dante Angelo

Universidad de Tarapacá (Arica, Chile) [email protected]

Referencias Rathje, W. (1974): The Garbage Project. Archaeology, 27(4):236-241. Rathje, W. (1975): The Last Tango in Mayapan. A Tentative Trajectory for Production-Distribution Systems. Ancient Civilization and Trade (J. Sabloff y C. Lamberg-Karlovsky, eds.), University of New Mexico Press, Albuquerque: 409-448. Rathje, W. (1983): The Salt of the Earth: Some Comments on Houseld Archaeology Among the Maya. Prehispanic Settlement Patterns. Essays in Honor of Gordon Willey. (E.Z. Vogt y R. Leventhal, eds.), University of New Mexico Press and Peabody Museum of Archaeology and Ethnology, Cambridge: 23-34. Rathje, W. (1984): The Garbage Decade. American Behavioral Scientist, 28(1):71-91. Rathje, W. (1997): The Archaeology of Us. Encyclopaedia Britannica’s Yearbook of Science and the Future (I. Ciegelski, ed.), Encyclopaedia Britannica, Nueva York: 158-177. Rathje, W. (2001): Integrated Archaeology. A Garbage Paradigm. Archaeologies of the Contemporary Past (V. Buchli y G. Lucas, eds.), Routledge, Londres: 63-76. Rathje, W.; Murphy, C. (2001[1992]): Rubish! The Archaeology of Garbage. University of Arizona Press, Tucson. Wilk, R.; Rathje, W. (1982): Household Archaeology. American Behavioral Scientist, 25:617-639.

Buchli, V.; Lucas, G. (eds.) (2001): Archaeologies of the Contemporary Past. Routledge, Londres. Canuto, M.; Yaeger, J. (eds.) (2000): The Archaeology of Communities: A New World Perspective. Routledge, Londres. Casey, N. (2006): Unforgettable Teacher: Bill Rathje. He Loves Trash. Stanford Magazine, November/ December. http://www.stanfordalumni.org/news/ magazine/ 2006/novdec/classnotes/rathje.html. Acceso: Junio 2012. Flannery, K. (1982): The Golden Marshaltown. A Parable for the Archaeology of the 1980s. American Anthropologist, 84(2):265-278. González-Ruibal, A. (2006): The Past is Tomorrow. Towards an Archaeology of the Vanishing Present. Norwegian Archaeological Review, 39(2):110-125. González-Ruibal, A.; Hernando, Almudena (2010): Genealogies of Destruction: An Archaeology of the Contemporary Past in the Amazon Forest. Archaeologies, 6(1):5-28. Lilienfeld, R.; Rathje, W. (1998): Use Less Stuff: Environmental Solutions for Who We Really Are. Ballantine Books, Nueva York. Rathje, W. (1971): The Origin and Development of Lowland Classic Maya Civilization. American Antiquity, 36(3):275-285. Rathje, W. (1973): Models for Mobile Maya: A Variety of Constraints. The Explanation of Culture Change: Models in Prehistory (C. Renfrew, ed.), Gerald Duckworth and Co., Londres: 735-757.

223

Complutum, 2012, Vol. 23 (1): 221-252

Noticias y Recensiones

Felipe Criado Boado. Arqueológicas. La razón perdida Bellaterra/Arqueología, Barcelona, 2012. ISBN: 978-84-7290-567-2 en marcha por una posmodernidad tan extendida como mal entendida. Esta obra, por otro lado, debió ser publicada hace ya años, cuando la mayoría de los argumentos habían alcanzado una expresión casi definitiva tras una larga maduración. Las razones del retraso se me escapan (la “falta de prisa” aducida por el autor no resulta muy convincente), pero pueden estar relacionadas con su intensa dedicación a la gestión científica de las ciencias humanas y sociales dentro del CSIC durante la última década, llevando a la práctica sus ideas profesionales en medio de no pocas dificultades y empujando a la arqueología española en el sentido profundo (existen otros, no tan profundos) del patrimonio cultural y arqueológico. Por esto último sorprende, no obstante, que la puesta al día del texto en este tema de la “arqueología pública”, de “lo que le falta a la teoría arqueológica”, que se anuncia al final del primer capítulo (escrito en último lugar) no tenga luego apenas plasmación en el resto del volumen. Hasta que en los dos últimos capítulos llega a exponer su metodología de análisis arqueológico, el grueso del libro nos muestra una espaciosa y descomedida pelea del autor con la teoría social contemporánea. A diferencia de muchos, Criado ha leído directamente a los filósofos que trata, los ha entendido e intenta aquí traspasar su riqueza a un lector medio formado en historia y arqueología. Otra cosa es que lo consiga plenamente: también por habérsele contagiado el complejo estilo literario de los philosophes, las muchas páginas dedicadas en el segundo capítulo a la fenomenología y la hermenéutica, por ejemplo, pueden resultar aún más largas para quien carezca de ideas previas y claras sobre los “giros” teóricos (hermenéutico, lingüístico, textual, etc.) del pensamiento del siglo XX. Antes de meterse en profundidades, el primer capítulo del libro nos ofrece una atractiva síntesis de los tres principales paradigmas arqueológicos del siglo pasado: historicismo (que sería una “arqueología de la forma”, basada en excavaciones estratigráficas), procesualismo (“arqueología de la función” con excavaciones en área) y posprocesualismo (“arqueología del sentido” con la novedad del estudio de los paisajes culturales). A pesar de la crítica a que los somete (la del positivismo y funcionalismo es una de las partes más brillantes del libro), Criado, siempre guiado por un eclecticismo que enigmáticamente define como “integrador pero no apacible”, parece defender la posibilidad de coexistencia de

Nos encontramos ante el largamente esperado libro de uno de los más interesantes teóricos de la arqueología española, el Profesor de Investigación y director del Instituto de Ciencias del Patrimonio (Incipit) del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), cuyo trabajo muchos de nosotros hemos seguido durante años, Felipe Criado. Propiamente no se trata de una obra nueva sino de una recopilación de trabajos anteriores, publicados en revistas y libros españoles y extranjeros, correspondiendo incluso algunos capítulos, los más largos y sesudos, a parte de las obligadas memorias de oposición por las que los funcionarios académicos hemos pasado sin remedio (y que en ocasiones, como ésta, hasta pueden resultar útiles para el resto de la profesión). A diferencia de muchos readers o compilaciones de obras anteriores de cualquier autor consagrado, donde los artículos se exponen en su forma original indicando la publicación inicial, en este caso Criado ha revisado los textos, los ha completado en ocasiones con numerosas y prolijas notas, y ha actualizado parte de las referencias bibliográficas. Asimismo ha ordenado los textos, no de forma cronológica sino lógica, para dar origen a un tratado teórico amplio y profundo en el que expone metódicamente su original adaptación (y pretendida superación) del estructuralismo de Claude Lévi-Strauss a la historia y a la cultura material, es decir a la arqueología. Con todo, que el texto no haya sido escrito de nuevo en su totalidad, obligación de la que cualquier lector mínimamente caritativo debería eximir al autor, tiene lógicas servidumbres entre las que es imposible no mencionar la abundancia en muchos conceptos que reaparecen en demasiadas ocasiones, eso sí y en descargo del autor, repensados una y otra vez de forma diferente. Las razones de la primera parte del título deberían estar por tanto claras, en su reminiscencia de la obra principal del antropólogo francés, y también algo en recuerdo de otro autor admirado, Roland Barthes. Para entender el origen del enigmático subtítulo ya es necesario ahondar en el texto hasta encontrar, en varios de sus múltiples recodos, que Criado busca una doble finalidad: recuperar la razón prehistórica, es decir el sentido desaparecido de las culturas del pasado, y recuperar la razón moderna, es decir la razón tout court, la cientificidad del empeño ilustrado occidental, amenazada según él por la disgregación epistemológica puesta Complutum, 2012, Vol. 23 (1): 221-252

224

Noticias y Recensiones

las tres aproximaciones, debiendo elegir cada uno según sus intereses particulares con respecto a la cultura material (forma, función o sentido). Según mi pobre experiencia con este tema central de la epistemología contemporánea, admito mi acuerdo parcial con el autor: por haber sido formado consecutivamente en los tres paradigmas a lo largo de mi carrera, ahora mismo estoy facultado para aplicar uno u otro sin excesivos chirridos. Ya dijo alguien que una prueba mayor de inteligencia era precisamente la “incoherencia” de estar de acuerdo con varias ideas contradictorias y ser capaz a pesar de ello de seguir actuando en la vida diaria. No obstante, y sin abrazar del todo la conocida máxima kuhniana de la inconmensurabilidad de los paradigmas, creo sinceramente que éstos no se “agregan” sino que se “superan”, enfocando problemas diferentes y diciendo las cosas de distinta manera: cada uno de los anteriores tres sistemas arqueológicos tiene algo que decir, no complementario sino divergente, sobre la forma, la función y el sentido de la cultura material arqueológica. Es en ese mismo primer capítulo donde Criado dedica más espacio a uno de los asuntos fundamentales del libro: la crítica de la posmodernidad teórica y de la arqueología posprocesual. Aunque el autor está en una posición envidiable para ello, pues se hallaba en la universidad de Cambridge a comienzos de los ochenta cuando Ian Hodder publicó los primeros trabajos que luego iban a tener tanta influencia, inesperadamente (y tristemente) su censura combina enfoques teóricos de una cierta profundidad (como el carácter no novedoso, ni tampoco anti-moderno, del posmodernismo) con lugares comunes que hemos escuchado con frecuencia desde posiciones política y culturalmente reaccionarias. Se empieza acusando al posmodernismo de lo que no es (subjetivista, individualista, “identitario”, antisocial, anticientífico, etc.) y se acaba denunciando la “pérdida de la autoridad, la jerarquía, el consenso, la comunicación… todo lo que antes organizaba la vida…” (nota 76). No podía faltar una referencia laudatoria a la famosa falsificación de Sokal, un científico ávido de notoriedad en los círculos conservadores que demostró algo tan trivial como que los teóricos posmodernos franceses, filósofos y lingüistas en su mayoría, no tenían ni idea de ciencias físico-naturales, ¡y se atrevían a usar algunos de sus conceptos! Pero, como no podía ser menos porque Criado es hijo de su tiempo, el posmodernismo es el elemento borrado (o que se intenta borrar sin conseguirlo), en el sentido derridiano, de todo el libro, el exigente “Gran Otro” lacaniano al que el autor se dirige e intenta satisfacer a lo largo del texto. En un ejemplo del viejo refrán de “quien se excusa, se acusa”,

Criado se anticipa con frecuencia a las críticas que inocentemente se imagina que va a recibir, intentando neutralizarlas aunque sin mucho éxito por dos razones: por creerse en una posición de debilidad más imaginaria que real y porque la argumentación del libro contiene muchos elementos, abiertamente utilizados por el autor, del mismo posmodernismo que critica. Entre ellos están las frecuentes referencias a Foucault, o la repetida admisión de que, aunque quiere describir el pasado, la arqueología también contribuye a construir el presente, de una forma que para el autor siempre ha de tener un sentido crítico y progresista. Tampoco podemos olvidar que las ideas que Criado avanzó en su interpretación concreta del megalitismo gallego, a finales de los años ochenta, fueron luego adaptadas por dos de los más importantes exponentes del posprocesualismo británico, Ian Hodder y Julian Thomas. Habiendo hecho esas aclaraciones, el libro se va acercando poco a poco a su principal objetivo, que no es otro que la exposición del método que nos permite una interpretación “objetiva” del pasado prehistórico, es decir realizada “desde el horizonte de subjetividad al cual pertenece el fenómeno interpretado” (desde la “otredad prehistórica”) y no únicamente desde la subjetividad del intérprete actual. Para ello analiza las formas de racionalidad “no occidental” que definió Lévi-Strauss, el “hombre que quiso pensar como un pájaro” pero que prudentemente siempre se negó a otorgar un significado temporal e histórico a esas formas, a buscar su origen en el pasado. Apoyándose en el original y malogrado antropólogo francés Pierre Clastres, Criado propone superar el esquema dualista de Lévi-Strauss (pensamientos “salvaje” y “domesticado”) con otro más amplio de cinco clases de racionalidad: cazadora, salvaje, doméstica, domesticada y jerarquizada. Los tipos no son cajones cerrados, pues cada uno tiene mucho en común con sus contiguos, ni tampoco períodos cronológicos o culturales (rechazar la acusación de combinar estructuralismo y evolucionismo, en principio incompatibles por desvirtuarse mutuamente, es otra preocupación del autor en esta parte del libro). Pero aunque se diga una y otra vez que son variedades que pudieron ser y fueron contemporáneas, que no son excluyentes y se pueden combinar (o, mejor, que se trata de “dispositivos heurísticos” que luego se aplican a cada explicación concreta), lo cierto es que la serie anterior acaba igualándose en gran medida con la sucesión clásica Paleolítico-Neolítico-Megalitismo-Edad del Bronce-Edad del Hierro, o con las categorías sociales de sociedad primitiva, segmentaria, doméstica, campesina y tributaria, que se pueden resumir en los dos grandes tipos de sociedad: igualitaria-indivisa y dividida (p. 306). Reseño aquí de paso mi

225

Complutum, 2012, Vol. 23 (1): 221-252

Noticias y Recensiones

sorpresa porque Criado apenas haga referencia a las categorías económicas y los modos de producción, citando solo en un par de ocasiones (aunque admirativamente) el marxismo. La manera de localizar tales modelos en el registro arqueológico se basa en el principio de que las estructuras mentales que los definen tuvieron que proyectarse en los diferentes ámbitos de la cultura material, por lo que éstos han de compararse unos con otros en busca de paralelismos (por ejemplo, entre el mundo funerario y el doméstico). De acuerdo con el que ha sido su principal campo de investigación concreta, Criado aplica este “análisis formal” a la arqueología del paisaje y los monumentos prehistóricos, en cuyas “estrategias de visibilización” distingue una sucesión en buena medida paralela a la de formas de racionalidad: estrategias de inhibición, ocultación, exhibición y monumentalización. La gran ventaja de las formas anteriores es que en principio son universales, por lo que su aplicación conduce a descubrir procesos globales y a librarse de la supuesta atomización y particularismo de las explicaciones postprocesuales. A pesar de lo anterior, algo no debe de funcionar tan bien porque en varias ocasiones se interroga Criado por el escaso atractivo que las ideas de Lévi-Strauss han ejercido entre los arqueólogos. De acuerdo con el estilo retórico antes reseñado, el propio autor se encarga de responder a su pregunta: el método estructuralista permite acceder a la sintaxis pero no a la semántica de las culturas prehistóricas. Al no poseer datos contextuales de ellas, lo que conocemos es precisamente aquello que tienen en común con muchas otras (o con todas), quedando lo concreto de cada una en la oscuridad. Pocas palabras expresan mejor esta crítica que las de Umberto Eco sobre Lévi-Strauss que cita el autor (p. 294): en vez de partir de hipótesis sobre lo idéntico para profundizar en lo diverso, lo que hace aquél es “saquear lo diverso para descubrir siempre lo idéntico”. Hace ya mucho tiempo que los enemigos del estructuralismo le acusaron de quedarse siempre en la forma (significante) despreciando el contenido (significado). El paso adelante que el argumento

Complutum, 2012, Vol. 23 (1): 221-252

estructuralista no tenía más remedio que dar como respuesta era advertir que el mismo fondo está determinado por la forma, es decir abrir la puerta (esa que, como decía C. Tilley, Lévi-Strauss nunca quiso atravesar) al postestructuralismo. Lo que resta del contenido sobrepasa el campo del lenguaje y afecta a algo tan humano y social como la individualidad, la intencionalidad y el compromiso, es decir, la política. Aparte de su constante autocrítica y de la simpatía con que trata las teorías rivales (pagando el precio de que su propia postura quede algo desdibujada), otra de las pruebas palpables de la honestidad del autor es que haya publicado este libro sin omitir ni uno solo de los reconocimientos y múltiples referencias que hizo en los textos originales a uno de sus maestros, tal vez el principal entre los españoles, un catedrático de la Universidad de Santiago cuyo nombre prefiero omitir aquí. Como es sabido, este profesor, probablemente movido por el conocido complejo de “maestro superado por el alumno”, publicó hace pocos años una durísima crítica hacia la obra de Criado en una de las revistas más prestigiosas del CSIC y de nuestro país, a pesar de no contar prácticamente con ningún aparato empírico ni cumplir mínimamente las normas exigidas de calidad científica en estas publicaciones. Esta clase de revanchas a posteriori deben de ser más frecuentes de lo esperable y lo conocido, puesto que la revista en que aparece esta reseña sufrió también hace poco un intento, felizmente fracasado, del mismo tipo. En alguna ocasión dentro del volumen, Felipe Criado se disculpa por seguir siendo estructuralista, o por seguir creyendo en la ciencia con mayúsculas. Algo, sin embargo, por lo que no lo hace, y estaría obligado a ello, es por habernos hecho esperar tanto tiempo por este libro.

Víctor M. Fernández Martínez

Departamento de Prehistoria Universidad Complutense de Madrid [email protected]

226

Noticias y Recensiones

Farrujia de la Rosa, A. J. En busca del pasado guanche. Historia de la Arqueología en Canarias (1868-1968) [Prólogo de A. Schnapp] Edición KA, Santa Cruz de Tenerife, 2010. ISBN: 978-84-614-5570-6 Este libro analiza el proceso de construcción de la Arqueología en Canarias, descubre las claves profundas que han marcado su práctica y teoría, dibuja la cartografía básica para ulteriores estudios historiográficos y constituye, finalmente, un dinámico alegato para hacer una arqueología más consciente y crítica. El autor enfatiza que para ello es necesario contar con la memoria detallada, plural y poliédrica de todos los aspectos intelectuales, sociales y culturales que han rodeado la emergencia y desarrollo de la arqueología en las islas Canarias. Sencillamente porque la historia de la arqueología debe ocupar un lugar central en la investigación actual, recupera voces perdidas pero protagonistas en su momento y ofrece recursos y argumentos para la práctica de una arqueología socialmente más inclusiva, culturalmente más conectada con otros campos de la investigación y políticamente más comprometida con las comunidades a las que sirve; en suma, se trata de mostrar la relevancia de la arqueología en el mundo actual (Rockman y Flatman 2012). La historia de la arqueología es el inmenso reservorio que nos ayuda a comprender por qué sabemos lo que sabemos, por qué tenemos los sesgos que tenemos y por qué manejamos la teoría y metodología que manejamos. Sin ese reservorio la disciplina no puede tener autoconciencia y A. J. Farrujia es plenamente consciente de ello. La obra ofrece, desde mi punto de vista, una pequeña reserva inicial: no llega hasta la actualidad, ya que deja fuera las cuatro últimas décadas. Algo que, por supuesto, no es exigible. Pero siempre he pensado que la mirada historiográfica tiene que extenderse hasta el presente porque ayuda a romper la visión erudita de un pasado simplemente entomologizado y a vincular de forma activa y transformadora la investigación pasada y la contemporánea. La arqueología canaria tradicional (históricocultural) predominó casi exclusivamente, como en el resto de España, hasta hace relativamente poco tiempo. El movimiento independentista canario de finales de los años 1970 reivindicó, de alguna manera, el pasado guanche y la necesidad de su mejor conocimiento para conseguir sus aspiraciones políticas, pero hubo que esperar a mediados de la década de 1990 para que se produjeran varios cambios: la ruptura del monolitismo teórico, el aumento de las excavaciones en el archipiélago, la popularización social de los iconos guanches (Hernández et al. 2004-2005: 176), el crecimiento del interés por

la historiografía arqueológica y la aparición de algún artículo en inglés que abordaba expresamente la relación entre la historia de la arqueología canaria y la política (Eddy 1995). Este artículo del británico M.R. Eddy en las páginas de Antiquity - que por cierto no se incluye en la bibliografía -, fue el primero que suscitó mi interés por la historia de la arqueología canaria, y apareció muy cercanamente al de Díaz Andreu (1993), el primero que situó la historia reciente de la arqueología española en el tablero internacional. En la confrontación con la arqueología tradicional por un lado y los enfoques postmodernos -bien ejemplificados en la “obsesión fenopúnica” como origen del primer poblamiento de las Canarias-, por otro lado, es donde hay que situar la historiografía crítica de autores como Navarro Mederos, Ramírez y el propio Farrujia y la corriente materialista histórica de investigadores jóvenes entre los que destaca X. Velasco Vázquez (Hernández et al. 2004-2005). La historia de la Arqueología en Canarias tiene varias peculiaridades pero la más significativa, en mi opinión, es que estudia unas poblaciones prehistóricas que con la conquista de la Corona de Castilla (1402-1496) acabaran desapareciendo mayoritariamente aunque queden algunas huellas en la historia genética y cultural de las islas. Es decir estudia poblaciones que fueron aniquiladas con el proceso de conquista y los procesos de absorción y destrucción inmediatamente posteriores, de alguna manera un auténtico etnocidio (p. 79). Y todo ello muy recientemente, apenas hace cuatro o cinco siglos. En la arqueología española eso sólo ha sucedido en el archipiélago canario y se me antoja una singularidad notable que, entre otras cosas, ayuda a comprender las controversias que han rodeado - rodean y seguro que lo seguirán haciendo en el futuro - el estudio de los orígenes de los antiguos canarios, su genealogía histórica y su desaparición. Las posibilidades de la arqueogenética en este sentido son inmensas y se está empezando a medir el proceso de conformación étnica en contextos isleños que devienen en una especie de laboratorios cerrados (Fregal et al. 2009). Además la situación de Canarias, geográficamente en el NO del continente africano, ha conferido otro carácter especial a su (pre)historia; de alguna manera es una historia de los márgenes – en afortunada expresión de Schnapp - , una historia fuera de la tradición euromediterránea. El prólogo de A.

227

Complutum, 2012, Vol. 23 (1): 221-252

Noticias y Recensiones

tórica, con la clasificación de ciertos cráneos canarios como pertenecientes a la “raza” Cro- Magnon. De alguna manera 1876 fue un annus mirabilis: por un lado, publica Chil y Naranjo sus Estudios Históricos … de las Islas Canarias , obra fundacional de la arqueología canaria, y por otro lado R. Verneau realiza su primera estancia científica en la islas que acabará configurando el paradigma y el modelo –francés- sobre el que girara la disciplina en las islas. Son tiempos de acopio de momias y huesos que los arriesgados enriscadores ponen en manos de eruditos y estudiosos. Huesos y momias que siguen siendo parte esencial del pasado prehistórico canario; en cierto modo la atmósfera de aquellos hallazgos y su tiempo está atrapada en las magníficas salas del Museo Canario, visita obligada para quien quiera atisbar la Prehistoria de estas tierras. Farrujia disecciona bien el colegio invisible de esta etapa formativa de la arqueología canaria, la formación de las primeras colecciones, la creación de los museos pioneros y la aparición de las primeras revistas. El evolucionismo cultural, los debates entre creacionistas y evolucionistas –con buenos apartados en el libro– y el escaso desarrollo de la técnicas de excavación caracterizan el fin de siglo y las primeras décadas del s. XX. La lejanía de la Península en aquellos tiempos, las diferencias sustanciales entre la Prehistoria peninsular y la canaria así como la nula repercusión de las desamortizaciones en las Canarias centran buena parte de las reflexiones que ayudan a comprender la naturaleza, los sesgos y los problemas de los estudios arqueológicos. Un capítulo temático se dedica a la consideración de las falsificaciones de la Prehistoria canaria y asombran los casos de la Piedra de Anaga y el de las hachas de jadeita del Museo Canario (en realidad piezas caribeñas) que, pasmosamente, siguen expuestas en el Museo Canario como piezas canarias (¿!), en una suerte de metáfora de la pervivencia de los errores del pasado en el presente (p. 181). Sobre la arqueología franquista construye el autor un cuadro bastante completo, en el que continuamente están apareciendo nuevas aportaciones (Mederos y Escribano 2011). El paradigma histórico-cultural y el difusionismo con diversas acepciones siguen siendo el armazón interpretativo de la arqueología canaria. Algunos aspectos, como los calificativos de los nuevos “arqueólogos fuertes” del régimen dictatorial como personas de “derechas, reaccionarios, conservadores y religiosos” (p. 196) no dejan de ser etiquetas generalistas que, en primer lugar, ignoran las condiciones reales de la España del primer franquismo en el que muchos tuvieron que (sobre)vivir en durísimas condiciones sin ser adeptos al régimen y sin casi otra alterna-

Schnapp, valioso por lo que supone la presencia de un especialista de su grandísima altura en este libro y por las ideas que recoge, merece una lectura atenta. Es sabido que el género del prólogo es muy convencional y se atrinchera en unas pocas fórmulas: la presencia forzada para simplemente cumplir con la petición del autor (prólogo “simple”), algo parecido pero encima deshaciéndose en halagos - merecidos o no, que de todo hay - (prólogo “hagiográfico”) y el que construye un texto propio que con voz independiente contextualiza la obra y la ilumina (prólogo “académico”). Obviamente el de Schnapp cae en la última categoría. El título es un título traicionado o mejor dicho metafórico, pues recoge el término guanche que, originariamente referido a los primeros habitantes de Tenerife, se empleó genéricamente en el siglo XIX para denominar a todos los primeros pobladores de Canarias, con unas inequívocas connotaciones culturales, étnicas y aún racistas (pp. 2829). Creo que el título se explica porque para los canarios, como bien señalo Estévez (1987: 15), “los guanches fueron y son, al mismo tiempo, los “otros” y nosotros. […] siempre han estado presentes y forman parte de nuestro sentido común histórico”. Y aunque esa sea la acepción más extendida entre los estudiosos decimonónicos, lo cierto es que el autor somete a una severa crítica éste y otros etnónimos comunes en la historiografía canaria. La crítica de Farrujia con los términos utilizados para referirse a las antiguas poblaciones canarias es útil para desenmascarar nombres erróneos o equívocos pero quizás resulte algo excesiva. El autor desestima el término aborigen argumentando que los primeros pobladores de Canarias no eran originarios de las islas y procedían del Norte de África y que el término tiene connotaciones peyorativas y discriminatorias insertas en un discurso neocolonial (pp. 67-68). Si aborigen se refiere -como creo que debe ser- a los pobladores que habitaron un territorio desde sus comienzos, oponiéndose a la población que luego lo ocupó (la castellana y otras minoritarias) entonces la primera objeción desaparece. Y no deja de resultar paradójico que se prefiera el término amazigh para los primeros pobladores bereberes procedentes de las costas del Noroeste africano, cuando se reconoce que el uso generalizado del término se remonta a 1945, cuando fue empleado por los nacionalistas bereberes de la Kabilia (p. 76). En todo caso, aunque las palabras nunca son inocentes, a veces nos empeñamos en forzar su deconstrucción hasta extremos exagerados. A finales del s. XVIII existen algunas noticias sobre restos arqueológicos en Canarias pero de hecho hasta finales de la década de 1860 no se iniciará la entrada del archipiélago en la joven ciencia prehisComplutum, 2012, Vol. 23 (1): 221-252

228

Noticias y Recensiones

tiva, y en segundo lugar, desconocen muchos detalles de toda la obra escrita y los “efímera” que conforman las biografías de los arqueólogos. Un género por cierto cuyo estudio necesita crecer de forma imperiosa, como sucede en otras tradiciones que están incluso expandiendo los moldes del género (Carr 2012). Las figuras de Blas Taracena y Antonio García y Bellido son bien representativas de todo lo anterior. Otra cuestión es el análisis de la manipulación y distorsión del pasado por parte del franquismo, especialmente de algunos investigadores. Aunque ciertamente en el caso de Canarias estoy más de acuerdo con Navarro Mederos en el sentido de que la arqueología ayudó poco a vincular Canarias con el resto del estado español (p. 216) y en contra de la opinión poco argumentada del autor en la dirección contraria. Aunque el libro está, en general bien escrito, el manejo de los procesadores de textos traiciona la escritura de algunos párrafos (ver pp. 157 y 173) que se repiten literalmente. Como dice Sánchez Ferlosio (2012) “hay cosas que se hacen odiar ya desde el epíteto con que nos las

encarecen: las de “honda raigambre”, las de “genuino sabor local”. Por eso la mirada historiográfica amplia, independiente y reflexiva ayuda a comprender la situación actual y a estar por encima de disputas y polémicas -muy frecuentes en las islas- basadas en declaraciones a la prensa y en notas de periódico y no en debates de congresos y publicaciones científicas. La mirada historiográfica crítica y ponderada ennoblece el debate, dignifica a todos los actores del pasado y gana el respeto entre los investigadores del presente (Ruiz Zapatero 2011). Y eso, exactamente eso, es lo que hace este libro de A. J. Farrujia que amplía la mirada de todos para comprender mejor nuestra disciplina y nuestros límites como investigadores y que sugiere una (re)lectura de la historia de la arqueología en la que los centros y los márgenes se desdibujan e iluminan mutuamente. Gonzalo Ruiz Zapatero

Departamento de Prehistoria Universidad Complutense de Madrid [email protected]

Referencias Carr, L. (2012): Tessa Verney Wheeler. Women and Archaeology before World War Two. Oxford University Press, Oxford. Díaz-Andreu, M. (1993): Theory and ideology in archaeology: Spanish archaeology under Franco regime. Antiquity, 67: 74-82. Eddy, M. R. (1995): Politics and archaeology in the Canary Islands. Antiquity, 69: 444–448. Estévez González, F. (1987): Indigenismo, Raza y Evolución. El pensamiento antropológico canario, 1750-1900. Publicaciones Científicas del Excmo. Cabildo Insular de Tenerife, Museo Etnográfico, 4, Santa Cruz de Tenerife. Fregal, R., Gomes, V., Gusmão, L., González, A. M., Cabrera, V. M., Amorim, A. y Larruga, J. M. (2009): Demographic history of Canary Islands male gene-pool: replacement of native lineages by European.  BMC Evolutionary Biology, (http:// www.biomedcentral.com/content/pdf/1471-21489-181.pdf)- Acceso: 12/06/2012.

Hernández Gómez, C. M., Alberto, V., Velasco, J. (2004-2005): Enfoques y desenfoques en la arqueología canaria a inicios del siglo XXI. Revista Atlántica-Mediterránea de Prehistoria y Arqueología Social, 7: 175-188. Mederos, A., Escribano, G. (2011): Julio Martínez Santa-Olalla, Luis Diego Cuscoy y la Comisaría Provincial de Excavaciones Arqueológicas de Canarias Occidentales (1939-1955). Museo Arqueológico de Tenerife, Santa Cruz de Tenerife. Rockman, M.; Flatman, J. (eds.) (2012):  Archaeology in Society: Its Relevance in the Modern World. Springer, Nueva York. Ruiz Zapatero, G. (2011): Los estudios historiográficos en la arqueología española. Carteia III. Memorial (J. Blánquez y L. Roldán, eds.), Junta de Andalucía y Universidad Autónoma de Madrid: 51-70. Sánchez Ferlosio, R. (2012): Pecios ¿Hubo alguna vez “tiempos felices”? El País, 16/06/2012.

229

Complutum, 2012, Vol. 23 (1): 221-252

Noticias y Recensiones

Gramsch, A.; Sommer, U. (eds.) A History of Central European Archaeology. Theory, Methods, and Politics Archaeolingua Series Minor 30, Budapest, 2011. ISBN: 978-963-9911-23-9 (Harding 2009; Kristiansen 2008)? Sí y no. ¿Estamos en una etapa de mayor acercamiento e integración, o de crecientes barreras? Depende del ámbito. En relación con la Europa Central, la reflexión más simple pero tal vez también más certera es la planteada en la pág. 20: “While German and Central European archaeology are not identical, one cannot be described without the other”. Dicho esto, hay que tener siempre en cuenta que no existe una tradición centroeuropea homogénea, sino una multiplicidad de aproximaciones diacrónicamente cambiantes y mutuamente influenciadas. La obra comienza con un amplio artículo introductorio a cargo de los dos editores, Ulrike Sommer y Alexander Gramsch. En él se realiza un recorrido crítico por el desarrollo de la arqueología centroeuropea desde los tiempos del anticuarismo hasta la actualidad. En mi opinión, se trata de la parte más valiosa de todo el volumen. El objetivo es ir más allá de Gustaf Kossinna y del nazismo (FernándezGötz 2009), para pasar a situar la evolución acaecida en Alemania dentro de un contexto internacional más amplio. De particular interés resulta la idea de que las arqueologías centroeuropeas se singularizan por tener un habitus académico característico, palpable en cuestiones como las formas de enseñar y debatir, el tipo de preguntas planteadas, etc. Podríamos añadir, además, otra reflexión: la mayor renuencia alemana a los influjos teóricos procedentes del mundo anglosajón (New Archaeology, postprocesualismo…) no se explica únicamente por el “síndrome de Kossinna”; Alemania, al igual que Francia, es una mainstream arqueológica (Neustupný 1997-98), con un amplio mercado interior, gran número de estudiantes y profesionales, potentes instituciones investigadoras y universidades de renombre. Por ello, resulta menos permeable a las influencias externas que otros países que constituyen minorities, como por ejemplo España (por motivos económicos y organizativos) o Dinamarca (por tamaño y población). La segunda contribución del libro es obra de François Bertemes, quien analiza la existencia de una “arqueología centroeuropea” y trata de rebatir la idea de que ésta consiste en una mera recopilación de datos. El hecho de que los fundamentos teóricos y metodológicos generalmente no sean expuestos de forma explícita no significa que no existan. A continuación, Nils Müller-Scheessel se centra en su artículo en las ediciones del Congrès

¿Existe una arqueología centroeuropea? ¿Cuál ha sido, y es, la influencia de una mainstream arqueológica como la alemana sobre las tradiciones investigadores de países vecinos como Polonia o República Checa? ¿Cómo, por qué y de qué forma ha ido variando el peso atribuido a las reflexiones teóricas en los países de la Europa Central, y en particular en Alemania? Estas y otras cuestiones relacionadas fueron abordadas en el marco de una sesión celebrada en 2001 en Esslingen (Alemania) con motivo del congreso anual de la European Association of Archaeologists. El presente volumen, publicado íntegramente en inglés, es el resultado de dicha iniciativa, si bien con algunos cambios producidos por el considerable intervalo de tiempo transcurrido entre el encuentro y la edición (¡10 años!). Antes de entrar en materia, es preciso corregir un error bastante habitual: desde una perspectiva española, tradicionalmente todos los países europeos del antiguo bloque comunista son incluidos dentro de la llamada “Europa del Este”. Sin embargo, esta visión más bien antropológicamente etic no se corresponde con la percepción emic que se tiene en muchos de esos estados: checos, eslovacos, polacos o húngaros se consideran a sí mismos pertenecientes a la Europa Central, y ésa misma visión es la que se tiene también desde Alemania, Austria o Suiza. Para ellos la Europa Oriental comienza en Bielorrusia y Ucrania, no antes. Esta puntualización resulta importante de cara a entender el contenido del volumen aquí reseñado, dedicado al pasado, presente y futuro de la arqueología centroeuropea, componente fundamental de las “arqueologías de Europa” (Biehl et al. 2002). Aunque el peso principal corresponde –como no podía ser de otra forma– a Alemania, también se tratan otras tradiciones, en especial la polaca. Los vínculos entre ellas no han estado exentos de tensiones y problemas, pero en general prevalece el entendimiento sobre las discrepancias. Precisamente, el idioma alemán sigue siendo de uso común entre los arqueólogos de países como Chequia, Eslovaquia o Polonia, sobre todo entre los investigadores más veteranos, que en ocasiones lo favorecen incluso por encima del inglés (Gramsch 2010). La primera pregunta que cabría plantearse es: ¿existe realmente una “arqueología centroeuropea”? Como suele ocurrir con este tipo de cuestiones, la respuesta no puede darse en términos categóricos. ¿Existe una “arqueología de Europa” Complutum, 2012, Vol. 23 (1): 221-252

230

Noticias y Recensiones

international d’anthropologie et d’archéologie préhistoriques, y en particular en las animosidades entre investigadores franceses y alemanes durante el siglo XIX e inicios del XX, fuertemente influidos por la situación política. Un carácter más biográfico tiene el trabajo de Philipp Stockhammer, quien disecciona los aspectos teóricos contenidos en la obra de Rolf Hachmann, uno de los pocos arqueólogos alemanes de las décadas inmediatamente posteriores a la Segunda Guerra Mundial que planteó explícitamente reflexiones de esta índole, por ejemplo incorporando teorías funcionalistas. Gabriele Mante, por su parte, aborda la relación “amor-odio” de los arqueólogos alemanes con la arqueología teórica anglo-americana. En esta tarea, la autora desvela tópicos largo tiempo prevalecientes, refleja reticencias aún presentes y constata la mayor apertura que viene produciéndose desde la década de 1980 (Unkeler Kreis, T-AG, etc.). Un tema tan central como la influencia germana sobre la arqueología polaca es estudiado por Slawomir Kadrow, quien distingue tres tradiciones paralelas en Polonia vinculadas respectivamente a las universidades de Cracovia, Varsovia y Poznan. Desde un punto de vista historiográfico, resulta especialmente llamativo el hecho de que Józef Kostrzewski, quien había realizado su tesis doctoral bajo la supervisión de Kossinna, utilizara exactamente la misma metodología de su antiguo maestro para llegar a conclusiones diametralmente opuestas en lo referente a la adscripción étnica de la cultura material. La siguiente contribución, a cargo de Marc-Antoine Kaeser, está dedicada a los palafitos de Suiza y su utilización en los discursos identitarios del siglo XIX. Curiosamente, tanto aproximaciones evolucionistas como histórico-culturales llegaron a una interpretación común de estos vestigios. Un enfoque temático muy distinto es adoptado por Andreas Zimmermann, quien en un texto ciertamente breve señala la existencia de puntos comunes entre ciertas teorías y los métodos matemáticos netamente cuantitativos. La obra se cierra con una sección de comentarios críticos compuesta por tres artículos. El primero de ellos corresponde a John Bintliff y lleva el provocador título “Does German Archaeology have a Future?”. En él se muestra, por un lado, que a lo largo del siglo XX la arqueología alemana ha realizado más aportaciones de “teoría aplicada” de lo que ge-

neralmente se piensa; y por otro, que en los últimos años se advierte un creciente interés por las cuestiones teóricas combinado con el característicamente profundo conocimiento de la cultura material. Por su parte, Joachim Herrmann ofrece una mirada historiográfica desde la antigua Alemania Oriental y el materialismo histórico. Finalmente, en un polémico artículo final Wlodzimierz Raczkowski aboga por liberarse del peso de conceptos generales, paradigmas y escuelas arqueológicas para pasar a enfatizar logros individuales. Por encima de la heterogeneidad de las distintas contribuciones, la conclusión tal vez más importante que puede extraerse de la presente obra es que las cosas han cambiado en el seno de la arqueología alemana, considerablemente incluso. Muchos tópicos y prejuicios, como su supuesto carácter “ateórico” (Klejn 1993), no pueden ser ya mantenidos o precisan de múltiples matices. Con frecuencia, el desconocimiento del idioma alemán ha llevado a que buena parte de los arqueólogos de países como Reino Unido, Estados Unidos, España o Noruega no aprecien las considerables transformaciones operadas durante las últimas dos décadas. Por citar sólo un ejemplo, desde los años 1990 existe una asociación dedicada exclusivamente a la arqueología teórica (Arbeitsgemeinschaft Theorie, T-AG), que celebra reuniones anuales, publica libros y constituye una entidad plenamente consolidada. Por supuesto, el nivel de debate teórico no es todavía equiparable al del mundo académico anglosajón con sus cambiantes pero inagotables giros y ramificaciones (Kristiansen 2011), pero al mismo tiempo… ¿tiene necesariamente que serlo? Como certeramente señaló en su día Parzinger (2002: 35, traducción y cursiva del reseñador): “Para el futuro de nuestra disciplina será decisivo progresar juntos de forma incondicional y ver la pluralidad de pensamiento [arqueológico] en Europa, no cómo el resultado de la proliferación de desarrollos equivocados, sino como una oportunidad”. Éste debería ser precisamente el lema para la “arqueología de Europa” en el siglo XXI (Harding 2009; Kristiansen 2008): unida, pero diversa; plural, pero conectada.

Dr. Manuel Fernández-Götz

Landesamt für Denkmalpflege Baden-Württemberg, Alemania [email protected]

231

Complutum, 2012, Vol. 23 (1): 221-252

Noticias y Recensiones

Referencias Biehl, P. F.; Gramsch, A.: Marciniak, A. (eds.) (2002): Archaeologies of Europe. History, Methods and Theories. Tübinger Archäologische Taschenbücher 3, Münster. Fernández-Götz, M. (2009): Gustaf Kossinna: análisis crítico de una figura paradigmática de la arqueología europea. Arqueoweb. Revista sobre Arqueología en Internet, 11 (http://www.ucm.es/info/ arqueoweb). Gramsch, A. (2010): Different languages. An interview on archaeology in Germany with Friedrich Lüth. Archaeological Dialogues, 17 (2): 199-214. Harding, A. (2009): Towards a European archaeology. World Archaeology, 41 (4): 629-640. Klejn, L. (1993): Is German Archaeology Atheoretical? Norwegian Archaeological Review, 26 (1): 49-54.

Kristiansen, K. (2008): Do we need the ‘archaeology of Europe’? Archaeological Dialogues, 15 (1): 5-25. Kristiansen, K. (2011): Theory does not die it changes direction. The Death of Archaeological Theory? (J. Bintliff y M. Pearce, eds.), Oxbow Books, Oxford: 72-79. Neustupný, E. (1997-98): Mainstreams and minorities in archaeology. Archaeologia Polona, 35/36: 1324. Parzinger, H. (2002): „Archäologien“ Europas und „europäische Archäologie“ – Rückblick und Ausblick. Archaeologies of Europe. History, Methods and Theories (P. F. Biehl, A. Gramsch y A. Marciniak, eds.), Tübinger Archäologische Taschenbücher 3, Münster: 35-52.

Jaime Almansa Sánchez (ed.) El futuro de la arqueología en España. Charlas de café – 1. 45 profesionales hablan sobre el futuro de la arqueología JAS Arqueología, Madrid, 2011. ISBN 978-84-938146-8-7. Este libro forma parte de una serie publicada recientemente por la editorial particular de su editor, un esfuerzo personal encomiable que merece un adecuado reconocimiento por los profesionales de la arqueología, incluido el mundo académico. Aunque no se especifica la forma de seleccionar a los encuestados, y este es uno de los defectos de la obra, en sus páginas se presenta la opinión personal de 45 arqueólogos procedentes de una amplia variedad de contextos, y su resultado me parece un buen exponente de nuestra situación actual y constituye una excelente manera de adentrarnos en sus problemas presentes y sus esperanzas futuras. Lo primero que sorprende es la gran variedad de respuestas obtenidas. A una pregunta simple y una limitación estricta del espacio disponible, contestaron catedráticos y profesores universitarios, investigadores del CSIC, gestores administrativos del patrimonio arqueológico, técnicos de museos, jóvenes becarios pre y post-doctorales, y arqueólogos que han ejercido la profesión liberal en empresas privadas de arqueología durante los últimos años. Según se avanza en la lectura, con todo, la decisión del editor de ordenarlos por orden alfabético muestra sus inconvenientes, y surge inevitable la pregunta de si no hubiera sido mejor agruparlos por segmento proComplutum, 2012, Vol. 23 (1): 221-252

fesional, permitiendo así apreciar más fácilmente las interesantes similitudes que se pueden observar. También es una sorpresa agradable que casi todos ellos, pero especialmente los del último grupo, el más numeroso, se manifiesten con una sinceridad de las que retóricamente suelen denominarse como “aplastante”. Incontestables también lo son en consecuencia estos textos, que se presentan tal como fueron recibidos sin haberles aplicado ningún tipo de arreglo ni suponemos que tampoco edición (lo que en algún caso hubiera venido bien). Para un arqueólogo del ámbito académico como el que esto escribe, su lectura abre los ojos a una realidad multifacética y problemática que demasiadas veces hemos dejado de lado. Aunque algunos participantes se aventuran a conjeturar un futuro para la profesión, que era el tema central del libro, la mayor parte de la narración se dedica a describir su realidad presente, y es precisamente esto lo que hace más atractiva la obra, incluso en los (pocos) casos en que los autores y autoras se concentran excesivamente en su propia experiencia o proyectos personales. Esa realidad se podría resumir como el “paisaje después de la batalla” de la arqueología española, la constatación de que los años gloriosos de nuestra economía (esas

232

Noticias y Recensiones

dos “décadas prodigiosas”) se han terminado de repente y es preciso encarar una realidad escalofriante, que el año transcurrido desde la escritura de estos comentarios no ha hecho más que empeorar. Aunque todos lo sabíamos, creo que muchos no éramos plenamente conscientes de hasta qué punto el auge de nuestra profesión (esa sensación casi de “pleno empleo” para los años que siguieron a la afortunada Ley de Patrimonio de 1985) se debía en su mayor parte al boom de la construcción (cuando la arqueología era “la pulga del perro inmobiliario”), y cómo la imposibilidad de mantener ese ritmo trepidante, y la obligación repentina de devolver el ingente dinero tomado prestado para ello, acabaría pasándonos también a nosotros factura. Como era de esperar, mientras los arqueólogos funcionarios presentan tranquilos y sesudos comentarios con alguna incursión teórica interesante que luego comentaré, los arqueólogos “profesionales” (o contractuales, comerciales, de empresa o libre empresa, gestión, prevención, salvamento, urgencia, de arqueología pública o política, etc.: todas estas denominaciones son empleadas en el libro) se quejan más o menos amargamente de la actual carencia o mala calidad de los puestos de trabajo disponibles (algunos empleando para ello el humor, que es una forma más elegante de lamento). Su denuncia de la situación incluye en una mayoría de los casos a la arqueología académica, a la que acusan de no proporcionar formación suficiente para enfrentarse a los retos profesionales, llegando algunos a afirmar que en su primera excavación de urgencia tuvieron casi que “empezar desde cero”. En otros se advierte la frustración de no haber podido seguir la carrera investigadora que desearon en un principio, excesivamente larga y aquejada de las tantas veces denunciadas plagas del clientelismo y la endogamia. Su constante referencia por tantos participantes en el libro, incluidos varios académicos, muestra que el problema del “divorcio entre academia y empresa” es realmente grave, por estar orientada la primera primordialmente a la investigación y muy poco al ámbito del trabajo liberal. Aunque ya existen en España tres carreras completas (grados) dedicadas exclusivamente a la arqueología (algo que parecen desconocer, por cierto, algunos de los autores del libro), con asignaturas que tocan el tema profesional, es un hecho más que cierto que desde la tranquila universidad, donde impera lo “simbólico”, cuesta mucho adaptarse a ese descarnado mundo de lo “real” –y después de leer esta obra se aprecia mejor hasta qué punto el último adjetivo no es nada exagerado. Tampoco se pueden rechazar otras críticas, como que la universidad y la investigación se orientan sobre todo a los períodos más antiguos, en especial la Prehistoria, mientras en las intervencio-

nes públicas lo que prima es la arqueología medieval o moderna, temas que casi no se tocan en los programas docentes. De todas formas, como profesor universitario me he consolado al comprobar que las críticas más duras no van contra nosotros y que hay alguien todavía peor parado: las administraciones autonómicas de patrimonio (salvo honrosas excepciones como tal vez Andalucía, con una legislación eficaz que con todo no puede evitar ser la comunidad con más expolios patrimoniales). Su mayor culpa ha sido no haber controlado eficazmente las intervenciones, despreocupándose por su calidad y la de los informes obligatorios que entregan las empresas y que al final se reducen a hojas de papel muerto con apenas valor histórico alguno, en opinión de algunos de los autores. Es lícito preguntarse si este resultado no era perfectamente esperable una vez puesta la actividad en manos de la “lógica del mercado”, con empresas que van siempre a la baja, empresarios arqueólogos que acaban explotando a sus antiguos compañeros de curso, etc. Una propuesta interesante sería cambiar la normativa para otorgar a los informes finales una mayor importancia, tanto en trabajo dedicado como en coste económico. Otra idea recurrente a lo largo del libro es la pesadumbre por no haber aprovechado los años de expansión, cuando por ejemplo solo en 2006-2007 se realizaron cerca de 10.000 expedientes e intervenciones arqueológicas en todo el país, para concienciar a la sociedad española de la importancia de su patrimonio material. La arqueología cuenta hoy con una presencia social mucho mayor que hace unas décadas, pero todavía sufre el estigma de ser considerada una actividad ociosa y de lujo, poco más que un hobby de verano totalmente prescindible. Por eso mismo va a ser probablemente una de las que peor se pueda defender de los exagerados recortes económicos que en la actualidad están desmochando hasta la propia idea de un estado moderno y social en España. A toro pasado es muy fácil decirlo, pero salta a la vista la oportunidad perdida de haber incluido en todo proyecto arqueológico un apartado de divulgación social, que pudiera haberse añadido a la propia legislación autonómica sin demasiados problemas. Como dice una de las participantes en el libro: “no divulgar ni concienciar es lo que está matando a la arqueología poco a poco”. Un signo positivo es que, también como reacción a la crisis, muchas empresas de arqueología están cambiando paulatinamente de registro, ofreciendo servicios de valoración, difusión, formación, etc., en definitiva transformándose en sistemas de “conocimiento intensivo” que identifiquen y rellenen huecos en la oferta cultural demandada por la sociedad, combinando registros variados además de la

233

Complutum, 2012, Vol. 23 (1): 221-252

Noticias y Recensiones

arqueología (historia del arte, arquitectura, diseño, etc.). En un tour de force del argumento, uno de los participantes en el libro llega a afirmar casi humorísticamente que en el futuro serán las empresas las que realicen en exclusiva la formación de sus propios arqueólogos… Por otro lado, en varios comentarios se recuerdan los programas de televisión que están contribuyendo a popularizar la arqueología y la historia sin perder profundidad: Time Team en el Reino Unido y Norteamérica, Sota Terra en Cataluña, La respuesta está en la Historia en Andalucía, etc. Otro motivo de esperanza es la aparición de movimientos ciudadanos de defensa y promoción del patrimonio arqueológico de su ciudad o su comarca, perceptibles en diversos puntos de España aunque todavía lejos del auge de que gozan, por ejemplo, en países como Gran Bretaña. Desde la universidad, el reproche más frecuente que hacen profesores e investigadores a la arqueología de gestión es su falta de ambición investigadora, su escasa producción de conocimiento. Varios comentarios repiten la idea de que “la arqueología o es investigación o no es nada” y alguien recuerda que en las convocatorias públicas de I+D las empresas nunca presentan proyectos para ser financiados, como si no tuvieran suficiente preocupación con sobrevivir económicamente…. Y como si los arqueólogos de empresa no aspiraran a que su trabajo fuera realmente una investigación en toda regla, y a dejar de sentirse “meros técnicos liberadores de suelo insertados en el diabólico engranaje de la especulación urbanística y el boom inmobiliario”. Pero lo que quita el sueño a los arqueólogos “investigadores” es la inmensa cantidad de información recogida durante todos estos años, que duerme el sueño de los justos en atomizados archivos administrativos de donde resulta muy difícil extraerla para su análisis y aprovechamiento por la sociedad en su conjunto. No obstante, hay que reconocer que algunas regiones y períodos se han visto claramente favorecidas por la arqueología comercial, y el caso que tenemos aquí más próximo es la comunidad de Madrid, donde en los últimos años la colaboración de universidades y empresas ha abierto la puerta a datos preciosos hasta entonces desconocidos, como son los recintos de fosos calcolíticos o los asenta-

Complutum, 2012, Vol. 23 (1): 221-252

mientos rurales altomedievales. No cabe ninguna duda de que esa forma de integrar los equipos privados y públicos (quizás mejor que fomentar empresas desde la propia universidad, que han funcionado bien en determinados casos pero que se ven como una intrusión profesional desleal por el ámbito privado) es el verdadero camino, no solo para un mayor beneficio social de la información arqueológica obtenida sino para la anhelada superación del divorcio que todavía separa a arqueología y ciudadanía. Una de las desventajas de escribir rápidamente y casi “a calzón quitado”, como lo fueron la mayoría de los textos aquí reunidos, es tal vez su escasa reflexión teórica; las palabras y frases surgen espontáneas, procedentes de los recuerdos y hasta de los sueños personales. No busquemos aquí referencias bibliográficas ni largas citas eruditas: estamos ante el diagnóstico rápido de una situación que cambia de manera vertiginosa. De las pocas excepciones que he apreciado en el libro tal vez la más acertada sea la del arqueólogo del CSIC F. Criado, que se plantea seriamente el futuro de la profesión, en los dos planos antes citados, y de quien recojo aquí la frase con que resume su comentario: “… el gran reto de la práctica arqueológica en el futuro inmediato (…) es definir qué relación existe entre, de un lado, los bienes patrimoniales y, de otro, los valores de la identidad, la memoria y el nacionalismo, las nociones de materialidad, propiedad cultural y propiedad intelectual, los procesos de musealización, conservación, turismo, desarrollo y cooperación, las experiencias de gobernanza, arqueología indigenista y empoderamiento comunitario, y las demandas de restitución y repatriación de los valores culturales vernáculos a las sociedades que se consideran sus legítimos detentadores”. En suma, quienes se acerquen a este libro tendrán una fotografía, tal vez un poco rápida y desenfocada, pero crudamente realista y auténtica, de la arqueología española actual. Víctor M. Fernández Martínez

Departamento de Prehistoria Universidad Complutense de Madid [email protected]

234

Noticias y Recensiones

Raquel Vilaça (coord.). Estelas e estatuas-menhires da Pré à Protohistória. Sabugal-2011. Actas IV Jornadas Raianas (Sabugal, 2009). Fundação para a Ciência e a Tecnologia. Sabugal, 2011. ISBN: 978-98995684-2-6

Las estelas características de las regiones occidentales de la Península Ibérica son conocidas desde que Rosso de Luna (1898) descubrió la primera de ellas en Solana de Cabañas, Cáceres. Desde entonces, los hallazgos de estos interesantes documentos protohistóricos de la Península Ibérica no han dejado de aumentar, hasta alcanzar en la actualidad cerca de 150 ejemplares, y siempre han llamado la atención y han atraído el interés de arqueólogos de todas las generaciones, con monografías tan conocidas como las de M. Almagro (1966), S. Celestino (2001), R. J. Harrison (2004) y M. DíazGuardamino (2010), además de notables trabajos en revistas especializadas, pues son uno de los más característicos elementos culturales de esas regiones de Hispania y de la Protohistoria de todo el Occidente de Europa y, probablemente, el más indicado para estudiar el subsistema socioideológico de la Edad del Bronce. A pesar del interés que siempre han despertado estos monumentos y de su abundante bibliografía (Díaz-Guardamino, 2010), nunca hasta ahora se había celebrado una reunión científica sobre las Estelas del Occidente de la Península Ibérica. Este es el primer acierto de esta obra, como señala, tras una breve Nota introdutória del Presidente da Câmara Municipal de Sabugal, Raquel Vilaça, coordinadora de la reunión y editora de la obra, en un breve y brillante Preámbulo (p. 8-9). La reunión fue organizada el año 2009 por el Instituto de Arqueología de la Universidad de Coimbra y el Centro de Estudios Arqueológicos de las Universidades de Coimbra e de Porto, junto a la Câmara Municipal de Sabugal, como IV Jornadas Raianas. El motivo, muy justificado, era la aparición de nuevos ejemplares de estelas por toda la mitad norte de Portugal, que ampliaban, precisaban y ofrecían nuevas perspectivas sobre la dispersión y las características de estos monumentos. Por ello se celebró en la Beira interior, región especialmente rica en nuevos hallazgos, como ejemplifican los nuevos descubrimientos del Calcolítico al Bronce Final de la zona de Sabugal. Pero la obra no se limita a presentar, bien analizados, los nuevos descubrimientos, pues los autores, en sus artículos, ofrecen interesantes aportaciones sobre metodología de estudio, iconografía, contexto

geográfico y espacial, cronología, interpretación, etc., es decir, prácticamente todos los campos de estudio de estos monumentos, ya que también se alude, aunque de forma más leve, a su diacronía, simbolismo y fenómenos de reutilización y perduración, tanto en el paisaje físico como en el mental; como señala con acierto Vilaça, “Las estelas son lugares de memoria”, lugar de integración social y de refuerzo identitario, donde las comunidades se autoidentifican y refuerzan su sentido de pertenencia y de propiedad de un territorio. Esta monografía, que recoge las actas de la reunión con algún aditamento, se compone de 17 artículos. De ellos, 11, la mayoría, publican nuevos hallazgos, pero también incorpora otros 6 sobre metodología, problemáticas de conjunto o síntesis interdisciplinares. Conviene reseñar, en primer lugar, las noticias de nuevos y variados hallazgos, analizadas en profundidad y en ocasiones acompañadas de visiones de síntesis ad hoc, pues constituyen el núcleo de mayor interés. Estátuas-menires antropomórficas da Região de Évora. Novos testemunhos e problemáticas (p. 11-36), de Mário Varela Gomes, analiza la conversión de un importante cromlech de la zona de Évora en 15 estatuas-menhires, a partir de mediados del IV hasta fines del III milenio a.C., periodo que corresponde al final del Neolítico y el Calcolítico, cuando en la Península Ibérica las estelas pasan a ser de “función funeraria”. Varela Gomes señala que deben corresponder a seres trascendentes, de un tiempo mítico, sin excluir que constituirían imágenes, divinizadas o heroizadas, de los antepasados, por lo que el artículo ofrece relevante información sobre el debatido significado y el origen de las estelas. La visión de Varela Gomes es acertada, aunque sea preciso definirla e interpretarla desde la mentalidad de sus constructores, al margen de reinterpretaciones antropológicas actuales, en muchas ocasiones anacrónicas. Es a este desafío científico al que animan los nuevos e importantes hallazgos, que permitan avanzar en nuestros conocimientos. João Luís Cardoso trata sobre A estela antropomórfica de Monte dos Zebros (Idanhaa-Nova): seu enquadra­ mento nas estelas peninsulares com diademas e “colares” (p. 89-

235

Complutum, 2012, Vol. 23 (1): 221-252

Noticias y Recensiones

sur de Galicia, precisando la dispersión de este tipo característico, que cabe atribuir a un grupo tribal que viviría por ese territorio. Raquel Vilaça, André Tomás Santos y Sofia de Melo Gomes dedican su trabajo a As estelas de “Pedra da Atalaia” (Celorico da Beira, Guarda) no seu contexto geo­-arqueológico (p. 293-318). Es un estudio de dos nuevas estelas de la zona de Guarda: una ‘extremeña’, con escudo, espada y espejo, próxima a ejemplares cacereños de ‘Sierra de Gata’, que ratifica el núcleo ‘lusitano’, y otra con un elemento reticulado de carácter abstracto. A este artículo sigue el de As estelas do Baraçal, Sabugal (Beira Interior, Portugal) (p. 319-342), de André Tomás Santos, Raquel Vilaça y João Nuno Marques. Se analizan en él las estelas de Baraçal, con escudo-espada-lanza, y se da a conocer la de Baraçal II, semejante a la anterior, pero con un espejo. Junto a la de Pedra da Atalaia, estas estelas refuerzan el grupo ‘lusiatno’ de ‘Sierra de Gata’. Los autores las consideran objetos de culto, quizás reunidos en ‘santuarios’ y puntos de encuentro fronterizos, tras discutir las circunstancias del hallazgo y la tipología de las estelas y de los objetos representados. Otro hallazgo de esa zona es la Nova peça insculturada da regido raiana do Sabugal (Beira Interior, Portugal): uma primeira abordagem (p. 343-367), de Raquel Vilaça, Marcos Osório y André Tomás Santos. El análisis de la estela de Aldea Velha, cerca de Sabugal, en el Alto Coa, y su contexto y significado permiten asociarla a las de Baraçal, aunque también queda próxima a la de Foios. Esta densidad de hallazgos en la Beira refuerza el carácter ‘lusitano’ de las estelas ‘extremeñas’. Además, los autores relacionan esta estela con el curioso topónimo ‘Serra do Homem de Pedra’, elevación situada a 4 km del lugar del hallazgo, pues el mismo topónimo también aparece en las proximidades de la estela de Meimão, lo que constituye una importante sugerencia para reconstruir el ‘paisaje’ real y mental de las estelas como puntos destacados que marcarían el paisaje ‘mágico’ en la Antigüedad. Finalmente, a los hallazgos de tierras portuguesas se añaden algunos españoles. La estela decorada del Puerto de Honduras (Cabezuela del Valle, Cáceres) (p. 369-388), por Primi­tivo Sanabria Marcos, da a conocer una nueva estela con escudo, espada y espejo, como las de ‘Sierra de Gata’, aparecida en el Puerto de Honduras, entre los valles del Jerte y el Ambroz. Su aparición al oeste del Jerte marca la frontera cultural oriental de estos monumentos, lo que refuerza su carácter ‘lusitano’. Otro artículo se dedica a Las estelas grabadas de La Bienvenida-Sisapo (Ciudad

116). Se trata de una estela antropomorfa hallada en la zona de Idanha-a-Nova de la serie tipológica de las ‘estelas-guijarro’ femeninas, como otra próxima procedente de Crato. Domingos J. Cruz y André Tomás Santos estudian As estátuas-menires da Serra da Nave (Moimenta da Beira, Viseu) no contexto da ocupação pré-histórica do Alto Paiva e da Beira Alta (p. 117-142), trabajo que recoge dos nuevas estelas antropomorfas de la Beira Alta, cuyo interés radica en documentar la expansión septentrional de las “estelas noroccidentales’ y complementar la extensión de las estelas por zonas ‘lusitanas’ con variantes propias. Otro estudio en esta línea (p. 143-174), As estelas antropomórficas de Picote-Miranda do Douro (Trás-os-Montes), de Maria de Jesus Sanches, analiza dos estelas de Puio y de Salgueiros, mal conservadas, pero que complementan el conjunto de Trás-os-Montes y del Douro, formado por más de 10 hallazgos de tipología muy próxima, que parecen definir un grupo étnico (cf. fig. p. 168). Memoriais de pedra, símbolos de Identidade. Duas novas pelas escultóricas de Cervos (Montalegre, Vila Real) (p. 187-216), de Lara Bacelar Alves e Mário Reis, recoge dos nuevas estelas antropomorfas procedentes de Cervos, en la región de Montalegre, al norte de Portugal. La de Cruz de Cepos es una “estela noroccidental’, que añade el interés de su posible conservación ‘in situ’, pues todavía constituye la divisoria entre los términos de Arcos y Cervos. La estela de Tojais es la estela ‘extremeña’ más septentrional hasta ahora conocida, pues ha aparecido cerca de Montalegre, en el norte de Portugal limítrofe con Galicia. Esta dispersión tan septentrional extiende el área de las estelas de Baraçal y permiten atribuir este tipo de estela a los ‘lusitanos’, ya que coinciden con otros elementos culturales característicos, como antropónimos, teónimos, hachas de bronce y testimonios lingüísticos (vid. infra), lo que supone una importantísima aportación para interpretar en profundidad las estelas hasta ahora denominadas ‘extremeñas’ o ‘del Suroeste’. De aquí el gran interés del descubrimiento y del estudio realizado, junto a las restantes aportaciones cuya visión de conjunto tanto contribuye a su valoración. A estatua menhir do Tameirón no contexto dos resultados do proxecto de interven­ ción arqueolóxica no Monte Urdiñeira e o seu contorno (A Gudiña-Riós, Ourense) (p. 217-244), de Beatriz Comendador Rey, Víctor Rodríguez Muñiz y Alejandro Manteiga Brea, es una nueva estela antropomorfa, muy deteriorada, del sur de Orense, que, junto a la conocida de Muiño de San Pedro, confirma la extensión del tipo de ‘estelas con emblemas’ o “estelas noroccidentales’ por el Complutum, 2012, Vol. 23 (1): 221-252

236

Noticias y Recensiones

Real, España): nuevas aportaciones para la caracterización del contexto cultural del Bronce Final en el reborde suroccidental de la Meseta (p. 389-416), de Mar Zarzalejos Prieto, Germán Esteban Bor­rajo y Patricia Hevia Gómez. Ofrece 3 estelas de La Bienvenida-Sisapo, dos de ellas inéditas, cuya composición y paralelos se analizan como documentos de las élites tartesias. Otros artículos encuadran los hallazgos en visiones de conjunto. Identidades y estelas en el calcolítico peninsular. Memorias funerarias en la cuen­ca del Tajo (p. 37-62), de Primitiva Bueno Ramírez, Rosa Barroso Bermejo y Rodrigo de Balbín Behrmann, analiza los conjuntos que forman las ‘estelas-placa’, las estelas ‘centro-occidentales’, las ‘estatuas y estelas noroccidentales’, las ‘estelas alentejanas’ y las ‘estelas del suroeste’. Esta visión de síntesis del fenómeno de las estelas aborda el carácter geográfico de las representaciones, pero sin llegar a comprender el carácter étnico de la mayoría de los grupos, como evidencia su dispersión geográfica definida y sus características tipológico-culturales diferenciadas como elementos de auroidentificación. Por el contrario, se señala su relación con la representación de ancestros, aunque sin comprender plenamente todo el significado de dicho término en el contexto cultural de las estelas. No menos interés en esta línea de síntesis es el trabajo sobre Iconografía, lugares y relaciones sociales: Reflexiones en torno a las estelas y es­ tatuas-menhir atribuidas a la Edad del Bronce en la Península Ibérica (p. 63-88), de Marta Díaz­Guardamino. Como su autora indica, se trata de una reflexión sobre “los mecanismos sociales que pueden haber intervenido en la configuración de la iconografía y del amplio panorama geográfico que ofrecen las estelas y estatuas-menhir de la Edad del Bronce”, reflexión que sintetiza parte de los brillantes resultados de su tesis doctoral, dedicada a estos monumentos, que acompaña con mapas de repartición de especial interés, como insistimos más adelante. Según Díaz-Guardamino, las estelas ofrecen carácter ‘icónico, público y permanente’ y ‘aluden a personajes sociales valorados colectivamente’, concebidos como ‘ancestros comunes”, lo que denota ‘relaciones de parentesco’ que permiten una interesante aproximación a las estructuras sociales y étnicas de estos monumentos. Las relaciones entre los distintos grupos, seguramente de carácter étnico, aspecto esencial no abordado, evidencian creencias comunes, en ocasiones expresadas o ‘leídas’ con los mismos signos/símbolos en áreas geográficas diversas, lo que indica una comunidad

de creencias comunes, que cabe interpretar desde la ideología indoeuropea. Otro artículo sintetiza las novedades que ofrecen la dispersión geográfica y las características de estas estelas. En Nuevos hallazgos sobre viejas ideas. Una reflexión sobre las representaciones “atí­picas” en las estelas del Bronce Final del Suroeste de la Península ibérica (p. 271-292), Eduardo Galán discute aspectos tipológicos y, en especial, las estelas ‘atípicas’, con interesante sugerencias de su significado y cronología, aunque tampoco llega a captar su significado étnico, quizás por no verlo en la seriación tipológica polimorfa que ofrece la evolución diacrónica geográfica de las estelas de guerrero. El último estudio de síntesis lo ofrecen Sebastián Celestino Pérez y José Ángel Salgado Carmona, Nuevas metodologías para la distribución espacial de las estelas del Oeste penin­sular (p. 417-448). Consiste en un análisis de las novedades que han aportado las estelas halladas en los últimos 10 años para precisar mejor su origen, significado, cronología, dispersión geográfica, etc. Los autores proponen una nueva tipología con un listado actualizado de 125 ejemplares, número considerablemente mayor que en tipologías anteriores. Esta tipología prosigue las en su día propuestas por Pingel (1974), Varela Gomes (1977) y Almagro-Gorbea (1977: 168 s.), discutidas por Barceló (1989). En ella se incluye como subtipo las estelas “diademadas”, que derivan de las “estelas-guijarro” y concede excesivo peso a las estelas “colectivas”, un elemento más en el conjunto polimorfo, pero que interfiere la comprensión de la seriación casi lineal de estas estelas. La ilustración ofrecida (p. 425), aunque reducida, precisa la tipología ofrecida, completada por mapas (p. 447.448), en los que se echa en falta su numeración para poder contrastar la dispersión geográfica de la tipología propuesta. Otros dos artículos pueden considerarse como aportaciones metodológicas. El primero trata sobre Novos métodos de registo digital de arte rupestre: digitalização tridímensional e fotografia multiespectral (p. 175-186) y es obra de Hugo Pires, Paulo Lima y L. Bravo Pereira. Aplica nuevos métodos de documentación digital tridimensional y de fotografia multiespectral a las estelas de Salgueiros y a pinturas rupestres de Regato das Bouças. El segundo trata de la Mobilidade e materialidade: uma aproximaláo á análise da localizaláo das está­ tuas-menir transfronteirijas (Norte de Portugal e Sul da Galiza) (p. 245-270), por Pastor Fábrega­-Álvarez, Joáo Fonte y Francisco J. González García. Este ensayo analiza la distribución de las estatuas-

237

Complutum, 2012, Vol. 23 (1): 221-252

Noticias y Recensiones

las referencias históricas. Esto hace suponer que esas zonas silíceas y ganaderas constituían el área de expansión lusitana desde la Edad del Bronce. Tras la presión ejercida sobre Lusitania por tartesios en los siglos VII-VI a.C. y después por los vettones celtiberizados a partir de mediados del I milenio a.C., los lusitanos en los últimos siglos a.C. volvieron a esas áreas ganaderas que constituirían su área de expansión natural. En consecuencia, a partir de ahora, cabe reinterpretar desde una nueva perspectiva etnocultural los grupos de estelas más característicos: las ‘estelas del noroeste’, las ‘estelas-guijarro’ y las estelas denominadas ‘extremeñas’ o ‘del Suroeste’, al menos las de tipo más antiguo, IIA y IIB de Almagro-Gorbea (1977: 169) = tipos I y II de Celestino (p. 424ss). Estas estelas deben considerarse estelas “lusitanas”, pues su dispersión, con una clara tendencia NW-SE, coincide con los antropónimos y las divinidades lusitanas y con los epígrafes en lengua ‘lusitana’. Esta conclusión es de gran relevancia para la Edad del Bronce de toda Europa Occidental, pues explica la larga etnogénesis de los Lusitanos dentro del Bronce Atlántico y, por añadidura, ofrece un seguro término ante quem en la Edad del Bronce para el origen de la discutida lengua ‘lusitana’. Además, la atribución de estas estelas a los Lusitanos permite su interpretación paleoétnica, lo que supone una mejor explicación del origen y evolución de las creencias religiosas y la ideología de estos monumentos, relacionados con los elementos indoeuropeos tan arcaicos que documentada la lengua ‘lusitana’. Esta conclusión permite valorar estas estelas en el campo ideológico, a la luz de la Historia Comparada de las Religiones, como ‘fósiles’ del largo proceso diacrónico que conformó el mitema del ‘Héroe Fundador’, el cual, en el mundo celta, dio lugar a la figura mítica de Teutates (Almagro-Gorbea y Lorrio 2011), lo que precisa su discutido carácter ‘funerario’. Esta perspectiva de ‘larga duración’ explica el desarrollo de estelas en Hispania desde el Calcolítico hasta los ‘guerreros galaico-lusitanos’, labrados ya en época romana (Schattner 2003), los cuales deben considerarse el último fenómeno de esta tradición plurimilenaria (Almagro-Gorbea 2009). Por ello, estas estelas que se deben considerar “lusitanas” desde la Edad del Bronce constituyen uno de los elementos más característicos de la cultura material de nuestra Protohistoria y el mejor documento del paisaje físico y mental y de la estructura social, religiosa e ideológica de todo el Occidente de Hispania. En consecuencia, esta obra supone una aportación fundamental al estudio de las estelas,

menhires del Sur de Galicia y Norte de Portugal a través de un análisis SIG aplicado a la movilidad territorial, pero no se llega a ofrecer conclusiones válidas, pues, aún más que el anterior, es un mero ensayo difícil de aplicar con eficacia al estudio sistemático de las estelas. En resumen, la obra es de significativa importancia, más de lo que, a primera vista, pudiera suponerse. El contenido destaca por su amplitud y, en especial, ofrece una vívida visión del estado actual del estudio de estos interesantes e importantes monumentos, para el que supone un paso definitivo, frente a las monografía y artículos individuales precedentes, como los de Almagro (1966), Celestino (2001), Harrison (2004) o DíazGuardamino (2010), ya que brinda una visión de conjunto múltiple, por ello más crítica y abierta al debate, pero al mismo tiempo coherente y equilibrada, a pesar de los numerosos autores y la variedad de enfoques y temas; de ahí su interés y actualidad. En especial los nuevos hallazgos estudiados en esta obra marcan un antes y un después, pues permiten comprender, a partir de ahora, la lógica de la dispersión geográfica y de la tipología diacrónica de las estelas, ya que permiten, quizás por primera vez desde su descubrimiento, su adecuada seriación e interpretación etno-geográfica. Por ello, quizás hubiera sido interesante haber ofrecido una visión de síntesis, aunque los estudios de Bueno et alii, Díaz Guardamino, Galán y Celestino y Salgado Carmona cumplen en buena parte esta misión. Además, cada artículo se acompaña de abundantes ilustraciones, bien seleccionadas, aunque alguna de ellas reducidas en exceso, pues algunos detalles se aprecian con cierta dificultad. Cabe resaltar cómo los nuevos hallazgos precisan y definen la dispersión de las estelas más antiguas, con lanza+casco+espada, hecho bien evidenciado en alguno de los mapas publicados, en especial, por Díaz-Guardamino (p. 84-85). Pero su mayor interés radica en el aumento de estelas conocidas en Portugal, que contribuyen a una dispersión tipológica cada vez más coherente con la de otros tipos de estelas anteriores y, en especial, con otros elementos etno-culturales, como los teónimos y antropónimos ‘lusitanos’, las inscripciones en lengua ‘lusitana’ y otros restos culturales ‘lusitanos’, como algunos tipos de hachas de bronce. Frente a estas estelas de tipo antiguo, las más recientes parecen extenderse desde la Bética, pero coinciden no sólo con el área de expansión colonial tartesia (Almagro-Gorbea et al. 2008: 1061ss), sino también con las áreas de correrías de los lusitanos durante la Edad del Hierro hasta la Romanización, según documentan Complutum, 2012, Vol. 23 (1): 221-252

238

Noticias y Recensiones

al permitir su reinterpretación coherente y abierta a todo el sistema cultural: cultura material, territorio y estructura socio-económica, sociedad y creencias. Además, ofrece información muy relevante sobre campos esenciales, como la cosmovisión, la autoidentidad del grupo y su evolución paleoétnica. En pocas palabras, ningún documento arqueológico ofrece una información tan rica e interesante; de ahí el gran interés y actualidad de esta visión de conjunto, que complementa las monografías y artículos hasta ahora dedicados a estos singulares monumentos. Por ello, su interés trasciende la Península Ibérica, pues las estelas hispanas son uno de los documentos que más posibilidades ofrecen en la Protohistoria de Europa para analizar todo un sistema cultural, a la vez que se integran en el muy

amplio fenómeno, artístico y socio-ideológico, extendido desde el Atlántico hasta Siberia (Díaz Guardamino 2010). En conclusión, una obra tan importante y oportuna, tan bien editada y que tantos campos abre a nuestros estudios no puede menos que suscitar el mayor elogio. Quede éste como testimonio de reconocimiento a una obra tan significativa, a sus autores y a su editora, Raquel Vilaça.

Martín Almagro-Gorbea

Departamento De Prehistoria Universidad Complutense de Madrid [email protected]

Referencias Díaz-Guardamino, M. (2010): Las estelas decoradas de la Península Ibérica. Tesis Doctoral, Universidad Complutense, Madrid. Harrison, R. J. (2004): Symbols and Warriors. Images of European Iron Age. Bristol. Pingel, V. (1974): Bemerkungen zur den ritzverzierte Stelen und zur beginnenden Eisenzeit der Südwesten der Iberichen Halbinsel. Hamburger Baiträge zur Archäologie, 4: 1-19. Rosso de Luna, M. (1898): Losa sepulcral de Solana de Cabañas en el Partido de Logrosán (Cáceres). Boletin de la Real Academia de la Historia, 32: 179-182. Schattner, T.G. (ed.) (2003): Die lusitanisch-galläkischen Kriegerstatuen. Madrider Mitteilungen, 44, Berlin. Varela Gomes, M.; Pinho Monteiro, J. (1977): As estelas decoradas de Herdade do Pomar (Ervidel, Beja). Estudo comparado. Setúbal Arqueológica, 2-3: 281-243.

Almagro Basch, M. (1966): Estelas decoradas del Suroeste peninsular. Bibliotheca Praehistorica Hispana, 8, Madrid. Almagro-Gorbea, M. (1977): El Bronce Final y el Periodo Orientalizante en Extremadura. Bibliotheca Praehistorica Hispana, XIV, Madrid. Almagro-Gorbea, M. (2009): Los ‘Guerreros lusitanogalaicos’ y su significado socio-ideológico. Actas do Colóquio Interacional Guerreiros Castrejos. Deuses e hérois nas alturas de Barroso, Boticas: 9-34. Almagro-Gorbea, M. Lorrio, A. (2011): Teutates. El Héroe Fundador y el culto heroico al antepasado en Hispania y en la Keltiké. Bibliotheca Archaeologica Hispana, 36, Madrid. Almagro-Gorbea, M. Lorrio, A., Mederos, A. y Torres, M. (2008): La necrópolis de Medellín. III. Bibliotheca Archaeologica Hispana 26,3, Madrid. Barceló, J. A. (1989): Arqueología, Lógica y Estadística: Un análisis de las Estelas de la edad del Bronce en la Península Ibérica. Barcelona. Celestino, S. (2001): Estelas de guerrero y estelas diademadas. La precolonización y formación del mundo tartesio. Barcelona.

239

Complutum, 2012, Vol. 23 (1): 221-252

Noticias y Recensiones

Martín Almagro-Gorbea y Mariano Torres Ortiz. La escultura fenicia en Hispania Bibliotheca Archaeologica Hispana 32, Real Academia de la Historia, Madrid, 2010 ISBN: 978-84-15069-19-5 Esta obra, aunque encabezada por los profesores M. Almagro-Gorbea y M. Torres, de la Universidad Complutense de Madrid, tiene un marcado carácter colectivo, lo que inicialmente pone de manifiesto, por un lado, la objetividad que se ha intentado buscar en la misma, al contar con la colaboración de diversos especialistas y, por otro, la necesidad de aunar distintas visiones y opiniones. La intención no ha sido otra que la de buscar una respuesta consensuada a muchas dudas abiertas sobre el carácter étnico del mundo fenicio, sus procesos de hibridación y mestizaje con las poblaciones autóctonas hispanas y el arte que desembocó como resultado de estos procesos, entendido éste como actividad humana a través de la que los fenicios expresaron sus ideas, emociones y creencias. La magnífica edición de la Bibliotheca Archaeologica Hispana pone sobre el tapete, por vez primera y de forma monográfica, el estudio de la escultura fenicia de Hispania. De una naturaleza tremendamente polisémica además de ser un fastuoso soporte propagandístico, ideológico, dinástico y religioso, la escultura fenicia queda expuesta en este volumen junto con muchas de sus cuestiones y problemas esenciales, tanto los de sus procesos formativos o su evolución como las de su adscripción cultural o étnica. El propio carácter aglutinador o mestizo de los adstratos fenicios y su interrelación con el sustrato tartésico desembocó en formas artísticas mixtas en las que podemos palpar rasgos casi fisonómicos de un mosaico identitario que dificulta sobremanera su caracterización final. En la obra se recogen una veintena de piezas que, según la opinión de los autores, pasan a convertirse en “el mejor documento con que se cuenta para empezar a analizar la estructura sociopolítica de las colonias hispano-fenicias”, lo que no subscribimos por completo, pues lo escaso del espectro, algunos problemas de adscripción étnica y, sobre todo, la falta en muchos de los casos de contextos arqueológicos claros, nos parece que impide el establecimiento, con total objetividad, de la relación con estructuras ideológicas de corte regio. Sí es digna de alabar, por otro lado, la valentía de los autores al servir al banquete científico nuevas presas que, sin duda, alimentarán en los próximos años los debates sobre el mundo fenicio hispano. También queda suficientemente demostrado en estas cerca de quinientas páginas ilustradas el papel “aculturador” -en palabras de los autores- de la esComplutum, 2012, Vol. 23 (1): 221-252

cultura fenicia respecto al arte tartesio e ibérico, a través de un brillante y detallado estudio tipológico, tecnológico y documental al que, por otro lado, los autores nos tienen acostumbrados en otras obras. Al respecto, queremos destacar el magnífico análisis de los sarcófagos antropomorfos de la necrópolis gaditana, sobre los que ya estos investigadores habían avanzado algunos resultados de sus estudios (Almagro-Gorbea et alii 2010: 357) y la presentación de nuevos ejemplos, algunos olvidados o aún desconocidos por la comunidad científica como los materiales de “azul egipcio” de Santisteban del Puerto o el “gigante” de Ronda. El volumen se estructura de una forma doble, combinando la realización de un corpus documental con un estudio no por sintético menos exhaustivo de cada uno de los ejemplos recogidos, incluyendo las menciones bibliográficas previas. La obra arranca con un breve análisis historiográfico, que pone de manifiesto, desde el inicio, la escasa atención que la plástica fenicia en piedra ha disfrutado, sobre todo si la comparamos con la ibérica, que tantas veces la ha enmascarado o eclipsado. Sólo se han desarrollado trabajos en algún caso gracias a hallazgos significativos que han sido hitos de la Arqueología española (caso de los sarcófagos de Cádiz o la dama de Galera). El libro se compartimenta mediante una capitulación clásica, con las obras separadas en función de la localización de su hallazgo, acentuándose de este modo que el elenco objeto de estudio se enmarca en el ámbito andaluz, siendo la única excepción la estela ibicenca de C’an Rafalet. Se trata de un corpus de contenido arqueológico y no solamente descriptivo, que comprende un vasto volumen de información de cada uno de los ejemplos tratados. De éste nos parece especialmente relevante el que recoge las diversas propuestas interpretativas de carácter socio-ideológico, por encima de las meramente descriptivas o estilísticas, lógicamente menos comprometidas. Es natural que se echen en falta algunos ejemplos si bien agradecemos la inclusión de otros como la “dama” o el “guerrero” de Cádiz, la llamada magna mater de Carmona o los estudios sobre la estatua de Melkart y los relieves de las puertas del Herakleion gaditano, aunque para su análisis y caracterización deban de apoyarse en las fuentes literarias clásicas y medievales. Otros estudios nos parecen de gran interés y tremendamente clarificadores, como el que se rea-

240

Noticias y Recensiones

liza sobre los leones del monumento funerario de Puente de Noy (Almuñécar). De éste, junto con su estudio tipológico, destaca el examen de los materiales, como la capa de yeso que lo recubre, similar a lo que se observa en las esculturas referidas anteriormente de la necrópolis gaditana. La lectura y análisis de buena parte de los ejemplos expuestos parecen aludir a que el recubrimiento o estucado de las obras, quizás para enmascarar la pobreza de los materiales o por otros criterios técnicos, es un rasgo que ya hemos de considerar típico dentro de la plástica fenicio-púnica así como de su arquitectura monumental. Nos parece muy acertada, asimismo, la lectura que se propone sobre el carácter eminentemente arquitectónico de la escultura fenicia, lo que ha de hacernos reflexionar en el futuro sobre su función y lectura. Es destacable la inclusión de las estelas, como la que se conserva en el museo de Cádiz, analizada detalladamente, que suelen quedar otras veces excluídas de este tipo de corpora. Fuera de este libro han quedado otras del amplio elenco de Baria (Villaricos, Almería), que quizás deban ser en el futuro englobadas dentro de un estudio que recoja, de forma definitiva, la totalidad de las halladas en la península, adjuntando el ejemplo conservado en el Museo de Cádiz a las de Villaricos o a las estelas anicónicas procedentes de un posible tofet fenicio emplazado en el entorno de La Fonteta (González Prats 2010). Cabe resaltar finalmente el enorme interés de la obra y reconocer públicamente el encomiable esfuerzo de los autores por seleccionar primero y ca-

racterizar después cada una de las piezas, incluyendo algunos falsarios y poner negro sobre blanco las brillantes reflexiones sobre su significación artística. También por abordar el tema de su dispersión geográfica y la problemática de los contextos arqueológicos, de la que son plenamente conscientes, así como otras cuestiones técnicas e iconográficas. Igualmente cabe subrayar que se haya profundizado en el significado social de esta manifestación artística, abordando el tema de la difusión de los modelos orientales, la existencia de talleres escultóricos y su incidencia en el origen de la escultura orientalizante, definida ahora en este volumen como “tartesoibérica”. Para finalizar, señalar la labor, no por menor menos importante, de inclusión de índices onomásticos, de lugares y de materias, aspectos éstos que facilitan enormemente la revisión y la lectura de una obra caracterizada por su densidad informativa, absolutamente rigurosa y ordenada que, de esta forma, adquiere un valor añadido como “guía” o libro de consulta para todos aquellos interesados o estudiosos de la Historia Antigua de España, sobre todo en su etapa “colonial”, tantos años huérfana de síntesis de esta naturaleza.

Fernando Prados Martínez

Dpto. de Prehistoria, Arqueología, Historia Antigua, Filología Griega y Latina Universidad de Alicante [email protected]

Referencias Almagro-Gorbea, M.; López Rosendo, E.; Mederos Martín, A.; Torres Ortiz, M. (2010): Los sarcófagos antropoides de la necrópolis de Cádiz. Los púnicos de Iberia: proyectos, revisiones, síntesis. Mainake XXXII (1), 357-394.

González Prats, A. (2010): La colonia fenicia de La Fonteta. Guardamar del Segura. Arqueología y Museo, Alicante: 66-79.

241

Complutum, 2012, Vol. 23 (1): 221-252

Noticias y Recensiones

Consuelo Mata Parreño, Ernestina Badal García, Eva Collado Mataix y Pere Pau Ripollès Alegre. Flora ibérica. De lo real a lo imaginario. Servicio de Investigación Prehistórica del Museo de Prehistoria de Valencia, Trabajos Varios 111 Diputación de Valencia, Valencia, 2010. ISBN: 978-84-7795-575-7 siglo XXI, y en publicaciones colectivas como las actas del VII Congreso Ibérico de Arqueometría o el volumen Animales simbólicos en la historia: desde la Protohistoria hasta el final de la Edad Media), se ha editado Flora Ibérica: de lo real a lo imaginario, que aquí presentamos, y que será complementado por una segunda monografía, Fauna Ibérica, que ya se encuentra en preparación. Este estudio, por tanto, pretende profundizar en cómo las plantas fueron utilizadas, percibidas e imaginadas por los iberos, un tema muchas veces tratado tangencialmente por la investigación pero nunca de manera tan sistemática. Para ello se ha llevado a cabo la recopilación en un ingente banco de datos informático de todos los registros paleobotánicos relacionados con el mundo ibérico que han sido publicados, así como de muchos otros inéditos cedidos para tal fin; de todas las representaciones iconográficas ibéricas del mundo vegetal en todo tipo de soporte de las que se tiene noticia; y de todas las menciones literarias que los autores clásicos nos ofrecen sobre el asunto en lo que se refiere al mundo ibérico. Siguiendo unos criterios afines a la Arqueología del Paisaje, se ha utilizado una misma ficha de registro tanto para la catalogación de restos orgánicos (pólenes, maderas carbonizadas, semillas…) como para la de representaciones iconográficas (escultóricas, sobre cerámica, sobre orfebrería…) e incluso referencias literarias, otorgando en principio tanta importancia al estudio de unos datos como al de los otros a la hora de reconstruir el paisaje vivido-construido de los iberos, y concediendo en todos los casos una gran importancia al contexto (físico e iconográfico) en el que se documentan estos ítems. Se considera por tanto igual de interesante la reconstrucción del entorno natural que rodeaba a estas gentes como la manera en la que percibían este entorno y los valores que atribuían a cada uno de sus elementos. Es a partir del análisis de este abrumador banco de datos como se han obtenido las conclusiones que se presentan en este volumen, verdadera compilación, por tanto, de la mayor parte de las informaciones sobre el mundo vegetal ibérico que poseemos hasta el momento. Además, toda la base de datos ha sido recientemente volcada a la página web del proyecto (www. florayfaunaiberica.org), de acceso libre y gratuito, de tal manera que puede ser cómodamente consul-

Después de más de medio siglo en el que las indagaciones en la coordenada temporal guiaron a la investigación sobre la cultura ibérica, en las últimas décadas el interés por el espacio comienza a cobrar relevancia, a impulsos primero de la Arqueología Espacial de corte procesual, y más tarde de la Arqueología del Paisaje. Ya no sólo importa la delimitación geográfica de las etnias de las que hablaban las fuentes clásicas, sino que se eleva a la categoría de problema historiográfico el análisis del espacio que estos pueblos habitaron y transformaron, tanto desde el punto de vista de sus potencialidades y limitaciones (económicas, geoestratégicas, etc.), como desde la perspectiva de cómo fue concebido (“construido”, diríamos) este paisaje. Comienzan a tomar forma en este contexto proyectos de investigación que, entre otros, tratarán de entender la plasmación en el paisaje del proceso de consolidación de las aristocracias urbanas en la Alta Andalucía (Universidad de Jaén), los cambios económicos que la complejización de las sociedades y el contacto colonial conllevan en la llanura costera catalana (Museu d’Arqueologia de Catalunya), la plasmación en el espacio del proceso de estatalización en el Bajo Segura (Universidad de La Rioja), las transformaciones en los modelos de poblamiento y sus repercusiones políticas y económicas en la región alicantina (Universidad de Alicante), o más recientemente la imbricación en el paisaje de los santuarios contestanos (Instituto de Arqueología de Mérida y Universidad de Murcia) y la génesis, desarrollo y posibles alternativas de la complejización social y el desarrollo urbano en el sureste meseteño (Instituto de Historia del CSIC). Es en este marco epistemológico renovado en el que nace este volumen, y también el proyecto de investigación, más amplio, en cuyo seno se origina. Encuadrados en el Servicio de Investigación Prehistórica del Museo de Prehistoria de Valencia, una serie de investigadores acometieron hace unos años la tarea de investigar el entorno natural de los pueblos ibéricos durante la Edad del Hierro, la flora y la fauna que caracterizaron el paisaje en el que estas gentes se desenvolvieron y que estas gentes concibieron. Fruto de estos trabajos, aparte de toda una serie de publicaciones y comunicaciones específicas (editados en revistas como en Anales de Arqueología Cordobesa o Revista de Arqueología del Complutum, 2012, Vol. 23 (1): 221-252

242

Noticias y Recensiones

el granado, el nogal y el algarrobo), a las plantas y árboles silvestres (aludiendo al pino, el género quercus y a otros árboles), y a las plantas medicinales, melíferas y destinadas a la producción artesanal (concretamente, a la adormidera, el esparto, el lino y el palmito). Así pues, y pese a la pretensión taxonómica-biológica de la estructura, ésta última se ve relegada en ocasiones por criterios historiográficos, como los que motivan la distinción entre “plantas y árboles cultivados” y “plantas y árboles introducidos”, o entre “plantas cultivadas” y “plantas destinadas a la producción artesanal”, en aras de una mayor claridad expositiva, a nuestro juicio con verdadero acierto. En el capítulo dedicado a las plantas y los árboles silvestres, por otra parte, los autores han creído necesario contravenir la estructura expositiva de los otros bloques para individualizar un epígrafe dedicado a las representaciones de árboles, hojas, flores, frutos, herbáceas y lianas, para las que los autores piensan que no tiene sentido ensayar identificaciones taxonómicas concretas, por creer que se trata de abstracciones que no pretenden asemejarse a ninguna especie real determinada, sino que buscan representar simplemente el concepto ideal de “hoja” o “flor”. Se trata ésta de una línea de aproximación a la interpretación iconográfica ibérica que creemos enormemente enriquecedora en relación a los tradicionales intentos infructuosos de identificación de estos esquemas iconográficos, una línea en la que R. Olmos y sus discípulos han trabajado durante años, y que en último lugar H. Le Meaux ha retomado en su catálogo, prácticamente contemporáneo a éste, sobre la plástica orientalizante. Si hubiéramos de mencionar alguna ausencia en el presente volumen, quizás echaríamos de menos un análisis más profundo de cada una de las representaciones iconográficas recogidas (cuya interpretación en ocasiones parece un tanto superficial), aunque posiblemente las limitaciones físicas de una obra de conjunto como ésta, tan cercana al catálogo, lo hayan impedido. Por otra parte, sí que nos parece detectar en ocasiones un uso demasiado directo de las fuentes literarias, sugiriéndose por ejemplo una extrapolación de los usos que Galeno o Teofrasto proponen para una especie determinada, a su utilización entre los iberos, ecuación que hubiera merecido un comentario más detenido. Es de reseñar, por otra parte, que para una interpretación más precisa de las representaciones iconográficas de temática vegetal y su correcta adscripción a una u otra especie, los responsables del proyecto Flora Ibérica han puesto un especial empeño en contar con un aparato gráfico de calidad, cuya presentación prolija en el volumen es de casi tanta importancia como el texto mismo: se ha

tada por todos los investigadores interesados en el tema a través de un interfaz fácil de manejar, que asimismo permite a los investigadores responsables del proyecto la actualización constante de la misma a medida que se vayan recogiendo nuevos datos al respecto. De hecho, en la introducción del volumen impreso se advierte de que todos los análisis cuantitativos y estadísticos en él contenidos sólo recogen los datos conocidos hasta 2007, por lo que deben considerarse provisionales y se debe recurrir a la web para obtener recuentos más actualizados. En la página web se ofrece igualmente una extensa bibliografía especializada sobre la cuestión, aún más completa que la recogida en el volumen que reseñamos, así como una colección de enlaces de interés cuidadosamente seleccionados. En breve el portal se completará con los resultados de la segunda fase de este proyecto, los relativos a la fauna ibérica, que igualmente verán la luz en una publicación impresa. Por lo que respecta propiamente a la monografía que tenemos entre manos, se abre con un comentario crítico del método y las distintas fuentes empleadas, especialmente útil dada la heterogeneidad de las mismas (análisis palinológicos, antracológicos, iconográficos, filológicos…), y se cierra con una completa y actualizada bibliografía, tres índices especialmente útiles para el manejo del volumen (de taxones identificados, de yacimientos mencionados y de cecas con motivos vegetales) y un glosario, indispensable dado que no siempre el historiador maneja la jerga científica de la biología, empleada con cierta asiduidad en estas páginas. El cuerpo central del estudio, en todo caso, pretende realizar un recorrido por la flora ibérica a través de sus distintas especies, razón por la que los capítulos, apartados y subapartados del libro tienden a estructurarse según otros tantos niveles taxonómicos del mundo vegetal. Dentro de cada género (i.e. “Los cereales”) o especie (i.e. “El nogal”), según los casos, se ofrece primero una detallada y exhaustiva recopilación de las diferentes evidencias que el mundo ibérico nos ofrece sobre la planta en cuestión, organizada según el tipo de ítem, ya sea orgánico, iconográfico o literario, y a continuación se incluye un pequeño comentario sobre las conclusiones que sobre los usos y significados de la planta se pueden extraer a partir de la acumulación de datos precedente. Dependiendo de la cantidad de informaciones disponibles, por supuesto, la profundidad del análisis y la calidad de sus resultados variará enormemente. De esta manera, se analizan primero las plantas y árboles cultivados (atendiendo a las herbáceas cultivadas como los cereales y las legumbres, y a los árboles cultivados como el olivo, la vid y los frutales), para pasar luego a las plantas y árboles introducidos (centrándose en la palmera,

243

Complutum, 2012, Vol. 23 (1): 221-252

Noticias y Recensiones

procurado tomar fotografías originales de todos los objetos para el presente libro, siempre y cuando esto ha sido posible, y éstas se han publicado en la monografía y en la página web a todo color y con una gran resolución, exponiéndose así detalles de ciertas decoraciones y de ciertos artefactos ibéricos en los que antes nunca se había reparado. Así pues, estimamos que el proyecto Flora Ibérica, buena parte de cuyos resultado se presentan en este libro, posiblemente suponga un gran salto cualitativo en la investigación referente al medio natural en el que se desarrolló la cultura ibérica, sus potencialidades económicas y su percepción subjetiva. Toda recopilación de datos es útil para el investigador, máxime si ésta se mantiene actualizada y viene acompañada de un aparato gráfico tan espectacular como el de la presente; pero para un asunto tan desigualmente tratado como el de la flora ibérica, la compilación de las informaciones referentes a ella permite (ha permitido) valorar la cantidad y calidad de los datos con los que contamos, y por tanto la plausibilidad de las conclusiones que en muchas ocasiones se han extrapolado a partir de

dichos datos, a veces tan sumarios y siempre tan desiguales. En el ámbito de la iconografía, de hecho, un trabajo como éste se estaba haciendo cada vez más necesario, pues, exceptuando tentativas en este sentido como las de T. Tortosa (centradas en la decoración cerámica ilicitana), el estudio sistemático de la vegetación representada en la plástica ibérica aún estaba por hacerse, lo que daba lugar a que la interpretación de la misma fuera, en algunas ocasiones, meramente subjetiva. En nuestra opinión, estas páginas constituyen una magnífica base para posteriores estudios sobre el tema. Una base que esperamos no tarde en completarse con el volumen referido a la fauna ibérica.

Jorge García Cardiel

Departamento de Historia Antigua Universidad Complutense de Madrid [email protected]

Peter van Dommelen y A. Bernard Knapp (eds.). Material Connections in the Ancient Mediterranean. Mobility, Materiality and Identity. Routledge, Londres, 2010. ISBN 13 (pbk): 978-0-415-58669-6.

Este volumen tiene su origen en sendas reuniones científicas efectuadas en Malta y en Glasgow en los años 2008 y 2009 dentro del proyecto Material Connections y bajo la dirección de los editores del volumen, en las que marcaron las líneas-guía de las contribuciones de diferentes autores que trataban de aspectos de la Prehistoria reciente y de la época clásica en el Mediterráneo. Desde el primer capítulo los editores recalcan la importancia de un aspecto relegado por la investigación desde el surgimiento de la Nueva Arqueología a inicios de los años 60: la movilidad en cualquiera de sus formas (migración, colonización, copresencia, etc.). Hasta ahora, en el estudio de los procesos de movilidad de pueblos y/o personas se ha dado siempre mayor importancia al mundo clásico mediterráneo, dejando de lado los desarrollos de las poblaciones locales, a las que se presta mucha más atención en este volumen a causa de la adhesión de ambos editores a los estudios postcoloniales. En este sentido, creen que la movilidad es esencial a la hora de definir las identidades sociales de los pueblos prehistóricos e históricos del Complutum, 2012, Vol. 23 (1): 221-252

Mediterráneo, una identidad en la que la materialidad va a tener un papel básico. Materialidad, movilidad, contacto e identidad, se van a convertir, por tanto, en los ejes que articularan las diferentes narrativas ofrecidas en este volumen. Es a las conexiones materiales a las que se otorga una mayor importancia, ya que atestiguan la existencia de contactos y el significado que éstos poseen para cada una de las partes participantes en los mismos y para construir nuevos mundos y mentalidades y crear nuevas identidades que en muchas ocasiones adquieren un carácter híbrido a causa precisamente de dichos contactos que, en el Mediterráneo, se van lógicamente a producir por mar. Al mismo tiempo, los editores no dejan de plantearse lo problemático del propio concepto de Mediterráneo, aunque reconociendo su existencia como experiencia por parte de las poblaciones que habitaban sus riberas. Carlos Cañete ofrece en el segundo capítulo una síntesis del surgimiento del concepto de Mediterráneo como una construcción francesa del siglo XIX que surge en paralelo al concepto de Orientalismo

244

Noticias y Recensiones

la relación entre las poblaciones sometidas y Roma es bidireccional, asumiendo también Roma rasgos culturales y recibiendo individuos procedentes de todos los rincones del imperio, lo que, en última instancia, cambiará también su identidad. En el cuarto capítulo, Damià Ramis analiza la ocupación humana de las Islas Baleares, en este caso un proceso que no conllevará contacto cultural con otras poblaciones al estar las islas deshabitadas. Así, lo que más se enfatiza en este trabajo son los aspectos de la movilidad y de la creación de una nueva identidad insular. A partir de los datos de las excavaciones en el yacimiento de S’Aranelet de Son Colom, de fines del III milenio a.C., se propone la colonización de las islas desde el sur de Francia y el Nordeste de la Península Ibérica, ya que sus construcciones muestran conexiones con la cultura languedociense de Fontboisse. Dicha ocupación llevaría en un corto espacio de tiempo, ya en el tercer cuarto del II milenio a.C., al surgimiento de una cultura isleña con personalidad propia caracterizada por la construcción de navetas de carácter doméstico, de megalitos y el uso de la inhumación colectiva como ritual funerario. El trabajo de Maria Gkiasta trata de cómo reconstruir las identidades sociales de la Creta prepalacial a partir de la materialidad, entendida como cultura material e implantación en el paisaje, y la conectividad, en concreto a través del estudio de los contactos en el interior de la isla y con el exterior, especialmente con las Cicladas y el Egeo. Así, señala que Creta, a pesar de ser una isla, es lo suficientemente grande para que existan diferentes trayectorias regionales fácilmente identificables en el registro cerámico, los ritos y estructuras funerarias y los intercambios diferenciados con otras regiones, poseyendo también elementos ideológicos compartidos, lo que muestra la existencia de numerosos contactos en su interior que cabe atribuir a diferentes individuos o grupos de individuos como pastores, artesanos, etc., una conectividad interior que se ve especialmente reforzada justo con anterioridad a la aparición de las primeras estructuras palaciales. Por su parte, Anthony Rusell analiza el impacto de los objetos egeos, sobre todo la cerámica, en el desarrollo de las élites sardas de la Edad del Bronce, separando acertadamente el surgimiento de una sociedad relativamente compleja en la isla, de la presencia de comerciantes y objetos egeos, que cree escasa y poco trascendente, enfatizando el carácter local del fenómeno, como demuestra el uso por las élites nurágicas de elementos culturales propios, tales como el propio acceso a las nuragas o el derecho a ser enterrado en tumbas de gigante, para enfatizar la desigualdad social en la isla. En la misma línea, demuestra que no existe ningún vínculo entre las nuragas más complejas y las importaciones de cerámica egea y de lingo-

definido por E. Said (2006). El concepto hunde sus raíces en las prácticas clasificatorias de la ciencia moderna de los siglos XVIII y XIX, adquiriendo los datos sobre los que se sustenta a través de las misiones exploratorias francesas de dicha época. Estas misiones clasificarán el espacio, mediante la realización de mapas, que tanto contribuyeron a la fragmentación y creación de identidades, los tipos humanos, clasificados según los paradigmas raciales entonces vigentes y en los que se enfatizan tanto las diferencias como los contactos con las poblaciones europeas; y la propia cultura material, primero los restos romanos y luego las manifestaciones funerarias indígenas, que servirán para marcar los contactos entre ambas riberas del Mediterráneo, sobre todo al plantearse las posibles relaciones entre los monumentos megalíticos franceses y los beréberes. Todo ello sirvió para ir cambiando la perspectiva de un Norte de África ajeno a Europa a la creación de una identidad entre Francia y estas regiones, al advertirse sus similitudes en aspectos culturales, biológicos, etc.; un proceso acelerado y consolidado por la derrota francesa a manos de Prusia en 1870, que separa a Francia del ámbito europeo y la lleva a construir unas mayores relaciones con el Mediterráneo. A continuación, Alicia Jiménez se ocupa de la mimesis y el colonialismo en la Hispania romana, centrándose en el papel que adquiere Roma, y en concreto el Foro de Augusto, como modelo arquitectónico de las capitales provinciales de Hispania y otras ciudades del imperio. Así, señala cómo los foros de las capitales provinciales imitan la planta, la arquitectura y el programa iconográfico del mencionado Foro de Augusto, lo que en los planteamientos más tradicionales se explicaba como consecuencia de la denominada “Romanización”. Para la autora, esta imitación del modelo imperial no sólo se refleja en la arquitectura pública, sino también en la esfera privada, como queda plasmada en diversas esculturas, cerámicas e incluso graffiti, lo que refleja la expansión de la ideología promovida por Augusto, más o menos reinterpretada, entre individuos no vinculados a la elite y que incluso son capaces de burlarse de ella o subvertirla. Todo ello da pie a la autora para reflexionar sobre qué entendían los griegos y romanos como imitación, analizando ésta dentro del ámbito de la teoría postcolonial y señalando cómo en la práctica cotidiana los colonizados pueden asimilarse a los colonizadores pero nunca en su totalidad, y como esta estrategia de la imitación pudo utilizarse como medio de resistencia y de pasar desapercibido al poder imperial romano. No obstante, se señala cómo en dicha integración en la cultura romana integra subsisten elementos de la identidad local, como la iconografía monetal o el tipo de urna cineraria utilizada en algunas ciudades de la Bética. Por último, enfatiza cómo

245

Complutum, 2012, Vol. 23 (1): 221-252

Noticias y Recensiones

En el capítulo 8, Jeremy Hayne analiza las identidades de la Cerdeña de la Edad del Bronce, en la que el contacto con los colonos fenicios y otras poblaciones de la Italia continental tendrá gran importancia. Así, la identidad de las poblaciones locales deja de vincularse con las nuragas de la Edad del Bronce para integrar nuevos elementos, como nuevas tecnologías, con las que se fabricará uno de los objetos más paradigmáticos de la Edad del Hierro sarda, los bronzetti, además de nuevos elementos de cultura material de origen fenicio o italiano continental. En este proceso, el análisis se centra en dos áreas, la Nurra, al Noroeste de la isla, y las regiones de Barbagia y Dorgali, en su zona centrooriental. En ambos casos se observa la existencia de diferentes conectividades, con un mayor impacto del componente fenicio en la Nurra, como atestiguan las importaciones de cerámica fenicia en el poblado de Sant’Imbenia y la aparición de bronces de tradición fenicia en santuarios de la zona, y del componente itálico en la zona oriental, dada su fácil comunicación marítima con el continente, como documenta la aparición de cerámicas, fíbulas y bronces etruscos en Sa Sedda ‘e Sos Carros y Nurdòle. Todos estos elementos reflejan las transformaciones identitarias sufridas por estas poblaciones mediante la apropiación de objetos exógenos que son recontextualizados y cuyo uso cambiará el habitus de las mismas, unas transformaciones más intensas cuanto mayor son los contactos exteriores, pero que siempre hay que entender desde una perspectiva local. Por su parte, Jaime Vives-Ferrándiz analiza los contactos entre los fenicios y las poblaciones locales de las costa sudoriental de la Península Ibérica de mediados del siglo VIII a finales del VII a.C., centrándose en la apropiación de estos últimos de elementos de la cultura material fenicia. En concreto, sitúa su análisis en el cementerio indígena de Les Moreres, señalando los cambios en las estructuras funerarias y la adopción de nuevos elementos de cultura material, como las urnas cinerarias fabricadas a torno, los vasos usados como tapaderas de las mismas, las fíbulas de doble resorte y los cuchillos de hierro. Así, señala acertadamente que no se produce la adopción por parte de las poblaciones locales de los rituales funerarios fenicios, adoptándose únicamente objetos de dicha procedencia, un hecho que se puede poner en duda en el caso de las fíbulas de doble resorte. Analiza igualmente quiénes son los individuos más proclives a utilizar estos elementos, llegando a la conclusión de que son varones de cierta edad, seguramente aquellos que controlan los intercambios con la población colonial fenicia. En este sentido, apunta que este proceso supondría un cambio en la percepción identitaria de estos individuos, aunque la sociedad como grupo sigue claramente anclada en la tradición, que sólo será abandonada a fines del siglo VII a.C.

tes de cobre de piel de buey, subrayando que se trata de objetos que, aunque pueden ser usados por la élite para diferenciarse del resto de la población, su control no constituye una fuente de poder para la misma. Igualmente, analiza los contextos de consumo de estos objetos, principalmente la cerámica de procedencia egea, ya sea de importación o las imitaciones fabricadas en el sur de Italia o en la propia isla, centrándose en las evidencias recuperadas en el nuraghe Antigori. Mucho más discutible es su idea de que los contactos entre la población isleña y los navegantes/ comerciantes micénicos debieron ser prácticamente inexistentes, basándose en la escasa cantidad de verdaderas importaciones egeas en la isla y la gran cantidad de imitaciones locales o del sur de Italia, lo que explicaría el carácter poco eficiente de la adopción de la técnica del torno de alfarero en la isla. De hecho, si los contactos son principalmente con el sur de Italia, ¿cómo se explica la gran cantidad de lingotes de piel de buey en la isla, no documentados en el sur de Italia, pero sí en Sicilia, donde no se duda de contactos directos con los micénicos? Quizá lo mejor es no llegar a tendencias tan minimalistas como las planteadas por E. Blake (2008) acerca del alcance del comercio micénico, aún reconociendo que tiene parte de razón (cf. Cazzella y Recchia 2009). A continuación, Sarah Janes analiza a partir de los restos funerarios la materialidad de la interacción social y cultural en la isla de Chipre c. 1100-700 a.C., entre personas de diferente bagaje cultural. Entre dichas formas de interacción hay que contar los contactos marítimos, migraciones, procesos coloniales y contactos entre las poblaciones internas de la isla, procesos todos ellos que desembocarán en el surgimiento en la Edad del Hierro de varios reinos de carácter híbrido que integraban poblaciones de diferentes procedencias. A este trabajo le sigue el de Maria Kostoglou, centrado en la posibilidad de reconocer identidades a partir de las diferentes elecciones tecnológicas efectuadas por los herreros, centrando su estudio en las diferencias entre dos comunidades de la costa norte del Egeo: Mesembria-Zone y Avdera, señalando cómo las elecciones tecnológicas, más empotradas en el habitus (sensu Bordieu) de la sociedad, son más resistentes al cambio que los aspectos estilísticos, por lo que son más útiles para rastrear diferentes identidades en el registro arqueológico. La autora aplica esta premisa metodológica a las mencionadas comunidades, parte del proceso colonial griego en el Egeo, evidenciando como hay diferencias en la elección de minerales y en la forma de trabajarlo entre las comunidades tracias locales y las coloniales griegas, alcanzando las primeras un mayor grado de perfección tecnológico, lo que le sirve para criticar la extendida idea de la superioridad tecnológica de las poblaciones coloniales frente a las indígenas. Complutum, 2012, Vol. 23 (1): 221-252

246

Noticias y Recensiones

Por último, Corina Riva se ocupa de los asentamientos comerciales y la materialidad del consumo del vino en la costa norte del Tirreno (el sur de Francia) en el siglo VI a.C., momento en que se documenta un importante movimiento de personas y materiales, evitando en el primer caso la dualidad colonial/indígena y, en el segundo, analizando el papel de los objetos en establecer o subvertir las formas en que se relaciona la gente. Dentro de este proceso, un elemento clave va a ser la fundación de emporia y establecimientos comerciales en las orillas del Tirreno, los primeros establecimientos multiculturales en Etruria y, los segundos asentamientos indígenas en el sur de Francia. En estos últimos aparecen grandes cantidades de cerámica etrusca y griega dedicada a la comercialización y consumo del vino, lo que demuestra el papel fundamental de éste en los contactos culturales y la transformación de las sociedades indígenas. En este proceso comercial se asiste a un importante cambio de la procedencia de las importaciones a mediados del siglo VI a.C., cuando las producciones etruscas dejan paso a las griegas, lo que dará lugar a la formación de esferas de influencia comercial en la zona y a la consolidación de Massalia como asentamiento colonial que iniciará su propia expansión colonial en las costas meridionales francesas. La adopción del consumo del vino, aunque tendrá importantes consecuencias en la economía política de las poblaciones locales, no afectará demasiado a su identidad cultural, ya que las mismas “indigenizan” su consumo. La exportación del vino etrusco y su consumo en esferas sociales cada vez más amplias llevó también a un cambio de su valoración en Etruria, ya que pasó de ser un consumo de élite, muy vinculado a determinados aristócratas, a una despersonalización de su consumo, cada vez más extendido a individuos fuera de la esfera elitista, coincidiendo este hecho con la multiplicación de contactos que Etruria va a experimentar en el siglo VI a.C., contactos en los que el consumo del vino jugó un papel fundamental y que se desarrollaron principalmente en el marco de los emporia. Por último, señala como el consumo del vino se realizaba en muchas ocasiones en contextos de contactos interculturales que pudieron servir para cambiar y definir las identidades y límites coloniales.

El libro finaliza con un epílogo de Michael Rowlands, que hace un compendio de las principales ideas planteadas por los editores y desarrolladas por los autores de las contribuciones, señalando como identidades y procesos de diferenciación son siempre construidos y están en estado de flujo. Señala como uno de los conceptos claves del libro es el de materialidad, viendo cómo se crean “mundos emigrantes” mediante la confluencia de personas y objetos en movimiento, un movimiento que hay que rastrear arqueológicamente, además de enfatizar que hay que trascender la dicotomía colonial entre colonizadores e indígenas. Se ocupa a continuación del tema de los contactos, enfatizando la importancia de las zonas de contacto como lugares donde se producen los procesos de préstamo e imitación cultural, subrayando la importancia de los procesos de imitación. Trata también de la relación entre materialidad e identidad, éste último uno de los conceptos clave que estructura el libro, aunque subraya que es difícil saber qué entienden los diferentes autores cuando usan este término, señalando que hay que usar un concepto de identidad relacional: serían los intercambios y las relaciones sociales y económicas las que definirían la persona. Así, en las situaciones de contacto se crearían personalidades híbridas, nuevas, más complejas que el simple resultado del contacto entre grupos. Finalmente, cierra su intervención preguntándose si a partir de los conceptos y métodos planteados por los diferentes autores se puede llegar a conocer algo más allá de los diferentes contextos locales que podemos llamar “el Mediterráneo”, lo que él cree posible al plantear la existencia de una serie de elementos transversales que denomina, siguiendo a M. Mauss, “civilización”, una comunidad de esencias y experiencias compartidas en la longue duree, usando de nuevo el término acuñado por la Escuela de los Annales. En definitiva, el volumen presenta toda una serie de trabajos estimulantes y teóricamente informados sobre los contactos entre pueblos y personas, sus elecciones y las consecuencias que tienen en los mismos. Mariano Torres Ortiz

Departamento de Prehistoria Universidad Complutense de Madrid [email protected]

Referencias Blake, E. (2008): The Mycenaeans in Italy: a minimalist position. Papers of the British School at Rome, 76: 1-34. Cazzella, A.; Recchia, G. (2009): The ‘Mycenaneans’ in the Central Mediterranean; a comparison bet-

247

ween the Adriatic and the Tyrrhenian seaways. Pasiphae, 3: 27-40. Said, E. (2006 [1978]): Orientalismo. Random House Mondadori, Barcelona.

Complutum, 2012, Vol. 23 (1): 221-252

Noticias y Recensiones

Jesús Francisco Torres-Martínez. El Cantábrico en la Edad del Hierro. Medioambiente, economía, territorio y sociedad Bibliotheca Archaeologica His.pana, 35, Real Academia de la Historia, Madrid, 2011 ISBN: 978-84-15069-28-7

Ibérica en ese cajón de sastre cronológico que gustamos de llamar Protohistoria. En consonancia con su empleo de bibliografía procedente de muchos otros campos relacionados con la arqueología (Geología, Geografía, Etnografía, Etnohistoria, Historia Oral, etc.), tanto al principio como en las conclusiones el autor deja claras sus bases epistemológicas: “la escalera de Hawkes” y la “Teoría de Sistemas”; dicho de otra forma, Torres ha tratado de integrar dos aproximaciones clásicas ya de nuestra profesión, el historicismo y el procesualismo. Entre los múltiples yacimientos ibéricos y de otras partes de Europa que analiza el autor destaca Monte Bernorio (Villarén, Palencia), dado que es el sitio arqueológico y entorno en el que lleva casi una década trabajando. Es un honor que algunas de las láminas que yo mismo he realizado como miembro de su equipo -firmadas como “Equipo Monte Bernorio”- aparezcan en las páginas de este libro, aunque, por otro lado, echo de menos un mapa, tal vez a doble página, en el que se haga inventario de la totalidad de las ubicaciones referidas, matizada su cronología. También me hubiera gustado disponer de más fotos de satélite y planos de aéreas de yacimientos, donde se destaque sobre una imagen real y no sólo sobre el plano su morfología y sus sectores. A día de hoy, gracias a las herramientas interactivas disponibles (Google Maps, SigPac, etc.), los arqueólogos tenemos hasta la obligación de “abusar” de ellas. Rindiendo honor a su forma de trabajar, TorresMartínez critica a los estudiosos que tienden a fijarse solo en un único aspecto de la cultura, a esos investigadores que no entienden cada elemento de una cultura como parte de un sistema y también a los que no emplean todos los medios disponibles para acercarse con solidez al conocimiento del pasado. Las páginas son también un alegato contra aquellas voces que, empezando por los propios autores clásicos y terminando por muchos especialistas aún en activo, gustan de mencionar la palabra “atraso” para referirse a los pueblos protohistóricos norteños. Dejando atrás y fuera de debate los prejuicios etnocéntricos, el autor nos convence de que en muchos aspectos, las estrategias de los pueblos que protagonizan el libro estaban en paridad con las de griegos y romanos contemporáneos. Desde el principio se habla de un área inclusa en la cultura del Bronce Atlántico, pero también in-

Esta obra es la readaptación de la tesis doctoral del autor, investigador que ha dedicado la mayor parte de su actividad profesional al área que anuncia el título, y contiene prácticamente íntegro la mayor parte del esfuerzo que ha invertido hasta la fecha sobre el área y el tiempo a los que ha advocado su vida como arqueólogo. Salvo en la dedicatoria y en alguna muy puntual expresión en los apartados introductorios, Torres no inyecta ningún tipo de lirismo subjetivo a lo que escribe, ni comete el pecado de, movido por las emociones que le pueda contagiar la tierra de su infancia, salirse del camino acotado por el método de investigación más riguroso. El libro ha sido editado por la Real Academia de la Historia, y se trata de un volumen grueso, con más de seiscientas páginas de gran tamaño, plagado de ilustraciones bien escogidas e indispensables para entender el texto. Solo reprochar que algunas figuras sean tan pequeñas, casi miniaturas, pero comprendo que hacerlas todo lo grandes que a algunos nos hubiera gustado hubiera implicado casi duplicar el número de páginas. También hay que decir que si se hubiese repartido el manuscrito en varios volúmenes, coincidiendo con los capítulos, tal vez el compendio hubiese sido más “portable” y manejable -el libro ronda los cuatro kilos y eso que es de cubierta blanda. Si lo subdividiésemos aún más, para que se entienda la entidad verdadera de la obra sin hacer pensar que estoy exagerando, cada epígrafe podría ser un artículo independiente. Editado de otro modo, con imágenes y letra más grandes, podría perfectamente convertirse en una enciclopedia sobre la Protohistoria del Cantábrico. Pero la dimensión de la obra, no obstante, es causa también de que se hayan colado ciertas erratas: revisar una prueba de imprenta tan inmensa debe ser tarea faraónica. Debería repasarse este problema en futuras reediciones -ya está impresa la segunda edición a fecha de hoy. Bien es verdad que esta obra es la sublimación de otra (en dos volúmenes), que la precede: “La Economía de la Hispania Atlántica”, publicada por la editorial Toxosoutos en castellano y gallego. Asimismo, son sus firmes raíces artículos científicos en los que, solo o en compañía de otros expertos, el autor habla brevemente de algunos de los temas que aquí amplía, enlazando con todos los aspectos de la vida de las gentes que poblaron la parte Norte de la Península Complutum, 2012, Vol. 23 (1): 221-252

248

Noticias y Recensiones

miéndose, con sus obligados matices, para todos los aspectos de la idiosincrasia. El libro también aborda el especialmente complicado tema de la organización social, dibujando a familias de estructuras gentilicias insertas en un contexto en el que están universalizadas las relaciones vecinales como una de las principales claves del sistema social. Entran en juego redes de reciprocidad positiva, siendo todo ello coherente con la estructuración protourbana a la que llega el área antes de su choque con Roma. Con el desarrollo de los oppida se refuerzan estos tipos de relación gentilicia y se hacen más luengos los espacios de explotación vecinal. En estrecha relación con las actividades enumeradas en los apartados sobre economía, queda la idea de que la sociedad estaba estructurada a partir de la división sexual y de edad, quedando marcados los ritos de paso. Como ocurre dentro de sociedades agroganaderas con parecido patrón socioeconómico, el ámbito femenino es el del interior de la estructura familiar y el masculino el exterior, muy centrado en la guerra. Al mundo militar se le dedica un grueso capítulo: no sin razón todo hombre adulto era, por definición, un guerrero y en la guerra estaba, sobre todo para algunos grupos, una de las principales actividades económicas. En el libro se indica no sólo cómo muta la panoplia de armas o las tácticas cuando los pueblos del Norte entran en contacto con los ejércitos romanos –primero como fuente de mercenariado aliado y después como enemigos enconados-, sino también cómo se readapta su sistema tradicional a todos los niveles debido a esta impactante relación. Torres no piensa que en el Cantábrico protohistórico existiese una sociedad matriarcal, sino que estaba dirigida por la figura masculina y basada en rasgos aristocráticos y guerreros. El prestigio guerrero es la principal herramienta de promoción social. Las asambleas y los consejos elegían las jefaturas y según avanzaba la II Edad del Hierro se van gestando los princeps paralelamente al desarrollo de los oppida y a la unión de pueblos en las etnias que nominan las fuentes. Pero Torres deja siempre claro que son estructuras en constante renegociación y reformulación. La religión de los pueblos del Cantábrico en la Edad del Hierro se enmarca contextualmente dentro del mundo celta, basada en el medio ambiente y las fuerzas de éste en su relación intrínseca con la explotación agroganadera. Los mismos nombres de dioses, las mismas atribuciones y, sobre todo, la misma lógica, plasmada materialmente y obtenidas sus pruebas de las excavaciones arqueológicas. Del extenso capítulo sobre religión me gustaría poner como ejemplo el punto sobre el druidismo: pese a ser un tema muy distorsionado por el mito, los es-

fluida por el Mediterráneo, de un pasillo de comunicación cultural donde resulta insostenible hablar de aislamiento. Se hace evidente que hubo ideas, tecnologías y manufacturas que circulaban por toda Europa, no siendo a ellas ajeno el Cantábrico y el norte de la Meseta. Pero la descripción ecológica del Cantábrico es indispensable para entender la interesante idea de cómo las gentes de la Edad del Hierro explotaban satisfactoriamente todos y cada uno de los distintos nichos –distintos vertical y horizontalmente-, siendo ésta la clave de su éxito adaptativo. Muchas de las estrategias empleadas en la Protohistoria han sobrevivido hasta el siglo XX por no haberse encontrado en dos mil años técnicas mejores ni más eficientes. Son los “fenómenos de larga duración” a los que constantemente alude Torres-Martínez y es por ellos por lo que resultan tan útiles la Etnoarqueología y la Etnohistoria como fuente de información. Qué especies vegetales y animales había en el pasado, las formas de pastorear y cultivar a las domésticas, cómo se hacía el queso, cómo la mantequilla, cómo se molía el cereal, las ventajas e inconvenientes que tienen los hórreos respecto a los silos, cómo se hacía la cerámica desde la misma extracción del material, cómo se trabajaba el metal, técnicas de navegación y modos de desplazamiento por tierra, la talla de la madera, cómo se obtenía agua… Y una más larga lista de respuestas a preguntas que no ha lugar aquí. Sólo indicar que toda actividad, su existencia efectiva en el pasado y no sólo en momentos históricos más recientes, está asentada en ejemplos arqueológicos de la zona o de otros puntos análogos del resto de Europa. El texto tiene como intención que hasta el más radical urbanita pueda sacar provecho conociendo cómo se obtenía el sustento antes de la industrialización. Como resultado, tras leer un libro que es “científico”, al lector le quedan retenidas imágenes evocadoramente claras de cómo era la gente del pasado. El mérito aquí no son sólo las ilustraciones, sino sobre todo los contenidos que nos hacen casi ver con los ojos poblados llenos de vida, de gente desarrollando sus actividades cotidianas. El poblamiento de la zona se estructuró al principio (Primera Edad del Hierro) mediante el asentamiento fortificado en altura o “castro” con establecimientos agropecuarios más pequeños. Después (Segunda Edad del Hierro) mediante una entidad mayor, protourbana, conocida como “oppidum”, que controla un territorio grande y el acceso a recursos y rutas exhibiendo un importante poder militar. Todo ello tal y como ocurre en otras partes de Europa, auque un poco antes en la Península Ibérica tal vez. Esta relación entre el Cantábrico y la Europa Atlántica es clave durante todo el libro, asu-

249

Complutum, 2012, Vol. 23 (1): 221-252

Noticias y Recensiones

tereotipos y la pseudociencia, Torres lo resuelve sin problemas. Valiéndose sobre todo de alusiones en las fuentes, trata el caso dentro de la totalidad de la geografía en la que está documentado, no sólo comentando las puntuales pistas que de sacerdotes existen en la Península Ibérica. El autor considera que, aunque nadie los llamase “druidas” o “bardos”, los especialistas religiosos que hubo en la vertiente Atlántica de la Península son parte del mismo fenómeno cultural. Parte crucial que interrelaciona lo funcional que tiene el ámbito de la producción con la carga ideológica es el desarrollo sobre el calendario celta y la concepción del cosmos y del mundo que éste implica. Todo ello, aunque farragoso para los lectores no iniciados, se amplía de forma gráfica. Tanto este tema concreto como para muchos otros de su libro, el autor demuestra cierta maestría a la hora de diseñar esquemas, croquis y tablas, sin los cuales confieso que me habría costado mucho más comprender ciertas cosas. El apartado de conclusiones se presenta no a modo de mero epílogo de despedida, sino para resumir algunas de las principales ideas que se extienden en las más de quinientas páginas que lo prece-

den. No obstante, como se dice explícitamente, la lectura de este capítulo no puede suplir la lectura del libro, pues de no hacerlo nos perderíamos una cantidad casi faraónica de datos, tanto o más útiles que las conclusiones. Como recensor -y con toda la objetividad que me permite destilar y apartar en estas líneas y en la medida de lo posible mi condición con respecto al autor de antiguo alumno, compañero y amigo-, recomiendo la lectura íntegra del libro (para los “valientes”) o la consulta de algunos de sus bien definidos epígrafes. Estrabón llamaba a los pueblos del Cantábrico “montañeses”. Precisamente, TorresMartínez dedica el libro “a todos los montañeses”. Creo que todos ellos y ellas, tanto los de la Edad del Hierro como los de otras épocas, han de sentirse orgullosos y orgullosas de obras como ésta.

Santiago David Domínguez-Solera

ARES Arqueología y Patrimonio Cultural-Equipo Monte Bernorio [email protected]

Fernando Fernández Gómez. El poblado fortificado de “El Raso de Candeleda” (Ávila): el núcleo D. Un poblado de la III Edad del Hierro en la Meseta de Castilla Universidad de Sevilla-Institución Gran Duque de Alba-Real Academia de la Historia Sevilla, 2011. ISBN: 978-84-472-1283-5.

Este libro recoge los resultados de las últimas diez campañas de excavaciones arqueológicas emprendidas por el autor en el yacimiento prerromano de El Raso de Candeleda (Ávila). Esta nueva memoria de excavaciones se centra en el análisis del núcleo D del poblado fortificado, área de unos 4000 m² situada en la cumbre de la colina sobre la que se asienta el yacimiento, donde se han descubierto un total de 27 construcciones y 9 calles. Con esta publicación su autor cumple, según sus propias palabras, con “uno de los deberes más inexcusables de todo arqueólogo, dar a conocer el fruto de sus investigaciones” (p. 11). Lamentablemente esta obra ha visto la luz once años después de su finalización por parte de Fernández Gómez, como puede ser fácilmente comprobado a través de la fecha indicada al final de la presentación del libro; coincidiendo con el 40 aniversario del inicio de sus trabajos en el yacimiento. Esta circunstancia ensombrece en parComplutum, 2012, Vol. 23 (1): 221-252

te el gran trabajo realizado por su autor, al quedar desactualizada la bibliografía manejada y no haber podido así incorporar en su análisis las novedades procedentes de los trabajos arqueológicos llevados a cabo en los últimos años en diversos yacimientos de la Edad del Hierro en la zona occidental de la Meseta (p. ej. Chapa Brunet et al. 2007; ÁlvarezSanchís et al. 2008; González-Tablas Sastre 2008; López Jiménez y Martínez Calvo 2009). La obra aquí comentada sigue la misma estructura de las anteriores memorias de excavación de El Raso publicadas por Fernández Gómez (1986, 1997). Básicamente podemos dividirla en cuatro partes de extensión desigual. La primera de ellas comprendería la introducción, en la cual se hace un breve repaso a la evolución del poblamiento protohistórico en el término municipal de Candeleda (Ávila) y a los trabajos arqueológicos realizados en los diferentes yacimientos localizados en dicho

250

Noticias y Recensiones

término; además de la exposición de la metodología empleada en la excavación y procesamiento de los materiales del núcleo D de El Raso (capítulo 2). La segunda parte, que constituye el grueso de la publicación, estaría formada por la descripción de las construcciones y calles halladas y los materiales encontrados en ellas, así como de los hallazgos de superficie (capítulos 3, 4 y 5). La tercera sería la dedicada al estudio de los materiales arqueológicos descubiertos en las excavaciones (capítulo 6), divididos a partir del elemento en el que están realizados (metal, cerámica, piedra y pasta vítrea). La última parte se correspondería con el análisis de la arquitectura del poblado, una aproximación a la demografía de El Raso y a los rasgos de su economía y sociedad (capítulo 7), así como las conclusiones finales. Como sus predecesoras, esta publicación contiene una exhaustiva documentación gráfica (568 figuras y un apéndice con 44 fotografías a color) tanto de las construcciones descubiertas como de los objetos hallados en las mismas. Pero en esta ocasión, las largas listas de inventario de materiales han sido sustituidas por cuadros que aligeran notablemente la presentación de los datos. Especialmente útil es el cuadro resumen de hallazgos en las casas excavadas (fig. 508) donde, entre otras informaciones, se puede encontrar la posible funcionalidad de las construcciones, la estimación del número de personas que podría albergar cada casa, la orientación de la puerta principal y la superficie total de las edificaciones. Otra interesante novedad es el uso de diagramas de permeabilidad (fig. 552) (vid. Hillier y Hanson 1984) para representar la comunicación entre los diferentes espacios de las viviendas y el grado de dependencia de unos espacios respecto a otros, no sólo de las casas del núcleo D sino del conjunto del poblado. Entre los nuevos datos que aportan las excavaciones del núcleo D para el conocimiento del oppidum de El Raso y de la Edad del Hierro en esta zona de la Meseta, cabe destacar la aparición por primera vez en el yacimiento de monedas de bronce acuñadas en cecas indígenas: un as y dos semis de Cástulo (formando junto con cuatro ases romanos un pequeño tesorillo oculto en la casa D8), un as de Mirtilis y otro de Cese. Así mismo, la constatación de la existencia de construcciones con una funcionalidad diferente a la meramente habitacional: un recinto quizá relacionado con actividades cultuales o hechiceras (D10), un posible complejo agropecuario (D14, 15 y 18), talleres metalúrgicos (seguramente fraguas o herrerías) (D19, 22 y 24) y un posible recinto comunal (D23). Y, finalmente, el aumento notable de nuestra comprensión de las actividades artesanales llevadas a cabo en el pobla-

do, especialmente las metalúrgicas a raíz del descubrimiento de hornos, crisoles, toberas, matrices o moldes y escorias. Un aspecto clave tratado en este libro es la estructura de la sociedad de El Raso. Fernández Gómez defiende la existencia en este yacimiento de una sociedad estructurada por grupos de edad, con los jóvenes (iuvenes) ostentando el poder militar y los ancianos (seniores) el poder político. Una sociedad esencialmente igualitaria aunque admitiendo diferencias coyunturales entre sus miembros, pero sin poder llegar a distinguirse clases sociales. Su propuesta discrepa con aquellas que ven a las sociedades prerromanas del occidente meseteño como sociedades altamente jerarquizadas con una élite ecuestre ocupando la cúspide de la pirámide social (p. ej. Ruiz Zapatero y Álvarez-Sanchís 1995: 222225; Almagro-Gorbea y Torres Ortiz 1999; Ruiz Zapatero 2007). El autor plantea este modelo de organización social sobre todo a partir de la similitud que observa entre las distintas casas descubiertas e incluso entre sus ajuares domésticos. Pero en este modelo hay diversos puntos discutibles: 1) como el mismo autor reconoce, se pueden apreciar diferencias entre las diversas casas (número de habitaciones, superficie, etc.), además habría que considerar la posibilidad de que la mayor diferencia estuviera en el número y extensión de las construcciones pertenecientes a cada unidad familiar; 2) existen diferencias entre los ajuares de los distintos ámbitos domésticos, los tesorillos de las casas A2 (Fernández Gómez 1979) y D8, y posiblemente los torques de oro hallados en un campo cercano al oppidum serían los ejemplos más sobresalientes (ibid.: 395398); 3). Junto a las joyas y monedas, la posesión de grandes rebaños podría ser el otro elemento principal de diferenciación socioeconómica, no la riqueza o pobreza de las casas. En definitiva, esta obra aporta un valioso caudal de nueva información para los investigadores de la Edad del Hierro en la Meseta que abre la posibilidad a la realización de nuevos estudios, por ejemplo, de arqueología de la arquitectura o de metalurgia antigua. Por ello, no cabe sino felicitar a las tres instituciones (Gran Duque de Alba, Real Academia de la Historia y Universidad de Sevilla) cuya eficaz colaboración ha permitido la publicación final de este trabajo.

Jesús Rodríguez-Hernández

Departamento de Prehistoria Universidad Complutense de Madrid [email protected]

251

Complutum, 2012, Vol. 23 (1): 221-252

Noticias y Recensiones

Referencias Almagro-Gorbea, M.; Torres Ortiz, M. (1999): Las fíbulas de jinete y de caballito. Aproximación a las élites ecuestres y su expansión en la Hispania Céltica. Institución Fernando el Católico, Zaragoza. Álvarez-Sanchís, J.R.; Marín, C.; Falquina, A.; Ruiz Zapatero, G. (2008): El oppidum vettón de Ulaca (Solosancho, Ávila) y su necrópolis. Arqueología Vettona. La Meseta Occidental en la Edad del Hierro (J.R. Álvarez-Sanchís, ed.), Zona Arqueológica, 12, Alcalá de Henares: 338-361. Chapa Brunet, T.; Pereira Sieso, J.; Madrigal Belinchón, A.; Perlines, Mª.; Fernández Del Cerro, J.; Arcos Lamarca, L. De; Charro Lobato, C. (2007): El asentamiento protohistórico del Cerro de la Mesa (Alcolea de Tajo, Toledo). Arqueología de Castilla-La Mancha: I Jornadas. Cuenca, 13-17 de diciembre de 2005 (J.M. Millán Martínez y C. Rodríguez Ruza, coords.), Ediciones de la Universidad de Castilla-La Mancha-Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, Cuenca: 797-809. Fernández Gómez, F. (1979): Un tesorillo de plata en el castro de “El Raso de Candeleda” (Ávila). Trabajos de Prehistoria, 36: 379-404. Fernández Gómez, F. (1986): Excavaciones Arqueológicas en el Raso de Candeleda (I-II). Institución “Gran Duque de Alba”, Ávila. Fernández Gómez, F. (1997): La necrópolis de la Edad del Hierro de “El Raso” (Candeleda. Ávila) “Las Guijas, B”. Junta de Castilla y León, Zamora.

Complutum, 2012, Vol. 23 (1): 221-252

González-Tablas Sastre, F.J. (2008): La casa vettona. Actuaciones recientes en el castro de La Mesa de Miranda (Chamartín de la Sierra, Ávila). Arqueología Vettona. La Meseta Occidental en la Edad del Hierro (J.R. Álvarez-Sanchís, ed.), Zona Arqueológica, 12, Alcalá de Henares: 202-211. Hillier, B.; Hanson, J. (1984): The social logic of space. Cambridge University Press, Cambridge. López Jiménez, O.; Martínez Calvo, V. (2009): Nuevos resultados en la investigación de la Segunda Edad del Hierro en el Cerro de El Berrueco (Salamanca): el poblado y la necrópolis prerromana de “Los Tejares”. Lusitanos y vettones. Los pueblos prerromanos en la actual demarcación Beira Baixa - Alto Alentejo - Cáceres (P.J. Sanabria Marcos, ed.), Junta de Extremadura, Cáceres: 117-130. Ruiz Zapatero, G. (2007): Imágenes de la sociedad prerromana: vettones. Ecos del Mediterráneo: el mundo ibérico y la cultura vettona (Mª.M. Barril Vicente y E. Galán Domingo, eds.), Institución “Gran Duque de Alba”, Ávila: 67-72. Ruiz Zapatero, G.; Álvarez-Sanchís, J.R. (1995): Las Cogotas: Oppida and the roots of urbanism in the Spanish Meseta. Social complexity and the development of towns in Iberia: from the Copper Age to the second century AD (B.W. Cunliffe y S.J. Keay, eds.), British Academy, Londres: 209-235.

252

Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.