Reaparece el interior de la iglesia del Hospital de Santiago de los Caballeros de Toledo, obra de Pérez-Villaamil

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Descripción

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DOMINGO 26 DE MARZO DE 2017 LA TRIBUNA

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PATRIMONIO MONUMENTAL TOLEDO DESAPARECIDO ADOLFO DE MINGO LORENTE RAFAEL DEL CERRO MALAGÓN [email protected]

El apunte de Pérez-Villaamil forma parte de un álbum, en propiedad particular, con representaciones de varias ciudades españolas./ PABLO NAVARRO ESTEVE

REAPARECE EL INTERIOR DE LA IGLESIA DE SANTIAGO DE LOS CABALLEROS

FUE PINTADA POR PÉREZVILLAAMIL HACIA 1838. El dibujo forma parte, junto con el de San Ginés que publicó La Tribuna el domingo pasado, de un álbum inédito propiedad de un coleccionista

La Tribuna reproduce este domingo, una semana después de mostrar la primera representación conocida de la iglesia de San Ginés, obra del pintor romántico Genaro Pérez-Villaamil, otro dibujo de gran valor documental para el patrimonio toledano. Se trata de un nuevo apunte del natural en el que este artista del siglo XIX recogió la iglesia del Hospital de Santiago de los Caballeros, un antiguo conjunto próximo al Alcázar que fue demolido en 1884 y de cuyo interior no se conservaba ninguna imagen. El hallazgo posee gran importancia, ya que permite documentar una configuración barroca del crucero y el presbiterio de la que no se tenía noticia. No en vano, los escasos estudios sobre el Hospital de Santiago de los Caballeros -como el que realizó Inés Melero en 1974, recogido después por diversos autores- coinciden en señalar su origen medieval y la existencia de obras como el sepulcro de doña María de Orozco («La Malograda»), abuela del cardenal Mendoza, enterrada en una capilla del claustro en 1390 y trasladada en el siglo XIX a San Pedro Mártir, en donde se conserva. Sin embargo, gracias al dibujo de Pérez-Villaamil, presumiblemente realizado entre 1838 y 1840, poco antes de que el edificio perdiera la función que venía desarrollando desde el siglo XII, es posible conocer una articulación característica de mediados del XVIII, basada en el empleo de pilastras corintias, rocallas de yeso en las pechinas y una media naranja cuyo arranque es muy similar al de la iglesia de los Jesuitas, cuyo crucero configuró con esta misma dialéctica el maestro salmantino José Hernández Sierra (ha. 1705-1782). El dibujo recoge asimismo el cierre superior del presbiterio en forma de venera (esquema similar al de la iglesia de San Justo, también reformada en el XVIII) y el altar mayor. Villamil, con trazo expresivo y certero, representó varias esculturas, la mesa de altar y una pareja de pequeños retablos de menores dimensiones, probablemente los que fueron trasladados también a San Pedro Mártir al desmantelarse el edificio. CONJUNTO MEDIEVAL. Las primeras noticias sobre el Hospital de Santiago de los Caballeros se remontan al año 1175, en que fue creado en un solar cedido por el rey Alfonso VIII a Pedro Fernández de Fuente Almejir, maestre de la Orden de Santiago. Su origen tuvo lugar en plena Reconquista, con el fin de atender a los heridos en el campo de batalla y retener a cautivos para su posible canje por cristianos apresados, función que mantuvo hasta el siglo XIII. El progresivo avance cristiano, rematado con la toma del reino de Granada en 1492, acabó privando al hospital de la función para la cual fue creado, por lo que fueron modificadas sus constituciones y quedó dedicado al tratamiento de los enfermos de sífilis y otras afecciones venéreas, denominadas a comienzos del siglo

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XVI «morbo gálico» o «mal francés». Hurtado de Toledo, cronista de la ciudad en 1576, indicó que la Orden de Santiago disponía de 55 camas para curar a hombres y mujeres, «mayoritariamente gente moza», con tratamientos en primavera y septiembre. En 1742, cerca de las fechas en que fue realizada la reforma mostrada en el dibujo de Villaamil, el administrador del hospital, Juan Bernabé Cano, obtuvo del rey Fernando VI la limosna anual de una libra de azogue procedente de las minas de Almadén (Ciudad Real). Este privilegio era importante para el hospital, ya que el caro mercurio, aunque muy tóxico, se empleaba para el tratamiento de la sífilis en el siglo XVIII, antes del descubrimiento de los antibióticos (y de ahí la expresión, popular entonces, de «Una sola noche con Venus y toda una vida con Mercurio»). No parece que esta limosna -que se perpetuó en el tiempo y fue renovada por Carlos IV en el año 1802, para posteriormente ser demandada tras la Guerra de la Independencia, cuando dejó de percibirse- fuera fruto de la necesidad, ya que el Hospital de Santiago de los Caballeros era, a mediados del siglo XVIII, el mejor de todos los establecimientos asistenciales de Toledo. Fue en este momento cuando tuvo que producirse la construcción o reforma de la «iglesia nueva», edificio de una sola nave cuya planta conocíamos gracias a diversos planos del Hospital de Santiago realizados en el siglo XIX, cuando el conjunto ya había sido desalojado y sus enfermos trasladados al Hospital de San Juan de Dios (Maternidad Provincial), al otro extremo del casco histórico. En aquel entonces, concretamente el 5 de julio de 1765, fue contratada la portada con el relieve de Santiago Matamoros. El historiador del arte Juan Nicolau ha documentado el acuerdo entre el administrador del hospital, José Francisco Álvaro del Castillo, y el arquitecto Joseph de Castañeda, teniente director de Arquitectura en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid, con los canteros José de Soto Tenorio y Tomás Olabarrieta. Este relieve, recogido junto con el resto del edificio en antiguas fotografías del siglo XIX, sería trasladado en 1884 al acceso secundario al convento de Santa Fe, en la Cuesta de las Armas, en donde se conserva actualmente. Sea como fuere, no es posible que Joseph de Castañeda, matemático y teórico de la arquitectura (tradujo a Vitruvio a través de la versión francesa de Claude Perrault), fuera el responsable de una dialéctica tan barroca como la que manifiesta este interior. Es probable que el arquitecto al que el Real Consejo de Órdenes encomendó la reforma residiera en la Corte y que dirigiese las obras un maestro de obras toledano, probablemente Hernández Sierra o Jiménez Revenga, representantes del estilo inmediatamente anterior al de arquitectos como Ventura Rodríguez o el maestro mayor López Durango. Lo cierto es que el Hospital de Santiago, en estos momentos, no

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UN ENORME EDIFICIO VECINO DEL ALCÁZAR DE TOLEDO

Fotografiado por J. Laurent

nominado «Voto de Santiago», es decir, la aportación en cereales que realizaban numerosos pueblos pertenecientes a la orden en las actuales provincias de Ciudad Real y Cuenca. «El hospital de Santiago en Toledo es un hospital muy vasto, un

Agradecemos al Archivo Municipal las tres imágenes superiores, obra del fotógrafo Jean Laurent, anteriores a la demolición. En ellas puede apreciarse la posición del edificio, entre el paseo de Cabestreros y el Alcázar. Abajo, distribución del conjunto, publicada por Hilario González.

A finales del siglo XVIII, Jovellanos presentó en la Real Academia de la Historia la reproducción de varias inscripciones santiaguistas del Hospital.

resultaba desconocido a los ilustrados madrileños. Gaspar Melchor de Jovellanos presentó en la sede de la Real Academia de la Historia, en 1786, seis inscripciones funerarias del siglo XIII, pertenecientes a sepulcros de caballeros santiaguistas, copiadas «al vivo» en el claustro del edificio. De 1791 fue el informe de visita realizado por Juan Antonio López Altamirano, conservado en el Archivo Histórico Nacional, en el que describió muy escuetamente el conjunto como «grande, elegante, y de una arquitectura decorosa». EL SIGLO XIX. En el año 1834 realizó una elocuente semblanza del Hospital de Santiago el gobernador de la provincia de Toledo, Sebastián García de Ochoa, en pleno proceso de abolición del de-

mag nífico edificio, y en honor de la verdad debo decir que creo que sea uno de los hospitales en que se conserve pura la intención de los fundadores. En las estaciones de otoño y primavera no parece hospital, sino un convento de monjas, donde hay una buena asistencia, y se cura a todos los enfermos; se cura a la tropa y a los paisanos, a los hombres y a las mujeres, y todo se hace con el mayor esmero. Una de las fincas que tiene es una dehesa de 30.000 fanegas, y hasta los diezmos son del hospital de Santiago: es un lujo asiático el que reina en aquel edificio. Allí no hay más que un administrador, que es caballero del hábito de Santiago: sólo con las fincas que posee, sin estas prestaciones, tiene bastante para sostenerse» (según apareció publicado en la Gaceta de Madrid). Aún funcionaba como hospital en 1838, cuando albergó a los heridos tras las escaramuzas que tuvieron lugar en los Montes de Toledo durante la Primera Guerra Carlista. Es de destacar esta referencia, ya que tenemos constancia -a través de un dibujo de San Juan de los Reyes propiedad de la Colección Marañón al que hicimos referencia en otro reportaje a finales del pasado mes de enero- de que Pérez-Villaamil se interesó por estas acciones militares, a cuyo frente estuvo el mercenario de origen irlandés George Dawson Flinter (Jorge de Flinter). Continúa en la página siguiente

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Si el pintor visitó el Hospital de Santiago en aquellos momentos, el dibujo podría datarse en la primera mitad de 1838. Sólo unos años después, el 20 de julio de 1846, el Ayuntamiento y la Junta municipal de Beneficencia renunciaron al Hospital de Santiago, la Fonda de la Caridad (creada por el cardenal Lorenzana) y el Hospital de Santa Cruz para que en ellos se instalara el Colegio General Militar, antecedente de la actual Academia de Infantería. La Comisión de Monumentos tuvo tiempo de trasladar a San Pedro Mártir el sepulcro de «la Malograda», siete lápidas funerarias, varios altares, tres retablos y otros enseres. El párroco mozárabe de San Sebastián, Marceliano Rodríguez, había donado al Hospital de Santiago en 1837 un Apostolado del Greco. Los cuadros, que estuvieron cerca de ser vendidos dos años después debido a las necesidades del hospital, serían también trasladados a San Pedro, finalmente. Se desconoce qué hacían estas pinturas, sobre las cuales ha escrito Gabriel Mora del Pozo, en poder del párroco de San Sebastián. Aunque Villaamil no representó en su dibujo los costados de la nave de la iglesia santiaguista, es posible que los cuadros permanecieran allí cuando el artista la visitó. Este Apostolado se conserva en el Museo del Greco, en la actualidad. En 1848, cuando Nicolás Magán visitó el Hospital de Santiago, transmitiendo sus impresiones en el Seminario Pintoresco Español, ya estaban instalados allí los caballeros cadetes del Colegio General Militar. La distribución interior del amplio recinto no nos es desconocida por completo, ya que se conservan algunas planimetrías inmediatamente previas a su demolición, como la de 1881 (planta baja), realizada por el Instituto Geográfico y Estadístico. El coronel Hilario González, autor de un Resumen histórico de la Academia de Infantería (1925), difundió la disposición de las dos plantas, adecuadas para las nece-

El remate del acceso al Hospital de Santiago de los Caballeros acabó siendo trasladado a Santa Fe, en la Cuesta de las Armas. /DAVID PÉREZ

Desde finales de la Edad Media, este hospital daba tratamiento a enfermos de sífilis sidades de los futuros oficiales en torno a un gran patio central. El conjunto incluía enfermería, almacenes e, incluso, un teatro en uno de los salones mayores. En 1882, una vez finalizadas las obras de reforma del Alcázar, se acordó la definitiva eliminación del edificio hospitalario. Esta tarea se resolvió dos años después, mediante la voladura con

dinamita de la capilla, hecho que presenció -y que describiría más tarde, en 1923- el militar e historiador Manuel Castaños y Montijano. Además del relieve de Santiago trasladado a Santa Fe, hubo tiempo de salvar algún elemento más, como la espadaña conventual (que el comandante de Ingenieros Víctor Hernández regaló a las Hermanitas de los Pobres para colocarla en el asilo de la plaza de Santa Eulalia) o la parte inferior de la portada barroca, que pasó a integrar el nuevo Picadero para ejercicios de caballería. Dicho edificio -de ligera estructura diáfana, totalmente en hierro, muy novedoso para el Toledo del momento- fue inaugurado en 1885. Desgraciadamente, este espacio quedaría totalmente arruinado en el verano de 1936, como consecuencia del cerco del Alcázar. A la derecha es posible apreciar, en una fotografía de Rodrí-

Estas imágenes de la voladura, obra de José Masí, fueron publicadas por La Ilustración Nacional en 1884.

guez, el estado en que quedó una parte de la primitiva portada, recogida en el siglo XIX por fotógrafos como Laurent. En 1950 finalizaría una nueva urbanización de este paraje, con terrazas ajardinadas y miradores hacia el otro lado del Tajo, pero ya sin recuerdo alguno del histórico Hospital de Santiago, representado por Genaro Pérez Villaamil más de cien años atrás.

A diferencia de la vista de San Ginés que apareció en La Tribuna el domingo anterior, la cual fue mostrada en el XV Congreso Internacional de Expresión Gráfica y Arquitectónica de Las Palmas por un grupo de arquitectos de la Universidad Politécnica de Valencia, encabezado por el catedrático Pablo Navarro Esteve, el apunte de Villaamil sobre el Hospital de Santiago es absolutamente inédito.

El acceso al Picadero, donde se reaprovechó la portada del edificio, en 1936.

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