Razón, emoción y praxis

September 10, 2017 | Autor: J. Gómez Di Vincenzo | Categoría: Ciencias Políticas
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Descripción

Razón, emoción y praxis. La política murguera. Por José Antonio Gómez Di Vincenzo Rosendo Luxemburgo, sociólogo por diversas razones y militante emocionado, no deja de impactarme con sus puntillosos y certeros análisis de la realidad. No salgo de mi asombro al evocar mi último encuentro con el filoso analista político quien en sus manos blandía un artículo de su autoría recientemente editado por una revista universitaria. El remate de la nota es increíble. Me tomé el atrevimiento de pedírselo para reproducirlo casi en su totalidad aquí y el permiso para agregar algunos comentarios. Para que el lector pueda separar los tantos y evaluar qué es de Luxemburgo y qué de mi autoría, todo lo producido por el sociólogo está entrecomillado. El resto es responsabilidad de este epistemólogo devenido cronista. “En ocasiones ciertos intelectuales, con sus egos agrandados, vaya a saber por qué cantidad de dulces susurros que, cual cantos de sirena, los llevan a creerse dioses del Olimpo de la razón, creyendo tocar el cielo de la crítica con sus manos, caen en el lugar común de toda aquella izquierda en la que la teoría juega a la ofensiva y la práctica hace banco o no puede siquiera salir a la cancha.” Rosendo sale aquí con los tapones de punta. Quienes lo conocemos sabemos que no se banca a esa clase de militantes que cual machitos erectos, agitan desde un estrado a las masas de musas y pares queriendo atraer la atención de las musas, ametrallándolos con un discurso que anula la política y se expresa como un ritual de consignas con escaso contenido. El artículo sigue hondando en el tema pero yendo un poco más al grano. “Haciendo uso y abuso de categorías abstractas elaboradas por genios como Marx, Engels y Lenin para el estudio de la complejidad social de su época pero nunca repensando cómo aggiornarlas para el estudio de la coyuntura actual o crear nuevas, derivan siempre en el mismo diagnóstico que, por otro lado, es lo máximo que pueden darnos. Como todos los caminos conducen a Roma y nuestros eminentes intelectuales popes de la crítica ya saben dónde llegarán, el resto del discurso se completa con el recitado de consignas del estilo ‘que la deuda la paguen los capitalistas’ o ‘no pago de la deuda externa’ mechadas con proposiciones mediante las cuales dejan fluir su desprecio por las masas populares a las que ven como brutas o incapaces de captar la esencia de las cosas. Todo es bastante inofensivo cuando esta suerte de rito con halo de hiper-racinalidad queda entre unos pocos. Como dice un amigo, ‘a la hora de pones el cuerpo escuchan un petardo y salen corriendo. El otro día, en un artículo, uno de estos grandes esgrimistas de la razón argumentaba de la siguiente manera. Cito: El gobierno burgues de los K lejos está de ser un gobierno revolucionario. Si uno recorre un poco las fábricas notará que los proletarios siguen siendo explotados por los trabajadores. Hasta en el Estado mismo hay trabajadores pauperizados. Esto es real, es empírea pura. Esto no ha cambiado ni cambiará porque este gobierno no tiene voluntad ni poder para hacer esa transformación. Sólo esgrime un discurso en el que la palabra transformación se repite una y otra vez pero que nunca se llena de contenido”

Lo que nuestro querido amigo Rosendo Luxemburgo está haciendo es simplemente reproduciendo el punto de vista de un de izquierda que escribe en el mismo medio universitario. Su artículo entero es una crítica a la posición de nuestro anónimo analista. Básicamente lo que Rosendo va a mostrar es que hay un problema de orden lógico. Decir lo que no es decir cómo esto es. Decir lo que sirve para hacer una evaluación de cómo llegó a ser lo que es y mucho menos sobre lo que será. A continuación va a pasar a la crítica. “Bien, veamos… todo es falaz. El problema es de orden lógico. No se puede evaluar un proceso político haciendo un corte sincrónico. El complejo de culpa y el escaso manejo de la dialéctica hacen que nuestro opinólogo saque a relucir, cual prótesis peneana, la alusión a la experiencia empírica. Quienes manejan la dialéctica no necesitan esos artilugios. Hoy por hoy hasta es gracioso que nos corran con muletillas propias de posturas epistemológicas cuyos valores están más cerca del empirismo más torpe que del materialismo histórico. Además, chocolate por la noticia. Lo concreto, hoy, es que en muchos casos seguimos con muchos compañeros trabajadores pauperizados. El problema es que nuestro opinólogo de claustro no penetra en el análisis de las determinaciones dialécticas que hacen que esto sea así. Esto demandaría un doble manejo. Por una parte, la dialéctica de la categorías tal como se relacionan en el momento actual. Luego, la dialéctica en movimiento. Este gobierno según el amigo miente, embauca o es, al menos, impotente. ¿Qué espera nuestro analista? ¿Una revolución al estilo de las del siglo XX¿ ¿Acaso no ve que eso no funcionó, que tenemos que afilar el análisis, el estudio de los social, las herramientas que el propio materialismo histórico nos aporta, para no repetir esos errores, que hay que estudiar lo complejo de nuestra formación social?“ Lo que Rosendo está diciendo en buen criollo podría expresarse de la siguiente manera: Primero, no se puede evaluar todo un proceso de transformación por uno de sus momentos. En todo proceso revolucionario existen distintos momentos. El analista contra quien nuestro amigo polemiza no ve que aun en la coyuntura actual, tenemos desplegándose el proceso de negación y superación de lo vigente. Dicha negación está dada por la cantidad de militantes jóvenes que han recuperado la política como herramienta de transformación a partir de la lucha por cambiar el balance de poder en la Argentina. Estos militantes son los que desde la praxis irán leyendo la historia, las determinaciones de lo concreto, evaluando estrategias e introduciendo las modificaciones que haya que introducir para que esto cambie. Salteo aquí una parte y voy al final donde Rosendo introduce una cuestión jugosa. “El problema con este tipo de análisis [Rosendo se refiere al que hace su oponente en el debate] es que clausura toda posibilidad de modificar lo dado con la política. Justo en el momento en que estamos recuperándola. Es típico de esta clase de posturas, las cuales hace rato tienen la teoría corrida de la práctica. Son los mismos que no pueden administrar ni la fotocopiadora de la facultad. Es todo un tema porque pueden influir en muchos pibes que hoy por hoy podrían acercarse a la militancia, no importa en qué partido para con la política ir cambiando las cosas. Así terminan siendo funcionales a la derecha sin percibir que es justamente la derecha, la que se mueve magistralmente en la política entablando alianzas, manejando lo simbólico y buscando reproducir el statu quo. Mientras la masturbación masiva y la orgía intelectual sigue en el claustro, la derecha avanza. Por suerte un conjunto de nuevos militantes comienzan a entender que la política es otra cosa, que se parece al paso de una

murga. Efectivamente, la murga avanza, por momentos se queda en el lugar, pero avanza y es implacable. Avanza al toque del tambor. La murga expresa la cultura de las masas populares, es pura emotividad, es sentimiento. Pero también es racionalidad, hay matemática en el ritmo del tambor, hay orden en el caos, hay momentos de calma antes de la tormenta, tensiones y explosión. El pibe de la comparsa baila pero escucha, goza y piensa; sabe a dónde va, va donde quiere que la cosa vaya.” El lector podrá sacar sus conclusiones si es que se toma el esfuerzo de leer entre líneas. No puedo más que agradecer a Rosendo Luxemburgo y sacarme el sombrero por el magistral uso de la metáfora. A veces, lo simbólico tiene la potencia que los actos no tienen. A veces, lo simbólico también puede torcer el brazo del destino si es que hace la gota que orada la piedra y fuerza las conciencias y las moviliza para quebrar el balance de poder desde una praxis transformadora. El cómo es lo que hay que pensar desde la lógica y desde el corazón. El qué lo sabemos todos los que no soportamos la ignominia, incluyendo al analista con el cual Luxemburgo polemiza.

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