¿Radicalidad Filosófica? Crítica a la Filosofía Primera de Antonio González
Descripción
Seminario de Filosofía de la Religión Magister en Filosofía‐2013 Universidad Alberto Hurtado Profesor Samuel Yañez Estudiante: Ignacio Cea J. ¿verdadera radicalidad filosófica? Crítica a la ‘filosofía primera’ de Antonio González. Introducción El proyecto filosófico de Antonio González es de considerable magnitud. Su pretensión es la de construir una filosofía primera, que sirva de fundamento y guía para la praxis humana en general, es un saber que permitiría dar solución a la desorientación general presente en nuestra contemporaneidad 1 . La filosofía primera entonces, tendría la facultad de orientar tanto la práctica científica como filosófica, además de brindar las bases para la organización política y social mas universal posible, dada su transculturalidad innata. Estas atribuciones serian posibles gracias a que esta filosofía estaría libre de presupuestos, o al menos arrancaría desde un punto radical que no estaría teñido de ningún tipo de carga cultural, social, política, filosófica, ni de ningún tipo. Su tarea no es una tarea de escuela, como él mismo dice, sino una filosofía radical que pretende desechar de sus orígenes y desarrollo todo presupuesto injustificado. El punto de partida de su filosofía sería aquello que se encuentra en el análisis filosófico de manera directa y originaria, lo que se halla en la descripción de lo inmediatamente dado. Lo que el autor encuentra en este nivel radical, y que comparte con las filosofías de Husserl y Zubiri, con quienes dialoga significativamente en su obra, es el acto2. El acto es para González el punto de partida de la filosofía primera y por lo tanto su proyecto filosófico es una filosofía de los actos, o praxiología, que consiste básicamente en el análisis descriptivo no‐teórico de los actos y sus distintos niveles y momentos. En este escrito, se intentará demostrar que la radicalidad 1 González, A., Estructuras de la praxis, Madrid: Fundación Xavier Zubiri, 1997. 2 González, A., El punto de partida de la filosofía, Realidad, 46, pags. 695‐720, 1995.
pretendida del propio González también es presa de una escolástica, la escuela del logos o discurso filosófico. Se propondrá entonces una visión de la praxis filosófica en su nivel mas radical, como un quehacer pre‐discursivo, que podemos señalar inicialmente como un actitud filosófica práctica. Este quehacer filosófico sería el hacer filosofía primera, de cuya realización surgiría el ulterior análisis de los actos, ya como filosofía segunda. Comenzaremos entonces revisando en profundidad la búsqueda que hace González del punto de partida para la filosofía primera, en especial su pretensión de hallar aquello que se encuentra libre de presupuestos. Realizaremos un análisis crítico de esto y posteriormente se propondrá, en líneas generales, la posibilidad de una alternativa que se espera, pueda ser considerada más radicalmente filosófica. El principio de González. La filosofía actual parece ser una filosofía de escuela. Existen diversidad de estas: neopositivista, analítica, hermenéutica, hegeliana, marxista, frankfurtiana, etc. Al tratarse de un quehacer escolástico, se pierde un aspecto esencial de la praxis filosófica: el prescindir de presupuestos injustificados en su punto de partida. Cuando esto ocurre, se deja de filosofar de manera auténtica. Se asumen verdades fundamentales que no se han puesto rigurosamente a prueba y desde ahí se construye el cuerpo de saber. Tal es el caso por ejemplo, de acuerdo a González, del presupuesto que dice que la tarea de analizar el lenguaje es un aspecto fundamental de la filosofía contemporánea: Se nos dice con toda alegría, por ejemplo, que lo propio de la filosofía contemporánea es y tiene que ser la reflexión sobre el lenguaje…Es perfectamente posible entender porque históricamente en el ámbito del neopositivismo surgió un gran interés por el lenguaje cotidiano…(pero esto) no constituye una fundamentación suficientemente rigurosa de por qué el punto de partida de la filosofía tiene que ser el análisis del lenguaje…Comenzar a hacer filosofía del
lenguaje sin justificar radicalmente el punto de partida… es un modo de proceder perfectamente escolástico3.
Es menester proporcionar una justificación radical del comienzo del filosofar. Esto parece ser una tarea que las diversas corrientes filosóficas contemporáneas no han llevado a cabo. Solo la hermenéutica, nos dice González, ha realizado una labor explicita de analizar sus presupuestos, pero sin embargo, se ha contentado con asumir la imposibilidad de carecer de ellos y a pretendido discriminar aquellos que son perjudiciales de aquellos que son benignos, conservando estos últimos como motores que posibilitarían el progreso filosófico4. Si bien es cierto que a lo largo de la historia ciertos presupuestos han resultado beneficiosos para la acumulación de conocimiento, el juicio de valor del mismo estará siempre teñido cultural o escolásticamente. Cuales presupuestos resultan ser positivos para la comprensión y cuales no, solo podría ser dilucidado en un hipotético final de la historia, dado el inescapable círculo hermenéutico, pero aún así no tendríamos garantía dada por ejemplo, la posibilidad de la simple imposición cultural de un pueblo sobre otro.
Una auténtica filosofía es una filosofía liberadora, pero que debe primero
encontrar su propia libertad. Esta solo se alcanza al buscar en el nivel mas radical cual es su prima veritas, su verdad indubitable accesible a todos, con independencia de su contexto cultural. González emprende el camino hacia esa verdad primera. Esta constituye el punto de partida radical de la filosofía primera y le otorgaría la facultad de orientar la praxis humana, dada su libertad de todo presupuesto injustificado. El autor español reconoce en la modernidad y contemporaneidad un acercamiento importante a dicha verdad. Es en especial en la obra de Descartes, Husserl y Zubiri que encuentra una convergencia con su propio pensamiento a la hora de indagar sobre esa verdad primera. El problema es que estos filósofos habrían estado muy cerca de lograrlo, pero se habrían deslizado injustificadamente hacia un terreno teórico. Este error toma distintas formas en estos autores que González primero reconoce, para luego ofrecer su propuesto para la aproximación correctamente radical al tema. 3 González, A., El punto de partida de la filosofía, 2. 4 González, A., Estructuras de la praxis, 24‐26
Del ego cogito al ago aliquid5 En su uso de la duda hiperbólica como método para el hallazgo de verdades primeras, Descartes encuentra la verdad del cogito, el acto pensante. Puede dudar de todo menos del hecho de que esta dudando. El acto de dudar se muestra así como una verdad primera. Esto hubiese sido un análisis intachable, juzga González, de no haber sido seguido del deslizamiento injustificado desde el acto pensante al yo que piensa. El cogito es para Descartes la verdad del ego pensante. Pienso (cogito), luego existo (ergo sum) como una cosa pensante, como un yo sustancial. El problema es que en el análisis fiel de lo dado en el acto pensante, lo que se encuentra no es la sustancia pensante sino simplemente el acto pensante. El deslizamiento del cogito al ego sería producto de los presupuestos subjetivistas propios de la modernidad filosófica. Lo mismo parece haber ocurrido en el caso de Husserl. El cogito es analizado como un acto con sentido, por lo que necesariamente se encuentra implicada la consciencia y por lo tanto la subjetividad. Para Husserl, existe una ‘trascendencia en la inmanencia’ del acto pensante y esta es la subjetividad, consciencia o yo puro.6 Algo análogo pero ‘en sentido opuesto’ ocurre en la filosofía de Xavier Zubiri. El autor español también centra su análisis en los actos pero se desliza de la alteridad radical de las cosas que se nos presentan en estos y que permanecen en su inmanencia, hacia la realidad de esta alteridad radical. En Zubiri habría entonces, un desplazamiento de los actos hacia la realidad trascendental de las cosas que se presentan simplemente como alteridad radical en el análisis riguroso y fiel de lo inmediatamente dado.7 Estos autores han incurrido en un quebrantamiento de la radicalidad filosófica, de acuerdo a nuestro autor, pues se han desplazado de lo que efectivamente se muestra en el análisis descriptivo de los actos hacia un yo sustancial o subjetividad pura, en el caso de Descartes y Husserl y hacia la realidad, en el caso de Zubiri, que no se encuentran en el nivel radical y que son producto de presupuestos injustificados presentes en el análisis de estos autores. Lo que se da 5basado principalmente en un análisis del tratamiento que hace González del tema en El punto de
partida de la filosofía.
6 González, A., Estructuras de la praxis, 35. 7 González, A., Estructuras de la praxis, 42.
en el nivel mas radical son los actos, no la subjetividad ni ego que los ejecuta o que supuestamente los posibilita, ni la realidad implicada en ellos. La misma consideración del acto intelectivo, el cogito, como acto fundamental también sería producto de prejuicio intelectualistas. Por este motivo González prefiere hablar de acto en su sentido mas amplio, un ‘hacer’, un agere, la expresión latina para el verbo hacer. Aún más, el agere es mejor usarlo como ago, literalmente ‘hago’, pues contiene en sí, nos dice González, la modulación personal propia de los actos. De esta forma se rescataría la intuición de un agente implicado en los actos pero sin desplazarse hacia él, solo señalando la intuición de su presencia en la inmanencia de los actos. Por el otro extremo, advertimos que los actos siempre están referidos a un término, pero que sin caer en el error de adscribirle una realidad trascendental, simplemente se muestra como un algo. En el acto, siempre hago algo, el acto es siempre un ago aliquid. En esto consiste la prima veritas para González: “El ego cogito de la tradición cartesiana se nos ha transformado en un ago aliquid. Es la primera verdad obtenida y ella constituye el punto de partida buscado”8. Conviene precisar mayormente que es este ago. No es la evidencia que Descartes y Husserl buscaban. Lo evidente es siempre en virtud de un análisis que se realiza con conceptos propios de una lengua o contexto cultural, filosófico o científico determinado. No es la verdad real de Zubiri, pues, aunque esta sea la mera actualidad de la cosa real en la aprehensión, previa a todo análisis, en ella aún hay dualidad: lo inteligido y la inteligencia. Tampoco es la realidad de Zubiri, pues esta, al ser “la formalidad con la que se inteligen las cosas cuando se actualizan en la aprehensión”9 aún contiene en si la misma dualidad mencionada. Tampoco es la verdad como adæquatio entre inteligencia y cosa ni la aletheia o desvelamiento de Heidegger10, pues en estas aún persiste la dualidad. González lo caracteriza como un factum, un acto hecho. Su contingencia es a la vez su radicalidad: podría no haber sido, pero cuando es, “es un hecho indestructible e indubitable. Es lo hecho”11 . En eso consiste su veracidad primera. En el no hay dualidad pues es anterior a toda intelección: “el acto ‘hecho’, es el 8 González, A., El punto de partida de la filosofía, 15. 9 González, A., El punto de partida de la filosofía, 17. 10 González, A., Estructuras de la praxis,66.
11 González, A., El punto de partida de la filosofía, 19.
verum primario, anterior a toda dualidad entre lo inteligido y la inteligencia…no es la verdad de su aprehensión por la inteligencia, sino la ‘verdad simple’ de su ejecución.”12La prima veritas que constituye el punto de partida de la filosofía primera es un ago aliquid en cuanto factum. Es el acto ‘hecho’ previo a toda intelección. A continuación veremos como justamente este aspecto radical de la verdad primera es el que nos mostrará la falta de radicalidad del propio proyecto de González. El análisis segundo En su discusión de la “tarea de la filosofía” y la plausibilidad de considerar al menos algunos presupuestos inevitables que pueden ser útiles para el desarrollo de esta, González señala un punto central proveniente de la hermenéutica filosófica, específicamente de Gadamer: “la constitutiva linguisticidad de toda comprensión humana”13. La filosofía parece estar inextricablemente enlazada con el lenguaje y la conceptualización. Cada vez que hay comprensión y análisis de lo que sea, incluidos los actos, hay conceptualización e inevitablemente en los conceptos y en el lenguaje hay presupuestos. Presupuestos históricos y culturales que le confieren a una determinada lengua su facultad de significar. Estamos frente a un problema pues si la filosofía es conceptualización, y esta no se puede ver liberada de presupuestos, no es posible hacer filosofía de manera radicalmente justificada y por lo tanto el proyecto de nuestro autor parece en peligro. Aunque la verdad hallada sea un verdad simple, un factum pre‐discursivo, la aproximación filosófica siempre la abordará desde un “nivel segundo”. La verdad primera del ago en tanto factum inevitablemente pasará a ser evidencia en el discurso. El mismo González señala: Naturalmente, el análisis de los actos requiere de ideas, y ahí aparecen la evidencias respecto a los sistemas conceptuales que utilicemos. Y aparecerán también las desviaciones y los errores. Sin embargo, cabe una precisión cada vez mayor en el análisis… Las evidencias no constituyen un sistema cerrado, sino un campo abierto a
12 González, A., El punto de partida de la filosofía, 17. 13 González, A., Estructuras de la praxis, 25.
ulteriores radicalizaciones…La filosofía primera es una tarea que nunca se puede dar por definitivamente concluida.14
En el análisis siempre habrán evidencias, no la verdad primera del acto ‘hecho’. Sin embargo, nuestro autor parece conformarse con el proyecto de ir cada vez mas cerca de un discurso radical, su esperanza es la de un trabajo filosófico colectivo y transcultural en el que se vayan revisando constantemente los presupuestos, eliminando todo aquello que no este justificado y perfeccionando a su vez el abanico conceptual. La verdad primera nunca será aprehendida plenamente por el análisis filosófico pero al menos esta verdad servirá de criterio para el refinamiento y la progresiva radicalización: …La conceptuación filosófica de esa verdad primera será inexorablemente una conceptuación lingüística. Pero, al menos, habríamos obtenido con esa verdad un criterio no lingüístico con el que contrastar los supuestos presentes en cualquier conceptuación. Como en los lenguajes utilizados siempre habrá presupuestos, la filosofía no podría pretender mas que una aproximación asintótica hacia esa verdad primera, que por su mismo carácter extralingüístico nunca sería abarcada exhaustivamente en ningún lenguaje.15
Solo una aproximación asintótica es a la que puede aspirar el análisis discursivo hacia la prima veritas, hacia el punto de partida de la filosofía primera. Es innegable la ubiquidad de la distancia, entre nuestra comprensión lingüística y la verdad primera del acto, por mas mínima que en el mejor de los casos pueda llegar a ser, en un futuro optimista en el que se haya trabajado en base al criterio que González considera haber encontrado. Esto se hace evidente al observar la misma expresión con la que se intenta ‘contactar’ la verdad: ago aliquid en tanto factum. Inevitablemente cargamos con toda una historia tanto cultural en un sentido amplio, como filosófica, idiomática, etc., para dar sentido a esas palabras y llegar a la comprensión de aquello a lo que se refieren. Las palabras son como flechas apuntando a las cosas, nunca las cosas mismas, ni en este caso, los actos mismos. Nuestra propia idea de acto, con la que intentamos tocar la verdad, es un presupuesto con el que no podemos dejar de cargar.
14 González, A., El punto de partida de la filosofía, 18. 15 González, A., Estructuras de la praxis, 29. (destacado nuestro)
No obstante, González sostiene que su trabajo es filosofía radical, filosofía primera, y esto lo enfatiza aludiendo a que su filosofar se mantiene en el nivel primero, el nivel puramente descriptivo de los actos. Su trabajo es de análisis y no de teoría. ¿Cuáles son los procesos cerebrales que permiten el acto intelectivo?¿Cual es la naturaleza física de los objetos reales que se aprehenden en la intelección?, estos son el tipo de preguntas cuyas respuestas serían parte de una construcción teórica. Este tipo de indagación es en un nivel ulterior a lo inmediatamente dado en la intelección y requiere de un entrelazamiento coherente con todo un cuerpo de conocimiento previo, contrastación experimental a posteriori , entidades hipotéticas, descripciones matemáticas abstractas, etc. El análisis propio de la filosofía primera se mantiene en el nivel descriptivo de los actos, y nada más: El análisis… no pretende otra cosa que determinar conceptualmente cuales son los caracteres propios de los actos y que es lo que está actualizado en ellos…Mientras que el análisis se quiere circunscribir a nuestros actos sin trascenderlos, la teoría pretende ir mas allá de los mismos para explicarlos… las verdades propias del análisis alcanzan una evidencia de la que carecen las verdades de la teoría.16
Supongamos que tenemos una ciencia de los actos, que investiga y busca
desarrollar una teoría de los actos. Imaginémonos que se trata de un estudio empírico de los actos mentales, entre los cuales esta el acto de dudar. Se le pide a un filósofo experimentado que en un momento determinado instancie el acto de dudar de todo cuanto sabe mientras se le realiza una medición completa de su actividad cerebral por medio de innumerables electrodos conectados a su cuero cabelludo. El análisis de la evidencia empírica parece concluyente: el acto intelectivo de la duda filosófica se constituye de los procesos cerebrales X, (sea esta la descripción mas completa posible en términos anatómicos, funcionales, de organización global, temporales, etc.). ¿En que sentido este análisis y esta evidencia se diferencian de los mencionados por González?. No parece que se esté trascendiendo los actos, en el sentido de ir mas allá de ellos pues es el acto, (intelectivo en este caso) lo que se objeto de su estudio, y nada más sino él (aunque sea una de las múltiples maneras de aproximarse a este), además lo que se realiza 16 González, A., Estructuras de la praxis,77.
es justamente una descripción lo más completa posible del asunto. De hecho en ciencia, la descripción siempre va primero, la explicación es posterior. Quizás la diferencia esta en que este ‘análisis’ se esta realizando en tercera persona, mientras que el análisis praxiológico es en primera persona, o al menos sobre los actos accesibles a la propia intelección de manera inmediata, sin instrumentos tecnológicos intermediarios por ejemplo. Lo mas plausible es que la observación y descripción de los patrones cerebrales sea trascender la inmanencia de los actos y esto la sitúa en un nivel ulterior al nivel radical del análisis primero: “Por ‘teoría’ hemos entendido hasta aquí todo intento de explicar los actos y lo que en ellos aparece desde instancias que los trascienden”17. Nuestro estudio hipotético sería teoría y no análisis, no debido a lo primero, “el intento de explicar” , pues nos pusimos en una situación meramente descriptiva, sino debido a los segundo: “desde instancias que los trascienden”. Esto parece tener mas sentido, pero lamentablemente el análisis primero de nuestro autor español cabe dentro del mismo saco, y el mismo lo deja entender: “…Todo análisis de nuestros actos… implica que podemos ‘trascender’ el fugaz ‘ahora’ de cada acto para detenernos en una (posterior) consideración pausada de sus características…(Luego en el análisis) el acto pasado es ahora simplemente un acto actualizado en el acto de rememoración. Claro esta, el carácter de ‘hecho primordial’ lo tiene, como sabemos el acto de rememoración que ocupa el ahora. En cambio, el acto pasado es un ‘hecho actual’, y no un hecho primordial…Es esencial distinguir entre la verdad primera de los actos y las ‘verdades segundas’ de las actualizaciones de estos actos en nuevos actos de rememoración o de análisis ”.18
González no proporciona una refutación significativa de lo que el mismo da
cuenta y parece contentarse simplemente con haber encontrado un criterio en la verdad extralinguistica del acto hecho con el que “podemos esperar no solo una aproximación permanente a la misma (verdad primera), sino también un acuerdo con otros pensadores en dicha aproximación” 19 . El análisis de los actos es 17 González, A., Estructuras de la praxis,76. (cursivas nuestras) 18 González, A., Estructuras de la praxis,74‐5 19 González, A., Estructuras de la praxis, 75.
inevitablemente desde una instancia que trasciende al acto mismo, en tanto acto hecho. Parecen no haber razones convincentes para aceptar la tajante distinción que hace nuestro autor entre análisis y teoría. De acuerdo a la propia definición que realiza el autor, su filosofía primera de los actos sería una forma de pensamiento teórico. Si bien podemos a su vez reconocer en su trabajo una circunscripción cuidadosa a la inmanencia de los actos, la distancia con la prima veritas es insalvable, así como lo es la presencia de los presupuestos conceptuales. Pasaremos ahora a un trabajo mas constructivo en torno al problema de la filosofía primera. En la siguiente sección intentaremos esbozar una aproximación que plausiblemente podría salvar la mencionada distancia. Filosofía en la práctica
Hemos visto como ineludiblemente el lenguaje nos separa de la verdad
primera, el ‘acto hecho’. La comprensión filosófica parece inevitable acarrear con la conceptualización y esta transforma las verdades fácticas en evidencias sujetas a los presupuestos culturales. La pregunta que se presenta vivamente ante nosotros a esta altura del análisis toma entonces la forma de ¿es posible un filosofar a‐ conceptual?. Creemos que sí, y el primer paso es escrutar la noción misma de filosofía a fin de dilucidar si es inseparable del discurso racional.
En una introducción a la metafilosofía reciente de la Universidad de
Cambridge20, se destinan casi 30 páginas a la pregunta por ¿qué es la filosofía?. Se presentan varias posturas dentro del debate entre las cuales están la filosofía como parte de la ciencia, como ciencia inmadura, como indagación trascendental, etc. Todas estas posiciones intentan describir correctamente el discurso, los objetivos y el método filosófico. En otra sección se discute la relación de la filosofía con la búsqueda de la verdad. El debate gira básicamente en torno a la relación existente entre el discurso filosófico y la verdad. Vemos como la comprensión de la filosofía como un logos, parece ser una presuposición incuestionada en nuestro escenario actual. Presuposición, y no elemento constitutivo necesario y suficiente dado que en otros momentos de la historia parece no haber sido así: 20 Overgard, S., Introduction to metaphilosophy, Cambridge University Press, 2013.
La escritura representa un aspecto esencial del proceso al que aspira toda askesis: ser la mediación que garantiza la conversión de los discursos recibidos y reconocidos como verdaderos en principios de acción…Este carácter ascético de la escritura es perfectamente aplicable a la generalidad de la actividad filosófica en la antigüedad. Así lo ha destacado Pierre Hadot, para quien toda la filosofía antigua podría definirse como ejercicio espiritual, es decir, como una práctica que se dirige a la formación de un estilo de existencia.21
Rodrigo Castro Orellana, filosofo chileno, mostrándonos la relación entre el ejercicio de escribir y la propia experiencia de vida, en el contexto del análisis de la ética en Mitchel Foucault, dirige nuestra atención hacia una concepción antigua de la filosofía, la comprensión de esta como una ascética, o práctica encaminada hacia la transformación del filósofo en aras de posibilitarlo para acceder a la verdad. El mismo Foucault, en sus seminario acerca de la hermenéutica del sujeto nos dice: Desde la Antigüedad, la cuestión filosófica de ¿cómo tener acceso a la verdad?, y la práctica de la espiritualidad, en tanto que transformación necesaria del ser del sujeto que va a permitir el acceso a la verdad, constituyen dos cuestiones que pertenecen al mismo registro y que no pueden, por tanto, ser tratadas de un modo separado…La Edad Moderna de la historia de la verdad comienza a partir del momento en el que lo que permite acceder a lo verdadero es el conocimiento y únicamente el conocimiento, es decir, a partir del momento en el que el filósofo … es capaz de reconocer el conocimiento en sí mismo a través exclusivamente de sus actos de conocimiento, sin que para ello se le pida nada más, sin que su ser de sujeto tenga que ser modificado o alterado.22
Si bien el logos esta plenamente presente en la antigüedad, el carácter práctico y transformador de la filosofía, en cuanto búsqueda de la verdad, parece haber sido reemplazado en la modernidad por el acceso intelectivo, en el que el sujeto no se ve alterado. La praxis filosófica estaba plenamente ligada al auto‐ perfeccionamiento, la verdad solo era hallada en la medida que el filósofo se sometía a un riguroso proceso de auto‐transformación y refinamiento ético y
21 Orellana, R. Foucault y el cuidado de la libertad, Santiago: Lom, 2008. 22 Foucault, M. Hermenéutica del sujeto. La piqueta, 1994. 40.
moral. Esto último habría alcanzado su plenitud, de acuerdo al autor francés23, en los dos primeros siglos de nuestra era, especialmente en los estoicos, quienes desarrollaron todo un cuerpo de prácticas de ascesis, conformado tanto de ejercicios intelectuales como físicos, además del sometimiento a determinadas circunstancias físicas de prueba. La praxis filosófica se abre así a una dimensión mas amplia, una dimensión eminentemente práctica, en el sentido de que el filósofo se ve inmerso en acciones que son constitutivas de su quehacer filosófico y que distan de ser meramente analíticas o discursivas. El hacer filosofía no es solo inteligir racionalmente sino que también acceder a la verdad por medio de acciones transformadoras. La filosofía se muestra así como también como una praxis espiritual. Es precisamente en este terreno filosófico, o al menos cercano a él: el de la indagación teológica, en el que el uso del discurso lógico vio su ineficacia. En su exhaustivo análisis del descubrimiento, apogeo y posterior caída del logos en la cultura griega, y en especifico, en la búsqueda de la comprensión de Dios, Raoul Mortley nos presenta como el instrumento racional, el logos, es referido explícitamente por primera vez en Parménides, entre los siglos VI y V A.C. para luego tener su mayor expresión en el periodo clásico. Posteriormente los escépticos y los neoplatónicos comenzarían ya a dudar de la eficacia de la indagación lógica para dar cuenta de la verdad.24 Surgiría así la via negativa de comprensión de Dios o teología apofática. Filón de Alejandría habría sido el iniciador de esta nueva etapa al considerar el silencio un elemento indispensable que viene como consecuencia de la suspensión del juicio dadas ciertas consideraciones escépticas. Posteriormente los gnósticos habrían consolidado esto: “El Gnosticismo amplía este proceso, y hace del silencio el carácter epistemológicamente impenetrable de la realidad esencial. Dios, o el padre, es inefable, y el Silencio es ahora un principio cósmico que preserva esa característica”.25 Como vemos, el cese de la actividad racional esta relacionado con una comprensión que supera los límites de las palabras, en la tradición negativa y también en la tradición mística. De hecho, en las experiencias mas radicales de 23 Foucault, M. Historia de la sexualidad‐III La inquietud de sí. Buenos Aires: S XXI, 1987. 44. 24 Mortley, R., From Word to silence, rise and fall of logos, Hanstein, 1986. 25 Mortley, R., From Word to silence, 124.
comunión mística, nos cuenta Robert Forman26, investigador experto en estudios religiosos, el buscador accede a un estado de conciencia pura sin contenidos que puedan ser expresados en discurso alguno. Así mismo, Nishitani Keiji, exponente de la escuela de Kyoto , nos habla de la radicalidad del Sunyata, el ‘espacio de la vacuidad’ absolutamente inefable 27 . No obstante, parece que nos estamos desplazando del acceso a la verdad primera a una verdad última, lejana a las aspiraciones de nuestro autor español. Existe sin embargo una tradición que ha aplicado los principios ascéticos, en el sentido usado antes, para dar con una comprensión directa de la realidad inmanente: la tradición zen. El budismo zen, es la rama del budismo que se desarrolló principalmente en Japón y una de sus características esenciales es su carácter eminentemente práctico. En el zen, el objetivo no es la aprehensión de una realidad última, mas allá del alcance de los sentidos ordinarios o de la vida común. Su objetivo es la transformación de la mente del practicante, de tal manera que su atención y percepción del mundo que lo rodea sea lo mas ‘traslucida’ posible. Esta transparencia facultaría al sujeto para ‘contactar’ la realidad del mundo ‘tal cual es’28 . La búsqueda no es de una trascendencia sino la percepción lo mas limpia, clara y compasiva posible de lo inmanente en la vida. Esto se logra a través de un proceso de inhibición o ‘purificación’ de la intelección conceptual de la realidad, que se considera la tiñe de elementos que no le son propios y que proyectamos sobre ella. Algunas de las ideas que nacerían de esta percepción errada son los conceptos duales de vida y muerte, aquí y allá, venir y salir, existencia y no‐ existencia, ser y no‐ser. La realidad ‘real’ se presentaría en cambio como un todo unificado y siempre cambiante en el que no habría espacio para el sufrimiento, nacido de la ignorancia, el apego y la dualidad. Dos tecnologías centrales para el proceso de transformación de la percepción del practicante son los koans y la meditación. Los primeros son acertijos paradójicos que buscan desestabilizar y quebrar la mentalidad lógica como por ejemplo: ¿cuál es el sonido del aplauso con una mano?. Por otra parte la meditación, o zazen, es el ejercicio, en posición sentada mirando un punto fijo a 26 Forman, R., The problem of pure consciousness, Oxford University Press, 1997. 27 Keiji, N., Religion and Nothingness, California University Press, 1982.
28 Nishijima, G. Encontrar al verdadero dragón, budismo zen y la realidad tal cual es. Santiago: Norma,
2004.
poca distancia de sí, de identificar la emergencia y disolución de los pensamientos en la consciencia sin que haya apego ni desarrollo de estos por parte del practicante, solo la observación atenta de estos. La mente así se ‘vacía’ y la atención se ‘clarifica’. El estudiante se dispone así para estar ‘atenta y pacíficamente vigilante’ a las circunstancias de su alrededor, aprehendiendo su realidad mas inmediata, sin intermediarios conceptuales. Es enseñado que la consumación de este proceso es el satori o ‘iluminación’ en el que el sufrimiento y toda posibilidad de retorno de este, se han disuelto29. El estado de lucidez libre de conceptualización fruto del entrenamiento zen parece ser una aproximación genuina a la verdad inmediata. El examen riguroso de la actitud o disposición atenta, lúcida y vigilante del practicante como acercamiento filosófico a la verdad quedará como asunto pendiente. Sin embargo, parece un camino prometedor. El zen prepara al estdiante para estar plenamente ‘anclado’ al momento presente, al ahora único en el que los actos transcurren: “Cada acto… es un ‘ahora’ irrepetible en el que no nos podemos sumergir dos veces”.30 Conclusiones Hemos realizado un seguimiento del punto de partida de la praxiología de Antonio González, siguiéndolo desde el ego cogito hasta el ago aliquid. Se han destacado algunos elementos centrales como el carácter fáctico de la verdad primera, que se ha considerado un notable hallazgo. Se discutió el enfrentamiento que el propio González realiza con las limitaciones del método analítico para aprehender su propio punto de partida. Vimos que este ha sido infructuoso. La prima veritas hallada por González es inaccesible a su análisis. Posteriormente se revisó la posibilidad de una aproximación filosófica silenciosa o a‐conceptual al problema de la verdad y finalmente se presentó el acercamiento zen a la inmanencia de lo dado como un ejemplo de posibilidad prometedora. Indudablemente resta un trabajo mucho mas exhaustivo de esto último, en especial de la plausibilidad de una filosofía de los actos no lingüística. Lo que si se
29 Nishijima, G. Encontrar al verdadero dragón. 30 González, A., Estructuras de la praxis, 74.
ha demostrado, es que, de darse esta posibilidad, sería esta la verdadera filosofía primera , que fácticamente filosofara desde y en la inmanencia de los actos. Esta seria una praxis filosófica primera y no un logos de la praxis. Bibliografía ‐Forman, R., The problem of pure consciousness, Oxford University Press, 1997. ‐Foucault, M. Hermenéutica del sujeto. La piqueta, 1994. ‐Foucault, M. Historia de la sexualidad‐III La inquietud de sí. Buenos Aires: S XXI, 1987. ‐González, A., Estructuras de la praxis, Madrid: Fundación Xavier Zubiri, 1997. ‐González, A., El punto de partida de la filosofía, Realidad, 46, pags. 695‐720, 1995. ‐González, A., El principio de todos los principios. ‐Keiji, N., Religion and Nothingness, California University Press, 1982. ‐Mortley, R,. From Word to silence, rise and fall of logos, Hanstein, 1986. ‐Nishijima, G. Encontrar al verdadero dragón, budismo zen y la realidad tal cual es. Santiago: Norma, 2004. ‐Orellana, R. Foucault y el cuidado de la libertad, Santiago: Lom, 2008. ‐Overgard, S., Introduction to metaphilosophy, Cambridge University Press, 2013.
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