“Quintiliano y los géneros literarios”. Libro de Actas del I Coloquio Nacional de Retórica: Retórica y Política y de las I Jornadas Latinoamericanas de Investigación en Estudios Retóricos, Universidad de Buenos Aires, 2010. Pp. 1270-1277

July 3, 2017 | Autor: Analía Sapere | Categoría: Literary Canon, Quintilian, Literary Genres, History and theory of literary genres, Quintiliano
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I COLOQUIO NACIONAL DE RETÓRICA “RETÓRICA Y POLÍTICA” I JORNADAS LATINOAMERICANAS DE INVESTIGACIÓN EN ESTUDIOS RETÓRICOS Buenos Aires, Argentina | 17, 18 y 19 de marzo de 2010

ÁREA TEMÁTICA | Retórica, literatura y crítica

QUINTILIANO Y LOS GÉNEROS LITERARIOS Analía Verónica SAPERE Universidad de Buenos Aires | Argentina [email protected]

El presente trabajo se propone investigar el uso que hace Quintiliano de los géneros literarios en el capítulo I del libro X de las Institutiones Oratoriae (95 d. C.), configurando su doble rol de rhétor y pedagogo. 1 Quintiliano ofrece en este libro una lista de autores griegos y latinos con el fin de instruir acerca de las características del buen orador, estableciendo, a la vez, una historia literaria canónica, 2 que resulta de suma importancia para los estudios sobre historia literaria en general y retórica en particular. Dirige su propósito al orador ya consolidado (no al que se inicia), pero necesitado, sin embargo, de instrucción, ante el conjunto creciente de autores y obras literarias, con el fin de que perfeccione lo que ya ha aprendido (4). En principio, parece fácil aconsejar la lectura e imitación de los clásicos, pero no es tan sencillo encontrarles utilidad específicamente para la labor oratoria, que es el principal objetivo de nuestro autor. 3 De acuerdo con esto, también los contemporáneos de Quintiliano, no consagrados aun, entran en su selección, en la medida en que contribuyan con la educación oratoria. 4 Dentro de ese planteo de Quintiliano, nos dedicaremos a estudiar un aspecto particular: la división interna que hace de su canon, esto es, los géneros literarios. A continuación, pues, procederemos a analizar los puntos más destacados de la exposición: qué géneros toma en cuenta, qué autores considera representativos de cada uno, qué características cree fundamentales para el buen orador y cuáles no. Los géneros contemplados por Quintiliano son la épica, la elegía, la sátira, la lírica, la comedia y la tragedia, los yambos, la historia, la oratoria y la filosofía. Cada uno de ellos tiene algo valioso que aportar en el aprendizaje oratorio. Es por eso que Quintiliano hace hincapié una y otra vez en “lo apropiado” para cada caso 5 y en el papel funda-

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Esta ponencia surge de las investigaciones desarrolladas en el marco del proyecto PICT 01217, “Poética, retórica y canon: la institución de la historia literaria en Roma”, dirigido por la Dra. Josefina Nagore. 2 Señala Habinek (2005: 74) acerca de este canon: “Appeal to tradition does for them what ritualization of language and action did for their predecessors: it imposes order on the chaos of ‘the linguistically liberated imagination.’ Classic works of literature, traditional declamatory themes, and classic models of oratorical style provide fixed points of reference for both form and content of new rhetorical productions. Quintilian says as much when he canonizes a fixed reading list of Greek and Roman authors for use in the training of orators”. 3 Citroni (2006: 1) señala, sin embargo. “It is admitted by some scholars that the survey also includes reading advice and judgements which go beyond the mere purpose of the development of rhetorical style, and reveal a more specifically literary interest, or broader aims of a general cultural education".” 4 Se cree que Quintiliano basa su selección de autores griegos en la obra de Dionisio, Sobre la imitacón. Por su parte, los autores romanos elegidos para el canon parecen ser los más reputados de su época. 5 Mencionamos algunos vocablos: aptissimum (8); ubi res poscit proprie dicuntur (9); conueniant (10); commodata (17), etc.

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mental del iudicium. 6 Es verdad que algunos autores son considerados mejores que otros, pero no en términos absolutos, sino para cada situación en particular. 7 El mayor representante del género épico es, indiscutiblemente, Homero. De hecho, es puesto por encima de todos los escritores. Hic enim, quem ad modum ex Oceano dicit ipse amnium fontiumque cursus initium capere, omnibus eloquentiae partibus exemplum et ortum dedit. Hunc nemo in magnis rebus sublimitate, in paruis proprietate superauerit. Idem laetus ac pressus, iucundus et grauis, tum copia tum breuitate mirabilis, nec poetica modo sed oratoria uirtute eminentissimus. (46) Verum hic omnis sine dubio et in omni genere eloquentiae procul a se reliquit, epicos tamen praecipue, uidelicet quia durissima in materia simili comparatio est. (51)

Homero constituye un modelo por sus exhortaciones, consolaciones, sentimientos, exordios, narraciones, comparaciones, amplificaciones, ejemplos, digresiones, razonamientos, epílogos, expresiones, conceptos, figuras. El tono del elogio parece sugerir que a Quintiliano incluso le falta espacio para expresar una alabanza completa y merecida de Homero. Lo siguen otros poetas épicos, como Hesíodo, Panyasis, Apolonio, Arato, Teócrito, a quienes les dedica simplemente unas pocas líneas, pues Homero parece ser suficiente en representación de todos. 8 Su contraparte latina la constituye, por supuesto, Virgilio. Llama la atención, no obstante, que Virgilio no recibe ningún calificativo respecto de su estilo. Las pocas palabras que le dedica Quintiliano al máximo poeta latino aluden solamente a su posición en el canon. Itaque ut apud illos [sc. graecos] Homerus, sic apud nos Vergilius auspicatissimum dederit exordium, omnium eius generis poetarum Graecorum nostrorumque haud dubie proximus. Vtar enim uerbis isdem quae ex Afro Domitio iuuenis excepi, qui mihi interroganti quem Homero crederet maxime accedere “secundus” inquit “est Vergilius, propior tamen primo quam tertio”. Et hercule ut illi naturae caelesti atque inmortali cesserimus, ita curae et diligentiae uel ideo in hoc plus est, quod ei fuit magis laborandum, et quantum eminentibus uincimur, fortasse aequalitate pensamus. (Quintiliano, 1970: 85-86)

Siguiendo con esta lógica competitiva, luego de la frase “Ceteri omnes longe sequentur” (86), menciona a Emilio Macer y a Lucrecio, a quienes califica de elegantes; a Varrón Atacino, a quien critica por su escaso caudal de elocuencia; a Ennio, cuyo valor principal es el respeto que infunde por su antigüedad; a Ovidio, poco grave; a Cornelio Severo, mejor versificador que poeta; a Valerio Flaco; a Saleius Bassus, vehemente, poético e ingenioso; a Rabirius y Pedón, y, finalmente, a Lucano, fogozo y vivaz, más cercano a los oradores que a los poetas.

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El término, de hecho, aparece en reiteradas oportunidades: cum iudicio (8); certius iudicium (17); Modesto tamen et circumspecto iudicio (26), etc. 7 Quintiliano fomenta la práctica continua del orador, esto es, la lectura y la audición de los autores (legere et audire). Cf. 8 y 10. 8 De hecho, tan solo mediante una preterición menciona a Nicandro, Euforión y Tirteo.

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Al pasar a la elegía surgen los nombres griegos de Calímaco —el más importante— y Filetas, de los que no se dice nada más. La contrapartida romana es introducida con cierto ánimo de rivalidad: “Elegia quoque Graecos prouocamus” (93). Allí se menciona a Tibulo (tersus, elegans maxime auctor), Propercio, Ovidio (utroque lasciuior) y Galo (durior). El tono competitivo aparece también al presentar el género satírico: “Satura quidem tota nostra est” —enfatizando además la subjetividad mediante el nosotros inclusivo. Lucilio es el más destacado, por su eruditio y libertas y por su acerbitas y abunde salis, mientras que de Horacio se dice que es tersior y purus magis. A continuación, Persio, del que omite una descripción estilística, afirmando que mereció gloria por haber escrito un solo libro. Como poesía anterior a la sátira menciona a Terencio Varrón, descripto como uir Romanorum eruditissimus, criticado, no obstante, por tener mas scientia que eloquentia. Entre los yambógrafos griegos sólo considera de utilidad a Arquíloco, por su uis elocutionis, por sus sententiae, descriptas como ualidae, breues, uibrantes, con mucha sangre y nervio. Puesto que el yambo no es considerado propio por los romanos, Quintiliano pasa revista con rapidez a sus autores más representativos: Catulo, Bibáculo y Horacio, de quienes destaca solamente la acerbitas. Al pasar a la lírica, encontramos mayor desarrollo en el tratamiento de los autores. Píndaro es el lírico griego más importante de los nueve canónicos. 9 Sus palabras hacia él son absolutamente elogiosas: Nouem uero lyricorum longe Pindarus princeps spiritu, magnificentia, sententiis, figuris, beatissima rerum uerborumque copia et uelut quodam eloquentiae flumine: propter quae Horatius eum merito nemini credit imitabilem. (Quintiliano, 1970: 61)

Lo sigue Estesícoro, alabado por su dignidad y criticado por ser redundante y superfluo. De Alceo elogia su actitud crítica hacia los tiranos y su elocución breve y magnífica, pero se lo reprende por tratar temas amorosos o superfluos. Simónides, por su parte, es tenuis, recomendable por su sermo apropiado y por su iucunditas, y por su virtud para conmover. Es curioso que la lírica romana no tenga más representante que Horacio: pleno de iucunditas y de gratia, variado y audaz en las palabras y figuras. Probablemente, la grandeza de Horacio hace que Quintiliano no necesite dedicarle más palabras a este género, como ocurrió con Virgilio. Parece obligado a nombrar a otro autor, Cesio Baso, pero sin mayores detalles. La comedia griega tiene sus máximos exponentes en Aristófanes, Eúpolis y Cratino, a quienes agrupa en una descripción común, en extremo elogiosa: Antiqua comoedia cum sinceram illam sermonis Attici gratiam prope sola retinet, tum facundissimae libertatis, et si est insectandis uitiis praecipua, plurimum tamen uirium etiam in ceteris partibus habet. Nam et grandis et elegans et uenusta, et nescio an ulla, post Homerum

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Es decir, el canon helenístico compuesto por Alcmán, Safo, Alceo, Anacreonte, Estesícoro, Íbico, Simónides, Píndaro y Baquílides. Para un mayor estudio de este canon, cf. Davies (1988: 52-64)

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tamen, quem ut Achillem semper excipi par est, aut similior sit oratoribus aut ad oratores faciendos aptior. (Quintiliano, 1970: 65)

Menandro, como representante de la comedia nueva, queda separado de este grupo, y es exaltado por su inventiva, su facilidad en la elocución y la forma en que se acomoda a las cosas, las personas y los afectos (69). Luego es mencionado Filemón, también autor de comedia nueva, de quien no se especifica nada más. La opinión de Quintiliano acerca de la comedia latina es despectiva: “In comoedia maxime claudicamus” (99). Menciona a Plauto, Cecilio y Terencio, muy inferiores a los griegos (nuevamente aquí una comparación entre ambas literaturas), pero rescata a Afranio, autor de comedia togata (tal vez por tratarse del tipo de comedia de tema romano). La tragedia griega (66-68) está representada por los tres más grandes: Esquilo, sublimis, grauis y grandilocus a veces en exceso, pero también rudis e incompositus; Sófocles y Eurípides, excelentes por igual. Nuevamente aquí Quintiliano está más interesado en discernir quién es mejor entre ambos —es decir, quién está por encima de quién en el canon— que en establecer qué características de sus versos convendrían al buen orador. Finalmente, decide que Eurípides es más adecuado para los que se van a dedicar a la defensa en un pleito, pues su estilo es más apropiado a la oratoria y está lleno de sentencias de los antiguos, a diferencia del de Sófocles, más solemne. Frente a los trágicos giegos, los romanos asoman tímidos. Son Accio y Pacuvio, de sentencias graves y palabras pesadas; Vario, cuyo Tiestes está a la altura de las tragedias griegas, Ovidio y Pomponio Segundo, sobresaliente no tanto por sus dotes de trágico, sino por su erudición. La historia tiene como máximos exponentes, como era de esperarse, a Tucídides y Heródoto: Densus et breuis et semper instans sibi Thucydides, dulcis et candidus et fusus Herodotus: ille concitatis, hic remissis adfectibus melior, ille contionibus, hic sermonibus, ille ui, hic uoluptate. (Quintiliano, 1970: 73)

Luego, Teopompo, inferior a Tucídides y a Heródoto como historiador, pero valioso como orador. Filisto, imitador de Tucídides, menos enérgico, pero más claro en algunos aspectos. Eforo, que carece de viveza, Timágenes y Jenofonte, que será estudiado mejor como filósofo. Salustio y Tito Livio se presentan como los equivalentes latinos de Tucídides y Heródoto. Son introducidos con otra expresión que denota la competencia entablada entre ambas literaturas: “At non historia cesserit Graecis”. Después dice de Tito Livio: cum in narrando mirae iucunditatis clarissimique candoris, tum in contionibus supra quam enarrari potest eloquentem, ita quae dicuntur omnia cum rebus tum personis accommodata sunt: adfectus quidem, praecipueque eos qui sunt dulciores, ut parcissime dicam, nemo historicorum commendauit magis. (Quintiliano, 1970: 101)

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Servilio Noniano, luego, es definido como un hombre de gran ingenio, lleno de sentencias, pero menos conciso de lo que requiere la historia. Baso Aufidio, digno de elogio, según Quintiliano. Prosigue 10 con Cremucio, destacado por su libertas. En el género oratorio, Demóstenes es sin duda el más grande: Quorum [sc. oratorum] longe princeps Demosthenes ac paene lex orandi fuit: tanta uis in eo, tam densa omnia, ita quibusdam neruis intenta sunt, tam nihil otiosum, is dicendi modus, ut nec quod desit in eo nec quod redundet inuenias. (Quintiliano, 1970: 76)

A continuación, Esquines: plenior y magis fusus; cuanto menos estricto, más grandioso; con más carne que nervio (77). También está Hipérides: dulcis y acutus, pero afín a las causas triviales (77); Lisias: subtilis y elegans, útil para enseñar, comparado a una fuente pura, en oposición a un río caudaloso (78). Dice a continuación de Isócrates que es refinado y adornado, que persiguió todos los encantos del decir, que posee facilidad para la invención y que es diligente en la composición. Por último, Demetrio Falereo: multum ingenii habuisse et facundiae fateor, uel ob hoc memoria dignum, quod ultimus est fere ex Atticis qui dici possit orator, quem tamen in illo medio genere dicendi praefert omnibus Cicero. (Quintiliano, 1970: 80)

Aquí, como en otras oportunidades, el parámetro para medir a los autores es extraliterario, pues la justificación de su valor no está relacionada con la pertinencia para la práctica oratoria, sino con un parámetro externo, como el hecho de ser uno de los últimos oradores de Atenas. Los oradores romanos son igualados a los griegos, con Cicerón a la cabeza: “Oratores uero uel praecipue Latinam eloquentiam parem facere Graecae possunt: nam Ciceronem cuicumque eorum fortiter opposuerim” (105). Es extensa la sección que dedica a Cicerón, de casi tres párrafos. Lo compara con Demóstenes, de quien afirma que es digno seguidor: son parecidos en la idea, el orden, el modo de disponer los argumentos (básicamente, en la inventio). Ya en un segundo plano, Asinio Polión, Mesala, César, Celio, Calvo, Servio Sulpicio, Casio Severo, Domicio Afer, Julio Africano, Trachalo, Vibio Crispo y Julio Segundo. Es evidente la intención de Quintiliano de contrapesar con tantos nombres romanos la grandeza del en principio inimitable Demóstenes. El último género al que se dedica es la filosofía. Platón es el principal filósofo griego con el que se puede aprender elocuencia, por su agudeza al disertar y su facultad para hablar, divina y “homérica”. Jenofonte, por su parte, es dulce y sin afectación. Engloba a continuación a los “demás filósofos socráticos”, y menciona a Aristóteles, (cuya elocuencia describe como suave y su invención, aguda) y a Teofrasto. Finalmente, los filósofos estoicos, quienes no se dedicaron a la elocuencia, aunque su influencia es importante. Los nombres romanos son Cicerón, Cornelio Celso, Plauto, Catio y Séneca, al que le dirige duras palabras: “In philosophia parum diligens, egregius tamen uitiorum insectator fuit” (129). De hecho, Séneca es el más atacado por Quintiliano. 10

Dejamos de lado la referencia anónima que se ha atribuído a Tácito, Plinio y Fabio Rústico.

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El recorrido que hemos hecho por este primer capítulo del Libro X nos permite extraer las siguientes conclusiones. En primer lugar, cabe destacar la heterogeneidad del tratamiento de los géneros literarios; 11 mientras que algunos son examinados con cierto detalle, como el caso de la oratoria, otros, como la elegía o los yambos, son apenas mencionados. Esto nos indica que Quintiliano no pretende sistematicidad, sino ofrecer con claridad su propio punto de vista, motivo por el cual omite los géneros que menos le interesan y destaca los que sí. Ya en el comienzo de su exposición Quintiliano había expresado su intención de opinar abiertamente: “Non est dissimulanda nostri quoque iudicii summa” (40). Creemos que este procedimiento forma parte también de su estilo didáctico. No pretende plantear a sus receptores un desarrollo equilibrado, estrictamente armónico, que redundaría en un estilo monótono, sino una exposición variada, con altos y bajos, con énfasis en determinados momentos y declives en otros; en definitiva, con matices personales que cautiven la atención de esos futuros oradores. A su vez, Quintiliano trata de evitar las descripciones generalizantes o definiciones categóricas de cada género, 12 y prefiere destacar, dentro de cada uno, las variantes y diferencias entre los autores. Así, rescata el valor de autores disímiles y hasta opuestos entre sí que pertenecen, no obstante, a un mismo género. Ennio y Ovidio, por ejemplo, pueden ser representantes del mismo género, pero uno es solemne y el otro “poco grave”. Ovidio, como modelo de poeta elegíaco, es completamente opuesto a Tibulo y Propercio por su lascividad13 , pero todos ellos, dentro de la elegía, son recomendados como lectura para el orador. Por otra parte, advertimos que el canon dividido en géneros contiene más nombres propios que cualidades que los definan. Oportunamente hemos señalado, incluso, el interés de Quintiliano por establecer el orden de cada autor en una especie de ranking en vez de ofrecer una descripción de su estilo o analizar su valor para el orador. Consideramos que esta decisión responde a la creencia de Quintiliano de que los ejemplos valen más que las exposiciones o, incluso, que las opiniones: “Nam omnium quaecumque docemus hinc sunt exempla, potentiora etiam ipsis quae traduntur artibus [...], quia quae doctor praecepit orator ostendit” (15). En su programa didáctico, el ejemplo está por encima de la teorizacón. Asimismo, en muchos casos en los que desarrolla descripciones, estas suelen ser imprecisas, orientadas a opinar en vez de definir o caracterizar a un autor o género. No es del todo claro hablar del “ingenio” (ingenium) de Clitarco u Ovidio, la “grandeza” 11 Laird (2006: 16) señala acerca del canon: “Quintilian’s agenda leads him apparently to play down or ignore the more general achievements of many writers he is obliged to mention: Lucretius is deemed worth reading but ‘difficult’, and although Catullus’ invective is acknowledged, his lyrics and other verses are not mentioned. The survey in the Institutio covers a wide range of literature, but it is very cursory. One suspects that the rather legislative tone must have contributed to the extensive influence of this part of the work on taste in later ages, but many of the evaluations are of limited use to later readers because Quintilian saw little need to justify verdicts which he probably regarded as conventional”. 12 Aunque no puede evadirlas. Estas aparecen en los primeros parágrafos del libro, a modo de introducción. Así, por ejemplo afirma que los poetas son valiosas porque se valen de un lenguaje sublime, aunque el orador no debe seguirlos en todo. Generaliza también cuando insta a los oradores a leer historia por la forma en la que los autores rompen con la monototonía de la narración. Una de sus afirmaciones generalizantes más categóricas es la afirmación de que la comedia es el género más adaptado a la oratoria por su libertad de expresión (65). 13 Hemos seleccionado simplemente algunos ejemplos para ilustrar.

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(grandis) de los cómicos griegos, la “belleza” (venus) de los cómicos latinos, la “energía” (vis) de Heródoto. Estos ejemplos y muchos otros nos muestran a un Quintiliano despojado de tecnicismos, dedicado, por el contario, a volcar en el texto sus propias impresiones, que no tienen por qué tener un tono científico. Otro punto que sobresale del tratamiento de los géneros literarios es el afán de Quintiliano por establecer una competencia entre los autores griegos y romanos. Este aspecto refuerza nuestra hipótesis del uso asistemático de los géneros, pues privilegia su nacionalismo por sobre la pretendida objetividad del historiador de la literatura. 14 En suma, Quintiliano postula su visión personal del asunto, y los géneros literarios son el primer esquema de selección del que se vale. Estos le permiten incluir autores que, de otro modo, no hubiera podido recomendar: si nadie puede superar a Homero, Demóstenes o Cicerón, de nada valdría seguir la exposición. En cambio, al separar en géneros la lista de autores, puede destacar a los mejores dentro de cada uno y así ampliar el espectro para el orador. Y nuevamente, dentro de cada género, no es forzoso elegir al mejor autor sino al que más convenga al orador y, específicamente, aquella característica propia de cada uno diferente y variada de acuerdo con las circunstancias. Finalmente, concluimos que Quintiliano plantea que el orador no debe ser simplemente un experto en oratoria. El buen orador debe valerse de este panorama de géneros literarios para ser instruido en varios aspectos, estilos y temas, formarse en una vasta cultura, enriqueciéndose con el conocimiento de diversos modelos y contramodelos 15 y, como consecuencia de esto, ser capaz de discernir lo más apto para él mismo. La tarea del orador es, según este planteo, un ejercicio constante del iudicium, que sólo se agudiza con un conocimiento pormenorizado de la vastedad de la literatura a disposición. Los géneros literarios tal como los utiliza aquí Quintiliano constituyen una herramienta didáctica para exhibir esta postura. BIBLIOGRAFÍA CITRONI, M. (2006). “Quintilian and the Perceptions of the System of Poetic Genres in the Flavian Age”, en R. R. Nauta, H-J. Van Dam, J. J. L. Smolenaars (ed.) Flavian Poetry, 119. London-Boston: Brill. DAVIES, M. (1988). “Monody, Choral Lyric, and the Tyranny of the Hand-Book”, The Classical Quarterly. New Series 38, nº 1: 52-64. EGGER, E. (1887). Essai sur l'histoire de la critique chez les Grecs, introduction à l'étude de la littérature grecque. Paris: G. Pedone-Lauriel. FANTHAN, E. (1989). “Latin Criticism of the Early Empire” en G. C. Kennedy, The Cambridge History Of Literary Criticism, vol. 1, Classical Criticism, 286-291. Cambridge: Cambridge University. FERNÁNDEZ LÓPEZ, J. (2007). “Quintilian as Rhetorician and Teacher”, in W. Dominik & J. Hall (ed.) “A Companion to Roman Rhetoric”, 307-322. Oxford: Blackwell. 14

Acerca de la tensión entre onjetividad y sujetividad en Quintiliano cf. Fernández & Marello (2009). Dice Fernández López. (2007: 308): “The ideal orator envisioned by Quintilian, however, is not just someone who has mastered all the rhetorical devices but rather is a man who has also acquired a vast knowledge of culture both philosophical and literary, who is gifted with a high moral sense, and who puts this entire legacy to the service of his community through the successful practice of rhetoric in public life (see Inst. 12.1.26, where political leadership is mentioned as the ideal orator’s supreme function)”. 15

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FERNÁNDEZ, P. & E. MARELLO (2009). “Tensión entre el discurso objetivo y subjetivo en la tarea crítica de reconstrucción de una historia literaria en Quintiliano: una propuesta de análisis de Institutio oratoria X”, en referato en Actas de las V Jornadas Nacionales “La(s) retórica(s) en la Antigüedad y sus proyecciones”, Facultad de Humanidades y Artes, Universidad Nacional de Rosario y el Centro de estudios de Filosofía Antigua “Ángel J. Cappelletti”, Rosario, Argentina. GLARE, P. (ed.) (1996). Oxford Latin Dictionary. Oxford: Oxford University. HABIB, M. A. R. (2005). A History of Literary Criticism. From Plato to the Present. Blackwell. HABINEK, T. (2005). Ancient Rhetoric and Orator. Oxford: Blackwell. LAIRD, A. (2006). Oxford Readings in Ancient Literary Criticism. Oxford: Oxford University Press. LOGIE, J. (2003). “I Have No Predecessor to Guide My Steps: Quintilian and Roman Authorship”, Rhetoric Review, 22, nº 4: 353-373. PETERSON, W. (ed.) (1891). M. Fabi Quintiliani Institutionis Oratoriae, Liber Decimus. Georg Olms Verlagsbuchhandlung: Hildeshein. QUINTILIANO, M. (1970). Fabi Quintiliani Institutionis oratoriae libri duodecim, vols. 1 et 2, recogn. brevique adnot. crit. instr. M. Winterbottom. Oxford: Clarendon.

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