Qué significa dirigir un Trabajo de Grado

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Descripción

¿Qué significa dirigir un Trabajo de Grado? Por Karem Sánchez de Roldán Profesora Titular Facultad de Ciencias de la Administración Universidad del Valle Cali- Colombia [email protected]

“¡Inteligencia, dame el nombre exacto de las cosas! … Que mi palabra sea la cosa misma, creada por mi alma nuevamente. Que por mí vayan todos los que no las conocen, a las cosas; que por mí vayan todos los que las olvidan, a las cosas; que por mí vayan todos los mismos que las aman, a las cosas… ¡Inteligencia, dame el nombre exacto, y tuyo, y suyo, y mío, de las cosas!.” (Juan Ramón Iimenez. Eternidades, 1918)

Mi primera experiencia como directora o tutora de un trabajo de grado fue hace casi 25 años hacia el principio de la década de los 90 en la Facultad de Ciencias Sociales y Económicas de esta misma Universidad. En apariencia, el caso estaba perdido. Después de más de 10 años de matrículas, retiros y readmisiones, el estudiante, un adulto en su treintena, no se había graduado del programa de pregrado en sociología. No había podido escribir su trabajo de grado. Un requisito final que para muchos estudiantes en cualquier nivel de formación se presenta como la máxima barrera para obtener el título académico al cual aspiran. En el marco de una amnistía académica concedida por la Universidad, ésta era para él su última oportunidad. Para mí, era la primera experiencia en estas lides académicas. Trabajamos con constancia y dedicación por más de un año, él se graduó como sociólogo y yo aprendí cantidades. Desde entonces, no he cesado de preguntarme una y otra vez ¿Qué significa la dirección de trabajos de grado en cualquiera de sus niveles de formación? ¿Cuáles son las implicaciones para el profesor que asume el compromiso? ¿Para el estudiante que se propone como fin último graduarse y continuar su vida personal, académica y profesional? ¿Para la institución universitaria en el seno de la cuál estos procesos académicos se legitiman y sus resultados se entregan a la sociedad? Estas reflexiones también se nutren de mis propias experiencias ya no como profesora, sino como estudiante. He tenido directores de trabajos de grado en el 1

pregrado, la maestría y el doctorado. ¿Qué aprendizajes y conclusiones se pueden extraer de cara a una labor docente que todavía tiene años por delante? No hay nada de banal en la pregunta sobre el significado de una labor --que junto con la docencia, la investigación, la extensión y la administración académica-- se reconoce como parte de la asignación académica de los profesores universitarios. De hecho, en los tiempos que corren signados por el predominio de la lógica del mercado; de la cosificación de la actividad intelectual por la vía de los ‘productos’ como indicadores de rendimiento; del imperialismo de los puntos salariales y los factores de impacto; de las mediciones de todo y para todo, se impone, más que nunca, la pregunta sobre el sentido de todo lo que hacemos en los ámbitos académicos. ¿Cuál es su alcance, su motivo y su razón? Desde mi punto de vista, en la expresión ‘dirigir trabajos de grado’ subyace tácito e invisible lo esencial: la relación entre personas: docentes y estudiantes que interactúan en condiciones específicas en el marco de un ámbito institucional académico. De esta interacción resulta, en el mejor de los casos, estudiantes graduados quienes en el proceso han logrado realizar una contribución a la generación de conocimiento proporcional a su nivel de formación. En esta perspectiva, se trata entonces de un compromiso mediado por la confianza y la honorabilidad, en el cual cada una de las partes está llamado a desempeñar su papel. En estas épocas en las cuales las palabras también parecen haber perdido sus significado, vale la pena recordar la definición elemental de compromiso (Obligación contraída por medio de acuerdo, promesa o contrato) y sus sinónimos (obligación, deber, convenio, acuerdo, pacto, responsabilidad, contrato). En este orden de ideas, cabe preguntarse en qué consiste y cuál es la naturaleza del compromiso que asume cada una de las partes. Empecemos por decir que el del profesor director/tutor, en una forma de extensión de sus actividades docentes, se ubica en el terreno de un acompañamiento personalizado en el cual pone al servicio del estudiante su conocimiento y experiencia. Indudablemente, cumplir a cabalidad su parte supone ir más allá de lo que unas horas le aseguran en su asignación académica. El compromiso del estudiante, es una forma de extensión del aprendizaje distinta al cumplimiento de los requisitos de aprobación de cursos consignados en los currículos. Consiste en tomar en sus manos, de manera proactiva y autónoma, las actividades de lectura, investigación y pensamiento sugeridas y guiadas por su profesor director/tutor. Finalmente y en aproximaciones sucesivas logra la elaboración de un documento que refleja los resultados de esta fase de su proceso formativo. El tan anhelado trabajo de grado. En estas interacciones no solo son puestas a prueba las capacidades intelectuales y de conocimiento de cada uno de los participantes. En tanto que el proceso y actividades involucran a seres humanos, también las condiciones emocionales y éticas salen a relucir. ¡Cuántas veces un estudiante deserta de su empeño ante el abandono e incumplimiento de su profesor/director, o del uso de un trato desobligante e irrespetuoso! ¡Cuántas veces un profesor/ director no ha tenido que tramitar su frustración cuando un estudiante, luego de meses de trabajo conjunto, abandona sin mayor explicación porque ha recibido una oferta que promete la vía fácil y rápida para cumplir con el requisito de trabajo de grado! Pero también ¡Cuántas veces una palabra amable, un gesto de paciencia o un pequeño estímulo positivo a autoestimas débiles y lastimadas, logran los mejores resultados académicos! 2

¡Cuántas veces, el estudiante hace resonar su entusiasmo y deseo de conocimiento con los de su profesor y los recursos que pone a su disposición, logrando ambos satisfacción académica y personal! Una relación constructiva entre profesor/director y estudiante, conducente al logro de los objetivos que persigue se fundamenta entonces, en expectativas claras y comprensión cabal de los roles y responsabilidades. A esta luz es indudable que no se trata de un compromiso de cualquier naturaleza ni tampoco se trata de una tarea sencilla. No menos importante es el papel y compromiso del ámbito académico-institucional en el que se desenvuelve todo el proceso. Las autoridades académicas, directores y comités de programa, crean las garantías para el cumplimiento riguroso de criterios de calidad por la vía de reglas del juego claras, transparentes y conocidas por todos los actores. Se preservan así tanto deberes como derechos de cada una de las partes atendiendo a las sutiles, y a veces no tanto, relaciones de poder que en estos marcos afloran. ¿Qué voz tiene más fuerza? ¿A cuál se le da la prioridad? En este contexto, el estudiante quien en este ámbito se encuentra en la escala inferior del ejercicio del poder, deposita su confianza en el buen juicio académico de quienes velan por sus intereses y por las garantías requeridas por los profesores/directores para cumplir con su labor. La imagen especular de la dirección de los trabajos de grado, es su evaluación. Solo quienes tienen claro lo que significa dirigir un trabajo de grado, pueden apreciar de mejor manera ésta, la otra cara de la moneda. Cada vez es más abundante la literatura en educación resultante de procesos de investigación en torno a este tema. Su valor en el contexto formativo académico no es menor. Esta arroja importante e iluminadores resultados sobre el impacto y consecuencias de esta actividad cuando realizada con un genuino espíritu constructivo valida, refrenda y contribuye a afinar lo hasta allí logrado. Se convierte en puntal definitivo para el mejoramiento del resultado final de un largo proceso ahora condensado en un manuscrito. Instrumento esencial para realzar la calidad de procesos formativo. De forma paralela, esta misma investigación muestra también en múltiples niveles los efectos adversos y devastadores de evaluaciones realizadas desde las cumbres de la arrogancia intelectual, a la ligera, de afán y sin el menor respeto por el trabajo --bueno o no tanto-- que encierra el texto que el evaluador tiene entre manos. Sería deseable como criterio a la hora de elegir evaluadores de trabajos de grado que los potenciales candidatos hayan dirigido trabajos de grado ellos mismos. Sin duda, habrá perspectivas diversas y enfoques varios sobre lo que significa dirigir un trabajo de grado. Un intercambio de ideas sobre todas ellas sería de vital importancia. En todo caso, me resisto a pensar que es solo la lógica económica, el punto y la bonificación las que orientan eta la actividad académica. Como decía un conocido comentarista deportivo de la comarca: Por lo menos así lo veo yo.

Santiago de Cali, 24 de Febrero de 2016

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