Qué hacer con Góngora

August 16, 2017 | Autor: Luis F. Aviles | Categoría: Luis de Góngora, Literatura española del Siglo de Oro
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Descripción

Qué hacer con Góngora

Luis F. Avilés

University of California, Irvine

Julio Baena. Quehaceres con Góngora. Newark, Delaware: Juan de la Cuesta Hispanic Monographs, 2011. Pp. 278. ISBN: 978-1-58871-207-3. En su más reciente libro, Julio Baena responde a la manera en que los críticos se posicionan frente a un escritor como Góngora por medio de otro posicionamiento, el que él mismo le otorga a Góngora. El poeta no está allí como pretexto para demostrar erudición, ni como autor encasillado a una época, ni como vehículo de significados traducibles por medio del “close reading”. No. Julio Baena posiciona a Góngora en el lugar que, para él, es absolutamente necesario colocarlo para lograr entenderlo y, al mismo tiempo, entender su lugar como intelectual. En la soledad de la lectura aislada del “mundanal ruido” de la crítica, recuperando una lectura fundacional y fundante a la vez de una modernidad fallida, Góngora aparece sorprendentemente aclimatado a los quehaceres de hoy en día. Es aquí donde reside la aportación de este libro y, al mismo tiempo, donde transita una zona peligrosa, en la orilla que elige habitar Baena junto a su admirado poeta. Libro atrevido, malhumorado a veces, o hasta indignado, pero indiscutiblemente valiente. Quehaceres con Góngora consta de tres largos y detallados “quehaceres”, seguidos de lo que podríamos llamar quehaceres menores, pero no menos importantes, terminando con un apéndice. En el “Quehacer primero” Julio Baena se propone una difícil operación: cómo leer a Góngora como si fuera la primera vez, sin ayuda de la crítica, en soledad. Para ello descarta las monumentales ediciones con excesivo aparato crítico y prefiere aquellas carentes de comentario y prosificaciones, como es el caso de la edición de Antonio Carreira (Editorial Castro). De otra manera, no se podría (según Baena) recuperar el gozo inicial de resolver el crucigrama de esta poesía. Góngora se entiende mejor en nuestros tiempos, pero no porque exista una tradición de comentarios críticos que nos ayuden a leerlo. Toda esta tradición Baena la define como ruido que evita volver a la música, a la textura misma del poema. La propuesta es volver a la lectura de Góngora sin mensajero y, por supuesto, leerlo aquí y ahora, desde una perspectiva muy cercana a los desastres del neoliberalismo actual, siguiendo de cerca a John Beverley. Quedaría entonces la incógnita de cómo puede Julio Baena salvarse o sustraerse a la producción de mayor ruido al proponer una vuelta a la textura originaria y pre-comentada de Góngora. ¿Qué surge de la soledad del que

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busca evadir ese ruido y adentrarse en Soledades? En otras palabras, ¿surge algo distinto del habitual ruido? Al principio del “Quehacer segundo” Julio Baena reconoce esa trampa. Se da cuenta de que, para construir los “auriculares” con los que va a escuchar a Góngora en soledad, debe primero quitárselos y “escuchar a Góngora con todo el ruido que le pertenece, con toda la crítica” (69). En este quehacer nuevo, lo que hay que construir es el edificio mismo de la soledad, entendido quizás como la casa solitaria del crítico que ya se ha propuesto como necesaria en el primer quehacer. Una casa cuyo primer pilar deberá ser escoger la edición adecuada. Baena identifica tres manifestaciones características de la soledad en la época de Góngora. Primero, es la construcción que hace un sabio para su propia protección. Segundo, la soledad constituida por la nostalgia, por un echar de menos algo que falta, un sentimiento de pérdida muy parecido a la melancolía. Tercero, una soledad como espacio que se construía con trabajo y dinero. Es el lugar aristocrático al que se le asignan las funciones de recreo, retiro y también el locus para construir ruinas artificiales. Para Baena, la soledad de las Soledades es una construcción mental y de muerte. Se construye sin manual de uso e implica una reterritorialización del lenguaje mismo que lleva a su propia destrucción. Es una soledad en perpetua construcción, en continua errancia, distinta a la peregrinatio (la cual implica un lugar de llegada, una orientación geográfica). Esta es la modernidad de las Soledades. Como en el Persiles y Sigismunda de Cervantes, la soledad en Góngora no llega a ninguna parte, abocada a la errancia. En el “Quehacer tercero” Julio Baena propone que el nacimiento de la poesía moderna hay que identificarlo con la poesía mística española y la obra de Góngora. Modernidad, por supuesto, entendida como fracaso. ¿Qué es lo que hace modernos a estos poetas? Su capacidad para reventar y destruir los mecanismos institucionalizados del sentido que se asocian también al dinero y al capital. Tomando como una de sus bases para su argumento un verso del Cántico espiritual de San Juan de la Cruz (“no saben decirme lo que quiero”) y conjugándolo con la imposibilidad de la traducción y la lucha contra el valor de cambio que efectúa Góngora, se concluye así con el postulado moderno de que el lenguaje “nunca puede dar lo que promete” (167). En esta sección, el trabajo de Michel de Certeau es fundamental. Del otro lado del lenguaje no hay nada y, debido a eso, Góngora se convierte en un poeta del fracaso. Su poesía es improductiva, destructora del valor de cambio asociado al capitalismo emergente, rica en deudas y malas inversiones. Es el poeta en permanente escapada y es éste el poder de su poesía (su perpetua errancia improductiva). El material que sigue a los quehaceres “mayores” consiste en diversos temas que dan continuidad al volumen, tales como el énfasis en la economía, el cantar mal, algunas observaciones sobre la rima, la cetrería como unión de la caza y la guerra y, por último, reflexiones sobre la orilla como límite, soledad y muerte en una cantidad significativa de poemas (la orilla aparece, según Baena, en 140 de un total de 500 poemas escritos por Góngora). Por último, completa el volumen un útil apéndice que reproduce las citas sobre la orilla en la poesía de Góngora. Libro ecléctico, denso, forjado en la casa solitaria donde el crítico dialoga con el poeta. El libro reproduce el acercamiento de un crítico indignado con el contexto en que le ha tocado vivir (la modernidad fallida), junto con el descubrimiento del significante 214

CONFLUENCIA, FALL 2014

iterativo como crítica sostenida al fantasma de los sentidos que consumimos de forma pasiva. Es muy probable que este libro haya querido reproducir esas ruinas artificiales y melancólicas, donde el crítico ha podido ensayar un diálogo a solas con Góngora, pero a la vez forzado a acumular en su bibliografía el testimonio del “ruido” que le tocó escuchar (y en esa lista, sin duda, Baena ha encontrado ritmos afines a los suyos). Es un prototipo de máquina del tiempo, donde Góngora podría ser el anticipo de todo un mundo contemporáneo de injusticia económica. Ante el significante vacío de sentido o ante las manipulaciones fantasmagóricas del mercado, se propone construir un nuevo edificio frágilmente sostenido por soportes porosos. Desde esa posibilidad del precipicio crítico nos habla la voz de Julio Baena en este interesante y, yo diría, único libro.

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