¿Qué es una pregunta en la pedagogía del preguntar?

July 21, 2017 | Autor: Jaime Valdés | Categoría: Educación, Pedagogía
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Descripción

¿Qué es una pregunta en la pedagogía del preguntar?

Jaime Valdés 1°/Noviembre/2012

Preguntar es más difícil que responder. Gadamer Para el gran filósofo alemán de la hermenéutica, Hans Georg Gadamer, a quien seguiremos aquí: Una pregunta es la estructura lógica de apertura que caracteriza a la experiencia hermenéutica de construir significados. No se puede tener la experiencia de construir significado, desde un sentido propio, sin la actividad del preguntar. Para Gadamer, lo primero esencial a toda pregunta es que tenga un cierto sentido de orientación. Es decir, que lo preguntado sea colocado bajo una determinada perspectiva que supone cierta ruptura con el ser de lo preguntado. El conocimiento de que algo es así y no como uno creía, implica haber pasado por la pregunta de si ese algo es o no es así como se me presenta. Supone preguntarse si sé o no sé respecto de ello. El que está seguro de saberlo todo no puede preguntar nada. Para poder preguntar hay que querer saber, esto es, saber que no se sabe y declarar: “yo sé que no sé” (la ignorancia docta de Sócrates). Sólo manifestando ese “no sé”, aparece la posibilidad de saber a través de una pregunta. Para todo conocimiento y discurso que quiera conocer el contenido de las cosas la pregunta va por delante. Todo saber pasa por la pregunta. Como decíamos anteriormente en el post anterior, el problema de la evaluación de la enseñanza tradicional es que se mide a través de preguntas, tipo alternativas PSU, sinónimo de conocimiento de calidad en Chile, donde se piden las respuestas correctas determinadas por lo que hay que saber como sistema cerrado. ¿Cuántas veces un profesor de historia y sus estudiantes no se frustran o limitan porque tienen que someterse a responder la “alternativa con la respuesta correcta”? Se frustran porque saben que ser capaz de alcanzar una comprensión histórica de la sociedad contemporánea, está más allá de lo que las preguntas de selección múltiple permiten. Respuestas estandarizadas para preguntas estandarizadas, inductoras de verdades únicas. El asunto que se ha olvidado, en el test final de la etapa escolar, es en qué consiste preguntar. Según Gadamer, preguntar quiere decir abrir. La apertura de la pregunta consiste en que la respuesta no está fijada a priori. Lo preguntado queda en el aire respecto de cualquier afirmación previa. El sentido del preguntar es precisamente una situación de suspensión de un saber que se convierte en pregunta abierta. La verdadera pregunta requiere esa apertura y cuando falta no es más que una pregunta aparente. Como lo que ocurre con las preguntas pedagógicas PSU cuya invalidez y paradoja consiste en que en ellas, no hay alguien que

pregunte realmente. Lo mismo ocurre con la pregunta retórica, en la que no sólo no hay quien pregunte, sino que no hay nada efectivamente preguntado. Porque una pregunta abierta también tiene sus límites, se mueve en un horizonte. Toda pregunta tiene que ser planteada en una dirección, una pregunta sin sentido es una pregunta sin guía ni orientación. Ello implica apertura y limitación. Supone mostrar la cantidad de duda que queda abierta, está mal planteada cuando no alcanza lo abierto, sino que lo desplaza manteniendo falsos presupuestos. . Por ejemplo, un profesor de historia podría preguntar acerca de “las causas de la segunda guerra mundial” y dar alternativas de selección múltiple convirtiéndola en aquél tipo de preguntas cerradas. En este caso, el falso pre-supuesto podría ser un entendimiento de la historia humana como causalidad lineal y secuencia cronológica de causas y efectos directos. Pero ese mismo profesor también tiene otro camino por seguir. Podría preguntar: “¿Hasta qué punto y de qué modo los tratados de paz pueden llegar a ser causas de futuras guerras? Ejemplifique con dos casos de guerras del siglo XX”. En este segundo modo de preguntar, es evidente la apertura. Al plantear la expresión “hasta qué punto”, propone la realización de una evaluación, una apreciación y análisis de la situación, con horizonte abierto y vigente: tanto en el sí como en el no. Y de otra parte, al interrogar con la expresión “de qué modo”, se pide discernir, preguntarse cómo puedo demostrar mi hipótesis con dos casos respecto de lo que he decidido colocar como evidencia para fundamentar mi juicio. Otra clase de historia, otra práctica de pensamiento. Dime cómo evalúas y te diré como enseñas. En esto estriba la relación entre preguntar y saber. La esencia del saber no consiste sólo en juzgar correctamente, sino en excluir lo incorrecto al mismo tiempo y por la misma razón. Lo tercero. No hay método que enseñe a preguntar. El ejemplo de Sócrates muestra que todo depende de que se sepa que no se sabe. Su arte de desconcertar crea los presupuestos que necesita el preguntar. Todo preguntar y todo querer saber presupone un saber que no se sabe, pero de manera tal que es un determinado no saber el que conduce a una determinada pregunta. Vean aquí algunos tipos de preguntas socráticas ¿En qué consiste la dificultad de saber qué es lo que no se sabe? Con esto, Gadamer se pregunta algo que hoy es relevante para mirar el fenómeno de los opinólogos que hablan sobre cualquier tema como si fueran especialistas. Dice que la dificultad está en el mismo poder de la opinión, contra la cual hay que luchar para llegar al reconocimiento de que no se sabe. Quedarse en la opinión es lo que reprime el preguntar. Opinión siempre quiere ser opinión general. Una importante ceguera humana es no distinguir entre saber y opinión. ¿Cómo entonces es posible llegar al estado de no saber, puerta de entrada al preguntar? A esto sólo se llega de la manera como a uno le llega la ocurrencia (esas ideas inesperadas y repentinas que aparecen como pensamiento original). Las ocurrencias no se improvisan por entero. También ellas presuponen una cierta orientación hacia un ámbito de lo abierto desde donde puede venir la ocurrencia. Las ocurrencias presuponen preguntas. La verdadera esencia de una ocurrencia consiste menos en tener una respuesta a la solución de

un problema, y más en que uno empuje hacia lo abierto, desde una pregunta posibilitando una respuesta. Toda ocurrencia tiene la estructura de una pregunta. Las preguntas se nos ocurren, surgen, nosotros no las provocamos. ¿Qué hacer para originar una pregunta? ¿Qué es lo que nos mueve a hacer preguntas? Observamos varias situaciones. Por ejemplo, una experiencia que evaluamos como negativa. O también el impulso a no integrarse en las opiniones prestablecidas. De algún modo, una pregunta surge desde un padecer. Llega un momento en que ya no se puede seguir eludiendo ni permanecer en la opinión acostumbrada. Lo que llamamos “pensamiento fresco” requiere que uno enfrente a la disonancia, la confusión y la incertidumbre, en lugar de memorizar, aceptar o someterse a las ideas de los demás. No aceptar las opiniones preestablecidas nos mueve a hacer preguntas, como que algo duele. Entonces se nos ocurren preguntas. Precisamente, desde esa insatisfacción que no se resigna a aceptar lo existente como solución puede generarse la innovación. Vean lo que escribe Kirsten Winkler a propósito de lo que llama Educación Disruptiva. Entonces, el que quiere saber es el que tiene preguntas. El arte del preguntar y de buscar la verdad no es el arte de huir de la coerción de opiniones de otros. Más bien la libertad respecto de las opiniones establecidas es su presupuesto. Sólo se manifiesta en aquél que sabe preguntar y que es capaz de mantener en pie sus preguntas, esto es, su orientación abierta. El arte de preguntar es el arte de seguir preguntando y esto significa que es el arte de pensar. Se llama dialéctica porque es el arte de llevar una auténtica conversación. ¿Qué es necesario para llevar una conversación? En primer lugar que los interlocutores no argumenten en paralelo. Asegurarse que cada uno le sigue el paso al otro. Requiere no aplastar al otro con argumentos sino sopesar realmente el peso de la opinión contraria. No es el intento de buscar el punto débil de lo dicho, sino más bien en encontrar su verdadera fuerza. En esto es arte de ensayar, el arte de ensayar es el arte de preguntar. Llevar una conversación, guiar una buena clase, es sostenerla con preguntas. Un maestro o una maestra debiera interrogarse al preparar sus clases: ¿Cuáles son las preguntas relevantes que voy a plantear? Lo atractivo es que conversar desde un preguntar significa poner(nos) al descubierto y en descubierto. Y lo que sale como una verdad desde una pregunta compartida es la reflexión, la palabra meditada en conjunto, que no es ni el argumento mío ni el tuyo. El arte de encaminarse en una conversación es el arte de mirar juntos en la unidad de una intención. Por ejemplo, vean el poder que tiene una pregunta puesta en lluvia de ideas al interior de un colectivo.

Conclusiones La enseñanza tradicional tiende a centrarse en la transmisión de información a los estudiantes. Por el contrario, una enseñanza comprometida con el aprendizaje, basada en la pedagogía del preguntar, concentrará su energía en cómo los profesores están recurrentemente provocando preguntas, interrogantes, problemas, descubrimientos y pensamiento propio. En la enseñanza tradicional, el profesor puede explicar, por ejemplo, paso a paso, un poema y al poeta en particular, esperando que los estudiantes tomen notas detalladas o que apliquen el método del manual correspondiente. En la enseñanza comprometida, los estudiantes pueden primero hablar de sus pasiones, cuestionarse, leer, hacer poemas y discutir sobre el grado de la magia que existen en ellos. ¿Recuerdan la película “La sociedad de los poetas muertos”? Las preguntas son como la levadura para hacer el pan. Poner en suspenso es la esencia original del preguntar. Las preguntas convierten a las “cosas” del mundo en algo de valor. Actúan como levadura para construir y transforman los contenidos en significados relevantes para si. El que quiera pensar tiene que preguntarse. Para ir más allá de la opinión mundana el punto principal es dar importancia a la ocurrencia de la pregunta . Este es un espacio fructífero y disponible para cultivar una relación dinámica entre preguntas, asombro y curiosidad, liberando el aula como santuario de verdades. Las preguntas como la base para crear nuevos mundos desde una pedagogía transformadora.

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