Qué es una decisión moral sobre el aborto

June 15, 2017 | Autor: Daniel Mercado | Categoría: Bioethics
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Qué es una “decisión moral” sobre el aborto Daniel Mercado S.J. Jesuita y médico

Una pregunta clave es si la libertad moral de decidir que tiene la mujer es suficiente para justificar moralmente su acción y, en consecuencia, dar sustento a una legislación que garantice tal decisión. Se hace imperativo adoptar un compromiso decidido para conseguir que la tasa de abortos evitables disminuya, algo que no consiguen eficazmente por sí mismas ni la prohibición ni la despenalización del aborto.

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Maternidad, Eugene Carriere.

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a reflexión del hombre en torno al aborto está documentada desde tiempos tan lejanos como el siglo XVIII a.C., coincidiendo, en la práctica, con el advenimiento de la civilización. Esta extensa historia, lejos de contribuir a simplificar el problema, ha ido dejando en evidencia su enorme complejidad. Afecta múltiples dimensiones humanas: biológica, médica, social, jurídica, religiosa y moral, entre las más sobresalientes. En consecuencia, toca el área de estudio de diversas disciplinas humanas. Resaltemos que, en cuanto problema ético, implicará siempre una decisión moral que busca obrar de forma correcta. Por lo dicho, si se pretende abordar el tema del aborto, buscando una aproximación que intente lograr un consenso, es imprescindible hacerlo dentro de un diálogo, enfoque y método multidisciplinar. En este artículo pretendemos aportar al debate desde la bioética, específicamente considerando la cuestión de si la mujer puede legítimamente ejercer su autonomía moral en la decisión de abortar, esto es, hasta qué punto es libre de elegir. De otra parte, sería imposible ofrecer un tratamiento integral del tema, y solo podemos presentarlo en sus facetas biomédica y ética. Para esto, comenzamos a continuación con una aclaración de términos que fije los límites de la cuestión NOVIEMBRE 2015

tratada, revisamos algunos aspectos legales, describimos datos relevantes de la situación epidemiológica del aborto, pasamos a la consideración moral y, finalmente, ofrecemos unas pocas conclusiones.

TERMINOLOGÍA Es imprescindible definir aquello sobre lo que se quiere tratar. De ahí que hayamos elegido comenzar por precisar qué entendemos por aborto. La definición más simple es “interrupción voluntaria del embarazo”. Por interrupción voluntaria se entiende una acción deliberada conducente a la finalización del embarazo, produciendo la muerte del embrión o feto. El término de referencia de aquella definición lo constituye el embarazo; toda la definición gira en función al embarazo: solo puede abortar una mujer que se sepa embarazada. Ahora bien, ¿cuándo se puede decir que comienza el embarazo? Médicamente, puede diagnosticarse por los fenómenos que se inician a partir del final de la segunda semana desde el momento de la fecundación (unión de espermatozoide con ovocito), que es, además, cuando el embrión anida en el útero. Respecto a cuándo termina un embarazo, lo habitual es estimar que finaliza con el nacimiento. Por tanto, cuando hablamos de “aborto”, tenemos que diferenciarlo de “nacimiento”: para esto se recurre a la categoría de viabilidad, es decir, a la consideración de cuándo el feto puede sobrevivir fuera del útero. Esto no fija un límite nítido y se halla dentro un rango llamado “umbral de viabilidad”, que estaría entre las semanas 22 y 26 de gestación. Aborto sería, por lo dicho, la interrupción de una gestación desde la segunda semana a partir de la fecundación hasta la 22ª y la 26ª semana de gestación.

ASPECTOS LEGALES La legislación respecto del aborto puede ser restrictiva, o bien de mayor flexibilidad y liberalizada. Son dos los tipos principales de ordenamiento jurídico que liberaliza su práctica: según supuestos o según plazos. Según supuestos, se entiende que el aborto está penalizado, pero que en determinadas circunstancias —salud de la madre, violación o incesto, y malformaciones del feto— se acepta legalmente. La legislación según plazos establece la progresión en la protección de la vida del embrión o feto. En una primera fase —generalmente, las doce semanas iniciales de gestación— no se necesita aducir motivo alguno y basta la voluntad de la madre, estableciéndose plazos sucesivos en los que debe concurrir alguna razón concreta para abortar. Con más de cincuenta años de implementación de legislaciones que liberalizan el aborto, es posible contar con datos

concretos y fiables que permitan sopesar algunos aspectos de su impacto, lo que haremos en tres ámbitos: salud materna, epidemiología y evolución de la tasa de aborto. Es un hecho que la legislación restrictiva del aborto contribuye a su práctica clandestina en condiciones casi siempre inadecuadas, poniendo en serio riesgo la salud de la madre. Es lo que se conoce como aborto inseguro. La Organización Mundial de la Salud estima que cada año suceden más de 21 millones de abortos inseguros que son la causa de un 13% del total de las muertes maternas, es decir, de las relacionadas con el embarazo1. Estos antecedentes son ciertamente llamativos, aún más si son contrastados con que un aborto bajo condiciones seguras tiene una mortalidad menor, calculada en 0,05%. El aborto no es solo Estos datos parecieran inuna cuestión de salud dicar la pertinencia de una legislación permisiva del aborreproductiva, sino que to y son, de hecho, un argues algo representativo mento que se suele esgrimir de la injusticia social y en su favor. Es necesario seeconómica. Esta es una ñalar que la simplificación del problema, argumentando que faceta del problema aborto legal es igual a reducque no puede dejarse ción en mortalidad, pierde de de lado en su análisis y vista muchas de las variables en el planteamiento de que contribuyen a esa tasa de mortalidad. Con todo, no es soluciones. descabellado decir que la liberalización de la práctica del aborto permite que este se realice en condiciones de mucha mayor seguridad para la salud de la mujer y, en este sentido, la protege. Hay algunos datos epidemiológicos que no pueden pasarse por alto. En Estados Unidos2, donde el aborto está legalizado, cerca de la mitad de todos los embarazos son no deseados y cuatro de cada diez embarazos terminan en aborto. Las variables socioeconómicas y raciales influyen decisivamente en el riesgo de abortar; así, las mujeres negras en edad fértil (15-44 años) son solo el 14% de la población de Mujeres en Edad Fértil (MEF), pero representan el 29,6% del total de abortos. Hallarse por debajo de la línea de pobreza también juega un papel gravitante, pues, siendo solamente el 15,9% de las MEF, las mujeres que se sitúan bajo ella suman el 26,5% del total de abortos. El aborto, por consiguiente, no es solo una cuestión de salud reproductiva, sino que es algo representativo de la injusticia social y económica. Esta es una faceta del problema que no puede dejarse de lado en su análisis y en el planteamiento de soluciones. Las estadísticas de aborto, ofrecidas por las entidades de salud oficiales de EE.UU., Francia, España y Reino Unido, muestran que su liberalización no produce un incremento exponencial e indefinido en la tasa de abortos. Esta sufre un inicial incremen-

“Unsafe abortion: global and regional estimates of incidence of unsafe abortion and associated mortality in 2008. Sixth edition”. Génova, Organización Mundial de la Salud, 2011. 2 Jones R. K., Finer L. B. y Singh S., Characteristics of U.S. abortion, 2008, Nueva York, Guttmacher Institute, 2010.

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¿Cómo se puede fundamentar una decisión moralmente argumentada y, por tanto, éticamente legitimada?: solamente, si la preferencia y la norma pueden ser puestas en entredicho y se da un proceso de reflexión capaz de poner en deliberación todas las dimensiones afectadas. to para luego estabilizarse e, inclusive, descender ligeramente. Tampoco sucede que la permisividad legal del aborto condicione su disminución. Algo que sí se puede reconocer, como consecuencia de la liberalización, es un descenso de la mortalidad materna relacionada con abortos inseguros, explicable porque se pueden realizar en condiciones médicas apropiadas y por personal capacitado.

CONSIDERACIONES ÉTICAS Podemos entender que la decisión del aborto pasa por contar con el diagnóstico de un embarazo. También comprendemos que esto no sucede antes de la segunda semana de gestación ni después del umbral de viabilidad. Asimismo, reconocemos que la legislación pueda prohibir o permitir el aborto, y que de esto depende no que los abortos sucedan, sino que se realicen en condiciones seguras para la mujer. De igual forma, advertimos que este es un problema donde se evidencia la desigualdad socioeconómica y que, pese a la vigencia de políticas de salud reproductiva, el porcentaje de embarazos no deseados constituye hasta la mitad del total. Finalmente, reconocemos que ninguna de esas características permite decir, por sí misma, si el aborto es o no una opción moralmente aceptable. La posición moral tradicional, influenciada por morales de inspiración religiosa, muchas veces ha pretendido dejar fuera toda posibilidad de elección de la mujer. Acude, para ello, al principio de la absoluta inviolabilidad de la vida humana desde el momento de la fecundación. Adopta una perspectiva desde el nasciturus (ser que todavía no ha nacido) y sus derechos. Desde una óptica diametralmente opuesta, se hallan quienes apoyan el derecho de la mujer a ejercer su libertad irrestricta de decisión, en una

concepción reductiva de lo que es la autonomía moral. En este artículo, abordaremos unas breves consideraciones con respecto del nasciturus, para luego detenernos, como advertimos al inicio, a analizar la perspectiva desde la mujer, poniendo en cuestión el concepto de autonomía al que se suele acudir. El desarrollo ontogenético del ser humano (el inicio de su individuación) es un proceso de estructuración creciente y progresiva dentro del cual no es posible precisar, más allá de toda duda, fronteras entre los estadios reconocibles en que acontece. No hay —ni habrá— un acuerdo universalmente aceptado acerca del momento a partir del cual un ser humano debe ser reconocido como poseedor de plenos derechos, equiparables a los de un adulto. Las evidencias biológicas apuntan a un cambio cualitativo sustancial en el momento de la implantación, a partir del cual el embrión adquiere individualidad y unidad. Hay autores a quienes parece, por lo tanto, prudente y razonable sostener que el embrión humano implantado debe ser considerado propiamente una vida humana en desarrollo. Ahora bien, no sería posible sustentar que posea todos los elementos que constituyen a un ser humano completo. En consecuencia, a riesgo de ir más allá de la posibilidad de discusión que este artículo ofrece, juzgamos prudente preguntarnos si se debe considerar como indiscutible que la vida del embrión sea un valor absoluto. Es una vida que debe protegerse decididamente, pero hay elementos que apuntan a que su valor pueda llegar a considerarse ponderable con otros valores, máxime cuando entra en grave controversia con ellos dentro la compleja realidad de una gestación. Es en estas situaciones de serio conflicto de valores

donde una sensata y rigurosa reflexión ética aparece como imprescindible. Vistos estos aspectos referidos al nasciturus, pasamos a la perspectiva que pretendemos plantear. La moralidad es una dimensión humana que se sostiene por la libertad, denominada “autonomía” en terminología moral. Sin libertad no se entiende la moral y es por la moral como tenemos conocimiento de la libertad, según expresó Kant. La pregunta, en el contexto del problema del aborto, es si puede afirmarse que la libertad moral de decidir que tiene la mujer sea suficiente para justificar moralmente su acción y, en consecuencia, sustentar la exigencia de una legislación que garantice tal decisión. En suma, ¿basta la capacidad de decidir para que la decisión se constituya en correcta y pueda ser legalmente avalada? Usando como marco los niveles de evolución de la conciencia moral descritos por Kohlberg 3, expondremos tres alternativas por las que se suele argumentar la decisión de abortar. Sabiendo que toda simplificación deja de lado algunos aspectos, consideramos útil exponerla en estos términos para ganar claridad. Primera. La argumentación de “este es mi cuerpo y yo decido en función a mi preferencia” parte de un punto cierto: la decisión última le pertenece a la mujer. Sin embargo, el aborto nos enfrenta a un conflicto de valores entre la vida de la mujer, entendida en un sentido amplio, y la vida del feto. La mayoría de las posiciones que asumen este punto de vista sostienen el peso de sus argumentos en restarle valor moral al embrión o feto para justificar que la decisión de abortar sea correcta. Si había un dilema entre la mujer y el nasciturus, él se resuelve por la vía de anulación del segundo término del dilema. Presentado de tal manera, este argumento pareciera reducirse a la exigencia de respeto a una decisión por el solo hecho de ser decidida. Una segunda manera sería la que asimilamos al nivel convencional del desarrollo de la conciencia moral, planteado por Kohlberg. Se caracteriza por orientar la moral según las normas sociales de su

Kohlberg L., Psicología del desarrollo moral. Bilbao, Desclée de Brower, 1992.

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familia, grupo o nación. Aquí la decisión de la mujer resulta de guiarse únicamente por la regla social imperante, ya sea para decidir abortar porque hay una legislación que lo permite, ya sea para decidir no hacerlo porque la norma de su comunidad moral lo reprueba. Las mujeres que eligen abortar o su contrario, sin la posibilidad de poner en cuestión las normas o las costumbres, sean estas permisivas o restrictivas, abdicarían del uso crítico de su razón que les exige considerar si esa norma es éticamente aceptable. Por el contrario, en este caso su elección constituye ejemplo de un ejercicio moral que no forja carácter moral y en ese sentido no es tan ética, porque evade un obligado discernimiento moral. Discernir entre alternativas morales opuestas es condición humana ineludible, algo que ya afirmaba san Ireneo de Lyon, quien, a propósito de la necesidad de conocer bien y mal, decía: “Si alguno rehuyese conocer ambos extremos y el doble sentido al que se dirigen los pensamientos, de modo inconsciente estaría matando en sí su ser humano”4. Finalmente, hemos visto que no es suficiente afirmar la preferencia como justificativo de la moralidad de una decisión. Que tampoco es aceptable que tal elección no tenga otro argumento que seguir una norma establecida. Entonces, ¿cómo se puede fundamentar una decisión en torno al aborto que sea moralmente argumentada y, por tanto, éticamente legitimada?: solamente, si tanto la preferencia como la norma pueden ser puestas en entredicho y se procede a un proceso de reflexión capaz de poner en deliberación todas las dimensiones que se ven afectadas por la decisión. En tal proceso será ineludible otorgarle a la vida del feto o embrión la importancia que exige, pero considerando su valor en ponderación con la vida de la mujer en un sentido más allá del solo biológico: aspiraciones profesionales o académicas, relaciones sociales y familiares, estado de salud, convicciones religiosas, responsabilidades con otras

personas, situación económica, riesgos que corre, entre muchas otras. Si se pretende considerar legítima la decisión de la mujer y se aspira a que tal elección sea legalmente garantizada, hará falta adoptar una perspectiva en que la autonomía sea parte constitutiva de un razonamiento ético. Esto quiere decir, además, que se busque el sustento racional y prudente de seguir una norma o una preferencia. Exige decidir responsablemente. En atención a la cuestión que nos planteamos en este artículo, podríamos

La decisión responsable y en conciencia de la mujer podría ser la base moral que guíe una norma legal, legislación que debiera tener por finalidad contribuir a encontrar soluciones a una situación dramática y no a incrementar el mal que, de hecho, comporta el aborto. sostener que la decisión de la mujer no solo es posible, sino necesaria para que la decisión de abortar, o su contraria, sea considerada moral. Solo si es posible elegir, correcta o incorrectamente, se puede asignar un carácter moral a toda acción humana. La decisión responsable y en conciencia de la mujer podría ser la base moral que guíe una norma legal, legislación que debiera tener por finalidad contribuir a encontrar soluciones a una situación dramática y no a incrementar el mal que, de hecho, comporta el aborto.

CONCLUSIONES En el mundo actual vivimos en sociedades que han reconocido la pluralidad de morales que conviven en su interior, en donde “ningún individuo o grupo humano se puede considerar omnipotente, autorizado a pasar por encima de la dignidad y de los derechos de las otras

personas singulares o de sus agrupaciones sociales”5. Lejos queda la imagen de un código moral único imperante cuyas normas eran universalmente aceptadas. Sería hoy por hoy impensable una moral que pretenda imponer sus valores a toda una sociedad sin evidenciar una contradicción en sus términos. En tal contexto, creemos que es posible consentir una legislación que pueda pensar en los parámetros menos nocivos de despenalización del aborto. Nos referimos a una legislación que permita al Estado proteger a quien responsablemente hubiera tomado la decisión de interrumpir una gestación por considerar, en conciencia, que tendría razones suficientemente serias y poderosas que le impidan asumir todas las implicaciones de un embarazo. Pero consentir tal legislación no exime de la responsabilidad frente a la problemática del aborto. Es necesario afirmar que el aborto es una tragedia, un mal que nadie desea ni para sí ni para cualquier otra persona. Por esa misma razón es que se hace imperativo adoptar un compromiso decidido para conseguir que la tasa de abortos evitables disminuya. Algo que no consiguen eficazmente ni la prohibición ni la despenalización del aborto por sí mismas. Sabemos que los abortos suceden como consecuencia de un embarazo no deseado. Por lo tanto, debiera preocuparnos cómo podemos disminuir la proporción de embarazos que reciben tal adjetivo. Las medidas técnicas aisladas, como una adecuada planificación familiar, no son suficientes y hace falta formular respuestas humanas integrales. Una sociedad sensibilizada por la cuestión del aborto está invitada a profundizar, a buscar la raíz de que existan circunstancias en que un embarazo sea acogido con pesadumbre. Esto involucra un compromiso serio con la realidad multidimensional del ser humano, exige mirar más allá de la consigna y preguntarnos qué hace que hoy una nueva vida no sea recibida como buena noticia. MSJ

Ireneo de Lyon, “Contra los herejes. Exposición y refutación de la falsa gnosis”. Revista Teológica Limense, 2000, XXXIV (enero/agosto): Libro IV: 39, 1. Papa Francisco, Discurso a la Asamblea de las Naciones Unidas, 25 de septiembre, 2015, disponible en: http://w2.vatican.va/content/francesco/es/

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