Que es un sociólogo rural hoy en día

June 19, 2017 | Autor: Mario Rechy Montiel | Categoría: Sociologia, Sociología, Ciencias Sociales, Desarrollo rural, Estudios Rurales
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Descripción

El papel de la sociología rural en el mundo de hoy

Palabras de Mario Rechy en el 40 Aniversario del Departamento de Sociología
Rural de la UACH. Octubre de 2012.

Es momento de rememorar que esta facultad nació como un departamento de
extensionismo. Del extensionismo se llegó al estudio de la sociología. Y
ese proceso parece que hoy nos plantea un retorno, pues si de algo trata la
sociología rural hoy en día es sobre cómo llevar al campo un nuevo
extensionismo.

Siempre he considerado que la ciencia social es, o debe ser, una
herramienta para conseguir el cambio social. También he creído desde que
era estudiante que la ciencia social es única, es decir, que no existe una
frontera real entre la economía, la sociología, la antropología, el
derecho, la ciencia política y la historia. Con esa idea en mente leí
anoche el temario de la licenciatura en Sociología Rural de esta
Universidad. Que es mi Universidad. Encontré grandes virtudes y lamentables
arcaísmos. Luego leí el temario de la carrera de Sociología de la UNAM. Y
la primera impresión fue que el temario de la UACH está mucho mejor
concebido y ciertamente más fundamentado. Sin embargo habría también que
conocer el temario de varios profesores de la UNAM, pues como allá existe
una planta de profesores más amplia, y no se sigue una bibliografía única,
podría haber diferencias importantes entre las opciones. En este punto
quiero aclarar: No quisiera dictar una conferencia. Más bien voy a hacer
ante ustedes una reflexión personal.

La lectura me dejó muy pensativo. Primero me dije que hay que reconocer
avances sustantivos en la definición de los objetivos que tiene la carrera
desde que formamos parte de su cuerpo docente, hace ya treinta años. Una
virtud es que está concebida como la formación básica en todas las
disciplinas que integran el campo de lo social. Si bien está débil en las
cuestiones de derecho y ciencia política. Lo segundo es que noto el
abandono o la sustracción de algunos tópicos importantes. Probablemente el
más notable fuera el de la formación crítica que debe tener un científico
social.

Existe en el Plan actual un tufo de marxismo libresco y hasta dogmático. Ya
hace treinta años me parecía que estudiar tanto a Marx y tan poco a sus
críticos era peligroso. Hoy me parece inaceptable. Hace ya treinta años
planteaba acompañar el Prólogo a la Crítica de la Economía con el texto de
Blaug sobre el carácter no científico de los paradigmas marxistas. Sin
embargo, ese tufo marxista que tiene el plan no me impide reconocer una
gran virtud en la inclusión de las materias de micro y macroeconomía. Los
bolches, esa secta tan dañina, eran fuertes hace treinta años en esta
universidad y en aquél entonces me hicieron la vida de cuadritos por
defender esas materias. Celebro pues que hoy sean parte del plan de
estudios vigente. Un científico social que no es capaz de dialogar de tú a
tú con un economista neoclásico está desarmado. Y para poder hablar con
autoridad hay que tener claros los usos de ambos instrumentos. También para
poder formular propuestas de organización de empresas o cooperativas, o
para proponer políticas públicas.

Lo segundo que hoy reivindicaría es la inclusión de los utopistas. ¿Por qué
continuar con la lectura y el estudio de Comte y no la de su maestro Saint
Simon? ¿Por qué estudiar a Weber y no a Proudhon? ¿Por qué leer el capital
y no leer Viaje a Icaria o los textos de Fourier?

Si algo requiere la sociedad actual es romper con los atavismos
ideológicos. Y cuando veo en la bibliografía esa enorme cantidad de rollos
marxistas, me digo: ¿habrá quien aguante todo eso? Yo no podría la verdad.
Me da una flojera infinita, a estas alturas de la vida, pensar en la
lectura no solo del Capital, sino de los capítulos inéditos, de los
Grundrisse, y todavía de algunos otros textos. Ciertamente hay que conocer
algunas cosas básicas de Marx y Engels. Pero dejemos a los marxólogos la
lectura completa de la doctrina y entrenemos a los jóvenes en la
comprensión de la propuesta del socialismo. Todo eso que trae la
bibliografía me parece barroco, por decir lo menos.

Creo que el pensamiento socialista debería llevarnos a conocer otros
autores que tratan de problemas más contemporáneos. Está bien incluir a
Mandel. Pero hay tantos otros, como Kuron, Brus, Schaff, y los
revisionistas como Ota Sik y Lieberman, o los libertarios como Ludovico
Silva, Castoriadis, y tantos otros de hoy. Sin duda la capacidad crítica de
los jóvenes puede alimentarse más leyendo a los autores actuales, que a los
viejos ortodoxos. Y así como agregaría autores también suprimiría algunos
verdaderamente nefastos, empezando por el neoliberal de Antoni Guidens. No
enseña nada y sí confunde. De la misma manera como me gustaría recordarle a
mi colega Irma Salcedo, cómo ella y yo armamos hace treinta años un curso
de repaso crítico de las corrientes sociológicas, y cómo hoy habría que
pintar una ralla con los autores que solo extravían al estudiante en
futilezas como el gobierno global o la modernización a partir de la
competencia.

Y una ausencia más: ¿por qué han suprimido a Lefebvre? No al Lefebvre que
habla de lo rural y lo urbano, sino al lógico y epistemólogo, al que
escribió Lógica formal y lógica dialéctica. Y ¿por qué han suprimido a
Ylienkov, que tan maravillosamente sistematizó la elevación de lo abstracto
a lo concreto? Pero lo imperdonable es no incluir a Kosik, a quien yo en lo
personal considero el padre filosófico de mi generación y el más importante
filósofo marxista del Siglo XX.

Me ha hecho pensar mucho el temario que siguen ustedes. En buen sentido, y
con preocupación también. Al leerlo me pregunto ¿por qué no observo, no
noto la presencia de los nuevos sociólogos en el campo mexicano? ¿Tendrá
algo que ver el perfil de su formación? ¿Por qué no detecto su acción
bienhechora si salen tan bien pertrechados de esta Universidad?

Y no tengo respuesta. Pienso tal vez que entre la academia y la acción
social existe un trecho que no hemos sabido llenar. O que los que hacemos
sociología rural desde la investigación de campo no tenemos vínculos con
los centros de estudio.

Hace dos años y medio vine a Chapingo a buscar actualizaciones sobre la
agricultura sustentable. Y fue muy decepcionante darme cuenta que en ningún
departamento de la Universidad sabían cómo emplear zeolita, ni habían
considerado o realizado proyecciones sobre fertilizantes orgánicos en
sustitución de agroquímicos. Tuve que entrevistar a empresas privadas que
estaban investigando, pues en la academia no había estudios concluidos,
apenas atisbos. Eso me pareció un índice, un indicador, pues se supone que
la Universidad debe anticiparse a los cambios y a la instrumentación de las
soluciones. Y en ese campo no solo Chapingo, sino en general la academia
estaba a la zaga de lo que estaba ya pasando. Si bien en la Universidad de
Puebla han desarrollado ya biofertilizantes. Y eso lleva ya una década.

En estos treinta años pasaron muchas cosas. Algunas importantes, otras
simplemente sumando experiencia personal. De este Departamento salieron
quienes repartieron más tierras que Zapata y Lucio Blanco juntos. Y
probablemente nadie hoy lo sabe. De esta escuela salieron quienes
consiguieron que se ejecutaran resoluciones presidenciales que tenían
décadas de haberse dictado y que no había quien las llevara a efecto, Los
Mixes y Monte Negro, entre otros. En estos treinta años varios académicos
de este departamento participaron en las direcciones de la Insurgencia
social o electoral de México. Y cuando menos uno fue brutalmente asesinado
en cobro a lo que había sido su bandolerismo social, como decía Hobsbawn.
De este departamento salieron varios protagonistas de la llamada Revolución
Verde, y varios antagonistas de la misma.

De aquí se alimentaron los Centros regionales y los Centros de zonas
áridas. ¿Por qué hoy no parecen estar participando en la búsqueda del nuevo
extensionismo?

¿Por qué hoy no parece haber la misma participación de los sociólogos en el
proceso de cambio? Vamos, ni siquiera se escucha su presencia en el Yo soy
132.

En los años pasados estuve impartiendo cursos en sociología de la UNAM,
particularmente en la Facultad de Ciencias Sociales de Aragón. Y como parte
de los activistas de esta especialidad asistí a los Congresos de Sociología
organizados por los estudiantes en varios puntos del país. Con la notable
ausencia de Sociología Rural de la UACH.

Se bien que aquí se ha celebrado la Semana de Sociología desde hace años,
no parece que ello pueda explicar la falta de participación o socialización
de los sociólogos rurales en los eventos que tienen lugar en tantas partes.
Algo los está limitando. Y quisiera entender qué?

Luego de estas reflexiones me puse a repensar el papel de la sociología en
nuestra actualidad. Y a recordar lo que el Plan de Estudios nos dice sobre
los cometidos de la especialidad. Sabemos que la sociedad capitalista es
predatoria, consumista y promotora del individualismo. Y que la ciencia,
como instrumento al servicio del hombre, no puede avalar ni la sociedad que
destruye a la naturaleza, ni las disciplinas que alientan el consumismo, ni
las organizaciones que atomizan al hombre o lo circunscriben a su esfuerzo
personal.

Tal vez debiera ser más explicito en el itinerario de la carrera, el
discutir y reflexionar sobre estos puntos. Cómo diseñamos una agricultura
sustentable debería ser una asignatura de los años terminales. Cómo
concebir una sociedad que sustituya a la sociedad de consumo sería otro
tópico. Cómo educar a los productores y a los ciudadanos en la cooperación
y la economía sustentada en valores sería el tercer tema. Ojo, no solamente
leer o aprender cuáles son los principios cooperativos, sino como hacer de
ellos una norma de conducta y un proyecto de vida. Pero no solo de nosotros
mismos, sino de la sociedad entera. En lo personal pienso hoy, la crisis
del ejido es una crisis del modelo corporativo. Es decir, del modelo que
dependía y se subordinaba al Estado, y que mantenía a los productores como
sus súbditos. Y precísamente por ello el sociólogo extensionista estaría
llamado a organizar a los productores en unidades autogestionadas,
independientes, capaces de emprender su propio desarrollo, combinando la
organización con la nueva tecnología.

A partir de esa idea quisiera retomar algunos puntos de mi visión o
perspectiva sobre el quehacer y responsabilidad del científico social. La
sociología nace como parte de un aliento utópico que buscaba el bienestar
para los ciudadanos. Ese aliento utópico debe ser retomado y fortificado
hoy.

La sociología reivindica no solamente a los trabajadores, sino también a
los campesinos frente al maquinismo. Es correcto el peso y la importancia
que la carrera otorga al campesinado. Pero por qué no se defiende un
horizonte del desarrollo rural. La carrera no puede ser un repaso de lo que
está pasando. Tiene que hacerse responsable sobre el presente del campo y
sobre el futuro del desarrollo rural. Y para hacerlo debe formular su
propuesta. El científico social debe ser beligerante.

Nos hemos pasado treinta años formulando puntos de esa propuesta. Hoy les
dejo aquí cinco trabajos en los que he participado en los últimos años. Uno
es sobre proyectos sustentables. Otro sobre la estrategia cooperativa. Uno
más sobre las condiciones y limitaciones de la agricultura moderna con una
propuesta de agricultura sustentable. Un cuarto texto sobre macroeconomía
de la solidaridad. Y uno más reciente sobre la quiebra de la estrategia de
riego del gobierno federal.

En estos treinta años conocí de un libro sobre el neolatifundismo gestado
en estas aulas. Leí también varias reflexiones sobre el impacto del TLC.
Pero probablemente me falta información, porque no encuentro materiales que
nos indiquen el camino de organización rural a seguir. Y no creo que sea
falta de información lo que los detiene. Más bien parecería que es un
exceso de información, y escaso involucramiento en la solución práctica de
los problemas. Pero díganme ustedes: ¿Qué ha hecho la sociología en estos
treinta años?

¿Ha prefigurado la sociedad sustentable? No lo he leído. Como no he leído
cómo concibe la sociología la agricultura sustentable. ¿Ha realizado tal
vez la crítica de la sociedad de consumo? Tampoco lo he leído. Más bien me
encuentro muchos ociólogos que repasan cómo todo se desvanece en el aire.

¿Ha explicado y fundamentado el carácter gregario o social del hombre
frente a la filosofía de la competencia? No, quien se ha ocupado de
demostrar esto ha sido una rama de la zoología, y particularmente el
maestro Jean de Waal.

Lamentablemente, podemos decir, que la sociología está entrampada en la
ideología del momento, ha desdibujado su papel libertario y su origen
utópico, y ha desarrollado una gran capacidad de sistematización sobre la
historia social, pero cuando incursiona en la práctica solo lo hace para
aportar técnicas para sumarse al productivismo, el eficientismo y la
sociedad estratificada. Porque la preocupación central parece ser cómo
insertarse en el empleo, y no cómo generar su propio horizonte de
liberación.

Es mi convicción el que los problemas del presente obligan a la sociología
a retomar su origen y reemprender su punto de partida. Pero no desde las
ideologías del Siglo XX, sino desde las nuevas condiciones del hombre
social que aparece en este nuevo Siglo. El sociólogo de hoy está emplazado
a decirnos cómo se reactivará el campo; qué papel jugará el campesino en el
desarrollo futuro; cómo se superará la crisis de abasto de alimentos; y de
qué manera debemos formular las políticas para conseguir todo esto. En esa
línea es que el equipo en el que trabajo está poniendo su mejor esfuerzo.
Si lo que hemos hecho y escrito va por buen camino lo podrán juzgar ustedes
con el material que hoy les entrego. Pero en todo caso de lo que se trata
es de cómo abordar las responsabilidades de la sociología.

Replantear el desarrollo; reinterpretar la sociedad desde una perspectiva
histórica; reivindicar al indígena y al campesino como realidades que se
proyectan hacia el nuevo siglo, y no solamente defendiendo sus derechos o
reconociendo su lucha; redefinir el papel de la economía rural y, sobre
todo, reivindicar el carácter social del hombre, son todos aspectos
fundamentales de nuestra tarea. Perdónenme por citar mis rollos. Pero esta
Universidad publicó mi trabajo sobre los zapatistas en 1994. Por qué si es
un documento asumido por la Universidad no aparece en la bibliografía.
Compartiendo la visión antropológica de Bonfil y de Pozas yo voy hasta el
cuestionamiento del modelo de desarrollo rural a partir de la experiencia
zapatista. También les dejo aquí ese material.

Recapitulemos:

Uno. Redefinir el desarrollo rural es una tarea. Esto quiere decir que
además de repasar los modelos existentes, empezando, como lo propone el
temario con el texto de Mellor, debemos llegar a concebir nuestro propio
modelo. Y no creo que estén lejos ustedes de podernos decir si debemos o no
plantearnos volver a producir los alimentos que hoy estamos importando. O
si debemos reactivar la producción en todas las tierras abandonadas porque
dejó de ser negocio la agricultura. O si debemos instrumentar políticas
públicas que impidan la quiebra de los campesinos y vuelvan a dignificar el
trabajo agrícola.

Dos. Establecer las bases para una estrategia de desarrollo no contaminante
y sustentable. El capitalismo está derrotado, no por los ejércitos
proletarios del campo, sino porque su lógica y expansión conducen al
colapso ambiental y a la escasez y el hambre. Agitar ese escenario, alertar
sobre los indicadores de esa catástrofe, mostrar los datos de
contaminación, y agotamiento de fuentes de agua, es parte de la asignatura.
Para proponer enseguida cómo reorganizar la producción rural sobre bases
técnicas en armonía con la naturaleza.

Tres. Formular una propuesta de inserción del campesinado en la modernidad
futura. El capitalismo y sus representantes neoliberales pretendían
desaparecer al campesinado. Y éste, con la inspiración indígena que ha
resistido cinco siglos, ha venido resistiendo cinco décadas. Porque está en
la cultura. Porque, al contrario de lo que dice la ortodoxia marxista, no
está en la infraestructura la identidad de un pueblo, sino en la cultura. Y
nuestra cultura no es la maximización de la ganancia, sino la búsqueda de
bienestar. Y porque en el derecho, en la Constitución está plasmado que
somos una economía mixta, a la que concurren o deben concurrir de manera
responsable el sector privado, el sector público y el sector social. Y el
sector que ha producido los alimentos no era el sector privado, sino el
sector social. El neoliberalismo fracasó al intentar transferir esa
responsabilidad a la agricultura rentable. Y vamos a retornar, pronto o a
mediano plazo, a la agricultura necesaria, con apoyo estatal, que generará
empleos y reactivará la producción de alimentos. No hay otro camino.

Cuatro. Fortalecer la perspectiva indígena de las autonomías en una
economía mixta y una sociedad diversa y plural. La democracia no es un
ejercicio electoral que cumplimos ritualmente cada tres años. Dejemos eso
para los partidos y los corifeos del régimen. La democracia que tenemos que
perfilar y perfeccionar es la de un nuevo pacto social donde se reconocen
las autonomías y se arriba a una nueva República multinacional, con
autonomías regionales y locales. Porque contrariamente a lo que postulan
los globalizadores, el mundo no marcha hacia una mayor integración
internacional, sino a la quiebra de esa economía y a la revitalización de
las economías locales. Ustedes todavía verán la separación de Grecia del
mercomún europeo, la disolución de España y la fragmentación de naciones
que parecían sólidamente unidas hasta hace poco tiempo. Y si queremos
conservar este país, tenemos que anticiparnos a las fuerzas que podrían
absorber al norte como parte de la economía gringa.

Cinco. Formular una estrategia de reorientación de los ejidos en las nuevas
condiciones. El ejido, a pesar de haber tenido grandes patriotas defensores
de su historia, fue un proyecto que nació bajo el influjo del fascismo.
Nunca tuvo la autonomía real. Siempre mantuvo el estado no su tutela sino
su control sobre la Asamblea de Balance y Programación, sobre los créditos
que recibía, sobre el extensionismo que se le brindó, o sobre las políticas
de subsidio que recibía a cambio del apoyo político o su pertenencia al
Partido de estado. Por eso la crisis del sistema priísta condujo también al
estancamiento del ejido y a un intento por privatizarlo. Pero el ejido ha
resistido. Ha resistido porque la identidad nacional no es ni fascista ni
corporativa. Y por ello una tarea del sociólogo rural es convertir a los
ejidos en auténticas cooperativas, que es lo que responde a su verdadera
vocación. Cooperativas en las que se eduque en democracia plena, en que se
haga efectivo el un socio un voto, en que la Asamblea recupere su papel
autogestivo, en que se fortalezca la educación en valores y principios y,
sobre todo, en que se sustituya la búsqueda de negocio por una economía del
bienestar. Porque el sector social no es una economía de negocios, donde
domine el capital, sino una economía de personas, donde el objetivo es el
mejoramiento de las condiciones de vida y convivencia.

Seis. Replantear el socialismo como una estrategia de organización viable
pero que al mismo tiempo actualice su oferta con el rescate de las utopías.
El sociólogo estudia la historia del mundo y de los sistemas políticos no
por cultura política o para informarse, sino para ver qué falló y cómo
podemos retomar el camino. Desde que estábamos en esta escuela, hace
treinta años, ya decíamos que en el este no había socialismo. Bueno, yo lo
digo desde que estaba preso, hace más de cuarenta años. Como científicos
sociales nos adelantamos a los hechos. Sabíamos que eso se iba a derrumbar.
Como parte del cuerpo docente de esta universidad tuve la enorme
oportunidad de visitar dos países socialistas de entonces, Alemania y
Polonia. Y en nuestro viaje constaté lo que las lecturas y la reflexión me
habían enseñado. Es decir, que la crisis del socialismo real no tenía
vuelta de hoja. Que los partidos comunistas no estaban en condiciones de
aprender la lección de la historia, y que si bien el socialismo tenía
remedio, podía democratizarse, esos partidos no lo iban a admitir. Porque
la burocracia tenía otros intereses, como lo hemos visto en los nuevos
tiempos que arribaron. Sin embargo, desde entonces, nos abocamos a formular
cómo podría ser entonces el nuevo socialismo. Y llegamos a la conclusión
que no podía ser un socialismo de estado. No podía ser acorde con lo que
decía ese texto que han incluido nuestros dogmáticos en la bibliografía de
esta carrera. Me refiero evidentemente al texto de Lenin sobre el Estado.
No compañeros. Y eso tal vez es parte de lo que los tiene atorados en la
ausencia de participación. Quienes todavía piensan en una revolución
proletaria, conducida por un partido de iluminados, están fuera del mundo.
El replanteamiento del socialismo atraca, necesariamente, en la concepción
utópica de una sociedad autogestionaria, descentralizada, donde la
planeación no anula al mercado, y donde la diversidad de las formas
productivas se mantendrá largo tiempo. Pero lo más importante, la
redefinición del socialismo, que es una tarea de la sociología, no reconoce
una frontera entre la revolución política y la construcción de la nueva
economía. Y esa es la gran cuestión. Quiero decir con esto que el
socialismo del futuro no se va a empezar a construir después del gran
golpe, después de la destrucción del estado actual. No compañeros. El
socialismo ya se está construyendo. Lo están construyendo los indígenas que
han emprendido el camino independiente. Lo están construyendo los que han
levantado la organización Tosepan Titataniske, probablemente también los
que han consolidado alguno de los caracoles. Lo están construyendo los
compañeros de Usiri en Oaxaca. Lo están construyendo algunos
cooperativistas que sin aspirar a una diputación, ni a un rifle, han
levantado una economía solidaria vinculada a su comunidad. Y todo eso sin
inspiración marxista, pero con honda raíz nacional.

No digo con esto que todas las cooperativas se encaminan al socialismo. Y
ni siquiera que las cooperativas en general sean parte del socialismo del
futuro. No. Ciertamente también tenemos cooperativas que son profundamente
capitalistas. Peores incluso que las empresas trasnacionales. Esa es otra
historia.

Lo que estoy diciendo es que es una tarea de los científicos sociales la
definición del nuevo socialismo. Superando dogmas y cuerpos doctrinarios.
Perdiendo el miedo a la herejía y a la anatema. Porque el socialismo está
en curso. Y mientras algunos siguen estudiando los pergaminos leninistas,
otros ya están levantando lo que será la sociedad del mañana.

Y siete. Asumir una perspectiva independiente y crítica respecto de las
ideologías, los partidos y el Estado. Precisamente compañeros. Para marchar
por el camino de la ciencia social, hay que pensar de manera independiente.
Pero independientemente. Esto es no solo de las organizaciones partidarias
que hoy pretenden representar el futuro y en realidad se aferran a una
grotesco presente de curules e intereses de poder. También de manera
independiente de las ideologías. E incluyo en las ideologías al marxismo,
al capitalismo y al estatismo. Porque un científico social ha de ser el
guía de la gente. Pero el guía crítico, que enseñe a pensar y a construir
en libertad. Construyendo sin conducir al enfrentamiento sino a una
paulatina negociación. Esta sociedad, que tiene graves lacras de impunidad
y violencia, es sin embargo un espacio en el que la construcción de lo
nuevo tiene la posibilidad de negociar con el estado. Negociar desde
posiciones de fuerza y de autonomía. Ajeno por completo a las jerarquías y
los caudillos.

Estas son siete tareas de la ciencia social en las que estamos empeñados.
Siete tareas que conducen a la sociología hacia un nuevo extensionismo.

Sólo me queda terminar con la frase de Flores Magón y todos los
libertarios:

¡Salud y Revolución Social!
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